Ciclo: V ¿PRESCRIPCIÓN DE LA ACCIÓN CAMBIARIA DE OFICIO? En el mundo actual, los títulos valores han adquirido vital importancia en cuanto a la economía, ello debido a que permiten una fácil, rápida y segura transmisión del patrimonio dinerario. Estos incorporan derechos patrimoniales, representan una obligación patrimonial a cargo de una persona y se encuentran destinados a la circulación; este concepto se desdobla en la Nueva Ley de Títulos Valores, cuando al referirse al título valor, en su artículo 1º, divide la conceptualización del mismo para hacer referencia, por un lado, a los título valores materializados, que representen o incorporan derechos patrimoniales, destinados a la circulación y que deben de reunir los requisitos formales esenciales que, por imperio de la Ley, les corresponda según su naturaleza y que se incorporan en un documento cartular; y por otro lado a los título valores desmaterializados, señalando que requieren de su representación por anotación en cuenta o de su registro ante una institución de compensación y liquidación de valores. Al adquirir la condición de título valor, el documento otorga características especiales a la obligación que representa, a diferencia de lo que ocurriría con una obligación originada en un contrato pero sin el sustento de un título valor. Pero, ¿por qué resulta conveniente contar con un título valor? Pues bien, una de las razones de mayor importancia, es que de acuerdo al artículo 693º del Código Procesal Civil, estos ostentan mérito ejecutivo; y, ¿qué es el mérito ejecutivo que poseen los títulos valores? Es la herramienta que nos va a evitar realizar un largo y costoso proceso judicial para obtener una sentencia que ordene que la deuda sea pagada, pues para ello es necesario probar temas como la existencia de la deuda, el valor de la deuda, entre otros. En cambio, por el mérito ejecutivo de los títulos valores, se recurre a un proceso denominado “proceso ejecutivo”, el cual es más corto y menos costoso, pues el título valor otorga la certeza de que la obligación que se encuentra contenida en el mismo, ha sido aceptada y reconocida por el deudor; no siendo necesario presentar otros medios probatorios más que el título valor que se pretende cobrar. Sin embargo; teniendo en cuenta que un título valor puede incorporar a distintos sujetos obligados a su cumplimiento; es decir obligados principales, aquellos que se obligaron por un endoso y los garantes, el artículo 90º de la Ley de Títulos Valores ha regulado las distintas clases de acciones que se puede ejercer el tenedor o beneficiario del título valor. Estas pueden ser de tres tipos, dependiendo de quien las ejerza; la acción directa, la acción de regreso y la acción de ulterior regreso. Es así que el tenedor puede ejercitar la acción cambiaria directa contra el obligado principal y/o sus garantes. Asimismo, este se encuentra facultado para ejercer conjunta o sucesivamente a la acción directa, la acción de regreso contra los endosantes, garantes de estos y demás obligados del título, distintos al obligado principal y/o garantes de este. Finalmente, el que paga un título valor en vía de regreso puede repetir dicho pago contra los demás obligados que hayan intervenido en el título valor antes que él, mediante la acción de ulterior regreso. Para ejercer estas acciones cambiarias, se deben cumplir con ciertos requisitos, tal como lo señala el artículo 95º de la Ley de Títulos Valores, uno de estos es que aparte de que se haya cumplido con los requisitos formales señalados para cada título valor, estos deben ser exigidos dentro de los plazos de prescripción que se señalan en el artículo 96º. Estos plazos son: En la acción directa, tres años, a partir de la fecha de su respectivo vencimiento; en cuanto a la acción de regreso, al año, a partir de la fecha de su vencimiento; finalmente, en el caso de la acción de ulterior regreso a los seis meses, a partir de la fecha de pago en vía de regreso; asimismo, el artículo 97º de la Ley de Títulos Valores señala: el plazo de prescripción de las acciones cambiarias derivadas de los títulos valores que tengan la cláusula de prórroga de que trate el artículo 49º se computará desde la fecha de su último vencimiento surtiendo efectos respecto a todas las personas que intervengan en el título valor; en el caso de las renovaciones acordadas en el título valor, los plazos de prescripción volverán a ser computados desde la fecha del nuevo vencimiento; sin embargo, en este caso la prescripción de las acciones cambiarias tendrán efecto desde la misma fecha de la renovación, respecto a las personas que no hubieran intervenido expresamente en dicha renovación. Por su parte, el artículo 100º de la Ley de Títulos Valores señala la caducidad y prescripción de las acciones causales correspondientes a los actos jurídicos que dieron lugar a la emisión, aceptación, garantía o trasferencia de títulos valores, operan en los plazos que les corresponda según la naturaleza de las relaciones jurídicas de las que ellas se deriven, conforme a la Ley de la materia. Cristhian Northcote Sandoval ha señalado acertadamente que, el hecho de que los títulos valores tengan mérito ejecutivo, no implica que no puedan ser cuestionados y que la pretensión de cobro del derecho incorporado en ellos no pueda ser desvirtuada. Es así que, el artículo 19º de la Ley Nº27287 establece las denominadas causales de contradicción, las mismas que implican casos en los cuales no se podrá realizar el cobro de un título valor. Este artículo prescribe que: “Cualquiera que fuere la vía en la que se ejerciten las acciones derivadas del título valor, el demandado puede contradecir al tenedor del título valor, proponiendo las defensas que se deriven de sus relaciones personales y las que resulten procedentes, según la ley procesal”. Estos medios de defensa consisten en las excepciones reguladas por el Código Procesal Civil en su artículo 446º; una de estas excepciones es la consagrada en su inciso 12 y que ha referencia a la prescripción extintiva. Esta, tal como señala el artículo 1989º del Código Civil, extingue la acción pero no el derecho mismo, como consecuencia del transcurso del tiempo establecido por ley para ejercitar la acción; es decir, que el autor conserva su derecho, pero por el tiempo transcurrido no puede interponer su acción. Ahora bien, la Ley de Títulos Valores no indica ni expresa ni tácitamente que el plazo prescriptorio debe ser verificado de oficio; sin embargo, menciona como requisito para ejercer la acción cambiaria que los títulos valores deben ser exigidos dentro de los plazos de prescripción que han sido señalados para cada tipo de acción. Sin embargo, ¿debe entenderse ello como una obligación de declarar de oficio la prescripción de la acción cambiaria? Mediante la casación Nº 3576-2015-Lima, se ha establecido que la prescripción cambiaria puede ser declarada de oficio por el juzgador, quien debe verificar ello al calificar la demanda, y de apreciar que el plazo ha prescrito, denegar la ejecución. Asimismo, se ha establecido que la prescripción civil no puede confundirse con la prescripción cambiaria, en tanto la primera debe ser invocada por la parte, mientras que la segunda puede ser vista de oficio por el juzgador. Entonces, ¿puede declararse de oficio la prescripción de la acción cambiaria?, ¿es válido el fundamento de que no debe confundirse la prescripción civil con la prescripción cambiaria? Para dar respuesta a las interrogantes surgidas, deben tenerse en cuenta ciertos aspectos fundamentales que nos permitan arribar a una conclusión válida. En primer lugar, a mi criterio, el que la prescripción de la acción cambiaria pueda o deba ser declarada de oficio, atenta contra algunos de los principios que rigen el proceso civil, tales como el “principio dispositivo”, y el “principio de congruencia”. El primero significa que corresponde a las partes el inicio del proceso a través de la presentación de la respectiva demanda, así como también proporcionar los elementos necesarios que permitan generar en el juez cierta convicción necesaria para que pueda emitir válidamente su decisión (peticiones, excepciones, recursos, pruebas). Es decir, tal como menciona Rioja Bermúdez, la iniciativa en general, y que el juez debe atenerse exclusivamente a la actividad de estas, sin que le sea permitido tomar iniciativas encaminadas a iniciar el proceso ni a establecer la verdad y conocer de parte de cuál de ellas está la razón en la afirmación de los hechos. La aplicación de este principio implica que las partes pueden renunciar a ciertos derechos procesales, ya sea de forma expresa o tácita, es decir cuando no se hace uso de estos derechos oportunamente, aun cuando este hecho se deba al olvido, descuido o desconocimiento. Ello, guarda relación con lo dispuesto por el artículo 1991º del Código Civil, el cual hace referencia a que respecto de la prescripción ya ganada, el demandado puede renunciar expresa o tácitamente a ella. Esto implica entonces dos aspectos; el primero es que la persona que ha sido beneficiada con la prescripción puede declarar que no desea valerse de ella; en tanto el segundo refiere a que el beneficiario de la prescripción ganada no invoca su derecho oportunamente. Por su parte, el principio de congruencia, tiene dos vertientes; la primera implica que el juzgador no puede ir más allá de lo establecido en el petitorio, ni fundar su decisión en hechos diversos a aquellos que han sido alegados por las partes durante el desarrollo del proceso; la segunda hace referencia a que los juzgadores, se encuentran vinculados u obligados a pronunciarse respecto de cada uno de los puntos controvertidos que se hayan establecido en el proceso, así como de cada una de las alegaciones que hayan sido presentadas por las partes en la etapa postulatoria y en la etapa impugnatoria. Es decir, en un proceso civil como lo es el de ejecución, las partes deben contar con la diligencia debida durante el proceso, en tanto el juzgador no puede suplir esa falta de diligencia, puesto que se evidenciaría una parcialización por parte de este, quien asumiría la posición de parte, atentando contra otro principio denominado “imparcialidad del juzgador”, el que exige que el juez, no debe estar colocado en la posición de parte; es decir, que no puede realizar aquellos actos destinados a ser realizados por las partes, tales como utilizar como mecanismo de defensa una causal de contradicción basada en la prescripción de la acción cambiaria derivada del título valor. Asimismo, ello guarda relación con lo establecido por el artículo 1992º del Código Civil, el que prescribe que existe una prohibición de declarar de oficio la prescripción, siendo así que el juez no puede fundar sus fallos en la prescripción si no ha sido invocada. Ello en mi opinión se fundamenta en que, al ser la prescripción en materia civil una excepción proponible por parte del demandado, y en materia de títulos valores una causal de contradicción, el juez no podría declararla de oficio, en tanto ello implicaría perder la imparcialidad que debe caracterizarlo, pues estaría asumiendo el rol de la parte demandada. Por otro lado, ¿qué sentido tendría regular como causal de contradicción oponible por parte del demandado el hecho de que la acción cambiaria haya prescrito, si es que se está estableciendo que el juzgador tiene que declararla de oficio? Incluso, el Código Procesal Civil en su artículo 700º, ha señalado que por el principio de contradicción el ejecutado puede contradecir la ejecución y proponer excepciones o defensas previas, dentro de cinco días de notificado con el mandato ejecutivo, proponiendo los medios probatorios; esta contradicción se podrá fundar en las excepciones contenidas en el artículo 446º del mismo Código. En conclusión, y en tanto la Ley de Títulos Valores no deja claro si la prescripción de la acción cambiaria debe o no ser declarada de oficio; a mi criterio, deben ser de aplicación supletoria las normas establecidas en el Código Civil y el Código Procesal Civil, puesto que estas regulan tanto la prescripción como el proceso de ejecución; y por consiguiente, la prescripción de la acción cambiaria no podría ser declarada de oficio, más aun si para el perfeccionamiento del fenómeno prescriptivo, es imprescindible que el beneficiario manifieste expresa o tácitamente su voluntad de beneficiarse con esta.