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Esterilizaciones forzadas: Una justicia pendiente

En el segundo gobierno autocrático de Alberto Fujimori se llevó a cabo una agresiva política pública
de control población con la finalidad de erradicar la pobreza, en la que se esterilizaron sin su
consentimiento más de 300 mil mujeres y 22 mil hombres.

El Programa Nacional de Salud Reproductiva (1996 - 2000) incluyó el método de planificación


familiar AQV (Anticoncepción Quirúrgica Voluntario), conocido también como ligadura de trompas
y vasectomía, orientado a reducir la tasa de fecundidad. Se ejecutó de forma exclusiva, masiva y
forzosa, principalmente, contra mujeres andinas, quechuahablantes y pobres, mediante una
tergiversada información, presión psicológica, amenazas, coerción, chantajes y sobornos. Es decir,
usaron un modus operandi para cumplir con cuotas numéricas y metas impuestas a través de la
captación obligatoria de mujeres en edad fértil en las campañas gratuitas como los “Festivales de
salud”. Según las denuncias e investigaciones, de parte de los medios de comunicación y de
organismos de derechos humanos, se ha constatado que se implementó sin una información
adecuada, sin la voluntad consciente de las víctimas, ni la infraestructura apropiada, ni el
seguimiento en la post-operación; produciendo daños físicos irreversibles (infecciones,
hemorragias, tumores, cáncer, invalidez, etc.) psicológicos y emocionales, hasta muertes como el
caso simbólico de Mamerita Mestanza, quien murió en 1998. El acuerdo entre la Corte
Interamericana y el Estado, por este último caso, permitió demostrar que no fue un caso aislado,
sino parte de una política de Estado. Se ha logrado establecer la responsabilidad del Estado peruano,
tipificado como violencia sistemática de derechos humanos, en delito de lesa humanidad. Sin
embargo, pese a las pruebas, documentos y testimonios, estas denuncias han sido negadas por los
involucrados y varias veces archivadas.

Si “un país que olvida su historia está condenado a repetirla”, como lo señala el Informe Final de la
Comisión de la Verdad y Reconciliación, es importante conservar la memoria, para que no quede
impune y se sancione a los responsables, también la de una real y profunda sensibilidad de la
sociedad en la búsqueda de justicia, verdad, pero sobre todo una política de reparación integral para
devolverles el reconocimiento de sus derechos y la dignidad de las víctimas.

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