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ee @e@ BOSS 2000 -@e ss ~ ee “> e Ow ee ef 0890000E O 360000006 ss os LA SOCIOLOGIA DE ) ERVING GOFFMAN melusina >CoOLecciOn CIRCULAR Agradecimientos ste libro ha contado con la colaboracién de Brienne Leclercq, Anne Piree, Joban Tittiaux © Yves Winkin, los que expresamos nuestro nds profundo agradecimiento. Vaya nuestra gratitad también a Pascal Corbemale, Dominique Merlliéy Jean-Paul Pisiou +, por el modo en gue han acompatiado nuestro trabajo Tieulo original: La sociologie de Erving Goffman © feditions La Découverte, Paris, 2005, © De la eraducci6n: Ménica Silvia Nasi Revisién: Albert Fuentes © Editorial Melusina, s.t., 2006 www.melusina.com Disefio gréfico: David Garriga Queda rigurosamente prohibida, sin la aucorizacién de los tieulares del Copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproduccién otal 0 parcial de esca obra por cualquier medio 0 procedimiento, com- prendidos la reprografia y el tratamiento informético y la diseribucién de ejemplares de ella mediante alquiler 0 préscamo piiblicos. Fotocompuesto en Victor Igual 8.1. Impresién: Hurope, 5.1 ISBN-13: 978-84-96614-04-8 Ispn: 84-96614-04-2 Depésito legal: B-27842-2006 Printed in Spain Reglas y ritos Después de la metafora teatral, descubramos otro Lenguaje uti- Y lizado por Goffman: el de las reglas y los ritos. ¢Cémo describir Jas reglas y los ricos puestos en prictica durante las interaccio- nes? ,Cudl es su raz6n de ser? ¢Qué sucede en la interaccién cuando las reglas no son respetadas, cuando Los ritos son profa- shados? Nos ocaparemos de todo ello en este capitulo y en el si- guiente. fT ‘Concrariamente a la opinién comin, segén la cual los indi-_-) viduos actin conforme a su , como sefiala Winkin ({1964/1991}, «BL olvido de la sieuacién>, p_ 129). Por ello, precisa este comentatrisea, Goffman se distingue Paco de quienes analizan el lenguaje «lesde el exterior», estable- iendo correlaciones entre éste y las caracteristicas del locuros, Como de aquéllos que lo analizan «desde el interior» para descubrir sus eseructuras morfol6gicas y sint&cticas. El interés de Goffiman por la conversacién siempre se mancavo intacto e, incluso, adquiti6 un cariccer més sistemético al final de su vida, como arestigua su Gltimo libro, Forms of Tale (1981). Presenca- nos a continuacién diferentes aspectos de esta selecci6n de areiculos. ‘Asi, en los andlisisreferidos a las ocasiones sociales, reproducimos un fragmento de «The Lecture» (La conferencia) (FT, pp. 162-195); cuando abordemos las interacciones en piblico no focalizadas, men- ‘cionaremos el caso particular del soliloguio, estudiado en el capiculo ssResponse Cries» (Exclamaciones) (FT, pp. 78-122); finalmente, co el capitulo siguiente, presentaremos la regla que se desprende de le condiciGn de felicidad («Feliciey's condition») (1983) Goffman considera que no es facil respetar la regla del com- promiso en la conversaci6n. Cuando ésta es obedecida, estima el autor, «la interaccién “funciona”, es feliz» Por el contratio: 50 | Lasociologia de Erving Goffman «Cuando un encuencro no capta la atencién de los participantes, ‘| pero tampoco los libera de la obligacién de participar en él, eg probable que las personas presentes se sientan inquictas; para ellas la interacci6n no sale bien. Una persona que crénicamente se inquieta a si misma 0 a los demas en una conversacién y ani- quila siempre los encuentros es un parcicipante defectuoso en interacciones; es probable que tenga un efecto tan funesto sobre a vida social que lo rodea, que lo mismo da que se la considere una persona defectuosa» (RI, p. 121) Sefialemos que, en este texto, Goffman nos oftece una de las claves de su concepci6n de la identidad: la calidad de una per~ sona —tal y como los otros la reconocen— es proporcional a su. capacidad de respetar las reglas de la interaccién. También ha- amos en este extracto el vinculo entre, por una parte, el respe- to o el no respeto de las reglas y, por otra, las emociones tanto positivas (la alegrfa) como negativas (el malestar). Y por dleimo encontramos, a propésito del compromiso, las posibilidades de simulacién que atraviesan la obra de Goffman y que ya hemos comentado a propésito de la metéfora del juego (capitulo 11, sec- ci6n «Los actuantes estigmatizados»). Asi pues, sin duda es po- sible para un actuante simular el compromiso, pero como es ci- ficil que la simulaci6n resulte del codo lograda, ésta brinda a los dlemés actuantes el mensaje de que se esta simulando el com- promiso, lo cual puede ser interpretado como una marca de tac- to... 0 de cinismo. Un actuante puede también simular desinte- és y por ende aburtimiento, por ejemplo, para ocultar su turbacién en una conversaci6n que le incomoda. Los recursos seguros El fragmento siguiente pertenece a la tesis de doctorado de Goff man (1953/1991, «Los recursos seguros», p. 101). En él, el au- tor describe los diferentes medios utilizados por los habitances de la isla observada para mantener el compromiso en la interac- Po Reghasy cos | 51 Sas ila de Dison, or Fecuente objero de comencaie la ce Nrevaban las dos barca dl lager Ea pein rambién 268 Sa seguro los corderos¥ 10s POHOS, PAST ‘quedaba entendi- cro oe lie podla sustearae 2 sus eneaneos La gente explotaba de. aevaicamense cn su patique cuales faccidente en Is isha, cual remafermedad, muerte o boda de los demés, Bra parcicularmen- avi na enfermedad que se prolongese unas ‘cuaneas semanas, org os interlocutores pode jreguntarse varias veces al dia so- Port estado de salud det desgeaciado, ofzeciéndole al misrno tiem asia, En Dixon se hablaba muy a menudo del ScmP® Be a os pequefos labradores, se eataba de} efecto ‘del tiempo 80- sig covecha ~ Para ls labradores, desde ues» ‘el tiempo es una be Tgencia importante, pero se eataba de #180 ‘més. Si el tiempo corn que era lo que solia ocurtit, los comentarios e quitaban cra jorcancia, iasistiendo mds bien en que el fecaroe Oe se dejaba sear eal arrojaba, en Jos dias mis triste, jatercambios de la abat especie: I gl tiempo no és mauy bueno, Hace un ciempo horrible = Noes buen tiempo para las pacaras. — No, nada de eso. Tee ver que se productan cales didlogos, los participane’s Pas secgn seafnmat su lealtad a las condiciones einances en 12 IY ¢ fos personas que quedaban en ella. El compromiso en las ocasiones sociales En Behavior in Public Places, Goffman define ana ocasién social como auna circunstancia social, una empresa 0 0 aconteci~ ‘mienco de cierta magnitud limicado en el tiempo y , «se lo ruego», el intercambio de re- galos, de visitas, etc. Para Goffman, este tipo de intercambio es fundamental en el marco de nuestras interacciones cotidianas. En efecto, si s€ agrupan los intercambios correctores que acabamos de abordar y los intercambios de saludos que remiten a lo que hemos lla- mado ances la deferencia (seccién «Preservar la propia cata y la del otro»), se abarca, desde un punto de vista cuantitativo, gran parte del contenido de las relaciones incerpersonales. Pero estos 56 | Lasociologia de Erving Goffman dos tipos de inercambio son importantes sobre todo desde un punto de vista cualitativo: constieuyen los «breves rituales» que los individuos realizan para el otro; estos pequefios rituales re- ‘emplazan las «grandes ceremonias» de antaiio, cuyos destinata- rios cran los dioses: «En la sociedad contempordnea estén en de- cadencia en todas partes, al igual que los largos programas ceremoniales que entrafian largas series de ricos obligatorios. Lo que queda son breves rituales que un individuo ofrece para otro, que son testimonios de buena educacién y de buena vo- luntad por parte de quien los realiza y de que el receptor posee un pequefio pacrimonio de sacralidad. Io que queda, en resu- ‘men, son rituales interpersonales» (RP, p. 79) Aqui, como ocu- rre a menudo cuando analiza las interacciones en términos de Fito, Goffman se inscribe en la tradicién durkheimiana. En esta perspectiva, las reglas y los ritos se revelan exteriores a las con- ciencias individuales y ejercen sobre ellas una coaccién, segGn la definicin durkheimiana del hecho social (Steiner, 2000). ¥ como las reglas son sociales, siempre segiin la l6gica durkhei- miana, pueden conferir un cardcter sagrado a aquél al que tigen, 0 sea, al individuo. Volveremos sobre esta filiacién durkheimia- na en el capitulo v1 | El no respeto de las reglas | y el tema de la locura | in este capitulo, exploraremos una dleima regla presentada por ‘ffman: la que nos insta a presentar una apariencia normal. Esta regla nos introducira en uno de Tos temas cencrales dé Ts obra: cl tema de la locura (seccién «Presentar una apariencia normal»). Si hay individuos que no respetan las reglas, corrien- do el riesgo de ser considerados enfermos mentales, tambiéu existen Ciertas instituciones —las instituciones corales— que imponen condiciones de vida tales que se hace imposible el res- ppeto dle esas mismas reglas por parte de las personas que residen en ellas (seccién «Las instituciones totales»). Presentar una apariencia normal En un articulo titulado «Felicity’s Condition» (1983) Goffman facrae nuestra acencién sobre otra exigencia a la cual deben res- ponder los actuantes cuando interacttian con los demas: sus ara los otros. En efecto, «cada vez que entramos en contacto con el otto, ya sea por correo, por teléfono, hablindole frente a frente o incluso en virtud de la abligacién crucial: hacer nuestro comportamiento comprensi- ble y pertinente, teniendo en cuenta los acontecimientos tal y comportamientos deben ser comprensibles simple copresencia, nos encontramos ante una como el otro seguramente va a percibirlos. Sea como fuere, 58 | Lasociologia de Erving Goffman nuestros actos deben dirigirse a la conciencia del otro, es decir, a su capacidad para interprecar nuestras palabras y actos en busca de prnebas de nuestros sentimientos, de nuestros pensa~ micntos y de nuestras incenciones» (1983, p. 52) Segtin Goff- man, sin duda puede suceder que nos veamos obligados a adop- car comportamientos que, durante un corto lapso de tiempo, pueden resultar opacos a ojos de los demas; pero enseguida nos ‘ocupamos de afiadir las indicaciones que permiten compren- derlos mejor. En su obra, Goffman va a desarrollar esea regla de la Jegibi- lidad de los comportamientos con dos inflexiones diferentes: en. Giertos textos, seal GuEe Ta TeEibiTidad de los comportamientos evita que el actuante sea visto como un enfermo mental; en otros textos, la legibilidad evita que el actuante sea considerado peligroso. Manifetar la salud mensal En su articulo «Felicity’s Condition», Goffman muestra cémo se aplica esta regla cuando mantenemos intercambios verbales con otros. En estas circunstancias, «nos vemos obligados a dar pruebas de que estamos cuerdos ... ya sea por medio de Ta adn ‘seracién de Auestras propias palabras 0 dando prucbas de juestra comprensién de las del otro» (1983, p. 27). Sin embar- go, Goffman precisa que esta condici6n se aplica igualmente cuando Jas personas no mantienen un intercambio verbal (ex- tremo que puede apreciarse con claridad en los dos ejemplos del texto anexo). En efecto, la regla que consiste en hacer compren- sible el propio comportamiento puede entonces considerarse va- ida en todas las siuaciones de interacci6n, al igual que la doble regla del respeto a la cara, ya descrita en el capfeulo 1 Por ello, Ja mejor manera de facilicar al otro la incerpretacién de nuestro propio comportamiento es respetar las reglas, haciéndonos pre=_ visibles ante los demas. Respetar las reglas de la interacci6n es f mejor modo de respetar la cara de los otros y la de uno, asi EJ no respeto de las reglas y el tema de la locura | 59 como respetar estas reglas es Ja manera més segura de hacerse Comprender por los demés. Tiacer comprensible el propio comportamiento Een Relaciones en piiblico, Goffman da varios ejemplos que explican ee eecigencia, entre los cuales citaremos dos: «Asf, ana persona que espera en una parada de autobés en medio de una manzana, a se elanea la cabeza por encima de la acera y mire ijamente ha- vie gu izquierda, es de suponer que para determinar cuindo lege el sarobds, aunque tendeé tiempo més que suficienre para prepararse a subir cuando el aucobiis efectivamente dé vuelta a la esquina .. ‘Lina azafata de aviGn que esta a mitad de pasillo desde la cocina y recuerda algo que la obliga a darse vuelta y deshacer el camino re- cortido, chasquea los dedos: ‘de la mano derecha y mueve la cabeza, semi si se enfadara consigo misma, con lo cual oftece pruebas cla ramente visibles de que, por Jos menos, no esti desorienrada ¥-¢ cada y Con FESSE Tar Sends 3, ademés, esta To bastance segura de sf misma como para dividirse en dos a fin de que una parte juzgue claramen- te ala otra (RP, pp- 141-142). Aqui es donde se inscribe, en Goffman, el ter enfer- medad mental. El enfermo. mental no es, para Goffman, alguien todo. au 8g FSP ERE Ee ERG BE tieutar-larque acabamos de presentar “Goffman trata el tema de la cafermedad mental en numero- sos libros: Ritual de la interaccién, Internados, Relaciones en pitblico 3 incluso en Forms of Talk. Vernos pues por qué es verdadera- mente central en su obra la figura del enfermo mencals ella per- mite, por contraste, comprender un aspecto fundamental del orden social: que este orden se constituye mediante el respeto de un conjunto de reglas. Ast, en «La demencia del lugar», Goffman podra escribir: «Los |lamados sintomas mencales es~ tan formados por Ja sustancia misma de la obligaciGn social» (RP, p. 376). 60 | Lasociologia de Erving Goffman La enfermedad mental como no respeto de las reglas: el ejemplo de los lugares pablicos En el articulo «La demencia del lugar», Goffman muestra que es considerado enfermo mental aguel que opta deliberadamente por no respetar las reglas de la interaccién, en particular en los lugares pa blicos: «Un ligar muy importante de los sintomas mentales consis- ce en los lugates piblicos y semipiiblicos: calles, tiendas, batrios, tcransporces pablicos, etc. Ea estos sitios impera una red finfsima de obligaciones que asegura el rafico y la coexistencia ordenados de los parcicipances. Estén delineados modos de territorialidad personal, y se emplea el respeto de las fronceras como medio clave de ordena~ cién de la presencia mucua. Muchos sintomas clésicos de psicosis consticuyen una inft recisa y descarada de esas disposiciones cerricoriales ... Existen ineromisiones que entrafian la revelacidn 0 el ensuciamiento, como ocurre cuando a un paciente le da por desnu- darse, 0 invita con demasiada facilidad al contacto de conversacién a otros, 0 ea vor alta reconoce cosas vergonz0sas acerca de s{ mismo, 0 se ensucia con alimentos a medio comer, 0 jueya abiertamente Con los mocos, o se mete cosas sucias en la boca» (RP, pp. 349-350), Se entiende entonces por qué presentar ance el otro la apa- riencia de gozar de salud mental es una «condicién de felici- dad». En efecto, nos explica Goffman, la enfermedad mental «crea un caos» en el orden social, asi como «Crea un Caos» en nuestro sentimiento de identidad. Sin duda, esta alteracién se ve en parce contenida cuando el encorno se da cuenta de que la persona estd loca, pero no del codo; la perturbacién subsiste atin después de que se haya diagnosticado la enfermedad mental (RP, p. 348) Manifestar el cardcter inofensivo En el capitulo «Las apariencias normales» del libro Relaciones en piblico, surge una segunda inflexién en la formulacién de esta regla de la legibilidad de los comportamientos. El elemento por El no espero de Jas reglas y el tema de la locura | 61 oposicién al cual se define la normalidad ya no es aqut la enfer- oredad mental sino la agresién, tanto contra los bienes como ppnera Jas personas. Bn efecto, si nuestros actos y nuestras in-——> eeaciones no son comprendidos por los otros, esto puede susci- tar en ellos la impresién de que surge un peligro en su entorno / y ponetlos en un estado en el que querrdn hacer frence a ese pe- ligro. — “Algunas Criticas al punto de vista gofimaniano sobre la enfermedad mencal ‘La manera en que Goffman enciende la enfermedad mental ba sus~ citado, como es de imaginar, gran cantidad de eefticas, en especial provenientes de los médicos y especialistas del campo de Ia salud Inental (Goffman, 1957; Siegler y Osmond, 1971/2000, pp. 419- 424; Sedgwick, 1982/2000). Retendremos esencialmence eres. "Al reducir la enfermedad menral al no respeto de las re~ 1 gles, Goffman adopts ua punco de vista que pretends explicar todo mediante lo social, Dicho de otra manera, da pruebas de “sgetblogismos:>Ahora bien, no rods la diversidad de los sfaro~ mis puede sor considerada desde este punto de vista: por ejemplo, 1 yo fragmencado, alienado del esquizofiénico no se deje apre~ hhender en su especificidad por medio del estudio genérico de la enfermedad mental que propone Goffman. “Goffman se encierra en una posicién dualisea, distinguiendo radicalmente, por una parte, la enfermedad 6% Sanay, por oma, | ) enfermedad mental. Considera que la enfermedad organica, social menee-nencta; 10 Imipide al enfermo desempefiar bien su rol, mien~ tras que la enfermedad mental, por el contrario, perturba ¢l orden social por el no respeto de sus regilas. La critica se fanda aqui en el hecho de que Ia demarcaci6n entre enfermedad orgnica y psiquica varfa precisamente en la historia de la medicina, siendo a veces ob- jeto de duras polémicas enere fos actuances det mundo médico. — Goffman alude a veces, como argumento que respalda su punto de vista, a la imporencia del personal médico ante los sinto~ imas que presentan los enfermos mentales. Segtin él, los médicos se limitan a identificar los trastornos y a alejar al enfermo de Ja co- 62 | Lasociologia de Erving Goffman ‘munidad; no curan realmente al enfermo mental. Este argumenco, sin duda ya exagerado en la época en que se publicaba Internader, lo s hoy atin mas, Frente a estas criticas, Manning (1992) recuerda que Goffman no cree que la enfermedad mental se reduzcs al andlisis que él hace de ella En todo caso, muestra que los allegados de Jos enfermos y, teas ellos, los psiquiatras se basan ampliamente en estos criterios de no respeto de las reglas de la interaccién. Ahora bien, tras este 0 espeto de las reglas, Ia enfermedad mental esté quizas presente en ciereas circunstancias, mienceas que est ausence en otras. Goffman se inspira aqué en el andlisis del comportamiento animal, En efecto, las investigaciones etolégicas muéstran que ciertas-@species animales manifiestan fundamentalmente dos modos de actividad. El animal se dedica a sus quehaceres coti- \ dianos: come, digiere, se ocupa de sus crias, etc., siempre y cuando tenga la impresién de que todo estd en orden en su en- toro y perciba que las apariencias son normales (de at el efeu~ lo del articulo de Goffman). Pero si su sistema de vigilancia le advierte de una perturbacién en su entorno, es decir, si percibe una «alarma», puede, en un breve lapso de tiempo, abandonar su actividad anterior y alistarse para hacer frente al peligro (RP, pp. 240-241). Goffman transpone estas observaciones a las relaciones entre Jos humanos. En particular, se interesa por la manera en que un Css procede generalmente en los ugares piiblicos paraevitar r fesencadenar en el otro las «alarmas». Para clio, trata de evi- ‘tar que Sus intenciones Sean Opacas y proporciona una «infor- macién social» suficiente. Supongamos que el actuante acaba de jniciar una inceraccién con otra persona; con su comportamien- ro, manifestard a los demas de qué tipo de interaccién se trata. zAcaba de abordar aun desconocido para pedirle informaci6n?, Sse encuentra con un conocido?, Zo quizés se ha encontrado con Su pareja? Esta informacién puede vehicularse por distincos me- dios, y Goffman se detiene en la presentacién de los signos —en particular, en el uniforme— que poseen los agentes dle trifico, | [Bl no respeco de las reglas y el tema de Ia locura | 63 sos porteros, etc. as cuales uno puede recurrit pare orientarse tos portapacios pablicos. Estos signos permicen Jos respons. or ne eseas careasefectuar su trabajo sin causa alarma eners las es eas que les odean. Goffman rmuesera luego que esos mis: pereegignos pueden sof uciizados frauduleneamente por Perso” aos ue cometen verdaderas agresiones, haciéndolss aparecer nas jcciones inofensivas. Cita el ejemplo del laden que, pro~ comp del uniforme y de la moto de un agente de trifico, detiene vistpangén blindado, avisa a sus ocupantes de que la poticia aca sen ge conocer que alguien puso tuna bomba en el veculo, les pide Que salgan y se magcha entonces con el bocin (RP. PP 303-304). {En definitiva, el buen interactuance es, para Goffman, aquél cayos comportamientos son comprensibles y que manifieste asf cnre Jos otros que esta mentalmente sano, pero también que es fina persona que acttia de buena fe, que merece confianza. Dicho seorra manera, procura no inquietar al otro, permiriéndole acy coder al sentido de sus actos, un sentido lo suficientemente cer- cgno a la norma social como para hacer que el otro no se retire Se la interacci6n. Asi, la claridad de nuestros actos permite que Se den interacciones entre desconocidos, !as cuales son uno de Jos componentes de Ia vida en sociedad. Las instituciones totales En 1961, Goffman publica Internados, cuyo subtfcalo es: Ensayas obre La situacién social de los enfermes mentales. El libro se sittia en an nivel que Goffman explorara poco en su obra, el del anilisis de las organizaciones, que podemos denominar igualmente ni- Yel «mesosociolégico» (Dortier, 1998, pp. 295-300). Lo que le jnteresa aqui es la manera en que un tipo particular de insticu- cién, «la inssiucion coal produce las identidades de aquéllos, a los que flamaré “recluse _ Este concepto, acufiado por Goff man para dar cuenta de la realidad del hospital psiquierico que ha observado, dista de reducirse a este contexto en particular 4 vw 64 | Lasociologia de Erving Goffman Las caracterssticas de las instituciones totales Goffman comienza Internados con una definici6n de la institucién toral como: «un lugar de residencia y crabajo, donde un gran nti- mero de individuos en igual situacién, aislados de la sociedad por un periodo apreciable de tiempo, comparten en su encierro una rutina diaria, administrada formalmente» (Ine, p. 13). Los ejem- pplos dados por Goffman son, ademas del hospital psiquidtrico, las organizaciones que se ocupan de las personas inofensivas pero in- capaces de cuidar de si mismas (hogares para discapacitados, huérfanos, ancianos), los lugares de reclusi6n para personas consi- deradas como una amenaza para la colectividad (cdrceles, campos de concentracién), las instituciones creadas para llevar a cabo una area (cuarteles, barcos, escuelas de internos) y, finalmente, los es- tablecimientos religiosos que proponen un lugar de retiro fuera del medio mundano (conventos, abadias) Cuatro elementos son esenciales en la definicién de la insti tucién total (Int, pp. 18-25): —— la discontinnidad respecto del mundo exterior, que se mate- tializa generalmente en la presencia de obstéculos fisicos en las entradas y las salidas, tales como altos mutos, puertas cerradas, cextensiones de agua, pantanos y bosques} — la institucin se encarga de tadas las necesidades y, pot consi~ guiente, de todas las actividades a las que se consagran los re- clusos, en un mismo lugar, bajo una sola aucoridad, en condi- ciones de promiscuidad con el mismo grupo. Esto constituye una diferencia esencial respecto de Ia vida fuera de Ia instiu- ci6n, en la cual el individuo ocupa una multitud de roles y tie- ne, para cada uno de ellos, «ptiblicos» diferentes; — Ia institucién coral adopta un mado de funcionamienta buro~ ordtico, que implica reglas y una vigilancia regular por parte del personal adminiserativo; —— Ios contaactos entre los veclusos y los supervisores son limitados, lo que contribuye a producir en cada grupo «tigidos estereotipos hostiles» del otro grupo (Int, p. 21). ’ FI no respeto de las reglas y el tema de Ia locura | 65 ' La destrucci6n de la identidad de los reclusos Si Goffman se interesa por las instieuciones totales, es esencial- pence para comprender cémo éstas destruyen la identidad de {fos reclusos. Se ocupa aqut de las diferentes etapas que jalonan lo que él Hama la «carrera moral» del recluso: recepcién, admi- ‘sién, inegraci6n, etc. Considera al respecto que «el futuro in- terno llega al establecimiento con una concepcién de sf mismo que ciertas disposiciones sociales escables de su medio habicual hicieron posible. Apenas entra se le despoja inmediatamente del apoyo que éstas le brindan. Traducido al lenguaje exacto de al- igunas de nuestras instituciones totales més antiguas, quiere de- \ Gir que comienzan para é1 una serie de depresiones, degradacio- nes, bumillaciones y profanaciones del yo» (Int, pp. 26-27). ‘Luego, Goffman desarrolla ampliamente (Int, pp. 27-46) los diferentes procedimientos de mortificacién del yo, que van desde el aislamiento respecto del mundo exterior hasta Ia pérdi- Ga de auronomia (por ejemplo, los adultos reclusos deben pedir | aucorizacién pata llamar por teléfono), pasando por la desperso- nalizacién (uso de prendas estandar, etc.) y la pérdida de control sobre los «territorios del yo» (ya se trate de informaciones per- sonales inscritas en un documento, de la imposibilidad de man- ‘tener una distancia suficiente respecto de los otros reclusos o in- cluso, en ciertos casos, de una alimentacién forzada). Estos diferentes procedimientos ilustran la manera en que la institucién total priva a los rechusos de todos los medios por los cuales se constituye normalmente 1 valor det yo. Goffman ha- blard de los «fandamentos ceremoniales del yor para designar / esos medios indispensables para la afitmacién de sf y de los otros como humanos respetables (RI, p. 57). La insticucién total im- posibilita las pequefias ceremonias por medio de las cuales se expresa y al mismo tiempo se constituye el valor del yo. Sefialemos también que este anélisis del hospital psiquigcri- co debe ser relacionado con el de la enfermedad mental (secci6n, «Presentar una apariencia normal»). Para Goffman, el enfermo 66 | Lasociologia de Erving Goffman mental es ante todo aquél que no respeta las reglas de Ja inte~ raccién. Internados describe el tratamiento que s¢ le inflige: la Vv profanacién sistematica de su identidad. Se impone un paralelo entre estos dos aspectos del anélisis goffmaniano: la infraccién de las reglas sociales se paga suftiendo un cratamiento extrema- iy) damente duro. La enfermedad mental se encuentra pues en el seno de la ote de Goffman; su andlisis muestra cudn centrales son las re~ de la interaccién, tanto para el mantenimiento de la iden- tidad personal como para el del orden social. El yo como resistencia Mieneras que en coda su obra Goffman insiste en el hecho de quelas identidades se constituyen mediante el respeto del orden | __ flat en Imemador aparece el punto de visa inverso: sel yose \\ produce, es por la distancia que mantiene respecto deTorten 3- cial y por Ta Fest o Esta resistencia manities- t@un «movimiento de libertad» (Int, p. 300), un deseo de «re- chazat a los que lo rechazan» (Int, p. 310). @Cuales soa las formas adopradas por esta resistencia? Goff ‘man las retine bajo el concepto de gatfiste secundarion Si se defi- ne como «ajuste primario» woe ce ace el individuo para conformarse a lo que la institucién espera de él y, por consiguien- te, para incorporar el rol que le es asignado, se llamar «ajuste se- cundario» a «cualquier arreglo habitual, que permite al miembro de una organizacién emplear medios 0 alcanzar fines no autoriza- dos, 0 bien hacer ambas cosas, esquivando los supuestos implici- tos acerca de lo que deberfa hacer y alcanzar y, en tiltima instan- cia, sobre lo que deberia ser. Los ajustes secundarios representan vias por las que el indivi aparta del rol y del ser que Ia ins Fitucién daba por sentados a fit, p. 190). Goffman se inceresa por la identificaci6n de los diversos ti- pos de ajustes secundarios: explotar el sistema, por ejemplo ha- ciéndose pasar por enfermo para recibir mas atenci6n por parte El no respeto de las reglas y el tema de la locura | o7 det personal; guardar en Jos bolsillos o en otros lugares protegi- see objeros personales prohibidos; preparar «sistemas de trans itjsion» para es0s objetos; ocapar «lugares libres» (es decir, ¢s- vos normalmente prohibidos, donde la vigilancia ¢s laxa, lo Bie permite desarrollar actividades que no se pueden realizar en Tagares del hospital controlados con mayor severidad), etc. Los lugares libres “Bl consumo sustitutivo de lugares libres era el caso mais patético Je sustitucién en la vida del interno, Los paciences recluidos solfan pasar el tiempo mirando por la vencana que daba al excerios, cua Me estaba a su alcance, 0 siguiendo por la mirilla de la puerea la Sceividad que se desarrollaba en el parque del establecimiento, 0 en ln sala. La posesi6n del alféizar de wna ventana solia provocar agrias disputas entre los pacientes varones de las peores salas. Conseguido lalféizat, el ganador se enicaramaba basta el angosto asiento y per Snanecfa alif acuerucado, mirando hacia afuera a través de los barro~ tes, jancando todas sus fuerzas para mantener la nariz pegada al exeerior, y ast alejarse en cierto modo de la sala y liberarse de sus featricciones territoriales ... Puede sugerirse que, cuanto més in- fgrato sea cl ambiente en que un individuo esté obligado a vivir, pds ficil resulraré que los Lugares se ealifiquen como libres. Asi, en algunas de las salas “peores” —-que alojaban hasta sesenta enter mos, muchos de ellos “regresivos”— el problema planteado por la ‘escasez de personal para el turno de Ja noche (16 a 24 his.) se solu Cionaba embretando a todos los pacientes en 1a habitacién de estar Giurna, y bloqueando la entrada, de modo que pudiera ponerse a ada interno de la sala bajo la vigilancia de un par de ojos. La hora ‘oincidfa con la salida del personal médico; con Ja oscuridad (en in- vierno), muy evidente, debido a la deficiente iluminaci6n de las sa- las; a menudo con el cierre de las ventanas. A esa hora cafa una som- bea sobre lo que ya era sombrio, y se agravaban los sentimientos rnegativos, la tensi6n y la discordia. Unos pocos internos, general- mente los mismos que se mostraban siempre bien dlispuestos pars parrer Jos pisos, para tender las camas y para arriar al havo de los ‘oucos pacientes « dormis, obrenfan permiso para quedar fuera de 68 | Lasociologia de Erving Goffman esta zahiirda, y vagar libeemente por los corredores desiertos, entre Jos dormitorios y las dependencias internas. En tales ocasiones, ‘cuando el personal habfa explicado ya, sin hostilidad casi, la sicua- cidn vigente, cualquier lugar ajeno a la habitacion de estar diurna asumia un tono de dulce sosiego. Lo que estaba “fuera de los tes" fijades para la mayoria de lof pacientes, en virtud de esa mis- wiadisposicidn se convertia én un lugar libre para unos pocos Esco _ Aun si consagra un anélisis derallado a los ajustes secun- darios, Goffman reconoce explicitamente que no hay que so- brestimar su importancia cuantitativa (Int, pp. 294-295). En efecto, nos encontramos ante una instituciGn toval que, por de- finicién, utiliza poderosos controles; por otra parte, en el hos pital psiquiderico que analiza, se asocia cierta vergiienza al es tatuto de enfermo mental, lo cual dificulta la solidaridad entre los reclusos. > Asi pues, més que desarrollar ajustes secundarios, numero- sos enfermos adoptan otras estrategias. Entre éstas, citemos la ineroyecci6n, la conversién al rol del perfecto recluso 0 incluso la estracegia de la «relajacién moral». Con esta tiltima expre~ sién, Goffman designa el comportamiento de aquéllos que, por estar inmersos en una atmésfera general de deshumanizacién y haber sufrido numerosos cambios de sala, Iegan a considerar que la imagen que los otros tienen de ellos mismos es inconsis- tente, labil y que, en definitiva, pueden vivir sin que les impor- te. En lo que se presentarfa normalmente como conductas auto- destructivas, estos enfermos Hegan por ejemplo a multiplicar las aventuras sentimentales 0 a insultar tanto @ otros enfermos como al personal, del mismo modo que, por otra parte, pueden aceptar el insulto con indiferencia, etc. (Int, pp: 69-75). ‘Como ya indicamos (capitulo 1, seccién «Los intercambios correctores»), el andlisis de las interacciones a partie de las no- ciones de regla y de rito realizado en este capitulo se inscribe en Ja cradicién durkheimiana. Pero hemos sefialado también ocra Bl no respeto de las reglas y el cema de la locara | 69 fuence de inspiracin en Goffman cuando analiza los ritos: el es- audio del comportamiento animal, la etologfa (seccién «Presen- far una apariencia normal», el tema de las alarmas). Es esencial~ mente en Relaciones en psblico donde Goffman clabora_esta referencia a la etologia; alli defenders igualmente una integra~ Gin de estos dos enfodues, radicionalmente extrafios ence (RP, p. TH). Por otra parte, ya se considere eT rito vinculado la referencia durkheimiana 0 a la etologia, en ambos casos se en- tuentra el eco de la analogfa teatral (capitulo 11): en primer lu- gar porque, al igual que la actaacién del individuo, el rico es un medio de expresién, un c6digo que permite comunicar, mostrar, poner en escena; y en segundo lugar, porque si hay sito o cere~ Fnonia, Jo esencial se hallaré en el respeto de las formas, de las apariencias, con todo el juego —e incluso la manipulacién- T/ que ello permice. sa

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