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La “lectomemorización”. Señor, repita conmigo.

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Un alumno de cuarto medio está desesperado por no saber cómo canalizar todo el conocimiento que está
plasmado en los libros que ha enviado su profesora para leer acerca del Golpe de Estado en Chile. Su www.divinodescuento.cl
complicación radicaba en el simple hecho de que ella solicitó encarecidamente que aprendieran los libros
para la próxima semana (fechas y aspectos extremadamente puntuales) y ver lo que trataban de expresar
los autores. El alumno, con un poco de zozobra le pregunta a la profesora ingenuamente si podían llevar a
cabo la reflexión sobre dicho período (a la luz de lo que entendían y podían extrapolar de los libros) para
emitir su propia opinión. La profesora, severa y recalcitrante en su requerimiento reitera que era necesario
aprender lo que aparecía en cada uno de los textos, siguiendo linealmente el argumento.

Básicamente la descripción del cuadro anterior demuestra la imposibilidad que tienen los alumnos para
realizar la emancipación (o liberación) mental del disciplinamiento escolar. Hoy en día, la pregunta por qué
se lee y cómo se está leyendo es de vital importancia para poder entender qué tipo de ciudadanos se está
formando y cómo están participando dentro de la esfera pública. El acto de leer no es necesariamente un
proceso de decodificación de aquello que se ve en cada palabra (dirán repita: “blablebliblodu” es sólo eso y
nada más). Es un momento de encuentro entre “uno mismo” (análisis introspectivo), donde cada persona
reflexiona, comprende, asimila e interioriza “saberes” para hacerlos parte de su propia vida (como dirían
algunos, para configurar y articular un ethos ciudadano).

Hoy día estamos en presencia de un fenómeno que podríamos denominar, mediante un neologismo, la
“lectomemorización” de la educación. Lo cual proyecta inevitablemente un problema en que los alumnos no
pueden escapar fácilmente. Este fenómeno se caracteriza fundamentalmente por la mecanización de los
saberes que van aprendiendo durante el transcurso de su educación con el objeto de que demuestre HAZ TU PORTADA
finalmente en el último estadio (que es la nota junto a la evaluación correspondiente) que indudablemente
leyó. Dicha “lectomemorización” (o si ustedes quieren: automatización del pensamiento o
“humaquinización”) no es ajena a la estandarización que pone el mercado para seleccionar a aquellos que
sí saben o que demuestran saber. La causa central está en que se nos ha enseñado (aceptando inocente y
sensualmente) que aquél o aquella que tiene un 7 en su evaluación “sabe” y aquél que tiene un rendimiento
malo, deficitario y paupérrimo “no sabe”. Esta selección por sí trae consigo una segregación simbólica (o
exclusión) en la sociedad que se pone de manifiesto en el respeto por aquellos que tienen o tuvieron un
mejor rendimiento en desmedro de los que simplemente no pudieron ser eficaces. ¿Qué es lo que trae
como consecuencia? El sentimiento de superioridad por unos y el sentimiento de frustración por otros. Esto
último es importante de afirmar porque muchas veces los sujetos no tienen la capacidad de resiliencia (es
decir: capacidad de enfrentar los infortunios, malos momentos, situaciones críticas, etc.) para sosegar o
disminuir los efectos que provoca la estandarización mediante la evaluación (un 7 es, subjetivamente
hablando, felicidad y un 1 recriminación por los demás).

Pero no sólo ha de ser sustantivo re calcar dichas consecuencias, también es necesario introducir el
concepto o noción de competitividad en la enseñanza entre pares (“tengo que ser mejor que el otro”).
Entender la educación como un asunto de mercado profundiza la imagen de competencia entre los actores.
Yo compito con el otro “que es mi igual” a fin de “ser alguien más” (“si tengo un 7 soy mejor”), lo cual
denota en que la enseñanza y el acto de leer se han transformado en una mera forma fetichista
(intelectualmente hablando) que legitima la división simbólica de la sociedad entre los que efectivamente
pueden aprender y los que no. O dicho de otra manera, la competencia educacional ha suscitado nuevas
formas egocéntricas para poder sentirse parte de la sociedad. De seguro usted podrá graficar la idea
anterior con el ejemplo de la comparación (con otros) que realizan los niños en sus notas para “poder
justificarse” de la calificación que obtuvieron a fin de que papá o mamá no castigue o premie.
Paralelamente, no hay duda de que la materialización de dicha competencia se expresa cuando hay un
sentimiento interno de amargura, envidia, recelo, superioridad o altivez en algunos(as) cuando reciben sus
notas. Sigo reiterando, los procesos de estandarización presuponen que hay un tiempo único de
aprendizaje de los seres humanos, asimismo concibe que no hay mejor forma de seleccionar a los capaces
sino es a través de la competencia insalubre entre dichos actores. En definitiva, un proyecto educativo que
logre conjugar democracia y educación será aquél que responda a una educación crítica, reflexiva y
pensante, a pesar de que hasta al momento ha sido inviable.

En efecto, la asociación mental de las palabras e imágenes (lo que algunos llaman “mnemotecnia”) debe ir
acompañada por la comprensión y la reflexión. No obstante, lo que sucede hoy (por lo general) es
totalmente lo contrario. Si dicho mecanismo es cortado en partes, es decir, la asociación mental por un lado
(leer, leer y leer abundantes páginas sin hacer hincapié en el análisis) y por otro la comprensión, vamos a
observar que los alumnos solamente interiorizarán saberes sin reflexionar el trasfondo de aquello que leen,
de modo tal que atentará profundamente contra los valores democráticos de una sociedad (el carácter
antagónico y del disenso entre los actores). No basta tan sólo con leer si no se reflexiona sobre aquello. El
disciplinamiento de la lectura es un modo y una lógica que no es inocua (“lea esto porque lo otro no podrás
leerlo”). Esta “lectomemorización”, que neutraliza, desplaza y limita el pensamiento se explica por un
anacronismo en las formas pedagógicas de enseñanza que deben adscribirse a las modalidades escolares
basadas en criterios de mercado (donde hay oferentes y demandantes). En rigor, se está a destiempo
entre lo que viven los alumnos y aquello que le enseñan. Las técnicas de enseñanzas convencionales y el
acto de leer actual dan cuenta que el alumno es un sujeto dócil, manipulable y condescendiente ante la
convivencia de los saberes entregados ya sea por libros o explicaciones pedagógicas. Hasta aquí imagine el
contexto de un robot que repite incansablemente.

En consecuencia, el disciplinamiento a través de la lectura forzada no sólo impide y obstaculiza el normal


funcionamiento de la democracia en cuanto a educación se refiere sino que simultáneamente inhibe al
sujeto para pensar autónoma y creativamente. Las personas tienen diferentes tiempos de aprendizaje cosa
que aún no se ha considerado. El aprendizaje no debe subordinarse a un espacio de repetición, el
aprendizaje es por excelencia una ética de responsabilidad (con uno mismo) y libertad para determinar
“qué es lo que quiero aprender y qué es lo que no quiero”. No podemos entender la educación solamente
como una fórmula estética de interiorización de conocimientos de manera homogénea donde todos piensen
por igual o donde se espera que aprendan todos por igual. Los tiempos avanzan pero las enseñanzas
retroceden. Es tiempo de que las nuevas lógicas se readapten y adscriban a escenarios más complejos,
donde haya cabida para considerar a las personas como seres pensantes, sapientes y críticos, capaces de
entender que ser ciudadano también implica “entendimiento, reflexión y comprensión” de la sociedad y los
asuntos públicos.

Sebastián Massa Slimming

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