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LA REVOLUCIÓN RUSA
1. LA RUSIA ZARISTA
Dos eran las alternativas diferenciadas que se presentaban para terminar con la autocracia
zarista:
La liberal-reformista. Formada por profesionales y empresarios liberales,
agrupados en el Partido Constitucional Demócrata (KD).
La socialista. Que se divide en: el Partido Socialista Revolucionario (PSR), de matiz
campesino, y el Partido Obrero Socialdemócrata Ruso (POSDR), con base en las
teorías de Marx y dividido en bolcheviques (fracción dura del partido, que
propugnaba el establecimiento directo de la dictadura del proletariado y, en
consecuencia, rechazaba toda colaboración con el sistema burgués. Estaba
liderado por Lenin) y mencheviques (moderados y adversarios de las tesis de Lenin,
que confiaba en el establecimiento del socialismo tras un período de gobierno
burgués).
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Mientras tanto, la expansión rusa en el este la enfrentó contra el “enano japonés” por la
posesión de Manchuria. La guerra que empezó en 1904 terminó en el más completo desastre
para las tropas zaristas a causa de su mala organización, pésimo armamento, deficiencias del
mando e insuficiencias de transporte.
En 1914, Rusia entró en guerra al lado de Francia e Inglaterra para defender, sobre todo, a su
protegida Serbia. Pese a que los ejércitos rusos habían mostrado una notable capacidad militar
en el frente oriental y a que el esfuerzo de guerra (producción de armas, munición y material
de todo tipo) había sido extraordinario, o precisamente por eso, Rusia estaba exhausta. La
movilización de 12 millones de soldados (que dejaron de trabajar el campo) y la necesidad de
abastecer a los frentes provocó el desabastecimiento de las grandes ciudades. El precio de
alimentos y bienes de consumo aumentó entre 1914 y 1916 en un 300-500 %. A finales de
1916, la industria, los transportes y la agricultura estaban al borde del colapso, por lo que el
país se vio afectado por una muy grave crisis de subsistencias que se manifestó en una
dramática escasez de alimentos y combustible. En 1916 se produjeron ya más de 1.500
huelgas, en principio espontáneas, pero a las que el partido bolchevique comenzó a dar
orientación política y coordinación desde la clandestinidad.
El descontento con el curso de la guerra abrió la crisis política. La oposición en la Duma era
cada vez mayor. El zar tomó directamente el mando de la guerra y dejó los asuntos de Estado
en manos de la zarina Alexandra. La crisis era ya incontenible: el zar había cambiado hasta tres
veces de Primer Ministro entre febrero de 1916 y marzo de 1917.
2. LA REVOLUCIÓN RUSA
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2.1.La Revolución de Marzo de 1917 (→ liberal)
En marzo, San Petersburgo estaba paralizado por las huelgas. El día 8 se celebró una
manifestación con motivo del Día Internacional de la Mujer, que se convirtió en una protesta
contra la escasez de alimentos, a la que se unieron tropas amotinadas. Durante 4 días la ciudad
vivió una especie de revuelta general (concentraciones en plazas y calles céntricas, choques
callejeros, saqueos...). El gobierno no consiguió restablecer el orden y ante la negativa del zar a
nombrar nuevo gobierno, los liberales que dominaban el Parlamento eligieron un comité
ejecutivo de la Duma para que se hiciera cargo del poder. Pero junto a este poder
parlamentario surgió otro revolucionario, el soviet de Petrogrado (nombre ruso con el que se
rebautizó a la capital desde el comienzo de la guerra), por iniciativa de los mencheviques. Bajo
la presión del soviet de Petrogrado, el comité de la Duma nombró un gobierno provisional
formado por los partidos liberales, pero con Kerenski (vicepresidente del soviet de Petrogrado)
como ministro. Se había producido un verdadero colapso de toda autoridad: Nicolás II optó por
abdicar en su hermano, el gran duque Miguel, que declinó la corona. Así Rusia se convertía en
una república.
El nuevo gobierno concedió amnistía general, proclamó las libertades de expresión, reunión,
asociación y huelga, y prometió convocar elecciones a una Asamblea constituyente. Esas
libertades permitieron el regreso a Rusia de los líderes bolcheviques (→ los alemanes
facilitaron el regreso a Rusia, en un tren blindado que partió de Suiza, de Lenin). Kámenev y
Stalin, redactores del periódico bolchevique “Pravda” (= La Verdad), siguieron la línea general
mantenida por el soviet de Petrogrado y reclamaron apoyo para el nuevo régimen siempre y
cuando su política no entrara en conflicto con los fines de la revolución. A la formación del
soviet de Petrogrado siguió la de otros muchos en distintas ciudades rusas, con lo que en Rusia
quedó establecido lo que se ha definido como “doble poder”: el Gobierno provisional y los
Soviets.
En abril de 1917, Lenin consiguió llegar a Petrogrado y expuso las llamadas “Tesis de abril”, en
las que declaró que los bolcheviques no apoyarían al Gobierno provisional y exponiendo la idea
de que la única forma de que triunfara la revolución socialista era que Rusia abandonara la
lucha en Europa y los bolcheviques se mantuvieran independientes, evitando alianzas con
otros partidos, especialmente con la mayoría menchevique del Soviet de Petrogrado. Durante
los meses siguientes, la propaganda de los bolcheviques, fortalecidos tras el regreso del exilio
de Trotski, promovió constantemente esta idea, por lo que fueron el soviet de Petrogrado y el
Gobierno provisional los que quedaron aislados a mediados del verano, frente a las fuerzas que
reclamaban el fin de la lucha en Europa.
En el frente, el ejército ruso carecía ya de disciplina interna y de moral de combate, por lo que
el Gobierno provisional, tras la dimisión de los ministros de Guerra y de Asuntos Exteriores,
nombra al socialista Kerenski presidente. Se dio entonces una definitiva inclinación hacia la
república de izquierda, que intentó controlar y a la vez contentar a las masas. Sin embargo,
Lenin continuó reclamando todo el poder para los soviets, a la vez que atacaba a los socialistas
que habían sido seducidos por el poder.
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soldados con sus discursos y diseñó para la segunda mitad de junio una gran contraofensiva en
el frente austríaco.
Continuar la guerra tuvo muy graves consecuencias políticas. Como respuesta, los bolcheviques
desencadenaron, bajo unos eslóganes simples y de gran eficacia (“paz, tierra, pan y libertad”),
las llamadas “jornadas de julio”, un verdadero ensayo de asalto insurreccional al poder: unos
30.000 hombres protagonizaron manifestaciones, concentraciones y disturbios violentos en el
centro de Petrogrado, de cara a la toma del poder por el Soviet. Consecuencia de ello fue la
detención de los dirigentes bolcheviques (Trotski fue detenido mientras que Lenin huyó a
Finlandia).
Kerenski nombró comandante en jefe del Ejército al general Kornilov, un militar de gran valor y
prestigio, que no había ocultado que deseaba el restablecimiento de la disciplina militar y la
militarización de la industria y de la producción de cara al esfuerzo bélico, y que creía preciso
poner fin a la dualidad de poder gobierno-soviet.
El “affaire Kornilov” desacreditó totalmente a Kerenski, probó que el verdadero poder eran el
Soviet y las masas, y provocó el reforzamiento de los bolcheviques. Lejos de procesarlos por su
actuación en las jornadas de julio, el Gobierno, presionado por el Soviet, excarceló a los
principales dirigentes bolcheviques (→ Era lógico: los militantes de base del partido
bolchevique habían constituido el núcleo principal de las unidades y comités revolucionarios
creados para combatir a Kornilov).
La debilidad del Gobierno era evidente. La desintegración de la autoridad era casi absoluta: ni
en Petrogrado, ni en Moscú, ni en ninguna parte parecía existir poder público alguno; la
disciplina militar sencillamente no existía (deserciones, soldados que ignoraban las órdenes de
sus superiores...); los trabajadores habían impuesto en fábricas y talleres una especie de poder
obrero asambleario; los campesinos se apropiaban de millones de hectáreas de tierra de
propiedad bien comunal, bien privada.
En estas circunstancias, agravadas por el avance militar de los alemanes, la dirección del
partido bolchevique (Lenin ya había regresado clandestinamente de Finlandia) optó por la
organización de un movimiento insurreccional para la toma del poder. Se fijó el 25 de octubre
para el alzamiento (para hacerlo coincidir con el II Congreso de los Soviets de toda Rusia, a fin
de que el Congreso, con mayoría bolchevique, aprobase y legitimase el golpe).
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unos 10.000 hombres), que fueron ocupando los puntos clave de la ciudad (estaciones,
puentes, centrales de teléfonos, edificios oficiales...) y finalmente el Palacio de Invierno (fue
ocupado, no asaltado). Kerenski había huido (→ El golpe de estado se produjo en una situación
de vacío de poder y descomposición del Estado. El gobierno no pudo utilizar el Ejército, puesto
que había perdido su apoyo ante el arresto de Kornilov). En la misma noche, Lenin se presentó
ante el II Congreso de los Soviets y anunció ya la formación de un nuevo gobierno, integrado
exclusivamente por bolcheviques. Las primeras medidas que tomó el nuevo gobierno fueron:
anunciar el propósito de firmar la paz; decretar la expropiación inmediata y sin indemnización
de los grandes latifundios, que serían entregados a comités campesinos; nacionalización de los
bancos; conceder el control de la producción a los trabajadores y declarar el derecho de
autodeterminación de todas las nacionalidades del antiguo imperio (lo que abría la posibilidad
de que las nacionalidades que habían sido integradas por la fuerza en el imperio zarista
pudieran separarse voluntariamente). Tras la ocupación de Petrogrado, los bolcheviques
procedieron a la toma del poder en toda Rusia, a través de los soviets locales. Encontraron
resistencia en Moscú, donde tropas leales al Gobierno combatieron a la revolución durante
unos 15 días (→ en Petrogrado, la revolución bolchevique había triunfado sin sangre, pero no
sucedió lo mismo en Moscú, donde la lucha sería sangrienta).
Una vez que los bolcheviques se hicieron con el poder, el nuevo gobierno puso fin a la
participación de Rusia en la I Guerra Mundial a través de la firma de la Paz de Brest-Litovsk, en
marzo de 1918. De acuerdo con lo establecido en este tratado, los rusos se vieron obligados a
entregar Finlandia, Polonia, Ucrania y las repúblicas bálticas (→ Rusia perdió así a casi la cuarta
parte de su territorio, de su población y de su producción industrial y agrícola).
Al acabar la Primera Guerra Mundial tras la derrota de los alemanes, se produce la intervención
extranjera en la guerra civil, que deseaban el hundimiento del sistema socialista que había
desposeído a todos los propietarios extranjeros y se negaba a pagar las deudas contraídas por
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el régimen zarista en el exterior. Además temían que la implantación y el triunfo de un Estado
socialista fomentase los movimientos revolucionarios en occidente (de hecho, estallaron
revoluciones comunistas en Alemania, Hungría y Austria). Sin embargo, las potencias
extranjeras se mostraron incapaces de mantener una política de coherencia. En cambio, el
Ejército Rojo, organizado por Trotski, aumentó sus efectivos al sustituir el servicio voluntario
por el reclutamiento, restableciendo una disciplina rigurosa para luchar contra las deserciones
(en 1920 son 3 millones de hombres, de los cuales 300.000 pertenecen al partido bolchevique).
La victoria bolchevique se produjo en 1920 y fue posible, en primer lugar, por la desunión de
las fuerzas contrarrevolucionarias (“el Ejército Blanco”), pero también por la ayuda de los
campesinos a quienes favorecían los repartos de tierras decretados por los bolcheviques.
Aparte, claro está, la actuación implacable del Ejército Rojo.
Así, la Revolución se consolidó sobre todo por la victoria del Ejército Rojo en la guerra civil. En
diciembre de 1922, la nueva Rusia (menos extensa que el Imperio) se transforma en la URSS al
unirse en una federación Rusia, Ucrania, Bielorrusia y Transcaucasia (Armenia, Georgia,
Azerbaiján). El Partido Comunista -único poder en todas las repúblicas y nacionalidades- se
convertía en fundamento y garantía de la unidad del país.
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Los resultados fueron rápidos y notables: en 1926 la producción industrial alcanzó ya los
niveles que había tenido en 1913. En el frente diplomático, los frutos también fueron positivos
(en 1924, Gran Bretaña reconoció al régimen soviético; luego lo hicieron los principales países
europeos).
Políticamente, la dictadura era cada vez más rigurosa. Primero, se prohibieron los partidos
menchevique y socialista revolucionario, y en el X Congreso del Partido Comunista de 1921 se
impuso éste como partido único. Los cuadros del partido, sólidos y cerrados, mantenidos en
constante guardia por la disciplina, la delegación y la purga, dominaron la opinión pública del
país y fiscalizaron la gestión del Estado y sus delegaciones administrativas. El partido se
constituyó bajo la jefatura implacable de dos comités: la Oficina de organización y la Oficina
política (o Politburó).
En 1924 se aprobaba la nueva Constitución que configura un Estado cuya célula funcional se
desea que continúe siendo el soviet. Sus puntos principales son:
Paulatinamente se fue radicalizando el aparato del Estado, dominado por el Partido único (→
Lenin consideraba necesario reforzar la dictadura en el terreno político, a fin de evitar el
desviacionismo en el plano económico y social).
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4. EL ESTALINISMO
Con Stalin se confirmó el triunfo de la concepción nacional-comunista, esto es, la tesis del
“socialismo en un solo país” (es decir, la tesis de que la revolución mundial exigía previamente
la consolidación y defensa de la revolución soviética y, por tanto, la subordinación de la política
comunista internacional a los intereses de la Unión Soviética), en contraposición a la teoría
internacionalista de Trotski, que creía en una revolución internacional.
Con Stalin también terminó la NEP (en 1931) y al año siguiente se prohibió el comercio privado;
acababa así la era de las concesiones y de las excepciones, y se instalaba el colectivismo
integral.
El deseo de Stalin era, por una parte, una reafirmación del poder y de la unidad del Partido, y
por otra, el fortalecimiento económico y militar de la URSS. Sus objetivos serían la rápida
industrialización del país, la colectivización forzosa de la agricultura y la planificación estatal de
toda la actividad económica; sus medios, la coerción y la represión, ejercidos a una escala
jamás conocida en país alguno, y el encuadramiento de la sociedad a través de una formidable
presión propagandística; los resultados, la transformación de la URSS en un gigante industrial y
militar y una completa revolución social que cambió definitivamente la sociedad rusa.
El cambio se inició con la creación de un sistema económico de planificación central: cada cinco
años se elaboraban unos planes que establecían los objetivos económicos a alcanzar (los
planes quinquenales). Un departamento del gobierno central, el Gosplan, fijaba las cantidades
a producir, los precios de los artículos, los salarios, etc. La dirección de cada empresa informaba
al Gosplan de sus necesidades de materias primas, energía, maquinaria y personal, en función
de los objetivos a alcanzar fijados por el plan.
Pero numerosos campesinos -no sólo los kulaks- se opusieron a esta colectivización, apoyada
exclusivamente por una minoría de campesinos pobres. Pese a todo, el gobierno la impuso,
matando a centenares de miles de campesinos y desterrando a Siberia a muchos más con sus
familias, mientras sus tierras eran entregadas a los koljozes. Muchos de estos campesinos
preferían matar el ganado antes que entregarlo al Estado. Esto, unido a las sequías de 1930-31,
ocasionó el hambre que produjo millones de muertos en Rusia en 1932. No obstante, los
objetivos de la colectivización se consiguieron: el hambre fue desapareciendo hacia 1938-39 y
la producción de cereales y sobre todo de trigo -para cuya explotación, pronto mecanizada, se
abrieron grandes áreas en Siberia y otras regiones- mejoró. Pero la producción de alimentos, y
la misma productividad agraria, nunca se recuperaron (→ Lo mismo bajo Stalin que bajo sus
sucesores, la URSS sufrió una escasez crónica de alimentos básicos. La oferta de bienes de
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consumo fue en todo momento paupérrima. El objetivo de la industrialización y de la
colectivización no era el bienestar individual, sino el desarrollo colectivo y el reforzamiento de
la URSS).
Pero los cambios eran formidables. La mecanización del campo había avanzado
considerablemente, lo que permitió que casi 20 millones de personas pasaran de la agricultura
a la industria y los servicios (→ La revolución había hecho la clase obrera, y no al revés). La
emigración del campo a la ciudad hizo que aumentara la población urbana (→ La escasez de
viviendas en las grandes ciudades generó un gravísimo problema de hacinamiento). La
industrialización fue posible gracias a la restricción del consumo popular y a los salarios
industriales bajísimos, sacrificios impuestos por el régimen dictatorial de Stalin en el que no
había libertad de expresión, de asociación, de prensa, de sindicación (→ Una legislación laboral
verdaderamente tiránica definió huelgas, accidentes de trabajo y absentismo como formas de
‘traición’ contra el Estado y la revolución, y los castigó incluso con la pena de muerte).
El régimen impuso un nuevo rigorismo moral como expresión de la ética proletaria del trabajo
(→ la homosexualidad y el aborto fueron prohibidos. La familia, el matrimonio, la procreación y
la maternidad, estimulados y exaltados). La simbología y los mitos del nacionalismo ruso
fueron actualizados y puestos al servicio de la policía oficial, como elemento para enaltecer el
colosal esfuerzo colectivo. En esa visión, Stalin, cuyo culto comenzó desde 1930, era “el gran
arquitecto del socialismo” según la propaganda oficial. Se creó una cultura e ideología nacional
y comunista (cine, arte y literatura fueron forzados a reflejar los valores y estética de la nueva
moral proletaria). El régimen estalinista hizo, con todo, un colosal esfuerzo educativo, que tuvo
además enorme trascendencia social: el número de estudiantes en secundaria y de
universitarios aumentó espectacularmente (de éstos últimos, casi el 50 % era de clase obrera).