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núm. 5
Un i v e r s o s s o n o r o s e n d i á l o g o
j u l i o 2 017
editor es
Francisco García Ranz portada
Alvaro Alcántara López Dúo de músicos de cuerda, Pisaflores,
Ixhuatlán de Madero, Ver., 1982. Fotote-
ca Nacho López, CDI.
fotogr afía
Camilo Camacho J . 5, 28, 67. contraportada
Ruth Lechuga 24, 29, 31. Cañero, Mario Cruz Terán, (colección
F. García Ranz (2 - 3 ). Azúcar del Sotavento, 2012)
Ruy Guerrero 36 - 45.
Jonaz Herrera 10.
Mª E. Jurado B . 66, 67.
Pedro Meyer 8.
Sergio A . Vázquez R . 7.
Fototeca Nacho López, CDI.
© La Manta y L a R aya
R evista digital
de distribución gratuita
Hecha en México
E DITORIAL .......................................................... 4
§ A segu n es y pa r ecer es
M argarita Dalton Palomo
E l camino y sus hallazgos .............................. 7
§ Di j er a ust e d
Sobre Beno Lieberman escriben:
F rancisco García Ranz
¿Quién diablos fue ese Beno Lieberman? ..... 13
F ederico Arana
B endito Beno .................................................. 20
§ Pa los de ci ego
R uy Guerrero
El sueño que creció: La jarana huasteca
de Tesquitote, San Luis Potosí ...................... 36
.
§ R ecio y cl a r i to
R elatos de Andres Moreno Nájera
Aquellos años del ramal .............................. 47
§ L a s per l a s de l cr ista l
M ario Cruz Terán
A zucar de Sotavento..................................... 48
§ Bon us t r ack
La música es una ofrenda
• Época 1, número cinco, julio 2017.
La Manta y La Raya, revista cuatrimestral Edito-
Sobre el libro “Arpas de la Huasteca en los
res responsables: AAL , FGR . Número de Reserva rituales del Costumbre: teenek, nahuas y
en INDAUTOR : en trámite. Número de Certifi- totonacos ” de M. Eugenia Jurado Barranco y
cado de Licitud de Título: en trámite. Número de Camilo R. Camacho Jurado (coords.) ....................... 65
Certificado de Licitud de Contenido: en trámite.
Domicilio: Buenavista Núm. 34 Barrio Los Reyes
lamr.5.1.1 Tepoztlán, 62520. Morelos, México.
Para las generaciones que han crecido en la digi- Siguiendo el hilo de las grabaciones de campo
talización de la música, la internet y con un ban- y de la importancia de los registros sonoros, la
co inagotable de información musical al alcance Huasteca se hace presente en este número con
del teléfono inteligente, la tableta y, cada vez tres diferentes trabajos. Camilo Camacho y Ruy
menos, la computadora, puede resultar harto di- Guerrero se estrenan como colaboradores de
fícil dimensionar el esfuerzo que significó para nuestra revista. El primero comentando los por-
la primera generación de investigadores regis- menores del trabajo que realizó para conformar
trar el patrimonio musical de regiones tan inac- el trabajo Acervos en movimiento: música tradi-
cesibles, aisladas o de plano ignotas. En ese sen- cional de la Huasteca y, el segundo, compartien-
tido, los nombres de Henrietta Yurchenko, José do su ref lexión de la jarana huasteca desde su
Raúl Hellmer, Irene Vázquez Valle o Thomas perspectiva de laudero y su experiencia en la co-
Standford, por mencionar solo algunos aguar- munidad de Texquitote, San Luis Potosí. Com-
dan por investigaciones serias que nos ayuden pleta esta trilogía huasteca una reseña del libro
a dimensionar la grandeza de su obra y legado. Arpas de la Huasteca en los rituales del Costum-
bre de María Eugenia Jurado y Camilo Camacho,
Viajes a lomo de animal, a pie, en camiones, un trabajo imprescindible para quienes estudian
avionetas o autos particulares; con pesados y disfrutan de la músicas tradicionales del país.
equipos de grabación, enormes e inasibles - don-
de muchos dejaron el alma al cargarlos y trans- Para no olvidarnos del Sotavento jarocho, el pro-
portarlos por los campos de un México que ya motor, músico y profesor Andrés Moreno Nájera,
no es más, fue parte de lo que hubo que hacer nos comparte un evocador relato del ramal del
para poder grabar in situ a hombres y mujeres ferrocarril que cubría el trayecto entre San An-
que ocupan un lugar central de la mitología de drés Tuxtla y Juan Rodríguez Clara, una ruta que
la música regional mexicana. Beno Lieberman después de más de 60 años llegó a su fin en 1992.
ha sido uno de esos hacedores del acervo de la En su trayecto el ramalito unía a un conjunto
música mexicana y aquí contamos parte de su de poblaciones indígenas y afromestizas, consti-
historia. tuyendo el ferrocarril una vía de comunicación
A segunes y pareceres
Textua lidades e imag inarios a debate
D ijera usted
Los otros relatos de la memoria social
A sí, como suena
Recuentos y puestas al día del quehacer
creativo
Palos de ciego
Instrumentos y saberes
R ecio y clarito
Experiencias de viva voz
L as perlas del cristal
Relatos visuales
B onus track
Violinista seri con violín de una cuerda. Desemboque,
Sonora, México. Agustín Maya, 1944.
El camino y sus
hallazgos *
La geografía de México puede imaginarse viva la identidad mexicana. La sangre son los
como una gran trama de culturas en un cuer- artesanos, artistas, hombres y mujeres que ha-
po vivo y respirando. Los procesos culturales cen el milagro a través de las celebraciones y de
en transformación continua son el aliento que la vida cotidiana.
entra y sale de sus pulmones. Sus ojos captan
el horizonte de montañas y mares, sus oídos se Viajar por esos caminos imaginarios que nos
deleitan con el canto de los pájaros, su olfato pueden llevar en un parpadeo de Tijuana a Co-
percibe los humores del trópico húmedo y del mitán, de Nuevo Laredo a Quintana Roo, del
desierto, su tacto siente los textiles, el barro, el Bravo al Suchiate, es absorber el mundo, cargar
amate, las f lores y todas las materias primas que las pilas, alimentar a las Tres Gracias pero, so-
sirven para recreación de lo simbólico y tejen bre todo, asombrarse por los continuos hallaz-
las horas que se deslizan en una larga historia gos de manifestaciones culturales ignoradas.
de muchos pueblos. Sus caminos son arterias y Estar en México es alcanzar una visión de la di-
venas por donde corre la sangre que la mantie- versidad artística y cultural de muchos pueblos.
ne viva. En esos caminos se encuentran diversas Sin embargo, conjugar este ser y estar a través de
manifestaciones de la cultura mexicana, conec- las montañas, los mares, los valles y las sabanas
tadas, interrelacionadas, similares y disímiles; tropicales no es fácil; a veces una montaña, una
ahí se expresan arquitectura, música, danza, li- laguna, o simplemente lo intrincado de un ca-
teratura, artes plásticas, gastronomía, tradicio- mino impiden que los mexicanos intercambien
nes, mitos y ritos, el organismo que mantiene costumbres o se acerquen y se conozcan entre sí.
Los retos de la regionalización ral?, y menos ahora que las fronteras se desdibu-
cultural jan; pero, sin duda, no es lo mismo la costa que
Definir las regiones de la cultura en México no la montaña, ni los valles altos rodeados de bos-
es fácil, porque la sangre f luye por las venas y los ques fríos que las sabanas pobladas de palmeras
medios de comunicación rompen las fronteras o las selvas tropicales y lluviosas. Es la geografía
reales y las imaginarias. Pero hacerlo para im- la que primero imprime sus características a las
pulsar el apoyo y fomento a la cultura popular, personas que habitan su entorno. Luego vienen
diversa, a veces aislada, y a los descubrimientos las inf luencias, el modo y los “asegunes” que van
de prácticas culturales que se desconocen por la transformando la identidad, multiplicándola y
mayoría es, sin duda, estimulante. Así, lo mexi- definiéndola como propia.
cano puede pensarse como la suma de identida-
des en proceso de descubrimiento, asimilación y En la recuperación de la historia de la cultura
transformación. en México no puede olvidarse el papel que han
jugado los medios de comunicación, y en par-
Las regiones culturales pueden establecerse de ticular la radio. A través de las ondas hertzia-
forma arbitraria con el fin de preservar, consoli- nas se han popularizado canciones que han sido
dar, rescatar o transformar un entorno. El reto cantadas en muchos rincones de la república y
es la devolución, el reto es el respeto, el reto es muchas imprimieron identidad a la personali-
¿qué tan abiertas están las autoridades, los ofi- dad del mexicano. El tránsito de la canción a
ciales o los burócratas de la cultura a escuchar través de la radio es impredecible, y a veces una
manifestaciones diversas a las acostumbradas?, frase de una canción nos trae un recuerdo y un
manifestaciones que rompan los esquemas o, sentimiento. Por ejemplo, algunas canciones
simplemente, a que los protagonistas en las re- que estuvieron en boca de nuestros abuelos, y
giones culturales expresen lo desconocido o lo de nosotros, canciones mexicanas constructoras
poco conocido y el resto del país lo pueda con- de nuestra identidad: “Camino de Guanajuato”,
siderar como patrimonio propio. ¿Qué tanto se donde la vida no vale nada, o “El Caminante
puede respetar la identidad voluntaria de los del Mayab”, de sentimiento profundo; “Cami-
pueblos? nito de Contreras” ya nunca será el mismo, si
se piensa que para llegar a él hay que tomar Pe-
Si compleja y llena de contradicciones es la defi- riférico; el romanticismo mexicano expresado
nición de la cultura, ¿cómo podremos ponernos en “Caminos de ayer/ pasado de un romance
de acuerdo en lo que significa una región cultu- que fue...”, o la terriblemente doble disyuntiva
En la década de los años 60 (s. X X ) se publican Vázquez Valle (1939-2001), el cual se convertiría
en México 4 discos LP con grabaciones de José en el primer disco LP de una serie temática (por
Raúl Hellmer (1913-1971). Uno de ellos dedicado regiones o géneros musicales) que se empezará a
exclusivamente al son jarocho, mientras que la publicar, de manera sistemática, a partir de 1970.
selección de grabaciones incluidas en los otros
3 discos publicados, tenían la intención de mos- A esta discoteca básica (del joven folclorista de
trar un panorama amplio de la música indíge- los años 60), habría que añadir The Real Mexico
na y mestiza tradicional de México; en estos se in music and song, un disco importado que se
incluyen algunos ejemplos de sones huastecos, distribuyó en México hacia finales de la déca-
jarochos y terracalenteños de Michoacán. (4) En da, con grabaciones realizadas entre 1964 y 1966
1967, el Instituto Nacional de Antropología e por Henrietta Yurchenco (1916-2007) en Mi-
Historia (INAH) re-edita Testimonio Musical choacán, éste, además de música y canción puré-
de México con grabaciones de Thomas Stanford pecha, incluía algunos sones terracalenteños. ( 5)
(1929), Arturo Warman Gryj (1937-2003) e Irene
En los años 70 aparecerán los primeros 20 títu-
los de la serie Testimonios Musicales de México
del INAH , entre ellos, 8 discos dedicados al son
mexicano, (6) y compuestos, en su mayoría, por
grabaciones de Warman realizadas entre 1964 y
1974, así como grabaciones de Vázquez, de so-
nes de Jalisco registrados entre 1974 y 1975, (7) y
de Stanford, realizadas entre 1963 y 1974 en la
Costa Chica. Otras referencias importantes lo
fueron: Maestros del Folklore Michoacano. Vol. 2
Música mestiza terracalenteña, con grabaciones
de 1967 (publicado en 1973); y Música Veracru-
zana, Conjunto Tlacotalpan, Voz viva de Méxi-
co, UNAM , grabado al finalizar la década. (8) Esta
sería la colección de grabaciones de campo que
Panorama mexicano, 200 años en canciones
folkloricas. Hellmer, 1960. habíamos reunido y atesorábamos hacia 1980.
Después de la muerte de Beno, Enrique Ramírez Beno tocando la guitarra durante el con-
cierto de Cantos Nobles, c. 1976.
de Arellano y Eduardo Llerenas continuaron tra-
bajando juntos por algunos años más, grabando
IV. Los meros inicios
en México y en el Caribe. Eduardo Llerenas por
(1959 - 1970)
su parte, además de haberse convertido en un
productor de discos muy importante, continúa – Pero regresemos al principio. Lieberman, antes
contagiado del mal de Lieberman– trabajando in- de lanzarse a esta gran aventura, conocía bien
tensamente hasta la fecha, haciendo grabaciones la música que quería grabar y contaba con car-
de música mexicana, así como de música caribeña tas de navegación precisas. Aguascalentense de
(cubana, principalmente) e inclusive africana. (17) nacimiento y de ascendencia judío-polaco, Lie-
berman, de 27 años de edad, regresa a México
en 1959, después de una estancia en Israel de 10
años. Se inscribe en la Facultad de Ciencias de
la UNAM con la intención de estudiar la carre-
ra de Física, la cual no termina, pero sí funda
El Coro de la Facultad de Ciencias, su primera
agrupación musical; ahí conoce a Federico Ara-
na, quien sería uno de sus más cercanos amigos
y colaboradores.
Federico Arana
Victoria Novelo,
Jorge Fernández
y Beno Lieberman,
en El Pesebre, 1963.
Y puedo asegurar que su corazón no guardaba Tocamos algunas piezas y, cuando el ágape es-
rencor alguno porque había asimilado ese trago taba llegando a la culminación –eso que actual-
amargo con mucho sentido del humor y, sobre mente, gracias a la Real Academia de la Lengua,
todo, se las había arreglado para poner de por hasta los más cultos llaman el punto álgido– Al-
medio no sólo bastante tierra, sino incluso la berto tomó la palabra y, esencialmente, planteo
mar océano. que había llegado el momento de sacar al folclor
de las yertas vitrinas o de los fríos sepulcros y
Entonces, como ha quedado dicho, la mezcla era ponerlo al servicio de la revolución y del “hom-
dinamita pura y todo parecía indicar que iba a bre nuevo”. Una vez terminado aquel pequeño
producirse un estallido el día en que el ala radical mitin, Beno volvió a tomar la palabra y dijo:
apareció en el ensayo con un disco del uruguayo “Continuaremos con una canción ecuatoriana,
Daniel Viglietti más la exigencia de montar cua- la Chagrita caprichosa” y al decirlo representó
tro números que les parecían punto menos que la mirada y los gestos de la tal Chagrita en el
sublimes: A desalambrar, Yo nací en Jacinto Vera, trance de cumplir su capricho.
Cruz de luz –dedicado a Camilo Torres, el cura
guerrillero– y Soldado aprende a tirar –sobre un Con algunas caras más largas que un discurso de
poema de Nicolás Guillén. Las canciones nos re- Fidel Castro terminamos la tocada, la indigna-
sultaron ligeramente panf letarias pero malas no ción era tanta que, casi sin despedirse, presenta-
eran, así que Beno echó mano de su enorme vo- ron a Beno su irrevocable y densa renuncia, izaron
cación conciliadora para buscarle la cuadratura las banderas, empuñaron los sables, blandieron la
al círculo y no tardó en tener listos los arreglos. hoz y el martillo y, si te he visto, no me acuerdo.
Luego de unos cuantos ensayos, todo parecía in-
dicar que estábamos listos para presentar ante En verdad la dimisión del teórico marxista ten-
nuestras amistades finas los gorgoritos y guita- dría que habernos llenado de un entusiasmo ra-
rrazos de tan discrepante grupo. yano en el frenesí, pero la salida de Diana y Vic-
toria nos hundió en una profunda depresión que
fue desapareciendo con los años a medida que no habíamos montado un numerito que revela-
se incorporaron elementos como Jas Reuter, Pa- ba la ausencia de rencores hacia la ideología con
tricia Fitzmurice, Héctor Ugalde, Mónica Preux que años atrás habíamos topado –que era tanto
y Joaquín Gamboa. Con ellos hicimos un disco como topar con la iglesia en tiempos de Cervan-
donde figuran canciones mexicanas, argentinas, tes–: el himno soviético.
irlandesas, francesas, yugoslavas, israelíes, se-
farditas e incluso villancicos anónimos del X VI Soyuz nerushimi respublik svobodnij
español. Lástima que por aquellos tiempos aún Unión inseparable de repúblicas libres
Acervos en
Movimiento
música
tradicional
de l a Huasteca
INAH
C amilo R . Camacho
Jurado
Ruth Lechuga (foto)
I. La r egión
Criterios de selección del acervo
Para la búsqueda y selección final de las graba- En la época prehispánica, antes de la llegada de
ciones que integran a este gran acervo reunido, los nahuas a la región, la zona estaba habitada por
se utilizaron los siguientes criterios: algunos pueblos o grupos de origen maya como
los teenek o huastecos, así como por totonacos,
1. Riqueza musical de la región. Se seleccionó tepehuas, xi´uí, entre otros. Los grupos que habi-
un universo que diera cuenta de la riqueza y taban estas tierras interactuaron con los toltecas,
diversidad poética, dancística y musical de la quienes llegaron aproximadamente entre el 750 y
región Huasteca. En este sentido se presentan el 800 d.C. Más tarde los mexicas conquistaron
grabaciones tanto del ámbito secular como re- la región. Ochoa (1984) indica que en el clásico
ligioso, de pueblos indígenas y mestizos que y sobre todo en el posclásico hay relaciones estre-
habitan la región. chas entre huastecos, nahuas, totonacos y otros
pueblos que ocuparon el área, lo que produjo un
2. Antigüedad de las grabaciones. Se busca- importante intercambio cultural. De tal forma
ron las grabaciones más antiguas. que todos estos pueblos indígenas compartían
una cosmovisión a pesar de hablar lenguas distin- Para los pueblos indígenas de la región, el Orien-
tas. A tal grado se dio esa interacción entre los di- te sigue siendo el lugar de la sabiduría y la abun-
ferentes pueblos indígenas de la región que en la dancia, ahí se encuentra la música. Por eso, mu-
actualidad siguen compartiendo rituales, creen- chos de los músicos indígenas consideran que la
cias, mitos, dotaciones instrumentales, danzas y música es prestada a los hombres por las deida-
música. Uno de los mitos más sobresalientes que des. Para acceder a ella hay que pedirla en las
comparten estos pueblos, es el que se refiere al cuevas, en los arroyos y pozos de agua, pues es la
niño maíz. De acuerdo a teenek, nahuas y toto- virgen Sirena una de las deidades encargadas de
nacos, el niño maíz enseño la música del Costum- enseñar la música. Desde esta época encontra-
bre a los hombres; y cada año hay que ofrendar a mos una relación muy estrecha entre la música y
las deidades con música, danzas, comida, aguar- el agua que perdura hasta nuestros días.
diente, velas, copal, entre otros elementos, para
que el maíz crezca y la vida siga. De esta manera: Con la llegada de los Españoles arribaron a la
región diversos instrumentos, entre los que se
“Sus diversas deidades eran parte de la unidad encontraban los de cuerda: arpas, guitarras, vio-
de su mundo sagrado, su concepción cíclica de lines, rabeles, vihuelas, entre otros. Estos fueron
la vida incorporaba también a la muerte. Este adoptados rápidamente por los indígenas meso-
pensamiento se plasmó en la música, el can- americanos, quienes aprendieron a tocarlos y a
to y la danza. Tiempos y espacios del rito co- construirlos. Son varios los cronistas (Mendie-
braban significado, entre otros aspectos, por ta, 1997; Sahagún, 1992), que señalan las habi-
las atmósferas sonoras que eran peculiares lidades que tenían los indios para construir y
en cada rito, al utilizar: cascabeles, ocarinas, ejecutar los instrumentos europeos que habían
caracoles, conchas de tortuga, flautas, silba- llegado a estas tierras.
tos y teponaztles. Para los músicos indígenas
el Oriente seguirá siendo el lugar por donde “Estos instrumentos y la música que se hacía con
llega la música a través de sus sueños” (Jurado ellos fueron reinterpretados por los pueblos
y Camacho, 2012:5) indígenas, dando como resultado nuevas for-
mas musicales, así como una gran variedad de Podemos decir que son los procesos de larga du-
instrumentos de cuerdas inspirados en los mo- ración los que han construido a la región Huaste-
delos de los conquistadores. De esta manera, ca. (2) Pues vale decir, que no es un espacio geográ-
durante la Colonia se generan nuevas formas fico homogéneo, no obstante comparte procesos
musicales y dotaciones instrumentales que van históricos, sociales, económicos y culturales,
configurando la identidad nacional y de las di- que dan identidad a la región. En este sentido
ferentes regiones del país. Estas nuevas formas coincido con Bustamante, quien señala que:
musicales también influyeron en el repertorio
de la música europea. El fandango, como músi- “La región se va construyendo y se va dando
ca, lírica, baile y fiesta, ya incluía para el siglo como efecto más que como causa de los proce-
XVIII un repertorio con características propias sos sociales a analizar. Tampoco es una abstrac-
de la Nueva España, que inspiraba a los compo- ción, la región es concreta y objetiva como son
sitores europeos” (Jurado y Camacho, 2012:6) los procesos sociales que en ella se desarrollan,
objetividad que se expresa en las dimensiones
A finales del siglo X VIII , los sonecitos de la tie- de espacio y tiempo, el lugar y los momentos en
rra y los jarabes ya daban identidad a mestizos y que se dan los procesos sociales” (Bustamante,
criollos. Estos fueron adquiriendo rasgos parti- 2000:32).
culares en cada región, generando nuevos usos y
funciones, así como nuevas formas musicales. Es No es raro entonces, que dependiendo de la época
durante el siglo XIX y X X que estas diferencias y los intereses de los investigadores, se quiten y se
regionales se fueron acentuando, algunas veces agreguen municipios a esta región. Además, hay
por las mismas dinámicas económicas y cultura- que tomar en cuenta que, en el campo de la cul-
les, y otras por intereses políticos. Repertorios y tura no existen fronteras determinantes, ni fijas.
géneros musicales se perdieron o se homogeni- Sin embargo, podemos decir que el corazón de
zaron bajo la categoría de “son”. De esta manera, esta región, comprende lo que ahora son porcio-
la Huasteca se fue configurando como la región nes de seis estados del país, Tamaulipas, San Luis
del son huasteco y del huapango. Potosí, Querétaro, Hidalgo, Veracruz y Puebla.
Dotaciones instrumentales
Las dotaciones instrumentales que se utilizan en
la Huasteca son muy variadas. Cada una de ellas
nos habla de diferentes momentos históricos que
ha vivido la región y el país. Entre los instrumen-
tos que se siguen interpretando y que podemos
Son de Costumbre,. Ojital Cuayo, Ixhuatl án de Madero,
Ver., Cinthya Santos Briones, 2009.
Trío de huapangueros.
(1) Es importante apuntar que esta selección no pudo comple- García de León, Antonio
tarse como se hubiera deseado, por la negativa de conceder 2002 El mar de los deseos. El Caribe hispano musical. Histo-
los permisos necesarios para incluir algunas de las grabacio- ria y contrapunto, Siglo XXI / Estado de Quintana Roo,
nes históricas que disqueras como: Discos Corason, War- Universidad de Quintana Roo / UNESCO, México.
ner Music, RCA-Victor y Smithsonian Folkways Recor-
Hernández Azuara, César
dings, tienen en sus catálogos. Sin duda los acervos de estas
2003 Huapango. El son huasteco y sus instrumentos en los si-
disqueras son importantes para entender el devenir de la
glos XIX y XX, Colección Huasteca, CIESAS , México.
cultura musical de la Huasteca, sin embargo, lamentamos
la poca sensibilidad mostrada para el presente proyecto. Jáuregui, Jesús
(2) Sobre los procesos de larga duración ver Braudel, 1974. 1987 “El mariachi como elemento de un sistema folklórico”,
(3) Es importante aclarar que dentro de la etnomusicología en Jesús Jáuregui e Yves Marie Gourio (editores), Pa-
el concepto de sistema musical es utilizado, sobre todo, labras devueltas: homenaje a Claude Lévi-Strauss, Ins-
para referirse a las estructuras internas de la música, que tituto Nacional de Antropología e Historia/Centro
identifican y diferencian a un género o forma musical. de Estudios Mexicanos y Centroamericanos/Instituto
(4) En la tradición musicológica, es común encontrar la Francés de América Latina, México, pp. 93-126.
utilización de conceptos como música sagrada y música
Jurado Barranco, María Eugenia y Camilo R.,
profana. Esta división se da desde la visión de la religión
Camacho Jurado (Coordinadores).
católica dominante, que excluye del campo de lo sacro
2011 Arpas de la Huasteca en los rituales del Costumbre: tee-
a cualquier manifestación musical que no se encuentre
nek, nahuas y totonacos, Colección Huasteca,CIESAS ,
regulada por el catolicismo europeo.
El Colegio de San Luis, FONCA-Conaculta, Secreta-
(5) A la largo de la Guía de Escucha del acervo se analizan
ría de Cultura del gobierno de San Luis Potosí.
las diferencias entre el huapango y el son huasteco.
2012 Cuicat Tlanamiquiliztli. Pensamiento musical de los
(6) Para mayor información sobre el concepto de núcleo
nahuas de la Huasteca hidalguense, CDI .
duro, ver López-Autín, 2001.
(7) Véase Álvarez Boada, (1985); García de León (2002); Váz- López-Austin, Alfredo
quez, (2002); Hernández (2003); Bustos (1999); entre otros. 2001 “1. El núcleo duro, la cosmovisión y la tradición me-
(8) Ver Jurado y Camacho, 2012. soamericana”, en Johanna Broda y Félix Báez- Jorge
(9) En la actualidad las malagueña y peteneras se consideran so- (coord.), Cosmovisión, ritual e identidad de los pueblos
nes huastecos, sin embargo, trabajos recientes señalan que indígenas de México, México, FCE/CONACULTA (Bi-
las malagueñas y peteneras constituían formas musicales blioteca mexicana), pp. 47-65.
particular (Reyes Lénica, 2011; Jurado y Camacho, 2012).
Mendieta, Jerónimo
1997 Historia Eclesiástica Indiana, Colección Cien de Méxi-
Bibliogr afía co, CONACULTA , México.
Álvarez Boada, Manuel Ochoa, Lorenzo
1985 La música popular en la Huasteca veracruzana, la Red 1984 Historia Prehispánica de la Huasteca, Instituto de In-
de Jonás, Premia Editora, Dirección General de Cul- vestigaciones Antropológicas, Serie Antropológica no.
turas Populares - 16, SEP. México. 26, UNAM , México.
Bustamante, Álavarez, et al. Rivas Paniagua, Enrique
2000 Reproducción campesina, migración y agroindustria en 2003 Nicandro Castillo el hidalguense, CONACULTA , Pro-
Tierra Caliente, Guerrero, SEPCONACYT-SIBEJ- Pla- grama de Desarrollo Cultural de la Huasteca, FOE-
za y Valdes, México. CAH , México.
Bustos, Eduardo Sahagún, Bernardino de
1999 Cantares de mi Huasteca, Ediciones del Fondo Regio- 1992 Historia general de las cosas de la Nueva España, Col.
nal de la Huasteca. Sepan Cuantos, No. 300, Porrúa, México.
Braudel, Fernand Vázquez, Irene
1974 La historia y las ciencias sociales, Madrid, Alianza Edi- 2002 “La Huasteca: su geografía, su gente, su historia”, en
torial. Regiones de México, CONACULTA , año 1, No. 1, pp.
Camacho Díaz, Gonzalo 13-19.
1996 “El sistema musical de la Huasteca hidalguense”, en Jáu-
regui et al., Cultura y comunicación. Edmund Leach.
In Memoriam, Universidad Autónoma Metropolita-
na, Unidad Iztapalapa, División de Ciencias Sociales
y Humanidades, pp. 499-517.
l a jarana huasteca
de Texquitote,
San Luis Potosí
Ruy Guerrero
Otro de los aspectos fundamentales de este siste- nes: BDP-C-FGR-021, Chicontepec, Veracruz, ca.
ma es su relación a una vasta y compleja cosmo- 1980). La afinación del primero al quinto orden
visión en donde los procesos constructivos exis- es la siguiente: la, fa#, re, si, sol . Se considera que
ten aunados a actividades ceremoniales precisas esta afinación en intervalos de terceras es parti-
y donde el objeto final (el instrumento musical), cular y exclusiva, aunque existen reportes de afi-
no solo es objeto sonoro, sino ente viviente y de- naciones similares (Hernández Azuara, 2003), e
positario de una serie de valores y funciones. igual pero en orden inverso de quinto a primer
orden en jaranas jarochas (Luis Argüello, comu-
Existen vestigios y prácticas contemporáneas si- nicación personal, 2015).
milares de dicho sistema de construcción en otras
regiones dedicadas a la fabricación de instrumen- Se construye laminando piezas delgadas de ma-
tos musicales: Santiago Tuxtla en Veracruz, Para- dera de Cedro rojo o teocuahuitl (Cedrela odora-
cho en Michoacán (actualmente en desuso pero ta) mediante la técnica de ensamblaje de tiras de
con registros reportados) y San Juan Chamula en madera delgada con aros doblados. El interior de
Chiapas. Estos elementos sitúan a la laudería de la caja se compone por bloque inferior, dos barras
Texquitote como un patrimonio histórico de alto transversales en la tapa, misma que no lleva aba-
valor y que preserva aún vigor y riqueza. Como nicos o varetaje. El fondo lleva dos o tres barras
ejemplo baste ver la variaciones de diseños en uso transversales. La caja se compone por fondo, tapa
por los lauderos de la comunidad (fig. 5). y dos piezas de madera para formar los aros o cos-
tillas. Se ensambla mediante un número indefi-
Generalidades de la jarana nido de piñados, dientes o tuinos, que en algunos
La jarana huasteca es un instrumento cordófono casos se sustituyen por tiras o contrafajas. En la
con caja de resonancia. Su función dentro del son fig. 6 se puede observar una jarana en proceso de
huasteco y piezas del costumbre es básicamente construcción. El brazo es delgado y nunca lleva 12
armónica. Cuenta con cinco órdenes de cuerdas trastes de la cejilla a la caja, su numero varía de 9
sencillas (existen algunos ejemplos excepciona- a 11 trastes. El diapasón se coloca a ras de la tapa
les con mas cuerdas pero igual número de orde- y termina en donde comienza la tapa en el borde
3. La consolidación de una
técnica constructiva
El instrumento se elabora de piezas laminadas de
cedro, el diapasón se alarga en uno o dos trastes a
la caja. El brazo se elabora ya no de una sola pieza
y se modifica en dos versiones. La primera, con
el tacón o el clavijero añadido. La segunda con
ambas piezas ensambladas: el tacón añadido y el
clavijero ensamblado según la usanza de la guita- Fig. 14 Comparativo de dos estilos
rra popular (fig. 13). de palma en jaranas.
R elatos de Andrés
Moreno Nájera
Cuando uno se detiene a observar la serie Azú- En la serie monocroma de Cruz Terán podemos
car del Sotavento de Mario Cruz Terán, varias ver cómo el paisaje tiene memoria. Una memo-
cosas salen de inmediato a relucir: los rostros ria persistente y leal.
curtidos por el sol, niños aprendiendo a traba-
jar a la par de sus mayores, el contraste entre Un mar de caña cortada sirve de telón de fondo
un machete empuñado y las grandes máquinas, a los protagonistas de esta serie. Sus semblantes
es el aire melancólico de la industria azucarera. permanecen impávidos ante el arduo trabajo; su
sudor contrasta con el dulzor de su producto.
Las fotografías no sólo documentan una comu- Azúcar del Sotavento le pone rostro a quienes
nidad, también ref lejan una ventana que explo- están detrás del endulzante en nuestras mesas.
ra las repercusiones histórico-sociales de la vida Cruz Terán resalta de manera conmovedora la
dentro de los ingenios. dignidad de estos personajes, que con su labor
ayudan a mantener toda una forma de vida.
Arpas de la Huasteca en
los rituales del Costumbre:
teenek, nahuas y totonacos
M ar io Cruz Ter án
Fotógrafo egresado de la Facultad de Artes de la Universidad Veracruzana, fundador
del Foro Cultural Luz de Noche, se dedica a la gestión y promoción de proyectos di-
rigidos al registro, preservación y fomento de las prácticas culturales y artísticas en
Tlacotalpan, Ver. Actualmente trabaja en la habitación del Centro de documentación
del bajo Papaloapan.
R u y Guer r ero
Gestor cultural, fotógrafo, ingeniero químico (UIA), laudero egresado de la Escuela
de Laudería (INBA), y mezcólatra. Es investigador de la cultura mexicana, en particu-
lar de la música; es ejecutante de son jarocho y de canción cardenche. Ha sido jurado
en el concurso de Guitarra de Paracho en dos ocasiones, y realiza investigaciones y
estudios sobre los instrumentos musicales mexicanos e ibéricos. Es gestor de la bienal
Encuentro Música Madera, Laudería. Trabaja como docente de la Escuela de Laudería,
Queretaro, y es responsable del taller de Laudería Paxche, Qro. en donde construye
y restaura instrumentos tradicionales mexicanos e instrumentos del cuarteto clásico.
A ndr és Mor eno Nájer a
Jaranero, promotor cultural.
número 5 / jul 2017 La manta y la raya 71
núm. 5 j u l i o 2 017