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A L.·.G.·.D.·.G.·.A.·.D.·.U.·.

Al Or.∙. de Rosario, 11 de diciembre de 2017 (e.∙. v.∙.)

V.∙.M.∙.

QQ.∙.HH.∙. todos

Experiencia iniciática
En el momento indicado golpeé tres veces una gran puerta de madera. La puerta se
entreabrió sin poder discernir quién o qué era lo que estaba detrás de ella. Para mi
sorpresa volvió a cerrarse y estuve un momento sin saber si se volvería a abrir.
Finalmente la puerta volvió a abrirse y una figura oscura y grande me indicó, con las
justas palabras, enfrentarme a una pared, cerrar los ojos y entregar todo aquello que
luego aprendería a llamar "metales profanos". Se me quitó parte de mi vestimenta, mi
pecho y algunas de mis extremidades quedaron descubiertas. Se me privó de la visión y
se ajustó una soga a mi cuello que tuve que sostener desde el otro extremo. Me sentí
vulnerable y expuesto. Durante el proceso anterior mantuve un diálogo sucinto con
aquella figura oscura donde se me interrogó sobre lo que buscaba. No puedo decir que
mis palabras en ese momento hallan sido producidas por el intelecto; más bien surgieron
espontáneamente sin mucha elaboración. Dije que buscaba la Verdad, o más bien
debería decir que algo más poderoso que mi minúsculo Yo emitió esas palabras. La figura
oscura me preguntó qué era la Verdad, a lo que respondí que era "aquello que no
conocía". Pertinentemente se me replicó que cómo puede buscarse algo que no se
conoce. Dije que era algo que se intuía sin conocerse, algo que escapaba del lenguaje
corriente o inabarcable por mi pensamiento lógico. Esas palabras realmente salieron de
mi corazón. No puedo atribuirle a otra cosa más que a ese sentimiento tan elevado que es
la intuición mi acercamiento a la Orden; no llegué por el razonamiento frío, ni por
experiencias profanas.

El procedimiento siguió en tinieblas, acompañado por aquella figura oscura que me


guiaba por caminos laberínticos. Yo estaba privado de la percepción visual, y también
podría decir que de la auditiva, ya que las palabras y los sonidos que intervinieron fueron
los que resultaban imprescindibles. La privación sensorial tuvo un efecto introspectivo, al
estar abstraído de estimulos externos quedé expuesto a la percepción exclusiva de mis
representaciones mentales y mis sentimientos. Aquello que no podía registrar por el
medio de los sentidos mi parte inconsciente intentaba llenarlo con imágenes interiores.
Reflexioné acerca de cuantas veces me encontré en mi vida profana sujeto a la ignorancia
de tantas cosas, y como también, sin ser muy consciente de esto, mi mente intentó
rellenar ese vacio de conocimiento con imágenes irreales. La génesis del error está en
creer que uno sabe de algo cuando, en realidad, se halla proyectando sus propias
imágenes en la oscuridad. La génesis de la sabiduría podría ubicarse del lado contrario,
como enseñó Sócrates, reconociendo la propia ignorancia antes que todo.

El otro hito fue el ingreso a la Cámara de Reflexiones. La primera interpretación que atiné
a hacer fue la más superficial: es una cámara que representa una catacumba y donde el
recipiendario se halla rodeado de simbología referida al fin de la vida y al transito hacia la
muerte que predispone a meditar sobre la ley material de la generación y la corrupción.
Pero recordé que la polisemia de la palabra "reflexión" también alude a "reflejo", y eso
estaba en concordancia con verse enfrentado a cadáveres, y con la lectura de la frase "yo
fui lo que tú eres, tu serás lo que yo soy". Esos restos humanos, al fin y al cabo, no eran
más que un reflejo de mi mismo en algún momento futuro. Reconocerme en la muerte fue
lo que me preparó para experimentar ese otro tipo de temporalidad que caracteriza al
templo, donde lo que se busca es la concentración de lo disperso, del futuro con el
pasado en un eterno presente, del arriba y el abajo, el macrocosmos con el microcosmos,
la vida con la muerte, que en resumen es la unión de todo lo dual que caracteriza a la
manifestación de la materia, para encontrar aquello eterno que trasciende las polaridades.

En la Cámara de Reflexiones me preparé para mi propia muerte dejando un testamento y


respondiendo sinceramente mis deberes para con Dios, para con mis semejantes y para
conmigo mismo, también indicando mi compromiso para con la Orden.

Luego de ingresar al Templo custodiado por un futuro hermano, atravesé tres viajes
simbólico que iban progresivamente desde el caos hasta el orden perfecto, aprendiendo
que para salir del primero y llegar al último es menester que se esgriman luchas, que no
puede darse sin un esfuerzo activo contra la adversidad. Superados los viajes y el
sometimiento a cada prueba correspondiente, finalmente pude conocer la Luz. Abrir los
ojos puede resultar doloroso al principio. La Luz brilla tan vehemente que puede dañar la
vista acostumbrada a la ignorancia, puede generar el deseo de volver a sumergirse en la
oscuridad. Los ritos de iniciación, independientemente de la cultura que los ejecute,
siempre remiten a los ciclos de vida, muerte y resurrección, y es en el momento en el que
el iniciado ve la Luz cuando esto mejor se representa, al salir de las tinieblas intrauterinas
y encontrarse con una iluminación cegadora, con un espacio desconocido, y ser expuesto
a las peligros inherentes de la vida (que bien pueden ser representados por todos
aquellos hermanos que apuntan con sus espadas al iniciado).

Es un tema a meditar profundamente el hecho de que, antes de conocer la Luz del


Templo, es en la Cámara de Reflexiones donde, por un instante, el recipiendario vuelve a
recuperar la vista y ve algo de Luz. Claro está que no la percibe con la misma potencia,
pero que representa el único momento anterior al ingreso al Templo donde halla
iluminación y no está privado de la visión. Esto abre la posibilidad a multiples
interpretaciones pero me limitaré a la que más me impacta: puede entenderse que el
único momento en la vida profana en que el individuo puede percibir algo de Luz, de
verdadera sabiduría, es en el momento en el que se enfrenta con la mortalidad, cuando es
conciente de su propia muerte o está en vías de extinguirse. Pensar esto conduce a
figurarse a la Masonería como el camino iniciático que posibilita el acceso a esa Luz sin
estar en el umbral de la muerte.

Queda ahora el camino de trabajo y lucha, para pasar del caos y la ignorancia al orden y
la sabiduría. Llevará tiempo y no estará excenta de sinsabores a la par que de placeres,
como se me hizo entender simbólicamente con los dos cáliz de sustancias antagónicas.
Pero sé que este camino personal no lo emprendo en solitario: lo hago acompañado de
todos los Hermanos que me abrieron las puertas de su Templo aquella noche.

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