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Este concepto nos conduce a emplear energías renovables, cerrar los ciclos de
materiales, restringir el transporte a larga distancia, re-centrar las economías sobre el
territorio... Son muchos quienes piensan que la respuesta, por ejemplo al cambio
climático, vendrá de la mano de la ciencia y la tecnología, lo que tú llamas tecnociencia.
Hay que conceder en este sentido que, en buena medida, las tecnologías y estructuras
de producción biomiméticas son un proyecto de futuro, y como tal sujeto a
incertidumbre. Algunas de ellas están bien desarrolladas (captación de la energía eólica,
pongamos por caso), pero queda mucho por hacer en otras (mejores células
fotovoltaicas, por ejemplo), y sobre todo hay dudas en lo que se refiere a las estructuras
globales de producción (hidrógeno generado con fuentes de energía renovables; otros
sistemas de almacenamiento de energía renovable). No podemos saber si todas las
expectativas que se vinculan con esas nuevas tecnologías y estructuras productivas se
materializarán, o si no surgirán efectos imprevistos e indeseados a los que haya que
hacer frente. Los ciclos de materiales no se cerrarán al 100%: ¿qué daño residual
produciría aún una economía biomimética? Creo que de las reflexiones anteriores hay
que extraer la conclusión de que el principio de biomímesis, por sí solo, no basta para
alcanzar la deseada reconciliación entre sistemas humanos y naturales: pero en ningún
momento hemos afirmado que bastase. Por el contrario, desde hace tiempo vengo
subrayando que es el juego conjunto de varios principios (no sólo biomímesis sino
también gestión generalizada de la demanda –o autocontención--, ecoeficiencia, etc.) lo
que puede permitir avanzar hacia la sostenibilidad.
http://institucional.us.es/revistas/argumentos/9/Art1-RIECHMANN.pdf