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Fly, 2008
Anselmo Lorenzo
Libro Primero
PRESENTACIÓN
La obra que aquí presentamos, del primerísimo representante de la corrien-
te anarquista colectivista española, Anselmo Lorenzo (1842-1914), resulta
imprescindible para entender los difíciles inicios del movimiento obrero
organizado español, al igual que su entrelazamiento, por medio de La In-
ternacional, con el mundo obrero europeo.
Partícipe de las luchas obreras en pos de su unificación, Anselmo Lorenzo
logra estructurar, mediante relatos, vivencias, anécdotas, reflexiones y la
compilación de valiosos documentos, un trabajo de consulta obligatoria
para todo aquel interesado en investigar el movimiento obrero organizado
español y, particularmente el movimiento obrero anarquista.
Apasionado internacionalista, Anselmo Lorenzo relata sus vivencias en
torno a los inicios de la Primera Internacional en suelo hispano. Y así, co-
mo extraídas de un sueño, van apareciendo organizaciones culturales como
el Fomento de las Artes; míticos personajes como Fanelli y Farga Pellicer;
iniciáticos documentos como el Manifiesto a los Trabajadores de todo el
mundo y el Programa de la Alianza de la Democracia Socialista; los prime-
ros grupos de iniciados, sus reuniones, esperanzas, logros y fracasos, hasta
culminar en los primeros Congresos obreros. Y en medio de toda esa festi-
vidad cargada de esperanzas libertadoras, sucede la tragedia de la Comuna
de París, hiriendo al mundo de los trabajadores progresistas y trastornando,
por completo, el desarrollo de aquel majestuoso movimiento internaciona-
lista europeo.
No hay duda alguna, El Proletariado Militante sigue siendo y seguirá sien-
do una obra de referencia ineludible para quienes estén interesados en las
DEDICATORIA
A Fernando Tárrida de Mármol
Mi amigo, mi hermano, al que admiro por la extensión de su in-
teligencia y la sencillez de sus sentimientos, a mi compañero en
la redacción de Acracia, en la cárcel de Barcelona, en Mont-
juich, y en la emigración, dedico este trabajo.
ANSELMO LORENZO
INTRODUCCIÓN
1
En carta dirigida a Salmerón, con fecha 3 de noviembre de 1871, felicitándole
por su discurso en defensa de la Internacional y aludiendo a ciertas frases del
mismo, don Fernando de Castro dice de sí propio que ha perdido la virginidad de
la fe; pero que ha ganado, en cambio, la maternidad de la razón y una nueva cre-
encia en Dios, y que, después de las fatigosas horas que preceden a todo alum-
bramiento, vive hoy la vida de la conciencia con fuerzas antes desconocidas, y en
medio de un bienestar moral tan tranquilo, plácido y sereno, que ni la duda le
atormenta, ni la calumnia le contrista, ni el fin de la vida le preocupa.
CAPÍTULO SEGUNDO
PRESENTACIÓN DE FANELLI
La revolución del 29 de Septiembre de 1868, que tan profunda trans-
formación causó en España, dispersó a los jóvenes coristas del Fo-
mento de las Artes, constituidos después en Orfeón Artístico-
Matritense; siguieron en él los que lo habían tomado como sociedad
de recreo o tertulia de amistad, quedando fuera unos cuantos en
quienes se desarrollaron aficiones artísticas y se dedicaron al teatro o
al canto litúrgico, y muchos otros que se apasionaron por la explo-
sión de las nuevas ideas.
De estos últimos, republicanos todos, había los socialistas, que se
alistaron en el batallón de Voluntarios de la Libertad de Antón
Martín, el cual, sin tener carácter público, existía mucho antes de la
revolución en forma de grupos armados dispuestos a continuar la
tradición revolucionaria de los antiguos progresistas, luchando en las
barricadas si para el triunfo hubiera sido necesario y no hubiera teni-
do influencia preponderante la insurrección militar.
Los individualistas se alistaron en el batallón de García López; entre
ellos se contaba Morago, a quien vi alguna vez con un uniforme que
me causó risa, porque me pareció que participaba de militar y de
eclesiástico, por lo que le pregunté:
CAPÍTULO CUARTO
PRIMEROS TRABAJOS DEL NÚCLEO ORGANIZADOR
Llamó la atención y aun suscitó discusiones un tanto apasionadas
durante algún tiempo, el hecho de dirigirse Fanelli primeramente a
Madrid.
Creían muchos que Cataluña en general y Barcelona principalmente,
no sólo tenían por sus antecedentes y circunstancias derecho a la
primacía en la iniciación de La Internacional, sino que además era
más natural y conveniente dirigirse a una población liberal en cuyo
recinto hay centenares de fábricas, muchas sociedades obreras y tra-
bajadores a millares, que no a Madrid, centro autoritario y burocráti-
co, sin más industria que la imprescindible, la que no puede impor-
tarse de las provincias ni del extranjero, sin exportación alguna o
poco menos, y, por consiguiente, con relativo corto número de traba-
jadores lo menos predispuestos posible a la solidaridad y a la acepta-
ción de los grandes ideales de reforma social.
En Barcelona, por el contrario, había sociedades de resistencia desde
1840, y no sólo sociedades locales de oficio, sino que había también
federaciones que, como la de los Tejedores a la mano, se extendía
por toda Cataluña, tenía un centro directivo que mantenía perfecta
solidaridad, reuniendo todos los recursos y todas las actividades de
los individuales y de las agrupaciones locales; la de las Tres Clases
de Vapor, que siendo en un principio cada una de ellas una federa-
ción especial de Jornaleros, Hiladores o Tejedores mecánicos, sintie-
ron la necesidad de trabajar de común acuerdo, porque la lucha par-
cial de una clase privaba de trabajo a las otras, a causa de la impres-
cindible concordancia de las tres, y cuando una sola apenas podía
CAPÍTULO QUINTO
INCIDENTES DESAGRADABLES
La semilla de la verdad depositada en terreno virgen había de fructi-
ficar; su fuerza germinativa era tanta que, a pesar de todo género de
dificultades, brotó en las condiciones previstas y deseadas por el
sembrador.
Al abandonarnos Fanelli, el núcleo fundador de La Internacional
quedó reducido a sus naturales proporciones. Había en él antiguos
republicanos que acudieron a oír la palabra del apóstol creyendo que
se trataba únicamente de dar un carácter ultra-radical al republica-
nismo, y aunque deslumbrados por la majestad de la justicia cuando
se sentían subyugados por la presencia del grande hombre, en cuanto
desapareció éste y se desvaneció el efecto sugestivo volvieron a su
primitivo estado.
Entre ellos había algunos iniciados en el carbonarismo andaluz, que a
todo trance querían fundar una organización autoritaria y secreta con
objeto de imponer carácter revolucionario socialista a la futura re-
pública, que juzgaban muy próxima.
Contra los propósitos de esa fracción estaban los jóvenes, entre los
cuales los había que por primera vez se mezclaban en la cosa pública,
y, libres de todo género de preocupaciones sectarias, tenían ingenua
candidez a la par que claro y lógico sentido común; en éstos persistía
el entusiasmo de los primeros y los absurdos de sus contradictores les
2
Dábase el nombre de Quintines a cuatro hermanos, uno de ellos ciego, y una
hermana, por llamarse Quintín, el más cono cido de ellos. Distinguíase esta familia
por su entusiasmo por la República y por su actividad minuciosa y estéril. Presen-
tes a todas las sesiones de los clubs, a las manifestaciones republicanas y a las
grandes reuniones organizadas por la jefatura del partido, y con la manía además
de poseer el criterio único, criticaban sin ton ni son y con dudosa oportunidad. El
ciego se dedicaba especialmente a fulminar estupendas censuras y a pedir que
fueran llamados a la barra los más escopetados republicanos. La hermana, María
Rodríguez, cultivaba con menos talento que buena voluntad la especialidad de la
emancipación de la mujer.
CAPÍTULO SEXTO
PRIMERA REUNIÓN DE LA BOLSA
Uno de los días de reunión del núcleo organizador aparecieron unos
carteles anunciando una reunión pública que celebraría el domingo
siguiente en la Bolsa la Asociación para la Reforma de Aranceles.
Esto me inspiró la idea de proponer al núcleo que designase uno de
los individuos para hacer una pública manifestación de sus aspiracio-
nes, fundándome en que ninguna ocasión mejor que aquella para la
publicidad que deseábamos; tratándose allí la cuestión social, aunque
limitada por el criterio burgués a discutir sobre proteccionismo y
libre cambio, nuestra intervención podría abrir una vía nueva que
separase a los trabajadores de la sugestión política a que se hallaban
a la sazón sometidos y les inclinase a ingresar, como es de razón, en
el Proletariado Militante.
La proposición no pareció tan mal, pero, como dijo uno, ¿quién le
pone el cascabel al gato? La gente que acude a esas reuniones es ilus-
trada y en sus discusiones toman parte grandes oradores, ¿a quién
designaremos de entre nosotros que pueda ir allí con dignidad para
nuestras ideas y sin detrimento para su propia dignidad, siendo como
es tan inminente el ridículo para las ideas y para el individuo?
Yo repliqué, que lo principal era resolver sobre la proposición en
principio; si se aceptaba, no faltaría quien sin detrimento para nada ni
para nadie cumpliese tan importante misión.
Aceptóse, pues, y se convino en que el que se creyera apto para ello
se ofreciera. En vista del silencio de todos, dije:
Cuando pensé en formular la proposición se me presentaron todas las
dificultades; cuanto acababa de decirse y aun algo más pasó rápida-
mente por mi pensamiento, y a todo dí solución, juzgándome capaz
de desempeñar lo en ella pedido si no se presenta a otro; no porque
CAPÍTULO OCTAVO
PROPAGANDA PROTESTANTE
Al día siguiente de la última reunión de la Bolsa, la prensa dio cuenta
del escándalo producido por mi discurso, de la brillante improvisa-
ción de Morago y de las declaraciones hechas por Gabriel Rodríguez.
A mí particularmente me presentaban como demagogo furibundo, de
aquellos que, sin respeto ni consideración a instituciones divinas y
humanas, sólo se inspiran en el desenfreno de las pasiones revolucio-
narias.
Ante juicio tan injusto la protesta es innecesaria. Harto sabido es que
la prensa cree necesario muchas veces recargar de especies picantes
las crónicas que ha de servir a un público indiferente.
Sobrevino entonces un incidente que, aunque poco relacionado con
el asunto predominante en este trabajo, he de referirle, porque si bien
es personal y exclusivamente mío, ejerció cierta influencia en el cur-
so de mis ideas y en mi conducta. Para ello he de retroceder a los
primeros días de la Gloriosa.
Trabajaba yo en la imprenta del Diario oficial de avisos de Madrid,
situada en la calle de la Misericordia, esquina a la de Capellanes. En
la misma imprenta se imprimía El Constitucional y la Gaceta de Re-
gistradores y Notarios. De estos últimos periódicos, de uno era com-
paginador, ajustador dicen los tipógrafos madrileños, Eduardo Castro
y del otro su hermano Pedro. Ambos, de más edad que yo, y acos-
tumbrados a relacionarse con periodistas, tomaron afición a la políti-
ca, y la circunstancia de mostrarse moderados y discutir frecuente-
mente conmigo, que optaba siempre por soluciones radicales, sin
salirnos nunca de los términos de consideración y respeto propios de
CAPÍTULO NOVENO
MANIFIESTO Y PERIÓDICO
Desembarazados de los primeros obstáculos, resolvimos darnos una
organización un poco sólida para formalizar las cuotas y formamos
un peculio con que poder desarrollar nuestra actividad.
Alquilamos un primer piso en la calle de la Cabeza, lo amueblamos
con lo más indispensable y allí nos reuníamos las veladas y los días
festivos, entregándonos a la conversación y reflejando en ella la alegre
viveza de nuestros sentimientos por la esperanza que nos animaba.
Las tres comisiones clásicas de administración, correspondencia y
propaganda se reunían particularmente un día a la semana, y también
semanalmente el Comité en pleno; cada mes se celebraba asamblea
general, y allí, parodiando un poco las prácticas parlamentarias polí-
CAPÍTULO DÉCIMO
F ERNANDO GARRIDO
La propaganda socialista revolucionaria desarrollada en Madrid con
éxito tan favorable desvelaba a los republicanos.
Visto el fracaso obtenido por los que pretendieron desorganizar el
núcleo fundador y organizador de La Internacional en España, y no
pudiendo conformarse a perder las masas trabajadoras con que con-
taban para reclutar combatientes y electores, apelaron a un recurso
indigno, la calumnia; y para hacerla más eficaz, echaron mano del
periódico más popular de su comunión, La Igualdad, de Madrid, y la
autorizaron con la firma de un hombre popular y que además, ti-
tulándose socialista, gozaba de gran prestigio entre los trabajadores,
Fernando Garrido.
La Igualdad, pues, en vísperas de la celebración del Congreso obrero
de Barcelona, cuando los trabajadores se disponían a estudiar su si-
tuación, a fijar sus ideales y a organizarse debidamente, respondien-
do al llamamiento de sus compañeros de todas las naciones que afir-
maban por infalible y triste experiencia que en sus patrias respecti-
vas, bajo el régimen autoritario capitalista en todas dominante no
encontrarían jamás justicia, paz ni felicidad, perpetró una villanía.
3
Alude a la declaración hecha en el primer número, y que he mencionado antes,
reconociendo que la República democrática-federal es la forma de gobierno que
más conviene a los trabajadores
CAPÍTULO VIGÉSIMO
F IN DE LAS C ONFERENCIAS DE S AN ISIDRO
Gabriel Rodríguez tenía con nosotros una deuda de justicia, consis-
tente en el sofístico e injurioso discurso con que contestó a los orado-
res obreros de la Bolsa, y Borrel se encargó de cobrársela.
5
Alude a Gabriel Rodríguez, el vencido en las Conferencias de San Isidro, y a Julio
Favre, ministro francés en el gobierno de la Defensa nacional, que promovió en
todas las naciones la persecución contra La Internacional.
6
El mismo que en el momento de escribir la presente, treinta años después, se llama
D. Pablo Iglesias, y ejerce de jefe del Partido Obrero Español y presidente de la
Asociación del Arte de Imprimir, a la cual combatió en sus orígenes, en mi com-
pañía, en una reunión celebrada para su constitución definitiva en la Escuela Pía de
San Antón, fundándose en que en lugar de crear una sociedad nueva era preferible
el ingreso de todos los trabajadores de la Imprenta en la Sección de Tipógrafos de
la Federación madrileña de La Internacional.
7
Alusión a la calificación de inaguantables que en pleno parlamento aplicó Sagasta a
los derechos individuales, siendo ministro de la Gobernación.
La Familia
La Internacional se propone destruir la religión, la propiedad y la
familia. Tres afirmaciones igualmente absurdas e infundadas, que los
estúpidos burgueses propalan con el propósito de retardar todo lo
posible el día de la reivindicación.
Sabido es que las creencias religiosas que residen en la conciencia
del hombre no se destruyen si no se reemplazan con otras creencias,
y La Internacional, que viene a mejorar la condición humana, a dar al
hombre elementos de vida y de libertad, y que por otra parte encuen-
tra a la religión vencida y reemplazada por la ciencia, no tiene nada
que hacer en este terreno; no necesita combatir con un cadáver.
Acerca de la propiedad, hemos dicho ya lo suficiente en periódicos y
manifiestos, en discursos y en nuestros mismos estatutos, para que se
sepa que nosotros no queremos destruir la propiedad, en el sentido
exacto de la palabra, sino por el contrario, queremos, transformarla,
8
Bien hizo el Sr. Salmerón en declarar que hablaba por cuenta propia y no es peque-
ño el favor con que juzga a sus correligionarios; algunos años más tarde, cuando
por hallarse en firme la restauración fue permitido al Partido Republicano intentar
su reconstitución, celebrose en Zaragoza una Asamblea republicana, presidida por
el Sr. Pí y Margall, donde se aprobó un dictamen sobre reformas en beneficio de
los trabajadores, que quedó traspapelado en las Constituyentes de la República, en
el cual se lee esta asaz significativa frase: no haría poco la República si garantizara
a justa cifra de los salarios. Desdichadas palabras, expresión de la ignorancia y de
la mezquindad, que prueban cuán lejos estaba el Partido Republicano español de
aspirar a la emancipación del cuarto estado, como lo están sus colegas de todas las
naciones republicanas.
9
Perinde ac cadaver (como un cadáver). Según el Diccionario Larousse, locución
que expresa la obediencia pasiva, absoluta, y que se dice es la divisa de los jesui-
tas.
10
A este pasaje alude D. Fernando de Castro en la felicitación dirigida a Salmerón
por este discurso, de que hago mención en otro lugar.
11
Los efectos de esa imposición los expresa así Bakunin en Dios y el Estado:
Hasta ahora toda la historia humana no ha sido más que una inmolación perpetua y
sangrienta de millones y millones de pobres seres humanos en aras de una despia-
dada abstracción: Dios, patria, poder del Estado, honor nacional, derechos históri-
cos, derechos jurídicos, libertad política, bien público.
12
La palabra ley tiene aquí el mismo sentido que da Bakunin en Dios y el Estado a
leyes naturales, en el siguiente párrafo:
La libertad del hombre consiste solamente en esto: en obedecer las leyes naturales,
puesto que él mismo las ha reconocido como tales, y no porque le sean impuestas
por una voluntad externa cualquiera, divina, humana, colectiva o individual
13
Este mismo pensamiento, calificándolo además de anarquista, lo expresa así Pí y
Margall en La Reacción y La Revolución:
14
) Alude a las protestas de los trabajadores contra la guerra franco-prusiana, de que
se trata en otro lugar, y que constituyen una modesta gloria del siglo.
15
A pesar de las enseñanzas de la historia, contrariando el progreso y por un movi-
miento regresivo que se opera en la actualidad, debido a que los revolucionarios
burgueses se inclinaron respetuosos ante la propiedad tal como la instituyeron otras
generaciones para servir al privilegio, tenemos hoy la gran propiedad y el gran
capital, representados por los sindicatos europeos y los trusts americanos, que todo
lo monopolizan y dan a sus socios el carácter de millonarios, cienmillonarios y,
horror causa tan enorme iniquidad, hasta milmillonarios, siendo alguno de estos
últimos ciudadano de la República Federal de los Estados Unidos lo mismo que los
semiesclavos de las minas de antracita de Pensylvania.
16
Profecía que tuvo pronta confirmación en Alcoy durante la República española, y
continuó confirmándose en Chicago, Jerez, Montjuich, Milán, Coruña, Sevilla, etc.
CAPÍTULO TRIGÉSIMO
EL FISCAL DEL TRIBUNAL SUPREMO
Para evidenciar que el movimiento proletario tiene derecho a la exis-
tencia legal, si el gobierno fuera progresivo y no diera preferencia a
todo lo reaccionario y regresivo, prescindo de los razonamientos de