Está en la página 1de 2

Carta abierta a

Podemos y
las feministas.

El pasado Jueves 15 de febrero pudimos leer el devastador comunicado del


grupo feminista interseccional y “LGTBI” (aunque quizá la G tendríamos que
quitarla) de Podemos sobre la Gestación Subrogada. Un texto bastante
“predecible” pero no por ello menos radical y simplista. Harto de leer los
consabidos argumentos y de percibir la falta de empatía y serenidad desde este
tipo de grupos, he decidido escribir esta carta abierta a Podemos y las
feministas.

A Podemos quiero decirle lo siguiente: Hace unos años escuché los primeros
discursos de Pablo Iglesias en youtube. Por aquel entonces yo vivía en E.E.U.U. y
me emocionaba ver desde allí que en España se estaba gestando una nueva
política heredera del 15M, que se postulaba joven y diferente, y que en mi
ignorante ilusión, parecía que rompería estereotipos y ayudaría a construir una
España más plural, igualitaria y justa. Me hubiera encantado que aquel discurso
se hubiera materializado en lo que prometían, y no avergonzarme al ver en lo
que se han convertido hoy en día.

Al feminismo… ¿Qué decirle al feminismo sin ser apaleado de inmediato y


arrojado a la fosa de los hombres non gratos? Yo soy un chico homosexual de 30
años; fui criado y educado por dos mujeres que son mi modelo y mi constante:
mi madre y mi hermana mayor. Mis amigas son mayoritariamente mujeres; con
ellas he crecido y compartido todo, soy emprendedor y mi socia también es
mujer; mis guiones e historias están repletos de protagonistas femeninas. En
definitiva, salvo por mi pareja, mi mundo se construye sobre una base de
mujeres inteligentes, libres, empoderadas e inspiradoras. Y creo que al igual que
yo, la mayoría de los homosexuales varones de este país (por no decir del mundo
entero) tenemos una relación de inmenso cariño y respeto hacia todas ellas, las
que nos rodean y las que no. Pensar que una pareja de gays, que llenos de amor
e ilusión desean formar una familia, estarían dispuestos a hacerlo pasando por la
degradación y explotación de cualquier mujer (esas que son, precisamente
nuestras cómplices y amigas) es cuanto menos triste, y me preocupa. Me hace
preguntarme: ¿Quiénes son estas mujeres que se dicen defensoras del poder la
mujer? ¿No tienen hermanos, amigos o hijos gays? ¿No nos conocen?
Continuaré entonces partiendo de la base de que estas mujeres que se hacen
llamar feministas, lo son desde un terreno muy acotado, desde el cual parecen
no convivir, ni mucho menos entender, las motivaciones y los valores de los
hombres gays que deseamos ser padres. Y digo que “se hacen llamar feministas”
porque en mi humilde opinión, no creer en la G.S. altruista es no creer en la
capacidad libre e individual de una mujer para decidir lo que hacer con su
propio cuerpo; es precisamente pensar por ella, tutelar su voluntad en aras de
una “moralidad” superior que la suya propia, y eso, nos guste o no, es
retrógrado. Es volver al “hazme caso, que esto es mejor para ti”, a la ética
ilustrada de unos pocos superiores que han de decidir por los demás.

Y lo más triste no acaba aquí. Este fanatismo de trincheras y barricadas no sólo


afecta a la libertad de la mujer, sino a nuestra identidad y voluntad como seres
humanos y sociedad política. No confiar en la G.S. altruista es no confiar en la
capacidad de las personas de actuar desde la generosidad y el amor, es partir de
la presunción de desconfianza, de que somos corruptos y explotadores antes
que solidarios y fraternales. Nos convierte en cobardes políticamente hablando.

Es curioso que un partido como Podemos, que se presenta como un grupo capaz
de sacarnos del ostracismo político y abrirnos a un nuevo mundo de progreso e
igualdad, sea abanderado de este feminismo de trincheras y discurso fácil. No
regular la G.S. escudándose en la prevención de que se convierta en una mafia,
no es hacer política, sino “lavarse las manos” ante un conflicto complejo que
requiere de un discurso sereno, comprensivo y también didáctico (a veces las
leyes han de ir por delante de la praxis popular y los prejuicios sociales). Y si en
su momento conseguimos vencer estos prejuicios sobre la inseminación in vitro,
la donación de órganos o el aborto, ¿por qué no somos capaces de hacerlo
ahora con la G.S.?

Es un acto de desconfianza hacia nuestro buen hacer como ciudadanos y


políticos, hacia nuestra capacidad de decisión legislativa y del cumplimiento de
dichas leyes. Es no querer “enmarronarse”, no ayudar a una minoría muy
silenciosa, acallada y avasallada por voces que no por ser más altas, tienen más
derecho de ser escuchadas.

No sé si algún día llegaré a ser padre. Pero si lo hago, tengo la esperanza de que
mi hijo o mi hija nazca en un país donde la valentía política ha sabido romper
moldes, donde la libertad y la solidaridad vencen a la desconfianza y al discurso
del odio, donde los políticos han sabido trabajar para construir una sociedad
más abierta e igualitaria, donde en vez de prohibiciones, hemos construido
libertades.

Madrid,
19 de Febrero de 2018

También podría gustarte