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TEMA 1.

LA REVOLUCIÓN RUSA

1. LA RUSIA ZARISTA

A principios del s. XX, Rusia presentaba estas características fundamentales: un país


económicamente atrasado, socialmente desequilibrado y políticamente anclado en el pasado.

Nicolás II y algunos grandes propietarios acaparaban el 98 % de la tierra. Y aunque la


servidumbre había sido abolida en 1861, el rescate que los campesinos habían de pagar para
acceder a la propiedad de la tierra resultaba inalcanzable para ellos en la mayoría de los casos.
De ahí que hubieran de decidir entre quedarse en el campo y seguir soportando sus miserables
condiciones de vida, o emigrar a la gran ciudad (Moscú, Kiev, San Petersburgo), para
incrementar las desempleadas e irredentas masas proletarias. La expansión industrial, iniciada
a partir de 1880, se hizo principalmente con capitales franceses e ingleses, y respondía a unas
características muy precisas: se trataba de una industrialización muy rápida (que, al comenzar
el siglo, convirtió al país en la quinta potencia industrial), territorialmente muy concentrada
(San Petersburgo, Moscú, Ucrania, Bakú, Urales), estructurada en grandes empresas (con más
de 500 obreros) y financieramente dependiente del extranjero. Por ello no resultaba extraño
que, ya antes de 1900, se produjeran huelgas y revueltas que culminaron en los hechos
revolucionarios de 1917. Mientras el campesinado suponía el 75 % de la población activa, a las
clases medias les faltaba solidez, prácticamente no existía una burguesía, y la intelectualidad
brillaba como una reducidísima minoría que contrastaba con el generalizado páramo cultural
de aquella sociedad. En lo político, la Rusia zarista de principios de siglo ofrecía todas las
características del poder absoluto y autocrático que actuaba sin contrapeso y que contaba con
el apoyo de tres fuerzas decisivas: la Corona, la Iglesia ortodoxa (que ejercía una gran influencia
sobre la sociedad rusa) y una enorme burocracia para tan extenso territorio. Para imponer su
voluntad, el sistema se servía de dos instrumentos eficaces: el ejército, con la nobleza en los
puestos clave, y la policía (ojrana), fuertemente represiva.

Dos eran las alternativas diferenciadas que se presentaban para terminar con la autocracia
zarista:
 La liberal-reformista. Formada por profesionales y empresarios liberales,
agrupados en el Partido Constitucional Demócrata (KD).
 La socialista. Que se divide en: el Partido Socialista Revolucionario (PSR), de matiz
campesino, y el Partido Obrero Socialdemócrata Ruso (POSDR), con base en las
teorías de Marx y dividido en bolcheviques (fracción dura del partido, que
propugnaba el establecimiento directo de la dictadura del proletariado y, en
consecuencia, rechazaba toda colaboración con el sistema burgués. Estaba
liderado por Lenin) y mencheviques (moderados y adversarios de las tesis de Lenin,
que confiaba en el establecimiento del socialismo tras un período de gobierno
burgués).

Todos pedían reformas sociales y políticas de carácter liberal, en un ambiente de creciente


descontento popular. La agitación social aumentaba, combinándose la acción obrera, las
revoluciones agrarias masivas y la acción clandestina de los municipios.

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Mientras tanto, la expansión rusa en el este la enfrentó contra el “enano japonés” por la
posesión de Manchuria. La guerra que empezó en 1904 terminó en el más completo desastre
para las tropas zaristas a causa de su mala organización, pésimo armamento, deficiencias del
mando e insuficiencias de transporte.

A partir de entonces se multiplicaron las revueltas, que desembocaron en la manifestación


pacífica ante el Palacio de Invierno en San Petersburgo (‘domingo rojo’), que pedía el cambio
político y que fue sangrientamente reprimida. Estalla la revolución de 1905: los obreros
respondieron con la huelga general, constituyéndose los soviets (o consejos obreros).
Rápidamente se extendió la revolución al campo, las fábricas y el ejército, mientras se
levantaban voces independentistas. Finalmente el zar claudicó en octubre: renunció al poder
absoluto, prometió gobernar constitucionalmente y garantizó las libertades individuales y
políticas. Pero todo fue un espejismo: los liberales, creyendo el cumplimiento de las promesas
del zar, abandonaron la lucha, dejando solos a socialistas y obreros, cuyos dirigentes fueron
detenidos o huyeron. La revolución de 1905 había fracasado por el miedo de los liberales ante
los excesos de los radicales y socialistas. Rusia continuó gobernada por el zar de un modo
absoluto, aunque con una apariencia parlamentaria, pues la Duma, que era una Junta
meramente consultiva cuyos dictámenes podían o no ser seguidos por el zar, era disuelta por
éste cuando no le agradaba su composición.

En 1914, Rusia entró en guerra al lado de Francia e Inglaterra para defender, sobre todo, a su
protegida Serbia. Pese a que los ejércitos rusos habían mostrado una notable capacidad militar
en el frente oriental y a que el esfuerzo de guerra (producción de armas, munición y material
de todo tipo) había sido extraordinario, o precisamente por eso, Rusia estaba exhausta. La
movilización de 12 millones de soldados (que dejaron de trabajar el campo) y la necesidad de
abastecer a los frentes provocó el desabastecimiento de las grandes ciudades. El precio de
alimentos y bienes de consumo aumentó entre 1914 y 1916 en un 300-500 %. A finales de
1916, la industria, los transportes y la agricultura estaban al borde del colapso, por lo que el
país se vio afectado por una muy grave crisis de subsistencias que se manifestó en una
dramática escasez de alimentos y combustible. En 1916 se produjeron ya más de 1.500
huelgas, en principio espontáneas, pero a las que el partido bolchevique comenzó a dar
orientación política y coordinación desde la clandestinidad.

El descontento con el curso de la guerra abrió la crisis política. La oposición en la Duma era
cada vez mayor. El zar tomó directamente el mando de la guerra y dejó los asuntos de Estado
en manos de la zarina Alexandra. La crisis era ya incontenible: el zar había cambiado hasta tres
veces de Primer Ministro entre febrero de 1916 y marzo de 1917.

A medida que la situación se deterioraba -motines de tropas, deserciones-, la oposición fue


creciendo. El descontento se canalizó hacia la zarina, por su condición de alemana, y hacia su
asesor Rasputín, un campesino intuitivo y audaz, de conducta escandalosa e insolente,
incorporado a la Corte en 1905 por su habilidad para tratar la hemofilia del heredero de la
Corona y que ejercía una enorme influencia en la zarina. El rumor popular comenzó a acusarles
de “traición y complicidad” con Alemania: la opinión iba volviéndose contra la Monarquía.

2. LA REVOLUCIÓN RUSA

Entre noviembre de 1916 y marzo de 1917, la crisis se agravó. El asesinato de Rasputín en


diciembre de 1916, víctima de una conspiración nobiliaria para eliminar a quien se pensaba era
causa principal del desprestigio de la monarquía, no sirvió para nada. Escasez, carestía y crisis
política se recrudecieron.

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2.1.La Revolución de Marzo de 1917 (→ liberal)

En marzo, San Petersburgo estaba paralizado por las huelgas. El día 8 se celebró una
manifestación con motivo del Día Internacional de la Mujer, que se convirtió en una protesta
contra la escasez de alimentos, a la que se unieron tropas amotinadas. Durante 4 días la ciudad
vivió una especie de revuelta general (concentraciones en plazas y calles céntricas, choques
callejeros, saqueos...). El gobierno no consiguió restablecer el orden y ante la negativa del zar a
nombrar nuevo gobierno, los liberales que dominaban el Parlamento eligieron un comité
ejecutivo de la Duma para que se hiciera cargo del poder. Pero junto a este poder
parlamentario surgió otro revolucionario, el soviet de Petrogrado (nombre ruso con el que se
rebautizó a la capital desde el comienzo de la guerra), por iniciativa de los mencheviques. Bajo
la presión del soviet de Petrogrado, el comité de la Duma nombró un gobierno provisional
formado por los partidos liberales, pero con Kerenski (vicepresidente del soviet de Petrogrado)
como ministro. Se había producido un verdadero colapso de toda autoridad: Nicolás II optó por
abdicar en su hermano, el gran duque Miguel, que declinó la corona. Así Rusia se convertía en
una república.

El nuevo gobierno concedió amnistía general, proclamó las libertades de expresión, reunión,
asociación y huelga, y prometió convocar elecciones a una Asamblea constituyente. Esas
libertades permitieron el regreso a Rusia de los líderes bolcheviques (→ los alemanes
facilitaron el regreso a Rusia, en un tren blindado que partió de Suiza, de Lenin). Kámenev y
Stalin, redactores del periódico bolchevique “Pravda” (= La Verdad), siguieron la línea general
mantenida por el soviet de Petrogrado y reclamaron apoyo para el nuevo régimen siempre y
cuando su política no entrara en conflicto con los fines de la revolución. A la formación del
soviet de Petrogrado siguió la de otros muchos en distintas ciudades rusas, con lo que en Rusia
quedó establecido lo que se ha definido como “doble poder”: el Gobierno provisional y los
Soviets.

En abril de 1917, Lenin consiguió llegar a Petrogrado y expuso las llamadas “Tesis de abril”, en
las que declaró que los bolcheviques no apoyarían al Gobierno provisional y exponiendo la idea
de que la única forma de que triunfara la revolución socialista era que Rusia abandonara la
lucha en Europa y los bolcheviques se mantuvieran independientes, evitando alianzas con
otros partidos, especialmente con la mayoría menchevique del Soviet de Petrogrado. Durante
los meses siguientes, la propaganda de los bolcheviques, fortalecidos tras el regreso del exilio
de Trotski, promovió constantemente esta idea, por lo que fueron el soviet de Petrogrado y el
Gobierno provisional los que quedaron aislados a mediados del verano, frente a las fuerzas que
reclamaban el fin de la lucha en Europa.

Mientras el Gobierno provisional intentaba seguir fiel a su política de continuar la guerra y


mantener sus pactos con las potencias aliadas -actitud que le supuso el desprecio del pueblo,
que le consideraba el heredero del zar-, los bolcheviques continuaban su campaña derrotista.

En el frente, el ejército ruso carecía ya de disciplina interna y de moral de combate, por lo que
el Gobierno provisional, tras la dimisión de los ministros de Guerra y de Asuntos Exteriores,
nombra al socialista Kerenski presidente. Se dio entonces una definitiva inclinación hacia la
república de izquierda, que intentó controlar y a la vez contentar a las masas. Sin embargo,
Lenin continuó reclamando todo el poder para los soviets, a la vez que atacaba a los socialistas
que habían sido seducidos por el poder.

Kerenski estaba convencido de que la supervivencia de la democracia en Rusia dependía del


Ejército y de que éste recobrara la moral y la disciplina: recorrió los frentes galvanizando a los

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soldados con sus discursos y diseñó para la segunda mitad de junio una gran contraofensiva en
el frente austríaco.

Continuar la guerra tuvo muy graves consecuencias políticas. Como respuesta, los bolcheviques
desencadenaron, bajo unos eslóganes simples y de gran eficacia (“paz, tierra, pan y libertad”),
las llamadas “jornadas de julio”, un verdadero ensayo de asalto insurreccional al poder: unos
30.000 hombres protagonizaron manifestaciones, concentraciones y disturbios violentos en el
centro de Petrogrado, de cara a la toma del poder por el Soviet. Consecuencia de ello fue la
detención de los dirigentes bolcheviques (Trotski fue detenido mientras que Lenin huyó a
Finlandia).

Kerenski nombró comandante en jefe del Ejército al general Kornilov, un militar de gran valor y
prestigio, que no había ocultado que deseaba el restablecimiento de la disciplina militar y la
militarización de la industria y de la producción de cara al esfuerzo bélico, y que creía preciso
poner fin a la dualidad de poder gobierno-soviet.

En otoño, la decadencia económica era ya catastrófica: escasez de víveres, devaluación de la


moneda, alza de los precios, parálisis de los transportes y cierre de fábricas se combinaban
para aumentar aún más la miseria, multiplicar las huelgas y los conflictos y fomentar una
impresión de inseguridad e inestabilidad cuyos efectos eran desastrosos para el Gobierno
provisional. En el Ejército, entonces ya prácticamente descompuesto, se había multiplicado el
número de deserciones. Como culminación de esta situación, desastrosa para el Gobierno
provisional, el general Kornilov, con el fin de frenar el movimiento revolucionario en
Petrogrado, marchó al frente de una división de cosacos sobre la capital. Ante la idea de que el
general preparaba un golpe de estado al servicio de una contrarrevolución zarista, Kerenski
tuvo que apoyarse en las fuerzas de izquierdas para contenerlo y destituirlo.

El “affaire Kornilov” desacreditó totalmente a Kerenski, probó que el verdadero poder eran el
Soviet y las masas, y provocó el reforzamiento de los bolcheviques. Lejos de procesarlos por su
actuación en las jornadas de julio, el Gobierno, presionado por el Soviet, excarceló a los
principales dirigentes bolcheviques (→ Era lógico: los militantes de base del partido
bolchevique habían constituido el núcleo principal de las unidades y comités revolucionarios
creados para combatir a Kornilov).

La debilidad del Gobierno era evidente. La desintegración de la autoridad era casi absoluta: ni
en Petrogrado, ni en Moscú, ni en ninguna parte parecía existir poder público alguno; la
disciplina militar sencillamente no existía (deserciones, soldados que ignoraban las órdenes de
sus superiores...); los trabajadores habían impuesto en fábricas y talleres una especie de poder
obrero asambleario; los campesinos se apropiaban de millones de hectáreas de tierra de
propiedad bien comunal, bien privada.

2.2.La Revolución de Octubre

En estas circunstancias, agravadas por el avance militar de los alemanes, la dirección del
partido bolchevique (Lenin ya había regresado clandestinamente de Finlandia) optó por la
organización de un movimiento insurreccional para la toma del poder. Se fijó el 25 de octubre
para el alzamiento (para hacerlo coincidir con el II Congreso de los Soviets de toda Rusia, a fin
de que el Congreso, con mayoría bolchevique, aprobase y legitimase el golpe).

La revolución de octubre no fue ni una revolución de obreros y campesinos, ni una revolución


de masas. Fue la obra de una minoría: la Guardia Roja bolchevique (formada a consecuencia
del asunto Kornilov), grupos de soldados y marineros de regimientos simpatizantes (un total de

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unos 10.000 hombres), que fueron ocupando los puntos clave de la ciudad (estaciones,
puentes, centrales de teléfonos, edificios oficiales...) y finalmente el Palacio de Invierno (fue
ocupado, no asaltado). Kerenski había huido (→ El golpe de estado se produjo en una situación
de vacío de poder y descomposición del Estado. El gobierno no pudo utilizar el Ejército, puesto
que había perdido su apoyo ante el arresto de Kornilov). En la misma noche, Lenin se presentó
ante el II Congreso de los Soviets y anunció ya la formación de un nuevo gobierno, integrado
exclusivamente por bolcheviques. Las primeras medidas que tomó el nuevo gobierno fueron:
anunciar el propósito de firmar la paz; decretar la expropiación inmediata y sin indemnización
de los grandes latifundios, que serían entregados a comités campesinos; nacionalización de los
bancos; conceder el control de la producción a los trabajadores y declarar el derecho de
autodeterminación de todas las nacionalidades del antiguo imperio (lo que abría la posibilidad
de que las nacionalidades que habían sido integradas por la fuerza en el imperio zarista
pudieran separarse voluntariamente). Tras la ocupación de Petrogrado, los bolcheviques
procedieron a la toma del poder en toda Rusia, a través de los soviets locales. Encontraron
resistencia en Moscú, donde tropas leales al Gobierno combatieron a la revolución durante
unos 15 días (→ en Petrogrado, la revolución bolchevique había triunfado sin sangre, pero no
sucedió lo mismo en Moscú, donde la lucha sería sangrienta).

Una vez que los bolcheviques se hicieron con el poder, el nuevo gobierno puso fin a la
participación de Rusia en la I Guerra Mundial a través de la firma de la Paz de Brest-Litovsk, en
marzo de 1918. De acuerdo con lo establecido en este tratado, los rusos se vieron obligados a
entregar Finlandia, Polonia, Ucrania y las repúblicas bálticas (→ Rusia perdió así a casi la cuarta
parte de su territorio, de su población y de su producción industrial y agrícola).

Las circunstancias en que los bolcheviques llegaron al poder y la situación verdaderamente


calamitosa y adversa en que se hallaba sumido el país, hacía inevitable que el régimen
desembocara, de forma casi inmediata, en un Estado totalitario y represivo (→ la centralización
del poder apareció como una necesidad inevitable para la reconstrucción del país). Por ello,
restablecieron los dos instrumentos básicos de coerción y defensa del Estado: la policía política
(la Cheka) y el Ejército Rojo.

Introdujeron un conjunto de medidas económicas para relanzar la economía, asegurar el


abastecimiento de la población y del Ejército y contener la inflación (requisa de la producción
agraria, se fijaron cuotas de producción a todas las unidades rurales, se impuso un Código de
Trabajo que asignaba trabajos específicos a toda la población industrial y penalizaba
severamente los bajos rendimientos...). Es lo que se llama “comunismo de guerra”.

La dureza con que se implanta el comunismo de guerra aumenta la oposición al nuevo


régimen: los socialrevolucionarios de izquierda (SR), que combaten la política agraria de Lenin,
agrupan a los descontentos. La guerra civil estalló en la primavera-verano de 1918 y tomó las
más diversas formas: desde el sabotaje en los servicios públicos a la huelga de los técnicos o
funcionarios, pasando por los complots, los motines, las traiciones y la represión. Se producen
atentados mortales (el embajador alemán, el jefe de la Cheka en Petrogrado) e incluso Lenin
sufre uno en Moscú. A raíz de esto, el gobierno desencadenó lo que Lenin mismo definió como
“terror rojo” (detenciones y ejecuciones en masa se extendieron por todas las provincias, la
Cheka creó campos de concentración para presos políticos y la ejecución de la familia real en
pleno y varios de sus servidores en Ekaterimburgo el 16 de julio de 1918 por miedo a que el
soberano fuera liberado por los contrarrevolucionarios ‘blancos’).

Al acabar la Primera Guerra Mundial tras la derrota de los alemanes, se produce la intervención
extranjera en la guerra civil, que deseaban el hundimiento del sistema socialista que había
desposeído a todos los propietarios extranjeros y se negaba a pagar las deudas contraídas por

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el régimen zarista en el exterior. Además temían que la implantación y el triunfo de un Estado
socialista fomentase los movimientos revolucionarios en occidente (de hecho, estallaron
revoluciones comunistas en Alemania, Hungría y Austria). Sin embargo, las potencias
extranjeras se mostraron incapaces de mantener una política de coherencia. En cambio, el
Ejército Rojo, organizado por Trotski, aumentó sus efectivos al sustituir el servicio voluntario
por el reclutamiento, restableciendo una disciplina rigurosa para luchar contra las deserciones
(en 1920 son 3 millones de hombres, de los cuales 300.000 pertenecen al partido bolchevique).

La victoria bolchevique se produjo en 1920 y fue posible, en primer lugar, por la desunión de
las fuerzas contrarrevolucionarias (“el Ejército Blanco”), pero también por la ayuda de los
campesinos a quienes favorecían los repartos de tierras decretados por los bolcheviques.
Aparte, claro está, la actuación implacable del Ejército Rojo.

Así, la Revolución se consolidó sobre todo por la victoria del Ejército Rojo en la guerra civil. En
diciembre de 1922, la nueva Rusia (menos extensa que el Imperio) se transforma en la URSS al
unirse en una federación Rusia, Ucrania, Bielorrusia y Transcaucasia (Armenia, Georgia,
Azerbaiján). El Partido Comunista -único poder en todas las repúblicas y nacionalidades- se
convertía en fundamento y garantía de la unidad del país.

3. NACIMIENTO Y CONSOLIDACIÓN DE LA URSS

La revolución, la guerra civil y el “comunismo de guerra” de los bolcheviques habían


literalmente devastado el país. El descontento popular era manifiesto. A lo largo de 1920
estallaron disturbios y protestas en zonas rurales y en enclaves industriales de las grandes
ciudades. Entre el 23 de febrero y el 17 de marzo de 1921 se produjo el más grave de todos
ellos, verdadero punto de inflexión, además, en la historia del régimen comunista: la
sublevación de los marineros del Kronstadt, la unidad emblemática de la revolución de
octubre, que fue aplastada por el Ejército Rojo tras violentísimos combates y una posterior y
durísima represión. El Ejército Rojo había añadido así a su papel militar, una función claramente
represiva. (En la primavera de 1921 el gobierno tuvo que reconocer que el hambre, la
desnutrición y enfermedades derivadas habían creado una situación de emergencia que podía
afectar a unos 25 millones de personas. En agosto firmó acuerdos de ayuda con EEUU y la Cruz
Roja Internacional).
Como consecuencia de todo ello, el régimen, a instancias de Lenin, procedió a una rectificación
radical de su política económica. Así se aprobó en 1921 la NEP (Nueva Política Económica) que
supuso básicamente la reintroducción de mecanismos de mercado en la economía y la
eliminación parcial del control del Estado sobre la producción y la distribución de mercancías.
(Lenin y Stalin aceptaron la conveniencia de imprimir un ritmo más lento a la instalación del
comunismo en Rusia y de una etapa transitoria de respeto por la propiedad privada y el libre
intercambio de productos. La NEP sustituye a la severidad de la economía de guerra, en la que
se había extinguido el derecho privado de propiedad ante las urgencias colectivas).

La NEP supone el abandono del ideario colectivista en economía y el retorno transitorio a


formas de capitalismo controlado, con el fin de estimular la producción. En concreto, se
permitió el funcionamiento del sector privado en la agricultura, en el comercio y en la
industria. Las requisas de alimentos fueron abolidas. Se autorizó la libertad de comercio dentro
del país. Volvieron a autorizarse los establecimientos comerciales privados. Muchas pequeñas
industrias fueron devueltas a los empresarios. Se estimuló la inversión extranjera y el sistema
bancario y financiero fue reformado. Paralelamente, se produjo una apertura diplomática.

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Los resultados fueron rápidos y notables: en 1926 la producción industrial alcanzó ya los
niveles que había tenido en 1913. En el frente diplomático, los frutos también fueron positivos
(en 1924, Gran Bretaña reconoció al régimen soviético; luego lo hicieron los principales países
europeos).

Políticamente, la dictadura era cada vez más rigurosa. Primero, se prohibieron los partidos
menchevique y socialista revolucionario, y en el X Congreso del Partido Comunista de 1921 se
impuso éste como partido único. Los cuadros del partido, sólidos y cerrados, mantenidos en
constante guardia por la disciplina, la delegación y la purga, dominaron la opinión pública del
país y fiscalizaron la gestión del Estado y sus delegaciones administrativas. El partido se
constituyó bajo la jefatura implacable de dos comités: la Oficina de organización y la Oficina
política (o Politburó).

En 1922 se constituyó la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas compuesta por la


República Federal Rusa, la Ucraniana, la Bielorrusa y la Trascaucásica. Esta organización federal
fue la respuesta a los problemas planteados por la existencia de numerosas nacionalidades en
el antiguo Imperio, y en ella los grados de autonomía administrativa variaban según la
importancia de cada nacionalidad.

En 1924 se aprobaba la nueva Constitución que configura un Estado cuya célula funcional se
desea que continúe siendo el soviet. Sus puntos principales son:

 Dos Cámaras: un Comité Central (o Soviet Supremo), equivalente a los parlamentos


occidentales, y un Presidium (o Consejo de Comisarios del Pueblo), equivalente a un
gobierno.
 Dominio del Partido Comunista, único admitido.
 Sólo tenían derecho al voto los trabajadores.
 La organización burocrática y política se basaba en los soviets, que serían locales,
regionales, republicanos y el Congreso de los Soviets de la Unión, supremo órgano
legislativo que designaba al gobierno.

Paulatinamente se fue radicalizando el aparato del Estado, dominado por el Partido único (→
Lenin consideraba necesario reforzar la dictadura en el terreno político, a fin de evitar el
desviacionismo en el plano económico y social).

A partir de 1922, la salud de Lenin (sufría de arterioesclerosis) entra en un rápido


empeoramiento. Fue en ese momento cuando Lenin se ocupó insistentemente de dos
problemas que se agrandaban en el nuevo régimen: el burocratismo (dentro del aparato
estatal) y su propia sucesión. En sus últimos días recomienda la ampliación del Comité Central
para democratizarlo y repartir mejor el poder en él (→ Lenin se da cuenta del poder acumulado
en manos de Stalin y teme el mal uso de él). Propone que se reparta el poder; de no hacerse
así, cree además que las relaciones siempre tirantes entre Stalin y Trotski conducirían
rápidamente a una escisión (→ Lenin acertaba plenamente, sólo que no pudo prever que no
sería exactamente una escisión lo que ocurriría, sino la eliminación por parte de Stalin de
cualquier tipo de oposición en el plazo de 15 años y una persecución que acabaría física y
políticamente no sólo con Trotski, su tradicional enemigo, sino con toda la vieja guardia
bolchevique: Zinoviev, Kamenev, Bujarin...)

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4. EL ESTALINISMO

Efectivamente, Stalin dominó totalmente la burocracia del partido, convirtiéndose en 1929 en


su jefe absoluto e indiscutible, al expulsar a Trotski, Kamenev y Zinoviev del PCUS (en enero de
1928 Trotski fue, además, exiliado a Siberia y un año después fue expulsado de la URSS).

Con Stalin se confirmó el triunfo de la concepción nacional-comunista, esto es, la tesis del
“socialismo en un solo país” (es decir, la tesis de que la revolución mundial exigía previamente
la consolidación y defensa de la revolución soviética y, por tanto, la subordinación de la política
comunista internacional a los intereses de la Unión Soviética), en contraposición a la teoría
internacionalista de Trotski, que creía en una revolución internacional.

Con Stalin también terminó la NEP (en 1931) y al año siguiente se prohibió el comercio privado;
acababa así la era de las concesiones y de las excepciones, y se instalaba el colectivismo
integral.

El deseo de Stalin era, por una parte, una reafirmación del poder y de la unidad del Partido, y
por otra, el fortalecimiento económico y militar de la URSS. Sus objetivos serían la rápida
industrialización del país, la colectivización forzosa de la agricultura y la planificación estatal de
toda la actividad económica; sus medios, la coerción y la represión, ejercidos a una escala
jamás conocida en país alguno, y el encuadramiento de la sociedad a través de una formidable
presión propagandística; los resultados, la transformación de la URSS en un gigante industrial y
militar y una completa revolución social que cambió definitivamente la sociedad rusa.

El cambio se inició con la creación de un sistema económico de planificación central: cada cinco
años se elaboraban unos planes que establecían los objetivos económicos a alcanzar (los
planes quinquenales). Un departamento del gobierno central, el Gosplan, fijaba las cantidades
a producir, los precios de los artículos, los salarios, etc. La dirección de cada empresa informaba
al Gosplan de sus necesidades de materias primas, energía, maquinaria y personal, en función
de los objetivos a alcanzar fijados por el plan.

El éxito de la industrialización fue completo (se construyeron unas 1.500 factorías y se


quintuplicó la producción de carbón y acero, la de electricidad y la de petróleo). Pero lo
realmente revolucionario fueron los cambios que introducía en el mundo agrario: se creaban
granjas colectivas (o “koljozes”), de propiedad cooperativa, en las que se integrarían las
explotaciones individuales y los minifundios y a las que el Estado asignaría maquinaria y otros
recursos para elevar su productividad con menos mano de obra; y la granjas estatales (o
“sovjozes”), de propiedad estatal y explotación directa por el Estado, con sus propios
funcionarios y trabajadores. El ritmo de colectivización fue impresionante (en 1941, la
agricultura estaba prácticamente colectivizada).

Pero numerosos campesinos -no sólo los kulaks- se opusieron a esta colectivización, apoyada
exclusivamente por una minoría de campesinos pobres. Pese a todo, el gobierno la impuso,
matando a centenares de miles de campesinos y desterrando a Siberia a muchos más con sus
familias, mientras sus tierras eran entregadas a los koljozes. Muchos de estos campesinos
preferían matar el ganado antes que entregarlo al Estado. Esto, unido a las sequías de 1930-31,
ocasionó el hambre que produjo millones de muertos en Rusia en 1932. No obstante, los
objetivos de la colectivización se consiguieron: el hambre fue desapareciendo hacia 1938-39 y
la producción de cereales y sobre todo de trigo -para cuya explotación, pronto mecanizada, se
abrieron grandes áreas en Siberia y otras regiones- mejoró. Pero la producción de alimentos, y
la misma productividad agraria, nunca se recuperaron (→ Lo mismo bajo Stalin que bajo sus
sucesores, la URSS sufrió una escasez crónica de alimentos básicos. La oferta de bienes de

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consumo fue en todo momento paupérrima. El objetivo de la industrialización y de la
colectivización no era el bienestar individual, sino el desarrollo colectivo y el reforzamiento de
la URSS).

Pero los cambios eran formidables. La mecanización del campo había avanzado
considerablemente, lo que permitió que casi 20 millones de personas pasaran de la agricultura
a la industria y los servicios (→ La revolución había hecho la clase obrera, y no al revés). La
emigración del campo a la ciudad hizo que aumentara la población urbana (→ La escasez de
viviendas en las grandes ciudades generó un gravísimo problema de hacinamiento). La
industrialización fue posible gracias a la restricción del consumo popular y a los salarios
industriales bajísimos, sacrificios impuestos por el régimen dictatorial de Stalin en el que no
había libertad de expresión, de asociación, de prensa, de sindicación (→ Una legislación laboral
verdaderamente tiránica definió huelgas, accidentes de trabajo y absentismo como formas de
‘traición’ contra el Estado y la revolución, y los castigó incluso con la pena de muerte).

El régimen impuso un nuevo rigorismo moral como expresión de la ética proletaria del trabajo
(→ la homosexualidad y el aborto fueron prohibidos. La familia, el matrimonio, la procreación y
la maternidad, estimulados y exaltados). La simbología y los mitos del nacionalismo ruso
fueron actualizados y puestos al servicio de la policía oficial, como elemento para enaltecer el
colosal esfuerzo colectivo. En esa visión, Stalin, cuyo culto comenzó desde 1930, era “el gran
arquitecto del socialismo” según la propaganda oficial. Se creó una cultura e ideología nacional
y comunista (cine, arte y literatura fueron forzados a reflejar los valores y estética de la nueva
moral proletaria). El régimen estalinista hizo, con todo, un colosal esfuerzo educativo, que tuvo
además enorme trascendencia social: el número de estudiantes en secundaria y de
universitarios aumentó espectacularmente (de éstos últimos, casi el 50 % era de clase obrera).

El marxismo era dogma de vida y ello conllevó finalmente a la implantación sistemática y


planificada del terror. Fue llevada a cabo por la policía secreta, el Comisariado de Asuntos
Internos (la antigua Cheka), y tuvo un doble objetivo: la depuración del PCUS y el
reforzamiento continuado del poder de Stalin, y la formación de una sociedad neutralizada y
subordinada a los proyectos de engrandecimiento nacional y socialista trazados por el Partido y
sus líderes. Todos los opositores al régimen creado por Stalin llenaron los campos de
concentración o fueron eliminados en las purgas. El alcance de las purgas de los años 1934-41
fue escalofriante: en total, una cifra cercana a los 10 millones de personas fueron arrestadas y
represaliadas de alguna forma (ejecutadas o encarceladas). El clima de delaciones, sospechas y
miedo así creado cumplió su objetivo: toda posible alternativa de gobierno, todo potencial
centro de oposición, toda hipotética reacción de descontento popular, quedaron destruidos
para siempre. La política de Stalin quedó sólidamente apuntalada.

En resumen, el partido de Lenin y de Trotski desencadenó, contra la Gran Guerra, la Revolución


de Octubre para instaurar la dictadura de los soviets; pero al concluir la guerra civil, el partido
dominante fue devorado poco a poco por su propio aparato, al tiempo que Stalin se hacía
dueño de éste último. Al término de este proceso, el poder absoluto se instauró en la URSS, y el
partido bolchevique se hacía monolítico. La dictadura del partido fue sustituida a partir de
1928-29 por la dictadura de un hombre. Acosado por las consecuencias devastadoras de sus
tentativas de transformación socioeconómica, el dictador desencadenó un terror loco; la
Revolución devoraba a sus hijos, y se alejaba de sus objetivos.

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