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Impacto del Modelo productivo en los humedales del Delta. Elba Stancich 13
Introducción
A través de esta publicación, ATTAC – Argentina comparte las intervenciones y los análisis
de los seis panelistas que participaron del ciclo de charlas “Sociedad y Medio Ambiente”. Este
ciclo se realizó dentro de marco del Proyecto 2008 de la Fundación de Investigaciones Sociales
y Políticas (FISyP) y la Fundación Rosa Luxemburgo Stiftung de Alemania.
El objetivo de esta serie de encuentros fue abordar la problemática ambiental desde una pers-
pectiva crítica a las actuales prácticas del sistema socio-económico- cultural capitalista profun-
damente anticivilizatorias.
Estamos atravesados por una sucesión de crisis: climática, energética, alimentaria, financiera.
Somos conscientes que las mismas están estrechamente vinculadas. Si embargo, es necesario
seguir debatiendo e intentando encontrar consensos entorno a la búsqueda de alternativas.
Los poderosos de mundo reunidos en el G7 y G20, los sacerdotes del BM, del FMI, de la OMC,
la mayoría de los gobiernos y sus asesores proponen como salida a la crisis, actualmente desatada,
seguir por el camino de la liberalización del comercio y la inversión y continuar con la inserción
subordinada y dependiente de los mercados mundiales, esto implica persistir con la industrializa-
ción de la agricultura y con el saqueo y explotación de nuestros recursos naturales.
Sin embargo, desde los movimientos y organizaciones sociales y políticos continuamos tejien-
do resistencias contra las políticas neoliberales y sus conocidas recetas. Reiterando nuestras
críticas al modelo económico depredador imperante en nuestro planeta y conscientes de que es
preciso articular una respuesta regional que nos conduzca a una integración latinoamericana
y caribeña basada en la libre determinación de lo pueblos, el respeto al medio ambiente, a los
derechos humanos y a los procesos democráticos.
María Elena Saludas
Coordinadora ATTAC - Argentina
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de estos humedales y sin ninguna protección para los pobladores isleños que ocupaban tierras
desde muchísimos años.
El llamado de selección de ofertas para las islas Fiscales ubicadas en el Departamento Victoria
se realizó el 14 de junio de 2006 y estuvo abierto hasta el 23 de agosto de ese año. Se fijó el
precio base en cinco (5) kilogramos por hectárea y por año del índice promedio del kilo vivo
de novillo correspondiente al día miércoles 7 de junio de 2006 ($2,171).
Desde octubre de 2006 a agosto 2007 se arrendaron unas 128.350 hectáreas de tierras fiscales:
el 99% para ganadería, 0,07% (95 hectáreas) para apicultura y el resto para usos combinados
o turismo. Unas 13.000 hectáreas no se adjudicaron por juicios de usucapión y medidas caute-
lares de no innovar.
Quienes viven en las islas coinciden que los intensos incendios además de haber liquidado mu-
cha fauna autóctona han afectado su salud, perjudicado a la apicultura y cambiado el paisaje.
Otra intervención notoria es la construcción de terraplenes para secar el terreno para ganadería
y agricultura, con un enfoque productivista continental.
El caso más emblemático por su escala, es el de la empresa holandesa BEMA AGRI B.V., que
compró unas 10.000 hectáreas en la isla Itape a unos 8 Km. de Villa Constitución, en el Depar-
tamento Victoria, y construyó un terraplén de más de 5 Km. con suelo extraído para realizar
un canal de drenaje hacia el curso de agua denominado Paranacito. El Gobierno de Entre Ríos
a través del Consejo Regulador de Fuentes de Agua, labró un acta de inspección en el mes de
agosto e intimó a la empresa a suspender las obras puesto que la misma no presentó los estudios
correspondientes de acuerdo a la legislación entrerriana.
No es el único caso de construcción de terraplenes y cortes de cursos de agua en la zona, lo que
evidencia una gran incapacidad del Gobierno de Entre Ríos de fiscalización y control. El cam-
bio en la legislación entrerriana sobre el fuego también dejó traslucir una falta de coordinación
y reacción a tiempo para apagar los incendios del mes de noviembre.
Es imprescindible apoyar y fortalecer el intercambio entre quienes viven en las islas, los ar-
tesanos que trabajan las materias primas que ofrece el humedal, los huerteros orgánicos, y
quienes realicen actividades sustentables y creativas en relación a este sistema, para sustanciar
un intercambio de saberes, experiencias y trabajar de manera mancomunada en pos de generar
una alternativa de producción acorde a los niveles de carga del humedal y las características
culturales de sus poblaciones. Esto debe realizarse de forma de asegurar una independencia a
sus habitantes que le permite autogestionarse económica, política y organizativamente.
Los humedales deben asegurar la soberanía alimentaria y salud de sus pueblos, mantener o
mejorar la calidad de vida y conservar sus culturas. Los intereses ganaderos nada tienen que
ver con esto, ya que están destruyendo el sistema y la gran variedad de beneficios que otorga,
a cambio de producir carne para exportación.3
Estamos ante una gran oportunidad, poder consensuar un modelo incluyente que permita man-
tener las funciones vitales del Delta que son las que posibilitan medios de vida dignos para sus
habitantes.
3 Extracto de la Declaración del Encuentro Humedales: sustento de nuestras vidas. Fibras naturales, plantas medicinales y
artesanías de los Humedales del Paraná Inferior. Rosario (Argentina), 14 de octubre de 2006.
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Introducción
Relacionar temas aparentemente tan disímiles como el agua potable y la liberalización del co-
mercio no es una tarea sencilla. Generalmente los análisis que suelen realizarse sobre la cuestión
están más ligados a un avance del sector privado en lo que suele denominarse “privatizaciones”.
Sin embargo, hablar de la “mercantilización” del agua potable así como de los denominados “bie-
nes comunes” es algo más que eso.
En el presente trabajo se avanza en el estudio de las estrategias que se han desarrollado desde la
creación de la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 1995 en cuanto a un avance en
la mercantilización de los “bienes comunes”, con particular referencia al caso del agua potable.
Analizar también las implicancias que derivan del hecho de que este bien sea tratado como
mercancía dentro de régimen de liberalización por el sistema multilateral de comercio.
Para tener en cuenta antes de cualquier análisis, compartimos aquí algunos datos iniciales en lo
que se refiere al agua potable: tres cuartas partes del Planeta Tierra están compuestas por agua.
Sin embargo, solamente el 2,5% del agua que existe en el planeta es agua dulce. El 97,5% es agua
que se encuentra en los océanos y que, por ende, es salada. Existen técnicas de desalinización de
agua, pero son muy costosas en términos económicos y del recurso mismo: se necesitan tonela-
das de agua salada para poder obtener tan solo un vaso de agua dulce, sin tener en cuenta otro
problema que podría causar: la cantidad de energía que se requeriría para ese proceso también
es cuantiosa. Otro problema es que tampoco se ha resuelto qué hacer con la sal que quede del
proceso de desalinización, como tampoco de los elementos químicos que se utilicen en el pro-
ceso. En suma, la ecuación todavía no cierra como para poder recurrir al agua de los océanos...
Solamente nos queda entonces ese 2,5% de agua dulce, del cual todavía menos del 1% es acce-
sible para el consumo humano. Actualmente 2.000 millones de toneladas de desechos se vierten
diariamente en aguas (residuos industriales, químicos, vertidos humanos, desechos provenientes
de fertilizantes, pesticidas y sus residuos). La estimación de producción de aguas residuales es
de 1.500 km3 por el cual cada litro de agua residual contamina ocho litros de agua dulce. El 80%
de los desechos proviene de los países industrializados, pero ese dato tan atroz tampoco exime la
responsabilidad de los países en desarrollo donde el 70% de los residuos industriales se vierten al
agua y sin ningún tipo de tratamiento (Bruzzone, 2008). Son mil millones de personas las que hoy
carecen de acceso a agua potable y segura, lo cual causa la muerte de doce millones de personas
por año (Segerfeldt, 2005). El IV Foro Mundial del Agua (México, 2006) de las Naciones Unidas,
informó que el 20% de los recursos hídricos ya se encuentran afectados por el cambio climático y
1 Parte de este artículo fue presentado como ponencia para las IX Jornadas de Filosofía y Ciencia Política organizadas por
la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMdP), noviembre 2008; y como exposición de las
jornadas organizadas por ATTAC-Argentina y la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas (FISyP), octubre 2008.
2 Javier Echaide. Abogado (UBA), especializado en Derecho Internacional Público. Maestrando en Relaciones Internacionales
(Fc. Derecho, UBA). Investigador adscripto del Inst. A. Gioja (Fc. Derecho, UBA) y docente de la UBA. Miembro de ATTAC-
Argentina.
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prevé que para el decenio 2020-2030 el 87,5% de la población del planeta no tendrá acceso a agua
potable y segura. O beberán agua contaminada o morirán de sed (Bruzzone, 2008). El panorama
es más que desalentador, y desde casi todos los sectores se coincide sobre el diagnóstico de que
el agua es un bien escaso al que se le debe un deber de cuidado.
No obstante, las argumentaciones y las acciones a tomar a partir del diagnóstico son comple-
tamente opuestas. La visión dominante entiende que la causa de este estado crítico ha sido a
raíz de una falta de inversión en el mantenimiento y mejora de las redes de saneamiento, y en
una disminución importante en la calidad y eficiencia del servicio a raíz de la generación de un
aparato burocrático de envergadura que ha terminado deglutiendo los presupuestos públicos.
Frente a ello, las propuestas de solución han sido de abrir los sectores públicos a la competencia
e inversión de empresas privadas para que estas gestionen el bien y el servicio bajo una lógica
de lucro. El ingreso de inversiones privadas permitiría modernizar y ampliar las redes, lo cual
aseguraría una mejora en el servicio. Esto a su vez permitiría ampliar la cantidad de clientes
gracias a redes más extensas, lo cual sería conveniente para la empresa en tanto se haría con
ello de mayores beneficios económicos. El resultado de la ecuación parecía ser un círculo
virtuoso en donde la empresa se beneficiaba con el negocio, el consumidor se beneficiaba con
un mejor servicio y más moderno, y el Estado se beneficiaba desligándose de la gestión de un
abultado presupuesto que podía destinar a otros menesteres.
Esta visión de tipo “privatista” o “mercantilizadora” requería algunas condiciones previas, que
en la coyuntura de los años ´90 posibilitaron: el fin de la Guerra Fría, el auge del neoliberalismo
y de la globalización neoliberal, las ideas del Consenso de Washington (reducción del Estado,
planes de ajuste estructural, reducción del gasto público) fueron el marco en donde se avanzó
con el programa que permitiría al capital transnacional asegurar las condiciones suficientes
para garantizar niveles de ganancias sobre sectores cautivos: los servicios públicos.
Pero algunos de ellos presentaban particularidades. Cuando hablamos de una “privatización del
aire”, la frase nos es ridícula en sí misma. Pero cuando hablamos de “privatización del agua”,
no nos suena como algo tan extraño. Y sin embargo, cuando uno desea ejemplificar sobre qué
es un “bien común”, los ejemplos más ajustados son el agua y el aire, dos elementos que son
además esenciales para la vida.
El derecho anglosajón divide a los bienes en private goods, public goods y common goods y su
regulación está igualmente condicionada al tipo de bien que sea. Por el contrario la clasifica-
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ción que utilizamos en el derecho continental solamente diferencia a los bienes públicos de los
bienes privados, y por oposición todo bien que no sea de un tipo ha de ser del otro.
En la economía el bien privado se distingue por tener carácter de rivalidad o competencia en
el consumo e incluir el principio de exclusión. Rivalidad en el consumo implica que existe una
competencia en la demanda por el bien: los consumidores compiten para adquirir un mismo
bien y su adquisición indicará la imposibilidad de que varios consumidores tengan el bien: si un
consumidor lo tiene el otro no podrá tenerlo al mismo tiempo. El principio de exclusión significa
que es posible excluir a algunos consumidores potenciales de la adquisición o disfrute del bien,
ya sea por un precio elevado, ya sea por una porción de mercado a la que se apunta para efectuar
la venta, etc. Es decir que se puede discriminarse el goce del goce de un bien entre consumidores
que sí podrían tenerlo (incluidos) de los que no (excluidos).
Esta definición económica del bien privado es opuesta a la del bien público. Con este último no
se da ni la rivalidad en el consumo ni el principio de exclusión.
La traducción del término commons al castellano es, por tanto, un problema no resuelto. Por
ello, es importante señalar que los términos “comunes”, “bienes comunes” y “recursos comunes”
usualmente utilizados no representan una solución satisfactoria dado las múltiples connotaciones
que cada uno de estos términos conlleva, además de pertenecer a corrientes jurídicas completa-
mente distintas. Sin embargo, generalmente se coincide que esta terminología utilizada comparte
el evitar una connotación del agua como “bien económico” o como “mercancía” (Helfrich, 2006).
Por ende, cuando estemos hablando de “bienes comunes” deberemos siempre considerar que no
nos estamos refiriendo a un concepto propio en el sentido jurídico que nosotros utilizamos co-
rrientemente, lo cual plantea un primer problema.
Otras de las características que en general podemos relacionar a los bienes comunes es su
inelasticidad en términos económicos. La elasticidad de un bien determina su reemplazo por
otro que similares propiedades o que al menos satisfaga de igual o similar forma al consumi-
dor. Ahora bien, muchos comunes se caracterizan por ser esenciales a la vida, la actividad o la
dignidad humana. Cuando hablamos de recursos o bienes tales como el aire, el agua, el cielo, la
atmósfera, el conocimiento, etc. sabemos que son cosas sin las que se puede suponer un nivel
digno de vida o sin las que se puede imaginar vida alguna. Ello vuelve a estos bienes altamente
inelásticos según la economía ya que no puede hallarse un sustituto cercano que lo reempla-
ce. En la economía es muy raro hallar mercados completamente inelásticos. Por otro lado la
inelasticidad de un producto determina también que, dado que no hay sustitutos cercanos en el
mercado, el mismo pueda ser comprado sin importar su precio; lo cual traduce esos mercados
en mercados altamente redituables.
Desde la década de 1980 el discurso dominante en lo referido al agua guardaba un enfoque
estrictamente económico o mercantil. Este enfoque era apoyado desde los organismos interna-
cionales de crédito como el BM y el FMI o desde las empresas privadas del sector (Langford y
Khalfan, 2006). El planteamiento del agua como mercancía requiere de tres elementos:
1) Debe tener un precio
2) El mercado debe ser el encargado del acceso al bien
3) Deben pesar sobre los recursos hídricos un régimen privado de propiedad (private good)
La determinación de si un bien puede ser considerado público o privado esta directamente re-
lacionado con el régimen de propiedad privada. Dentro de lo que es la disciplina económica,
se considera a un bien público como un bien sujeto a la propiedad privada del Estado. Por el
contrario, el bien privado es aquel cuya propiedad se halla en cabeza de un actor privado de la
economía. Esta clasificación tiene efectos empíricos, como ser por ejemplo que el bien público
sea el único dentro de la economía sujeto a la teoría del free rider,3 no así un bien privado.
3 La teoría del free rider o “teoría del polizón” es aquella que dice que un actor económico puede ser beneficiado con un ser-
vicio por el cual no ha pagado. La mayoría de los servicios públicos son servicios por el cual se suele aplicar la teoría del free
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La asociación que se hace comúnmente dentro de la economía con agua es que se trata de un
servicio público, dado que sus características obedecen a las propiedades de lo que sería un
bien público: existe un pago pero es sobre el servicio de provisionamiento y no por el bien en
sí. Lo que se abona es el servicio del agua, no se paga el agua que se consume. Su pago está
calculado además de acuerdo a los costos del gasto (público) de la obra que determinaron el
acceso (la planta potabilizadora, la red de provisionamiento, la red cloacal, etc.). De este modo
el beneficiario del servicio no es un usuario particular sino una localidad, un poblado, etc. Es
decir un segmento amplio y no individualizado de personas. Precisamente por estos motivos
no se abona el consumo y es posible que porciones de la población que no estén en condiciones
de abonar reciban de todos modos el servicio (ellos han de ser free riders o “polizones” del
servicio).
Así es como se lo interpreta y trata comúnmente dentro del derecho continental. Pero cuando
tomamos el tema de las regulaciones a nivel internacional, organismos como la OMC no esta-
blecen reglamentaciones diferentes de acuerdo a la rama jurídica a la que se pertenezca. Cuan-
do la OMC negocia la liberalización de los servicios, y entre estos –de acuerdo a los artículos
del Acuerdo General de Comercio y Servicios (AGCS)- se incluye al agua potable, no se lo está
interpretando como un bien público, sino como uno privado.
El AGCS define al servicio en su art. 1.3.b declarando que el acuerdo comprende a “todos los
servicios de todos los sectores con excepción de aquellos servicios prestados en ejercicio del
poder gubernamental”. Con esta simple definición quedarían excluidos todos aquellos servi-
cios que estuvieran siendo brindados por el Estado. No obstante el párrafo siguiente plantea
una excepción a la excepción al condicionar al servicio suministrado en ejercicio de facultad
gubernamentales como “todo servicio que no se suministre en condiciones comerciales ni en
competencia con uno o varios proveedores de servicios” (AGCS art. I.3.c, itálicas nuestras).
Con la redacción de este segundo párrafo quedan nuevamente incluidos todos aquellos ser-
vicios otorgados por el Estado dentro de sectores en donde el capital privado ya reencuentre
operando. Es por ello que el caso de sectores de sensibilidad social como el de la salud, la edu-
cación, los sectores de servicios públicos como el de energía eléctrica, telefonía, gas, o mismo
el de aguas y saneamiento podrían hallarse incluidos dentro de la regulación del AGCS y por
ello sujeto a las normas de liberalización de la OMC.
Esta interpretación librecambista no se condice con argumentos de defensores de la mercanti-
lización (sí, es contradictrio) que reconocen que los beneficiarios del servicio del agua potable
pueden ser free riders si no abonan por éste. Ahora, si la OMC liberaliza bienes privados o
somete a bienes públicos a una esfera privatizadora (mercantiliza bienes no considerados como
mercancía en el sentido histórico del comercio internaional), y los bienes privados no son com-
patibles por definición con la teoría del free rider, ¿cómo puede reconocerse que el agua pueda
ser liberalizada como bien y que al mismo tiempo se la tenga como bien objeto de la “teoría
del polizón”?
Sin embargo, cuando hablamos del agua potable nos referimos a un “bien común”. ¿Cómo pode-
mos entonces interpretar lo que sería un “bien común”? Algunos autores consideran que los bie-
nes comunes forman parte de los bienes públicos (Helfrich, 2006) y que su categoría –en términos
de la economía política- implica el principio de no exclusión, que precisamente se contrapone con
los bienes privados. Es decir que su distribución no puede determinar selección de beneficiarios
dentro de un grupo humano.
Los tres elementos antes comentados para que un bien pueda ser considerado mercancía (pre-
cio, mercado y propiedad privada) deben cumplirse en su conjunto para poder considerarse al
rider a raíz de la aplicación de un principio característico de los bienes públicos y es el principio de no exclusión. Por el con-
trario, los bienes privados no son objeto de tal práctica: un actor económico recibe un servicio siempre y cuando haya pagado
por él. Es por ende imposible que exista un “polizón” cuando se está refiriendo a un bien privado. Al llevar esto a un servicios
de provisión como el del agua potable, la relación que se establece es la que se realiza con un bien público, con lo cual se ajusta
la posibilidad de aplicar la teoría del free rider a la accesibilidad del agua potable.
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agua como tal (Langford y Khalfan, 2006). Pero ello implica consecuencias: debemos diferenciar
cuando nos estamos refiriendo a un bien asequible de cuando se está refiriendo a otorgar valores
de mercado a un bien. El dejar para el mercado la regulación del acceso al bien no garantiza que
dicho acceso sea asegurado para toda la sociedad, sino para la porción social que esté dispuesta a
pagar el precio requerido por el bien. Con ello se deja por fuera del “mercado del agua” a grandes
porciones de población con imposibilidad de afrontar los costos, con lo cual se elimina el princi-
pio económico de no exclusión. Y dado que el agua no es un bien reemplazable sino un recurso
con el que se condiciona la existencia o no de vida, las consecuencias sociales, políticas y hasta
humanitarias de dicha situación no pueden ser tomados a la ligera.
Las críticas provenientes a la oposición de las visiones librecambistas son interpretadas en estos
términos: “Los oponentes a la privatización miran con recelo a la posibilidad de hacer dinero de
la necesidad de las personas por agua y temen que los pobres tendrán arrebatada esta necesidad
fundamental de ellos si es que no pueden pagar por ella. El agua, argumentan, es un derecho
humano que el sector público está atado por deber a proveer a la población. (...) ´El agua es un
derecho humano básico, no una commodity para ser comprada, vendida y comerciada´. Otros
oponentes usan consignas como ´la gente no toma dinero, tomamos agua´ y ´no lucro del agua´.
Argumentos simplistas como estos no presentan soluciones alternativas y están fundados en con-
vicciones ideológicas, no en los hechos.” (Segerfeldt, 2005; traducción propia). Estas visiones
pro-mercantiles a su vez se presentan como “pragmáticas”, “desideologizadas” y por supuesto
“no dogmáticas”. Sin embargo, entendemos que no es malo decir que las posturas que pueden
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sostenerse tienen bases ideológicas. Lo malo es no reconocerlo y achacarlo como algo reprocha-
ble cuando la propia visión que uno se encuentra sosteniendo está tan ideologizada como la que
se critica.
Las bases desde donde parten todas las preocupaciones son comunes: simplemente no hay
agua suficiente para abastecer a una población en crecimiento como la que hoy tiene el mundo.
Dos tercios de la superficie planetaria está constituida por agua, pero la mayor parte es agua
salada o agua atrapada en hielos, lo cual hace imposible su consumo por el ser humano. No
obstante, ello deja 13.500km3 con agua, es decir 2.300.000 litros de agua per cápita. Cada año,
la accesibilidad que muchos sectores sociales carecen de una fuente de agua segura. El uso que
más agua potable consume es la agricultura, no el uso doméstico, por ejemplo, que se encuentra
todavía por debajo que el uso industrial, que ocupa el segundo lugar. Relacional la crisis del
agua potable con el derroche doméstico es un argumento manipulador que desvía la atención
de las empresas y del sistema productivo, y cómo estos afectan los recursos naturales.
Mapa 3: Recursos acuíferos a nivel mundial)
Fuente: www.worldmaper.com
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Las miradas librecambistas apuntan a “la crisis en los países pobres”, sin considerar que los
países que se encuentran “secos” con los propios países desarrollados. Por lo tanto presentan
a la mercantilización como una solución global para los problemas específicos en el Tercer
Mundo, no refiriéndose así a que esa solución también los afectaría como países con recursos
acuíferos no sustentables e insuficientes de acuerdo con sus necesidades de consumo.
Sin embargo, en términos geopolíticos, la escasez de agua poniéndola en cabeza de los países po-
bres es algo discutible, sino fácilmente rebatible. En los cuadros 4 y 5 se reproducen planisferios
distorsionados que muestran con mayor tamaño a los países con mayor consumo de agua potable
(cuadro 4) y los países con mayor agotamiento del bien (es decir los países “secos”, si pudiera de-
cirse así). Como puede verse, y a excepción de las cantidades quizás, los mapas son coincidentes.
Salvo por los dos más grandes países con problemas de distribución en cuanto a una población
relativa en crecimiento a pasos agigantados (India y China), los países que más consumen son los
que se encuentran “secos”, y éstos no son más que los países desarrollados: básicamente EEUU,
la UE y Japón. Esto refuta en términos generales la idea de le “crisis del agua en los países po-
bres” o del “derroche doméstico”, siendo que además el 70% del agua potable que se utiliza se
consume en la agricultura. En cambio, se pone en el centro del debate la idea de los niveles y
usos del agua en el sistema productivo, puesto que quienes más consumo poseen son quienes se
encuentran en un mayor grado de desarrollo. En este caso podría decirse que, con la salvedad del
peso poblacional que sabemos que poseen China e India, el consumo del agua potable puede ver-
se reflejado también en el sostenimiento de los niveles de desarrollo dentro del capitalismo hoy.
El “agua virtual” es una muestra de ello. El “agua virtual” es una nueva definición que cuan-
tifica cualquier producto no en términos monetarios sino en términos de la cantidad de agua
potable que ha servido para poder obtenerse el producto final en cuestión. Así como toda mer-
cancía puede ser cuantificada en dinero, también puede serlo en litros de agua potable. De este
modo, para lograr un kilogramo de caña de azúcar se necesitan, por ejemplo, 175 litros de agua
potable. Para un kilo de arroz, 2.700 litros de agua. Para un kilo de carne de res, 16.000 litros
de agua. Para un kilo de algodón, 3.644 litros de agua. Un vaso de leche, 200 litros de agua.
Una taza de té, 34 litros de agua. Una copa de coñac, 2.000 litros; casi lo mismo que se necesita
para tener un kilo de soja (2.300 litros de agua) o una sola hamburguesa (2.400 litros de agua).
Una hoja de papel son 10 litros de agua potable. Unos pantalones vaqueros de denim equivalen
a unos 10.850 litros de agua. Un microchip –de tan sólo 2 gramos-, 32 litros de agua y para un
automóvil hacen falta 246.052 litros de agua potable.
¿De dónde sacar todos estos recursos necesarios? No de los lugares donde la producción se rea-
liza, sin duda, pues son los lugares más secos. Los afluentes de Europa y EEUU se encuentran
o contaminados o agotados; los de Rusia o los Hilamayas se hallan bajo el hielo. El resto de los
mayores reservóreos de agua potable se encuentran en el sur global: en el Congo, en Indonesia
y sudeste asiático y, sobre todo, en América Latina con el Amazonas y el Acuífero Guaraní.
Esto convierte a nuestras regiones en fuentes potenciales de recursos naturales para su explo-
ración y uso a favor de las necesidades sociales, o bien en fuente de extracción indispensable
para mantener los niveles de producción sin que se modifique la ecuación.
Precisamente, para quienes sostienen posiciones mercantilizadoras del agua “hay buenas ra-
zones para permitir al mercado y los negocios una mayor escala en asuntos de suministro de
agua porque hay fuertes argumentos que sugieren que el problema real con las políticas de
agua del presente es el control de distribución del sector público en los países pobres.” además
de problemas que hacen a “las leyes y regulaciones aplicadas al agua, como ser inadecuadas o
inexistentes derechos de propiedad y precios inapropiados.” (Segerfeldt, 2005; traducción pro-
pia). El problema “real”, según estos dichos, es la existencia de un mercado potencial enorme
para los entes privados multinacionales, con gigantescas ganancias potenciales, sobre sectores
cautivos de mercado4 y sobre un bien altamente inelástico (es decir, difícilmente reemplaza-
ble), pero que se halla en manos del sector público y que por tanto no confiere carácter de pro-
piedad privada (private good) al bien en cuestión. La principal preocupación no es el acceso de
las clases más bajas de la sociedad a un recurso vital, no es el cuidado del recurso y del medio
ambiente, no es tampoco el estado crítico en el que se encuentra la situación de bienes comunes
tales como el agua: son las ganancias no percibidas por las grandes empresas del sector y la
intervención estatal. Esa es la postura que frecuentemente se presenta como “no ideologizada”,
pero que desde ya disentimos en tal caracterización.
Asimismo se identifican tres problemas desde los sectores pro-mercantilización: 1) que las in-
versiones realizadas en el sector son pocas e inadecuadas; 2) que el sector público que detenta
la gran parte de la administración del recurso mantiene grandes estructuras administrativas,
completamente burocratizadas; y 3) que el precio que se aplica por el servicio de distribución
del agua es demasiado bajo.
Ciertamente que algunos fundamentos de estos problemas no son desacertados, pero las causas
y propuestas de soluciones distan de poder considerarse soluciones que se condigan con buscar
satisfacer necesidades ampliamente requeridas por distintos estratos sociales.
Los proyectos de saneamiento o de extensiones de las redes de distribución de agua demandan
cuantiosas sumas de dinero e implican generalmente proyectos de mediana o gran envergadura.
Se parte considerando que los países en desarrollo son pobres y que el capital allí es pequeño
que en los países ricos, por lo que ni el sector público ni el capital privado local poseen dinero
suficiente como para financiar las inversiones necesarias, estimadas por el Consejo Mundial
del Agua en cerca de unos u$s 180 mil millones por año durante los próximos 25 años y que
resultan muy por encima de los actuales u$s 70 u u$s 80 mil millones anuales invertidos.5 Este
análisis quizás pueda resultar más asimilable para los países menos adelantados, pero respecto
de los países en desarrollo dichos proyectos fueron encarados por organismos estatales en el
pasado (y en muchos lugares del mundo aún siguen siéndolo). No obstante hoy se suele repetir
cada vez más la asociación de estos organismos públicos con entes privados, o directamente
la intervención de la inversión privada para desarrollar el sector (y expandir el mercado) en
manos de las empresas que impulsan dichos proyectos: al expandir el mercado incorporan a
numerosos clientes. Ello radica a la par en el debilitamiento del Estado y el robustecimiento de
corporaciones transnacionales durante los últimos 20 o 30 años.
El problema de la burocratización del sector público es una gran verdad, aunque tampoco es ex-
clusivo del Estado. Empresas privadas de gran tamaño -y no solamente del sector del agua, sino
también de telefonía, de electricidad, etc.- suelen también proceder con complejos canales admi-
nistrativos para la evacuación de reclamos de sus clientes. Los actuales tiempos requieren formas
más dinámicas de gestión que involucren directamente a entidades provenientes de los sectores
sociales necesitados del servicio o bien beneficiados por él. Las empresas privadas muchas veces
imitan la máquina burocrática del Estado, sobre todo en materia de reclamos. Por tanto, ni la ges-
tión pública ni la gestión privada han dado soluciones eficientes a este problema.
4 El servicio de agua potable es comúnmente monopolio del Estado. Se entrega en concesiones a entes privados, que general-
mente resultan subsidiarias de corporaciones multinacionales del sector. Pero ese monopolio pocas veces se rompe: se entre la
concesión en forma monopólica o a lo sumo se establece un oligopolio. Nunca se abre a una competencia real y mucho menos
una competencia perfecta.
5 Consejo Mundial del Agua, 2005; citado en Segerfeldt (2005).
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La cuestión del precio del agua es un tema más controversial. Generalmente el abono del ser-
vicio incluye la amortización de la inversión del proyecto, el saneamiento, el mantenimiento,
los gastos de administración y una posible nueva inversión que deba realizarse, pero rara vez
se basan en parámetros de nivel de medición de consumo (lo que por lo general se denomina
“tarifa medida”). Las voces defensoras de la mercantilización indican los riesgos en términos
de competitividad y tecnología que significa el no colocar un precio al agua establecido en pa-
rámetros de consumo. Además sostienen que el derroche de agua (y en este sentido sí remarcan
aquí se es un recurso por completo vital) se produce porque da lo mismo dejar un grifo abierto
o mal cerrado que no hacerlo, ya que el precio a pagar no se basa en la cantidad de agua uti-
lizada sino en la disponibilidad del servicio. Por otro lado, critican el hecho que la autoridad
pública carezca de incentivos para llegar a la mayor cantidad de usuarios posible del servicio
en cuestión, y fundan esa posición en el hecho de que los motivos que el sector público posee
para llevar o no un servicio a una zona son enteramente políticos, y ello los ata muchas veces
a conveniencias electorales dependiente de la cantidad de votantes/usuarios afectados. Ello se
contrapone directamente a la lógica privada, en la que el ánimo de lucro es el principal motiva-
dor de incorporar cada vez más usuarios/clientes al servicio (Segerfeldt, 2005).
Opiniones contra las posturas de mercantilización por en contrario sostienen que los mercados
no funcionan ni hay funcionado para el agua. En el fondo del debate yace una presunción de
que los resultados alcanzados dentro de un mercado son los “correctos”, pero aquella es una
presunción sin sólidas bases que la fundamenten. Los datos empíricos demuestran que los
mercados del agua son y han sido siempre extremadamente raros, lo cual no va a la par de los
argumentos que apuntan a demostrar los altos beneficios de la regulación privada y la aplica-
ción de las reglas de libre mercado sobre el sector (Dellapenna, 2000).
Estas voces aportan raíces históricas del debate que no siempre son recordados: en EEUU, por
ejemplo, en el siglo XIX la administración y propiedad del agua se hallaba en manos privadas,
no públicas. Los ríos y el agua misma era reservada para necesidades locales por individuos
y, en la medida que el país fue creciendo en el desarrollo del tiempo, por pequeñas empresas
privadas. Dichos emprendimientos prometían una provisión de agua limpia, segura y a un pre-
cio razonable a cambio de la oportunidad de realizar un margen de ganancia para la empresa
prestataria. Aquel proyecto acabó en un rotundo fracaso: el manejo del agua potable en manos
privadas fue sinónimo de pocas tuberías, polución y enfermedad: “En la ciudad de Nueva
York, la empresa Manhattan Company -la misma que más tarde se convertiría en el Chase
Manhattan Bank- fue uno de las más corruptos, incompetentes y desastrosos experimentos en
la privatización del agua del cual se tenga registros.” (Snitow, Kaufman y Fox, 2007). Bajo su
administración pasó la devastadora epidemia de cólera en 1832 y el Gran Incendio de 1835
que destruyó más de media ciudad y cuyas flamas podían verse desde Filadelfia. Fueros dichas
experiencias las que prácticamente forzaron a la administración pública estadounidense a ha-
cerse del manejo y gestión del servicio de agua potable. Las demandas sociales de sistemas de
agua más modernos –que además podían ser financiados por bonos del Estado- operativos por
ingenieros y expertos y cuyas cuentas pudieran ser rendidas periódicamente desde la gestión
pública local a los ciudadanos (la accountability), sumadas a las experiencias comentadas,
fueron razones poderosas para el cambio de manos. Esta lógica de mercantilización de bienes
comunes, y en especial del agua potable, es incluso hoy los que podríamos llamar una “ideolo-
gía de exportación”, pues a pesar de los esfuerzos por demostrar los beneficios del sistema de
libre mercado, en la actualidad cerca del 85% de los estadounidenses reciben su agua potable
no de una empresa privada, sino de un sistema público (Ídem, 2007).
“El mercado no es un fenómeno natural. Es un artificio cultural creado y estructurado por acuer-
dos y arreglos sociales a los que llamamos ´ley´.” (Dellapenna, 2000). Pero debemos ser cuida-
dosos al intentar comprender de dónde surge la creación tanto sea del mercado como de la ley,
puesto que la ley tampoco es un fenómeno natural. Ambos, son originados de las condiciones
sociales existentes y que justifican su existencia (o no) y en tal caso estructuran su forma. En tal
sentido, tanto el mercado como la ley son producto de relaciones sociales determinadas.
Sociedad y medio ambiente. 2008 / 27
Pues bien, los límites del derecho de propiedad son fijados por la ley, y como tal ésta define el
objeto de la transacción, en otras palabras: la cosa que se compra y se vende en el mercado. Y
para poder definir al agua como cosa del comercio debemos qué posibilidades tenemos o no de
considerarnos “propietarios” del agua. Y es allí donde existen tres impedimentos que a priori
imposibilitarían esa propiedad: la indivisibilidad del recurso, su cualidad de público acceso, y el
hecho social que determina que el agua no sea visto por las personas como cualquier otro bien o
como un simple commodity, y esto es porque el agua es uno de los recursos más inmediatamente
esenciales para la vida, con la única excepción del aire que respiramos (Ídem, 2000). Teniendo
en cuenta que tanto el mercado como la ley son productos de las relaciones sociales, ignorar este
hecho es ubicar al producto a la altura de su hacedor, confundir el artificio social con los que lo
origina, o mejor fetichizar el producto social: sea el objeto, sea el mercado o sea, mismo, la ley.
El hecho de que se trate de un bien indivisible, ya lo hemos mencionado, es que el consumo no
pueda ser separado entre algunos consumidores mientras que otros sean excluidos del acceso
total al mismo (principio de no exclusión). En cuanto a la publicidad del bien, significa que el re-
curso debe ser compartido libremente –si no igualitariamente- entre el grupo de consumo sin que
una persona interfiera en el consumo de la otra: o se disfruta del bien más o menos en una forma
igualitaria o no se lo disfruta para nada. Tal así es, que los bienes públicos son generalmente gra-
tuitos a raíz de que los consumidores no pueden, por definición del bien, ser excluidos del disfrute
del mismo: el excluir a una persona o un grupo de personas del acceso al agua potable es una
violación a todos los niveles que garantizan una vida y desarrollo adecuados de un ser humano, y
como tal es que se lo asocia con un derecho humano básico (Sandoval Terán, 2006).
Dadas estas características es que se sostiene que el agua no pueda ser poseída en términos de
propiedad (Dellapenna, 2000) y por lo tanto se trate de un bien no mercantilizable.
El tema planteado a raíz de esta definición en torno al problema del free rider en tal caso recae
en las características intrínsecas del bien y no tanto en quien es el ente que lo administra. Un in-
versor privado que pudiera asumir la gestión del agua en una localidad deberá también asumir
la responsabilidad que ese bien no puede ser negado a ningún poblador. Y asumir esa responsa-
bilidad atenta directamente con el ánimo de lucro que la entidad privada posee por definición.
En consecuencia, lo que define a un bien como público o no, no son sus características físicas
sino además sus características sociales y económicas. Cuando el costo de excluir a otros es tan
alto que resulta impráctico excluirlos del acceso al bien, el bien es tratado como si fuera una
cosa pública (public good). El jurista Joseph Dellapenna sostiene que “las características socia-
les o económicas más comunes que llevan a tratar a una cosa como un bien común [common
good] no es que sea estrictamente indivisible o pública, es porque los costos de transacción son
simplemente tan altos que ningún mercado puede funcionar con un mínimo de efectividad. (...)
Cuando los costos de transacción hacen al mercado imposible y el bien es percibido no obstan-
te como esencial para una aceptable calidad de vida de toda la sociedad, esa sociedad (hoy a
través del gobierno) toma la provisión del servicio para todos sin un costo cierto por el monto
consumido. Esos bienes pueden ser “bienes públicos” [public goods] en términos de creación
social.” (2000): la provisión de agua potable, la protección contra incendios y el servicio de
bomberos, la educación, la salud. Y asimismo comenta que es entonces cuando nos hallamos
entonces frente a “mercados” sin ningún tipo de fricción: es decir, mercados sin costos de tran-
sacción y mercados sin propiedad.
De allí podría surgir una primera definición que pudiera ajustar al concepto de lo que es un
common good: un bien sobre el cual no pesa régimen alguno de propiedad privada.
Conclusiones
La globalización neoliberal profundizada en los ´90 es el proceso que le da marco al nacimien-
to de la OMC en 1995, con principios y objetivos ideológicamente pautados en torno a que la
liberalización del comercio habría de ser un camino eficaz para el bienestar social y la elimina-
ción de la pobreza. Estas metas también implican la expansión de lo que debe ser considerado
28 / Attac - Fisyp
mercancía, en el sentido de agregar a lo que antes era entendido como comercio internacional
(comercio de bienes) nuevos temas y agendas de negociación sobre servicios, agricultura, pro-
piedad intelectual, acceso a mercados, bienes no agrícolas anteriormente no incluidos, etc. Este
es el proceso que denominamos mercantilización, dentro del cual se pretende incorporar a gran
parte de los considerados “bienes comunes” (common goods).
Los bienes comunes pueden ser definidos como bienes tan esenciales para la vida o la dignidad
humana que hace difícil su posesión en términos de propiedad. Muchos de estos bienes comu-
nes son a su vez recursos naturales o “bienes ambientales”. Con la expansión de las agendas
de liberalización de la OMC existe un conflicto sobre la incorporación o no de los mismos
dentro de las negociaciones sobre libre comercio que involucra a transnacionales interesadas
en desarrollar y explotar el sector y a franjas y clases sociales afectadas gravemente por este
embestida del capital transnacional. Dentro de este conflicto incluir al agua, en un intento por-
que comience a depender de los programas de liberalización como cualquier otro commodity,
lo cual también servirá a los mecanismos de acumulación, concentración y centralización de
capital, pero con un bien absolutamente indispensable para la vida.
Hemos abordado aquí parte de los riesgos que implicaría considerar al agua como una mercan-
cía. La tensión se torna cada vez más evidente en cuanto a las implicancias que puede significar
la transformación de un recurso tan esencial como el agua en una mercancía sometida a las
leyes y regulaciones del mercado. Creemos que el nivel de debate en torno a estos temas aún
no ha llegado a su techo, y que es necesario profundizarlo a fin poder encontrar soluciones a
la administración de este bien sin que ello implique una disponibilidad del mismo bajo un cri-
terio de nivel económico o capacidad de pago. Los argumentos a favor de la mercantilización
de los bienes comunes, y en especial del agua potable, apelan a la escasez del bien y evitar el
derroche, pero son falaces y no garantizan un acceso al recurso en forma sustentable sino que
profundiza la lógica de mercado. Del otro lado, los argumentos en contra de la mercantilización
se hallan todavía a la defensiva, particularmente debido a que se suman a un debate ya iniciado
y no provocado por estas voces: deben sumarse a la cuestión con procesos de mercantilización
y liberalización ya iniciados a nivel multilateral. Esto plantea una discusión no resuelta que se
halla a riesgo de perder su merecida importancia en la medida en que las agendas de liberali-
zación comercial prosigan su marcha, dentro del proceso de negociaciones de la OMC, entre
otros ámbitos. Creemos que el dejar al arbitrio del mercado la regulación del acceso al bien no
garantiza que el mismo se asegure para toda la sociedad, sino que se lo restringe a una cues-
tión de poder adquisitivo y, por consiguiente, de estátus económico, lo cual implicaría graves
riesgos para enormes cantidades de población siempre desfavorecidas en la ecuación elemental
que define al sistema capitalista: capital versus trabajo.
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Sociedad y medio ambiente. 2008 / 31
La cadena de agronegios
y su incidencia en la crisis alimentaria
Carla Poth1
Introducción
Cuando hablamos de soberanía alimentaria, es necesario tener en cuenta las características de
lo que significan al día de hoy las grandes cadenas de circulación de alimentos. Sólo se puede
accionar propositivamente con una alternativa si se toma noción de las características del con-
trol centralizado que poseen las grandes transnacionales de estos mercados.
Y es en el contexto de este análisis en que, además, se toma noción de lo que implica la ac-
tual crisis mundial de alimentos. Donde la finalidad de la producción no es la alimentación e
integración de la gran masa de excluidos en el mundo sino, meramente, la persecución de la
ganancia y por tanto la especulación.
En esta exposición, nos centramos en la conformación de la cadena de producción de la soja
en Argentina. Sin embargo, no podemos dejar de hacer una aclaración. Si bien los datos y los
nombres corresponden a los actores específicos de esta cadena de producción agraria, las carac-
terísticas de este modelo productivo se encuentran en cada uno de las cadenas de producción de
alimentos en el mundo, y, en muchos casos, podremos encontrar la presencia de nombres que
nos resulten familiares.
1 Carla Poth es Licenciada en Ciencias Políticas. Investigadora en CONICET sobre Modelo Agroalimentario.
2 Martins, Paulo Roberto (2000), “Trajetórias tecnológicas e Meio Ambiente: A industria de agroquímicos/ transgênicos no
Brasil”, Tese doutorado, Universidade Estadual de Campinas.
3 Rifkin Jeremy (2000), La era del acceso. La revolución de la nueva economía, Editorial Paidós, Buenos Aires.
32 / Attac - Fisyp
nente por parte del capital transnacional, generando una cuantiosa pérdida de la diversidad en
su lugar de origen a través de desmontes, monocultivos y uniformidad en la producción agríco-
la (Heineke, 2002). Esta “acumulación originaria de germoplasma” (Brand, 2005) profundiza
la expropiación a los campesinos de sus recursos.
La concentración se potencia con la contaminación genética y de las napas de agua y tierra, a
través de la homogeneización de las especies, la eliminación de bosques y selvas, y el proceso
de agriculturización basado en monocultivos.
Finalmente, con la inserción de la biotecnología la experiencia occidental impuso la existencia de
un conocimiento acumulativo y plausible de ser apropiado, promoviendo nuevas formas de mani-
pulación (Kalsics y Brand, 2002). Al interior de la ciencia se establecieron formas de producción
basadas en la racionalidad económica, como el secreto académico. Los laboratorios públicos y
universitarios investigan lo que las empresas están dispuestas a financiar, reproduciendo el ca-
rácter empresarial con fuertes lógicas competitivas. La divulgación de las investigaciones está
supeditada a la rentabilidad y el patentamiento del conocimiento que se ha adquirido.
La biopiratería se ha consolidado como la estrategia con la que las empresas transnacionales
roban recursos y conocimientos milenarios a las comunidades, obteniendo una posterior rentabi-
lidad por su uso.
La cadena de agronegocios
Sin embargo, y aunque pareciera que las transformaciones sólo ocurrieron en lo que respecta
a la producción de alimentos, lo que observamos a lo largo de estas décadas es una modifica-
ción completa de la cadena que va desde la obtención de insumos para la producción hasta el
consumo.
Como decíamos, los procesos de concentración vertical y horizontal, se dieron a lo largo de la
cadena y en cada uno de los eslabones que la conforman.
En lo que respecta a la provisión de insumos, vemos que “gracias a las nuevas tecnologías de la
era genética las grandes empresas y los gobiernos pueden manipular el mundo natural al nivel
más básico, el de los componentes genéticos que orquestan los procesos de desarrollo de todas
las formas de vida” (Rifkin, 1998).
Así, con la presencia del paquete biotecnológico (semillas, agroquímicos, y maquinarias de
siembra directa), observamos que se conforman grandes complejos científicos que conglome-
ran la investigación biotecnológica con la producción de insumos para el mercado, concentran-
do desde la agricultura hasta la medicina.
El mercado de semillas se ha conformado como un espacio sumamente atrayente para los
grandes capitales ya que “las semillas son el primer eslabón de la cadena alimentaria. Quien
controle las semillas, controlará la disponibilidad de alimentos” (Shiva,2003 )
En la actualidad 10 empresas controlan el 57% del mercado mundial de semillas que factura
anualmente alrededor de 24 millones de dólares, entre ellas Monsanto, EEUU; Du Pont / Pio-
neer, EEUU; Syngenta, Suiza; y Limagrain, Francia. De estas mismas empresas, solo las tres
primeras concentran el 100% de las semillas transgénicas.
Muchas de estas empresas, además, controlan el mercado de agroquímicos. El 84% del mismo,
que en la actualidad representa 33 mil millones de dólares al año, se encuentra dominado por
diez empresas. Entre ellas Novartis (que surge de la fusión de Ciba y Sandoz), Zeneca (ante-
riormente formaba parte de ICI), AgroEvo (por efecto de la fusión de Hoechst y Schering), Du
Pont, Bayer y Monsanto son algunas de ellas. Como vemos, muchas de estas son las mismas
que se encuentran liderando el mercado de semillas.
El sector del proceso productivo podría ser llamado en la actualidad, instancia de monocultivos.
Y la razón de esto es que este sector exige de la producción a grandes escalas y de las grandes
inyecciones de capital, lo que genera paulatinamente la desaparición de aquellos productores
34 / Attac - Fisyp
incapaces de enfrentar estos requisitos. Además, lo que se percibe en este eslabón de la cadena
es la homogeneización de la producción a cultivos para la exportación, en detrimento de otros
cultivos de consumo interno (Sagpya, 2007)), un proceso de deforestación creciente a los
fines de expandir la presencia de esta producción, y finalmente, la presencia de lo que Teubal
denomina una “agricultura sin agricultores”. Esto no sólo para la desaparición de la empresa
familiar, sino también por la eliminación del empleo rural .
En este contexto, la aparición de megaproductores como Los Grobos o Soros ha sido acompa-
ñada por la presencia de pooles de siembra y fondos de inversión que implicaron la inserción
y consolidación del capital financiero en las regiones agrarias . La aparición del contratismo
como nuevo estadío de la producción, instauró la presencia de una dinámica donde los nuevos
productores rurales no necesitaban ser propietarios de las tierras producidas sino que las for-
mas de arrendamiento facilitaban la movilidad desde y hacia tierras sobre las cuales no se tiene
ninguna responsabilidad.
En el sector del acopio y la exportación, las corporaciones cerealeras como Bunge o Cargill,
aparecen como “gigantes invisibles”. Estos grandes molinos se insertan en el mercado comer-
cializando granos, pero también mediando el proceso de compra/ venta de otros alimentos
como aceites, pollos, etc. Lo cual las muestra fusionadas con otros sectores. Controlan vías de
transporte terrestres y acuáticos (fundamentalmente puertos, ferrocarriles y carreteras). Esto le
genera grandes dificultades al sector estatal para controlar el movimiento de los productos, y
facilita las evasiones impositivas. En la actualidad, en Argentina sólo 7 empresas concentran el
60 % del volumen de granos exportados: Cargill, Bunge, Nidera, Vincentín, Dreyfus, Pecom-
Agra AGD –Aceitera General Deheza-.
Lo interesante de esta cadena es que, fundamentalmente en el caso de la soja, la producción,
que se exporta fundamentalmente a Europa, China e India no sirven a los fines de la alimen-
tación (salvo en el caso del aceite). Los principales fines de esta producción son, el alimento
de ganado (con el uso de técnicas de feed lots o ganadería industrial ) y, actualmente, para la
generación de agrocombustibles, más específicamente, el biodiesel.
El procesamiento de alimentos, fundamentalmente basados en el aceite de soja es un eslabón
sumamente concentrado que tiene su centro en las empresas de los países industrializados. Así
vemos que el 60% de los alimentos que comemos están hechos en base a aceite de soja. Las
principales empreses que controlan este mercado son: Unilever, Pepsico, Nestlé, Coca Cola,
Arcor, Danone.
Finalmente, la cadena termina con el “supermercadismo”. Este sector de la cadena, que es el
único que visualizamos como consumidores directos es el más concentrado de la cadena a nivel
mundial. Sólo tres empresas (Wall Mart, Carrefour, y Texto) controlan el 70% de la distribu-
ción de alimento a los consumidores. El movimiento de estas empresas es de tal envergadura,
que Wall Mart puede ser considerado la décima economía mundial. Esta concentración también
se encuentra presente en Argentina. En nuestro país, Carrefour (+Día +Norte) controlan el 29%
del mercado; Cencosud (Disco+ Jumbo+ Plaza Vea), el 21%; y Coto controla el 18%.
go de la totalidad del complejo alimentario controlan la forma en que los productores generan
los alimentos y, en última instancia establecen QUÉ es lo que nosotros comemos. Así vemos,
que se ha perdido casi totalmente el control de nuestra alimentación.
Navarro agrega que, con la crisis, para los pequeños productores el “futuro es más sombrío”.
De entrada, sufrirán la acción combinada de precios de cosechas más bajos y altos costos de
producción. Muchos realizaron grandes inversiones. Difícilmente recuperarán el capital que
metieron. Las empresas de insumos agrícolas, desde fertilizantes hasta semillas, aprovecha-
ron el auge para cobrar más por sus mercancías. Los granjeros medianamente prósperos están
aplazando la compra de maquinaria y tienen grandes dudas sobre la conveniencia de plantar el
próximo año cultivos que requieren mucho dinero, como el maíz. Padecerán, además, la con-
tracción y encarecimiento del crédito destinado al campo”.
Finalmente establece que “México vive una profunda dependencia alimentaria. La crisis hará
más vulnerable al país. Tan sólo durante el primer semestre de este año transfirió al exterior re-
cursos por 10 mil 373 millones de dólares para pagar la factura por la importación de alimentos,
muchos de los cuales podrían ser producidos dentro de la nación. La reciente devaluación del
peso hará de estas importaciones una pesada carga.”
El ejemplo de México cristaliza lo que muchos países productores de alimentos comenzaron a
vivir hace décadas.
El 25 de noviembre de este año la FAO estableció que “en 2007 se alcanzó el récord de 923
millones de personas hambrientas desde que la FAO las computa, con 75 millones más que el
año anterior, y “sin duda en 2008 ha aumentado en otros tantos millones, aunque todavía no hay
cifras”. Y se agrega “como ejemplo, en América Latina en 1990 había 53 millones de personas
hambrientas, que bajaron a 45 millones en 2000, “y en los últimos tres años hemos perdido
casi todo”.
Así como vemos, frente a este panorama resulta fundamental comenzar a reflexionar sobre lo
que significa la consolidación de este modelo en nuestras vidas y qué significaría plantearse
una estrategia de soberanía alimentaria que signifique una alternativa real a la problemática
mundial de los alimentos.
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Sociedad y medio ambiente. 2008 / 37
Por su parte, el análisis de las exportaciones en dólares indica que la Provincia de Buenos Aires
se ubica en el primer lugar con el 38,3% del total de las exportaciones del país. En segundo
lugar se sitúa la Provincia de Santa Fe con el 19,2% y en tercer lugar la Provincia de Córdoba
1 Dr. Miguel Alberto Sánchez es Doctor en Ciencias Económicas. Investigador de la Fundación Ecosur y Coordinador Nacio-
nal del Programa Argentina Sustentable.
38 / Attac - Fisyp
Cuadro Nº 1-2. Origen de las exportaciones por Provincias. Año 2006. (en miles de dólares y porcentajes)
Fuente: Elaboración propia en base a INDEC, Comercio Exterior Argentino, Año 2006.
Provincias Miles de dólares % Ac.%
1 Buenos Aires 17.815.695 38,3 38,3
2 Santa Fe 8.923.497 19,2 57,5
3 Córdoba 4.795.968 10,3 67,8
4 Chubut 2.113.236 4,5 72,4
5 Catamarca 1.449.292 3,1 75,5
6 Mendoza 1.173.168 2,5 78,0
7 Santa Cruz 1.124.171 2,4 80,4
8 Indeterminado 1.015.675 2,2 82,6
9 Neuquén 915.607 2,0 84,6
10 Salta 878.676 1,9 86,5
11 Entre Ríos 809.434 1,7 88,2
12 Extranjero 723.571 1,6 89,8
13 San Juan 674.793 1,5 91,2
14 Tucumán 652.022 1,4 92,7
15 Tierra del Fuego 504.949 1,1 93,7
16 San Luis 438.608 0,9 94,7
17 Misiones 420.843 0,9 95,6
18 Río Negro 415.942 0,9 96,5
19 Ciudad Autónoma de Buenos Aires 326.865 0,7 97,2
20 Jujuy 285.501 0,6 97,8
21 Chaco 192.092 0,4 98,2
22 La Pampa 169.262 0,4 98,6
23 La Rioja 162.344 0,3 98,9
24 Santiago del Estero 159.135 0,3 99,3
25 Plataforma Continental 141.849 0,3 99,6
26 Corrientes 134.575 0,3 99,9
27 Formosa 39.638 0,1 100,0
Total 46.456.408 100,0
con el 10,3%. Estas tres provincias pampeanas concentran el 67,8% del total. Las provincias de
Chubut y Catamarca se ubican en el cuarto y quinto lugar debido a la importancia del Capítulo
27-Combustibles y del Capítulo 26-Minerales respectivamente. Las siguientes provincias entre
las primeras diez son: Mendoza (Industria vitivinícola y combustibles), Santa Cruz (Combus-
tibles), Neuquén (Combustibles) y Salta (Combustibles) (Cuadro Nº 1-2).
Un primer grupo de provincias líderes (Santa Fe, Córdoba y Entre Ríos) conforman la Región
Centro. El modelo exportador de la Región Centro cuyo principal producto es la soja, representó
en el año 2006 el 31,3% de las exportaciones totales del país. Por su parte, la Provincia de Buenos
Aires, con un modelo un poco más diversificado y una mayor composición de manufacturas de
origen industrial, alcanzó el 38,3% del total de las exportaciones. Así, estas dos regiones pampea-
nas concentran en el año 2006 el 69,6% de todas las exportaciones del país (Cuadro Nº 1-3).
Un segundo grupo de seis provincias (Chubut, Catamarca, Mendoza, Santa Cruz, Neuquén y Sal-
ta) entre las diez primeras provincias alcanzan el 16,5% de las exportaciones totales. Las restantes
14 provincias sólo alcanzan el 9,9%, mientras que el resto (Indeterminado, Extranjero y Platafor-
ma Continental) representa el 4,0%. Así el grupo de seis provincias extrapampeanas entre las diez
primeras, las otras 14 provincias y el resto (Indeterminado, Extranjero y Plataforma Continental)
alcanzan el 30,4% frente al 69,6% de las 4 provincias pampeanas (Cuadro Nº 1-4).
Sociedad y medio ambiente. 2008 / 39
Cuadro Nº 1-3. Origen de las exportaciones por Provincia de Buenos Aires y Región Centro. Año 2006
(en miles de dólares y porcentajes)
Fuente: Elaboración propia en base a INDEC, Comercio Exterior Argentino, Año 2006.
Provincias y Regiones Miles de dólares %
Santa Fe 8.923.497 19,2
Córdoba 4.795.968 10,3
Entre Ríos 809.434 1,7
Región Centro 14.528.899 31,3
Buenos Aires 17.815.695 38,3
Total 4 Provincias 32.344.594 69,6
Total País 46.456.408 100,0
Cuadro Nº 1-4. Origen de las exportaciones de las Provincias del segundo grupo entre las diez primeras provincias. Año 2006
(en miles de dólares y porcentajes)
Fuente: Elaboración propia en base a INDEC, Comercio Exterior Argentino, Año 2006.
Provincias Miles de dólares %
1 4 Chubut 2.113.236 4,5
2 5 Catamarca 1.449.292 3,1
3 6 Mendoza 1.173.168 2,5
4 7 Santa Cruz 1.124.171 2,4
5 9 Neuquén 915.607 2,0
6 10 Salta 878.676 1,9
Subtotal 6 Provincias 7.654.150 16,5
Otras 14 Provincias 4.576.569 9,9
Resto * 1.881.095 4,0
Subtotal 6 + 14 + Resto* 14.111.814 30,4
4 Provincias Pampeanas 32.344.594 69,6
Total 46.456.408 100,0
Es interesante observar que recién en el año 2006 se superaron las importaciones del año 1998
que habían alcanzado los 31,4 mil millones de dólares. Además, en el año 2002 apenas se su-
peró el bajo nivel de importaciones del año 1991 con 8,9 mil millones de dólares.
2 Ver nuestra evaluación del tema en Miguel Alberto Sánchez, Declinación del Modelo Sojero en la próxima década. Depen-
dencia y déficit del Comercio Exterior, PAS, Diciembre de 2007. Este libro se encuentra en www.pas.org.ar
3 Esta sección se realizó en base al libro citado anteriormente.
42 / Attac - Fisyp
Las transnacionales actúan a través de sus estrategias comerciales y promueven también la con-
centración gerencial y productiva al ofrecer ventajas a los medianos y grandes productores en
la compra de insumos y maquinaria. Además, “se sugiere que las estrategias comerciales de las
grandes transnacionales tienen gran influencia en la esfera política e institucional, y que por lo
tanto el papel actual de este tipo de actores va más allá de su rol tradicional de mero proveedor
de tecnologías e insumos”.4
El Estado cooptado por esos grandes actores de la globalización carece de iniciativa para desa-
rrollar políticas de planificación de los usos del suelo y para hacer cumplir normas de manejo
sustentables. La globalización impone el ritmo de los flujos de exportación y la elección de los
productos dominantes del modelo agroexportador. En particular hay que destacar el impacto muy
negativo sobre los ecosistemas de Yungas, Gran Chaco y Espinal del Noroeste y el Noreste Ar-
gentino (provincias de Salta, Tucumán, Chaco y Santiago del Estero). Estos ecosistemas deberían
tener una base mixta, con componentes forestales, ganaderos y agrícolas. La nueva ley de bosques
aprobada tardíamente a fines de 2007 trae un poco de alivio a la práctica de desmontes, pero habrá
que controlar de cerca la aplicación y/o las lagunas jurídicas de la ley para que no ocurran nuevas
autorizaciones de tala de bosques nativos. Proteger el bosque, la biodiversidad y el ecosistema es
“el progreso”, desmontar, arar y sembrar soja “es la barbarie” con consecuencias negativas que
surgen del desmonte: inundaciones, erosión, desertificación, incremento de los gases de efecto
invernadero (GEI) y rechazo de las iniciativas para mitigar el cambio climático.
Por su parte, el principal ecosistema del país: el ecosistema de pastizales (provincias de Bue-
nos Aires, Córdoba, Entre Ríos, Santa Fe y parte de La Pampa) también sufre la consecuencia
de la expansión del monocultivo de soja a través de la erosión del suelo, la contaminación del
agua y la pérdida de biodiversidad. No obstante, sus impactos negativos se ven atenuados por
la práctica de la siembra directa.
La diferencia entre la campaña 2007/08 y la campaña 2014/15 para las nueve provincias más
importantes alcanza los 2,2 millones de hectáreas mientras que para el total del país el incre-
mento sería de 2,4 millones. Esto se explica por un aumento de 1,4 millones de hectáreas en
las cuatro provincias pampeanas -particularmente en la provincia de Buenos Aires de 658.100
hectáreas- y un incremento en las cinco provincias restantes de 800.000 hectáreas.
Estas cifras son muy cercanas al aumento del área sembrada entre 2004/05 y 2007/08 que
alcanzó para el total del país a 2,2 millones. Por lo tanto, se puede observar que en cuatro cam-
pañas se alcanzó un incremento similar al estimado para las ocho campañas siguientes. En la
estimación USDA el incremento en el período 2006/07 – 2015/16 sería menor y rondaría 1,6
millones hectáreas cosechadas.
El análisis del incremento en el proceso de crecimiento del área sembrada de soja muestra un
apogeo durante las campañas 2000/01 y la campaña 2007/08 con 5,7 millones de hectáreas.
Las hipótesis de la FPC para 2014/15 y 2015/16 muestran en tres estimaciones un crecimiento
menor. En las H2 y H4 (de rotación con maíz) el crecimiento alcanza 2,4 millones y en la H1
5,4 millones. Sólo la H3 indica un incremento mayor al de las décadas anteriores con 14,8
millones de hectáreas de soja. Esta hipótesis aparece poco probable y mucho menos deseable
dado el freno que pone la nueva ley de bosques y las posibilidades que tendría el maíz por una
mayor demanda mundial de carnes y etanol.
Esto muestra la culminación en la campaña 2007/08 de la etapa de apogeo del modelo sojero -en
relación al incremento del área sembrada- y el comienzo de la etapa de declinación del modelo.
Estas proyecciones sobre el área sembrada del total de los cultivos nos van ubicando en un es-
cenario donde el paso de 31,3 millones de hectáreas en 2006/2007 a 37,3 millones de hectáreas
en 2015/16 (H4) y que significan un incremento de 6 millones de hectáreas del área sembrada
4 Ver M. Navarrete, G. Gallopín y otros, Análisis sistémico de la agriculturización en la pampa húmeda argentina y sus con-
secuencias en regiones extra-pampeanas: sostenibilidad, brechas de conocimiento e integración de políticas, CEPAL, Serie
Medio Ambiente y Desarrollo Nº 118, Santiago de Chile, Diciembre de 2005, p.19.
Sociedad y medio ambiente. 2008 / 43
traerán aparejado una serie de conflictos sociales, ambientales y sectoriales de difícil pronós-
tico. El incremento del precio de los alimentos por la presión de la demanda mundial de agro-
combustibles y carnes, podría en el marco de una pérdida importante de soberanía alimentaria
provocar el despertar de los sectores medios y populares urbanos y la movilización contra el
modelo agroexportador del monocultivo de soja.
No obstante, aunque el ritmo de incremento anual del área sembrada será menor en el futuro, el
impacto será todavía importante por el desmonte en los ecosistemas frágiles del noroeste y no-
reste del país y por el reemplazo de tierras dedicadas a la ganadería, la lechería y otros cultivos
en las cuatro provincias pampeanas. Esto significará menos pasturas naturales, menor utiliza-
ción de los sistemas extensivos de producción bovina y en consecuencia menos carne saludable
por mayor cantidad de grasa intramuscular y colesterol debido al incremento de la producción
de carne bovina engordada a corral (feedlots). Esta situación necesita una respuesta más con-
tundente y la realización de una amplia alianza de trabajadores y sectores medios urbanos y
rurales de la región pampeana y extrapampeana tendiente a modificar el patrón agroexportador
de la Argentina basado en el monocultivo de soja.
El incremento de la producción de soja en diferentes períodos fue la siguiente: 9 millones en
la década del ochenta, 16 millones en la década del noventa, 20 millones en las últimas siete
campañas hasta 2006/07 y una desaceleración del crecimiento con sólo un incremento de 7,3
millones en las próximas nueve campañas hasta 2014/15 en la hipótesis más probable de 54,8
millones de toneladas (H2 sustitución con maíz de la FPC).
El incremento calculado por USDA BASELINE entre la campaña 2006/07 y la 2015/16 (próxi-
mas diez campañas) sólo alcanza a 2,5 millones de toneladas mientras que la estimación más
razonable de la FPC (H4 rotación con maíz) llega a 7,9 millones. Estos niveles de incremento de
la producción se encuentran muy alejados de los 20 millones de las últimas siete campañas.
La estimación de máxima de la FPC -la H3 de “todo soja”- podría alcanzar un incremento de
30,5 millones de toneladas pasando de 47,5 (SAGPyA) a 78,0 millones en ese período. Esta hi-
pótesis parece de difícil realización dada las nuevas leyes de defensa del bosque nativo para la
región del noreste y noroeste argentino y el techo al cual se llegó en la región pampeana debido
a la necesaria rotación con otros cultivos y al uso del suelo en la producción de carne bovina
sobre la base pastoril con pasturas perennes y pastizales naturales. Por otra parte, el Estado
debería desalentar esta hipótesis de “todo soja” e incentivar el cultivo de maíz y la producción
de carnes bovina, porcina y aviar.
Esto muestra la culminación en la campaña 2006/07 de la etapa de apogeo de la producción de
soja y el comienzo de la etapa de declinación. Pero no indica que el modelo sojero pierda hege-
monía y ubicuidad en relación al resto del sector agropecuario y al modelo agroexportador.
La serie del Complejo Soja muestra un incremento de las exportaciones en cinco años (2002-
2006) de 3,9 mil millones de dólares y un incremento en 6 años (2002-2007) de 8,4 mil mi-
llones de dólares frente a sólo un incremento 2,6 mil millones de dólares en 10 años (2007-
20015/16).
Los años 2006 y 2007 marcan la culminación del ciclo de apogeo de las ventas externas del Com-
plejo Soja. El incremento de las ventas externas y el ritmo de ingreso de divisas será entre 2007 y
2015/16 mucho menor mostrando la declinación y el estancamiento del Complejo Soja.
El gobierno ante esta situación, aplicó políticas recaudatorias de derechos de exportación cre-
cientes -en piloto automático- sin tener una política agropecuaria integral tendiente a lograr una
transición de un modelo sojero exportador de proteína vegetal hacia otros posibles modelos
más diversificados y necesariamente consensuados con los actores de las cadenas agroindus-
triales y los consumidores urbanos.
Esas políticas sin diálogo y búsqueda de consenso, generaron en los productores reacciones en
defensa de sus futuros ingresos.
Muy poco se habló sobre los costos ambientales y sociales del modelo sojero. Esto traerá mayor
exclusión de los productores, degradación del suelo, pérdida de biodiversidad y de calidad del
agua. Los mayores costos serán pagados por las futuras generaciones a través de importaciones
de alimentos, incrementos en los precios, pérdida de soberanía alimentaria y costos ambientales
pagados con más impuestos.
Esta situación necesita una respuesta más contundente por parte de los partidos políticos y las
organizaciones sociales. Es fundamental la realización de una amplia alianza de trabajadores y
sectores medios urbanos y rurales de la región pampeana y extrapampeana tendiente a modifi-
car el patrón agroexportador de la Argentina basado en el monocultivo de soja.
En una transición hacia modelos agropecuarios más democráticos y diversificados se podrían
desarrollar dos propuestas: 1. Apoyo al sector de Mipymes agropecuarias a través de nuevas
leyes y políticas para ampliar el desarrollo de las sociedades y pueblos sustentables del interior
del país. 2. Una reforma agraria con políticas diferenciadas por provincias y ecoregiones.
Es importante destacar que en estos últimos años, no sólo se produce una importante con-
centración de la tierra con extranjerización de la misma, a la vez se acompaña de una fuerte
concentración de la producción primaria (oleaginosas y cereales) en nuevos actores. Una gran
parte de los pequeños y medianos propietarios arriendan sus tierras en tanto arrendadores a
estos actores: 1. los contratistas-arrendatarios; 2. los terratenientes empresarios; 3. los nuevos
empresarios arrendatarios; 4. los pools de siembra. En la actualidad un 70% de la tierra en la
región pampeana esta bajo alguna forma de arrendamiento y 50% trabaja con maquinaria agrí-
cola contratada.
46 / Attac - Fisyp
Los primeros seis pools de siembra (Cresud, Grobocopatel, Adecoagro, Tejar, MSU y Caze-
nave) trabajan una superficie entre propia y alquilada superior a la que poseen los 8.827 pro-
pietarios de entre 100 y 200 ha de la Provincia de Buenos Aires y un 30% más que la de los
103.454 minifundistas (menos de 25 ha) de todo el país.
En ese sentido el trabajo de CEPAL sobre agriculturización en la pampa húmeda argentina ex-
presa que:
La siembra directa durante los 1990 disminuyó la erosión de muchos suelos pampeanos e incrementó su
contenido en materia orgánica y fertilidad. Sin embargo, la tendencia al monocultivo de soja está causando
nuevamente un empobrecimiento del suelo. En cuanto a los efectos sobre contaminación de acuíferos, se
requieren más estudios sobre el impacto que pudiera estar teniendo el elevado uso de glifosato versus la dis-
minución en el uso de otros herbicidas. Las incertidumbres respecto al estado de los componentes del suelo
y acuíferos dificultan la evaluación del impacto ambiental de la agriculturización. Lo que sí puede afirmarse
es que el monocultivo de soja está llevando en algunas áreas a un nivel de pérdida de materia orgánica que
la siembra directa por sí sola no puede compensar. Otros temas controvertidos que necesitan ser estudiados
son la relación entre tamaño de la explotación y degradación ambiental y los efectos de la agriculturización
en los balances de emisiones de carbono, óxido nitroso y metano.5
En una primera etapa se podría volver a una producción con menor agriculturización y con
menos insumos energéticos. Una producción más orgánica y agroecológica. El modelo de los
años sesenta, con los aprendizajes ecologistas de los ochenta y los noventa, con reformas agra-
rias diferenciadas por región y con una fuerte autocrítica podría -sin pensar en las divisas como
principal objetivo y pensando en la necesidad de puestos de trabajo para el pueblo- considerar
una nueva articulación entre sector agropecuario e industria en el marco de una nueva sociedad
sustentable. Esto implica revertir el éxodo rural y comenzar a transitar un camino de descon-
centración productiva y poblacional de las grandes ciudades y los aglomerados urbanos hacia
las localidades más pequeñas y medianas, pensando una convivencialidad diferente basada
en las necesidades fundamentales y en las tecnologías blandas, alternativas, verdes, mano de
obra-intensivas. Esto exige construir ciudadanía y democratizar la toma de decisiones sobre el
modelo nacional y regional a construir. La rotación de cereales y algunas oleaginosas como el
girasol con la ganadería orgánica, con calidad de origen y una producción pensada en términos
de soberanía alimentaria, alimentos saludables y decisiones de los pequeños y medianos pro-
ductores y no de las grandes transnacionales, serían algunos de los programas con los que se
iniciaría un nuevo rumbo hacia una sociedad sustentable.
5 David Manuel Navarrete, Gilberto Gallopín y otros, Análisis sistémico de la agriculturización en la pampa húmeda argen-
tina y sus consecuencias en regiones extrapampeanas: sostenibilidad, brechas de conocimiento e integración de políticas,
CEPAL, Serie Medio Ambiente y Desarrollo Nº 118, Santiago de Chile, Diciembre de 2005, p. 44.
Sociedad y medio ambiente. 2008 / 49
1 Carlos Vicente es miembro del equipo de GRAIN y editor del sitio Biodiversidad en América Latina, con sede en Argentina.
50 / Attac - Fisyp
En primer lugar esta crisis alimentaria mundial no es un fenómeno natural, no responde a una
sequía ni al aumento de la población. Tiene su origen en decisiones humanas, algunas se hacen
evidentes y otras se mantienen ocultas.
Y nos dicen que uno de los motivos de esta crisis es producto del aumento del precio del petró-
leo, por este motivo, aumenta el precio de los alimentos en el mundo. Esto es una partecita de la
verdad, porque de hecho toda la agricultura industrial que domina hoy la producción corporati-
va de alimentos en el mundo, está basada en el petróleo, y por lo tanto si aumenta el precio del
petróleo -no sólo por los combustibles sino también por todos los agroquímicos que se utilizan
en la producción-, es evidente que el precio de las semillas y de los productos agrícolas va a
aumentar. Pero habrán visto ustedes que en los últimos tres o cuatro meses el precio del barril
de petróleo bajó a más de la mitad, y sin embargo los costos de los alimentos no disminuyeron;
entonces, evidentemente, es una parte de la verdad pero no es la verdad absoluta para nada.
Otra de las razones que se plantearon y que también es otra partecita de la verdad -recién lo
conversábamos-, es que se están destinando tierras a nivel mundial, sobre todo en Estados
Unidos, pero en Brasil y Argentina también, para producir agrocombustubles (combustibles
que sustituyan al petróleo pero que sean producto de la producción agrícola: a partir de la
soja, a partir de la caña de azúcar, a partir del maíz), y que entonces esto estaba desplazando la
producción de alimentos. Y ésta, como digo, es otra partecita de la verdad, porque en realidad
todavía no existe una producción de agrocombustibles a un nivel que pueda tener un impacto
en los precios de los alimentos -sí en algunos productos, como en el caso del maíz: en Estados
Unidos buena parte de la producción de maíz se está destinando a producir alcohol, y entonces
esto tiene un impacto, pero todavía no existe el impacto a nivel global.
Otro de los factores que se publicitó bastante como razón de la crisis es el factor China: de
golpe millones de chinos están empezando a ser parte de la clase media, están alimentándose
mejor, quieren comer bife, y entonces están produciendo un elevamiento de los precios de los
alimentos en el mundo. Y esto también es una partecita nomás de la realidad, porque China es
prácticamente autosuficiente en la producción de alimentos; importa mucha soja de Argentina,
de hecho, para alimentar a su ganado, pero no puede esto tener un impacto global.
Entonces, viendo un poco los datos, incluso los de la FAO, nos preguntamos qué pasa… y la
primera realidad concreta es que más allá del precio del petróleo, de los agrocombustibles, de la
alimentación de los chinos, en el mundo se siguen produciendo alimentos en cantidad suficiente
para alimentar a todos los que estamos en el planeta. Esto está clarísimo: no hay una crisis alimen-
taria por carencia de alimentos.
Entonces, hilando más fino, uno se pregunta cuál es el factor que hace que el precio de los ali-
mentos aumente, y ahí uno se encuentra con este proceso, que lleva muchos años. En términos
de la “revolución verde”, unos 50 años; en términos de la apertura de los mercados interna-
cionales, unos 30 años. Y aparece claro este fenómeno, que es el dominio corporativo de la
alimentación y de la agricultura mundial, por lo tanto, hoy, hay una crisis de los alimentos y
aumento del precio de los mismos, porque las grandes corporaciones están especulando, ahora
que tienen liberadas las fronteras para manejar el comercio internacional de alimentos, ahora
que controlan las semillas, ahora que a través de los agroquímicos imponen el uso de millones
de toneladas de agroquímicos en todo el mundo, ahora que tienen todo esto servido. Y teniendo
en cuenta, además, que cadenas de supermercados controlan la distribución de alimentos en la
mayor parte de las poblaciones urbanas, que un puñado de corporaciones de producción de ali-
mentos controlan la elaboración de los mismos -como Nestlé, Pepsico, Arcor, Danone… etc.- y
todo lo que es la manufactura; y otro puñado de corporaciones – Cargill, ADM, Bunge…- que
manejan y controlan, totalmente, el tráfico, la exportación y el traslado de granos alrededor del
mundo, entonces bueno, ellos piensan “ahora que tenemos esto controlado, podemos hacer los
negocios que queramos”. Básicamente, todos los aumentos en los precios de los alimentos de
este último año y medio se ha debido a esto, a que, por razones especulativas, estas empresas
han empezado a aumentar los precios de sus servicios, de sus insumos, de sus producciones,
Sociedad y medio ambiente. 2008 / 51
y todas estas empresas, descaradamente, han declarado entre el 2007 y el 2008 aumentos es-
pectaculares de sus ganancias. Por ejemplo, Monsanto, que es la mayor empresa semillera
del mundo - piensen que hace 30 años uno hablaba de Monsanto y era una empresa química-
hoy Monsanto es la mayor semillera de mundo-, controla el 90% de los transgénicos que se
producen en el mundo, y declaró que en el 2007 sus ganancias en relación al 2003 fueron un
44% superiores. Todas las empresas mencionadas (Cargill, Bunge, Dreyfus…) declararon en el
primer trimestre del 2008 o en el último trimestre del 2007 que sus ganancias, en relación a un
año atrás, en todos los casos eran superiores a un 60% de lo que venían ganando el año anterior.
Entonces, obviamente, cuando estas corporaciones empiezan a tener esas ganancias especta-
culares y absolutamente nadie les pone un límite – la FAO, nuestros Estados, todos, dejan en
sus manos lo que son las decisiones políticas en materia agrícola y alimentaria-. Entonces, lo
razonable es que pase lo que esta pasando: que se produzca esta explosión, con un impacto tan
brutal que de golpe hay 75 millones de personas hambrientas en el mundo.
A raíz de esto la FAO llama a una cumbre en el mes de Junio para hablar de la crisis alimentaria
mundial, y ¿cuáles son las conclusiones a las que se arriba y tienen consenso, salvo la posición
crítica de algunos países entre los que por suerte estaba Venezuela y también Argentina, pero
que de cualquier manera no pusieron la firma al documento?: que había que liberalizar más los
mercados, que había que darle más dinero a estas empresas, y que había que recaudar 30 mil
millones de dólares para aportar a estas corporaciones para que pudieran producir alimentos
para todos en el mundo. O sea, más de lo mismo. Esto fue la posición de la FAO oficial en el
mes de junio -seguir alimentando al monstruo de las corporaciones-, que fue como un pequeño
anticipo de lo que vendría después: hay crisis (financiera), entonces hay que alimentar a quie-
nes produjeron la crisis y darles más dinero a ellos.
Esa es la trampa en la que estamos absolutamente metidos. Estas medidas de la FAO, que ade-
más se empiezan a irradiar y que de hecho todos nuestros países después reproducen de la mis-
ma manera, implican esto: más apertura comercial, más libre comercio, más concentración de
las tierras en unas pocas manos, más agronegocio, más transgénicos, más uso de agroquímicos,
porque, como digo, nadie le quiere poner el cascabel al gato, nadie se anima a decir “este no es
el camino”, y se sigue alimentando y poniendo dinero en este monstruo.
Quiero hacer un pequeño paréntesis en algo que me interesa mucho que introduzcamos y que
puede ser instrumento de debate. Normalmente, desde las posiciones de izquierda ha habido un
cuestionamiento a la acumulación de capital por las grandes corporaciones, pero siempre ha ha-
bido una aceptación de que la tecnología y el progreso eran algo imparable, y que, en todo caso,
lo que habría que cuestionar era la distribución de la riqueza y el uso de esa tecnología. Esto lo
podemos llevar a un extremo, cuando hace pocos meses estuvimos en un debate sobre el tema.
Allí estaba el titular de la cátedra de Historia que organizaba la reunión, Eduardo Sartelli, quien
después de escuchar el cuestionamiento al modelo de los compañeros del MOCASE y nuestro,
planteó que en realidad todo lo que nosotros estábamos diciendo eran pavadas –esto lo acaban
de publicar en un libro -, y que en realidad el único tema era expropiar la tierra y los cultivos de
soja. Cuando abordamos el tema del impacto sobre la vida de los campesinos del “glifosato”,
sugirió que si el problema es que la gente se intoxica por el “glifosato”, que es el herbicida que
se aplica para el cultivo de la soja transgénicia, lo que hay que hacer es sacar a la gente y listo.
Bueno, esto es bastante extremo y por ahí caricaturesco, pero lo dijo textualmente.
Creo, que este debate, hay que darlo y es necesario dentro de la izquierda. Tenemos la necesi-
dad de cuestionar la tecnología, y para nosotros es necesario en este momento ir a un profundo
cuestionamiento de los modelos de tecnología que esta sociedad capitalista ha llevado adelante
pero que, como digo, desde los socialismos reales hasta cualquier propuesta de izquierda hoy
día –la misma Cuba- no se animan a cuestionar. Este modelo de desarrollo tecnológico está
llevando realmente a una verdadera catástrofe. Ya no es una cuestión de decir “uy, son unos
loquitos que dicen que hay contaminación y qué se yo”. Cada día, los problemas que aparecen
sobre pérdida de biodiversidad, sobre pérdida de semillas, sobre cambio climático, son más
alarmantes, (y bueno, los 40 grados que tenemos ahora acá afuera hablan a las claras de eso).
52 / Attac - Fisyp
Podemos hacer una larga lista, pero específicamente, y como tiene que ver con esto de la crisis
alimentaria, lo que yo quiero plantear es que para nosotros el desarrollo de los transgénicos,
que vino de la mano del anuncio de “hay que alimentar”, de principios de los noventa, o tal
vez, en cuanto a la revolución verde “hay que alimentar a millones de hambrientos”, y entonces
tenemos que hacer una revolución biotecnológica, y ahí nacieron estos transgénicos. Argentina
fue pionera en este tema y allí se produjo el desembarque de Monsanto termina inundando
de transgénicos el cono sur. Esta no son herramientas que tengan potencial para resolver el
hambre en el mundo. Son, solamente, herramientas de Monsanto para controlar la agricultura,
para ganar más, para vender más agroquímicos –ahora se van a usar cerca de 200 millones de
litros de glifosato para tratar las 18 millones de hectáreas de soja que vamos a tener, y esos 200
millones de litros los vende Monsanto.
Hace tres o cuatro meses, cuando una universidad de Estados Unidos hizo un estudio de la
soja transgénica y la soja convencional y encontró que la soja transgénica producía un 5 o
6% menos que la soja convencional, los periodistas que accedieron a ese estudio, llamaron a
Monsanto y le dijeron “¿cómo? ¿ustedes decían que la soja producía más?”, y Monsanto dijo
“no, nosotros nunca dijimos que la soja producía más; la soja está hecha para ser resistente
al glifosato, ese es el único beneficio que tiene”, pero siempre hablaron de un aumento de su
productividad. Los estudios científicos que están publicados hablan de que la soja transgénica
produce menos, y eso, por razones biológicas, es absolutamente natural, porque la soja necesi-
ta gastar energía para producir las proteínas que le dan la resistencia al glifosato, y no la puede
utilizar esa energía para desarrollarse como planta, entonces es natural en cualquier transgénico
que la producción sea menor, porque no hay transgénicos para producir más alimento. Además
de que la soja no es un alimento para humanos, la soja es un forraje, etc., pero no voy a hacer,
hoy, una charla sobre la soja, después si quieren lo conversamos.
Pero me parece importante desmitificar a la tecnología como factor de supuesto progreso: la
tecnología que se ha desarrollado en la energía nuclear, los transgénicos en estas últimas déca-
das han sido tecnología desarrollada para aumentar el control de la naturaleza y el control de
las sociedades por parte de las corporaciones, y básicamente para incrementar sus ganancias.
El gran salto tecnológico que ha habido en la historia, en muchos casos, para lo único que ha
servido es para aumentar la concentración del poder en unas pocas manos.
Bueno, para cerrar y darle lugar a Julio y después conversar.
Sí, nosotros creemos que tenemos todas las posibilidades de salir adelante de esta crisis. Lo
que hacen falta son cambios muy radicales, y los cambios radicales los gobiernos no los van a
producir; los cambios radicales los van a producir las sociedades en la medida en que con esta
situación del hambre la gente empieza a movilizarse, y, felizmente, en estos últimos 15 años,
uno de los actores principales en el marco global de la resistencia en la Organización Mundial
de Comercio (OMC) para bloquear y cuestionar las distintas rondas, la última ronda de Doha,
etc., han sido los movimientos campesinos, que no casualmente son quienes han estado más
cerca de la naturaleza, quienes han estado más cerca de la tierra y quienes todavía hoy siguen
produciendo a nivel global la mayor parte de los alimentos que nosotros consumimos, porque
si ustedes miran su dieta mensual, seguramente, encontrarán que hay muy poca soja, si bien
está metida en todas las cosas que comemos –porque hasta un salamín, si miran la etiqueta,
tiene soja, o cualquier golosina la tiene-, y esto fue una de las razones por las cuales se eligió
la soja para empezar con la introducción de los transgénicos, porque con la industrialización de
los alimentos estaba metida en todas partes, pero la mayor parte de la comida (de verdad) que
comemos sigue siendo producida en su mayor parte por pequeños productores, por pequeños
agricultores, por campesinos, por productores rurales de acá de la periferia de Buenos Aires
que trabajan de 2 a 5 hectáreas, que son familias bolivianas, o portuguesas, pero que siguen
produciendo la comida de la gente.
Y estas organizaciones, que existen por cientos en todas partes del mundo, hace unos 15 años
decidieron conformar una organización internacional que agrupara a todas las organizaciones
Sociedad y medio ambiente. 2008 / 53
en el atraso, y entonces en Ecuador no se va a poder comer ni yogurt ni queso porque todo eso
es tecnología, y quieren prohibir la tecnología”, y sin embargo se logró que ese punto quedara
en la Constitución.
Expresa: “se declara a Ecuador libre de transgénicos, pero el presidente puede autorizar en ca-
sos excepcionales y de necesidad que se apruebe algún transgénico”, pero en estos momentos
se está debatiendo la ley de soberanía alimentaria y la información que estamos recibiendo, y
el aporte que nos hacen los compañeros de las organizaciones sociales de allá, es que están des-
virtuando absolutamente el contenido en la legislación, están llevando a menos lo que se había
logrado poner en la Constitución porque obviamente los lobbies corporativos son fuertísimos
y trabajan directamente con los ministros, no en términos de ir a las reuniones como hacemos
nosotros, hablando en las comisiones de la Constituyente.
Entonces creo que la lucha es fuertísima pero que es fundamental la construcción de alianzas
muy amplias para poder enfrentar las cosas que vienen, y además es necesario un debate pro-
fundo en términos ideológicos, del modelo tecnológico y el modelo de sociedad que queremos
construir. Y no es que tengamos que tener una definición acabada de cómo es esto, pero que
hay cosas que son bastante claras de a qué están asociadas y a qué modelo de sociedad están
asociadas y que tenemos la oportunidad en este debate de ir avanzando en otra dirección.
[Una mujer dice]: La campaña de Ecuador con la soberanía alimentaria tiene una consigna que
podemos tomar: comer sano, seguro y soberano.
Sociedad y medio ambiente. 2008 / 55
1 Julio Gambina es Profesor de Economía Política en la Universidad pública de la Argentina. Presidente de la Fundación de
Investigaciones Sociales y Políticas, FISYP (entidad adherida a CLACSO). Miembro del Comité Directivo del Consejo Lati-
noamericano de Ciencias Sociales, CLACSO. Fundador de ATTAC-Argentina.
56 / Attac - Fisyp
de ganancia estaba, precisamente, impactada por la acumulación de poder popular. Bueno, esa
no es la situación actual.
No es que hoy estemos en una crisis financiera y económica producto de que hay una Unión
Soviética, producto de que China se está transformando en el nuevo modelo de sociedad, por-
que China no está desarrollando un nuevo modelo de sociedad; China lo que está haciendo en
todo caso, y puede ser muy discutible, es intentar resolver problemas de abastecimiento coti-
diano de su población, copiando mucho del modelo de producción que recién se ponía bastante
en cuestión, y por eso es que China asocia su modelo de desarrollo productivo copiando de al-
guna manera el modelo de desarrollo hegemónico que hay a nivel mundial, que está basado en
inversiones internacionales, preferentemente estadounidenses, europeas, japonesas; es decir, es
una penetración del occidente capitalista dentro de China, y que por lo tanto, el modelo de con-
sumo que se favorece en China, también está copiando el modelo de consumo a nivel mundial.
Para que se entienda, estamos creando un modelo de consumo mundial que está basado en la
utilización irracional de los recursos energéticos (el petróleo, básicamente), y por lo tanto no
hay, como había en otra época (incluso en la década del 70) la Unión Soviética, más allá de la
opinión que a cada uno le podía generar entonces o aún hoy la Unión Soviética como modelo
alternativo que alimentaba incluso terceros modelos, terceras posiciones, desarrollos alternati-
vos al capitalismo. No se puede pensar en China del 49, ni en Cuba del 59, ni en Nicaragua del
79 sin la posibilidad de vincularse al modelo socialista de desarrollo que hoy sabemos que no
existe –y hoy podemos discutirlo-, que había, pero que condicionaba esa situación.
¿Cuál es la situación de hoy? Hoy no hay Unión Soviética, no hay socialismo como alternativa
material y visible, no hay un orden económico político social alternativo, más allá de incitar al
movimiento popular político social a escala global por desarrollar un orden económico social
alternativo, socialista. Se pueden tener muchos puntos de convergencia o incluso de discusión
con lo que ha planteado Carlos Vicente recién, en el muy buen planteo del debate con la iz-
quierda sobre cuál tiene que ser ese orden económico social por el cual se lucha, que no puede
estar definido a priori, pero que sí requiere de una discusión consciente de la población mundial
–y nosotros somos parte de esa población mundial, por lo tanto es un debate que tenemos que
llevar adelante-. Mucho más ahora, donde la tendencia a la globalización nos involucra, y creo
que en forma muy correcta, la izquierda mundial ha hecho propia la consigna de “otro mundo
es posible”, porque también hubo un intento de anatematizar a una parte de izquierda con el
tema de “globalifóbicos”, como los que le tienen fobia a la globalización. Y felizmente es una
batalla ganada, porque nosotros no le tenemos fobia a la globalización, sino lo que pretende-
mos es una globalización alternativa, una globalización de otros, una globalización para otros,
y me parece que este es un debate que lo amerita la crisis actual.
Y por lo tanto, creo que nosotros tenemos que discutir en esta crisis, que no es una crisis provo-
cada por el contradictor del capital, que genera los límites y los obstáculos para la obtención de
ganancias, sino que tiene que ver con contradicciones internas del propio capitalismo, pero que
el capitalismo va a intentar resolverlas intentando que no emerja el actor social contradictorio.
Y por eso, las conclusiones en la FAO (Mayo 08) son: “muy bien, hay crisis alimentaria, hay
que resolver el tema, y para resolverlo hace falta más liberalización de la economía (…)”, y esa
es también la respuesta de la cumbre del G20 (Noviembre 08) en Washington.
Por eso me parece que es importante traducirlo en política lo que estamos debatiendo. Prime-
ro, lo que me parece a mí, hay que empezar a discutir las especificidades de las crisis, porque
insisto en esto: en la izquierda siempre hablamos de crisis del capitalismo, y parece una crisis
eterna, permanente, regular e idéntica, y no lo es; cada crisis tiene su especificidad, y en este
momento, en el 2008, hay un tipo específico de crisis del orden económico social global donde
nosotros, como primera tarea, tenemos que constituir el sujeto contradictor del capital hege-
mónico que es el provocador del desastre climático, del desastre alimentario (porque aunque
hay alimentos para todos, no hay solución alimentaria para la población mundial), y decimos
alimentos porque estamos hablando de eso, pero podríamos hablar de la salud, de la educación,
de la recreación, de lo que queramos. Hay un estilo de orden político social que se quiere res-
Sociedad y medio ambiente. 2008 / 57
taurar, y eso es la cumbre del G20, eso es la cumbre de la FAO, y ese es el esfuerzo que se está
haciendo a nivel global, incluso a nivel nacional.
Ahora, la presidenta argentina reconoce que la Argentina también recibe el impacto de la cri-
sis mundial. Es importante que se reconozca, porque hasta ahora había sugerido en Estados
Unidos si ellos tenían plan B, porque la Argentina parecía que estaba fuera de la crisis. Es
importante reconocer que hay crisis también en Argentina. Las respuestas inmediatas del go-
bierno argentino a la crisis son la moratoria impositiva y previsional, blanqueo de capitales,
con lo cual es el reconocimiento de la impunidad empresarial que ha acumulado importantes
cantidades de ganancias en los últimos 5 años de crecimiento, porque la Argentina sí creció,
pero creció la facturación, creció una forma de desarrollo económico social, un orden social,
crecieron las ganancias, hubo crecimiento de la productividad del trabajo que no se distribuyó
socialmente, aunque los salarios regulares hayan crecido incluso por encima de cómo estaban
en la crisis del 2001. Pero la verdad es que ha habido un desarrollo asimétrico en la distribución
del ingreso y en la distribución de la riqueza. Y lo que se certifica es la impunidad. Segunda
medida importante tomada ayer: creación del Ministerio de la Producción. Hay por todos lados
elogios: “por fin un Ministerio de la Producción”. ¿Qué es el Ministerio de la Producción? Las
Secretarías de industria, de agricultura, de turismo, que ya existían y que estaban en el Minis-
terio de Economía, en el organigrama cambian de lugar. La ministra de la Producción antes era
ministra del ramo en la Provincia de Buenos Aires, ahora es ministra nacional. Era ministra del
gobierno de “centro-izquierda” de Scioli (risas). Es un cambio de organigrama, es un cambio
burocrático. La pregunta es: ¿para qué “política de desarrollo productivo”? ¿Qué tipo de pro-
yecto productivo para la Argentina? Ya dijimos mucho de la soja, y en los últimos 20 años se
habló que hay un modelo sojero, así que lo doy como conocido por todos, como discutido, no
vamos a profundizarlo.
Pero vamos a otras cuestiones. ¿Cuáles son dos de los grandes rubros que hacen al crecimiento
industrial urbano de la Argentina, de los últimos años? Industria de la construcción e industria
del automotor. Ahora, ¿qué tipo de construcción se ha generado en la Argentina en los últimos
5 años? Es una construcción para satisfacer el consumo del sector de mayor capacidad de
consumo, y no sólo de Puerto Madero: vayamos a Rosario, vayamos a Córdoba, vayamos a
Rafaela, vayamos a Río Cuarto, vayamos a Mendoza, es decir, vayamos a las capitales y vaya-
mos a las ciudades grandes del interior de la república Argentina. Vayamos a cualquier ciudad
de la Argentina y nos vamos a encontrar con un desarrollo importantísimo de la construcción
para un sector de alto consumo. Incluso muchas viviendas hoy desocupadas, porque ha sido
una forma de blanquear capitales de muchos que tenían los dólares en la caja de seguridad o en
el colchón, y que lo transformaron en ladrillo, total, como siempre se dice, lo que se tiene en
ladrillo se mantiene como valorización. En algún momento se venderán, se tienen como una
reserva de patrimonio.
El modelo de la producción de la construcción en la Argentina es para un determinado modelo de
consumo. Así que el modelo de consumo que hay en la Argentina reproduce un modelo de pro-
ducción que requiere un determinado tipo de distribución de la riqueza. Por eso, cuando muchos
hablan de que en la Argentina hay que distribuir el ingreso, conviene señalar que el tema no es
solo distribuir el ingreso: lo que hay que discutir es la producción. Qué producción hay que orga-
nizar, y en base a esa nueva producción, distribuir y satisfacer determinados consumos.
El otro ejemplo que les quería dar es el automotor. Eso es facilísimo: vayan a la calle y van a
ver una gran renovación del parque de automotores. Entreténganse viendo las patentes y van
a ver que son patentes nuevas; hay una renovación amplísima de un sistema productivo de
automotores que más del 50% de lo que se produce en la Argentina se exporta. El 40% de todo
lo que se produce se vende en Brasil; por eso cuando hay problemas en Brasil repercute en la
Argentina. Y Brasil otorga un plan de 4 mil millones de dólares de subsidio para la compra de
cero kilómetros y la industria automotriz argentina festeja. Y lo que se está discutiendo en la
Argentina es un plan de préstamos para la compra de autos cero kilómetro. Se afirma así un
patrón de producción y de consumo para sectores de altos ingresos. Con lo cual las medidas
58 / Attac - Fisyp
para salir de la crisis son las medidas de la impunidad de los evasores: previsionales, fiscales,
del blanqueo de capitales, y en el plano productivo hasta que no se diga lo contrario, es una
reproducción de un modelo productivo que está sostenido en un tipo de consumo, que es el
consumo de los sectores de alta capacidad económica.
Por eso creo que hay una tremenda y gran oportunidad para discutir esta crisis como crisis inte-
gral, como crisis del capitalismo que es una crisis del orden económico social que incluye nuestra
subjetividad cultural. Y cuando digo la nuestra, no estoy hablando de este grupo, en general de
militantes activos; digo “nuestra” en el sentido de “nuestra” como trabajadores, como ciudadanos,
como habitantes, que estamos penetrados por la cultura hegemónica, por la cultura dominante, y
sabemos que la cultura dominante es la cultura de las clases dominantes. Nos meten una cantidad
de imágenes, de símbolos, de opiniones de cómo son las cosas, como que inevitablemente tienen
que ser así, y creo que las crisis son una gran oportunidad para poner en discusión el orden eco-
nómico, social, y político vigente. Creo que el gran tema para analizar, y con esto quiero terminar,
que es por donde empezó Carlos (presentándose como que ellos son una iniciativa o propuesta
política), y habló de que tienen una propuesta organizativa, y empezaron trabajando el tema de las
semillas, de los alimentos, y los han transformados en una propuesta política, y en esa propuesta
política discuten con la izquierda, discuten con los movimientos sociales, discuten con los movi-
mientos populares, y digo que esto es lo que hay que discutir, sin temor a tener opiniones distin-
tas. Hace muy poco, en Rosario, una referente de la lucha ambientalista sostuvo una muy buena
intervención para intentar acercar estas dos posiciones, que parecen confrontadas en la izquierda,
y que yo creo que más por ignorancia que por otra cuestión. Se trata de una tradición producti-
vista que tiene la izquierda. La tradición productivista de la izquierda deviene de que la izquierda
hegemónica en buena parte del siglo XX fue prosoviética, y la Unión Soviética lo que se propuso
desde un primer momento fue emular y competir con el capitalismo mundial, especialmente con
EEUU. Y por lo tanto lo que intentaba, en una lectura vulgar de Carlos Marx, era el desarrollo de
las fuerzas productivas a ultranza, sin comprender incluso que la fuerza productiva más importan-
te es el ser humano. Porque la fuerza productiva dinámica es el ser humano, que está vinculado a
una dialéctica de apropiación transformadora de la naturaleza, que muchas veces termina siendo
destructora de la naturaleza. Necesitamos acercar las posiciones de una izquierda que es produc-
tivista, y que por eso valora el progreso, como que todo progreso es positivo (no siempre lo es),
con otras posiciones que pueden ser planteadas desde la otra vereda, como utopistas, como que
tienen atraso, como destaca Carlos Vicente en su intervención, los que eran acusados en Ecuador
de querer que sigan en el atraso.
Creo que hay que hacer un gran debate teórico, político, ideológico, pero que en el marco de
ese debate lo que hay que hacer es constituir un sujeto que al tiempo que lucha sea capaz de
construir otro orden social, económico, político. No hay dos tiempos: no hay un tiempo para
el debate, para ponernos de acuerdo en lo que hay que hacer, y otro tiempo para transformar la
realidad; es un tiempo simultáneo.
Nosotros venimos protagonizando dos iniciativas que son convergentes, simultáneas y no ex-
cluyentes de muchas otras: una es el Tribunal Permanente de los Pueblos (TPP), que venimos
generando iniciativas, incluso callejeras. Vicente habla de Vía Campesina, de movilizaciones
campesinas, movilización en la calle, en el debate, en la discusión con la sociedad, no como es-
clarecidos que somos para informarle a quienes “no saben” lo que tienen que hacer, sino como
hicimos hace quince días con la carta a la presidenta de la República Argentina. Mucha gente
está contenta porque es mejor el G20 que el G8, porque es importante que Argentina, México y
Brasil estén discutiendo con los poderosos de la tierra. Ese es el argumento, y necesitamos ins-
talar que lo que se está discutiendo es un discurso final que dice “lleguemos a fin de año con las
ronda de Doha concluida. Saquemos a la OMC del impasse en que está, y resolvamos”, es decir
de apoyo a la demanda del capital transnacional por la liberalización de la economía. O como
dice Bush: “estaticemos temporalmente” y por eso, 700 mil millones de dólares para salvar los
bancos, y ahora 800 mil millones más. Carlos dio la cifra de 75 millones de nuevos hambrien-
tos, según la FAO. Bueno, la OIT dice 20 millones de nuevos desempleados por la crisis.
Sociedad y medio ambiente. 2008 / 59
Entonces, esta crisis nos trae el planteo del poder económico, que es poder simbólico en la
sociedad, y que por eso lo asumen gobiernos de centro-izquierda, o incluso de izquierda, que
dicen “hay que hacer lo que se pueda hacer, hay que resolver esta intervención estatal para que
no haya más crisis, y avanzar por el camino de la liberalización”. Hay que dar una gran batalla
ideológica y política, que es de ideas pero también de constitución de sujeto, el Tribunal Perma-
nente de los Pueblos, y la otra iniciativa en la que nos involucramos es la Constituyente Social,
que supone que el pueblo argentino asuma que tiene que discutir el orden social que se tiene en
el país y el orden social que queremos. ¿Cuál es el orden social que queremos? ¿Queremos un
desarrollo productivo sin petróleo, sin energía nuclear, con un poco de petróleo, con un poco
de energía nuclear, con mucho petróleo, con mucha energía nuclear? El debate de qué recursos
para satisfacer qué necesidades, de qué modo, y qué importante que es la organización de la
lucha popular.
Se mencionó a Chávez. Es cierto que Chávez lo llevó a Grobocopatel a Venezuela, y ahora hace
campaña contra los transgénicos, hoy no hay transgénicos en Venezuela y se lo adjudico a la
presión y lucha popular en ese sentido. Me da la impresión de que nosotros tenemos que des-
mitificar personajes, cualquier personaje, ya sea Chávez, ya sea Cuba, Fidel, Raúl, cualquiera.
Es importante ejercer el poder popular, y ejercer el poder popular es sacar el debate a la calle,
a la sociedad, al activismo militante; no creyendo que tenemos todas las respuestas, sino que lo
que tenemos que hacer es crear ese debate para autoconstituirnos, en primer lugar nosotros.
Es un momento de tremenda crisis, venimos de tremendas derrotas. Si no hay un gran contra-
dictor (este es el tema principal, y quiero dejar acá) como sí había en los 70, el gran desafío
es construir el gran contradictor, que no quiere decir repetir el gran contradictor tal y como
estaba en los 70, hay que generar el contradictor tal cual como seamos capaces de generarlo
a comienzos del siglo XXI, para transformar el orden económico social vigente, para que el
sentido común no sea el sentido común de las clases dominantes, sino que nosotros podamos
ser como mayoría clase hegemónica, para hacer proyectos hegemónicos, para ganar el sentido
común de la población.
62 / Attac - Fisyp
ATTAC (Asociación por una Tasa a las Transacciones financieras especulativas para Ayuda al
Ciudadano/a) es una red global que nació en 1998 y forma parte de los movimientos sociales
que resisten y luchan contra la globalización neoliberal capitalista.
El colectivo militante de Attac – Argentina es parte de este proceso de resistencia que articula
lo global con lo local. Desde 1999, año de su creación, identificamos en las políticas
neoliberales y en el accionar del capital transnacional, las causantes de la desigualdad y la
fragmentación de nuestra sociedad y el saqueo de nuestros recursos naturales.
Por tal motivo, venimos participando activamente en distintas propuestas de construcción de
un modelo alternativo de desarrollo, articulando con los distintos movimientos sociales que
integran el campo popular. Somos miembros del Comité por la Anulación de la Deuda del
Tercer Mundo (CADTM), integramos el Movimiento por la Soberanía e Integración de los
Pueblos (MoSIP). Participamos, recientemente, del lanzamiento y constitución del
capítulo argentino del Tribunal Permanente de los Pueblos (TPP) con el propósito de
investigar, denunciar y juzgar el accionar de las corporaciones
transnacionales y las políticas neoliberales en nuestro país. Impulsamos, también, la iniciati-
va política de la Constituyente Social como espacio de debate para la constitución de nuevos
sujetos conscientes, críticos y movilizados.
Hoy, se abren nuevos desafíos y estos tienen que ver con la posibilidad de cons-
truir alternativas, que son concretas y ya han comenzado. Se abre un período de
trabajo e incidencia, de profundización de propuestas y de una gran responsabili-
dad colectiva para poder transitar hacia la Integración solidaria de los Pueblos y
hacia esa Otra América y Otro Mundo Posible.
attac-ar@rcc.com.ar
www.attacargentina.blogspot.com
fisyp@fisyp.org.ar; www.fisyp.org.ar
La Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas ( FISYP) es una
entidad dedicada al estudio e investigación en temas sociales, políticos y
culturales, con una perspectiva crítica y de izquierda, nacida a mediados
de la década del 80’ .
Es una convocatoria intelectual y militante en el campo de las Ciencias Sociales, con la pre-
tensión de articularse con el movimiento popular. Está integrada por un grupo de estudiantes,
investigadores y docentes universitarios, interesados en desarrollar de profundizar la crítica al
capitalismo realmente existente y a sus teóricos justificadores y desde ella pretendemos aportar,
en este nuevo tiempo, a la construcción del socialismo.
Publica desde 1996 la revista teórica Periferias, desarrolla Puente Uno, un programa de radio
difundido por FM La Tribu, integra el Movimiento Sí a los Pueblos, participa del Foro Social
Mundial, construye activamente el Tribunal Permanente de los Pueblos y esta asociada al Con-
sejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) y al Centro Cultural de la Cooperación
Floreal Gorini (CCC).