Pedrito siempre inventaba historias. Tenía mucha imaginación y sus historias eran
tan disparatadas que nadie lo tomaba enserio y por eso le llamaban "Pedrito, el
mentiroso"
Un día de vacaciones, Pedrito se fue al campo y encontró una casa muy antigua
de la que salían ruidos muy extraños.
Pero nadie salió de la casa, así que Pedrito abrió la puerta y… alucinó cuando vio
lo que había dentro.
Allí había un anciano con gafas de culo de vaso rodeado de cacharros y una
especie de máquina gigante.
No te puedo decir qué es esto, niño. ¡Vete de aquí anda! le dijo el anciano.
¡Ahora sí! ¡Por fin funcionará después de tantos años! dijo el anciano en voz alta.
Pedrito, muy sorprendido, sólo quería saber qué era lo que había pasado.
Llevo muchísimos años trabajando en esta máquina y, si todo ha salido bien, creo
que has viajado a la luna.
Todos fueron en busca del anciano, pero cuando llegaron a la vieja casa, allí sólo
había trastos. No había ni rastro de la máquina o del hombre.
Nadie lo creyó y Pedrito se dio cuenta aquel día de que no le merecía la pena
mentir a todo el mundo con sus historias porque si no nadie le creería cuando
contase la verdad como en aquella ocasión.
Aprendió la lección y nunca más mintió, aprendió hacer honesto, hasta que con el
paso del tiempo, cuando volvió a contar la historia del viaje a la luna, por fin todos
le creyeron.