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…el claroscuro se extiende afuera… un hombre camina con pasos
de ritmo lento, acompañando la marcha funeral de silencio que la
calzada entona, cada vez más grave… su rostro, abatido por el
dolor, es áspero y sutil… sus reflexiones se escuchan en el eco
callado de las paredes y puertas cerradas… no es cierto que la
noche cae; más bien se levanta… mi caminata lo comprueba,
cuando escucho la soledad de las calles tristes, afligidas ante la
caída del sol, atraído por la gravedad que lo llama desde el otro
lado de la montaña, los últimos haces de luz se prenden, obstinados
en no caer y aferrarse a los ribetes de las nubes para hacer un
pedazo más de día… pero es inútil, la noche se levanta desde las
calzadas, llega a las nubes y expulsa de ellas el último vestigio de
luz para anunciar que la sombra ha conquistado otra vez el
espacio… la naturaleza no debería permitir que las esposas
mueran antes que los maridos; es demasiado, es demasiado…
solapado voy en pliegues de banderas cenizas, mostrando mis
deseos de acariciar para siempre el fuego y de entibiar el hielo con
mi aliento… los nichos asfaltados y de pie bruñen las gotas que
habían querido ser una piel encima de la piel negrosa… los
recuerdos del mañana duelen por lo que pudo ser el ayer; en cada
gota, en cada una, se refleja la luna entera o el foco de una
esquina… quisiera ser encarnado en el color de alguna nostalgia;
pero no puedo, sólo soy dolor viviente, alquitrán encima de asfalto
la que tapa mis poros... las visiones remodelan el mundo con
gustos plurales y ajenos a lo que somos o seremos o fuimos; una
visión es el último hálito de alguna sombra que, al ser rozada con
la luz, ha dejado de ser lo que era para ser lo que no era; tal vez, lo
que no quería ser… pero la visión que se dirige a mí no parece
venir de la umbría hecha espectro; más bien es la luz de alguna
llama sin fuego, de algún rayo blanco emergiendo de la nada
incolora… su cabellera puede ser el cometa errante concentrado
en chispas compactas, antes de circunvalar otra vez la parte del
infinito que ahora debía circunvalar; el cuerpo se mueve con la
gracia que sólo la mujer que sabe que es mujer y que es feliz siendo
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mujer, despliega dentro y fuera de su propia burbuja… es
imposible que yo la vea sin cuidar de los ojos y del rostro y del
seno y de la cintura y de las piernas; mis ojos, en su mirada, se
asombran ante la aparición de lo hermoso, de lo verdaderamente
hermoso, atestiguando nuestra vieja creencia de que la naturaleza
no había hecho nada más hermoso que una mujer hermosa… la
miro y la tengo como la mujer que jamás, en los hoyos de los siglos,
pudimos concebir en la descripción racional de lo hermoso… es
mucho, mucho más; en él, es la mujer prototipo, la que intuimos
que sea y, sin embargo, es una mujer de verdad… yo sé que no la
amaré, no podría amarla pues para amar es necesario tener vida y
la mía se ha ido con la muerte de la que fue mi vida… pero esta
aparición está sola como la noche, en plena noche; cadenciosa en
la lluvia, pero las gotas parecían no mojarla… cadencia tras
cadencia, sus pasos son las fases de una luna que nace y que muere
en el mismo menguante
…tu tristeza es tan grande que algún vórtice lejano debe sentirse
débil; siendo hombre, crees que el dolor no debe convocar a la
lágrima; tu alma, presa del desencanto, quiere libertad y tú la
encadenas en esa rara razón de pretender encubrir con la
apariencia el dolor que abre precipicios en la mirada ¿acaso no has
aprendido que el dolor se apodera, imponente, de los recuerdos,
que los separa y los segrega en campos crisoles, para hace de cada
uno, el dolor reciclado de los otros? ¿acaso no sabes que es
silencioso, que quita la voz a los ayeres, los convierte en fantasmas
que se retuercen en señas y que gesticulan sin habla? ¿no has
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aprendido que, entonces, viene lo inconsútil, la nostalgia, y el
dolor se vuelve lágrima? aprende…
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no me refiero a la que alza maderos, sino a la del intelecto que
asumimos fuerte por estar vinculado a lo real, aquello que los
sentidos nos dibujan en el cerebro… creemos que la mujer tiene el
presentimiento, aquello que no cimenta con nada sensible,
excepto con su propia sensibilidad; sí, quiero impresionarte con
deseos de romance; aunque siento que eso ya nunca será para mí…
es sólo la reacción condicionada que todo hombre tiene al estar
cierto que ante sí hay una mujer…
–me halagas; y lo haces por tu interés en halagarme y por tu
valor y tu fuerza en representar tu papel de hombre… pero la flor
que pretendes brindarme no tiene aromas que inciten mi ser de
mujer… si quieres agasajarme no lo hagas con poses de
zoohombre, hazlo con actitudes de hombre genuino; nada reduce
más la estatura del masculino que la pretensión de abandonar lo
que es, para devenir en lo que no es… eso se deja para nosotras,
las mujeres, que somos y no somos; que somos la dualidad
constante; aquello que se aprehende sólo cuando ya no está;
pincelada impresionista que logra el momento fugaz para hacerlo
permanente; ustedes son columnas que sustentan; nosotras, varas
de mimbre que dejan pasar la ciega estampida de la tormenta…
nunca desfigures tu ser-hombre pretendiendo ser falso; peor aún,
si quieres impresionar a una mujer verdadera
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–sentí tu aflicción; al comienzo no tenía nada de extraño, todos
nos afligimos; pero luego percibí que tu infortunio cambiaba la
esencia de tu condición de hombre, que te volvía dual, dado que
sentías la pena pero no querías mostrarla… ante la supuesta
debilidad de mostrar tu aflicción, no hacías sino aumentar su
soledad y tu dolor… entonces te sugerí la nostalgia y fuiste tan
íntegro que la recibiste para hacer que tu dolor se volviera lágrima;
pero hubo más, deviniste mi héroe griego… por eso me acerqué a
ti y también te tendí la mano: debía guiarte para que consolidaras
tu dimensión de hombre y, al hacerlo, me realizara aún en mi
dimensión histórica de mujer; notas por ello que el utilitarismo es
aún necesario; todavía tratamos al ser como al fuego; en mi propia
redención, debo usarte para realizarme; usarte como el objeto al
que debo guiar
–sin embargo, veo que tu acción de utilizarme no rebaja mi
bienestar para ser adscrito al tuyo; más bien hay una creación de
bienestar nuevo: el que incrementa el tuyo y el que acrecienta el
mío; veo pues un utilitarismo benigno, del que no quiero, no debo,
abjurar
–entiendes bien; por ello sé que intuyes con aplomo, que
conoces el mundo, aunque todavía no estoy segura si realmente lo
conoces, en el sentido de conocer cómo conocer y el cómo de lo
que se conoce; pero no te preocupes, juntos llegaremos y
pasaremos la frontera entre el saber y el conocer
–me gustaría saber por qué el amor trae tanto dolor y decepción,
si se supone que debería ser receta infalible para lograr felicidad,
razón de ser feliz
–porque los que aman, generalmente lo hacen con un amor que
es utilitario; quieren una recompensa; desean la propiedad misma
del ser al que se ama; absorber su vida, sus acciones… en fin,
convertirlo en un ente al servicio del que, supuestamente, ama
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–no; hay una gran diferencia entre el modo de amar masculino y
la manera en que amamos las mujeres
–¿…?
–por razones históricas, que no biológicas, y con las excepciones
de rigor, podemos decir que el amor en el hombre es un estado
que se expresa de tiempo en tiempo… no está en el hombre la
capacidad de amar espontáneamente; su capacidad de amar es
obnubilada por algo muy similar al miedo… el miedo a la
decepción hace que su amor sea de tipo sentimental-racional, pero
eso no estructura un verdadero amor–tenemos miedo, es cierto;
pero ¿qué es lo que ocasiona este miedo, al parecer, injustificado
–el sentido de culpabilidad; el hombre no puede dejar de
percibir, en el subconsciente, que a lo largo de la historia la mujer
ha sido expoliada; explotada vilmente, convertida en un objeto de
placer, en ciudadana de segunda clase, con derechos casi nulos…
la sociedad ha hecho de ella un ser vilipendiado, sobre todo en la
ética de la mayor parte de las religiones y de las instituciones;
también ha sido alienado de tal manera, que ella misma se ha
convertido en el testigo, juez y jurado más severos del
comportamiento femenino
–en cuanto a la mujer ¿también tiene miedo?
–sí; pero en su caso es un miedo impuesto por la sociedad; cada
vez que siente el deseo de hacer lo que injustamente le es vedado,
se siente culpable, pues cree que va no sólo contra las normas que
la sociedad le impone, sino contra alguna ley natural o religiosa
que explícitamente le prohíbe; se siente culpable porque, aunque
por lo general no tiene conciencia de ello, ha sido alienada por la
sociedad y, sobre todo, por la religión; insistentemente es atacada
por la sensación de que no es suficientemente “pura”, de que es la
culpable de la tentación en que cae el hombre… la religión ha
hecho de la mujer una especie de fuente de pecado maligno y la
ha llenado de culpas, culpas que las instituciones de las sociedades
modernas aún mantienen, pues la identifican como la causa de los
pecados, convertidos en delitos, en “contra de la decencia; ésa es
la contraparte femenina del sentido de culpabilidad masculino…
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en la mujer, amar es su estado natural; por eso es que la maldad en
una mujer, en cualquier mujer, es maldad multiplicada; amar para
nosotras es parte de nuestra naturaleza… la mujer no tiene miedo
de amar, por eso ama con natural disposición y no cree que pueda
haber otra manera
-estás repitiendo los mensajes que aparecen en el cielo y que
han asombrado al mundo
-yo también los leí, por eso te lo repito ahora
–hay algo que martillea, con insistencia agobiadora, las
neuronas activas de mi cerebro: dijiste que tú te realizarías como
mujer, guiando mi propia realización como hombre, para que
luego, ambos nos realicemos como seres… ¿a qué se debe esta
primacía tuya (o mía) de que tú seas causa de mi realización y que
en la mía esté implícita la tuya?
–no soy la causa de tu realización; soy la guía de ella… tú no eres
la causa de mi realización, más bien es mi hacer que te realices
como hombre, ésa es mi tarea de mujer; pero no provoquemos la
premura; todo vendrá a su tiempo, cuando sepas el cómo de lo que
es; mejor dicho, cuando lo intuyas con conciencia despierta;
cuando ese conocimiento surja de tu subconsciente en su ansia de
ser y realizarse ella misma… en fin, cuando se manifieste en ti, en
todo su esplendor, la voluntad de ser… sé que sufres por la
presencia definitiva de la ausencia de la mujer que fue tu vida, de
la que fue manantial de vida, perfume de vida, tibieza de vida, vida
de vida; tal vez sientas también el sentido de culpabilidad por no
haberle hecho saber, cada día, cada hora, que ella era tu vida; sé
que ahora debes aceptar el peso de lo que ya no es, que por no
ser, tiene un peso que agobia con el verdadero agobio… pero ella
no querría que tú sufrieras por algo que ya no es posible remediar;
las mujeres sabemos amar incluso cuando el amor ya no es posible
y sólo queda la urgencia de que el ser cariñado sea feliz; no sufras,
la vida que fue tu vida no lo aceptaría… cuando nosotras, las
mujeres, os amamos, decimos que no sabemos por qué; pero ahí
también somos duales, porque siempre lo sabemos… desde el
comienzo… os amamos porque está en vuestra mayor virtud no la
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de ser bellos, sino la de ser íntegros… os amamos cuando cumplís
vuestro deber de héroes griegos, sabedores empedernidos que
lucháis contra el destino, sabiendo que perderéis siempre… os
amamos por vuestra fortaleza que es tan vulnerable y que nos
obliga a guiaros por la senda de vuestros destinos; si no lo
hiciéramos, vosotros nunca seríais; hasta ahora hemos cumplido el
papel de ser guiadoras que guían desde las candilejas para que
cumpláis vuestro destino… el de héroes griegos… pero, poco a
poco empezáis a andar por vuestra propia cuenta, a realizaros
como vosotros mismos: hombres; y al hacerlo, hacéis también que
nosotras nos realicemos como mujeres, comprobando, con
gradualidad constante, que cumplimos nuestra tarea: la de ser
mujeres haciéndoos hombres… algún día, cuando la evolución de
la historia y del cuerpo haya llegado a un nivel exigido, todos
vosotros seréis íntegros, esa será vuestra belleza, y todas nosotras
seremos bellas en nuestra ambigua integridad, que será eterna…
aprende a ser feliz nuevamente… tal vez haya otra mujer que sienta
tu vida palpitar en la suya y recobres la fortaleza que ahora crees
haber perdido… debo irme, hay muchos como tú que me esperan;
adiós
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nos brinda es tan tosca, que parece estar hecha con badilejo y
paleta de albañil…
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La aparición de su silueta causa la misma impresión en todos… al
visualizarla, el hombre piensa:
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–los veo y los presiento tristes, solos, como si compartieran la
sensación de culpa que me ahoga, nacida en mí y proyectada a los
demás
–nada nos impresiona más a nosotras, a todas las mujeres, que la
lágrima genuina de un hombre
–¿cómo te llamas?
–Neshamanú
–yo soy Marco
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Bros; el mundo de la Universal o el pico elevado de altivez de la
Paramount; en el recuento no debía faltar el reparto principal ni la
clase de letras que tenía el respectivo “the end”
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estuvimos al lado de ellos sin saber lo que pasaba, sin darnos
cuenta de que a veces reducían su ración, de por sí escasa, de
comida, para que ninguno de nosotros pasara tanta hambre… no
los vimos morir mientras vivían… nunca lo intuimos siquiera, no
sentimos que la muerte ya había decidido llevárselos ante la
indiferencia, aunque inocente, con la que nosotros los mirábamos
todos los días a pesar de que los queríamos, y ellos lo sabían, hasta
lo indecible, se apagaron justo cuando nosotros ya estábamos
dispuestos a darles todo… en verdad, conocí el dolor en todas su
formas y grados… soy capaz de identificar la vertiente de donde
cada uno fluye… por eso fue que comprendí, una vez más, algo que
ya había descubierto hacía tiempo: no sabemos por qué, sin
embargo a medida que vamos creciendo, sentimos nacer y luego,
desarrollarse en nosotros, un extraño y oscuro sentido de culpa…
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el servilismo; ella lucha dentro de ti, pero sabe que pronto la
reconocerás y entonces nunca más serás víctima del pasado…
hay algo más que causó tu prisión a la que el miedo te condenó;
encuentra esa causa y entonces tu voluntad hará el resto; al verte
esta noche, con tanta congoja, me acerqué a decirte sólo eso…
ahora debo marcharme; ya no me necesitas, estoy segura que tu
voluntad hará posible que tu miedo desaparezca y que mostrarás a
muchos seres que, como tú, también son presos del miedo que los
punza y corroe como una avispa-araña que teje una red de
sentimientos de culpa, adiós…
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tenía con la luz… ¿cuántas veces me llamó para decirme que no
tuviera miedo y yo no la escuché ni la sentí, dominado, como
estaba, por el miedo? pero ahora la encontré, si, la encontré y
desde entonces ya nunca más tuve miedo; perdí el miedo a todo;
nada hay que me acobarde; eliminé el miedo a la vida y con una
alegría que no cabía en mí, descubrí que al perder el miedo a la
vida, perdía el miedo a la muerte; perdí el miedo a todo lo que
digan o hagan los verdugos, los que han hecho de la astucia la
virtud primera; de la hipocresía, que es el aire de sus vidas…
decidí escribir mi libro, algo que había desechado desde que la
soledad vino en tren de gran pesadez….
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