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Los cambios pequeños pueden producir resultados grandes, pero las zonas de

mayor apalancamiento a menudo son las menos obvias

El pensamiento sistémico enseña que los actos pequeños y bien focalizados a

veces producen mejoras significativas y duraderas, si se realizan en el sitio apropiado.

Los pensadores sistémicos lo denominan “principio de la palanca”.

Afrontar un problema dificultoso a menudo requiere ver dónde se encuentra el

punto de apalancamiento, un cambio que con mínimo esfuerzo llevaría a una mejora

significativa y duradera.

Buckminster Fuller tenía un maravilloso ejemplo de apalancamiento que

también le servía como metáfora para el principio de la palanca, el “apéndice de

orientación”

El apéndice de orientación es una especie de “timón del timón” de una nave.

Constituye una metáfora maravillosa de la palanca, no sólo por su eficacia sino porque

no es obvio. Si no supiéramos nada de hidrodinámica y viéramos un gran buque

petrolero surcando el mar, ¿hacia dónde moveríamos el timón si quisiéramos virar a la

izquierda? - Rpta: Hacia la izquierda, desde luego.

De la misma manera, los cambios de alto apalancamiento en los sistemas

humanos no resultan obvios para quien no comprende las fuerzas que actúan en esos

sistemas. No hay reglas sencillas para efectuar cambios de alto apalancamiento, pero

hay modos de pensar que los facilitan. Un punto de partida consiste en aprender a ver

“estructuras” subyacentes en vez de “hechos”; cada uno de los “arquetipos

sistémicos” expuestos más adelante sugiere zonas de alto y bajo apalancamiento.

Otro punto de partida consiste en pensar en procesos de cambio y no en

“instantáneas”.

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