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Curso de Especialización en Intervenciones

Psicodramáticas en Grupos, Familias


y Redes Sociales

Universidad del Salvador

Docentes:
Liliana Fasano y Silvia Baeza

“Psicodrama comunitario
en espiral:
Volver más que llegar,
en las múltiples miradas”

Carolina Wajnerman
- Año 2012 -
Psicodrama comunitario en espiral:
Volver más que llegar, en las múltiples miradas.

Carolina Wajnerman

Introducción

Estoy frente a la computadora para escribir este trabajo y me pregunto: “¿desde qué rol
escribo?” O, dicho de otro modo: “¿desde qué escenas de mi experiencia vital surge la
construcción de este texto?”. Siento que estas preguntas, desechadas para tantos otros escritos, son
absolutamente válidas en esta introducción; sobre todo, por la importancia que la teoría y práctica
de Jacobo Levy Moreno ha otorgado a los roles y a las escenas en tanto acción en tiempo presente.
Acerca de la primera pregunta, puedo decir que escribo como integrante del grupo JUPSI
para TRACOM –Juego y Psicodrama para el Trabajo Comunitario, en la Casona Cultural
Humahuaca-, como psicóloga comunitaria, campo que vengo transitando hace algún tiempo desde
la acción colectiva con otros y otras en diversos ámbitos, y también como investigadora en temas
de arte, participación comunitaria y transformación social, tarea asumida crecientemente desde el
año 2005 y formalizada en el año 2011 a través de una beca de investigación otorgada por el IUNA
en el Posgrado de Especialización en Arte Terapia. Cada uno de estos roles estará presente en este
texto, pues además son ellos los que me han llevado a cursar el Posgrado que desencadena el
presente trabajo. A todo ello se suma, además, el hecho de participar del grupo de Llamada (Red
de Psicodramatistas en la Argentina). A través de todos estos roles, podrían desencadenarse
múltiples escenas o microescenas en debates, acciones grupales, personales y comunitarias,
desarrolladas en viajes, cursos, talleres, creaciones colectivas plasmadas en teatros, calles, centros
culturales, instituciones, congresos y hasta periódicos. La búsqueda que pulsiona todo aquello,
tiene un trasfondo común en el mundo de la creatividad y la alquimia de la transformación hacia la
justicia social; de allí surgen las formas múltiples y el interés por trabajar sobre la temática del
Psicodrama Comunitario.
El Psicodrama nace y se desarrolla como “corpus” teórico y cruza los cuerpos reales. El
psicodrama constituye una disciplina en sí misma, haciendo foco en la acción en toda su totalidad,
integrando el cuerpo, la palabra, la voz, la música, entre otras expresiones de lo humano. El
psicodrama permite trabajar en una gama que va de lo personal a lo social y de lo social a lo
personal, por lo que es una propuesta multinivel. Asimismo, la propuesta psicodramática incluye
una serie de conceptos teóricos como el de espontaneidad, rol, telé, sociometría, entre otros. Todas
estas características del psicodrama permiten que sea una disciplina que se amolda perfectamente a
todas aquellas que se abocan hacia el trabajo comunitario y, de este modo, incorporarse a nivel
metodológico en las intervenciones que se orientan hacia el cambio social en general para
establecer un diálogo y complementación fluida y orgánica.
La forma de espiral que encontramos en la naturaleza y en múltiples creaciones humanas,
representa un circuito curvo que tiene un eje sobre el cual no se cierra, sino que lo rodea para
mirarlo cada vez desde un lugar diferente. Ese es el intento del presente trabajo, como un recorrido
posible en la trama de un psicodrama volcado a lo comunitario.
Para alcanzar el intento, la espiral que proponemos aborda los fundamentos teórico-
prácticos para un psicodrama comunitario, profundizando en los sentidos de lo comunitario que
aparecen en el campo, sistematiza una metáfora sobre lo comunitario que proviene de un
dispositivo creado para tal fin, denominado “Caminar Juntos”, se detiene a pensar sobre el Teatro
Espontáneo Comunitario en Latinoamérica y su relación con el trabajo del colectivo JUPSI y,
finalmente, se orienta hacia la tensión entre psico y sociodrama a través de cómo ésta fue tratada
en Llamada.
Fundamentos de un Psicodrama Comunitario

“El individuo se ve obligado a enfrentar la verdad de que estas experiencias no son


realmente “suyas”, sino una propiedad psicológica pública”1

Taller sobre Teatro Espontáneo


Comunitario en la comunidad de
Tarqui, cerca de Cuenca, Ecuador,
para la Fundación Acción Ecológica.
Enero de 2013.

Muchas veces en el análisis de algún tema o cuestión, se comienza por hacer historia. Cabe
decir que en la historia del psicodrama, hay una fuerte influencia de la dimensión comunitaria. Sin
embargo, la historia del psicodrama en relación a lo comunitario se asemeja a lo acontecido con
otras disciplinas: lo que surgió en lo social, pasa a lo clínico y/o lo individual. A posteriori,
cuando vuelve a emerger la perspectiva comunitaria o social, ésta ocupa el lugar de la desviación
de una supuesta línea recta que sabría de dónde viene y sobre todo hacia dónde va. Es así como
sucede que aquellos/as psicodramatistas que intentan llevar el método a espacios que trascienden
lo clínico y las cuatro paredes de ciertas instituciones y/o consultorios privados, atraviesan
profundas preguntas acerca de la validez y legitimidad de dicha disciplina en ese campo. Entonces,
es así como los “comunitarios” o los “un poco más sociales” pasan a ser precursores de algo que
pareciera ser nuevo… a pesar de que el arte, la cultura, la salud, y los intentos por transformar la
realidad en cualquiera de sus niveles, tienen su origen justamente en lo comunitario. Es por ello
que en el título se propone que ahondar en la trama de organizaciones, proyectos sociales, redes, y
en la “cosa pública” en general, es un volver más que un llegar; un recordar más que un inventar.
La primera escena psicodramática implementada e identificada por Moreno, en Viena el
1ro. de abril de 1921, se trató de una dramatización colectiva de conflictos sociales. Moreno se
distingue así de Freud, pues ve a la gente en su contorno natural: la calle y la casa. Los dramas que
interesaban en este sentido, no eran según Moreno los que surgían en las mentes de los artistas con
los que trabajaba sino aquello que estaba mucho antes de ellos: los que surgen en la vida cotidiana
de las personas simples. Allí Moreno intenta correrse de establecer una diferencia tajante entre lo
estético y lo terapéutico o entre lo individual y lo universal, pues antes tampoco existía a nivel
social dicha diferencia. El creador del psicodrama destaca cómo toda cosa, forma o idea tiene un
lugar –o locus- que es el más adecuado para ella; en dicho locus, entonces, la significación
encontrará su expresión más perfecta.
¿A qué llamamos entonces “lo comunitario”? Generalmente, esta pregunta nos lleva a
conceptualizar sobre la noción de comunidad, sobre la cual los desarrollos teóricos suelen dar
cuenta de la complejidad para intentar una definición acabada. La concepción de comunidad ha
sido desarrollada por diversos estudios y autores que han enfatizado en distintos aspectos de dicha
noción, como el sentimiento de comunidad, la territorialidad, los intereses en común, etc. Las
primeras nociones tomaban como factor principal a la territorialidad, es decir, el hecho de que un
conjunto de personas compartieran un espacio, como indicador principal de lo común.

1
Moreno (1972). Psicodrama. Buenos Aires: Hormé. Pág. 33
Globalización, cambios sociales y profundización teórica de por medio, la búsqueda de una noción
de comunidad se ha ido transformando y ampliando, de modo tal que por ejemplo se incorpora la
funcionalidad como eje (y podemos hablar de comunidades virtuales o profesionales, por ejemplo),
el sentido de comunidad (donde se valora la percepción de las personas acerca de su pertenencia y
vinculación con la misma), las relaciones interpersonales, los intereses en común, los valores
compartidos, entre otros factores.
A la hora de realizar un análisis o una intervención en las comunidades, podríamos pensar
que más allá de “algo” a ser conocido que preexiste a nuestra acción de conocer, la comunidad es
una construcción dinámica. Esta visión se encuentra en consonancia con la idea de que la
comunidad se constituye en y por una praxis. Desde el momento en el que tomamos una posición
desde la cual realizaremos alguna acción u observación sobre la comunidad, contribuimos a darle
una entidad determinada. Esta afirmación es acorde a los nuevos paradigmas en ciencias sociales,
que asumen que la posición del observador incide en el campo de observación o intervención, de
modo tal que, en ese mismo acto, no podemos hacer una distinción profunda entre un sujeto y
objeto del conocimiento. Además, la Psicología Comunitaria concibe a la comunidad también
como cognoscente, y no meramente como cognoscible. De esa forma, la comunidad es activa en la
construcción de conocimiento así como en la forma de pensarse y concebirse a sí misma.
En este sentido, en este texto, más que delimitar lo que una comunidad es “en sí” como
aspecto ontológico por separado, y dada la complejidad del campo así como de las diferentes
acepciones que ha tomado y toma el término, preferimos dar cuenta de cómo una perspectiva
específica da cuenta de la conformación de una comunidad. Esta propuesta implica entonces
reconocer la diversidad de miradas sobre lo comunitario, como una dimensión que se despliega en
y a través de determinadas prácticas. Esto no significa necesariamente que toda práctica tendrá per
se el mismo valor en cuanto a sus acciones, o que los efectos que se producen a través de diversas
prácticas sea una cuestión secundaria. Como bien dice Sánchez (citado en Montero, 2004), se
construye comunidad mientras se construye la solución a un problema, y es por ello que Maritza
Montero, revisando inclusive sus propias definiciones elaboradas sobre la comunidad, le otorga un
carácter complejo, borroso, dialéctico y que se construye y deconstruye permanentemente.
Ahora bien, si la comunidad es una construcción dinámica en la que participan una
multiplicidad de actores, ¿cómo podemos saber cuándo una intervención es comunitaria?.
Tomaremos la siguiente definición de intervención comunitaria: “procesos intencionales de
cambio, mediante mecanismos participativos tendientes al desarrollo de recursos de la población,
al desarrollo de organizaciones comunitarias autónomas, a la modificación de las representaciones
de su rol en la sociedad y sobre el valor de sus propias acciones para ser activo en la modificación
de las condiciones que las marginan y excluyen” (Chinkes, Lapalma, Niscemboin, 1995). Sánchez
Vidal (1991) enfatiza en la necesidad de legitimación de la intervención comunitaria por parte de
la comunidad, la cual está determinada principalmente por la participación de la comunidad en el
proceso de intervención, de modo que es la comunidad la que determina, en la mayor medida
posible, la intervención. Cuando la comunidad participa en la toma de decisiones a lo largo de
todo el proceso, se trata de una participación comunitaria ampliada, la que se contrapone a la
participación restrictiva, acotada o cosmética2.
Otra visión posible, complementaria a la anterior, nos permite reflexionar sobre la
posibilidad de construir un psicodrama en el que confluyan distintas visiones sobre lo comunitario,
teniendo en cuenta que la forma en la que concibamos a lo comunitario contribuye al alcance de
nuestras acciones. Para ello, intentaremos distinguir entre diversas formas de concebir a lo
comunitario que solemos encontrar en los discursos sobre las prácticas que se llaman comunitarias.
Estas formas son: lo comunitario como un ámbito, lo comunitario como un nivel y lo comunitario
como una perspectiva. A continuación intentaremos describir cada una de ellas.

2
Estos adjetivos suelen agregarse para dar cuenta de que la participación, así como el concepto de comunidad,
tampoco se refiere solamente a tipos ideales, sino que está atravesada por cuestiones de poder y conflictos, así como de
otros factores que hacen de la participación un concepto complejo y que suele referir a prácticas heterogéneas entre sí.
En lo comunitario como ámbito, suele hacerse referencia a la dimensión espacial, el lugar
donde se desarrolla una actividad (en este caso, el psicodrama). Esta concepción presupone que
hay espacios que serían más comunitarios que otros, y por ende, desarrollar el psicodrama en una
calle o una plaza, por ejemplo, sería más comunitario que realizarlo en un espacio cerrado. Dado
que esta forma de concebir lo comunitario suele estar presente en los discursos sobre las
intervenciones, y siendo que el factor espacial es parte de la configuración de una comunidad, es
preciso tenerla en cuenta. Por ejemplo, en su caracterización del método psicodramático, Moreno
distingue entre procedimientos abiertos o cerrados. El tratamiento abierto, según esta distinción, es
el que se realiza en medio de la comunidad, con mayor o menor conocimiento del grupo y
eventualmente con su participación. De este modo, según Moreno, se trata de un tratamiento in
situ, del que un ejemplo es el método sociométrico.
A aquellas intervenciones que dan cuenta de lo comunitario en tanto un lugar, suelen
referenciarse como acciones “en la comunidad”. Así suele llamarse a diversos tipos de actividades
por ser realizadas en alguna institución o lugar específico que se considera como representativo de
una comunidad, pues la comunidad, como vimos más arriba, no está dada ni presupuesta por un
espacio físico determinado. Si hacemos una intervención psicodramática en la calle, sin dudas
estaremos abriendo la posibilidad de que los transeúntes se detengan a mirar y que puedan
interesarse por la propuesta; incluso, también se puede abrir la posibilidad de que participen. Sin
embargo, pensar a lo comunitario sólo como un ámbito, surge de una lectura reduccionista del
concepto de comunidad ya que, según vimos más arriba, el espacio es sólo uno de los factores que
dan cuenta de lo comunitario: no es el único y, en muchos casos, no es ni el predominante o el más
importante. Por ejemplo, en una ciudad como Buenos Aires, para mucha gente la calle es más un
espacio amenazante que un terreno propicio para el encuentro. Algo similar sucede con otro tipo
de espacios a los que se asigna una cualidad de comunitarios: aún cuando se trate de un lugar
estratégico, no subyace sólo en ello la comunidad.
Otra de las acepciones de lo comunitario como ámbito suele estar ligado a un campo o
sector de intervención. En algunos casos, por ejemplo, se confunde el ámbito comunitario con el
de salud, o salud mental, y por ende se lo liga a determinado tipo de instituciones y no a otras. Sin
embargo, en lo comunitario existen múltiples campos de aplicación, como el de educación,
vivienda, trabajo, medio ambiente, entre otros. Es por ello que este modo de caracterizar a un
psicodrama comunitario también nos resultaría insuficiente en términos conceptuales.
En lo comunitario como un nivel, se hace énfasis generalmente en el tipo de agrupación y/o
cantidad de personas con las que se trabaja. Es decir, se establece que se puede trabajar con una
sola persona (nivel individual), con grupos (nivel grupal / familiar), con instituciones u
organizaciones (nivel organizacional / institucional), y el nivel comunitario representaría la
trascendencia de los anteriores (yo lo llamo nivel comunitario / local)3. Si en la forma de concebir
lo comunitario anterior se hacía énfasis en el dónde, al concebir lo comunitario como un nivel, se
hace énfasis en con quiénes y/o cuántos/as. En este sentido, podemos decir que hay algo de la
propuesta sobre niveles que se puede tener en cuenta para distinguir lo comunitario. De hecho, la
diferenciación entre psicodrama (cuando el protagonista es una persona) y sociodrama (cuando el
protagonista es el grupo) podría tomarse en este sentido. Sin embargo, allí es donde aparecen las
preguntas como: ¿Lo clínico y lo comunitario se diferencian por la singularidad o pluralidad del
protagonista del dispositivo? Si esto fuera así, habría una correlación individuo-clínico-
psicodrama, y entre grupo-comunitario-sociodrama. Una de las respuestas a esta confusión suele
ser la siguiente: lo clínico es cuando profundizamos en la historia personal de un individuo, y si no
profundizamos, es porque queremos enfatizar en otra cosa que puede ser lo comunitario. Ahora
bien, podría surgir otra pregunta: ¿Lo comunitario entonces no está presente cuando trabajo en el
nivel organizacional/institucional o en otros niveles?

3
Esta concepción entre niveles desarrollado de esta manera surge de una propuesta de Mario Roitter sobre Indicadores
y Dimensiones para el Arte Transformador, la cual he reformulado en otro trabajo (Wajnerman, 2013), para incluir
también el nivel provincial, nacional y regional.
Ante las dificultades que trae concebir lo comunitario sólo desde las dos modalidades
anteriores, es que surge la propuesta de lo comunitario como una perspectiva o un enfoque. De
esta manera, el énfasis no está puesto en dónde, con quiénes o cuántos se trabaja
psicodramáticamente, sino en el desde y hacia dónde, lo cual incide directamente en el cómo, pues
para alcanzar los objetivos que nos proponemos, lo mejor es dedicarse a delimitar bien el camino.
En ese camino, las técnicas y dispositivos que elijamos son una parte fundamental, pero no se trata
de qué técnicas o dispositivos elegimos sino más bien el cómo las implementamos y, sobre todo,
con qué objetivos.
Entonces podemos decir que la perspectiva comunitaria une e incluye los objetivos, los
fundamentos y la metodología de la intervención, y es aún más que eso. Incluye también los
valores que se ponen en juego, la mirada y el rol que otorgamos a los otros, y la posibilidad de
contribuir a la puesta en común e intento de solución de situaciones no deseadas por las personas.
De este modo, propiciamos nuevas formas de lazo social, basadas en la solidaridad, la
reciprocidad, la justicia social. En estas nuevas/viejas intervenciones, podemos incidir en el futuro
que deseamos a partir de lo posible. Un aspecto importante en lo comunitario es el conflicto, por lo
que muchas veces la realización de una intervención comunitaria implica justamente un fuerte
trabajo sobre problemas que son vistos desde diferentes posiciones y por ende, no hay una sola vía
de solución sino varias, según cómo se construya el problema. Como dijimos más arriba, la
participación es un aspecto clave en la perspectiva comunitaria, pues permite favorecer procesos
de autonomía y compromiso de las personas respecto de los objetivos que se proponen en la
intervención.

Caminar juntos. Una metáfora de lo comunitario

A partir de la propuesta de Liliana Fasano de coordinar una actividad en el contexto del


curso de especialización en Intervenciones Psicodramáticas en Grupos, Familias y Redes Sociales,
vino a mí la idea de construir algún tipo de propuesta que fuera un cruce entre el Psicodrama
Pedagógico (pues había un objetivo de aprendizaje grupal a través del psicodrama) y la
experiencia, en tanto vivencia, de alguna de las dimensiones de lo comunitario. Fue así que surgió
una idea que parte de una consigna simple que se realiza al grupo luego de determinados ejercicios
de caldeamiento. La propuesta se llama “Caminar juntos”.
Luego de realizar ejercicios de caldeamiento inespecífico y específico en relación a la
consciencia de grupo, se anticipa que se dará una consigna simple, la cual, sin poder hablar en
principio, deberán intentar llevar a la práctica según su interpretación. Así lo hice aquel sábado en
la luminosa aula de la USAL, y también he aplicado el dispositivo en otros grupos, pues considero
que representa una fantástica metáfora de lo comunitario a través de dos palabras que se ponen en
juego de múltiples maneras –tantas como hay para caminar juntos-, y justamente de eso se trata.
El dispositivo se aplica en diversas etapas, realizando congelamientos de la acción y
soliloquios. De ese modo, los integrantes del grupo pueden comenzar a notar la multiplicidad de
sentires en relación a la actividad. Mientras unos se sienten cómodos, acompañadas o alegres, hay
otras y otros que se sienten impacientes, confundidas, o demasiado pegados.
Visto desde la coordinación, habiendo aplicado la técnica en diversos espacios de
formación –y también en una organización- hasta el momento, puede decirse que hay muchas
maneras de caminar juntos. Para algunos, esto implica ir hombro con hombro, de la mano, o
caminar de la misma forma y al mismo ritmo. Para otros, se trata de ir siguiendo de alguna manera
al grupo, haciendo conjunto... pero no es necesario pegarse demasiado, y es una forma de estar
juntos. Lo complejo se hace visible a través de titubeos, risas, y la búsqueda o la imposibilidad de
preguntarse sobre el bienestar en ese caminar. Surge la diversidad ante una consigna que
aparentemente podría ser bastante simple de llevar a cabo.
El congelamiento permite al grupo detenerse para observarse, y el soliloquio permite
encontrarse con la diversidad: escuchamos, desde nuestro lugar, que mientras estoy disfrutando,
quizás mi compañero está incómodo. Vemos el prisma de sensaciones que se produjo, y desde la
coordinación se propone: seguimos caminando.
A veces se agrega a la consigna, en este momento, que tengan en cuenta lo que han
escuchado en el soliloquio, pues esa posibilidad que nos da el psicodrama es justamente para poder
retroalimentar la acción. Esto suele dar lugar a modificaciones, nuevas búsquedas de las personas.
Luego de otro soliloquio, se da lugar a que se pueda utilizar la comunicación verbal, y continúa la
acción.
Los modos en los cuales los grupos, en función de sus características y las del contexto,
dan forma a este dispositivo, resulta asombroso. En un seminario en Ecuador, para un grupo de 30
personas en un salón no demasiado grande, caminar juntos fue armar una ronda abrazados mientras
caminaban en círculo y algunos miraban desde afuera. En otro espacio de formación, el grupo
exploró primero a través de subgrupos de dos o tres personas diversos modos, por lo que el
congelamiento incluyó observar la propuesta de cada uno de ellos y la pregunta a los que miraban
acerca de qué veían, además del soliloquio. Para una organización social con altos niveles de
organización, la metáfora tomó forma de cardumen o manada, es decir, de un caminar cuasi
pegados.
El tiempo del dispositivo es absolutamente artesanal, así como de las sucesivas consignas,
según lo que acontece. Sin embargo, es preciso que transcurra cierto tiempo, para que las
sensaciones tomen cuerpo y también se de lugar a la posibilidad de explorar otras a partir de las
que surgen. Algunas personas logran efectuar una transformación o exploración de diversos roles
ante sensaciones displacenteras. Otras personas, se quedan en la sensación de incomodidad y la
extensión del trabajo puede resultar agotadora, como por ejemplo sucedió con Ana del grupo de la
USAL, quien en la elaboración de la crónica del 15 de setiembre de 2012 diría:

“Caro coordina hoy el taller. No me acuerdo bien todo lo que hicimos y quisiera acordarme.
La ronda, mirar hacia afuera, reconocer el espacio, situaciones provocando algunas
discusiones, para mi porque se habían hecho demasiado largas (no puedo recuperar la
anécdota, no me acuerdo; Perdón Caro). (…) Sigo insistiendo quiero acordarme pero no
logro pasar de la sensación de que vivenciamos como los grupos no pueden producir lo que
se proponen cuando algo se alarga demasiado, lo creativo deja de serlo y se pone tedioso.”

El desenlace del dispositivo varía según el objetivo de la actividad. Si se desea trabajar o


profundizar en los roles y la organización comunitaria, por ejemplo, a partir de lo que surge en el
grupo se puede designar desde la coordinación a personas que tengan el rol de organizar o hacer
propuestas a las personas para que caminen de tal o cual manera, por ejemplo. De todos modos, si
bien este es un agregado para explicitar el tema de roles, generalmente éstos ya están operando
implícitamente en el trabajo. Lo que suelo implementar es un sharing para poder compartir y bajar
las emociones y sentimientos, para luego intentar dar cuenta colectivamente de lo que sucedió y
desnaturalizar que haya una sola forma de caminar juntos, pues esa es la principal potencia de la
propuesta: descubrir la diversidad en este sentido. Es allí donde se produce el fortalecimiento
comunitario, con un fuerte componente pedagógico, que es parte importante de los roles psico-
comunitarios.

Teatro Espontáneo Comunitario

“La primera propiedad del acto creador es la espontaneidad, la segunda propiedad es una
sensación de sorpresa, de lo inesperado. La tercera propiedad es su irrealidad, que se dirige a la
alteración de la realidad dentro de la cual surge: algo anterior y más allá de la realidad dada está
operando en un acto creador”.4

4
Moreno (1972). Psicodrama. Buenos Aires: Hormé. Pág. 68
Mario Flores Lara, en su tesis de Maestría (2010), reconstruye la historia del Teatro
Espontáneo e identifica una primera referencia al Teatro Espontáneo en América Latina en un libro
de Tato Pavlovsky titulado “Clínica Grupal I”, publicado en el año 1975. En este libro, aparece un
artículo titulado “Psicodrama”, redactado por Losso, Martínez Bouquet, Moccio y Sadne. Allí se
hace referencia al Teatro Espontáneo como “creaciones espontáneas hechas en el seno de
comunidades (barrios, pequeñas poblaciones, villas de emergencia), con fines de concientización,
organización y acción en las que los temas corresponden al acontecer actual del grupo; por
ejemplo, problemas derivados de las tensiones políticas y donde intervienen, además del equipo
promotor, las personas del público como actores y dramaturgos improvisados”5. Aquí puede
identificarse una ligazón del Teatro Espontáneo en América Latina con lo comunitario.
Desde el grupo JUPSI para TRA-COM (Juego y Psicodrama para el Trabajo Comunitario)
de la Casona Cultural de Humahuaca, el objetivo y desafío es articular el universo del psicodrama
con el del juego, enfocados hacia lo comunitario.
JUPSI es tanto un espacio de formación como un grupo de intervenciones. El espacio de
formación, que comenzó en el año 2011, propicia un recorrido por diferentes dispositivos y
herramientas participativas para el trabajo comunitario, y en la actualidad ya va por su tercer año.
Como un tipo de intervención, según uno de sus creadores, Guillermo Castañeda, el JUPSI
existe hace mucho tiempo, desde que junto con Héctor Quevedo han llevado el psicodrama a
diferentes espacios ligados con el juego, la recreación y el tiempo libre, vinculado con lo
comunitario.
El colectivo JUPSI ha realizado intervenciones en el espacio público proponiendo trabajar
colectivamente temáticas como: la guerra de Malvinas, el trabajo, la descolonización, el trabajo en
grupos, la salud colectiva, entre otros.
A partir de una primera propuesta estética, un modo particular de disponer el espacio y
convocar a establecer un espacio escénico en los más variados lugares públicos, JUPSI invita a
comenzar a participar desde el lugar donde esté cada persona. Luego, generalmente intenta
desarrollar la temática sociodramáticamente, armando mapas o convocando a sumar personajes
desde el público para complejizar la propuesta inicial.

Intervención del Colectivo JUPSI en la calle


Humahuaca sobre Descolonización.
Actividad “Corte Cachengue”.

Octubre de 2011.

Mario Flores Lara, en el texto citado anteriormente, identifica las siguientes características
del Teatro Espontáneo Comunitario:

5
Losso, Martínez Bouquet, Moccio y Sadne, citado por Flores Lara, M. (2010) en Teatro Espontáneo Comunitario.
Un recurso metodológico para el desarrollo de las comunidades. Tesis de Maestría en Psicodrama y Procesos
Grupales. Universidad de La Habana. Pág. 19
“• Diferentes formas de concepción y estilos de realización.
• Sustentadas en la creación colectiva, representación teatral improvisada y/o escenificaciones
espontáneas.
• Sustentadas en su núcleo en el Teatro de la Espontaneidad de Moreno, con énfasis en el
Psicodrama, PBT, Sociodrama, Teatro Popular y diversas formas de teatro experimental.
• Inexistencia de un libreto previo.
• No se plantea como terapéutico en sus objetivos explícitos.
• Consideración en su ejecución de diferentes roles, que se proponen su socialización y/o
borramiento de fronteras que los separan, como una forma de propiciar la participación.
• El protagonista se encuentra fuera de la escena representada como observador de la misma.
• La grupalidad como sustento.
• Su accionar lo constituye como Social, que de acuerdo a su articulación sistémica puede llegar a
ser Comunitario.
• Aplicación de énfasis en la estética y/o participación activa de la audiencia, en la escena y el
proceso creativo.
• Implementación en diversos espacios físicos de realización.
• Flexibilidad para incorporar diferentes manifestaciones creativas y artísticas.”6

Además de poder vincular los puntos anteriores con las características de JUPSI, podemos agregar,
para describir su accionar, las siguientes:

a) Incorpora algunas técnicas psicodramáticas, como los doblajes y los soliloquios.


b) Los actores y actrices espontáneos/as son todos/as los/as presentes, es decir que no es un
tipo de teatro espontáneo de Playback (el que surge con J. Fox).
c) Generalmente se incorporan elementos como sillas y telas largas de distintos colores.
d) La planificación de las acciones es generalmente colectiva, y en dichas planificaciones se
designan los roles durante la intervención.
e) Antes del momento de cierre de las intervenciones, muchas veces incorpora la
Multiplicación Dramática, dispositivo que surge con Pavlovsky y Kesselman.
f) En algunas ocasiones, se trabaja armando un “mapa de tensiones”, de modo tal que se
identifican las antinomias o conflictos emergentes durante el proceso y se trabaja sobre los
mismos. Al ser una propuesta relativamente reciente, se encuentra poco desarrollada
teóricamente por el colectivo. Sin embargo, quizás podríamos establecer un paralelo con la
escena nuclear en el psicodrama clínico.
g) Dada la gran cantidad de personas que suelen participar, el momento de cierre se puede
realizar a través de una palabra por parte de los/as participantes que deseen compartir sobre
su experiencia.

¿Psico o socio-drama?

La distinción y el modo en el que se nominan diversas prácticas en el tema que nos aboca
en el presente trabajo ha surgido como debate en distintos niveles y espacios.
En el colectivo JUPSI muchas veces nos hemos preguntado y debatido acerca de si llamar a
nuestras intervenciones “sociodramas” más que psicodramas. Inclusive, también existe una
complejidad en la descripción a través los nombres con los que se denominan diversas prácticas.
Generalmente, los nombres dan una idea general de aquello que se realiza, pero no necesariamente
intentan describir la totalidad de aspectos que se incluyen. Por ejemplo, las siglas del grupo JUPSI,
significan “Juego y Psicodrama para el Trabajo Comunitario”. Aunque una de las características de
JUPSI es el trabajo con Teatro Espontáneo Comunitario, éste no aparece explícitamente en su

6
Flores Lara, M. (2010) en Teatro Espontáneo Comunitario. Un recurso metodológico para el desarrollo de las
comunidades. Tesis de Maestría en Psicodrama y Procesos Grupales. Universidad de La Habana. Pág. 21.
nombre, como sí se ve claramente en el nombre de otro colectivo: TEA, el grupo que trabaja con
Teatro Espontáneo también en la Casona Cultural de Humahuaca los primeros viernes de cada
mes.
En el ámbito de Llamada, la Red de Psicodramatistas en Argentina, también se ha dado un
debate sobre los límites entre el psicodrama y el sociodrama. Tomaremos lo acontecido en el
encuentro de marzo del año 2012, en el que se ha propuesto trabajar explícitamente sobre este
tema, para poder reflexionar sobre la cuestión de la denominación de las prácticas que nos
interesan en el presente trabajo. Para ello, tomaremos los mails posteriores al día del encuentro, en
los que aparecen dos crónicas y también algunas resonancias interesantes sobre el asunto.
Reproduciremos algunos de ellos textualmente, sólo modificando los nombres propios para dejar
sólo sus iniciales, pues aquí no nos interesa personalizar el debate sino dar cuenta del mismo a
través de los diferentes aportes.

Comenzamos con una resonancia:

“Hola a todos: participé del encuentro del sábado. Aprendí mucho escuchando
como otros nominan sus tareas.
Y luego me quedé pensando en algunas cuestiones referidas a lo que engloba
culturalmente la nominación psicodrama para muchos de nosotros. Nos definimos
genéricamente como Psicodramatistas más allá de que trabajemos en psicodrama y/o
sociodrama. Aunque la persona trabaje más / o exclusivamente en Sociodrama, raramente
nos definimos Sociodramatistas. Esta nominación la he visto más frecuentemente en
profesionales de Europa.
Pensé: en los cursos enseño psicodrama y sociodrama y sin embargo le llamo a mis
cursos: Psicodrama. En realidad debería llamarlo: Psico-Sociodrama. Lo he pensado
muchas veces y luego seguí llamándolo como antes, como aceptando que todos entenderán
lo que quiero decir. Pero no es claro aunque en clases explique siempre cuándo es uno y
cuándo es otro, similitudes y diferencias.”

Aquí podemos ver cómo aparece la palabra “Psicodrama” tomada como una denominación
genérica que incluye indistintamente a quienes trabajan psicodrama o sociodrama. Ante este mail
aparece otra resonancia en este sentido:

“Totalmente de acuerdo querida E. me sucede lo mismo, al no ser psicólogo


siempre estuve más volcado al sociodrama, ahora cuando doy los cursos titulo
psicosociodrama, aunque cuando uno se presenta diga psicodramatista.”

Lo interesante de este aporte es que aparece una cuestión de la formación profesional como
variable, de modo que al no tener formación de grado en psicología, una persona puede sentirse
más abocada al plano del sociodrama. También aparece un factor de identidad, que tomaremos
más abajo.
En una de las crónicas sobre el encuentro, aparece el siguiente párrafo:

“N. planteó que cuando trabajaba con una familia o un grupo


por ejemplo de una empresa, hacia Psicodrama, según explicó, el protagonista es
el vínculo. Esto entraba en contraposición con los que algunos planteaban, como
la necesidad de hacer una clara distinción entre psicodrama y sociodrama.”

De este apartado podemos destacar principalmente dos posibilidades: a) tomar como


protagonista al vínculo y b) no hacer una clara distinción entre psicodrama y sociodrama.
Resulta también interesante el hecho de que en la crónica aparece el relato de cómo
posteriormente el coordinador de aquel encuentro propuso a N. mostrar cómo trabajaba en
Psicodrama familiar. Esto se hizo a través de una escena que mezclaba elementos de una escena
real de su práctica con otros creados en ese momento, para poder dar cuenta de su modo de trabajo
que ella nominaba Psicodrama.
Hacia el final de una de las crónicas, podemos encontrar una síntesis de algunas cuestiones
que se debatieron:

“Un primer criterio propone en síntesis:

1) En Psicodrama se trabaja con personajes imaginarios en Sociodrama con las personas


reales.
2) Cuando se trabaja con pareja o familia es preferible nominarlo como Sociodrama, de
acuerdo al criterio anterior.
3) En Psicodrama el protagonista es una persona; en Sociodrama el protagonista es el
grupo.
4) En Psicodrama se va a la búsqueda de la escena nuclear conflictiva, en Sociodrama a la
del conflicto nodal latente.
5) En Psicodrama se trabaja con el mundo interno del protagonista, su intimidad, sus
escenas personales; en Sociodrama con el grupo y sus conflictos.
Otro criterio propone hablar de Psicodrama de pareja y de familia; ya que se
trabaja psicodramáticamente con el vínculo, o los vínculos, pero sin entrar en las escenas
individuales.
Se acordó que, en general, las técnicas empleadas en ambos son las mismas, con algunas
excepciones y modificaciones de acuerdo al criterio de cada uno.”

Al respecto vale hacer algunas reflexiones:

- Habría que trabajar más profundamente el punto 1), pues parece una distinción algo
forzada. Por otro lado, no se da de esta manera en todos los casos, incluso no se corresponde
con aquello que en la Red Llamada ha aparecido en el trabajo sociodramático.
- El punto 2, que se desprende del 1, habría que analizarlo según el caso.
- El punto 3 alude a la distinción que realiza Moreno, la cual ya hemos retomado. Sin
embargo, cabe destacar que si bien Moreno los distingue, hay momentos de su obra donde
habla del Psicodrama como cuerpo del método en general.
- Respecto al punto 4, habría que ver si en todo psicodrama se va a la búsqueda de la
escena nuclear conflictiva o si se trata principalmente de un factor del psicodrama clínico.
- Quizás el punto 5 es el que está más vinculado a los objetivos diferenciados de
Psicodrama y Sociodrama, en relación a lo que hemos trabajado más arriba acerca de la
perspectiva comunitaria.

En definitiva, se establecen dos criterios distintos, y los puntos mencionados corresponden


a un primer criterio que en la crónica se distingue de uno segundo que es el que contempla trabajar
psicodramáticamente sobre un vínculo o vínculos, en el plano familiar o de pareja.
Hacia el final de la crónica, hay un apartado que da cuenta de lo que ha quedado abierto a
partir del intercambio sobre la temática que permite reflexionar en la complejidad y en el contexto
de Llamada:

“Quedamos en seguir desovillando todos estos temas, apreciando el enorme valor y


riqueza (y agrego ahora valentía por enfrentarse y convivir con las diferencias!!) de esos
intercambios: seguir con los diferentes estilos de como se piensa y se hace psicodrama,
el psicosociodrama, el sociodrama, sociodrama comunitario. Llamada surgió hace mas de tres
años yendo a cada Institución y que cada una muestre lo que hace. Después se pasó a un
período que tuvo como base La Casona, y como máximo evento la Jornada en el cual entramos
en una experiencia de intercambio, horizontalidad, y donde aparecieron la confusión, la
incertidumbre, la angustia, pero también la creatividad y la espontaneidad. Se habló de que
estamos entrando en una tercera etapa, en la cual es bueno que volvamos a lo que cada uno
hace y conocernos en nuestras diferencias.”

Aquí vemos entonces cómo el debate puede pensarse en relación con un momento de la
Red Llamada, y una tensión entre el intercambio y el volver a lo que cada uno hace, así como entre
la horizontalidad y la incertidumbre-angustia que genera.
En este sentido, podemos citar una frase que dijo el coordinador de aquel día, y que
tomamos de la crónica:

“Si conocemos y respetamos las diferencias podemos aprender con acuerdos y


desacuerdos, pero teniendo claro de lo que hablamos”.

Aparece entonces, y lo rescatamos como cierre de este apartado, la posibilidad de


reconocer las diferencias aprendiendo de ellas, y la importancia de la nominación tiene que ver con
conocer el propio trabajo, sus objetivos, su metodología y su basamento teórico, para construir una
ética de las intervenciones que aúnen y permitan el intercambio.
En cuanto al tema de la delimitación, es preciso además tener en cuenta la cuestión de la
identidad, esto quiere decir: cómo la nominación de “psicodrama” da cuenta de la pertenencia a un
ámbito profesional y disciplinario, y/o a un grupo o escuela. Esto implica la identificación con
determinadas instituciones de formación y/o trabajo –de las cuales muchas tienen la palabra
Psicodrama, aunque abarquen otras líneas de trabajo-. Este hecho incluye también a la red
Llamada, que es una red de Psicodramatistas. Es decir que al hablar de Psicodrama no podemos
centrar el foco solamente en una cuestión de definición conceptual, sino que dicha palabra engloba
diferentes dimensiones de sentidos. Por otra parte, el acto de nombrar, también requiere una
definición y constituye una intención, por lo que no está disociado de una praxis. Desde allí,
podemos elegir multiplicar los modos en los que nominamos nuestro quehacer, para que cobre el
vuelo, diversidad y espontaneidad propio de nuestro campo.

Cierre de taller del


colectivo JUPSI en el
“Recreo en el
Cuerpo”.

Moreno, Octubre de
2011.
Conclusiones

En este trabajo hemos recuperado arduos debates, y múltiples propuestas, técnicas y


dispositivos para poder aplicar el psicodrama y sociodrama al ámbito comunitario. ¿Cómo lo
llamamos? ¿Qué nombre le ponemos a esto que hacemos? Los bordes y límites siempre están en
constante revisión. Desde los fractales y la complejidad, los límites son borrosos… Se juegan las
identidades, los espacios de formación, la legitimidad y legitimación de nuestra tarea, y la
posibilidad de diálogo con otros y otras, en interdisciplinar y también en interculturalidad.
¿Trabajamos con individuos, grupos, comunidades o redes? ¿Hay un camino único para ello? En lo
grande puede verse lo pequeño, y en lo pequeño puede verse lo más grande. Es así como cuando
creemos que avanzamos, podemos estar volviendo, como sucede con la conciencia y construcción
de lo común que propone la perspectiva comunitaria.
La elección del concepto de Psicodrama Comunitario no busca reducir la complejidad del
campo, sino, en todo caso, proponer un marco dinámico a partir del cual, como sucede con el arte
de la fotografía, podemos cambiar el lente, el foco y también, constantemente, renovar el
dispositivo técnico, para seguir renovándonos a nosotros mismos en cada “click”. Esto permite
construir un psicodrama en términos amplios, que incluye –si le damos lugar y lo fundamentamos
en teoría y práctica- dispositivos y técnicas diversas.
Actualmente, las personas formamos parte de varias comunidades (incluso las
profesionales), y nuestro anclaje en cada una de ellas, se encuentra atravesada por una
multiplicidad de factores, de los cuales algunos nos acercan y otros nos alejan de lo que deseamos.
Los dispositivos psicodramáticos abren la posibilidad de hacer lugar a la dimensión comunitaria y
ser activos en la decisión de ver la parte que nos toca en cada una.

Escena sobre dilemas y


tensiones en la Intervención
Comunitaria.
Seminario “Intervención
Comunitaria, Arte y
Participación”. Universidad
Politécnica Salesiana.

Quito, Ecuador.
Enero de 2013.

La perspectiva comunitaria en psicodrama puede promover el alejamiento de un deber ser


preestablecido o un ideal de ser en comunidad impuesto desde afuera, pues se abre a la co-
construcción de los problemas tanto como de las vías de solución. El psicosociodrama desde esta
perspectiva permite explorar y visualizar necesidades sentidas, así como el rol de los distintos
actores y su relación con el mismo. Las alternativas de cambio pueden surgir en forma más clara
cuando las podemos sentir desde el cuerpo, ver lo que sucede expresado en gestos, posturas,
vínculos, escenas que se ponen en juego con mayor claridad que cuando los expresamos en
palabras. En el terreno de la representación ya aparece algo de lo colectivo, pues intentamos poner
afuera para que la forma y la materialidad nos permitan asir de otro modo aquello que se encuentra
plasmado en otros aspectos de lo humano. En la visualización y puesta en funcionamiento de
escenas o representaciones de las problemáticas comunes, podemos decidir si queremos, y
preguntarnos si es posible, intentar modificar situaciones en conjunto con otros. El Encuentro
auténtico que propuso Moreno puede multiplicarse si ahondamos en la construcción de uno -y/o de
varios- psicodramas comunitarios.
El psicodrama comunitario puede ser una contribución a ser, estar y construir en
comunidad, asumiendo que se trata de un campo que precisa conocer la especificidad del tipo de
conflictos que emergen, alejados de las tramas que encontramos en el nivel individual o solamente
psicológico. Si traspasamos las fronteras que se han impuesto desde algunas formaciones
disciplinares, podremos comprender la naturaleza apasionante y transformadora de la perspectiva
comunitaria, y la medida en la cual el psicodrama constituye un aporte significativo para fomentar
un mundo mucho mejor y más justo. El volver más que llegar que proponemos es entonces una
vuelta en sentido espiralado, para recobrar aquello que está en nosotros algo olvidado dentro de
nuestra profundidad.
Quisiera finalizar este trabajo agradeciendo a todas las personas que integraron el grupo de
aprendizaje del curso durante el año 2012, al colectivo JUPSI y a la Red Llamada por ser canales
de grandes aprendizajes, a la Universidad del Salvador por la oportunidad que me ha dado para
realizar el curso, a Silvia Baeza por su gran amabilidad y aportes, y especialmente a la Dra. Liliana
Fasano por su maestría, amplitud y generosidad. Todos/as ellos/as han hecho y hacen de la espiral
una vivencia más espontánea y profunda.
Bibliografía

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Reconstrucción de una práctica psicosocial en la Argentina. En Psicología social comunitaria.
Contribuciones Latinoamericanas. Venezuela: Tropykos

Sánchez Vidal, A. (1991). Psicología Comunitaria. Bases conceptuales y operativas,


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Flores Lara, M. (2010) en Teatro Espontáneo Comunitario. Un recurso metodológico para


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Bello, M. (2000). Introducción al Psicodrama. México: Editorial Colibrí.

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Wajnerman, C. (2012, octubre 28). ¿Buen vivir o estrategia? Arte y participación en foco.
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