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TRASTORNO MENTAL TRANSITORIO COMO CAUSAL DE

INIMPUTABILIDAD PENAL

MARÍA MARGARITA TIRADO ALVAREZ

IDENTIFICACIÓN DEL PROBLEMA

La ley 599 de 2000, actual Código Penal Colombiano, contempla la


institución del trastorno mental como causal de inimputabilidad, trátese
de una anomalía de carácter temporal o permanente. Consecuencia de
esto es que todo aquel que incurra en un delito mientras se encuentre en
tales circunstancias, no será sancionado con algunas de las penas
establecidas por la ley, tal como la privación de la libertad en alguno de
los establecimientos carcelarios que posee el Estado, y sí es necesario y
según el grado de peligrosidad, se le impondrán ciertas medidas
especiales. Sin embargo, y a diferencia de la opinión general, con el
presente trabajo se demostrará que dicha situación no siempre es así en
el caso del trastorno mental transitorio, dado que aunque quien esté en
tal condición no posee consciencia ni voluntad para incurrir en el ilícito y
por lo tanto carece por completo del elemento dolo, no es así cuando las
irregularidades de comportamiento se han presentado antes o hay serios
indicios que permiten predecirlas, y más aun, cuando ya se ha incurrido
en hechos delictivos bajo tal influencia. No obstante, y a pesar de no
haber culpabilidad en tal evento, sí consideramos que existe
responsabilidad a titulo de culpa, ya que sí bien no hay juicio mientras se
lleva a cabo la conducta típica y antijurídica, si hay una conciencia previa
como por ejemplo cuando se comete un homicidio bajo los efectos del
alcohol en cabeza de aquella persona que sabe su propia peligrosidad
cada vez que se embriaga, o cada vez que tiene un episodio de trastorno
y no toma las medidas adecuadas para evitar consecuencias
lamentables, o porque conocedor de su propia peligrosidad, confía en
que estas no se materialicen; todo lo anterior con independencia de las
medidas que se tomen, las cuales se analizarán en un capítulo a lo largo
de la tesis. Pero no hay de perder de vista que la hipótesis es distinta a la
figura de la actio liberae in causa, figura que también será objeto de
examen en su momento.

Adicionalmente resaltaremos la importancia que tiene el peritaje científico


dentro del proceso penal, no solo porque es punto de evidencia para
determinar si un sujeto activo sabe o no las consecuencias de su
actuación, sino porque es una realidad que en nuestro país, e incluso en
otras partes del mundo, los jueces no tienen una preparación adecuada
en torno al tema, ni sus matices o prevenciones, teniendo que recurrir a
expertos que en ultima instancia son los que en realidad toman la
decisión final, tanto así que hay casos en donde inclusive se ha
comprobado la existencia de un conocimiento previo del autor respecto a
las consecuencias de su condición pero donde el director del proceso
falla erróneamente dado que aplica de la forma que considera adecuada
lo único que conoce: la norma, es decir corrobora que las circunstancias
del asunto se apegan a las exigencias de la ley y por lo tanto lo absuelve
de toda responsabilidad.

JUSTIFICACIÓN
Es importante conocer la medida en la cuál una persona,
específicamente el sujeto activo dentro de la comisión de una conducta
punible, no es susceptible de serle imputada responsabilidad penal de
cara a la ocurrencia de un delito a manos suyas, cuando dicha persona
se encuentra en unas circunstancias específicas de inestabilidad mental
y psicológica que se manifiestan temporalmente generando la
consecuencia de eliminar toda consciencia en torno a la materialización
del hecho objeto de la sanción. Sin embargo es fundamental establecer,
que difiriendo con el pensamiento actual de occidente en torno al tema,
un sujeto activo si es inimputable en forma total si su trastorno se dio por
una única vez, no previsible y por lo tanto no controlable con una
determinada medida y durante la influencia de tales circunstancias
incurrió en la conducta típica, pero no lo es cuando ya tiene un
conocimiento previo de su problema y se comete un delito por no tomar
las medidas conducentes a evitarlo.

Además del planteamiento anterior, es importante conocer el tipo de


anomalía de la que se trata para así determinar el tratamiento a seguir
así como esquematizar una política a través del seguimiento que se le
hace al sujeto activo de la conducta con el fin de prevenir futuras
repeticiones del hecho, reincidencias y eventuales delitos, tal y como
sucede de cara a la hipótesis planteada, para lo que es necesario un
examen técnico realizado por un profesional, de ahí la importancia del
experticio forense. Sin embargo, este conocimiento técnico no debería
aportarlo solo el profesional de la medicina o de la psicología, sino que
debería provenir directamente del fallador, cosa que lastimosamente no
se da ni en Colombia ni en el mundo por falta de recursos económicos o
inclusive por ignorancia.
El área de conocimiento al cual se circunscribe esta tesis es la de
Derecho Público, específicamente en materia de Derecho Penal General
con un poco de influencia técnico jurídica y psicoanalítica (psicología y
psiquiatría).

Los resultados que se buscan obtener son básicamente teóricos, aunque


esto no obsta para que no se incluya un cierto tinte práctico al trabajo a
partir de casos reales nacionales y extranjeros.

Con base en estos resultados se tratará de cristalizar la importancia del


tema de cara a los beneficios que trae consigo. Con el conocimiento del
origen, tratamiento penal, psicológico y manifestaciones de esta causal
de ausencia de responsabilidad, en primer lugar se quiere evitar la
impunidad y prevenir la reincidencia, e inclusive la comisión de hechos
delictivos (básicamente homicidios) por primera vez al saber las vías a
seguir con un análisis de la situación en que se encuentra, en general, el
sujeto activo, evitando así una mayor criminalidad a diversos niveles
como la violencia intrafamiliar, en contra de figuras de autoridad, etc;
iluminar un poco las sendas de la política criminal al visualizar un
eventual tratamiento a seguir, no solo en el campo del Derecho Penal,
sino de todas las ciencias que lo auxilian.

INTRODUCCIÓN
En Colombia, nuestro Estado Social de Derecho nos exige que siempre
se tomen decisiones con base en una protección a las garantías de los
ciudadanos. Una de las manifestaciones de esa protección es la tutela a
aquellas personas que se encuentran en igualdad y desigualdad de
condiciones, al igual que sus bienes jurídicos.

La situación de desigualdad en que están las personas con trastorno


mental permanente o temporal, se encuentra consagrada y reconocida
en el articulo 13 de nuestra Carta Política, puesto que son personas que
debido a su salud mental están en desventaja respecto a aquellos con
una normalidad mental completamente sana. "Estas diferencias entre
imputables e inimputables, y entre penas y medidas de seguridad
explican que el ordenamiento prevea, en muchos aspectos, regulaciones
distintas para unos y otros, sin que pueda aducirse un desconocimiento
del principio de igualdad. Por ejemplo, el artículo 24 del Código
Penitenciario y Carcelario (L. 65/93) prevé la existencia de
establecimientos de rehabilitación y pabellones psiquiátricos especiales
"destinados a alojar y rehabilitar personas que tengan la calidad de
inimputables por trastorno mental o inmadurez psicológica, según
dictamen pericial".

El código penal actual se ocupa de los imputables y de los inimputables.


El Código Penal de 1980 lo hacía en su artículo 31 y el de 1936 también
en su artículo 29, sin embargo éste último no contemplaba el trastorno
mental transitorio sino el trastorno permanente conocido como
enajenación mental. En aquel, el Trastorno mental transitorio siempre es
causal de inimputabilidad, da lugar a la imposición de medidas de
seguridad si hay secuelas, o no da lugar a medida alguna si tales
secuelas no se presentan, mientras que en este, es causal de
inimputabilidad o de inculpabilidad.

Además se refería al término "grave anomalía psíquica" para


conceptualizar los juicios irregulares que se hacía del mundo y de las
cosas al igual que los actos que se derivaban de tales juicios extraños los
cuales e contrariaban la razón humana, dogmas, axiomas o leyes
naturales, " a la justicia no le interesa saber si el inculpado es maníaco
depresivo, paralítico general, epiléptico o esquizofrénico, sino estar cierta
de que el agresor en el momento de agredir obró bajo la influencia de
una anomalía psíquica, es decir, sin lucidez en la conciencia ni rectitud
en el discernimiento o por ímpetu involuntario o superioridad a su
voluntad"

La expresión grave anomalía psíquica comprende una serie de


perturbaciones mentales de carácter transitorio, bien distinta de la
enajenación mental y de las intoxicaciones crónicas, perturbaciones sin
verdadera entidad clínica, que carecen de etiología exógena o que no
equivalen a lesiones anatomopatológics del cerebro, pero que sí socavan
o anulan los sentimientos y las fuerzas volitivas, determinando actos
imposibles de controlar y refrenar, o suprimiendo la adaptación lógica y
altiva a las normas del medio ambiente, en forma de influir decisivamente
en la comisión de hechos que imponen la aplicación a su autor de una
medida de seguridad, a manera de defensa social.

En el Código Penal de 1936, artículo 23, se consagraban las causales de


exclusión de la responsabilidad, teniéndose la sugestión hipnótica o
patológica como una de ellas, de modo que cuando se daban
perturbaciones transitorias se acudía a este articulado, no siendo
necesario internarlo en granja agrícola porque la medida no serviría de
nada. Conforme con el Código Penal de 1936 se hacia un doble
encuadramiento del fenómeno del trastorno mental transitorio: o bien en
el artículo 29, como grave anomalía psíquica, causal de inimputabilidad;
o bien en el artículo 23, como sugestión patológica, causal de
inculpabilidad; la ubicación en uno u otro articulo dependía de que se
considerara o no necesario someter al sujeto a una medida de seguridad
en función del probable daño que pudiese ocasionar a los demás."

Se habla de sugestión patológica cuando se presenta perdida transitoria


de la conciencia, la voluntad o ambas, sea o no causada por enfermedad
alguna, pero era necesario que una vez pasara la causa, quedara atrás
también el momento de inconsciencia, eliminando la necesidad de acudir
al internamiento en centro psiquiátrico. Si no desaparecía, se daba el
caso del articulo 29 y se sometía a tratamiento.

"No es el fenómeno sugestivo ni son los fenómenos patológicos (estados


delirantes, celotipias, etc.) por sí solos los que explican la exclusión de la
culpabilidad, sino porque los fenómenos sugestivos aparecen
implantados sobre estados patológicos que implican perturbaciones
intelectivas y volitivas que afectan integralmente la capacidad de
entender y de querer porque son, en síntesis, trastornos mentales
transitorios"
Este fue uno de los grandes antecedentes de la figura del Trastorno
mental transitorio como consagración legislativa, pero no fue el único. En
1974, el Anteproyecto presentado para la creación de un nuevo código
penal en su artículo 38 también tuvo en cuenta tal situación, igualmente
lo hicieron los proyectos de 1976 y 1978 y el proyecto 1979 que
finalmente terminó en el Código Penal de 1980 y en la ley 599 de 2000,
código penal actual.

Pero aunque en nuestro país se trató el asunto a nivel legal y


jurisprudencial como puntos de partida, otras naciones también aportaron
en cierta medida a la trascendencia actual que tiene el tema. Alemania
en 1871 y 1933; Rusia Soviética en 1927, México en 1929 y 1931,
España en 1932, Cuba en 1936, Argentina en 1941 con el proyecto Peco
y en 1961 con el proyecto Soler y Venezuela en 1967 con el proyecto
Jiménez de Asua - Méndez.

Por otro lado, la institución de la inimputabilidad trae como consecuencia


que todo aquel que incurra en un delito mientras se encuentre en tales
circunstancias, no será sancionado con algunas de las penas
establecidas por la ley, y sí es necesario y según el grado de
peligrosidad, se le impondrán ciertas medidas especiales.

No obstante, y a pesar de la regla general anteriormente planteada, se


demostrará que todo aquel que sea inimputable por TMT pero que
conozca con anterioridad su propia peligrosidad y no tome las medidas
conducentes a evitarlo, es plenamente responsable a titulo de culpa por
su negligencia. Es decir, que aunque quien esté en tal condición no
posee consciencia ni voluntad para incurrir en el ilícito y por lo tanto
carece por completo del elemento dolo, no es así cuando las
irregularidades de comportamiento se han presentado antes o hay serios
indicios que permiten predecirlas, y más aun, cuando ya se ha incurrido
en hechos delictivos bajo tal influencia, ya que si bien no hay juicio
mientras se lleva a cabo la conducta típica y antijurídica, sí hay una
conciencia previa en cabeza de aquella persona que sabe su propia
peligrosidad cada vez que se embriaga, se droga o tiene un episodio de
trastorno, - los cuales se trataran a profundidad -, y no toma las medidas
adecuadas para evitar consecuencias lamentables, o porque conocedor
de su propia peligrosidad, confía en que estas no se materialicen. Pero
no hay de perder de vista que la hipótesis es distinta a la figura de la
actio liberae in causa, figura que también será objeto de examen en su
momento.

Para finalizar, el trastorno mental transitorio ha sido y es una figura


jurídica criticada tanto por médicos y psiquiatras como por abogados y
juristas ya que algunos consideran que no es tan relevante como para
incidir en la imputabilidad y por lo tanto en la responsabilidad penal.
Afortunadamente nuestra ley penal considera lo contrario y es por eso
que trata de proteger por todos los frentes a los sujetos que están en tal
circunstancia así como a los titulares de los bienes jurídicos que se
afectan, este trabajo desarrollará el tema del trastorno mental transitorio
como causal de inimputabilidad penal.

Imputabilidad e inimputabilidad

1.1. Concepto

Se entiende por imputabilidad aquella calidad personal o estado en que


el sujeto activo de una conducta punible que actúa con conciencia y
voluntad siendo capaz de comprender la ilicitud de su obrar y actúa
conforme a ese conocimiento y que por ende, debe ser sancionado con
una pena establecida en la legislación penal. En otras palabras, el
concepto de imputabilidad significa capacidad para delinquir. La regla
general es la imputabilidad y la excepción es la inimputabilidad.

Un imputable tiene la capacidad de valorar el comportamiento propio y de


dirigir dicho actuar hacia el cumplimiento de los postulados de la ley, pero
sí se configura un hecho efectiva o eventualmente dañoso cometido por
una persona en estado de trastorno mental transitorio, es necesario
examinar sí esta circunstancia puede ser tenida como la causa efectiva
de la conducta ilícita como efecto de ese trastorno mental temporal; sí lo
es, hay inimputabilidad, de lo contrario, seria imputable y acreedor a una
pena. Sin embargo, abogados y psiquiatras han llegado a la conclusión
de que la capacidad de querer o la intención de cada cual es muy difícil
de demostrar, quedando solo la faceta cognitiva, esto sumado a las
muchas limitaciones que existen ante la imposibilidad material de saber
retrospectivamente cuál era la capacidad del sujeto en el momento de la
comisión del delito y el conocimiento de la ilicitud del hecho y sus
consecuencias. La conciencia de la ilicitud se presenta cuando el sujeto
entiende que su conducta no es permitida jurídicamente, al haber
violación efectiva o puesta en peligro de un bien jurídicamente tutelado
sin que concurra una causal de justificación, o cuando se ejecuta sin
permisión legal.

Según Mezger "la imputabilidad es una característica esencial de la


culpabilidad teniendo en cuenta las calidades personales del sujeto con
el juicio de desaprobación de la conducta."

La valoración de la imputabilidad o de la inimputabilidad debe hacerse al


momento de la comisión del hecho puesto que durante ese instante se
desarrollan los actos ejecutivos de la conducta punible y el agente hace
el examen de ilicitud o licitud del acto. El análisis de estado de
perturbación o alteración psíquica del actor que se haya presentado
antes de dicho momento, en principio, no tiene relevancia alguna, cosa
que no sucede sí el estado anterior era de conciencia y conocimiento de
la posibilidad de un episodio de trastorno y no se toman medidas
preventivas para evitar un daño, caso en el cual si hay responsabilidad
culposa (Actio Liberae in Causa)

A contrario sensu, el concepto de inimputabilidad se enmarca en la


situación del mismo agente del delito que por obrar con vicios de
consciencia y de conocimiento, no comprende la ilicitud del acto por
diversas razones, como por ejemplo hallarse en una situación de
trastorno mental transitorio. Sin embargo, no hay que perder de vista que
en este caso, aunque el paciente esta en un estado de no
sancionabilidad al momento de la conducta punible, dicha
sancionabilidad si existe en la medida en que, sí se han presentado
episodios previos de violencia o peligrosidad que degeneren en
atentados a los diversos bienes jurídicos, habrá una necesidad de
prevención ante la posible repetición del hecho, prevención que podría
tomarse a partir de un tratamiento médico que si no se toma pensando
en que no se dará otro episodio de peligrosidad o que se pueden evitar
sus consecuencias, se estará actuando bajo una modalidad de culpa o
negligencia. En conclusión, la inimputabilidad de una persona que esté
bajo la influencia de un trastorno mental transitorio se configura si no hay
un conocimiento previo de su propia peligrosidad y por ende, de posibles
resultados perjudiciales, ya que sin parámetros previos no se pueden
prever estos y por lo tanto no hay conciencia de la necesidad de medidas
preventivas, pero si hay imputabilidad cuando ese mismo caso de
trastorno mental transitorio ya se ha presentado antes con
consecuencias nocivas para terceros y no se toman las vías conducentes
a evitarlos.

Hay que subrayar que no toda anomalía psíquica lleva a la


inimputabilidad, puesto que es necesario que el sujeto haya padecido, al
ejecutar el hecho, un trastorno tal de sus capacidades intelectivas y
volitivas, perturbándolo tan profundamente que hayan anulado su
comprensión y voluntad.

En nuestro ordenamiento jurídico, la inimputabilidad no significa


necesariamente que haya una total exclusión de la sanción a imponer y
tampoco de responsabilidad penal general. Dicha responsabilidad si se
presenta, tanto así que las medidas, aunque no son penas, sí revisten
sanciones de carácter penal (se limita la libertad por ejemplo). En
realidad la exigibilidad que se le hace al sujeto activo con base en su
comprensión, actuación y resultados no es la misma que se le hace a
una persona con plena capacidad mental, es decir, la inimputabilidad se
basa no en la inexigibilidad sino en una menor exigibilidad de respuesta
del sujeto en razón de su situación de desigualdad. La diferencia entre
imputabilidad e inimputabilidad es meramente de nivel o grado de
responsabilidad.
Por otra parte, algunos doctrinantes como Agudelo Betancur plantean
que la inimputabilidad no es constitutiva en sí misma, es decir que hace
parte de su causa al estar íntimamente relacionadas. Para este, la
inimputabilidad es derivada puesto que no se confunde con su causa
(trastorno mental transitorio, en este caso) sino que se deriva como
consecuencia de tal pero no es la causa misma. Esto posición, siendo la
más acertada, encaja en el criterio mixto de regulación de la
inimputabilidad donde la causa es meramente biológica o psicológica lo
que produce el resultado de incomprensión e involuntad dando lugar a la
comisión de un hecho delictivo derivándose en un estado general de
inimputabilidad que englobaría la ausencia de responsabilidad.

1.2 La imputabilidad en las diversas Teorías del Derecho penal.

La evolución de las teorías de la imputabilidad ha estado vinculada al


desenvolvimiento de la teoría del delito, haciendo que diversas y
divididas hayan sido las opiniones de los diferentes tratadistas en torno a
la naturaleza de la imputabilidad y de la inimputabilidad, siempre de
acuerdo con los postulados que sustentan las Escuelas jurídico penales
de cada época y país. Algunas como las teorías tradicionales, se
fundamentan en la razón como esencia del individuo, al igual que en sus
capacidades físicas y mentales, otros como las teorías objetivas, se
sustentan en la exigibilidad de las propias conductas y en la viabilidad de
las sanciones a imponer de cara a cada caso en concreto pero siempre
partiendo del sujeto mismo con el fin de justificar la posibilidad de
sancionarlo o no.

Dentro de las teorías tradicionales se destacaron la teoría clásica cuyo


principal exponente fue Francesco Carrara para quien la imputabilidad no
parte de la capacidad física de cada cual ni del estado mental del sujeto.
La imputabilidad implica inteligencia y libertad moral de la persona,
siempre basada en el libre albedrío y la posibilidad de escogencia de
esta para influir en las propias conductas. Se le criticó su exagerada
concentración en el delito dejando de lado al hombre delincuente. Para el
autor, el derecho se fundamentaba en una concepción de libertad, por lo
tanto el derecho penal es el código supremo de la libertad, busca ayudar
al hombre a salir de la tiranía de si mismo y de sus propias acciones. La
teoría de la imputación considera el delito en sus puras relaciones con el
agente y a este lo contempla en sus relaciones con la ley moral según los
principios del libre albedrío. Otra de las vertientes tradicionales fue la
teoría positivista, traída por Franz Von Liszt al mundo jurídico en el
sistema moderno de la teoría del delito planteando que en los delitos se
distingue los objetivo de lo subjetivo, siendo un acto culpable contrario a
derecho y sancionado con una pena. Las conductas punibles son actos
humanos, de actuación voluntaria que contraviene un mandato de las
normas penales y que implica una lesión o peligro de lesión a un bien
jurídico, pero también es un acto culpable, doloso o culposo de un
individuo responsable. El delito se presenta como un acto apreciado
jurídicamente en dos direcciones: en el elemento esencial de contrariar el
derecho por parte del autor que despliega una actividad peligrosa. La
imputabilidad descansa sobre la actividad psíquica y física de la persona,
basta que alguien realice un delito y que su conducta sea producto de su
actividad biosíquica, para considerarlo como imputable. Tal sujeto debe
responder porque su delito ha demostrado una personalidad peligrosa en
mayor o menor medida que debe ser controlada y readaptada.

Las Teorías Objetivas centraron su doctrina en aspectos completamente


independientes a las condiciones humanas como la capacidad física,
resaltando aspectos externos relacionados con el cumplimiento de las
normas y el merecimiento de la pena. A su vez se destacaron por
analizar planteamientos nuevos aunque diversos fundamentados en la
capacidad de acción con Binding, Von Hippel y Gerland quienes
sostenían que la imputabilidad es la capacidad de la persona para actuar
y comportarse; en la capacidad de deber con Von Ferneck y Kohlrausk,
quienes creían que la imputabilidad es capacidad jurídica de deber y los
inimputables al no ser capaces de cumplir con tal deber, tampoco pueden
contrariar el derecho y por tanto todos sus comportamientos son
conforme a la ley; la capacidad de delito con Francesco Carnelutti quien
consideró que la imputabilidad implica capacidad para cometer
conductas punibles, la cual es secuela de la capacidad de obrar de los
imputables; la capacidad de ser destinatario de la norma penal con
Petrocelli, quien sostenía que la imputabilidad es un modo de ser o
condición del sujeto, distinta del delito y preliminar a él, necesaria para
que la persona pueda ser receptor de la norma jurídica y para que pueda
cumplirla. Si el sujeto no es imputable, la norma penal no seria eficiente y
no tendría sentido. Los inimputables al no tener conciencia ni voluntad,
no son capaces de obedecer la ley al no sentirse amenazados por la
norma (prevención general) y comportarse en consecuencia. Por esto no
son destinatarios sino objeto de la norma penal que busca proteger a la
sociedad mediante su control; y la capacidad de pena de Feuerbach
afirmando que la pena busca prevenir el delito y por eso debe intimidar,
pero dado que sólo los imputables pueden sentir esa amenaza, se
concluye que la imputabilidad es capacidad de pena.

Por otro lado las teorías Subjetivas destacaron su pensamiento a partir


de supuestos relacionados íntimamente con la conciencia de
antijuridicidad y la responsabilidad del autor frente a la conducta punible.
Luis Jiménez de Asua presenta la imputabilidad como presupuesto de la
culpabilidad traducida en capacidad de conocer y valorar la obligación de
respetar la norma y cumplirla con libertad pero dentro de su marco de
restricción, creando capacidad de inhibir los impulsos delictivos. Es de
resaltar el predominio de la función normativa como limitante para el
desarrollo normal de la vida pero siempre imponiéndose ante los eventos
en que el ser humano quebrante el orden jurídico con previo
conocimiento de este. Edmund Mezger defendía la imputabilidad como
elemento de la culpabilidad al afirmar que entre los requisitos de la
culpabilidad esta la libertad de querer entendida como posibilidad del
agente de actuar de forma distinta a la prevista en la norma y como tal
libertad del querer debe excluirse de los inimputables, la imputabilidad es
un elemento de la culpabilidad.

La Teoría finalista, cuyo principal representante fue Hans Welzel


partiendo de la teoría final de acción, ubica el dolo y la culpa en el tipo
(respecto de esta ultima, igual sucede en nuestro Código Penal),
eliminando de la culpabilidad los elementos psicológicos de la escuela
tradicional de Goldschmidt, apartándola a un mero juicio de reproche
personal que se le formula al agente por haber realizado una acción
antijurídica pese a haber podido actuar de modo distinto, siendo
elementos de la reprochabilidad la posibilidad de conocimiento de la
antijuridicidad, la exigibilidad de una conducta conforme a la norma y la
imputabilidad como capacidad de culpabilidad, es decir para comprender
la ilicitud del hecho y para autodeterminarse en consecuencia a esa
comprensión. Welzel explica que la capacidad de culpabilidad tiene un
momento intelectivo y otro volitivo, comprensión del injusto y
determinación en la conducta. Si uno de los dos momentos o se da por
alguna circunstancia, no hay capacidad de culpabilidad. A esta vertiente
pertenece nuestra legislación penal en materia de inimputabilidad ante la
incapacidad de comprensión del injusto y determinarse de acuerdo a
esta.

Por ultimo la teoría psico – social de Franz Von Lizst centraba su


pensamiento en la relación subjetiva entre la conducta y su autor, vinculo
meramente psicológico que determina el acto culpable, doloso o culposo
por un imputable, mientras que el inimputable tiene un sentimiento
imperfecto del deber social que es necesario para la vida armoniosa en
comunidad.

En conclusión, la teoría considerada como la más acertada es la finalista


puesto que contempla todas las condiciones requeridas para
configurarse un estado de inimputabilidad: voluntad y comprensión,
temas desarrollados a lo largo de esta tesis. Las demás tendencias son
incompletas y no son suficientes para analizar a fondo la situación penal
de un trastornado mental temporal.

Concepto de culpabilidad

La pena exige no solo un comportamiento típico y antijurídico sino


también un acto interior realizado por el autor, comportamiento en donde
interviene al animo del sujeto y que debe ser reprochable, y que debe
existir en el momento en que se desarrollan los actos ejecutivos
conducentes a materializar la conducta delictiva, además debe subsistir
posteriormente aunque el delito no se consume (tentativa acabada o
inacabada)Para el maestro italiano Franciso Carrara la culpabilidad es la
fuerza moral subjetiva del delito.

Esta fuerza resulta del concurso de cuatro requisitos: 1. Conocimiento de


la ley; 2. Previsión de los efectos; 3. Libertad de elegir; 4. Voluntad de
obrar. La intención nace del concurso de la inteligencia y de la voluntad y
la intención es un esfuerzo de la voluntad hacia el delito.

2.1. Teorías en torno a la Culpabilidad de cara a la imputabilidad

Aunque la imputabilidad y la culpabilidad están relacionadas, es


importante subrayar que no son equivalentes. Se han planteado dos
teorías fundamentales que han tratado de explicar tal diferencia.

2.1.1. Teoría Psicológica.

Es la tradicional, imperante desde el siglo XX (inicios) y cuyos


representantes son Ernst Beling y Franz Von Liszt. Se encuentra
ampliamente superada.
Hay un contraste entre lo interno o subjetivo y lo externo u objetivo. Lo
primero era parte de la antijuridicidad y lo segundo pertenecía a la
culpabilidad, siendo esta una característica psicológica del delito siendo
un simple nexo psíquico del autor con lo que hace o deja de hacer.

Según esta posición, la imputabilidad es un presupuesto de la


culpabilidad, encontrándose fuera de esta, no esta implícita. Aquella es
prerrequisito externo y necesariamente lógico ya que para ser culpable
hay que ser previamente imputable.

2.1.2. Teoría Normativa.

Fue originada por Reinhardt Frank, posteriormente Mezger, y


Goldschmidt la profundizaron para llegar a su existencia actual. Niega
que la culpabilidad se agota con el nexo psicológico entre el autor y el
hecho punible. La culpabilidad no es solo haber obrado con dolo, culpa o
preterintención sin haberlo hecho en circunstancias objetivos y subjetivas
que la sociedad reproche. Culpabilidad es reprochabilidad, susceptible de
reprobación, es habérsele podido exigir al autor una conducta distinta
según el caso en concreto y conforme a derecho. Si esa exigibilidad no
existe, no hay reprochabilidad ni culpabilidad.

Dolo

Según Luis Jiménez de Asua, es dolo la producción de un resultado


típicamente antijurídico (o la conducta esperada en el delito de omisión
propia o impropia) con conocimiento de las circunstancias de hecho que
se ajustan al tipo y del curso esencial de la relación de causalidad
existente entre la manifestación de voluntad y el cambio en el mundo
exterior, con conciencia de quebrantar el deber, con voluntad de realizar
el acto (u omitir la acción debida) y con representación del resultado (o
de la consecuencia del no hacer) que se quiere o consiente.

Se han creado fundamentalmente dos teorías para conceptualizar el


dolo: de una parte, la Teoría de la Representación que reputa como
dolosa toda conducta que ha sido representada por el autor en el
momento de cometer el hecho punible; y de otro lado, la Teoría de la
Voluntad restringe el dolo ya que solo es dolosa la conducta que se
ajusta al deseo, a la intención del sujeto según su voluntad personal. La
Teoría ecléctica afirma que el dolo se integra por los elementos
intelectivos o cognoscitivos y por los elementos volitivos. Esto es
modificado por la escuela finalista que extrae el dolo de la culpabilidad y
lo coloca en el tipo de injusto.

El conocimiento es importante para poder hablar de una actuación


dolosa. No se puede exigir que el sujeto realice reflexiones conscientes
sobre cada uno de los elementos del dolo. Pero no basta para el dolo
una conciencia potencial es decir que el individuo pueda llegar a conocer
o a realizar la reflexión que evitar que incurriera en la conducta.

Son elementos del dolo:

1. La voluntad. Se traduce con el verbo querer. Consiste en orientar la


actividad a realizar hacia la consecución de determinado resultado.
Querer un resultado es aceptarlo anticipadamente como cierto, probable
o posible. Sin embargo ese querer el resultado solo es predicable de los
tipos penales en los que se exige exteriorizar esa actuación, a diferencia
de los de mera conducta donde es suficiente la voluntad del
comportamiento. Sin ella no es posible la punibilidad el hecho.

2. El intelecto. Constituido por la representación o conocimiento del


mismo, la conciencia de obrar o de omitir. Este conocimiento del hecho
implica el conocimiento de los elementos objetivos integrantes del delito y
el conocimiento o representación del resultado. "Se obra, sabiendo que
se ora, porque en los delitos culposos también la acción y omisión, esto
es, la causa, es siempre voluntaria. Una omisión involuntaria es algo
extraño a la culpabilidad."

La Culpa.

El artículo 23 de la ley 599 de 2000 establece en qué circunstancias se


configura una conducta punible en modalidad culposa. "La conducta es
culposa cuando el resultado típico es producto de la infracción al deber
objetivo de cuidado y el agente debió haberlo previsto por ser previsible,
o habiéndolo previsto, confió en poder evitarlo". Nuestro Código (artículo
21) limita la culpa en ciertos casos – al igual que la preterintención – es
decir, sólo cabe en determinados delitos previstos por la ley (la culpa
pasa de la culpabilidad a la tipicidad al igual que la preterintención)
donde la existencia del elemento subjetivo no implica necesariamente
una intención o voluntad encaminada a un resultado específico, solo
debe haber una conducta de voluntariedad. La diferencia entre
voluntariedad y voluntad estriba en que la primera se manifiesta con
ausencia de deseo de causar perjuicio, "conocer, querer y hacer" como
en el caso del dolo, pero no se elimina la conciencia y el eventual
conocimiento causando una consecuencia en el mundo jurídico, mientras
que en la voluntad si hay deseo de ocasionar perjuicio. La
responsabilidad por culpa se genera cuando por una conducta
negligente, imprudente o por falta de pericia, se configura un resultado
lesivo a un bien jurídico. Para le caso en cuestión, nos interesa el tema
de la negligencia o imprudencia puesto que cuando un trastornado de
manera transitoria no toma medidas al respecto durante sus estado de
lucidez con el fin de evitar consecuencias indeseadas, incurre en tales
conductas.

La responsabilidad en una hipótesis como esta radica en la nula o poca


previsión de las consecuencias dañinas, inclusive la previsión puede ser
suficiente pero se confía en poder evitar el perjuicio lo que rayaría en
culpa con representación o inclusive en dolo eventual, asunto que
trataremos más adelante.

El concepto de prever se refiere a proyectar un juicio en el futuro mediato


o inmediato, vaticinando que de una conducta cualquiera se seguirá un
resultado determinado (relación causa – efecto). La previsibilidad es el
factor constitutivo de los delitos culposos y es necesario distinguirlo de la
previsión que en países como España, funciona como agravante. "La
previsibilidad consiste en la posibilidad genérica que un hombre de
mediana inteligencia y cultura, en un lugar dado y en determinado
momento histórico, tiene para prever el resultado como consecuencia de
su propia conducta; y en cambio, la previsión consiste en representarse
efectivamente, de parte del agente, en un caso específico, el resultado
como probable."

Se ha tenido que la culpa con previsión se asemeja al dolo "La idea del
resultado dañoso se presenta en la mente del que obra, pero a pesar de
esto, y aunque no quiera ocasionar el daño, obra igualmente, por falta de
sensibilidad moral y por lo tanto de disciplina social." La culpa con
previsión del resultado se tiene como un estado de indiferencia respecto
de este, traduciéndose en conocimiento del peligro y siendo muy próxima
al dolo. A diferencia de la culpa con previsión, la culpa sin representación
se da cuando el agente no materializa en su pensamiento el resultado
lesivo producto de su conducta, no percibe la idea de un peligro o de un
daño efectivo al bien jurídico a consecuencia de su actuar. En este tipo
de culpa, la responsabilidad es más leve puesto que la dificultad para
representar el resultado evita tomar medidas preventivas, sin embargo
esto no significa que haya ausencia de responsabilidad y es el caso de
los trastornados mentales que actúan negligentemente, cosa que no
sucede en la culpa con representación que esta muy cercana al dolo
eventual.

La negligencia consiste en una conducta positiva descuidada u omisiva


respecto de un deber objetivo de cuidado. En el caso del trastornado
transitoriamente, ese deber se viola cuando hay un conocimiento previo
de la propia peligrosidad generando una obligación para con la propia
seguridad y la ajena, de tomar las medidas conducentes a evitar
calamidades, exigiéndose un nivel de diligencia por lo menos mínimo.
"Se porta con negligencia el que viola un deber de atención que le atañe,
estando en grado de prever el resultado"

En realidad la omisión en sí no ocasiona el resultado, como si lo haría un


acción directa, sino que es una especie de "ficción" que se tiene como
causa ya que si se hubiera actuado de manera diferente y acorde, no se
habría producido el resultado lesivo. Esta negligencia puede tener su
origen en fallas de la memoria o de la concepción de las cosas, mala
atención, pereza u olvido.

4.1. Culpa y omisión.

Para Edmund Mezger, "el fundamento de todo hecho de omisión es una


acción esperada, que posibilita la aplicación de todos los criterios validos
para el hecho de comisión al hecho de omisión."

En los delitos de omisión también es admisible la modalidad culposa en


los casos en que la ley lo permite como el homicidio, siendo u n
importante elemento el deber objetivo de cuidado contemplado en el
articulo 23 del Código penal. Tal deber se refiere a las medidas de
precaución necesarias para no dejar de realizar una actividad de
salvación de un bien jurídico. Basta que el sujeto vulnere un deber de
diligencia que se le impone a todos los ciudadanos y que puede llevar a
cabo un hombre diligente. "Con esa infracción del cuidado objetivamente
debido existe una conducta objetivamente imprudente, y por tanto
antijurídica con carácter objetivo general, aunque el sujeto en concreto
por una incapacidad o facultades anímicas deficientes o perturbadas o
por una peculiar situación individual no este en condiciones de
comprender o de cumplir el deber objetivo de cuidado"
4.2. Culpa, negligencia e imprudencia.

Al hablar de negligencia o imprudencia, es importante aclarar que son


conceptos distintos pero ampliamente relacionados. Mientras que en la
imprudencia hay una conducta positiva de la cual habia de abstenerse ya
que podría ocasionar un daño o poner en peligro un bien jurídico; en la
negligencia hay una conducta negativa, ausencia de actuación – aunque
la omisión es una actuación en si: la de no actuar – en donde debía
llevarse a cabo una conducta positiva, siendo que de faltar esta podrían
causarse resultados nocivos. Por ejemplo, un paciente que sufre de
trastorno mental transitorio y que sabe que debe tomar una píldora para
evitar llegar a los episodios de ausencia de lucidez y ser así una persona
permanentemente consciente y dominante de sus actos y sus juicios de
valor y por lo tanto actuar en consecuencia, no la toma pero si toma otra
que se los causa con mayor intensidad y frecuencia aumentando su
peligrosidad, actúa con imprudencia al incurrir en una conducta que
debió evitar para no causar un resultado potencialmente lesivo – acelerar
el proceso de trastorno y su peligrosidad –; pero también actúa con
negligencia al omitir tomar el medicamento que evita que entre en
episodios de anomalía psíquica y pueda dañar a alguien. Ante este
comportamiento negligente, el paciente debe responder de omisión
culposa.

"La imprudencia es una forma de ligereza, un obrar sin precauciones"


según la sentencia del Tribunal Español de Justicia, casación del 19 de
junio de 1936.

5. Concepto de Trastorno Mental

Es trastorno mental, cualquier perturbación o anomalía en el


funcionamiento psíquico que altera gravemente, de manera permanente
o transitoria el área del intelecto, la afectividad o la voluntad como parte
de la personalidad del sujeto, impidiéndole gozar del pleno uso de sus
facultades durante su acto delictivo, tener pleno conocimiento de la
situación, basándose en la capacidad para distinguir lo licito de lo ilícito
así como entender las consecuencias de sus actos. Debe demostrarse
mediante dictamen pericial para que sea causante de inimputabilidad
penal.
Al respecto la Corte Suprema de Justicia dice: "Es aquella alteración
sicosomática que el sujeto sufre en el momento del hecho, de tan
profunda intensidad, por tal modo convulsionador de sus esferas
intelectiva, volitiva o afectiva que le impide darse cuenta de la ilicitud de
su conducta o determinarse conforme a dicha comprensión. Puede
tratarse de una anomalía biosíquica ubicable dentro de la sintomatología
clásica propia de una verdadera sicosis, de una grave forma de sicopatía
o de una compleja modalidad siconeurótica; pero también es posible que
una excepcional y honda, aunque pasajera conmoción emotiva que
obnubila la conciencia a una también transitoria pero igualmente
profunda alteración del intelecto y de la volición, generada por ingestión
de bebidas embriagantes o de sustancias narcóticas o estupefacientes.
Cuando el consumo de tales bebidas se trata, el trastorno mental puede
ser permanente si su asidua y prolongada ingestión ocasiona intoxicación
crónica, o pasajera cuando en breve término se han ingerido dosis
excesivas, o cuando un consumo aun normal de licor ha convulsionado el
sistema nervioso central de una personalidad ya predispuesta, como
ocurre en la llamada ebriedad patológica."

Para el Dr. Federico Estrada Velez el trastorno mental "es una locución
carente de sentido psiquiátrico, que no encaja en la nomenclatura de esa
ciencia, ni corresponde a ningún cuadro o síndrome sicopatológico. El
trastorno es la perturbación, el desorden o desarreglo de las facultades
mentales del sujeto, bien sea causado por factores patológicos
permanentes o transitorios, o por circunstancias ajenas a esos factores"

Psicoanalíticamente, la capacidad para comprender la ilicitud de un acto


y la autodeterminación se da con el consciente. El consciente sigue las
leyes del pensamiento aristotélico: espacialidad, temporalidad,
causalidad, identidad y contradicción. El consciente es el estrato
topográfico más superficial de la personalidad. Mediante él, el YO
mantiene contacto con el mundo de la realidad externa. Es con el
consciente que el YO mantiene contacto con el mundo de la realidad
externa. Es con el consciente que el YO tiene capacidad para
comprender la ilicitud. El YO hace parte de la personalidad según la
teoría estructural; esta incluye el SUPERYO y el ELLO. El YO tiene un
componente inconsciente y también un consciente; el segundo le permite
la relación con la realidad externa. Esto lo realiza mediante las funciones
autónomas: la conciencia, el afecto, el pensamiento, la inteligencia, el
juicio, la memoria, la atención, la sensopercepción y la conducción
motora.
En el trastorno mental el individuo tiene menoscabo del yo en sus
funciones.

6. Clases de trastorno mental

El trastorno mental puede ser de carácter temporal o de carácter


permanente, este último es conocido como enajenación mental.

La enajenación mental se basa en un fundamento de tipo general en


donde se abarcan todas las anomalías psíquicas sin especificarlas. Se
entiende por enajenación aquella condición en que se encuentra una
persona que sufre una enfermedad mental grave, con perturbaciones de
conciencia, inteligencia y voluntad. Son todas aquellas psicosis
(paranoia, esquizofrenia, histeria por ejemplo) de las cuales también
pueden presentarse episodios transitorios que desaparecen sin dejar
rastro alguno.

La diferencia básica entre la enajenación mental y el trastorno mental


transitorio estriba en la duración del trastorno, dado que en el primer
caso es crónica o de amplia existencia en el tiempo mientras que en el
segundo caso, esta es mas bien breve. Nuestro código penal en su
artículo 33, da cabida a ambas situaciones dentro del concepto de
inimputabilidad, si aun cuando no las diferencia exactamente, sí habla de
trastorno mental en su sentido general dando a entender que se refiere a
ambas circunstancias.

Sin embargo, en los artículos 70, 71 y 75, sí los distingue con base en las
medidas de seguridad que debe tomarse en cada caso.

Al estudiar las enfermedades mentales que inciden en la imputabilidad,


debe analizarse si se trata de neurosis o sicopatías, las cuales a pesar
de ser anomalías psíquicas y que se presenten continua o aisladamente,
por sí mismas no son capaces de generar la situación de inimputabilidad,
salvo algunas excepciones. Es necesario que se acompañen de
circunstancias exteriores que den lugar a reacciones inusuales o que
existan tóxicos que acentúen la anormalidad de la conducta.

6.1 Aspectos.
La imputabilidad esta constituida por dos factores que son la capacidad
de comprensión para entender la trascendencia así el significado de las
actuaciones propias; y por la capacidad de autodeterminarse para
comportarse de una u otra manera, según lo que se desee. Según Servio
Tulio Ruiz, la imputabilidad se centra en la existencia de ciertas
condiciones en el sujeto como la madurez psicológica y la sanidad
mental, para la valoración del hecho en relación con una norma penal y
de este juicio con su autor, la cual le permite determinarse (dirigir su
conducta) en uno u otro sentido. Mezger afirma que lo intelectual y la
voluntad se unen para dar origen a la capacidad de culpa o la idoneidad
para ser culpable.

Según la forma como se presenten estos dos aspectos puede darse una
serie de hipótesis y según el marco de cada una, se podría configurar un
resultado general. Si el sujeto comprende la ilicitud de sus actos y puede
actuar conforme a derecho, será plenamente imputable; sí comprende la
ilicitud de su actuar pero no puede encaminar su conducta de acuerdo
con las leyes puede darse la situación de inimputabilidad, como el caso
del pirómano que sabe que iniciar incendios es un delito pero no puede
abstenerse de hacerlo; el sujeto puede no comprender la ilicitud de su
actuación pero puede regular su conducta conforme a la ley, cosa que en
la práctica no se presentaría dado que se contraponen entre si, no se
puede comprender y no comprender la ilicitud de un comportamiento de
manera simultánea; y por último no entiende que con su actuar contraria
las normas y por lo tanto no puede encaminarse a cumplirlas, como el
caso de un epiléptico, hipótesis que da lugar a inimputabilidad. Si el
trastorno borra el poder discriminatorio que tiene la mente humana entre
el bien y el mal y entre los opuestos en general, alterando la percepción
de las realidades, también elimina la capacidad de determinación
consecuencial.

6.1.1. Aspecto Intelectivo.

Alude al verbo "comprender". Todo imputable debe ser una persona


idónea para entender gracias a unas facultades mentales sanas y
maduras y así representarse la conducta que realiza y el resultado que
busca con esta, siendo necesaria una valoración previa de lo anterior
para saber sí se quebranta o no un derecho. A contrario sensu, en la
inimputabilidad se circunscribe a la incapacidad para entender la ilicitud
del comportamiento propio, impidiendo realizar una valoración razonable
de tal comportamiento y por ende, desembocando en la ausencia de una
conducta consecuente y apropiada a los parámetros de ley. Sin embargo,
es necesario aclarar que es distinta la incapacidad de comprender que la
inconsciencia del acto que se ejecuta, hay casos en que se da una u otra
circunstancia, por ejemplo, el sonámbulo se encuentra en estado de
inconsciencia mientras que el enajenado no entiende que su
comportamiento contraría las normas legales o las buenas costumbres.

6.1.2. Aspecto Volitivo.

Alude al verbo "determinarse". Para un imputable, el aspecto Volitivo se


refiere a la idoneidad de una persona sana de mente para dirigir sus
actitudes en determinado sentido deseado para alcanzar un resultado
querido, licito o no, mientras que en un inimputable es la incapacidad de
regular su conducta desde el punto de vista del deseo de cometerlo, es
decir, la voluntad se encuentra subyugada a los instintos, como el caso
del cleptómano.

6.2. Arrebato u obcecación en la legislación española.

En el Código Penal español se considera que un sujeto actúa con


arrebato u obcecación (AyO) cuando sufre alteraciones pasionales o
emocionales e incluso psíquicas que afectan a su capacidad cognoscitiva
y volitiva, pero sin abolirla, por lo que su alcance es sólo parcial.

El AyO es un estado de ánimo que ofusca la mente proyectando su


efectividad en situaciones en las que la mayoría de las personas se
comporta de manera imprevisible.

Se entiende por arrebato una pérdida momentánea del autodominio


como consecuencia de la ira o de sentimientos afectivos. Es una
reacción ante una determinada situación vivencial, que desemboca en
una situación de descontrol.

Así los insultos, las agresiones físicas, las situaciones ambientales


estresantes, las amenazas y provocaciones pueden dar lugar a
respuestas arrebatadas. En el arrebato no se medita la acción, sino que
se actúa acaloradamente, sin prever las repercusiones que ello puede
tener. Los hechos realizados bajo arrebato entrarían en sintonía con las
reacciones en cortocircuito.
Los actos en cortocircuito o reacciones primitivas, son reacciones
momentáneas impulsivas producidas por las capas inferiores de la
personalidad, es decir, sin que intervengan la "esfera del yo" en su
función conductora, ya que ésta "llega tarde" para frenar o dar la
contraorden a la acción ya ejecutada. Se producen por lo general por
situaciones emotivas, pasionales, o circunstanciales, sin necesario
trastorno del campo de la conciencia, aunque el sujeto no alcanza a tener
clara conciencia del acto ya que representa la etapa final de un conflicto
muy traumático (rechazado o reprimido por el inconsciente) que hace
eclosión como una reacción motora elemental (reacción impulsiva); a
diferencia de los actos reflejos que tienen un origen psíquico
condicionado por el entendimiento.

La obcecación implica una situación de perturbación psíquica por hechos


externos o acontecimientos vivenciales, pero con la particularidad de que
no puede anular la responsabilidad criminal siendo su alcance sólo
atenuante.

Toda actuación realizada bajo obcecación responde a un estado que se


ha ido gestando durante un período superior al del arrebato, que es
mínimo o inmediato. El obcecado llega a esta situación después de haber
sufrido una determinada agresión continua, o haber pasado por un trance
desagradable.

De manera que la obcecación es un estado de ofuscación transitoria que


desaparece después de haberse producido el fenómeno que la detona.
Reconoce un estado de ánimo preexistente (un estado interior de
malestar, ira, celos o resentimiento) que se extiende en el tiempo y que
actúa persistentemente en el sujeto impidiéndole valorar adecuadamente
las consecuencias de una acción reactiva ante los estímulos que recibe.

Por lo tanto se puede dar en obsesivos, paranoides, depresivos, etc, que


tras un período de obcecación tienen una reacción de ofuscación que los
obnubila.

Estos cuadros admiten excepcionalmente la alevosía por excitación


psíquica pero nunca la premeditación que exige, entre otros requisitos, la
frialdad del ánimo.
Como contrapartida, los estados pasionales y el miedo excesivo (que
puede llegar al pánico o al terror) y la acción de drogas pueden constituir
auténticos Trastorno Mental.

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