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MEMORIAL DE ARTILLERÍA
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MEMORIAL
DE

ARTILLERÍA
Año 78.-Ser¡e Vl.-Tomo XXIV

../

MADRID
IMPRENTA DE ANTONIO MARZO
San Hermeneeildo, 32 dup.

1923
ORGANIZACIÓN Y DOTACIONES
DE ARTILLERÍA

DE ACTUALIDAD

Atenta la opinión artillera a las cuestiones que última-


mente tanto han apasionado los ánimos, parece van a reali-
zarse, ante cierta indiferencia, dos importantes sucesos de in-
dudable transcendencia para la vitalidad del Cuerpo, cuales
son la renovación y reorganización de nuestras unidades de
campaña, empezando por la de montaña, para llegar hasta
las que hoy llamamos, por cierto impropiamente, de posición.
Nuestra Sección del Ministerio de la Guerra, con perse-
verante y entusiasta actividad, que es de justicia reconocer
y encomiar; resolviendo las muy arduas cuestiones plantea-
das por la campaña de Marruecos, aun ha dispuesto de tiem-
po, de energías y recursos para seguir laborando en el maña-
na, con eficacia positivamente práctica y tan inmediata, que
ya empiezan a sentirse sus felices resultados.
A la adquisición de los carros de guerra, modesta en can-
tidad, pero grande por el acierto con que solucionó a satis-
facción vidriosas suspicacias, ha seguido la del admirable
obús de 155 mm., y a ésta la del también excelente obús de
105 mm., de montaña, que ahora, por reciente disposición,
"va a ser ampliada a 65 baterías de análoga pieza de campaña,
con muchas probabilidades de que nos lleguen cañones Vic-
kers de 155 mm., sin perjuicio del satisfactorio lote de cañones
MEMORIAL DE ARTILLERÍA

de 15 cm. modelo 1913, que nuestra fábrica de Trubia tiene


ya en curso de franca y acertada producción. Y aunque no
son pocas las baterías adquiridas de obuses de 155 y 105 mm.»
convierte en realidad las esperanzas de que lleguemos a te-
ner las necesarias, y es motivo para todos de honda satisfac-
ción, el que puedan señalarse esas piezas apenas adquiridas
como de fabricación corriente en nuestras elogiables y pro-
gresivas fábricas de Trubia y Sevilla.
Para no dejar solución alguna de continuidad en la feliz
gestación que se viene efectuando respecto al material indi-
cado,, también contamos ya con baterías especiales de tiro
contra aeronaves, impropiamente llamadas antiaéreas, con se-
ñalado acierto escogidas en el tipo móvil, calibre aproximado
de 8 cm., que habremos de considerar como de primera línea
de defensa y protección de tropas, para distinguirlas de las más
pesadas, de instalación semifija, destinadas al resguardo de
zonas o sectores más amplios.
Paralelamente con estas actividades, hemos visto nacer
una nueva fábrica, con sucursal en el grupo de talleres ya en
plena producción, instalados en Melilla; los parques y maes-
tranzas han visto también reforzada su maquinaria y aumen-
tados sus recursos, y nuestra competente Comisión de expe-
riencias, incansable en sus entusiastas propósitos de mejora,
tiene ya en aras de viable realización la reforma de nuestro
7,5 cm. con aumento de peso de proyectil, y de alcance pro-
bable hasta más de lO.OOO m., y el barrenado de 15 cm., mo-
delo 1913, a 15,5) para unificar sus proyectiles con los del
obús de este último calibre. Y si innecesario parece ponde-
rar la importancia de esta última reforma, lo mismo puede
decirse de aquélla, no sólo por lo indicado, sino por estar sa-
tisfactoriamente resuelto el empleo en esa pieza de una gra-
nada rompedora, que hace de efectos sorprendentes la genial
y admirable espoleta que debemos a nuestro compañero, el
tantas veces distinguido teniente coronel D. Antonio Garrido.
Considerablemente extendería este apuntamiento, relatar
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adquisiciones y mejoras efectuadas en beneficio de otras Ar-


mas. Ni siquiera hemos de especificar en él la creación, con
vida propia, de nuestra Escuela automovilista, ni las constan-
tes adquisiciones o construcciones que se vienen efectuando
de efectos y aparatos de reconocimiento, enlaces y medicio-
nes. Basta lo anotado como justificación, sin comparaciones,
de lo que antes se dijo, y para mostrar al propio tiempo que
no siendo ilusión ya el anhelo, desde hace mucho sentido, de
la renovación de nuestro anticuado material de campaña, con-
tamos, o vamos a contar muy pronto, con el más moderno de
esa clase, en medida acomodada a nuestra modesta potencia-
lidad militar. Y como no basta ese primer paso de adquirir
lo más nuevo, sino que ha de seguirlo el segundo, organizán-
dolo debidamente, de aquí el móvil principal de estas líneas,
pidiendo a la opinión artillera su parecer, ahora que con ca-
rácter oficioso se nos anuncian próximas reorganizaciones.
Ilustremos con nuestro juicio a los que por su cargo están
llamados a resolver ese problema; aportemos cada uno nues-
tro grano de arena a la obra definitiva, y así seguidamente
lo hago con el mío, por si al menos sirviese para mover otras
plumas de mayor acierto y competencia. No sobrepasa este
punto mi mayor aspiración.

*
* *

De indiscutible utilidad todas las piezas anotadas, adqui-


ridas ya o en curso de adquisición o fabricación, cabe, sin
embargo, discutir si han de continuarse efectuando esas ad-
quisiciones o construcciones, o si, por el contrario, habremos
de aceptar nuevos tipos, para llegar con éstos y aquéllos a un
sistema más completo de artillería.
Todo el que haya seguido con atención la evolución ar-
tillera durante la pasada gran guerra, y más especialmente en
el período que aun atravesames de la post-guerra, habrá po-
dido deducir, entre todas las tendencias manifestadas, que es
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grande la masa de opinión favorable a considerar como ideal


el sistema integrado por tres clases principales de artillería:
ligera, semipesada y pesada^ complementadas por los tipos
especiales de gran potencia, de trinchera, contra carros, contra.
aeronaves, de montaña y extraligera o a caballo.
La primera, la ligera, por unanimidad, ha sido clasificada
como artillería divisionaria; la segunda, la semipesada, ha
dividido la opinión; pues mientras unos la subdividen en ar-
tillería divisionaria y de cuerpo, otros consideran que sólo
bajo esta última clasificación debe de ser incluida en el cua-
dro general. Tampoco la pesada ha logrado unanimidad en
su clasificación, apareciendo por esta causa tan pronto como
artillería de cuerpo, ya en esta forma y de ejército, ora, en
fin, como exclusiva de esta última agrupación.
Con mayor general conformidad cristaliza la cuestión de
calibres correspondientes, al admitirse resueltas todas las ne-
cesidades con el calibre de 7,5 a 8 cm. para los cañones y
de 10 a 12 cm. para obuses, en la artillería ligera; de lO a
II cm. para cañones, y hasta 15 cm. para obuses en la semi-
pesada, y de 15 cm. para cañones; 20 o más centímetros para
obuses y hasta 30 cm. para morteros (aunque este último ca-
libre parezca algo exagerado) en la pesada. De las piezas
complementarias no hemos de ocuparnos mas que muy so-
meramente, por quedar el margen de este escrito, referido a
las adquisiciones efectuadas, dentro de la clase que pudiéra-
mos llamar artillería móvil. Excluímos también de esas adqui-
siciones las piezas contra aeronaves, por estar sancionado y
con unanimidad aceptado el tipo elegido, así como también
los obuses de 10,5 cm. de montaña, que nos proponemos
sean motivo de otro artículo.
Mejor que las prescripciones de los reglamentos extranje-
ros, nacidos en el período que aún continúa de la post-gue-
rra, puede servir para la clasificación de materiales el ante-
rior cuadro de calibres; y es de entenderlo así, porque los
autores de esos reglamentos, aun violentando el propio sen-
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tir, no habrán podido menos de dar entrada, justificando su


empleo, a las copiosas existencias en servicio, ni habrán de­
jado de tomar en consideración la capacidad productora in­
dustrial de sus respectivas naciones.
Aun ese mismo cuadro de calibres, que por tantos votos
de calidad viene apoyado, no deja de translucir alguna suges­
tión, muy justificada, de los hechos culminantes de la pasada
guerra. El inesperado desarrollo de ésta, en efecto, con sus
violentas alternativas y períodos de estabilización y maniobra,
no puede tomarse como buena escuela para una nación de
tan modestos recursos como la nuestra. Se ven en ese cuadro
satisfechas exigencias que esos períodos crearon, así de po­
tencialidad en los de estabilización, como de movilidad en los
de maniobra; pero habiendo de limitarnos nosotros a un jus­
to medio, con exclusión de lo superfluo, sacrificando poten­
cia a movibilidad y ésta a aquélla, según proceda, con el fin
de limitar clases y calibres, parece preciso recordar los di-
versos cometidos asignados a las tres principales clases de
agrupaciones artilleras, para buscar después en ellas los des
tinos del nuevo material, y aun la organización que haya de
dársele.

Como es sabido, la misión esencial de la artillería, resu­


mida en apoyar con su fuego la acción de las demás tropas, y
especialmente de la infantería, reviste distintas modalidades,
comprendidas en las siguientes principales categorías:
Destrucción de obstáculos que dificulten o impidan la ma­
niobra de las tropas propias y favorezcan o protejan en algu­
na forma las contrarias.
Apoyo directo (protección y cubrimiento) de las tuerzas de
ataque o defensa.
Contra batería.
Acción sobre los órganos vitales del enemigo (vías de co-
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municación, almacenes, depósitos, y, en general, zonas de


aprovisionamiento y concentración). Las acciones de destruc­
ción y contra batería pertenecen principalmente al período
ÚQ preparación; las de apoyo directo, al de ataque; la ejercida
contra los órganos vitales, al de desgaste de las fuerzas mora­
les y materiales del contrario.
La necesidad de lograr el máximo rendimiento de la arti­
llería disponible, ha obligado a incluir los cometidos de esas
categorías en la esfera de acción de todas las clases de piezas,
dentro de sus posibilidades tácticas y balísticas; pero la mis­
ma constitución orgánica con que han sido agrupadas, el
obligado encadenamiento de los esfuerzos simultáneos o su­
cesivos que integran el desarrollo de la batalla moderna, han
especializado cometidos, dando a unos carácter de acción
normal o primaria, para relegar los demás al de acciones
eventuales de circunstancias.
Para la artillería ligera y más propiamente divisionaria, se
especializa esa acción normal en el apoyo directo de las tro­
pas combatientes de su división, precedido de un corto pe­
ríodo preparatorio de destrucción de redes y defensas acce­
sorias, ejecutados uno y otro bajo el mismo propósito táctico
que regule la acción de la infantería. Cuando este apoyo no
precise por cualquier circunstancia a las tropas de la propia
división, incluso por formar ésta parte de las tropas de reser­
va, aun subsistirá idéntico objetivo para su artillería, pues que
será empleada como refuerzo de otras divisiones de primera
línea.
Siendo, pues, bien definido y constante el objetivo prima­
rio de la artillería divisionaria, en él han de basarse sus con­
diciones táctico-técnicas, cuyo análisis trataremos de efec­
tuar.
Es sabido que la acción ofensiva o defensiva de las gran­
des unidades, considerada la división de infantería como uni­
dad de ataque, constituye un conjunto indivisible, de muy
íntima unión entre sus elementos, llevada al máximo por lo
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que se refiere a infantes y artilleros. De aquí una condición


expresa de gran movilidad láctica para la artillería divisiona-
ria, que ha de tener aptitud de acompañamiento de la infan-
tería, por toda clase de terreno viable para el carruaje ligero
y con velocidad de marcha amoldable a la desarrollada por
aquélla.
La moderna división, por otra parte, ha visto crecer des-
' mesuradamente su amplitud y su embarazo para marcha y
maniobra, jcon la adopción de máquinas y artefactos de gue-
rra, así como por el aumento considerable de carruajes a que
obligan diversos servicios, tenidos por indispensables, y con
grandes exigencias, el complejo de municionamiento. Esto
impone la más escrupulosa selección entre eses elementos de
embarazo, reduciéndolos al mínimo de práctica utilidad; y
alcanzando esta exigencia a la artillería, pone un límite más
a su potencia sobre el señalado por la movilidad, al reducir
elementos de tracción y municionamiento.
Examinando, por otra parte, toda la extensión de come-
tidos que como normales se han señalado a esta artillería,
desde luego se comprende la posibilidad de satisfacer a esas
condiciones.
Los alcances, en efecto, no han de rebasar los considera-
dos hoy como cortos en el tiro de la artillería. Basta que su-
peren el doble de máxima posibilidad ofensiva atribuíble
normalmente a la división, con margen que le permita reba-
sar también el doble del frente de combate de dicha unidad.
Esto arroja un alcance verdaderamente eficaz de 6.000 a
7.000 m., y máximo, por tanto, de 8.000 a g.OOO m., posible
de obtener sin pesos que excedan de una práctica movilidad,
y sin grandes embarazos de municionamiento, por lo relativa-
mente pequeños peso y volumen del proyectil y carga corres-
pondiente.
Como acción destructora, la citada artillería, en su come-
tido de preparación, basta que tenga la necesaria para rom-
per alambradas y otras defensas accesorias, así como muros.
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cercas, vallados y pequeñas edificaciones rurales; para dete-


ner en su marcha los carros de guerra e ingenios rodadizos
de avance a cubierto, y destruir material de ametralladoras,
de piezas similares, de carruajes con escasa o ninguna protec-
ción, todo lo que es factible conseguir, en los términos de
peso de material y condiciones de municionamiento indica-
dos para el alcance. Esto, sin embargo, supone que la artille-
ría divisionaria pueda ser y sea reforzada en esos efectos por
la artillería de cuerpo con la intensidad necesaria. Si así no
pudiera verificarse, precisaría adicionar a aquélla alguna pieza
de mayor potencia, aun sacrificando ciertas condiciones. El
obús moderno de 15,5 cm. sería entonces, a no dudarlo, la
pieza más indicada. Pero a más de las anteriores, aún han de
satisfacerse otras necesidades derivadas principalmente del
cometido de aooyo directo, en el cual se condensan y carac-
terizan muy importantes condiciones esenciales exigibles a la
artillería divisionaria.
Estas condiciones son, a más de una gran movilidad de
sus planos de tiro y de la posibilidad de efectuar y sostener
el tiro rápido sin gran recalentamiento de frenos y tubos; la
necesidad de garantizar, sin la creación de extensas zonas pe-
ligrosas, el tiro por encima de las tropas propias; la facilidad
de tomar cortos escalonamientos en profundidad, y la aptitud
para vencer desenfiladas, con su obligada consecuencia de
tenerla para batir blancos horizontales, una y otra sin que
precise llegar a los ángulos de caída necesarios a costa de
grandes alejamientos. Esta condición es indudablemente
esencial, porque la artillería divisionaria, con el fin de apro-
vechar luego su alcance, sin hacer necesarios frecuentes cam-
bios de posición, ha de comenzar su tiro normalmente desde
cerca, y así ha de herir las tropas enemigas de las primeras
líneas de sus puestos avanzados, ocultas tras los pliegues del
terreno, o enterradas sin relieve. No es tampoco menos esen-
cial la condición enunciada de no crear con el fuego extensas
zonas peligrosas para las propias tropas; éstas, por ella, pue-
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den mantenerse delante y cerca de su artillería, y lo que es


más importante todavía, llegar al asalto, al cuerpo a cuerpo,
precediéndole tan sólo un corto tiempo la necesidad de alar-
gar los tiros. De aquí la preferencia que debe concederse al
empleo del obús sobre el del cañón en esta clase de artille-
ría, preferencia que quizá convendría llevar, desde luego, o
cuando vaya desapareciendo la presión ejercida por la actual
existencia de cañones, a la mínima proporción de dos tercios
de aquéllos por uno de éstos. Quizá también, andando el
tiempo, y en tanto no aparezca la pieza ideal apetecida, vea-
mos preconizar la artillería ligera con mayor proporción de
obuses que la indicada, dándole a la obtención de esos ángu-
los de tiro y de caída, todas las facilidades que aconsejan sus
ventajas.
Insistiendo en demostrar la superioridad del obús sobre
el cañón, en el caso de que se trata, si no fuera ya bastante
el empeño puesto en lograr del segundo cualidades inheren-
tes al primero, reduciendo su carga o modificando el coefi-
ciente de forma del proyectil, bastará extender algo más,
aunque someramente, la comparación de las condiciones tác-
tico-técnicas de ambas piezas.
Desde luego el cañón, dentro de su alcance eficaz, a igual-
dad de condiciones, sacará alguna ventaja al obús por razo-
nes tácticas o técnicas, en los tiros contra blancos de los di-
chos lineales con relieve, sean animados (tropas al descubier-
to) o inanimados (muros de pequeña resistencia, cercas, va-
llados); y asimismo en los de zonas profundas visibles, y con-
tra blancos en movimiento (tropas, carros, escudos rodadizos);
pero las perderá con creces en los demás cometidos señala-
dos, de indudable importancia, a lo que se sumarán otras
ventajas propias del obús, de las que se destacan las siguientes:
El obús, por la multiplicidad de sus cargas, es un produc-
tor regularizable de energía, que rinde la necesaria poniéndo-
la dónde y cómo convenga; el cañón, por el contrario, la de-
rrocha en muchas ocasiones, mostrándose perjudicial en pura
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pérdida el exceso sobre lo conveniente. De aquí se deriva una


importante consecuencia.
La acción preponderante, casi única, la más eficaz de la
artillería divisionaria sobre la infantería enemiga, ha de ser de
neutralización, que l a ^ > , manteniéndola en sus refugios, sin
que pueda utilizar sus elementos de combate; que ejerza gran
depresión en su moral por la magnitud del peligro, haciéndo-
la duradera; produciéndose estos resultados de modo rápido,
en corto tiempo, para hacerlos inevitables. Estas condiciones,
no obstante su elevada representación, son factibles, sin em-
bargo, de obtener. Basta disponer del número de proyectiles
necesarios para hacer el fuego de efectos abrumadores, si el
número de bocas de fuego es el suficiente, y si éstos pueden
mantener un régimen de tiro de gran velocidad. Pero cuanto
menor es la carga, menor es el calentamiento de la pieza, ma-
yor puede ser su velocidad de tiro y mantenerla por más
tiempo, sin llegar al terrible punto del rojo sombrío de los
tubos. De aquí que para la ejecución del tiro rápido, impres-
cindible para toda neutralización hasta lograrla, sea más fa-
vorable el empleo del obús con cargas reducidas que el del
cañón a plena carga.
Por aquella misma razón, el obús es más económico que
el cañón. Rinde más y gasta menos en pólvora y desgaste de
la pieza, con notable reducción y simplificación en los servi-
cios de reemplazo y reparaciones. Derivada de esa misma ra-
zón, se aprecia también la de ser factible el empleo en el obús
de proyectiles de poca afinada construcción, de material in-
ferior, que no podrían soportar las grandes presiones inter-
nas del cañón. La magnitud de esta ventaja adquiere su ma-
yor relieve en el caso de una movilización industrial.
A igualdad de peso en el carruaje-pieza, puede llegarse a
mayor calibre en el obús, y a mayor potencia, por lo tanto,
de destrucción, y aunque esto habrá de complicar el volumen
del servicio de municionamiento, podrá considerarse com-
pensado en el caso de avance o progresión, por la ventaja de
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no hacerse preciso supeditarla al más lento y embarazoso de


la artillería gruesa. El inconveniente de mayor entidad en
este crecimiento de calibre podría surgir del aumento de
peso total de la carga, haciendo para los sirvientes más pe-
noso su servicio que desde luego lo haría el que aquélla hu-
biera de subdividirse en sus dos principales elementos, pól-
vora y proyectil, perdiendo la sencillez de maniobra, así como
la de elementos del cierre proporcionados por el cartucho
metálico. Esto implicaría disminución en la velocidad de fue-
go, y aunque bien es cierto que entre ciertos límites y con-
tra determinados blancos, cuanto mayor sea el calibre menor
número de proyectiles y menor tiempo requiere la consecu-
ción del propósito, no puede prescindirse del carácter neu-
tralizante de la artillería de que se trata, para el que en de-
terminadas ocasiones la velocidad de fuego es esencial ele-
mento del éxito perseguido.
Por estas razones parece ser excesivo el calibre de 12 cm.,
preconizado por muy autorizadas opiniones, e inconveniente
pasar del de lO cm., o poniéndonos a tono con la fabricación
corriente del de 10,5 cm. con proyectil cuyo peso no exceda
de II a 12 kg.
El cañón ligero llegará a ganar algún terreno del perdido
ante las muchas ventajas del obús, acondicionando su montaje
como ya se viene procurando, para el tiro contra aeronaves
en forma de llegar a los grandes ángulos de elevación necesa
rios, siendo también ventajoso el dotarles de cargas reducl
das, reforma ésta aplicable, desde luego, al material existente
Y como todavía se le sigue encontrando muy útiles em
pieos sobre el campo de batalla; como no puede prescindirse
de su extremada movilidad táctica ni de su rapidez de fuego;
como algunas de sus características permiten que una misma
batería atienda a distintos cometidos, esa pieza sigue figu-
rando en todas las artillerías divisionarias, y la necesidad por
ello debe continuar utilizando el copioso material en servicio,
ha dado cuerpo a otra reforma, el aumento de alcance, conse-
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guido ya por los artilleros franceses para su cañón de 75 mm.,


y que en breve ha de ser también un hecho para el nuestro
de igual calibre, según indicamos al principio de este escrito.
El aumento de alcance sobre los 6.000 metros, antes te-
nido como suficiente, es de una necesidad que hace inútil
toda discusión; pero en ese aumento de alcance precisa dis-
tinguir su procedencia, es decir, si nació con las condiciones
balísticas de la pieza proyectada o si fué lograda forzando las
que al construirse cupo atribuirle. En este segundo caso la
reforma pierde importancia, sin dejar de ser ventajosa, por
supuesto, ya que estando limitada por ahora la mayor garan-
tía del tiro a situar el centro de impactos a + dos zonas del
que lo sea del blanco, el crecimiento de la cuantía de esas
zonas puede hacer de nulo o escaso rendimiento el tiro mejor
dirigido.
Resumiendo las razones expuestas, el conjunto de nece-
sidades a que ha de satisfacer la artillería ligera, podría, a
nuestro juicio, condensarse por ahora en el siguiente cuadro
de características táctico técnicas principales:

^, ., , . l Un tercio de cañones.
Clase y proporción de piezas.. • . i „ . . . ,
•> '^ ^ •^ ( Dos tercios de obuses.
1 t añones hasta 8 cm.
( Übuses hasta 10,5 cm.
, . 1 Igual o superior a 9.000 m. para
Alcance máximo <
( ambas piezas.
Un solo carruaje pieza.
Peso máximo de este carruaje, 1
cañón u obús, y del carruaje s Inferior a 2.000 kg.
carro., \

Peso máximo de la pieza en ba- i , . . ,


¡ Inferior a I.eco kg.
tería. ) ^ ^
„ , . , , ., i Cañón, hasta 8 kg.
Peso máximo del proyectil. . . . 1 ^ . ,
^ ^ I Obús, » 12 »
Clase de proyectiles: g. r., g. m., y g. g.; eventualmente, g. f.
Tracción: hipomóvil; 300 kg. por caballo en peso total de arrastre.
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Es de observar que ambas piezas aparecen en el cuadro


anterior con los posibles datos comunes. Esto obedece a la
necesidad de responder al mismo empleo táctico, pues que
ambos han de figurar en la división con igual carácter.
Pasando ahora al examen de las otras agrupaciones arti-
lleras, pertinentes al propósito de este escrito, desde luego
se echa de ver al señalarles cometidos, que éstos guardan ín-
tima relación con la constitución orgánica de las demás gran-
des unidades.
Sobre este punto de constitución de las grandes unidades
parece somos en gran número los que abogamos por la con-
servación del cuerpo de ejército. Si no tomáramos ya ejem-
plo en los hechos y lecciones de la pasada gran guerra, aún
conservaría nuestra opinión el significado y los fines de esa
gran unidad, merced a los cuales existe y se sostiene en la
mayoría de las naciones extranjeras, que pueden y deben ser
tomados como norma en cuestiones de organización.
Representa, en efecto, el cuerpo de ejército un órgano de
acción, capaz por sí solo de entablar, sostener y llevar a re-
sultados la batalla. Por tal causa se le designa bajo el nombre
genérico de unidad de batalla. Pudiera suponerse que, pues
el cuerpo de ejército viene constituido por dos, tres, o cuatro
divisiones, la agrupación momentánea o circunstancial de
igual número de éstas produciría los mismos resultados.
Creemos, sin embargo, que esto no es así.
El cuerpo de ejército no representa sólo, con ser ya mu-
cho, la coordinación en el combate de ese número de divi •
siones, logrado en los términos favorables que proporcionan
al mando el conocimiento de la fuerza que debe manejar por
la convivencia con ellas. Representa además una agrupación
de servicios y elementos independientes de las divisiones,
pero que aseguran a éstas nuevos medios de subsistencia, re-
fuerzos en los suyos de combate y mayor capacidad, en ge-
neral, de estacionamiento y maniobra. Para ello se le dota, con
independencia de las fuerzas divisionarias, de tropa de diver-
SEBIE VI.—TOMO X X I V 2
í8 MEMORIAL IJE ARTILLERÍA

sas armas, de parques y de elementos de transporte. De ar-


tillería no se le asigna menos de un regimiento de piezas po-^
tentes, cuyas condiciones las harían impropias de entrar or-
gánicamente en las divisiones; se intensifican los servicios de
Ingenieros y Aeronáutica; se le adiciona uno o dos regimien-
tos de Caballería; se le agrupan también unidades de carros;
se constituyen servicios o unidades propias, completas, de
transmisión y observación; se aumentan los servicios de In-
tendencia, y se le dota, en fin, de columnas o elementos de'
transporte, así como de parques independientes de los divi-
sionarios.
Por esto, la agrupación de varias divisiones independien-
te¿ del tipo general conocido nunca alcanzará la vitalidad, la
aptitud de combate y subsistencia representada por el cuer-
po de ejército orgánicamente constituido.
En cambio, por la agrupación de varios cuerpos se llega
a la unidad estratégica o ejército, al cual, orgánicamente, sólo
pertenecen elementos de dirección sólidamente constituidos
y de ejecución muy amplios, aunque eventualmente, para
fines determinados, pueda adicionársele, y se le adicione a
veces, parte o toda la reserva general de artillería, de carros,
de aeronáutica y aun otras unidades de tropa combatiente y
de tropa de servicios.
Se podría, claro es, reforzar las divisiones para suplir al-
cuerpo de ejército, aunque no en el sentido comúnmente
apreciado de aumentar las dotaciones en hombres y ganado
de sus unidades; habrían de aumentarse unidades completas
y servicios no atribuibles a la división, en los términos antes
indicados, para constituir al cabo tan robustas unidades, que
como verdaderos cuerpos de ejército habrían de considerarse.
Las divisiones búlgaras que actuaron en la guerra, con sus'
30.000 hombres y sus numerosos elementos de combate en
las tres armas, más sus copiosos servicios de municionamien-
to, transportes, reparaciones, etc., todo orgánicamente cons-
tituido, no fueron en realidad más que cuerpos de ejército,
ORGANIZACIÓN Y DOTACIONES DE ARTILLERÍA IQ.

nombrados de aquel modo por razones de jerarquía de man^'


do, o quizá por no alterar la organización sostenida y preco-
nizada en tiempo de paz.
A este propósito de los cuerpos de ejército, sostenemos
también los partidarios de su conservación, que no es esa^
una unidad de lujo de la que por modestia de recursos quepa;
prescindir; la modestia podrá reflejarse en el número de uni-
dades, pero no en su clase, si es ésta reconocidamente nece-
saria.
Mas existan o no los cuerpos de ejército, es hecho indu-
dable que la clase de artillería a ellos correspondiente ha de
existir, llamándose como se quiera, artillería pesada, de />osi-[
ción o potente de campaña.
Del escalón ligero no podría pasarse al de las piezas de
movibles, pero no móviles, sin una peligrosa solución de con-
tinuidad extremadamente grave en la guerra de maniobra, al
romper el debido escalonamiento y articulación de necesida-
des y calibres.
La artillería divisionaria, en efecto, si ha de ser ligera, ni
por su potencia ni por su constante cometido de apoyo de
otras tropas, puede estar capacitada para su defensa propia.
Necesita del concurso de otras baterías que la protejan, y, en
general, contrarresten la acción de las contrarias de primera
y aun de segunda línea sobre ella, y más principalmente aún
sobre la infantería propia, originándose de aquí un especial
y característico cometido, que se denomina, como es sabido,
de contrabatería. La importancia de este cometido, al alcance
de todos, no necesita comentario; él sólo justificaría la exis-
tencia, en grado potente y numeroso, de piezas dedicadas a
este servicio.
Y si por la seducción que inevitablemente ha de ejercer
en el ánimo la adopción de pieza tan práctica, como puede
ser un obús de lO a II cm., se creyese que ésta misma pu-
diera en muchos casos actuar de contrabatería (por su alcan-
ce y peso de proyectil sí podría hacerlo no pocas veces), se
20 MEMORIAL ÜE ARTILLERÍA

habría de recordar entonces que en la dicha acción de con-


trabatería, si el factor balíst*':o, principalmente representado
por el alcance, potencia y precisión, es de importancia capi-
tal, también lo es el que se deriva de los medios con que se
Cuente de observación e información propia; medios que por
Su amplitud y complejidad se encontrarán de ordinario fuera
del radio de acción de la organización divisionaria.
No es esto todo. El armamento de esa artillería divisio-
naria no puede dar de sí, ni en alcance ni en efecto destruc-
tor, más de aquello para lo que está calculado, y, sin embar-
go, precisa penetrar hasta las líneas de retaguardia enemigas
para buscar allí las baterías más alejadas, con acción eficaz
sobre las tropas propias; penetrar a través de las dos o tres
primeras posiciones de resistencia para demoler los fuertes
abrigos de descanso de las tropas de sector y de reserva, y
extendiendo la destrucción o la amenaza de ella a las obras,
organizaciones y atrincheramientos en general de las líneas
motivo del ataque; completar la acción neutralizante ejercida
durante su crítico desarrollo por aquella artillería.
En estos dos cometidos principales, contrabatería y des-
trucción, con su complemento indicado de apoyar a su vez el
que presta en sus empeños la artillería divisionaria, se en-
cuentra la mejor razón de existencia de esta clase de artille-
ría. Por eso, de tales cometidos, precisa deducir sus principa-
les condiciones tácticas y técnicas.
La de movilidad o facilidad de maniobra ha de requerir-
se en grado de menor exigencia que para la artillería divisio-
naria. Ni por los objetivos primarios indicados, ni por su ex-
tenso radio de acción, cabe suponerla obligada a los cambios
de posición que pueden ser frecuentes en aquélla; los mayo-
res recorridos habrá de efectuarlos por caminos trazados de
posible tránsito, y cuando haya de hacerlos a campo traviesa,
lo será precedida de muy estudiados reconocimientos de iti-
jierarios y posiciones.
' Para obtener ese grado de movilidad, no hay inconve-
ORGANIZACIÓN Y DOTACIONES DE ARTILLERÍA 21

niente ahora en la duplicidad de carruajes por pieza, ya que


el cuerpo de ejército, de menor rigidez que la división, ofre­
ce mayores facilidades para la articulación de sus elementos
y para independizarlos según sus aptitudes de maniobra.
Por razón, pues, de la dicha movilidad, cabe acumular en
la artillería de cuerpo piezas semipesadas y pesadas, de uno
o de dos carruajes por pieza, y hasta con tracciones distintas
si conviniera, hipomóvíl, por ejemplo, para las primeras, y
mecánicas para las segundas, bajo la única precaución, aten-
• diendo a facilitar el servicio, de no mezclar ambas tracciones
en una misma unidad orgánica. Así quedaría suprimida la
agrupación correspondiente a las piezas pesadas, y, dentro
de la única formada de cuerpo de ejercito, se podría encon­
trar en las piezas semipesadas elementos de refuerzo de la
artillería ligera, aptos para ser incorporados temporalmente
a las divisiones.
La aparición del tractor Pavesi viene a facilitar esta unión
de los dos tipos semipesados y pesados. Desde luego unifica
BU tracción, haciendo ya factible el agruparlos en una mis­
ma unidad orgánica; permite aumento de peso de arrastre y,
por tanto, de potencia, sin pérdida alguna de movilidad; no
priva al semipesado de la condición que ha de serle exigible
la de que pueda ser agregado temporalmente a las divisio­
nes, como refuerzo de su artillería ligera, porque dicho esti­
mable tractor, en su tipo al menos de 25 HP., soporta sin
inconveniente un régimen de marcha no superior al de la
tracción hipomóvil y casi igual al de la infantería.
Próximos a darse al servicio tractores de ese modelo, de
mayor fuerza que la indicada, parecen alejarse los límites má­
ximos de pesos de arrastre, sin pérdida de movilidad y, por
consiguiente, los de potencia atribuíble a las piezas. Este cre­
cimiento, sin embargo, no es necesario ni siquiera conve-
veniente.
No es necesario, porque los efectos que se piden a la ar­
tillería de cuerpo, así los de contrabatería como los de des-
'22 MEMORIAL DE ARTILLERÍA '

ttrucción, pueden obtenerse sin rebasar los calibres medios


modernos, muy suficientes al propósito con sus ya elevados
pesos de proyectil, que hacen de grandes estragos su acción
destructora o neutralizante, sus fortísimas cargas explosivas,
y las de diversas clases de gases tóxicos. No es tampoco con-
'Veniente, porque el aumento inconsiderado de potencia, lle-
varía consigo formidables dificultades de municionamiento y
reparaciones, rebasando bien pronto los medios puestos a
•disposición de la gran unidad de que se trata.
Lo expuesto, sin necesidad de otras consideraciones, pa-
rece ya suficiente a fijar pesos de arrastre de las dos clases
de piezas que pueden figurar en la artillería de cuerpo.
.Las semipesadas, cómo prolongación que han de ser, en
grado más potente de las ligeras, ante la posibilidad de ser
agregadas temporalmente a las divisiones, conviene estén
constituidas por un sólo carruaje-pieza, bajo peso total de
íarrastre factible á la tracción hipomóvil, sea por emplearse
ésta desde luego como ocurre en algunas naciones extranje-
ras, sea porque las vicisitudes de una guerra obligue a recu-
rrir a ella, ante insuficiencias de la industria nacional. Esto
'Señala como límite ventajoso el de 2.500 kg. que puede ser
extendido hasta los 3.000 ó 3.200 kg. con tiros de ocho ca
ballos, a razón de 400 kg. por caballo. En cuanto a las piezas
pesadas, no hay ya inconveniente en llegar hasta los 4.OOO ó
5.000 kg. con ancho de llantas y diámetro conveniente de
las ruedas. Tampoco lo hay en dividir su transporte forman-
do carruaje cañón y carruaje-cureña. Se ha propuesto para
disminuir el volumen de carruajes así representado, limitar a
dos el número de piezas por baterías; pero esta redución de
lo normal ofrece más inconvenientes que ventajas, y parece
innecesaria dado que, según antes se dijo, lo que podría cons-
tituir embarazo en la división, no lo será en el cuerpo de
ejército o agrupación que haga sus veces.
Las características expuestas permiten, por otra parte, lle-
gar a los alcances exigibles a esta artillería. Apoyándose para
ORGANIZACIÓN y DOTACIONES D E . ARTILLERÍA -23

.-deducirlo en análogo principio al que sirvió para determinar


¿ el de las piezas ligeras o divisionarias, se llega a los de I2.CXX)
.-pietros, con margen suficiente para colocar esta artillería a
f más de 3.000 ni. de la primera línea propia, y alcanzar aún
a batir toda la profundidad de la posición principal de defen-
sa enemiga. Y dentro del máximo peso tolerable antes indi-
ícadoj.se encuentran esos alcances o muy poco menores.
Respecto a clases de pieza, es de observar ahora perdida
atenuada la preponderancia del obús señalada para las ligeras.
-Los grandes alcances, en efecto, dan aptitud al cañón para
.obtener ángulos de caída favorables, sin sacrificio forzado de
precisión y energía.
Por esto la igualdad de proporción entre ambas clases de
.piezas, representaría conveniente solución, con todas la dis-
ponibilidades necesarias de precisión, energía, alcance y efec-
t o demoledor contra blancos verticales y horizontales, es-
trechos o profundos éstos, grandes o reducidos aquéllos.
Contribuye también a definir características de esta arti-
fJlería el que no sea ya factor esencial la velocidad de fuego
^que supone el tiro llamado rápido. Ni ha de tener objetivos
que lo precisen, ni el mayor efecto de sus proyectiles lo re-
quiere, ni podrían fácilmente solventarse las dificultades de
de municionamiento. Es cierto que ha de requerirse su cola-
boración en uno de los tiros de mayor rapidez, cual pudiera
ser el de barrera, así como en los de neutralización y de in-
fección bajo acción inmediata, que también representan para
la artillería ligera aumentos en su velocidad de fuego normal
o de r a i m e n . Pero en el primer caso sólo ha de actuar como
refuerzo, en determinados puntos de la línea creada y defini-
da por el tiro de las piezas ligeras; y en el segundo, el mayor
radio de acción de sus proyectiles, con el aumento consi.
guíente en su capacidad tóxica, no requerirán velocidad de
fuego superior a la de un tiro medianamente acelerado.
i. Podrá precisar además esa clase de tiro en algunos otros
casos, por ejemplo, en los comienzos de un tiro de contraba-
24 MEMORIAL DE ARTILLERÍA

tería; mas, en general, no se pasará de una velocidad pondera-


da, que concierte la continuidad del fuego, sostenida largo
tiempo con el esfuerzo exigible al personal en el penoso ser-
vicio, por completo manual, de estas piezas. Por esto, en las
dotaciones fijadas para un día de fuego en artillerías extranje-
ras , mientras que al cañón ligero se le asignan 300 disparos,
éstos son 150 para las piezas semipesadas y no más de lOO
para las pesadas.
Una última condición precisa tener en cuenta al fijar ca-
racterísticas de esta artillería, y es el peso del proyectil. Por
lo penoso de su servicio, por razón de dificultades en el mu-
nicionamiento, y aun por la misma posibilidad de llegar cuan-
do precise al tiro acelerado, hay un límite en ese peso gene-
ralmente fijado en 40 ó 45 kg. De él puede descenderse
ante el consejo de otras razones o conveniencias, mas no au-
mentarlo y menos con exceso, sin crear atendibles dificul-
tades.
Por todo lo expuesto, podría ya formarse un cuadro en loa
términos más reducidos posible, de características principales
de esta clase de artillería, según a continuación se expresa:

I . ° — A R T I L L E R Í A SEMIPESADA

Clases de piezas: obuses.


Carácter: de cuerpo de ejército, pero pudiendo ser afec-
tada a las divisiones como refuerzo de su artillería ligera.
Calibre: 15,5 cm.
Alcance: l2.CX)Om. o más.
Peso del proyectil: de 40 a 45 kg.
Un sólo carruaje-pieza, con carruaje-carro semejante al d e
las piezas ligeras.
Peso del carruaje más pesado: de 2.500 a 3.200 kg.
Velocidad de fuego práctica o de régimen: de 6 a 8 dis-
paros por batería y minuto.
ORGANIZACIÓN Y DOTACIONES DE ARTILLERÍA 25-

Tracción: con la hipomóvil a razón de 400 kg. por caba.


lio como peso total de arrastre; con la automóvil, tractorea
Pavesi de 25 HP.
Clase de proyectiles: todos excepto la g. f.
Peso del balín de la g. m.: superior a 15 gr.

2,"—ARTILLERÍA PESADA

Clase de piezas: cañones (^igual número que obuses).


Carácter: de cuerpo de ejército.
Calibre: 15,5 cm.
Alcance: IS.CXK) m. o más.
Peso del proyectil: de 40 a 45 kg.
Doble carruaje pieza.
Peso máximo del carruaje: de 4.000 a 5-000 kg.
Velocidad de fuego práctico o de régimen: de 6 a 8 dis-
paros por batería y minuto.
Tracción mecánica: tractores Pavesi de 25 y de 50 HP.,.
cuando este tipo sea puesto en servicio.
Clase de proyectiles: todos, excepto la g. f.
El cuadro anterior, limitado a la artillería de cuerpo y a la»
piezas de que vamos a disponer, no se ajusta por completo a
muchas de las opiniones que vienen sustentándose; falta en él^
como artillería semipesada, un cañón de tal clase, el de
10,5 cm., por ejemplo, que reúne excelentes condiciones; y en-
el grupo pesado, un obús más potente que el de 15,5 cm.,.
que pudiera ser el de 20 a 22 cm. Incluso podría adicionár-
sele un mortero, para vencer los grandes blindajes horizonta-
les, ya que el tipo Schneider de 22 cm., con sus lOO kg. d e
peso de proyectil, su alcance de más de 11.000 m., y sus pe-
sos de arrastre próximos a los 5-OOOkg. para cada uno de sua
dos carruajes, de mortero y de cureña, permiten seguir con-
siderándolo como pieza movible.
Y para expresar ya el cuadro completo de agrupaciones
26 MEMORIAL Db ARTILLERÍA

artilleras, sin pretender en forma alguna los grados de encum-


jbramiento alcanzados en la pasada guerra, podría señalarse
una cuarta agrupación, comprendiendo piezas Movidles que no
necesitasen el auxilio de la vía férrea, para formar una verda-
dera artillería de posición, y potente reserva del mando supe-
rior del ejército, al cual debería afectarse. Esa agrupación que-
daría bastante bien servida: con un cañón de 22 cm. (el tipo
Schneider moderno, por ejemplo), un obús de 28 cm. (tipo
Krupp), un mortero de 30,5 cm. (tipo Skoda), y como artille-
ría de trinchera, los morteros de 150 y 240 mm.
En resumen, el cuadro completo sería el siguiente:

1.°—ARTILLERÍA SEMIPESADA

Clase de piezas: obuses y cañones en igual número.


Carácter: de cuerpo de ejército afectable a las divisiones.
a) Cañones.
Calibre: 10,5 cm.
Alcance: I2.CXX) m. o más.
Peso del proyectil: 16 a 18 kg.
Velocidad de fuego práctica o de régimen: 6 a 8 disparos
por batería al minuto.
Un solo carruaje-pieza.
Peso del carruaje más pesado: próximo a los 2.500 kg.
Carruaje-carro semejante al de las piezas ligeras.
b) Obuses.
El tipo antes señalado.

2.°—ARTILLERÍA PESADA

Clase de piezas: cañones, obuses y morteros, en la propor-


ción de un medio de cañones, un tercio de obuses y un sexto
d e morteros.
ORGANIZACIÓN Y DOTACIONES DF, ARTILLERÍA 2/

Carácter: artillería.de cuerpo,


a) Cañones.
El señadado antes con el calibre de 15,5 cm. '
b) Obuses. .
•Calibre: 20 a 22 cm.
Alcance: superior a los 12.OCX) m.
.Peso del proyectil: lOO o más kg.
Doble carruaje por pieza.
Peso del carruaje más pesado: próximo a los 5.OOO kg.
c) Morteros. . . -
Calibre: 22 cm.
Alcance: superior a los 12.000 metros.
Peso del proyectil: loo o más kg.
Doble carruaje por pieza.
Peso del carruaje más pesado: próximo a los 5-000 kg.

3 . ° — A R T I L L E R Í A DE POSICIÓN

Clase de piezas: cañones, obuses y morteros, con igual


dotación de cañones que el total de obuses y morteros, y do-
ble número de obuses que de morteros.
Carácter: de reserva o de ejercito,
a) Cañones.
Calibre: 22 cm.
Alcance: superior a 15.OOO m.
Peso del proyectil: lOO o más kg.
Doble carruaje por pieza.
Peso del carruaje más pesado (carruaje cañón): unos
15.500 kg.
b) Obuses.
Calibre: 28 cm.
Alcance: superior a 12.000 m.
Peso del proyectil: próximo o superior a los 350 kg.
Doble carruaje por pieza.
28 MEMORIAL DE ARTILLERÍA

Peso del carruaje más pesado: de 9.OOO a 10.000 kg.


c) Morteros.
Calibre: 30,5 cm.
Alcance: hasta 13.000 m.
Peso del proyectil: superior a los 3 50 kg.
Triple carruaje por pieza.
Peso del carruaje más pesado: de il.ooo a 12.000 kg>

4.°—ARTILLERÍA POTENTE DE TRINCHERA

Clase de piezas: morteros de 15 y 24 cm.


Carácter: de reserva o de ejército, pudiendo ser agregados
a las divisiones el calibre de 15 cm.
a) Mortero de 75 cm.
Peso del mortero: de 25 a 35 kg.
Peso del explosivo: de lo a 12 kg.
Alcance mínimo: lOO m.
Alcance máximo: I.300.
b) Mortero de 24 cm.
Peso del mortero: de 80 a 90 kg.
Peso del explosivo: 40 a 50 kg.
Alcance mínimo: de 500 a 600 m.
Alcance máximo: de 2.000 a 2.500 m.
Elstos cuadros, no obstante su representación modesta del
material moderno utilizado en la pasada guerra, requieren, sin
embargo, algún análisis bajo el doble aspecto económico y
utilitario.
Bajo el aspecto económico, el análisis ha de hacerse en el
supuesto de no seguir limitándonos a contar con una exigua
o insuficiente representación de cada clase de pieza, sino a
poseerlas todas en la proporción o medida necesaria.
Con sólo la enunciación de esta hipótesis, el versado en los
actuales costos del material moderno, en el de sus municiones
y en la vida o duración probable de las piezas, habrá deducido
ORGANIZACIÓN Y DOTACIONES DE ARTILLERÍA 29

inmediatamente la imposibilidad, no ya económica, sino in-


dustrial también, que, aun para naciones bastante más podero-
sas que la nuestra, representaría la completa posesión, y sos-
tenimiento luego, de todos los calibres y clases enumerados.
Para el que desconozca aquellos datos, bastará, para for-
marle un juicio aproximado, los siguientes, referidos a los
precios actuales:
El costo de un cañón ligero tipo divisionario, completa-
mente equipado, no puede estimarse menos de 25-00O a
30.000 pesetas, y de unas lOO.OOO pesetas el obús de 10,5
centímetros de igual clase. El disparo completo (granada rom-
pedora) de éste no baja de 125 pesetas. Se les considera ne-
•cesarios 300 y 200 disparos, respectivamente, por día de fue-
go, y la vida de esas piezas se calcula no podrá pasar de los
8.000 a 9.000 disparos.
Un obús de 15,5 cm., en las condiciones dichas para el
ligero, cuesta por encima de 80.000 pesetas; su disparo, 250
pesetas; tiene de dotación, por día de fuego, 150 disparos, y
su vida no suele exceder de unos 6.500 disparos.
Nuestro cañón de 15 cm. cuesta sólo de 60.000 a 65.000
pesetas, precio ínfimo, que pone de relieve el acierto indus-
trial de nuestras fábricas; pero su vida es corta, unos 2 500
<iisparos.
A partir de este calibre, los precios acentúan su progre-
sión ascendente, con notable aumento del de sus cargas, y
también notable acortamiento de la vida o duración. Así, el
cañón de 22 cm. tiene de precio 500.OOO pesetas, cuando me-
nos, con 25.000 pesetas de importe de su carga, y una dota-
•ción por vía de fuego de 60 a 80 disparos, sin que pueda
suponérsele mayor vida de 900 a I.OOO disparos. Este acorta-
miento de la vida llega a tales términos, que ya en el calibre
d e 30,5 cm., los 200 disparos señalan un límite generalmente
no superable en el cañón.
Dedúzcase, en consecuencia, con sólo este corto número
<le datos, cuál no sería el costo total de un sistema completo
30 MEMORIAL DE ARTILLERÍA

de artillería, dolada cuando menos con ocho a diez días com-'


pletos de fuego, a lo que aún habrían de agregarse los cuan-
tiosos gastos en elementos de tracción, de municionamiento
y generales del servicio.
Y todavía, continuando este ligero apuntamiento de lo
que representaría la adquisición del sistema completo de ar-
tillería, en su aspecto económico, se habrá de recordar que
tras de esa adquisición vendría una segunda parte, no menos
importante y atendible, cual sería la reposición constante de.
ese material y sus correspondientes municiones, reposición
que había de tener procedencia nacional, militar o civil; pues
si en tiempo de paz resulta oneroso el tributo a lo extranjero,
ni siquiera cabría contar con él en el de guerra.
Ante la magnitud harto elocuente de las cantidades esbo-
zadas, no puede menos de preguntarse sobre su verdadera-
utilidad, segundo aspecto de los antes apuntados.
Para responder a esta pregunta, conviene, ante todo, ob-
servar si esos cuadros patrocinados por los partícipes en la.
pasada guerra, no mantendrán aún determinada sugestión,.;
como en otro lugar se ha indicado, por matices, sucesos o cir-
cunstancias de no probable reproducción en las contiendas-
del porvenir. Así parece indicarlo el prolijo escalonamientío •
de clases y calibres, remedio, aunque lejano, del sistema tan-
ilógico como innecesario de ir doblando los pesos del pro-
yectil, adaptándole los calibres correspondientes, a partir de¡
un peso mínimo hasta un máximo razonable.
Así puede verse que la introducción del cañón semipesa--
do de IO,5 cm. no parece satisfacer a una verdadera necesi-
dad. Con las otras piezas, claEÍficadas como divisionarias, y el>
obús y cañón de 15,5 cm., como artillería de cuerpo, puedeiv;
quedar cubiertos cuantos cometidos hubiesen de asignarse al;
citado cañón de 10,5. Si obedece, en efecto, la adopción d&-
éste a no estimarse suficiente la movilidad táctica del cañón
de 15,5 cm., especialmente por la circunstancia de exigir do-
ble carruaje, esa movilidad la encontramos plenamente garan-^
ORGANIZACIÓN Y JJOTACIONES DE ARTILLERÍA 3Í

tidá en el obús de I5i5 cm.,'de igual alcance y mucha más'


potencia que el cañón de IO,5 cm. Si la causa fuese el dispo-
ner de una pieza más potente que el cañón ligero, y cuyo
consumo pudiera aumentarse sin arrostrar consigo demasia-
das dificultades de municionamiento, el mismo obús ligero de
lO,5 cm. satisfaría sobradamente esas condiciones. Si, por úl-
timo, radica en la naturaleza de los blancos a batir la razón
que se persigue, no habría para qué pensar en el cañón de
10,5 cm. al disponerse del de 15,5 cm., que daría óptimos re-
sultados en menor tiempo y con menos gasto, sobre tener
mayor número de aplicaciones que aquél. Bastarán algunos
ejemplos para aclarar este último concepto.
El 15,5 cm. tiene empleo en la destrucción de baterías no
protegidas o que lo estén poco o en grado medio; el 10,5
centímetros sólo en las de la primera clase. Asimismo, para la
destrucción de trincheras y nidos de ametralladoras, el 15,5
centímetros tiene más segura y mejor aplicación que el 10,5
centímetros, e igualmente la tiene para la destrucción de vías
férreas, a lo que no llega el 10,5 cm.
El 15,5 cm., por su alcance, casi un tercio mayor que el
de 10,5 cm., ofrece mayores posibilidades de realizar los efi-
cacísimos tiros de enfilada.
Contra las redes de alambre se proscribe el empleo def
cañón de 10,5 cm., mientras que se recomienda el del I5>5'
centímetros para abrir brechas, en las alejadas más allá del al-*
canee eficaz del cañón ligero y de los morteros de trinchera.
Contra tropas al descubierto, y para una eficacia dada, p o r
disparos equivalentes, por tiempo invertido en lograrla y por
facilidad en el transporte de municiones, el cañón de 15,5
centímetros tiene supremacía sobre el de IO,5 cm.
En la destrucción de obras en general, cuya naturaleza y
distancia haga factible la intervención de las dos piezas com-'
paradas, por el número de proyectiles necesarios, por razón
del municionamiento y por el tiempo invertido también, ef
saldo es favorable al calibre de 15,5 cm. Por último, en accióir
32 MEMORIAL DE ARTILLERÍA

de contrabatería, el rendimiento del 15,5 cm. supera en mu-


cho al de IO,5 cm.
Tampoco deben estimarse como de absoluta necesidad
el obús de 28 cm. y el mortero de 30,5 cm. Nos fundamos,
para asegurarlo, en las condiciones presumibles de nuestra in-
tervención en una guerra.
Esas piezas entran ya en la categoría de los grandes cali-
bres para la destrucción de sólidas obras de fortificación per.
manente. Su empleo supone, pues, el ataque a plazas o puntos
bajo dicho concepto, de muy sólida permanencia fortificados,
disponiendo de bóvedas protectoras de fuerte espesor y de
baterías acorazadas; pero nosotros, por ahora, sin colabora-
ción alguna, limitados a la defensa de nuestro territorio, no
habríamos de encontrarnos ante caso de esa naturaleza, bas-
tándonos para todos los demás que pudieran presentársenos,
incluso para avalorar y hacer sentir las ventajas de nuestra
alianza, disponer de una agrupación de piezas potentes de po-
sición, cuya relativa facilidad de transporte compensara su
número, que así podría ser más reducido.
Esta agrupación, con la vista puesta siempre en lo más
económico e indispensable, podría constituirse con un solo
calibre, el de 22 cm. para cañón, obús y mortero, bajo las ca-
racterísticas que los anteriores cuadros les fueron asignados;
pero antes de contar con esas piezas habrían de adquirirse los
morteros de trinchera.
Atacar a un enemigo instalado de antemano bajo actitud
defensiva, es caso que podría presentársenos obligado, aun
dentro de las vicisitudes de una franca guerra de maniobra.
Pues bien; de las piezas-sancionadas por la práctica de la pa-
sada, han de señalarse los morteros de trinchera, óptimos
para destrucciones de alambradas y n'^utralización dentro de
su alcance, que precisamente comprende una parte de zona
enemiga, la más dura y penosa de atravesar para las tropas de
ataque. No ha sido grande hasta ahora la movilidad de esos
morteros; pero, así y todo, han desempeñado bastante airoso
ORGANIZACIÓN Y DOTACIONES DE ARTILLERÍA 33

papel, aplastando resistencias de las primeras líneas, abriendo


la primera puerta de la barrera opuesta por el adversario, y
dejando libertad a las demás baterías para batir simultánea-
mente líneas de defensa más alejadas, y conseguir la neutrali-
zación completa, cumbre de la acción más eñcaz exigible a la
artillería.
El hecho de que en la pasada guerra los alemames, que le
comenzaron con 8o morteros, entre medios y pesados, tuvie-
ran ya a mediados de 1917 3.IOO de esas piezas, sin contar
las ligeras, número que todavía aumentó sin cesar hasta el
término de aquélla, es harto significativo del servicio que
prestaron; como lo es también que el ejército norteamerica-
no, cuya organización fué dictada por las experiencias de la
guerra, asignase dos baterías de 12 morteros medios cada una,
por división, y cuatro baterías de 6 morteros pesados por
cuerpo de ejército. Y aunque no puede desconocerse que la
naturaleza de las operaciones en las zonas francesas y belgas
de aquella guerra exigieron, más que nunca, en su período
medio, copioso empleo de dichas piezas, los testimonios pos-
teriores de autoridades en la materia han seguido afirmando
y recomendando su importancia.
En cambio los grandes calibres, llevados inconsiderada-
mente a los campos de batalla, a costa de todos los sacrifi-
cios, no lograron salvar del más rotundo fracaso al sistema de
preparación basado en las destrucciones materiales, y antes
constituyeron remora y pesadumbre para los ejércitos, que
elemento eficaz de la victoria. Se ha dicho: A la artillería de
gran potencia ha de preceder una red de carreteras y vias fé-
rreas, frase harto significativa para nosotros, que nos obliga a
caminar sobre seguro en la adquisición de esos grandes cali-
bres de artillería campal.
Numerosos ejemplos podrían citarse tomados de sucesos
de la pasada guerra, poniendo de manifiesto fracaso tras fra-
caso del sistema de destrucciones materiales, verdadero mo-
tivo de actuación de dicha artillería; mas no existiendo razo-
SERIE VI.—TOMO XXIV j
34 MEMORIAL DE ARTILLERÍA

nes absolutas para negar su favorable utilización en otros co- ^


metidos, por eso proponemos algunas piezas de esa clase,
desligadas por su movilidad en lo posible de aquella para nos-
otros durísima condición de carreteras y vías férreas.
En último extremo, cualquiera que pueda ser la verdad de
los argumentos anteriores, ha de observarse que cuantas pie-
zas se han preconizado vienen sancionadas por las enseñanzas
de la guerra, y, por lo tanto, que mientras nos hacemos con
las necesarias, tiempo nos ha de sobrar para decidir sobre ad-
quisiciones de las piezas excluidas o de otras similares.
Queda ahora por dilucidar una parte no menos importan-
te que la elección de clases y calibres, cual es la de cantidad
en que debemos poseerlos. Y esto es lo que nos proponemos
tratar a continuación, sobre la base ya antes indicada, de no
limitarnos a disponer de una insuficiente representación de las
diversas agrupaciones señaladas, sino a ir poseyéndolas todas
en la medida necesaria, mejor simultáneamente, si esto fuese
posible; sucesivamente, en orden de mayor a menor impor-
tancia, comenzando por la artillería divisionaria, para seguir
con las demás clases, en otro caso.

La dotación más conveniente de artillería de un ejército


no es asunto formulario que pueda resolverse bajo normas
precisas e invariables; tiene sobre ello influencia la aprecia-
ción personal, haciéndose factible la discusión de todas las
opiniones, basadas en extremos razonables.
Desde luego puede afirmarse que la proporción de artille-
ría aumentó notablemente en el transcurso de la pasada gue-
rra, dejando muy por bajo de la realidad la de 4 piezas por
cada 1.000 fusiles, antes tenida como aceptable, y aun la más
jsatisfactoria, que elevaba a 6 ese primer número.
Al iniciarse esa guerra^ Inglaterra contaba con 6,8 piezas
ORGANIZACIÓN Y DOTACIONES DE ARTILLERÍA 35

por cada I.OOO fusiles; Francia, con 4,6; Alemania, con 6,1, y
los Estados Unidos, con 3,2. En el transcurso de ella, estas
cifras fueron creciendo, bien por aumento de número de pie-
zas, bien por reducción de número de fusiles del batallón,
hasta alcanzar, bajo forma orgánica y no por acrecentamien-
tos circunstanciales, los números siguientes:
Francia, dos baterías, una ligera y otra pesada, de cuatro
piezas por batallón, cuyo número de fusiles, reducido a 7 SO,
arroja una proporción de más de lO por i.OOO.
Inglaterra, no obstante iniciar su campaña con una fuerte
dotación, aún hubo de aumentarla, llegando a la cifra de casi
dos baterías y media por batallón, con proporcionalidad por
I.OOO fusiles superior a la francesa.
Las dotaciones presentadas por el ejército norteamericano
superaron todos los cálculos. Hacia mediados de 1918, la ar-
tillería divisionaria y de cuerpo daba ya una proporción de
17,75 por I.OOO fusiles, que aún fué aumentada más tarde has-
ta el número de 18,84.
Los datos anteriores se refieren a dotaciones orgánicas,
pues reforzadas éstas en operaciones especiales, con la adi-
ción de piezas de trinchera y de la reserva general o de ejér-
cito, las proporciones citadas llegaron a máximos insospecha-
dos hasta entonces. En la cuantía de esos máximos volvió a
ocupar el primer lugar el ejército norteamericano, que el 12
de septiembre de 1918, en el ataque de las posiciones alema-
nas de Saint Mihiel, para II4.000 fusiles hubo en total 2.536
piezas, o sea 22,24 por I.OOO.
Las anteriores cifras, sin embargo, sólo se incluyen como
representación de un coeficiente numérico expresivo de los
aumentos de dotaciones artilleras impuestos por las enseñan-
zas o necesidades de esa guerra, que nos ha dejado como
principio fundamental el ser la potencia de los fuegos factor
predominante del éxito en la batalla moderna; pero la misma
naturaleza abstracta de dicho coeficiente le hace inadecuado
para ser tomado por base de los cálculos de fuerzas recesa-
36 MEMORIAL DE ARTILLERÍA

rías, ya que al englobar en un solo número clases y calibres,


puede ocasionar torcidas interpretaciones.
Es de notar, además, que esa antigua'proporción por cada
l.ooo fusiles, si tuvo razón de ser cuando este número cons-
tituía al pie dé guerra el batallón, hoy deja ya de '¿enerla ante
la variación orgánica de esa unidad, cuyo total de fusiles y
cuya potencia de fuego no viene representado por aquel nú-
mero.
Más lógico seria por eso fijar el número de piezas por
batallón o por regimiento; pero aun así, subsistiría el inconve-
niente señalado del concepto abstracto, que nada indica de
clases y calibres, por lo que estimamos preferible apoyarnos
en algunos preceptos táctico-técnicos que tengan para el caso
alguna aplicación.
En realidad, el número de piezas en acción sobre el cam-
po de batalla, ha de ser función no sólo de la que pueda des-
arrollar la unidad o unidades a cuyo servicio se ponen en
actitud ofensiva o defensiva, sino de la pujanza del contrario,
del modo que haya realizado la ocupación del terreno y de la
magnitud del propósito perseguido. De aquí que para un caso
determinado, sólo la apreciación de sus diversas circunstan-
cias podrá determinar justificadamente cuál haya de ser la
masa y clase de artillería que en el empeño tome parte; masa
y clase que puede apartarse de toda proporción con el total
de las tropas actuantes, así por ser éste mínimo y el de la ar-
tillería máximo, como por ocurrir lo contrario.
Esto no obstante, y para atender a todas las circunstan-
cias presumibles, la práctica fundamenta el cálculo de fuerza
y medios en tres tipos, formando escala, representativos de
otras tantas dotaciones, llamadas máxima., media y mínima.
Por lo que respecta a artillería, la dotación máxima ha de
considerarse como excepcional y obtenida por concentracio-
nes del momento; la media puede suponerse sea la normal,
representativa de la constitución orgánica, y la mínima ha de
deducirse principalmente de la imposibilidad de atender de-
ORGANIZ/VCIÓN Y DOTACIONES UE ARTILLERÍA 37

bidamente al desdoblamiento de unidades y a las posteriores


creaciones de otras nuevas.
Tonnando, por consiguiente, el tipo normal de dotación
para fijar las orgánicas de la artillería de maniobra o campal,
podrían deducirse los datos siguientes, bajo los supuestos que
se indican:

I."—ARTILLERÍA DIVISIONARIA.

Cometido principal.—Preparación y apoyo directo, desdo-


blado éste en protección y acompañamiento.
Tipo de división.—Normal: dos brigadas de infantería de
a dos regimientos y éstos con tres batallones.
Frentes medios de combate:
a) Mínimo.
En misión de ataque a fondo, unos I.600 m., con cuatro
batallones en primera línea. En acción demostrativa o de en-
lace, hasta 2.000 m., con seis batallones en primera línea.
b) Medio.
En misión de ataque ofensivo, hasta 2.000 m.
En demostración o enlace, 2.500 m.
c) Máximo,
Unos 3.000 m.
La media de cada uno de estos frentes resulta: para el
mínimo, I.800 m.; para el medio, 2,300 por exceso; para el
máximo, 3.000, y la media, a su vez, de todos ellos, unos
i.300 por defecto.
A los datos anteriores, han de agregarse como condicio-
nes de actuación impuestas a esta artillería:
I.* Que toda la extensión del frente de ataque pueda
ser cubierta por una cortina de proyectiles, bajo rendimiento
de densidad media, asi para desencadenar un tiro de barrera
•fija o móvil, si por excepción fuese éste exigido, como para
hacer efectiva y permanente la neutralización completa de la
38 MEMORIAL DE ARTILLERÍA

3ona correspondiente al primer salto de la infantería propia^


de ataque.
2.* Que esa neutralización, o la formación de barrera de
fuego, pueda extenderse, simultáneamente, con aquélla, aun-
que en grado menos intenso, a la zona que deba atravesar la>
infantería propia en su segundo salto.
3.* Que con independencia de las baterías destinadas a
batir las dos anteriores zonas, existan otras disponibles para
realizar acción de conjunto, representada por batir determi
nados puntos más allá de dichas zonas; por reforzar el fuego
desencadenado sobre éstas; por oponerse a las reacciones
ofensivas del contrario; por batir los carros de guerra; por
acudir a las incidencias no comprendidas en el plan inicial
del combate.
Respondiendo a la primera de las anteriores condiciones,
ha de hacerse observar que el lograr un fuego de rendimien-
to medio podrá darse por conseguido, fijando un frente a
batir por batería de lOO m., límite normal éste del que ha de
asignarse a esa unidad sin obligarla a abrir su tiro.
Para satisfacer la segunda condición, cabe duplicar el an-
terior frente a batir por batería, y no porque la neutralización
en el acto del ataque deba ser de más reducida intensidad,
sino porque se dispone de más tiempo para prepararla y ha-
cerla efectiva más tarde en toda su integridad, concurriendo-
ai propósito baterías que por la ocupación de la primera zona
habrán quedado disponibles.
La tercera condición abarca múltiples cometidos, pero to-
dos hipotéticos; muchos de ellos alejados de lazon.i donde se
desarrollan los ataques; otros, sin peligro inmediato para las
tropas propias. Así, no se requiere tomar por base el frente
de combate, pudiendo satisfacerse todas las misiones que esta
condición señala, con una agrupación no muy numerosa de
artillería.
Resumiendo, pues, todas las necesidades indicadas bajó-
las condiciones impuestas, resulta:
ORGANIZACIÓN Y DOTACIONES DE ARTILLERÍA 39

Para cubrir el fuego sobre la primera zona, se requiereq


23 baterías.
Para hacerlo sobre la segunda, 12 por exceso.
Para misión de conjunto, bastará generalmente con 6 ba-
terías.
En total, 41 baterías divisionarias.
La instrucción francesa de I917 sobre la acción ofensiva
de las grandes unidades, fijaba en 14 baterías ligeras por ki-
lómetro la dotación media, y 18 la fuerte, más 2,5 y 3,5 ba-
terías de morteros de trinchera, respectivamente, también por
kilómetro. De ello resulta para el frente supuesto: con dota-
ción media, 38,5 baterías de ambas clases, y con la fuerte,
49,5 o 50, en números redondos.
No parece, pues, exagerado el cálculo que efectuamos.
Para la división, sin embargo, no puede pensarse en tales
dotaciones como no se obtengan mediante una concentración.
Veamos cómo podrían reducirse las cifras anteriores, sin
grave quebranto para los fines que representan, y hasta qué
grado se hace posible formar la concentración necesaria, acu-
mulando dotaciones orgánicas.
Desde luego, en los cálculos efectuados se descubre un
factor de posible reducción. Se ha tomado un frente medio de
ataque y se le ha dado casi una fuerte dotación de artillería.
Puesto que el mínimo frente representa el máximo esfuerzo,
ante una resistencia también máxima del contrario, a ese
frente sólo debe corresponder aplicarle el cálculo utilizado
sobre la base de loo m. por batería.
E^to reduce ya el número de baterías de la primera zona,
de 23 a 16, y el de la segunda, por lo tanto, de 12 a 8. El de
la acción de conjunto no debe disminuirse por representar
ahora sobre los cometidos que se le señalaron un refuerzo o
válvula reguladora para las eventualidades que impusiesen
aumento en los otros dos grupos de artillería.
En total, resulta ahora 30 baterías, que tampoco son
asignables orgánicamente a una división. Por eso hemos dQ
40 MEMORIAL DE ARTILLERÍA

apreciar la mayor y menor posibilidad de llegar a ese núme-


ro por medio de una concentración.
Desde luego cabe observar, que por cada división de ata-
que efectivo, habrá, cuando menos, una de segunda línea, y
por cada tres o cuatro de primera línea, en general, otra más
de reserva.
Prescindamos de estas últimas; prescindamos también del
refuerzo que pudieran aportar las divisiones de acción demos-
trativa o de enlace. Concretándonos así a la división de se-
gunda línea. Como es norma del combate moderno la supre-
sión para toda la artillería disponible de las situaciones de es-
pera sobre ruedas, no es demasiada exigencia el suponer que
de esa división puedan tomarse las dos terceras partes de su
artillería para venir en apoyo de la de primera línea.
Así resulta que aquel número 30 de baterías necesarias
podrá quedar cubierto con 18 por división, cifra ésta muy
razonable que encaja en la representada por dos regimientos,
y asimilable, por lo tanto, orgánicamente, a dicha unidad.
Falta por examinar si el número fijado de baterías será
suficiente a realizar otra acción no menos importante que las
señaladas, base fundamental de éstas, cual es la de apertura
de brechas en las alambradas enemigas, primero durante el
período preparatorio con que en todo caso, y con mayor o
menor duración, se ha de iniciar el ataque, y posteriormente,
precediendo también a los siguientes saltos de la infantería
propia.
Condicionan tácticamente la apertura de estas brechas:
l.° Que una vez conseguida, el enemigo no tenga tiempo
ni posibilidad de repararlas u obstruirlas.
2.° Que la destrucción de las redes de la primera línea
de resistencia enemiga resulte total, casi absoluta, cualquiera
que sea su número y clase, en una profundidad de 30O m.
cuando menos. Así lo requiere el considerarse esta zona como
la más peligrosa y expuesta a los tiros de barrera de la arti-
llería contraria.
ORGANIZACIÓN Y DOTACIONES DE ARTILLERÍA 41

3-° Que puedan obtenerse simultáneamente en otras


cuatro redes de otras tantas líneas de resistencia sucesivas a
la primera, con profundidad de 30 m. como mínimo, brechas
de 50 m. de ancho y que en total sumen tantas veces lOO m.
de dicho sentido, en cada una, como número de compañías
constituyan la primera línea de ataque, a razón, generalmen-
te, de dos por batallón desplegado en dicha línea. Más estre-
chas y menos numerosas las brechas, obligarían a las tropas
atacantes a buscarlas con tanteos y marchas de flanco bajo el
fuego del defensor; además, sería fácil para éste obstruirlas
con caballos de frisa o con redes articuladas.
4.° Que la ejecución de los tiros para obtener los resul-
tados anteriores pueda ser bien distribuida en tiempo y es-
pacio, a fin de no exigir su corrección y comprobación de
efectos, más de dos o tres aviones de observación.
5.° Que los resultados anteriores puedan ser obtenidos
por los tiros de artillería, sin tomar en cuenta el apoyo que
a tal propósito puedan prestar los carros, si los hubiere.
Esto se funda en que si esos carros actúan espaciados y
•en corto número, las brechas que producen son estrechas e
insuficientes; y si realizan su acción en masa, ofrecen el más
favorable blanco al tiro contrario.
6.° Que las destrucciones especificadas puedan llevarse
a cabo en tiempo que no exceda de unas tres a cuatro horas,
como máximo.
A las condiciones tácticas anteriores que acaban de men-
cionarse han de unirse las técnicas, que son:
I." El número de proyectiles necesarios para la apertura
de una brecha en las redes de alambre, en función del calibre
y de la distancia de tiro, siendo tanto menor cuanto mayor
es aquél, y creciendo notablemente con la distancia.
2.* Supuesta una distancia media de tiro de 4.OOO m., el
calibre de 7,5 cm. requiere el gasto de unas 800 a 900 gra-
nadas rompedoras para obtener una brecha de 25 m. de an-
cho por 30 de profundidad. Por cada 30 m. más o fracción
42 MEMORIAL DE ARTILLERÍA

de profundidad, ha de contarse un aumento de 400 proyec-


tiles.
3." A la misma distancia, el obús de 10,5 cm. para ol>
tener igual brecha, exige unas 300 a 4CX5 granadas de dích»
clase, con aumento de 150 a 200 por cada 30 m. más o frac-
ción de profundidad.
4.* El régimen de tiro del cañón de 7,5 cm., carga máT
xíma, no debe exceder de unos 400 disparos por batería a Ist
hora, así para mantener en servicio las piezas como para ha-
cer factible la observación con el número de aviones señalado.
Con carga reducida dicho número podría aumentarse hasta
6CK) 6 650 disparos en igual tiempo, si la aviación disponible
pudiese servir esta velocidad de fuego.
5.* Con el obús de IO,5 cm. ese régimen puede llegar a
la mitad de los números anteriores, en las condiciones indi-
cadas para el cañón.
Los números que figuran en las condiciones anteriores,
así tácticas como técnicas, sólo son aproximadas, sin que pro-
ceda ni realmente sea posible otra forma de obtenerlos, por
ser muchas las circunstancias del momento que pueden mo-
dificarlos, y como varios de ellos se han deducido de las más
rigurosas hipótesis, podemos hacerles algunas concesiones d&
favor, suponiendo, por ejemplo, que el tiempo del período
preparatorio no sea inferior a cuatro horas; que en ellas una
batería de 7,5 cm. pueda hacer dos brechas de 25 m. de an-
cho por 30 de profundidad, o una de 50 m. con igual pro-
fundidad, y que la de obuses de IO,5 cm. llegue a practicar
hasta cuatro o dos, respectivamente, en el mismo tiempo con
idénticas dimensiones.
Bajo estas hipótesis, considerando que la división ponga
cuatro batallones en primera línea, con ocho compañías des-
plegadas, para las cuatro líneas enemigas de defensa siguien-
tes a la primera precisarán en total 3.200 m. lineales de bre-
cha, a razón de 800 por cada línea y lOO por frente de com-
pañía; expresando ese número 3.200 en unidades de brecha,
ORGANIZACIÓN Y DOTACIONES DE ARTILLERÍA 43

O sea de 25 m. de frente, resultan 128, para lo que preci-


saría: con baterías de 7,5 cm., 64 de ellas en las cuatro horas;
con baterías de obuses de 10,5 cm., 32 baterías en igual
tiempo. Dedúcese de aquí otra ventaja más, antes no citada,
del obús respecto al cañón, sobre otra que también se logra,
cual es la intensa desorganización que al efectuar ese tipo de
destrucción de redes se produce en las trincheras que cubren
con el empleo del obús, en tanto que es muy escaso el efecto
que alcanza a esas trincheras por igual clase de tiro delcañón.
Resulta, en consecuencia, que si las 30 baterías divisio-
narias concentradas fuesen de obuses, con ellas podría aten-
derse, sin marcadas deficiencias, al propósito enunciado; mas
como han de intervenir baterías de cañones, si para obtener
mayor rendimiento suponemos que las 12 baterías proceden-
tes de la división de segunda línea sean todas obuses, resul-
tando así una concentración de seis baterías de cañones y 24
de obuses, en las dichas cuatro horas podrían abrirse 114 uni-
dades de brecha, con diferencia de 14 sobre el número esti-
mado como más conveniente.
No es grande esta diferencia, y por ello podría aceptarse
aun imponiendo la condición, implícitamente expresada, de
relegar a segundo orden la acción de conjunto antes indicada,
que en realidad ha de efectuarse desde el primer momento.
Pero nos queda aún por calcular la destrucción de redes de
la primera línea, destrucción la más importante, por radicar
muchas veces en el éxito de su ataque el de las líneas suce-
sivas, y para misión tan importante no quedan ya baterías
disponibles.
Se podría, sin embargo, dedicar a esta empresa las bate-
rías que hemos destinado a las brechas de las cuatro líneas
siguientes, alegando como razón indiscutible que para entrar,,
forzando varias puertas, ante todo ha de franquearse la pri-
mera. Veamos, por lo tanto, qué número de baterías habrían
de reservarse para este cometido, y si ello arrastraría algún
inconveniente.
44 MEMORIAL DE ARTILLERÍA

Se ha dicho anteriormente que precisa destruir en su to-


talidad todo el sistema de alambradas de esa primera línea,
cuya profundidad no es extraordinario que llegue hasta los
300 m. Admitamos, sin embargo, rebajando favorablemente
este número, que no pase de 200 m. No cabe hacer mayores
concesiones al representar ese primer sistema defensivo del
contrario, un dédalo de trincheras y zapas en general de to-
das clases, imposible de precisar al detalle ni fijar en los pla-
nos, por muy experta que sea la aviación propia de recono-
cimiento.
Esa imposibilidad justifica que toda la zona deba ser ba-
tida como si constituyera una inmensa red de I.600 m. de
frente por 200 m. de profundidad. En total, 64 unidades de
brecha en el sentido del ancho, y cada una con unas seis
veces y media la profundidad de 30 m.
Rebajemos todavía las cifras anteriores; supongamos más
débiles las redes, precisadas algunas de ellas, haciendo más
fácil destruirlas y colocadas con amplios intervalos. Por estas
suposiciones, disminuyamos en 14 el número de unidades de
frente, y en dos y media el de unidades de 30 m. de profun-
didad. Así nos quedarán 50 unidades de frente con 120 m.
de profundidad cada una.
Una batería de cañones de 7,5 cm. necesita 2.O0O dispa-
ros cuando menos para abrir una brecha con frente de 25 m.
y profundidad de 120 m. Esos 2.000 disparos podrá hacerlos
-en cinco horas, y como no se dispone más que de cuatro, en
este tiempo sólo puede contarse con *¡¡ de brecha por bate-
ría, y las seis baterías disponibles harían 4,8 unidades de
brecha.
Asignando a las baterías de obuses el doble de este ren-
dimiento, las 24 disponibles darían al cabo de las cuatro ho-
ras 38 unidades de brecha.
Sea, en total, 42,8 unidades, o en números redondos, 43;
siete menos que las supuestas, no obstante ios pronuncia-
mientos favorables.
ORGANIZACIÓN V DOTACIONES DE ARTILLERÍA 45

El propósito no quedaría, pues, cumplido en toda su in-


tegridad, a cambio de lo cual, ocupada la primera línea, el
siguiente salto no podría emprenderse hasta tres o cuatro ho-
ras después, con todos los inconvenientes de dejar al enemigo
tiempo sobrado de rehacerse, de llamar a sus reservas, de or-
ganizar a placer las reacciones ofensivas y de irrumpir con los
fuegos de barrera, más todos los perjuicios que hubieran de
deducirse de haber llevado a segundo lugar la acción de con-
junto.
A mayor abundamiento, se debe también señalar que, rea-
lizado el primer salto, se le calculan a las olas de ataque no
más de treinta minutos para cada uno de los siguientes, a ra-
zón éstos de unos 500 m., contándose en ese tiempo el de
descanso, para rehacerse y restablecer enlaces y el empleado
en el recorrido. Y se recomienda, además, que al llegar el ata-
que al término de un salto, esté bastante adelantada la pre-
paración artillera de la zona que representé el siguiente, no
ya por la destrucción de alambradas, sino por haber limpiado
el terreno de esa zona de cuantos tiradores, ametralladoras y
reservas no abrigadas lo ocupasen, y por haber llevado a buen
grado la neutralización de los elementos dichos, abrigados o
no, que no hayan sido destruidos. Todo con los propósitos
esenciales de no hacer nunca esperar a la infantería y de no
perder la ventaja del ataque impetuoso y rápido, bajo el que
únicamente cabe conseguir y mantener la completa neutrali-
zación.
No 63 posible, por lo tanto, pensar en que sólo por sus
medios pueda la artillería orgánica de una división, reforzada
con los dos tercios de otra, satisfacer las exigencias reque-
ridas por un ataque a líneas de antemano escogidas y prepa-
radas para su defensa.
Y como no sin embarazos podría pasarse del número or-
gánico de baterías antes señaladas, de aquí otra razón más de
existencia y necesidad de una artillería de refuerzo, cuyo
cómputo vamos a efectuar.
46 MEMORIAL DE ARTILLERÍA

2°—ARTILLERÍA DE CUERPO

Desde luego se deduce que son dos los puntos de par­


tida para graduar la dotación de artillería de esta clase, a sa­
ber: cuantía del refuerzo requerido por una división, en el
caso máximo de ser su cometido de ataque efectivo, y nú­
mero de divisiones cuyas necesidades deba servir.
El cálculo de lo necesario a una división, bajo misión de
ataque efectivo a fondo, ha de basarse en los cometidos que
no han podido ser cubiertos por la artillería divisionaria, y
en los que le son propios, según en el lugar correspondiente
se expuso.
De esos cometidos inherentes a la artillería divisionaria,
quedó sin realizar, dado el número de baterías supuesto, la
destrucción de redes de la primera línea de defensa enemiga,
visto que el dedicar a esta misión toda esa clase de artillería,
mayores inconvenientes que ventajas reportaba. De los co­
metidos propios han de contarse como más importantes la
contrabatería y el refuerzo que con las destrucciones pueden
llevar las piezas de calibre medio a la acción por excelencia
de'neutralización, que han de ejercer las ligeras o divisio­
narias.
De la apertura de brechas, o, mejor dicho, de la destruc­
ción de redes de la primera línea enemiga, no puede ser en­
cargada únicamente esta artillería, dado el número de bate­
rías que habrían de necesitarse, dejando sin cubrir sus otros
cometidos no menos importantes. Desde luego baterías de
obuses, si quedasen disponibles, podrían cooperar a ese pro­
pósito, del que parece ser verdadera base de su realización
completa el mortero de trinchera, la pieza por excelencia,
según nos dice a tal objeto, así como por su poder destructor
que ahorra muchas baterías, como por quedar dentro de su
ORGANIZACIÓN Y DOTACIONES DE ARTILLERÍA 47

alcance eficaz. De esto hemos de ocuparnos más adelante en


€l curso de este escrito.
Descartado, pues, como cometido primario la destrucción
de redes, quedan los otros dos, sobre los que así únicamente
ha de fundamentarse la dotación necesaria.
Para el cometido de contrabatería la mejor recomenda­
ción es la superioridad numérica, tanto más eficaz cuanto más
aplastante sea. Pero esa superioridad no puede prevenirse de
antemano, al depender de un factor muy variable, cual es el
número y clase de baterías que puede poner o ponga enjue­
go el adversario.
Para proceder con algún fundamento, se han tomado en
consideración:
l.° La ventaja que puede reportarle al atacante la sor­
presa táctica inferida al enemigo, con el desencadenamiento
de una acción rápida y enérgica, que ningún indicio anterior
pudo hacerle prever, al ser esta acción de contrabatería la
primera a desarrollar, y al prescindirse de las costosas, largas
y delatoras operaciones de concentración, que en un tiempo
constituyeron el equipo completo de un frente ofensivo.
2." El gran poder neutralizante de los proyectiles tó­
xicos y la duración de sus efectos, que han hecho posible con
trios sucesivos de grandes concertraciones de baterías, sobre
cada una de las contrarias, obtener una superioridad suplien­
do o equivalente a la que daría el mayor número.
3.° Los progresos realizados por la aviación de recono­
cimiento y observación que, activa y eficaz, puede dar a la ar­
tillería propia datos e indicios bastantes sobre el asentamien­
to y situación de las más peligrosas baterías del contrario, en
forma que, previamente neutralizadas éstas, sea tarea fácil y
de poco costo acudir luego a las que en el curso del comba­
te se vayan revelando.
4.° Los perfeccionamentos introducidos en la ejecución
y corrección del tiro, que han hecho posible la concentración
instantánea de varias baterías sobre un mismo blanco, sin
48 MEMORIAL DE ARTILLERÍA

prevenir a éste del propósito, lo que antes ocurría, al ser obli-


gado que cada una de esas baterías efectuase por su cuenta^
un prolijo período de corrección.
De lo dicho resulta que en la misión de contrabatería y-
obtención fulminante de superioridad en ella, puede suplirse
el número con una buena instrucción de las baterías que de-
ban realizarla, acertadamente dispuestas, enlazadas por me-
dios rápidos y seguros con su mando, y servidas debida-
mente por los observatorios terrestres y aéreos.
Por eso apreciamos que una masa de seis poderosas ba-
terías de cañones de 15,5 cm. podrá llenar cumplidamente el:
cometido de contrabatería en el frente de la posibilidad ofen-
siva de una división y en el fondo de igual clase prolongado
a su doble.
La instrucción francesa de 1917, a que ya hemos aludido,
fija esa dotación con análoga clase de piezas en ocho, seis o
cinco baterías por kilómetro de frente, según dotación fuerte
media o reducida, respectivamente, apoyándose para ello,
según expresa, en el número medio de baterías presentadas,
por los alemanes en un frente defensivo, bien equipado, y en
supuesto de ser necesaria una sección para neutralizar una
batería.
Mas aparte de lo aleatorio de este último supuesto, de
mayor aplicación al mantenimiento de una neutralización ya
en principio conseguida, no puede olvidarse el refuerzo po-
deroso que al propósito podrían aportar las baterías de obu-
ses de igual calibre y de que a seguida nos vamos a ocupar, y
aun las ligeras divisionarias de 10,5 cm., varias de ellas dis-
ponibles, normalmente, en ese período inicial de la prepara-
ción, anterior al de la destrucción de alambradas.
Queda ahora por analizar el segundo cometido principal
para esta artillería, o sea el de destrucción, llamado así porque
tal es el propósito que en grado óptimo convendría lograr, y
porque en él toma razón la clase y calibre de las piezas em-
pleadas, pero que no debe estimarse en el íntegro sentido.
ORGANIZACIÓN Y DOTACIONES DE ARTILLERÍA 49

de esa palabra, sino en el de concebir sólo un grado de des-


trucción que afirme, mantenga y robustezca la acción neu-
tralizante de la artillería divisionaria, en el período propia-
mente dicho de preparación del ataque y en el siguiente de
su ejecución.
Estas consideraciones limitan ya el número de baterías,
•que a ese propósito parecerían sin ellas necesario, e indican
•que también con seis, como para la contrabatería, dotadas
las de ahora de obuses de 15,5 cm., se tendría una masa
potente de fuego, y desde luego suficiente, dividiéndola, por
ejemplo, en dos grupos de cuatro y dos baterías, para actuar
•simultáneamente: el primero, sobre la línea del salto in-
mediato; el segundo, sobre la que haya de ser motivo del
siguiente.
Y para dar a este número igual contraste que a los ante-
riores, indicaremos también que para el propósito señalado,
la antedicha instrucción francesa marcaba de piezas similares
diez, siete o cinco baterías por kilómetro de frente en las tres
dotaciones respectivas, números éstos en los cuales se descu-
bre lo que en la época de su inclusión marcaba el criterio
dominante todavía de hacer efectiva la destrucción material,
tan difícil, costosa y lenta de conseguir, según a la postre ha
podido comprobarse.
Resumiendo, pues, los datos apuntados, se deduce, por lo
que respecta a artillería de cuerpo, que con doce baterías,
seis de cañones e igual número de obuses, la división vería
reforzados su fuegos en grado suficiente, y con apoyo eficaz
su artillería ligera.
Y no creemos deba tener aumento este número para la
totalidad del cuerpo de ejército. Sí habría de tenerlo si ese
cuerpo constase de tres o cuatro divisiones, teniendo posibi-
lidad entonces, especialmente en el segundo caso, de llevar
dos de ellas a pimera línea; mas si nos atenemos al cuerpo
de ejército de dos, que pudiéramos llamar normal, como éste
a su primera línea sólo podría llevar una división, cubiertas
SKRIB VI.—TOMO X X I V 4
50 MEMORIAL DE ARTILLERÍA.

las necesidades de ésta tal como se ha señalado, no precisa-


ría mayor dotación.
Así tenemos un regimiento de cuatro grupos por cada
cuerpo de ejército de dos divisiones, o por una agrupación
equivalente, siendo ésta la base que a nuestro Juicio pudiera
ser tomada para el cálculo de esta clase de artillería.

3.°—ARTILLERÍA DE POSICIÓN

Comprendemos bajo este epígrafe la artillería de trinche-


ra y la móvil de gran calibre de ejército o de la reserva ge-
neral. Son varias las opiniones respecto a la clase de unida-
des a que debe estar afecta orgánicamente la artillería de
trinchera. Figura, o ha figurado formando parte de la artille-
ría de ejército, pero también ha entrado y entra en la com-
posición de los cuerpos de ejército, y aun de las divisiones,
con calibres para éstas pequeños y medios.
Creemos, sin embargo, que esta artillería, en sus calibres
medios y grande, únicos que hemos de considerar^ no es apta
desde luego para constituir elemento divisionario; mas pudie-
se serlo de cuerpo de ejército, aunque tampoco en forma al-
guna si ello hubiere de traducirse en restar a esta unidad
elementos de su verdadera artillería.
La artillería de trinchera, dentro de su alcance, es un ele-
mento poderoso de destrucción de trincheras y alambradas,
a la cual se confía en su integridad la rotura, o, mejor dicho,
el aplastamiento de las primeras líneas enemigas de defensa;
mas fuera de este cometido, y en la guerra sobre todo de
activa maniobra, no compensa por ahora su utilidad el em-
barazo que origina su movilidad escasa.
De aquí que, en realidad, haya de estimarse como un ele-
mento excepcional de refuerzo en determinadas clases de
combate, y como tal parece su sitio más adecuado en la re-
serva general, con las artillerías de gran calibre y especiales,
ORGANIZACIÓN Y DOTACIONES DE ARTILLERÍA $1

bajo las órdenes directas del mando superior, que así podrá
disponer su agregación temporal a las unidades cuyos come-
tidos la reclaman.
Al formar, por otra parte, agrupación independiente de
las grandes unidades, división o cuerpo de ejército, puede
dársele más frecuente empleo, con aumento, por tanto, de su
rendimiento y notable reducción del número de baterías so-
bre el que precisaría, si cada una de esas grandes unidades
hubiese de ir equipada con lo que a sus actuaciones pudiera
corresponder.
Y si admitimos que cada ejército haya de contar con una
agrupación de estas piezas, para calcular su clase y cantidad
ha de recordarse que el calibre de 24 es muy apto para des-
trucciones de obras o abrigos, y el de 15 para las de defensas
accesorias, alambradas especialmente.
Elste último calibre, con sólo 150 o 20o bombas, puede
abrir anchas brechas de cerca de 50 m. de frente y casi otros
tantos de profundidad, resultados que se garantizan si a los
efectos de este calibre se suman los remanentes del mortero
de 24, en su misión de arruinar o demoler.
De esto resulta que para las 50 unidades de brecha con
120 m. de profundidad a que nos referíamos al tratar de la
artillería divisionaria, como a las baterías de morteros de ca*
libre medio se le suelen asignar 12 piezas, cada una de esas
baterías podría abrir en cuatro horas, con todo desahogo, más
de seis de esas unidades, de brecha, necesitándose para el to-
tal de las 50 unidades unas seis baterías como máximo. La
instrucción francesa, diversas veces citada, prescribía a este
propósito, tres y media, dos y media y dos baterías por kiló-
metro, según la clase de dotación.
El complemento suficiente de estas seis baterías de 15
sería otras dos de 24, o sean ocho para el servicio exigido
por el frente de ataque de una división.
Proveyendo ahora al ejército de doble dotación señalada,
16 baterías en junto, de las cuales 12 de 15 y 4 de 24, esti-
52 MEMORIAL DE ARTILLERÍA

mamos cubiertas sus necesidades si tenemos en cuenta la po-


sibilidad de efectuar concentraciones acumulando en una o
dos de esas grandes unidades las dotaciones de las demás.
Respecto a la agrupación de artillería de gran calibre, no
existen, o desconocemos, los datos para precisarla; no se en-
cuentran en las misiones de esta artillería, comprendidas casi
exclusivamente por la guerra de posiciones, y al cálculo de
una pieza de esta clase por cada 250 o 150 m* de frente, ex-
presado en la instrucción francesa tantas veces citada, no se
le encuentra otro fundamento que el criterio personal de
quien lo expuso.
Alejados el propósito y los medios de invadir, no ha de
pensarse en casos de ataque a sólidas fortificaciones perma-
nentes, bastando contar con medios de forzar las de campaña
y de llevar en algunas ocasiones el efecto de desgaste más
allá o con mayor potencia que puedan hacerlo los calibres
medios.
Así es poco lo que de esta artillería nos precisa por aho-
ra. Podemos limitarnos a contar con su modesta representa-
ción, y esto no sólo por los cometidos anotados, sino por ser
factible el empleo de parte de ella en la defensa de costas, y
también para aumento de valor de nuestra posible coopera-
ción.
Bajo esos supuestos, y con tendencia siempre a no rebasar
lo más restringido, podría admitirse como dotación de cada
ejército la constituida por seis cañones, cuatro obuses y dos
marteros, bajo la forma de dos grupos, uno de tres baterías
de cañones, y otro de dos de obuses y una de morteros, todas
a dos piezas, como es de necesidad en esta clase de artillería.
Esta dotación parece a primera vista demasiado reducida;
mas la acumulación de tres de ellas, máximo de los ejércitos
que parece podríamos formar, daría un total de 18 cañones,
12 obuses y 6 morteros, capaces de inclinar favorablemente la
decisión, en los empeños que racionalmente podemos asig-
narnos
ORGANIZACIÓN Y DOTACIONES UK AKTILLEKÍA 53

4.°—ARTILLERÍA AUTOMÓVIL

Designada por los franceses bajo el nombre de artillería


portee, consiste, como es sabido, en el cañón ligero de 7,5 cm.,
sin modificación alguna, transportado en autocamiones.
Esta forma de transporte, que en marcha y ocupación de
posiciones hace solidaria a esta artillería de los buenos cami-
nos, ofrece, sin embargo, la ventaja de su gran potencia de
movilidad estratégica, que le permite hacer recorridos hasta
de 100 km. por día; y a la par de municionamiento, por el
total de disparos que consigo puede transportar, unido a la
rapidez con que puede reportarse aun de muy lejanos depó-
sitos.
Es, pues, un elemento importante puesto en manos del
mando supremo para acumular refuerzos potentes y rápidos
sobre un punto alejado, así como para intervenir con eficacia
en las sorpresas estratégicas.
Por tal causa, estimamos conveniente comenzar los ensa-
yos con esta artillería, para lo que podría formarse un solo re-
gimiento de cuatro o seis baterías por mitades de cañones de
7,5 y obuses de 10,5.
En el caso más desfavorable, las piezas estarían siempre
dispuestas para ser empleadas en la forma usual, y los auto-
camiones tendrían también total aprovechamiento.
Y como resultado de cuanto se lleva expuesto sobre este
interesante tema de dotaciones artilleras, formamos el siguien-
te cuadro, en el cual, expresando clases y números, se agre-
gan las dotaciones de reserva con que también se ha de con-
tar al iniciarse las operaciones de campaña.
54 MEMORIAL DE ARTILLERÍA

Dotación de artlllerfa
para las grande* unidades del Ejército

I."—ARTILLERÍA DIVISIONARIA
Baterías

Dotación orgánica por división de infantería i8


C l a s e d e b a t e - I De cañón de 7,5 cm. 6
' De — de 10,5 cm. 12

De cañones de 7,5 cm.,


Para 12 divisiones.
Número de bate- De obuses de 10,5 cm. 144
rías orgánicas.. e cañones de 7,5 cm. 96
Para 16 ídem..
• • • \ De obuses de 10,5 cm.
D 192

Número de bate- Para 12 ídem.. j De cañones de 7,5 cm. iS


rías de reserva [ De obuses de 10,5 cm. 38
en los parques: r, , .. I De cañones de 7,5 cm. 24
el 25 p o r ICO.. Para 16 ídem <^ , , 48
( De obuses de 10,5 cm.
Total piezas:
Cañones Obuses
de 7,5 cm. de 10,5 cm.

Para 12 divisiones y reserva de parques. 360 728


Para 16 ídem id. id 480 960

2."—ARTILLERÍA DE CUERPO o DE CALIBRE MEDIO

Baterias

Dotación por cada agrupación de dos divisiones 12


Clase de baterías í De cañones de 15,5 cm. 6
( De obuses de 15,5 cm.. 6
n j- . • I De cañonesde lí.i; cm. 36
Para 12 divisiones. i-- , ^ ^^
Número de bate- \ I De obuses de 5,15 cm, 36
rías orgánicas. ) , p e cañones de 15,5 cm. 48
\ Para 16 ídem ) , ,
( De obuses de 15,5 cm. 48
Número de bate- / p^j.^^ ,2 ídem P ' ^ ^^ cañones e igual núme-
rías de reserva \ | mero de obuses, por exceso,
en los parques: 1
el 20 por 100 ( ^*'"* '^ ídem 10 ídem id. id., por exceso.
ORGANIZACIÓN V DOTACIONES DE ARTILLERÍA 55

Total piezas:
Cañones Obuses
de 15,5 ""• de 15,5 c m .

P a r a 12 divisiones y r e s e r v a d e p a r q u e s . 174 174


Para 16 ídem id.,.. .. 232 232

3.°—ARTILLERÍA DE POSICIÓN

a) Artillería de trinchera

Dotación p o r ejército 16 baterías d e 12 y 6 m o r t e r o s .


í D e m o r t e r o s d e 15 12
C l a s e : baterías { _, , , ,
( D e í d e m d e 24 4
_ , ' I D e morteros d e 15 36
Dotación p a r a t r e s ejércitos | ^^^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^^ ^^

Baterías Baterías
de 15 de 24

N ú m e r o d e baterías d e r e s e r v a en\\1
Para u n ejército. 3 i
los p a r q u e s : el 25 p o r ICO, a t e n - , p ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ , ^ ^ ^ ^
dida la facilidad de pérdidas... |

Total piezas:
Morteros Morteros
de 15 cm. des4Cin.

Dotación p o r ejército y r e s e r v a d e p a r q u e s 180 30


í d e m p a r a 3 ídem y r e s e r v a 540 90

b) Artillería de gran calibre

Cañones de 32 Obuses de 22 Morteros de 22

Dotación p o r ejército: baterías


de dos piezas 6 4 2
Reserva d e p a r q u e s 2 i 0,5
Dotación p a r a tres e j é r c i t o s . . . 18 12 6
Reserva d e p a r q u e s 6 3 . '>S

Total d e piezas:

Para un ejército y su reserva d e


parques 16 10 5
P a r a tres ídem id 48 30 15
56 MEMORIAL DE ARTILLERÍA

4.°—ARTILLERÍA AUTOMÓVIL
Batería»

Dotación única 4 ó ^-
Clasedepiezas j De cañones de v.S-... 26 i
De obuses de 10,5. .. 2 ó 3.

Total de piezas:
De cañones de 7,5 8 ó 12
De obuses de 10,5 8 ó 12

No se incluyen en estos cuadros reserva alguna para el


desdoblamiento de unidades en caso de movilización general,,
o para la creación de otras nuevas. Completados, pues, los
números que se indican, habrían de proseguirse las construc-
ciones o adquisiciones, de acuerdo con el plan acordado para
dicha movilización, sin modificación de dotaciones para la^
unidades destinadas a los ejércitos de primera linea, y con la
reducción de '/^ hasta ^/j para los que lo fuesen a los de se-
gunda o de reserva.
Y desde luego para estas últimas tendría aprovechamiento
en los calibres medios el material de bronce hoy existente..

* *

Correspondería ahora en el orden con que este escrito se


redacta, analizar las características principales del material
que poseemos, o hemos de poseer en corto plazo, para efec-
tuar su comparación con los tipos similares incluidos én los
cuadros anteriores.
No lo haremos, sin embargo, por razones fáciles de com-
prender, bastando a nuestro objeto señalar que los obuses de
campaña de 10,5 cm., cuya adquisición está ordenada, y los
de 15,5 cm. ya en servicio, en nada desmerecen de las ca-
racterísticas expresadas en dichos cuadros para las piezas de-
igual clase y servicio.
ORGANIZACIÓN V DOTACIONES DE ARTILLERÍA jj

El actual cañón ligero de 7,5 cm. no cubre por completo


las condiciones que allí se le impusieron y que hoy pueden
ya exigirse a este material; pero las dos reformas indicadas
que han de introducirse, ampliando sensiblemente su utili-
dad, harán de esta pieza un elemento en su clase de justifica-
da aceptación, en tanto que por su exclusión del estado de
servicio no vaya siendo reemplazado por otro cañón u obús-
más moderno y de mejores condiciones.
Tampoco el cañón de 15 cm. modelo 1913, de que ac-
tualmente disponemos, posee alguna de lals características
que para el calibre similar de 15,5 cm. se expusieron. Pero
es una pieza potente, moderna, que a satisfacción llena su co-
metido, y lo seguiría llenando por plazo quizá mayor de su-
vida en estado de servicio, si no se abrigara ya el proyecto,
como a su tiempo se dijo, de transformarlo, barrenándolo a
ese último calibre. Lo único a que podríamos aspirar, se
haga o no esta reforma, es que los nuevos lotes de cañonea
de esta clase, que necesariamente han de fabricarse o adqui-
rirse, se ajusten ya al calibre indicado de 15,5 cm., en bene-
y del obús,
ficio, sobre todo, de unificar el municionamiento de esta pieza
También hemos de señalar la absoluta coincidencia resul-
tante de las dos piezas más modernas que poseemos: los-
obuses de 10,5 y IS»5 cm., con las similares comprendidas en
los cuadros ya citados.
Y no es que haya sido buscada esta feliz coincidencia.
Esos cuadros no han tenido otra base que el examen de Jas-
piezas modernas empleadas en la pasada guerra; lo indicado
por algunos reglamentos extranjeros, en vigor, y especial-
mente el extenso, erudito y competente informe redactado al'
término de la guerra por la Junta técnica de Artillería de Ios-
Estados Unidos de América.
De ello resulta que esa coincidencia es un éxito más que
anotar en el considerable haber de nuestra diligente Sección
del Ministerio, bien asesorada por la reconocida competenci»^
58 MEMORIAL DE ARTILLERÍA

de la Comisión de Experiencias y el hábil discernimiento de


nuestra Junta Facultativa.
No es corta la satisfacción que el consignar estos extre-
mos nos produce, al percibir tras ellos el resurgimiento por
todos anhelado.

*
* «

Finalicemos este ya largo escrito, exponiendo nuestro pa-


recer sobre la organización que pudiera darse a nuestra futu-
ra artillería campal.
Para ello preciso, ante todo, contestar la siguiente pre-
•gunta:
¿Se puede *o conviene formar regimientos mixtos?
Y a ésta otra luego, en el supuesto de que un tercio de
las unidades activas hayan de reorganizarse bajo la forma de
cuadro:
- Ese tercio, ¿ha de descontarse del número de grupos del
regimiento, o del número de baterías de cada grupo?
Tratemos de analizar las posibles contestaciones.
De regimientos mixtos tenemos reciente o actual ejemplo
dentro de casa, en nuestras unidades de África, en el regi-
miento de posición, y, en grado más reducido, en los grupos
d e Baleares. Repasando luego organizaciones habidas en ejér-
•citos extranjeros, también encontramos ejemplos de regí-
•mientos de esa clase. Se pueden, por lo tanto, formar estos
grupos sin que, al parecer, se produzcan dificultades insupe-
rables de orden interno, económico o administrativo.
Pero el que se puedan formar no implica su verdadera
•conveniencia, y ésta es la que vamos a poner de manifiesto,
siguiendo un proceso de instrucción desde la elemental del
recluta hasta la de masa regimental, para ascender después
•al servicio que integran las operaciones de campaña.
La posibilidad de llevar uniformemente un proceso de ins-
trucción, es base de seguro y rápido adelanto, así por las ma-
ORGANIZACIÓN Y DOTACIONES DE ARTILLERÍA 59

yores facilidades para escalonarla, dirigirla o inspeccionarla,


como por el estímulo que crea entre instructores y ejecutan-
tes de los grupos o unidades, aguijoneados por el ejemplo y
•contrastrados en su trabajo por los tiempos empleados,
Pero si el material de las unidades es distinto, y distinto
•en consecuencia su servicio, la instrucción habrá de fraccio-
narse en cuanto llegue a su término la más elemental, en
tantas agrupaciones cuantas sean las clases de material, per-
•diéndose desde este momento aquella uniformidad, y el no
menos valioso factor de la intercambiabilidad entre unos y
otros elementos. El regimiento, pues, desde ese momento, y
no obstante los lazos aparentes de su homogeneidad, queda-
rá prácticamente fraccionado en grupos o clases, cuyas nece-
sidades o conveniencias pueden ser antagónicas.
Y a compás del aumento en importancia de las instruccio-
•oes, se irá produciendo el de las dificultades para realizarlas,
-al no convenir a unos lo que puede ser favorable a otros. Pla-
nes, plazos y aun campos de instrucción habrán de ser dis-
tintos, con mengua de las posibilidades de ejecución y mayor
pesadumbre para el mando director, y culminará este ciclo
•de inconvenientes en el período de instrucción de la masa
regi mental, que habrá de realizarse fraccionada, por agrupa-
ciones homogéneas, siempre que el número de grupos o ba-
terías puestos bajo el mando del jefe principal lo haya sido,
más que por razones administrativas, como representación de
una masa de probable actuación en •el combate en forma in-
divisible, bajo el mismo punto o cometido táctico.
Tal puede ocurrir con frecuencia en los regimientos divi-
sionarios, para los que resultaría el mando de conjunto, ejer-
ciéndose sobre todos los grupos de puertas adentro del cuar-
tel, pero sin que fuera dado reunirlos para maniobrar en los
caippos de instrucción, preparándolos y preparándose para
el combate real.
En los servicios de campaña, si las exigencias de la reali-
dad no conducen desde luego, que sí conducirán, a la disgre-
6o MEMÜKIAL DE AKTIU.EKIA

gación más o menos encubierta de las distintas agrupaciones,


con lo que habrá resultado baldía, sin ñnalidad práctica, la
concentración habida en tiempo de paz, muchas serán las di-
ficultades que habrán de acumular sobre el mando, así la ma-
yor complicación en el de por sí penoso y difícil servicio de
municionamiento, como todas esas minucias representativas
de la subsistencia, raciones de gente y ganado, equipos de am-
bas clases, aportación de elementos de vivac o campamento,
minucias de poca monta ciertamente en el servicio de paz,
pero no despreciables en el de guerra, que ya lleva de por sí
bastantes preocupaciones, para aumentárselas todavía con
determinaciones a su tiempo evitables
Vendrá luego la práctica del combate, y en él sí que deS'
de luego se producirá automáticamente la disgregación.
Volviendo a referirnos al regimiento divisionario, si la
supusiéramos armado de obuses y cañones, por ejemplo, un
grupo de los primeros y dos de los segundos—idea que re-
conocemos no deja de tener sus partidarios—, la práctica se-
ría que ese grupo de obuses, insuficiente por sí solo para ob-
tener una decisión, se adicionaría a otros de su clase, median-
te concentración efectiva o por el fuego a distancia, pero bajo
dependencia de un mando único para todos; y ya correspon-
diera o no este mando a su jefe principal, sería un hecho que
éste perdería el de sus grupos de cañones o el de su grupo
de obuses, anulando la ventaja de haberlo ejercido sobre am-
bos en el período de paz.
Suele aceptarse como razón principal de las unidades mix-
tas, la de formar una agrupación capaz de satisfacer diversos
propósitos, completándose en sus efectos. El argumento tiene
en su anverso algún fondo de verdad, mas no en el grado que
suele atribuírsele, como se deduce de lo que venimos expo-
niendo. En las modalidades del combate moderno, que obtie-
nen la decisión por el efecto de masa, es poco para producir-
la en los empeños de transcendencia general la actuación de
un solo grupo, con lo que si éste, porsu clase, fuese único en-
ORGANIZACIÓN y DOTACIONES DE ARTILLERÍA 61

la unidad, quedaría localizada su actuación y restada de la más


importante de conjunto, y si aumentase su número, el incon­
veniente pasaría a la otra parte.
El reverso tampoco favorece el argumento, pues para
completarse en sus efectos, o, lo que es más claro, para bas­
tarse a sí misma, la razón que dota a la unidad de dos clases
•de piezas, requeriría que se la dotase con otras varias.
Todos los inconvenientes citados, sin embargo, íntegra­
mente aplicables a los regimientos divisionarios, actuando en
una guerra regular, pierden toda su importancia en las colo­
niales o irregulares, que imponen desde el primer momento
la disgregación, aun siendo todos los elementos homogéneos.
Y esto es lo que nos ha venido ocurriendo en África con los
regimientos mixtos.
También pierden mucha parte de su valor, aun en guerras
regulares, tratándose de regimientos de cuerpo, y más espe­
cialmente de posición.
Refiriéndonos en primer término a los regimientos de
cuerpo, se deduce, en efecto, que sus cometidos primarios es­
tablecen ya, así por su distinta índole o finalidad, como por
los medios de lograrla, una inicial formación de dos agrupa­
ciones independientes, a las cuales no precisa un mando úni­
co ni tampoco les conviene una misma clase de piezas.
Se podría, claro es, para evitar los inconvenientes aduci­
dos, aunque ya lo sean en bastante menor grado, hacer un
regimiento o agrupación independiente de cada una de
-estas clases; mas esto conduciría a la duplicidad de planas
mayores, al aumento de embarazo y volumen sin verdadera
necesidad práctica, con perjuicio inmediato y positivo bajo el
aspecto económico.
Y si de esos regimientos pasamos a los de posición, y en
éstos luego a los de fuertes calibres, aún se ve menos la ne­
cesidad de formarlos homogéneos; pues que su actuación, aun
concurriendo a igual fin, propósito o cometido, podrá ser
siempre fraccionada sin formación de masa táctica. Podrá, sí,
62 MEMORIAL DE ARTILLERÍA

presentarse exigible la formación de masa de fuego; pero biea


sabido es que ésta se acomoda fácilmente a la soldadura o
acción bajo mando y propósito únicos, de las más variadas^
agrupaciones.
También una disyuntiva podría justificar la formación de
regimientos mixtos, incluso divisionarios, cual sería la de tf-
ner o no tener, y necesidades de acuartelamientos.
Sobre ello hemos de insistir más tarde, una vez que exa-
minemos la segunda pregunta antes formulada.
Partamos para esto último de un caso concreto, refirién-
donos, por ejemplo, a un regimiento de tres grupos, y éstos
de tres baterías. Su tercio, para organizar en cuadro, se po-
dría obtener poniendo bajo esa forma la totalidad del tercer
grupo o haciéndolo en cada uno con una batería.
El primer procedimiento favorece la práctica y enseñan-
za de dos jefes de grupo al ponerles en armas sus tres bate-
rías, las mismas que han de manejar en guerra, y perjudica
hasta la anulación—tal es la realidad—la del tercero de esoa
jefes.
El segundo procedimiento equipara a los tres jefes en po-
sibilidades de maniobrar y aprender, lo que ya representa
ventajas sobre aquel sistema, pero les merma una batería d e
sus respectivos grupos, y esto es ya un inconveniente, por
acostumbrarlos al mando y dirección de dos, cuando en cam-
paña han de mandar y dirigir tres.
Forestas consideraciones, no aparece gran diferencia entre
ambos procedimientos, aunque de ponerlo a votación el re-
sultado sería siempre invariable: los dos tercios a quienes co-
rrespondiera mando de tres baterías votarían a favor del pri-
mer procedimiento, y el tercio restante por el segundo.
Veamos, pues, si por otras consideraciones podemos in-
clinarnos en algún sentido.
No creemos haya de ponerse en duda que, al ser el man-
do tanto más complejo y de mayor responsabilidad cuanto
mayor es la jerarquía que represente, en ese mismo ordea
ORGANIZACIÓN Y DOTACIONES DE ARTILLERÍA ÓJ

debe ser atendido y antepuesto a conveniencias de grados in-


feriores.
Bajo tal concepto, es de apreciar desde luego la ventaja
del segundo procedimiento sobre el primero.
Por éste, el coronel sólo tiene disponible para la mani-
obra de conjunto que ha de cimentar su práctica y enseñanza,
dos grupos de baterías, mientras que por aquél son tres los
grupos de que puede disponer. Es verdad que allí los grupos
eran de tres baterías, mientras que ahora no son más que de
dos; pero esta variante, de importancia sin disputa para sus
jsfes, afecta poco al mando del coronel, como vamos a de-
mostrar.
Este mando se ve, en efecto, principalmente complicado,
más que por la cuantía de cada grupo, por el número de és-
tos, del que son inmediatas consecuencias la mayor amplitud
y exigencias impuestas o requeridas por los reconocimientos,
así de itinerarios como de posiciones; la mayor suma de co-
metidos asumibles simultáneamente; la mayor extensión con
que han de montarse los servicios de protección, vigilancia
y observación de los tiros propios y del campo enemigo; la
mayor complicación y embarazo del servicio interno regimen-
tal de comunicaciones; el aumento de posibles enlaces exter-
nos, al aumentar el número de cometidos que simultánea-
mente corresponda atender y servarlas las unidades de infan-
tería que pueden ser a la par protegidas y cubiertas; la com-
plicación en el servicio de municionamiento; la disminución
de facilidades para cambio de posición; la mayor complica-
ción, por último, en servicios de estacionajniento y organiza-
ción de marcha.
Pudiera obtenerse, sin embargó, que siendo seis nada más
el número de baterías hábiles para los fines correspondientes,
tanto daría manejarlas en una u otra forma; pero a este argu-
mento, más efectista que de valor real, pudiera contestarse
que, si es realmente cierto que bajo ambas formas sólo se
dispone de dichas seis baterías, cambia el significado de este
•64 MEMORIAL DE ARTILLERÍA

número su distinta articulación en dos o tres grupos, resul'


tando de mayor complicación ésta para el mando de conjunto
que aquélla, si tenemos presente que ese mando, más que al
detalle de baterías, se dirige y abarca el de agrupaciones con
ellas formadas.
Puede decirse, por último, que, constituyendo quizá una
necesidad la formación de regimientos de cuatro grupos, bajo
propósito principal de tener la debida proporción en clases
de piezas, sin multiplicar planas mayores, no habría otro modo
de llegar al tercio en cuadro que la de poner bajo esta forma
una batería por grupo.
Limitada, por consiguiente, la aceptación de regimientos
mixtos, excluida la forma de grupos completos en cuadro,
si recordamos lo que ya se expuso sobre cantidades y cla-
ses de piezas en cada una de las tres principales agrupaciones
de artillería campal, tendremos casi impuesta la organización
siguiente:

I . " — A R T I L L E R Í A DIVISIONARIA.

Regimientos de cañones: Dos grupos de tres baterías, con


las terceras en cuadro.
Regimientos de obuses: Cuatro grupos de tres baterías,
con las terceras en cuadro.

2,°—ARTILLERÍA DE CUERPO.

Regimientos mixtos: Cuatro grupos de tres baterías (las


terceras en cuadro, siendo dos de ellas de cañones y las otras
dos de obuses).
OKGANIZACIÓN Y DOTACIONES DE ARTILLERÍA 65

3.°—ARTILLERÍA DE POSICIÓN.

Regimientos de morteros: Tres grupos, dos de tres bate-


rías y el tercero con dos. Las baterías de 15, de 12 piezas
divididas en tres secciones, de las que estarían en cuadro las
terceras; las de 24, con seis piezas e igual número de seccio-
nss y situación que las de 15.
Regimientos o agrupaciones de gran calibre: Dos grupos
de tres baterías, uno de cañones y otro mixto de obuses y
morteros. Las baterías, de dos piezas, y una de cañones y
otra de obuses en cuadro.
Regimiento automóvil: Dos grupos de tres baterías, la ter-
cera en cuadro.
Para llegar a esta organización, los actuales regimientos li-
geros cederían sus terceros grupos a los que hoy llamamos
pesados, que, además, crearían su cuarto grupo, aumentando
su número, como por ley está ya dispuesto, hasta igualar el
de los regimientos de cañones.
Precisarían seis regimientos de cuerpo, formando un total
de 24 grupos, y como, más o menos completamente organi-,
zados, disponemos de nueve de estos grupos, incluyendo el
actual regimiento de posición, habrían de crearse otros 15
grupDs.
La artillería de trinchera y el regimiento automóvil ha-
brían de crearse en su totalidad, y a las agrupaciones (o regi-
mientos) de gran calibre podría dársele como base tres de
nuestras actuales comandancias mixtas.
Por último, el mando de los regimientos ligeros de caño-
nes, así como el de las agrupaciones de gran calibre, podría
ser ejercido sin dificultad alguna por tenientes coroneles.
Esta organización, ajustada a las deducciones que se han
ido haciendo en este escrito, ofrece para nosotros el inconve-
niente capital de exigir un determinado número de piezas,
SKRIK Vr.—TOMO X X I V S
66 MEMORIAL DK AKTII.LhKÍA

con las que de momenlo no podríamos contar. Parece que se


allanaría la dificultad no organizando, hasta que las hubiese,
las unidades que habrían de servirla; pero esto, que pudiera
ser remedio para las de nueva creación en su totalidad, cual
son los regimientos de trinchera y gran calibre, no lo es en
forma alguna para los divisionarios, que con sobrantes de un
determinado material habrían de esperar, sin utilizarlo, la
llegada del más perfeccionado. Veamos, pues, la forma de
solucionarlo hasta tanto que se vaya disponiendo de ese ma-
terial.
Tenemos en abundancia, mayor de la requerida por las
necesidades expuestas, incluso con las reservas de parque,
material de 7,5 cm. Disponemos también de un cierto núme-
ro de baterías de obuses de 15,5 cm., que ha de ir aumentan-
do sin demora hasta completar el total fijado en la disposi-
ción que ordenó su compra y fabricación. Asimismo conta-
mos ya con baterías de cañones de 15 cm., modelo 1913, cuyo
número ha de ir también paulatinamente creciendo hasta ter-
minar el lote mandado construir. Demos, pues, aplicación in-
mediata a estas piezas y esperemos la llegada de las res-
tantes.
Lo primero que habría de realizarse sería la igualación en
número de los actuales regimientos ligeros y pesados. Tene-
mos 16 de los primeros y 9 de los segundos. Como ya no se
trata de imposibilidad de dotar de material a estos úllimos,
no hay razón para mantener esa diferencia. El número debe
ser el mismo, y aunque lo mejor sería crear, si esto no fuese
posible, vayamos a lo práctico, del momento, haciendo de
cuatro de los primeros tres de los segundos. Así iremos asen-
tando la organización sobre bases firmes que nos permitan
legar al grado más conveniente.
Dejemos a los regimientos de 7,5 cm. con sus tres grupos,
formados éstos por dos baterías en armas y una en cuadro,
con lo que desde luego mejorarán sobre lo actual. Habrá con
ello un exceso de cañones, según la proporción establecida.
ORGANIZACIÓN Y DOTACIONES DF ARTILLERÍA 6/

justificado, sin emjbargo, por no contarse de momento con


obuses ligeros para restablecerla.
Organicemos los regimientos pesados con un grupo de dos
baterías de obuses de 15 cm. y otro igual de obuses Be. 15
centímetros o de cañones Be. 12 cm., agotada la actual exis-
tencia de aquéllos. Como estos regimientos quedan así redu-
cidos a la más mínima expresión, no habrán de tener- unidad
alguna en cuadro.
De regimiento de cuerpo sólo contamos con el actual de
posición. Sobre la base de no hacer de momento creaciones
que exijan nuevos créditos, reorganicémoslo, armándolo con
un grupo de tres baterías de 15 cm., modelo 1913, y otro de
tres cañones de bronce o acero de igual calibre, en espera de
ser reemplazado por uno igual al primero. Con ayuda de los
grupos afectos a las comandancias—hoy más nominales que
efectivos, si exceptuamos el grupo de cañones de la de San
Sebastián—, tendremos sin aumento de gastos un elemento
aprovechable, uno solo, pero de utilidad, sin que pueda de-
cirse lo mismo de lo que hoy poseemos con ese carácter.
Este regimiento tampoco habría de tener por ahora bate-
rías en cuadro, al encontrarse reducido a la mitad de lo quo
en su día habrá de ser.
No puede ser más modesta ni menos satisfactoria la or-
ganización que proponemos; desde luego no resiste la menor
comparación con la antes anotada. Lleva a regimientos divi-
sionarios una pieza con 45 kg. de peso de proyectil, que,
para iniciar el fuego con lOO disparos por pieza, requiere por
batería lO camiones de cuatro toneladas—no por peso, sino
por volumen— ó 12 carros de municiones; coloca tres cali-
bres distintos dentro de la división, aquí que tan dificultoso
se hace el municionamiento por la falta de vías y de medios;
arroja inconsiderable proporción de cañones sobre obuses, y
es, por último, manifiesta la escasa dotación que representa.
Nos hemos, sin embargo, atenido a la realidad, procuran-
do, como creemos haberlo conseguido, que sea capaz de au-
68 MEMORIAL DE ARTILLERÍA

mentos y mejoras conforme se vaya recibiendo el nuevo ma-


terial. Desde luego juzgamos que mejora lo presente.
Mejora en la igualación del número y clase de regimientos
divisionarios; mejora de éstos, a los ligeros, poniéndolos a to-
dos en la mismas condiciones de enseñanza e instrucción; me-
jora también a los pesados, unificando su armamento, moder
nizándoselo en parte y suprimiendo el deficiente mortero;
mejora, en fin, al regimiento de posición, con un mínimo, sí^
de material moderno, pero de alguna eficiencia, a cambio de
borrarle grupos nominales y de suprimirle el ya arcaico obús
de 21 cm., deficiente aun en sus mocedades.
Suprime, es verdad, los actuales grupos de comandancias;^
pero, ¿servirían éstos para mucho, supuestos todos completos^
sin la protección o amparo necesario de una organización re-
gimental, o siquiera de grupos independientes?

* *

Terminamos este trabajo con la invocación que al comen-


zar hicimos, de que plumas más expertas que la nuestra nos
conduzcan al fin que todos deseamos.
La voluntad y el deseo de quien tanto puede conseguir es
inmejorable; podemos garantizarlo. En la obligación estamo s
todos de ayudarle.

U N JEFE DE ARTILLERÍA.
LA GUERRA QUÍMICA ÓQ

LA GUERRA QUÍMICA

cLa guerra química constituye una


verdadera ciencia. Desde la inven­
ción de la pólvora nada ha modifica­
do tan profundamente las condicio­
nes de la guerra...>
(General Fríes, jefe del Servicio
de Guerra química norteamericano.)

De dos maneras diferentes han sido empleados los gases


deletéreos como arma de combate en la pasada guerra: for­
mando nubes proyectadas sobre el enemigo, aprovechando
•vientos favorables, o constituyendo la carga interior de los
proyectiles de artillería.
La primera modalidad hace su aparición en el campo de
batalla el 22 de abril de 1915, marcando el comienzo eficaz
de la guerra química. El mariscal French, general en jefe de
las tropas británicas, en el parte oficial correspondiente a ese
día, da cuenta de este hecho en la forma siguiente: «Después
de un copioso bombardeo, el enemigo atacó la división fran­
cesa hacia las cinco, empleando por primera vez los gases as­
fixiantes. Los partes de la aviación hicieron saber que hacia
las cinco se había visto una espesa nube de humo amarilla
emitida de las trincheras alemanas entre Langemark y Bixs-
choote. Lo que siguió desafía toda descripción. El efecto de
los gases tóxicos fué tal, que toda la línea, constituida por la
división francesa arriba mencionada, se encontró práctica-
70 MEMORIAL DE ARTILLERÍA

mente incapaz de toda acción; de momento nadie pudo com­


prender lo que había pasado. La cortina de humo impedía
ver, y centenares de hombres fueron súbitamente sumergi­
dos en un estado comatoso o puestos en peligro de muerte.
En el espacio de una hora, toda la posición fué abandonada
con 50 piezas de artillería, aproximadamente. Tengo particu­
lar interés en rechazar toda idea de reproche respecto a la
división francesa, como consecuencia de este desgraciado in­
cidente.»
El gas emitido era el cloro, y la manera de operar la que
a continuación se detalla:
Una tropa de zapadores, especializados en este servicio,
empezaba por cavar en el piso de las trincheras de primera lí­
nea de donde debía partir el ataque, y al pie del parapeto, una
serie de hoyos en los que se enterraban los cilindros conte­
niendo el gas comprimido. Las válvulas de escape de dichos
cilindros, cubiertas por un sombrerete roscado, quedaban al
ras del suelo, y eran cubiertas por un salzdecke, saco lleno de
una especie de turba empapada en una disolución de potasa
destinada a neutralizar las fugas ligeras. Sobre este saco se
apilaban tres capas de otros terreros, destinados a proteger
los cilindros contra los cascos de los proyectiles y a formar
una banqueta para los tiradores.
Llegado el momento del ataque, se ponían al descubierto
los sombreretes, y una vez desroscados, se adaptaban a los ta­
pones con válvula de los cilindros unos tubos de plomo que se
hacían asomar sobre el parapeto y se apuntaban en la direc­
ción del enemigo. La descarga se hacía por baterías de vein­
te cilindros a la vez, y las baterías designadas abrían sus vál­
vulas a una orden dada por el disparo de un cohete.
Estas últimas operaciones se realizaban después de haber
evacuado la infantería las trincheras en que estaban situados
los cilindros, tanto para evitar los riesgos inherentes a la
operación, como para librarla del inmediato bombardeo de
que hacía objeto la trinchera en cuestión la artillería adversa.
LA GUERRA QUÍMICA 71

El conciso relato del mariscal French muestra hasta qué


punto tuvo éxito la tentativa realizada, que no fué otra cosa
que un ensayo.
Parece ser que los medios militares alemanes no tenían
gran fe en el procedimiento preconizado por los hombres de
ciencia, y esta experiencia fué más bien organizada por éstos,
y desde luego no se sacó todo el partido debido, que pudo
ser incluso la rotura de las líneas del adversario, por no ha­
ber sido practicada en gran escala, abarcando una gran ex­
tensión del frente o varios puntos a la vez, lo que hubiera
fácilmente consentido la potencialidad químico industrial ale­
mana, capaz en aquel momento de producir sin esfuerzo 40
toneladas diarias de cloro líquido.
Pero esta experiencia, aunque concluyente, fué un verda­
dero fracaso, tanto por no haber aprovechado todo el rendi­
miento táctico que pudo dar, como por haber malgastado el
efecto de sorpresa que es capital en la guerra.
Un angustioso llamamiento dirigido por lord Kitchener a
las mujeres inglesas y francesas, dio por resultado la fabrica­
ción en pocos días de un elemento de protección rudimenta­
rio, es cierto, pero ya suficiente para resistir durante un cier­
to tiempo los futuros ataques; y para que se vea lo rápido de
la reacción, copiamos el parte del 24 de abril, es decir, de
dos días después del primer ataque: «Muy temprano, en la
madrugada del 24 de abril, después de una abundante emi­
sión de gases seguida de un violento bombardeo, un ataque
vigoroso fué dirigido contra nuestra posición al este de Ypres.
El verdadero ataque empezó a las dos horas cuarenta y cinco
minutos de la madrugada. La mayoría de las fuerzas dormía,
y fué demasiado brusco para darles tiempo de hacer uso de
sus respiradores.»
Se ve, pues, que sólo dos días bastaron para dotar a las
tropas del frente directamente amenazado, de un medio de
protección, que, aunque reducido en esencia a un tapón de
algodón impregnado de productos químicos adecuados, no
72 MEMORIAL DE ARTILLERÍA

por eso deja de revestir su suministro serias dificultades, dada


la cantidad y la perturbación que en todos órdenes acarrea
una guerra en que la nación toda se ve envuelta.
No puede alegarse en descargo del mando alemán, al orga­
nizar una experiencia de tal naturaleza arriesgando en ella el
efecto de sorpresa, la seguridad que tenía de poder repetir
el ataque a voluntad y en la escala que quisiera. Cierto es que
los medios de producción de los aliados estaban en la pro­
porción de uno a cuarenta, lo que alejaba todo temor de re­
presalias inmediatas; pero pudo y debió pensar que si no es­
taba en situación de replicar, podía ponerse rápidamente en
condiciones de resistir los ataques de tal naturaleza.
No es tampoco comprensible el excepticismo del mando
ante el resultado probable de un ataque de tal género. Pres­
cindiendo de la toxicidad del cloro, se alcanza fácilmente la
ventaja de una tropa que puede moverse en una atmósfera
de humo denso sin perturbaciones en su respiración y con
facilidades para ver, con relación a otra que, sin protección
alguna, se ve cegada y medio asfixiada por una nube, entre
cuyas sombras sólo se perciben los relámpagos de las grana­
das de mano y el huracán de las balas que silban en todas
direcciones.
El mariscal French, en su parte, aparta toda idea de re­
proche ante la retirada de la división envuelta por los vapo­
res de cloro, y fácil le será a todo el que se traslade con la
imaginación a tal momento, participar de igual indulgencia.
No existe heroísmo capaz de resistir a ese terrible enemigo
contra el cual no hay desenfilada posible; sus espesas volu­
tas ruedan pesadamente sobre el suelo a impulsos del viento;
el menor repliegue, como el más seguro abrigo, son inva­
didos implacablemente, más cuanto mayor protección pre­
senta a los peligros corrientes de la guerra; pues la mayor
profundidad, con su menor ventilación, permite el estaciona­
miento del gas, que, denso y espeso, se precipita en las ca­
vidades convirtiéndolas en pozos donde acecha la más espan-
LA GUERRA QUÍMICA '73

"tosa de las muertes: la asfixia. Y aun suponiendo que el he-


roísmo se llevase al límite inconcebible de permanecer en sus
puestos, sólo se conseguiría con ello realizar un sacrificio tan
sublime como inútil, pues sería de todo punto imposible opo-
nerse al paso del atacante provisto de medios para permanecer
sin riesgo en la atmósfera irrespirable, que avanza a impulsos
del viento, abriéndole camino.
Y para que se juzgue de toda la importancia que tuvo el
primer ataque por medio de emisión de una nube de gases, y
•de lo que pudo obtenerse de haber empleado este medio en
mayor escala, lanzando luego por la brecha abierta una nu-
merosa reserva, basta decir que las pérdidas sufridas por los
aliados alcanzaron a 5-000 muertos y un número bastante su-
perior de hombres fuera de combate.
Los alemanes, ignorando la cifra de las pérdidas sufridas
por el adversario, y no satisfechos del resultado obtenido por
éste y los sucesivos ataques realizados en tal forma que sólo
les llevaron a éxitos de detalle, sacaron la falsa consecuencia
de lo poco apto que era el sistema para aplicarlo fuera de
operaciones locales en las que se visase con preferencia el in-
fligir pérdidas al enemigo sin aventurarse luego en un ataque
a fondo.
Por otra parte, la práctica de esta forma de ataque es par-
ticularmente difícil, penosa y arriesgada. Por lo pronto, hay
•que proceder al acopio de los pesados cilindros en las inme-
diaciones del lugar donde han de emplearse, lo que trae con-
migo un transporte rodado desde las estaciones de aprovisio-
namiento hasta el punto más a vanguardia que pueda ser
alcanzado sin ser objeto de una agresión del enemigo, lo que
obliga a efectuar estos transportes de noche, y a suspenderlos
a distancias del punto de empleo, que pueden ser conside-
rables.
De la importancia de los citados transportes da ¡dea el
dato de que se estiman necesarios 2.CXX3 cilindros para llevar
con éxito un ataque en un frente de 2 km., lo que supone
74 . MEMORIAL DE ARTILLERÍA

unas 70 cargas de camión, y como para llevar los cilindros


del punto de descarga de los camiones al de empleo, se ne-
sitan cuatro hombres por cilindro, si se quiere montar el ata-
que en breve plazo, se comprenderá la dificultad de organizar
de noche, y en un laberinto de trincheras, los movimientos de
ese enjambre de hombres sin despertar la desconfianza del
enemigo, cuya artillería no tardaría en perturbar la operación
en cuanto la alarma fuese dada de ese movimiento inusitado
en la red de defensas del adversario.
Y después de vencidas todas las dificultades y puesto a
prueba el talento organizador de los Estados Mayores y la
energía y resistencia física de todos, cuando sólo resta dar la
señal para desencadenar la siniestra nube, el viento se encal-
ma o cambia de dirección, mientras los cilindros, cargados
de gas mortífero, duermen en el fondo de la trinchera, ex-
puestos a que un bombardeo afortunado aumente sus horro-
res con la rotura de las terribles cápsulas, que envolverían en
sus vapores irrespirables a los mismos que con tanta fatiga
lograron llevarlas hasta la primera línea.
Esto explica la limitación y la falta de popularidad que
gozó este procedimiento entre los Estados Mayores tanto
alemanes como aliados, cuando éstos estuvieron en disposi-
ción de ejercer represalias, lo que no ocurrió hasta el 25 de
septiembre del 15, es decir, cinco meses después del primer
ataque alemán.
No obstante, ambos bandos lo siguieron empleando, de-
biéndose a los ingleses un perfeccionamiento que renovó el
sistema, al punto de permitir sorprender al enemigo con sus
propias armas. Este perfeccionamiento fué la invención y el
empleo del proyector Livens.
Este proyector no era más que un mortero rudimentario
disparado eléctricamente, lo que permitía la descarga de va-
rios centenares a la vez, y que lanzaba una bomba cargada de
gases. La explosión, casi simultánea, de todos los proyecti-
les, creaba a cierta distancia del punto de lanzamiento una
l.A GUERRA QUÍMICA 75

nube análoga a la producida por emisión directa, y que, por


lo mismo que estaba alejada del punto de emisión, era en cier-
to modo independiente de la dirección del viento, aunque,
claro está que sólo se hacía uso de este sistema en días de
calma o de viento débil.
El efecto de sorpresa se lograba por obrar los gases in-
opinadamente sobre tropas o servicios que, por su mismo ale-
jamiento de la primera línea, se creían fuera del peligro de
una agresión de tal género, y descuidaban las medidas de ri-
gurosa disciplina protectora observada en aquélla, efecto que
se aumentaba por operar hacia el final de la noche, cuando la
vigilancia decae y el sueño es más profundo, impidiendo o
dificultando percibir el ruido de las cargas de proyección, que
a los I.OOO ó 1.500 m. de alcance sólo era como el sordo ru-
mor de la explosión de una mina lejana.
Este sistema empezó a prestar excelentes servicios en
abril del 17, si bien hay que mencionar que los gases emplea-
dos no eran ya el cloro primitivo, sino los lacrimógenos, que
constituían la carga de los proyectiles de artillería, y el fosge-
no, que ya en el campo alemán había hecho su aparición el
19 de diciembre del 15, aliado al cloro en nube muy espesa,
y que, de no haber encontrado a los aliados convenientemen-
te protegidos por respiradores adecuados, las pérdidas sufri-
das hubieran sido considerables, pues el fosgeno es gas tanto
más peligroso cuanto que sus efectos son retardados y se pre-
sentan hasta seguidos de la muerte de quien lo aspira, aun en
débil dosis, y creyéndose perfectamente sano sigue haciendo
su vida ordinaria.
Se cita a este propósito el caso de un prisionero alemán
hecho por los ingleses en la época que éstos empleaban el fos-
geno en sus ataques, que al ser interrogado en las diferentes
oficinas de información, declaró que los efectos de tal gas
eran muy débiles, y que él mismo acababa de respirarlo sin
experimentar ninguna perturbación. Bastó la fatiga producida
por esos diversos interrogatorios, unida a la de su traslado
76 MEMORIAL DE ARTILLERÍA

de una a otra oficina, para determinar la muerte del prisione­


ro a las veinticuatro horas de haber respirado el gas, al pa­
recer inofensivo.
Por tal razón, todo sospechoso de haber respirado fosge­
no era inmediatamente evacuado como enfermo grave y so­
metido a tratamiento.
Como es natural, al tratarse de un sistema que tiene éxi­
to, el proyector Livens fué copiado por los alemanes, que lo
perfeccionaron en el sentido de darle mayor alcance, y cuan­
do sobrevino el armisticio ya estaba establecido el proyecto
de un proyector rayado, capaz de alcanzar a 3.OOO m., y cuyo
uso, combinado con los anteriores de menor alcance, hubiera
permitido cubrir simultáneamente una vasta zona de una es­
pesa nube de gases irrespirables, a los que se pretendía dar
un mayor carácter de persistencia, empleando bombas car­
gadas con unos granulos porosos impregnados de fosgeno,
que al ser esparcidos por la explosión formarían sobré el te­
rreno una capa emisora de gases.
Tanto un bando como otro se esforzaron en perfeccionar
sus medios de protección y la manera de emplearlos, crean­
do una rigurosa disciplina de gases; pero, a despecho de todo,
esta modalidad de empleo del arma química no deja de ser
temible, y en apoyo de tal aserto transcribimos unos párrafos
de una carta escrita a sus padres por un soldado alemán, alu­
diendo a las últimas fases de la batalla del Somme, en la que
lús ingleses hicieron un abundante empleo de las nubes de
gases: «Desde el comienzo de julio hay una matanza sin igual.
No pasa día sin que los ingleses lancen sus olas de gas en una
u otra parte. Os daré un solo ejemplo: hombres que se encon­
traban a 7 y 8 km. de la primera línea, han caído en el
coma sólo por los efectos de la cola de la capa de gases, que
puede hacerlos sentir hasta 12 km. a retaguardia. Se trata de
una sustancia mortal. > Y según el testimonio de otro prisio­
nero interrogado por los franceses: «Una gran confusión rei­
nó entre las tropas, que llegaron a quitarse la máscara por-
LA GUEKRA QUÍMICA 7/

que se ahogaban. Unos cayeron corriendo hacia retaguardia.


Otros enfermaron al día siguiente. Toda vegetación fué abra-
sada en una extensión de 8km...»

Examinado el sistema de formación de una nube de gases


deletéreos, ya por emisión directa, ya por el intermedio de
un proyector, pasemos a la otra modalidad, que, en esencia^
no difiere de la segunda explicada más que en sus proporcio-
nes y alcance, y que consiste en el empleo de los gases y
substancias químicas como carga interior de los proyectiles
de artillería.
La iniciativa de este sistema corresponde al bando alemán,
y hace su aparición en el campo de batalla en octubre del
año 1914, y consistió en añadir a la carga interior de los pro-
yectiles una substancia irritante en estado pulverulento, que la
violencia de la explosión se encargaba de esparcir en la at-
mósfera, y que, atacando a las mucosas, se esperaba hiciera
imposible la permanencia en las regiones bombardeadas a
las resguardadas de los efectos directos de los proyectiles.
Se empezó por emplear una granada de metralla especial
en el obús ligero de 10,5, dotada de una pólvora estornuta-
toria a base de sales dobles de dianisidina. Su efecto poco in-
tenso y en zona muy limitada, hizo que se abandonase pronto
esta substancia, empleándose las llamadas T, B y Bn, forma-
das por líquidos irritantes: xileno, mono y bibromado, bro-
mo-acetona y bromo-metiletil-acetona.
El empleo de estos proyectiles cargados con líquidos fué
objeto de previas experiencias desde el punto de vista balís-
tico, y demostrada la posibilidad de su empleo, el proyectil
•T hizo su aparición en enero del 15, disparado por los obuses
pesados de campaña. Efectos verdaderamente apreciables con
esta clase de proyectiles no se lograron hasta el verano del
mismo año en la Argona, por razón de un empleo poco ade-
78 MEMORIAL DE ARTILLERÍA

cuado y quizá insuficiente en cantidad, pues se comenzó por


atribuirles un mayor poder tóxico del que tenían en realidad;
en su consecuencia, el ntímero de proyectiles que se preconi-
zaba para cada objetivo, no bastaba para lograr un efecto sen-
sible.
También a primeros del año 15 ernpezaron los alemanes
a emplear proyectiles cargados con substancias lacrimógenas
(xileno y acetonas bromadas), que produjeron a los aliados no
pocas molestias, pues aunque su toxicidad no era grande,
producían una ceguera temporal por la abundancia del la-
grimeo, que realmente inutilizaba a las tropas sometidas a su
acción. El efecto era tan rápido y violento que, al tratar de
cruzar una zona invadida por el gas, se era bruscamente dete-
nido por una sensación análoga a un trallazo en los ojos.
En el año i6 hacen su aparición los proyectiles alemanes,
marcados con una cruz verde y cargados con fosgeno y con
cloroformiato de metilo clorado, ambos de efecto mortal, pero
fácilmente evitable con la máscara protectora.
De esta clase de proyectiles se hizo abundante uso contra
V'erdun, que llegó a recibir lOO.OOO en el curso de un solo
bombardeo.
La facilidad con que eran evitados los efectos de estos ga-
ses de acción, además, no persistente, lanzó a los alemanes
por la vía de encontrar un producto capaz de atravesar la
máscara, obligando a retirarla y ser víctima entonces de los
gases mortales Cruz Verde.
A esta idea responden los proyectiles Cruz Azul, cargados
con difenilcloroarsina y difenilcianarsina y otros compuestos
a base de arsénico, productos sólidos y reducidos a polvo im-
palpable que producían al ser respirados un efecto irritante
sobre las fosas nasales y la garganta, seguido de vómitos y
vivos dolores. A las finas partículas de estos productos quí-
micos se las juzgaba capaces de atravesar mecánicamente los
filtros de las máscaras, arrastradas por la corriente de aire
producida por la respiración, no siendo así químicamente
LA GUERRA QUÍMICA

neutralizadas por aquéllos. El resultado obtenido fué muy


inferior al esperado, pero no por eso deja de marcar una
orientación menos peligrosa para el porvenir.
En julio del año 17 sufren los aliados los primeros ata-
ques llevados a cabo con los proyectiles Cruz Amarilla, car-
gados con el temible gas mostaza (sulfuro de etilo biclorado), .
que por haber sido empleado por primera vez en la región de
Ypres, fué llamado yperita por los franceses, que fueron los
primeros en reproducirlo y emplearlo en sus proyectiles.
Este gas, de efecto persistente, es, además de deletéreo,
vesicante, y si bien no atraviesa los filtros de las máscaras,
ataca y cubre de vejigas aun las partes cubiertas del cuerpo,
siendo, como es natural, peligrosísimo para los ojos. No
obstante, apresurémonos a decirlo: los casos mortales son
raros, si bien las bajas que produce pueden quedar fuera de
combate durante semanas y aun meses, y las cegueras pasar
de temporales a definitivas.
Esta clase de gas produjo por sí solo a los aliados ocho
veces más pérdidas que todos los otros reunidos, y su efecto
persistente, exacervado en tiempo húmedo, se presta a las más
variadas combinaciones tácticas, de las que haremos más ade-
lante un resumen.
La persistencia de los gases empleados y la conveniencia
de evitar los lugares infestados por ellos, hizo a los alemanes
ensayar el sistema de añadir una substancia colorante a la
carga de los proyectiles vehículo de los gases de tal carac-
terística. Esta substancia tenía por misión teñir el terreno
bombardeado, facilitando así su reconocimiento por las tro-
pas de asalto, pues la débil carga explosiva de estos proyec-
tiles no dejaba huella suficiente para poder descubrir por los
efectos del bombardeo la zona afectada por los gases. Pero
este empleo de los colorantes no pasó de ser una experien-
cia, que conviene, no obstante, consignar, porque quizá el
día de mañana pudiera hacerse necesario este sistema de
marcar un terreno de estancia o tránsito peligroso.
8o MEMORIAL DE ARTILLERÍA

Como el fin que nos guía es poner de manifiesto la


suma importancia adquirida por la guerra química y hacer
ver la influencia ejercida por su aparición en el combate mo­
derno, daremos de lado la febril y angustiosa labor de los
aliados, desprovistos de todo medio que les permitiese con­
testar en la misma forma a las agresiones sufridas, y su asom­
broso esfuerzo creando de la nada una potente industria quí­
mica, que, a favor del indiscutible valor técnico de la ciencia
aliada, pudo dsscubrir y reproducir los gases y substancias
empleadas por el enemigo, dándose el caso curioso de que la
yperita francesa fué obtenida por un procedimiento bastante
mejor, más rápido y sencillo que el empleado por los mismos
alemanes, ocasionando, además, en las filas de éstos verdade­
ros estragos.
De los medios de protección sólo diremos que, en esen­
cia, consistían en una careta de lienzo, caucho o cuero, a la
que se adaptaba un filtro del aire, consistente en una caja me­
tálica llena de varias capas de un carbón vegetal preparado
ad hoc, que retenía en su masa los gases deletéreos, dejando
pasar al aire respirable, provista, además, de una válvula para
dar salida al espirado.
Como el paso de aquél se obtiene por la aspiración, y ésta
es tanto más forzada cuanto mayor es la protección que ofre­
ce el filtro, de aquí se sigue una fatiga que acrecienta la natu­
ral a todo ejercicio físico necesario en la guerra, como la mar­
cha, la carrera, el transporte de municiones, la zapa, etc., por
lo que la tropa provista de máscaras, aun suponiendo que
quede perfectamente protegida contra los gases, no por eso
deja de perder casi un 50 por lOO de su poder combativo.
La aparición de los productos empleados bajo la denomi­
nación genérica de Cruz Azul, y que, como se recordará, es­
taban destinados a atravesar los filtros con sus partículas
impalpables, trajo consigo una serie de consecuencias que
hubieran podido volverse contra sus inventores, de haber
continuado la guerra durante más tiempo.
LA GUERRA QUÍMICA 81

En efecto; como se ha dicho, estos productos eran deri­


vados del arsénico, cuya reserva hubiera terminado por aca­
barse en la Alemania bloqueada, forzándola a suspender su
fabricación, al propio tiempo que por ser empleadas esas
substancias por los aliados, se hacía necesario aumentar las
dimensiones y, por tanto, el peso del filtro, si se quería lo
graruna protección efectiva contra ellas. Este aumento de
peso traía como consecuencia inevitable la necesidad de su­
jetar dicho filtro al pecho, uniéndolo por medio de un tubo
de caucho a la máscara; solución que adoptaron los aliados y
que hubiera sido de difícil realización por parte de los ale­
manes, imposibilitados de proporcionarse el caucho necesario
a los millones de máscaras en servicio.

*
« *

Conocidos los dos medios principales de hacer la guerra


química, pasemos a examinar su táctica, las modificaciones
que este nuevo elemento ha introducido en la guerra y el
porvenir que hace presentir su evolución, perfeccionamiento
y desarrollo.
Con el solo objeto de abreviar y facilitar el lenguaje, cla­
sificaremos las substancias químicas empleadas en: penetran­
tes, aquéllas cuya misión consiste en atravesar los filtros de
las máscaras, y venenosas, aquéllas capaces de ocasionar la
muerte, o por lo menos dejar fuera de combate a quien las
aspire. Ambos tipos los representaremos en abreviatura por
las letras minúsculas p y v. Los gases tipo yperita, cuya ac­
ción es irritante, es decir, capaz de obrar sobre la piel, pro­
duciendo efectos de quemadura, los representaremos por la
letra minúscula i.
Es evidente que estos gases del tipo i podíamos clasifi­
carlos en el grupo v; pues si son capaces de quemar la piel,
puede calcularse su efecto sobre las mucosas, conjuntivas et­
cétera; pefo preferimos fijarnos en esa cualidad de irritantes
SERIE V I . — T O M O X X I V 6
82 MEMORIAL DE ARTILLERÍA

sobre la de venenosos, por marcar una nueva modalidad en


su acción que los caracteriza mejor, toda vez que el ser irri­
tante implica la cualidad de venenoso, mientras la recíproca
no se verifica.
Por sus efectos tácticos, los productos químicos empleados
los clasificaremos en transitorios, representados por la letra
mayúscula T, y persistentes^ representados por una P.
Así, pues, según esta clasificación, los gases alemanes
Cruz Azul los representaremos por T p; los Cruz Verde por
T v, y los Cruz Amarilla por P i.
Establecidos estos convenios, pasemos a tratar del empleo
táctico de los proyectiles cargados con gases.
De la naturaleza misma de los productos empleados se
deduce una consecuencia para su empleo, y es que los tipos
p y V, por complementarse en sus funciones, deberán emplear­
se simultáneamente y en una proporción que sólo puede mar­
car la intensidad de sus efectos respectivos. Supongamos,
por ejemplo, que la substancia p que constituye la carga de
un proyectil dado, hace sentir sus efectos con absoluta efica­
cia en un área ^/j de aquélla que cubren los gases v despren­
didos por la explosión de un proyectil del mismo tipo, con
intensidad suficiente para ser mortales o, por lo menos, ca­
paces de inutilizar al enemigo; es de toda evidencia que una
proporción de 3 a I en los proyectiles de cada clase, reparti­
dos en fuegos en cuyos saltos y escalonamientos se observe
igual proporción, cubrirán el terreno en la forma más eficaz
y económica.
La proporción de los proyectiles cargados con gases per­
sistentes será también fijada por su radio de acción y em­
pleados solos o simultáneamente con los p, según proceda, y,
por último, combinada con estas proporciones, habrá otra de
granadas rompedoras, destinadas a demoler obstáculos y
allanar el camino del asaltante.
La orden del 8 de mayo de 1918 del VII ejército alemán,
fija estas proporciones en la siguiente forma:
LA GUERRA QUÍMICA 83

a) Bombardeos de contrabatería a gran distancia.


Cañones de 7,7 y lO cm.; obuses de I 5; Cruz Azul, 70 por
100; Cruz Verde, lO por lOO; G. R., 20 por lOO.
Cañones de 15, largo alcance, sólo G. R.
b) Bombardeo de posiciones de infantería.
I.—Barrera móvil:
Cañones de T,"]; obuses de 10,5 y de 15 cm.; Cruz Azul,
30 por 100; Cruz Verde, lO por lOO; G. R., 60 por lOO.
Los obuses de 21, nada más que G. R.
2.—Barreras fijas:
Cañones de 7,7 y 10; obuses de 10,5; Cruz Azul, 60 por
100; Cruz Verde, lO por lOO; G. R., 30 por ICO.
El análisis de esta orden no deja de ser instructivo desde
el punto de vista táctico; se ve en ella que los gases tipo T v
vienen representados en todos los casos por una proporción
invariable de 10 por lOO, que es, indudablemente, la que se
estima necesaria, dados los métodos de tiro empleados, para
surtir sus efectos venenosos en toda la extensión del terreno
bombardeado.
Su cualidad de transitorios los hace particularmente aptos
para ser empleados en sitios que más tarde se piensa ocupar,
como lo parecen indicar las misiones en que se van a em-
plear: contrabaterías situadas en la retaguardia enemiga, que
pueden alcanzarse si el ataque diera resaltado; barrera móvil,
es decir, el fuego que precede inmediatamente el avance de
la infantería, y barrera fija, que, si bien su misión es más bien
defensiva y de protección contra un contraataque, no por eso-
excluye la posibilidad de avanzar en las zonas bombardea-
das, en el caso en que se modifique el trazado del frente por
haber cedido la parte sometida a la presión directa.
El tipo T p le vemos representado por tres proporciones
distintas, una por misión, y complementado por la G. R.,
toda vez que el otro término del porcentaje queda invariable
como acabamos de ver. A nuestro juicio, eso es debido a que
en cada caso se persigue un fin distinto. Contra las batería&
84 MEMORIAL DE ARTILLERÍA

situadas a gran distancia a retaguardia, la proporción alcanza


un máximo de 70 por lOO de T p y un mínimo de G. R. de
20 por 100; nada más fácil de explicar si se piensa que el ob­
jeto de esta acción de contrabatería es, por de pronto, acallar
sus fuegos para impedirles obrar contra el ataque de infante­
ría que va a desencadenarse, y nada mejor que una fuerte do­
sis de substancias penetrantes que dejen libre paso a las ve­
nenosas, ya calculadas en cantidad suficiente para surtir su
efecto, y que, en último caso, por sus vómitos y dolorosa
acción sobre las mucosas, impida al personal continuar su
servicio. Al propio tiempo, la proporción de G. R. disminuye
por la poca probabilidad que hay de desmontar una batería
desenfilada y a larga distancia, no suprimiéndola, sin duda,
porque siempre hay interés en mantener el efecto moral de­
primente sobre el personal enemigo con las violentas explo­
siones ocurridas en su proximidad, aparte de la esperanza,
siempre posible, de un disparo afortunado.
Por otra parte, el efecto penetrante de la Cruz Azul ale­
mana era temido por los mismos que la empleaban, y esto
explica la proporción más débil de esta clase de proyectiles
(30 por 100) asignada a la barrera móvil, que va a llenar de
gases un terreno destinado a ser recorrido inmediatamente
por las tropas de ataque, e indudablemente se fija esta pro­
porción por ser la extrictamente indispensable para lograr su
efecto, y al propio tiempo se refuerza la G. R., encomendan­
do su empleo exclusivo a los grandes calibres, para romper
los obstáculos opuestos a la marcha de las tropas, creando
embudos donde puedan refugiarse durante el avance.
Por útimo, en la barrera fija vemos el intermedio; hay
interés en cerrar el camino al adversario sin cerrárselo a sí
propio si el ataque tiene éxito, lo que ocurriría durante un
plazo más o menos largo si se hubiera empleado en la forma­
ción de la barrera los gases tipo P i, por lo que se hace au­
mentar el efecto tóxico de los gases T v, obligando así al ad­
versario a evacuar la zona batida, donde, por otra parte, no
LA GUERRA QUÍMICA 85

debe hacer muy cómoda estancia la presencia de un 30 por


100 de G. R.
Analizado así un ataque, da la sensación de un éxito se"
guro y de que casi va a convertirse para las tropas asaltantes
en un paseo arma al brazo hacia el objetivo señalado, cuando
el enemigo, empujado por la barrera móvil, haya hecho alto
en el sitio que se le permita, y no haya más que instalarse
tranquilamente en la posición conquistada, bajo la protección
de una densa barrera fija.
En la práctica no sucede así porque los efectos de los ga-
ses pueden resistirse, aunque sufriendo un número de bajas
que equivale al producido por todos los otros medios de gue-
rra juntos, según se desprende de la estadística americana es-
pecialmente interesante, por referirse al período de su inter-
vención en el conflicto europeo, en que la guerra química fué
particularmente intensa.
El análisis que acabamos de hacer de la orden del VII
ejército alemán, a propósito de la proporción de proyectiles
de las diversas clases, nos da ya hecho el empleo táctico de
los medios químicos en la guerra. Este se limita a aplicar en
cada caso y situación particular una regla deducida de la na"
turaleza misma de las substancias empleadas, que es no hacer
uso de los gases tipo P i, más que en los sitios que no se
piensa ocupar, por lo menos en varios días, y haciendo de los
tipos T p y T V un uso combinado, en el que la proporción
de T p será tanto menor cuanto más pronto se espera reco-
rrer la parte bombardeada con él.
Así tenemos numerosos ejemplos en la pasada guerra, de
los que citaremos alguno, dejando la pluma al general inglés
Hartley:
«Del 7 al 9 de abril no hubo ningún bombardeo con pro-
yectil de gases entre el canal de la Bassée y Armentiéres,
mientras que, por el contrario, los hubo muy violentos con
proyectil Cruz Amarilla al sur del canal. Sobre Armentiéres
fué tan violento, que el gas mostaza corría en los arroyos. Es-
86 MEMORIAL DE ARTILLERÍA

tos hechos indicaban la probabilidad de un ataque contra el


frente defendido por los portugueses, lo que ocurrió el 9 de
abril. Proyectiles de gases Cruz Azul y Cruz Verde fueron
empleados en el curso de los bombardeos preliminares.»
Refiriéndose al ataque de que fué objeto Kemel el 25 de
abril, dice lo siguiente:
«Este caso es particularmente interesante, en sentido de
que los proyectiles no persistentes Cruz Azul fueron em­
pleados para bombardear el objetivo mismo; y los Cruz Ama­
rilla su retaguardia, lo que indicaba que el 25 de abril el
enemigo no tenía la intención de rebasar la línea conquistada.»
Tratando de la retirada alemana, escribe los siguientes
párrafos:
«El proyectil Cruz Amarilla fué empleado más frecuente­
mente y en mayor proporción que anteriormente, sea para el
bombardeo de las primeras líneas y posiciones avanzadas, sea
para el de los puntos de concentración. Más de una vez, cuan­
do el enemigo esperaba un ataque de nuestra parte, trataba
4e hacer impracticable la zona que se extendia delante de
nuestras líneas por medio del gas mostaza. Estos bombardeos
se dirigían generalmente contra las partes del frente donde
un ataque aliado era probable, y el enemigo trataba de cau­
sarnos pérdidas batiendo especialmente los puntos en donde
las tropas pudieran concentrarse antes del ataque. Es particu­
larmente significativo el hecho de haber transferido al primer
ejército los parques de municiones de Cruz Amarilla del ter­
cero hacia el fin de agosto, cuando el sector defendido por
aquel ejército inspiró cierto recelo al alto mando alemán. La
Cruz Amarilla constituía para el enemigo una excelente arma
defensiva, si bien no supo sacar de ella todo el partido posi­
ble, descuidando el bombardeo de nuestros caminos y moles­
tar nuestras comunicaciones, como pudo haberlo hecho. A
medida de los progresos de nuestra ofensiva, su táctica de ga­
ses se debilitó y su organización perdió valor. Se pudo enton­
ces formarse idea de la superioridad de un solo bombardeo
LA GUERRA QUÍMICA 87

importante con proyectiles de gases, con relación a varios


más restringidos. En este último caso se podía evacuar el te­
rreno contaminado y cambiar de posición, mientras que, por
el contrario, en el caso del bombardeo de una región extensa,
como, por ejemplo, el saliente de Cambrai, las dificultades de
evacuación de las posiciones eran bastante mayores, y, por
tanto, las pérdidas más elevadas. En plena ofensiva no podía­
mos tomar las mismas precauciones contra los gases que en
la guerra de trincheras.»
Se deduce de estos ejemplos, que no constituyen una ex­
cepción, sino la regla general, el empleo que debe hacerse y
los frutos que pueden obtenerse con los proyectiles cargados
con gases.
Del procedimiento de emisión directa sólo diremos que
requiere como condición indispensable una estabilidad de po­
sición incompatible con la guerra de maniobra, y hasta un
cúmulo tal de circunstancias tales, que puede darse por termi­
nada su aparición en los campos de batalla futuros; y en cuan^
to a la producción de una nube por el disparo simultáneo, de
gran cantidad de proyectores del tipo Livens o sus derivados,
tampoco lo creemos practicable por el enorme peso que debe
transportarse, salvo en el caso de que una larga estabilización
en el frente de combate lo consienta.
Queda, pues, el problema reducido al empleo de las subs­
tancias químicas como carga de los proyectiles de artillería,
donde la indiscutible eficacia como arma de guerra, tanto
como la oportunidad de aplicación en numerosos casos que
tiene el gas tipo P i, le asegura una larga existencia y un
rango preeminente al lado de los altos explosivos.

• *

Como es natural, la aparición de los procedimientos


<}uímicos en la guerra ha traído consigo una honda pertur­
bación en la preparación de aquélla durante la paz, en el
88 MEMORIAL DE ARTILLERÍA

cálculo de previsiones, movilización y conducción de la gue­


rra en sí.
Aparece en prinaer término la necesidad de poseer en la
paz una robusta industria química capaz de suministrar en la.
guerra la cantidad de productos necesarios.
Cierto que si se atiende a las cifras alcanzadas en tal fa­
bricación por alemanes y aliados, el problema adquiere carac­
teres de insoluble; pero no hay que perder de vista que una
nación debe adaptar su potencia militar a sus recursos econó­
micos, y su programa debe ser proporcionado a las fuerzas
que podría movilizar llegado el caso. .
A ese efecto, y para establecer una norma, debe preverse
que la producción de proyectiles cargados con gases deben
estar, con respecto a los cargados con alto explosivo, en la re­
lación de l / l , y que debiendo presidir toda organizacinn que
comienza una idea defensiva, el gas por excelencia en tales
casos debe ser de la clase P i.
Siempre con el carácter defensivo, se debe proceder a la
formación de un núcleo de técnicos especializados en esta
clase de asuntos, que deben en la paz dedicar sus esfuerzos al
perfeccionamiento de los medios de protección y a la inves­
tigación de los sistemas de fabricación del producto de la na­
turaleza indicada más enérgico y eficaz que sea dable, utili­
zando exclusivamente, si fuera posible, las primeras materias
disponibles en la nación. Al propio tiempo este núcleo estu­
diaría la transformación de las fábricas existentes en el mo­
mento de la movilización, y, una vez las hostilidades rotas,
tendría por misión proceder a los análisis de los productos
empleados por el enemigo, para acudir al remedio de sus
efectos y proceder a las represalias, si se juzgara posible y
conveniente.
Porque una de las características de la guerra química es
la relativa facilidad con que se presta al efecto de sorpresa.
Un producto nuevo anulando la protección del enemigo y ca­
paz de ser fabricado en grandes cantidades y empleado con
L \ GUERRA QUÍMICA SQ

oportunidad y acierto, puede dar la victoria definitiva en cor­


to plazo, a condición de no dar tiempo al adversario para en­
contrar y aportar remedio a sus efectos.
Y no hay que olvidar que éstos son de gran importancia,
aun contando con medios de protección; pues si bien las ba­
jas que ocasionan sólo son seguidas de fallecimiento en una
débil proporción, no por eso son menos numerosas ni exigen
para el restablecimiento de los atacados ni menos tiempo ni
menos cuidados.
La estadística norteamericana que citamos en otro lugar
acusa, sobre la cifra total de su efectivo en la pasada guerra,
un 6 por lOO de bajas por gas, 0,5 por arma blanca, I por fu­
sil y ametralladora, 1,5 por proyectil rompedor y 3 por gra­
nada de metralla. Al lado de esta cifra, que demuestra la im­
portancia de la guerra química por el número de bajas que
ocasiona, está el dato, que no deja de ser consolador, de la
escasa mortalidad que acusa este medio de guerra, de aparien­
cia tan inhumana.
En efecto; de las 75.OOO bajas sufridas por los ameri­
canos a causa de los gases, sólo el 1,5 por lOO fueron mor­
tales, mientras que la mortalidad de los otros procedimientos
bélicos usuales alcanzó el 30 por 100.
Hay, pues, que adoptar esta nueva arma, so pena de estar
en una inferioridad abrumadora con respecto al que la posea;
inferioridad que no podrá hacer desaparecer el más sublime
de los heroísmos, pues dejarse matar sin poder ocasionar la
menor baja a un enemigo que a varios kilómetros de distan­
cia y en perfecta seguridad inunda de gases irrespirables el
campo de batalla, no sólo constituye un sacrificio estéril, sino
que llegaría a ser perjudicial, por privar a la nación de sus
fuerzas organizadas, quedando como única solución razonable
la pérdida sistemática de terreno, y con ella la de los centros
de vida o industriales del país, con la derrota definitiva como
final lógico e inevitable.
Y no se crea que en este cuadro sombrío se han recar-
90 MEMORIAL DE ARTILLERÍA

gado las tintas arbitrariamente. A continuación copiamos


dos párrafos de dos obras, alemana la una e inglesa la otra,
que tienen toda la fuerza de persuasión de los ejemplos
vivos:
cRelatos dignos de fe nos hacen saber que los ataques
precedidos de emisión de gases causaron pérdidas excepcio­
nales al enemigo, principalmente en el frente oriental, casi sin
costamos nada.* (Schwarte, La técnica en la guerra mundial.)
«Rusia, aun en peores condiciones que nosotros en lo que
se refiere a las facilidades de producción, se encontró en un
estado lamentable de inferioridad, desde el doble punto de vista
de protección y de satisfacción moral de poder ejercer represa­
lia^.* (Mayor Lefebvre, El enigma del Rhin.)
Insistimos en afirmar que la solución sólo la puede dar,
en primer término, el dominio técnico de la materia, como se
ha visto en el campo aliado, pues dentro de lo difícil está la
creación de una nueva industria de la importancia de la quí­
mica, luchando con las enormes dificultades que crea la gue­
rra en todos los órdenes; pero raya en lo imposible el preten­
der improvisar las capacidades técnicas capaces de organizar-
la y dirigirla.
Juzgándolo así los aliados, crearon y conservan un servi­
cio químico, ejemplo digno de seguirse, organizando dicho
servicio y dotándolo en forma que sean atraídos a él verda­
deras capacidades, que tengan todo género de medios para
ampliar sus estudios y reaUzar sus ensayos y experiencias,
bastando para ello un personal reducidísimo, provisto de todo
el material que solicite, sin reparar en el coste, que será ínfi­
mo si se piensa en las vidas que puede ahorrar, sin hablar de
las consecuencias económicas de una guerra perdida.
Paralelamente a la constitución del personal, fomentar
por todos los medios la industria química, madre no sólo de
los gases, sino de la pólvora y de los explosivos, y conocida
es la enorme cantidad de estas materias gastadas en una
guerra.
LA GUERRA QUÍMICA QI

Dejando a un lado la pólvora, de cuya importancia en lo


que a la cantidad se refiere es tan evidente que no es nece-
sario insistir sobre ello, y fijándonos sólo en los explosivos,
su desarrollo ha sido tan enorme que es difícil formarse idea
•de él sin pasar revista a las fuentes de consumo.
Estas se han multiplicado; de una dotación de rompedo-
ras por pieza del ejército y la marina, torpedos de ésta y pe-
tardos para la caballería e ingenieros, se pasa a una dotación
d e proyectiles explosivos que, en ocasiones, rebasa el 8o por
lOO; a la carga de todo el material de trincheras, granadas de
mano, bombas de aviación y minas submarinas, bastando la
lectura de estos servicios para comprender que la tonelada de
'explosivo ha pasado a ser una fracción de la unidad de peso
que debe emplearse en su fabricación.
Y cuanto'más débil sea una nación, más debe confiar su
salvación en la abundancia de explosivos. Las enseñanzas de
la pasada guerra y las experiencias realizadas recientemente
en los Estados Unidos, son particularmente instructivas para
las naciones que posean un gran frente marítimo. Según ellas,
sólo el explosivo es su garantía: campos de minas cubriendo
la costa, dejando sólo canales de trazado secreto; torpederos,
destroyers y submarinos armados de torpedos, maniobrando
fuera de ellos, y en alta mar, las escuadrillas de hidroaviones
cargadas con bombas de 900 kg.
Para dar una idea de la eficacia de tal sistema, diremos
que durante las experiencias citadas, el acorazado y el cruce-
ro exalemanes Ostfriedland y Frankfurt han sido echados a
pique por bombas de 9CK) kg. tiradas desde hidroavión y es-
tallando en el agua a unos 10 m. de los cascos.
No insistimos más: creemos haber demostrado que la ne-
cesidad de fabricar enormes cantidades de explosivo, de ga-
ses y de pólvora, es inevitable; que las primeras materias
para esas fabricaciones deben, a ser posible, encontrarse en la
nación, y que la resolución de estos problemas sólo la puede
dar un servicio técnico formado por capacidades reales, a las
92 MEMORIAL DE ARTILLERÍA

que se les dé todos los medios necesarios para cumplir una


misión que, si es atrayente por merecer la gratitud del país,
exige una inteligencia clara y un' corazón valiente para poder
aceptar todas sus responsabilidades.

RAMÓN C L I M E N T ,
Capitán de artillería.

París, abril de 1923.


ALGUNOS CONOCIMIENTOS COMPENDIADOS 93

ALGUNOS CONOCIMIENTOS COMPENDIADOS


- SOBRE OlilMICA DE GASES ASFIXIANTES

A titulo de introducción
«
Uno de los generales más entusiastas de nuestro Ejército,
el Excmo. Sr. D. Leopoldo de Saro Marín, siendo coronel del
regimiento de Infantería Inmemorial del Rey, núm. i (1918),
en su afán de hacer una productiva y fecunda labor, dentro
de sus atribuciones, encomendó a los diversos jefes y oficia-
les que integrábamos la plantilla del expresado Cuerpo, te-
mas prácticos y de aplicación inmediata en consonancia con
la época presente, y cuya solución, previo estudio minucioso
por él designado, aprovecharían para la enseñanza del con-
junto. Secundando su iniciativa, y de acuerdo para las expe-
riencias con el farmacéutico primero D. Adriano Panadero
Marugán, intenté un ligero bosquejo de estudios de aplicación
sobre gases asfixiantes, y después de algunas disertaciones
teórico-experimentales con arreglo al Guía-programa que ex-
ponemos a continuación, dicha empresa quedó reducida a
uno de tantos escritos, que pasan al archivo de lo olvidable,
coincidiendo con haber cesado la gran guerra, y creyendo
que una nueva era de paz desecharía para siempre estas for-
midables y peligrosas materias de combate. Sin embargo,
actualmente todas las naciones tienden a multiplicar los me-
94 MEMORIAL DE ARTILLERÍA

dios destructivos, por perfeccionamientos e inventivas rápidas


para la mejor consecución de tan cruentos efectos. En nues-
tra España, comenzaremos la producción de estos gases a
cargo del personal técnico de Artillería, y por si tuvieran
algo aplicable aquellos trabajos míos, basándome en esta
nueva orientación, me decido a darlos en forma sucinta a la
publicidad, en este MEMORIAL, ateniéndome al plan que se
detalla, rogando, para mayor comprensión, la lectura de los
enunciados del expresado guía programa y después la parte
aclaratoria.

Estudios de aplicación sobre gases asfixiantes

C o n f e r e n c i a primera.—Guía p r o g r a m a

I . — D E LOS GASES ASFIXIANTES.—Impropiedad de esta d e n o m i -


nación bajo el aspecto químico.—División d e los m i s m o s .

n . — G A S E S IRRITANTES.—Definición.

Cloro.—Gas clorhídrico.
Bromo.—Gas bromhídrico.
Yodo.—Gas yodhídrico.
Gas o ácido sulfuroso.
Productos más I Peróxido de nitrógeno o ácido hiponítrico.
importantes... | Derivados oxigenados o no del cloro y del azufre
(cloruro de tionilo o análogos).
Aldehidos (formol) y acroleínas.
Otros derivados del cloro (ácido hipocloroso y
peróxido de cloro).

III.—DENSIDAD

IV. — INFLUENCIA DEL PUNTO DE LIQUEFACCIÓN.—Ejemplo: un


litro de cloro líquido a la temperatura de + 25° y bajo
presión de 7 atmósferas, de un peso de 1.400 gr., puede
dar 434 litros de gas.
AliGUNOS CONOCIMIENTOS COMPENDIADOS 95

PROriEDADES DE ALGUNOS GASES IRRITANTES (Khotl AbrtSi)

Densi­ PLANTOS
dad del Peso
CUERFOS- gas en d e l litro D E LIQÜEKACCIÓS
relación del gas Color del gas Toxicidad (2)
FÓRMULA
con en Tempe­ Pre­
el aire gramos ratura sión ( i )

2,49 3,22 Amarillo verdoso - ? 3 * 6 I átomo I X 2 0 0 . 0 0 0 ( ? )


Gas e l 0 r h í d r i -
co H C l 1,27 1,64 Rojo — 80 ídem I y i.ooo (?)
Bromo B r* 5i54 5,87 Incoloro + 59 Ídem I X 2 0 0 , 0 0 0 (?)
G a s brom h í d r i-
co H B r 2,71 3>5t> ídem — 73 ídem I X 1.000
G a s y o d h i d r i-
co HI 4,37 5,66 ídem — 37 ídem 1 X 1.000
Gas sulfuro-
2,26 2,92 ídem — 8 ídem I X 500
P e r ó x i d o de ni­
trógeno N 0 2 . . 2,52 2,P7 Kojo obscuro f 24 ídem I X loo

EXPANSIÓN DE GASES IRRITANTES (Ko/ltl Abrtst)

Peso Volumen gaseo­


Presión d e un litro def so en litros, da­
C U E R P O S L Í Q U I D O S Temperatura atmosférica gas líquido en dos p o r un litro
gramos de gas liquido

Cloro + 24 7.6 1,398 440


Bromo + 59 1,0 2,980 500
Gas sulfuroso .... + 24 500
3.8 1,430
Peróxido d e nitro-
+ 24 470
1,0 1,420

(i) L a presión está expresada e n atmósferas.


(2) La toxicidad del peróxido de nitrógeno es m u y variable, s e g á n los individuos.
96 MCMUKIAL DE AKTILLEKIA

V^.—ACCIÓN TÓXICA

VI.—INVESTIGACIÓN DE LAS ATMÓSFERAS GASEADAS

Papel reactivo yodurado. Color azul. Estudios d e


Cloro.
los indicios d e cloruros en el aire.

Papel yodurado. í d e m .
Agitación en agua del medio sospechoso. C a r a c t e -
rización d e indicios de bromo.
Bromo.
Papel d e filtro impregnado en solución de dimetil-
fenilenodiamina. Anillo violáceo.
Papel Denigés. Color rojo violeta.

En el aire enrojece el p a p e l de tornasol azul y h ú -


medo.
Gas sulfuroso.
Papel almidonado e i m p r e g n a d o de yodato p o t á -
sico al I p o r ICO; azulea.

P a p e l azul tornasol húmedo, s e enrojece.


Acido hiponitrico.
Papel almidonado yodurado; azul.

S e observa la acidez del medio gaseoso p o r el p a -


pel azul d e tornasol.
Una varilla impregnada d e amoníaco y s u m e r -
gida en el medio sospechoso, p r o d u c e h u m o s
blancos.
Agitando con algunos centímetros cúbicos d e agua
la atmósfera sospechosa, se caracteriza en la so-
lución la presencia del cloro, bromo o yodo.
Hidrácidos ,
A ñ a d i e n d o algunas gotas d e nitrato d e plata en so-
lución al I p o r 500, se observa:
Acido clorhídrico: Precipitado blanco muy solu-
ble en amoníaco.
Ácido bromhídrico: Precipitado amarillento, m e -
nos soluble en amoníaco.
Á c i d o yodhídrico: Precipitado a m a r i l l o , difícil-
m e n t e soluble en amoníaco.
ALGUNOS CONOCIMIENTOS COMPENDIADOS 97

V I I . — IMPOSIBILIDAD D E L A S I N V E S T I G A C I O N E S E N L O S Ó R G A N O S

DE LAS VÍCTIMAS

VIII.—GASES INCOMPATIBLES

Con el cloro. — Óxido de carbono; todos los gases


hidrogenados excepto ácido clorhídrico y a m o ­
níaco.
ídem ácido clorhídrico.— Compuestos o x i g e n a d o s
del cloro, amoníaco y todos los gases alcalinos,
hidrógenos fosforados.
ídem bromhidrico.—Cloro ídem id.
ídem yodhidrico.—Cloro y b r o m o ídem id.
Neutralizaciones.
Vapores de bromo.—Ácido yodhidrico, gases h i d r o ­
genados, óxido de carbono y amoníaco.
Peróxido de nitrógeno.—Amoníaco y gases alca­
linos.
Ácido sulfuroso.—Hidrogenado fosforado, amonía­
co, gases alcalinos. Cloro y c o m p u e s t o s o x i g e ­
nados del cloro, hidrógeno sulfurado, s e l e n i a d o
y telurado.

I X . — R E A C T I V O S ABSORBENTES.—Su indicación.

Cloro.—Agua (poco soluble), sulfato d e índigo, s o ­


luciones de ácido sulfuroso y sulfitos, hiposulfi-
tos, cal, mercurio, soluciones alcalinas (de sosa,
potasa, bicarbonato d e sosa, agua d e cal, etc.).
Ácido clorhídrico.—Agua, nitrato d e plata, s o l u c i o ­
nes alcalinas, carbonato d e cal (creta), etc.
Reactivos absor­
Ácido bromhidrico, yodhidrico.—Ídem.
bentes
Vapores de bromo.— Como el cloro.
Ácido sulfuroso.—Agua, bióxido d e plomo, solu­
ciones alcalinas, etc.; soluciones d e y o d o (dosi­
ficación) u oxidantes múltiples, etc.
Peróxido de nitrógeno.—Soluciones alcalinas, s u l ­
fato ferroso, e t c .

X . — O B T E N C I O N E S INDUSTRIALES (Sales d e Stassfurt).—Prepara­

ciones d e Leopoldshalt.—Influencia en los centros i n d u s ­


triales d e Norteamérica.

SBRIB V I . — T O M O X X I V 7
98 MEMORIAL DE ARTILLERÍA

I.—Son Wzrmdos gases as/ÍA:iantes, en concepto vulgar, las


substancias existentes en estado gaseoso, y que, al ser inhala-
das, producen la asfixia, como resultado final. Según esta de-
finición, algunos líquidos, como, por ejemplo, el bromo, deben
ser excluidos; pero como tiene una fuerte tensión de vapor a
las condiciones habituales de presión y temperatura, presto a
ser emanado, difundiéndose con rapidez, admitimos la impro-
piedad de esta denominación, considerando para nuestro fin
como gases asfixiantes, en términos más ambiguos, a los flui-
dos que, en forma clásica de normal gas o en estado de va-
por, por desprendimiento de un líquido, ocasionen por su
modo de actuar en los organismos vivos, efectos tóxicos o de
envenenamiento general, efectos destructivos en particular
(mucosas, ojos, aparato respiratorio, etc., etc.), por irritación
violenta, o ambos efectos a la vez, dejando en segundo término
el punto de vista químico, que importa poco la composición
más o menos diferenciada, cuando el modo de comportarse
es idéntico.
En conformidad con nuestras ideas, se pueden dividir en
tres agrupaciones:
I.* Gases irritantes, o que producen bruscamente fenó-
menos de irritación intensísima, haciendo imposible la respira-
ción como fase postrera.
2." Gases tóxicos, o de acción francamente venenosa.
3.^ Gases mixtos, o que obran en doble carácter de sofo-
cación y de venenos químicos.
II.—Corresponden al primer grupo de nuestra clasifica-
ción. Sus propiedades señaladas anteriormente bastan para
definirlos. Entre la relación que insertamos debemos mencio-
nar los de acción altamente activa: aldehidos (formol), la acro-
leína, los éteres clorados, bromados, yodados (éter, bromo
acético, cloruro o bromuro de bencilo, etc.) y aun el amonía-
co, de poder más inferior por su escasa densidad, que serán
estudiados con más amplitud al ocuparnos de las variantes
lacrimógenas.
ALGUNOS CONOCIMIENTOS COMPENDIADOS Q^

ni.—La densidad de estos gases es de tanta importancia,


que cabe decir: A mayor densidad, mayor eficacia.
Un gas, cuanto más denso sea en relación con el aire,
mejor puede caer por su propio peso, saturando las capas infe-
riores atmosféricas, insinuándose por los resquicios del terre-
no, penetrando en los abrigos labrados por el combatiente,
mezclándose dificultosamente con el aire, después de la ex-
plosión calculada del proyectil vector o de la proyección de
las oleadas por los aparatos de guerra destinados a este uso.
IV.—Por los receptáculos continentes de los gases líqui-
dos se realiza el mecanismo de la expansión de la zona a ba-
tir, y, en virtud de esto, se comprenderá lo fácilmente que
pueden acarrearse, para su seguro transporte, grandes canti-
dades de gas de volumen reducido, en granadas y otros arte-
factos, sin peligro evidente, por ser el gas liquidable y tener
la ventaja de su inocua conducción.
En los dos cuadros de Kohn Abrest se marcan las pre.
siones, en su relación con las expansiones, y los volúmenes
que dan al exponerlos a las presiones dichas, referidas a la
atmosférica corriente (columna mercurial de 760 milímetros,
o sea 1.033 gr- d peso).
En la parte investigadora expresaremos algunas otras pro-
piedades de menos importancia, relativas a estos gases.
V.—Un gas es tóxico cuando su proporción volumétrica
en la atmósfera respirable se encuentra en tal cantidad que
hace imposible la vida de los organismos sometidos a su
acción. El mecanismo de su proceder viene a ser análogo en
todos los gases de esta serie.
Tomando como tipo descriptivo el cloro, se observa: en
la piel, calor acentuado, acompañándose de picores difusos,
sensación de quemadura, coloración rojiza por la inflamación
y posteriormente amarilla por la índole del compuesto, con-
tracciones de reacción defensiva, acné, pápulas, vesículas y
hasta colecciones purulentas (abscesos). En los ojos, picor,
calor intenso, dolores que se exasperan por la luz, lagrimeo
loo MEMORIAL DE ARTILLERÍA

I
y alteraciones destructivas. En la nariz, al principio, estornu-
do, picor, dolor quemante, flujo nasal defensivo (rinorrea) y
síntomas de inflamación agudísima (rinitis). En el aparato uri-
nario hay precipitación de albúmina. La sangre es alterada en
su materia colorante, se deforman los glóbulos, y los desechos
restos de los rojos (hematíes), eliminándose por la orina, 1»
dan un matiz encarnado más o menos fuerte, según la abun-
dancia de ellos. Pero estas perturbaciones son más importan-
tes de apreciar en el acto respiratorio. El individuo sometido-
a una zona gaseada en gran cantidad, cae sofocado brusca-
mente. La dificultad respiratoria (disnea) se impone. Quiere
respirar, y lo hace en forma involuntaria, a trueque de aspirar
el gas y exagerándose la disnea con fenómenos rapidísimoa
de congestión pulmonar y de vías altas respiratorias, acom-
pañándose de una hinchazón o edema, angustia en el corazón^
sudores fríos y copiosos, pulso desordenado y lento, color
general azulenco (cianosis), la sangre forma coágulos, y, en
medio de este cuadro sombrío, sobreviene la muerte.
Si el gaseado lo ha sido por poco tiempo, merced a reti-
rada oportuna de la zona peligrosa, pueden desaparecer len-
tamente los síntomas reseñados, y después de un largo y cui-
dadoso restablecimiento, acaso logre curar, aun cuando esto
no es la regla corriente, sino que la atmósfera clorada, por
arraigar en el aparato respiratorio, produce lesiones de tal
gravedad, que, generalmente, la muerte es el resultado defini-
tivo a los pocos días. En otros casos deja un estigma de en-
flaquecimiento, anemia, debilidad general manifiesta, hasta
que una manifestación pulmonar cualquiera o alguna lesión
tuberculosa concomitante cierra la escena.
En realidad, el que respira este gas deletéreo, fallece. Ya
dijo Ogier: «Que los efectos del cloro son de tal modo vio-
lentos, que puede decirse que el cloro es menos peligroso
que otros gases menos activos, justamente porque, en circuns-
tancias excepcionales, es completamente imposible respirar
cantidades un poco elevadas.» Una atmósfera con algunas
ALGUNOS CONOCIMIENTOS COMPENDIADOS lOI

-millonésimas de cloro, prácticamente hacen imposible la vida.


Respecto a los demás gases irritantes, omitimos descri-
bir, en gracia a la brevedad que nos hemos impuesto, su
miodo de actuar, por ser repetición del mencionado tipo cloro.
VI.—Indicios de cloro en la atmósfera sospechosa.—Qon
el papel reactivo yodurado que preparamos en esta forma:
I.°, introducir papel de filtro blanco en engrudo de almidón
-al I por lOO, dejándolo secar; 2.°, sumérjase el papel en una
solución incolora y reciente de yoduro potásico al I por lOO,
y 3.°, déjese secar de nuevo y córtesele en tiras para su me-
jor manejo.
Este papel, humedecido al usarlo en suspensión en una
atmósfera de cloro, da color azul, por obrar el cloro sobre el
yoduro, al que descompone, dejando en libertad al yodo, el
cual se combina con el almidón (yoduro de almidón).
Es reacción sensible, pero la dan también atmósferas a
base de bromo y vapores nitrosos (peróxido); mas agitando
cierto volumen del gas extraído con una solución de sulfato
•de índigo, la decoloración es inmediata. Lo más rápido es
agitar el aire con el agua, buscando indicios de cloruro por el
nitrato de plata y averiguar la ausencia del yodo o bromo por
los reactivos químicos corrientes.
El engrudo de almidón le preparamos mediante una sen-
cilla fórmula, a la que, añadiendo un componente metálico,
aseguramos larga duración.
Indicios de bromo.—Se pueden poner en evidencia en las
atmósferas gaseadas: l.°, por el papel yodurado; 2.°, agitación
de agua y aire sospechoso y busca por los reactidos en la so-
lución que se obtiene; 3.°, un fragmento de papel de filtro
blanco, impregnado en solución de dimetilfenilenodiamina al
I por 1.000, evidencia el bromo por formación de un anillo
•violáceo, y 4.°, mediante el papel Denigés, preparado por una
solución acuosa de bisulfito de rosanilina. Oreado, se corta
€n tiras. Para usarlo se humedecerá en una solución clorhí-
•drica al I ó 2 por lOO, y, en caso de presencia de bromo, ad-
102 MEMORIAL DE ARTILLERÍA

quiere color rojo violeta. La preparación del bisulfito es com-


plicada; pero por un método especial reducimos ventajosa-
mente la técnica con halagüeños resultados. La expresada
coloración no la da nunca ni el cloro ni el yodo; es soluble
en el cloroformo y sus caracteres expectroscópicos son muy
característicos. El ácido clorhídrico concentrado la hace des-
aparecer, y con el aire vuelve a surgir nuevamente. Tan sólo
los vapores de formal son los únicos que también pueden pro-
ducir esta coloración.
Indicios de gas sulfuroso.—Se reconocen por su olor sofo-
cante y típico de pajuelas quemadas. Se puede descubrir en
el aire: I.°, por enrojecer el papel*azul de tornasol húmedo,
y 2.°, un papel almidonado e impregnado en una solución
de yodato de sosa al I por lOO, pone en libertad ai yodo, y
con el almidón obtendremos la coloración azulada del yoduro
de almidón.
Como es bastante soluble en el agua, agitándolo en el aire
de la atmósfera sospechosa, no es difícil percibir la decolora-
ción de una solución diluida de yodo, por oxidar el yodo al
• ácido sulfuroso, transformándole en ácido sulfúrico. Este áci-
do sulfúrico recién formado, es reconocido por un precipita-
do blanco, que produce una solución de cloruro de bario, y
cuyo precipitado es insoluble en el ácido clorhídrico.
Indicios de vapores nitrosos.—Llamados también vapores
rutilantes, peróxido de nitrógeno, ácido hiponítrico, etc., etc.
Se trata de un gas de reacción acida, de color rojo obscuro y
que enrojece el papel de tornasol húmedo.
Reactivos para su comprobación en las atmósferas:—1.°, un
papel almidonado yodurado toma color azul, y 2,°, agitando
con agua la atmósfera sospechosa, la disolución es descom-
puesta parcialmente en contacto con sulfato ferroso pulveri-
zado y ácido sulfúrico concentrado, produciendo en frío una
coloración lila.
Indicios de hidrácidos (gas clorhídrico, bromhídrico, yod-
hídrico).—Consúltense las reacciones que se citan en la Guía-
ALGUNOS CONOCIMIENIOS COMPENÜIAÜOS IO3

programa, por cierto bien específicas. Además, añadiendo


agua de cloro a las soluciones de ácido clorhídrico o brom-
hídrico, se liberta el yodo o bromo, fáciles de comprobar,
bien por las reacciones generales de todos conocidas, o me-
diante agitación de las soluciones con cloroformo. El bromo
y el yodo pasan en este disolvente, dando al cloroformo el
yodo un color violeta y el bromo un color amarillo anaran-
jado.
VII.—La investigación del cloro en los órganos es imposi-
ble por la dificultad de que perduren en cantidad proporcio-
nada. La del bromo y yodo, en la sangre y en la orina, exigen
maniobras complicadísimas, lo mismo que los hidrácidos co-
rrespondientes, pues hay que caracterizar los yoduros y bro-
muros que logremos formar.
La investigación del ácido sulfuroso puede efectuarse de
modo incompleto en la atmósfera del frasco que contenga ór-
ganos de la víctima, analizando primeramente la acidez del
medio con el papel tornasol y empleando luego el papel del
yodato de sosa.
La del peróxido de nitrógeno requiere la dosificación or-
gánica de los residuos de ácido nítrico y nitrato recién forma-
do, siendo, no obstante, de muy dudoso éxito.
En resumen: ni con los papeles reactivos, ni con los ensa-
yos químicos de que disponemos, logramos investigaciones
exactas en estos gases.
VIH.—Desígnanse gases incompatibles los que no pueden
subsistir en presencia uno y otro a la luz del día y de la
humedad (Ogier). Su enumeración queda reseñada en nuestro
Guía-programa.
IX.—Los reactivos absorbentes son substancias que, como
indica su nombre, se destinan para absorber rápidamente los
gases irritantes, y, al neutralizar sus efectos, permiten perma-
necer en contacto de ellos, sin riesgo de perturbaciones.
Como demostración de la utilidad que su conocimiento
proporciona para ahorrar vidas, el sucedido cuando el primer
I04 MEMORIAL DE ARTILLERÍA

ataque que sufrieron los canadienses en Ypres (1915)) puede


servir de ejemplo. En los sitios en que abundaba el agua, los
radicales y sus hidrácidos fueron disueltos, atenuándose ven-
tajosamente los efectos de la agresión alemana.
En la citada Guía exponemos los hasta ahora conocidos,
debiendo dirigir nuestro derrotero para resolver este proble-
ma: Averiguada la naturaleza del gas, ^qué reactivo emplea-
remos? I.°, en las caretas y máscaras de protección, y 2.°,
para transformar la atmósfera nociva en otra opuesta, con los
anexos consiguientes de facilidad de transporte, precio eco-
nómico y eficacia completa en el tiempo. ^
X.—Además de los gases ñuorados de preparación peli-
grosísima, y aun el mismo ácido fluorhídrico, el más mortífe-
ro de todos ellos, lo que evitó por el obstáculo de su mane-
jo, su utilización práctica, la industria de la guerra, verificando
pruebas y tanteos de ensayos semiconcluyentes, sacó aplica-
ciones en este aspecto que permitieron un mayor rendimien-
to en víctimas, de las que en la época de paz proporcionaban
los manipuladores químicos, alfareros (esmaltado), obreros en
vidrio, trabajadores con producto de sales de estaño, abonos
artificiales, en referencia al cloro. Con relación al bromo y al
yodo, ofrece especial interés la fotografía (W. Ebstein, Medi-
cina clínica, traducción de los Dres. Góhgora y Coll, Barce-
lona). En las intoxicaciones en masa por rotura de bombo-
nas continentes de estos cuerpos, y aun en el gas sulfuroso
por dicho mecanismo, combustión de abonos artificiales (gua-
no, superfosfatos, etc., etc.).
A Guareschi se debe el cuadro de dosis y accidentes,
del que entresacamos lo que corresponde a nuestra agru-
pación:
ALGUNOS CONOCIMIENTOS COMPENDIADOS IOS

Dosis rápidamente Accidentes graves


CUERPOS en media
mortal
a una hora

» 0,05 a 0,20

cerca de i
» 0,04 a 0,05

Perfeccionándose los medios productivos, se logra fabri-


car variabilidad de gases y hasta nubes o humos en el aire»
que no son más que reacción de los gases con el vapor de
agua de la atmósfera y condensación en finas y pequeñísimas
gotitas (gases fumíferos). Esto sucede con el ácido clorhí-
drico, con el ácido bromhídrico y el peróxido de nitrógeno»
Todos estos productos estaban ya estudiados por los ale-
manes antes de la guerra, y por eso los emplearon desde su
principio.
Conociendo que el cloro seco no atacaba al hierro, se le
preparaba en gran escala en Alemania para la fabricación del
ácido monocloroacético, importantísimo en la industria del
índigo artificial, fabricación de cloruros, etc. Se le obtendría
a bajo precio de las sales de Stassfurt, ricas en cloruro mag-
nésico y principalmente en Leopoldshalt, en donde calientan
al rojo, en una corriente de aire, una mezcla de cloruro y oxi-
cloruro de magnesia. El cloro líquido tiene una presión de
5,8 atmósferas. Se le expide en bombonas de acero. Hierve a
menos de 34° y a más de 150.
El ácido clorhídrico puede liquidarse fácilmente, y tam-
poco ataca al hierro, habiendo grandes aprovisionamientos
alemanes. En contacto del aire emite vapores corrosivos y al-
tamente irritantes, pudiéndosele emplear mezclado con el clo-
ro y con el bromo.
El bromo es un poderoso corrosivo. Se le encuentra en
la naturaleza formando compuestos metálicos y en estado de
lo6 MEMORIAL UE ARTILLERÍA

carnalita bromada asociado a la clorada. Los inmensos depó­


sitos de Stassfurt son la enorme fuente de este elemento, ex­
trayéndose millones de kilogramos, lo que fué origen de su
baratura inmediata. En 1865 costaba 60 francos el kilogramo
de bromo. En 1918 de 1,25 a 1,60 francos, y hoy menos de
un franco. En 1905 los alemanes produjeron más de 900.OOO
kilogramos; pero en América en general, y muy especial­
mente los Estados Unidos del Norte, por su actividad co­
mercial y la facilidad de la riqueza del terreno, lograron no
sólo producirlo, sino transportarlo en cantidades fabulosas.
Hierve a más de 63°. Se solidifica a menos de 7°. Un litro de
su vapor, según Guareschi, pesa 7.202 gr. Se encuentra en el
comercio en fuertes botellas de 2 a 4 kg., teniendo gran nú­
mero de aplicaciones (preparación de eosina y otras materias
colorantes, bromuros, etc.).

APÉNDICE

Otros gases irritantes derivados del cloro se usaban re­


cientemente. El peróxido de cloro (CLO-) hierve a más de
10°, y posee casi la misma densidad que el cloro, dando va­
pores amarillos. El ácido hipocloroso ( C L - 0 ) , que es un
líquido rojo, hierve a más de 20°, dando un vapor amarillo-
verdoso, de densidad 3,90. Estos gases son tan irritantes
como el cloro y, sobre todo, muy explosivos.
Terminaremos este escrito indicando dos palabras res­
pecto al tratamiento de los individuos sometidos a la acción
de estos gases. La primera indicación fundamentalísima es
abandonar dicha zona tóxica y proporcionarles rápidamente
aire puro, inhalaciones de vapor de agua, auxiliadas, si con­
viene, con inhalación de oxígeno. Respiración artificial. Los
ingleses la practicaban acostando al individuo sobre el vientre
y haciendo presión con la rodilla del que la realizaba sobre
el dorso del paciente. Mediante movimientos de elevación y
ALGUNOS CONOCIMItNTOS COMPENDIADOS lO/

descenso de los miembros superiores, se facilitaba la entrada


al aire, ayudándose con la inhalación de oxígeno supradicha.
Es conveniente el empleo de narcóticos (que calman el dolor
y ayudan al descanso), y administraremos carbonatos alcali­
nos al interior y en soluciones intravenosas en caso preciso.
El edema pulmonar requiere inyección hipodérmica de atro­
pina, inhalaciones balsámicas, etc., etc., y contra la intoxi­
cación de la sangre, lavados del organismo a beneficio de
la sangría y subsiguiente inyección de solutos de cloruro
sódico.
Para atender al restablecimiento y curación definitiva de
las secuelas o complicaciones inherentes a estos intoxicados,
se precisan métodos sintomáticos de apropiación (tónicos, re-
calcificantes, antisépticos internos, eupépticos o favorecedo­
res digestivos, etc.), los que omitimos describir por ser dicho
asunto propio de la especialización profesional.

FELIPE PÉREZ FEITO,


Capitán médico del Cuerpo de Sanidad Militar
(servicio de Aviación)
y accidental en el 2.'' regimiento de Artillería ligera.
Médico de la Beneficencia municipal de Madrid.

27 a b r i l 1923.
I08 MEMORIAL DE ARTILLERÍA

Crónica

Política industrial.

La Revista General de Marina, de febrero, publica una in­


formación referente a la organización y progresos de la aero­
náutica naval en los Estados Unidos, de la cual tomamos los
párrafos siguientes, que se refieren a la política industrial del
Estado norteamericano:
«La sección de Aeronáutica ha procurado alentar los pro­
yectos e invenciones privadas, pero teniendo cuidado de man­
tener dentro de la Marina suficiente personal experto, para no
•depender de los contratistas ni verse obligada a aceptar sola­
mente los proyectos que éstos pudieran presentarle. Del mis­
mo modo, aunque el material aéreo se adquiere generalmente
por concurso, la guerra demostró la necesidad de que la Ma­
rina produzca por sí misma una parte de su material aéreo, y
así se creó la factoría naval aérea y se ha sostenido en perma­
nente actividad, aunque con reducida proporción. Desde el
armisticio, esta factoría trabaja a una fracción de su capacidad
productora, y tiene convertidos en almacenes los talleres que
están parados, constituyendo un depósito general de material
aéreo, al que ha ido acumulándose todo el que procedía de
las estaciones suprimidas desde que la guerra terminó.
La factoría puede hacer rápidamente toda clase de repa­
raciones. En ella se realizan los experimentos y pruebas de
carácter confidencial bajo la dirección del personal de Mari­
na, y se construyen de vez en cuando aparatos de los tipos
CRÓNICA 109

corrientes, para tener datos seguros acerca de su coste. Con


ello se ha logrado una apreciable economía, porque se ha he-
cho fracasar la tendencia de los contratistas a sostener precios
elevados, a pesar del evidente descenso de los jornales y de los
materiales de construcción.
Ha sido la jSolítica de la sección estimular por todos lo»
medios a la industria privada, pero sosteniendo al mismo
tiempo la producción de la factoría en cantidad suficiente para
garantizar los intereses del Estado en cuanto afecta al coste y
al plazo de construcción.»
¿Qué se deduce de lo que acaba de transcribirse? Pues se
deduce que el Estado norteamericano, aun tratándose de un
pueblo de una potencia industrial enorme y de la fabricación
de aparatos de aviación, que no son armas específicas y con-
cretamente militares (como lo son los cañones, proyectiles,
fusiles, etc.), y de los que existen en el país poderosos esta-
blecimientos fabriles de la industria privada, considera nece-
sario disponer de factorías oficiales, con el fin de formar per-
sonal experto y no depender de los fabricantes particulares
ni en la elección de modelos ni en los precios.
Es decir, que los Estados Unidos adoptan, para la adqui-
sición del material de guerra, el sistema mixto de fabricación
por el Estado y adquisición en la industria privada, que es el
mismo sistema que se sigue en España.
Las razones apuntadas anteriormente en favor del sistema
mixto tienen aún más fuerza aplicadas al suministro del mate-
rial de guerra específicamente militar, es decir, del armamen-
to y de las municiones. En esta rama industrial, de aplicación
exclusivamente militar, el Estado debe disponer de factorías
propias que tengan la misión principal de estudiar, proyectar
y construir modelos adecuados a las necesidades especiales
del ejército, dar instrucción militar y estimular a la industria
privada, formar el numeroso personal técnico que ha de cons-
tituir las comisiones investigadoras y receptoras del material
de guerra, y fijar los precios razonables para su adquisición»
La afirmación tan extendida de que la industria particular
fabrica más barato que el Estado, podrá ser cierta aplicada a
los productos de consumo general y de amplios mercados»
I lO MEMORIAL DE ARTILLERÍA

en los que la competencia (si no se forman los trusts consa-


bidos) contribuye a rebajar los precios, pero tratándose del
material de guerra es completamente falsa. Así lo prueba no
sólo el texto de la información oficial norteamericana, copia-
do anteriormente, sino la misma experiencia de lo que ocu-
rre en España.
Por otra parte, si el Estado fuese incompetente en asun-
tos industriales y no dispusiera de cuadros de personal téc-
nico en sus asuntos, no sabría ni encauzar a la industria pri-
vada ni qué es lo que había de solicitar o esperar de ella,
teniendo que someterse, sin discernimiento ni criterio ilus-
trado, a las proposiciones de los fabricantes particulares y a
las fantasías y elucubraciones de los inventores y proveedores
que, sobre todo en épocas de guerra, constituyen una verda-
dera plaga.
Si Francia no hubiera tenido personal experto en las cues-
tiones de fabricación, ¿cómo hubiera podido valorar y apre-
ciar en su justo valor el sinnúmero de proposiciones dispara-
tadas que, según dice el general Baquet (l), de Artillería,
recibía el Estado francés para el suministro del material que
necesitaba durante su última guerra?
Las mismas Comisiones de oficiales españoles, que al prin-
cipio de la gran guerra estuvieron en los Estados Unidos para
adquirir armas y municiones, conocen bien, por experiencia,
las dificultades que ofrece la adquisición y los peligros que
existen de ser víctimas de las estratagemas y novelerías de los
contratistas.—F.

(I) En su libro Recuerdos de un director de Arlilleria.


CRÓNICA I II

Análisis matemático y ex­


p e r i m e n t a l a p l i c a d o al
estudio de la permeabi­
lidad de las arenas de
molderfa.

El ingeniero M. G. L. Borne ofrece en la Fonderie Mo-


déme el primero de una serie de artículos que anuncia acer­
ca de un trabajo que ofrece gran interés, p o r tratarse de una
aplicación de la matemática y d e la experiencia, al estudio de
los diferentes factores que juegan papel i m p o r t a n t e en el va­
lor d e las arenas d e moldeo.
Comienza por el estudio d e la permeabilidad, propiedad
d e las más importantes d e «sta materia. Partiendo de la
definición de esta propiedad físi.
ca, en virtud de la cual los cuer­
p o s que la poseen dejan pasar
otros a través d e sus poros, se
d e d u c e q u e para q u e un cuerpo
sea permeable, es preciso q u e
sea poroso, y como la arena d e
m o l d e o debe dejar que los ga­
ses se escapen con facilidad a
través d e sus poros, una buena
arena d e m o l d e o d e b e ser m u y
porosa, y a fin d e enfocar el es­
tudio de dicha propiedad en el
c o n c e p t o matemático, habrá d e
llamarse porosidad á la suma de >_
los poros d e la arena, e índice Fig.
de permeabilidad al valor d e esta
porosidad con relación a la unidad d e volumen, y el m é t o d o
d e investigación le llama Borne, d e la sonda, p o r q u e se busca
la permeabilidad en el corazón mismo d e la arena en pleno
trabajo, o sea apretada, comprimida, en una caja de moldeo
r o d e a n d o el modelo.
El aparato que usa el autor es un t u b o d e metal cortado
en filo o a bisel por un e x t r e m o , con un diámetro conocido y
longitud L (fig. I.'), y q u e se tara en una balanza introducien-
112 MEMORIAL DE ARTILLERÍA

do el tubo en la masa de arena de una caja de moldeo; por


el extremo del filo penetrará con facilidad, y la arena que
quede en su interior tendrá las mismas condiciones de com-
presión y permeabilidad que en el molde, y la altura de la
arena en el tubo será la de la caja de moldeo.
El volumen ocupado por la arena será geométricamente:

Este volumen se compone de tres sumandos: Vr = volu-


men real de la arena; V^ = volumen de los vacíos, y V„ =. vo-
lumen del agua de humectacióo de la arena verde, que en el
caso de arena en estufa es casi cero, y aun en verde es tan
pequeño, que en el cálculo que sigue puede despreciarse, y
veremos la corrección que puede hacerse. Por tanto, ten-
dremos:

V
y si se conviene en llamar—Yf— el í ndice de f ei ir.f abilidad
y le designamos por P , se tendía:

V,-

Ahora bien; si en un vaso {fig- 2.") depositamos un cierto


peso,^, de arena hasta el nivel /í 5 , y la comprimimos a un
nivel, C D, Y son v y v' los volúmenes correspondientes, se
tendrá: p =:z V D (siendo D la densidad aparente de la arpna),
y p = v' D' las expresiones formulares del peso en los dos
casos; de donde

n ' n' V D'


VD= v D o —p = -—-,
V D
CRÓNICA
»»3

q u e p u e d e fácilmente traducirse al lenguaje, y de esta ley se


deducirá que cuanto más se disminuye el volumen, más au-
mentará la densidad aparente, y como el volumen disminuye
a medida que aumenta el apriete o compresión, y proporcio-
nalmente, se podrá establecer que las densidades aparentes son
•proporcionales a los aprietes o compresiones

V D^
v' ^ S' B
•.•.••••••••••'.'• • . • • ' • : . - l - . V .
• . • ' • : : . • •'.•.• •.•.•.:••••.•,•.'•..•'•;•,•

siendo S y S' los aprietes, \' ^^:^^.^•tí''^,'^"^.^'v7•.•-^^^. ~D


a d e m á s se tendrá que v S =
•:':• y '•'•'.','•')''•.'.'••'•'• '•'='••'
v' S'i que al traducirse al len-
•X:.•:•.::••::•••.•.'.'.••.••'•'.)
guaje se obtiene la ley e q i i -
valente a la de Mariotte para F¡.'. 2.»
los gases.
Esto sentado, pu^de establecerse el cálculo siguiente:

P= I —
V,

tlamando DrY D^^ las densidades real y aparente, se t e n d r á :

Vr = PX Dr V. = PxD„,

Vr=^ V
D^

P_
P Da
P=i—^:^=i o b'en P = I —
Dr'

Esta expresión algebraica d e la permeabilidad p e r m i t e


c o m p r o b a r matemáticamente principios establrciH<> por la
práctica.
Así, para una misma arena se observa que la p e r m e a b i -

SEEIK VI.—TOMO XXIV


tI4 MEMORIAL DE ARTILLERÍA

lidad es máxima cuando Da es igual a cero, o sea cuando no


hay arena en el tubo, puesto que al ser /?„ = O

Y la permeabilidad será nula cuando la densidad aparen­


te sea igual a la densidad real de la arena, es decir, cuando
la arena se ha comprimido en bloc, de modo que no se for­
me más que un grano de arena que tenga la forma de un ci­
lindro. Prácticamente esto es irrealizable, pero se le aproxima
el apriete de las arenas en bloc, o sea cuando no se hace uso
de cajas para el llamado moldeo en bloc. En este caso

Da = D, y -^=i> P = l - l = 0 .

Por lo tanto, se observa que los límites de la permeabi­


lidad son O y I, y entre éstos varía la permeabilidad, como
la relación " ; es decir, que para una arena de densidad
real conocida Dr, si se aumenta por apisonado o presión de
aquélla la densidad Da, la presión aumenta también, dismi­
nuyendo la diferencia con i; lo que demuestra que cuanto
más se comprime la arena más se disminuye la permeabi-
Udad.
La aplicación de esto es bien sencilla. Para el conocimien­
to de la densidad real de la arena que ha de estudiarse, basta
con un tubo, según la. figura i.', con las dimensiones que se
quieran dar. La densidad real fácilmente se determina en un
vaso graduado, disponiendo en él una cantidad de arena que
se pesa previamente, y habiendo echado en dicho tubo agua
hasta un cierto nivel, que al verter la arena subirá a una altu­
ra determinada. La lectura de ambos niveles de agua, antes
y después de verter la arena, y su diferencia, dará el volumen
ocupado por la arena, y dividiendo el peso por el volumen
obtendremos la densidad con bastante aproximación.
La densidad aparente se encuentra con facilidad, pesando
CRÓNICA 115

el tubo lleno de arena, y deduciendo la tara del tubo se tiene


el peso de la arena. El volumen inferior del tubo está dado
Td^h
por la fórmula . y dividiendo el peso por este volu-
4
men se tiene el valor de D^.
Fácilmente puede ofrecerse un abaco, puesto que analí-
ticamente la expresión
Z?.
P=\
D,

representa una línea recta, si se designa por x la densidad


aparente, para cada valor de D^ de las arenas diferentes, se
obtendrán rectas ab, ad o af; rectas fáciles de construir refi-
riéndose a la discusión de la fórmula del índice de permeabi-
lidad, en que hemos visto que el máximum de permeabilidad
es¿I para Z ? " = o, e igual a cero para Da ^ D^.

r ^r ^r
Fig. 3."

Tomando por abscisas las densidades y por ordenadas los


índices de permeabilidad, obtendremos la figura j . ' , siendo
fácil de construir para cada arena este gráfico, y para el fun-
didor será más útil el abaco obtenido al transportar a uno
sólo los gráficos de las diferentes arenas que usa en su fun-
dición, y cuya lectura será sencilla y rápida. Para ello se pre-
cisará un tubo de longitud determinada y que el cilindro de
arena llene bien el tubo. Es práctica muy conveniente dis-
Il6 MEMORIAL DE ARTILLERÍA

poner d e una serie de tubos cuya longitud sea igual a la


altura de las cajas que sirven de ensayo, y se construye ui»
abaco para cada tubo.
Por lo interesante, ofrecemos el abaco q u e construye e t
autor d e este trabajo en Fonderie Moderne, con el siguiente
ejemplo:
Dimensiones del tubo:

Diámetro interior = 21 mm Volumen interior = 31,9 cm.8


Longitud Í
E l ensayo se ejecutó con arena vieja de moldeo en unai
caja, y comprimida por un aprendiz moldeador.
El peso neto de la arena = 54 gr.

Z..^^-=l.69,

índice de permeabilidad = P^ 1 '--- = i — 0,438,


3.05
P = : 0,562.

Construcción del abaco.—Abscisas = pesos. Las densida-


des son función de los pesos P =; Vd. Se divide la longi­
tud O A en diez partes iguales, y cada una de ellas en otras-
diez, y numeradas, como indica \& figura 4.". Sobre el eje OB
se toman divisiones iguales, equivalentes a lO gr.
Suponiendo una arena de densidad Dr = 3,85, y el tubo
lleno de arena comprimido, el peso será 31,9 x 3,85 = 123.
gramos. En 0 5 marquemos 123; unamos este punto A so­
bre O A. A es el punto de permeabilidad máxima e igual a I ,
obteniéndose O en O. Si'del tubo se ha encontrado un peso
de 54 gr. de arena, por el punto 54 de OB se traza la recta
paralela a O A; la intersección con la línea de arena en M
CRÓNICA 117

permitirá trazar la perpendicular a O A, que dará la cifra del


índice de permeabilidad igual a 0,56. Así se construirá cada
línea de arena, y el único conocimiento que se posee, que es
-el del paso de la arena que queda en el tubo, dará el índice P.
Puede despreciarse el peso del
agua de humectación de la arena,
por la pequenez de esta cifra res- fso gramas
pecto a las cifras encontradas en la ¡50
pesada, aunque puede deducirse Arena yo
desecando en estufa el tubo
lleno de arena, para poder fJO
Arena del ejemplo
obtener así el índice de
permeabilidad en los
dos casos, en verde y
en estufa.
rena jcd

os os 07 06 05 O'A 0-3 0-2 0-1


Permeabilidad

Fig. 4.''

Termina M. G. L. Borne anunciando otros artículos so-


bre la compresión de las arenas, influencia de los compo-
nentes sílice, arcilla, etc.; trabajo que oportunamente publi-
cará, según su anuncio en Fonderie Moderne, y que influirán
en el progreso de la moldería moderna.
Il8 MEMORIAL DE ARTILLERÍA

Así se justifica ¡a razón de existencia del laboratorio d e


moldería entre los laboratorios divisionarios que con el Cen-
tral cuentan las factorías que se precian de estar bien organi-
zadas, como sucede con la Fábrica nacional de Herstal-Lez-
Lieje, y por nuestra parte nos satisfacemos en haber dado a
este asunto toda la importancia que en sí tiene, al tener ya
preparada una adición para la próxima nueva edición del
primer tomo de Tecnología industrial, Moldería y forja,
acerca de lo que debe ser el laboratorio de moldería en toda
buena fundición, y el detalle de las manipulaciones químicas^
que tanto habrán de contribuir a fundir bien el hierro colado.

CÉSAR SERRANO
VARIEDADES II^

Variedades

En el primer centenario del general Almirante

Fué Almirante vivo reflejo de aquellos soldados artistas


de nuestros tiempos de victorias y bienandanzas, que parecen
pasados para no volver; como ellos, Almirante repartía por
igual su vida laboriosa entre las arideces de las ciencias y los
gustos delicados del arte. Productos de esas aficiones fueron
su monumental Diccionario militar, que pasó las fronteras, y
fué, y es, libro de segura consulta entre extraños; su Guia del
oficial en campaña, libro que nada tiene que envidiar al mejor
de su género, y su Historia de la guerra francoalemana,
exacta, desapasionada y escrita con espíritu elevadísimo. Te-
nía Almirante—como Echegaray—el arte supremo de dulci-
ficar la aridez de la ciencia con las galas del arte, y por esto
en sus libros se sigue con deleite el trabajo de la razón, ame-
nizado por los encantos de la imaginación, sin que ésta per-
judique a aquélla. Por esto Almirante llegó a ser más cono-
cido de la gran masa de lectores que otros tratadistas milita-
res, no menos brillantes que él, pero más técnicos, y, por
tanto, menos populares.
Nació el día l6 de julio de 1823 José Alejo María, hijo
legítimo de D. Ramón Almirante, teniente coronel del regi-
miento de Granada, natural de Villavell, y de doña Manuela
Torroella, natural de El Ferrol, según consta en el folio 24
del libro castrense de bautizados de la parroquia de San Mar-
tín y San Benito el Viejo, de la ciudad de Valladolid.
Sucumbió víctima de una rápida dolencia; murió como
I20 MEMORIAL DE ARTILLERÍA

vivió: en el silencio de la resignac'ón y en el olvido y la mo-


destia del genio.
Amante del Ejército como hay pocos, toda su.vida la con-
sagró a la enseñanza de sus compañeros de armas.'
Al gran conocimiento de su profesión unía el general Al-
mirante condiciones excepcionales para el cultivo del arte, y
manejaba el lenguaje con gran soltura; por eso sus libros,
aparte del gran tesoro que representan para los militares, son
para los profanos verdaderos modelos, por las animadas des-
cripciones que contienen, por las pinturas exactas de tipos y
lugares y por la brillantez de su estilo, lleno de gracejo.
Por las razones que antes hemos dicho, era el general Al-
mirante desconocido para la mayor parte del público, y al-
gunos de los que habían leído sus obras también tenían hacia
ellas una indiferencia culpable, ocurriendo con el anciano
maestro lo que con muchos hombres de verdadero mérito:
que no se aprecia éste hasta tanto que mueren.
Fué una gloria nacional, y con el Ejército, el país entero
llorará su pérdida.
Con Almirante murió el único gran escritor militar de
España en la época presente; y es posible que espere por allá
indefinidamente a su sucesor, no porque éste haya de ser in-
mortal, sino porque se nos figura que no ha nacido ni nacerá
en mucho tiempo.
Quienquiera aprender en cosas de milicia con gran de-
leite, ponga a la cabecera de su cama el Diccionario militar.
Almirante fué para los militares el verdadero maestro, no
el maestro de las recitaciones monótonas y de las teorías a
machamartillo, sino el espíritu superior, la inteligencia privi-
legiada, la erudición amena, aunque benedictina, el estilo
gallardo, el pensamiento de alto vuelo y la crítica fina y algo
volteriana, que hacían de fácil y agradable digestión los más
intrincados conceptos del arte militar. Por cualquier parte
que se le examine, resulta originalísimo, brillante y profundo.
No embargante las toneladas de papel que desde hace años
se han consumido para relatar, criticar y comentar la guerra
famosa de 1870-71, y de que el asunto parecía agotado, ha-
biendo en él garbeado beligerantes y neutrales, militares y
MISCELÁNEA 121

paisanos, y de que en Europa y en América nubes de escri-


tores habían creído o pretendido decir algo nuevo, Almiran-
te, al arremeter contra aquel grande y terrible episodio, de-
mostró que todo asunto, por manoseado que esté, tiene siem-
pre para el verdadero talento un punto de vista por el cual
no lo ha examinado nadie.
Investigador incansable, crítico independiente, escritor
ingenioso, pocos presentan como él fisonomía tan original. En
él la erudición no ahoga la espontaneidad, ni la pedantería
académica, ni el autoritarismo literario asoman en ninguna de
sus obras, como con razón observa el eminente autor de la
Literatura militar española, Sr. Barado. Es más—añade—:
adivínase en ellas marcadas tendencias democráticas y tam-
bién cierto escepticismo, que le hacen sacrificar sin reparo
alguno esos idolillos que ha levantado el egoísmo personal al
amparo de la rutina.
Nacido en el año 1823, el de la segunda cruentísima re-
acción, vino a ser el revolucionario en las ideas militares de
España, el artista que vaciara en libros y estudios aquellos
grandes principios que esfuminó bizarramente Villamartín.
Ojeando sus macizos volúmenes respirase en ellos la desen-
voltura del volteriano, acoplada al gusto y a la energía de la
casta; el arte literario que envuelve el concepto abstruso, el
principio árido y enrevesado... Con la misma viveza que pinta
el gentil alférez de nuestros Tercios, rabitiesa la tizona, enva-
lentonado, noblejudo y sin blanca en la bolsa, narra las proe-
zas de Flandes, de Alemania, de América, de Italia... Sienta
la definición de una máquina, establece el cotejo de dos eda-
des, de dos teorías, de dos personajes salientes, de dos pue-
blos enemigos...
La pluma del insigne maestro nos ha hecho simpáticas las
nebulosidades de los tratadistas germánicos, y merced a su
destreza, hasta las fórmulas logarítmicas parecían regodeos
poéticos,.. ¡Tal era su ingenio, su arte y su envidiable savoir
faire!
. La memoria de Almirante perdurará en los tiempos
como una de las más brillantes de la cultura española en el
siglo XIX.
122 MEMORIAL DE ARTILLERÍA

Durante cuarenta años ocupó un sitial de honor en la Cá-


tedra del arte militar en España.
El general Almirante pensaba hondo y escribía con una
claridad, con una gallardía, con una elegancia, que hacen de
sus libros, no solamente obras didácticas dignas de llamar la
atención de los sabios, sino también trabajos amenísimos que
leerán con encanto los simples aficionados a la bella literatu-
ra. Con una erudición vastísima y dotado de gran memoria,
hablaba de todo, siempre con gracejo, sembrando sus párra-
fos de observaciones en que brillaban su agudeza y su talento.
A medida que pase el tiempo sus trabajos serán más
apreciados, y su fama, imperecedera entre los tratadistas mi-
litares.
Murió como mueren los sabios en nuestro país, esto es,
devorando, en el abandono y el olvido, tristezas, desengaños
y amarguras. Su epitafio no estará grabado tan sólo en la
tumba donde descansan sus restos, sino también en todas las
bibliotecas del mundo y en la memoria de todos los amantes
verdaderos de la literatura militar española.
Un tanto cáustico en su conversación, como en sus escri-
tos, pero siempre discreto y sagaz, y muy versado en historias
vivas y muertas, como conocedor que era de los hombres por
sus escritos, por sus obras y hasta por sus intenciones. Al-
mirante tenía en todas las ocasiones un juicio y una frase no
siempre lisonjeros, pero generalmente exactos, para las cosas
y la gente de su tiempo. Había vivido lo bastante para cono-
cer los achaques de estas últimas generaciones y de los que
las dirigieron, y sabía apreciarlos con la serenidad del que se
mantiene alejado de toda lucha candente, haciendo gala en
estas ocasiones, a la par que de su talento observador, de las
agudezas de la sátira. Y era su conversación tan amena, cen-
telleaban en ella con tal facilidad los rasgos—quise^ decir los
rayos—de su ingenio, que las horas se deslizaban a su lado
sin sentir.
Murió el eminente historiador sin ver realizada la aspira-
ción suprema de su vida de estudio y de perseverancia; falle-
ció sin haber alcanzado tampoco la jerarquía de teniente ge-
neral, aquí donde tantos, por menores méritos, llegaron a
VARIEDADES 123

ella. Pero, así y todo, su nombre queda y quedará para gloria


del Ejército y de la nación. La nación ha de contarle en el
número de los hombres que más eficazmente han-contribuído
a su cultura y a su gloria intelectual.
La Guia del oficial en campaña., la Bibliografía militar, La
guerra francogermana y el Diccionario militar, traducido y
comentado en varios idiomas, con ser obras que bastarían
por sí solas para formar una sólida reputación a su autor, no
son, sin embargo, las únicas, y aun pudiéramos decir las me-
jores de las que dejó escritas Almirante.
Tarea difícil sería el enumerar los folletos y artículos pe-
riodísticos que han salido dé su bien cortada pluma.
Almirante murió casi ignorado en su país, aunque los
extranjeros lo admiraban, y era el orgullo del ilustrado, y por
tantos títulos distinguido, Cuerpo de Ingenieros militares.
Su constante y afanosa labor, en los últimos tiempos, ha-
llóse suspendida por la falta de vista. Mas era tanto su amor
al estudio y tenía tan arraigado el hábito del trabajo, que se
hacía leer libros, revistas y periódicos por algunas personas
de su familia, por los pedazos de su alma, que endulzaron los
últimos años de su existencia.
Por eso decía de algunas de ellas «que habían leído más
de milicia que muchos empingorotados con uniforme».
El Ejército perdió, con su muerte, una de las glorias más
legítimas; el país, una de sus ilustraciones más brillantes; la
sociedad, un cumplido caballero; la familia, un amante esposo
y padre, y la amistad, un cumplidor cariñoso y exacto de sus
preceptos y de sus nobles expansiones.
Entre los cargos importantes que desempeñó, figuran el
de jefe de cuarto militar del caballeroso Rey D. Amadeo de
Saboya, y el de subinspector de Ingenieros en la Habana y
en la Capitanía general de Valladolid, en los años 1873 76»
En 1874 proyectó y dirigió la magnífica fortificación de
Santander, que puso a esta ciudad a cubierto de las irrupcio-
nes carlistas, quedando dicha población tan agradecida y sa-
tisfecha, que el Ayuntamiento acordó regalarle, como lo hizo»
una valiosa faja de general, cuando fué ascendido a este
empleo.

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