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LA GLOBALIZACIÓN

En contra:

En este proceso de inversión mundial, los grandes beneficiados han sido


los países ricos, que han recibido la mayor parte de esas inversiones (tres
cuartas partes) mientras que países como África subsahariana han recibido
porcentajes ridículos (un 0,7%).

Lo mismo ha ocurrido con las grandes empresas, que han encontrado en la


globalización un medio para financiar sus inversiones internacionales,
mientras que la pequeña empresa no ha podido competir, al no contar con
los medios (no tener capital para expandirse) para llevar a cabo la
globalización, y muchas de ellas han desaparecido como consecuencia de
la competencia a la que no hay manera de hacer frente.

Algunos países emergentes, con la especulación y la libre circulación de


capitales, encontraron solamente grandes crisis financieras (Argentina fue
un caso donde todavía se viven las consecuencias).

La cultura se ha estandarizado: los valores, estilos de vida y modos de


consumo de la sociedad occidental se han impuesto, dando con ello paso a
una homogeneización cultural que invalida las diferencias de pensamiento
y en muchos casos crea ciudadanos repetidos, que piensan, sienten y
padecen de la misma forma: visten las mismas ropas, degustan los mismos
platos y consumen de forma masiva los mismos productos culturales
(música, cine… Titanic recaudó más de 600 millones de dólares en su
momento, y sigue siendo un modelo de película de lágrima fácil que suele
conmover a grandes y pequeños): lamentablemente, muchos de los valores
que transmite el cine occidental tienen mucho que ver con la violencia, el
abuso de poder y la corrupción, que lleva a forjar ciudadanos que valorarán
esos comportamientos como los necesarios para alcanzar el éxito. Las
industrial culturales, con el apoyo de las nuevas tecnologías, han creado
una cultura de masas propia de ningún pueblo, pero común a todos, con
sus luces y sus sombras.

Los valores medioambientales no fueron tenidos en cuenta cuando el


proceso arrasador de globalización comenzó, y sólo ahora se empieza a
ver este problema, aunque lo cierto es que en muchos casos prevalece el
beneficio económico sobre las consecuencias nefastas para nuestro
planeta.
Otra consecuencia nefasta de la globalización tiene que ver con las
condiciones laborales. La precariedad en el trabajo ha sido cada vez
mayor, desde trabajadores de países desarrollados que se han visto
obligados a trasladarse a otros en vías de desarrollo con condiciones de
bienestar menor, o simplemente pierden su trabajo porque la empresa
traslada su producción a países donde cuesta menos producir, hasta la
globalización de ridículos sueldos mínimos. Para el empleo de trabajadores
con menos cualificaciones, las empresas poseen sedes en países donde
las leyes laborales están de su parte y producen de forma barata mientras
explotan a sus trabajadores, que en muchos casos son niños. Se globaliza,
pues, la falta de respeto a los trabajadores, que deben elegir entre unas
condiciones de trabajo ínfimas o nada, y ante el panorama se ven
obligados a elegir lo primero. Asia y América latina son dos continentes con
países donde esta explotación se realiza de forma masiva.

Se globalizan también la delincuencia, el crimen organizado, el tráfico de


armas convencionales y de armas nucleares, el juego, la prostitución, el
mercado negro de divisas, el lavado de dinero, los paraísos fiscales y la
evasión de impuestos.

Hay que tener en cuenta también que, a pesar de los avances tecnológicos
a nivel mundial, se ha creado también una gran “brecha tecnológica”: frente
al disfrute en los países desarrollados de los últimos avances de la
tecnología y de las telecomunicaciones, 600 millones de personas ni
siquiera han hecho en su vida una llamada telefónica.

Pero en los países ricos tampoco desaparecen los problemas de la


desigualdad: según las mismas fuentes más de 150 millones de personas
en estos países viven por debajo de la línea de la pobreza de ingreso. En
España hay más de 300.000 personas sin hogar y unos 800.000 viven en
situación de pobreza. Mientras tanto, algunas de las personas más ricas
como Amancio Ortega (Inditex) o Emilio Botín (presidente del BSCH)
poseen un patrimonio superior a los 300 millones de euros.

Es importante destacar que la pobreza se convierte en muchos casos en


origen de violencia directa. No poder satisfacer las necesidades básicas
puede contribuir a la generación de violencia por parte de las personas que
ven mermadas o anuladas sus oportunidades de desarrollo personal. Para
que haya paz es imprescindible que las personas tengan seguridad
humana, lo que significa sentirse seguras ante las condiciones de su vida
diaria, disponiendo de protección ante fenómenos como la enfermedad, el
hambre, el analfabetismo y el desempleo.

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