8 Europa ante el espejo
del ingly del herej, al tiempo que el mito de la cabatleria ocuttaba et
protagonismo de las hombres y mujeres comunes; el gran sobresalto
social de fines de la-Edad Medta dibujé el rostr amenazador del ristico
inculto, que sobrevivié posteriormente en el de las tomidas masas; y et
«edescubrimiento» de ios pueblos de otros continentesobligé aura neva
Aefinicisn a parte de los espefos del salvaje, el oriental y el priitiva,
sua sucesin de imagenes alterades configura una vsién lineal dela hs.
toria, que hoy, desvanecida la usin de wn progresoindefinido, se nos
‘aparece como init
Para llegar a conocer la historia real ds Europa una comunidad pro=
Jundamente plural y mestiza, es necesaro salir de esa gateta de eapejos
deformanes en que etd atrapada nuestra cultura y, con ella, liberay tan:
bign a tas demés comunidades dela imagen reductva gue el europeo se
‘ha formado de ellas:contemplar con ojos muevor el «otro», sin mscaras
‘qu to disfracen. Urge desmantelar de wna ver por todas esa vision lineal
del curso de la hsiora, que interpreta mecdnicamente cada nueva etapa
como un progiese. para reemplazarla por otra que —como gulere Fonta
na «sea capaz de analizar la comple articulacin de tayectoras di
versas, que se enlazan, separan y entecruzan, de bifurcaciones en que se
pudo elegr entre diversos caminos posibls y no siempre se eligi el que
27a mejor en tminas del bienestar de la mayor parte de hombres ni
Jere, sino e! que conventa a aquellos grupos que dispontan de la eapaci
dad de persuasién y la fuerza represiva necesarias para imponerla»
A esa nueva visiin de la historia nas conduce Buropa ante el expel,
‘que, aparte de sus fortuna en la eicidn espaftola, conoce ya tradueclo-
ines al francés, inglés, italiano, alemen y japones. Su inclusion en nuestra
«Biblioteca de bolsillo> se hace con la esperanaa de que este libro, pro
furdamonte desmtifiendor, resule todavia més acceublea los lectores de
‘Espafa y América
Barcelona, septiembre de 2000,
CAPITULO UNO
§, Cremer Bunn Heat narnia, pst
‘que puede referrs, indistintamente, al primer asentamien-
to humano que poblé el espacio seogrifico que hoy llamamos asi,
ala aparicion do unas formas culturales propias o al surgimiento de
tuna conciencia de coletividad que acabé dando st nombre actual al
espacio, a quienes viven en él y asu cultura.
El teritorio —un rineda de Ia gran masa continental dominada
‘en extensiGn por Asia— no puede servir de elemento caracterizador,
‘pore nunca ha tenide unos limites fiscos elaes. Los griegos, al igual
‘que los egipcios o los mesopotémicos, eeian que la Tierra era una
fran isla codeada por todas partes por cel rio del Ovéano» que «la
fra alrededor del orbe». Esta es la imagen que Hefesto represents en
tl eseudo de Aquiles y que reproducian los primeros mapas circulares
dela Tier,
'A medida que los relatos de fos viajeros aftadian nuevas concre-
ciones, esta imagen del mundo fue agrandindose y sus limites se ale-
jaron ¥ se poblaron de monstruos y de portentos. El bloque de las
tierras se dividié entonces en tres partes: Europa, Asia y Africa. El
rar separaba Europa y Attica, pero la frontera con Asia —que se
sola hacer pasar por el Bésforo y por el eurso del Don— respondia
nds a criterios culturales que geopraficos.
“Tampoco hay nada especial ni caracterstco en los primeros po-
bladores europeos. Se supone que el hombre leg6 a estas tesras, pro-
cedente de Africa (tal vee tambien de Asia, septn sugeriria el hellaz
‘go en Georgia de un homindo que vivié hace més de un millén y medio
de afos), en €xodos distntos, el ttimo de los cuales, el nice que
hha dejado descendencia, fue el de Homo sapiens sapiens, que se pro-
ajo hace teinte 0 euarenta mil aos. Lo cual quiere decir que aun>
geese eee eae estes eee eee eee ce eee cece eee eee eee eee Sree10. Europa ante et espejo
{que hubo pobladores en fechas muy anteriores —tal vez hace 650.000
afios—, los primeros europeos a quienes podemos considerar como
‘muesttos antepasados bioldgicos seguro son casi unos recién Hegados.
En cuanto a lo que llamamos nuestra «civilizacién», sus origenes
arrancan del conjunto de avances que surgieroa, entre el atlo 8000 y
17000 antes de nuestra era, en el Oriente préximo,ligados a una agri-
cultura basada en la domesticacion de algunas plantas y animales, 9
ala formacién de tas primeras ciudades, El proceso de «domestica-
ign» fue més allé de sus consecuencias estrictamente econémicas,
puesto que la adopeién de técnicas nds intensivas watrapdo a la gen-
te en estructuras politieas y sociales de las que vinieron a dependes,
‘La evidencia genética parece demostrar que Ia agricultura se extends
desde este foeo inicial hacia el oeste muy lentamente, desplazindose
2 una velocidad de un kilémetto al aho (ha tardado 4,000 aftos en
Hegar al extremo occidental de Europa). Las terras por las que avan-
zaba esta nueva y ms eficaz forma de produccién de alimentos, t3-
vendo consigo especies que no se encontzaban en la fatna y flora na-
tivas, estabdn habitadas ya por una poblacién de cazadores y
recolectores que dependian ante todo del bosque. Una poblacién que
conwivi primero con los agricultores (la lengua vasca podria proce-
der dea de os itimos cazadores mesoiticos) y que asocié mas tarde
las viejs formas ce obtencin de la subsistencia a as nuevas para crear
con ambas una sintesis,
Laevidencia de una génesis mestiza contrasta con la visién tradi
ional de nuestra historia, empenada en aislar del contexto lo genui-
hnamente curopeo para explicer todo su desarrollo posterior en fun
cid de unos origenes tinicos y superiores, que habrian acabado
{mponiéndose en pugna con las amenazas etrégradas de los diversas
invasores asiticos y africanos.
Esta visi6n tuvo su origen en la imagen que los griegos elabora-
ron de i mismos, mirandose en el espejo deformante del birbaro
tico —una contrafigura inventada expresamente para que les srviera
de contraste—, a la vez que construlan una historia que lesitimaba
cesta identidad. Los europeos de fines dl siglo xv y comienzos del
‘XX, preocupados por definrse en contrapasicion al «primitivon y al
«salvaje, la recuperazon. En Prusia y en Gran Bretafia se decidié en-
‘onees basar la educacin en el estudio dela Antigtiedad césicay jus-
tifiear el conjunto de los valores culturales y sociales del orden es-
Bl espejo bérbaro 1
tablecido, presentindolos como herencia de una Grecia idealizada
En el origen del «mito griego» estén las cguerras médicasy. Se ha
dicho que «lrente al peligro persa, Grecia ha descubierto su identi-
Gado. Los griegos no estaban integrados en un espacio comiin, ni obe-
Gecfan a un mismo soberano. Les unia poco mas que a lengua, y aun
{sta presentaba notables diferencias dialecales, por lo que no basta-
ba para nutri exe sentido de comunidad que expresa hellenitn (el
colectivo «los griegos»), que abarcaba una comunidad que se exten-
‘dia ms alld de ia actual Grecia geogrfica, por tierras weuropeas»
y por las costas de Asia.
‘Va a ser esa misma dificultad de definii6n la que les empuie a
dear, como espejo en el cual mirarse para dstingvirse a s{ mismos,
elconcepto de cbazbaro>. Tucidides ha sefialado que Homero no em-
plea un colectvo para el conjunto de los pueblos griegos que acuie-
rom @ la guerra de Troya «y que tampoco habla de barbaros, puesto
{que los aiegos, a mi parecer, ain no eran designados por un nombre
Tinico opuesto al de ellos», Esté claro que el concepto de «ariego»
‘ha consiruide al propio tiempo que el de «birbaro»
|Lapalabra «barbaro> designaba inicialmente al individuo que era
Sncapaz de expresarse con fuidez en griego: no era més que una ono~
ratopeya que pretendia reflejar las dificultades de expresign del que
1 sabe hablar y ebalbucea» (un argumento habitual en Ios mitos xe-
rn6fobos de todos los pueblos). Fue la lucha contra el Imperio pers
la que le aiadié matjces de cardcter politico y moral.
‘Herédoto nos presenta esta guerra como la conftontacién entre
la libertad griega y et despotismo de los pueblos asiéticos: «lo més
sanguinario einjusto que existe en el género hnumanon, En contraste
con esta imagen se elabora la de una colecividad helénica libre don
de los ciudadanos comparten los derechos politicas, lo cual explica
su triunfo, ya que «resulta evidente, como norma general, que fa igual-
dad de derechos politicos es un bien precioso» que mueve a los hom-
bres aluchar por conservarla y les da el valor necesarfo para derrotar
4 los eézctos de los tiranos.
La dfusién de este concept de wbrbaro» la proporcionaria so
bre todo el teatro, Cerca de la mitad de las tragedias atenienses del
siglo v aC. que se conservan retratan personajes bérbaros: una gale-
ria de horrores de los mas diversos géneros —incestos,crimenes, sa-
crificios humanos— les caracterizan,y les diferencian de los giegos.12 Buropa ante el espelo
En Las bacantes, de Puripides, hay un tresfondo de mistetiosy exesos
{gue acompafian a Dionlso, que llega cde Asian, y el drama concluye
on los lamentos de Cadmo y de su hija, forzados al exilio: «Pobre
de mi, que habré de vivir, a mis anos, entre bérbaros!». Interpretar
Ja adiversidad como inferioridad servia, ademas, para justficar la
esclavitud. Para Aristteles los eslavos, que por definicién no eran
sriegos,diferian de sus duenos weomo el alma del euerpo yel ser hue
‘mano del animal»; lo mejor para ellos era vivir «gobernados por un
duetio>,
Y, sin embargo, este contraste entre la ertadgriega y el despo-
tismo asiético era en gran medida ilusorio, Como ha dicho Momi-
sliano: «Para los griegos en general la libertad no estuvo munca liga-
dda al respeto de la libertad ajenay. La imagen t6piea de una «polisn
stiega habitada por ciudadanos libres que paricipaban colectivamente
ence gobierno no es mas que tin espejismo que oculta el peso de la
csclavitud, la marginacion del campesino (enmascarada por une fal
s8.contraposicién entre la ciudad «culta» yel campo eatrasado>), la
subordinacion de las mujeres (consideradas inferiores hasta el punto
‘que Ariststeles, que estaba convencido de que tan menos dientes que
fos hombres, les asignaba un papel meramente pasivo en la concep-
cién, como «incubadoras» del poder reproductor del vard), asi come
la divisiém reat entre ciudadanos ricos ¥ pobres.
La ademocracia» ateniense jams pretend ser igualitaria. Splén
se habia preocupado de «dejar, como antes, todas las mapistraturas
en manos de fos ricos», y no le io al pueblo mds poder que el mini-
mi estrictamente necesario. La wdemocracian por la que los atenien-
ss luchaban significaba poco mis que el privilegio que permatia &
lun pequefio grupo de ciudadanos con plenos derechos politicas —tal
vez la décima parte de la poblacisn del Atiea— «deliberar en asam-
‘lea fos asuntos de estado y elegir por sorteo los magistrados, con
el fin de que cada uno tuviese, en su momento, una parte del poder»
(cl propio Herédoto era en Atenas un extranjro carente de tales dere-
hos). Palabras como libertad» y «democracia» no tenan para fos
atiegos el mismo sentido que para nosotros.
Incluso este limitado programa edemocréticon perdié vigencia
cuando las dificultades econémieas del siglo v sumieron a Grecia en
luna situacién de ersis que amenazaba con producir un grave enfren-
tamiento social. Los gregos se encontraron divididos entre la propuesta
EL espejo bérbaro 13
tradicionalista de Deméstenes, empeniado en rehacer su unién en tor.
no ala hegemonfa de Atenas —-cuando las condiciones generale eran
‘muy distintas a las de un silo antes, y Jo era, ante todo, una situa-
én social que no permitia seguir manteniendo la usin de que wel
pueblo mandabs en los que gobernaban y controlaba todas las rigue-
‘as y la tentacin de unis al Imperio macedénico: de partcipar
‘en una gran empresa militar que podia abrir nuevos mercados y al:
‘iar la tensi6n socal, al enrolarenelercto a buena parte dela plebe.
‘Acabaron aceptando Ia tirania de Filipo de Macedonia y de Ale
jandro, quien realizaria el gran sueno de la conquista y derrota del
TImpetio petsa, 2 costa de que las ciudades griegas renunciaran a su
‘ndependencia, La democraca fue gradualmente destruida por a alian-
‘2a entre las clases altas grlegas con fos macedonios, primero, y con
los zomanos, mas tarde, hasta legar al punto en que el concepto mis-
mo «se habia convertido en un duende vagamente recordado y por
fin felizmente extinguido, pero que, con todo, produeia escalofros a
cualquier rico», Como Momgliano explicé en 1934 —en momentos
en que muchos intelestuales se rendian ante el fscismo-— este fraca
s0 estaba ligado a sus propias limitaciones
[Nada nos leva a releslonar ms sve a ouca del paso del
betad que ignore labora ajena.al despxismo, como el daros venta
dela forma en que los griegos, en su trabajoso esfuerzo por aleanzar
squllla, no conssuieon otra cosa, tl vez inadvetidamente, que in
vocar ¥ prepara ef despotism.
‘Tampoco ¢s verdad que hubiera una amplia partcipacion en los
niveles mas elevados del saber y del arte que distinguiese alos griegos
de los bérbaros. La cultura del mundo clisico era fundamentalmente
oral; la eseritura tenfa una funcién aecesoria al lado dela rectacion,
Se ha discutido mucho acezea del grado de alfabetizacién de los ate-
nlenses (ls espartanos, a quienes Licurgo habria prohibido escribir
Jas leyes o poner los nombres en las tumbas, eran en gran pate lletra-
dos) Pero sidistinguimos el individuo que es capaz de deletrear y de
escribir unas pocas palabras del que participa plenamente de la cul
ture eserita, habri que reconocer queen e! murido cldsico los lectores
Los primeros textos escritos debieron ser las eyes, arabadas sobre14 Buropa ante et espejo
‘materiales duros para impedir su alteracién. Bl libro ~en forma de
rollo— fue poco frecuente hasta mediados del siglo v aC., y aun en-
tonces siguid siendo raro. Su aparicin est ligada al desarrollo de la
rosa y la necesidad de conservar un tipo de conocimiento filos6fi-
£0 0 cientifico complejo, como el de los manuales méicos,destina
do a un miicleo reducide de lectores. Una de las primeras ocasiones
‘en que se nos habla de una «biblioteca» es con referencia ala de ALis-
‘teles, que habia de asegurar la conservacién del pensamienta del
maestro para sus discfpulos. Las bibliotecas publicas han surgido mis
tarde, en las capitales de los einos helenisticos —y en especial en Ale-
Jandria, donde se pretendié reunir todo el saber «del mundo en un
‘ran depésito de 400,000 rollos—, con el fin de preservar Ia cultura
de los dominadores y de poner a su aleance, en traduceiones a gie-
40, lade los dominados. Estas bibliotecas eran, ante todo, istrumentos
de control politico, teados para el uso de una minoria de «exper-
tos» de habla gricga, 7
Siel retato que ls griegos hicieron de si mismos, y que nosotres
hhemos instalado en nuestra galeria de antepasados, es Fala, también
Joes la historia que lo acompafa. El contrast erlego-bérbaro a ser-
vido para enmascarar la realidad de unos origenes mestizos, apunta-
dos por los propios mitos gregos que, no sin fundamento, hacfan de
Europa la hija de un rey de Fenicia que, arvebatada de sa tierra natal
por el toro-Zeus, acon sus vestides flotando tras de ella al vienton,
se instal en Creta y concibié a Minos, rey de Crea y «aux Europaens.
La religign de ls griegos perdié toda nocién de sus origenes en
las estepas del norte para integrar toda una serie de mitos nvevos, hasta
el punto de que se Ia haya podido definir como un sineretismo entre
‘elementos mediterneos e indoeuropeas, que se manifestaria, por ejea-
Plo, en la propia figura de Zeus, que tiene un nombre indoeuropeo
(Ge'una raizque significa cbrillary, como en el latin deus y dies) junto
‘una historia que lo hace nacer en Creta y que sugiete una asocia-
cidn entre el dis de los conguistadores y los culos de los veneidos.
El florecimiento de la Creta minoica, ela primera cuna dela civi-
lizacion de Europa, estdligado a la posicién privileiada de Ia isla
‘en un lugar del Mediterrineo en que conflufan, ala vez que las rutas
~aunqu hier
Shei ovasioncs estrecon-~ men trminos dees epuests
‘sos hehoy ce sue habia ug la poi riegay ura ei
Talon del comerio meiereineo.
De nada seria, sin embargo, desma el emiagr gego>
para eemplarrio por or ndoesopen, mesopotice ex,
fico ominoio Lo que ncetamos esos i vse deun poe
tio screndorr po la Ge un eoplio marco deenserzos dodo
tov pueblos —y deloscataginrs, cries ets, ee qe hcron
post el suriniets past de onjmo de sus sports, de ura
Satara que tenia ncos elementos compares
(Un buen empl deo que quero dese puede dros la esr-
tut. Sus oigenes paves gue deen butane en os peqets pers
de aria mssopetamicas que se enceraban en boas huecas de
fr, sobre cay serie exteriors grababan mares sells. Ee
‘Sema se spl aremplararias ols por bills acizas on
Senos incgos, en un primer pao estltamente pietogetieo que se
Timiabe a representa cfs y objeto, hasta que hassel 3200 a
puree os pimerosdctmentos realmente exestos, cuando los
Ahlors fonts de os pistogama se usaton ysombinaon para16 Europa ante el espejo
presentar conceptos que no podian pintarsefcilmente, como los er=
‘bos. Hacia el 2600 aC. se habia consolidado una escrtura cuneifor-
‘me que permitia transribir textos complejos y que Tue adoptada por
los pueblos vecinos, ala vez que el idioma babilénico se convertia en
lengua internacional de relacign y de cultura,
El sistema ideado inicialmente por los sumerios sirvié de modelo
para un gran miimero de formas de escrtura posteriore, adapadas
‘otras lenguas, en un dmbito que va desde Creta al Indo y desde el
‘mar Negro a Arabia. Pero sera en Fenicia, una encrucijada por don-
de pasaban todas las correntes comerciales y culvurales —y donde
se conociat los mis diversos tipos de escritura— donde se realizase
un avance decisivo al inventar un nuevo método, adaptado al habla
semitica de sus pobladores, en que cada signo representaba un solo
sonido consonantico, y que adoptaba, adenss, formas lineales, més
adecuadas para dibujarlas sobre papiro que los signos cuneiformes
usados en la arclla. Los griegos, que en la catdstrofe que arruiné la
cultura micénice habian perdido el conocimiento de la escritura (el
lamado finéalB), adoptaron hacia el aio 800 a. el corto y prctica
alfabeto de ls fenicios (y tomaron con é tanto el nombre de walfabe-
to» como la palabra que designa la hoja de papito, ayblos, de la que
deriva buena parte de la terminologia que usamos todavla hoy en re-
Jacién con el libro), y lo enriquecieron a su vez con los signos que
representaban las vocales, lo que era un paso muy importante pera
su adaptaci6n a lenguas dstintas de las semiticas (que, como el drabe
y-el hebreo, siguen usando hoy sistemas de escritura basados en la
representacién de las consonantes). El alfabeto reelaborado pot fos
sriegos sirvid de base para eletrusco (que a su ver podtia haber sido
‘el modelo dela eseriturardniea que se mentavo en Escandinavia hasta
| Edad Media), para el latino que usamos nosotros y para el citlico
de loseslavos. El alfabeto ha nacida, pues, de una serie de interaccio-
nes culturales en las zonas de trénsito del Mediterréneo orieata
Lo dicho en el cas0 dela escritura vale, seguramente, en ots mu-
hos terrenos —os de la geometra, la astronomia ola medicina, por
«jemplo— donde los griegos no deben considerarse ni como «inven-
ores» ni como metos «traductores, sino como los protagonistas de
luna etapa de perfeccionamiento en el desarrollo de actividades cien-
tifleas que otros iniciaron, y que otros seguirian desarrollando més
tarde
Plespejo barbaro 17
‘La combinacién de las destruciones del pasado y del desinterés
de os imestigadores modernos ha levado a que slo conozeamos bien
la forma en que esta cultura wmestiza» se manifesté en Grecia y des
pués en Roma, y a que hayamos pasado por alto la parte que en su
‘laboracién tuvieron otros pueblos, como los etruscos, un pueblo de
habla preindocuropes que difundié sus productos por todo el conti-
nente, ue dio vida a una literatura y un teatro hoy perdidos y que,
sobre todo, creé «la primera expresién de una organizacién urbana
superior en tierra estrictamente europea, Los etruscos influyeron en
los origenes del arte celta y legaron a los pueblos de habla latina pa-
Jabras fan fundamentales como litera, mundus, populus, publicus 9
Per Nigo pateldosucede, en in ota oil del Matern, con los
‘carlagineses, entre los cuales parece que la allabetizacin estaba mis
‘exendida que entre los griegos —hast los campesinos y los pescado.
res eran capaces de ler y eseribir— pero de cuya cultura, compendi
‘da en los albros punicosy, sabemos poco, porque Roma se encargo
‘de borrarsu recuerdo regalando las bibliotecas de Cartago alos rej
_zuelos africanos, De este genociio cultural se exceptus, sin embargo,
ln gran enciclopedia agricola de Magén, cuyos veitiocho libros fu
ron deposizados, junto alos de las sbilas, en el templo de Apalo en
Roma, se tradujeton al latin y se dlifundieron en numerosas versiones
‘compendiadas, que influyeron todavia en la agronomia érabe medieval
EI mito griego cambié de carécter y cobré una nueva dimensién
‘a partir de Alejandro. Las exigencias politcas que implicaba la fun-
dacion de un imperio obligaban a dar una dimensi6n estrictamente
cultural a lo eielénicon, para faclitar Ia incorporacion del bérbaro
‘que quisiera integrase. Segin cuenta Plutarco, Aristteles aconsejé
4 Alejandro que tratase a ls griegos como amigos y a los barbaros
‘acomo si fuesen plantas y animales». Pero Alejandro no siguié tal
‘conse, sino que procuré presentarse wconto un mediador para el mun-
do entero» y faclits la asimilaeién de los grupos dlrigentes indige-
ras, de los que necesitaba para administrar un imperio tan vasto.
‘La adopcién superficial de fa fengua y la cultura griegas por los
reinos helenstics fue poco mds que un disfraz modernizador. Bajo
Ja apariencia formal de las instituciones democraticas dela pois, los
‘estados surgidos tras la muerte de Alejandro mantuvieron las viejas
formas politica orientales, taducidas al griego y adaptadas a una18 Europa ante el espejo
época de prosperidad mercantil, Las ciudades del Oriente prdximo se
hhelenizaron coa edifcios pablicos coma los teairos y los gimnasios
(Qos propios sacerdoes judtos concurrian al de Jerusalém; pero el égora,
por ejemplo, no tenia ya una funcién politic, sino que era un simple
centro comercial rodeado de slmacenes, bancos y soporales de ven-
dedores,
Roma, que se aduené por las armas del mundo helen‘sicn, se pro-
clamé su continuadora, con argumentos como el de afirmar que el
latin era un dialecto griego, introducir a Eneas en la gencslogia de
‘Rémulo y asumir fa tradicion homériea, adecuadamtente adaptada por
Virgilio, como su propia historia, Pero lo que realmente continus fue
cl programa imperial de Alejandro y, si asimilé Ia lengua y la cultura
sriegas, fue, ante todo, para seguir gestionando la administracién con.
‘sus mismos cuadros helenizados,culminando el proyecto de construc-
cidn de una sociedad autoritaria legitimada por le vieja retérica de
Ja democracia ateniense. Porque imperio y democracia eran dos t-
minos incompatible. Un siglo y medio después dela muerte de Ale-
andro, un griego trasladado a Roma como rehén, Polibio, expresaba,
su admiracin hacia la forma de gobierno de los romanos, su «cons-
titucién mixta», que en nada se parecia ala vigualdad de derechos
politicos» proclamada por Herddato como earacteristica de la cvili-
zacién helénica
En a Roma imperial no existfa un sistema democritica participa
tivo, Formalmente era una extrafa mezcla de la eontinuidad aparente
de la replica (en Roma el emperador gobernaba, por lo menos te6-
rieamente, con el senado) y de control directo del resto del Imperio,
donde las decisiones personales del soberano —surgidas generalmen-
te como respuesta a las epeticiones» de los provinciales— eran cons-
deradas como eyes. Ls clases dominantes no mantenfan el orden so-
cial urbano por la fuerza, sino gracas'al consenso popular basado
en los dones éel princeps, lo que se suele denominar «evergetismo>,
ue abarcaban tanto el «pan», como el wireo» 0 los sacrficios rel
siosos.
Ello explica que, a diferencia de los griegos, los romanos no limi-
tasen el acceso ala weiudadanian, que no implicaba derechos polt-
0s efectivas, sino que se mosiraseninteresados en concederla alos
notables provinciales, con el fin do atraerse a los grupos dirigentes
4e otros pueblos, hasta que la Consttutio Antoniniana; publicada por
EL espejo barbaro 19
‘Caracalla en 212.4, la extendié a pricticamente todos los habitan-
tes libres det Imperio,
Se ha podide decir que el Imperio romano era «un eoxjunto de
asentamientos escasamente integrados entre iv. De hecho, «la des
cripeién comin de aquello que llamamos ‘el Imperio’ son "los pue-
blos sujetos al dominio romano’ El Imperio no es concebldo como
luna entidad territorial», No habia «fronteras» marcadas por elgin
signo entre otras razones porque careclan de mapas lo suficfentemente
‘exactos como para definirlas correctamente (si las habia, en carubio,
‘para separar provincias y delimitar Ia esfera de accién de los gober-
rnadores) Lo que manteniaunidos a estos pueblos no era ni la efica-
cia de le administracién, ni fa fuerza del efércto, sino la cothunidad
de ideas e intereses que existia entre los aristécratas romanos ¥ los
notables locales, por cuya mediacién se gobernaban las provincia.
a administrcién central practicaba cuna inmensa delegaciénn de
atribuciones, ya que solo podia controlar las provincias através de una
red de municipios y, en general, de poderes locales que gozaban de
considerable autonomia, inluyendo los «reyes clientes integrados en
el Imperio, como Herodes de Judea y sus sucesores, y las ciudades
cauténomas», como Tiro.
No habia tampoco una cultura ampliamente compartida. A dife-
rencia de fo que ocurria en Grecia, donde ia fusion oral de a litera-
‘ura demuestra que su lengua era accesible a un publico muy amplio,
‘enemos dudas fundadas de que el latin de la literatura culta fuese
plenamente entendido por el pueblo romano —y menos atin por los
hnabitantes de ls provincias—, lo cual puede expliar la importancia,
‘que se dio a la propaganda por la imagen: relatos visuales a tavés
de Ia escultura en los arcos trunfales, millares de estatuas del empe-
radorerigidas por todo el Imperio (fan slo en la ciudad de Roma
habia centenares de estatuas de Augusto, entre ellas ochenta de pla-
a), ete.
En el terreno dela religiGn sabemos que «nadie ha podido contar,
el niimero de divinidades adoradas en el Imperio», puesto que se res-
petaban todas las religiones locales, sobre la base de asimilar sus dei-
dades a sus supuestos «equivalentes» romanos (en la Cartago derro-
tada, por ejemplo, los santuatios de Baal-Hammén se convertirian
‘en templos de Saturno). Existia un solo elemento comin, que era la
funcién del emperador como esacrificador», que le convertia en n=20 Buropa ante el espejo
termediatio ente la sociedad terrestre y los podetes divinos, de una
forma tan genérica que podia rsultar aceptabe para los eles de cual-
‘quiera de las muchas religiones provincales.
Sin embargo, Roma no fue eapaz de asimilar la cultura de los pue-
bilos que eomponian esa peculiar forma de asociacién que era el Im-
perio. Si exzeptuamos el caso de los cults y los misteriosorientaes,
remanentes del imperio de Alejandto o importados por los eclavos,
pero ripidamente romanizados —como lo demuestra ia evolucin que
transformé el Mitra iranio en el Helios Mitra del emperador Juliano—
los romanos se interesaron muy poco por las culturas de los pueblos
que es rodeaban, con la tnica excepcidn de la siege
‘Encerradas en si mismos,llegaron a creer que el mundo se redu-
cia dos partes el Imperio los barbaros. Esta dicotomia se refleja-
'ba en su vision geografica, Silos griegos habian dividido el mundo
centres partes, Plinio dirfa que s6lo habia dos, puesto que Europa era
la mejor de ells y la que habia criado «al pueblo vencedor de todas
las nacioyies», por lo que muchos sostienen «que no es la tecera par-
tesino la mitad del mundo», Es la misma miopfa que revela un Ovi-
clio que, exilado a orillas del mar Negro, exclama sane encventro aban-
‘donado en las arenas del fin del mundo»: en una frontera mds alld
de la cual no hay oxra cosa que basbarle, fio y horror. El habito de
contemplar la humanided en la superficie deformante del espejo bér-
bro les impedia advertir que mas allé del «limes» habia otr9s mun-
dos, otras culturas y hasta una clencla y tna tecnologia que supera-
ban a las soyas
‘Vistos en contraste con el retrato ideal del «romano», los ebirba-
ros» offecian una imagen estereotipada, como se puede advertir en
ln espantable pintura de los hunos que nos ha legato Amiano Marce-
fino, tan llena de horrores como de inexacttudes. Los propios «pue-
blos barbaros» fueron inventados en cierto modo por los romianos,
‘que les atsibuyeron unas earacersticas de unidad énica y asentamiento
territorial que no posefan: a Galia de César y la Germania de Técito
‘eran fruto de la imaginacion de sus autores (ls «germanos» tardaron.
mds de mil afos en aplicarce asf mismos un nombre colectivo c0-
‘mién), Fue el contacto con los asentamientos militares extremos del
Tmperio el que, al atraer pabladores barbaros yfijarlos en sus proxi-
midades, contribuy6 a faciitar su uniéa y a que se agruparan en con-
{ederaciones. Las posibilidades de comercar, el servicio en el ecto
Plespejo barbaro 21
romano y, més adelante Ia necesdad de organizar el reparto de los
subsidios pereibidos del Imperio, las consolidaron y las hicieron du-
raderas. De este modo los romanos ayudaron a que se convitieran
cn realidad fos fantasmas que habfan imaginado,
Los primeros «bésbaros» europeos que conocteron fueron tos ee:
tas, denominacidn con la que se referian aun amplio grupo de pue
bilos, desde los galos en el extremo oeste de Europa —-como los que,
a comienzos del siglo tv a.., invadieron Italia y vagaron por las a
Hes desiertas de Roma, waterrados de Ia misma soledad»—, hasta los
slatas de Asia Menor, soldados y bandidos, Resulta diel discernir
«en qué medida las semejanzas cultural ente ellos —la nica decsi
vv seria el parentesco de sus lenguas— responden a la realidad o al
prejuicio romano, dadas las diferencias que hay, por ejemplo, entre
e803 celtas del norte de Ttlia de quienes Polibio nos dice que vivian
en lugares sin murallas y edormfan en yacijas de hojasn, y os cons-
‘uctores de los grandes oppida fortificados que se exteadian desde
la Galia hasta ef valle del Danubio,
El segundo gran grupo de barbaros europeos fue el de fos germa-
nos. Los romanos los vein a todos igual y los suponian «uaa raza
Dura», Para Tito, «en todos es el mismo el aspecto corporal: ojos
‘uros y anules, cabelerasrojzas, grandes cuerpos y sdlo adecuados
para el fmpetu (para el trabajo y Iss fatigas no tienen la misma rsis-
{encia)». Cuatrocientos cincuenta afios mas tard, Procopio ice algo
semejante de los godos: eno presentan ninguna diferencia ente ellos:
tienen todos la piel blanes, una caballea rubia, una considerable es-
tatura y buena planta. Obedecen las mismas leyes,tlenen ercencias
teligiosas idénticas y hablan una misma y sola lengua. Lo cual no
‘es és que un reflejo de Ia miopia habitual ante el extratio: al euro-
peo medio, poco habituado a verlos, los negr0s 010s chinos le pare-
ser todos iguales.
Hay, ciertamente, un pueblo godo, que segin Casiodoro tendria
su origen en Escandinavia, en esa tierra que era «como una fbrica
de pueblos o como una matriz de naciones». Hay también una len
_gua gética, queen Ios Balcanes sobrevivié hasta la alta Edad Media,
Pero los grupos que intervienen en la historia del Imperio y que sole
‘mos denominar godos eran en realidad un agregado de pueblos —con
alanos y hunos, por ejemplo— en que los godos formaban un grupo
dominance con un lenguaje propio, una religion comin (que no ere22 Buropa ante el espejo
clarrianismo, como se suele decir, sino una postura intermedia entre
ste ye catoticlsmo) y unas leyes y costumbres que estaban ya defini-
das antes de la legal de ls humnos (precisamente porque su contacto
‘con los romanos habfa ayudado a fijarias) y que les petmitieron com
servar su personalidad cultural mientras vivieron asociados a éstos.
No tenlan Ia unidad politica que parecen sugerr ns historias de
randes caudillos, dinastas y reinos bérbaros. Ea el ecto de Atila
‘gue peled en la batalla de los Campos Cataldunicos los hunos eran
tuna minoria dentro de un agregado de «mitiples pueblos y diversas
nacionesy,unides en una asociacion muy laxa. Tas la muerte de Ali
Jaesta asociacién se deshizo muy pronto y ls propios hunos acaba-
ron fundiéndose con otras pueblos germénicos o eslavos, y desapare-
. Y la suposicion de inmoralidad, entendida casi
siempre como promiscuidad, suele tener mucho que ver con la mayor
pertlipacion de las mujeres en las iglesias ‘hevties,siguiendo el mo-
elo de las comunidades del crstianismmo paulino (no deja de ser re-
‘elador que tal acusacin se formulase contra grupos que por lo ge
eral condenaban la sexualidad y propupnaban una vida asoética),
‘La raturaleza politica de la asociacién entre la nueva Iglesia cris
tiana catolica, esto es “nica y universal’ y el Imperio se refieja en
Ja denominacién de ‘obispo de Ios de fuer’, 0 sea de los Iaicos, que
adopta Constantino para leitimar su intervencidn en apoyo de las
icectrices docirinales 0 de diseipina de os clérigos, incluso exando
és son contrarias asus creencias personales. El emperador sosten-
Ard, por ello, fa condena del arrianismo por el concilio de Nicea, nese
ala inclinacion que slente por esta doctrina, hasta el punto que opta
1 por reibir el bautismo, poco antes de su muerte, de manos de un
‘obispo arriano. Lo cual tampoco ha de extranarnos, i tenemos en
cuenta que Constantinopla siguisiendo una eludad predominante
mente arriana hasta fines del siglo 1, mucho después de la muerte
de su Fundador,
La ‘oficializacion’ del cristianismo no debe confundirs, sin em-
bargo, con la cristianizacién del Imperio, ue se ha producido a largo
plazo y en una serie de etapas, El siglo Iv ha sido, hasta su déeada
final, una época de convivencia pacifica en que la vieja religion trad
cional sigue abtiendo templos,recibe subsidios det estado y regula el
curso del tiempo con sus fiestas
OO re ———“ “=!32 Europa ante el espejo
‘Tas el breve paréntesis restaurador del reinado de Juliano, para
quien el restablecimiento del paganismo —reestructurado en torno a
lun eulto al Sol-Mitra— iba asociado a un intento de moralizar la ad
‘ministraién, el ecto Ja corte (en Constantinopla encontr6 un pa
Tacfo con mil cocineros, ianumerables basberos, eumcos, spias ¥ vis
vidores de toda indole), ls cosas comenzaron a cambiar, en especial
con Teodasio I, que tomé el partido de establecer la unidad religiosa
por la fuerza: condend las herejas por una ley de agosto de 379, or.
‘dené a los habitantes de Constantinopla que siguiran la doctrina de
Nicea,certé los templos paganos y prohbié los sacrificios, conside-
réndolos como actos de alta traicign que se castgarian con la muerte
y la confiscacion de los blenes.
'No era una tarea fil, Bn Constantinopla, donde fa poblacién se
pasionaba por las discusiones teolégics, predominaban los arr
nos, divididos a su vez.en diversas ramas, y habia ademas apolinaria-
nos (que sostenfan que en Cristo habla un cuerpo humano y un ale
divina), novacianos, etc. Gregorio Nacianceno, escogido por el em:
perador como restatirador de la ortodoxia, fue apedreado en ocasio~
nes por el pueblo y necesit6 de todo ef apoyo imperial para sostener
‘se, Pero si expulsar al clero arriano de las iglesias no era dtiil cuando
se disponia de a fuerza slo result6 la tarea de «convertir a sus fli
sreses.
‘Lo mismo sucedié con los paganos. Pese a las medidas represivas
de fos aos siguientes, lo Unica que se logr6 fue que los sacrificios
‘pasasen a celebrarse en privada, o de forma clandestina, como se tea
lizaban ain en tiempo de Justiniano, desafiando la repetidas probi-
Diciones y la dureza de los castigos. Serin precisas persecuciones y
campaiias militares —ahora son los paganos los que sop arrojados
alas fieras 0 quemados por los cristianos— para acabar(oon las wt
‘mas comunidades paganas, lo que no parece que haya sucedido hasta
¢l siglo m. Protagonistas de estas campafias serian los obispos, quie-
nes, como «protectores de los pobres», no s6lo tenfan una considera-
ble influencia sobre las masas urbanas, sino que controlaban a gru-
‘os de hombres —enterradores, enfermeros, etc que actuaba come
‘auténticas micas a sus érdenes.
CConocemas, por ejemplo, la complejasituacién de Alejandsia don-
de, en tiempos de Juliano, los paganos habian dado muerte al obispo
ya algunos dignatarioscristianos que les vejaban. El retorno ala of
El espejo cristiano 33
atidad del cristianismo conllev6 la destruccion del Serapelon en 389,
fs instancias del obispo Teéfil, y la aparicion de un clima de persec:
jn que acentué su sobrino y sucesor, Ciro instigador del asesina
fede Hypatia: una mujer pagana de edad avanzada, maestra de filo-
ova respetada por su cultura, ue fue apedreada y descuartizada frente
{1 une iglesia por las turbasalentadas por los cenfermeros» del obispo.
“Acosados por los esbitzos del patriara, los ultimos Mldsofos pa-
zanos de Alejandra se vieron obligados a huir de ia ciudad. Algunos
marcharon a Siri evitando las chudades cristianizadas para refugiasse
fn los campos, donde se segula venerando a los dioses locales, 0 se
Girigieron a Mesopotamia. Hubo, as, pequeios grupos de intelectuales
dque preservaron la vieja filosofia de Ia persecucién de la ‘barbaric?
éristiana, como los que fundaron en Harrén, en la frontera entre et
Tmperio romano y el persa, una escusla neoplatdnica que sobrevivie
nasa el siglo xt ¥ que tuvo un papel destacado en la transmisién de
{a cultura griega al mundo islémico,
Por estos mismos tiempos, en Ia Galia, Martin, obispo de Tours,
sededicabe, desaflando Ia resistencia de las poblaciones locales, ain
cendiar templos, a talar los atbotes sagrados, a deribar idotos y @
cenfrentarse violentament alos sacerdotes paganos que pretendian se-
tBir celebrando sus fiestas tradicionales eomo lo habian hecho desde
tiempo inmemoria
‘Para entender el cambio que experimentaron los habitants de im-
perio con la adgpcidn oficial y la progresiva imposicién del criti.
hismo, convieng recordar que fa vieja religion ‘pagana’ no era, en el
forden de as ereencias, mucho mas que un sineretismo que integraba
1as divinidades locales en un pantesn comin de origen grecorromano
{parece que Alejandzo Severo quiso incluso eerigir un templo en ho-
nor de Cristo e inclirle entre los dioses»). Fl elemento fundamental
que daba trabazén a este «mosaico de religionesligadas al orden es-
tablecido» era un ritual efico-religioso destinado a reforzar fa uni
dad politica al dar al emperador una dimensi6n religiosa, como he-
redero de las funciones sacerdotales de magistrados y senadores. La
religidn del Imperio no tenia, por ell, una “lesia’ al una auténtica
‘asta sacerdotal diferenciadas de los poderes piblcos. Eran el sena
do yelemperador quienes cuidaban de velar por Ia reli, y las per-
secuciones contra aquellos que, como los cristianos, pretendian que-
dar fuera del sistema, se fundamentaban en motivos politicos.
See eee eee eee eee eee eee eee eee eee eee34 Europa anie el espejo
La ‘revolucion constantiniana’ significaba el comienzo del fin del
Viejo sistema, ecléctico y tolerante en lo doctrinal, para dar paso a
luna eentraizacién religiosa que no se limitaria ahora al ritual, sino
‘que se extender también al terreno de la conducta personal y de las
‘reencias. Lo que se va a produeir, en consecuenci, no ¢¢ tanto el
‘nlrentamiento entre dos religiones como entre dos sistemas politco-
religosos, lo que explica que las pugnas se manifiesten sobre todo entre
{os grupos dirigentes urbanos, mientras el campo, eto es la mayor
parte de la poblacion del Imperio, va a seguir siendo ‘pagand’ en el
sentido de conservar las creencias religiosas locales, durante mucho
tiempo.
El tnsito del cristianismno primitivo @ la crstiandad oficial —se
hha podido hablar del fin de una ‘cristiandad antigua, que habria vi-
vido su crisis de identidad en Tos afios que van del 380 al 430— lev
aparejados numerosos camibios. Al transformar una fe perseguida en
tuna Iglesia estab, no s6lo se buscaba que estuviese presente en la
sociedad, sino que la controlase, para lo cual hubo que crstianizar
«1 orden pablico imperial y eambiar los bites y costumbres de la
gente (que se empefiaba en seguir celebrando las festividades tra