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Deseo referirme durante estos días, a un "avivamiento integral". Creo que en nuestros
tiempos estamos experimentando un soplo del Espíritu Santo en todo el mundo, casi sin
precedentes en la historia; especialmente en los países que llamamos del Tercer Mundo
están sucediendo algunas cosas muy lindas. Por ejemplo, en el Brasil, hace diez años
éramos diez millones de personas en las iglesias evangélicas. Ahora, según el Ultimo
censo. somos 35 millones de habitantes. Diez años atrás representábamos el 6% de la
población. Diez años después somos el 24% de la población. Si la iglesia continúa
creciendo como ocurre actualmente, seguramente en la próxima década llegaremos a ser
la mayoría de la población del Brasil. Pero piensen bien: el crecimiento explosivo de la
iglesia y este avivamiento fantástico y maravilloso que está sucediendo, trae también
consigo implicaciones muy serias. Me gustaría hablar sobre algo que voy a llamar
"avivamiento que procede del trono". Hemos tenido muchos avivamientos en nuestro
medio, pero sólo hay uno que cambia la historia. Es el avivamiento que procede del
trono del Señor.
En la visión del Apocalipsis, el trono es el centro del universo y necesita ser el centro de
nuestras propias vidas. La palabra trono aparece más de 230 veces en la Biblia y 45 sólo
en el Apocalipsis. En el capítulo 4, la palabra trono aparece 12, más que en cualquier
otro capítulo del libro del Apocalipsis. De hecho nosotros podríamos decir que en la
visión del Apocalipsis todo en la vida ocurre alrededor del trono. Fuera del trono de
Dios no hay nada que pueda suceder y al mismo tiempo pertenecer a Dios. En el
Apocalipsis, Juan dice que delante del trono hay siete espíritus de Dios; hay un arco iris
semejante en aspecto a una esmeralda; hay otros veinticuatro tronos y un altar de oro
lleno de incienso de la oraciones. Es también del trono que salen relámpagos, voces y
truenos, como también el río del agua de la vida, brillante como cristal. Además nos ha
dicho que delante del trono arden siete lámparas de fuego, que son los siete espíritus de
Dios, y que hay como un mar de vidrio transparente como el cristal. Es del trono que
proceden las grandes decisiones impartidas. Se dice que los ángeles de apariencia casi
indescriptible, raros seres vivientes y veinticuatro ancianos, más las multitudes
incontables de purificados por el Cordero, son los que tienen el privilegio de quedarse
alrededor del trono. Y más aún, es delante del gran trono blanco que la humanidad
entera será juzgada, los grandes y los pequeños, los ricos y los esclavos, los débiles y
los poderosos. En fin, todos los hombres que vivieron en la tierra. El Apocalipsis dice
que Aquel que está en el trono es el Cordero de Dios, el mismo que fue muerto pero que
vive por los siglos de los siglos, amén. Si todas las acciones de Dios vienen del trono,
nosotros no podemos pensar en un avivamiento que no nazca, que no venga del trono de
Dios. Todos los grandes momentos de quebrantamiento, de entrega apasionada, de
devoción profunda, de compromiso con la santidad de Dios que ya sucedieron en la
historia de la fe, fueron siempre porque el pueblo de Dios pudo ver el trono, temió y
tembló delante de aquel que está sentado en el trono.
Cuando miramos la historia bíblica, notamos que estas ocasiones están marcadas
siempre por la percepción fortísima de la santidad. La soberanía y la realeza de Dios.
Por ejemplo, Abraham se prepara para matar a su hijo, levanta el instrumento mortal
pero Dios no permite que él concluya su acción, y alguna intensa experiencia queda en
la mente de su hijo Isaac. De ahí en adelante en el libro de Génesis nunca más se habla
del Dios de Isaac, se habla del Dios de Abraham, del Dios de Jacob y se dice el "temor
de Isaac". Cuando Dios es afirmado como el Señor de los señores, la Voluntad de las
voluntades, la Referencia de las referencias, el Absoluto de los absolutos, en cuya
realidad todas las otras cosas se tornan relativas en la mente de Isaac queda una realidad
que estaría para siempre definiendo su propia percepción de Dios. Si Dios es el Dios
que está en el trono, yo tengo que temer y temblar delante de él. O por ejemplo, en
Génesis capítulo 28, cuando se habla de la escalera de Jacob, este tiene un sueño y
cuando despierta dice: "Dios estaba en este lugar y yo no lo sabía". O cuando en el libro
de Exodo, muchas veces el trono de Dios aparece en el desierto, la gloria de Dios es
afirmada, las maravillas ocurren, se traen a los rebeldes y se doblegan a los indomables,
y hay alegría y fiesta con los ancianos de Israel y Moisés en el monte, siempre que el
trono de Dios se manifiesta. O piensen en la santa angustia de Gedeón en contra del
ángel del Señor. El dice: "Pobre de mi, porque yo ví al ángel del Señor cara a cara".
Piensen en la oración de Salomón cuando el arca del Señor es colocada dentro del
templo. Cuando el nombre de Dios es exaltado, el trono de Dios es percibido. Dice la
palabra de Dios que los sacerdotes no podían entrar en el templo por causa de la
presencia de la gloria de Dios.
Algún tiempo atrás me enteré que el 45% de los niños que están en las casas de
recuperación del gobierno en el Brasil, niños de las calles, abandonados, tienen familias
evangélicas. Usted cree en el avivamiento? Yo creo en el avivamiento, pero yo no
quiero un avivamiento que deje el 45% de los niños en las calles. Usted cree en las
visiones? Yo sí creo en las visiones y revelaciones y en la profecía, pero yo no quiero
pasar por un avivamiento que tenga visiones de los cielos, pero no habrá los ojos para
ver mala cruda realidad que está alrededor de la vida.
Hace dos semanas la hija de un amigo mío, en la ciudad de San Pablo, fue secuestrada.
Fue una situación terrible. Me encontraba en casa cuando él me llamó pidiéndome que
fuera hasta San Pablo. Dos horas después estabamos en su casa, Aquél mismo día, a las
10:30 de la noche, la joven fue devuelta a su hogar. Alabamos a Dios juntos por ello,
Sin embargo al día siguiente llegó la tragedia. Peor que la noticia de ella había sido
secuestrada fue la noticia de quienes la habían secuestrado: cinco jóvenes pertenecientes
a una iglesia evangélica vecina.
Hermano y hermana, preste atención, cuanto más se transformen las palabras de Dios en
un libro, menos se tiene a la palabra de Dios en el corazón.
Usted puede tener el libro debajo del brazo; puede servirle como decoración de su
espiritualidad; la versión hasta puede denunciar el tipo de actitud teológica que usted
tiene; pero la tragedia evangélica es que para nosotros la Biblia es el libro de Dios, pero
no hemos tenido la palabra en nuestro corazón.
Veinte días atrás recibí una llamada telefónica de un diputado evangélico del Congreso
brasileño Este me decía que el presidente de la república, antes de su caída, lo había
invitado a un almuerzo. En aquel encuentro el presidente lo miró y le dijo: "te doy todo
lo que quieras si consigues que otros evangélicos voten por mí" En diputado en cuestión
me llamó diciéndome: "Harmano Caio, yo tengo que votar en contra de la interpelación
a Collor, porque él me prometió que me daría todo lo que pidiera". A lo que yo le dije:
"Hermano, no consigues oír en sus palabras el eco de una declaración antigua de hace
2.000 años hecha por otro emperador mucho más poderoso que Collor en el desierto de
Judea, que dice: "Todo esto te daré, si postrado me adorares?" Me respondió: "Pero
hermano Caio, el presidente me ha dicho que me conseguirá algunos canales de
televisión y radio que servirán para predicar el evangelio".
Entonces le dije: "Mire hermano, hay uno que es justo Juez. Dios es Dios de verdad, de
justicia y su nombre no está a la venta".
Hace tres meses, una actriz de la televisión brasileña estaba siendo entrevistada en el
mismo programa secular de televisión que yo estaba. Y cuando terminamos aquel
programa de televisión entre los bastidores ella me dijo: "Fue muy bueno para mi
encontrarlo a usted y hablas sobre Dios y Jesús, que es lo más lindo en que se puede
pensar, porque yo he tenido una experiencia muy terrible últimamente". Le pregunté
cuál había sido esta experiencia, y ella me dijo que una amiga de su hija se había
convertido en una iglesia evangélica. "Antes de la conversión tenía un cabello hermoso,
un lindo rostro sonriente, alegre, lleno de vida, pero después de la conversión cambió
completamente. Su rostro está pálido, la cara ya no es bonita, olvidó la capacidad de
poder sonreír. "Pastor Caio, Qué hay en su iglesia que cuando las personas se convierten
cambian?".
Hace algunos meses, tuvimos una tragedia en el Brasil ocasionada por las lluvias, por o
que le pedí a la secretaria de la Asociación Evangélica Brasileña que justamente con el
Ejército de Salvación movilizarse a algunas personas para reunir recursos a fin de
ayudar a la población. Entonces ella tomó una lista de líderes evangélicos y comenzó a
llamarlos pidiéndoles ayuda. Uno de ellos le dijo lo siguiente: "Dígale al pastor Caio
que yo voy a ayudar en consideración a él, porque es un hombre de Dios, pero me
gustaría que quedase claro que solamente lo hago en consideración a él, porque para mi
los pobres, miserables, incrédulos no son dignos de mi compasión". He aquí la teología
de la prosperidad, que anda por ahí con cara de avivamiento pero que estimula al
cinismo, la moralidad, la ironía, la insensibilidad para con los demás.
Avivamiento que tiene que convertirse en verdadero avivamiento o será nuestra mayor
catástrofe en un máximo de veinte años. Si el "avivamiento a la latinoamericana"
prevalece, nosotros tendremos un continente de mayoría evangélica cuyas expresiones
de vida serán absolutamente parecidas a las de los grandes períodos de la victoria de la
cristiandad en Europa, donde había un rey cristiano, una corte cristiana, una oficialía
cristiana, un pueblo cristiano, pero donde también habían las más perversas formas de
explotación del prójimo, las más raras aberraciones religiosas, las más descartadas
acciones entre la iglesia y el poder. Y más aún, donde se intenta colocar a Dios al
servicio de los intereses grandiosos de los explotadores de la fe, donde la fe rescatada
del paganismo circundante se torna un infierno que atormenta la vida de esos rescatados
que viven ahora en una desgracia de existencia enferma y sin dignidad.
Mi hermano, mi hermana, se que estoy diciendo la clase de cosas que nadie interrumpe
para decir amén ni aleluya, pero no es preciso ser profeta. No hablo como profeta,
apenas como alguien que tiene los ojos abiertos para ver que la realidad en el Brasil no
debe ser muy diferente de la realidad en otros países.