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Discriminación y biopolítica en jóvenes mexicanos: hacia la construcción de

un paradigma de Igualdad y No Discriminación en contextos democráticos.

Juan Alfonso Cruz Vázquez1


Irina Alejandra González Gutiérrez2
Eduardo Cruz Vázquez3
Luis Eduardo Delgado Hernández4

Introducción.

En el presente trabajo se problematiza el fenómeno de la discriminación en

jóvenes mexicanos a partir de conceptos y nociones como el de democracia,

biopolítica, sistema neoliberal, condición juvenil y desechabilidad, para ofrecer un

marco interpretativo que permita generar conocimientos y herramientas teórico-

metodológicas para repensar los procesos sociales y culturales que subyacen en

la conformación de las prácticas discriminatorias, con el fin de construir una matriz

epistémica cuyas bases estén sustentadas en una praxis reflexivamente articulada

de la igualdad y la no discriminación hacia la juventud.

Poniendo en jaque a la democracia: caracterización histórica de la

discriminación en México por medio de la perniciosa relación entre el Estado

y el sistema neoliberal.

En su sentido etimológico, democracia expresa el poder de gobernar emanado

desde y hacia el pueblo. Pero este primer acercamiento encierra una serie de


1
Estudiante de octavo semestre de Sociología por la Universidad de Guadalajara.
2
Estudiante de segundo semestre de Sociología por la Universidad de Guadalajara.
3
Estudiante de séptimo semestre de Ingeniería Industrial por la Universidad de Guadalajara.
4
Estudiante de sexto semestre de Sociología por la Universidad de Guadalajara.

1
problemáticas a la hora de definir lo que es un régimen democrático. Las

realidades complejas en las sociedades contemporáneas imposibilitan la

entronización de una forma única de concebir la democracia. Por lo que según

Pérez (2014), esto ha supuesto un buen número de debates en el ámbito

académico y político, ya que al ofrecer marcos explicativos sobre lo que es la

democracia, hay insuficiencias analíticas que no dan cuenta de la enorme

complejidad del término tanto en el plano teórico como en el empírico. Esto lo

reconoce a nivel mundial, especialmente en el caso de los países

latinoamericanos, cuyos sistemas políticos no están sustentados en una

concepción perfecta de democracia (Pérez, 2014, p. 12).

Sin embargo, Pérez sigue la propuesta de Collier y Levitsky (1998, pp. 145-

155) para dilucidar los diferentes elementos sociales, económicos, políticos y

culturales que mínimamente caracterizan a un régimen democrático a partir de

“concepciones procedimentales5 mínimas, expandidas y maximalistas” (Pérez,

2014, p. 11):

Cuadro 1 Definiciones sobre democracia.

Definición con base Definición con base en


Definición o concepción
en un mínimo un mínimo procedimental
maximalista
procedimental expandido
1. Elecciones libres. 1. Elecciones libres. 1. Elecciones libres.
2. Sufragio universal. 2. Sufragio universal. 2. Sufragio universal.
3. Participación plena. 3. Participación plena. 3. Participación plena.
4. Libertades civiles. 4. Libertades civiles. 4. Libertades civiles.
5. Los gobernantes electos 5. Los gobernantes electos
tienen poder efectivo para tienen poder efectivo para


5
Considerando la definición de Schumpeter (1983) sobre democracia, se dice que es
procedimental en la medida en que el sistema político configura posiciones de poder mediante la
competencia por los votos en periodos electorales (Pérez, 2014, p. 10).

2
gobernar. gobernar.
6. Igualdad socioeconómica o
altos niveles de participación
popular en las instituciones
económicas, sociales y políticas;
control en los procesos de toma
de decisiones y todos los
niveles de políticas.
Fuente: Pérez (2014, p.11), con base en Collier y Levitsky (1998).

Cuando falta alguna característica de las enunciadas en el cuadro 1, se puede

colegir que hay una concepción distinta de democracia. Por ende, siguiendo a

Collier y Levitsky (1998, pp. 146-160), Pérez dice que “si la característica faltante

es alguna de las tres primeras, se estaría ante regímenes no democráticos; si la

característica ausente es la de las libertades civiles, se podría estar ante algún

subtipo de democracia (democracia limitada o formal), y si la característica que

falta es que los gobernantes electos no tienen un poder efectivo para gobernar, se

trataría de una democracia tutelada o militarizada” (Pérez, 2014, p. 12).

Esto conlleva a una pregunta insoslayable: ¿qué factores socioeconómicos,

políticos y culturales inciden en la dificultad para consolidar una democracia plena

que vele por los derechos humanos y el acceso a condiciones de igualdad de

oportunidades? Una respuesta muy sugerente, y angustiante a la vez, proviene del

análisis que hace Fuentes (2014), respecto a la relación entre el aparato estatal y

las fuerzas productivas. Para ello, estable que los cambios a nivel global han

provocado nuevas formas de violencia estructural sui generis en contextos

democráticos.

De este modo, en la imagen 1 se puede apreciar que la relación entre

Estado y Economía configura dinámicas sociales que preponderan una

3
racionalidad económica en la que prima la maximización de la ganancia mediante

un reenfoque-desmantelamiento de la intervención estatal que cede al mercado

los espacios necesarios para ampliar y refinar el sistema neoliberal, fomentando

así la flexibilidad laboral, la acumulación de capital, la privatización de bienes y

servicios y la paulatina, pero progresiva, pérdida de derechos sociales.

Imagen 1: Vínculos analíticos entre Estado y Economía.

Fuente: Elaboración propia con base en Fuentes (2014).

De acuerdo con el esquema anterior, Fuentes (2014) parte del supuesto de que en

México, las relaciones entre el Estado y las estructuras económicas han generado

mecanismos de dominación hacia la población de formas violentas, poniendo

especial énfasis en el control de la fuerza de trabajo, no sólo a través de la

consolidación de un saber-poder disciplinar (mandato-obediencia), sino a partir de

prácticas de autoritarismo y discriminación sobre los cuerpos (individuales y

sociales), lo que ha posibilitado una intervención gubernamental que violenta la

subjetividad hasta el grado de imponer “una nuda vida por medio de un estado de

excepción6”.


6
De acuerdo con Fuentes, “La noción de nuda vida apela a la condición de la vida carente de los
marcos legales, en un estado de indeterminación entre vida social y silvestre. Para esa
indeterminación el derecho romano acuñó la noción de sacer, que apela a una vida sin derecho a
ser vivida, a la que se puede poner fin desde el ámbito del poder soberano. Esta noción es útil hoy

4
En concordancia con estas ideas, Mazorco y Andrade (2012) señalan que el

Estado adquiere un carácter “legítimo” en la determinación de diversas formas de

discriminación social que atentan contra la subjetividad de las personas mediante

la falta del reconocimiento al otro, lo que lleva desde una negación de derechos

fundamentales (como acceso a oportunidades laborales, etc.) hasta tener el

monopolio validado de la violencia, en la que es capaz de decidir quien muere y

quien vive, alimentando los procesos sociales de discriminación y desigualdad

social que configuran un sistema de valores corrupto e injusto:

…el aparato productivo impide la autonomía individual controlando las categorías


con la que se nombra lo real e imaginario, lo sano y lo enfermo, lo legal y la
transgresión […] que es a la vez la violencia de la reproducción sexual y la de la
muerte” (p. 46). De este modo, la discriminación pasa a un plano de legitimidad
estatal y naturalización social, estableciendo, en el marco de Racionalidad
moderna, relaciones emocionales, simbólicas y conductuales de desconocimiento y
negación del otro –referido a lo humano– y lo otro –en cuanto a demás seres–
(Mazorco y Andrade, 2012, p. 1265).

En este sentido, Fuentes (2014) menciona que el Estado –como máximo agente

sociopolítico– desempeña un papel fundamental en el control de la vida social, al

ejercer su forma de gobernar mediante lo que Foucault (2006) llamó

gubernamentalidad, entendiéndola como un “conjunto constituido por las

instituciones, análisis, reflexiones, procedimientos y cálculos que permiten ejercer

una forma específica de gobierno sobre la población, fincada en el ejercicio de

micropoderes, saberes y subjetivaciones para conducir conductas” (Fuentes,

2014, p. 309).


para entender una tendencia contemporánea de la gubernamentalidad, que recurre en mayor
medida a la forma de la excepción, interregno en donde se produce nuda vida: vida a la que se
puede eliminar sin cometer homicidio. Siguiendo dicho razonamiento, podemos sostener que el
recurso constante a la vejación corporal y a la banalización de las manifestaciones violentas en la
región, se encuentra en dicho proceso” (Fuentes, 2014, p. 312).

5
Lo que permite considerar “las prácticas ancladas a ciclos largos, prácticas

formadas en subjetividades autoritarias, y con alta tolerancia a la vejación”

(Fuentes, 2014, p. 316) que vienen desde la época de la Colonia (CONAPRED,

2014, pp. 3-4) dejando desde entonces una parte de la población sumida en la

precarización y exclusión social, y que ha aumentado hasta nuestros días, debido

a que “la instauración neoliberal afectó diferencialmente a la población, de manera

acentuada a aquellas poblaciones que históricamente habían sido débilmente

mediadas, a la vez que englobó a nuevos sectores” (Fuentes, 2014, p. 317). En

este tenor, la lógica neoliberal –acumulación de riqueza y explotación de la fuerza

de trabajo– ha configurado formas específicas de sometimiento y negación del

otro, que alimentan la violencia estructural contemporánea, sobre todo en México:

La estructura productiva en México durante el periodo colonial, basada


principalmente en la economía de hacienda o plantación, hacía de la compulsión
física de la fuerza de trabajo el eje de la valorización. Esta forma irradió al resto de
las sociedades una cultura política autoritaria y una subjetivación no disciplinaria en
el ejercicio del poder, que permitía una estructura de sentimiento de alta tolerancia
al dolor y a la vejación. Por ello, puede sugerirse que en México la construcción de
la mediación social no se vertebró en los parámetros de abstracción burguesa
(individualidad, ciudadanía) como totalización de las relaciones sociales, sino en
formas particulares en las que el eje autoritario, necesario como forma productiva,
hizo de la corporalidad blanco del ordenamiento y control social. El cuerpo
subalterno siempre fue el objeto de la intervención violenta, porque dicho cuerpo
contenía en potencia, su valor latente como fuerza de trabajo (Fuentes, 2014, p.
309).

Esto abre paso a una concepción sociopolítica en la que el cuerpo (individual y

social) que ha formado, o es parte, del “ejército de reserva” –y que espera

integrarse al funcionamiento económico del sistema capitalista– ahora se

constituye como un sector poblacional que resulta “innecesario” dentro del

esquema neoliberal al adquirir un carácter de desechabilidad que reconfigura el

eje tradicional de lo que se entiende por fuerza de trabajo:

6
La desechabilidad alude a la noción marxista de ejército industrial de reserva,
refiriendo a determinantes económicas que minan los derechos políticos
ciudadanos (una mediación fundamental en el desarrollo del capitalismo). Los
desechables son aquellos segmentos poblacionales que fluctúan entre el empleo y
desempleo dentro de los ciclos económicos de demanda de trabajo asalariado.
Son desechables porque a diferencia de los desempleados del ejercito industrial de
reserva cuya superpoblación relativa tenía como destino el ser reclutado de nueva
cuenta para el servicio activo, ahora el desempleo no refiere a una condición
pasajera, sino a una permanencia ordinaria, a una condición de “superfluidad”
(Fuentes, 2014, p. 311).

Esto es muy grave, sobre todo si se relaciona esta noción de desechabilidad con

el fenómeno de la discriminación, que a su vez aparece como un factor

constitutivo-constituyente de la biopolítica, ya que privan de oportunidades y

alternativas de reconocimiento e inclusión social a grupos vulnerables:

Esta forma de acercarnos al entendimiento de la discriminación en las sociedades


actuales implica concebirla como constitutiva de los sujetos y nos plantea un
conjunto de cuestionamientos ¿Cuáles son las exclusiones asociadas a lo
corporal? ¿Cómo se materializan los sujetos en la intersección de diversas
exclusiones y segregaciones? ¿Cuáles son los discursos y las prácticas que
reiteran y reactivan la discriminación sobre las variantes corporales? ¿Cuáles son
las implicaciones biopolíticas de estos discursos y prácticas? (UAM/BUAP, et al.
2015).

Por lo que en el siguiente apartado, además de definir brevemente tanto los

términos de discriminación y biopolítica, así como sus vínculos analíticos; también

se presenta el sujeto de análisis (que en este caso se hace referencia a la

juventud mexicana) y se bosquejan algunas estadísticas y reflexiones al respecto

para ilustrar esas barreras sistémicas discriminatorias cuyas bases biopolíticas

son evidentes y contundentes.

La juventud en México ¿es desechable? Apuntes sobre discriminación y


biopolítica.

En la Ley Federal para Prevenir y Eliminar la discriminación (2014), la

discriminación se concibe de la siguiente manera:

7
Para los efectos de esta ley se entenderá́ por discriminación toda distinción,
exclusión, restricción o preferencia que, por acción u omisión, con intención o sin
ella, no sea objetiva, racional ni proporcional y tenga por objeto o resultado
obstaculizar, restringir, impedir, menoscabar o anular el reconocimiento, goce o
ejercicio de los derechos humanos y libertades, cuando se base en uno o más de
los siguientes motivos: el origen étnico o nacional, el color de piel, la cultura, el
sexo, el género, la edad, las discapacidades, la condición social, económica, de
salud o jurídica, la religión, la apariencia física, las características genéticas, la
situación migratoria, el embarazo, la lengua, las opiniones, las preferencias
sexuales, la identidad o filiación política, el estado civil, la situación familiar, las
responsabilidades familiares, el idioma, los antecedentes penales o cualquier otro
motivo; También se entenderá́ como discriminación la homofobia, misoginia,
cualquier manifestación de xenofobia, segregación racial, antisemitismo, así como
la discriminación racial y otras formas conexas de intolerancia (Pp. 1-2)

En esta definición se da cuenta de una gran variedad de grupos vulnerables a

causa de la discriminación (homosexuales, indígenas, mujeres, etc.). Por lo que de

todo ese universo, en este trabajo se aborda la discriminación en y hacia la

juventud mexicana por al menos tres razones: a) representa el grupo etario más

grande del país (32.2%, según la Encuesta Nacional sobre Discriminación 2010);

b) son quienes experimentan de modo más fuerte las crisis sistémicas (falta de

empleos, problemas de salud, altos índices de violencia, etc.); y c) enfrentan

enormes retos y desafíos desde dos vertientes: la pugna entre joven-adulto y la

pugna entre joven-joven, lo que genera una producción biopolítica del ser joven.

Este último punto plantea que las confrontaciones entre la visión juvenil y la

adultocéntrica, así como las visiones encontradas entre los mismos jóvenes,

tienen sus anclajes en procesos discriminatorios que imposibilitan la generación

de lazos de solidaridad lo suficientemente fuertes como para enfrentar de manera

colectiva las problemáticas que les afectan:

No sorprende que haya jóvenes que no desean convivir con personas que tienen
preferencias sexuales distintas a la heterosexual, con personas que viven con
VIH/SIDA, con indígenas y personas con discapacidad. La necesidad de
pertenencia e identidad se confunde con la división y la segregación. ¿Acaso no
vemos que muchos jóvenes de comportamiento, vestimenta y expresión cultural

8
convencional suelen clasificar despectivamente a todos los demás como “nacos”?
Y están bien correspondidos, pues todos ellos clasifican a los primeros como
“fresas”. Los ecos de la estigmatización y el rechazo pueden ser inagotables. Aún
entre grupos (las subculturas o tribus urbanas de las que hablan los antropólogos)
presenciamos rivalidad y violencia por ser, pensar y actuar de forma diferente. La
juventud tiene necesidad de mirarse a sí misma en un todo solidario, con intereses
y necesidades comunes. ¿Acaso no todos atraviesan por las mismas situaciones?
¿No es mejor aliarse para vencer juntos al dragón? (CONAPRED/IMJUVE, 2010,
p. 13).

Esto tiene implicaciones muy fuertes, sobre todo cuando hay tanta diferencia en

cuanto a las formas de ser juveniles, pues es aquí donde tiene cabida una noción

muy interesante: la biopolítica. Este concepto desempeña un papel importante en

las identidades de la juventud, ya que las constantes configuraciones juveniles se

definen en la toma de postura de los sujetos frente a las interacciones con los

otros (sean otros grupos juveniles -pares- o grupos de mayor autoridad -adultos-).

Al respecto, Reguillo (2012) utiliza esta noción de “biopolítica” propuesta por

Michel Foucault (1979), para indicar cómo es que la juventud está inmersa y

segmentada por una serie de normativas sociales (incluso mercantiles) que

reflejan los valores dominantes y alternativos que existen en una sociedad: “La

biopolítica es, pues, un elemento de control y clasificación social, que hoy se

expresa de maneras diversas: desde la normalización, mediante leyes que buscan

la uniformidad, hasta, como ya vimos, los rasgos propios de `levedad´ del

mercado” (Reguillo, 2012, p. 73).

Por consiguiente, la relación entre discriminación y biopolítica encuentra su

conexión más contundente cuando se vislumbra la tensión de las estructuras

sociales y los agenciamientos juveniles que generan una serie de prácticas

divergentes o institucionales configuradas a partir de una condición juvenil

dispersa y extensa:

9
La condición se refiere a posiciones, categorías, clases, situaciones, prácticas,
autorizaciones, prescripciones y proscripciones que se asumen como
“naturales” al orden vigente y tienden a naturalizarse como “propias” o
inherentes a esta franja etaria. Entonces, la condición juvenil alude a los
mecanismos tanto estructurales como (especialmente) culturales que
enmarcan los procesos de inserción de sujetos concretos, considerados
jóvenes, en una dinámica sociocultural histórica y geopolíticamente
configurada (Reguillo, 2010, p. 401).

Estas condiciones sociopolíticas, económicas y culturales en las que están

inmersas las y los jóvenes de nuestro país: ¿de qué maneras les afectan? ¿cómo

se vinculan con los procesos que subyacen a los fenómenos de la discriminación y

la biopolítica? ¿todo esto hace de la juventud un grupo social “desechable”? Para

intentar responder estas interrogantes, se analizan 6 cuadros que presentan

estadísticas sobre jóvenes, y que hacen patente la falta de oportunidades y de

alternativas para solventar sus condiciones estructurales.

a) Juventud, violencia social y narcotráfico.

Una de las amenazas más graves a las que se enfrentan cotidianamente las y los

jóvenes es precisamente el tópico de la violencia. El sistema social (re)produce los

esquemas configuradores de violencia que buscan la imposición de las voluntades

de unos sobre otros, generando así una constelación de valores que fomentan una

cultura de la exclusión social, y que paradójicamente incluye a los sujetos dentro

de las estructuras societales, pero sólo para hacerlos objetos de discriminación

que perpetúen las relaciones de dominación (Foucault, 2006; Fuentes, 2014;

CONAPRED, 2014).

Por consiguiente, las estadísticas del cuadro 2 hablan de al menos tres

cosas respecto a la violencia: a) un porcentaje de la juventud mexicana no confía

en las instituciones que velan por la seguridad pública; b) existe un número

10
significativo de jóvenes que sienten temor de ser víctimas de algún delito; y c) el

narcotráfico es uno de los temas que más afecta la condición juvenil.

Cuadro 2. Estadísticas sobre juventud, violencia social y narcotráfico

Juventud, violencia social y Narcotráfico

• “Salvo la población de 18 a 23 años, es mayor el porcentaje de quienes sienten


ansiedad o temor ante la posibilidad de ser víctimas de robo con violencia”.
• “Resalta que las y los jóvenes de 18 a 23 años tienen más ansiedad o temor frente a la
violencia por el narcotráfico. En ese segmento se registra también el porcentaje más alto
de quienes sienten más ansiedad o temor de ser víctima de un abuso de las fuerzas de
seguridad pública”.
• “Las muertes producidas en el narcotráfico, por ejemplo, poseen ese carácter disponible
y efímero de la desechabilidad. De acuerdo con estudios del Instituto Ciudadano de
Estudios sobre la Inseguridad (ICESI, 2008), la esperanza de vida de los jóvenes que
participan en estas actividades es de 5 años. Lapso en que la remuneración por formar
parte de las actividades delictivas les permite acceder a los consumos que ningún
trabajo formal podría ofertar y que eso valga la pena” (p. 314)
Fuente: CONAPRED/IMJUVE (2010) y Fuentes (2014).

Esta cuestión de la violencia social y particularmente del narcotráfico, plantean

una problemática de corte estructural sobre la vida juvenil, ya que desde la

perspectiva biopolítica: “La vida así fragilizada, se vincula con la desvalorización

de la fuerza de trabajo de los segmentos que no encuentran sitio en los circuitos

de consumo y producción, y que ven en el ilegalismo y la informalidad, una opción

aceptable de movilidad social” (Fuentes, 2014, p. 314). Lo que deja entrever el

resquebrajamiento de instituciones sociales (como la familia, la escuela, el

mercado de trabajo y el Estado) que tradicionalmente son quienes ofertan los

satisfactores materiales, simbólicos y espirituales necesarios para la satisfacción

de necesidades básicas. Pero en su lugar, las y los jóvenes se encuentran con la

falta de oportunidades y alternativas para conformar estilos de vida dignos que no

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tengan como características la precariedad y la violencia. Por ello, a continuación

se revisan estadísticas sobre educación y empleo.

b) Jóvenes y falta de oportunidades en educación.

La carencia de recursos (materiales, simbólicos, sociales, etc.) suficientes para

continuar con los estudios, hacen poco accesible que la mayoría de jóvenes

tengan la oportunidad de prepararse de una manera apropiada para enfrentar los

retos y adversidades que una sociedad tan compleja exige en el plano laboral y

escolar. En este sentido, el cuadro 3 muestra estadísticas que refieren que

conforme la población joven crece (a partir de los 14-15 años aprox.), se va

generando una brecha entre quienes pueden y continúan con sus estudios y

quienes no lo hacen o dejan de hacerlo por diversos motivos (deserción escolar,

necesidad de trabajar, etc.).

Cuadro 3. Jóvenes y falta de oportunidades en educación.


Jóvenes y falta de oportunidades en educación

• “La gran mayoría de la población joven entre 12 y 14 años sólo se dedica a estudiar,
aunque se observa un porcentaje de 3.7% que a esa edad ya trabaja y sólo se dedica a
ello, y 6% que en esa edad no estudia ni trabaja” (p. 76).
• “Para la juventud entre 15 a 17 años, se observa que seis de cada diez estudia, uno de
cada diez no estudia ni trabaja, 8.6% estudia y trabaja, y de manera muy pareja, 8.3%
sólo trabaja. Se registra también 5.2% de esta población joven que se dedica a labores
en casa (no remuneradas)” (p. 76).
• “Más de 30% de las personas jóvenes interrumpió sus estudios entre los 16 y 18 años,
lo que implica que abandonaron la preparatoria o bien, suspendieron sus estudios al
concluirla. Más de 25% lo hizo entre los 13 y 15 años” (p. 85).
Fuente: CONAPRED/IMJUVE (2010).

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c) Jóvenes y falta de oportunidades de empleo.

La falta de empleo es un tema sensible que afecta dramáticamente al conjunto de

la sociedad mexicana, pero especialmente a sus jóvenes, ya que la incapacidad

institucional y social para la generación de suficientes puestos de trabajo que

estén bien remunerados, aunado a la falta de políticas públicas que robustezcan la

organización productiva –y en su lugar se prefiera apostar por políticas

asistencialistas–, provocan mayor estancamiento socioeconómico que genera

empobrecimiento y depauperización en la población en general, pero sobre todo a

los grupos vulnerables como es el caso de las y los jóvenes mexicanos. Al

respecto, las estadísticas del cuadro 4 ilustran esa problemática:

Cuadro 4. Jóvenes y falta de oportunidades de empleo.


Jóvenes y falta de oportunidades de empleo

• “Para 35 de cada cien jóvenes en el país, la falta de oportunidades de empleo y de


experiencia es el principal problema de la juventud en México, seguido de las adicciones
y la inseguridad, violencia y delincuencia” (p. 74).
• “La mayoría de las y los jóvenes entre 25 y 29 años trabaja (seis de cada diez), mientras
que 16.7% se dedica a labores del hogar (no remuneradas)” (p. 77).
• “Cuando las personas jóvenes no han sido aceptadas en los empleos, ha sido sobre
todo por preparación insuficiente, seguido por la apariencia y por la inexperiencia” (p.
84).
Fuente: CONAPRED/IMJUVE (2010).

Estos números adquieren una nueva dimensión cuando se hace un análisis más

fino de la juventud que se encuentra “incluida socialmente” de la que no lo está,

pues existen capitales (culturales, económicos, sociales, etc.) que permiten

accesos de manera diferencial a mayores oportunidades y alternativas sociales,

pues de acuerdo con Aziz (2011):

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La discriminación hacia los jóvenes se acentúa con problemas sociales, como la
dificultad para conseguir empleo. Así, cinco de cada 10 jóvenes de nivel
socioeconómico bajo consideran que no los aceptan en los trabajos por su
apariencia, problema que no existe en los niveles medios y altos. Muchas de las
cargas que se padecen por la difícil situación de obtener un empleo, un espacio
para estudiar, un servicio de salud o ciertos mínimos de seguridad se ven
agravadas por una segunda carga que padecen los grupos vulnerables (Aziz,
2011, p. 11).

Así, cuestiones como la falta de oportunidades, de experiencia o de preparación,

además de factores estéticos como la apariencia de las y los jóvenes, determinan

en buena medida las desventajas acumuladas que poseen y que alimentan el

ejercicio de la discriminación y la exclusión social; lo que para Fuentes (2014)

viene a constituir la modalidad de la “vida desechable” (no exclusiva, pero sí

mayormente) juvenil a partir de los mecanismos biopolíticos de control,

sometimiento y ahora negación/expulsión de los cuerpos individuales y sociales:

…esta forma de regulación de población superflua, encuentra una continuidad en


el marco de flexibilidad de los mercados de trabajo a nivel global, con la
consecuente desvalorización de la vida de estos segmentos sociales, en el circuito
de la acumulación de capital […]. No hablamos de subjetivaciones para el retorno a
un supuesto cuerpo social, pieza clave en el modelo de capital productivo, que
formaba trabajadores para el mercado, sino de políticas, prácticas y formas de
subjetividad que se entrelazan en la denegación/expulsión de la población
excedente, superflua. (Fuentes, 2014, p. 318).

d) Jóvenes, libertades civiles y percepciones sobre política y economía.

Un asunto muy importante en el ejercicio de la democracia, es precisamente la

prevalencia y defensa de las libertades civiles (de expresión, de asociación, de

ideología, etc.) que permitan expresar las percepciones y opiniones que los

sujetos tienen respecto de situaciones que acontecen a su alrededor o a nivel

nacional, lo que garantiza la consolidación de marcos sociales estructurados por

los derechos humanos, sociales, políticos, etc. En este sentido, las siguientes

estadísticas (cuadros 5 y 6) muestran un breve panorama al respecto:

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Cuadro 5. Jóvenes y libertades civiles.

Jóvenes y libertades civiles

• “Dos de cada diez personas en México consideran que los derechos de las y los jóvenes
no se respetan” (p. 25).
• “Siete de cada diez personas en México consideran que las opiniones de las y los
jóvenes deberían tomarse mucho en cuenta en las decisiones familiares. Resalta que
26.4% de la población considera que las opiniones de las y los jóvenes debería tomarse
algo o poco en cuenta” (p. 29).
• “La mayoría de las y los jóvenes en el país considera que sus valores no son muy
diferentes a los de sus padres. Esta idea la comparten sin registrarse diferencias entre
los 12 a 17 y los 18 a 29 años. Sin embargo, más de 30% de las y los jóvenes piensan
que sí hay diferencias” (p. 113).
• “Cerca de la mitad de la población joven en el país considera que en México no se
respetan los derechos de las y los jóvenes. Resalta que quienes están en desacuerdo y
quienes expresan indiferencia alcanzan casi los mismos porcentajes” (p. 115).
Fuente: CONAPRED/IMJUVE (2010).

Cuadro 6. Percepción sobre política y economía en jóvenes.

Percepción sobre política y economía en las y los jóvenes

• “De acuerdo con la Enadis 2010, 62.1% de las y los mexicanos opinan que la situación
económica del país es peor que la que tenían hace un año. La mayoría de las y los
jóvenes también lo consideran así, pero sobre todo quienes se encuentran entre los 24 y
29 años” (p. 70).
• “Siete de cada diez jóvenes en el país consideran que el gobierno debería crear más
empleos para que la gente no tenga que salir del país a trabajar. Entre 8.5 y 18% de las
y los jóvenes opina que el gobierno debería negociar un acuerdo con otros países.
Sobresale que 16.9% del rango entre 15 y 17 años manifiesta que se debería controlar
la migración” (p. 52).
• “Sin importar el rango de edad, seis de cada diez jóvenes en México consideran que la
riqueza es un factor que provoca mucho la división entre la gente” (p. 43).
• “De la población en nuestro país, 46.9 % considera que los partidos políticos provocan
mucha división entre la gente; este porcentaje aumenta a 48% en la opinión de las
y los
jóvenes de 25 a 29 años” (p. 44).
Fuente: CONAPRED/IMJUVE (2010).

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Como puede verse en los datos expuestos en ambos cuadros, al menos 20% de

las y los jóvenes consideran que no se toman en cuenta sus derechos, así como

otro porcentaje muy significativo cree que deben ser considerados en la toma de

decisiones en ámbitos como la familia. Sin embargo, otro punto interesante a tratar

se refiere a que un buen número de jóvenes considera que sus ideas y creencias

no son tan distintas de los padres, con lo que puede deducirse que buscan –o

quizás no les queda de otra– el reconocimiento y apoyo de la visión adultocéntrica,

aunque hay un porcentaje nada despreciable (30%) que señala pensar de manera

diferente a la de sus padres, por lo que se puede colegir que dichos jóvenes

buscan o generan formas autogestivas para hacerse de recursos y crear líneas de

fuga (alternativas no tradicionales o prevenientes de la familia, el Estado, etc.).

Esto último guarda relación con la situación económica, pues muchos

jóvenes creen que las cosas en ese rubro han empeorado, y que por tanto, el

papel del gobierno debe ser más protagónico. Por consecuencia, también señalan

que la ambición que genera la riqueza, se constituye como un factor fundamental

de desigualdad social y discriminación. Finalmente, ante este panorama

desolador, se añade la cuestión de los partidos políticos, que en la visión de las y

los jóvenes, generan mayormente conflictos y divisiones entre los individuos.

Ahora bien, los datos precedentes ilustran la enorme complejidad que

representa analizar y señalar posibles derroteros y cursos de acción que

coadyuven en el mejoramiento de las condiciones sociales para erradicar las

prácticas sociales y los procesos culturales que legitiman y fortalecen la

discriminación en sus diferentes modalidades; en donde se tiene que reconocer el

papel que juegan unos y otros (como las juventudes y los adultos, por citar un

16
ejemplo) en la reproducción de esta lógica de dominación y sometimiento del otro,

lo que deriva en última instancia en la falta de oportunidades y precarización de

los recursos y capitales (simbólicos, económicos, culturales, sociales, etc.)

necesarios para la dignidad humana:

Una persona joven con poca o nula educación, con escasas oportunidades de
acceder a empleos o con sus derechos políticos constantemente obstaculizados
enfrentará dificultades para entender la vida social e integrarse en ella porque se
sentirá desde el principio marginada, rechazada o incluso criminalizada sin razón.
Esta lógica se acentúa cuando el rechazo y la marginación se deben a causas
irrelevantes para la inclusión, como pueden ser la edad, la apariencia física, el
color de piel, la forma de vestir o la condición económica, por mencionar algunas.
Estos criterios constituyen la base de la discriminación en contra de las y los
jóvenes, que además suelen ir acompañados de prejuicios como la inexperiencia o
la inmadurez, utilizados por la población adulta, que es la que controla el acceso a
mejores oportunidades (CONAPRED/IMJUVE, 2014, pp. 8-9).

Consideraciones finales: construyendo alternativas para conformar un

nuevo paradigma de igualdad y no discriminación.

Al partir de la pregunta ¿qué tipo de sociedad(es) resulta deseable construir?, se

plantean asuntos interesantes en torno al “deber ser” de las formas de

convivencia, además del respeto e inclusión de una vasta pluralidad de ideologías,

culturas, formas organizativas y maneras de ser y actuar de las personas.

Por tanto, el objetivo de este trabajo fue realizar un análisis conceptual y

teórico acerca del fenómeno de la discriminación, con el fin de señalar posibles

nociones heurísticas (generación de nuevas ideas) con base en diferentes

propuestas sobre la formación sociopolítica de conocimientos teleonómicos7

(acumulación crítica de teorías y conceptos), que nos permitan repensar las


7
Para ahondar en la propuesta teleonómica, remito al(la) lector(a) a consultar el trabajo de
González Casanova “Reestructuración de las ciencias sociales: hacia un nuevo paradigma”.

17
prácticas sociales y culturales mediante lo que el sociólogo Wright Mills propuso

como la “imaginación sociológica” –pensar más allá de lo evidente–.

De este modo, el tratamiento que se hizo aquí sobre las prácticas

discriminatorias fue complementado por el enfoque biopolítico, el cual permite

captar los mecanismos sociales que fragilizan la vida humana. Por tanto, el

fenómeno de la discriminación opera con un carácter siniestro y aparentemente

“necesario” porque reproduce y mantiene las condiciones sociales, políticas,

económicas e institucionales de exclusión y de perjuicios a determinados grupos

sociales con base en elementos culturales como el prejuicio y la negación del otro

que trastocan los principios democráticos por los que se rige nuestro país, al dar la

impresión de que existe un vacío en la política nacional que viene a ser ocupada

por una cultura clientelar y violenta que ahoga los debates políticos en el espacio

público, dejando fuera lo referente al sistema de valores que se alimenta de los

mecanismos discriminatorios, pues no hay una deliberación reflexiva y una

comprensión crítica en la arena política acerca de los procesos de exclusión que

fomentan el ejercicio de un lenguaje que niega a la otredad.

En este sentido, a pesar de que hay esfuerzos institucionales de políticas

públicas para afrontar ese problema –como “algunas líneas de acción del

Programa Nacional para la Igualdad y No Discriminación” (PRONAIND, 2014-

2018) que en el caso de las personas jóvenes implican: “a) promover proyectos e

iniciativas que confronten los discursos de odio en redes sociales; b) fomentar

iniciativas para prevenir la discriminación a madres adolescentes y garantizarles

acceso a servicios públicos de cuidado; y c) establecer criterios que favorezcan la

contratación, promoción y permanencia de personas que pertenecen a grupos

18
discriminados” (CONAPRED, 2014, p. 8)–, desgraciadamente se encuentran con

las limitantes estructurales mencionadas a lo largo del texto, que obstaculizan la

erradicación de la discriminación desde los planos culturales, sociopolíticos y

económicos.

Sin embargo, estos esfuerzos –tanto institucionales como académicos– son

necesarios para desarticular esa lógica de “desechabilidad” de las juventudes. Así

como también –y esa es nuestra propuesta– es necesario reestructurar la noción

de igualdad como un concepto sociopolítico que verdaderamente sea

problematizado con anclajes empíricos que permitan “la necesaria participación

colectiva de varios sectores en una discusión ética para plantear un nuevo sentido

de las cosas” (Fuentes, 2014, p. 318), y así generar un paradigma de la no

discriminación al eliminar y/o borrar las barreras sistémicas de exclusión y

negación del otro que subsisten actualmente.

Con lo que finalmente pueda constituirse un lenguaje del respeto y de

inclusión del otro sin esas miradas que discriminan y menoscaban al sujeto por

creencias o motivos radicales e intolerantes, para construir un sistema de valores

y prácticas sociales basados en una cultura de la paz y la legalidad.

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Recuperado de:
http://www.conapred.org.mx/index.php?contenido=noticias&id=398&id_opcion=108
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