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Adela Cortina -Etica sin moral bi 9. DEMOCRACIA COMO FORMA DE VIDA* A mediados de! presente Siglo la filosofia Politica segiin voces autorizadas, habia dejado de existir, Y' Curiosamente, una de las causas de su fallecimients consistia, para algunos politélogos, en el COnsengg alcanzado por las democracias occidentales en torno a la superioridad de esta forma de gobierno frente a cualquier otra ', Desde e] punto de vista de |g Tefle. xin, el modelo democratico aparecia comparativa. mente como justo ¢ igualitario; desde Ja Praxis, la vajj. dez de la democracia frente al totalitarismo fascista y frente al Namado «socialismo real» parecia indiscuti. ble. Investigar de nuevo sobre la legitimidad de Jas distintas formas de gobierno Tesultaba, pues, una tarea superflua, encaminada al cabo a mostrar la superiori- dad de Ja democracia. El término «democracia», af menos, habia dejado de ser problema. Sin embargo, en nuestro momento la filosofia polfti- ca es una de las ramas mas boyantes de la filosofia, precisamente entendida como reflexion sobre la demo- cracia, porque Ja puesta en marcha de semejante for. ma de organizacié6n ha sacado a Ja luz un gran nimero de ambigtiedades. La primera de ellas consiste en Frecordarnos que no existe un tinico concepto de demo- cracia, excepto la abstracta afirmacién de que se trata * Este capitulo constituye una reformulacién del trabajo que con el titulo «La demoeracia como modelo de organizacién social ycomo forma de vida» aparecié en iglesia Viva, n.° (33 (1988), pp. 41-54, ' Vid., por ejemplo, P. H. Partridge, «Politica, filosofia, idcolo- gla». en A. Quinton, Filosofia politica, FC. México, 1974, pp. 52-83. Para una revisién de la Postura que aquf mantengo, ver A. Contina, Erica aplicada y democracia radical, caps. 6-9, 254 Biel «gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pue- y bio». En cuanto descendemos al terreno de lo concre- fo, NOS percatamos de que no nos las habemos con una fesencia inmutable, que recibe historicamente diversas Formas, sino con una forma de organizacién sdlo ca- hacterizable desde una determinada teoria; una teoria que tiene a su base una concepcién del hombre y de su realizacion en la vida social. En este sentido, las dis- rintas versiones de la teoria clasica de la democracia, Definir la democracia resulta hoy, pues, imposible sino es en el contexto de alguna de las teorias elabora- das sobre ella. Baja la amplisima Caracterizacién «go- bierno del pueblo, por el Pueblo y para el pueblo», se va acogiendo un buen numero de especificaciones, que han ido naciendo Sucesivamente por reflexién ¥ critica sobre un modelo anterior. Curiosamente, a un mode- lo «reatista», empefiado en describir en exclusiva Jo que fos hombres son, ha solido suceder un modelo morati- zador, defensor de un mayor numero de posibilidades en el hombre y afanoso Por indicar cémo debe ser una sociedad verdaderamente democratica. A este modelo : moralizante vuelve a suceder —por la conocida ley del péndulo— uno realista, y la cadena continua. Se dice —y parece bastante acertado— que lo que los realistas ganan en factibilidad to pierden en desea- bilidad: sus modelos describen lo que hay de un modo acertado, pero no despiertan el deseo de consiruir una q ? Para una clara exposicion de estas teorias, ver C. B, Maepher- Son, La democracia tiberal y su época, Alianza, Madrid, 1982; W, N. Nelson, La justificacion de la democracia, Ariel, Barcelona, 1986; D. Held, Models of Democracy, Polity Press, Cambridge, 1987. Para el cardeter polisémico del término «democracian, ver también ei tra- * bajo de 1. Sotelo, «Una reflexién sobre ta democracian, en varios autores, Sociedad civil y Estado, pp. 43-54. 255 sociedad democratica; los «moralistas», por sy arte, hacen atractivo el ideal democratico, pero encue enormes dificultades a ta hora de su tealizacié; vez los realistas sean demasiado reaccionarios, ralistas, demasiado utépicos, pero la verdad es hablar de la realidad no podemos prescindir ni ccpto —que siempre es normativo— ni de log que nos obliga a matizar el concepto, La idea cepto y su realizacién, : Dilucidar cual sea hoy el modelo practicable, mo- ralmente deseable y legttimo, el que una realismo, atrac. tivo moral y legitimidad, es hoy tarea prioritarig de la ética y la filosofia politica y va a serlo también de este capitulo. Pero no lo serd menos e! hecho de que la puesta en marcha del modelo democratico haya reveladg algu. nos caracteres de su estructura, que han Mevado a ca- racterizarla incluso como «contradictoria», Es decir, que cl célebre desencanto procede en ocasiones de ung defectuosa realizacion de la democracia, pero en Otras resulta del desconocimiento de su propia légica, Co. mo en algtin lugar apunta S. Giner, «la democracia es un sistema de antinomias, de cuya solucién constante en el proceso politico depende su viabilidad» 3, Tgno- Tar este caracter antindémico de la democracia sdlo pue- de conducir, a mi juicio, a frustraciones tal vez mayo- Tes que las que puede causar una realizacion imperfec- ta, porque se trata de situaciones estructuralmente apo- réticas, que es menester asumir y resolver institucio- nalmente. De estos dos puntos —concepio y légica contradic. toria de la democracia— nos ocuparemos a continua- cién, no sin defender alguna tesis. En primer lugar, la tesis de que, aunque la democracia se haya con- vertido de hecho en un mecanismo para decidir quién debe ejercer el poder, ¥ concretamente en Ia aplicacién Dtran in.’ Tal Y los mo. Que para dei con. xistente, 8 el con. 3S. Giner, Ensayos civiles, p. 235, 256 ;riminada de la regla de las mayorias, la demo- Li, moralmente deseable ¥ legitima no se reduce a ie mecanismo, sino que consiste en un modelo jiganizacion social, basado en el reconocimiento de it gnomia de los individuos y de cuantos derechos aparejado el ejercicio de tal capacidad autolegis- gia y en el reconocimiento de que la direccién de ida comunitaria debe ser el resultado de la igual par- “acion de todos. El respeto por la autonomfa indi- ual y colectiva sdlo se adquiere desde una forma de #2 participativa, que ayuda a desarrollar el sentido sta resis central llevard aparejadas tres «subtesisy, Senos: la encarnacidn de la democracia en la vida fcial s6lo puede tener éxito y ser gratificante si somos’ Bpaces de articular las antinomias de la estructura de- ocrdtica y de institucionalizar tal articulacidn; en se- ido lugar, es menester distinguir entre concepciones jobales del hombre democratico y de su realizacion fi la.vida social como pueden ser la participativa y felitista— y los mecanismos por los que tales concep- Kones globales se hacen operativas —democracia di- fcla, representativa, asamblearia, etc.—, sin confun- fir la concepcidn antropoldgica participativa con de- iminados mecanismos de participacién, como el re- feréndum o ta asamblea ¢; y, por ultimo, como subte- fis tercera defenderé que sdlo un ethos solidario, una actitud solidaria ante la vida social, puede alumbrar ina democracia sin frustraciones. Si olvidamos hacer «vivibles» las antinomias democraticas y apostamos por él egoismo —por muy ilustrado que sea— frente a la Molidaridad, fracasara la democracia como forma de vida y quedara en un mecanismo, que renuncia a los ideales por los que surgié y que le prestan —al menos verbalmente— legitimidad y deseabilidad moral. De cs- tos dos conceptos enfrentados de democracia —me- ee 1 34 Ver nota 18 del capitulo 4 del presente trabajo. canismo y forma de vida— nos ocupamos a continua. cién. f. DEMOCRACIA COMO MECANISMO Y COMO FORMA DE VIDA Sabido es que la idea moderna de democracia nacid como critica de la primitiva burguesia a los Privilegios feudales. Sin embargo, es igualmente sabido que, al hilo del desarrollo del capitalismo y la industrializacién, e| pathos de la autodeterminacion con que habia nacido se desvanecis y vino a ser sustituide por la idea de una competencia entre elites, que luchan por el voto del Ppue- blo, y que esta mediada por los partidos. Dos modelos se dibujan, pues, desde el comienzo, a pesar de sus diversas encarnaciones: la democracia entendida como el maximo posible de participacion de los ciudadanos en la direccién de la vida publica, y la democracia entendida como un gobierno de clites, a Jas que los ciudadanos otorgan el poder de decidir. E] primer modelo hundira sus raices en Rousseau y¥J.S. Mill, continuard en los afios setenta en los trabajos de P. Bachrach y C, Pateman, y es defendido en nuestro momento por partidarios de la teoria critica’; mien- tras que la teoria ¢litista, de algiin modo esbozada en las concepciones de J. Mill y J. Bentham, tiene por an- tecesores a Parcto y Mosca, por «fundador» en los afios cuarenta a J, A. Schumpeter, y es hoy rehabilitada por esa amplia corriente politico-cultural denominada —co- mo vimos— «neoconservadurismo», A dibujar los fun- damentales trazos de ambas nos dedicaremos en pri- mer lugar. 5 Para el origen y desarrollo de la teoria participativa, ver C. Pa- teman, Participation and Democratic Theory, Cambridge, 1970. Para la teorfa elitista, también en cuanto a su origen y desarrollo, inclu- yendo ademas su critica, ver P. Bachrach, Critica de fa teoria elitis- ta de la democracia, Amorrortu, Buenos Aires, 1973. 258 4 1.1. LA TEOR[A ELITISTA En su célebre obra Capitalismo, socialismo y demo- cracia de 1943 propone J. A. Schumpeter una caracte- rizacion de lo que él llama la «teoria clasica de la de- mocracia» en los siguientes términos: «el método de- mocratico es aquel sistema institucional de gestacién de las decisiones politicas, que realiza el bien comun, dejando al pueblo decidir por si mismo las cuestiones en litigio mediante la eleccidn de los individuos que han de congregarse para llevar a cabo su voluntad» ®. A juicio de Schumpeter, una caracterizaci6n seme- jante supone aceptar conceptos indefinidos, y tal vez indefinibles, como los de «voluntad del pueblo» y «bien comun». ,Puede hablarse verdaderamente de una vo- luntad del pueblo unificada, de la que cl pucblo es cons- ciente? {Es determinable el bien comun, si ¢s que exis- te? gExpresan los gobernantes la voluntad popular, o ni Siquiera han sido elegidos por todo el pueblo, sino que han ganado una competicién por votos? En reali- dad, no hay sociedad alguna a la que corresponda el modelo descrito, con lo cual o no hay democracias, 0 la democracia no es lo expresado en la cita anterior. Los conceptos de «voluntad del pueblo» o «voluntad general» y «bien comin» son vacios. Si la teoria clasica sobrevive, a pesar de ser constan- temente refutada por los hechos, ello se debe —segun Schumpeter— a que sobrevive la fe religiosa en ta que se apoya, porque la voluntad popular es el trasunto de la voluntad de Dios; ef bien comin, ja traduccién del plan divino, y la igualdad esta tomada del igualitaris- mo cristiano, contrario a todo andlisis empirico. Por otra parte, la conquista de la democracia va entrafia- da en la historia de algunos pueblos como el nortea- mericano, es un modelo habil para pequefias comuni- © J, A. Schumpeter, Capitalismo, socialismo y democracia, p. 321. : 259 dades y, por ultimo, proporciona a los Politicos una jerga demagdgica, que les permite eludir las verdade. Tas responsabilidades. De todo ello conciuira Schumpeter que la mayorig 1 de los politélogos estara de acuerdo en admitir «otra teoria de la democracia», que describa lo que realmente ocurre en los paises democraticos y que permita obviar algunas dificultades: 1a de creer que el pueblo tiene ung : Opinion definida sobre cada cuestién Y¥ que la expresa eligiendo representantes, que cuidaran de Hevarla ala practica; por tanto, creer que el fin Primario del siste. ma democratico es dar poder al electorado para deci- dir en las controversias politicas, y el subordinado, ele. ve gir a los representantes, Por ej contrario, a tenor de la «otra teoria», el or- r¢ den de estos fines quedara invertido: ef Papei del pue- : blo consiste en crear un organismo intermediario, que cree un ejecutivo nacional. De esta inversion nace la consideracion de la democracia como un método, co- mo un mecanismo que tiene por fin mantener el equi- librio social. La participacién, por la que abogaba la teoria rousseauniana, no es un fin en si, sino que pue- \ de conducir a malos resultados, a resultados injustos. Por ello es democracia «aquel sistema institucional para vi llegar a las decisiones politicas, en el que los individuos adquieren el poder de decidir por medio de una lucha t de competencia por el voto del pueblo» 7. E} motor | : del sistema es la competencia entre los Politicos por ef i: voto de los ciudadanos y este mecanismo Produce un : equilibrio estable. Obviamente, aunque pensado para 1 : la vida politica, este mecanismo podria trasvasarse a t otras formas de organizacién social. ; ! Una caracterizacién semejante de la democracia pre- sentaria grandes ventajas frente a la teoria clasica, De entre ellas cabria destacar las siguientes: 1) proporcio- na un criterio para distinguir una democracia freniea * Ibid., p. 343, / 260 otros tipos de gobierno y permite, por tanto, realizar investigaciones empiricas; 2) tiene en cuenta realmen- te las voliciones individuales, en cuanto permite que algun lider las saque a la luz; 3) aclara Ja relacién que existe entre democracia y libertad individual, dada la libertad de competencia y discusién; 4) reconoce el plu- ralismo, representado en la diversidad de elites; 5) acep- ta el hecho fehaciente del caudillaje y la necesidad de expertos en una sociedad de masas, altamente compleja en lo que al saber respecta; 6) cuenta con la tendencia a la apatia, propia de la mayor parte de la poblacion; 7) permite el castigo del gobierno por medio del voto en contra; 8) interpreta la vida politica como trasunto de la econdmica, tal como se desarrolla en los paises capitalistas. Los ciudadanos se comportan como con- sumidores que optan ante unos productos u otros, an- te las ofertas de los empresarios; el homo oeconomi- cus explica también a organizacion politica; 9) si se pre- tende que la democracia consista en Ja realizacién de Ja voluntad del pueblo, surgiran grandes dificultades al percatarse de que es la mayoria quien decide, por- que no puede decirse en serio que se identifiquen la vo- luntad general y la de la mayoria. Realismo, en cuan- to contamos con una descripcién de lo que sucede en los paises democraticos; aceptacién del papel que en las sociedades complejas cabe a las elites y a las ma- sas; soberania entendida como aceptacion o repulsa de los lideres; posibilidad de utilizar los hallazgos de la economia capitalista, son caracteres fundamentales de una teoria, que conjuga elementos tan dispares como elitismo y democracia. Naturalmente, las criticas frente a tal modo de con- cebir la democracia han Ilovido. Se trata de una con- cepcion que fomenta la desigualdad, frente a la esen- cia igualitaria de la democracia; potencia la apatia en el pueblo, condendndole a asumir el papel de «masa» inveteradamente; no satisface el ideal de autonomia in- dividual, legitimador de la democracia, en la medida en que la reduce a competencia electoral; interpreta la * vida social desde un esquema econdémico capitalista, que no tiene por qué constituir la esencia permanente de los hombres; oivida que los lideres no sdlo estan in- teresados en atender a las aspiraciones del bueblo, pa- Ta mantenerse en el poder, sino que pueden satisfacer estratégicamente las aspiraciones de clases 6 grupos con «demanda solvente» y crear en el testo nuevas necesj. dades; y, por ultimo, puede decirse que este modo de concebir la democracia no valora Ja capacidad realiza- tiva de la Participacién. Como en algtin lugar afirma P. Bachrach, el pueblo no puede hacer dejacién de su inteligencia y sentimientos, entregando la capacidad de- cisoria a un gobierno y retirdndose a la vida Privada. Un despotismo benévolo seria una contradictio in ter. minis®: los hombres no han de desarrollarse sdlo en ef sector privado. Frente a semejante reduccionismo a la vida privada, que sélo protege la llamada «libertad de» (la liberacién de determinados Ambitos con respecto a toda interferencia ajena), se alzarfa la concepcién par- ticipativa de la democracia. 1.2. LA TEORIA PARTICIPATIVA A favor del concepto Participativo de democracia se encontraria un conjunto de factores, que podemos es. pigar de lo mas granado de la tradicién democratica. E! primero de ellos consistird en el hecho de que la par- ticipacién en la organizacién de !a vida social sea el mo- do mas fidedigno de expresar la capacidad autolegis- fadora del hombre, cuyo descubrimiento obligé a re. pudiar toda heteronomia, toda legislacion externa. Séto influyendo realmente en las decisiones que dirigen la vida publica Puede satisfacerse la afirmacién, tal vez meiafisica, de que el hombre €s capaz de darse a si mis- Mo sus propias leyes y que, por consiguiente, someter- lo a leyes ajenas es inhumano. 8 P. Bachrach, op. cit., p, 23. 262 : Es en este sentido en el que I. Berlin ha hablado de una «libertad positiva» o «libertad para», a diferencia de la «libertad negativa» o «libertad de». Si con la se- gunda nos referimos al 4mbito en que un hombre pue- de actuar sin interferencias ajenas, con la libertad po- sitiva respondemos a la pregunta «por quién estoy go- bernado?», «gquién dirige mi vida?» *. Pero el ejercicio participativo no sélo satisface una necesidad metafisica, sino que tiene repercusiones de orden psicolégico y educative. Las defensores de la teo- ria participativa sefialan la estrecha relacién que existe entre las cualidades de los individuos, sus caracteristi- cas psicoldgicas y los tipos de instituciones en que viven. Por ejemplo, segiin Rousseau, un sistema ideal es el que desarrolia la accién responsable a través del ejer- cicio participativo. En él el ciudadano se ve impelido a tener en cuenta algo mas que su propio interés inme- diato, a considerar el interés general, y ello le obliga a delibcrar de acuerdo con un sentido de la justicia. Por otra parte, el ejercicio de la participacién permite al individuo convertirse en su propio duefio, en Ja me- dida en que las leyes resultantes son queridas por él, y, por ultimo, acrecienta entre Jos ciudadanos el senti- miento de pertenencia a una comunidad. A esta funcién autorrealizadora y educativa afiadi- ra J. S. Mill una funcién felicitante, que es menester considerar. A juicio de Mill, los hombres gozan con el ejercicio de sus capacidades, con el desarrollo de sus potencialidades y, por ello, una sociedad logra la ma- yor felicidad en su conjunto cuando consigue el ma- yor desarrolto posible de las capacidades de los indivi- duos que la componen. Puesto que el sistema demo- cratico se basa en la participacion de los ciudadanos en la vida publica, la comunidad crece gracias a él en intelecto, virtud, actividad practica y eficacia. Y los individuos, al interesarse por la vida publica, desarro- 9. Berlin, op. cit. 263 Ilan sentimientos altruistas, que son para los hombres una fuente de felicidad. La democracia no se entiende, pues, aqui como un mecanismo, puesto ai Servicio del equilibrio social, sj- no como una forma de vida individual y comunitarig. mente valiosa, que Tespeta y fomenta el caracter auto. legislador de los individuos, les educa en la responsa. de felicidad, A mayor abundamiento, acrecienta en los individugs el sentimiento de «autoestima», en la medida en que el ejercicio Participativo supone el reconocimiento my- to, yuna «idealista», moralmente atractiva, pero apa- rentemente no muy Practicable, zpor cual Podriamos optar que fuera a la vez practicable y moralmente de- seable? Por el momento, las espadas parecen seguir en alto, como muy brevemente comentamos a conti- nuacion, 1.3, NEOCONSERVADURISMO Y TEORIA ELITISTA En los ajfios setenta la confrontacién entre una tco- 264 a cultural, al que se ha dado en denominar «neoconser- vadurismo» "°, La conexién entre teoria elitista y neoconservaduris- mo No es dificil de descubrir, si atendemos a los orige- nes hodiernos de esta postura reactiva. Como es sabi- do, el informe de la Comisién Trilateral sobre los pro- biemas del desarrollo en tos Estados Unidos, Europa Occidental y Japén tiene como conclusién el diagndés- tico: «exceso de democracia» '', Los mismos pensado- res liberal-conservadores, que en fos afios cuarenta y cincuenta habéan puesto los fundamentos de una com- prensién antitotalitaria de la democracia, repudian aho- ra el modelo participativo, Porque un «exceso de de- mocracia», asi entendido, no conduce sino a la «ingo- bernabilidad de las sociedades» y, por tanto, a crisis. Como apunta Dubiel, los argumentos empiricos se pre- sentan dentro del marco de una tesis ya clasica: el ma- yor peligro para una comunidad democratica es la so- breexcitacién anarquica del principio de autodetermi- nacién ”, Tal sobreexcitacién conduce a la ingoberna- bilidad y, por tanto, a las crisis actuales. La solucién neoconservadora a las causas de las cri- sis aglutina tres elementos coincidentes con la teoria elitista: 1) no hay formacién publica de la voluntad, que pueda servir como base de las decisiones publicas; gran cantidad de decisiones politicas ha de arrebatarse a la decision democratica; 2) es menester sustituir la democracia como «gobierno del pueblo» por «el go- bierno querido por el pueblo»; 3) una democracia que funciona es similar a un equilibrio de mercado, por- Que los ciudadanos se comportan como consumidores, y los politicos, como empresarios que compiten por el voto. Se trataria, en suma, de restaurar las condicio- nes sugeridas por Schumpeter para el funcionamiento 10H. Dubiel, op. cit, 'l M. Crozier, S. Huntington, J. Watanuki, The Crisis of Demo- eracy, New York, 1975. '2H. Dubicl, op. cit, p. $0. 265 democratico, ¥ cuyo incumplimiemto habria dado Tue gar al fenémeno de fa «ingobernabilidad», Ahora bien, la cuestién que, egados a este Punto, no podemos dejar de Plantearnos es Ja siguiente: ise deben jas crisis de los afios setenta y ochenta a una in- no ¢s, ni debe ser, sino un mecanismo para mantener ciones elitistas a Jas que nos hemos Visto sometidos han Benerado protestas por frustracion? éNo es Posible —como Dubiel sugiere— que la intranquilidad se de- ba a una conciencia madura de autodeterminacién y de igualdad, que se siente estafada? La respuesta Positiva a esia iltima pregunta consti. 2. LA DEMOCRACIA REAL Cuando aplicamos él adjetivo «real» a Ciertas ideo- logias, como ja socialista, solemos referirnos con ello a Sus realizaciones hasta el momento. Si aplicaramos ste mismo uso a la democracia y quisiéramos referir- NOS a Sus realizaciones en los paises occidentales, me 266 — Bes representantes, valiéndose de la regla de las mayo- yias. En este sentido, la «democratizacién» de la vida Fsocial consistiria en una extensidn de la regla de las ma- yorias a los distintos tipos de organizacién social, de E modo que en cada uno de ellos la masa elija a sus re- presentantes. Ahora bien, una cosa es la realizacion, y otra la rea- ; jidad; una cosa es lo que de hecho las cosas han deve- nido, y otra lo que podrian y deberian ser. En este sen- tido, no es democracia real —a mi juicio— !a realiza- da hasta ahora, sino /as realizaciones contando con los conceptos que, en ultimo término, se usan para legiti- marlas. La realidad incluye no sdélo lo que hay, sino - también los principios que se usan para legitimarto; principios que, a la vez, pueden servir siempre de cri- terios para la critica. Desde esta perspectiva creo poder afirmar que la de- mocracia es una forma de organizacion social superior a otras, porque tiene en su base, no exclusivamente la concepcién de un homo oecononticus, sino la de un hombre, que es también econémico, pero fundamen- talmente autolegislador. El descubrimiento moderno de que cada hombre tiene la capacidad de darse sus pro- pias leyes y es, por tanto, un sujeto y no un objeto pa- ra los demas hombres, solo puede encarnarse social- mente en la vida democratica y es, por ello, el princi- pio que la legitima y le da sentido. . Ciertamente, ninguna de las realizaciones de la de- mocracia ha respetado y potenciado el cardcter autd- nomo de todos y cada uno de sus ciudadanos, pero eso no significa que la democracia legitima, la democracia real, deje de ser la que se propone semejante meta. Lo que sucede es que para alcanzarla es menester recorrer un jargo camino, en el que ir configurando paulatina- mente —pero sin perder la orientaci6n— un ethos de- mocratico. Encarnarlo a través de las dificultades em- piricas y estructurales es la tarea de la democracia real. 2.1. La LoGica CONTRADICTORIA DE LA DEMOCRACIA 1 . Apuntaba no ha mucho S. Giner en sus Ensayos cj. | i viles que la estructura democratica adolece de Proble. t } | dad, ciudadania, comunidad, individualismo), que tra- tan de ponerse en Practica a través de una red de inst}. i tuciones y Procesos, pero que, ademas, esta constitui- da por un conjunto de dilemas Politicos esenciales a, El primero de ellos sera la «contradiccion entre el a una auténtica autolegistacién por Parte de todos los . individuos. . Tanto més cuanto que la segunda de las contradic- ciones se refiere al hecho de que la unidad componen- 8 'S. Giner, Ensayos civiles, pp. 219-255. 268 ee te basica de la democracia tenga que ser el individuo, ¢ mientras que en la realidad lo son las corporaciones. : La tendencia a formar coaliciones es inevitable. Cuan- do las personas no pueden conseguir sus fines indivi- ' dualmente, s¢ unen para conseguirlos colectivamente } por medio de coaliciones estables (instituciones, gre- |, mios, partidos, sindicatos) o fluctuantes (movimien- tos sociales). Solo la corporacion tiene capacidad ne- gociadora, con lo cual crece y se desarrolla lo que ’ algunos han Jlamado «feudalismo democratico»: como ' cada individuo se siente impotente para defender sus ; intereses, se alia con otros individuos que se encuen- tran en igual situacion, presta juramento de vasallaje al grupo —recordando procederes feudales— y éste le garantiza la satisfaccién de sus deseos y Ja defensa contra el enemigo “. E] individuo, como elemento ba- sico autolegislador, se disuelve en la corporacién, que ‘es quien negocia, pacta, firma convenios. En esta «construccion gremial de la realidad», como Giner la ha Hamado, que reproduce al feudalismo medieval, aunque pretendiendo fundamentarse en principios de- mocraticos, puede hablarse de que estamos en una ‘sociedad democratica? ;Qué sucede con los que que- dan fuera? Otras contradicciones comentariamos, pero por el momento tengo que contentarme con enumerarlas; la posibilidad de acceder a una tirania de las mayorias '5, el peligro de fomentar la «envidia democratica» y co- laborar al triunfo de la mediocridad y del espiritu del minimo coman denominador, el riesgo de que el indi- viduo deje de forjarse un pensamiento propio y pere- zosamente se sume al criterio mayoritario, la necesi- dad de.aprovechar el potencial de los expertos, sin que ‘* A. Hortal, «Cambios cn tos modelos de legitimacién», en varios autores, Los valores éticos en la nueva sociedad democratica, pp. 27- 33; A. Cortina, La moral det camatedn, Espasa, Madrid, 199; Hasta un pueblo de demonios. Etica piblica y sociedad, Taurus, Madrid, 1998. ello implique convertir €n masa al resto de los ciuda- danos, etc. Son éstas algunas de tas aporias, que debe tener en cuenta una vida democratia, fiel af cardcter autolegislador del hombre. Son éstas algunas de las aporias que debe asumir un ethos democratico, 2.2. EL ETHos DEMOCRATICO Si uno de los descubrimientos nucleares de la mo. dernidad es el det cardcter autolegistador de los indivi. Tener un didlogo a través del cual intenten conciliar e] interés individual con el general. Las decisiones que afectan a un conjunto no Pueden ser tomadas por un sobre la que incidimos de nuevo 6 En principio seria actitud dialdgica la de cuantos re- conocen en Jos demas individuos —como en ellos mismos~ una capacidad legisiadora, de modo que les i mismos— interlocutores facul- tados a la hora de dialogar sobre las decisiones que les afectan y de tomar Parte en ellas, Lo que anteriormente hemos llamado «Pparticipacién» no seria sdlo «derecho al voto», y en este punto creo que se han malentendi- ‘eo S. Mill, On Liberty (trad. cast. en Alianza, Madrid, 1979, p. $9), 16 Ver cap. 7, apartado 3, del presente libro. 270 a RB do las éticas dialégicas. Lo que legitima una decisién Ee jo es simplemente que se tome por mayoria, porque wna decisién mayoritaria puede defender intereses par- F iculares tanto como una decision minoritaria. Lo que HH icgitimara tal decision seria: 1) el establecimiento de F un dialogo en que participaran todos los afectados por {a decisién que se va a tomar, o bien, en caso de que fuera imposible la participacién directa de algunos de ellos, que participaran a través de eu/énticos represen- tantes de sus infereses; 2) el didlogo se celebraria en con- diciones de informacion suficiente; 3) los participan- tes estarian dispuestos a llegar a una decisién en que se defiendan intereses generalizables; 4) puesto que fo racional en las decisiones es seguir la regla de unani- midad, pero la unanimidad rara vez es accesible, seria . preciso arbitrar mecanismos que hicieran sentir en la decision final los intereses de todos los afectados. Naturalmente, todo ello comportaria, como condi- cion de posibilidad, el compromise de respetar la vida e integridad fisica y moral de los participantes poten- ciales en el didlogo, asi como el de fomentar positiva- mente su progreso material y cultural, de modo que puedan Ilegar realmente al nivel de interlocutores vali- dos. La eliminacion fisica 0 moral del interlocutor po- tencial, el desinterés —consciente o inconsciente— por que alcance un nivel material y cultural digno son sin- tomas de que no se acepta el cardcter autolegislador de los individuos ni, por tanto, el proceder demo- cratico. En algin lugar he sugerido que el principio de uni- versalizacién, que consiste, a nivel moral, en el inten- to de situarse en el lugar ajeno a la hora de defender intereses y tomar decisiones, es el verdadero motor del progreso. Y Ja verdad es que sigo manteniéndolo. S6- lo la actitud, propugnada por la tradicién democrati- ca, de atender no solo a los intereses propios, sino a los de todos tos afectados por un pacto —actitud que revela un sentido democratico de la justicia—, puede constituir un auténtico motor del progreso. ah iy im a 271 Trabajar por el Progreso —decia en aquella oca- sién— no consiste en poner una etiqueta al Propio 8rupo y decidir que los demas son de derechas, Traba- Jar por e! Progreso no consiste en alardear de irreligio. sidad, Trabajar Por cl progreso no Consisie en crear una moral legitimadora de tas Propias estrategias y detrac. tora de Jas ajenas, Trabajar Por el Progreso, y no por la reacciOn, significa hacer dej Principio de universalj- Zacién ef Principio racional y Sentimental de ta convi- vencia. Quien, a la hora de decidir las normas que han de regir las Telaciones sociales, Practica racional ¥ emo- cionalmente la Asunci6n ideal de rol; quien fomenta en la vida Privada y en ja publica ta comunicacién enca- minada qa conocer los intereses Personales sin dejarse S6lo un ethos semejante seria capaz, a mi Juicio, de realizar una democracia rea]: una democracia legitima ¥ moralmente deseable.

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