Está en la página 1de 3

La caperucita roja

En un lejano poblado había una vez una niña que se llamaba Caperucita Roja, un día su mamá le dijo que
fuese a casa de su abuelita porque estaba enferma porque le tenía que llevar una cesta con chocolate, azúcar,
pan y dulces para que asi se recuperase mas rápido.

Antes de partir, la madre le dijo que llevase mucho cuidado por el bosque y no se entretuviese ya que se
encontraba el temible lobo feroz. Un rato después de estar caminando, Caperucita se encontró con el lobo,
el cual le preguntó a caperucita dónde iba.

Caperucita le dijo que iba a llevar la cesta a casa de su abuela. En ese momento, el lobo le retó a hacer una
carrera por dos caminos distintos. El cogería el camino más largo y le dejaría a ella el más corto para darle
ventaja.

Caperucita aceptó y comenzó la carrera. Antes de que Caperucita llegase a la casa de la abuelita, el lobo ya
había llegado y se había comido al abuelita. Al entrar caperucita vio a su abuela tumbada en la cama. Fue
entonces cuando se acercó a abrazarla y le dijo:

 Abuelita, que ojos más grandes tienes.


 Son para verte mejor.
 Abuelita, que orejas tan grandes tienes.
 Son para oírte mejor.
 Abuelita, abuelita, que nariz tan grande tienes.
 Es para olerte mejor.
 Abuelita, que boca tan grande tienes…

Y en ese mismo instante, el lobo se abalanzó sobre ella diciendo “¡Es para comerte mejor!”. Por mucho que
Caperucita roja intentó escapar, el lobo se encontraba cada vez más cerca.

Durante su huida gritaba con el objetivo que alguien la pudiese escuchar para que le ayudase, y así fue ya
que por la zona había dos cazadores que se acercaron a ver qué pasaba y al ver lo que ocurría le dispararon
al lobo malvado.

Seguidamente sacaron a la abuelita del interior del estómago del lobo y Caperucita se dio cuenta de que
nunca más debía desobedecer a su madre pues hay que hacer caso a las personas mayores ya que por su
experiencia son mas sabías y siempre nos dicen las cosas por nuestro bien.

Hubo una vez una joven muy bella que no tenía padres, sino madrastra, una viuda
impertinente con dos hijas a cual más fea. Era ella quien hacía los trabajos más duros de la casa
y como sus vestidos estaban siempre tan manchados de ceniza, todos la llamaban Cenicienta.
Un día el Rey de aquel país anunció que iba a dar una gran fiesta a la que invitaba a todas
las jóvenes casaderas del reino.

- Tú Cenicienta, no irás -dijo la madrastra-. Te quedarás en casa fregando el suelo y preparando


la cena para cuando volvamos.

Llegó el día del baile y Cenicienta apesadumbrada vio partir a sus hermanastras hacia el
Palacio Real. Cuando se encontró sola en la cocina no pudo reprimir sus sollozos.

- ¿Por qué seré tan desgraciada? -exclamó-. De pronto se le apareció su Hada Madrina.

- No te preocupes -exclamó el Hada-. Tu también podrás ir al baile, pero con una condición, que
cuando el reloj de Palacio dé las doce campanadas tendrás que regresar sin falta. Y tocándola
con su varita mágica la transformó en una maravillosa joven.

La llegada de Cenicienta al Palacio causó honda admiración. Al entrar en la sala de baile, el


Rey quedó tan prendado de su belleza que bailó con ella toda la noche. Sus hermanastras no la
reconocieron y se preguntaban quién sería aquella joven.

En medio de tanta felicidad Cenicienta oyó sonar en el reloj de Palacio las doce.

- ¡Oh, Dios mío! ¡Tengo que irme! -exclamó-.

Como una exhalación atravesó el salón y bajó la escalinata perdiendo en su huída un zapato,
que el Rey recogió asombrado.

Para encontrar a la bella joven, el Rey ideó un plan. Se casaría con aquella que pudiera calzarse
el zapato. Envió a sus heraldos a recorrer todo el Reino. Las doncellas se lo probaban en vano,
pues no había ni una a quien le fuera bien el zapatito.

Al fin llegaron a casa de Cenicienta, y claro está que sus hermanastras no pudieron calzar el
zapato, pero cuando se lo puso Cenicienta vieron con estupor que le estaba perfecto.

Y así sucedió que el Príncipe se casó con la joven y vivieron muy felices.

FIN
En el corazón del bosque vivían tres cerditos que eran hermanos. El lobo siempre
andaba persiguiéndoles para comérselos. Para escapar del lobo, los cerditos decidieron
hacerse una casa. El pequeño la hizo de paja, para acabar antes y poder irse a jugar.

El mediano construyó una casita de madera. Al ver que su hermano pequeño había
terminado ya, se dio prisa para irse a jugar con él.

El mayor trabajaba en su casa de ladrillo.

- Ya veréis lo que hace el lobo con vuestras casas- riñó a sus hermanos mientras éstos
se lo pasaban en grande.

El lobo salió detrás del cerdito pequeño y él corrió hasta su casita de paja, pero el lobo
sopló y sopló y la casita de paja derrumbó.

El lobo persiguió también al cerdito por el bosque, que corrió a refugiarse en casa de
su hermano mediano. Pero el lobo sopló y sopló y la casita de madera derribó. Los dos
cerditos salieron pitando de allí.

Casi sin aliento, con el lobo pegado a sus talones, llegaron a la casa del hermano
mayor.

Los tres se metieron dentro y cerraron bien todas las puertas y ventanas. El lobo se
puso a dar vueltas a la casa, buscando algún sitio por el que entrar. Con una escalera
larguísima trepó hasta el tejado, para colarse por la chimenea. Pero el cerdito mayor
puso al fuego una olla con agua. El lobo comilón descendió por el interior de la
chimenea, pero cayó sobre el agua hirviendo y se escaldó.

Escapó de allí dando unos terribles aullidos que se oyeron en todo el bosque. Se
cuenta que nunca jamás quiso comer cerdito.

FIN

También podría gustarte