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1. Armar al ave:
Con un ayudante y en absoluto silencio le pondremos primero
la caperuza, después las pihuelas y por último, el tornillo y la
lonja.
2. El desvele:
Primero tenemos que conseguir que se deje acariciar por todo
su cuerpo. Para ello y para que no nos pique en la mano y
adquiera el vicio de picar, usaremos una pluma larga llamada
‘fris fras’. En cuando se deje tocar por el pecho y espalda con
la pluma, lo haremos con la mano hasta que se muestre
indiferente ante nuestras caricias.
La primera vez tendrá que comer encaperuzado, le daremos
unas picadas de carne sin huesos ni plumas para que no tenga
que hacer la plumada. Subiremos el ave al puño y le
colocaremos un trozo de carne entre sus patas. Cuando
empiece a comer emitiremos un chasquido constante, similar al
que se hace para arrear a los caballos hasta que termine.
Tendremos que estar toda la noche y todo el día siguiente
acariciándolo para que no pueda dormir, ese día, por la noche
y dentro de casa se le dará de comer por primera vez sin
caperuza. La estancia estará ambientada con una luz tenue,
para tranquilizar a la rapaz. Le colocaremos la comida en el
puño y emitiremos el chasquido, si no come, repetiremos la
lección del día anterior. Si por el contrario empieza a comer, le
daremos tres o cuatro picadas y le quitaremos la caperuza
mientras seguimos emitiendo el chasquido, con lo cual el ave
continuará comiendo, se le da unas picadas más y se le
encaperuza para que termine de comer. Se repetirá esta
operación un día más
Al tercer día se le da de comer al pájaro pero no se le
encaperuza, seguramente se debatirá, el cetrero se levanta y
da unas vueltas por la estancia, cuando se muestre totalmente
tranquilo se sale al jardín ya de noche y se repite la operación.
Si se muestra totalmente tranquilo en el jardín se saca por la
calle a placearlo teniendo la precaución de que nadie se
acerque a tocarlo. Cuando volvamos a casa, se pone al ave en
el banco y se empieza a dar vueltas alrededor de ella, no
pararemos, aunque se debata, solo cuando se muestre
tranquila. Este ejercicio lo realizaremos varias veces al día con
el fin de que se acostumbre a nosotros y no cubra la comida. A
partir de ese día no hará falta volverle a poner la caperuza.
3. Saltos al puño:
Al cuarto día se le placeará todo el día y por la tarde se
intentarán los primeros saltos al puño. Para esto, se sitúa su
percha junto a la pared para que tenga la espalda cubierta, se
le da un par de picadas para que abra el apetito; se la coloca
en la percha y se la lama a su altura a dos palmos de distancia.
Se harán tres saltos por día durante los cinco siguientes días,
doblando la distancia respecto al día anterior. Al sexto día, a
unos diez pasos se le harán seis vuelos. Para ejecutarlos, se
prepararán cinco picadas de carne reservando el resto de la
gorga para el último vuelo. Al día siguiente, solo se le muestra
la primera picada escondiendo las otras en el puño para que el
ave aprenda a venir sin ver la comida. Durante cinco días más,
se repite esta lección aumentando un poco la distancia cada
día, también aprovecharemos para placearlo para que pierda el
miedo a nuestro mundo. Estas lecciones se hacen obviamente
con el fiador, pues no sabemos si el ave estará bien templada.
Finalizados estos cinco días y comprobando que el pájaro viene
como un reloj al puño lo podremos volar suelto por primera vez.
Para ello soltaremos al ave para que vaya donde quiera y la
llamaremos seis veces al puño repitiendo el procedimiento
anterior durante cuatro días más. Lo ideal sería volarlo en sitios
cerrados para que aprenda a esquivar obstáculos. Cuando
hayamos finalizado exitosamente estas lecciones podremos
introducir el ave a la caza.