Está en la página 1de 3

¿El fin de toda educación debería ser,

como creía Platón, abrir el ojo del alma?


Autor | Alejandro Martínez Gallardo 23 Mayo, 2015 Vistas: 13676

La idea de Platón de que el objetivo de la educación debería de ser ayudar a


abrir el ojo interno y no enseñar qué pensar sino cómo pensar es hoy en día
especialmente relevante.

La educación es reflejo de la economía y de la ideología predominante de nuestro tiempo.


Según los cálculos de la filosofía india más antigua, nos encontramos en el Kali Yuga, una
era de decadencia en la que el materialismo impera y los valores y el conocimiento espiritual
se pierden gradualmente hasta que la humanidad se destruye, en un proceso cíclico de
dimensiones astronómicas. Uno puede pensar que esta decadencia es una suposición
motivada por una visión supersticiosa y conservadora del mundo, que nuestra propia versión
de la humanidad, secular-occidental, ha trascendido. Es una cuestión opinión, pero si uno
considera que aquello que marca la evolución, la conciencia y la salud de una civilización
tiene que ver no sólo con su dominio y explotación de la naturaleza para incrementar su
producción, sino también en su capacidad de crear belleza, cuidar el entorno y vivir en
armonía, entonces tal vez la idea de que vivimos en un momento de decadencia merezca
mayor atención. Tal vez no sea coincidencia que diferentes culturas han visto al tiempo como
un ciclo que se puede dividir en 4 eras y casi siempre fijando nuestro actual curso en una era
de decadencia o la era de hierro, según la clasificación de Ovidio de las 4 edades: la de oro,
plata, bronce y hierro.
Personalmente, una de las razones por las que percibo cierta decadencia en nuestro tiempo –
una opinión que reconozco podría reflejar más mi propia visión del mundo que la realidad
esencial del mundo– es que la educación está estrechamente vinculada al modelo económico
y por lo tanto a un paradigma tecnócrata en el que las humanidades y las disciplinas que se
ocupan de la belleza, la creatividad y la espiritualidad están siendo claramente
relegadas. Una persona con una visión más orientada hacia el utilitarismo y el positivismo
científico seguramente no vería ningún problema en esto, y tendría buenos argumentos para
sostener su posición desde la vanguardia del progreso. Por mi parte, baso mi argumento, por
ejemplo, en el diagnóstico que ha hecho el Dr. Terry Eagleton, quien ha decidido renunciar
a un puesto directivo en la Universidad de Oxford, debido a que según él se espera que sea
más un CEO o un administrador que un profesor. Eagleton señala que la educación actual
está cooptada por los intereses comerciales del el modelo capitalista; a su vez, las
humanidades están prácticamente desapareciendo principalmente porque no generan dinero
y prestigio para las universidad como las ciencias y las carreras técnicas. Mi experiencia
como alumno en diferentes universidades en otro continente me hace coincidir con Eagleton.

Cuando uno percibe cierta


decadencia o cuando detecta
cierta desviación es prudente
regresar al pensamiento clásico
o y recurrir a los “gigantes” del
pensamiento humano que en
cierta forma son los grandes
albaceas de la humanidad.
Regresando al origen del
“mundo académico”, el cual
remite a la Academia que fundó
Platón, podemos recodar que la
filosofía platónica concibe que
el fin de la educación es abrir el
ojo de la mente, o el ojo del
alma, una forma de percibir
desde una profundidad psíquica
desarrollada a través de la vida
filosófica. En La República,
Platón señala que “lo que la educación debería ser, es el arte de la orientación” y que no se
debe “implantar una visión” en la mente, sino simplemente enseñar a ver puesto que, como
los prisioneros en su famosa cueva, muchas veces ni siquiera hemos desarrollado un ojo
(metáfora de la mente o del alma) capaz de distinguir las sombras de la fuente de la luz. En
otras palabras, Platón nos dice que se debe enseñar a las personas a ver por sí mismas o a
pensar por sí mismas, a ejercer el ojo interno que les permite discriminar la realidad de las
ilusiones. Para el pensamiento platónico, pero también gran parte del pensamiento antiguo,
la realidad de la vida está en el alma y no tanto en el mundo material, esto es algo que hoy
nos puede causar cierta fricción intelectual, acaso porque hemos desterrado el alma y
descalificado su relevancia de toda discusión académica.
San Agustin, basándose en la Alegoría de la Cueva de Platón, nos dice que “la tarea de toda
buena educación” es lograr “ver el Sol Inteligible”, para lo cual es necesario un orden y una
disciplina. Este Sol Inteligible no es el sol material, sino el sol espiritual: mirar el Sol
Inteligible es una metáfora de poner atención y entendimiento en el principio de todas las
cosas, en la fuente de fuentes. San Agustín nos dice que para que una persona pueda ver esta
luz debe de ir paso a paso, primero poniendo su atención en una luz reflejada en el agua o en
algún objeto, luego el fuego, la luna, las estrellas. Hasta llegar al sol, repitiendo un poco lo
que nos dice Platón en la alegoría de la Cueva. Ambos describen fundamentalmente el
entrenamiento del ojo de la mente o el ojo del alma, para percibir la verdad que yace más allá
del velo de lo material.

“Purifica tu alma de todo miedo y esperanza innecesaria en lo que concierne a las cosas de
este mundo… rechaza el ego y los apetitos y el ojo interno empezará a abrirse y ejercitar su
visión clara y solemne”, dice Plotino (traducido por Thomas Taylor), el gran fundador de lo
que hoy conocemos como el neoplatonismo. De nuevo, haciendo énfasis en la importancia
de que la visión profundice y penetre la realidad más allá de lo meramente material o
aparente.

¿Qué es ese ojo interno? ¿Qué es lo que nos permite ver? Podríamos pensar que se trata del
tercer ojo o de la glándula pineal, apoyándonos en algunas tradiciones místicas, o incluso en
la extraña pero fascinante idea de que la glándula pineal se forma en la séptima semana en el
feto humano, el mismo tiempo en el que se manifiesta el sexo de un bebé y la misma cantidad
de días que según el budismo tibetano tarda un alma en reencarnar en otro cuerpo. Pero creo
que incluso esto sería reduccionista, si bien existen interesantes paralelos. El ojo interno, ojo
de la mente u ojo del alma, en el sentido platónico es la inteligencia humana que participa en
la inteligencia divina (el nous), es la facultad de la mente humana que ve más allá del cuerpo
y a través de la cual el alma puede percibir la belleza y la verdad, que son imágenes de la
eternidad. De manera más moderna y secular, podríamos decir que el ojo interno es lo que
nos permite ver por nosotros mismos, desde nuestra individualidad más profunda –desde el
ser–, más allá de los programas, improntas y modas culturales. La importancia de abrir este
ojo del discernimiento, yace en que de no hacerlo difícilmente podremos ver el mundo de
manera auténtica y sin prejuicios. En este sentido podemos retomar la idea de Platón como
vital en una educación que formé individuos intelectualmente autónomos. Enseñar no qué
pensar, sino cómo pensar.

Sigue al autor en Twitter: @alepholo

http://www.mamanatural.com.mx/2015/05/el-fin-de-toda-educacion-deberia-de-ser-como-
creia-platon-abrir-el-ojo-del-alma/

También podría gustarte