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Estudiamos en este tema los dos resultados fundamentales sobre funciones continuas, que
se refieren a funciones continuas en intervalos. Primero veremos que si una función continua
en un intervalo toma dos valores, ha de tomar todos los valores intermedios. Equivalentemente,
las funciones continuas transforman intervalos en intervalos. En general, el intervalo de partida
y su imagen pueden ser muy diferentes, pero hay un caso particular importante, que nos lleva al
segundo resultado fundamental: cuando el intervalo de partida es cerrado y acotado, lo mismo
le ocurre al intervalo imagen, con lo que la función toma un valor máximo y un valor mínimo.
Antes de probar los resultados anunciados, conviene obtener una importante caracterización
de la continuidad, que podríamos haber usado, y frecuentemente se usa, como definición de
función continua. De paso observaremos que para estudiar la continuidad de una función, basta
trabajar con sucesiones monótonas, siempre más manejables.
Demostración. Que (i) ⇒ (ii) es evidente: lo que por (i) sabemos que se cumple para todas
las sucesiones de puntos de A que converjan a x, se cumplirá en particular para las sucesiones
que, además, sean monótonas.
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13. Propiedades de las funciones continuas 102
(ii) ⇒ (iii). Probaremos que si no se verifica (iii) tampoco se puede cumplir (ii). Si la
afirmación (iii) no es cierta, existirá un ε0 > 0 con la siguiente propiedad: para cada δ > 0
puede encontrarse y ∈ A (evidentemente y dependerá de δ) tal que |y − x| < δ y, sin embargo,
| f (y) − f (x)| > ε0 . Para cualquier n ∈ N, podemos entonces tomar δ = 1/n, para obtener un
yn ∈ A verificando que |yn −x| < 1/n, mientras que | f (yn )− f (x)| > ε0 . Puesto que toda sucesión
de números reales admite una sucesión parcial monótona, existe una sucesión monótona {xn }
que es una sucesión parcial de {yn }. Es evidente que {yn } → x, luego {xn } → x, pero de ser
| f (yn ) − f (x)| > ε0 para todo n ∈ N, deducimos que también | f (xn ) − f (x)| > ε0 para todo
n ∈ N. En resumen, {xn } es una sucesión monótona de puntos de A que converge a x, pero
{ f (xn )} no converge a f (x), luego no se cumple (ii), como queríamos.
(iii) ⇒ (i). Si {xn } es una sucesión de puntos de A que converge a x, deberemos probar que
{ f (xn )} → f (x). Para ε > 0, sea δ > 0 dado por la afirmación (iii), y usemos que {xn } → x para
encontrar m ∈ N de forma que, para n > m se tenga |xn − x| < δ. Entonces, también para n > m
tenemos | f (xn ) − f (x)| < ε, como queríamos.
La caracterización de la continuidad que más nos interesa es la dada por la condición (iii),
cuya interpretación geométrica merece un comentario. Fijada la función f : A → R y el punto
x ∈ A, para cada ε > 0, podemos considerar las rectas horizontales de ordenadas f (x) − ε y
f (x) + ε que delimitan una banda horizontal formada por los puntos (u, v) ∈ R2 que verifican
f (x) − ε < v < f (x) + ε. Pues bien, f es continua en el punto x cuando, para todo ε > 0 (es
siempre podemos encontrar δ > 0
decir, por muy “estrecha” que sea la banda recién descrita),
de forma que el conjunto y, f (y) : y ∈ A , |y − x| < δ , un subconjunto de la gráfica de f ,
esté contenido en dicha banda.
f
f (x) + ε
f (x) − ε
x−δ x x+δ
En realidad, rara vez podemos medir Q con total exactitud, en lugar de su valor exacto
x medimos un valor aproximado y, cometiendo un error |y − x|. Como consecuencia, cuando
calculamos el valor de la magnitud “dependiente” P, no obtenemos su valor exacto f (x), sino
el valor f (y), cometiendo un error | f (y) − f (x)|. La continuidad de la función f en el punto x
nos garantiza que podemos controlar el error en la magnitud P siempre que podamos medir Q
con suficiente exactitud. Más concretamente, podemos asegurar que el error en la magnitud P
sea tan pequeño como queramos, | f (y) − f (x)| < ε, siempre que el error al medir la magnitud
Q sea suficientemente pequeño, |y − x| < δ. Se comprenderá que, en caso contrario, describir la
dependencia entre las magnitudes P y Q mediante la función f tendría muy poca utilidad.
Vamos ahora a ilustrar con un ejemplo la utilidad de la condición (ii) que aparece en la
caracterización de la continuidad, es decir, la ventaja de usar sucesiones monótonas a la hora de
comprobar la continuidad de una función.
Consideremos dos funciones continuas g, h : R → R , tales que g(0) = h(0), y definamos
una función f : R → R escribiendo
(
g(x) si x 6 0
f (x) =
h(x) si x > 0
Obsérvese que la condición g(0) = h(0) hace que f esté bien definida. El carácter local de
la continuidad nos permite probar fácilmente que f es continua en R∗ , pero vamos a ver que
también es continua en 0. Tomamos una sucesión {xn } → 0 para probar que { f (xn )} → f (0),
pero podemos suponer que {xn } es monótona. Si {xn } es creciente, tenemos xn 6 0 para todo
n ∈ N, con lo que { f (xn )} = {g(xn )} → g(0) = f (0). En otro caso, {xn } es decreciente, xn > 0
para todo n ∈ N, y será { f (xn )} = {h(xn )} → h(0) = f (0). Sin suponer que {xn } es monótona,
habríamos llegado a la misma conclusión, pero el razonamiento es más engorroso.
Conservación del signo. Sea f : A → R una función real de variable real y supongamos
que f es continua en un punto x ∈ A. Entonces:
Si f (x) > 0, existe δ > 0 tal que: y ∈ A , |y − x| < δ =⇒ f (y) > 0
Si f (x) < 0, existe δ > 0 tal que: y ∈ A , |y − x| < δ =⇒ f (y) < 0
Teorema de los ceros de Bolzano. Sean a, b ∈ R con a < b y f : [a, b] → R una función
continua, verificando que f (a) < 0 y f (b) > 0. Entonces existe c ∈]a, b[ tal que f (c) = 0.
Demostración. Un sencillo dibujo nos sugiere una forma de encontrar el punto c y nos hace
ver que el axioma del continuo debe ser un ingrediente clave en la demostración.
a (b, f (b))
(a, f (a)) c b
Consideramos el conjunto C = {x ∈ [a, b] : f (x) < 0}, que no es vacío, porque a ∈ C, y está
acotado, por estar incluido en el intervalo [a, b]. Tomando c = sup C, tenemos claramente que
c ∈ [a, b] y la demostración se concluirá probando que f (c) = 0, pues ello también implicará
que c 6= a y c 6= b. Veremos que, tanto si f (c) < 0 como si f (c) > 0, se llega a contradicción.
Supongamos primeramente que f (c) < 0, con lo que en particular será c < b. Como por
hipótesis f es continua en el punto c, la propiedad de conservación del signo antes demostrada
nos proporciona un δ > 0 verificando que, para x ∈ [a, b] con |x − c| < δ se tiene f (x) < 0.
Tomando entonces x ∈ [a, b] con c < x < c + δ tendríamos |x − c| = x − c < δ, luego f (x) < 0 y
x ∈ C, lo cual es una contradicción, ya que x > c = supC.
Supongamos entonces que f (c) > 0, con lo que a < c. Aplicando la conservación del signo
obtenemos δ > 0, tal que f (x) > 0 siempre que x ∈ [a, b] verifique |x − c| < δ. Entonces, para
x ∈ C se deberá tener δ 6 |x − c| = c − x, de donde x 6 c − δ. Obtenemos así que c − δ es
mayorante de C, lo cual es una contradicción, pues c − δ < c = sup C.
Pasamos ahora a obtener la forma general del teorema anterior, sustituyendo el intervalo
cerrado y acotado [a, b] por un intervalo arbitrario y dejando que el papel del cero lo pueda
hacer cualquier otro número real.
Si x < y, consideramos el intervalo cerrado y acotado [x, y], observando que, por ser I un
intervalo, se tiene [x, y] ⊂ I ⊂ A. Podemos entonces definir una función g : [x, y] → R por
Claramente g es continua en [x, y], verificando que g(x) = α − λ < 0, g(y) = β − λ > 0. Por el
Teorema de los ceros de Bolzano, existe c ∈]x, y[ tal que g(c) = 0, con lo que λ = f (c) ∈ f (I).
En el caso y < x usamos el intervalo [y, x] ⊂ I y la función g : [y, x] → R dada por
que es continua en [y, x] con g(y) = λ − β < 0 y g(x) = λ − α > 0, obteniendo de nuevo un punto
c ∈]y, x[ tal que g(c) = 0, con lo que λ = f (c) ∈ f (I).
Nótese que los dos teoremas recién obtenidos son equivalentes, el del valor intermedio se
ha deducido del de Bolzano, pero es evidente que también éste es consecuencia de aquel.
En lo que sigue vamos a discutir brevemente la necesidad de las dos hipótesis que aparecen
en el teorema del valor intermedio: la continuidad de la función f y el hecho de que el conjunto
I sea un intervalo.
Para comentar con más claridad la primera, conviene darle un nombre a la tesis que de ella
se obtiene: se dice que una función f : A → R tiene la propiedad del valor intermedio cuando
transforma intervalos en intervalos, es decir, cuando para todo intervalo I contenido en A se
verifica que f (I) es un intervalo.
Merece la pena resaltar que, aunque el conjunto A sea un intervalo, para que una función
f : A → R tenga la propiedad del valor intermedio, no es suficiente que f (A) sea un intervalo.
Por ejemplo, tomando A = [0, 1], la función f : [0, 1] → R definida por
verifica claramente que f (A) = [0, 1[ es un intervalo. Sin embargo, considerando el intervalo
I = [0, 1/2] ⊂ A, tenemos f (I) = {0} ∪ [1/2, 1[, que no es un intervalo, así que f no tiene la
propiedad del valor intermedio.
Con la nomenclatura recién introducida, el teorema del valor intermedio dice simplemente
que toda función continua tiene la propiedad del valor intermedio. Surge inmediatamente la
pregunta de si es cierto el recíproco. La respuesta es negativa, pero en este momento sería difícil
dar un ejemplo de una función que tenga la propiedad del valor intermedio sin ser continua.
Queda pues prometido este ejemplo para más adelante.
Para poder discutir la otra hipótesis del teorema del valor intermedio, lo enunciamos de la
siguiente forma: si I es un intervalo, entonces f (I) es un intervalo para toda función continua
f : I → R. Pues bien, viendo así el teorema, la hipótesis de que I sea un intervalo, no sólo es
suficiente para obtener la tesis, sino que también es necesaria. Esto es evidente, si un conjunto A
no es un intervalo, basta tomar como f la función identidad en A para tener una función continua
en A tal que f (A) = A no es un intervalo. Vamos a ver otro ejemplo en el que se consigue algo
más llamativo:
13. Propiedades de las funciones continuas 106
Teorema de Weierstrass. Sean a, b ∈ R con a < b y sea f : [a, b] → R una función continua.
Entonces, el intervalo f [a, b] es cerrado y acotado.
Demostración. Empezamos probando que f [a, b] es un conjunto acotado, es decir, que el
conjunto {| f (x)| : x ∈ [a, b]} está mayorado. De lo contrario, para cada n ∈ N podemos encontrar
xn ∈ [a, b] verificando que | f (xn )| > n. Puesto que {xn } es una sucesión acotada, el Teorema de
Bolzano-Weierstrass nos proporciona una sucesión parcial convergente: {xσ(n) } → x ∈ R. Es
que x ∈ [a, b], lo que nos permite aplicar que f es continua en el punto x para concluir
evidente
que f xσ(n) → f (x). Pero esto es una contradicción, pues para todo n ∈ N tenemos que
| f (xσ(n) )| > σ(n) > n, luego la sucesión f xσ(n) no está acotada, mucho menos puede ser
convergente.
Sabido que el intervalo J = f [a, b] está acotado, tomamos α = ı́nf J, β = sup J y tenemos
]α, β[⊂ J ⊂ [α, β], luego bastará probar que α, β ∈ J para concluir que J = [α, β], un intervalo
cerrado y acotado.
Para cada n ∈ N, puesto que α + 1/n no es minorante del conjunto f [a, b] , existirá un
yn ∈ [a, b] verificando que f (yn ) < α + 1/n. Obtenemos así una sucesión {yn } de puntos de [a, b]
tal que { f (yn )} → α. Aplicando igual que antes el Teorema de Bolzano-Weierstrass, obtenemos
una sucesión parcial {yτ(n) } convergente a un y ∈ [a, b]. Puesto que f es continua en el punto y,
deducimos que f yτ(n) → f (y). Ahora bien, f yτ(n) es una sucesión parcial de { f (yn )},
luego f yτ(n) → α y concluimos que α = f (y) ∈ f [a, b] como queríamos. Para comprobar
que también β ∈ f [a, b] se razona de manera completamente análoga.
Conviene introducir una terminología que pondrá más claramente de manifiesto el interés
del resultado anterior. Como ya hicimos con las sucesiones de números reales, podemos definir
ciertas propiedades de una función real de variable real usando el conjunto de sus valores, es
decir, su imagen. Así pues, si f : A → R es una función real de variable real, decimos que f está
minorada cuando el conjunto f (A) está minorado: ∃ α ∈ R : α 6 f (x) ∀ x ∈ A
mayorada cuando el conjunto f (A) está mayorado: ∃ β ∈ R : f (x) 6 β ∀ x ∈ A
acotada cuando está mayorada y minorada, equivalentemente, cuando la función | f | está
mayorada: ∃ K ∈ R : | f (x)| 6 K ∀ x ∈ A
Pero nos interesa también la posibilidad de que el conjunto de los valores de f , no sólo esté
mayorado o minorado, sino que tenga máximo o mínimo:
Pues bien, el Teorema de Weierstrass puede considerarse como el primer resultado, el más
básico y elemental, en la Teoría de Optimización, pues puede enunciarse de la siguiente forma:
Toda función continua en un intervalo cerrado y acotado, está acotada y alcanza su máximo y
su mínimo en dicho intervalo.
13.4. Ejercicios
1. Sea A un conjunto de números reales y x ∈ A. Supongamos que existe δ > 0 tal que
]x − δ, x + δ[ ∩ A = {x}. Cuando esto ocurre se dice que x es un punto aislado de A. Probar
que toda función f : A → R es continua en el punto x. Así pues, cualquier función siempre
es continua en todos los puntos aislados de su conjunto de definición.
4. Sea I un intervalo no vacío y f : I → R una función continua, tal que f (I) ⊂ Q. Probar
que f es constante.
6. Sea f : [0, 1] → [0, 1] una función continua. Probar que f tiene un punto fijo, es decir, que
existe x ∈ [0, 1] tal que f (x) = x.
7. Suponiendo que la temperatura varía de manera continua a lo largo del Ecuador, probar
que en cada instante, existen dos puntos antípodas en el Ecuador que se encuentran a la
misma temperatura.
8. Sea f : [0, 1] → R un función continua y supongamos que, para cada x ∈ [0, 1] puede
encontrarse y ∈ [0, 1] tal que | f (x)| > 2| f (y)|. Probar que existe c ∈ [0, 1] tal que f (c) = 0.