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KANTSPROMENADE
INVITACIÓN A LA LECTURA DE WALTER BENJAMIN
MIGUEL MOREY
Es posible que el paseo sea la forma más pobre de viaje, el Publicado en la revista
Creación, núm. 1, Madrid,
más modesto de los viajes. Y sin embargo, es uno de los que más abril de 1990.
decididamente implica las potencias de la atención y la memoria,
así como las ensoñaciones de la imaginación y ello hasta el punto
de que podríamos decir que no puede cumplirse auténticamente
como tal sin que ellas acudan a la cita. Pasado, presente y futuro
entremezclan siempre sus presencias en la experiencia del presen-
te que acompaña al Paseante y le constituye en cuanto tal.
Para Walter Benjamin, el paseo trasciende los modos de lo
anecdótico para constituirse en modelo y matriz, metáfora mayor
de la forma misma de la experiencia. En tanto que ejercicio espiri-
tual, el paseo establece unos modos específicos de relación entre el
recuerdo, la atención y la imaginación, y se propone como método
para una experiencia de lo real –método que apunta a establecer
un cierto régimen de relación de uno con uno mismo: de constitu-
ción de un ethos o «vida filosófica», en la que pensamiento y vida se
aúnan en vinculación trabada. Podría decirse que, cuanto menos
en la modernidad, el paseo constituye uno de los modelos funda-
mentales de relación de cada cual consigo mismo –los ejemplos de
Rousseau o Nietzsche, R. Walser o G. Büchner, Kerouac o
El vuelo de la paloma
Siendo el asunto el método del Paseante, parece adecuado
comenzar dando un rodeo. Y así lo haremos: recordando un co-
nocido fragmento de Kant (del epígrafe tercero de la Introduc-
ción a la Crítica de la Razón Pura) en el que nos habla del vuelo de
cierta paloma. Dice así:
«La Matemática nos muestra –y nos ofrece un magnífico ejemplo de
ello– cuán lejos podemos ir, independientemente de la experiencia, en
el conocimiento a priori. Es cierto que sólo se ocupa de objetos y cono-
cimientos en la medida en que éstos se dejan, en tanto que tales, repre-
sentar en la intuición. Pero esta circunstancia se olvida fácilmente, por-
que esta intuición misma puede darse a priori, y entonces se distingue
apenas de un simple concepto puro. Alentada por una prueba tal de la
fuerza de la razón, la pasión de avanzar más lejos (Trieb zur Erweiterung)
ya no ve límites. La ligera paloma, cuando, en su libre vuelo, hiende el
aire del que siente la resistencia, podría imaginarse que avanzaría aún
más fácilmente en el vacío. Fue así precisamente como Platón abando-
nó el mundo sensible porque este mundo opone al entendimiento de-
masiados obstáculos diversos, y se lanzó más allá de este mundo, en las
alas de las ideas, en el vacío del entendimiento puro. No se dio cuenta
de que sus esfuerzos no le hacían ganar camino, pues no encontró, por
así decirlo, lugar ninguno en el que posarse y apoyo en el que fijarse y
aplicar sus fuerzas para cambiar su entendimiento de lugar. Pero el
destino ordinario de la razón humana, en la especulación, es éste: ter-
minar su edificio lo más pronto posible y no examinar sino después si
los cimientos han sido bien establecidos. Sólo entonces se busca toda
clase de pretextos para consolarse en lo que afecta a su solidez, o (me-
jor aún) para rechazar (completamente) un examen tardío y peligroso.
Ahora bien, mientras construimos, algo nos libera de toda preocupa-
ción y de toda sospecha, dándonos la ilusión de cimientos que parecen
sólidos».
Políticas de la experiencia
No sería correcto, a buen seguro, que nos detuviéramos a
ironizar sobre la noción kantiana de paseo: el unamuniano «tomar
el aire» y «estirar las piernas», con sus sabidas ventajas para la
sincronización horaria. Como tampoco lo sería recordar aquí los
últimos días de Kant, en la cruel versión de De Quincey: su
compulsiva manía de viajar, sus desarreglos espacio-temporales.
Muy otra es la noción de paseo que pone en obra de Benjamin. A
ella cabría atribuirle la afirmación de R . Walser: «el paseo es con-
dición de supervivencia mental, medio de comunicación con el
otro antes de acceder al rango de tema literario, así como modo de
existencia entre la gente». Y sin embargo, contraponer punto por
punto y en tanto que políticas de la experiencia, el modelo arqui-
sólo así la sabiduría a la que el filósofo aspira tiene que ver con la
existencia y no con la gestión de nuestros (¿nuestros?) empleos del
tiempo.
Miguel Morey