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‘seuov, Revista de Filosofia, 14,1997, 111-121, Debates y Problemas en la Antropologia Post-Geertziana Norteamericana Resumen: La criss de a ctencia —hoy considerade como ingenva—~ en a postiided de desprenderos de vests propos conceptes, 0 presuicis,y logear un soces0 mds © tends ined, ms © menos wanspa- reate, en eulturasextatas obligé les anroploges 9 ‘comenzar a explocar en las proias condiciones de po- sibilidad dl conocimienco ansopogico. Ast a mis- rma serie de vansformaciones que han minodo muchas {de las cemtidumbnesantsiocmente tenidas como veda: des evidentes, aria también eu campo a nvevos hoc omtes de intrrogacin dando lugar a un proceso de ‘reciente autorefesvidad de Ia dieing. mismo resulta particalarmente notable ene] medio moteame= 'eano, en donde ta anuopologsteica a tenido un . The presen atice oulines the diferent stages through which theoreieal antiropology eros in Nonh Ameria in its attempt to make sense of is ‘ownepistemic and instuonl conditions of posibiliy, ‘a well asthe diverse problems chat in the sinc phsees ofthis development t faced. Key words: Theoretical Anthropology. United Stats Hermeneutic. Linguistic Tom, El desarrollo del capitalismo no s6lo significé ta quiebra de las sociedades tradicionales. Este también dio lugar a un doble proceso por cl cual, a la vez que ponfa en contacto culturas diversas, generaba un cada vez més complejo y cambiante sistema de relaciones sociales. De este modo alimentaria permanentemente una serie de nuevos clivajes sociales que fisurarian los diversos ‘espacios culturales que lo constituyen y que entrarian constantemente en contradiccién con aque- lias tendencias inherentes a cualquier sistema que pugnan por mantenerlo integrado. En fin, en él tuna constante tensién entre las fuerzas cohesivas y las fuerzas centrifugas que genera, marca el ritmo a esa movilidad que lo caracteriza, Eso que alguien dio en llamar se convirtiera en algo vivido. El «otro» nos impondria su presencia, ya sea éste un argonauta del Pacifico Occidental o el vecino de enfrente que comparte espacios Diseceiéa para correspondencia: Malabia 2490 16 «Ao, (1425) Capital Federal, Argeotina, 412 lias José Pali sociales diversos al nuestro, con sus o6digos culturales y pautas de conducta bastante més exsticos ppara nosotros que las relaciones de parentesco entre Jos Nambikwara para Lévi-Strauss, Peto también el «otro» puede ser algiin antepasado més o menos lejano © aun un aspecto de nuestra propia personalidad que se nos ha vuelto extrafa. Y cada una de estas formas de «otredad ha dado lugar, en su momento, al surgimiento de disciplinas (la antropologia, la sociologfa cultural, la historia y el psicoandlisis, respectivamente) que intentaron, cada una, arrancarles esa apariencia exotica, acercémoslas, hacémoslas mas familiares. {Al «otro®, nadie duda de ello, bien se lo puede convertir en objeto de estudio, y escribir decenas de libros sobre él, o se lo puede simplemente someter, aniquilar 0 evangelizar, tomarlo como blanco de nuestras peores diatribas y sefalarlo como el supuesto causante de todas nuestros males o bien proyectar sobre él todas nuestras fantasias edénicas; en fin, le podemos comprar, vender, amar, servir y podemos incluso hasta convivir con 61, pero, zpodemos comprenderle? Esto dltimo es 1o que no parece a todos igual de evidente. El cuestionamiento creciente a tal posibilidad, si bien resultaria igualmente perturbador para todas las disciplnas, tendria efectos devastadores en aquella que ha hecho de la comprensién de las culturas exéticas su métier especifico, es decir, la antropologia; y con ello, ésta habria necesarie~ mente de volverse autorreflexiva y comenzar a imterrogarse sus propios fundamentos como tal disciplina. La pérdida de la creencia, entonces ya considerada como ingenua, en la posibilidad de desprendemos de nuestros propios conceptos, 0 pre-juicios, y lograr un acceso més 0 menos ‘inmediato, més o menos transparente, en culturas extraiias oblig6 a los antropslogos a comenzar a cexplorar en las propias condiciones de posibilidad del conocimiento antropolégico. Asi, la misma serie de transformaciones que han minado muchas de las certidumbres anteriormente tenidas como verdades evidentes, abriria también su campo a nuevos horizontes de interrogacién dando lugar a tun proceso de creciente autorreflexividad. Como veremos en el presente articulo, dicho proceso resulta particularmente manifiesto en el medio norteamericano, en donde la antropologta teérica ha tenido un desarrollo particularmente vertiginoso en los ditimos afios en conexidn al desarrollo de lo {que allf se conoce como la «antropologia postgeertziana>. Antropologia y por las cuales éstos se tornan significativos al intézprete, es decir, las propias condiciones de produccién del discurso etnogréfico. La mueva parsbola textual, sin embargo, no representar‘a todavia, necesariamente, una reformu- lacién del objeto de la antropologia. «Ei principio», decia Geertz, «es el mismo: las sociedades contienen en si mismas sus propias interpretaciones. Lo Unico que se necesita es aprender Ia manera de tener acceso a ellas»’. El etnégrafo, como Hermes (el dios tutelar griego del habla y la escrcura, que descifra los mensajes oscuros), debe tornamos familiar lo exdtico, descodificar y descubrit significados en lo gue nos es turbio y extraflo, hacer posible el trdnsito desde «el hecho del habla 2 lo dicho, el noema del hablar» (Ricoeur), «distinguir los tics de los guifios», «conjeturar significa iones»; en fin, fijar (en lo que Geertz llama una «descripcién densa») un discurso social de un modo «susceptible de ser examinado», sin por ello «reducir su particularidady. Sin embargo, Ja relacién entre el «otro» y el «nosotros» se veria entonees problematizada. Como sefiala James Clifford, «la interpretacién, basada en el modelo filolégico de ‘lectura’ textual, emergid como una alternativa sofisticada al ahora aparentemente ingenuo postulado de la autoridad experimental. La antropologia interpretativa desmitifica mucho de lo que pas6 previa- mente sin ser examinado en la construccién de narrativas etnogréficas»*. Esta resulta de la simulté- rea explosién tanto de los supuestos inmediatistas de acceso a la realidad (ya sean los del intuic nismo fenomenolégico o bien los del empirismo positivista) como de les modelos de aproximacién racional basados en la construccisn de artificios conceptuales al modo de las estructuras lévi- straussianas de parentesco. Para Geertz, ambos modes de aproximaciGn tienden por igual a cerrar la brecha entre fo que nos es extraffo y lo que nos es familiar mediante el expediente siraplista de allanar su radical alteridad. En efecto, 1 antropélogo, segtn la imagen tradicional del mismo forjada por Malinowski, seria una suerte de individuo privilegiado que flota libremente por encima de las diferencias culturales. Geertz lo Hama: «EI mito de un trabajador de campo camaleSnico, en perfecta sintonia con su 3 Goon, La interpreracidn, 372 4 Geertz retoma y elabora aqui conceptosplanteados por Paul Ricoeur en «The Model ofthe Text: Meaningful Action Considered as a Tents, Soca! Research 38 (1971): 529-562. James Cliffort, The Predicamont of Culture (Cambridge: Harvard University Pres, 1988) 28, James Clifford (1945-2) cs Profesor en el programa de story af Consciuaese en a University of California at Santa Cruz y foc parte del ‘consej eitoril dels pblisciones H.ctory of Anthropology, American Ethrolags,y Cultural Amhropologs. Su obs Cambio incloye: «Naning Nazmess. Review ofthe Arts. 3.1 (1979): 142-83; «Review Bssay of EawardSaid’s Oren Lise. History and Theory 23.4 (1981): 10423: . Comparative Studies i Society and History 23.4 (1981): 539464; «Review of Nisa: The Le and Works of Kung Worsan by Masore Shostak, Times {irerary Supplement (September 17,1982); Person and Myth: Masrece Leenhardt a the Melanesian World (Berkeley: University of California Press, 1982): y «Histories ofthe Tribal and the Modern», Art in America (April 1985): 164-77 Algonas de las resehas €2 The Predicamentrealizadss son: W. Fats, Comparative Luterature 442 (Spon 1992)221-222; T. McCarthy Eihies 1023 (Apr. 1992): 635-688; J. Fernandez, Amertcan Anthropologist 92.3 (Sep. 1990): 823-4. G. Lienardt, The Times Literary Supplement 19.4529 (Jan. 1990)68-68;B, Selinger Canadian Litera- rare 132 (Spring 1992) 2212: PBock, New Mexico Historical Review 65.1 Jan. 1990) 109-110: Rohberghalton Contemporary Sociology 186 (Now. 19893246, M. Armsong, Journal of Religion 69.4 (Oct. 1989): 597-9, y R Handler, American Bitnlogist 16.3 (Aug, 1989): 600-1 4 lias José Pai entorno exético, una maravils andante de empatia,tacto, paciencia y cosmopolitismo>’. EI modelo abstracto y altamente formalizado desarrollade por Lévi-Strauss dio por tierra con este mito, asegura Geertz, y quebr6 la ilusin de que el antropSlogo pudiera simplemente desprenderse de las, ccategorias de su propia cultura. Sin embargo, sv tarea desmitificadora no alcanza atin la idea de la cexistencia de una naturaleza humana en su esencia inmutable. El suptesto bésico del estructuralis- ‘mo Iévi-straussiano, de que el universo posible de las formaciones culturales se agota en cl ango de tuna pura combinatoria 1égica (susceptible, por Jo tanto, de ser determinada a priori mediante un algoritmo), se sostiene en la idea (de matriz rousseauniana) de que «el espiritu humano es en el fondo el mismo en todas partes», de que, «a pesar de la superficial extrafleza de los hombres primitivos y sus sociedades, en un nivel profundo, en un nivel psicolgico no son en modo alguno ajenos»’. Slo la quiebra de este Gltimo supuesto habria de conferir finalmente densidad a la instancia interpretativa de la empresa antropolégica. Desde entonces, asegura Geertz, los antropélogos ya «no tratamos (0 por lo menos yo no trato) de convertimos en nativos... lo que procuramos es... conversar con ellos, una cvestién bastante mas dificibs. El antropélogo debe abandonar la empresa reduccionista de «buscar identidades sustanti- vas entre fenémenos similares» para abocarse al estudio de las «relaciones sistemiiticas entre fenémenos diversos» (La interpretacién, 51). Aquello que une a los diversos sistemas culturales no residiria en las regularidades estructurales observables, sino en lo que se instala como un centro de dispersién que, a la manera de un , se despliega hist6ricamente en sistemas siempre variables y absolutamente diversos entre si De alli que tinicamente a partir de los «modos observa~ bles de pensamiento» pueda articularse una «teoria variable de la cultura». Una teoria tal (a diferencia de lo que sucederia en las ciencias naturales) nunca «p(odsfa) forjarse (estricta y exclu- sivamente) de conformidad con su (propia) I6gica interne» (La imerpretacién, 35) sino s6lo refiriéndola a un desarrollo histérico siempre menos rigidamente coherente y slo parcialmente jntegrado. «Cualesquiera que sean los sistemas simbélicos ‘en sus propios términos’, tenemos acceso empitico a ellos escrutando los hechos, y no disponiendo entidades abstractas en esquemas unificados» (La interpretacién, 30). El problema epistemol6gico que entonces se plantea, o més bien que vuelve a surgi, es el de ‘c6mo es posible acceder (sin recaer en un «realismo ingenuom), en este caso, a «modos observables {de pensamiento» que no resulten ya reducibles a modelos conceptuales abstractos. Geertz no niega ‘completamente la idea de cierto fondo comin al género humano: simplemente trastada a éste hacia ln nivel més abstracto que el de los «étomos de parentesco» y los isomorfismos lévi-straussianos (y ‘que, eventualmente, podria incluso explicar la ocurrencia de estos sltimos). Ciertas clases de estructuras y ciertas clases de relaciones se repiten de una sociedad a ‘otra sociedad por la sencilla razén de que las exigencias de orientacién a que sirven son genéricamente humanas. Los problemas, siendo existenciales, son universales; sus solu- cciones, siendo humanas, son diversas. Sin embargo, mediante la comprensién cabal de ‘estas soluciones tinicas y, a mi juicio, s6lo de esa manera, puede ser realmente compren- dida la naturaleza de los problemas subyacentes (La Interpretacion, 301). 6 Geertz, La interpreacin, 10, La publcacién en 1967 del diario de Malinowsky, leno de referencias a los wcheeky niggert hizo mocho por desmitifiear al padre furdodor de Ia anuopologiacontemporénes, 7 Geere, La Interpreaciin de las exter, 291. Debates y problemas on la antopologte wpostgverlanae norteamericana nS ‘Mas que negar radicalmente todo supuesto esencialista (algo que, entiende, conducirfa fatal- ‘mente al reletivismo), Geertz intenta, pues, pensar un modelo de relacién entre «lo particular» y «lo general» en el que aquél (lo particular), si bien presuponga a éste (lo general), no se encuentre ya comprendido en 41, El punto aqui es que el cardcter genéricamente humano de los «problemas subyacentes» mos permitiria sf comprender, frente a determinado tipo de situaciones que se le habria planteado a un pueblo, las oriemtaciones més generales de sus respuestas a ellos. pero de allt no podrfa nunca deducirse de un modo puramente I6gico la fisonomfa especifica de las soluciones, concretas que sélo histéricamente el mismo habria ido elaborando progresivamente. Esto explica Por qué, partiendo de los «problemas generales», no alcanzariamos nunca las «soluciones iinicas» De todos modos, con ello no se aclara atin cdmo logramos (sin recaer o en la idea fenomenol6gice cde , deudora del concepto estructuralista de «totalidad cultural», que termina allanando el complejo cultural. Como sefiala Vincent Crapanzano, el balinés de Geertz es un individuo genérico y andnimo. «Debemos preguntarnos», dice Crapanzano, «;s0- bre qué bases él [Geertz] atribuye ‘vergllenza social’, ‘satisfaccién moral’, ‘disgusto estético’ (sea Yo que fuere que esto signifique), y ‘disfrute canfbal’ al balinés?, ja todos los balineses?, ca un 8 Enredldad. a obra de Geer dispars una sce impresionans de textos. Algunas dels ertias mds mponamtes on los suients, Paul Shankman [, Sacia! Research 49 (1982)] planta el problema de a delimitacion ce Jas acvlturas» como objeto de estudio y Ia legitimidad, en el presente, de ailartas aalicamente; V. Pecora («The Limits of Local Knowledges. en H, Vester (comp), The New Hlsiricism (Neva York: Rowledge. 1989), 243.76] ssiala la omision por Geect de Ia consderacién de as eircunstancis poticasen Indonesia Qa cada dl gobiemo de ‘Sukhamo) en l momento en que reaizab sus estudio, las contzeuencias qu ta omisin yo ela comprension de los hechos observados. Para wa buena reseia de las cfcas 2 Geertz las avevasendencias en I antropologta actual, vera serie de artculosrecopilados por James Cliftorsy George Marcas, Wriing Culture. The Poetics and Palites of Euinegraply (Berkeley: Univesity of California Press, 1986): y Alea Biersack, eLocal Knowledge. Local Mistery: Geertz and Beyond>, en Lyon Hunt (comp), The New Cultural History (Beskzley. University of California Press, 10989), 72-96. Orr resenas y anicules son: M. Manin, , te.) que sefilan el instante presente dela sisacién comamicativa (ver Benveniste. Problems i General Linguistics (Coral Gable: Mia University Press, 1971), 217-230), Debates y problemas en la onopologta «postgcetsiona» nerteamericana 7 La antropologia vendria asia sumarse al profundo cuestionamiento que recorre a otras discipli- nas luego del derrumbe del imperialismo positivistay, particularmente, de su sueesora, la herme- ‘néutica (en su diversas versiones). En definitiv la analogfa textual tornaria inevitable la emergen- cia en la antropologia t2rica del mismo tipo de problemas epistemolégicos que subyace a toda hhermenéutica de los significados: el de eémo superar nuestro horizonte presente, histéricamente situado, que determinan nuestras perspectivas del pasado. Y ello resulta particularmente dramitico para la antropologia ya que pone en cuestGn la misma legitimidad de su empresa. En definitiva, la idea geeriziana de la cultura-como-texto abre finalmente las puertas al cuestionamiento de tas pretensiones del antropblogo de erigirse en vocero autorizado de culturas ajenas a Ta suya’, Es entonces cuando el énfasis en la dimensiGn autoral de la empresa ctnogréfica se revela como problemitico La antropologia deberia abandonar entonces la bisqueda de un «sentido oculto» tras las précti- as de los otros, para explorar en la misma superficie de su propia discursividad, es deci, concen trar su atencidn en la retrica del propio discurso etnografico como tal. Pero esto no implica atin, para Geertz, abandonarse al relativismo, o afirmar que Jo retérico carezca de «toda referencia a la realidad. Tal econfusién endémica en Occidente desde Plat6n, ene lo imaginado y lo imaginario, lo ficcionat y lo falso, entre producir cosas y falsificarlas» (EI antropdiogo, 150) es lo que explica Jas resistencias a poner de relieve la dimensi6n autoral de la labor antropoigica. De todos modos, egado a este punto, distinguir entre lo émaginado y lo imaginaro, ente lo ficional y lo falso se convertiré, definitivamente, en una empresa sumamente ardua, y no faltaria quienes, muy pronto, aceptarian el desafio de explorar altemativas teéricas més radicales. Las aporias de la «metaantropologia» Para Stephen Tyler®, la exploracién en la propia discursividad conlleva necesariamente la renuncia a toda bisqueda por el sentido, no hay forma de conciliar ambas empresas", Pero esto no importa ya una recaida en el reativismo. Por el contrario, el nico modo de quebrar el dilema entre relativismo y realismo consiste, precisamente, para Tyler, en «desprenderse del significado transformando e} signo en signo de sf mismo, como signo de otro signo... [Asf], paradéjicamente, ‘no podemos hablar mas (si alguna vez pudimos) de la arbitrariedad del signo, porque ya no habia lo otro respecto del cual éste pudiera ser arbitrario. Es s6lo respecto de otros signos que éste 12 Tampoco siquicra legtimo, desde el momento en que ls enativass han aprendido «a hablar com sus props voces» Los “AI” y los “Agus, asegura,westin hoy mucho menos ailados. mucho menos bien definidos, mucho menos espectaculamemcecontasiados» (E!aniropélogo. 157). ea consruccion de este teteno coma, shora gus los pes /oestosingenuos Sobre la convergecia de intereses etre genes (sexo, rzas, clases, culos.) de desigual poder han sido histéricamente desechados y que la posibilidad misma de descripiones no condicionadas ha sido puesta eo, ‘vestién, no parece empresa tan sincera como cuando Is jerargus etaba en ou soy e lengua exrecta de peso» bia. 134), 13. Tyler es profesor de anropologie en la Rice University se especaiza en antopologi ingitieay cogitva. Su obra incluye: The Said and she Unsaid (Nueva York: Academic Pres, 1978); «Words for Deeds and the Doctrine of the ‘Seeret World: en Papers from the Paraseston on Language and Behaviour (Chicago University res, 1981): «The Vision Quest inthe West or What the Mind's Eye Seess, Jouna! of Anthropological Research 80.1 (1984): 23-40 14 Como die Stephen Tyler, cesta clausurs [de lenguje sobre sf miso] xe lgraal precio dela adecuaciGn descriptivs. ‘Cuanto més el lenguae ve conviene en su propio objeto, tanto ence éte tiene qué decir respecto de cualquiera ot cosa més all de él (Tyler. Post-Modem Ethnography From Document of the Occult tothe Occult Documents, en CClifoed y Marcos, Wrinng Culture, 124) 18 Elios José Pat! diferiria»". La etmografia postmoderna se asigna para s{ una funcién distinta. Ya no busca ««cepresentar» (lo que conlleva siempre un aftin de dominio) («Post-Modemn», 123), «entender la realidad objetiva, lo cual ya ha sido realizado por el sentido comin, nj explicar cémo nosotros entendemos, lo que es imposible, sino reasimilar, reintegrar al ego en la sociedad y reestructurar la conducta en la vida cotidiana» («Post-Modern», 135). A la etnografia cabria mejor comprenderla, Pues, como una forma de terapia, que busca «reestructurar» nuestra experiencia presente poniendo entre paréntesis nuestro propio contexto de creencias, «desfamiliarizando la realidad del sentido comin» «Post-Modern», 126). Ese era, segtin afirma Tyler, el concepto original de «poesia» (poiesis): ésta, «mediante la puesta entre paréntesis performativa del habla cotidiana, evoca memorias de un ethos comunitario, y, de este modo, induce a los oyentes a actuar éticamente> («Post-Modern», 126). Al impulso ‘mimético del lenguaje, Tyler Je opone su otro impulso evocative-poetico (que permite el «experi- ‘mentar juntos») que es, para él, igualmente inherente al lenguaje. Lo que este autor llama «etnogra- fia postmoderna» se orienta, pues, a recobrar el «discurso» oprimido por la «narraciGn», a explorar la posibilidad de la construccién dialégica de un mundo comiin, para, con ello, poder escapar de las celdas de la erepresentacién», de la «alegorizaciGn> del otro (sea éste el «noble salvaje, o bien un «mero dato» en nuestra grilla) Dado que la etnografia postmodemna privilegia el «discurso» sobre el «texto», ella pone en primer plano el didlogo como opuesto al mondlogo. y enfatiza la naturaleza coopera- tiva y colaborativa de la situacién etnografica en contraste con la ideologia del observa- or trascendente, De hecho, rechaza la ideologia del (que descansaba en la pura voluntad del eindgrafo individual de «abrirse» a otras voces) para rastrear los fundamentos epistémicos de tal decisién en las condiciones institucionales en que se descnvuelve la disciplina®. La «apertura hacia 1 otro» seria mas un resultado (0 quizds una ilusi6n producida poz) la crisis actual de la «auloridad cetnografican (entendida como la disolucién de los paradigmas canénicos y la coexistencia de una pluralidad de programas de investigacién competitivos), que resulta evidente en la diseiplina y ‘autores emogréfica,confirmando asi la orquestacin vitwsa final de we Gnico aor. La astansiaastorativa de "dar la voz" al ovo noes uascendida completamente» (Predicament, 5-1), 20 Citado por Paul Rabinow, «Representations Are Socal Fees: Moderity and Post-Modemity in Anthropology»: en Weng Cattre, 287 21. Se efere a Hussein Fahim (comp.), Indigenous Anthropology in Noa-Westem Couawries (Durham: Carolina Academic Press, 1982): y Emiko Ohnaki-Tierey, Medasa's Hair (Borkeley: Unversity of Califor Press, 1984), 22 «No hay mado definitive. quirigico de separa lo fetco de Io slegsnco en ak deseripcioneseularles. Los des del exnégrfo lo cobean sentido dentro de patrones de ensamble maratvas que son convencionalcs, polics y signii- cativasen as que un sentido referencia. Les echos culturales no son vecdaderos ls alegoris fleas. En las cencias ‘numanas la relacsn de} hecho con Ia slegri es un campo de lucha y de discipina institucional («On Eumnographic Allegory, Wrinng Culture, 119) 120 lias José Pali Semple nse uencias son atin dficiles de prever (Predicament, 50), Para George Marcu clemplo, ser trata s6lo de un momento dentro del movimiente Pendular entre «periodos de ciencia normal» y «revoluciones cientificas»*, por lo que tenderia « resolverse (aunque advierte contra los Pligros de una clausura prematura tomando por modelos lo ‘que no son atin mas que experimentos) (Amhropology, 42). Paul Rabinow afirma’, en cambio, siguiendo a Bourdieu, que las «proclamas ja uempordineas de anticolonialismo... deben ser vistas como osicionamientos politicos dentro de {a comunidad académica. Ni Clifford ni ninguno de nosome std escribiendo en los cincuentas» (Writing Culture, 252). En definitiva, el proclamado «

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