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La transición al Paleolítico superior y la


evolución de los contextos auriñacienses
(50.000-27.000 BP)

Chapter · June 2004


DOI: 10.13140/2.1.5104.9765

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4 authors:

Vania Cabrera Alvaro Arrizabalaga


University of Bío-Bío Universidad del País Vasco / Euskal Herriko U…
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Federico Bernaldo de Quirós Jose Manuel Maillo-fernandez


Universidad de León National Distance Education University
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LAS SOCIEDADES DEL PALEOLÍTICO
EN LA REGIÓN CANTÁBRICA

VV.AA.
*

LAS SOCIEDADES DEL PALEOLÍTICO


EN LA REGIÓN CANTÁBRICA

Miguel Ángel Fano Martínez (Coordinador)


Alvaro Arrizabalaga Valbuena Manuel Ramón González Morales
Javier Baena Preysler César González Sainz
Federido Bernaldo de Quirós Guidotti Jesús Emilio González Urquijo
* Victoria Cabrera Valdés José Manuel Maíllo Fernández
Elena Carrión Santafé Marco de la Rasilla Vives
M.ª Soledad Corchón Rodríguez José Adolfo Rodríguez Asensio
Jordi Estévez Escalera Lawrence Guy Straus
Juan Antonio Fernández-Tresguerres Velasco Pilar Utrilla Miranda
Foto de portada: Figura grabada de mamut de la
Juan Carlos García Codron cueva de Arco B.
Foto cortesía de César González Sainz.
KOBIE (Serie Anejos). Bilbao
Bizkaiko Foru Aldundia-Diputación Foral de Bizkaia
N.º 8, pp. 141 a 208, año 2004.
ISSN 0214-7971

LA TRANSICIÓN AL PALEOLÍTICO SUPERIOR


Y LA EVOLUCIÓN DE LOS CONTEXTOS AURIÑACIENSES
(50.000-27.000 BP)
The Transition to the Upper Palaeolithic and the Evolution of Aurignacian
Contexts: 50,000 - 27,000 BP

Victoria Cabrera Valdés (†) (*)


Alvaro Arrizabalaga Valbuena (**)
Federico Bernaldo de Quirós Guidotti (***)
José Manuel Maíllo Fernández (*)

RESUMEN

La intensa labor investigadora de los últimos años ha convertido a la región cantábrica en uno de los espa-
cios clave de Europa occidental para el estudio de la transición del Paleolítico medio al Paleolítico superior. La
Transición se nos revela hoy como un proceso histórico tremendamente complejo, difícilmente explicable a tra-
vés de la coevolución de culturas y especies humanas, y que quizá deba entenderse más en clave de reorgani-
zación que de ruptura. En el caso del Cantábrico, se aboga por un modelo de transición gradual en el que se
observan tanto elementos innovadores como pervivencias de la etapa precedente. A su vez, la secuencia cantá-
brica de la Transición se interpreta en términos de sucesión, ya que hasta la fecha no se han verificado suficien-
temente posibles interestratificaciones. Se incluye una síntesis de la información disponible para el período res-
pecto al marco cronológico, principales secuencias, medio ambiente, restos humanos documentados, patrón de
poblamiento, estrategias de subsistencia, comportamiento simbólico, y con especial atención a los aspectos tec-
nológicos.
Palabras clave: Región Cantábrica, Transición al Paleolítico superior, Auriñaciense, Neandertales, Huma-
nos Modernos, Poblamiento, Tecnología, Subsistencia, Simbolismo.

ABSTRACT

Intense research carried out in recent years has converted Cantabrian Spain into one of the most important
regions in western Europe to study the transition from the Middle to the Upper Palaeolithic. This transition is
now seen as a tremendously complex process, difficult to explain through a co-evolution of human cultures and
species, and which may be understood as a reorganisation rather than as a break. In the case of Cantabrian Spain,
the model of a gradual transition is proposed, where both innovative elements and continuity with preceding
periods can be observed. Equally, the Cantabrian sequence of the transition is interpreted in terms of a succes-
sion, as possible inter-stratifications have not been verified satisfactorily. A summary is given of the available

(*) Universidad Nacional de Educación a Distancia


(**) Universidad del País Vasco
(***) Universidad de León
142 VICTORIA CABRERA VALDÉS, ALVARO ARRIZABALAGA VALBUENA,
FEDERICO BERNALDO DE QUIRÓS GUIDOTTI, Y JOSÉ MANUEL MAÍLLO FERNÁNDEZ

information about the chronology, main sequences, environment, human remains found, population patterns,
subsistence strategies and symbolic behaviour, and special attention is paid to technological aspects.
Key words: Cantabrian Spain, Transition to the Upper Palaeolithic, Aurignacian, Neanderthals, Modern
Humans, Population, Technology, Subsistence, Symbolism.

LABURPENA

Azken urteetako ikerketa lan sakonek Kantauri aldea Erdi-paleolitotik Goi Paleolitorako igaroaldia aztertze-
ko eremu gakoetako bat bilakatu dute Europako mendebaldean. Igaroaldia prozesu historiko oso konplexu beza-
la agertzen zaigu gaur egun, kulturen eta giza espezien baterako eboluzioaz azaltzeko oso zail egiten duena, eta
beharbada haustura baino gehiago berrantolaketa modura ulertu beharko litzateke. Kantauri aldearen kasuan, ele-
mentu berritzaileak eta aurreko etapatik irauten duten elementuak batzen dituen trantsizio gradualaren eredu baten
alde egiten da. Aldi berean, Igaroaldiko Kantauri aldeko sekuentzia segida baten terminotan interpretatzen da,
gaur arte ez baitago balizko geruzatze tartekatuak nahikoa egiaztatzerik izan. Alor kronologikoari dagokionez,
garairako dagoen informazioaren sintesia sartzen da: sekuentzia nagusiak, giroa, aztarna antropologiko dokumen-
tatuak, populatze patroia, biziraupen estrategiak, portaera sinbolikoa eta alde teknologikoei arreta berezia eskai-
niz.
Gako-hitzak: Kantauri aldeko eskualdea, Goi Paleolitorako igaroaldia, Aurignacaldia, Neandertala, Gizaki
modernoa, Populatzea, Teknologia, Biziraupena, Sinbolismoa.

1. ANTECEDENTES DE LA INVESTIGACIÓN trense, y una segunda con el Auriñaciense y Magda-


EN LA REGIÓN CANTÁBRICA. HITOS leniense caracterizada por útiles de hueso (Mortillet y
PRINCIPALES Mortillet 1910). Después, en 1912 Breuil hizo otra
sistematización, situando el Auriñaciense entre el
La transición del Paleolítico medio al superior se Musteriense y el Solutrense. Así, se refirió a un Auri-
encuentra entre los temas claves de la investigación ñaciense inferior, con Puntas de Chatelperron; a un
del Paleolítico, pues es el período en el que, de forma Auriñaciense Medio, con azagayas de base hendida;
tradicional, se sitúa la llegada del tipo humano y a un Auriñaciense superior, con Puntas de La Gra-
moderno, con las implicaciones que esto conlleva. vette (Breuil 1912). En 1936, Peyrony propuso que el
Sin embargo en los últimos años esta transición se Auriñaciense, como tal, no existe. Por un lado man-
está matizando, modificando algunos de los presu- tuvo un Auriñaciense Medio y por otro lado, transfi-
puestos básicos. El descubrimiento de los restos fósi- rió el Auriñaciense inferior y el superior de Breuil,
les de un neanderthal en un nivel chatelperroniense englobados en un mismo phyllum que llama Perigor-
del abrigo de Saint-Cèsaire (Charente-Maritime) diense. Dividido éste a su vez en Perigordiense infe-
representó un primer punto de inflexión, al propiciar rior con puntas de Chatelperron y superior con puntas
la idea de que algunas industrias del Paleolítico supe- de la Gravette. Para él no hay una cultura con tres
rior pudieran haber sido obra de este tipo humano. A fases, sino dos culturas diferentes, pero contemporá-
partir de este hallazgo se abrió una dinámica en la que neas (Peyrony 1936). El esquema de Peyrony fue cri-
las dataciones de yacimientos peninsulares como El ticado por Breuil y por la Escuela Inglesa de D. A.
Castillo (Puente Viesgo, Cantabria) o l´Arbreda Garrod entre otros (Breuil 1937; Garrod 1938).
(Serinyà, Girona) aportaron un nuevo frente de discu- Garrod retomó la teoría original de Breuil y conside-
sión, pues rompían la visión tradicional sobre la apa- ró que el Auriñaciense inferior se debe llamar Chatel-
rición del Auriñaciense. Este hecho implicaba que perroniense, el Medio queda como Auriñaciense sen-
este conjunto industrial era, en la Península Ibérica, su estricto y el superior como Gravetiense (Garrod
más antiguo que en los Balcanes y el Próximo Orien- 1938). El debate en este punto, es una cuestión de
te, donde se habían situado hasta el momento, las pri- evolucionismo estricto o no. Breuil era estrictamente
meras evidencias. evolucionista, Peyrony permite líneas separadas de
Historiográficamente, las primeras sistematiza- evolución y Garrod volvió al evolucionismo estricto.
ciones de los conjuntos culturales del Paleolítico Estas variaciones en el concepto y contenido del tér-
superior son de fines del siglo XIX. Una de las prime- mino Auriñaciense deben hacernos tomar con precau-
ras son los trabajos de los Mortillet en 1910 que dis- ción aquellas denominaciones “pre-Peyrony”, pues,
tinguían dos fases, una primera caracterizada por úti- en muchos casos, pueden hacer referencia a niveles
les de piedra que englobaba al Musteriense y Solu- chatelperronienses o gravetienses. Sobre todo, si se

KOBIE (Serie Anejos n.º 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
LA TRANSICIÓN AL PALEOLÍTICO SUPERIOR Y LA EVOLUCIÓN DE LOS CONTEXTOS AURIÑACIENSES (50.000-27.000 BP) 143

trata de colecciones perdidas o poco representativas, En primer lugar, hay que considerar que durante
para la región cantábrica, como podría ser el caso de un período cronológico comprendido entre 45.000 y
las cuevas de Salitre (Ajanedo, Cantabria), Santima- 35.000 años BP observamos que en áreas como el
miñe (Kortezubi, Vizcaya) o El Conde (Tuñón, Astu- Próximo Oriente o Europa (tanto Oriental como
rias). Occidental) se producen una serie de cambios tecno-
lógicos que transformarán gradualmente las indus-
Este es, en general, el estado de la cuestión. Es trias locales del Paleolítico medio. En cada región, las
un esquema muy evolucionista, que no siempre ha tradiciones específicas permitirán la aparición de
resistido la cronología absoluta. Se ha comprobado industrias con caracteres nuevos. Sin embargo, en
que la dispersión geográfica y las fechas de los yaci- otros ámbitos como el norte de África, veremos
mientos no siempre se corresponden con este esque- industrias que tienen una perduración hasta fechas
ma, existiendo solapamientos entre estas fases. relativamente próximas, como el Ateriense.
Observamos entre los investigadores la existencia
de dos ideas paralelas. Por un lado, la tendencia a la La naturaleza del cambio biocultural producido
agrupación cuando se aplican criterios taxonómicos entre el Paleolítico medio y el superior en el oeste de
vastos, juntando aquellos grupos que presentan Eurasia, se encuentra polarizado en dos tendencias, o
similitudes minimizando las diferencias. Por otro se le considera como un hecho abrupto con industrias
lado, tenemos la tendencia disgregadora, tendente a auriñacienses intrusivas reemplazando a las tecnolo-
la taxonomía fina, maximizando las diferencias y gías musterienses preexistentes, o por el contrario, se
creando grupos discretos. Ambas tienen ventajas e le toma como un cambio gradual con innovaciones
inconvenientes. Por un lado, la tendencia disgrega- tecnológicas in situ (Cabrera Valdés y Bernaldo de
dora tiende a multiplicar las entidades creando un Quirós 1990), lo que ha sido una fuente de controver-
sinnúmero de nombres que pueden llegar a dificul- sia durante más de cuatro décadas (e.g., Jordá Cerda
tar la interpretación. Por otro lado, la agrupación 1955; de Sonneville-Bordes 1966; Bordes 1968;
puede tender a integrar dentro de la misma entidad Mellars 1973; White 1982; comentarios a Mellars y
grupos diferentes. Stringer 1989; Cabrera Valdés 1993; Knecht et al.
1993; d’Errico et al. 1998). Más recientemente, está
Las primeras etapas del Paleolítico superior han surgiendo un debate con respecto a la prolongada
sido tradicionalmente establecidas por la existencia contemporaneidad y “aculturación” de los grupos
de diferencias con el Musteriense subyacente. Desde humanos neanderthales y modernos en la región
las primeras clasificaciones de H. Breuil, la presencia Franco-Cantábrica, junto con un contestada critica a
de la tecnología de hojas y la industria de hueso y asta la cronología de las industrias Auriñacienses y Cha-
fueron los criterios básicos. A estos caracteres técni- telperronienses por una parte (d’Errico et al. 1998, y
cos se unía un importante factor antropológico: la los comentarios siguientes), y la tardía persistencia de
aparición del Homo sapiens sapiens. Esta distinción neanderthales (hasta c.a. 28-30,000 BP) e industrias
antropológica está en la base de todas las interpreta- Musterienses en Portugal y el sur de España por la
ciones y valoraciones distintas sobre la especificidad otra (Antunes et al. 1989; Vega Toscano 1990; Villa-
del Paleolítico superior. Sin embargo, como veremos, verde y Fumanal 1990; Antunes 1990-91; Raposo
esta visión simplista se ha visto alterada en los últi- 1993; Zilhao 1993; Hublin et al. 1995). Las datacio-
mos años al disponer de nuevas dataciones radiomé- nes por C14 AMS de ca. 40,000 BP de El Castillo en
tricas, junto al aumento de yacimientos. El problema Cantabria y 38,000 BP de L’Arbreda y el Abric
se complica por la unión de dos factores. Por un lado Romaní en Cataluña representan las más tempranas y
nos encontramos en los límites del método radiocar- unívocas apariciones del Auriñaciense en Europa
bónico, pues cerca de los 40.000 años la cantidad de Occidental (Bischoff et al. 1989, 1994; Cabrera Val-
C14 se reduce a cantidades infinitesimales. Por esto, dés y Bischoff 1989). En el momento presente, los
sólo gracias al descubrimiento de nuevos sistemas, yacimientos con secuencias que van del Paleolítico
sobre todo el del Acelerador de Masas, se empiezan a medio al superior juegan un papel clave en la investi-
obtener nuevas dataciones. Junto a éste tenemos el gación sobre la naturaleza de la transición entre el
problema clásico de la clasificación: ¿cuáles son los Paleolítico medio y el superior.
limites entre el Paleolítico medio y el superior?,
¿cuántos raspadores o buriles hacen falta para definir En el centro de los debates relativos a esta transi-
el Paleolítico superior?, ¿hay suficientes cambios ción en el suroeste de Europa están los movimien-
económicos o de estructuración social como para que tos/migraciones, las interacciones culturales -y quizá
sean ciertamente distinguibles?. Como veremos, biológicas– de las gentes que crearon las industrias
estas preguntas están aún lejos de ser respondidas en líticas del Musteriense, Chatelperroniense y Auriña-
su totalidad. ciense, aunque no encontramos una evidencia sufi-
KOBIE (Serie Anejos n.º 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
144 VICTORIA CABRERA VALDÉS, ALVARO ARRIZABALAGA VALBUENA,
FEDERICO BERNALDO DE QUIRÓS GUIDOTTI, Y JOSÉ MANUEL MAÍLLO FERNÁNDEZ

ciente para atribuir estas industrias a unos tipos rán el Paleolítico superior. En la actualidad queda
humanos en concreto (p. ej. Gibraltar). Por tanto, el claramente demostrado que, como cualquier genera-
análisis de los cambios en el uso del espacio, en los lización, esta organización es falsa y que mientras las
patrones de aprovisionamiento de recursos y en los industrias sobre lascas aparecen ya en el Paleolítico
patrones de movilidad del grupo se convierten en inferior, también en este momento se empieza a uti-
aspectos que aportan luz sobre la naturaleza del cam- lizar la técnica de hojas. Esto condujo también a
bio social y económico producido entre el Paleolítico establecer un paralelismo entre el Paleolítico inferior
medio y el superior en esta región (cf. Mellars 1973; -obra de los Homo heidelbergensis–, el Paleolítico
Bailey 1983; Clark y Straus 1983; White 1985; medio -producto de los Homo sapiens neandertalen-
Marks 1988; Bernaldo de Quirós 1992; Cabrera Val- sis–, y el Paleolítico superior -obra de los Homo
dés y Bernaldo de Quirós 1992, 1996; Straus 1992; sapiens sapiens-. Sin embargo, este paralelismo,
Scheer 1993; Svoboda et al. 1996). antes de resolver los problemas de la evolución de la
cultura, tiende a complicarla. El establecimiento de
Sin embargo, el modelo clásico representa una una coevolución de la cultura y los tipos humanos no
visión en gran parte idealizada del Paleolítico supe- responde de forma estricta a lo que nos indica la evi-
rior. Si observamos la aparición de los diferentes ele- dencia arqueológica. Durante el Paleolítico medio la
mentos utilizados en su identificación veremos que presencia de los Homo sapiens está claramente
su existencia no es exclusiva del Paleolítico superior, demostrada en África y el Próximo Oriente, convi-
sino que, en gran medida, ya existían durante los viendo con los neanderthales durante casi más de
periodos anteriores. De forma que la «ruptura» entre 50.000 años y fabricando sus mismos tipos de instru-
el Paleolítico medio y el superior la deberíamos mentos (Bar-Yosef y Meignen 1992; Vandermeersch
situar en el mismo nivel que la existente, por ejem- 1993). De esta forma, la correlación entre los tipos
plo, entre el Gravetiense y el Solutrense, o entre éste humanos y las industrias no se debe, ni se puede, uti-
y el Magdaleniense. No nos encontramos así ante lizar, en ningún caso, como criterio clave en los estu-
una auténtica ruptura, sino ante una reorganización. dios de la transición del Paleolítico medio al supe-
Los cambios no son cualitativos, sino cuantitativos. rior. Por esto, a lo largo de este trabajo tenderemos a
En muchos aspectos, es el propio uso de una termi- evaluar las evidencias culturales sin hacer referen-
nología la que divide la Prehistoria en etapas, lo que cias a sus eventuales autores.
nos lleva a caracterizar cada una de ellas por exclu-
sión de las demás. En este aspecto, las subdivisiones
del Paleolítico son semejantes a las de las demás 2. EL MARCO CRONOLÓGICO DEL
subdivisiones de la Historia. No creemos que ningún PERÍODO
historiador defienda la «unicidad» de la Edad Media
o la Edad Moderna, del Barroco o del Renacimiento, Como puede observarse a partir de un sencillo
ni ningún geólogo la del Cretácico o el Mioceno, sin seguimiento de los manuales al uso hasta la década de
embargo su operatividad sigue convirtiendo a estas los años 90 del siglo XX, el marco cronológico del
subdivisiones en puntos de referencia a la hora de periodo de transición del Paleolítico medio al supe-
organizar nuestro conocimiento de la Historia. Por rior registra una enorme estabilidad hasta, aproxima-
eso se mantiene la existencia de divisiones, en aras damente, 1990. Estabilidad en las fechas propuestas y
de una mayor operatividad, aunque seamos cada vez dentro de un seguidismo claro de la propuesta france-
más conscientes de la interrelación y evidencias de sa, que partiendo de la secuencia de Arcy-sur-Cure
continuidad entre ellas. La interrelación y la conti- (Yonne, Francia) obtuvo, durante los primeros años
nuidad son hechos presentes en el registro histórico 70, un apoyo en las dataciones de Cueva Morín
y cada época es heredera de la anterior y en ella se (Villanueva de Villaescusa, Cantabria). En 1990, de
dan las condiciones que caracterizarán las siguientes. modo casi simultáneo en la Cueva de El Castillo y en
La primera división de la Prehistoria se basó en los la catalana de L’Arbreda, fueron obtenidas unas data-
tipos de instrumentos utilizados, distinguiéndose una ciones muy altas para establecer las circunstancias en
Edad de la Piedra de una Edad de los Metales. Así la las que se produjo la transición. Nuevas fechas obte-
técnica de elaboración de los instrumentos fue lo que nidas en sitios cantábricos como La Viña (Manzane-
se convirtió en el primer criterio utilizado en la da, Asturias) y extracantábricos como Abric Romaní
estructuración de la Prehistoria. También la técnica (Capellades, Barcelona) aconsejaron replantear esta
de talla sirvió para caracterizar las divisiones inter- problemática para el norte de la Península Ibérica y
nas del Paleolítico. Así el Paleolítico inferior se abrieron un debate que aún pervive en los momentos
caracterizaría por útiles sobre núcleo como los can- actuales. A ello han contribuido también nuevas data-
tos trabajados o los bifaces. La industria sobre lascas ciones efectuadas fuera de la Península Ibérica, sobre
será la base del Paleolítico medio y las hojas marca- depósitos arqueológicos, sobre pigmentos empleados
KOBIE (Serie Anejos n.º 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
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en la elaboración de obras de arte parietal (véase tiense (que se dilata en el tiempo hasta alcanzar un
Chauvet, Pont d´Arc, Ardèche), o sobre soportes de rango de unos 7.000 años en el Cantábrico), aún
arte mueble (así, en la región alemana del Jura de cuando se registre cierto solapamiento entre ambos.
Suabia y otras, aguas abajo del Danubio). Junto con
la innovación metodológica que representa la aplica- 2.2. Cronología absoluta del período
ción del acelerador de masas, este debate ha genera-
do, en su primera fase, un adelantamiento de, al En la actualidad, existe un número muy impor-
menos, tres milenios en la cronología admitida de la tante de dataciones absolutas, básicamente radiocar-
transición. bónicas, para el conocimiento de la transición del
Paleolítico medio al superior en el Cantábrico. El
2.1. Delimitación cronológica de esta fase incremento de dataciones no ha redundado sin
embargo (como se detalla en el siguiente punto) en
La propia denominación del capítulo que estamos una clarificación total de la secuencia en la que se
abordando actualmente –la transición al Paleolítico desarrollan los acontecimientos para el marco aquí
superior y la evolución de los contextos auriñacien- descrito (Cuadro 1). Cuando nos acercamos ya al
ses (50.000- 27.000 BP)– denota dos fenómenos centenar de dataciones para el marco cronológico y
convergentes en nuestra visión de este complejo geográfico descritos, las últimas fechas obtenidas en
periodo durante las últimas dos décadas: cierto ade- Esquilleu, La Güelga, Cueva Morín o El Castillo
lanto en la cronología, ya señalado, y una perspecti- continúan planteando cuestiones tan interesantes
va mucho más dinámica y multivariante que la que como cuál es la verdadera fecha en la que podemos
venía siendo adoptada. En un plazo muy breve dar por concluido el Musteriense, en qué momento
hemos pasado de aceptar como un fenómeno natural se datan las primeras manifestaciones del Paleolítico
y universal el remplazamiento de neanderthales por superior, cuál es la adscripción filética de los grupos
cromañones hace unos 35.000 años (y en paralelo, la humanos que confeccionaron unos y otros complejos
sustitución de las formas materiales del Musteriense, materiales, o si existe un Castelperroniense en el
por las del Chatelperroniense o Auriñaciense), a con- Cantábrico con una lectura similar a la descrita para
templar una variedad importante de posibles escena- el marco francés (o los marcos franceses, en la medi-
rios. Entre ellos, diversos autores defienden para da que regiones como el noreste, Poitou, el piede-
áreas de Europa la existencia de situaciones cultura- monte pirenaico o el Périgord presentan modalidades
les propias del Paleolítico superior en cronologías ya de Castelperroniense-Chatelperroniense no estricta-
cercanas a los 40.000 años, y pervivencias materia- mente idénticas). A la vista de la tabla, parece nece-
les y antropológicas del Musteriense y los neander- sario concluir que son necesarias dataciones suple-
thales, respectivamente, por debajo del umbral de los mentarias a fin de ir completando la información dis-
30.000 años. ponible y que, aún así, parece difícil resolver qué tra-
tamiento se debe dar a aquellas fechas no acordes
Por la parte que afecta específicamente al marco con el cuadro general.
cantábrico, podemos delimitar desde el punto de vis-
ta cronológico el inicio de nuestro ámbito de exposi- Pasamos con esta observación a un segundo apar-
ción a partir del techo metodológico del radiocarbo- tado de valoración cualitativa de las fechas disponi-
no, siempre por debajo del 45.000 BP. La significa- bles. La tabla presentada muestra una situación acu-
ción numérica de las fechas obtenidas con procedi- mulativa que comprende fechas elaboradas a finales
mientos alternativos al radiocarbono en Esquilleu de los años 60 (algunas de Cueva Morín o de Leze-
(Castro-Cillorigo, Cantabria), El Pendo (Escobedo de txiki) y muy recientemente (2004), procesadas por el
Camargo, Cantabria), El Castillo (Puente Viesgo) o método de C14 convencional o AMS (e incluso TL,
Lezetxiki (Arrasate, Guipúzcoa), entre otros sitios, ESR o Th/U), desde numerosos laboratorios y sobre
resulta menor con respecto al gran –y creciente– soportes en hueso, madera, carbón, diente, sedimen-
volumen de dataciones radiocarbónicas. Las situacio- to o espeleotemas. Es evidente que este estado de la
nes culturales descritas por encima de los 40.000 cuestión traza un panorama muy difícil de interpre-
años, incluso en la Cueva de El Castillo, acostumbran tar, pero no están claros los criterios según los cuales
corresponder a contextos calificados como muste- podemos dar por amortizadas e inválidas algunas
rienses y no plantean por tanto excesivo debate. En el fechas, más allá de las evidentemente discordantes
extremo opuesto de la distribución de fechas, el (entre las que podemos encontrar, además, algunas
27.000 BP viene a plantear aproximadamente el lími- obtenidas a partir de soportes y laboratorios teórica-
te admitido entre los tecnocomplejos atribuidos al mente solventes, por métodos adecuados y en
Auriñaciense evolucionado y el más antiguo Grave- momentos relativamente recientes).

KOBIE (Serie Anejos n.º 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
146 VICTORIA CABRERA VALDÉS, ALVARO ARRIZABALAGA VALBUENA,
FEDERICO BERNALDO DE QUIRÓS GUIDOTTI, Y JOSÉ MANUEL MAÍLLO FERNÁNDEZ

Yacimiento Referencia lab. Método Soporte Fecha BP Nivel Atribución Referencia


Esquilleu Mad- ? TL Cuarcita 88.585 ± 8.250 VI Musteriense Carrión 2002
Lezetxiki IPH-LzV2 Th/U Hueso 70.000 ± 9.000 V Musteriense Sánchez 1991
Lezetxiki IPH-LzV1 Alpha (Th/U) Hueso 57.000 ± 2.000 V Musteriense Sánchez 1991
Esquilleu Mad-3300 TL Tierra 53.491 ± 5.114 XXIb Musteriense Baena et al. 2006
Esquilleu Mad-3299 TL Tierra 51.034 ± 5.114 XXId Musteriense Baena et al. 2006
Esquilleu OxA-11414 AMS Carbón 49.700 ± 1.600 XVIII Musteriense Baena et al. 2006
La Viña GifA-95521 AMS Carbón >47.700 XIV* Musteriense Fortea 1999
La Viña GifA-95537 AMS Carbón > 47.600 XIII basal Musteriense Fortea 1999
Arrillor OxA-6084 AMS Carbón 45.700 ± 1.200 Amk Musteriense Hoyos et al. 1999
Arrillor OxA-6251 AMS Hueso 45.400 ± 1.800 Amk Musteriense Hoyos et al. 1999
El Castillo GifA-92506 AMS Carbón 43.300 ± 2.900 20b Musteriense Cabrera et al. 1996
Arrillor OxA-6250 AMS Hueso 43.100 ± 1.700 Smk-1 Musteriense Hoyos et al. 1999
La Viña GifA-95546 AMS Carbón 42.200 ± 2.200 XIII basal Musteriense Fortea 1999
Axlor Bta-144262 AMS 42.010 ± 1.280 D Musteriense González Urquijo et al. 2004
El Mirón GX- 27112 AMS Carbón 41.280 ± 1.120 130 Paleolítico medio Straus et al. 2002
El Castillo OxA-2477 AMS Carbón 41.100 ± 1.700 18c Aur. de Transición Hedges et al. 1994
El Castillo OxA-2475 AMS Carbón 40.700 ± 1.600 18b Aur. de Transición Hedges et al. 1994
El Castillo OxA-2476 AMS Carbón 40.700 ± 11.500 18c Aur. de Transición Hedges et al. 1994
El Castillo AA-2405 AMS Carbón 40.000 ± 2.100 18c Aur. de Transición Cabrera y Bischoff 1989
El Castillo ESR Diente 40.000 ± 5.000 18c Aur. de Transición Rink et al. 1995
El Pendo ESR Diente <40.000 B Paleolítico Medio Montes y Sanguino 2001
El Castillo OxA-2478 AMS Carbón 39.800 ± 1.400 18c Aur. de Transición Hedges et al. 1994
Cueva Morín GifA-96264 AMS Carbón 39.770 ± 730 11 Musteriense Maíllo et al. 2001
El Castillo GifA- 89147 AMS Carbón 39.500 ± 2.000 18c Aur. de Transición Cabrera et al. 1996
El Castillo GifA-89144 AMS Carbón 39.300 ± 1.900 20b Musteriense Cabrera et al. 1996
Esquilleu Beta-149320 AMS Carbón 39.000 ± 300 XII Musteriense Baena et al 2006
El Castillo OxA- 2474 AMS Carbón 38.500 ± 1.300 18b Aur. de Transición Hedges et al. 1994
El Castillo AA-2406 AMS Carbón 38.500 ± 1.800 18b Aur. de Transición Cabrera y Bischoff 1989
Arrillor OxA-6106 AMS Hueso 37.100 ± 1.000 Lmc Würm III Hoyos et al. 1999
El Castillo AA-2407 AMS Carbón 37.100 ± 1.800 18b Aur. de Transición Cabrera y Bischoff 1989
El Castillo OxA-2473 AMS Carbón 37.000 ± 2.200 18b Aur. de Transición Hedges et al. 1994
Cueva Morín GifA-96263 AMS Carbón 36.590 ± 770 8 Auriñaciense arcaico Maíllo et al. 2001
La Viña Ly-6390 C14 Carbón 36500 ± 750 XIII Auriñaciense Fortea 1995
Esquilleu AA-37882 AMS Carbón 36.500 ± 830 XIF Musteriense Carrión 2002
Cueva Morín SI-951a C14 Carbón 35.000 ± 6.777 10 Chatelperroniense Stuckenrath 1978
Esquilleu AA-37883 AMS Carbón 34.380 ± 670 VI Musteriense Carrión 2002
El Castillo GifA-95539 AMS Carbón 34.300 ± 1.000 16 Auriñaciense arcaico Cabrera et al., 2002
Labeko Koba Ua-3324 AMS Hueso 34.215 ± 1.265 IX inferior Castelperroniense Arrizabalaga 2000c
El Pendo ESR Diente 33.700 ± 1.300 B Paleolítico Medio Volterra 2001
La Viña GifA-95463 AMS Carbón 31.860 ± 680 XIII Auriñaciense Fortea 1999
Labeko Koba Ua-3321 AMS Hueso 31.455 ± 915 VII Protoauriñaciense Arrizabalaga 2000c
Labeko Koba Ua-3322 AMS Hueso 30.615 ± 820 V Auriñaciense Antiguo Arrizabalaga 2000c
El Pendo ESR Diente 30.500 ± 300 H Paleolítico Medio Volterra 2001
Cueva Morín SI-954 C14 Carbón 30.465 ± 901 7+6 Auriñaciense antiguo Stuckenrath 1978
Labeko Koba Ua-3325 AMS Hueso 29.750 ± 740 IX superior Protoauriñaciense Arrizabalaga 2000c
El Mirón GX- 27113 AMS Carbón 27.580 ± 210 128 Paleolítico superior inicial Straus et al. 2002

KOBIE (Serie Anejos n.º 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
LA TRANSICIÓN AL PALEOLÍTICO SUPERIOR Y LA EVOLUCIÓN DE LOS CONTEXTOS AURIÑACIENSES (50.000-27.000 BP) 147

Yacimiento Referencia lab. Método Soporte Fecha BP Nivel Atribución Referencia


Cueva Morín SI-955 C14 Carbón 27.565 ± 865 7 Auriñaciense antiguo Stuckenrath 1978
Labeko Koba Ua-3320 AMS Hueso 26.910 ± 530 VII Protoauriñaciense Arrizabalaga 2000c
Cueva Morín SI-951 C14 Carbón 26.660 ± 577 10 Chatelperroniense Stuckenrath 1978
Labeko Koba Ua-3034 AMS Hueso 26.575 ± 505 IX inferior Castelperroniense Arrizabalaga 2000c
Cueva Morín SI-956 C14 Carbón 26.565 ± 1.324 8ª Auriñaciense arcaico Stuckenrath 1978
Cueva Morín SI-952 C14 Carbón 26.485 ± 556 8ª Auriñaciense arcaico Stuckenrath 1978
Cueva Morín SI-952a C14 Carbón 26.205 ± 757 8ª Auriñaciense arcaico Stuckenrath 1978
Cueva Morín SI-955a C14 Carbón 26.105 ± 1.535 7 Auriñaciense antiguo Stuckenrath 1978
Labeko Koba Ua-3035 AMS Hueso 23.365 ± 350 V Auriñaciense antiguo Arrizabalaga 2000c
Labeko Koba Ua-3323 AMS Hueso 21.665 ± 305 IV Auriñaciense antiguo Arrizabalaga 2000c
Lezetxiki I-6144 C14 Hueso 19.340 ± 780 IIIa Auriñaciense Altuna 1972
Esquilleu Mad- ? TL Cuarcita 15.546 ± 1.116 VI Musteriense Carrión 2002
El Pendo ESR Diente 14.300 ± 700 D Paleolítico Medio Volterra 2001
Esquilleu AA-29664 AMS Hueso 12.050 ± 130 III Musteriense Carrión 2002

Cuadro 1. Dataciones de la Transición entre el Paleolítico medio y superior en la región cantábrica.

2.3. Sistematización interna del período, desde el 1.– A diferencia de lo que sucede con el Solutren-
fin del “Musteriense clásico” al “Auriñaciense se o el Magdaleniense, el conjunto del Paleolítico
evolucionado” superior inicial dista aún mucho de alcanzar cierta
estabilidad en su organización interna, entendida ésta
En un artículo reciente (Arrizabalaga 2004a), uno como una sistematización dotada de apoyos variados
de nosotros repasaba el complejo (o simple) estado en (geocronología, paleoambiente, caracterización
el que se encuentra la sistematización del inicio del industrial, aprovechamiento del medio y comporta-
Paleolítico superior en el sudoeste europeo. En pri- mientos culturales, etc.), válida para un amplio espa-
mer lugar, tal y como atestiguan los debates entre cio geográfico y aceptada por la mayoría de los espe-
diversos autores, un aspecto clave en la investigación cialistas en la materia.
actual radica en el establecimiento o aceptación de
una secuencia regional, en la que puedan verificarse 2.– El origen de este fenómeno puede guardar
relaciones de sustitución y/ o coexistencia entre cierta relación con diversos accidentes historiográfi-
diversas fases cronológicas y culturales (y, de modo cos. Así, G. de Mortillet omitió durante más de trein-
colateral, de los tipos humanos que las protagonizan). ta años cualquier mención al “Auriñaciense” en la
Entendemos que es éste el nudo del debate actual secuencia paleolítica francesa. También resulta lla-
entre quienes interpretan de modo diferente el regis- mativo observar que en las décadas de los años 30, 40
tro arqueológico que testimonia el tránsito entre el y 50 conviven interpretaciones unifiléticas (sensu
Paleolítico medio y el superior en el sudoeste euro- Breuil), bifiléticas (sensu Peyrony) y trifiléticas (sen-
peo. Aunque resulta evidente que no existe modo su Garrod) para el período intercalado entre el Mus-
alguno de vincular directamente tecnocomplejos teriense y el Solutrense. Aún hoy, resta por resolver
industriales y comportamientos simbólicos con los definitivamente la cuestión perigordiense, en los tér-
tipos humanos que los desarrollaron, existen indicios minos en los que la planteó Peyrony, esto es, compor-
(Saint-Césaire, Arcy-sur-Cure, entre otros) que han tando una continuidad en lo básico entre el Castelpe-
ido desdibujando el modelo anteriormente trazado. rroniense y el Gravetiense, a pesar de la trascenden-
La identidad establecida entre Musteriense/ Paleolíti- cia que tendría esta constatación, si llegara a probar-
co medio/ Neanderthal de una parte y Auriñaco-Peri- se. La formulación del concepto de Perigordiense,
gordiense/ Paleolítico superior/ Hombre Moderno de como cultura prehistórica, estuvo en origen firme-
otra, ha sido definitivamente cuestionada. No es este mente vinculada a una etnia o raza humana, que con-
el lugar más adecuado para reflexionar en clave his- viviría en el tiempo (y acaso, en el espacio) con otra
toriográfica acerca de cómo se asientan los conceptos etnia auriñaciense.
en la Taxonomía y Sistemática que termina dando
origen a la Prehistoria como disciplina científica 3.– A pesar de lo dicho, muchos autores emplean
(Arrizabalaga 1998a). Sólo queremos hacer hincapié indistintamente conceptos como Perigordiense infe-
en algunas observaciones al hilo de este problema: rior y Castelperroniense/Chatelperroniense o Perigor-
KOBIE (Serie Anejos n.º 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
148 VICTORIA CABRERA VALDÉS, ALVARO ARRIZABALAGA VALBUENA,
FEDERICO BERNALDO DE QUIRÓS GUIDOTTI, Y JOSÉ MANUEL MAÍLLO FERNÁNDEZ

diense superior y Gravetiense, sin valorar la carga En buena parte de los yacimientos cantábricos en
ideológica tan distinta que subyace entre ambas siste- los que está debidamente acreditada una secuencia
matizaciones. Esta carga se observa, muy en particu- ininterrumpida, como en La Viña, Cueva Morín,
lar, para establecer en qué términos se fijan las Labeko Koba (Arrasate, Guipúzcoa) se reproduce,
secuencias regionales (¿puede haber coexistencia en total o parcialmente, esta sucesión. Sin embargo, el
un mismo medio de ambos supuestos phyla y, por hecho de que una o varias de estas fases estén ausen-
tanto, las famosas interestratificaciones?) y cuál es el tes de una secuencia estratigráfica (por ejemplo, el
tipo humano que las protagoniza (resulta contradicto- huidizo Castelperroniense) resulta fácil de resolver
rio ver en el neanderthal al autor de los depósitos del sobre el procedimiento habitual: hiatos de registro o
Perigordiense inferior y en el humano moderno al de ocupación humana. En coherencia, esta secuencia
autor de los del Perigordiense superior, esto es, conti- simplificada y en términos de sucesión conduce a
nuidad industrial y ruptura antropológica a un tiem- cuestionar la relación entre Castelperroniense y Gra-
po). Valoración semejante merecen las menciones al vetiense y a proponer la supresión del término Peri-
Auriñacoperigordiense (como sinónimo de Paleolíti- gordiense y el concepto subyacente, cuando menos
co superior inicial) o la referencia reiterada a las fases para el marco regional descrito.
de Auriñaciense y Perigordiense propuestas por Pey-
rony y reacondicionadas posteriormente por Sonnevi- Unas líneas de reflexión en relación con los llama-
lle-Bordes. dos complejos industriales de transición en la Penín-
sula Ibérica, y en particular, en el área cantábrica. El
4.– Este dilema entre continuidad y ruptura (que Musteriense “clásico” presenta un marcado carácter
no es privativo del inicio del Paleolítico superior, ajerárquico desde la perspectiva cronológica: se con-
puesto que afecta también a todos los períodos de figura como lo que algunos especialistas han denomi-
tránsito) se ve agravado por otras distorsiones del nado “cultura meseta”, en la que no resulta posible
registro arqueológico. Así, las limitaciones metodo- discriminar circunstancias industriales más antiguas
lógicas del radiocarbono llevado en este periodo a su o más recientes. En este sentido, creemos más correc-
extremo, la escasez de secuencias continuas que abar- to hablar del final del Musteriense, que del Muste-
quen un lapso de tiempo lo suficientemente largo, la riense final, en tanto no esté adecuadamente caracte-
relativa rareza de los conjuntos castelperronienses y rizado, con un rango geográfico amplio, tal Muste-
de otros complejos de tránsito (como el Uluzziense riense final. Por otro lado, el Castelperroniense o el
italiano), lo infrecuente de encontrar restos humanos Auriñaciense arcaico vienen describiéndose, para
fósiles antes del Gravetiense, etc. contribuyen a pro- nuestro medio geográfico, como los primeros com-
longar el debate. plejos del Paleolítico superior, aunque muchos auto-
res cuestionan la existencia de un Castelperroniense
Casi un siglo después de que Breuil lo planteara en la Península Ibérica, arguyendo que en realidad se
por vez primera, el problema de la sistematización trata, bien de “conjuntos musterienses con puntas de
del Paleolítico superior inicial aún no está resuelto y chatelperron”, bien de “mezclas estratigráficas entre
quizás no está ni siquiera maduro para ser resuelto en unidades del Paleolítico medio y superior”, bien de
breve plazo. Nuestra interpretación de la secuencia elementos extraños, toda vez que conjuntos como el
cantábrica, apunta hacia una secuencia cronocultural de Morín 10, por variables como el número de puntas
simplificada y que se desarrolla en términos de suce- de chatelperron o el índice de laminaridad que pre-
sión sobre el marco regional. Simplificada, porque sentan, “no se parecen al Chatelperroniense francés”.
intercalados entre el Musteriense y el Gravetiense,
reconocemos el Castelperroniense, el Auriñaciense Estos tres argumentos, que podrían ser perfecta-
arcaico (con diversas variantes), el Auriñaciense anti- mente válidos (y de hecho, lo son en algún caso),
guo y el Auriñaciense evolucionado. Se sigue así el también pueden ser rebatidos. El Castelperroniense
modelo propuesto por Laplace, entre otros para el de Cueva Morín no se parece al Castelperroniense de
yacimiento vasco-continental de Gatzarria (Sáenz de otros yacimientos franceses, como éstos tampoco se
Buruaga 1991). En términos de sucesión porque, una parecen entre sí, o al menos no está trazada una línea
vez descartada la posibilidad de interestratificaciones netamente discriminante que deje a un lado el Muste-
en El Pendo (Montes y Sanguino 2001), y mientras riense, de otras condiciones “chatelperronienses” que
no se contraste suficientemente la propuesta de se repitan en Arcy-sur-Cure (Yonne), Gatzarria
Menéndez para La Güelga, no existen situaciones (Zuberoa), Quinçay (Poitou-Charentes) o el propio
estratigráficas en el Cantábrico que permitan sugerir sitio epónimo. Si queremos valorar el número de pun-
coexistencia o convivencia entre grupos tecnológica- tas de chatelperron en la Península Ibérica, no estaría
mente vinculados a phyla Musteriense/ Paleolítico de más recordar que existen más azagayas de base
superior o Auriñaciense/ Castelperroniense. hendida en diversos niveles del Auriñaciense antiguo
KOBIE (Serie Anejos n.º 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
LA TRANSICIÓN AL PALEOLÍTICO SUPERIOR Y LA EVOLUCIÓN DE LOS CONTEXTOS AURIÑACIENSES (50.000-27.000 BP) 149

francés que todas las recuperadas en la Península Ibé- sin laminitas de retoque semiabrupto puede originar
rica, sin que nadie se cuestione la existencia de este tan curioso fenómeno, sin denominar castelperro-
estadio cronocultural, con el mismo nombre, al sur de niense a esta manifestación. Todo ello, sin perjuicio
los Pirineos. Otro tanto podríamos decir acerca de los de aceptar que en estas o cualquier otra excavación
buriles de Noailles, que aparecen en “grandes” canti- existen elementos imponderables que hacen imposi-
dades en sitios como Aitzbitarte III (Errentería, Gui- ble rechazar categóricamente la percolación en el
púzcoa), Antoliñako Koba (Arteaga, Guipúzcoa) o La yacimiento o adjudicación indebida durante el pro-
Viña, aunque sólo el nivel gravetiense de Isturitz ceso de campo o procesamiento y estudio del mate-
aporte una cantidad superior a la suma de todos los rial, de alguna pieza individual.
sitios peninsulares. En definitiva, el Castelperronien-
se de la Península Ibérica se parece al francés (pen- Por otro lado, existen algunas situaciones que
diente éste de configurar aún, en nuestra opinión), en resultan más difíciles de cualificar: en varios yaci-
un grado similar a otras fases cronoculturales del mientos asturianos (como exponente, nos referiremos
Paleolítico superior. a la Cueva del Conde), la Cueva de El Castillo o
Lezetxiki parece registrarse una casuística algo más
Lo que merece ser valorado es la posición estra- complicada que la descrita. Intercalados entre el clá-
tigráfica de estos conjuntos con respecto al Paleolí- sico Musteriense, sin rasgos de tránsito (como la
tico medio y superior. Siempre y cuando se repita la Cadena Operativa de producción laminar) y un Paleo-
circunstancia de que estos conjuntos se sitúen a lítico superior “característico” (entendido por éste el
techo de las secuencias musterienses y/o muro del que presenta una gestión avanzada de los recursos
Paleolítico superior (como parece suceder), hemos líticos y cinegéticos, industria ósea, leptolitización en
roto con el mencionado carácter ajerárquico del diverso grado e incluso testimonios de comporta-
Musteriense y estaríamos hablando, bien de un ver- miento simbólico y/o gráfico) localizamos diversos
dadero Musteriense final, bien de un primer conjun- conjuntos. Desde el punto de vista filético, estas
to del Paleolítico superior. No somos partidarios de series basculan de manera más clara hacia el Auriña-
mitificar la nomenclatura: de hecho, los autores de ciense que hacia el Castelperroniense y se encuentran
este texto nos referimos indistintamente a Chatelpe- en distintos puntos intermedios de una escala virtual
rroniense y Castelperroniense o a Auriñaciense en cuyos extremos dispusiéramos el Musteriense y el
arcaico y Protoauriñaciense. La discusión debería Auriñaciense antiguo (“típico”, “clásico”, “I”, “con
acotarse, por tanto, a si el conjunto de los caracteres azagayas de base hendida”, etc.). Por su difícil ubica-
del nivel lo aproxima más al Paleolítico medio o al ción ha generado una nomenclatura diversa, desde el
superior. Con relación a la supuesta mezcla de con- “Auriñacomusteriense” propugnado por Jordá para la
juntos Paleolítico medio y superior para dar unos Cueva del Conde, hasta el genérico “Auriñaciense
niveles “híbridos”, sólo emplearemos dos argumen- antiguo (que no típico)” propuesto por Arrizabalaga
tos. En primer lugar, los debates acerca de la estra- para Lezetxiki, pasando por el “Auriñaciense de tran-
tigrafía deben acometerse a pie de corte, en los pro- sición” de Cabrera y Bernaldo de Quirós en la Cueva
pios yacimientos. En segundo lugar, debería aclarar- de El Castillo. A partir de la exhaustiva datación del
se qué tipo de Paleolítico superior inicial contiene nivel 18 de la Cueva de El Castillo y de cada uno de
un lote de materiales susceptible de dar lugar a estas sus subniveles, podemos deducir que estas situacio-
quimeras tipológicas, al mezclarse con el Muste- nes de transición ocuparían el espacio cronológico
riense. Por encima de los supuestos niveles chatel- que en otros yacimientos se corresponde con rasgos
perronienses de Cueva Morín, Labeko Koba y materiales de final del Musteriense y del Castelperro-
Gatzarria se sitúan sendas unidades Protoauriña- niense, entre 40000 y 37000 BP. Sin embargo, el
ciense, bien caracterizadas por las laminitas de reto- número de dataciones comprendidas en esta horquilla
que semiabrupto (frecuentemente, tipo Dufour). Sin cronológica en el Cantábrico, si dejamos fuera las
entrar en un análisis frecuencial, aún más determi- dataciones de El Castillo, resulta aún insuficiente
nante, diremos que una única laminita Dufour (entre para definir un modelo, sea éste alternativo o comple-
varios cientos en las tres cuevas) ha sido descrita en mentario, al descrito más arriba. Lo que sí permite es,
el nivel 10 de Cueva Morín (Arrizabalaga 1995) y nuevamente, definir un panorama sensiblemente más
ninguna punta de chatelperron característica ha sido diverso y complejo del que venía siendo trazado en
descrita en los niveles Protoauriñacienses respecti- anteriores décadas. En esta misma línea de argumen-
vos (nivel 8 de Cueva Morín, VII de Labeko Koba o tación, dataciones recientemente obtenidas en yaci-
cjn2 de Gatzarria). De donde se deduce que, para mientos como Esquilleu o La Güelga, sorprendente-
aceptar tal mezcla, sería necesario explicar en pri- mente bajas para la cultura material en la que deben
mer lugar qué Paleolítico superior, por debajo del ser contextualizadas, invitan a plantear un modelo
Auriñaciense arcaico, con puntas de chatelperron y abierto.
KOBIE (Serie Anejos n.º 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
150 VICTORIA CABRERA VALDÉS, ALVARO ARRIZABALAGA VALBUENA,
FEDERICO BERNALDO DE QUIRÓS GUIDOTTI, Y JOSÉ MANUEL MAÍLLO FERNÁNDEZ

Recapitulando, si somos capaces de soslayar la depósitos considerados resultaría relativamente


escasez de información válida y disponible para una extensa, por lo que preferimos guiarnos de diferentes
vasta región, hasta aproximadamente el 40000 BP se síntesis de reciente publicación sobre la presencia del
describen situaciones unánimemente adscritas al componente principal en la dieta de origen animal del
Musteriense. El periodo comprendido entre 40000 y Paleolítico superior inicial en la zona: los ungulados
37000 BP muestra en algunos casos (ejemplo para- cazados por los seres humanos (Altuna 1992a, 1992b,
digmático de ello sería el de la Cueva de El Castillo) 1994; Castaños 1986, 1990).
rasgos de transición entre el Paleolítico medio y el
superior y una filiación de su cultura material próxi- Las biocenosis de finales del Würm II y del inte-
ma a la del Auriñaciense. Con independencia de que restadial würmiense se caracterizan en general por
estas situaciones se puedan prolongar en el tiempo conjuntos de escasa significación climática, en la que
más allá de la fecha señalada (o de que ésta sea la per- son más frecuentes los marcadores de clima templa-
cepción que obtengamos de la acumulación de los do, que los de frío. Así mismo, las principales refle-
diversos errores que implica el protocolo de datación xiones de Altuna sobre las faunas de macromamífe-
absoluta), fechas más recientes del 37000 BP suelen ros del Würm III pasan por la constatación de que, a
suponer que se retoma la clásica secuencia de Auri- diferencia de lo que se comprueba en Aquitania y el
ñaciense arcaico (o Protoauriñaciense, o Auriñacien- País Vasco Continental, las faunas presentes en el
se 0), Auriñaciense antiguo (o Auriñaciense típico, área cantábrica tienen pocas apetencias frías, efecto
o Auriñaciense clásico, o Auriñaciense I, o Auriña- acrecentado por el papel de bolsa-refugio para espe-
ciense con azagayas de base hendida) y Auriñacien- cies templadas que no pueden seguir emigrando hacia
se evolucionado (o évolué). En el milenio que media el Sur. Así, «transforman nuestra zona en una región
entre 28000 y 270000 BP, observamos cierto solapa- de biocenosis monótonas y poco cambiantes a lo lar-
miento entre algunas fechas adjudicadas al Auriña- go del tiempo, aunque se den variaciones climáticas
ciense evolucionado y las más antiguas adscritas al importantes.» (Altuna 1992a, 22). Los escasos indi-
Gravetiense. Desde el punto de vista de la cultura cadores de clima frío se sitúan fundamentalmente en
material, se trata de conjuntos manifiestamente dis- la mitad superior del Würm III (Auriñaciense y Gra-
tintos, por lo que es de suponer que esta situación vetiense de Lezetxiki, Gravetiense de Amalda [Zes-
obedece a una circunstancia real (bien dentro de un toa, Guipúzcoa] y El Castillo, Gravetiense de Cueva
mismo espacio geográfico, o en espacios diferentes) Morín y Santimamiñe, etc.), aunque hay que sumar
o, de nuevo, a un espejismo generado por la acumu- las evidencias frías del tramo superior del nivel IX y
lación de errores dentro del procedimiento de data- la base del nivel VII (entre Castelperroniense y Auri-
ción. ñaciense arcaico) de Labeko Koba. Tampoco las evi-
dencias templadas son frecuentes a partir del final del
2.4. Medio ambiente. Paleobotánica, Arqueozoolo- Musteriense: el jabalí es muy poco frecuente, lo mis-
gía y Paleoclimatología mo que el corzo (salvo en la serie de Cueva Morín,
donde está bien representado).
Casi todos los yacimientos excavados han sido
estudiados de primera mano o revisados según la El estudio por especies y niveles revela que el
perspectiva de la Arqueozoología de grandes mamí- nexo que une las estrategias de aprovisionamiento de
feros. En nuestro ámbito de trabajo, la principal acti- sucesivos niveles dentro del mismo yacimiento, pri-
vación de estos análisis se inicia con la Tesis de Altu- ma sobre la clasificación cronológica de los niveles.
na (1972), que recopila una serie de datos previos, En algunas colecciones guipuzcoanas de esta época
poco sistematizados, e inicia una larga trayectoria, como Lezetxiki, Amalda, Ekain (Deba, Guipúzcoa) y
primero en solitario y luego en compañía de P. Casta- Aitzbitarte IV, se observa un predominio del sarrio;
ños, K. Mariezkurrena y otros. Deben añadirse los en Labeko Koba será el gran bóvido; mientras que en
trabajos de J. Bouchud sobre Isturitz, de Lavaud Bolinkoba será la cabra; en Santimamiñe, Cueva
sobre Gatzarria y de algunos otros especialistas para Morín y El Pendo el ciervo; en Cueto de la Mina, el
colecciones concretas de Cantabria y Asturias, como caballo. En términos globales, la abundancia de dos
El Pendo y El Castillo. Si estos son los documentos familias (caballo y bovinos) tiende a reducirse a lo
que afectan a la fauna de ungulados, la lista se amplia largo del Würm III, asentándose la dicotomía entre
todavía notablemente si consideramos todos los gru- caprinos/ ciervos para el medio cantábrico, todos
pos de fauna: sólo para el País Vasco, deben compu- ellos taxones de pobre lectura ecológica. En resumen,
tarse las aportaciones de Chaline, Zabala y Pemán la significación ecológica de las especies cazadas en
para el estudio de micromamíferos, de Eastham y el medio cantábrico refleja fundamentalmente ele-
Elorza, para las aves, etc. La enumeración de las mentos topográficos y de cobertera vegetal del
especies y porcentajes presentes en cada uno de los medio, más que aspectos de orden climático (salvo
KOBIE (Serie Anejos n.º 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
LA TRANSICIÓN AL PALEOLÍTICO SUPERIOR Y LA EVOLUCIÓN DE LOS CONTEXTOS AURIÑACIENSES (50.000-27.000 BP) 151

limitadas excepciones como el reno, el mamut o el Paquereau y Arl. Leroi-Gourhan, sitúa las culturas
rinoceronte lanudo, como ejemplo de los cuales seña- aquí estudiadas entre dos interestadios, el Würm II/III
laremos el tramo superior del nivel IX y el nivel VII (Hengelo o Les Cottés) y el Würm III/IV (Laugerie).
de Labeko Koba). Desgraciadamente, los restantes Dentro de este lapso, que se dilata aproximadamente
grupos de fauna (aves, peces, reptiles, anfibios, entre 35000 y 21000 BP, se han creído reconocer tres
micromamíferos, moluscos, etc.) no están sistemáti- fases de atemperamiento sucesivas, denominadas
camente estudiados en todos los yacimientos, se pre- Arcy, Paudorf (o Kesselt) y Tursac. Entre ellos se
sentan en reducida proporción (o están ausentes abso- intercalarían, lógicamente, oscilaciones más frías
lutamente), no figuran cuantificados (sólo como una (Delpech et al. 1994; Leroi-Gourhan 1994). Más
lista de especies) o se ha prescindido de interpretar su recientemente, se propuso desde diversos ámbitos (en
significación climática o cultural. En estas condicio- nuestra región, Sánchez 1991 y 1993, Uzquiano
nes, resulta imposible obtener un adecuado provecho 1992) la reforma de este cuadro y su adaptación a los
de estos datos. datos proporcionados por otras modalidades de regis-
tro (estadios isotópicos 4 a 2 del registro marino,
El registro arqueobotánico cantábrico para la tran- depósitos continentales como La Grand Pile o Les
sición entre el Paleolítico medio y el superior presen- Échets), simplificando notoriamente la secuencia:
ta un panorama poco elocuente (puede consultarse concluido el interestadio Würm II/III, no existirían
una síntesis reciente, a propósito de la publicación de verdaderas fases de atemperamiento hasta bien entra-
Labeko Koba: Iriarte 2000). Prescindiendo del medio do el Würm IV (Bölling). Todo este período se desa-
pirenaico central (los análisis polínicos se concentran rrollaría dentro del llamado Pleniglaciar antiguo, en
en el oriente de los Pirineos, a cargo de S. Farbos), un medio frío y árido, con sólo algunos pequeños
disponemos a escala regional de análisis polínicos de matices. Sin embargo, más recientemente la misma
yacimientos arqueológicos del Paleolítico superior autora (Sánchez y d’Errico 2003), a partir de distintos
inicial en: Isturitz, Le Basté, Amalda, Ekain, Lezetxi- análisis polínicos efectuados sobre el sedimento de
ki, Labeko Koba, El Otero (Secadura, Cantabria), fondos marinos y de la lectura ambiental deducida de
Rascaño (Mirones, Cantabria), Salitre, Cueva Morín, otros sondeos (el programa GRIP, concretamente)
El Pendo, Esquilleu y La Riera. Tan sólo se dispone reformula drásticamente su propuesta, sugiriendo
de un análisis antracológico, correspondiente a El ahora una secuencia intrincada, con drásticos cam-
Castillo. Desde la perspectiva de la Antracología, bios ambientales (entre condiciones de calor y extre-
para este período sólo contamos con la referencia del mo frío) que se suceden con una cadencia milenaria.
nivel 18 de El Castillo (Uzquiano 1992), caracteriza- En este sentido, parece admitirse que el incremento
do en sus diferentes subunidades por una gran sobre- de datos en un medio regional bien estudiado origina
rrepresentación del abedul, al que siguen las Rosá- casi siempre una mayor complicación en el cuadro
ceas de tipo Sorbus y el Pinus sylvestris. Desde el cronológico, cultural y ambiental, con mayores mati-
punto de vista ecológico, la autora del estudio desta- ces regionales, topográficos y cronológicos, y no al
ca la continentalización de la serie a partir del paso al revés.
Paleolítico superior: la humedad que podía venir de la
influencia marina se rarifica, siendo favorable al apo- La información disponible (escasa) para la con-
geo del abedul. clusión del Musteriense parece relatar unas circuns-
tancias dominantemente atemperadas (Lezetxiki,
Paradójicamente, la abundancia relativa de datos Cueva Morín). En términos generales, da la impre-
polínicos sobre estas cronologías no redunda directa- sión de que el Castelperroniense se desarrolla en Can-
mente en una percepción más nítida del desarrollo del tabria en las primeras pulsaciones frías del Würm III
paisaje vegetal en estas fechas. Tanto el registro polí- (Morín 10, Pendo VIII), mientras que en Le Basté,
nico, como el sedimentológico, se sitúan en el umbral esta misma fase se ubica en un medio relativamente
crítico de datos en el que resulta difícil encontrar con- templado (con un 25 % de AP), al igual que en Labe-
vergencia entre las fases supuestamente coetáneas. ko Koba IX inferior, quizá correspondiente al interes-
De un modo muy sintético, y atendiendo fundamen- tadial würmiense. Las fases del Protoauriñaciense (o
talmente a las líneas impuestas por las secuencias Auriñaciense arcaico) parecen situarse tanto en Can-
más completas (Isturitz, Labeko Koba o Cueva tabria, como en Euskal Herria en un entorno muy
Morín), intentaremos ordenar la información, con el frío. Según el modelo clásico, el Auriñaciense anti-
apoyo de algunas recopilaciones (Iriarte 2000; Sán- guo y el evolucionado abarcan un dilatado período,
chez 1993). entre los atemperamientos de Arcy y Tursac, lo que
origina que se observen ocupaciones en entornos
La secuencia polínica tradicionalmente aceptada, fríos o templados, incluso dentro del mismo depósito,
establecida a partir de los trabajos clásicos de M.M. como sucede en Isturitz o Cueva Morín. Finalmente,
KOBIE (Serie Anejos n.º 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
152 VICTORIA CABRERA VALDÉS, ALVARO ARRIZABALAGA VALBUENA,
FEDERICO BERNALDO DE QUIRÓS GUIDOTTI, Y JOSÉ MANUEL MAÍLLO FERNÁNDEZ

el Gravetiense parece desarrollarse unánimemente en 3. LA TRANSICIÓN PALEOLÍTICO MEDIO/


una fase de severo enfriamiento, con los mínimos SUPERIOR EN EL CANTÁBRICO
relativos de frecuencia de pólenes arbóreos de todo el
período. Como consecuencia de muchos de los factores
planteados hasta aquí, si se nos permite parafrasear a
Concluyendo con esta somera exposición, pode- Breuil en uno de sus artículos clásicos de la llamada
mos referirnos a los análisis sedimentológicos. En Batalla Auriñaciense, “...por todas partes, la realidad
este área, el estado de la cuestión a trazar resulta aún resulta mucho más compleja de lo que un primer vis-
más pobre, puesto que no resulta frecuente que se rea- tazo habría hecho suponer”. Las circunstancias histo-
licen revisiones analíticas de la Sedimentología de riográficas de la investigación y otras analíticas,
yacimientos con excavaciones antiguas, a diferencia supuestamente más objetivas, como la Geocronología
de lo que sucede con la Palinología. De este modo, o las disciplinas paleoambientales, nos han trazado
sólo contamos con aquellos análisis desarrollados un panorama difícil de simplificar, que se hará aún
durante la excavación o el estudio original del corres- más intrincado a medida que superpongamos los res-
pondiente depósito, en La Riera, El Pendo, Cueva tantes factores incluidos en esta exposición.
Morín, Rascaño, Amalda, Labeko Koba, Lezetxiki y
Gatzarria, con aportaciones consignadas bibliográfi- 3.1. Valoración de la validez del marco empleado
camente en los epígrafes de Areso, Aranzasti, Olas-
koaga y Uriz (1984, 1990), Areso y Uriz (2000), Del mismo modo que hemos intentado acotar la
Butzer (1971, 1973, 1980), Hoyos y Laville (1982), cronología a exponer, debemos de esbozar –y argu-
Kornprobst y Rat (1967), Laville y Hoyos (1981, mentar– un marco geográfico a estudiar, tanto desde
1994), Lévêque (1966) y Thibault (1970). Las dos la perspectiva teórica del modelo regional emplea-
secuencias originalmente más completas (El Pendo y do, como de los límites a fijar para el mismo. El
Cueva Morín) fueron inicialmente estudiadas por modelo de región que viene siendo aplicado de
Butzer (1971, 1973, 1980), que en citas posteriores modo sistemático en los estudios prehistóricos para
enmienda muchos de los aspectos ambientales por él el medio cantábrico es el de una región “natural”
mismo avanzados. Para terminar de completar la dis- conformada como corredor. Con frecuencia, se recu-
torsión de la percepción del problema, en sendos artí- rre incluso a la expresión “corredor cantábrico” o
culos (Hoyos y Laville 1982; Laville y Hoyos 1994) “Cornisa Cantábrica” para referirnos a una banda
se revisan ambas secuencias, modificando notable- geográfica alargada (más de quinientos kilómetros)
mente las impresiones de Butzer. Análisis más y estrecha (no más de 40 kilómetros, hasta la diviso-
recientes, como los elaborados para Labeko Koba ria de aguas), orientada de oeste a este y bien acota-
(Areso y Uriz 2000), permiten ir estableciendo un da por el norte (mar Cantábrico) y sur (Cordillera
cuadro de ámbito cantábrico en el que prima la alter- Cantábrica). Más difusos resultan los límites occi-
nancia de periodos frescos y atemperados, en un ran- dental y oriental, como puede comprobarse en cual-
go cronológico ligeramente más amplio que el que quier síntesis que se consulte, puesto que la Cornisa
propone la última visión obtenida desde la Palinolo- Cantábrica se considera como una región “natural”
gía (ver más arriba). y ello comporta cierta dificultad para establecer
fronteras netas de acuerdo a diferentes criterios geo-
A la vista de esta situación, los datos que se pue- gráficos (Arrizabalaga 2006). Con la intención de
dan presentar tienen un rango exclusivamente indi- superar el simple empleo de actuales divisiones
vidual. Como afirman Laville y Hoyos en un traba- administrativas, se suele recurrir al cauce (o la cuen-
jo de 1983, publicado más recientemente (1994, ca) de diversos ríos (Eo o Nalón, por el extremo
209): «...Teniendo en cuenta todo lo dicho anterior- occidental, Bidasoa o Adour, por el oriental) para
mente, creemos que no puede establecerse por el delimitar el medio cantábrico. Como consecuencia
momento ninguna secuencia climático-cronológica de lo cual, los territorios de Galicia y del País Vas-
para el período auriñaco-perigordiense en el Can- co continental se incluirán ocasionalmente en las
tábrico». En este tema en particular, cabe esperar síntesis de Prehistoria cantábrica. Este desborda-
que el avance de las investigaciones de campo, y la miento geográfico del Cantábrico irá más lejos,
entrada en la bibliografía de los análisis de La Viña, puesto que, por dos motivos distintos (la acentuada
Aitzbitarte III, Antoliñako Koba, Sopeña, Esquilleu continentalidad del conjunto de Galicia y las bajas
o La Güelga, entre otros, vayan completando una altitudes a las que resulta viable traspasar la diviso-
verdadera secuencia regional de referencia que pue- ria de aguas en el País Vasco en dirección al Valle
da ser contrastada con la estipulada por Laville del Ebro), el cierre del Cantábrico hacia territorios
(1973 en origen, publicado en 1975) para el área del más meridionales sólo resulta neto en los actuales
Périgord. territorios de Asturias y Cantabria occidental.
KOBIE (Serie Anejos n.º 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
LA TRANSICIÓN AL PALEOLÍTICO SUPERIOR Y LA EVOLUCIÓN DE LOS CONTEXTOS AURIÑACIENSES (50.000-27.000 BP) 153

La información que venimos obteniendo desde las primeras fases del Paleolítico superior, debido a la
diferentes registros para el inicio del Paleolítico supe- ya comentada penuria de datos fiables que afecta a
rior (Arrizabalaga et al., en prensa) denuncia las difi- esta época. Como quiera que no es éste el lugar más
cultades existentes para fijar tales límites en el Cantá- oportuno para detallar el desarrollo de tal polémica,
brico. Realmente, consideramos muy probable que podemos remitirnos a una síntesis correcta del tema,
esta visión restrictiva del modelo regional sólo sea aunque un poco antigua para el ritmo de renovación
válida para aquella porción del Cantábrico (Asturias y de las corrientes interpretativas en Antropología Físi-
sector occidental y central de Cantabria) en la que ca (Montes 1988, 83-85).
existe una verdadera frontera altitudinal, con cotas
casi insalvables durante el Pleistoceno, que da paso Por lo que respecta al tema aquí presentado, pue-
además a una altiplanicie de una altitud media signifi- de tener una especial relevancia el que se presente un
cativa (en torno a 900 m). Por contra, tanto en su catálogo actualizado de los restos disponibles para el
extremo occidental, como, sobre todo, oriental (la ámbito de esta reflexión (sin que se dicte, frecuente-
Depresión Vasco-Cantábrica), resulta difícil de mante- mente, un claro diagnóstico filético), con el fin de que
ner un modelo de región cerrada y el propio registro se refleje, también en nuestro entorno, la escasez de
arqueológico nos indica reiteradamente que existían evidencias para el período de tránsito entre el Paleo-
movimientos de población con respecto a las regiones lítico medio y el Paleolítico superior inicial (Basabe
vecinas. Si bien la falta de cavidades en el entorno 1982; de la Rúa 1990 y 1992, entre otros):
occidental de Asturias y Galicia (motivada por el sus-
trato geológico local) propicia una visión sesgada de • En la Cueva del Forno o del Conde, una recien-
la ecumene paleolítica y puede dar la impresión (erró- te revisión de las colecciones antiguas ha permitido
nea) de la existencia de una frontera, en el extremo descubrir una mandíbula humana de caracteres arcai-
oriental del Cantábrico asistimos a un auténtico des- cos pero que parece, finalmente, corresponder a un
bordamiento del mapa de dispersión de hallazgos humano de tipo moderno. Así mismo, nuevas excava-
(sobre todo hacia Navarra), incrementada por la docu- ciones (Arbizu et al. 2005) han entregado diversos
mentación de que las fuentes de aprovisionamiento de materiales antropológicos inéditos.
buena parte del sílex empleado en Bizkaia o Gipuzkoa • También en Asturias, el excelente lote de 650
se ubiquen en el territorio actual de Alava y Navarra. restos humanos, correspondiente a un mínimo de 5
Los testimonios de Paleolítico medio o superior (y del individuos, recuperado en la Cueva del Sidrón, data-
Auriñaciense) en otros puntos más bajos del Valle del do por diferentes métodos geocronológicos (C14,
Ebro certifican, de modo progresivo, que ni los Piri- Racemización de aminoacidos y ESR), parece corres-
neos, ni mucho menos los llamados Montes Vascos, ponder a individuos neanderthales del período de
han representado una auténtica frontera. En este senti- transición hacia el Paleolítico superior, con una edad
do, a lo largo de la siguiente exposición se harán, oca- media de entre 41.000 y 39.000 años BP (Fortea et al.
sionalmente, menciones a otros yacimientos ubicados 2003).
en estos territorios. E igualmente, nos permitimos • Una hemimandíbula infantil con caracteres
cuestionar la validez del modelo regional cantábrico, arcaicos y un molar adulto, en el nivel 18 de El Cas-
al menos como único paradigma válido para el con- tillo (Auriñaciense antiguo) provenientes de la anti-
junto del Paleolítico superior en el norte peninsular. gua excavación de Breuil, Obermaier y Alcalde del
Río (Garralda et al 1992) y un lote más amplio, aún
3.2. El protagonista humano del proceso. Los fósi- inédito, recuperado de las recientes campañas de
les humanos en la región Cabrera y Bernaldo de Quirós (Cabrera et al.
2004.).
La presencia de restos antropológicos dentro de • Una bóveda craneana muy incompleta y en
los niveles arqueológicos (de por sí, controvertida), paradero desconocido en Camargo (Revilla de
plantea una problemática especial para el período Camargo, Cantabria; también atribuida al Auriña-
estudiado en este trabajo. Desde el mismo hallazgo ciense).
de un esqueleto de Homo sapiens neanderthalensis • Tres supuestas inhumaciones en el nivel 8 de
en un contexto de industrias castelperronienses en Cueva Morín (Auriñaciense arcaico). Según unos
Saint-Césaire se ha alterado el cuadro evolutivo que complicados procesos químicos de conservación de
venía siendo tradicionalmente admitido. Ésta partía las estructuras (Madariaga 1973), se habrían preser-
de la simplificación pedagógica que suponía la simul- vado los moldes de los cuerpos, pero ni uno sólo de
tánea sustitución del Paleolítico medio por el Paleolí- sus restos óseos o dentarios.
tico superior y del Neanderthal por el Hombre • Un canino infantil localizado dentro del nivel
Moderno (nuevas poblaciones, nueva cultura). El XI de la cueva de Esquilleu, que podría clasificarse
problema resulta especialmente conflictivo durante como neanderthal (Baena et al 2000).
KOBIE (Serie Anejos n.º 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
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FEDERICO BERNALDO DE QUIRÓS GUIDOTTI, Y JOSÉ MANUEL MAÍLLO FERNÁNDEZ

• Con grandes dudas, un cráneo de varón adulto ponibles en nuestro ámbito geográfico y cronológico
encontrado durante los trabajos de acondicionamien- es muy reducido (más aún en los momentos iniciales
to de la entrada de la cueva de Santián, carente de del Paleolítico superior). Demasiado restringido para
contexto (González Sainz y González Morales 1986), evaluar en términos antropológicos las características
ha sido atribuido al Auriñaciense según la supuesta de los pobladores de la región. Excepción hecha de
datación de las figuras pintadas en la cavidad. los restos de Cueva Morín (aceptando la lectura que
• En Isturitz, varios lotes de restos humanos (de González Echegaray y Freeman hacen de esta estruc-
la Rúa 1990): Isturitz 5 (hemimandíbula y falange tura), no existen evidencias directas de prácticas
proximal de un adulto) del Auriñaciense; Isturitz 6a rituales vinculadas a los restos humanos, ni siquiera
(restos de uno o dos varones adultos) y 6b (restos de de que la presencia de éstos en niveles arqueológicos
un mínimo de cuatro adultos) del Gravetiense; Istu- guarde relación con la inhumación intencionada de
ritz 7a (al menos dos adultos y un juvenil) y 7b (cua- los cadáveres.
tro o cinco individuos) del Auriñaciense final. Según
Saint-Périer (Saint-Périer y Saint-Périer 1952), que Finalmente, no podemos perder de vista el hecho
recoge observaciones de Vallois, un maxilar inferior de que los restos antropológicos pertenecen a los pro-
del lote 6 presenta rasgos arcaicos, que recuerdan al tagonistas de nuestras preocupaciones, a los autores
neanderthal. Por último, en el conjunto 6 se ha descri- de nuestros artefactos y a los cazadores que cobraron
to recientemente una rama mandibular masculina con las piezas cuyos restos analizamos con tanto deteni-
signos de abrasión (Buisson y Gambier 1991). miento. Su propia presencia en los mismos niveles
• Un molar humano en el nivel Cbci-Cbf de arqueológicos supone una llamada de atención de la
Gatzarria (Auriñaciense antiguo) (Sáenz de Buruaga realidad frente a un amplio corpus de teorías, supues-
1991). tamente explicativas de su presencia ahí, no sólo en el
• A juzgar por la reconstrucción estratigráfica del aspecto ritual, y antropológico, sino también apelan-
depósito de Lezetxiki (incluso atendiendo simple- do a supuestos flujos de «migración» y/o «difusión»
mente a los cortes estratigráficos originariamente pre- de elementos. Dos trabajos de Clark (Clark 1992a,
sentados) y a la excavación de uno de nosotros, al 1992b, este último en particular) analizan desde una
menos una de las piezas dentarias presentadas corres- perspectiva epistemológica la naturaleza del proble-
ponde al nivel III, y no al IV. Sería, por tanto, un ma, en particular en lo que se refiere al Paleolítico
material adscrito al Auriñaciense, y no al Musterien- superior inicial. Podríamos sintetizar el desarrollo
se, como se describió en principio. La consideración teórico de Clark en la siguiente cita:
de que se trataba de restos humanos de neanderthales
pudo tener bastante que ver con la adjudicación pos- «...La información biológica, demográfica y cul-
terior de ambas piezas dentarias al nivel IV. tural del género requerido para documentar a la
• En Axlor (Dima, Vizcaya), cinco piezas denta- migración se transmite mediante el intercambio de
rias y un pequeño fragmento de maxilar neandertha- genes y la difusión cultural respectivamente, y exhi-
les fueron recuperadas durante la excavación clásica birá estabilidad o cambio en el transcurso del tiempo
en el nivel III (Basabe 1973; Ríos 2004). y el espacio. Aunque tales mecanismos de transmi-
• En la cueva de Arrillor existe una nueva pieza sión pueden conceptualizarse en abstracto, por lo
dentaria atribuida a un neanderthal dentro de un nivel general no podemos aprovecharnos de estos datos
con industria musteriense (Bermúdez y Sáenz de para determinar si ha ocurrido una presunta migra-
Buruaga 1999). ción a causa del grano grueso del registro arqueopa-
leontológico...» (Clark 1992b, 29-30).
Considerando el volumen de información que
aportan las distintas porciones anatómicas (las piezas 3.3. Tipología de los asentamientos. Territoriali-
dentarias son muy poco elocuentes), el hecho de que dad y ocupación del territorio
varias de las evidencias no puedan consultarse o sean
de procedencia dudosa y que las estructuras de Cue- Como puede comprobarse más adelante, en este
va Morín no proporcionen datos antropométricos, mismo capítulo, la noción de territorialidad aplicada
podemos constatar, también en nuestro ámbito regio- a las situaciones de tránsito al Paleolítico superior ha
nal, el vacío de documentación que afecta al SW de sido frecuentemente tratada, aunque desde una pers-
Europa para el tránsito Paleolítico medio/Paleolítico pectiva concreta, en la órbita de la reconstrucción del
superior (Gambier 1992, 1993), con las únicas excep- territorio de explotación económica alrededor del
ciones de Isturitz y, sobre todo, Sidrón. yacimiento (como punto de partida, Bernaldo de Qui-
rós 1980, 1982). Se trata de una visión íntimamente
Resumiendo este apartado, podríamos señalar que ligada al conocimiento que tenemos de la ecumene
el corpus de restos antropológicos recuperados y dis- prehistórica en este periodo y por tanto, a la modali-
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LA TRANSICIÓN AL PALEOLÍTICO SUPERIOR Y LA EVOLUCIÓN DE LOS CONTEXTOS AURIÑACIENSES (50.000-27.000 BP) 155

dad de asentamiento más frecuente (la cueva). En tenten en los criterios de explotación del medio
efecto, a diferencia de lo que es más habitual dentro (materias primas líticas, explotación cinegética y de
del exiguo registro del Paleolítico inferior cantábrico, otros recursos bromatológicos, como los litorales), o
el Paleolítico medio en primera instancia y el Paleo- en el incipiente conocimiento de las más antiguas
lítico superior, plenamente, se caracterizan por la manifestaciones gráficas del Cantábrico. Cabe desta-
ocupación sistemática de abrigos rocosos y, sobre car el gran avance que se ha registrado en el conoci-
todo, cavidades que son frecuentes en la región. miento de este periodo durante las dos últimas déca-
Debemos de interrogarnos, en primer lugar acerca de das y que, nuevamente, este avance ha permitido fal-
la fiabilidad del mapa de dispersión que ahora mismo sar algunas de las hipótesis que se habían establecido
reconocemos para los principales yacimientos cantá- para el período (por ejemplo, el elemento diferencial
bricos de este periodo. Los yacimientos en cueva, por del Auriñaciense o el Gravetiense asturianos, que no
su más fácil localización y su delimitación precisa resiste hallazgos como el de La Viña). Sin embargo,
han simplificado de manera extrema la tarea de pros- resulta más complicado construir nuevas teorías,
pección arqueológica: todos sabemos que, hasta puesto que las anteriores habían empleado la eviden-
determinada altitud (unos 300 a 400 m.s.n.m.), cual- cia negativa o la ausencia de yacimientos como crite-
quier cueva del Cantábrico con ciertas dimensiones y rio determinante, y estos vacíos de determinadas for-
buena orientación presenta buenas opciones para mas de asentamiento o materiales arqueológicos van
haber sido ocupada durante el Paleolítico superior, difuminándose con los nuevos hallazgos. Esto es,
por lo que, tradicionalmente, la actividad de prospec- prescindiendo de los criterios arriba indicados, la
ción y sondeo se ha centrado en estos lugares, dando arqueología del periodo estudiado presenta en la
lugar a un sesgo difícilmente mensurable. Por el con- actualidad una apariencia más homogénea (dentro de
trario, en aquellas áreas al exterior que se encuentran la diversidad) para el conjunto del marco cantábrico
cubiertas por una tupida masa de vegetación (como de la que tuvo nunca. A fecha de hoy no resulta sen-
corresponde a nuestras circunstancias climáticas) el cillo observar en lo material diferencias sustanciales
sesgo es inverso: apenas conoceremos yacimientos al para este medio geográfico y cronológico, más allá de
aire libre, infravalorando este modo de hábitat. Estas las trazadas a partir de la concentración extraordina-
son las circunstancias que motivan que prácticamen- ria de yacimientos en los valles del Nalón, el Pas-
te nada podamos decir del Paleolítico medio o supe- Miera, el Oka o el Deva guipuzcoano.
rior inicial al oeste del valle del Nalón: el sustrato
geológico no propicia la formación de cuevas. 3.4. Principales depósitos arqueológicos del perío-
do (Fig. 1)
Prescindiendo de este fenómeno, en la medida de
lo posible, no es demasiado lo que podemos señalar En esta recopilación de datos nos han resultado de
respecto a las redes de territorialidad que no se sus- especial interés varios trabajos de I. Barandiarán

Figura 1. Localización de los principales yacimientos citados en el texto.

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(1967, 1980a y 1988), F. Bernaldo de Quirós (1982), Auriñaco-Musteriense cantábrico (Jordá 1957). Con
A. Moure (1970, 1972), J. M. Gómez Tabanera posterioridad, L.G.Freeman desarrolló, entre 1962-
(1974) y C. González Sáinz y M. González Morales 1963 dos campañas de excavación en un espacio inte-
(1986). rior de la cavidad, descubriendo una estratigrafía más
detallada (Freeman 1977) con niveles auriñacienses y
3.4.1. Galicia musterienses. Entre ellos, los que más nos interesan
son las unidades A, B y C. A la vista de los materiales
El sustrato silíceo del área galaica no propicia la presentados, en estos niveles resulta muy llamativa la
existencia de cavidades, medio en el que se localizan presencia de elementos líticos de sustrato, en especial
habitualmente la mayor parte de los yacimientos del denticulados, que suponen cerca del 50 % de la indus-
Paleolítico superior inicial conocidos. En otras áreas tria. Esta situación permitiría, eventualmente, pensar
que plantean una problemática similar, como Bretaña en un desarrollo in situ desde los estadios musterien-
(Monnier 1980, 1990), estos yacimientos se ubican ses a un Auriñaciense antiguo, muy particularizado
en depósitos al aire libre o pequeños abrigos bajo por el peso del sustrato (como ocurre en el caso de
roca. Recientemente, ha sido descubierto y excavado Lezetxiki). Sin embargo, las excavaciones del Conde
un yacimiento gallego correspondiente al Paleolítico de la Vega del Sella aportaron un buen lote de azaga-
superior inicial (A Valiña, Castroverde, Lugo), apa- yas losángicas y triangulares, de sección aplanada,
rentemente, al Castelperroniense, por una alta data- que refiere la serie a un Auriñaciense evolucionado (o
ción recientemente obtenida (los autores lo refieren al a una fase avanzada del Auriñaciense antiguo).
Paleolítico superior inicial o Perigordiense). Existen Actualmente el yacimiento está siendo excavado por
distintos trabajos de referencia al respecto (Llana y un equipo dirigido por G. Adán y J. L. Arsuaga.
Soto 1991a, 1991b; Fernández Rodríguez et al.
1993). Cueva Oscura de Perlora (Carraño). Este yaci-
miento ha sido desgraciadamente destruido por la
3.4.2. Asturias actividad de una cantera, antes de que se completara
en él la actividad de excavación. En la década de los
Las secuencias asturianas se caracterizan por una sesenta se realizó un pequeño sondeo (Fernández y
presencia muy notoria del Solutrense y Magdalenien- Mallo 1964), donde se pusieron en evidencia siete
se (de la Rasilla 1983, 1984), pero las anteriores fases niveles. El que interesa en este trabajo es el 7, de 15
culturales (Musteriense o Paleolítico superior inicial) cm. de espesor, en el que tienen un peso importante
también tienen cierto grado de representación. los útiles arcaicos (sensu Chung 1972) como son las
raederas carenadas y denticulados, así como una pun-
Cueva de La Viña (Manzaneda-Oviedo). Dentro ta de Chatelperron.
del destacado proyecto de investigación que se viene
desarrollando en las dos últimas décadas en el valle Cueva del Cierro (El Carmen). El área principal
medio del río Nalón, a cargo de J. Fortea y otros (For- del yacimiento fue excavada entre 1958 y 1959 por
tea 1981, 1992), las cronologías tratadas aqui también Jordá. Con posterioridad, en 1977, A. Gómez revisó la
llevan camino de conocer una drástica renovación. El estratigrafía de Jordá e inició de nuevo la excavación
principal depósito de la zona excavada y con niveles del depósito. La excavación de Jordá permanece casi
de estas cronologías es La Viña, yacimiento del que inédita (a excepción de breves referencias, que afectan
contamos con referencias de la presencia de estratos sobre todo a los niveles solutrenses). Sobre la estrati-
musteriense (XV al XIII basal), una rica secuencia grafía de El Cierro existe una notoria confusión, que
auriñaciense (desde el XIII inferior, Auriñaciense puede corresponder a un error de las referencias en la
arcaico al XI, Auriñaciense evolucionado) y otro nivel excavación, citado por P. Utrilla (1981). En esta ver-
Gravetiense, con múltiples buriles de Noailles (Fortea sión, el nivel V (capa 6) está constituido por arcilla
1992, 1995, 1999). Además de la presencia de indus- estéril; el nivel auriñaciense sería el VI (capas 7 y 8),
tria ósea poco habitual en el Cantábrico, como la aza- con matriz cenicienta y presencia de hogares. Bernal-
gaya de base hendida del nivel XIII, existen en esta do de Quirós (1982) refiere como niveles lo que Utri-
cueva algunas expresiones gráficas, en forma de gra- lla denominara capas, de modo que serían auriñacien-
bados parietales adscritos al Auriñaciense. ses los niveles VI, VII y VIII. Finalmente, Straus
(1983) asegura haber encontrado tres puntas solutren-
Cueva del Conde o Cueva del Forno (Tuñón). Se ses «... del nivel IV, que descansaba por encima de un
trata de un abrigo amplio, descubierto y excavado por nivel «auriñaciense»...» (op.cit., pág.41). En definiti-
el Conde de la Vega del Sella en 1915 y del que sólo va, puede asumirse que existen tres unidades (llámen-
se publicaron breves notas (Vega del Sella 1915). se capas o niveles, en función a la envergadura que se
Años después es empleado por Jordá para definir el de a sus diferencias internas) bajo el Solutrense de El
KOBIE (Serie Anejos n.º 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
LA TRANSICIÓN AL PALEOLÍTICO SUPERIOR Y LA EVOLUCIÓN DE LOS CONTEXTOS AURIÑACIENSES (50.000-27.000 BP) 157

Cierro. La revisión de los mismos a cargo de Bernal- 1986). Este nivel 1 sólo ha sido excavado en 2 m_, y
do de Quirós nos muestra una degradación de efecti- ha producido una escasa industria lítica, de difícil ads-
vos hacia la base (81 útiles en el nivel 6, 62 en el nivel cripción, aunque Bernaldo de Quirós (1982) la ponga
7 y 20 en el nivel 8). A la vista de la misma, la posi- hipotéticamente en relación con el Auriñaciense evo-
bilidad de adscripción más verosímil para estos tres lucionado de El Cierro o El Conde.
niveles (bastante parecidos entre sí) es el Auriñacien-
se arcaico o Auriñaciense antiguo, aunque con una Otras referencias. Altuna (1972), al referirse a las
caracterización muy especial, originada por el domi- secuencias estratigráficas asturianas menciona unas
nio de la cuarcita entre las materias primas. catas desarrolladas en 1969 por G.A. Clark en Bal-
mori (Llanes), en cuya base, bajo un dudoso nivel
Cueva de Arnero (Posada de Llanes). Se trata de solutrense, parece haber algunos materiales (al menos
una pequeña cueva en el oriente asturiano, muy pró- faunísticos) correspondientes al Auriñaciense (Clark
xima a la también tratada Cueto de la Mina (Posada 1974-1975).
de Llanes, Asturias). Descubierta por el Conde de la
Vega del Sella en 1919, fue excavada ese mismo año Recientemente, en la Güelga (Onis) han sido des-
por el Conde de la Vega del Sella y Obermaier. Des- cubiertos una serie de niveles correspondientes al
graciadamente, esta excavación nunca fue publicada momento que nos concierne y en cuyos resultados,
en extenso y sólo disponemos de algunas referencias muy preliminares, se plantea una interestratificación
dispersas (Vega del Sella 1923; Obermaier 1925). Auriñaciense/Chatelperroniense (Menéndez et al.
Entre los tres niveles descritos (Musteriense, Auriña- 2005).
ciense y Asturiense), los que aquí nos interesan son el
B y el C. La existencia de varias azagayas de base 3.4.3. Cantabria
hendida en el nivel (según Obermaier) ubica con bas-
tante precisión el conjunto del nivel B dentro de un Constituye el área central de la región cantábrica
Auriñaciense antiguo. y presenta una importante dispersión de yacimientos
de este periodo.
Cueto de la Mina (Posada de Llanes). El depósi-
to se sitúa en un gran abrigo sobre el río Calabres, Esquilleu (Castro-Cillorigo). En curso de excava-
excavado entre 1914 y 1915 por el Conde de la Vega ción por parte de J. Baena, se trata de un rico yaci-
del Sella y publicado por el mismo, poco después miento con no menos de catorce niveles de ocupación
(Vega del Sella 1916). En Cueto de la Mina fueron musteriense y fechas llamativamente bajas para el
detectados nueve niveles, todos ellos muy pobres en techo de la secuencia. Se ubica en el desfiladero de
industria. La unidad F resulta claramente Solutrense, La Hermida, en un abrupto paso sobre el río Deva,
mientras que los niveles G y H fueron atribuidos al casi en el límite entre Asturias y Cantabria (Baena y
Auriñaciense superior (sensu Breuil). Hoy existe bas- Carrión 2002; Baena et al. 2000, 2005, 2006). La
tante confusión en su adscripción: algunos atribuyen interpretación de Esquilleu se está intentando realizar
a un momento Gravetiense el G y al Auriñaciense desde una perspectiva regional, incluyendo diferentes
antiguo el H (González Echegaray 1971a; Moure yacimientos al aire libre y en cueva de la Comarca de
1970); otros (Bernaldo de Quirós 1982) prefieren la Liébana (El Habario, El Arteu, Fuentepara o la
considerar como Auriñaciense el nivel G (con reser- Cueva de La Mora) que podrían estar relacionados
vas) y claramente Perigordiense el H. con Esquilleu en una red de ámbito comarcal.

La Riera (Posada de Llanes). Esta pequeña cueva Altamira (Santillana del Mar). En el vestíbulo de
fue descubierta por el Conde de la Vega del Sella en esta cavidad emblemática para la Prehistoria cantá-
1916 y excavada conjuntamente por este mismo pre- brica existía un yacimiento arqueológico que fue
historiador y Obermaier. La publicación de estos tra- excavado en fases sucesivas por distintos prehistoria-
bajos fue objeto de una memoria conjunta con Balmo- dores (Sanz de Sautuola, Alcalde del Río y Ober-
ri, años más tarde (Vega del Sella 1930), aunque pare- maier), desde 1878. En la base del depósito (bajo sen-
cen no afectar a la porción presolutrense de la secuen- dos paquetes datados en el Magdaleniense inferior y
cia. Lo mismo ha sucedido con una segunda ronda de el Solutrense superior) se ha señalado la presencia de
excavaciones de Clark (1974) y Gómez Tabanera restos líticos paralelos a los del Auriñaciense y el
(1976). Tan sólo las recientes campañas, dirigidas por Musteriense, sin más precisiones (González Sainz y
G.A. Clark, L.G. Straus y M. González Morales González Morales 1986).
(1976-1978) vuelve a afectar a un único nivel Auriña-
ciense (1), separado de la primera ocupación solutren- Sin embargo no encontramos en ninguna
se (4) por dos niveles estériles (2 y 3) (Straus y Clark colección materiales, pues no debemos olvidar que H.
KOBIE (Serie Anejos n.º 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
158 VICTORIA CABRERA VALDÉS, ALVARO ARRIZABALAGA VALBUENA,
FEDERICO BERNALDO DE QUIRÓS GUIDOTTI, Y JOSÉ MANUEL MAÍLLO FERNÁNDEZ

Obermaier al hablar de sus excavaciones en Altamira por Alcalde del Río, que dio una primera descripción
dice: “Es muy probable que se encuentren más abajo de sus representaciones parietales (Alcalde del Río
otras capas paleolíticas, especialmente del Auri- 1906) e inicia posteriormente la excavación de una
ñaciense, puesto que existen en el interior de la cueva galería intermedia. La excavación de otra galería en
grabados y pinturas de esa época” y que no pudo los primeros metros del desarrollo de la cueva fue la
alcanzar dados los problemas de estabilidad de la primera tarea que asumió en Cantabria el Institut de
bóveda (Breuil y Obermaier 1935, 178; 1984, 196), Paléontologie Humaine, en 1909 y 1910 (Breuil y
lo que parece indicar que los niveles son más Obermaier 1912). En la excavación de Hornos de la
justificar la idea cronológica de las figuraciones de H. Peña se distinguieron cinco unidades, entre el Muste-
Breuil que una auténtica realidad ya que nadie riense y el Neolítico. La que aquí nos interesa es la b,
posteriormente ha trabajado en la secuencia inferior, calificada de Auriñaciense, con un buen número de
por otro lado no podemos olvidar que nos encon- útiles computables (más de 200) y un resto óseo con
tramos de nuevo con un Auriñaciense “pre-Peyrony” un frontal de caballo grabado (Obermaier 1925).
por lo que no podemos excluir que como en otros
yacimientos (Salitre) se estuviese hablando de un Cueva de El Castillo (Puente Viesgo). La Cueva
Gravetiense. de El Castillo fue descubierta por D. Hermilio Alcal-
de del Rio en 1903. A partir de 1910, H. Obermaier y
Cudón (Torrelavega). Desgraciadamente, se trata P. Wernert comenzaron la excavación principal que
de otro yacimiento correspondiente a las cronologías continuo hasta 1914, cuando el inicio de la Primera
aquí tratadas completamente desaparecido. Los nive- Guerra Mundial obligó a suspender los trabajos. La
les altomedievales del yacimiento fueron descubier- excavación de H. Obermaier representa la síntesis
tos por Alcalde del Río. En 1960, el propietario del general de todo el Paleolítico, y en la que se puede
terreno donde se localiza la cavidad excavó íntegra- observar los cambios o pervivencias culturales a lo
mente el yacimiento, sin autorización, remitiendo los largo de la gran horquilla temporal que abarca (Fig.
materiales al Museo de Santander, donde fueron estu- 2). En 1973, V. Cabrera retoma los estudios sobre el
diados por Beguines en 1968. El estudio de Beguines yacimiento, recopilando en primer lugar la documen-
hace referencia a cuatro unidades estratigráficas, tación inédita y los materiales recogidos por H. Ober-
todas ellas muy pobres y con elementos de escasa sig- maier, publicándolos posteriormente (Cabrera 1984),
nificación. La más rica, la superior o I, incluye varios al mismo tiempo que se reiniciaron las excavaciones
elementos tipológicamente relacionados con el arqueológicas en el yacimiento en 1980 con un equi-
Paleolítico superior y una punta de chatelperron, lo po interdisciplinar, dirigido por la misma autora y F.
que ha conducido en algún caso (Bernaldo de Quirós Bernaldo de Quirós (Cabrera Valdés y Bernaldo de
1982) a considerar este nivel como Castelperronien- Quirós 2000).
se, con reservas.
Las investigaciones actuales se han centrado en el
Hornos de la Peña (San Felices de Buelna). La área exterior del vestíbulo, abordando especialmente
cavidad de Hornos de la Peña fue descubierta en 1903 los niveles relacionados con los inicios del Paleolíti-
co superior y el Musteriense. Estos trabajos han ofre-
cido un marco cronológico contrastado a partir de
dataciones por diversos métodos físico-químicos,
como el Acelerador de Partículas del Carbono 14, el
ESR y el U/Th, que nos sitúan estos niveles de la ocu-
pación humana entre los 150.000 y los 30.000 años,
antes del presente. Presenta así el Paleolítico medio
(unidades 26 a 20), y todo el Paleolítico superior (con
niveles del Auriñaciense (unidades 18 y 16), el Gra-
vetiense (unidades 14 y 12), el Solutrense (unidad
10), el Magdaleniense Inferior Cantábrico (unidad 8),
el Magdaleniense superior (unidad 6), el Aziliense
(unidad 4) y la Edad del Bronce (unidad 2).

La unidad 18 se corresponde con la reocupación


de la cueva tras un derrumbe. En este momento se
han descubierto toda una serie de evidencias que han
Figura 2. Vista de El Castillo (Foto F. Bernaldo de Quirós). puesto de relieve la importancia de Cantabria en los
procesos de transición hacia el Paleolítico superior.
KOBIE (Serie Anejos n.º 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
LA TRANSICIÓN AL PALEOLÍTICO SUPERIOR Y LA EVOLUCIÓN DE LOS CONTEXTOS AURIÑACIENSES (50.000-27.000 BP) 159

Esta unidad se divide en dos niveles que presentan ja (Sanz de Sautuola 1880). El yacimiento es olvida-
actividades distintas. El nivel 18c presenta el nivel do hasta una revisión de su estratigrafía llevada a
más antiguo de los cazadores recolectores del Paleo- cabo por A. Moure (1968). Recientemente (1997-
lítico superior, y se muestra con abundantes restos de 2002) ha sido excavada por J. Sanguino y R. Montes
carbón en una zona donde aquellos barrieron sus poniendo al descubierto una interesante secuencia
hogueras para realizar otras nuevas. Por los restos con un nivel Auriñaciense antiguo (nivel B), otro
podemos deducir que hace 40.000 años tenían una Auriñaciense arcaico (nivel C) y una importante
caza especializada en el ciervo, con capturas difíciles. secuencia Musteriense (D, H, I, J, K, M y O) que
De estos animales aprovecharían el asta como mate- abarca desde los 100.000 hasta los 40.000 años BP
ria prima para realizar puntas de azagayas. La tecno- (Sanguino y Montes 2005; Martín et al. 2006).
logía de la talla de los utensilios de piedra muestra ya
claras pautas del Paleolítico superior (Auriñaciense), Cueva de Camargo (Revilla de Camargo). El
iniciándose la decoración de utensilios de uso cotidia- yacimiento de Camargo fue descubierto y excavado
no con marcas simbólicas. El nivel 18b se formó por por Marcelino Sanz de Sautuola en 1878, actuación
una ocupación ligeramente posterior fechada hacia el que ha generado desde un primer momento copiosas
38.500 BP, en la que se mantienen pautas parecidas al referencias (Sanz de Sautuola 1880; Sierra 1909; Car-
anterior en la tecnología lítica y en la caza, aunque ballo 1924; Obermaier 1925). Uno de los niveles des-
difiere en la actividad realizada (descuartizamiento cubiertos (el e) fue adscrito al Auriñaciense, con su
de animales cazados) y en una intensificación de las industria lítica y un discutido cráneo humano. Todos
manifestaciones simbólicas, iniciándose el arte figu- los restos de esta excavación han desaparecido.
rativo sobre elementos mobiliares.
Cueva Morín (Villanueva de Villaescusa). El yaci-
La Flecha (Puente Viesgo). Situada en Monte Cas- miento de Cueva Morín fue descubierto por Ober-
tillo, fue descubierta en 1951 cuando se realizaba el maier y Wernert, en el año 1910. Poco después, en
camino de acceso a Las Monedas. El depósito, exclu- 1911, fue reconocido por José Luis Ezquerra, quien lo
sivamente musteriense, fue excavado por García notificó a Jesús Carballo (González Echegaray
Lorenzo sin demasiado control metodológico y publi- 1971b). Ese mismo año, ambos investigadores cursa-
cado en detalle años más tarde (Freeman y González ron una primera visita al yacimiento, que repetirían
Echegaray 1968) y más recientemente por I. Castane- poco más tarde en compañía de L. Sierra. En 1912 se
do (2001). El conjunto debe adscribirse dentro del registra la primera intervención sobre el sedimento de
Musteriense final a juzgar por la datación obtenida. Cueva Morín: un sondeo de un metro cúbico, a la
izquierda de la entrada, protagonizado por Carballo y
Cueva del Pendo o San Pantaleón (Escobedo de el ingeniero Beatty, que descubrió ya una rica estrati-
Camargo). Se trata de una cavidad de muy grandes grafía con un mínimo de tres niveles de ocupación.
dimensiones (150 metros de longitud y 30 a 50 metros Sobre los restos de esta cata, Orestes Cendrero recu-
de anchura). El yacimiento de El Pendo fue descubier- peraría, en 1913, una serie de restos, que publicará
to por Sanz de Sautuola en 1878 y sondeado poco des- (Cendrero 1915) añadiendo un avance estratigráfico
pués por él mismo (Sanz de Sautuola 1880). Con pos- en tres niveles (Neolítico, Aziliense y Magdalenien-
terioridad realizan campañas de excavación J. Carba- se), respectivamente. En 1915, Carballo emprendió
llo (en los años 1910, 1926, 1930 y 1932) y O. Cen- un segundo sondeo en Cueva Morín, en colaboración
drero en 1915 (Carballo 1924, 1960). Entre 1953 y con F. Fernández Montes. La primera edición de «El
1957, J. Martínez Santa Olalla articuló un equipo Hombre Fósil» de Obermaier (1916), que cita Morín
internacional de trabajo para excavar en el yacimien- como «Cueva de Villanueva» no recoge estos últimos
to, trabajos que incidieron sobre importantísimos trabajos (aún inéditos), sino sólo los primeros de
niveles del Paleolítico superior inicial y permanecie- Cendrero y Carballo.
ron inéditos hasta una recopilación muy posterior
(González Echegaray 1980). Recientemente (Montes Los primeros trabajos de excavación sistemáticos
y Sanguino 2001) se ha cuestionado el valor de la inte- en Cueva Morín, a cargo de Carballo, se emprenden
gridad de la secuencia de esta cueva, considerándola en 1917 y perduran hasta 1919. Estas campañas fue-
alterada, por lo que no la trataremos en extenso. Bas- ron publicadas por la Junta Superior de Excavaciones
te saber que era uno de los puntos en los que se había y Antigüedades (Carballo 1923). En la campaña de
propuesto la existencia de una interestratificación 1917 fue abierta una trinchera longitudinal desde la
entre el Auriñaciense y el Castelperroniense. entrada de la cueva hasta la sala central (10 metros de
longitud, un metro de ancho y dos de profundidad).
Covalejos (Velo de Piélagos). La cavidad fue des- En la misma se descubrió la serie de niveles postpa-
cubierta en 1872 y excavada en 1879 por E. de Pedra- leolíticos y paleolítico superiores, así como algún
KOBIE (Serie Anejos n.º 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
160 VICTORIA CABRERA VALDÉS, ALVARO ARRIZABALAGA VALBUENA,
FEDERICO BERNALDO DE QUIRÓS GUIDOTTI, Y JOSÉ MANUEL MAÍLLO FERNÁNDEZ

nivel musteriense. Por lo que aquí nos afecta, fueron 1971b). Para el período objeto de este capítulo debe
diferenciadas una unidad Auriñaciense superior (Gra- anotarse la serie de niveles dispuesta entre el último
vetiense) y otra Auriñaciense inferior (que debería ser nivel Musteriense (nivel 11) y el Auriñaciense evolu-
Castelperroniense en la clasificación de Breuil, pero cionado (nivel 5b).
resulta más probable que corresponda al gran paque-
te Auriñaciense). En las sucesivas campañas de 1918 Cueva del Ruso (Igollo). En la década de los años
y 1919, la trinchera fue ampliada en la zona cercana 80 se efectuaron una serie de trabajos en esta cavidad,
a la entrada, en una extensión de 25 a 30 metros cua- próxima a Santander. Dentro de los niveles estudia-
drados. dos el nivel V es considerado Musteriense cantábrico
(Muñoz 1991) o Auriñaciense en posteriores revisio-
Concluida la primera campaña de Carballo, el nes (Castanedo 2001). El nivel IVb, clasificado en
Conde de la Vega del Sella, en compañía de Cendre- principio como solutrense, ha sido adscrito reciente-
ro, visitó Cueva Morín. Fue invitado por Carballo a mente al Auriñaciense evolucionado tras la datación
desarrollar campañas de excavación en Cueva Morín, de dicho nivel (Muñoz y Serna 1999).
tras concluir él sus trabajos anuales. De este modo,
concluidas las campañas de Carballo de 1918 y 1919, Ciriego (Santander). Obermaier (1925) cita la
se desarrollaron otras tantas actuaciones bajo la direc- presencia de materiales auriñacienses (entre otras
ción del Conde de la Vega del Sella. En 1920, el Con- cronologías) en este establecimiento litoral, muy pró-
de de la Vega del Sella intervino en Cueva Morín, ximo a Santander. Esta cita la toma Moure (1970),
acompañado de H. Obermaier. La estratigrafía de especificando que algunos de los materiales actual-
Vega del Sella fue publicada con anterioridad a los mente recogidos en el depósito encajan tipológica-
trabajos ya concluidos de Carballo (Vega del Sella mente con industrias auriñacienses y gravetienses, y
1921). En cuanto a los niveles aquí contemplados, se estarían en relación con la existencia de una cantera
reconocen ahora tres fases dentro del Paleolítico natural de sílex.
superior inicial (Auriñaciense «inferior», «medio» y
«superior»). Contra lo que pueda suponerse, el llama- Cueva del Rascaño o Mirones (Mirones). La pri-
do Auriñaciense inferior no parece guardar relación mera referencia disponible del yacimiento del Rasca-
con el Castelperroniense, sino quizás, con el conjun- ño se remonta a 1912, en una información proporcio-
to de los niveles 8a y 8b, a juzgar por las industrias nada por Carballo (Straus 1981a). Comisionado por
descritas. Concluidos los trabajos del Conde de la la C.I.P.P. y en compañía de Gómez Riaño, Carballo
Vega del Sella en 1921, el yacimiento queda desaten- comenzó la excavación de Rascaño, recuperando
dido hasta 1962, en que J. González Echegaray, ani- materiales magdalenienses y azilienses hasta que
mado por L. G. Freeman, ejecuta un sondeo de com- recibió una carta de Hernández Pacheco, instándole a
probación en Cueva Morín, verificando la existencia que entregara sus colecciones a Sierra, tras lo que
de un yacimiento, todavía importante. Los trabajos suspende sus trabajos. Gómez Riaño y Sierra conti-
actuales, que han proporcionado el mayor volumen núan esporádicamente algunas excavaciones en Ras-
de datos arqueológicos comenzarán en septiembre de caño, hasta que en 1921, Obermaier visita el yaci-
1966 y proseguirán en sendas campañas durante los miento y reactiva las campañas de excavación siste-
años 1968 y 1969. mática. En 1974, Barandiarán y González Echegaray
abordan la excavación de dos pequeños testigos que
La campaña de 1966 consistió en excavar parte restaban de los antiguos trabajos, que publicarán pos-
del testigo que los antiguos excavadores dejaron teriormente en una memoria (González Echegaray y
sobre la pared derecha de la cueva, con el fin princi- Barandiarán 1981). Los niveles que afectan al sujeto
pal de verificar la estratigrafía. De los tres cuadros de de esta exposición son el 9 y el 7, ambos atribuidos a
metro cuadrado excavados, en el IA se llegó a la base un genérico Auriñaciense. El nivel 7, dispuesto bajo
del nivel 7; en el IB, hasta el nivel 9; en el IIB, hasta una unidad 6, estéril arqueológicamente, se caracteri-
el 12. También se abrió un área de trabajo en el inte- za por un posible buril, una raedera en cuarcita, una
rior de la cueva (cuadros IXA, XA y IXB), en la que lasca retocada, un compresor, un núcleo y algunas
se excavó hasta el nivel 5b (inclusive). En la campa- evidencias más sin retocar (hasta un total de 13 res-
ña de 1968 se diversifican las áreas de trabajo. Prác- tos). Presenta una datación (lo mismo que el nivel 9)
ticamente se trabaja, en distintos niveles, sobre toda que será examinada en el correspondiente apartado.
la superficie cuadriculada. De esta campaña se obtie- El nivel 9 amplia un poco su número de efectivos
ne ya una exacta percepción del impacto de las cam- (22), entre los cuales merecen ser destacados dos
pañas antiguas sobre la integridad del depósito y la láminas auriñacienses, tres raederas en cuarcita, una
estratigrafía del yacimiento, que se describe en la pri- escotadura en cuarcita y un núcleo en sílex (González
mera memoria de excavación (González Echegaray Echegaray 1981).
KOBIE (Serie Anejos n.º 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
LA TRANSICIÓN AL PALEOLÍTICO SUPERIOR Y LA EVOLUCIÓN DE LOS CONTEXTOS AURIÑACIENSES (50.000-27.000 BP) 161

Cueva del Salitre (Ajanedo-Miera). La cueva del máxima densidad localizada en Cantabria. Este hecho
Salitre tiene unas dimensiones amplias y restos de puede guardar cierta relación con el proceso de inves-
arte parietal en sus paredes. Fue descubierta, como tigación historiográfica.
tantas otras en el oriente de Cantabria, por Sierra
(1909) quien la excavó, del mismo modo que Carba- Venta Laperra (Karrantza). La primera investiga-
llo (1924). Las referencias de ambos autores estable- ción arqueológica en el depósito data de 1904, cuan-
cen la existencia de un nivel «Auriñaciense», por do fueron encontradas las representaciones rupestres
debajo de otro Solutrense. Dada la antigüedad de la ubicadas en sus paredes por parte de L. Sierra (Alcal-
referencia (pre-Peyrony) no podemos excluir que se de del Río et al. 1911). Durante el verano de 1931 se
trate de un nivel Gravetiense, pues durante las exca- desplazaron al lugar T. de Aranzadi y J.M. de Baran-
vaciones que realizamos unos de nosotros (Bernaldo diarán, con el ánimo de explorar las cuevas de los
de Quirós y Cabrera) descubrimos en la base de la conjuntos del Bortal y Venta Laperra, documentando
secuencia evidencias que nos hicieron plantearnos los grabados reconocidos por Sierra y efectuando
esta hipótesis. sondeos en algunos de estos depósitos (Barandiarán
1958). Las referencias proporcionadas por los exca-
Cueva de El Mirón o del Francés (Ramales de la vadores del depósito son breves, al considerarse el
Victoria). Se trata de una de las más antiguas mencio- yacimiento como prácticamente estéril. La cata se
nes de yacimientos en Cantabria, remontándose el efectuó sobre una superficie aproximada de cuatro
hallazgo de materiales a 1903 (Alcalde del Río 1906; metros cuadrados, bajo los grabados, en la pared oes-
Sierra 1909), relacionada con la vecina cueva con arte te de la cueva. Se describen cuatro unidades estrati-
rupestre de Covalanas. Las citas a la Cueva del Mirón gráficas, entre las que sólo se incluye una mención
son frecuentes hace ya casi un siglo (Cabré 1915; cronológica (musteroide) en relación a la más baja
Obermaier 1916, 1924). Sin embargo, no será hasta unidad D. En una mención posterior (Barandiarán
1973, con ocasión de la Tesis Doctoral de Straus, 1953) se cita el yacimiento como «...prehistórico con
cuando se retomará el interés hacia esta cavidad. En capas auriñaciense y musteriense reconocido en
1996 se inician las tareas de excavación sistemática 1931 por J.M. de Barandiarán». (op.cit. [redición de
en El Mirón, a cargo del equipo de investigación 1978: 183-184]). En otras menciones dentro del mis-
codirigido por M. R. González Morales y L. G. mo trabajo se localizan citas aisladas a Venta Laperra
Straus, trabajos que se prolongan hasta el presente. con referencia a hallazgos musterienses y auriñacien-
Más recientemente ha sido identificado un grupo de ses. Más recientemente (desde 2001) esta cueva está
niveles (130-128) en el sondeo de El Corral, adscri- siendo reexcavada por parte de Ruiz Idarraga y
tos, por las dataciones obtenidas y algunos materia- d’Errico (2002, 2003, 2004).
les, al Musteriense terminal y el Paleolítico superior
inicial (Straus et al. 2002). Polvorín (Karrantza). Pese a la cercanía de la cue-
va de Venta Laperra, cuyas representaciones artísticas
Cueva del Otero (Secadura). El descubrimiento fueron reconocidas ya en 1904, no se conoce ninguna
del yacimiento corresponde, como tantos otros en actuación arqueológica en la cueva de El Polvorín
Cantabria, a L. Sierra, en la fecha de 1909. Con pos- hasta 1931, año en que Aranzadi y Barandiarán desa-
terioridad (no se conoce la fecha) J. Carballo efectuó rrollaron en ella una breve campaña de excavación. A
varias catas en la cueva. Las dos primeras citas de tres metros y medio del dintel de la entrada se dispu-
esta cueva se deben a Obermaier (1916) y Carballo so la superficie de excavación, de cuatro metros de
(1924), en ambos casos entre los yacimientos con longitud y tres de anchura. En el curso de la misma se
niveles magdalenienses. La excavación arqueológica alcanzaron más de tres metros y medio de cota. Se
planificada del relleno, a cargo de González Echega- trata, por lo tanto, de un depósito sedimentario de
ray, García Guinea y Beguines, se fraguó durante la gran potencia, a pesar de su escasa superficie. Las
actuación en la vecina cueva de La Chora (1962). La referencias proporcionadas por los excavadores del
excavación se desarrolló en 1963, y la adscripción depósito son breves, dentro de la memoria de actua-
cronológica de los elementos de la serie se hace a ciones en el Bortal y Venta Laperra (Barandiarán
diversas fases del Auriñaciense evolucionado (nive- 1958). Se describen siete unidades estratigráficas,
les 6, 5 y 4) y del “Auriñacomusteriense” (nivel 8). entre la A y la G, casi sin indicaciones cronocultura-
les. En cuanto a la adscripción general del yacimien-
3.4.4. Bizkaia to, nos atenemos, en principio, a la consideración de
J.M. Barandiarán: «...Todos los niveles, salvo el pri-
Conocemos diferentes estratigrafías de interés en mero, nos recuerdan a un paleolítico superior que
Bizkaia, aunque el gradiente de dispersión de yaci- puede tener desarrollo más importante en otros sec-
meintos es manifiestamente decreciente desde la tores del yacimiento.» (op. cit., 52). En una mención
KOBIE (Serie Anejos n.º 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
162 VICTORIA CABRERA VALDÉS, ALVARO ARRIZABALAGA VALBUENA,
FEDERICO BERNALDO DE QUIRÓS GUIDOTTI, Y JOSÉ MANUEL MAÍLLO FERNÁNDEZ

posterior (Barandiarán 1953) se cita el yacimiento de la Peña, pocos años antes. Tras localizar el yaci-
como «...Yacimiento con industria de facies auriña- miento prehistórico situado en la entrada de Santima-
ciense...». (op.cit. [redición de 1978]:184). Con oca- miñe, este grupo de investigadores lleva a cabo en
sión de la elaboración de la Carta Arqueológica de 1918 la primera campaña de excavación, que se reno-
Vizcaya (Marcos 1982) se efectúa un primer repaso a vará, anualmente, hasta 1926. Las memorias de estas
los materiales depositados, adscribiéndolos estrati- campañas y la descripción de las figuras fueron publi-
gráficamente de acuerdo al criterio del excavador cadas en sucesivas entregas (Aranzadi et al. 1925,
(cuatro niveles, el superior de los cuales es cerámico 1931; Aranzadi y Barandiarán 1935; Aguirre 2000).
y el inferior, musteriense; los niveles II y III serían La estratigrafía descubierta en estas primeras campa-
auriñacienses). A partir de las figuras de los materia- ñas de trabajo resulta de un gran interés por cuanto
les presentados por J.M. Barandiarán, Ruiz identificó muestra una seriación muy completa de niveles, entre
y describió varias azagayas de base hendida corres- un posible Auriñaciense y algunas ocupaciones histó-
pondientes a la segunda unidad descrita, o nivel II ricas en el revuelto superficial. La mayor parte de la
(Ruiz 1989). Posteriormente se produjo una nueva superficie de la cueva resulta afectada por estos pri-
publicación de Ruiz (1994) sobre los yacimientos de meros trabajos. De hecho, cuando J.M. de Barandia-
Polvorín y Venta Laperra. rán retorna al yacimiento, en 1960, sólo excavará un
testigo de aquella primera actuación que amenazaba
Kurtzia (Barrika-Sopela). La estación costera de con derrumbarse, en la pared sur del área central de la
Kurtzia, asociada a los afloramientos de sílex del lito- cueva (Barandiarán 1962b). Además de las memorias
ral vizcaíno, comparte muchos elementos con otros individuales de excavación y de descripción de las
lugares, como los conjuntos litorales del Laburdi o el figuras (1976a, 1976b, 1976c, 1976e), en el tomo
cántabro de Ciriego. El principal problema planteado correspondiente de las Obras Completas de J.M. de
por estas series es su carácter de yacimientos de Barandiarán (IX) se incluye una recapitulación sobre
superficie, sin (o con muy limitadas) secuencias estra- todos los trabajos llevados a cabo en Santimamiñe
tigráficas. Todos estos problemas afectan al yacimien- (Barandiarán 1976d). En la misma se presenta una
to de Kurtzia (en realidad, una serie de distintos aflo- visión conjunta y resumida de todos los trabajos desa-
ramientos de material arqueológico como Ollagorta, rrollados en Santimamiñe, así como una interrelación
Iturralde, Aspiribie y Kurtzia), descrito principalmen- entre las secuencias de los dos grandes ciclos de
te en una publicación conjunta (Barandiarán et al. excavación ejecutados en la cavidad. Esta recapitula-
1960). Entre las unidades detalladas por los autores en ción constituye el punto de reflexión fundamental
aquellos puntos en los que se ha detectado estratigra- para comprender la secuencia del yacimiento. Dentro
fía, es el nivel C1 (con puntas de retoque simple, ras- de la misma, las unidades que afectan al contenido de
padores en extremo de lámina, lasca y hocico, raede- este trabajo son los niveles descritos como IX y X,
ras, algún buril, puntas y láminas de dorso) el que nos quizás Auriñaciense y Chatelperroniense, aunque sin
interesa. Este nivel ha sido reiteradamente adscrito al excesiva seguridad.
Auriñaciense, partiendo de la definición dada por los
autores del trabajo («...En conjunto, la industria lítica Antoliñako Koba (Arteaga). La primera mención
de este nivel tiene matiz auriñaciense...») (Barandia- de la existencia del yacimiento se debe a J.M. de
rán et al. 1960). Por otro lado, las diversas excavacio- Barandiarán (1925) que, en una breve nota de 1947
nes que viene desarrollando el equipo de M. Muñoz completa la referencia a la cata desarrollada en Anto-
en Kurtzia desde principios de los años 80 (Muñoz liñako Koba en 1923, en la que se citan niveles paleo-
1998) solamente han entregado materiales musterien- líticos. Con mucha posterioridad, J.C. López Quinta-
ses. Es muy probable que en el conjunto de aflora- na recuperaba algunos materiales arqueológicos solu-
mientos arqueológicos del área definida por Barandia- trenses expoliados de esta cueva, lo que conduce al
rán existan materiales adscribibles al Paleolítico supe- sondeo (1995-1996) del lugar por parte de M. Agui-
rior inicial, aunque resulte complicado aislar e identi- rre. De manera ininterrumpida, desde 1997 hasta la
ficar tales elementos. fecha se vienen sucediendo campañas de excavación
en Antoliñako Koba (Aguirre 2000). Bajo una intere-
Santimamiñe (Kortezubi). La actuación arqueoló- sante secuencia estratigráfica Magdaleniense y Solu-
gica sobre el depósito pleistocénico de Santimamiñe trense, se localizan varias unidades adscritas a
está originada por el hallazgo de pinturas rupestres en momentos del Paleolítico superior inicial, de muro a
el sitio en 1916 y 1917. Tres investigadores (Aranza- techo: Complejo de base (niveles A-c: Ljk-Mn-Smc),
di, Eguren y Barandiarán) aúnan sus esfuerzos en quizás adjudicables al Auriñaciense antiguo; Nivel
1918 para excavar un gran depósito paleolítico en una Sm-Lmbk inf-Smb, Auriñaciense, probablemente
cavidad con figuraciones rupestres, en la misma línea evolucionado; Nivel Lmbk sup, datado en 27.390 ±
de Breuil, Obermaier y otros en El Castillo y Hornos 320 BP y adscrito al Gravetiense; Nivel Lab, nueva-
KOBIE (Serie Anejos n.º 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
LA TRANSICIÓN AL PALEOLÍTICO SUPERIOR Y LA EVOLUCIÓN DE LOS CONTEXTOS AURIÑACIENSES (50.000-27.000 BP) 163

mente Gravetiense, aunque incluye puntas foliáceas


solutrenses en algún tramo.

Axlor (Dima). El sitio de Axlor fue descubierto


por J.M. de Barandiarán en 1932, cuando recoge y
publica algunos elementos líticos de este abrigo, que
adscribe al Musteriense (Barandiarán 1932, 111). En
1967, el mismo Barandiarán se decide a abordar la
excavación sistemática de Axlor, encontrándose ya
los niveles superiores del abrigo muy alterados por
remociones efectuadas por pastores, que llegaron a
vaciar hasta dos metros de sedimento en algunas
áreas. Las excavaciones tienen lugar entre 1967 y
1974. Las memorias de excavación fueron publicadas
anualmente, en primer término, y de modo recopila-
do después (Barandiarán 1980) en las Obras Comple-
tas del autor. Barandiarán recoge en sus trabajos la
referencia de ocho unidades estratigráficas, las dos Figura 3. Vista de Lezetxiki (Foto A. Arrizabalaga).
superiores (I y II) prácticamente desmanteladas por la
actividad incontrolada ya citada anteriormente. Des-
de la unidad III hasta la IX, se citan ocupaciones mus- guos ha consumido buena parte de los debates en tor-
terienses del abrigo, en un modelo de habitación no a Lezetxiki, lo mismo que la valoración de las
similar al de Lezetxiki, si bien con una densidad de dataciones obtenidas en 1990 por el laboratorio de
hallazgos muy superior. A partir de 1999, primero Geocronología del Institut de Paléontologie Humaine
como actividad de salvamento y luego en campañas de Paris para sus niveles basales. Pretendiendo acla-
sistemáticas, vienen desarrollándose nuevas campa- rar estas circunstancias, uno de nosotros viene exca-
ñas de excavación en Axlor, bajo la dirección de vando en varios puntos de Lezetxiki desde 1996
González Urquijo e Ibáñez Estévez (2003, 2004). (Arrizabalaga 1997, 1998c, 1999, 2000b, 2001, 2002,
Además de nuevos (abundantes) materiales líticos y 2003, 2004b; Arrizabalaga et al. 2005). En líneas
faunísticos, esta reexcavación está permitiendo obte- generales, el actual estado de las investigaciones per-
ner algunas fechas de C14 y nuevas muestras que mite corroborar las consideraciones avanzadas por
ayudarán a la caracterización completa del sitio. Barandiarán en la excavación clásica, configurándose
una transición entre el Musteriense y el Paleolítico
3.4.5. Gipuzkoa superior poco característica y progresiva, marcada
por la adición de sucesivos elementos tecnológicos y
El territorio más oriental dentro del medio cantá- culturales a unos conjuntos industriales “arcaizantes”
brico incluye una buena variedad de sitios con intere- marcados por el peso abrumador de los elementos de
santes estratigrafías para definir las situaciones de sustrato. Elementos de sustrato a los que se incorpo-
tránsito entre Paleolítico medio y superior. ran, de modo claro, por ejemplo componentes lepto-
líticos que marcan una cadena operativa laminar (que
Lezetxiki (Arrasate). Descubierto en 1927 por J. convive con otra que produce puntas levallois).
Jauregui, este yacimiento será excavado, en primera
instancia, por J.M. de Barandiarán, con diversas cola- Labeko Koba (Arrasate). Aunque el yacimiento ya
boraciones, entre 1956 y 1968 y da lugar a numero- se conocía desde 1973 como punto de interés paleon-
sas publicaciones (Barandiarán 1960, 1963, 1964, tológico, su investigación se precipitará como conse-
1965a, 1965b; Barandiarán y Altuna 1966, 1967a, cuencia del trazado de la Variante de Arrasate, que
1967b, 1970; Barandiarán et al. 1959; Barandiarán y comportó, en último término, la destrucción de la cavi-
Medrano, 1957). La serie de niveles detallada (con dad. Bajo la dirección de uno de nosotros (A. Arriza-
una profundidad de hasta nueve metros), la existencia balaga) se desarrollará una excavación de urgencia,
dentro de ella de un proceso particular de transición según un detallado protocolo, a lo largo de dieciséis
Paleolítico medio/ superior, y la presencia de restos meses (1987 y 1988). Los resultados de esta interven-
fósiles humanos han permitido que este sitio constitu- ción fueron publicados en diferentes avances y en una
ya una de las obligadas referencias de la investiga- memoria completa (Arrizabalaga y Altuna 2000). El
ción cantábrica (Fig. 3). La caracterización de los conjunto de la secuencia de Labeko Koba es objeto de
niveles transicionales (IVc, IVa y IIIa) como muste- esta exposición, desde el nivel IX inferior (breves ocu-
rienses, Auriñaciense arcaicos o auriñacienses anti- paciones chatelperronienses), hasta la serie de unida-
KOBIE (Serie Anejos n.º 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
164 VICTORIA CABRERA VALDÉS, ALVARO ARRIZABALAGA VALBUENA,
FEDERICO BERNALDO DE QUIRÓS GUIDOTTI, Y JOSÉ MANUEL MAÍLLO FERNÁNDEZ

des VI a III (Auriñaciense antiguo), pasando por el J. Altuna y A. Baldeón. A lo largo de las seis campa-
nivel VII, adjudicado al Auriñaciense arcaico. ñas sucesivamente efectuadas, fue excavada una
amplia superficie del depósito, aunque a distintas
Ekain (Deba). En 1969, A. Albizuri y R. Rezábal, alturas debido a las discontinuidades cuantitativas y
del Grupo Antxieta de Azpeitia desobstruyeron una cualitativas en las condiciones del depósito.
pequeña galería en la cueva, localizando las figuras
rupestres. Poco después, miembros de este grupo, Aitzbitarte III (Errenteria). En este significativo
J.M. de Barandiarán y J. Altuna practicaron una cata yacimiento, muy próximo al clásico de Aitzbitarte IV,
en la boca de la cavidad, planeando inmediatamente ha venido desarrollando excavaciones desde 1985 a
la excavación arqueológica del depósito. Ésta se 2002 el equipo de J. Altuna. El desarrollo de estas
desarrolló a lo largo de seis campañas, las tres prime- investigaciones puede ser seguido puntualmente a
ras (1969-1972) bajo la dirección de J.M. de Baran- partir de los informes remitidos (Altuna 2002, 2003).
diarán y las tres restantes (1973-1975), bajo la de J. Los trabajos han sido articulados en torno a dos áreas,
Altuna. Esta modalidad de desarrollo de la excava- una de ellas interior y otra exterior, siendo esta última
ción origina ciertas diferencias en el tratamiento del la que ha proporcionado informaciones más determi-
depósito, en la estratigrafía adjudicada y los materia- nantes. De los mencionados informes puede deducir-
les obtenidos, que resultan claramente explicitadas en se la presencia en el sector exterior de materiales
la memoria final de la excavación (Altuna y Merino correspondientes, tanto al Magdaleniense, como al
1984). Además de esta memoria, contamos con una Solutrense, a una excepcional ocupación Gravetien-
síntesis sobre los resultados de todas las campañas de se, de la variedad caracterizada por la abundancia de
excavación (Barandiarán y Altuna 1977), en la que se buriles de Noailles (nivel IV), que se encuentran a
detallan los resultados industriales y estratigráficos cientos en este nivel, y al menos un nivel Auriñacien-
de las mismas. A destacar, las unidades inferiores con se (niveles Va y Vb). El nivel superior, entre estos
materiales pobres, pero indicativos, de ocupaciones últimos, es el que ha entregado las dataciones en tor-
chatelperronienses y auriñacienses. no al 31.000 BP consignadas en el capítulo de crono-
logía.
Amalda (Zestoa). J.M. de Barandiarán descubrió
el yacimiento en el curso de una prospección, en
1927, y como tal, consignada en sus primeros catálo- 4. EXPLOTACIÓN ECONÓMICA DEL MEDIO
gos de yacimientos arqueológicos (Barandiarán,
J.M., 1946, 1953). En todo caso, la referencia a 4.1. Aprovisionamiento de materias primas
Amalda en estas menciones y en alguna referencia líticas
posterior, previa a la excavación reciente (Barandia-
rán, I., 1967; Altuna 1972), no pasa de recordar la Sin duda, uno de los grandes “descubrimientos”
mención de materiales de un presunto Paleolítico de los estudios paleolíticos en los últimos 20 años es
superior en el lugar. La primera ampliación notoria de el estudio y localización de las fuentes de materias
información proviene de la Carta Arqueológica de primas empleadas en los yacimientos (Geneste 1992;
Guipúzcoa (Altuna et al 1982) y de las anotaciones Karlin 1992). Sin embargo, debemos advertir que en
en la revista Arkeoikuska de 1981-82, 1983 y 1984. la literatura científica, cuando se trata de materias pri-
La Carta Arqueológica de Guipúzcoa de 1982 presen- mas se suele dedicar el trabajo al sílex, siendo el res-
ta los resultados preliminares de la excavación (en to de materias primas relegadas a un segundo plano,
curso en aquella fecha), con los principales datos cuando no al olvido. Esto se debe a que en las regio-
estratigráficos del yacimiento. El primer número de nes en donde se realiza con profusión este tipo de
la revista Arkeoikuska (1981-82) desecha ya la posi- estudios el sílex es muy abundante y otro tipo de
bilidad de que exista una ocupación Castelperronien- materia prima, excepcional. Con este encuadre, debe-
se en Amalda, sospechada inicialmente por la presen- mos ubicar la Cornisa Cantábrica, de la que se ha
cia de varias puntas de Chatelperron entre el techo del comentado desde antiguo que existía poco sílex y de
nivel Musteriense y la base del Gravetiense. La últi- mala calidad. Por ello, los estudios sobre la localiza-
ma campaña, detallada en el número de Arkeoikuska ción y origen de las materias primas en esta región
de 1984, describe ya la estratigrafía que será publica- son muy reducidos. Además, éstos se han realizado
da en la memoria final de la excavación: un nivel con metodologías diferentes, por lo que son compara-
musteriense (VII), dos perigordienses (VI y V), uno bles sólo parcialmente, existiendo lagunas regionales
solutrense, uno de la Edad del Bronce, otro tardorro- como en Asturias, en donde no hay trabajos para los
mano y, finalmente, vestigios medievales. La excava- tecnocomplejos tratados aquí, con lo que una síntesis
ción arqueológica de Amalda se desarrolló entre los regional resulta un ejercicio difícil. También debe-
veranos de 1979 y 1984, bajo la dirección conjunta de mos recordar la geografía original de la Cornisa can-
KOBIE (Serie Anejos n.º 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
LA TRANSICIÓN AL PALEOLÍTICO SUPERIOR Y LA EVOLUCIÓN DE LOS CONTEXTOS AURIÑACIENSES (50.000-27.000 BP) 165

tábrica, más montañosa hacia el oeste y con diferente mitad oriental el sílex es más abundante en los con-
sustrato geológico. juntos líticos (p. ej. Cueva Morín, El Ruso o El Ote-
ro), mientras que en la zona occidental y Asturias su
Los trabajos sobre materias primas en la región presencia es menor (p. ej. El Esquilleu). En Cantabria
también se han centrado en el sílex, ya que la localiza- se han identificado hasta un total de 28 variedades de
ción de otras materias primas es, a priori, un trabajo sílex (Sarabia 1999a). Este hecho, contrasta fuerte-
más sencillo. Para los trabajos de localización de las mente con las variedades de sílex identificadas en el
fuentes de aprovisionamiento de sílex hay que destacar País Vasco. Creemos que el empleo de diferentes
una serie de limitaciones de las que partir: la orografía metodologías de estudio son las causantes de esta
de la región y la dispersión del sílex (sobre todo en la diferencia tan abrumadora. El hecho de realizar la
zona central de la cornisa), así como el difícil acceso a identificación mediante análisis macroscópicos en
muchos de los afloramientos, que hacen que el estudio Cantabria puede haber provocado la identificación de
sea realmente complicado. Pese a ello, disponemos de numerosas variedades de sílex, que en un estudio
algunos trabajos, tanto en el País Vasco (Tarriño 2000, microscópico pueden definirse con mayor precisión.
2001), como en Cantabria (Sarabia 1999a). La mayoría de los afloramientos en los que se puede
hallar sílex corresponden al Cretácico inferior
Para el País Vasco y el periodo que nos ocupa, (Aptiense/Albiense), Cretácico superior (Senoniense)
disponemos del estudio realizado en Labeko Koba y Terciario. El sílex de mejor calidad y más abundan-
(Tarriño 2000), en el que se analiza el origen de las te en los valles centrales es el correspondiente al Cre-
materias primas de los diferentes niveles que inclu- tácico superior, que se ubica en la zona costera de la
yen el Chatelperroniense, el Auriñaciense arcaico y ciudad de Santander. En cuanto a la zona oriental de
el Auriñaciense antiguo. Tres son las variedades de Cantabria, pese a no tener estudios específicos, el
sílex empleadas en el yacimiento: Urbasa, Treviño y sílex de tipo Flysch es muy abundante, por ejemplo,
Flysch. El sílex de Urbasa se encuentra en el borde en el Auriñaciense evolucionado de El Otero.
norte de la sierra de Urbasa entre el Puerto de Liza-
rraga y el limite provincia entre Navarra y Álava a Debemos constatar que en los yacimientos estu-
unos 40 km. al sur del yacimiento. El sílex de tipo diados como Cueva Morín o El Castillo (Sarabia
Treviño se encuentra en los afloramientos de los car- 1999a, 1999b), las fuentes de aprovisionamiento
bonatos lacustres Miocenos del Sinclinal de Miran- están en un radio de 10/15 Km. Esto marca una dico-
da-Treviño a unos 50/60 Km. al sur de Labeko Koba. tomía importante en relación con el modelo que aca-
Por último, el sílex de tipo Flysch, cuyos afloramien- bamos de describir para Labeko Koba, en donde exis-
tos más cercanos están en las turbiditas del Sinclino- tía un territorio de captación de más de 50 km de dis-
rio vizcaíno entre Getxo y Gernika, a unos 60/70 tancia del yacimiento, no sólo para el Auriñaciense
Km. al norte del yacimiento. Estas tres fuentes de antiguo, sino para el arcaico y el Chatelperroniense, o
materias primas también son empleadas en el Muste- incluso para el final del Musteriense de Axlor (Tarri-
riense Final de Axlor, dicho yacimiento tiene el sílex ño 2003) y Lezetxiki. Por el contrario, en Cantabria,
del Flysch a 30 Km. al norte y los tipos Urbasa y Tre- encontramos cierta “localización” en la captación de
viño a 40/50 Km. al sur (González Urquijo et al. la materia prima en apenas una decena de kilómetros
2006). de radio distancia. Aunque este hecho no indica un
territorio de adquisición de recursos menor, sí lo
En Labeko Koba, el tipo de sílex más empleado es parece para el sílex, aunque podemos afirmar que se
el de Urbasa en los niveles VII (Auriñaciense arcai- captan aquellas materias primas adecuadas a las acti-
co) y V (Auriñaciense antiguo), mientras que el de vidades que se van a realizar. Esto explicaría porqué
tipo Treviño lo es en el nivel VI y IV (ambos Auriña- en El Castillo la materia prima principal es la cuarci-
ciense antiguo). El sílex de tipo Flysch es el más ta de grano muy fino con la que se tallan hojitas en el
abundante, pese a ser el más lejano geográficamente nivel 16 (Cabrera Valdés et al. 2002), y en Cueva
en el nivel IX (Chatelperroniense). Este tipo de sílex Morín se emplea de forma mayoritaria el sílex (Gon-
tiene una presencia casi testimonial en muchos de los zález Echegaray 1971a, 1973), estando ambas cuevas
niveles de Labeko Koba, pero adquiere proporciones separadas por escasos 15 km.
importantes en aquellos niveles con escasos efectivos
líticos como el propio nivel IX –en donde es el más El resto de materias primas como la cuarcita, la
abundante– o el nivel VI (Auriñaciense antiguo) arenisca o la caliza se encuentran en posición secun-
(Tarriño 2000). daria, por lo que no conocemos su origen. Debemos
añadir que la red fluvial de la Cornisa Cantábrica pro-
En la Comunidad de Cantabria encontramos una voca que muchas terrazas pleistocenas hayan sido
dicotomía en el empleo de materias primas, así en la erosionadas, con lo que tampoco tenemos la certeza
KOBIE (Serie Anejos n.º 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
166 VICTORIA CABRERA VALDÉS, ALVARO ARRIZABALAGA VALBUENA,
FEDERICO BERNALDO DE QUIRÓS GUIDOTTI, Y JOSÉ MANUEL MAÍLLO FERNÁNDEZ

de que los afloramientos secundarios localizados en como una alternativa para comprender los cambios
la actualidad sean los empleados en la transición culturales pleistocenos.
entre el Paleolítico medio/ superior y el Auriñacien-
se. El emplazamiento conocido de los yacimientos en
el Paleolítico superior antiguo parece reflejar la mis-
4.2. Dieta y alimentación: recursos y especializa- ma situación de los asentamientos musterienses
ción cinegética (Freeman 1973), localizándose a lo largo de la estre-
cha franja costera del Mar Cantábrico, ocupando la
Junto al estudio de los restos de industria, el aná- zona de bajas colinas de la Marina y llegando hasta
lisis de la fauna, y su significado económico y ecoló- los bordes de la cordillera cantábrica. Aunque basán-
gico, nos permite considerar las culturas de un modo dose en aproximaciones, la información disponible
más amplio y comprender mejor su evolución. Los indica una muy baja densidad de población durante el
grupos humanos durante el Pleistoceno tuvieron una Musteriense cantábrico (Butzer 1986). La presencia
economía depredadora en la que dependieron de los de los yacimientos musterienses se sitúa mayoritaria-
recursos del medio ambiente. En este sentido, un fac- mente en los anchos valles de regiones montañosas
tor que a veces se tiende a olvidar es precisamente la de baja altitud (Cabrera Valdés y Bernaldo de Quirós
relación cazador-presas. Durante el largo tiempo en 1992). La presencia de depósitos a lo largo de los ríos
que los grupos humanos poseyeron una economía en los valles interiores, en altitudes entre 300 y 100
depredadora, éstos no tuvieron control directo sobre metros, son la evidencia que nos sugiere unas estrate-
la capacidad reproductora de sus presas, por lo que gias de subsistencia más especializada como la caza
tuvieron que adaptar su economía a las tendencias de la cabra. Butzer (1986) observó que las proporcio-
reproductivas naturales de las mismas. Es lugar nes de los tipos de asentamiento eran similares para el
común entre los prehistoriadores el hablar de cómo Paleolítico Medio y el superior. En cada caso, un ter-
las mejoras técnicas implican una mayor y más abun- cio de los yacimientos son asentamientos interiores (9
dante caza, lo que permite un mayor crecimiento de los 27 yacimientos del Paleolítico superior inicial
demográfico. Sin embargo, esta ecuación no parece conocidos, y tres de los 9 musterienses). Por otro lado
exacta. Una economía deprededadora se basa en unos los cálculos de Straus (1983) y Clark (1983) y la den-
recursos limitados por las posibilidades del medio sidad de útiles (por volumen de sedimento), así como
ambiente, por lo que un aumento de las piezas caza- la recurrencia en la ocupación del yacimiento sugie-
das se traduce también en un descenso de las piezas ren cambios de asentamiento a través del tiempo.
potenciales (Colinvaux 1983). Se produce la parado-
ja de que un aumento de la tecnología cinegética se Los aportes más importantes y más directamente
debe traducir en un mayor control social del grupo relacionados con la alimentación son los restos de
humano sobre estos recursos, pues un uso indiscrimi- fauna. En primer lugar, tenemos que hacer una serie
nado de los mismos actuaría de forma negativa sobre de consideraciones sobre la importancia relativa de
el grupo, reduciendo sus posibilidades de superviven- estos restos. La presencia de huesos de animales en
cia. Así, se van produciendo los modelos de «socie- un yacimiento paleolítico se debe a dos causas prin-
dades opulentas» con un tiempo bajo de obtención de cipales. Por un lado, tenemos los animales cuya exis-
recursos y reorientando el tiempo restante en activi- tencia en una ocupación humana se debe a la acción
dades de socialización del grupo (Sahlins 1972; Lee selectiva del cazador sobre el medio ambiente. Por
1968), llegando al extremo de los pueblos de pesca- otro lado, están los animales que viven en el yaci-
dores-recolectores de la Costa Noroeste de Nortea- miento de forma natural, bien coexistiendo con el
mérica, con su sistema de redistribución o «Potlach» hombre o bien ocupando la cueva cuando se produce
(Suttles 1968). De esta forma, los cambios demográ- su abandono. Partiendo de estas consideraciones
ficos se presentan como un proceso enormemente vemos cómo vamos a tener dos conjuntos cuya
delicado y sólo se podrán producir sin riesgo para la importancia económica es desigual. Una categoría es
supervivencia cuando el grupo humano controle los la de los elementos aportados por el hombre, consti-
recursos (cf. la ganadería o la agricultura) o cuando tuyendo el reflejo cultural del medio. La otra repre-
sea posible el envío de excedentes de población a senta el biotopo específico y natural de la cueva.
otras áreas vírgenes (cf. el Norte de Europa en el
Postglaciar). En áreas como el Suroeste de Europa, de Como en los demás periodos del Paleolítico supe-
la que forma parte la Región Cantábrica, la densidad rior, los biotopos terrestres son los más utilizados,
de población no debió de cambiar de forma importan- con alternancias entre ellos basados en la variedad de
te durante el Pleistoceno, manteniéndose la relación los tipos de yacimientos. El uso de recursos marinos
presa-depredador. La aplicación de modelos de baja es por el momento conocido pero sin la intensidad
densidad de población y fuerte movilidad se presenta que veremos en el Magdaleniense. La presencia en
KOBIE (Serie Anejos n.º 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
LA TRANSICIÓN AL PALEOLÍTICO SUPERIOR Y LA EVOLUCIÓN DE LOS CONTEXTOS AURIÑACIENSES (50.000-27.000 BP) 167

algunos yacimientos de conchas de Patella, Littorina, ricos en industria y restos de fauna (generalmente de
Pecten o Septa nos indica que estos biotopos se apro- ciervo) como El Castillo y otros de disgregación,
vechaban, aunque los yacimientos situados en la cos- ocupados por algunos individuos, con menos variabi-
ta de este momento se encuentran en la actualidad lidad tipológica y en los que los restos de fauna pre-
sumergidos. Más espectacular es el hallazgo en la sentan cantidades equilibradas de ciervo y otros ani-
Unidad 18 de la Cueva de El Castillo de un diente de males. En esta categoría podríamos incluir Morín,
cachalote (Physiter macrocephalus), seguramente Lezetxiki, o el Otero, junto a ocupaciones muy efíme-
procedente de un animal muerto en la costa, hecho ras (Ekain). El tercer grupo es el ya citado de los yaci-
éste habitual en la región. Los grandes mamíferos mientos especializados en la caza de cabras como
como Mammuthus están presentes en Castillo 18b, y Rascaño o el Conde.
Dicerorhinus en Castillo 18b, 18c y en la Unidad 20,
Otero 5 y Conde B, así como Coelodonta en Lezetxi- La aparición relativa de las distintas partes del
ki o Labeko Koba. La presencia de rinocerontes esta esqueleto nos permite deducir la existencia de toda
basada fundamentalmente en la presencia de molares, una serie de actividades encaminadas hacia un mejor
lo que indica una importante selección y quizás su aprovechamiento de las piezas cazadas. En primer
transporte como trofeos. Los carnívoros son habitua- lugar, el despiece de los animales (butchery) repre-
les en todos los yacimientos. Debemos en primer senta una serie de ventajas en relación con el trans-
lugar considerar que los restos de Ursus spelaeus porte de los animales. El abandono de partes del ani-
deben en la mayoría de los casos de provenir de ani- mal sobre el terreno de caza implica una economía de
males muertos en el propio yacimiento, al utilizarlo peso, pues se aportarían al campamento las partes
como lugar para pasar los inviernos. Otros como el más ricas en recursos alimenticios, evitando pesos
lobo (Canis lupus), el zorro (Vulpex vulpex), Felidae, muertos, para conseguir así un mejor rendimiento por
Panthera, Gulo, Mustela o Meles aparecen en los pieza cazada. El estudio de las marcas encontradas en
yacimientos representados por huesos de la cabeza y los huesos, fundamentalmente en forma de cortes o
las extremidades, reproduciendo el clásico modelo de incisiones provee un importante campo de contraste
los animales utilizados por su piel. La presencia de de las técnicas de descuartizamiento y carnicería de
Hyaena en yacimientos como Castillo 18b o Labeko un animal. Este tipo de estudios ha sido utilizado des-
Koba se sitúa en la parte superior de los niveles, en el de hace mucho tiempo como prueba de las activida-
área más rica también en restos de microfauna proce- des antrópicas sobre los restos óseos. Sin embargo,
dente del alimento de las rapaces, indicando el fue el trabajo de Binford (1981) el que planteó la sis-
momento de abandono por los humanos y su uso por tematización de un estudio de las marcas y cortes
éstas y los carroñeros. sobre los huesos.

Considerando las cantidades de animales repre- Tenemos que considerar siempre que los grupos
sentados en cada yacimiento y relacionándolas con la humanos paleolíticos vivían en gran medida de la
cantidad de carne que éstos aportan, podemos com- caza, por lo que sus técnicas deberían alcanzar un
probar (Bernaldo de Quirós 1982) que la carne repre- máximo de efectividad con un mínimo de esfuerzo.
senta una cantidad limitada y que podemos observar La economía en el transporte de los productos de la
una cierta distinción entre niveles, pocos con mucha caza, desde el lugar de abatimiento al campamento,
cantidad y muchos con poca. Esto nos permite propo- debe evitar pesos muertos y, por otro lado, determinar
ner una cierta dicotomía entre los yacimientos, con el aprovechamiento máximo del animal, tanto en sus
algunos de ellos utilizados por la generalidad del gru- productos alimenticios (carne y grasa) como en las
po, y otros ocupados por un segmento del mismo. partes con valor utilitario (cuernos y piel). Así,
Esta alternancia también presenta algunos yacimien- podrían obtener el mejor partido de los animales y su
tos con caza especializada, cuyo mejor ejemplo son beneficio ser máximo. De esta forma, tendríamos un
lugares como el Conde, especializados en la caza de modelo básico: separación de las extremidades del
cápridos (Bernaldo de Quirós 1982). Yacimientos con esqueleto axial y transporte del animal en cuartos.
caza especializada en ciervos se detectan también en Las variaciones estarán, entonces, en el aprovecha-
este momento, como en la cueva de El Castillo miento de partes del animal destinadas a otras activi-
(Cabrera Valdés 1984; Dari 2003), con una importan- dades, como la piel, los tendones, etc.
cia numérica que ha sido confirmada en las recientes
excavaciones. Por desgracia, no son muchos los yaci- Ecológicamente, consideramos que las especies
mientos que puedan equipararse a éste. Sin embargo, presentes en los yacimientos de este momento se pue-
esto nos permite identificar el modelo clásico de ocu- den situar en tres tipos de biotopos. El ciervo y el cor-
pación de grupos de fusión-fisión. Con yacimientos zo representan un biotopo forestal, boscoso. El caba-
de agregación, generalmente grandes en superficie, llo y los grandes bóvidos representarían el campo
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168 VICTORIA CABRERA VALDÉS, ALVARO ARRIZABALAGA VALBUENA,
FEDERICO BERNALDO DE QUIRÓS GUIDOTTI, Y JOSÉ MANUEL MAÍLLO FERNÁNDEZ

abierto, pradera o braña, mientras que la cabra y el llo de técnicas de análisis de fuentes de materias pri-
rebeco indicarían uno rocoso y abrupto. Se ha escrito mas líticas permite explicar este modelo.
mucho sobre la ecología de estos animales y sobre su
validez. Desgraciadamente, estas especies están todas Estas áreas pueden ser extensas o restringidas.
(salvo el corzo y el rebeco) extinguidas de forma Según los paralelos etnográficos (Cambell 1968; Bin-
natural en la región cantábrica. Sin embargo, pode- ford 1983), los grupos cazadores presentan una máxi-
mos caracterizar su ecología y comportamiento com- ma movilidad dentro de un área. En ella tienen varios
parándolos con zonas donde se conservan en la actua- campamentos de carácter estacional o temporal e,
lidad. Un aspecto que nunca debemos olvidar es que incluso, algunos lugares funcionales como talleres,
las características fisiográficas de la región cantábri- cazaderos, etc. De esta forma, se van creando áreas de
ca y la situación de los yacimientos permiten con un habitación con caracteres que varían de una a otra.
mínimo esfuerzo acceder a cualquiera de estas áreas Cada uno de los campamentos tiene una zona de cap-
geográficas desde la mayoría de los yacimientos, con tación, esta zona o «territorio» tendrá dimensiones
lo que su eventual significado climático debe ser con- variables según sea su orografía y la naturaleza de los
siderado siempre con extrema prudencia (Bernaldo recursos. Durante el Paleolítico superior, según los
de Quirós 1980, 1982). datos ofrecidos por la fauna, vemos cómo existieron
suficientes recursos para mantener poblaciones de
En este sentido analizamos las presencias de los tamaño medio (Jochim 1976). Junto a las limitacio-
diferentes animales, atendiendo al número de anima- nes puramente geográficas, tenemos que considerar
les identificados y su presencia por yacimientos. Los también que la distancia recorrida por los cazadores
datos, en general, nos presentan dos modelos. El pri- no debe ser muy grande, pues de otro modo sería más
mero vendría representado por el ciervo, del que tene- económico trasladar el campamento.
mos presencia de muchos ejemplares en la mayoría
de los yacimientos, estructura que por otro lado es Hasta el momento actual hemos analizado los
común a las diferentes etapas, atestiguándose desde yacimientos desde una perspectiva exclusivamente
el Musteriense al Paleolítico superior final. Esta económica, considerando su «territorio» y el área
estructura contrasta con la representada por las demás donde obtienen sus recursos. Sin embargo, al hablar
especies, como el corzo, el gran bóvido, el caballo y de territorio debemos considerar que cada mínima
el rebeco, con pocos animales en la mayoría de los unidad arqueológica de un yacimiento representa,
yacimientos. Si consideramos que el número de yaci- cuando menos, una ocupación humana, y que el gru-
mientos es aproximadamente el mismo, debemos po humano no es estático, sino que utiliza y ocupa
considerar la existencia de diferentes actitudes en diferentes yacimientos, o incluso el mismo en espa-
relación con estos animales. La clave nos la indica la cios de tiempo mínimos y recurrentes. Como vimos
cabra, presentando la doble tendencia, pues si bien es anteriormente, los grupos de cazadores-recolectores
numerosa en pocos yacimientos también está repre- presentan una economía dinámica, con una serie de
sentada por pocos animales en muchos yacimientos. movimientos hacia diferentes lugares, movidos por
La existencia de «cazaderos» especializados, como factores variables. Este modelo dinámico representa
Rascaño, El Conde o Amalda, nos permite considerar la estructuración de los diferentes lugares dentro de
que en el caso del ciervo podríamos encontrar tam- un esquema básico. En los modelos etnográficos
bién especialización en su caza. La existencia de observamos una dicotomía entre campamentos base o
especialización en la caza de los ciervos, durante el hábitats principales y otros yacimientos orientados
Magdaleniense, fue propuesta por Freeman (1973) y hacia funciones específicas. Este mismo esquema
Altuna. Sin embargo, vemos que esta tendencia no es indica, así, la existencia de grandes hábitats que se
exclusiva del Magdaleniense, pues ya se detecta en el ocupan en determinadas épocas del año y que se
Auriñaciense. abandonan para ocupar otros de menor tamaño. Estos
últimos presentan una variedad muy amplia: van des-
La comparación entre los resultados del análisis de cazaderos especializados, a talleres y a hábitats
ecológico y la topografía del área circundante nos complementarios de segmentos del grupo.
permitirá establecer el «territorio» controlado por
cada yacimiento. Éste último presenta dos áreas fun- En este sentido podemos conocer a través de los
damentales de la que obtiene sus recursos. Una, el análisis de crecimiento de los dientes la presencia de
territorio propiamente dicho, representaría el área de una estacionalidad, que nos implica la existencia de
recursos cercanos y cotidianos; otra, el área de capta- una organización y una jerarquización de los yaci-
ción, sería un concepto más amplio, al contener tam- mientos dentro de un modelo especifico de gestión
bién los territorios de otros yacimientos ocupados por del territorio. Los resultados de los análisis de creci-
el grupo humano en sus desplazamientos. El desarro- miento de los dientes realizados por A. Pike-Tay
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LA TRANSICIÓN AL PALEOLÍTICO SUPERIOR Y LA EVOLUCIÓN DE LOS CONTEXTOS AURIÑACIENSES (50.000-27.000 BP) 169

(Pike-Tay et al. 1999) sugieren unas capturas anuales Esta variación en la estructura del grupo se pre-
a lo largo del musteriense y del Auriñaciense de Tran- senta de forma variada, pero repetida, en los estudios
sición de El Castillo. A pesar de esto, los patrones antropológicos. Junto a explicaciones económicas,
estaciónales de la muestra Musteriense difieren en vinculadas con un mejor aprovechamiento de recur-
algo de la muestra de la Unidad superior. La mayoría sos no renovables por la acción directa del grupo
de los animales fueron cazados desde finales de oto- humano, se apoyan también en un sistema de control
ño hasta la primavera o comienzos del verano (i.e. social. Las agrupaciones y disgregaciones del grupo
fases del cemento de crecimiento completo, bajo cre- se inscriben dentro de un modelo relacionado con la
cimiento, temprano crecimiento) en los niveles Mus- liberación de tensiones internas (Godelier 1989). La
terienses, y del invierno hasta la primavera (bajo cre- convivencia constante de todos los individuos del
cimiento y temprano crecimiento; un período estacio- grupo tiende a generar tensiones internas que pueden
nal ligeramente más limitado) en el Auriñaciense de llegar a crear conflictos. Una separación, siquiera
Transición. Mientras que todos los grupos están temporal de los mismos, libera estas tensiones y evi-
representados, los animales adultos jóvenes dominan ta que se acumulen, lo que puede poner en peligro la
los conjuntos. En Cueva Morín los resultados de estabilidad del grupo. No parece casualidad que gru-
estos análisis sugieren que los animales se cazaron pos con una economía principalmente depredadora,
durante el final del otoño y/o el invierno durante el pero sedentarios, como los highlanders de Papúa o
Musteriense y el Auriñaciense Antiguo. los Amazonios, se encuentren entre las poblaciones
más violentas, en las que la guerra intergrupos actúa
Los modelos de gestión del territorio se corres- como motor de liberación de estas tensiones. Por otro
ponden, de forma general, con los datos de grupos de lado, debemos considerar que existen relaciones
cazadores-recolectores actuales (Cambell 1968; Bin- supragrupales que actúan como factores favorecedo-
ford 1983; Lee y De Vore 1968; Yellen 1977). En él res de la viabilidad genética. Estas relaciones, que
se debe considerar también la «duración» de la ocu- permiten el intercambio de elementos reproductores,
pación. Es este un concepto difícil de cuantificar. Es posibilitan la supervivencia global de los grupos a la
conocida la expresión, común entre los arqueólogos, vez que refuerzan la cohesión interna de las socieda-
de que el resultado es el mismo si cien personas ocu- des (Wobst 1976).
pan un día el yacimiento que si una persona lo ocu-
pa durante cien días. Sin embargo, esto no es siem- De esta forma, podemos situar el problema de una
pre verdad. La temporalidad del yacimiento está en forma general. Los niveles arqueológicos de los yaci-
función de otros factores. Uno sería la limitación mientos representan ocupaciones puntuales, situadas
física del yacimiento. Grandes cuevas, como la Cue- no sólo en la gran escala del tiempo sino también en
va de El Castillo, pueden albergar un número alto de una escala anual o mensual. El problema nos hace
personas, otras, como Cueva Morín, Lezetxiki, el volver considerar a los yacimientos arqueológicos
Otero, Rascaño, etc., no presentan un espacio habita- como representaciones de momentos y no de un con-
ble suficiente. Otro factor puede ser, si se aplica crí- tinuum. Así pues, debemos plantearnos que el objeti-
ticamente, la presencia de elementos estilísticos. vo actual de la Prehistoria se debe orientar hacia el
Este factor es uno de los utilizados por M. Conkey conocimiento de estos «momentos» y, de esta mane-
(1980) para su análisis de Altamira como lugar de ra, ver cómo los yacimientos se ocupan y abandonan,
agregación, así vemos como El Castillo se presenta no de forma nómada y aleatoria sino dentro de esque-
como un importante lugar donde podemos detectar la mas y modelos de ocupación del territorio social de
presencia de elementos estilísticos. Otro factor los grupos humanos. En los estudios sobre Rascaño o
podría venir de la propia presencia de los elementos Ekain, Altuna (1981; Altuna y Mariezkurrena 1984,
de la cadena técnica, tanto lítica como ósea. Estas 1985) encuentra un modelo que no se puede interpre-
cadenas no aparecen siempre completas en los yaci- tar siempre como estacional, pero que tampoco per-
mientos. La cadena técnica ósea, si bien no está per- mite hablar de una ocupación continuada, aunque si
fectamente estudiada, nos aporta un ejemplo claro. implica momentos de abandono de la cueva. La pre-
La presencia de instrumentos como las azagayas o sencia, habitual, de restos de egagropilas procedentes
los arpones no siempre están acompañados del sufi- de la alimentación de las rapaces indica que éstas
ciente número de varillas, astas trabajadas, etc. como ocuparon la cueva en alternancia con los grupos
su número dejaría entender, por lo que su fabricación humanos. El conocimiento de esta estructuración es
no se ha realizado in situ sino que ya se han llevado el marco de referencia sobre el que situar nuestro
fabricadas al yacimiento, indicando que las diferen- nivel de conocimiento. La existencia de una estructu-
tes fases de la cadena técnica se han realizado en ración es también un elemento de la cultura humana.
varios lugares. La complejidad o simplicidad de esta estructura es
reflejo de la propia complejidad o simplicidad de la
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cultura. Una sociedad no es sólo compleja porque nos Geográficamente, la región cantábrica es un pasillo
presente un arte desarrollado, o unas cadenas técnicas con una dirección de movilidad principal este-oeste.
elaboradas. También lo es si su estructura social es Dordoña o los Pirineos se encuentran situadas en
compleja. La comprensión de los cambios estilísticos zonas con posibilidades de expansión en otras direc-
o técnicos sólo se pueden entender dentro de socieda- ciones. En el caso de los Pirineos, se detecta, junto a
des en las que el control social es elevado, en las que una dirección este-oeste, otra sur-norte (Bahn 1984).
existe una relación social de pertenencia y exclusión Por un lado encontramos una relación Mediterráneo-
de «los otros». Atlántico junto a otra Pirineos-Dordoña. En el caso
de la Región Cantábrica el eje fundamental es País
Como vemos, este marco nos presenta un modelo Vasco-Asturias. La comunicación con el sur con el
de posibilidades, detectables mediante análisis deta- valle del Duero es una posibilidad no demasiado
llados de la industria y los restos de caza, que nos per- empleada (Tarriño y Normand 2002).
mitirán analizar igualmente la estructura social de los
grupos paleolíticos. También nos debe poner en aviso Creemos que, en general, se puede seguir un
sobre la movilidad de los grupos humanos. La pre- modelo con tres tipos de yacimientos: unos yacimien-
sencia de recursos en un área determinada no obliga, tos base o de agregación de gran tamaño, muy ricos y
como dijimos al principio, a su sobre-explotación variados en industria y restos óseos, normalmente
sino más bien a un control social de los recursos. En con especialización en la caza de ciervos, y que a
un trabajo clásico de revisión, Binford nos pone en veces se relacionan con yacimientos que presentan
aviso sobre la dificultad de interpretar un espacio de largas estratigrafías. Un ejemplo seria la Cueva de El
300.000 Km2 con una excavación de varios metros Castillo, en la que ya se detecta, en el auriñaciense,
cuadrados (Binford 1983). En este mismo trabajo un predominio de restos de ciervos (Cabrera Valdés
presenta desplazamientos realizados por un grupo 1984; Dari 2003). Junto a estos se encontrarían otros
Nunamuit de más de 200 Km en un año (Binford de menor tamaño, con cantidades equilibradas de
1983, Fig. 49). También se comparan los territorios ciervo y otros animales, que podrían representarían
de los Nunamuit o los bosquimanos G/wi con el área campamentos temporales, como Morín o Lezetxiki.
clásica del Musteriense de la Dordoña (Binford 1983, Por último, otro grupo de yacimientos especializados
Fig. 51), así como la suma de áreas de ocupación que en la caza de cabras, situados en las zonas rocosas
un miembro de estos grupos visitaría en un año. Ésta como Rascaño. A este esquema se deberían unir los
representa mas de 13.000 Km2 (casi la extensión de yacimientos especializados en la obtención de mate-
Cantabria y Asturias juntas) (Binford 1983, Fig. 52). rias primas, aunque por el momento no tenemos nin-
guno que presente estas características.
La estructuración del territorio en la región cantá-
brica ha sido abordada por diferentes autores como
Butzer (1986) o Straus (1986) entre otros. En general, 5. TECNOTIPOLOGÍA DEL PERÍODO
estos autores han propuesto la aceptación de un ANALIZADO
modelo teórico de ocupación atendiendo a las carac-
terísticas de los yacimientos, a su situación y a los 5.1. Gestión de las materias primas
materiales arqueológicos encontrados. Sin embargo,
en todos ellos se nota un cierto nivel de estatismo. La Mediante el estudio de la gestión de las materias
tendencia general es la identificación de varios luga- primas en un yacimiento, intentamos llegar a conocer
res centrales o campamentos base que se articulan el territorio de un grupo humano, así como la impor-
con otros subordinados. En algunos casos (Butzer tancia de ciertas materias primas en relación con los
1986) se propone la existencia de dos «modelos» de esquemas de débitage, actividades económicas, etc.
territorio, uno costero y otro interior. En este modelo (Perlès 1991); pero también, junto al estudio de la
estas dos zonas son competitivas y pueden soportar tecnología lítica, la identificación de tradiciones cul-
grupos humanos diferentes. Sin embargo, la propia turales que nos ayuden a la identificación de los dife-
realidad geográfica de la región hace difícil pensar en rentes tecnocomplejos, más allá de las clasificaciones
cómo un pasillo tan estrecho puede soportar una den- tipológicas.
sidad de población tan alta como para permitir la
existencia de grupos humanos diferentes en estas Como norma general, el empleo del sílex en los
zonas. conjuntos líticos tiene una ascenso diacrónico, según
avanzamos desde el Musteriense Final hasta el Auri-
Si comparamos la región cantábrica con otras ñaciense evolucionado, el uso del sílex, tanto entre el
zonas cercanas culturalmente, como la Dordoña o los material bruto como en el retocado, es mayor. Debe-
Pirineos, observamos un primer aspecto fundamental. mos comentar que esta dinámica es mayor en la zona
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LA TRANSICIÓN AL PALEOLÍTICO SUPERIOR Y LA EVOLUCIÓN DE LOS CONTEXTOS AURIÑACIENSES (50.000-27.000 BP) 171

oriental de la cornisa cantábrica, básicamente desde niense) las piezas de sustrato se realizan en un 50%
el Pas hacia el este, ya que es la zona de la región en en materias primas diferentes al sílex, o en el nivel 8
donde más cantidad de sílex encontramos, como ya (Auriñaciense arcaico) con un 45%.
se ha apuntado. Sin embargo, podemos citar algunos
ejemplos significativos que rompen con esta dinámi- 5.2. Tecnología y esquemas operativos líticos
ca y que deben ser tratados brevemente. Uno de los
ejemplos puede ser el creado por Lezetxiki y Labeko Realizaremos un breve repaso por las característi-
Koba (Arrizabalaga 1998b). Ambos están a unos cin- cas esenciales para definir, desde un punto de vista
co kilómetros lineales el uno del otro, y mientras en tecnológico, los tecnocomplejos definidos en la
Lezetxiki el empleo de materias primas diferentes al Cornisa Cantábrica en la transición entre el Paleolíti-
sílex es bastante importante (32% en el Auriñacien- co medio y superior: Musteriense Final, Auriñacien-
se), el vecino yacimiento de Labeko Koba presenta se de Transición, Chatelperroniense, Auriñaciense
casi todos sus efectivos líticos realizados sobre esta arcaico, antiguo y evolucionado.
materia prima (Arrizabalaga 1998b). En la vecina
Cantabria, un modelo similar es el que plantean El 5.2.1. Musteriense Final
Castillo y Cueva Morín (Maíllo Fernández 2003).
Para uno de los niveles del Auriñaciense arcaico de Para abordar la caracterización tecnológica del
Cueva Morín (nivel 8) el empleo del sílex es del Musteriense Final contamos con el estudio de los
85,6%; mientras que para El Castillo, del que dista niveles 11 y 12 de Cueva Morín (Maíllo Fernández
poco más de 10 km. lineales, el uso del sílex es menor 2003), los datos preliminares de la Unidad 20 de la
al 20% (Cabrera et al. 2002). Este modelo no puede cueva de El Castillo (Cabrera et al. 2000, 2004; Maí-
explicarse por alteraciones tafonómicas, ni por erro- llo et al. 2004), el estudio realizado en la cueva del
res de excavación, sino que debe entenderse dentro Esquilleu (Baena et al. 2000; Carrión 2002) y los
del comportamiento económico de los grupos que datos preliminares de Axlor (González Urquijo et al.
habitaron esta región. Las respuestas deben ser varia- 2006) y Covalejos (Martín et al. 2006). Los esquemas
das, aunque nos decantamos por la hipótesis del uso operativos presentan una gran variabilidad, sobre
de materias primas locales para realizar ciertas activi- todo, desde un punto de vista regional. Así, en la cue-
dades económicas para las que el empleo de materias va del Esquilleu (situada en la zona de Picos de Euro-
primas de buena calidad puede resultar un hecho pa), la variabilidad interna es bastante acentuada en
antieconómico. Nos estamos refiriendo a actividades los diferentes niveles. En su nivel XI, el esquema
como el corte de madera o despedazado de grandes operativo principal es de tipo Quina sobre nódulos de
masas cárnicas, para las que materias primas de peor gran tamaño que no son agotados métricamente. El
calidad pueden resultar igual de eficaces que el sílex. resto de esquemas (Levallois y Discoide) están muy
Además, no debemos olvidar un hecho que conside- poco representados. En su nivel IX predomina el
ramos muy importante: el sílex se suele presentar en esquema Levallois recurrente unipolar y en el nivel
la región cantábrica en nódulos de pequeño tamaño, III el esquema operativo principal es de tipo discoide
mientras que las rocas de grano mayor (areniscas, ofi- jerarquizado. Esta variabilidad también la observa-
tas) se encuentran en tamaños superiores, lo que las mos en el yacimiento de Axlor (González Urquijo, et
hace más idóneas para estos trabajos al poder reali- al. 2006) ya que en el nivel N presenta un esquema
zarse piezas más masivas que con el sílex (Arrizaba- operativo principal de tipo Levallois orientado a la
laga 1998b; Maíllo Fernández 2003). obtención de lascas y puntas; mientras que los nive-
les B, C y D presentan un esquema operativo princi-
Debemos constatar que en aquellos conjuntos líti- pal de tipo Quina y cuya finalidad es la obtención de
cos en los que predomina el sílex la laminaridad es lascas espesas con dorso, destinadas a la elaboración
mucho mayor, tanto en soportes como tales como en de raederas con retoque Quina.
el índice de alargamiento de los mismos (Arrizabala-
ga 1995). En cuanto al destino de los soportes según En la zona central de Cantabria, el esquema ope-
su materia prima, debemos comentar que las piezas rativo principal es de concepción discoide en los
sobre sílex son empleadas en mayor proporción en la yacimientos de El Castillo (Unidad 20) y Cueva
elaboración de raspadores, buriles, piezas con retoque Morín (niveles 11 y 12) o La Flecha (Castanedo
lateral, piezas de dorso, etc.; mientras que los sopor- 2001). Se emplean dos métodos: uno unifacial con las
tes sobre materias primas diferentes al sílex (cuarcita, superficies jerarquizadas y otro, bifacial, en el que no
caliza, arenisca, etc.) se emplean en piezas de sustra- existe tal jerarquización. Este último, en Cueva
to (raederas, muescas y denticulados) o no son reto- Morín, se emplea con materias primas de grano grue-
cados. Esto lo comprobamos en yacimientos como so como la ofita y la arenisca. Estas materias primas,
Cueva Morín, en donde en el nivel 10 (Chatelperro- al aparecer en nódulos de mayor tamaño, permiten la
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obtención de soportes más largos y espesos (Maíllo 5.2.2. Auriñaciense de Transición


Fernández 2003). Existen dos direcciones de explota-
ción de este tipo de esquemas y cada una de ellas pro- Tecnocomplejo identificado, por el momento, en
porciona soportes con características diferentes: cor- los niveles 18b y 18c de la cueva de El Castillo (Llo-
dal y centrípetas. Los soportes obtenidos con la pri- ret y Maíllo 2006). Tecnológicamente, la producción
mera dirección son las lascas de dorso limitado, las lítica está dominada por los esquemas operativos de
puntas pseudolevallois y las lascas desbordantes, su concepción discoide con dos métodos bien definidos:
función es la de mantener la convexidad periférica de unifacial y bifacial. La mise en forme es sencilla. En
la superficie de explotación. Los segundos son las el método unifacial se realizan una serie de extraccio-
lascas de morfología cuadrada y las que son más nes secantes, no invasivas en el futuro plano de per-
anchas que largas. Su función en el desarrollo del cusión para garantizar una relación angular adecuada
débitage es la de eliminar dicha convexidad (Boëda entre éste y el plano de lascado. Si la relación angu-
1993). lar, de manera natural, es óptima para el débitage,
ésta no se modifica o se realiza parcialmente. En el
En El Castillo existe un esquema operativo des- método bifacial, no parece que exista una fase previa
tinado a la elaboración de hendedores. Para ello, se de mise en forme a la de producción plena. En ambos
emplean materias primas de grano grueso y cuyas métodos, los soportes empleados son, generalmente,
dimensiones permiten la elaboración de este tipo de cantos. Resulta interesante constatar como las mate-
instrumentos, como son la arenisca y la ofita. En los rias primas de grano más grueso (arenisca, ofita) pre-
niveles 11 y 12 de Cueva Morín, no se encuentran sentan una tipometría mayor que las de grano más
hendedores, pero sí en los seis niveles infrayacentes fino (cuarcita o sílex), lo que marca el grado de
descritos como Musterienses. Creemos que esta explotación de dichas materias.
ausencia está ligada a la superficie de excavación
(un metro cuadrado), más que a cambios en la com- El débitage se inicia con la extracción de lascas
posición tecno-tipológica de los niveles arqueológi- corticales en las dos direcciones que han sido comen-
cos. tadas: cordal y centrípeta. Es interesante constatar
cómo en los núcleos de menor espesor los negativos
Uno de los esquemas operativos más interesante son menos secantes que en aquellos cuyo espesor es
de los que han sido identificados en el Musteriense mayor. Esto es debido a que en los núcleos de menor
Final cantábrico es el de la producción de hojitas espesor no es posible realizar una explotación cuyos
(Cabrera et al. 2000; Maíllo Fernández 2001; Maíllo ángulos sean secantes, por lo que se realizan en direc-
Fernández et al. 2004). Estas hojitas se consiguen a ción subparalela a la cornisa que separa ambas caras
partir de núcleos de morfología prismática y gestión del núcleo. Este hecho, provoca que la morfología
unipolar semienvolvente. Dos variantes son posi- final del núcleo sea muy similar, morfológicamente, a
bles: una sola tabla o dos tablas adyacentes. En el los núcleos Levallois recurrentes centrípetos.
primero de ellos, la explotación se gestiona a partir
de soportes frontales y soportes obtenidos en la con- La técnica empleada durante toda la secuencia de
fluencia entre la tabla y el flanco. Estos últimos, débitage es, exclusivamente, la percusión directa con
mantienen el cintrado del núcleo. En los núcleos con percutor duro.
dos tablas adyacentes, la arista entre ambas mantie-
ne al cintrado del mismo. Los soportes, aunque esca- Se ha identificado, de forma más discreta, un
sos, están retocados en Cueva Morín (una hojita de esquema operativo laminar de hojitas muy similar al
dorso y una hojita con retoque semiabrupto e indi- ya descrito para el Musteriense Final. La mayoría de
recto); mientras que algunas hojitas de El Castillo los núcleos están realizados sobre cuarcita, siendo
presentan huellas de uso y restos de posible enman- muy escasos los de sílex. La fase de mise en forme es
gue. También, en el vecino yacimiento de Covalejos sencilla, existiendo una adecuación morfológica del
(nivel H), encontramos un esquema operativo de núcleo en relación con los soportes deseados. No se
hojitas a partir de la captura oportunista de aristas de aprecian negativos en los núcleos que puedan adver-
productos de talla desechados (Martín et al. 2006). tir de la existencia de crestas anteriores ni postero-
Desde el sistema de análisis analítico y estructural, laterales. El inicio del débitage se lleva a cabo
constatamos también este proceso de laminaridad en mediante la extracción de una lasca de entame, así
conjuntos como Lezetxiki IV (Arrizabalaga 1995), como de algunas piezas de tendencia laminar que
Arrillor (Hoyos et al 1999) y en los yacimientos del bien han podido realizar la misma función. A partir
vecino País Vasco continental de Abri Olha 2 y de este tipo de piezas, la tabla se abre hacia los flan-
Gatzarria (Laplace y Sáenz de Buruaga 2000, 2002- cos mediante la extracción de soportes de morfología
2003). tendente a laminar que presentan un lateral cortical.
KOBIE (Serie Anejos n.º 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
LA TRANSICIÓN AL PALEOLÍTICO SUPERIOR Y LA EVOLUCIÓN DE LOS CONTEXTOS AURIÑACIENSES (50.000-27.000 BP) 173

En el nivel 18c la totalidad de los núcleos presentan balaga y Altuna 2000), los vestigios arqueológicos
una sola tabla de morfología rectangular o cuadrada, son muy escasos.
que se desarrolla de forma paralela al eje longitudi-
nal del soporte escogido, lo que podría indicar un Tras el estudio tecnológico realizado recientemen-
aprovechamiento de los nódulos para buscar sopor- te en Labeko Koba (Arrizabalaga 1995, 2000a) y
tes lo más largos posibles en relación con el nódulo Cueva Morín (Maíllo Fernández 2003), podemos
trabajado. afirmar que el esquema operativo más numeroso es
de concepción discoide, bajo el método unifacial con
El plano de percusión se realiza mediante la superficies jerarquizadas: una como plano de percu-
extracción de una lasca que despeja la zona de cortex sión y la otra como plano de explotación. Dicha
o bien, cuando esto no es posible, se prepara median- explotación se realiza sobre todas las materias pri-
te pequeñas extracciones. Cuando la morfología del mas. El plano de percusión se realiza mediante una
canto lo permite, se deja un plano de percusión corti- preparación periférica cuya finalidad es lograr una
cal. Este plano de percusión es oblicuo con respecto relación angular entre la superficie de lascado y de
a la tabla del núcleo. Este hecho, junto a la curvatura percusión apta para el débitage. Los soportes obteni-
basal del mismo permite la explotación del débitage dos son los mismos que hemos descrito en el aparta-
laminar. La tabla del núcleo se dispone sobre el lado do anterior: de dirección cordal y centrípeta.
más ancho del soporte.
Desde un punto de vista cualitativo, los esquemas
Los núcleos presentan una morfología prismática operativos laminares resultan más interesantes y rele-
y una explotación unipolar. A partir de la lasca-lami- vantes (Fig. 4). Dos son los métodos empleados: pris-
nar de entame se va abriendo la tabla mediante sopor- mático unipolar y prismático bipolar. El primero de
tes semicorticales hacia los flancos que se van redu- ellos se realiza a partir de nódulos de morfología
ciendo hasta el máximo de la anchura ofrecida por la cúbica en la que la preferencia para el inicio de explo-
morfología esférica u ovalar del núcleo con lo que tación es la cresta de núcleo. A partir de aquí, la tabla
queda configurada la tabla del núcleo. Los soportes se abre hacia uno de los flancos, que son perpendicu-
obtenidos mediante este tipo de explotación corres- lares a ésta. Los soportes obtenidos son hojas rectilí-
pondería a hojitas o lasquitas laminares de no dema- neas, no muy espesas y con ligera curvatura distal. El
siada longitud y relativamente anchas. plano de percusión es liso y se produce mediante la
extracción de una lasca que prepara la superficie. Ésta
La dinámica del débitage es semienvolvente y se reaviva durante el desarrollo del débitage.
unipolar como hemos comentado. Las cornisas pare-
cen ser demasiado elaboradas antes de la extracción Por su parte, el método prismático bipolar mantie-
de un soporte, esto lo certificarían tanto los núcleos ne los mismos requisitos morfológicos que el ante-
como los mismos soportes. Los soportes no son de rior, pero con dos planos de percusión que son prepa-
gran tamaño, presentan negativos paralelos y, en rados de manera idéntica al anterior método. A partir
muchos casos restos de cortex en los laterales. Este de éste se obtienen hojas de morfología rectilínea y
hecho, puede indicar una búsqueda de la recurrencia que son destinadas en su gran mayoría a la elabora-
a base de ampliar la tabla y acondicionar el cintrado ción de puntas de Chatelperron. Se ha constatado en
del núcleo mediante este tipo de soportes “desbordan- algunos yacimientos chatelperronienses, como Roc-
tes”. Aunque consideramos que el esquema de mor- de-Combe (Pelegrin 1995), como uno de las direccio-
fología prismática y gestión unipolar es el principal nes de extracción era la principal, desde donde se
en estos dos niveles de la cueva de El Castillo, no obtenían las hojas destinadas a confeccionar puntas
debemos descartar otros esquemas de tipo raspador- de Chatelperron, mientras que los soportes extraídos
carenado y buril-carenado presentes en la colección. desde el sentido opuesto tenían como función acondi-
La técnica empleada es la de la percusión directa con cionar el cintrado de la tabla. En los niveles chatelpe-
dos modalidades: con percutor duro y blando. rronienses cantábricos no hemos podido discernir
esta modalidad de explotación.
5.2.3. Chatelperroniense
En los dos esquemas, la técnica empleada es la
Este tecnocomplejo tiene una presencia menor en percusión directa, tanto con percutor blando, como
la región cantábrica. Tras su descubrimiento en Cue- duro. Esta última ha sido constatada en las fases fina-
va Morín (González Echegaray y Freeman 1971), ha les de algunos núcleos.
sido identificado en unos pocos yacimientos en los
que, a excepción de Cueva Morín (Maíllo Fernández En el nivel Chatelperroniense de Cueva Morín no
2003, 2005) y Labeko Koba en el País Vasco (Arriza- existe una producción específica de hojitas ya que las
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174 VICTORIA CABRERA VALDÉS, ALVARO ARRIZABALAGA VALBUENA,
FEDERICO BERNALDO DE QUIRÓS GUIDOTTI, Y JOSÉ MANUEL MAÍLLO FERNÁNDEZ

Cueva Morín (Maíllo Fernández 2003), del nivel A


de Covalejos (Ortega et al. 2003) y del nivel VII de
Labeko Koba (Arrizabalaga 1995, 2000a).

El esquema operativo laminar más común en este


tecnocomplejo es el realizado a partir de núcleos de
morfología prismática de gestión unipolar (Fig. 5).
Una de las características esenciales es que existe un
continuum entre la producción de hojas y de hojitas a
partir de la reducción paulatina de estos núcleos pris-
máticos. Podemos afirmar que la búsqueda de hojitas
es el objetivo principal de la explotación laminar, a
tenor del material retocado. Los soportes empleados
como núcleos son cantos o fragmentos de morfología
cúbica. La mise en forme es sencilla. El inicio del
débitage se corresponde con soportes de tipo cortical,
existiendo una adecuación morfométrica previa del
soporte empleado con el tipo de explotación al que va
a ser sometido. Tan sólo si el volumen inicial es cúbi-
co se emplean crestas antero-laterales. A partir de la
primera pieza cortical, la tabla se desarrolla en direc-
ción a los dos flancos gracias a la extracción de las-
cas laminares. El plano de percusión se prepara
mediante la extracción de una tableta de núcleo que
genera una superficie lisa y ligeramente cóncava.
Dicha superficie se ve reavivada durante el transcur-
so del débitage mediante la extracción de nuevas
tabletas de núcleo o semitabletas.

El débitage presenta una gestión unipolar, en


donde observamos dos tipos de soportes cuya morfo-
logía está en relación con la localización de su
extracción en el núcleo, jugando ambos diferentes
papeles en la dinámica del débitage. Por un lado,
tenemos soportes de morfología rectilínea, con cur-
vatura débil y los negativos de la cara dorsal parale-
los y que son extraídos de la zona central de la tabla;
estos soportes corresponden a la producción prede-
terminada. Por otro lado, soportes de negativos con-
vergentes y con cierta curvatura y robustez en su ter-
cio distal y que poseen, en ocasiones, restos de cor-
tex o plano natural en uno de sus laterales. La fun-
Figura 4. Esquema de la producción laminar del Chatelperroniense.
ción de estos soportes es la de controlar el carenado
y el cintrado del núcleo.

que aparecen en dicho nivel son obtenidas de manera La mayoría de los núcleos presentan una dinámi-
accidental durante la explotación de hojas. ca semienvolvente, pero existe algún caso en la que
ésta es envolvente. La bipolaridad se emplea poco y
5.2.4. Auriñaciense arcaico en momentos finales de la explotación del núcleo. La
técnica empleada es la de la percusión directa con
Se trata del tecnocomplejo mejor conocido, desde percutor blando.
un punto de vista tecnológico, de la transición Paleo-
lítico medio-superior de toda la cornisa cantábrica. Existe una producción de hojitas a partir de otros
La caracterización tecnológica la llevaremos a cabo a esquemas operativos como son el de tipo raspador
partir de los estudios realizados en el nivel 16 de El carenado y buril carenado. Son algo más comunes en
Castillo (Cabrera et al. 2002), en los niveles 9 y 8 de Castillo 16 y Labeko Koba VII, que en Cueva Morín
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LA TRANSICIÓN AL PALEOLÍTICO SUPERIOR Y LA EVOLUCIÓN DE LOS CONTEXTOS AURIÑACIENSES (50.000-27.000 BP) 175

efectivos, el método empleado es el discoide unipolar


con las superficies del núcleo jerarquizadas.

5.2.5. Auriñaciense antiguo

Representado de forma muy amplia, desde un


punto cuantitativo y cualitativo, en las colecciones de
Cueva Morín (niveles 7 y 6) y Labeko Koba (niveles
IV, V y VI), que constituyen la base para esta síntesis
tecnológica.

Lo primero que podemos comentar, en relación


con el tecnocomplejo anterior, es la disociación entre
la producción de hojas y de hojitas. Las primeras se
obtienen a partir de núcleos prismáticos de gestión
unipolar y las segundas a partir de núcleos del tipo
raspador-carenado. Pero estos dos esquemas, aunque
claros, permiten cierta permeabilidad, sobre todo
desde los núcleos de hojas, que en algún caso han
producido hojitas. Los núcleos de tipo raspador-care-
nado no son tan flexibles, ya que en muchos casos,
las condiciones métricas de los mismos son ya redu-
cidas.

Las hojas obtenidas a partir de núcleos prismáticos


de gestión unipolar son relativamente anchas y de
negativos paralelos entre sí. Los núcleos de hojas son
Figura 5. Esquema de la producción laminar del Auriñaciense arcaico. escasos en los conjuntos estudiados, ya que estos son
tallados hasta su agotamiento y reconvertidos a otras
estrategias de explotación (poliédricos, núcleos amor-
9 y 8. Sin embargo, en todos los casos su peso espe- fos, etc.). El inicio de la explotación se realiza a partir
cífico en la producción laminar es muy limitado. En de lascas-laminares corticales, aunque en ocasiones se
el método de obtención de hojitas de tipo raspador- emplean las crestas de núcleo, aunque en menor medi-
carenado, los soportes suelen ser lascas en los que la da. En cuanto a las modalidades de reavivado de los
explotación de hojitas se efectúa en sentido transver- núcleos, podemos comentar que destacan los de tipo
sal al eje longitudinal y empleando la cara bulbar flanco de núcleo, frente a otras modalidades como la
como plano de percusión. La tabla suele estar marca- neo-cresta, y que suele ser paralela su extracción al
da por una cresta o una muesca que prepara una aris- sentido de la explotación laminar. La técnica emplea-
ta lateral que guía la explotación de las hojitas. La da es la percusión directa con percutor blando.
tablas suelen ser anchas y de morfología cuadrada o
rectangular lo que provoca que las hojitas sean, más La producción de hojitas es más variada, encon-
o menos curvas, pero sin torsión. En cuanto al méto- trando dos métodos. Ambos son los tipo prismático
do de tipo buril carenado, los soportes empleados de gestión unipolar y los de tipo raspador carenado.
como núcleos son, generalmente, lascas. También se Los núcleos de morfología prismática no son una
emplea el eje transversal para dirigir la explotación. reducción de los de hojas, sino que son empleados,
Las tablas son proporcionalmente anchas de morfolo- exclusivamente, en la producción de hojitas. La
gía rectangular, lo que genera soportes rectilíneos mayoría de ellos están realizados sobre tectoclastos
pero con algo de torsión. (Maíllo Fernández 2000) o sobre lasca. Los primeros
aprovechan, de manera general, el lado más ancho del
El débitage de lascas, a partir de esquemas operati- soporte, lo que desemboca en la obtención de hojitas
vos de concepción discoide, sigue teniendo una gran relativamente anchas sobre una tabla de morfología
importancia. De hecho, las lascas son los productos más rectangular. Por otro lado, en los núcleos cuyos
numerosos, tanto en los soportes brutos como entre los soportes son lascas, se aprovecha el extremo distal de
retocados en algunos yacimientos (el 41,6% de los la misma para ubicar la tabla, siendo ésta de morfolo-
soportes retocados de Morín 8 son lascas). En Cueva gía triangular. Los soportes obtenidos son hojitas cur-
Morín, en donde disponemos de la serie más amplia de vas y en algún caso con ligera torsión.
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FEDERICO BERNALDO DE QUIRÓS GUIDOTTI, Y JOSÉ MANUEL MAÍLLO FERNÁNDEZ

Los núcleos de raspador carenado se realizan tam- antero-laterales, ya que son perpendiculares al flanco
bién sobre lascas espesas y tectoclastos. La tabla se del núcleo Son numerosas las lascas típicas de prepa-
ubica en el extremo distal, siendo la cara bulbar el pla- ración de crestas en las colecciones, así como de pla-
no de percusión. Este plano no se reaviva en el trans- nos de percusión. Algunos de los núcleos presentan
curso del débitage. La tabla suele ser corta y relativa- dos planos de percusión y algunas hojas negativos
mente ancha. Los soportes obtenidos son hojitas de no bipolares. Esto podría indicar un esquema operativo
demasiada longitud (no más de 3 cm) y curvas, sobre bipolar, pero no lo creemos así. En ocasiones en los
todo en su tercio distal. La torsión no representa una núcleos unipolares, se genera un plano de percusión
característica de este conjunto. El inicio del débitage opuesto que es empleado en caso de accidentes de
se realiza mediante la extracción de lasquitas-lamina- talla en la tabla. A favor de esta argumentación tene-
res corticales que van despejando la tabla. Ésta puede mos una hoja sobrepasada que presenta restos del pla-
definirse mediante una muesca lateral de tipo clacto- no de percusión opuesto solamente preparado, y algu-
niense (Lucas 1997). Las modalidades de reavivado nas hojas bipolares con negativos de reflejados en su
son variadas y han sido empleadas con profusión. cara dorsal. La técnica empleada en todo el proceso
Destacan las lasquitas de reavivado de las muescas es la percusión directa con percutor blando.
laterales y las laquitas-laminares. La técnica emplea-
da es la percusión directa con percutor blando. La producción de hojitas se realiza, de manera
principal, a partir de esquemas de tipo raspador care-
La producción de lascas está constada en estos nado. Las modalidades de preparación son variadas.
niveles, pero su peso específico es más limitado. Los La tabla, generalmente de morfología triangular, pre-
esquemas de tipos discoide se mantienen de manera senta una arista muy marcada y curva en la confluen-
casi testimonial. Pero otro tipo de lascas son busca- cia con uno de los flancos al menos. Esta arista curva
das. Nos referimos a las lascas espesas y corticales va a guiar la extracción de soportes que, debido a esta
destinadas a la elaboración de núcleos de tipos raspa- curvatura y a su posición lateral, van a presentar cur-
dor carenado, como se ha constatado en yacimientos vatura y torsión, lo que representa una característica
como Brassempouy o Gato Preto (Bon 2002; Almei- esencial de las hojitas de este tecnocomplejo. Para
da 2001). generar esta morfología triangular se llevan a cabo
una gran variedad de modalidades. De esta manera
5.2.6. Auriñaciense evolucionado encontramos núcleos con una gran muesca clacto-
niense en un lateral, o dos muescas, muesca en un
Este tecnocomplejo es, quizás, el menos conocido lateral y arista en el otro, aristas basales, etc.
tecnológicamente de los que tratamos en este capítu-
lo. Los resultados que aquí se exponen sólo pueden Existen también esquemas operativos de tipo buril
ser tratados de manera provisional, ya que se están carenado, pero su importancia en la economía lítica
realizando análisis tecnológicos de varios conjuntos es marginal. Generalmente, aprovechan el extremo
(El Otero, Hornos de la Peña, El Ruso). distal de una lasca espesa y la tabla se dispone de
manera transversal el eje de la pieza. Las tablas son
Lo primero que debemos constatar es que sigue también triangulares y los soportes son similares a los
existiendo una gran dicotomía entre los esquemas de arriba comentados. Tanto en este esquema, como en
producción de hojas y de hojitas. Las primeras se el anterior, la técnica empleada es la percusión direc-
obtienen a partir de núcleos de morfología prismática ta con percutor blando.
y gestión unipolar. Mientras, las segundas se obtienen
mediante esquemas operativos de tipo raspador care- La producción específica de lascas es muy margi-
nado. En la producción de hojas podemos observar nal, aunque éstas están muy presentes en las coleccio-
como existe una producción de soportes que podemos nes, pero son procedentes de la preparación de los
denominar grandes (siempre tomando la cornisa can- núcleos laminares.
tábrica como referencia), ya que sobrepasan los seis
centímetros de longitud. Así, en el nivel 4 de El Ote- 5.3. Tipología lítica y ósea
ro, nos encontramos con dos tipos de hojas de estas
características. Por un lado, hojas anchas y espesas Aunque resulta ocioso recordarlo, no debemos
que, aunque fracturadas se puede presumir en ellas olvidar que aunque falten análisis de tipo sedimenta-
unas dimensiones considerables y, por otro, otras rio, palinológicos, faunísticos, etc, siempre está pre-
hojas entre los siete y diez centímetros. No podemos sente el estudio de la industria lítica.
asegurar que se trate de una reducción métrica de los
núcleos o de dos métodos diferentes. Pero en ambos, También debemos señalar que está pendiente de
el inicio del débitage se realiza a partir de crestas valoración el efecto distorsionador introducido por el
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LA TRANSICIÓN AL PALEOLÍTICO SUPERIOR Y LA EVOLUCIÓN DE LOS CONTEXTOS AURIÑACIENSES (50.000-27.000 BP) 177

empleo de diferentes métodos de clasificación tipo- Los conjuntos que podemos encuadrar dentro de
lógica en estas colecciones. El apriorismo que supo- lo que denominamos “Musteriense Final” están com-
ne la selección de la lista tipológica de F. Bordes puestos por una serie de piezas retocadas que impiden
(1961) o D. Sonneville-Bordes y J. Perrot (1954, realizar un análisis unitario debido a la variabilidad
1955, 1956) enfatiza, quizás artificialmente, la rup- de las colecciones. Así, podemos encontrar conjuntos
tura entre el Paleolítico medio y el superior (para clasificados como Musteriense de denticulados
ahondar más en esta problemática ver González (Morín 11 y 12, La Flecha 5, El Conde D), o Chare-
Echegaray y Freeman 1971). La utilización de la tiense tipo Quina (El Castillo Unidad 201, Esquilleu
Tipología Analítica, con un mismo criterio para cla- XI, Axlor B, C y D), o Musteriense Típico, todo un
sificar colecciones de Paleolítico medio y superior, cajón de sastre para algunos investigadores (Vega
da una visión de mayor continuidad para este Toscano 1988), como en el caso de Esquilleu IX o los
momento de transición (Laplace 1966b; Laplace y niveles de Covalejos, o Musteriense Cantábrico como
Sáenz de Buruaga 2002-2003). el Esquilleu III.

5.3.1. Musteriense Final Como es de esperar en el Musteriense de denticu-


lados está muy representado este tipo de piezas reto-
El Musteriense resulta uno de los tecnocomplejos cadas. En el resto, destacan las raederas sobre el res-
más difíciles de definir, ya que a cierto polimorfismo to de piezas retocadas. En el Musteriense Quina des-
debemos añadir una crisis muy seria en sus sistemas tacan las raederas confeccionadas mediante esta téc-
de análisis y definición, lo que incorrectamente se nica de retoque escaleriforme, pero que pueden o no
denominó “sistema Bordes” (Vega Toscano 2001). estar asociadas al débitage tipo Quina, mientras que
Hoy día, las facies musterienses han dejado de ser en el Musteriense típico (cantábrico o no) son las rae-
una herramienta interpretativa y, tan sólo, son una deras confeccionadas mediante retoque simple las
herramienta descriptiva. que prevalecen, sobre todo las simples frente a las
dobles.
Algunos conjuntos del Musteriense Final, como la
Unidad 20 de El Castillo o la secuencia superior del Hemos hecho alusión, a la hora de describir la tec-
Musteriense de Cueva Morín y El Pendo presentan nología lítica, a que existían algunos esquemas de
hendedores, lo que llevó a F. Bordes a plantear la obtención de hojitas en algunos yacimientos de la
existencia de una facies nueva denominada Vasco- región cantábrica como El Castillo, Morín, Covalejos
niense (Bordes 1953) y Musteriense de tradición o La Viña. Sin embargo, entre el material retocado
Achelense para otros (Freeman 1964). Esta facies apenas disponemos de este tipo de soportes. Sólo en
estaba caracterizada por la aparición de hendedores El Castillo y Morín, encontramos hojitas retocadas
sobre lasca y cuya ubicación geográfica sería la zona (Fig. 6), algunas con retoque semiabrupto (Cabrera et
oriental de la cornisa cantábrica y el País Vasco con- al. 2000; Maíllo Fernández 2001; Sánchez Fernández
tinental (ya que también se encuentra en Abri Olha I 2005). En este sentido, sí podemos observar una ten-
y II y Gatzarria). Sin embargo, un estudio más pro- dencia a la laminaridad en la elección de soportes
fundo de la realidad tipológica de estos conjuntos lle- para ser retocados como ocurre en los niveles IVc y
vó a desestimar tal apelación, siendo los hendedores IVa de Lezetxiki (Arrizabalaga 1995), en donde algu-
un elemento más del conjunto a tener en considera- nos raspadores se realizan sobre hoja (Baldeón 1993).
ción, pero no el elemento discriminante del mismo
(Cabrera Valdés 1983). 5.3.2. Auriñaciense de Transición

Grupo Tipológico 18c 18b


Este tecnocomplejo está definido, por el momen-
to, en la Unidad 18 de El Castillo, en los niveles 18b
Raspadores 26 20
y 18c (Cabrera et al. 2001). Ambos niveles presentan
Perforadores 7,4 6,25
una composición tipológica muy similar (Cuadro 2).
Buriles 5,5 7,5 El conjunto está dominado por las piezas de sustrato
Piezas de dorso 0,4 (sobre todo las raederas), aunque lo más destacado
Truncatura 1,2 9,1 son las piezas de tipo Paleolítico superior. Los raspa-
Hojas retocadas 8 7,5 dores son bastante más abundantes que los buriles:
Sustrato 49 43,75 20% en el 18b y 26% en el 18c, mientras que los buri-
Dufour 0,6
1 Nos referimos al trabajo realizado por V. Cabrera (1984), en la
Cuadro 2. Grupos tipológicos del nivel 18 de El Castillo. actualidad la Unidad 20 ha sido excavada y se ha dividido en
cuatro niveles actualmente en curso de estudio.

KOBIE (Serie Anejos n.º 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
178 VICTORIA CABRERA VALDÉS, ALVARO ARRIZABALAGA VALBUENA,
FEDERICO BERNALDO DE QUIRÓS GUIDOTTI, Y JOSÉ MANUEL MAÍLLO FERNÁNDEZ

sino que lo valoramos en su justa medida, como un


elemento más a añadir, puesto que existen otros
como las estrategias de caza (Pike-Tay et al. 1999)
y, sobre todo, las evidencias de industria ósea y de
manifestación simbólica que serán puestas en valor
más adelante.

La industria ósea es muy escasa, pero significati-


va. En el nivel 18c disponemos de dos fragmentos
distales de azagayas sobre asta de ciervo, de un
anzuelo sobre fragmento óseo similar a los apareci-
dos en los niveles auriñacienses de Castanet (Aver-
bouth y Cleyet-Merle 1995), de un punzón sobre
esquirla ósea además de algunas piezas con incisio-
nes y grabados, tanto en el nivel 18b como en el 18c.
Esta industria ósea pondría en relación estos niveles
con la Unidad 18 estudiada por V. Cabrera y el lote de
diez azagayas aparecidas en las excavaciones de
Obermaier (Cabrera Valdés 1984).

5.3.3. Chatelperroniense

Como ya se ha comentado, los conjuntos chatel-


perronienses son muy escasos en la cornisa cantábri-
ca, tan sólo Ekain X; Labeko Koba IX y Cueva Morín

Figura 6. Útiles retocados del nivel 20e (Musteriense final) de El


Castillo (según Sánchez 2005).

les presentan porcentajes más bajos (5,6% y 7,5%).


Entre los raspadores destacan los de tipo auriñacien-
se (carenados, en hocico espeso y nucleiformes), que
representan el 18,6% en el 18c y el 9,5% en el 18b en
relación con todo el conjunto retocado. Los soportes
sobre hojitas no son muy numerosos, tan sólo conta-
mos con una hojita Dufour en el nivel 18c (Fig. 7).

El conjunto lítico del Auriñaciense de Transición


está dominado por una tecnología que podríamos
denominar “musteriense”, como ya hemos comenta-
do en otro epígrafe de este trabajo. Lo realmente
significativo de la industria lítica es que sobre estos
soportes de tipo musteriense se realizan piezas de
tipo Paleolítico superior. Este comportamiento no es
nuevo, en numerosos yacimientos musterienses se
hallan piezas como raspadores o buriles, sin embar-
go, no en la proporción y variedad que encontramos
en los niveles 18b y 18c de El Castillo. Pero, no con-
sideramos a la industria lítica como el componente Figura 7. Útiles retocados y producción laminar de la Unidad 18 de
diferenciador con respecto a la tradición anterior, El Castillo (Auriñaciense de Transición).

KOBIE (Serie Anejos n.º 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
LA TRANSICIÓN AL PALEOLÍTICO SUPERIOR Y LA EVOLUCIÓN DE LOS CONTEXTOS AURIÑACIENSES (50.000-27.000 BP) 179

10 deben ser tenidos en cuenta a la hora de caracteri-


zar este tecnocomplejo, y el primero de los yacimien-
tos simplemente de manera testimonial. Otros yaci-
mientos, como La Güelga, El Cudón, Polvorín, Ven-
ta Laperra, El Pendo deben ser puestos en cuarentena
debido a lo escaso de sus efectivos líticos, lo provi-
sional de sus resultados o lo problemático de su depó-
sito (Arrizabalaga 1995; Menéndez et al. 2001,
2005). Otros, directamente descartados como el caso
de A Valiña (Fernández 2000-2001).

El morfotipo más significativo de este tecnocom-


plejo, la punta de Chatelperron, se encuentra en muy
baja proporción en las series estudiadas. Lo mismo
ocurre con las piezas de dorso que en Morín 10 repre-
sentan el 4%. Debemos comentar que en otros yaci-
mientos con menos efectivos líticos, como pueden ser
Labeko Koba IX y Ekain X, este tipo de piezas son
muy numerosas. Así en Labeko Koba IX, de doce
piezas retocadas, tres son puntas de Chatelperron y
tres son hojitas de dorso. En Ekain X de seis piezas
retocadas, dos son puntas de Chatelperron, una es una
microgravette y también existe una pieza de dorso
total. Por lo que pese a su escasa cantidad de efecti-
vos, estos conjuntos son significativos (Fig. 8).

En cuanto al resto de elementos tipológicos, debe-


mos comentar que no hay raspadores sobre hoja. Que Figura 8. Útiles retocados del Chatelperroniense de Cueva Morín.
los buriles se hallan en menor proporción que los ras-
padores y que las piezas de sustrato son importantes
en el conjunto, así en Morín representan casi el 54%
de los útiles retocados. En relación a este hecho, algu- lasca ósea. Además de cinco bases de asta de desmo-
nos autores (Rigaud 2001) argumentan que la apari- gue de Megaceros interpretados como percutores
ción de piezas de sustrato en porcentajes amplios está (Mujika 2000).
ligado a procesos postdeposicionales en aquellos
yacimientos con niveles musterienses subyacentes, Algunos autores han clasificado el Chatelperro-
ya que en los que no presentan dichos niveles muste- niense cantábrico como atípico (Carrión 2002) al
rienses el porcentaje de piezas de sustrato es poco carecer del número de puntas de Chatelperron que
significativo. En este sentido queremos comentar que existen en otros yacimientos franceses denominados
algunos yacimientos sin niveles musterienses subya- clásicos como Quinçay (nivel En) con un 34,9 % de
centes, presentan porcentajes importantes de piezas puntas de Chatelperron o Roc-de-Combe 8 con un
de sustrato como Les Tambourets con un 18% (Bric- 35% (Lêveque 1993; Pelegrin 1995). Sin embargo,
ker y Laville 1977) y Roc-de-Combe 8 con casi la aún reconociendo que las puntas de Chatelperron son
misma proporción (Pelegrin 1995). discretas en las colecciones cantábricas, están en
armonía con otros yacimientos chatelperronienses
La industria ósea es muy escasa en el Chatelperro- más próximos como Gatzarria Cjn3 con un 1,2%, y
niense, en donde debemos destacar el impresionante Les Tambourets con un 3,28% (Laplace 1966a; Sáenz
conjunto del nivel X de Arcy-sur-Cure (Leroi-Gour- de Buruaga 1991; Bricker y Laville 1977). Por tanto,
han y Leroi-Gourhan 1964). En el Chatelperroniense no deberíamos hablar de un chatelperroniense atípi-
de la cornisa cantábrica sólo en el nivel IX de Labe- co, sino que, tal vez, la poca aparición de puntas de
ko Koba encontramos restos de industria ósea, se tra- Chatelperrón en los conjuntos se deba a elementos,
ta de un fragmento distal de azagaya de sección lige- que aunque desconocidos por el momento, presentan
ramente aplanada u oval. Además, algunos útiles que un marcado carácter regional (cornisa cantábrica y
entran dentro de lo que se denomina industria de hue- norte de los Pirineos). Además, este hecho está liga-
so poco elaborada, como una escotadura retocada do a un bajo empleo del débitage prismático bipolar
sobre tibia de caballo, una esquirla con retoque y una en todas las colecciones.
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FEDERICO BERNALDO DE QUIRÓS GUIDOTTI, Y JOSÉ MANUEL MAÍLLO FERNÁNDEZ

5.3.4. Auriñaciense arcaico

Este tecnocomplejo no dispone de demasiadas


colecciones en la región cantábrica: Morín (niveles 9
y 8), Labeko Koba (nivel VII), Covalejos (nivel A),
Castillo (nivel 16) y, tal vez, los niveles XIII y XIII
inf del abrigo de La Viña (González Echegaray 1971,
1973; Maíllo Fernández 2003; Arrizabalaga 1995;
Arrizabalaga y Altuna 2000; Ortega et al. 2003;
Cabrera et al. 2002; Fortea 1995). El Auriñaciense
arcaico, Protoauriñaciense, etc, presenta una impor-
tante coherencia interna entre las series estudiadas,
sobre todo, entre las más abundantes (Morín 9 y 8 y
Labeko Koba VII). La primera sistematización
moderna de este tecnocomplejo en conjunto fue la
realizada por uno de nosotros (Bernaldo de Quirós
1982) y, excepto la división interna de sus facies,
puede ser mantenida en sus puntos esenciales. En ese
trabajo se planteaba la posibilidad de dos facies en el
seno de este tecnocomplejo: una facies Morín con
abundantes hojitas Dufour y una facies Pendo con
total ausencia de éstas. En la actualidad, pensamos
que la facies Pendo debe ser omitida, en parte por la
cuarentena a la que se ha sometido a la integridad del
yacimiento (Hoyos y Laville 1982), en parte, por la
coherencia que presenta con Cueva Morín si se omi-
te este elemento.
Figura 9. Útiles retocados del Auriñaciense arcaico de Cueva Morín.
Siguiendo los índices planteados por Sonneville-
Bordes (Sonneville Bordes y Perrot 1953), en todas
las series prevalece el GA frente al GP, excepto en
Labeko Koba, sin duda, debido a la no inclusión de
algunos morfotipos, como las hojitas Dufour, en la Los raspadores son más numerosos que los buriles
definición del índice del Grupo Auriñaciense (Arriza- y destacan, entre los primeros los de tipo carenado,
balaga 2000a). En cuanto a los morfotipos, sin duda, aunque su peso en el total de las series retocadas es
el más característico es la hojita Dufour. Ésta se variable. En este caso presentan frentes anchos y son
encuentra en porcentajes importantes en muchos de considerados como núcleos de hojitas. Las hojas auri-
los conjuntos con corpus numéricos publicados ñaciense están presentes de manera discreta (no
(Cuadro 3). Estas Dufour son, en su mayoría, catalo- sobrepasando el 2 %). Debemos destacar el papel que
gadas dentro del subtipo Dufour (Demars y Laurent representan las piezas con retoque lateral en uno o
1989) y se caracterizan por ser de perfil rectilíneo, dos lados con porcentajes muy elevados (> del 15 %).
ligeramente curvas y no presentar torsión (Fig. 9). Por último tenemos que constatar la importancia en
algunos conjuntos de las piezas de sustrato (raederas,
denticulados y muescas). Así, Cueva Morín presenta
Morin 9 Morin 8 LK VII porcentajes muy elevados (44% en el nivel 9 y 24 %
Dufour 6,8 19,9 45,14 en el 8), mientras que en Labeko Koba VII son más
Hojas auriñacienses 1,2 1,7 1,12 discretos (± 7%). Por último, el conjunto de buriles
Retoque lateral 18,79 24,8 16 no presenta un peso muy importante en las series ana-
Carenados 4,2 7,9 0,79 lizadas, no llegando en ningún caso al 6%, y siendo
Buriles 2,14 5,4 5,5 más numerosos los diedros que los buriles sobre trun-
Sustrato 44 24,7 7,3 cadura, excepto en Labeko Koba VII, donde las trun-
caduras presentan un porcentaje importante en el con-
junto.

La industria ósea, dentro de la tónica cantábrica,


Cuadro 3. Índices tipológicos del Auriñaciense arcaico. es muy escasa. Así, en Cueva Morín (nivel 9) dispo-

KOBIE (Serie Anejos n.º 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
LA TRANSICIÓN AL PALEOLÍTICO SUPERIOR Y LA EVOLUCIÓN DE LOS CONTEXTOS AURIÑACIENSES (50.000-27.000 BP) 181

nemos de un fragmento distal de azagaya aplanada en


muy mal estado de conservación (González Echega-
ray 1971a), otra punta de azagaya sobre asta en Cas-
tillo 16 (Tejero et al. 2005) y en Labeko Koba (nivel
VII), en donde se hallaron tres fragmentos (uno
mesial y dos distales) de azagayas de sección aplana-
da, dos punzones, seis compresores-cinceles y tres
fragmentos óseos con incisiones (Mujika 2000).

Con todo esto, los conjuntos analizados dentro del


Auriñaciense arcaico tienen su relación más próxima
con los vecinos yacimientos de Gatzarria (niveles
Cjn1 y Cjn2) y del nivel C4d de Isturitz, ambas en el
País Vasco continental (Laplace 1966a; Sáenz de
Buruaga 1991; Turq y Normand 2005; Normand
2002). Ampliando el marco geográfico también se le
puede relacionar con el Auriñaciense arcaico del arco
mediterráneo, tanto peninsular con yacimientos como
el nivel H de L´Arbreda o Reclau Viver (Ortega et al.
2005; Soler 1999), como francés e italiano con yaci-
mientos como La Laouza 2b, Esquicho Grapaou, Rai-
naude o la más alejada Arcy-sur-Cure (Bazile y
Sicard 1999; Bon y Bodu 2002; Onoratini 1986,
2004).
Figura 10. Útiles retocados e industria ósea del Auriñaciense antiguo
5.3.5. Auriñaciense antiguo de Labeko Koba.

Desde un punto de vista historiográfico, este tec- En la cornisa cantábrica, debemos hablar de un
nocomplejo se ha definido por su industria ósea, más auriñaciense antiguo genérico, sin facies internas
concretamente por la azagayas de base hendida. (Cuadro 4). Los conjuntos con mayor número de
Como todos los tecnocomplejos paleolíticos, el Auri- efectivos son Cueva Morín 7 y 6; Labeko Koba 5 y 4;
ñaciense antiguo fue definido para el Perigord francés mientras que Polvorín I y El Conde (niveles A y B)
y su traslación a la Península Ibérica obligó a una han de ser tomados con mayores reservas debido a la
serie de transformaciones. Lo más destacado es que fecha de la excavación en la primera y lo excepcional
en la cornisa cantábrica no encontramos las dos facies de su colección la segunda. Se caracteriza por un
detectadas en la región francesa (Sonneville-Bordes aumento de los raspadores carenados y espesos, aun-
1966), nos referimos a las facies Castanet y Ferrasie. que de manera discreta y un descenso, aunque parez-
La primera, caracterizada por la casi ausencia de buri- ca paradójico, del material sobre hojita, sobre todo la
les y la abundancia de raspadores y de hojas retoca- hojitas Dufour, las cuales son muy escasas, sólo en
das. La segunda se identificaba por la presencia de Labeko Koba V representan el 9%, lo que significa el
raspadores auriñacienses en proporciones elevadas y porcentaje mayor de los estudiados. Para su excava-
de buriles (pero siempre en menor número que los dor, este nivel estaría dentro del Auriñaciense anti-
raspadores), así como por lo escaso de las hojas auri- guo, pero con elementos de la tradición anterior
ñacienses (Fig. 10). (Auriñaciense arcaico) del nivel VII como sería la
presencia importante de hojitas Dufour (Arrizabalaga
2000a). Las hojas auriñacienses aumentan en relación
LK 5 LK4 Morin 7 Morin 6
con el Auriñaciense arcaico, aunque de manera
Dufour 9 0,3 2,3 3,34
moderada, sólo en Labeko Koba IV llega al 6,6%. La
Hojas auriñacienses 4,4 6,6 1,4 3,1 presencia de buriles es discreta en todas las serie, des-
Retoque lateral 21,3 14,5 11,6 11,9 tacando los diedros sobre los realizados sobre trunca-
Carenados 5,4 10,7 16,8 17,5 dura.
Sustrato 16,2 15,5 28,6 24,1
La industria ósea del Auriñaciense antiguo está
caracterizada y definida por la azagaya de base hen-
dida, sin embargo, muchos de los yacimientos de este
Cuadro 4. Índices tipológicos del Auriñaciense antiguo.
momento localizados en la cornisa cantábrica carecen
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de industria ósea. Destacan el conjunto de Polvorín I 5.3.6. Auriñaciense evolucionado


con al menos tres azagayas de base hendida, Labeko
Koba VI con un ejemplar de sección aplanada sobre Este tecnocomplejo es, sin duda, el más difícil de
asta y otra de sección biconvexa en el nivel V del definir tipológicamente. Varios son los problemas
mismo yacimiento, y las halladas en el nivel B de que plantea su localización en la cornisa cantábrica.
Covalejos. Además de las azagayas de base hendida, El primero es el escaso número de yacimientos que
podemos hablar de otra serie de elementos cataloga- pueden ser encuadrados en el Auriñaciense evolucio-
dos como industria ósea, tales como un ápice de aza- nado, el segundo la escasez de evidencias líticas que
gaya de sección subcircular en el nivel V de Labeko contienen dichos niveles o lo poco característico de
Koba y un fragmento mesial de azagaya sobre asta de su industria, como ocurre en Cofresnedo 4.3 o El
sección aplanada-subrectangular. Con ellos, aparecie- Ruso IV, cuya datación ha servido para encuadrarlos
ron en todos los niveles de este yacimiento numero- en este tecnocomplejo (Ruiz y Smith 2003). El terce-
sas esquirlas óseas empleadas como retocadores- ro es la fecha de excavación de algunas series de refe-
compresores, así como un alisador sobre costilla, una rencia como Hornos de la Peña o Cierro. Por último,
pieza intermedia y un fragmento de varilla decorada la propia idiosincrasia de este tecnocomplejo y la
en el nivel IV como elementos más destacados (Muji- amplia variabilidad interna de sus industrias, lo que
ka 2000). hace muy difícil una sistematización homogénea del
mismo (Bernaldo de Quirós 1982; Barandiarán et al.
Como ya hemos comentado, la azagaya de base 1996).
hendida ha sido empleada como elemento diferencia-
dor y clasificador del Auriñaciense antiguo. Sin En líneas generales, el Auriñaciense evolucionado
embargo, hemos podido comprobar en lo últimos se puede caracterizar por una mayor presencia de los
años, como puede aparecer en otros contextos. Nos raspadores sobre los buriles, aunque estas diferencias
estamos refiriendo a su aparición dentro de coleccio- deben ser matizadas: en algunas series como Hornos
nes que corresponden al Auriñaciense arcaico, en este de la Peña, Otero 6, Cierro VII y VI esta diferencia es
sentido disponemos del ejemplo de l´Arbreda en muy marcada, en otros casos como Morín 5inf u Ote-
Girona (Maroto et al. 1996), y en la región cantábri- ro 4 ambos porcentajes son más similares, y en uno
ca puede citarse la azagaya de base hendida hallada (Otero 5) los buriles sobrepasan a los raspadores
en el nivel XIII de La Viña (sector occidental), cuyo (aunque las evidencias líticas de este nivel son muy
conjunto lítico podría corresponder a un momento escasas). Entre los raspadores, baja la presencia de
anterior al Auriñaciense antiguo (Fortea 1995). Ya los carenados que van a presentar frentes triangulares
hemos comentado en varias ocasiones (Maíllo Fer- y son más numerosos los raspadores planos en hoci-
nández 2002; Bon et al. 2006) que debemos de ser co (Fig. 11). Entre los buriles, siguen destacando
algo más laxos a la hora de interpretar el utillaje óseo ampliamente los diedros sobre los realizados sobre
y lítico de un conjunto arqueológico, para no caer en truncadura, algunos de ellos de tipo busqué como en
postulados ultratipologistas que obligan a perder la La Viña XI (Fortea 1992). Las hojas auriñacienses
perspectiva de conjunto. están más presentes que en momentos anteriores,
pero su proporción, salvo en Hornos de la Peña y Ote-
Interesante resulta la evolución de las piezas de ro 4, no sobrepasa del 5%.
sustrato en las diferentes colecciones. En algunas
como Morín 7 y 6 el porcentaje desciende en relación La industria sobre hojitas, sobre todo la presencia
con el Auriñaciense arcaico, mientras que en Labeko de hojitas Dufour, es muy escasa en las colecciones
Koba V y IV aumenta considerablemente. Caso apar- excavadas en fechas más recientes como La Viña,
te merecen los casos de Lezetxiki III, con gran núme- Antoliñako Koba o El Otero. Este hecho, contrasta
ro de piezas de sustrato y de retoque lateral o de los vivamente con otras industrias francesas del mismo
niveles A y B de el Conde, donde encontramos un tecnocomplejo en cuyas series son muy abundantes
69,5% y 63,3 % respectivamente, sobre todo de den- las hojitas Dufour, como Pataud 8 o Le Flageolet I
ticulados, lo que para algunos investigadores repre- (Chiotti 1999; Lucas 2000).
senta una alteración de carácter post-deposicional
(Bernaldo de Quirós 1982). Sin embargo, pensamos Las piezas de sustrato (raederas y denticulados)
que tanto Lezetxiki III, como Conde A y B son con- son poco importantes en las series estudiadas, excep-
juntos que podemos denominar Auriñacienses poco to en Antoliñako Koba (niveles Lmbk y Smb), ya que
definidos, anteriores tanto al Auriñaciense arcaico caracterizan la colección lítica (Aguirre 2001, 64).
como al Auriñaciense antiguo tal y como aquí ha sido
definido, y en los que los elementos de tradiciones La industria ósea es, también, poco abundante. Se
anteriores están muy presentes. caracteriza por la azagayas losángicas (halladas en
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LA TRANSICIÓN AL PALEOLÍTICO SUPERIOR Y LA EVOLUCIÓN DE LOS CONTEXTOS AURIÑACIENSES (50.000-27.000 BP) 183

este sentido, para muchos autores, la llegada de los


humanos modernos traería consigo el ritual del enterra-
miento a Europa de una manera habitual (Mellars
2004). Sin embargo, el comportamiento funerario no
es una actividad o un rito típico o exclusivo de los
humanos modernos venidos desde el este, sino que está
también atestiguado en las sociedades del paleolítico
medio, tanto de Próximo Oriente, como de Europa.

En la Cornisa Cantábrica sólo tenemos un yaci-


miento con evidencias funerarias para los momentos
que nos atañen. Se trata de Cueva Morín, en donde se
pusieron en evidencia los restos de, al menos, cuatro
sepulturas (Freeman y González Echegaray 1973). Se
tratan de cuatro sepulturas con fosa excavada sobre
los estratos musterienses. De los cuatro, sólo Morín I
y Morín II están completas, ya que las otras dos
(Morín III y Morín IV) fueron severamente mutiladas
en el transcurso del enterramiento de los individuos
de las dos primeras. Lo excepcional de estas sepultu-
ras es que los restos de la inhumación no son restos
orgánicos, sino pseudomorfos de sedimento fino de
carácter arcilloso, los cuales formaron un molde, par-
cialmente deformado por el propio peso de los sedi-
mentos, de los cuerpos humanos. La explicación a
Figura 11. Útiles retocados e industria ósea del Auriñaciense este proceso es que en ciertas condiciones de elevada
evolucionado (según González Echegaray 1971). humedad y temperatura, los tejidos de un cuerpo se
convierten en “grasa calavérica” o adipocira.

Otero) o las fusiformes y aplanadas de Morín (nivel 5 Morín I y II presentan sendas fosas y túmulo. En
inf), en el Ruso IVb encontramos también un conjun- ambos casos presentan un pequeño pozo comunicado
to de industria ósea variado como una azagaya de con las fosas mortuorias. Presentan, además, pseudo-
base rebajada, otra con aplastamiento central y varios morfos de posibles ofrendas animales (Freeman y
fragmentos de sección circular. Otros elementos rele- González Echegaray 1973).
vantes son una espátula sobre costilla en el mismo
nivel de El Ruso, y una serie de colgantes sobre cani- Su interpretación cultural plantea serias dudas.
nos atrofiados de ciervo y de carnívoros (Otero, Aunque se asignó en un primer momento al Auriña-
Ruso) y sobre concha en El Ruso y Cofresnedo ciense arcaico, la ausencia de la parte superior de la
(Muñoz 1991; Ruiz y Smith 2003). estratigrafía (mutilada por las excavaciones de J. Car-
ballo y el Conde de la Vega del Sella), junto con las
Con todo, nos encontramos ante un tecnocomple- dataciones obtenidas en hogares situados en la parte
jo de difícil definición tanto por las propias industrias superior de los túmulos, muy coherentes entre sí,
como por las características propias de las mismas, hace que seamos cautos a la hora de interpretar dicho
las cuales pueden responder a situaciones que, por el conjunto.
momento, no llegamos a concretar como condicio-
nantes geográficos, económicos o tradicionales. En cuanto a la especie humana sepultada en las
diferentes tumbas de Cueva Morín, huelga decir que
fueron, sin duda, asignadas al Homo sapiens sapiens,
6. COMPORTAMIENTO SIMBÓLICO Y ya que en los años de su descubrimiento estaba más
PRIMERA ACTIVIDAD GRÁFICA que asumido que el Paleolítico superior era obra de
éstos. Sin embargo, hoy en día, con la ausencia total
6.1. Primeros testimonios de comportamiento de humanos modernos hasta cerca del 30.000 BP
funerario (Garralda y Vandermeersch 2004) y los matices que
tiene la transición entre el Paleolítico medio/superior
El enterrar a los muertos es uno de los comporta- en la región cantábrica, como vemos en este capítulo,
mientos habitualmente atribuidos a los humanos. En ponemos en cuarentena aquella conclusión.
KOBIE (Serie Anejos n.º 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
184 VICTORIA CABRERA VALDÉS, ALVARO ARRIZABALAGA VALBUENA,
FEDERICO BERNALDO DE QUIRÓS GUIDOTTI, Y JOSÉ MANUEL MAÍLLO FERNÁNDEZ

“simbólicos” parte de la capacidad de los “investiga-


dores modernos” en su reconocimiento como tal, que
se complica por el hecho de sólo contar con materia-
les perecederos (las discusiones sobre el valor del
ocre y como se utilizaba son buena prueba de ello).
Es por esto que en los últimos años se está valorando
la presencia de materiales “no utilitarios”, es decir,
que no se puedan explicar por otras causas, como
soporte para poder hablar de elementos “simbólicos”.

Desde un tiempo a esta parte, se han producido


hallazgos en diversos niveles del Musteriense final de
materiales que entran dentro de esa clasificación de
“no utilitarios”, como son las conchas de los niveles
III y IVc de la cueva de Lezetxiki (Arrizabalaga,
2006). Se trata de conchas pulimentadas y con posi-
Figura 12. Concha musteriense de Lezetxiki (Foto A. Arrizabalaga). bles huellas de preparación para su uso suspendidas
(Fig. 12). Otro ejemplo de esto sería el empleo de
ámbar en algunos yacimientos auriñacienses como
Cueva Morín, El Pendo, Labeko Koba, Gatzarria e
6.2. El inicio de la actividad gráfica. Diversos Isturitz, con lo que debemos valorar la hipótesis de
soportes, distintas técnicas, diferentes expresiones cierto carácter regional en este tipo de comportamien-
tos y usos.
La presencia de evidencias artísticas durante estos
momentos es un aspecto de gran importancia, pues va Otro elemento “simbólico” procede del nivel 21
a ser precisamente su presencia, uno de los caracteres de la cueva de El Castillo. Se trata de un canto de
definidores del Paleolítico superior en contraposición cuarcita de aproximadamente 5,7 cm de largo que
con su ausencia durante el Paleolítico medio. La exis- presenta en su cara exterior una línea formada por
tencia de un comportamiento complejo ha sido consi- cuatro puntos piqueteados con un quinto situado enci-
derada como uno de los factores que permitieron a los ma y en la parte central de la línea (Cabrera Valdés et
humanos modernos “triunfar” sobre los grupos nean- al. 2004). Las características de los piqueteados
derthales. Sin embargo, éste es quizás uno de los excluyen cualquier interpretación funcional, tanto por
aspectos más elusivos en la investigación prehistóri- su situación como por su morfología, lo que obliga a
ca, ¿como identificar estos comportamientos? El uso admitir su carácter artificial y, por lo tanto, a conside-
del ocre como elemento de comunicación en forma rar la pieza dentro de la problemática del origen del
de decoraciones corporales ha sido reconocido dentro “simbolismo” (Fig. 13).
de la parafernalia neanderthal (Hovers et al. 2003).
Pero, sin embargo, otros elementos como los huesos
con marcas no tienen el mismo consenso, dada su
rareza en el registro anterior a los humanos moder-
nos. El problema principal viene de la propia atribu-
ción de “simbólico” que sobredimensiona la presen-
cia de estos elementos en el contexto del Paleolítico
superior. El carácter de “simbólico” hace referencia a
su uso como instrumento de comunicación entre los
individuos de un determinado grupo y, por tanto, a su
valor como factor aglutinador del mismo, lo que
redundaría en beneficios organizativos por parte de
los humanos modernos que estarían en la base de su
supervivencia. El problema parte, precisamente, de
ese carácter de “simbólico”. Por definición, los ele-
mentos simbólicos parten del acuerdo entre el emisor
y el receptor de los mismos, son arbitrarios y sólo se
pueden identificar si conocemos el carácter del acuer-
do establecido y es, precisamente éste, el que desco- Figura 13. Canto con puntuaciones de El Castillo (Foto F. Bernaldo de
nocemos. En general, la identificación de elementos Quirós).

KOBIE (Serie Anejos n.º 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
LA TRANSICIÓN AL PALEOLÍTICO SUPERIOR Y LA EVOLUCIÓN DE LOS CONTEXTOS AURIÑACIENSES (50.000-27.000 BP) 185

Los diferentes niveles de la Unidad 18, atribuida Isturitz, estas últimas ubicadas en el País Vasco con-
al Auriñaciense de Transición nos han aportado tinental.
diversas piezas cuyo carácter artificial nos permiten
incluirlas aquí. Entre los efectivos recuperados desta- Dentro de la categoría de huesos con marcas debe-
ca la presencia de utensilios de diversas tipologías así mos citar un fragmento de metacarpo de cérvido, que
como elementos de arte mueble. presenta una serie de incisiones que presentan sec-
ción en “V” y se disponen paralelos entre sí en direc-
El nivel 18c, datado aproximadamente en 40.000 ción transversal al eje longitudinal de la pieza. La
BP, presenta un fragmento distal de cincel en el que ubicación de dichos trazos sobre la superficie epifisa-
se observan una serie de incisiones cortas y rectilí- ria no parece responder a patrones de descarnado, por
neas situadas en el borde izquierdo de la cara superior lo que, por el momento, se ha incluido en la categoría
y orientadas de manera transversal con respecto al eje de elementos óseos incisos sin una finalidad práctica
longitudinal de la pieza (Cabrera et al. 2001). Tam- aparente. Estas piezas se pueden poner en relación
bién encontramos un fragmento mesial de metápodo con otras aparecidas en las excavaciones de Ober-
de ungulado que presenta una serie de incisiones en la maier con incisiones muy profundas sobre su cara
cara superior. Las incisiones están constituidas por superior (Cabrera 1984; Corchón 1986).
tres marcas profundas de contorno irregular dispues-
tas dos de ellas paralelas entre sí y perpendiculares Pertenecientes a niveles del Auriñaciense antiguo
respecto al eje longitudinal de la pieza, mientras que y evolucionado, debemos destacar la presencia de
la tercera se desarrolla en dirección oblicua y diver- colgantes en dientes perforados de animal, como los
gente con respecto a las anteriores (Cabrera y Bernal- dientes de ciervo del Otero 5 y 4, Morin 7, 6 y 5inf
do de Quirós 1999). Más interesante es un fragmento (Corchón 1986), también tenemos la presencia de
óseo aplanado que presenta trazos pintados en su cara huesos con líneas incisas de Morin 6 y 5inf, y el nivel
superior. Dichos trazos configuran una representa- VII de Labeko Koba (González Echegaray 1973;
ción figurativa que ha sido interpretada como una García y Arrizabalaga 2000).
cabeza de animal orientada hacia el flanco derecho
del fragmento óseo conservado. Mediante análisis de
composición por SEM hemos detectado la presencia
de grafito natural. El nivel 18b, datado en 38.500 BP
presenta varias piezas, destacando el fragmento pro-
ximal de un hueso hioides, posiblemente de Cervus
elaphus, con decoración de trazos grabados y pinta-
dos en su cara superior (Cabrera et al. 2001). La
decoración está constituida por trazos grabados y pin-
tados en negro que conforman lo que se ha interpre-
tado como la pata delantera de un animal (Fig. 14).
La identificación de los pigmentos que componen los
trazos pintados ha revelado la presencia de mangane-
so, lo que nos permite proponer que se realizó con un
lápiz de este mineral, cuya incisión dejó las marcas
presentes en su interior (Tejero et al. 2005).

También procedente de este nivel tenemos una


plaqueta de arenisca de morfología triangular que
presenta cuatro trazos grabados sobre una de sus
caras. Los trazos se sitúan sobre la superficie aplana-
da del objeto, mientras que la cara opuesta ofrece una
concavidad de origen natural. Las incisiones mues-
tran sección en U y parecen haber sido realizadas con
un útil lítico de filo grueso.

Es interesante constatar también la aparición de


restos de ámbar en algunos niveles auriñacienses de
yacimientos tanto de la región cantábrica, como de
su prolongación norpirenaica, como es el caso de Figura 14. Industria ósea y arte mueble de la Unidad 18 de El Castillo
(Foto F. Bernaldo de Quirós).
Labeko Koba, Cueva Morín, Pendo o Gatzarria e
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186 VICTORIA CABRERA VALDÉS, ALVARO ARRIZABALAGA VALBUENA,
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Una pieza excepcional es el hueso pintado de la ejemplo). Sin embargo, los conjuntos que podemos
cueva del Salitre (Corchón 1986), caso único aunque denominar “transicionales”, como el Auriñaciense de
la falta de revisión de los materiales hace difícil ase- Transición y el Chatelperroniense, son conocidos de
gurar si se trata de un autentico auriñaciense o ya de manera muy somera ya que se encuentran en escaso
un gravetiense. número de yacimientos y sus conjuntos industriales
son poco significativos. En cuanto al Auriñaciense
Quizás sea la pieza de Hornos de la Peña la más arcaico y el Auriñaciense antiguo su presencia resul-
conocida (Barandiarán 1967; Corchón 1986). Se tra- ta también limitada, pero las colecciones sí son más
ta de un fragmento de hueso frontal con una figura significativas. Estando más o menos bien definidas
del anca de un caballo grabada profundamente y que desde un punto de vista industrial, se debería ahondar
se ha puesto en relación con un grabado parietal de en la problemática de su industria ósea. Sin embargo,
caballo situado en la boca de la misma cueva. Se adolece de lo mismo que el resto de conjuntos indus-
situaría en un contexto de un Auriñaciense Evolucio- triales: bases sedimentológicas y geomorfológicas
nado. definidas, estudios de paleoambiente y paleoecono-
mía, etc. Por último, el Auriñaciense evolucionado es
Como se puede observar, la presencia de elemen- un conjunto industrial escaso y cuya variabilidad
tos que podemos situar dentro de un contexto simbó- interna es muy acusada, por no hablar de la casi
lico (con las limitaciones expresadas) en el final del ausencia de cualquier otro tipo de análisis que no sea
Paleolítico medio y en el Auriñaciense es relativa- el industrial.
mente importante, y nos permite establecer unas
líneas de continuidad entre ambas etapas, sea quien 2. En cuanto a los datos aportados por la cronolo-
sea el autor de los materiales. gía radiométrica y, aunque no debemos descartar en
ningún caso problemas derivados de la idiosincrasia
de los propios métodos empleados y la correlación
7. RECAPITULACIÓN entre ellos, parece que existe un solapamiento entre
diferentes conjuntos industriales en el tránsito entre el
A tenor de lo expuesto en las páginas precedentes, Paleolítico medio y el superior. Este hecho, de ser
los problemas inherentes a la transición entre el correcto, plantea una serie de elementos de análisis
Paleolítico medio y el superior, así como a la evolu- muy interesantes, más allá de la propuesta teórica que
ción interna del Auriñaciense, son cuestiones aún por defendamos para este periodo. Si realmente existió
resolver, en la que caben todavía más preguntas que un solapamiento entre varios tecnocomplejos, se abre
respuestas. Lo escaso de los conjuntos “válidos” para una serie de interrogantes que deberán ser puestos en
este tipo de síntesis en la región cantábrica, lo reduci- valor y discutidos por los diferentes equipos de inves-
do de las dataciones radiométricas, de las secuencias tigación. Cuestiones como cuál es la naturaleza de
estratigráficas amplias y la ausencia de restos huma- dicha coexistencia y a qué responde dicha variabili-
nos fósiles forman parte de esta limitación. Limita- dad industrial, o cuál es el tipo humano responsable
ción que puede ser extensible, en mayor o menor de las mismas son sólo algunas cuestiones a contes-
medida, a todo el continente europeo. Con estas pre- tar. Sin embargo, cuando estudiamos las escasas
misas previas, los puntos de discusión más relevantes secuencias estratigráficas regionales observamos que
de este momento en la región cantábrica son los no existe ningún tipo de interestratificación entre
siguientes. conjuntos industriales que varíe el modelo admitido
de manera general por la comunidad científica, a
1. Existen pocos yacimientos arqueológicos aptos excepción de los datos preliminares de La Güelga.
para un estudio en profundidad. Son escasos los que
presentan una secuencia estratigráfica amplia que 3. Con los datos conocidos hasta la actualidad, la
permita rastrear cambios de carácter diacrónico y que región cantábrica presenta una casuística, cuanto
estén acompañados de analíticas, más allá de las tipo- menos particular en relación con el modelo admitido
lógicas. En este sentido disponemos, además, de una para la transición entre el Paleolítico medio y supe-
desigual presencia de los diferentes tipos de conjun- rior (Mellars 1996, 2004). A raíz de dichos datos,
tos industriales. Así, podemos comentar que el final podemos observar una transición menos dramática y
del Musteriense está presente en toda la región cantá- más gradual entre uno y otro. Este paso gradual pre-
brica, aunque bascule más hacia el este, lo que es una senta una línea que une el Musteriense Final con el
constante para todo el momento estudiado. Por otro Auriñaciense, y no tanto con el Chatelperroniense,
lado, existen numerosos yacimientos en proceso que parece intrusivo en la región. En este sentido,
avanzado de estudio que ayudarán a comprender podemos observar dicha transición dentro de un
mejor dicho periodo (Axlor, Covalejos, Lezetxiki por modelo en mosaico a partir de las colecciones arqueo-
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lógicas y desde, lo que podemos denominar, elemen- – Pervivencias: como ya se ha indicado, no está
tos innovadores y perduraciones dentro del marco de suficientemente valorado el efecto distorsionador
las características generalmente admitidas, tanto para generado por el uso de diferentes métodos de análisis
el Paleolítico medio, como para el superior y que, tipológicos. Pese a ello, los esquemas de débitage dis-
pese a numerosos ejemplos que rompen dicha norma, coides son empleados durante las diferentes fases del
ha sido mantenida sin apenas revisión. Recordemos, Auriñaciense en mayor o menor medida. Este tipo de
brevemente cuales son: débitage presenta una serie de premisas tecnológicas
que lo alejan de los esquemas operativos de tipo
– Innovaciones: en la región cantábrica, exceden “oportunista” con los que se asocian los métodos de
la anécdota los conjuntos pertenecientes al Muste- lascas del Paleolítico superior (Peresani 2003). A su
riense Final que presentan elementos característicos vez, las estrategias de caza empleadas son las mismas
del Paleolítico superior en un contexto claramente entre el final del Musteriense y el Auriñaciense arcai-
protagonizadas por el neanderthal, sin ningún tipo de co, tanto en época de captura, como en edad de las pre-
posible influencia o aculturación. En este sentido, sas (Pike-Tay et al 1999). Estos dos hechos, plantean
debemos destacar la elaboración de industria de hoji- la necesidad de abordar el papel de las tradiciones de
tas en yacimientos como El Castillo, Cueva Morín, los grupos de cazadores-recolectores que habitaron en
La Viña, Lezetxiki o Covalejos. La producción de esta región, ya que desde los grupos neanderthales se
hojas ya es conocida en el Paleolítico medio desde comienzan a generar aquellos elementos característi-
antiguo (Révillion y Tuffreau 1994), pero la de hoji- cos de los humanos modernos, elementos que se man-
tas era considerada por algunos autores como la ver- tienen y potencian durante el Auriñaciense.
dadera innovación de los humanos modernos debido
a las implicaciones que generaba en las estrategias Estos hechos descritos arriba y pese a lo escaso de
cinegéticas (Bar Yosef y Kuhn 1999). Con este algunas evidencias arqueológicas, ubican a la región
hecho, dichas implicaciones deben matizarse o cantábrica en una de las posiciones clave para cono-
admitirse para momentos del Paleolítico medio. Otro cer la naturaleza de la transición y del conocimiento
de los aspectos a tratar es la constancia del pensa- de los primeros complejos del Paleolítico superior.
miento simbólico y de la estética personal a partir de Una realidad que se ha tornado mucho más compleja
los ejemplos de Lezetxiki y El Castillo. En el prime- y sutil que los modelos imperantes y aceptados hasta
ro con la aparición de dos objetos ornamentales la fecha.
sobre concha, y en el segundo con la existencia de un
fragmento de cuarcita con una alineación de puntos
que no corresponde a un uso doméstico.

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