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Jo h n L yo n s

P r o fe s o r d e L in g ü ís tic a
U n iv e rs id a d d e Sussex

INTRODUCCIÓN
AL LENGUAJE
Y A LA LINGÜISTICA

V e r s ió n esp a ñ o la

R a m ó n Cerdá
Ca te d rá tic o d e L en gu a E sp a ñ o la
U n iv e rs id a d de B a rc e lo n a

EDITORIAL TEIDE - BARCELONA


T itu lo original:

L A N G U A G E A N D LIN G U IS T IC S
g ) C a m b r i d g e U n i v e r s i t y P r e s s 1981
IS B N : 0 521 230 34 9 / 0 521 2 9 7 7 5 3

D erechos de !a versión en len gu a española:


C) E d ito ria l T e id e , S. A. - V ilad om at. 291 - Barcel<>n;i-29, 1984
IS B N : 84-307-7446-7 Printed in S p a in

G ráfiqu es U niversitat, S. A. - Arqu im ed es. 3 - SANT A D R IÁ DEL UESóS


D ipósit Legal B. 15.395-84
Prólogo a la versión española

E n cuestión de pocos años, hem os pasado de una acuciante penuria en trata­


dos in tro d u c to rio s a la lingüística hasta una p rolife ra ció n que ronda p o r am­
bos lados los lím ite s del exceso. Afortunadam ente, los avances indiscutibles
y los cam bios de perspectiva llevan una aceleración tal que p ro n to queda
espacio disponible para nuevos manuates atentos a las novedades. Y no sólo
eso. Pues los m ism os manuales que años atrás servían para uso de noveles
e incluso iniciados universitarios ya se em plean en los niveles de la enseñan­
za media. Con lo que el espacio disponible tam bién ha aum entado m ucho en
este sentido.
E l presente lib ro no pretende, desde luego, desplazar a ninguno de sus
m ú ltip les congéneres en esta carrera, aunque es raro que no lo haga. Com o
todos ellos, aspira no sólo a c u b rir ese com etid o global que tan bien detalla
su p ro p io a u tor en la in tro d u cción , sino tam bién a ser, al m ism o tiem po, un
te stim o n io fie l sobre las actitudes del m om en to. Quizás, a este respecto, ha­
bría que repa rar en el tra ta m ien to más bien sum ario que recib e en él la sin­
taxis o en la om isió n de la llamada lingü ística del texto, que pugna con ím petu
crecien te en tre algunos de nuestros estudiosos. Sin em bargo, tratándose de
John Lyons, uno de los lingüistas más traducidos, citados y, cabe deducir,
m e jo r con ocid os de todos los tiem pos en países de habla hispana, no sería
de extrañar que este lib r o tam bién m arcase con más o m enos prem editación
unas pautas y unos fo cos de atención inéditos para el fu tu ro inm ediato. Lugar
no fa lta para ello : véase, si no, la extensa cob ertu ra tem ática que ofrece.
D e n tro de la obra de Lyons, esta Introdu cción al lenguaje y a la lingüística
no desplaza siquiera a su aparente antecesora, la m em orable y todavía bien
vigente In trodu cción en la lingüística teórica (1971). Constituye, eso sí, un re­
llano más bajo, leve, holgado y, en consecuencia, cóm od o (de donde la p rep o­
sición ‘a’, en lugar de 'e n '). La relación entre ambos lib ros recuerda la que
existe, d e n tro del á m b ito más red ucido de la semántica, entre otras dos obras
del m ism o a u tor: Sem ántica (1980) y Lenguaje, significado y contexto (1983).
P o r lo que atañe al m arco h istórico, no tengo reparo en a firm a r que esta
síntesis, p o r el talante de sus ob jetivos, la trabazón del con ten id o y la p e ri­
cia de la exposición para in cita r continuam ente al lector, sigue la trayec­
toria de los célebres tratados de F. de Saussure, L. B loo m field , Ch. H ock e tt
o L. H jelm slev.
Desde el punto de vista estricto de la traducción, apenas hay nada que
consignar fuera del habitual y consabido em peño en fa cilita r al le c to r una
plácida y fru ctífe ra com prensión. Las aclaraciones, las adaptaciones ilu stra ti­
vas o la traducción de los ejem plos, las actualizaciones y añadidos b ib lio g rá fi­
cos y todo lo demás se han encaminado a ello, y aun a la consecución de un
estilo espontáneo que logre hacer olvidar, a la postre, que se trata de un tex­
to originariam ente urd id o en inglés. P o r este lado, sólo el le c to r m ism o tiene
la palabra, en especial a la luz de cuanto se dice sobre la tra ducción en las
secciones finales del lib ro.
Las interpolaciones de alguna entidad aparecen siem pre en tre corchetes.
Son más bien escasas, dado el tono generalizador de toda la obra. De vez en
cuando, he recu rrid o a algunos signos de tra nscripción fonética, cuya p rin c i­
pal ju stifica ció n consiste en señalar más la existencia de diferencias de p r o ­
nunciación entre expresiones que la especificación precisa de dichas diferen­
cias. P o r ello, no m e ha parecido indispensable describirlos n i enum erarlos
en una tabla especial. Tales signos están extraídos del A lfabeto F o n ético In ­
ternacional (A F I) y pueden consultarse en la inmensa m ayoría de tratados ac­
tuales de fonética o bien en los fo lle to s y opúsculos que edita la A sociación
Fonética In tern a cion a l (véase B ibliografía).
P o r lo demás, he de a d m itir que m e alienta la ín tim a esperanza de haber
con trib u id o a la adaptación de una obra que ejercerá un im p orta n te benefi­
cio en el am biente lin g ü ís tico hispánico y aun será recla m o efectivo para
cualquier m ente tocada p o r la curiosidad.

R amón C erdA
Barcelona, enero de 1984
Prefacio

E l presente lib ro está pensado para un curso del m ism o títu lo que m is cole­
gas y yo im p a rtim o s en la Universidad de Sussex a los alum nos de p r im e r año.
M u y p ocos de estos estudiantes llegan a la Universidad con la in te n ción de
especializarse en lingüística. Y aunque algunos, anim ados p o r el cu rso, se de­
cid en p o r ella y abandonan o tro s derroteros, la inm ensa m ayoría continúa
en la especialidad p reviam ente elegida al fo rm a liz a r la in scrip ción . P o r ello,
la fina lid ad del m encionado curso consiste en in tro d u c ir a los alum nos en
los con cep tos teóricos más im p orta n te s y en los hallazgos em p írico s de la
lin gü ística actual, en un nivel relativam ente no técnico, con el p ro p ó s ito de
p o n e r de relieve las conexiones que existen én tre la lin gü ística y las num erosas
disciplinas académ icas igualm ente interesadas, si bien con o b je tiv o s y pers­
pectivas diferentes, en el estudio del lenguaje. C o n fío en que este lib r ó resul­
tará tam bién prov ech o so para cursos sim ilares que so b re el lenguaje existen
hoy díá en m uchas universidades y escuelas superiores p olité cn ica s y pedagó­
gicas ta nto en nuestro país c o m o en el extra n jero. Y aún espero que despierte
asim ism o el interés d e l le c to r en general que desee aprender algo sob re la lin ­
gü ística m oderna.
E l lib ro presenta un con ten id o más am plio, y m enos exigente en sus ca­
p ítu lo s centrales, que m i In trodu cción en la lingüística teórica (1971). Resulta,
en consecuencia, m enos detallado en el tra ta m ien to de m uchos temas. E n cam ­
bio, he añadido a cada ca p ítu lo una lista de sugerencias b ib liográ fica s para un
adecuado desa rrollo temático'. E n tie n d o que esto ha de' ser su ficie n te para
que los lectores y profesores usuarios del lib ro hagan una selección de acuer­
do con. sus co n o cim ien tos sobre cada asunto y con sus p referencia s teóricas.
Pueden incluso añadir a la lista de lib ro s una serie de im p orta n tes artícu los
aparecidos en revistas especializadas cuya m ención yo he o m itid o p o r norm a
a m enos que se hayan reeditado en publicaciones más accesibles. La B ib lio ­
grafía está en consonancia con las m encionadas sugerencias para una A m p lia ­
c ió n B ib lio g rá fica y viene a representar p rá ctica m en te todos los pu n tos de
vista concurrentes. Pensando en los estudiantes que u tilic e n el lib r o sin o rie n ­
ta ció n especiatiz&da y en el le c to r general interesado en p rofu n d iza r sobre
un determ in a d o tema, he señalado unos veinte manuales y algunas c o le c c io ­
nes de a rtícu lo s de la B ib lio g ra fía con un asterisco. Con ello he p rocu ra d o
ha cer una selección representativa tanto de las distintas concepciones co m o
de los niveles de exposición.
Cada ca p ítu lo lleva una serie de Preguntas y E je rc icio s . E n algunos casos
se tra ta de sencillas cuestiones de revisión que n o req u iere n ninguna lectu ra
u lte rio r. E n o tro s — especialm ente cuando se refiere a citas de o tro s lib ro s
de lin gü ística — el estudiante se verá obligado a considera r y evaluar o p in io ­
nes distintas a las que p resen to en el lib ro. Algunas de las preguntas son bien
d ifíc ile s y n o espero que el a lu m n o las conteste sin ayuda, contand o sólo
c o n un curso de lin gü ística de diez semanas. P o r o tr o lado, entiend o que es
im p o rta n te que los estudiantes de estos cursos p ercib a n el talante de la lin ­
gü ística en sus niveles más avanzados, aunque n o necesariam ente más té cn i­
cos. ¡H ay que v e r lo que se consigue a veces con un p o c o de m anipulación
so crá tica !
L o m is m o d iría con resp ecto a un p rob le m a que he in clu id o ( tras el capí­
tu lo de G ra m á tica ). L o in venté hace m uchos años cuando enseñaba en la
U niversidad de Ind iana y se ha venido em pleando, p o r m í y p o r otros, co m o
un e je rc ic io rela tiva m en te c o m p le jo en el análisis lin gü ís tico. ¡Q uien ap orte
una s o lu ció n que satisfaga las exigencias de adecuación observacional y ex­
p lica tiv a en m enos de dos horas no necesita leer los ca p ítu los prin cip a les del
lib r o !
A unque In trod u cción al lenguaje y a la lingüística resulta m uy d is tin to
de m i In trodu cción en la lingüística teórica, ta m bién está in fo rm a d o p o r el
m is m o sentid o de con tin u id a d en la teoría lingüística, desde las épocas p r im i­
tivas hasta la actualidad. N o he in clu id o ningún c a p ítu lo que tra te espe­
cia lm e n te sobre la h is to ria de la lingüística, p e ro d e n tro de los lím ite s dis­
p on ib le s he p ro cu ra d o situ a r los temas teóricos más im p orta n te s d e n tro de su
c o n te x to h is tó ric o . H e redactado asim ism o un breve ca p ítu lo sobre estru ctu ­
ralism o, fu n cio n a lism o y g en era tivism o en lin gü ística p o rq u e las relaciones
e n tre estos m ov im ie n to s apenas si reciben, a m i ju ic io , atención, o bien apa­
recen m al interpretad as en la m ayoría de m anuales al uso. E n p a rticu la r, la
g ra m á tica generativa suele confund irse, p o r una parte, con un c ie rto tip o
de gra m á tica tra n sform ativo-generativa form alizada p o r Chom sky y, p o r otra,
con lo que yo lla m o aqu í 'gen era tivism o', igualm ente propagado p o r Chom sky
so b re todo. E n la breve exp osición que hago sob re la gra m á tica generativa, lo
m is m o que en m i lib r o Chom sky (1974) y en otras partes, in te n to m antener
las necesarias distinciones. P ersonalm ente, estoy del to d o a fa v o r de los ob­
je tiv o s de quienes em plean las gram áticas generativas — p o r m otiv os te ó ri­
cos, más que p rá ctico s — c o m o m od elos para la d e scrip ció n de la estructura
g ra m a tica l de las lenguas naturales.• C om o se p on d rá bien de m anifiesto a lo
la rg o del lib ro , yo rechazo m uchos de los dogm as del generativism o, p o r no
d e c ir todos. A pesar de ello, los p resento del m od o más im p a rcia l y o b je tiv o
posible. M i p ro p ó s ito ha sido con ced er en todas las instancias una im p o rta n ­
cia idéntica a las bases ta nto cultura les c o m o b iológicas del lenguaje. L o digo
p o rq u e se observa una recien te tendencia a destacar las últim as en detrim en­
to de las prim eras.
D ebo d ejar constancia de m i a p recio p o r la ayuda prestada al es crib ir el
lib ro hacia m is colegas, el D r. R ic h a rd Coates y el D r. G erald Gazdar. Los dos
han leíd o toda la ob ra en b o rra d o r y m e han hecho m uchos com entarios c rí­
ticos de gran utilidad, y m e han aconsejado, además, en cam pos que ellos
dom inan m e jo r que yo. N i que d e cir tiene, no hay que considerarles responsa­
bles p o r ninguna de las op iniones sostenidas en la versión -final del lib ro, y
más cuando — m e alegra decla ra rlo públicam ente— todavía discrepam os en
una serie de asuntos teóricos.
M e gustaría expresar asim ism o que m e siento deudor de m i esposa, no sólo
p o r haberm e deparado el apoyo m ora l y el a m or necesarios m ientras escribía
el lib ro, sino tam bién p o rq u e ha actuado co m o un m odelo de le c to r general
en diversos capítulos y ha c o rre g id o la m ayoría de pruebas. Una vez más, he
tenido la suerte de co n ta r con el con s ejo ed itorial experto y com p ren sivo del
D r. Jerem y M y n o tt y de la Sra. Penny C árter de la Cam bridge U niversity
Press, a quienes debo m i sin ce ro agradecim iento.

Falm er, Sussex

E n ero de 1981
1. El lenguaje

1.1 ¿Qué es el lenguaje?

L a lingüística es el estudio cien tífico del lenauaie. Se trata, al menos a prim e­


ra vista, de una definición bien sim ple que aparece en la m ayoría de manua­
les y de obras generales sobre e l tem a. Ahorá bien, ¿qué ha de entenderse
exactam ente por ‘lenguaje’ y p o r ‘cien tífico’ ? Y , p o r o tro lado, ¿puede consi­
derarse que la lingüística, tal co m o se m anifiesta en la actualidad, constituye
una ciencia?
La pregunta sobre «¿q u é es eL len gu aje?» puede com pararse con otra
— para algunos, mucho más profu n d a ren todo caso— com o «¿q u é es la, vida?»,
cuyas presuposiciones circunscriben y unifican las ciencias biológicas; Desde
luego, «¿q u é es la vid a »? n o es el tip o de pregunta que los biólogos se plan­
tean constantem ente en sus tareas diarias. Presenta más bien un halo filosó­
fico, ciertam ente, y él biólogo, co m o los dem ás científicos, suele estar dem a­
siado inm erso en los detalles de algún que o tro problem a concreto para
ponderar todo lo atingente a cuestiones tan generales com o éstas. N o obstan­
te, la presunta significación de una pregunta com o «¿qu é es la vid a »? — el su­
puesto de que todos los seres vivientes com parten alguna propiedad o con­
ju nto de propiedades que los distinguen de lo no viviente— establece los lí­
m ites del quehacer del biólogo y ju stifica la parcial autonomía de su disci­
plina. Áun cuándo puede decirse, en este sentido, que preguntar «¿q u é es la
vid a ? » proporciona a la biología su verdadera razón de existir, lo que nutre
las especulaciones y la investigación cotidiana del biólogo no es tanto la pre­
gunta misma com o la interpretación concreta que el biólogo le atribuye ju nto
con el esclarecim iento de sus im plicaciones más detalladas en el m arco de
alguna teoría aceptada por él. L o m ism o sucede con el lingüista con respecto
a la cuestión de «¿qu é es el lenguaje?».
Lo prim ero que hay que distinguir acerca de esa cuestión es la posibilidad
de entender un sentido más o menos general, esto es el sentido de una capa­
cidad para la com unicación o bien el de un sistem a concreto o lengua natural,
fin inglés, por ejem pio, existe una sola expresión, ‘language’, para ambos
sentidos, pero pueden distinguirse entre sí a base del artículo: cf. «W h a t is
language?», «¿Qué es el len gu aje?», frente a «W h a t is a language?», «¿Q ué es
una lengua?». Ciertas lenguas europeas disponen, com o en español, de dos
palabras: cf. el francés ‘langage’ fren te a ‘langue’, el italiano ‘linguaggio’ frente
a ‘lingua’, etc. Con la p rim era de estas expresiones se alude al sentido general
y con la segunda al particular. Ocurre, entonces, que en inglés cabe la posi­
bilidad de decir, m ediante una sola palabra, que alguien no sólo posee una
lengua (español, chino, m alayo, swahili, etc.), sino tam bién la capacidad del
lenguaje. Los filósofos, psicólogos y lingüistas suelen insistir en que la pose­
sión del lenguaje es lo que más claram ente distingue el hom bre de los demás
animales. En este capítulo exam inarem os más de cerca el contenido de esta
afirm ación. Por de pronto, sólo quiero destacar el hecho evidente, pero im por­
tante, de que no cabe poseer (o u tilizar) el lenguaje natural sin poseer (o uti­
lizar) alguna lengua natural.
Acabo de em plear los térm inos ‘lenguaje’ y ‘lengua natu ral’ y ello nos
lleva a otro asunto. La Dalabra ‘lengua’ no sólo se aplica al español, chino, ma­
layo, swahili. etc. — es decir, a los sistemas propiam ente adm itidos com o len­
guas— , sino también a una diversidad de sistemas distintos de comunicación,
acerca de los cuales hay opiniones bastante controvertidas. P o r ejem plo, los
m atem áticos, lógicos y técnicos en inform ática construyen con frecuencia, y
para usos determ inados, sistemas de notación que son artificiales y no natu­
rales, al m argen de que se les llam e correctam ente lenguas o no. L o m ism o
sucede con el esperanto, inventado a finales del pasado siglo para fa cilita r la
com unicación internacional, aun cuando se funde en lenguas naturales pre­
existentes y sea indudablem ente una lengua. Existen además otros sistemas
de com unicación humanos y no humanos in con trovertiblem en te naturales y
no artificiales, pero que no parecen lenguas en un sentido estricto del térm i­
no, aunque se aluda a ellos m ediante la palabra ‘len gu aje’. Recuérdense a este
propósito frases com o ‘ lenguaje de las señales’, ‘lenguaje co rp o ra l’ o ‘lenguaje
de las abejas’. La m ayoría de la gente diría seguram ente que se trata de un
uso m eta fórico o figu rativo de la palabra ‘len gu aje’. Resulta bastante intere­
sante, al menos desde la perspectiva del inglés, que en todos estos casos las
lenguas diferen ciadoras recurran a la form a que corresponde a ‘ lenguaje’ (cf.
francés ‘langage’, italian o ‘lin gu aggio’, etc.). E llo se debe a que esta form a
es más general que el o tro m iem bro de la oposición, esto es ‘ lengua’, pues
se em plea para hacer referen cia no sólo a la capacidad com unicativa en ge­
neral, sino tam bién a los sistemas com unicativos naturales o artificiales, hu­
manos o no, a los que se aplica la palabra inglesa language’ en un sentido
al parecer am pliado.
E l lingüista se ocupa prim ordialm ente de las lenguas naturales. Así, las
preguntas «¿Q u é es el len gu a je» o «¿Q ué es la lengua?» parten del supuesto
de que los varios m illares de lenguas naturales que cabe distinguir en el
mundo son. en cada caso, una m uestra concreta de algo más general. E l lin­
güista, entonces, desea saber si todas esas lenguas naturales tienen algo en
com ún que al propio tiem po n o esté presente en los demás sistemas de co­
municación. humanos o no, algo tan específico, que autorice la aplicación del
térm ino ‘lengua’ en form a exclusiva, pretirien do asi los demás sistemas co­
municativos, salvo cuando, com o el esperanto, se basen en lenguas naturales
preexistentes. De todo ello tratarem os en el nresente cauítuip.

1.2 Algunas definiciones de ‘lenguaje’ y ‘lengua’

N o es d ifíc il encontrar definiciones sobre el lenguaje y la lengua. Vam os a


exam inar algunas. Las precisiones que siguen, tanto si se han hecho en form a
de definición com o si no, establecen uno o más puntos de vista que más ade­
lante tom arem os en consideración. Todas ellas proceden de obras clásicas
y de lingüistas de gran reputación. Tom adas conjuntam ente, nos servirán para
establecer alguna indicación prelim in ar sobre las propiedades que los lin­
güistas tienden, al menos, a estim ar esenciales en el lenguaje.

(i) Según Sapir (1921: 8): « E l lenguaje es un m étodo puram ente humano
y no instintivo para la com unicación de ideas, em ociones y deseos Dor m edio
de sím bolos producidos vo lu n ta ria m e n te .» Esta definición adolece de diver­
sos defectos. Por m uy am plios que sean ios sentidos atribuidos a los térm i­
nos ‘ idea’, ‘ em oción’ y ‘ deseo’, parece evidente que mucho de lo que se comu­
nica p o r m edio d el lenguaje no queda cu bierto p er nin gu n o de ellos; sobre todo
‘idea’, que es esencialm ente im preciso. P o r otra parte, existen muchos siste­
mas de sím bolos voluntariam ente producidos que sólo consideraríam os len­
guajes en un sentido am pliado o m e ta fó rico del térm ino. P o r ejem plo, lo que
h oy se entiende popularm ente p o r m edio de la expresión ‘lenguaje corporal’
— que recurre a gestos, posturas, miradas, etc.— parece satisfacer este aspecto
de la definición de Sapir. Desde luego, queda en p ie la duda de si se trata de
algo exclusivamente humano y no instintivo. Pero esto m ism o, com o verem os,
puede preguntarse acerca de las lenguas propiam ente dichas. Es lo más im ­
portante que cabe destacar en la definición de Sapir.

(ii) En su O utline o f L in g u is tic Analysis Bloch v T ra g er escribieron (1942:


5): «L a lengua es un sistem a de sím bolos vocales arbitrarios p o r m edio del
cual fcoopera un grupo social.» L o qu e sorprende en esta definición, en con­
traste con la de Sapir, es que no alude más que indirectam ente y p o r im ­
plicación a la función com unicativa del lenguaje. En cam bio, hace hincapié
en su función social y con ello, com o verem os más adelante, presenta un as­
p ecto más bien reducido de la fu n ción que la lengua desem peña en la socie­
dad. La definición de B loch y Trager difiere de la de Sapir en que recoge la
propiedad de la arbitrariedad y en que lim ita el lenguaje a la lengua hablada
(con lo que convierte en contradictoria la frase ‘lengua escrita’). E l térm ino
‘arbitrariedad’ aparece em pleado aquí en un sentido un tanto especial, al que
atenderem os en seguida. Tam bién volverem os a la relación que hay entre len­
guaje y habla. A qu í basta decir que, en lo atingente a las lenguas naturales,
hay una relación estricta entre ambos. Lógicam ente, el habla presupone el
lenguaje, ya que no puede hablarse sin utilizar algún lenguaje (esto es, sin
hablar en una determ inada lengua), pero puede usarse un lenguaje sin nece­
sidad de hablar. Ahora bien, adm itiendo que el lenguaje es lógicam ente inde­
pendiente del habla, hay buenas razones para decir que, en todas las lenguas
naturales, al menos tal com o las conocemos, el habla es históricam ente, y
quizá biológicam ente, anterior a la escritura. La m ayoría de lingüistas acepta
este punto de vista.

(iii) En su Essav on Language, H all (1968: 158), declara que el lenguaje


es «la institución con que los humanos se comunican e intereactúan entre sí
p or m edio de sím bolos arbitrarios orales, y auditivos de uso h abitual». De
todo ello m erece destacarse, en p rim er lugar, que se m encion e tanto la comu­
nicación com o la interacción (esta últim a en un sentido más am plio y, por
tanto, más adecuado que el de ‘ cooperación’) y, en segundo lugar, que el tér­
m ino ‘oral y au ditivo' puede tom arse com o si fuese más o menos equivalente
a ‘ fó n ico ’, pues sólo se distingue de éste en que alude tanto al oyente com o al
hablante (es decir, al recep tor y al em isor de las señales fónicas que iden tifi­
camos com o enunciados lingüísticos). H all, lo m ism o que Sapir, tra ta é l len­
guaje com o institución humana y nada más. A l propio tiem po, el térm ino
institución' pone de m anifiesto que la lengua que em plea una determ inada
sociedad form a parte de la cultura de esta misma sociedad. Y una vez más,
se subraya la propiedad de la arbitrariedad.
L o más notable de la definición de H all, sin em bargo, es el em pleo del
térm ino ‘ de uso habitual’* para el que no faltan, por cierto, razones históricas.
La lingüística y la psicología del lenguaje recibieron una intensa influencia,
hace unos treinta años, especialm ente en Norteam érica, de teorías conduc-
tistas basadas en la correlación entre estím ulo y respuesta. En e l m arco teóri­
co del conductismo, el térm ino ‘hábito’ adquirió un sentido un tanto parti­
cular, pues se em pleaba con referencia a porciones de com portam iento iden-
tificables com o respuestas estadísticam ente predictibles ante determ inados
estímulos. Y com o este térm ino acuñado p or los conductistas llegaba a com ­
prender muchas cosas que nunca atribuiríam os a la acción de ningún hábito,
muchos manuales de lingüística adolecen de su em pleo más o menos, técnico,
p or lo que muestran un com prom iso, al menos por im plicación, con una u
otra versión de la teoría conductista del estímulo-respuesta transferida al uso
y adquisición de la lengua. Actualm ente suele adm itirse que se trata de una
teoría, si no totalm ente inservible, sí de aplicación muy restringida tanto a
la lingüística com o a la psicología del lenguaje.
Cuando H a ll habla de ‘sím bolos’ lingüísticos seguramente se refiere a las
señales fónicas efectivam ente transm itidas del em isor al receptor en el pro­
ceso com unicativo e interactivo. P ero es evid en te que en la actualidad carece
de sentido em plear, técnicam ente o no, él térm ino ‘hábito’ com o si los enun­
ciados de la lengua fuesen hábitos en sí m ism os o consecuencia de algún
hábito. Si p o r ‘ sím bolo’ se entiende, no los enunciados lingüísticos, sino las pa­
labras o frases de que se com ponen dichos eñunciadós, sería erróneo suponer
qu e el hablante utiliza p o r sim ple h áb ito tal o cual palabra en tal o cual ocasión.
Un rasgo fundam ental de la lengua consiste precisam ente en que, p o r lo co­
mún, no hay una conexión entre palabras y situaciones tal que pueda prede­
cirse situacionalm ente la aparición de una palabra dada del m ism o m odo que
cabe p red ecir un com portam iento habitual a p a rtir de las situaciones mis­
mas. P o r ejem plo, no solem os p rod u cir un enunciado con la palabra ‘p á ja ro ’
cada vez que nos encontram os con un p ájaro; en rigor, no es m ayor la pro­
babilidad de usar la palabra ‘p á ja ro ’ en esos casos que en cualquier o tro tipo
de situación. La lengua, com o verem os más adelante, es i n d e p e n d i e n t e
del estímulo.

(iv ) Robins (1979a: 9-14), p o r su parte, no fa cilita ninguna definición fo r ­


m al de la lengua; al contrario, afirm a con razón que esas definiciones «tie n ­
den a ser triviales y carentes de in form ación, a menos que presupongan...
alguna teoría general sobre la lengua v el análisis lingü ístico». L o que sí hace,
en cam bio, es enum erar y exam inar una serie de hechos relevantes que «d e ­
ben ser tenidos en cuenta en toda teo ría d el lenguaje que se precie de seriedad».
A lo largo de las sucesivas ediciones de su manual, precisa que las lenguas
son «sistem as de sím bolos... basados casi p o r com pleto en una convención
pura o a rb itra ria », y luego hace un especial hincapié en su flexibilidad y adap­
tabilidad.1 Tal vez no hay in com patibilidad lógica entre el punto de vista de
que las lenguas son sistemas fundam entados en el hábito (entendiendo ‘há­
b ito ’ en un sentido particular) y la concepción de Robins. Después de todo,
no hay dificultad en adm itir que un sistem a de hábitos cam bie a lo largo
del tiem po en virtu d de las necesidades cam biantes de sus usuarios. N o obs­
tante, es infrecuente asociar el térm in o ‘h áb ito’ con el com portam iento adap­
table. Más adelante habrem os de exam inar un poco más de cerca la noción
de extensibilidad infinita. Con ello verem os la necesidad de establecer una
distinción entre extensibilidad y m odificabilidad de un sistem a y extensibili­
dad o m odificabilidad de los productos de este sistema. Conviene recon ocer
asim ism o que, en lo que atañe al sistema, ciertos tipos de extensión y m odi­
ficación son teóricam ente más interesantes que otros. P o r ejem plo, la posibi­
lidad de que puedan entrar en el vocabu lario de una lengua nuevas palabras

1. En ediciones anteriores (1964: 14; 1971: 13), dice: «Las lenguas son infinitamente
extensibles y modificables a partir de las necesidades y condiciones cambiantes de los
hablantes.» En la última edición ‘adaptables’ sustituye a ‘infinitamente extensibles'.
en cualquier m om ento presenta un interés muy in ferio r a la posibilidad de
que puedan aparecer, y realm ente aparezcan, nuevas construcciones gram ati­
cales a lo largo del tiem po. Uno de los temas centrales de la lingüística con­
siste en determ inar si hay lím ites en este últim o tipo de m odiñcabilidad y,
en caso afirm ativo, en sentar cuáles son estos límites.

(v ) La últim a definición que vam os a aducir aquí pulsa una nota bien
diferen te: «D e ahora en adelante consideraré que una lengua es un conjunto
(fin ito o infinito) de oraciones, cada una de ellas finita en longitud y compues­
ta por un conjunto finito de elem en tos.» Esta definición procede de Syn tactic
S tru ctu re s (1957: 13) de Chomsky, cuya publicación inauguró el m ovim iento
denom inado gram ática tran sform ativa. En contraste con las demás definicio­
nes, trata de abarcar mucho más que las lenguas naturales. Ahora bien, según
Chomsky, todas las lenguas naturales, en form a hablada o escrita, son lenguas
en el sentido de su definición, puesto que (a ) toda lengua natural presenta
una cantidad finita de sonidos (y una cantidad finita de letras, en el supuesto
de que se escriba en un sistem a alfabético), y (b ) porque, si bien puede haber
un núm ero infinito de oraciones en la lengua, cada oración puede represen­
tarse com o una secuencia finita de sonidos (o letras). La tarea del lingüista,
p o r tanto, consiste en describir una lengua natural para determ inar, entre
sus secuencias de elem entos, cuáles constituyen oraciones y cuáles no. A su
vez, la tarea del lingüista teórico que interprete la pregunta «¿Q ué es la len­
gu a?» en el sentido de «¿Q u é es la lengua natural?» consiste en revelar, si
puede, las propiedades estructurales, en caso de haberlas, que distinguen las
lenguas naturales de lo que, en contraposición, cabe denom inar lenguas no
naturales.
Chomsky está persuadido — y ha acentuado esa postura en su obra más
reciente— de que no sólo existen realm ente estas propiedades estructurales,
sino que son tan abstractas, com plejas y específicas en su finalidad, que nin­
gún niño em peñado en la adquisición de la lengua nativa puede aprenderlas
de la nada. Han de estar presentes en el conocim iento del niño, en algún sen­
tido, antes e independientem ente de que éste tenga experiencia alguna con
una lengua natural, pues los ha de u tilizar en el proceso misjno de adquirirla.
P o r este m otivo, Chomsky se considera racionalista y no em pirista. Más ade-
lanre volverem os a esta cuestión (cf. 7.4).
H em os citado con cierta am plitud la definición de Chomsky sobre ‘ lengua’
p o r el contraste que o frece con las demás definiciones, tanto en estilo com o
en contenido. N ada m enciona sobre la función com unicativa de las lenguas,
naturales o no. com o tam poco sobre la naturaleza sim bólica de sus elem entos
o secuencias. En cambio, concentra su atención en las propiedades puram en­
te estructurales para p ropon er que deben investigarse desde un punto de vista
m atem áticam ente preciso. Una de las principales contribuciones de Chomsky
a la lingüística consiste en haber concedido una especial atención a lo que
él m ism o llam a la d e p e n d e n c i a e s t r u c t u r a l de los procesos aue
configuran las oraciones de las lenguas naturales y en haber form ulado uña
teoría general de la gram ática basada en una cierta definición de esta pro­
piedad (cf. 4.6).
Las cinco definiciones de ‘ lengua’ que acabamos de citar y examinar bre­
vem ente han servido para introducir algunas propiedades que los lingüistas
consideran rasgos esenciales de las lenguas tal com o las conocemos. La ma­
yoría estim a que las lenguas son sistemas de sím bolos diseñados, com o si
dijéram os, para la comunicación. Tam bién nosotros adoptarem os este supues­
to más abajo, en el apartado titulado ‘ E l punto de vista sem iótico’ . Como
verem os, la semiótica- es la disciplina o ram a de estudio que se ocupa de in­
vestigar el com portam iento sim bólico y com unicativo. Lo que p o r el m om ento
nos interesa es saber si existe alguna propiedad o conjunto de propiedades,
que distinga las lenguas naturales de otros sistemas s e m i ó t i c o s. Entre
las ya mencionadas se cuentan la arbitrariedad, la flexibilidad y la modifi-
cabilidad, la libertad con respecto al control de estím ulo v la dependencia
estructural. En su debido m om ento añadirem os otras. Y en 1.4 tratarem os
sobre la relación entre lengua y habla.

1.3 Comportamiento lingüístico y sistemas lingüísticos

H a llegado el m om ento, sin em bargo, de sentar algunas distinciones de sen­


tido necesarias entre ‘ lenguaje’ y ‘lengua’ [d a d o que en algunas lenguas, com o
en inglés, se confunden en un solo térm in o ]. Y a m e he referid o a la distin­
ción entre lenguaje en general y una determ inada lengua. E l a d jetivo ‘ lin­
gü ístico’, en consecuencia, es am biguo (pues se refiere al ‘ lenguaje’, a la ‘ len­
gua’ y aun a la ‘ lingüística’ ). P or ejem plo, la frase ‘com petencia lingüística’,
que ha em pleado Chomsky y a partir de él otros para referirse al dom inio que
una persona tiene de una determ inada lengua, se em plearía con no menos
soltura en el inglés [ y otras lenguas] de todos los días para aludir a la ha­
bilidad o facilidad con que alguien adquiere o utiliza, no ya una lengua con­
creta, sino el lenguaje en general. (L o m ism o sucede con expresiones com o
‘ aprendizaje lingüístico' o ‘adquisición lingüística’ .) Casi siem pre el contexto
basta para deshacer la ambigüedad, pero, en todo caso, conviene mantener
aparte ambos sentidos.
Usar una lengua y no otra equivale a com portarse de una m anera y no
de otra. Tanto eT lenguaje en general com o las lenguas en concreto pueden
concebirse com o un com portam iento o actividad, parte del cual, al menos,
es observable y reconocible com o c o m p o r t a m i e n t o l i n g ü í s t i c o , no
sólo por los propios interlocutores (esto es, hablantes y oyentes en el caso
de la lengua hablada), sino también p o r los observadores no directam ente
im plicados en ese com portam iento, típicam ente interactivo y com unicativo,
en el m om ento de producirse. Por lo demás, aunque el com portam iento lin­
güístico sea casi siem pre, por no decir siem pre, esencialm ente com unicativo,
cabe la posibilidad de que los observadores externos lo reconozcan aun en
caso de ignorar la lengua utilizada y de no poder interpretar, por tanto, los
enunciados producidos por él.
E l lenguaje o la lengua, entonces, puede considerarse legítim am ente desde
el punto de vista del com portam iento o de la conducta (si bien no necesaria­
mente desde un punto de vista conductista), pero también desde otros dos
más, por lo menos. Uno de ellos tiene que ver con la distinción term inológica
de Chomsky entre ‘com petencia’ y ‘actuación’; el otro, con la distinción, un
tanto distinta, que estableció Saussure en francés, a principios de siglo, entre
‘ langue’ y ‘p a ro le’.
Cuando decimos que alguien habla español, querem os decir una de dos:
o bien (a ) que de un m odo habitual u ocasional se entrega a un determ inado
tipo de com portam iento, o bien (b ) que tiene la capacidad (tan to si la eiercitá
com o si no) de em prender este particular tipo de com portam iento. S i aludi­
mos a lo prim ero mediante a c t u a c i ó n v a lo segundo mediante c o m p e ­
t e n c i a , podem os afirm ar que la actuación presupone la competencia, m ientras
que la com petencia no presupone la actuación. Dicho así, la distinción entre
com petencia y actuación no parece ofrecer dificultades, al igual que la acla­
ración u lterior de Chomsky de que, por muy holgadam ente que se entienda
el térm ino ‘com petencia lingüística’, debe adm itirse que en el com portam iento
lingüístico de la gente a menudo concurren muchos más factores de los que
cabe atribuirle. En cambio, gran parte de la form ulación más detallada del
propio Chomsky sobre la noción de com petencia lingüística resulta enorm e­
m ente controvertida. Pero no vamos a detenernos en ello por ahora (c f. 7.4).
Aquí basta con notar que para Chomsky lo que realm ente hacen los lingüistas
cuando describen una determ inada lengua no es describir la actuación m ism a
(es decir, el com portam iento), sino la com petencia de sus hablantes (en lo
que tiene de puram ente lingüístico) que subyace a la actuación y la hace p o­
sible. La com petencia lingüistica equivale, pues, al saber que se tiene acerca
de una lengua. IT com o la lingüistica se ocupa de la identificación y el examen
teóricam ente satisfactorio de los determinantes de la com petencia lingüística,
debe clasificarse, según Chomsky, com o una ram a de la psicología del cono­
cimiento.
A su vez. la distinción entre ‘langue’ y ‘ parole’, ta l com o la em itió o rig i­
nalm ente Saussure, encubre una serie de distinciones lógicam ente dependien­
tes. Las más im portantes se referían a la distinción entre lo potencial y lo
actual, p o r una parte, v entre lo social y lo individual, p o r otra (cf. 7.2). Lo
que Saussure llamaba ‘langue’ se refiere a la lengua comúnmente com partida
por todos los m iem bros de una c o m u n i d a d l i n g ü í s t i c a dada (esto
es p o r todos los hablantes reconocidos de la misma lengua). E i térm ino fran ­
cés ‘ langue’, que, com o vemos, no es más que la palabra que significa «len gu a»,
se deja sin traducir a menudo cuando se em plea técnicam ente en el sentido
saussureano. N osotros em plearem os el térm ino 'sistema lingü ístico’ en lugar
de aquél [o de ‘lengua’ ], y establecerem os un contraste con el de ‘com porta­
miento lingüístico’ [en lugar de ‘habla’ ], al menos al principio, tal com o Saus­
sure contrastaba ‘ langue’ y ‘ parole’. Un s i s t e m a l i n g ü í s t i c o es un fe­
nóm eno social, o una institución, puramente abstracta en sí misma, p o r cuanto
carece de existencia física. Dero aue se realiza ocasionalm ente en el c o m-
p o r t a m i e n t o l i n g ü í s t i c o de los miembxQ&_de la comunidad. Hasta
cierto punto, lo que Chomsky denomina com petencia lingüística se identifica
con bastante naturalidad, no con el sistem a lingüístico, sino con el conoci­
m iento que el hablante típico tiene de dicho sistema lingüístico. Y com o Saus­
sure hizo un especial hincapié en el carácter social o institucional de los sis­
temas lingüísticos, consideraba la lingüística más cerca de la sociología y de
la psicología social que de la psicología del conocim iento. Muchos lingüistas
han adoptado el m ism o punto de vista. Otros, en cam bio, han sostenido que
los sistemas lingüísticos pueden y deben estudiarse independientem ente de sus
im plicaciones psicológicas o sociológicas. V olverem os a ello en el capítulo 2.
P o r el m om ento advirtam os tan sólo que cuando decim os que el lingüista se
interesa p o r el lenguaje, querem os decir que se interesa, pn m ordialm ente, por
la estructura de los sistemas lingüísticos.

1.4 Lengua y habla

Uno de los principios cardinales de la lingüística m oderna afirm a que la len­


gua hablada es más básica que la escrita. E sto n o significa, sin em bargo, que
la lengua deba identificarse con el habla. P or ello, precisam ente, hay que es­
tablecer una distinción entre las señales lingüísticas y el m e d i o en que se
manifiestan dichas señales. Así, es posible leer en voz alta un texto escrito
y, viceversa, anotar lo que se dice. Los hablantes nativos ilustrados pueden
decir, en general, si la transferencia de una señal lingüística de un m edio
a o tro se ha llevado a cabo con corrección o no. Y en tanto que lengua es
independiente del m edio en que discurren las señales lingüísticas, direm os
que tiene la propiedad de la t r a n s f e r i b i l i d a d de m edio. Una propiedád
de la m ayor im portancia, p o r cierto, aun cuando se le haya prestado una
atención dem asiado exigua al analizar la naturaleza de la lengua, pues, com o
verem os, depende de otras con las que contribuye a dar flexibilidad y adap­
tabilidad a los sistemas lingüísticos.
¿En qué sentido cabe entender, entonces, que la lengua hablada es más
básica que la escrita? ¿ Y a qué se debe que tantos lingüistas tiendan a con­
siderar com o un rasgo definitorio de las lenguas naturales el de ser sistemas
de señales fónicas?
En p rim er lugar, los lingüistas parecen arrogarse la m isión de co rreg ir las
desviaciones de la gram ática y la enseñanza tradicional de la lengua. Hasta
hace poco, los gram áticos se han. ocupado casi exclusivam ente de la lengua
literaria y apenas han atendido el habla coloquial. Y dem asiado a menudo
han tratado el uso litera rio com o si fuese la norm a de corrección para la
lengua y han condenado el uso coloquial, en la m edida en que difiere del li­
terario, com o a lgo no gram atical, descuidado e incluso ilógico. A lo largo del
siglo pasado hubo un gran progreso en la investigación sobre la evolución
h istórica de las lenguas. Los estudiosos llegaron a com prender m e jo r que
nunca que los cam bios producidos en la lengua de los textos escritos en dis­
tintos períodos — como, p o r ejem plo, aquellos que con los siglos transfor­
m aron el latín en francés, italiano, español, etc.— podían explicarse a base
de cam bios ocurridos en la lengua hablada. La continuidad y la ubicuidad del
cam bio lingüístico quedan considerablem ente oscurecidas en los textos es­
critos del pasado a causa del conservadurism o de las tradiciones ortográficas
de muchas culturas y p or el uso secular, en documentos legales y religiosos
y en la literatura, de un estilo de escritura cada vez más arcaico. En últim o
térm ino, todas las grandes lenguas literarias del mundo derivan de la lengua
hablada p o r una determ inada comunidad. Más aún, sólo por sim ple accidente
h istórico el habla de una región o de una clase social se convierte en la base
de una lengua literaria estándar para determ inadas comunidades y, en con­
secuencia, los dialectos de otras regiones o de otras clases sociales reciben
frecu entem ente un trato discrim in atorio com o de variantes in feriores de
aquella lengua. La fu erza de los preju icios tradicionales en fa v o r de la lengua
estándar en su form a escrita es tan potente, que los lingüistas apenas pue­
den convencer a los profanos de que los dialectos no reconocidos resultan,
p o r lo general, no menos regulares o sistem áticos que las lenguas literarias
más encumbradas y que tienen sus propias normas de corrección inmanentes
al uso de sus propios hablantes nativos. Una de las prim eras y más difíciles
tareas que deben em prender los estudiantes de lingüística consiste en consi­
derar la lengua hablada en sus propios térm inos, com o si dijéram os, sin pensar
que la pronunciación de una palabra o una frase esté, o deba estar, deter­
m inada p o r su form a ortográfica.
E l deseo de co rregir el eq u ilib rio en fa vo r de la investigación sin pre­
ju icio s del habla y de la lengua hablada no justifica, p o r supuesto, que se
adopte el prin cip io de que la lengua hablada es más básica — y no sim ple­
m ente no menos básica— que la escrita. Y a todo esto,, ¿qué significa, aquí,
‘básico’ ? La p r i o r i d a d h i s t ó r i c a del habla sobre la escritura no o fre ­
ce apenas dudas. N o existe ni ha existido en el pasado, qu e se sepa, ninguna
sociedad humana conocida sin la capacidad de hablar. Y aunque las lenguas,
tal com o las encontram os hoy en la m ayor parte del mundo, pueden ser es­
critas o habladas, la inmensa m ayoría de las sociedades, hasta hace bien poco,
han sido total o casi totalm ente analfabetas. La p riorid a d histórica, no obs­
tante, es mucho menos im portan te que otros tipos de prioridad im plicados
p o r el térm ino ‘básico’ en este contexto, pues alude a una presunta prioridad
estructural, funcional y, al parecer, biológica.
Podem os aclarar com o sigue la supuesta p r i o r i d a d e s t r u c t u r a l
de la lengua hablada. Si om itim os, de m om ento, las diferencias de estilo que
cabe en contrar entre lenguas escritas y habladas correspondientes y adopta­
mos el supuesto de que toda oración hablada aceptable puede transferirse a
o tra oración escrita tam bién aceptable, y a la inversa, no hay m otivo para
pensar que alguna de estas versiones haya de derivar de la otra, com o no sea
p o r circunstancias puram ente históricas. L a estructura de las oraciones es­
critas depende de distinciones reconocibles de form a gráfica, m ientras que
la de las oraciones habladas se basa en distinciones reconocibles de sonido.
En el caso, teóricam ente ideal, de que hubiese una correspondencia biunívoca
entre las oraciones escritas y habladas de. una lengua, cada oración, escrita
sería i s o m ó r f i c a (es decir, tendría la misma estructura interna) con la
correspondiente oración hablada. Por ejem plo, si las oraciones escritas em­
plean un sistema de escritura alíabético, cada letra estará en correspondencia
con un determ inado sonido, y las distintas combinaciones de letras se corres­
ponderán biunívocam ente, com o sílabas o palabras, con ciertas com binacio­
nes de sonidos. N o todas las com binaciones de letras son admisibles, com o
tam poco todas las de sonidos. Pero hay una im portante diferencia, a este res­
pecto, entre letras y sonidos. La capacidad com binatoria de los sonidos u tili­
zados en una lengua depende, en parte, de las propiedades del m edio m ism o
en que se manifiestan (hay com binaciones ae sonidos impronunciables o muy
difíciles de pronunciar) y, en parte, de restricciones más concretas que valén
sólo para la lengua en cuestión. A su vez. la capacidad de las letras para com ­
binarse entre sí resulta totalm ente im p redictib le a juzgar p or su aspecto ex­
terno. Sin em bargó, es mas o menos prealctíble en las lenguas que emplean
un sistem a de escritura alfabético si se atiende a la asociación de las form as
con los sonidos v a la capacidad com binatoria que presentan en el habla
los propios sonidos. E n este aspecto^ por tanto, la lengua naDiada es estruc­
turalm ente más básica que la escrita^ aun cuando ambas pueden ser isomór-
ficas, en un ideal teórico al m enost y en un plano de unidades superiores com o
palabras v frases. H ay que tener en cuenta aquí que esto no cuenta para las
lenguas qu e utilizan sistemas de escritura donde las form as no establecen
una correspondencia con los sonidos, sino con las palabras enteras. N o sirve,
por ejem plo, para el chino clásico, escrito en caracteres tradicionales, o para
el antiguo egipcio, escrito en jeroglíficos. Y com o precisam ente, en general,
no hay prioridad estructural de la lengua hablada sobre la escrita, al menos
para el chino, una m ism a lengua escrita puede ponerse en correspondencia
con dialectos hablados muy distintos entre sí y aun mutuamente incom pren­
sibles.
La p r i o r i d a d f u n c i o n a l es más fácil de describir y de com pren­
der. Aun hoy, en la más culta de las sociedades industrializadas y burocrati-
zadas, la lengua hablada se em plea para una serie de com etidos más extensa
que la lengua escrita, m ientras que ésta sirve de sustituto funcional del habla
sólo en situaciones que hacen im posible, poco fiable o ineficaz la comunica­
ción vocal-auditiva. Tam bién la invención del teléfono y del m agnetófono ha
facilitado el uso de la lengua hablada en circunstancias en que antaño se hu­
biese em pleado la escrita. Las razones que dieron lugar a la invención de la
escritura eran para asegurar la com unicación fidedigna a distancia y conservar
docum entación im portan te de tipo legal, religioso o com ercial. Él hecho de
que a lo largo de la historia se hayan em pleado textos escritos para esta clase
de altos designios y de que sean más fidedignos y duraderos que los enuncia­
dos hablados (a l menos m ientras no se han instaurado m étodos m odernos
para la grabación del sonido) ha contribu ido a conferir, en muchas culturas,
una m ayor solem nidad y prestigio a la lengua escrita.
Con ello llegamos a la cuestión más controvertida de la p r i o r i d a d
b i o j ó__g i c a. H ay muchos indicios que sugieren que los seres humanos es­
tán genéticam ente program ados no sólo para adqu irir el lenguaje, sino. tam-_
Sien, v com o parte del mismo proceso, para produ cir y reconocer sonidos de
habla. A menudo se ha señalado que los llamados órganos del habla — pulm o­
nes, cuerdas vocales, dientes, lengua, etc.— cumplen ante todo una función
biológicam ente más básica que la de produ cir señales fónicas. Y así es, en
efecto: los pulmones se em plean para respirar, los dientes y muelas para
m asticar la comida, y así sucesivamente. Y lo que no es menos im portante,
todos los niños empiezan a barbotear cuando alcanzan los pocos meses de
edad (a menos que sufran algún trastorno m ental o físico que se lo im pida);
y el gorjeo, que com prende la producción de una gama más am plia de so­
nidos de lo que contiene el habla de quienes están en contacto con el niño, no
puede explicarse satisfactoriam ente por la sim ple im itación de papagayo, por
parte del niño, de los sonidos que oye a su alrededor. Además, ya se ha dem os­
trado experim entalm ente que los niños pequeños son capaces, a p a rtir de las
prim eras semanas de vida, de distinguir sonidos de habla y que se hallan pre­
dispuestos, por así decirlo, para prestarles atención. Los más cercanos parientes
del hom bre entre los prim ates superiores, aun poseyendo un aparato fisiológico
muy sim ilar no muestran la misma predisposición para produ cir o distinguir
los sonidos característicos del habla humana. Ésta puede ser la razón principal
por la que han fracasado los intentos de enseñar la lengua hablada a chimpan­
cés, aun cuando se haya alcanzado un cierto éxito al enseñarles lenguas, o siste­
mas comunicativos, con señales que se producen manualmente y se in terpre­
tan visualmente. (H oy es sabido ya que los chimpancés, en su hábitat natural,
se comunican entre sí mediante gestos acompañados de gritos, y que las
señales gesticulares parecen estar mucho más copiosam ente diferenciadas que
las llamadas vocales: cf. 1.7)» Finalmente, ocurre que los dos hem isferios del
cerebro humano son funcionalmente asim étricos a partir de la niñez, pues
cada uno de ellos se vuelve dominante con respecto a la ejecución de deter­
minadas operaciones. En la m ayoría de la gente dom ina el h em isferio iz­
quierdo, el cual lleva a cabo gran parte de la interpretación de señales lin­
güísticas. y responde m e jo r al tratam iento de los sonidos del habla, si bien
no a otros tipos de sonido, que el hem isterio derecho (ct. 8.3).
Este tipo de evidencia, aun sin ser concluyente, resulta m uy sugestiva.
De acuerdo con una hipótesis plausible, el lenguaje humano se desarrolló, en
un m om ento dado de la evolución de la especie, a partir de un sistem a com u­
nicativo gesticular y no vocal, y no faltan rabones para im aginar p o r qué
habría ocu rrido así. Tan to si esta hipótesis es correcta com o si no, los datos
aducidos en el párrafo anterior apuntan a la conclusión de que, para el hom ­
bre, en su actual estado de desarrollo evolutivo, el sonido, y más en concreto
la gama fónica audible que pueden produ cir los órganos de fonación, es el
medio natural o biológicam ente básico en que se realiza el lenguaje. Si es así
ciertam ente, los lingüistas quedan justificados, no sólo para em plear el tér­
mino de ‘órganos del habla', sino también para postular una relación no con­
tingente entre las lenguas y el habla.
Queda en pie, sin em bargo, la diferen cia entre la prioridad biológica y la
p rioridad lógica. Com o hemos subrayado ya, la lengua tiene, en grado sumo,
la propiedad de la tran sferibilidad de m edio. En el curso norm al de las acon­
tecim ientos, los niños adquieren naturalm ente un dom inio de la lengua habla­
da (esto es, en virtu d de unas dotes biológicas y sin ninguna preparación
especial), m ientras que la lectura y la escritura son habilidades especiales
en las que los niños reciben una instrucción igualm ente especial basada en
el conocim iento previo de la lengua hablada. A pesar de todo, no sólo los
niños, sino tam bién los adultos, pueden aprender a leer y a escribir sin ex­
cesiva dificultad, y aun es posible, aunque no habitual, aprender una lengua
escrita sin tener un dom inio p revio de la correspondiente lengua hablada.
Cabe incluso la posibilidad de aprender sistemas gesticulares de com unica­
ción no basados en ninguna lengua escrita o hablada, com o sucede con algu­
nos sistemas em pleados p or los sordom udos. Si llegáram os a descubrir una
sociedad con un sistem a de com unicación escrito o gesticular que tuviera las
demás propiedades distintivas del lenguaje, pero que nunca se hubiese reali­
zado en el m edio hablado, seguramente nos referiríam os a este sistem a co­
m unicativo com o si se tratara de una lengua. N o hay que conceder, p o r con­
siguiente, dem asiado peso a la prioridad biológica del habla.
P o r lo demás, en cuanto a la descripción de las lenguas, el lingüista tiene
buenas razones para tratar las correspondientes m odalidades escritas y ha­
bladas com o si fuesen más o menos isomórficais, pero no totalm ente. Com o
se ha dicho antes, el isom orfism o com pleto no es más que un ideal teórico.
N o existe sistem a ortográfico (al m argen de los sistemas de transcripción
que los fonetistas han diseñado para este p ropósito) capaz de representar
todas Tas distinciones im portantes del habla. De ahí que, en general, haya
diversas maneras de pronunciar una m ism a oración escrita, con diferencias
de acento, entonación, etc. Los signos de puntuación y el em pleo de cursiva
o mayúsculas cum plen el m ism o com etido en la lengua escrita aue el acento
y la entonación én la lengua hablada, p ero los recursos gráneos nunca pueden
representar adecuadarñente todas las diferencias fónicas significativas. H ay
que prestar asim ism o el debido reconocim iento a í hecho de que siem pre hay
diferencias tanto funcionales com o estructurales entre las correspondientes
m odalidades escritas y habladas. La extensión de la diferen cia varía, p o r m o­
tivos históricos y cultúrales, de una a otra lengua. En árabe y en tam il, por
ejem plo, la diferen cia de gram ática y de vocabulario es m uy considerable.
Menos notable resulta en inglés. [ Y quizás aún menos en español.] P ero aun
en español, hay palabras, frases y construcciones gram aticales que se consi­
deran dem asiado coloquiales para figurar en la lengua escrita (p. ej., ‘se la
dio con queso’ ) o, a la inversa, dem asiado literarias para la lengua hablada
(p. ej., ‘con el espíritu en abundancia de ínclitos designios’).
Los térm inos ‘coloqu ial’ y ‘litera rio ’ son bien reveladores. En principio, hay
que establecer una clara distinción entre ‘coloqu ial’ y ‘h ablado’, p o r una par­
te, y entre 'lite ra rio ' y ‘ escrito ’, por otra. Desde luego, es d ifíc il de m ante­
nerla en la práctica, pues en algunas lenguas la distinción entre diferencias
de m edio ( ‘escrito ’ fren te a ‘hablado’) y diferencias de estilo ( ‘ coloqu ial' fren ­
te a ‘ litera rio ’ ) carecen casi de sentido. Lo m ism o sucede con la distinción
entre diferencias de m edio y diferencias de dialecto ( ‘ estándar’ fren te a ‘ no
estándar’, etc.). E l postulado teórico del isom orfism o entre lengua escrita y
hablada form a parte de lo que más abajo denom inam os la ficción de la ho­
m ogeneidad (cf. 1.6).

1.5 E l punto de vista semiótico

Es corriente que la sem iótica reciba una diversidad de definiciones: com o


ciencia de los signos, del com portam iento sim bólico o de los sistemas de
comunicación. En su p ro p io cam po ha habido grandes polém icas sobre la di­
feren cia entre signos, sím bolos y señales, y aun sobre la am plitud del tér­
m ino ‘com unicación’. Para nuestro inm ediato propósito, atribu irem os a la
sem iótica el estudio de los sistemas de comunicación, v darem os a ‘com uni­
cación’ un.sentído más bien extenso que no im pliqu e forzosam en te la i n t e n ­
c i ó n de in form ar. S ólo así puede hablarse de com unicación anim al sin
levantar cuestiones filosóficas controvertidas.
H ay conceptos que son pertinentes para la in vestigación de todos los
sistemas com unicativos, humanos y no humanos, naturales y artificiales. Se
transm ite una s e ñ a l de un e m i s o r a un r e c e p t o r (o grupo de re­
cep tores) por un c a n a l de comunicación. La señal tendrá una determ inada
f o r m a y tran sm itirá un cierto s i g n i f i c a d o ( o m e n s a j e ) . La cone­
xión entre la form a y el significado de una señal vien e determ inada p or lo
que (en un sentido más bien general del térm ino) suele denom inarse en se­
m iótica el c ó d i g o : el m ensaje es codificado p or el em isor y descodificado
p o r el receptor.
Desde este punto de vista, las lenguas naturales son códigos y admiten,
p o r tanto, una com paración con otros códigos en todos los aspectos posibles:
en cuanto al canal p o r el que se transmiten las señales, p o r la form a, o es­
tructura, de las señales, p o r el tipo o gam a de m ensajes codificables, y así
sucesivamente. La dificultad radica en determ inar qué propiedades de los
códigos, o de los sistem as com unicativos en que éstos operan, son im portan­
tes para establecer la com paración y qué otras son insignificantes o menos
im portantes. E l problem a se agrava porque muchas de las propiedades que
cabría considerar decisivas son graduales, p or lo que parece p referib le com ­
parar códigos p o r el grado en que se presenta o actúa una determ inada
propiedad que no a base tan sólo de si tal o cual prop ied a d se halla o n o
presente. A veces se han hecho com paraciones más bien absurdas, entre las
lenguas y los sistemas de com unicación de determ inadas especies de pájaros
y otros animales p o r eleg ir una propiedades en vez de otras y no prestar aten­
ción a su graduabilidad.
Con respecto al canal de comunicación, poco hay que decir, salvo que,
contra lo que ocu rre con los códigos utilizados p o r muchos animales, si no
por todos, la lengua tiene la propiedad, en muy alto grado, de la tran sferí -
bilidad de m edio. Y a hemos tratado este asunto en el apartado anterior. Las
nociones de m edio y canal se hallan, desde luego, intrínsecam ente conecta­
das entre sí, pues las propiedades del m edio derivan de las que tiene norm al­
mente el canal de transmisión. Es im portante, a pesar de todo, distinguir
ambas nociones con referencia a la lengua, ya que tanto la lengua escrita
com o la hablada pueden transm itirse a través de una gran variedad de ca­
nales. Así, cuando em pleam os el térm ino ‘ m edio’ , en vez de ‘ canal’t no nos
referim os a la transm isión real de señales en un m om ento dado, sino a las
diferencias funcionales y estructurales sistemáticas entre lo típico de la es­
critura v lo típico del habla oral. P o r muy paradójico que parezca a prim era
vista, el español escrito puede transm itirse p or un canal vocal-auditivo (es
decir p o r m edio del habla) y, a su vez, el español hablado puede también
transm itirse p or vía escrita (si bien no m uy satisfactoriamente, con la orto­
gra fía al uso).
Tal vez la característica más destacada de la lengua en com paración con
otros códigos o sistem as-com unicativos sea su flexibilidad y versatilidad. Po­
dem os u tilizar la lengua para desahogar nuestras emociones y sentimientos,
para p ed ir ayuda a los com pañeros, para amenazar y prom eter, para dar ór­
denes, form u la r preguntas o em itir opiniones. Podem os referirnos al pasado,
al presente o al futuro, a cosas muy rem otas del lugar de la enunciación e
incluso a cosas que pueden no existir o que no pueden existir. Ningún otro
sistema de comunicación, humano o no, parece contar con un grado compa­
rable de flexibilidad y versatilidad. E n tre las propiedades más específicas
que contribuyen a dar flexibilidad y versatilidad a la lengua (esto es a, todos
y a cada uno de los sistemas lingüísticos), a menudo se reservan cuatro para
una m ensión detallada: la arbitrariedad, la dualidad, la discreción y la pro­
ductividad.

( i) Aquí, el térm ino ‘a rb itra rio ’ se utiliza, en un sentido un tanto espe­


cial, para significar que algo resulta «in explicable con relación a algún prin­
cipio más gen eral». É l caso más evidente de a r b i t r a r i e d a d en la len­
gua — y uno de los más socorridos, p o r cierto— se refiere al vínculo que hay
entre form a y significado, entre la señal y el mensaje. En todas las lenguas
existen casos esporádicos de lo que p or tradición se denomina onom atopeya:
v. gr., la conexión no arbitraria que hay entre la form a y el significado de
palabras onom atopéyicas com o ‘bisbiseo’, ‘ tartaja’, ‘ murmuración', en espa­
ñol. P ero la inmensa m ayoría de palabras en todas las lenguas no son ono­
m atopéyicas, p or lo que la conexión entre su form a y su significado es arbi­
traria, ya que, una vez dada la form a, es im posible predecir el significado y,
viceversa, una vez dado el significado, es im posible predecir la form a.
Es evidente aue la arbitrariedad, en este sentido, aumenta la flexibilidad
y la versatilidad del sistem a com unicativo habida cuenta que la extensión
del vocabu lario no se ve constreñida p o r la necesidad de em parejar form a y
significado a p a rtir de algún prin cip io más general. P o r otra parte, el hecho
de que el vínculo entre form a y significado en el plano de las unidades de
vocabulario del sistema lingüístico sea, por lo común, arbitrario da lugar a
que la m em oria deba soportar una considerable carga en el proceso de la
adquisición lingüística. La asociación de una form a y un significado dados
debe aprenderse independientem ente para cada unidad de vocabulario. Desde
un punto de vista sem iótico, entonces, este tipo de arbitrariedad presenta
tanto ventajas com o inconvenientes, pues m ientras hace más flexible y adap­
table el sistema, tam bién lo hace más d ifícil y laborioso de aprender. Ocurre
asim ism o que la arbitrariedad en un sistema sem iótico hace las señales más
difíciles de in terpretar a quien las intercepta sin conocer el sistema. Tam ­
bién esto ofrece ventajas e inconvenientes para los usuarios norm ales del sis­
tema. Presum iblem ente, las ventajas habrán superado a los inconvenientes
en el desarrollo de la lengua. En cambio, en la m ayoría de sistemas com uni­
cativos desanímales hay un vínculo no arbitrario entre la form a de una señal
y sus significado.
La arbitrariedad no se lim ita, en la lengua, a la asociación entre form a,
y significado. Tam bién se presenta, y en un gra do considerab le , en gran
parte de la estructura gram atical, en cuanto a que las lenguas difieren gram a­
ticalm ente entre sí. De o tro modo, sería mucho más fácil de lo que es apren­
der lenguas extranjeras.
Más controvertida es aún la tesis de Chomsky de que buena parte de
lo que es común a la estructura gram atical de todas las lenguas humanas,
incluso un tipo m uy específico de dependencia estructural, es tam bién ar­
bitrario, en el sentido de que no puede explicarse ni predecirse a p a rtir de
las funciones de la lengua, las condiciones ambientales en que se adquiere
y usa, la naturaleza de los procesos cognoscitivos humanos en general o cual­
qu ier o tro fa cto r sem ejante. A ju icio de Chomsky, los seres humanos poseen
genéticam ente el conocimientcT de lo£~principios generales supuestamente ar­
bitrarios que determ inan la estructura gram atical cle todas" las TengiiasHCcT
único que cabe añadir aquí a esta hipótesis es que no todos los lingüistas
aceptan qué tales principios generales, en tanto que puedan establecerse,
sean arbitrarios en el sentido propuesto, y que muchas de las investigaciones
actuales en lingüística teórica se dedican a probar que no lo son. V olverem os
a este asunto én el capítulo 8.

(ii) Por d u a 1 i d a d_ se entiende la propiedad de tener d o s _ n i v e 1 e s


de estructura tales que las u n i d a d e s L del nivel prim ario se com ponen de
e l e m e n t o s del n ivel secundario, y que cada uno de dichos niveles tiene
sus propios principios organizativos. N ótese que he introducido una distin­
ción term inológica entre ‘elem ento ’ y ‘ unidad’ no dem asiado habitual en la
lingüística. N o obstante, com o es útil para la exposición, la m antendré en
adelante a lo largo del libro.
De momento, podem os considerar que los elem entos de la lengua habla­
da son sonidos (m ás exactamente, com o se precisará en el capítulo 3, fone­
mas). Los sonidos no tienen significado p or sí mismos. Su única función con-
siste en combinarse entre sí para configurar unidades que sí tienen, en gene­
ral, un cierto significado. La razón p o r la cual los elem entos se describen
com o secundarios y las unidades com o prim arias estriba precisam ente en que
aquéllos, siendo más pequeños y de un nivel inferior, carecen de significado,
m ientras que éstas, m ayores y de un n ivel superior, suelen tener uño distinto
e identificable. Todos los sistemas de com unicación contienen dichas unida­
des primarias, pero ellas no se com ponen necesariam ente de elem entos. Sólo
cuando un sistema presenta al m ism o tiem po unidades y elem entos tiene, a
su vez, la propiedad de la dualidad. La m ayoría de sistemas com unicativos
en animales no la tienen, al parecer; y los que sí la tienen no utilizan las uni­
dades para com binarse entre sí tal com o hacen las palabras para fo rm a r fra­
ses y oraciones en todas las lenguas humanas.
La ventaja de la dualidad es evidente: pueden form arse grandes canti­
dades de unidades distintas a p a rtir de un núm ero reducido de elem entos
— muchos miles de palabras, p o r ejem plo, a base de vein ticin co o cuarenta
elem entos— . Y si estas unidades prim arias pueden com binarse sistem ática­
m ente del m odo que sea, el núm ero de señales distintas transm itibles — y,
en consecuencia, el n ú m eio de m ensajes distintos— aumenta enorm em ente.
Como verem os en seguida, no hay lím ite para el núm ero de señales lingüísti­
cas distintas que cabe com poner en una lengua dada.

( iii) La d i s c F e c T ó n se opone a la continuidad o variación continua.


En el casó de~la lengua, coñsütuye una propiedad de jos elem entos secun-_
daños. P ara ilustrarlo rápidam ente, digam os que ‘ cal’ y ‘co l’ difieren en fo r­
ma, tanto en la lengua escrita com o hablada. N o hay, p or lo demás, dificultad
en produ cir un sonido vocálico que se encuentre a m itad de cam ino de las
vocales que norm alm ente aparecen en la pronunciación de estas dos palabras
[esto es, un sonido interm edio entre a y o ] . Ahora bien, si en el m ism o con­
texto sustituimos las vocales de ‘c a l’ y ‘ co l’ por este sonido vocálico interm e­
dio, no p or ello habrem os pronunciado una tercera palabra distinta de aque­
llas dos o que reúna las cualidades de ambas. En rigor, habrem os pronunciado
algo que no puede reconocerse en absoluto com o una palabra o bien que
cabe entender, a lo sumo, com o una mala pronunciación de cualquiera de
aquellas otras dos. La identidad de la form a en la lengua es, en general, un
asunto de todo o nada, no de más o menos.
Aunque la discreción no depende lóeicam ente de la arbitrariedad, actúa
conjuntam ente con ella para aum entar ía flexibilidad y la versatilidad de los
sistemas lingüísticos. P or ejem plo, sería posible, en principio, que dos pa­
labras mínima, pero discretam ente, distintas en la form a fuesen asim ism o
muy sim ilares en significado. P o r lo general, esto no sucede: ‘ cal’ y ‘c o l’ no
se parecen más en significado que o tros pares de palabras tom ados al azar
del vocabulario del español. E l hecho de que las palabras con diferencias
mínimas de form a suelan distinguirse considerablem ente, y no tam bién m í­
nimamente, en el significado viene a intensificar la discreción de la diferen cia
form al recíproca, pues en la m ayoría de contextos la aparición de una de
ellas será m uchísim o más probable que la aparición de la otra, lo que dis­
m inuye la posibilidad de que haya una m ala com prensión en condiciones de­
ficientes de transm isión de señal. En los sistemas de com unicación de anim a­
les la ausencia de discreción (esto es, la variación continua) suele relacionarse
con la no arbitrariedad.

( iv ) La productividad de un sistem a com unicativo es la propie-


4a<Lj}ueuRo.sjMl¿tajiucj3n^me«i?¿^
decir de señales con_las cuales no ha hab ido un contacto previo y que no.se
encuentran en ninguna lista — por muy larga que sea— de señales prefabrica-
das a. la que tenga, acceso el usuario. La m ayoría de sistemas com unicativos en
anim ales parecen m uy restringidos en cuanto al núm ero de señales diferentes
que sus usuarios pueden em itir y recibir. P o r o tro lado, todos los sistemas
com unicativos perm iten construir y com pren der un núm ero indefinidam ente
grande de enunciados inéditos, esto es no oídos ni leídos con anterioridad.
En la más recien te bib liogra fía lingüística, y en especial la de Chomsky,
la im portan cia de la produ ctividad ha cobrado un gran interés, sobre todo
con relación al problem a de describir la adquisición lingüística en los niños.
E l hecho de que los niños, a una edad m uy temprana, sean capaces de p ro ­
du cir enunciados que nunca han oído antes es prueba de que la lengua no
se aprende tan sólo p o r im itación y m em orización.
H ay que hacer hincapié, a propósito de la produ ctividad, en que no es
tanto la capacidad de construir enunciados inéditos lo que reviste una im ­
portancia crucial en la evaluación de los sistemas lingüísticos. P or ejem plo,
decir que el sistem a com unicativo que em plea la a beja de m iel al indicar la
situación de una fuente de néctar tiene la propiedad de la produ ctividad es
bien errón eo si con e llo se qu iere dar a entender que el sistem a resulta, a este
respecto, igual que las lenguas humanas. La abeja produce una cantidad inde­
finidam ente grande de señales (que varían con respecto a las vibraciones de
su cuerpo y al ángulo que adopta en relación con el sol). Pero, en rigor, hay
una variación continua en las señales, un vínculo no arb itra rk ) entre la señal
y el mensaje, y el sistem a no puede ser utilizado p o r la abeja para tran sm itir
in form ación sobre algo que no sea la distancia y la dirección de la fuente
de néctar.
L o más notable de la productividad de l'ás lenguas naturales, p or cuan­
to se m anifiesta en su estructura gram atical, es la extrem a com plejidad y
heterogeneidad de los principios que la constituyen y aseguran su funciona­
miento. A hora bien, com o Chomsky, más que nadie, ha subrayado, esta com ­
p lejid ad y h eterogen iedad no carece de constricciones, sino que, p or el
contrario, está r e g u l a d a . Dentro de los lím ites establecidos p or la gra­
mática, que quizá son en parte universales y en p a rte p ropios de cada lengua,
los hablantes nativos de una lengua tienen plena libertad para actuar creati­
vamente — lo que Chomsky considera un rasgo distintivo del hom bre— en
la construcción de enunciados indefinidam ente numerosos. Esta noción de
creatividad regulada se halla en estrecha conexión con la de productividad
(cf. 7.4) y ha desempeñado un papel de la m ayor im portancia en el desarrollo
del generativism o.

Las cuatro propiedades generales que acabamos de enumerar y describir


brevem ente — arbitrariedad, dualidad, discreción y productividad— se rela­
cionan entre sí de diversas maneras. N o sólo se encuentran, por lo que sa­
bemos, en todas las lenguas, sino que también actúan en grado sumo. Si se
encuentran o no en cualquier o tro sistema com unicativo es asunto discuti­
ble. Claro que, de ser así, no parecen tener la misma eficiencia ni cooperar
del m ism o modo.
M erece la pena notar tam bién que estas cuatro propiedades, totalm ente
independientes tanto del canaT~como“ cíéÍ m edio, son, sin em bargo, menos ca-
fa c F é n s n c is ^ é n 'Ia T p á rté n ñ o 'v ^ b a r'd e 'ia s ^ e n a le F lm g ü ís ticas. En efecto, los
enunciados rio ‘ sé’ cÓmponen”fán sóIo*c[e'~secuencías” 3e palabras. Superpuestos
a la cadena de palabras (es decir a la parte v e r b a l ) , en toda enunciación
hablada habrá dos tipos más o menos distinguibles de fenóm enos fón icos:
los p r o s ó d i c o s y los p a r a l i n g ü í s t i c o s . L os rasgos prosódicos
com prenden, por ejem plo, el acento y la entonación; y~Ios par alingüís ticos,
fenómenos tales com o el ritm o, la intensidad, etc. Tam bién apareceránTiunto
con la enunciación hablada, otra serie de f enómenos no fón icos (m ovim ien­
tos de ojos, inclinaciones de cabeza, expresiones faciales, ademanes, posturas
corporales, etc.) que determ inan u lteriorm ente la estructura o el significado
del enunciado resultante y que pueden tam bién" considerarse paraüngüSti-
cos7"E riingüista sólo se ocupa Habltualmente d ^ o F T e n ó m e n o s prosódicos,
además de los rasgos verbales, pues los considera un producto del propio
sistema lingüístico. Tan to los fenóm enos prosódicos com o los paralingüístí-
cos, sin em bargo, form an parte integral de todo com portam iento lingüístico
en el m edio hablado. Y en tanto que carecen de las cuatro propiedades gene­
rales de la arbitrariedad, dualidad, discreción y productividad — o al menos
no las manifiestan en el m ism o grado que la parte verbal de la lengua— di­
chos rasgos guardan más sem ejanza con los de diversos tipos de comunica­
ción animal.
La lengua, ¿es, entonces, privativa del hom bre? La respuesta a esta pre­
gunta, lo m ism o que la respuesta a si « e l hom bre es especial entre los ani­
m ales», depende m uchísim o de las propiedades que se quieran tener en
cuenta y considerar cruciales para definir la lengua. Es tan legítim o acentuar
las notables diferencias cualitativas y cuantitativas que separan lo lingüístico
de lo no lingüístico que destacar sus sim ilitudes, no menos notables por cier­
to. E l lingüista, el psicólogo y el filósofo acaso tiendan a en fatizar las p ri­
m eras; por su parte, el etólogo, el zoólogo y el sem iotista probablem ente
subrayarán las segundas.
1.6 L a ficción de la homogeneidad

Hasta aquí hemos procedido con lo que denom inaré la ficción de la hom oge­
neidad, esto es la creencia o la~suposxcioñ~3e que todos los m iem bros de una
m isma com unidad lingüística hablan exactamente la m ism a lengua. Desde
íuego, cabe la posibilidad de definir el térm ino ‘com unidad lingüística’ de
m odo que se desprenda de la propia definición la ausencia de diferencias
sistemáticas de pronunciación, gram ática o vocabulario en el habla de sus
m iem bros. P ero si el térm ino se interpreta con referencia a cualquier grupo
de personas a quienes se atribuye el habla de una m ism a lengua, p. ej., el
español, el inglés, el francés o el ruso, entonces depende de la observación
em pírica establecer si todos los m iem bros de la com unidad lingüística ha­
blan o no del m ism o m odo en todos los respectos.
Salvo en las m ás pequeñas comunidades lingüísticas del m undo, en__el
resto existen siem pre diferencias más o menos evidentes de a c e n t o y de
d i a l e c t o . De estos térm inos, el prim ero es más restrin gido que el segun­
do, pues se refiere tan sólo a la manera com o se pron uncia la lengua y nada
tiene que ver con Ija gram ática y el vocabulario. P o r ejem pío, es posible, y
aun nada tiene de raro, que un extranjero quede inm ediatam ente identificado
por el acento, aun cuando su lengua resulte indistinguible, p o r la gram ática
y el vocabulario, con respecto a la de los hablantes nativos. E incluso es
posible que dos hablantes nativos hablen un m ism o dialecto, si bien con un
acento claram ente distinto. Esto o curre con frecuencia, sobre todo si el dia­
lecto en cuestión ha tom ado, por razones históricas, el rango de lengua e s-
t á n . d a r nacional o regional. P or ejem plo, la m ayoría de habitantes cultos
nativos de In gla terra hablan un dialecto que se aproxim a más o menos a un
determ inado tipo de inglés estándar, pero lo pronunciarán con un acento
que revelará su proveniencia geográfica o social. H ay que establecer una dis­
tinción, al menos en el uso cotidiano, entre ‘ acento* y ‘ dialecto*. Muchos lin­
güistas, sin em bargo, incluyen las diferencias de acento dentro de las de
dialecto. Esta cuestión, puram ente term inológica, no o frec e consecuencias
graves, por sí misma. P ero conviene com prender que un dialecto dado que
se mantiene idéntico en los dem ás aspectos, puede pronunciarse de maneras
n o t^ jg m e n te distintas. Y conviene asimismo com pren der que, donde no hay
una lengua estándar nacional o regional reconocida y bien establecida, las
diferencias de dialecto, no sólo ya en la pronunciación, sino también en la
gram ática y el vocabulario, tienden a acentuarse mucho más de lo que sucede
hoy, pongamos, en la m ayoría de comunidades lingüísticas de habla inglesa
[o española].
Aunque el lingüista utilice el térm ino ‘dialecto* y, com o el profano, lo re­
lacione con ‘ lengua* diciendo que una lengua dada puede com ponerse de dis-
tin t o s d ía le c to s , no acepta, en cambio, las im plicaciones que típicam ente
acom pañan al térm ino ‘ dialecto* en el uso diario. Én especial, rechaza que el
dialecto de una región"o~uná clase social sea ung m era versión envilecida o
degenerada deT dialecto estándar, pues sabe, p or el contrario, que desde un
punto_de_yistá h istórico el dialecto estándar — al que el lego tenderá a lia-
m ar ‘lengua’, en vez de ‘ dialecto’— no es, en su origen, aunque sí en su desa­
rrollo ulterior, de distinto tipo con respecto a los dialectos no estándares. Es
igualm ente consciente de que, en tanto que desempeñe una gam a considera­
blem ente am plia de funciones en la vida diaria de la localidad o de la clase
social en que actúa, los dialectos no estándares no son menos sistem áticos
que el estándar regional o nacional. Y a hemos aclarado estas cuestiones con
anterioridad. Volverem os a ellas, para am pliarlas y ejem plificarlas — y, en su
caso, para introducir alguna que otra caracterización— en los capítulos pos­
teriores del lib ro: m irado desde un punto de vista contem poráneo social y
cultural, es adm isible considerar un dialecto estándar regional o nacional m uy
distinto en carácter de los dialectos no estándares afines con los que guarda
una relación histórica.
En el uso cotidiano de los térm inos ‘ dialecto’ y 'lengua', la distinción suele
basarse prim o rdialm ente en consideraciones políticas .o culturales. Así, p or
ejem plo, se e s tim a q u e e F m andarín y el cantonés son dialectos del chino,
pero ambos se distinguen entre sí más que, pongamos, el danés y el noruego
o, lo que es aún más sorprendente, que el holandés, el flam enco y al africaans,
frecuentem ente presentados com o lenguas diferentes. Cabría pensar qu e el
criterio de la intercom prensibilidad bastaría para trazar una línea decisoria
política y culturalm ente neutra en la dem arcación de las lenguas. Se trata
precisam ente del principal criterio que esgrim iría el lingüista em peñado en
esclarecer los lím ites de una com unidad lingüística. Pero tam bién aquí sur­
gen inconvenientes. Sucede con gran frecuencia que una determ inada varia­
ción dialectal se extiende gradualm ente, y con más o menos continuidad,
por un vasto territorio. D ebido a ello, los hablantes de dos regiones alejadas
entre sí pueden ser incapaces de com prenderse, aun cuando no haya ningún
punto in term edio a los dos dialectos que provoqu e la ruptura de la Ínter-
com prensibilidad. Y a ello hay que añadir el problem a, aún más dificultoso,
de que la com prensibilidad no es siem pre sim étrica, ni tam poco un asunto de
todo o nada. Cabe m uy bien la posibilidad, y es incluso bastante com ún que
X com prenda la m ayor parte de lo que dice Y y que Y apenas com prenda
nada de lo que dice X , cuando ambos conversan en sus respectivos dialectos.
P o r diversos m otivos, entonces, a menudo es m uy d ifícil trazar una distinción
precisa entre lenguas distintas y entre dialectos diferentes de una m ism a
lengua.
En realidad, sucede muy frecuentem ente que no _ p_ugdan_dgliroitarse.
bien dos dialectos situados en regiones adyacentes. P o r m uy estrictam ente
que circunscribam os el área dialectal a 'partir de criterios sociales e incluso
geográficos, siem pre nos encontrarem os, si investigam os bien el tema, una
cierta cantidad de variación sistem ática en el habla incluso de quienes so n ;
reputados hablantes del m ism o dialecto. E n última instancia, habrem os de*
adm itir que cada cual tiene su propio dialecto individual, esto es que cada
uno tiene su propio i d i o l e c t o , com o dicen los lingüistas. T o d o id io lecto
difiere de todos los demás sin duda en vocabulario _y en pronunciación y qui­
zá también, aunque en m enor grado, en la~j^amaTíca. P o r lo demás, tam poco
el propio idiolecto queda fijado de una vez p o r todas cuandq se supone^que^
_termina el perío d o de la adqu isición lingüística; por el contrario, está suje to
a m odificaciones y am pliaciones a lo largo de toda la v ida.
Aparte de esta especie de escala a base de lengua-dialecto-idiolecto. existe
otra dim ensión de variación^ sistem ática en la enunciación de los m iem bros
de una com unidad lingüística: el_ e s t i 1o . H em os aludido ya a las d iferen ­
cias estih'sticás~aí dislin gu ir entre lo literario y lo coloquial, distinción que
deriva, aun sin co in cid ir con ella, de la otra distinción entre lengua escrita
y hablada. L o cierto es que hay mucha más variación estilística aún. En cuan­
to hablam os o escribim os en nuestra lengua nativa lo hacemos en un estilo
y no en otro, según la situación, las relaciones entre nosotros y la persona o
personas a que nos dirigim os, el propósito o la naturaleza de lo que tenem os
que com unicar y algunos otros factores más. Tan to si las opciones estilísti-
cas que hacem os son conscientes com o si no, son, a pesar de todo, sistem á­
ticas'e~ld entificab lesL Más aún, tom ar las opciones constituye una parte im^
portante del uso co rrecto y efectivo de la lengua. En cierto modo, p o r con­
siguiente, todo hablante nativo' aéHuñá- lengua"es estilísticam ente m u ítilin gü e.
Así corno vale, en (^irrcTpi6”~s’uponer qüe cada dialecto constituye un sistem a
lingüisfico_ a^parre, tambTén~válF^— y no menos razonablem ente— suponerlo
de cada estilo reconocible.

1.7 N o hay lenguas primitivas

Todavía es bastante com ún o ír hablar al p rofan o sobre lenguas prim itivas y


aun rep etir el m ito ya desprestigiado de que hay pueblos cuya lengua consta
de un par de centenares de palabras com plem entadas p or gestos. L a verdad
es que toda lengua estudiada hasta el presente, al margen de lo p rim itiva ~o
incivilizada q ue pueda parecem os la sociedad que la em plea, se ha m anifes­
tado com o un sistem a co m p lejo y altam ente desarrollado de comunicación.
Por supuesto, la n oción entera de evolución cultural desde la barbarie hasta
la civilización es extrem adam ente dudosa. Pero no corresponde al lingüista
pronunciarse sobre su validez. L o que sí podem os decir es que no se ha des­
cubierto aún una correla ción entre los diferentes estadios de” JesaTrolío^cultu-
ra í p or lo s q u e f í añ discurrid o laT "sociedades y el tipo de lengua hablada en
cada estadio en cuestión. P or ejem plo, no existe algo así com o un tipo de
lengua de la Edad de Piedra o, al menos en lo que atañe a la estructura
gram atical en su conjunto, un tipo de lengua p rop io de las sociedades reco­
lectaras o ganaderas, por un lado, o de las modernas sociedades industria­
lizadas, p o r otro.
En el siglo pasado hubo abundantes especulaciones sobre el desarrollo
de las lenguas desde la com plejidad a la sim plicidad estructural o bien vice-
versa, desde la sim plicidad a la com plejidad. L a gran m ayoría de lingüistas
actuales se abstiene de especular sobre el desarrollo evolu tivo de las lenguas
en térm inos tan generales. Saben muy bien que, si acaso ha existido alguna
direccionalidad en la evolución del lenguaje desde sus orígenes, en la prehis­
toria del hombre, hasta el presente, no hay indicios de tal direccionalidad a
partir del estudio de las lenguas actualmente habladas o de aquellas más an­
tiguas sobre las que tenemos noticia. Muchas de las prim itivas especulaciones
de los estudiosos sobre la evolución de las lenguas adolecían de un prejuicio
en favor de las llamadas lenguas flexivas, com o el latín y el griego.
Llegados a este punto, es_menester decir afeo sobre el origen del lengua-
je, j>roblem a que ha tenido ocupada la mente y la imaginación del hombre
desde tiempo inm em orial. Fue extensamente debatido en términos seculares,
en el sentido de no religiosos o sobrenaturales, por los filósofos griegos, v
luego en diversas ocasiones, especialmente en el siglo x v m . desde puntos de
v ista básicamente sim ilares. Las prim eras discusiones llegaron incluso a de­
sempeñar un im portante papel en la configuración de la gramática tradicional.
A su vez, los debates de finales del x v m por el filósofo francés Condillac v el
filósofo alemán H erd er propiciaron el camino para una m e jo r comprensión
de la interdependencia entre lengua, pensamiento y cultura. Desde el siglo
pasado, la m ayoría de lingüistas, con muy pocas excepciones, han tendido a
desechar el tema del origen del lenguaje por considerarlo fuera del alcance
de la investigación lingüística. La razón se debe a q ue, com o hemos visto,
a fo largo del siglo xix"fos~~lingüistas se percataron de que, por mucho que
se remontaran en la h is to ria de las lenguas mediante lo s textos documentales
conservados, era im p osib le"dÍscern ir en ellas "indicios de progreso evolutivo
desde un estado más p rim itivo a otro más avanzado.
Pero existe otra evidencia, en parte nueva, con la que el origen del len-,
guaje se ha convertido de nuevo en tema de discusión científica. Acaso es aún
prem aturo hablar de soluciones. Lo único que puede decirse, no obstante, es
que ahora parece mucho más plausible que hace unos años la idea de que
el lenguaje se originaría com o un sistema de comunicación gesticular y no
fónico. Parte de esta evidencia se funda en el éxito que han tenido los psi­
cólogos al enseñar a los chimpancés a com prender y utilizar sistemas gesti­
culares bien com plejos y, hasta cierto punto, de base lingüística. Resulta con
ello que el fracaso de los chimpancés para adquirir el habla en experim entos
simpares del pasado se explica, al menos en ' parte, por diferencias, relativa-
mente pequeñas, p ero im portantes, entre los órganos vocales del chimpancé
y del h om bre. Del estudio de los fósiles se desprende también que los organos
vocales del hom bre de Neanderthal se parecían más que los nuestros a los
de los chimpancés y otros primates, los cuales tienen una gama lim itada de
llamadas fónicas, pero se comunican entre sí en la selva con gran profusión
de gestos, f i stos y o tros datos sugieren que la lengua puede haberse desarro-,
liado a partir de un sistem a gesticular en una época en que los antepasados
del hom bre adoptarían una posición verdea!, con la que quedarían las manos
1ibres. v el cerebro aumentaría en tamaño y capacidad para especializarse
en funciones de elaboración com pleta en el hem isferio dominante. En un
momento dado, y por razones biológicam ente v e rio s ím iles^ e l sistema gesti­
cular se habría convertido en úñ sistema vocal, con lo^que a d q u ir ir ía ^ con­
tinuación la propiedad de la dualidad, que, com o hemos visto, perm ite una
oyjiansión m uy considerable de vocabulario. De ahí que quizá no todas las
propiedades características de la lengua, tal com o las conocemos, hayan es-
tádcTpresentes desde el principio y que lo lingüístico haya surgido e fe ctiva-
m ente de lo no lingüístico.
" " Q u e d a en pie, sin em bárgo, que no sólo en todas las lenguas conocidas
el canal vocal-auditivo es lo que se utiliza prim ordial y naturalm ente para la
transmisión, sino tam bién que todas ellas ofrecen una com plejidad aproxi­
m ada en estructura gramatical.
L a única excepción con respecto a este últim o postulado se encuentra en
las lenguas p i d g i n . Se trata de lenguas especializadas en el com ercio .v
actividades análogas que utilizan J os qwe. j a e c e n ^dgi.olraJbmgua-£Qmán.-La
-característica de los pidgins es que tienen una gram ática sim plificada y un
vocabulario m uy restrin gido con relación a la lengua o lenguas en que se
ÍTasan."Claro que se uTífizan para com etidos muy lim itados, pero cuando, com o
ha ocurrido a menudo, lo que ha em pezado siendo un pidgin llega ajJtüizarse
c o m o ^ lr a g ^ ^ a itS n M M lC iiS a " com unidad lingüística, no sólo se procura un
vocabulario más extehsó,'sino que también acrecienta su propia com plejidad
gram atical. P or esto, y no p or su origen,..Jos lingüistas han distinguido J a s
lenguas pidgin de las líamadas c r i o l l a s. Éstas pueden parecer, o sonar,
en muy gran m edida como~pI3gins, pero no~están más próxim as a las lenguas
prim itivas — es decir, de estructura rud imentaria— q ue cualquier otra de los
miles de lenguas naturales que no se originaron, p or lo que sabemos, com o
pidgins (cf. 9.3).
Existen, e v identemente, diferencias considerables entre los vocabu larios
de las lenguas. De ahí que sea necesario aprender otra lengua, o al menos
un vocabulario especializado, para estudiar determ inado tem a o disertar sa­
tisfactoriam ente sobre él. En este sentido, puede suceder que una lengua
esté m e jo r jadaptada que otra para determ inados propósitos. P ero esto no
significa que unlTTerigua sea m Tfíñsecam ente"m ás rica que otra. Puede es-
timarse que todas las lenguas vivas son, p o r su propia naturaleza, sistemas
eficientes de comülircaHonr~Y~asf~como cambian las necesidades com unicati­
vas .de_una_ sociedad, cam biará la lengua respectiva para cu brir aquellas, rié-
cesidades. El_ yocabulario se am pliará bien p o r el préstam o de palabras de,
otras.lenguas o bien creando otras nuevas a p a rtir de las ya existentes. El
hecho de que muchas lenguas habladas en países que se consideran subdesa-
rrollados carezcan de palabras para los conceptos y los productos m ateriales
de la ciencia y la tecnología m odernas no im plica que las lenguas en cuestión
sean más prim itivas que las lenguas dotadas de tales palabras, Significa ban
sólo que no se han em pleado, al menos de m om ento, por parte de quienes
intervienen en el desarrollo de la ciencia y la tecnología.
Conviene destacar, en conclusión, que el principio de que no hay lenguas
prim itivas n o.coo stitu ye tanto un hallazgo em píric o de la investigación Un-
güística com o una hipótesis de trabajo. Hem os de adm itir la posibilidad de
que las lenguas difieran efectivam ente en com plejidad gram atical y que los
lingüistas no hayan descubierto estas diferencias hasta el presente. N o sería
científico negar que esta posibilidad existe, com o tam poco lo sería decir que
el latín es intrínsecam ente más noble o más expresivo que el hotentote o
cualquiera de las lenguas de los aborígenes australianos.

A M P L IA C IÓ N B IB L IO G R Á F IC A

La mayor parte de introducciones generales al lenguaje y a la lingüística compren­


den más o menos detalladamente, y desde distintos puntos de vísta, los temas tra­
tados en este capítulo 1. En la Bibliografía se incluye, en todo caso, una selección
de ellas.
Los principiantes pueden empezar por Aitchison (1978), capítulos 1-2; Akmajian,
Demers & Hamish (1979), capítulos 1-5; Chao (1968); Crystal (1971), capítulo 1;
Fowler (1964), capítulo 1; Fromkin & Rodman (1974), capítulos 1-2; Lyons (1970),
capítulo 1; Robins (1974); Smith & Wrlson (1979), capítulo 1. Pueden luegÓKprose-
guir con alguno de los manuales y libros de la Bibliografía que llevan asterisco,
muchos de los cuales contienen capítulos y apartados pertinentes. [También Co­
seriu (1977a, 1981); Elgin (1977); López Morales (1983); Malmberg (1982); Pottier
(1977); Yllera (1983).]
Sobre el habla y la escritura, véanse también Basso (1974); Gelb (1963); Haas
(1976); Householder (1971), capítulo 13; Lyons (1977b), apartados 3.1-3.3; Uldall (1944);
Vachek (1949, 1973), y algunos de los tratados generales sobre fonética enumera­
dos en la Ampliación bibliográfica del capítulo 3, más abajo. [Además, Móorhou-
se (1965).]
En cuanto al punto dé vista semiótico (junto con la comunicación en los ani­
males), añádanse Aitchison (1976); Cherry (1957); Eco (1976); Hinde (1972), capí­
tulos 1-3; Hockett (1960); Hockett & Áltmann (1968); Householder (1971), capítulo 3;
Lyons (1977b), apartados 3.4, 4.14.2; McNeill (1970), capítulo 4; Sebeok (1968,-1974a);
Thorpe (1974). [Y Eco (1980); Mounin (1969, 1970).]
Para trabajos recientes con chimpancés, cf. Akmajian, Demers & Hamish (1979),
capítulo 14; Brown (1970); Clark &Clark (1977: 520-3); Linden (1976); Premack (1977);
Rumbaugh (1977).
Sobre los sistemas sígnicos empleados por los sordos, consúltense Klim a &
Bellugi (1978); Siple (1978); Stokoe (1961).
Sobre el origen del lenguaje, cf. también Hewes (1977); Lieberman (1975);
Stam (1977); Wescott (1974).
Otros temas aludidos en este capítulo aparecen también tratados con mayor
extensión en los capítulos 8-10, junto con otras referencias bibliográficas.
1. Expóngase qué se entiende por ‘independencia del estím ulo'.

2. «... la actuación presu pone la competencia, m ientras que la com petencia no


presupone la actuación» (p. 8). Com éntese.

3. ¿Q u é distinción podría establecerse, si e s que la hay, entre c o m p e t e n c i a


y f l u i d e z lin g ü istic a s?

4. «Con bastante fre cue ncia,'el profano piensa que escribir e s algo m ás básico
que hablar. Y e s casi lo contrario» (Hockett, 1958: 4). C o m é ntese (sob re todo
con relación a ‘b á sic o ’ y a ‘c a s i’).

5. La lengua se denom ina a ve c e s ‘com portam iento ve rb a l’. C o m é ntese la


adecuación de la expresión con respecto a (a) 'com portam iento' y (b) a ‘verbal’.

6. ¿E n qué sentido, y en qué grado, constituyen el español escrito y el español


hablado una m ism a len gu a? ¿Q u é clase de inform ación e s im posible, o m uy
difícil, de codificar por escrito, cuando, por el contrario, se codifica fácilm ente
y con naturalidad en el habla?

7. ¿R ecu erd a alguna oración en español que sea am bigua por escrito pero no
cuando se expresa oralm ente? Y al revés, ¿h á y oraciones am biguas en el habla,
pero no en la lengua e scrita ? (¿E n qué afectan a esta cuestión sobre la trans-
feribilidad de medio (a) las diferencias de acento y dialecto y (b) el hecho de
dar el debido reconocim iento a la distinción entre com ponentes ve rbales y no
verbales de la lengua?)

8. ¿Q u é le parece el español com parado con otras lenguas que conozca en


cuanto a la relación entre ortografía y pronunciación? ¿Q u é argum entos aduciría
en favor y en contra de una reforma ortográfica?
9. C ítense ejem plos cotidianos de transm isión del español escrito por un canal
vocal-auditivo y, viceversa, del español hablado por medio de la escritura.

10. « A la ley no le importa que cam bie la pronunciación de mi apellido, pero


si cambio la manera de e scrib irlo ......debo acudir al juzgado a legalizarlo. Y la
opinión pública apoya a los abogados al cien por cien...» (Householder, 1971:
353; cf. también Hockett, 1958: 549). ¿ S e da generalmente el caso de que
sólo la lengua escrita reciba reconocim iento legal?

11. ¿Q u é otros tipos de no arbitrariedad existen en las lenguas naturales adem ás


dél a o n o m a t o p e y a ?

12. ¿E x iste una relación necesaria entre la d u a l i d a d y la significación?

13. Expóngase lo que se entiende por d i s c r e c i ó n con referencia (a) a la


escritura y (b) al habla.

14. ¿Q u é “ distinción hay, si es que hay alguna, entre productividad y


creatividad?

15. «El paralelism o m ás extensó y sorprendente es el que hay entre la lengua


y la danza de las abejas, pues am bas tienen productividad, cierto distanciam ien-
to y algo de especialización» (Hockett, 1958: 581). Com éntese.

16. «todos lo s [ s e re s ] hum anos norm ales adquieren el lenguaje, m ientras que la
adquisición de s u s m ás escu eto s rudim entos está fuera del alcance de un mono,
en otros respectos inteligente» (Chom sky, 1972a: 66). ¿H a quedado refutada esta
afirmación por la investigación actual so bre los chim pan cés?

17. «Tanto los niños so rd o s com o los chim pancés aprenden su primer signo
m ucho antes de que los niños norm ales digan su prim era palabra, lo que apoya
la idea de que ontogénica y filogenéticam ente esta m os dotados para el lenguaje
gesticular antes que para el habla» (Linden, 1976: 72). Com éntese.

18. ¿ E s correcto llamar lenguas naturales a los siste m a s síg n ico s utilizados
por lo s s o rd o s ?

19. ¿E n general, en qué se distinguen los acentos de los dialectos? ¿Q u é sentido


podem os atribuir, com o lingüistas, a la afirm ación de que (a) un extranjero y (b)
un hablante nativo «no tiene acento»? (E sta s preguntas pueden contestarse no
técnicamente aquí; cf., sin embargo, 9.2.)

20. «Hay lugar para los dialectos regionales y para el inglés de la Reina. El ámbi­
to del acento regional es el m ism o donde se ha formado, y es adecuado para la
taberna, el cam po de fútbol y el baile del pueblo. El inglés de la Reina lo es para
la d iscu sión radiofónica sobre el existencialism o, la recepción, la entrevista para
un mejor em pleo» (Bu rgess, 1975: 16). Com éntese.
2. La lingüística

2.1 L a s ramas de la lingüística

Como hemos visto, tanto el lenguaje en general com o las lenguas en particu-
lár pueden estudiarse~d^3e'*3TvérsdTpuntoslie vista. En consecuencia, el ám-
b (to g eñ er^ ~ d ^ ~ T ^ H n g u ística puede divid irse en distintos com partim entos
según el punto de vista que se adopte o según el interés especial que quiera
concederse a un determ inado conju nto de fenómenos.
La prim era distinción separa la lingüistica- g e n e r a l de la' lingüística
d e s c "r ip tT iv ~ a ""y ^ c o lre s p ó liH e "¡T T iT ^ rfé re n c ia que hay entre estudiar el
lenguaje en general y describir las lenguas en concreto. Así, la pregunta «¿qu é
es el lenguaje?», que en el"'capítu lo arTterior hemos considerado com o la
principal cuestión definitoria de toda la disciplina, resulta más apropiada
para la lingüística general. L a lingüística general y descriptiva no carecen,
desde luego, de relación, pues cada una depende explícita o im plícitam ente
de la otra. La lingüística general proporcionaJos^ conceptos y las categorías
a partiF3e~lós*cüales ¿¿“pueden "analizar íás dirersás lenguas: a su vez, la lin -1
güística descriptiva aporta los “ciatos que confirm an o refutan las proposicio­
nes y ’ te o rfís presenteclas~pbr la" lingüística general. P o r ejem plo, el lingüista
general podría form u lar la hipótesis de que todas las lenguas tienen nom bres
y verbos. E l descriptivista, p o r su parte, podría refu tarla p o r m edio de piue-
bas em píricas y m ostrar que hay por lo menos una lengua en cuya descrip­
ción no puede establecerse la distinción entre nom bre y verbo. Ahora bien,
para refu tar o confirm ar la hipótesis, el lingüista descriptivista debe operar
con un cierto concepto de ‘n om bre’ y ‘verb o ’ proporcionado p o r el lingüista
general.
Hay, por supuesto, toda suerte de razones para describir una determ inada
lengua. Muchos de los que trabajan en la lingüística descriptiva no lo hacen
con el propósito de fa cilita r datos al lingüista general ni de com prob ar teo­
rías e hipótesis en conflicto, sino que desean produ cir una gram ática de con­
sulta o un diccionario por necesidades puram ente prácticas. Pero ello no
tiene p or qué afecta r la interdependencia entre los campos com plem entarios
de la lingüística general y descriptiva.
A lo largo del siglo pasado, los lingüistas se preocuparon mucho por inves­
tigar los detalles de la evolución histórica de determinadas lenguas y p or
form ular hipótesis generales acerca del cam bio lingüístico. La rama de la dis­
ciplina que trata de estos temas se conoce ahora por la lingüística h i s t ó r i-
c a. Es evidente que en la lingüística histórica, com o en la no histórica, uno
también puede interesarse p or el lenguaje en general o por las lenguas en
particular. Conviene m encionar a este propósito los térm inos más técnicos
'diacrón ico’ y ‘ sin crón ico’, acuñados p~or~~Saussure (a cuya distinción entre
‘ langue’ y ‘p a role’ aludim os en el capítulo a n terioi^ _L a descripción d i a c r ó -
n i c a de una 1engua ~escudr i ñ a~e 1 desarrollo histórico de la misma y registra
los cambios que ha experim entado entre sucesivos puntos d e l _ t i e m p o o r
tanto, ‘ diacrón ico’~equivakT-a~rh iston co ’. La descripción s i n c r ó n i c a de
una lengua nó es'K IstóncaT ya que presenta un estado de lengua tal com o se
encuentra en ún determ in ado punto del tiem po..
H ay una tercera dicotom ía entre lingüística t e ó r i c a aplicada.
Brevem ente, la lingüistica teórica estudia' el lenguaje y„ías lenguas con el "ob­
je tiv o de construir una teoría sobre su estructura y funciones sin prestar aten­
ción a ninguna de las aplicaciones prácticas jque podría te n e r la investigación,
m ientras que la lingüística aplicada se propone en prim er lugar al aprove-
cham iento de jo s conceptos y hallazgos de la lingüística en una variedad de
tareas prácticas, en tre las que se incluye la enseñanza de lenguas. En principio,
la distinción entre teoría y aplicación es independiente de las otras distincio­
nes establecidas hasta aquí. En la práctica, apenas hay diferen cia entre los
térm inos ’ liñgüfstica te ó n c a ’ 'y 'liH g ü ís tic irgéñ ei^ C p u es la m ayoría de los que
utilizan el p rim ero "dan p o r sFnr¿3o~^u™ s^''propoñeñ la "fo rm u la c ió n de una
te o n a ^ a tis fá c to r r á ^ o b r é lá ” éslm H ü rá ’ d é r i e i ^ á j é 'e n 'g e n e r á l T É n cu anto]a
^ lin g ü ís t ic a aplicada, es evidente que se basa tanto en la general com o en la
descriptiva7"" ‘
L a"cú arta y últim a dicotom ía distingue entre una visión más estricta y
más am plia del ámb ito de investigación. N o hay una distinción term inológica
generalm ente aceptada para ello, de m odo que utilizarem os los térm inos ‘ mi-
crolingüística’ y ‘m acrolingü ística’, para decir que en la m i c r o l i n g ü í s-
t i c a, se adopta el punto de vista más estricto y en la m a c r o l j n g ü í s t i -
c a, el_más_ am plio. En su sentido m áxim am ente estricto, la m icrolingüística
se ocupa tan sólo de la estructura de lo s sistemas lingüísticos, sin tener
en cuenta cóm o se adqu ieren las lenguas, ‘se alm acenan en el cerebro o se
em plean en sus diversas funciones, y sin atender^ tam poco a la interdepen­
dencia que hay entre lengua y cultura ni entre lo s mecanism os fisiológicos y
psicológicos que intervienen en el com portam iento lingüístico; en resumen,
sin atender m ás q ue al sistem a lingüístico considerado (c o m o Saussure o. me-
jor, sus editores, lo expusieron) en sí m ism o y p or sí mismc». En su sentido
m áxim am ente am plio, la m acrolingüística se ocupa de todo lo que pertenece
de algún m odo al lenguaje y a las lenguas.
Como existen muchas otras disciplinas, además de la lingüística, que se
aplican al lenguaje, no es sorprendente que ciertas zonas interdisciplinarias
se hayan identificado con la m acrolingüística y hayan recibido una denomi­
nación específica: sociolingüística. psicolingüística. etnolingüística. estilística,
etcétera.
Conviene subrayar que la distinción entre m icrolingüística y m acrolin-
güística es independiente de la que se establece entre lin güística teórica y
aplicada. En pnñcipIoT’Eay uh~áspecto~~téonco en tocias las ramas de la ma-
■crolingüística. Sucede, entonces, que en Ciertas áreas de la lingüística apli­
cada, com o la enseñanza de las lenguas, es esencial adoptar el punto de vista
más amplio, en lugar del más estricto, sobre la estructura y las funciones
de las lenguas. A esto se debe que algunos autores hayan incorporado lo que
aquí denominam os m acrolingüística a la lingüística aplicada.
En capítulos sucesivos atenderem os a algunos otros aspectos de la ma­
crolingüística. Podría pensarse, a ju zgar por la reconocida im portancia del
lenguaje en tantas disciplinas, que la lingüística debería asumir el punto de
vista más am plio posible sobre su propio cam po de estudio. Y en cierto modo,
así es. E l problem a es que to davía no existe, y probablem ente nunca exista, un
marco teórico satisfactorio dentro deí cual podamos contem plar el lenguaje^
al m ism o tiem po desdé un punto de vista psicológico, sociológico7.cultural,
estético y neuropsicológico (para no m encionar otros puntos de vista igual-
mente pertinentes). En la actualidad, la gran m ayoría de lingüistas d iría que
la m icr^ iñ gu istica sincrónica teórica es lo que constituye el núcleo m edular
de su discip lina v lo que le confiere unidad v coherencia. Casi la m itad de
este lib ro se dedicará a este aspecto crucial; el resto se ocupará de la lin­
güística histórica y de una serie selecta de aspectos m acrolingüísticos.

2.2 ¿ E s una ciencia la lingüistica?

La lingüística suele definirse com o la ciencia del lenguaje o. de o tro m odo ,


el estudio científico del lenguaje (cf. 1.1). La razón por la que se dedica un
apartado, en este lib ro y en otras introducciones a la lingüística, explícita­
mente destinado a exam inar la condición científica de la disciplina no debe
pasar por alto. Después de todo, aquellas disciplinas cuya condición científica
está fuera de duda — la física, la quím ica, la biología, etc.— no necesitan jus­
tificar la pretensión de llam arse ciencias. ¿P or qué, entonces, se preocupa la
lingüística de validar su condición científica? ¿ Y a qué se debe que al de­
fender sus credenciales científicas el lingüista dé tan a menudo la im presión
de protestar en exceso? Ante todo ello, no es raro que se levanten las suspi­
cacias del lector.
Un asunto previo al que conviene atender consiste en que, en inglés, la
palabm '~ p á rá"«ciéricia »,''scién cé,,~[Io m ism o que el plural del español, ‘ cien­
cia s'] t tiené~un ‘sentido *más estricto” que sus equivalentes de traducción con-
vencionalm ente aceptados en otras lenguas, como, p o r ejem plo, ‘W issenschaft’
en alemán, ‘nauka’ en ruso e incluso ‘science’ en francés. L a lingüística, así,
sufre más que la m ayoría de las otras disciplinas por las im plicaciones tan ’
específicas que contienen, en inglés, las palabras ‘ sciéñce’ y 'scientific*. «cien -
tífico», que se refieren prim ordialm ente á las ciencias naturales y a sus m é­
todos característicos de investigación. Y así ocurre, aun cuando se vayan ha­
ciendo cada vez más comunes expresiones equivalentes a ‘ ciencias sociales',
/ciencias del com portam iento’ e incluso ‘ciencias humanas’. ¿H em os de inter­
pretar, entonces, la palabra ‘ ciencia’ tal com o aparece en el título de este
ipárrafo en el sentido de sim ple «disciplina académ ica»?
Desde luego, aquí hay más hechos incursos de lo que sugiere esta in ter­
pretación. La m ayoría de lingüistas que suscriben que la definición de su
disciplina equivale al estudio científico del lenguaje lo hacen p ensando en
qüé~Bá y lIir 'ig o 3 ó T íé ñ t ífic5~y~ otro distinto, no científico, de hacer las cosas.
Pueden discrepar acerca de algunas de las im plicaciones del térm ino ‘ cientí­
fico’, com o sucede entre filósofos e historiadores de la ciencia. Pero, p o r lo
general, coinciden en cuanto a las principales diferencias que hay entre el
estudio científico y el estudio no científico del lenguaje. Em pecem os, pues,
con los aspectos del acuerdo.
E l p rim ero y más im portan te consiste en que la lingüística es e m . p i r i c a ,
y no es p rc u la H v a ^ 'T ñ fiB T n fi^ i ’^ e ic ir .^ ^ r a con datos verificabíes o btenidos
po r observación o experim entación. E l em pirism o así entendido constituye
para la m ayoría ía marca distintiva más genuina de una ciencia. En estrecha
relación con él se halla asim ism o la o b j e t i v i d a d. En general, damos
por sentada la iengua7~de una manera práctica e irreflexiva, com o algo fa­
m iliar, desde la niñez. Esta fam iliaridad práctica con la lengua tiende a pre­
valecer incluso cuando se em prende su examen ob jetivo. Existe toda suerte
dé prejuicios sociales, culturales y de inspiración nacionalista en las concep­
ciones de los profanos acerca de las lenguas. Por ejem plo, a menudo se con­
sidera que una determ inada pronunciación o un cierto dialecto de una lengua
ha de ser inherentem ente más puro que otro, o bien que una cierta lengúa es
más prim itiva que otras. Com o m ínim o, hay que p reterir este tipo de creencias
y exigir que térm inos com o ‘ p u ro’ y ‘p rim itivo ’ se definan con claridad o sean
rechazados. - '
Muchas de las ideas sobre las lenguas que el lingüista pone en tela de
juicio, si es que no abandona enteramente, acaso parezcan m eras perogru ­
lladas. P ero com o B loom field (1935: 3) subrayó acerca de las actitudes llenas
de sentido común en los estudios lingüísticos, se trata «m ás de mascaradas
que de sentido común y, en realidad, son actitudes muy poco naturales que
derivan, a escaso trecho, de las especulaciones de los filósofos antiguos y
m edievales». Claro que no todos los lingüistas com parten una opinión tan
negativa sobre, las especulaciones filosóficas del lenguaje, p ero se trata de un
punto de vista, a la postre, válido. Los térm inos con que el profan o se ex­
presa sobre la lengua y las actitudes que sostiene a este respecto tienen su
historia. A menudo le resultaría menos fáciles de aplicar o menos evidentes
si averiguara un poco su origen.
N o vamos a analizar la historia de la lingüística en este libro, aun cuando
se im pongan algunos com entarios generales. En lds introducciones a la lin­
güística es habitual sentar una distinción nítida entre g r a m á t i c a t r a ­
d i c i o n a l y lingüística m oderna con o b jeto de contrastar la condición cien­
tífica de la últim a con ía no científica He la prim era. ¡Desde luego, hay buenas
razones para adm itir tal distinción y señalar que muchas in terp r e t a r a n ^
p.n to m o a las lenguas, in correctas y com unes en nuestra sociedad, tienen su
explicación histórica en los supuestos filosóficos y culturales que se im pusie­
ron en el desarrollo de la grainática^tradjcional. En el apartado siguiente
enumeraremos y e x ^ íh a T é lrio s ’ algunas' ae eflas. H ay que subrayar, no obs­
tante, que la lingüística, com o cualquier otra disciplina, se fundam enta en
el pasado no sólo poniendo en duda y refu tando las doctrinas tradicionales.
sino j a m b ién desarrollándolas y jró lyiéim ola s _a_ form ular. i Muchas obras re­
cientes sobre lingüística, al d escrib ir los principales avances realizados duran­
te los últim os cien años en la investigación científica del lenguaje, han pasado
por alto la continuidad de la teoría lingüística occidental a p a rtir de los
tiempos más prim itivos hasta la actualidad misma. A menudo han carecido
también de perspectiva cron ológica al no tratar la gram ática tradicional a
partir de los objetivos que ella m ism a se había propuesto. N o debe olvidarse
que los térm inos ‘ciencia’ y ‘cien tífico ’ (o sus precursores) se han utilizado
de un m odo diferen te en distintos períodos históricos.
Conviene precisar asim ism o que la llam ada ‘ gram ática tradicion al’ — es de­
cir la’ teóríá lingüística occidental qu é sé rem onta, a -través del R enacim iento
y "la 'E d a d M edia, Hastá~ el pensam iento rom ano_y, aún antes, ai g r ie g o ^ es
múcfio más d ispar y;m atizada' de fo que habitualmente se a d vierte. Más aún,
lo que se ha enseñado eri la éscuéia a generaciones de alumnos reluctantes
y desinteresados a menudo no es más que una versión m al com prendida y
tergiversada. En los últim os años los lingüistas han em pezado a adqu irir una
visión más justa de la contribución de la gram ática tradicional — vam os a
Icontinuar utilizando el térm ino— en el desarrollo global de la disciplina. Que­
dan, desde luego, muchas investigaciones p o r hacer sobre las fuentes origi­
nales de los períodos prim itivos. P ero en la actualidad ya existen historias
de la lingüística que ofrecen un panoram a de los fundamentos y el progre­
so de la gram ática tradicional más satisfactorio de lo que cabía disponer en
la generación de Bloom field y sus inm ediatos sucesores.
V olvam os ahora al estado actual de la lingüística, indudablem ente más
em pírico y o b jetivo en actitudes e im plicaciones que el de la gram ática tra­
dicional. En el próxim o apartado exam inarem os con más detalle algunas de
estas actitudes y supuestos. Ahora bien, en la práctica, ¿es tan em pírico y
o b jetivo com o pretende ser? Es, desde luego, dudoso. Incluso cabe la posi­
bilidad de discrepar, al menos en un plano más refinado de discusión, sobre
la naturaleza de la o b jetivid a d científica y la aplicabilidad del supuesto mé­
todo científico al estudio del lenguaje.
En rigor, los científicos y filósofos de la ciencia ya no aceptan tan fá cil­
mente com o antes la idea de que hay un m étodo único de investigación apli­
cable a todas las ramas de la ciencia. E l térm ino mismo de ‘ m étodo cien­
tífico' parece un tanto pasado de moda, incluso decim onónico. Se ha indicado
a veces que la investigación científica ha de proceder necejéu-jgmente _p_pr
m edió de la g e n e jr y i^ c ió frin d u c tív a n s ó ¥ re J a ^ b a s ^ d e ja iw ^ ^ e n ^ ió n _ jio _ rn a -
nipulada teóricam ente. En realidad, esto es lo que mucha gente sobreentiende
en el ,términQ_lm étpdo cien tífico '. ~Pero son pocos los científicos que han tra­
bajado realm ente de esta manera, incluso en las ciencias naturales. Cualquiera
que sea el sentido que se atribuya a la o b jetivid a d científica, evidentem ente
no im plica que el cien tífico deba abstenerse de teorizar y form ular hipótesis
generales m ientras no haya almacenado una cantidad suficiente de datos. Los
datos científicos, com o se ha subrayado a menudea no. se, dan._en,la_,experien-
\cjá, sino que se tom an de ía experiencia. La observación supone una atención,
selectiva. N o existe observación ni allegam iento de datos al m argen de la
teoría y de alguna hipótesis previa. Para decirlo con una expresión de m oda
originada en Popper, Ja observación está necesariam ente, y desde el m ism o
principio, im buida de teoría.
La frase es sugestiva, pero también controvertida. Se produ jo com o reac­
ción a la concepción radicalm ente em pirista de la ciencia propuesta por los
positivistas lógicos en el p e r ío d o . precedente a la Segunda Guerra Mundial.
Los estudiantes de lingüística no deben ign orar el e m p i r i s m o y el p o ­
s i t i v i s m o . Sin "ún cie rto ^ o ñ ó c im ie n to de e llo — no necesariam ente m uy
detallado o profu ndo— , no pueden com prenderse los aspectos teóricos y m e­
todológicos que” cafacterízan las escuelas Hngüísticas de la actualidad. Lo que
sigue constituye un m ín im o necesario de in form ación básica, presentado, en
lo posible, de un m odo im parcial y sin com prom iso con ninguno de los cam­
pos de la controversia. H ay que añadir, además, que las polém icas afectan al
conjunto de la ciencia y no sólo a la lingüística, ya que los últim os progresos
en lingüística y en filosofía del lenguaje prom ovidos p o r la obra y las ideas
de Chomsky han ejercid o una influencia m uy considerable en la discusión
generalizada acerca del em pirism o y el positivism o no sólo entre filósofos y
psicólogos, sino tam bién entre otros científicos sociales (cf. 7/.4).
E l em pirism o im plica mucho más que la adopción de m étodos em píricos
de verifica ción o confirm ación; de ahí que deba establecerse una distinción
crucial entre ‘em pirista’ y ‘em p írico ’. E l térm ino ‘em pirism o’ se refiere a la
concepción de que todo conocim iento p rovien e de la experiencia — la pala­
bra griega ‘em p eiría ’ significa, aproxim adam ente, «exp erien cia »— y, más en
concreto, de la percepción y los datos sensoriales, jS e opone, en una invete­
rada controversia filosófica, al ‘racionalism o’ — del latín ‘ra tio ’, que significa,
e n este contexto, «m en te», «in te le c to » o «ya zón »— . Los r a c i o n a l i s t a s
destacan el papel que la m ente desempeña en la adquisición del conocim ien­
to. En particular, defienden la existencia de ciertos conceptos o proposicio­
nes a p riori ( ‘a p r io r i’ significa, en su in terpretación tradicional, «con ocid o
independientem ente de la ex p erien cia») a p a rtir de los cuales la m ente inter­
preta los datos de la experiencia. V olverem os a algunos de los aspectos más
concretos de esta controversia a propósito del generativism o (cf. 7.4).
" ~ N o " e s ñecésarió" esllibTeceY aqürñín gú n a distinción en tre em pirism o y po­
sitivism o. E l p rim ero presenta una historia más extensa y es mucho más in-
elusivo com o actitud filosófica. P ero am bos son aliados naturales y marchan
estrechamente unidos en todo lo que aquí nos interesa. E l positivism o des­
cansa en la distinción entre los llam ados datos positivos de la experiencia y
la especulación trascendental de diversos tipos...Tiende a ser agnostíco’ vr ah-
tim etafísico de perspectiva y rechaza todo recurso a entidades no físicas.
El ob jetivo de los p o s i t i v i s t a s l ó g i c o s del Círculo de Viena consis-
tiría en producir un sistem a único p a r a j a ciencia entera, en el .cual ,tp,do. el _
cuerpo""del saber positivo quedaría rep resentado, en últim o térm ino, como
uñ conjunto de proposiciones rigurosam ente formuladas.
Existen aun dos principios mas concretos en esta empresa. El prim ero
se refiere
_ ,
al ahora célebre
r— |. „ u |
p r i n c i p. ..________i.nujuiuii.i.Hi_mii
* ____ _________
i o d e v e nrmimfi iu c a c i !■ó_■»»—n«iim
, r nimsegún el cual
» T nr—rrr tn rT ~ rriir r- r
ninguna afirm ación tiene sentido a menos que pueda verificarse por la obser­
vación o p or m étodos científicos aplicados á los datos de la observación,,E j.
segundó se refiere al principio del r e d u c c i o n i s m o, según eP cu a T h a y
ciencias más básicas que otras — así, la física y la quím ica serían m ás básicas
que' la biología, la biología más básica que la p sicología y la sociología, y asi
sucesivamente-—’ por lo q ue' 'én ”la” gran S ín tesis de ía ciencia unificada, los
conceptos y proposiciones de las ciencias menos básicas debían red u cirse,a
los conceptos y proposiciones de las más básicas (esto es, reinterpretarse
a p a rtir de ellpg)^ É l reduccionism o, contra lo que sucede con el principio
de la verificación, era característico de un grupo más am plio de estudiosos
que trascendía a los p ropios m iem bros del Círculo de Viena hace unos cua­
renta años.
Actualm ente se ha abandonado el prin cip io de la verificación (pese al im­
portante * p á p é r ^ F 'E á '^ e s e m ^ ñ a 3 o ^ ñ ~ íá ~ form ación de la teoría veritativa
del significado: cf. 5.6), m ientras que el del reduccionism o ha perdido el res­
paldo de científicos y filósofos de la ciencia en com paración a cuando B loom ­
field escribió su clásico manual de lingüística en 1933. M enciono a Bloom field,
lo que no es sorprendente, p o r su extraordinaria adhesión al em pirism o y al
positivism o. Así se desprende claram ente del segundo capítulo de su manual.
É l estaba, en realidad, estrecham ente relacionado con el m ovim iento de la
Unidad de la Ciencia y suscribía totalm ente el principio del reduccionismo.
Y más que nadie, sobre todo en N orteam érica, impuso a la lingüística un
ideal suprem o de ciencia. De ahí que exista, en nuestra disciplina, un legado
h istóricam ente explicable de em pirism o y positivism o.
El. reduccionism o y. m ás_ en general,,, el.p ositivism o han perdido atractivo
ante la m ayoría dé científicos actuales. H o y se piensa más bien que no existe
algo así com o un m étodo cien tífico único aplicable a todos los campos, y que
la diversidad de procedim ien tos no sólo debe tolerarse p or su m era necesidad
inm ediata en cada disciplina, sino que puede resultar incluso justificable, a
la larga, en virtu d de diferencias irreductibles en el p rop io o b je to de estudio.
Y a desde el siglo x v n — a p a rtir de Descartes y Hobbes— algunos filósofos
de la ciencia habían expresado sus dudas sobre la pretensión positivista de
explicar los procesos mentales a p a rtir de m étodos y conceptos característi­
cos de las ciencias físicas. Gran parte de la psicología y la sociología del pre-
sente siglo, lo m ism o que la lingüística, se han visto afectadas p o r este espí-
ritu positivista. Pero sobre todo en la lingüística, el positivism o ha recibido
liltin S iñ éñ te'u 'n serio atáqüe~como me todo irrealizable o estéril.
En resumen, la cuestión de si una disciplina es o no científica ya no puede
contestarse satisfactoriam ente, si es que alguna vez lo fue, apelando al lla­
mado m étodo científico. Toda ciencia bien establecida em plea conceptos teó-
ricos característicos y m étodos propios para obtener e in terpretar los datos,.
T o que en el capítiilo áñ ten or denominábamos ficción — ef sistem a iinguisti-
c o ^ puede describirse en térm inos científicam ente más precisos com o c o n s -
t‘r u c t o'" t e ó r i c o . Desde luego, puede ponerse en entredicho la realidad
de tales constructos, al igual que la realidad de los constructos teóricos de
la física o la bioquím ica. Es más provechoso, en cambio, preguntarse por el
propósito explicativo que cada constructo teórico postulado trata de cu m plir
con respecto a los datos.
Todo lo dicho hasta aquí sobre el em pirism o, el positivism o y el estado
actual del llam ado m étodo científico pertenece a lo que hemos considerado
más o menos evidente e incontrovertido. Veam os ahora los aspectos polé­
micos.
E l prim ero se refiere a las implicaciones contenidas en la noción de Popper
sobre la observación im buida de teoría. Aquí la controversia radica en el uso
del térm ino ‘ teoría’. L o que Popper quería decir iy estaba precisam ente criti­
cando era la distinción tajante de los positivistas, lógicos., entre, la observación
considerada en sí misma, teóricam ente neutra, y la construcción de la teoría
entendida com o una m era generalización inductiva. Evidentem ente, estaba en
lo cierto al poner en duda la claridad de esta distinción y, en especial, la idea
de que la observación y la colección de datos pueden y deben realizarse an­
tes de form ular toda hipótesis. A menudo, sucede que la selección de datos
está determ inada po r alguna, hipótesis q ue el científico desea verificar,. sin
que im porte cóm o haya llegado a ella. Ahora bien, la invalidez de la idea so-
breT íá observación y colección no selectiva de datos tam poco im pide que
pueda establecerse una distinción entre conceptos pretóricos y teóricos. En
rigor, n o'h a y que am pliar el térm ino ‘ teoría’ hasta el punto de abarcar en él
todas las concepciones previas y las expectativas con que el científico aborda
y selecciona lo observable. Nosotros adoptarem os la distinción entre concep-
tos preteóricos y teóricos en diversos momentos de los capítulos subsiguien-
tes y adm itirem os que la observación, aun cuando sea necesariam ente selec-
tivá, puede sujetarse a "controles m etodológicos satisfactorios, tanto en. la
lingüística com o en otras ciencias basabas en ía experiencia em pírica.
O tro aspecto de la controversia — y uno de ios que han cobrado especial
-‘im portancia en la lingüística actual— se refiere a l papel de ía intu ición y a
los problemas’ m étodologicós derivados de ella. E l ' térm ino ‘ intuición* con-
tiene asociaciones más bien desafortunadas. Cuando aludimos a las intuicio­
nes del hablante nativo acerca de su lengua nos referim os a los ju icios es­
pontáneos y nq .condicionados sobre la aceptabilidad o inaceptabilidad de
enunciados. equivalencia o no equivalencia de enunciados, y así sucesivamen­
te^ H ubo un tiem po en que algunos lingüistas pensaron que cabía, en princi­
pio, o m itir las intuiciones de los hablantes nativos sim plem ente allegando un
co rp u s suficientem ente copioso de datos obtenidos con naturalidad y so­
m etiéndolo a un análisis exhaustivo y sistem ático. En la actualidad m uy pocos
suscribirían este punto de vista. Es evidente que muchos enunciados dichos
con naturalidad resultan, p or razones lingüísticam ente no pertinentes, inacep­
tables, e incluso que no hay ningún corpus de m aterial, p o r muy grande que
sea, capaz de contener ejem plos de todos los tipos aceptables de enunciado.
Sin em bargo, el recurso a las pruebas intuitivas continúa con trovertido en
un par de aspectos. -
E l p rim ero consiste en determ inar si las intuiciones a que se refiere el
1ingüTslá"foñ5a5rpartirefécfí^mé5t<r'aelá~c6m^
hablante n ativy. Si -es así, a ju zgar p o r la definición de Chomsky de ‘com pe­
tencia’ y su form ulación sobre los o b jetivo s de lingüística, esas intuiciones
deben en trar en la descripción de la lengua. P ero la m ayoría de lingüistas
probablem ente no aceptaría las intuiciones del hablante nativo com o dato
fehaciente para la descripción. V o lverem os a este asunto al tratar del gene­
rativism o (c f. 7.4).
La segunda parte del litigio se re fiere a la fia b ilidad de los juicios del ha­
blante nativo cóm b~reflejo~o pronpistico del com portam iento lingüístico pro­
pio y ajeno. Los lingüistas reconocen en general que estos juicios, al menos
en ciertos aspectos, son muy poco fidedignos. Los propios hablantes nativos
no sólo discrepan entre sí acerca de lo que es o no aceptable, aun cuando no
hay razones para pensar que hablan dialectos diferentes, sino que, además,
sus ju icios varían a lo largo del tiem po. O curre incluso con frecuencia que
un hablante nativo rechace por inaceptable un cierto enunciado propuesto
por el lingüista y más tarde se le oiga produ cir justam ente el m ism o enun­
ciado en algún contexto natural de uso. En cuanto a las in trospecciones del
lingüista sobre sü propia lengua, hay qu e a d m itir que son, al menos, tan**
poco fiables, a menudo incluso p o r otras razones, com o las intuiciones del
lego. Acaso el lingüista esté menos pendiente que el p rop io lego de las con­
venciones del uso corrpcto (p o r ejem plo, adm itiendo sin reparos una cons-
i trucción com o estaba en tre tú y yo, en lugar de estaba en tre ti y m í). Pero sus
ju icios son más proclives al distorsionam iento precisam ente porque sabe las
im plicaciones que tienen para éste o aquél o tro asunto teórico. Las introspec­
ciones del lingüista sobre el com portam iento p rop io y ajen o pueden muy
bien estar imbuidas dé teoría, aun cuando no ocurra así con la observación
directa de la conversación espontánea.
Desde luego, hay graves inconvenientes m etodológicos a la hora de alle­
gar datos fidedignos en todo el ám bito de la lingüística teórica. Pero estos
inconvenientes no son más serios que los de quienes trabajan en psicología,
sociología o en las ciencias sociales en general. Puede decirse, por el contrario,
que, en ciertos respectos, el lingüista se encuentra más cóm odam ente que la
m ayoría de científicos .sociales, pues se distingue con claridad qué parte de
lo observado pertenece al com portam iento lingüístico y qué parte no le per­
tenece. Existen, además, aspectos muy am plios, en la descripción de cual­
qu ier lengua, en que la fiabilidad de las intuiciones del hablante n ativo o de
las introspecciones del propio lingüista no plantea ningún problem a serio.
N o hay que exagerar, p o r tanto, los inconvenientes m etodológicos que apare­
cen en el curso de la investigación lingüística.
En el apartado a n terior nos hemos referid o a la psicología, a la sociología
y a las demás ciencias sociales. Muchos lingüistas, acaso la mayoría, clasifi­
carían su disciplina entre las ciencias sociales. Pero la lingüística no se pres­
ta fácilm ente a ninguna división académica que distinga entre ciencia y arte
ni entre ciencias naturales, ciencias sociales y humanidades. El uso creciente
de expresiones tales com o ‘ciencias de la vid a ’, ‘ ciencias del com portam iento’,
‘ ciencias humanas’ o ‘ciencias de la tierra' indican que muchas disciplinas
sienten la necesidad de agruparse por razones estratégicas o tácticas que poco
tienen que ver con las distinciones convencionales. La cuestión de si la lingüís­
tica, com o asignatura universitaria, se encasilla m e jo r en una facultad o en
otra constituye un m ero asunto de conveniencia adm inistrativa. Com o se ha
señalado antes, la lingüística o frece vínculos naturales con una gama muy am-’
plia de disciplinas académicas. Por ello, al decir que constituye una ciencia
no se niega en absoluto su estrecha relación tem ática con disciplinas tan
húmañas~como lia ''iSfósóWá'^ a' critica literaria.
En apartados subsiguientes examinaremos una serie de principios que los
lingüistas de hoy suelen tom ar p or válidos y que, en su m ayor parte, pueden
considerarse derivados del ideal científico de la objetividad. Como la lingüís­
tica moderna, al afirm ar su objetividad, se ha declarado tan a menudo al
margen de la tradición, estos principios se contraponen con frecuencia a los
que determ inaron las actitudes y supuestos característicos del gram ático tra­
dicional.

2.3 Terminología y notación

Toda disciplina dispone de su propio vocabulario técnico, y la lingüística no


es una excepción. La m ayoría de térm inos técnicos que em plean los lingüistas
aparecen en el curso de su obra y son fácilm ente com prensibles si se atienden
con atención y sin prejuicios.
A veces, no obstante, se objeta que esta term inología o jerga de la lin­
güística es más com pleja de lo necesario. ¿Por qué es tan proclive el lingüista
a la creación de térm inos nuevos? ¿P or qué, no se con form a con hablar de
sonidos, palabras y partes de la oración en lugar de inventar nuevos térm inos
técnicos com o ‘ fonem as’, ‘ m orfem as’ y ‘clases de fo rm a ’ ? E llo se debe, evi­
dentemente, a que los térm inos corrientes sobre la lengua — muchos de los
cuales, incidentalm ente, se form aron com o térm inos técnicos de la gram ática
tradicional— son im precisos o ambiguos. Desde luego, esto no im pide que el
lingüista, com o otros especialistas, no incurra a veces en una pedantería ter­
m inológica fuera de lugar. N o obstante, en principio, si el vocabulario espe­
cializado de la lingüística se em plea con m oderación y con propiedad sirve
para clarificar y no para ensom brecer, ya que evita la ambigüedad y los po­
sibles malentendidos.
Lo m ism o puede decirse con respecto a la notación. N o hay más rem edio
que u tilizar la lengua para hablar tanto del lenguaje en general com o de las
lenguas en particular. Por ello necesitam os identificar con exactitud a qué
partes o rasgos de una lengua aludimos. E l em pleo de notaciones especiales
facilita muchísim o esta labor. Por ejem plo, puede surgir la necesidad de dis­
tinguir entre el significado de una palabra y su form a, y entre cada uno de
estos aspectos y la palabra misma. Y no existe, desafortunadamente, un gru­
po generalm ente adm itido de convenciones notacionales que perm ita esta­
blecer éstas y otras distinciones. En este lib ro recurrirem os al uso de com illas
simples, com illas dobles y cursiva. P o r ejem plo, distinguirem os entre «m esa »
y mesa, para distinguir, respectivam ente, entre el significado y la form a (o una
de las form as) de la palabra 'mesa'. Gracias a estas convenciones, podemos
mantener separados, com o verem os más adelante, al menos d os.de los senti­
dos de la palabra ‘palabra’ : el prim ero, para lo que aparece en el diccionario
de la lengua; el segundo, para lo que se escribe entre espacios com o una se­
cuencia de letras en un texto escrito.
Más adelante introducirem os otras convenciones que perm itan distinguir
las form as habladas de las escritas, y las form as habladas de un cierto tipo
(fo n ético) de las habladas de o tro tipo (fo n o ló gico ), y así sucesivamente. Lo
que aquí nos interesa establecer, en general, es que las diversas convenciones
son, si no absolutam ente esenciales, sí al menos muy útiles para aludir a los
datos lingüísticos y precisar de qué se está hablando. Ofrecen, además, la
ventaja de inducir al lingüista a m editar con cuidado distinciones que de
otro m odo podrían pasar inadvertidas. M uy a menudo resulta d ifícil aplicar
con absoluta coherencia una determ inada convención notacional, lo que lleva
a veces a replantear la distinción teórica para la cual se había establecido al
principio. Ésta es también una de las form as de progresar en toda disciplina.

2.4 L a lingüística es descriptiva; no prescriptiva

Aquí em pleamos el térm ino ‘d escrip tivo’ en un sentido d ife rente y opuesto
tanto, a ‘gen eral’ com o a ‘h istórico’. Este contraste es el que se establece en-
tre d e s c r i b i r cóm o son las cosas y p r e s c r i b í r cóm o deberían ser.
O tro térm ino equivaTénte á~F^ esS Tpn voT~eñ ^posicíoír~an áloga a ‘d escriptivo’,
es ‘n orm ativo’. A firm ar q ue la lingüística es una ciencia descriptiva (es decir,
no n orm ativa) supone que el lingüista trata de descubrir y alm acenar las
reglas que siguen realm ente los m iem bros de una com unidad lingüística sin
im pon eríes"otras reglas- o “normas” T3ívérsas^"y," p or tanto, extrañas) de co-
rrección. ' '
Quizá resulte confuso em plear, com o acabo de hacer, el térm in o ‘ regla’
con dos significados tan diferentes. Los lingüistas, con razón o no, lo utilizan
así. Será útil, p o r tanto, ilustrar la diferen cia entre am bos tipos de reglas
— llamémoslas inmanentes y trascendentes, respectivamente— a través de algo
que“ ñaclá—tíérieTqué ver con la íefrfgli á7"E xami ríemo s"el com portam iento sexual
de la gente en una sociedad dada. Si nos interesa el punto de vista puramente
descriptivo (es decir, no norm ativo) en la investigación de dicho com porta­
miento, trataremos de averiguar cómo se comporta realmente la gente a este
respecto: si practican el sexo prematrim onial y, si es así, de qué manera y
desde qué edad; si los maridos y las esposas son igualmente fieles o no a sus
compañeros, y así sucesivamente. Ahora bien, en tanto que el com portam ien­
to de un grupo dentro de la comunidad esté gobernado, en la práctica, por
principios determinables — si los miembros los obedecen o no, o son cons­
cientes de ellos— , podemos decir que está regulado, en el sentido de que las
reglas son i n m a n e n t e s al com portam iento real. Pero tales reglas (si es
que cabe llam arlas-' así) son muy distintas en condición, si no en contenido,
de las reglas de conducta que podría prescribir la relación establecida o una
cierta m oralidad convencional. La gente, en la práctica, puede o no amoldarse
a esta suerte de reglas t r a s c e n d e n t e s (es decir, extrañas, o no in­
manentes) del com portam iento sexual. Por lo demás, puede haber diferen­
cias entre el modo com o la gente se comporta y como afirma o incluso cree
comportarse. Todas estas diferencias guardan correlación con el com porta­
miento lingüístico. La distinción más importante, sin em bargo, es la que se-
para las reglas trascendentes (o prescriptivas) 5e las inmanentes (o descrip­
tivas). Las afirmaciones y negaciones prescriptivas son órdenes (¡D i / Ñ o
digas )¿7)7 mTéñt7iiJ~^TTás*^fírma£Ío^es y negaciones descriptivas son sim-
ples áse^ racloñ esT £ á “ ^n /e"3¿cF7 no dice X ).
E ITn ofivo"prfñ^ípall3F ^ü elóTTingm stás actuales insistan tanto en la dis-
tin c ió ñ ^ iíffg ~ r ^ la s ~ d H c ñ p t iM s ~ y ^ fe s m ^ w á s " reside en q u é lá gram ática
tradicional presentaba un talante fuertemente norm ativo. El gram ático con­
cebía su tarea com o la form ulación de pautas de corrección y su imposición,
en caso de necesidad, a los hablantes de la lengua respectiva. A algunos segu­
ramente les resultarán fam iliares muchos de los preceptos norm ativos de la
gram ática tradicional: «L a segunda persona singular del indefinido nunca ter­
mina en -s» (no cantastes, sino cantaste); «H ay que evitar la ambigüedad
entre antecedente y cláusula de relativo» (no Es el ch ico del vecino que estu­
vo aquí)-, «H a y que respetar la correspondencia entre d eícticos» (n o Pásame
esto que llevas a h í); «N o hay que confundir los numerales partitivos con los
ordinales» (n o E l lib ro está en la doceava ed ición); «E l o b jeto indirecto pro­
nominal carece de concordancia de género» (n o La escribió una postal).'

1. [E n el o rigin al, se consignan las siguientes n o rm a s :] «N u n c a debe em plearse u


n egativa d o b le » (n o / d íd n ’t do n oth in g, sino í d id n 't do anything, « N o h ice n a d a »); «N u n ­
ca term in a r oración con p rep o sició n » (n o T h a t's the m an I was speaking to, sino T h a t's
the m an to w h om l was speaking, «E s el h om bre con quien estu ve h a b la n d o »); « E l verb o
‘ to b e ’, ''ser/estar'', exige el m ism o caso antes y después» (p o r tanto, al a p lica r esta regla
debe correg irse í t ’s m e p or I t is /, «S o y y o »); «L a form a a in 't es in c o rre c ta » [(n o A in ’t
m isbeh avin g, sino ! am n o t m isbehaving, « N o me p o rto m a l» )] « N o debe escin dirse el
in fin itiv o » (c o m o en I want you to cleariy understand, «Q u ie ro que (lo ) entiendas clara­
m en te», don de -clearly está in tercalado en la form a [c o m p u es ta ] de in fin itivo to u n dersta nd).
E l exam en de estos ejem plos dem uestra de inm ediato qué tienen un ca­
rácter bien heterogéneo. H ay dialectos del español en que nunca aparece el
llamado laísm o (es decir, el uso de la en vez de le ), m ientras que en otros
constituye, desde un punto de vista puram ente descriptivo, la construcción
correcta. Cuando se aducen razones para condenar el laísm o u o tro fenóm eno
similar en nom bre de algún principio descriptivo que lo descalifique por vul­
nerar alguna prem isa necesaria, la lógica se con vierte en una suerte de orácu­
lo. Así ocurre, p or ejem plo, al p roscribir las construcciones de doble negación
(algo así com o N u n c a 'n o ha ven id o) en ciertas lenguas com o en inglés [o en
latín clásico]. Esgrim iendo la lógica, se ha argum entado que dos negaciones
equivalen a una afirm ación. Esto m erece algunos com entarios. En p rim er lu­
gar, delata una incom prensión palm aria de lo que es la lógica y de cóm o
opera, si bien no tenemos por qué en trar ahora en la naturaleza de los axio­
mas lógicos ni en la com pleja cuestión de cóm o se relaciona la llam ada
lógica natural del com portam iento lingüístico ordin ario con los sistemas ló ­
gicos que construyen e investigan los especialistas. L o único que vale con­
signar aquí es que no hay nada intrínsecam ente iló gico en íai construcción
n e g a t iv a dobig En los dialectos en que se em plea con regularidad actúa sis­
temáticamente según reglas y principios gram aticales de interpretación que
son inmanentes al com portam iento de las respectivas comunidades dialecta­
les. Tam bién conviene mencionar, a p rop ósito de la construcción negativa
doble, que, tal com o funciona en ciertos dialectos del inglés, no puede des­
cribirse adecuadam ente sin tener en cuenta rasgos com o el acento y la en­
tonación. Las reglas del inglés estándar (esto es las reglas inmanentes al com ­
portam iento lingüístico de los hablantes de un determ inado dialecto del
inglés) perm iten / did n’t do n othing (con el significado aproxim ado de « N o
es cierto que y o no h iciera n a d a ») siem pre y cuando d i& f’t se acentúe, o
bien, ju n to con otras im plicaciones o presuposiciones, si do o n o th in g se
pronuncian con un acento especialm ente enfático. En los dialectos en que
I didn’t Ido n o th in g (con acento n orm al) puede significar « N o hice n ad a»
también tom a los significados del inglés estándar, si bien el acento y la en­
tonación evitan la confusión. Puede observarse, en fin, que son muchas las
lenguas donde la llam ada construcción negativa doble se produce precisa­
mente en el dialecto literario: por ejem plo, en francés, italiano, español o
ruso — p o r no m encionar sino algunas de las m odernas lenguas europeas más
familiares— . Incluso el más prestigioso dialecto del griego antiguo — el grie­
go clásico, em pleado en .las obras de Platón, Sófocles, Tucídides y aun del
padre de la lógica, el propio A ristóteles— tenía una construcción negativa
doble. ¡Y a fin de cuentas la gram ática tradicion al se origin a en la descrip­
ción de los dialectos literarios de la antigua G recia!
Otros preceptos norm ativos de la gram ática tradicion al — com o [e n in­
glés] la condena de la escisión del in fin itivo (... to clearly understand) o de
I t ’s m e— derivan de la aplicación de principios y categorías que en un m o­
mento an terior se habían establecido para la descripción del griego y el latín.
Así, ocurre que las form as a que se aplica el térm ino ‘ in fin itivo’ contienen
una sola palabra en griego y en latín, lo m ism o qu e en francés, alemán, ruso,
español, etc. Tradicionalm ente, las form as de dos palabras, com o to under-
stand, «com p ren d er», to go, « ir » , etcétera, se denom inan tam bién in fin itivos,
aun cuando su función sólo pueda com pararse en parte con la de los in fi­
nitivos latinos, pongam os por caso. Com o verem os más adelante, la posibi­
lidad de escindir una form a (en el sentido en que se utiliza con respecto al
infinitivo [en in g lé s ]) es uno de los principales criterios que aplica el lin­
güista para decidir si se trata de una o de dos palabras. Y dado que p o r otros
m otivos y por las convenciones ortográficas de la lengua escrita los llam ados
infinitivos del inglés son form as de dos palabras, no cabe objeción, en prin­
cipio, para separarlas. En cuanto a la proscripción de I t ’s m e, «S o y y o », et­
cétera, lo cierto es que las llamadas diferencias de caso de la gram ática
tradicional (y o fren te a me, m í; tú frente a te, ti; él fren te a le, lo, etc.) no se
encuentran en todas las lenguas, y ni siquiera algo que quepa identificar, por
su función y sus características gramaticales, com o un verb o que signifique
«s e r». Además, en las lenguas con casos y verbos equivalentes ál latín ‘esse’,
al inglés ‘ to b e’ [o al español ‘ ser’ ], la diversidad de construcciones posibles
es tal, que la tradicional regla, « E l verbo ‘ to b e’ tom a el m ism o caso antes
y después», denuncia inm ediatam ente lo que es: una regla n orm ativa basada
en el latín que no se sostiene en criterios más generales.
Es interesante notar que muchos hablantes de un inglés que los gram á­
ticos tradicionalistas considerarían bueno' dirían y escribirían betw een you
and I [en lugar de betw een you and m e ), «en tre tú y y o ». H e to ld y ou and I
[en lugar de H e told you and m e], « L o d ijo a t r y a m í», etc.2 Estas cons­
trucciones violan otra tradicional regla prescriptiva del inglés: «L o s verbos
y las preposiciones rigen su o b jeto en acusativo». Derivan, al parecer, de lo
que se denomina u l t r a c o r r e c c i ó n , e$to es la am pliación de una re­
gla o principio, p o r ign orar su cobertura, a fenóm enos a los que o rigin al­
m ente no se aplicaba.3 Queda, así, ignorada la naturaleza de la regla pres-
criptiva, sobre tod o porque muchos hablantes que dirían con naturalidad
Y ou and m e w ill go, «T ú y m í» ( = y o ) irem os», nunca dirían, en cam bio. M e
w ill go, «M í iré », ni H e told I, «M e d ijo a y o ». Se in terpreta, p o r el con trario
(para no pasar p o r hablante de un inglés deficiente) com o una n orm a para
sustituir you and m e (o m e and y ou ) p o r you and I en todas las posiciones.
E llo da lugar no sólo a lo que la gram ática tradicional aceptaría, Y o u and
1 w ill go tegether, «T ú y yo irem os ju n tos», etc., sino tam bién a lo que con­
denaría, between you and I, «en tre tú y y o », H e to ld you and I, « D ijo a ti

2. [Algo semejante sucede en español con ‘entre’, que rige actualmente las formas
pronominales de nominativo (v. gr., Entre tú y yo lo haremos) tras una situación vaci­
lante hasta ñnales del xvu (v. gr.. Estaba entre ti y m í).]
3 [U n ejemplo de ultracorrección en español se encuentra en una grafía como Viva
lio, en lugar de Viva yo, cuyo autor, sin duda semianalfabeto y yeísta, esto es hablante
que confunde 11 (v. gr,,. calló) e y (v. gr., cayó) en favor de y (y pronuncia [kayó] en am­
bos casos), se corrige-indebidamente al aplicar en exceso (en una forma de ‘yo’) la nor­
ma ortográfica que ha de aplicar todo yeísta de que, a veces, ha de escribir < ll> donde él
pronuncia [y ], Cf. 6.5, nota 3.]
y a y o », etc. L o que no im plica, p o r supuesto, que todo hablante de inglés
que diga betw een you and I, H e ío_íd you and I, etc., haya realizado la ope­
ración de aplicar bien y mal, al m ism o ^tiempo, la regla tradicional. Estas
construcciones son tan comunes en el habla actual de la clase m edia y alta
del inglés estándar de In gla terra que seguramerite^ las han aprendido con
toda naturalidad la m ayoría de los que las utilizan. Y no hay duda, sin em ­
bargo, de que se origin aron en un proceso de ultracorrección.
Desde luego, ni la lógica ni la gram ática del latín sirven de tribunal de­
cisorio para d ecid ir si algo es o no co rrecto en inglés. Tam p oco puede a p e­
larse a la autoridad incuestionable de la tradición p o r la tradición (« A s í m e
los énséñáron a m i, a m is padres y a los padres de m is p a d res») o al uso
de los escritores más reputados de la lengua. H ay una opinión am pliam ente
adm itida en nuestra sociedad, al m enos hasta hace poco, según la cual el
cam bio lin gü ístico supone necesariam ente un decaim iento o una corrupción
de ia lengua, ü sta o p im ó ji no puede defenderse de ningún m odo. Todas Tas
lenguas están sujetas al cam bio, no hay más que observarlo. De ahí que la
tarea de la lingüística h istórica consista en investigar todos los detalles po­
sibles del cam bio lingüístico y, m ediante una teoría explicativa, contribu ir al
con ocim ien to de la naturaleza del lenguaje. Los factores que determ inan el
cam bio son com plejos y hasta ahora sólo parcialm ente com pren didos. Pero
sé conocen suficientem ente ya — desde m itad del siglo pasado^— para que no
quepa duda de que, si se m ira sin p reju icios el cam bio en la lengua, lo qu e
en un m om ento se condena com o corrupción o decaim iento de criterios tra­
dicionales de uso puede siem pre ponerse en correlación con o tro cam bio
an terior del m ism o tipo que dio origen al uso que los propios tradiciona-
listas consideran genuinam ente correcto.
En cuanto al prin cip io de seguir los criterios de los escritores más con­
sagrados, tam bién es índeienaiDie, ai m enos por la form a en que suele aplicar­
se. N o nav razón para creer que un escritor, p o r m uy genial que sea, está
in vestido de un don especial para el conocim iento seguro y certero de las
reglas trascendentes de corrección p o r encim a de los demás hablantes. De
ahí que la gram ática tradicional tenga un verdadero p reju icio litera rio en
sus 'bases de com paración. E llo se debe a que en períodos im portantes del
desarrollo cultural europeo — desde la escuela alejandrina en el siglo n a. C.
hasta el hum anism o renacentista— la descripción gram atical, p rim ero del
griego y luego del latín, estaba subordinada a la tarea práctica de hacer acce­
sible la literatu ra p rim itiva a los que no hablaban, o no podían hablar p o r
el paso del tiem po, el dialecto del griego o del latín en que se basaba la len­
gua de los textos clásicos. E l p reju icio litera rio de la gram ática tradicional
no sólo se explica por estos hechos históricos, sino que resulta aun, ju stifica­
ble, al m enos en lo que atañe a la descripción del griego y del latín. Pero
carece de sentido en la descripción gram atical de las lenguas habladas m o­
dernam ente.
N o hay, en la lengua, pautas absolutas de corrección. Podem os decir que
un ex tra n jero ha com etido un e rro r si dice algo que viola las reglas inm a­
nentes al uso de los hablantes nativos. Podem os decir igualm ente, si nos
em peñam os en ello, que el hablante de un dialecto social o regional no es­
tán dar se ha expresado de una fo rm a no gram atical si su enunciación vu l­
nera las reglas inm anentes a lengua estándar. Pero al expresarnos así adop­
tam os, desde luego, el supuesto de que quería u tilizar la lengua estándar o de
que, al menos, debía h aberlo qu erido. Y este supuesto requ iere justificación.
Para evita r m alentendidos, hem os de subrayar que, al distin gu ir en tre
descripción y prescripción, el lingüista no m ega el establecim ien to y la pres­
crip ció n de norm as de uso. E xisten evidentes ven tajas adm inistrativas y edu-
cacionales en el m undo m oderno si se estandariza un dialecto prin cip al para
un determ in ado país o región. E ste proceso de estandarización ya ha tenido
lu gar durante largos p eríod os en muchos países occidentales, con o sin la
in terven ción d el gobierno. En la actualidad se está realizando a escala ace­
lerad a y den tro de la p olítica oficial en algunas naciones en vías de desarrollo
de' Á fric a y Asia. E l problem a de seleccionar, estandarizar y p ro m o ve r una
determ in aba lenguá o dialecto a expensas de ofras está lle na de difacultades
p o líticas y sociales. ¡Forma parte efe lo que se ha ven ido en Uaínar " p í a ^ T IT í-
c a c i ó n l i n g ü í s t i c a , , un cam po im portan te de la soc iolingüística apli-
ca3a.
T a m p oco debe pensarse que, al negar que todo cam bio en la lengua sea
para mal, el lingüista im pliqu e que deba ser necesariam ente para bien. E l
lin gü ista se lim ita a poner en tela de ju icio la apelación irreflexiva a crite­
rios em píricam ente desacreditados. Concede que cabe la posibilidad, en prin­
cip io, de evalu ar los dialectos y las lenguas p o r su flexibilidad relativa, el
ám b ito de expresión, la precisión y el potencial estético, y acepta ciertam en ­
te qu e el uso de un dialecto o lengua p o r cada hablante y escritor puede ser
más o menos efectivo. N o obstante, y a ju zgá r p o r la obra cien tífica más
recien te sobre el lenguaje y las lenguas, tam bién ha de a d m itir que la ma­
y o ría de estos ju icios son extrem adam ente subjetivos. C om o m iem bro de
una com unidad de hablantes, el lingüista tendrá sus propios preju icios, es­
pontáneos o derivados de su origen social, cultural o geográfico, y puede ser
con servador o progresista p o r tem peram ento. Sus actitudes hacia la propia
lengua no serán menos subjetivas, a este respecto, que las del profan o. P o r
ejem p lo , puede en contrar agradable o desagradable una determ inada p ro ­
nunciación o dialecto. Puede, incluso, c o rregir el habla de sus h ijos si los oye
u tiliza r una pronunciación, una palabra o una construcción gram atical re­
probadas p o r los puristas. Ahora bien, al proced er así, si es consecuente con­
sigo m ism o, sabrá que co rrige algo n o inherentem ente in correcto, sino sólo
en relación con un cierto m odelo que, p o r razones de p restigio social o p o r
alguna ven ta ja educativa, desea que adopten sus hijos.
„ E n cuanto a su actitud con respecto a la lengua literaria, el lingüista se
lim ita a subrayar que la lengua se em plea para muchos propósitos y que
estos em pleos no deben juzgarse a p a rtir de criterio s aplicables única o p ri­
m ord ialm en te a la lengua literaria. Esto no qu iere decir, en absoluto, que
sea h ostil a la literatu ra o a su estudio en la escuela y la universidad. P o r
e l con trario, m uchos lingüistas manifiestan un particu lar interés p o r la in­
vestigación de los usos litera rios a que se aplica la lengua y al m odo de cul­
m in ar dichos usos. E sto fo rm a parte — muv im portante, p o r cierto— de la
r ama de la m acrolingüística conocida p o r e s t i l í s t i c a .

2.5 Prioridad de la descripción sincrónica

E l prin cip io de lá p riorid a d de la descripción sincrónica, característico, en su


m ayor parte, de la teo ría lingüística del presente siglo, im plica 'que las con­
sideraciones históricas carecen de relevancia para investigar los diversos es­
tados tem porales de una lengua. A l com ienzo del capítulo (cf. 2.1). introdujim os
los térm inos de 'sin cron ía y *diacronía’, debidos a Saussure. Aquí vam os a
u tilizar una de las analo|ías utilizadas p o r este autor para ilustrar la prio­
rid ad de lo sincrónico sobre lo diacrónico.
Com parem os el desarrollo h istórico de una lengua con una partida de
a jedrez que se ju ega ante nosotros. La situación del tablero cam bia cons­
tantem ente a m edida que cada ju ga d o r realiza su m ovim iento. E llo no obs­
tante, en cada m om ento puede describirse sin residuos la situación de ju ego
a p a rtir de las posiciones ocupadas p o r las piezas. (En realidad, no es exac­
tam ente así. P o r ejem p lo, el estado del ju ego queda afectado, por lo que se
refiere a las posibilidades de enrocar, p o r haber m ovido el rey de su posi­
ción inicial, aunque luego vu elva a ella. Podem os pasar p o r alto estos deta­
lles m enores que in frin gen la analogía de Saussure.) N o im p orta por qué
cam ino llegan los ju gadores a un determ inado estado de juego. A l m argen
del núm ero, la naturaleza o el ord en de los m ovim ientos anteriores, puede
describirse cada posición sin necesidad de hacer ninguna referencia a ellos.
L o m ism o sucede^ según Saussure, con el desarrollo histórico de las lenguas.
Todas cam bian constantem ente. P ero cada estado sucesivo de una lengua
puede, y debe, describirse en sus p rop ios térm inos sin referencia a sus ante­
cedentes ni a sus probables consecuencias.
T o d o esto acaso parezca dem asiado teórico y abstracto, pero contiene
im plicaciones bien prácticas. L a prim era se refiere a lo que cabe llam ar fa -
1 a c i a e t i m o l ó g i c a . La etim ología es el estudio del origen y evolución
dé las" palabras. 5us m entes se encuentran, p or lo que concierne a la tradi­
ción gram atical de O ccidente, en las especulaciones de ciertos filósofos grie­
g o s del siglo v a. C. E l p rop io térm in o de ‘ etim ología’ es bien revelador, pues
[es la versión latinizada de la palabra griega ‘étym os’, que significa «verd a ­
d e ro » o «r e a l». Según una escuela de filósofos griegos del siglo v, las pala­
bras se asocian por naturaleza, y no p o r convención, a sus significados. Esto
quizá no resulta evid en te al profan o, estim aron; pero era dem ostrable por
el filó so fo capaz de discern ir la realidad que subyace b a jo la apariencia de
las cosas. P en etrar las apariencias a m enudo engañosas por m edio del aná­
lisis cuidadoso de los cam bios que habían tenido lugar en la evolución de
la form a o del significado de una palabra, descubrir el origen de una palabra
y po r él su ver dadero significado equivalía a desvelar una verdad de la natu-
raleza. P or falacia etim ológica entiendo- ei ^upuesto 'de que la form a _y el
significado o riginarios de una palabra son necesariarnenteT v en v irtud de ello,
los únicos correctos. TaI.supuesto sé encuentra a m pila men te~dífun d i d o . Pién­
sese, si no, en la cantidad de veces que se aduce el argum ento de que com o
tal o cual palabra procede del griego, el latín, el árabe u otra lengua cual­
quiera, el significado correcto de la misma ha de ser el que tenía en esa len-
i gua de origen. El argum ento es falaz porque carece de justificación e l su­
puesto im p lícito de que hay una correspondencia originalm ente verdadera
o apropiada entre form a y significado.
En el siglo x ix la e t i m o l o g í a adquirió un fundam ento mucho más
sólido ^ ú ^ e n ~ ^ r ío 3 o s “ ánteríores71irai no es ju sto sostener, com o se atribuye
a Voftaíre, que la etim ología es una ciencia en que las vocales no cuentan
para nada y las consonantes para muy poco. Tal com o se practica en la ac­
tualidad, constituye una ram a bien respetable de la lingüística h istórica o
diacrónica. Como verem os en el capítulo 6, dispone de sus propios princi­
pios, basados en la cualidad y cantidad de evidencias qu e ello s m ism os
aportan. En los casos más favorables, la fiabilidad de la reconstrucción eti­
m ológica es ciertam ente muy grande.
U n a s p e c to que descubrieron los etim ologistas del XIX y que los lingüis­
tas actuales dan" por sentado es que la m ayoría de las palabras del vocabu­
lario de una le^ no pueden rastrearse hasta su origen. Las palabraTcreadas
deliberadam ente, tom ando en préstam o form as de otras lenguas o utilizan do
algún o tro principio, no son típicas del vocabulario en general ni evidente­
m ente del vocabulario más básico y no especializado de una lengua. L o que
hace el etim ologista actual es relacionar palabras de un estado sincrónica­
mente descriptible de una lengua con otras atestiguadas o reconstruidas de
algún estado anterior de la misma o de alguna otra lengua. Ahora bien, las
palabras de aquel estado anterior han evolucionado a su vez a p a rtir de otras
también anteriores. La posibilidad de descubrir la form a o el significado de
estas palabras anteriores con las técnicas etim ológicas depende de los datos
que hayan sobrevivido. P o r ejem plo, podem os relacionar la palabra del in­
glés actual ‘ ten’, «d ie z », con la del antiguo inglés cuyas form as alternaban
entre ten (con una vocal larga) o den. Y aun podem os relacionar esa palabra
del antiguo inglés, a través de sucesivos estados hipotéticos, con una pala­
bra reconstruida del protoindoeuropeo, cuya form a sería *d ekm y que significa
asim ism o «d ie z ». Pero ya no cabe retroceder más allá de este punto. Y , sin
em bargo, la palabra del protoindoeuropeo *dekm — el asterisco precisa que
se trata de una form a reconstruida y no documentada (cf. 6.3)— no es, evi­
dentemente, el origen de todas las palabras derivadas de ella en las lenguas
que pertenecen a la fam ilia indoeuropea. Desde luego, ha de haber surgido a
partir de otra palabra (que puede, o no, haber significado «d ie z » — no hay
m odo de averiguarlo— ) perteneciente al vocabulario de otra lengua; y aquella
palabra, a su vez, de alguna otra anterior de otra lengua, y así sucesivamente.
En general, los etim ologistas no se preocupan en la actualidad p o r los o ríg e ­
nes más rem otos, y aun adm itirían que, en muchos casos (p . ei-, en la palabra
‘ ten’), no tiene sentido indagar el o rigen de una palabra. L o que el e tim o lo ­
g í a puede decir, con ;m as~o” m enos
<dgnificado der más antiguo antecedente con ocido o h ipotético de una pala­
bra dada.
É sto nos lleva a una evid en te incongruencia con la analogía de Saussure.
Toda partida de ajedrez, ju gada y com p leta d a se^ún las reglas, tien e un prin ­
cipio y un final. Las lenguas, en cam bio, no. N o áólo es falso (p o r l o que sa-
bem os) que todas las lenguas partieran de una m ism a posición de taEife r o T
por así decirlo, y luég5~evoíucionaran p o r su cuenta, sino que tam bién es
im posible fechar él prin cip ió de 'u n a lengua com o n ^ sea m uy aproxim
mente y p o r una convenc ió n a rb ítr á n a !“N o podem os decir, p o r ejem p lo, en
qu é puntó” ”del tiem po e T la tín h ablado se co n virtió en francés, italian o o es­
pañol antiguos. Tam p oco podem os d ec ir en qué m om ento cesó de ex istir
una lengua a menos que sea una lengua extinguida más o m enos de go lp e
por la m u erte física de sus hablantes nativos. Las lenguas, desde un pu n to
de vista diacrónico, no tienen p rin cip io ni fin deTerminado. ^n'^ntTma instan^
’cia, sólo por m era convención o conveniencia decim os que el antiguo in glés
y el inglés m oderno constituyen dos e stados de la m ism a lengua en lu gar.
pongamos, de dos lenguas diferen tes. E xiste aún o tro aspecto p o r el q u e-se
desm orona tam bién la analogía de Saussure. La partida de ajed rez diepeñde
de reglas"éxplíc'itam enté"fónnuÍac[as“ y ^ e n t r o ^ e T o s * T í m i t e s im puestos p o r
ellas, los ju gadores determ in an el curso del ju ego con referen cia a un final
reconocido. Pór~íó qu^"saBemós. noi K a v d i r eccionalidad en la evolu ción d ia­
crónica de las lenguas. Puede h ab er ciertos principios generales qu e deter-
minan la transición de un estado a o tro de una lengua. Ahora bien, aun cuan-
iiii«»nmi » |"'inr n i r n>r-TTHi i u—ir-rnii >-Trmjii u r n. i », j ............ i n n i in n » i nn^ i »i » > i » ~r—iru 11- n nr «'' mil —- iirr—- t ■rif ir ■-r1- ---- ,------ -- , " *' f ' ' .. .........—
ht i t m
do existan tales principios, no pueden com pararse con las reglas de un luego
a7 !I fi^ a r ^ o m o ~ *g I^ jF (Ífe ^ "V ^ lv é r e m o i~ ^ T a s ^ la m a 3 a s leyes del cam b io lin ­
güístico en e l capítulo 6.
E l prin cip io de la p riorid a d de la descripción sincrónica suele con cebirse
en el ‘sentido dé que ñ d iiñ iitrar'la '^ S scn p H ií^ su M róñ ica 'es independiente áde
la d escrip cióñ ’^¡S cn S iffc^ ,^ i t in p r ^ u p o n e ^ r M ^ 3 S is >s 5 £ M ffi^ "p S re w o dé lo s
estados sucesivos p o r lo s que han pasado las lenguas en el curso de su evo ­
lución. Quizá no era ésta íaTopinión de Sáüssure. p ero h oy se acepta a m plia­
m ente en los supuestos sobre la naturaleza de los sistemas HngüísHcos.
A veces los lingüistas hablan, ün “tanto ''conKs'aSñente, com p si bastara
el paso del tiem p o para explicar el cambio lingüístico. P ero in tervien en fa c­
tores m uy diferentes, tanto internos co m o externos a la lengua. Algunos, tal
vez los más im portan tes, son sociales. E l paso del tiem po sim plem ente per­
m ite que su ihtera*ccíóñ**compTéja de lu gar a lo que más tarde aparece como
una transición de un estado de lengua a otro.
Adem ás, la noción de paso d iacrón ico entre estados su ces ivo s jd e una
lengua sólo adquiere 'sentido" si "sé ap lic a 'á éstacfos'lingüísticos relativa m en te
alejados uno de o tro en el tiempc). M e he re ferid o ya a lo que he llam ado
ficción de la hom ogeneidad (c f. 1.6). H asta cierto punto, es tan ú til co m o ne­
cesaria. N o obstante, si se en tiende q ue el cam bio lingüístico com p o rta la
tran sform ación constante de lo aue en un m om ento fue un sistem a,lingüís-
tico p erfecta m en te h om ogéneo, todo el proceso d el cam b io en la lengua pa­
rece m ucho m ás m is te rio s o g e I^ g ü F ré á J m en ti£ es.'L o s- rasgos característicos
del habla de una m in o ría aparentem ente insignificante de m iem bros de una
com unidad lin gü ística, en un determ in ado m om ento, pueden extenderse a
la m a yor p a rte de la com u n idad en el curso de una o dos generaciones. A l
lingüista que d escrib a la lengua sincrónicam ente en cu alquiera de estos dos
puntos del tiem p o le será igualm ente leg ítim o o m itir el habla de la m in oría
disidente. P ero si p ro ce d e así y luego continúa refirién dose diacrón icam en te
a un sistem a lin gü ístico sincrónicam ente h om ogéneo qu e se tran sform a en
o tro tam bién h om og én eo in cu rrirá en una d istorsión de los hechos. P e o r aún,
co rrerá el rie sgo de crea r ciertos pseudoproblem as teóricos insolubles. En
cuanto a d vertim o s qu e ninguna lengua es estable o u niform e, dam os ya el
p rim er paso para e x p lica r teóricam ente la u bicuidad y la continu idad del cam ­
b io lingü ístico. Si ob serva m os dos estados de una lengua no excesivam ente
separados en el tiem po, probablem en te descu brirem os que íá m ayoria de las
diferen cias en tre am bos ya se encuentran com o variación sincrónica en los
p eríod os an teriores y posteriores. Desde el punto de vista m icroscóp ico — en
tanto que d istin to d el m acroscópico, habitual en _lin gü ística h istórica— es
im p osib le tra za r una distin ción clara entre cam b io d iacrón ico y variación
smcramc~á7~
En resum en, e l p rin cip io de la p riorid a d de la va ria ción sincrónica es
pálido, pero, en la m ed id a éri que se apoya en la ficción de la hom ogeneidad,
debe aplicarse con sum o cu idado y con su recon ocim ien to total a la condi­
ción teórica d el co n cep to de sistem a lingüístico. V o lverem o s de in m ediato a
está' cüestióríT

2.6 Estructura y sistema

Una de las definicion es de ‘ lengua’ que m encioné en el capítu lo 1 a propósito


de Chom sky la con sid era com o un «con ju n to (fin ito o in fin ito) de oraciones,
cada una de ellas fin ita en longitu d y com puesta p o r un con ju n to fin ito de
elem en to s» (c f. 1.2). A d op tem os lo dicho com o definición parcial del térm ino
‘ sistem a lin gü ístico ’ qu e hem os introducido, recuérdese, para solven tar en parte
la am bigüedad de la palabra inglesa ‘ language’.
En tanto que, p o r definición, son estables y uniform es, los sistem as lin­
güísticos no pueden iden tificarse con las lenguas naturales existentes; son^
p o r el con trario, constru ctos teóricos posíulados p o r el lingüista para dar
cuenta de las regu laridades que halla en el com p orta m ien to lin gü ístico de
los m iem bros de com unidades lingüísticas — más exactam ente, en las seña­
les lingüísticas p rod u cto de aquel com portam ien to— . C om o hem os visto,
las lenguas naturales existentes no son ni estables ni hom ogéneas. N o obs­
tante, hay suficiente estabilidad y hom ogeneidad en el habla de los que razo­
nablem ente u tilizan la m ism a lengua para que la postulación de un m ism o
sistem a lin gü ístico subyacente sea provechosa y científicam ente ju stificable.
excepto cuando se trata explícitam ente de describir la variación sincrónica
y diacrónica. En el curso de los tres capítulos siguientes daremos por sen­
tada la noción de sistem a lingüístico tal com o la definimos y exponemos aquí.
. E n tre las señales lingüísticas que produce o produciría un hablante es­
pañol en un períod o dado de tiem po, algunas q uedarían clasificadas com o
o r a c i o n e s de la lengua, y otras n o T N o vale la pena in qu irir en este mo­
m ento en virtu d de qué criterios se establece esta división entre oraciones y
no oraciones. E videntem ente, se trata de principios que determ inan la cons­
trucción de textos y discursos más am plios. Además, algunos de estos prin­
cipios son tan básicos, que su vio la ción se entendería com o la ruptura de
las reglas de la lengua. Aunque no todos en la actualidad, la m ayoría de lin­
güistas m antiene el supuesto tradicion al de que mucho, si no todo, de lo
que se com pren de al decir que se conoce una lengua se refiere a la cons­
trucción e in terpretación de oraciones.
D igam os que las oraciones son lo que se puntuaría convencionalmente
com ó 'tales éri la Ien ^ á ^ é'scY itá rC om o'H ém bs visto, la sT eñguas naturales tie-
nen la propiedad de la tran sferibilidad de m edio (cf. 1.4). Esto significa que,
por ío general, toda oración de la lengua escrita puede ponerse en corres-
póhdenciá cóñTuHa ’óraci<Ea“ clS~la lengua hablada, y viceversa. Las oraciones
habladas, por'sü p íiesto, ñ o "s e puñtüan p o r m edio de algo estrictam ente equi­
valente a la letra mayúscula inicial, el punto y aparte o la com a de las ora­
ciones escritas. Para nuestros propósitos, sin embargo, podem os establecer
una equ ivalen cia aproxim ada y sim ple en tré- los signosjde puntuación de una
lehgüá escrita~3^ ras~pautas^~de é r i T o n a c i ó n de la correspondiente len-
gua hablada.
L o m ism o que en muchas otras disciplinas, el térm ino ‘ estructura’ fi­
gura de un m odo prom in en te en la lingüística moderna. Si adoptam os el
punto de v is ta que p rim ero expresó Saussure y hoy aceptan" quienes suscn-
ben ios prin cip ios del e s t r u c t u r a l i s m o, direm os que un sistema lin-
gü ístico no sólo tiene uná"éstmcTüraJ~sin o que es una estructura. P or ejem -
pló, e n t a ñ t ó q u e ei español ^escr ito ~y~ hablado son isom órficos (es decir, tie-
nen la m ism a estructura), son la m ism a jlengua: no tienen en común más^
que su estructuraT E l sis te m é lin g ü ís tic o en sí, es, en principio, independiente
del m ed io en que se_ manifiesta.'^"es. ‘a este respecto, una, estructura., pura­
mente abstracta.
Los sistem as lingüísticos son estructuras de dos n iveles; tienen, pues,
la prop ied a d de la dualidad (c f. 1.5)i Las oraciones habíadas._no..son„ com bi­
naciones sólo de elem entos fo n o ló gicos, sino también de unidades .sintácticas.
La definición parcial de Chom sky sobre el sistema lingüístico com o conjunto
de oraciones, cada una de las cuales es finita en longitud y form ada p o r un
conju nto fin ito de elem entos, debe am pliarse para abarcar esa propiedad
esencial de las lenguas naturales. Cabe lógicam ente la posibilidad de que dos_
sistemas lingüísticos s e a n , isom órficos e n up nivel sjn_.serk>_en _eL_otro. En
rigor, com o se ha señalado ya, el hecho de que los llamados dialectos del
chino sean suficientem ente próxim os al isom orfism o sintáctico (aunque estén
lejos del isom orfism o fo n o ló g ico ) explica que la misma lengua escrita no
alfabética pueda ponerse más o menos en correspondencia con cada uno de
ellos. Cabe asimism o la posibilidad de que haya lenguas fonológicas, p erq no^
^ ^ á c t ir a n w n t ^ js o m ó ^ c a s . Ésta posibilidad se encuentra más o menos cuan­
do un hablante de español habla un francés gram aticalm ente perfecto pero
con un fu erte acento de su propia lengua. Más interesante aún es la in de­
pendencia de la sintaxis y la fonología que a menudo se pone gram atical­
mente de manifiesto en los procesos de criollización (cf. 9.3).
Las lenguas naturales, por consiguiente^ presentan jdos niveles de estruc­
tura independientes, en el sentido de que, la estructura fon ológica , de una
lengua no está determ inada p or su estructura sintáctica, del m ism o m odo
qué la estructura sintáctica tam poco está determ inada p or Su estructura fo n o ­
lógica. És im probable, por no decir im posible, que existan dos lenguas natura­
les cuyas oraciones habladas o escritas en una puedan oírse o leerse, una a
una, com o oraciones de la otra (con el m ism o significado o no). P ero sucede
a menudo, debido a la independencia de la estructura fonológica y sintáctica,
que la misma com binación de elem entos (sonidos en el habla, y letras en la
escritura alfabética) realice no una, sino dos o más oraciones. Las oraciones,
entonces, pueden distinguirse p o r m edio de la entonación o la puntuación, se­
gún sea el caso. Así,

(1) Piensa Juan que todo saldrá bien

se distingue de

(2) Piensa, Juan, que todo saldrá bien

en español escrito p or la puntuación, y en el hablado por la entonación. Pero,


aun sin diferencias de este tipo, cabe la posibilidad de que una m ism a com ­
binación realice más de una oración. Por ejem plo,

(3) Ahí viene la lechuza de su suegra

pueden ser, al menos, dos oraciones'distintas en español, según que se afirm e


que su suegra posee una lechuza o que es (co m o ) una lechuza en algún sen­
tido pertinente. Más adelante tratarem os más de cerca el análisis sintáctico
de las oraciones. De m om ento, basta con haber establecido que las oraciones,
tal com o se definen tradicionaim ente, no pueden- identificarse ni distinguirse
e n t r e g a base dé los elém éntos fó ñ o ló g íc ó s jie que se com ponen. En realidad,
com o hemos podido observar en (3), ni siquiera pueden identificarse a partir
de las unidades sintácticas sin tener en cuenta otros aspestos. al menos. He la
estructura sintáctica, entre ellos la asignación de unidades a lo que tradicio­
nalmente se denominan p a r t e s d e l d i s c u r s o (n om bre, y e rb o .a d je ti-
vo, etc).
Las unidades sintácticas que componen las oraciones, contra lo que ocu­
rre con los elem entos fonológicos, son muy num erosas. Ñ o obstante, com o los
elem entos fonológicos, son finitas en número. Digam os que todo sistem a lin­
güístico supone la existencia de un i n v e n t a r i o finito de elem entos y 3e
un v o c a b u l a r i o finito de unidades ( sim ples) ju nto con un conjunto de re­
g la s(acaso de d iversosjtipos) que in terrelacionan ambos niveles de estructura
jr^recísaTriraue c o m ^ a c io r S s 'c íe unida3es‘"son"o r S i o nes del sistema lingüís­
tico v. po r implicación, si no explícitam ente, cuáles no lo son. Conviene notar,
como verem os más adelante, que el vocabulario de una lengua natural es mu­
cho más que un conjunto de unidades sintácticas, pero ninguna de las m odi­
ficaciones o de los afinamientos term inológicos que introduciré en capítulos
siguientes afecta sustancialmente lo que se ha dicho aquí.
P o r el m om ento, las llamadas unidades sintácticas pueden considerarse
f o r maTs, esto es, combinaciones de elem entos tales, que toda com binación
distinguible constituye una form a distinta. Ahora bien, las form as en este
se n tid o 'd eí' térm íñó^ienenTún significado y éste está lejos de ser independien­
te de su función sintáctica. Así aparece claram ente en el caso de form as com o
sobre. La concepción tradicional establecería que hay (a l menos) dos pala­
bras diferentes en el vocabulario del español, representables (entre com illas
sim ples) a base de ‘ sobre,’ y ‘ sobre2’ y que difieren tanto en significado com o
en función sintáctica, aun cuando com partan la misma form a (v. gr.. Hay un
sobre sobre la mesa). Más adelante precisarem os un poco m ejor esta distin­
ción tradicional entre una form a y la unidad de la cual es form a; con ello ad­
vertim os que el térm ino ‘ palabra’, tal com o lo utilizan los lingüistas y los pro­
fanos, es extrem adam ente am biguo (cf. 4.1).
Toda oración está b i e n f o r m a d a por d e finición, tanto sintáctica com o
fonológicam ente, en el sistema lingüístico del cual es oración. El térm ino ‘b ien
form ad o’ es más am plio que el más tradicional ‘ gram atical . y lo incluye, mien-
tras que este últim o es más am plio a su vez que ‘ sintácticam ente bien for-
m^o^r^^^^l^^m^[^^^Er^F^r^ap7uIIoT~ScaimñáremoslanauIraIeza
y los"lím ites de la g'r a'm a tT ’c a 1 i d a d (esto es. la buena form ación gram a­
tical). Aquí basta con precisar que la buena fo rm ación (incluyendo la gra­
maticalidad) no de bir'ÍToñTum li r se~*con T a ~a c ep tab 111da d " poten cial ida d de uso
y ni siquiera significabilidad. Existe un núm ero indefinidamente grande de
oraciones en español y en cualquier otra lengua natural que, por diversas ra­
zones, no suelen aparecer. Pueden contener una serie inaceptable de palabras
obscenas o blasfemas, resultar estilísticam ente forzadas o excesivam ente com ­
plejas desde un punto de vista psicológico, o bien resultar contradictorias, o
aun describir situaciones que nunca se producen en el mundo habitado por la
sociedad que utiliza la lengua en cuestión. Toda com binación de elem entos
o unidades de una lengua dada., L, que no esté b ien formada..según. las rgglas,
de L está m a l f o r m a d a con respecto a L. Las com binaciones mal fo r ­
madas de elem entos o unidades pueden caracterizarse com o tales por medio
de un asterisco antepuesto.4 Así,

(4) '-Feliciano la dio un susto

4. E l uso de asteriscos para in dicar m a lfo rm a ció n no debe con fu n d irse con el em p leo
tam bién com ún y más arraiga d o que se hace en ia lin gü ística h istó rica para cara cterizar
form as recon stru idas [ o no docu m en tadas] (c f. 2.5). El c o n tex to aclarará, sin duda, a cuál
nos referim o s.
está m al form ad a y, en rig o r, es no gram atical con respecto al español estándar.
N o obstante, está gram aticalm en te bien form ad a en ciertos dialectos del es­
pañol. E ste e jem p lo ilu stra el p rin cip io más general de que pueden construirse
lenguas distintas a p a rtir de los m ism os elem entos y unidades, y lo que está
bien fo rm ad o en una lengua puede estar m al form ad o con respectó a qtra.
Pese a que se ha ilu stra d o con dos dialectos de la m ism a lengua, el p rin cip io
vale para lenguas d iferen tes. M ucho más podría decirse aún sobre la estruc­
tura de los sistem as lin gü ísticos, p ero es m e jo r d eja rlo para los capítulos de
fon ología, gram ática y sem ántica, donde cabe presentar gradualm ente y e jem ­
p lificar con m a yor d eta lle las cuestiones generales.5
H em os em pezado este apartado asum iendo la definición de Chom sky sobre
la lengua (es decir, el sistem a lin gü ístico) com o un conju n to de oraciones.
Es p referib le, sin em bargo, con cebir el sistem a lingü ístico com puesto de un
in ven tario de elem entos, un vocabu lario de unidades y unas reglas que deter­
m inan la buena fo rm a c ió n de las oraciones en ambos niveles. A ello vam os a
atenernos en lo sucesivo. A l parecer, con una definición adecuada de ‘ o ra ció n ’
coinciden am bas fo rm a s de con ceb ir los sistemas lingüísticos.

A M P L IA C IÓ N B IB L IO G R A F IC A
(
En general, sirve la misma que para el capítulo 1. Además, Crystal (1971), capítu­
los 2-3; Lyons (1974).
De los textos que en la bibliografía aparecen con asterisco, Robins (1979a) es
el más comprehensivo y neutral en la presentación de temas controvertidos; Lyons
(1968) subraya la continuidad entre la gramática tradicional y la lingüística mo­
derna, se circunscribe a la microlingüística sincrónica y se inclina en favor de una
determinada versión (actualmente pasada de moda) de la gramática transforma­
tiva; Martinet (1960) se encuentra en la tradición del estructuralismo europeo; Glea-
son (1961), H ill (1958) y Hockett (1958), junto con Joos (1976), proporcionan una
buena descripción desde la llamada lingüística postbloomfieldiana; Southworth &
Daswani (1974) plantea magistralmente la relación de la lingüística con la sociolo­
gía y la antropología, y vale asimismo en la lingüística aplicada; lo mismo, aunque
menos comprehensivo, resulta Falk (1973); Akmajian, Demers & Hamish (1979),

5. L o s lin gü istas b ritá n ic o s , en esp ecial, u tiliza n con fr e c u e n c ia los té rm in o s ‘ estru c­


tu ra ’ y ~ ‘ s istem a ’ en un s e n tid o e sp ecializad o : ‘ sistem a ' se ¿ p lica a todo_ con ju nto^ d e e le ­
m en tos o un idades q u e p u ed en a p a rec er é ñ ' uña m is m a "p o s ic íó n f^ e s tru c tu ra ’ alu d e a to d a '
c o m b in a c ió n de e lem e n to s y un id ad es qu é resu lta d e la selección adecu ád á én d eterm in a -"
das p osicion es. D efin id os así, ‘ e stru c tu ra ’ y ‘ s istem a ’ son c o m p le m e n ta rio s y se p res u p o ­
nen re cíp ro c a m e n te . L o s sistem a s dan lu gar en d eterm in a d a s p osicion es a estru ctu ras, y
las estru ctu ras se id en tific a n a b ase d e las seleccion es hechas a p a r tir de lo s sistem as
(c f. B e rry , 1975). E n este lib ro , ‘ s istem a ’ y ‘ e stru c tu ra ’ tom an un sen tid o m ás gen era l.
& Rodman (1974) y Smith & Wilson (1979) se inspiran coherentemente en
F ro m k in
Chomsky y, por lo general, hacen hincapié en el lenguaje biológico más que en el
cultural. Para las diversas corrientes y escuelas de la lingüistica moderna y refe­
rencias ulteriores, cf. el capítulo 7. [También Hágége (1981); López Morales (1974);
Newmayer (1982); Sánchez de Zavala (1982).]
En el capítulo 6 trataremos sobre la lingüística histórica (es decir, diacrónica)
y en los capítulos 8-10, sobre otras ramas de la macrolingüística.
Sobre la lingüística aplicada, cf. Corder (1973) y, para una presentación más
detallada, Alien & Corder (1975a, b, c).
1. ¿E n qué sentido cabe considerar que la lingüística e s una cien cia ? ¿Im p lica
esto que no form a parte de las hum anidades?

2. «com o todas las ram as del saber hacen uso del lenguaje, puede d e cirse que,
en ciertos aspectos, la lingüística reside en el centro de todas ellas com o estudio
de la herramienta que deben utilizar» (Robins, 1979a: 7). Com éntese.

3. «Las únicas generalizaciones útiles sobre la lengua so n las inductivas» (Bloom ­


field, 1935: 20). Com éntese.

4. ¿P o r qué los lingüistas tienden a criticar tanto la gram ática tradicional?

5. « A menudo los filó sofos y lingüistas tienen la im presión de que las intuiciones
no so n ‘científicas' ni suscep tib les de una observación directa, y s í va ria b le s
y poco dignas de crédito. A nosotros n o s parece una objeción no válida...» (Sm ith
& W ilson, 1979: 40). Com éntese.

6. D isp ó n ga se un contexto adecuado para el enunciado en español estándar


No he dicho algo (con la estructura prosódica pertinente).

7. ¿Q u é tiene de incorrecto, si es que tiene algo, la locución entre t¡ y m í?


¿Puede explicarse por m edio de la lógica o dá principios tradicionales b a sa d o s
en el latín?

8. ¿Q u é diferencia hay entre la perspectiva d e s c r i p t i v a y prescripti­


v a (o normativa) en, la 'in ve stig a ción de la lengua?

9. Ejemplifíquese, a s e r posible a través de la propia experiencia, el fenóm eno


de u l t r a c o r r e c c i ó n .
10. «La palabra ‘obviar’ su e le utilizarse incorrectam ente en la actualidad. Deriva
de una palabra latina que significa «sa lir al encuentro» y, por tanto, no vale en
el sentido corriente de «evitar, quitar de en medio». C om éntese.

11. Indíquese qué se entiende por prioridad del punto de vista sincrónico
sobre el d i a c r ó n i c o , en lingüística.

12. H á ga se un com entario crítico so bre la fam osa com paración de S a u ssu re entre
la lengua y una partida de ajedrez.

13. Un concepto ingenuo so b re la traducción literal la entendería com o la su sti­


tución una a una de las fo rm a s de palabra de la lengua de que se traduce por
las form as de palabra de la lengua a la que se traduce. ¿ E s esto lo que suele
entenderse por ‘traducción lite ra l'? ¿P u e d e determ inarse por qué razones resulta
poco realista esta concepción para las lenguas naturales?

14. «El sistem a lingüístico en s í ... e s una estructura puram ente abstracta» (p. 49).
C o n sid é re se esta afirm ación con referencia al u so de c ó d ig o s y cifrados sim p le s
basados en el principio de la su stitu ció n (a) letra a letra y (b) palabra a palabra
en m ensajes escritos. E sta s té cn ica s criptográficas, ¿c o n se rv a n o destruyen, ne­
cesariam ente el i s o m o r f i s m o ?

15. ¿Pue de idearse un c ó d igo o cifrado sim ple que explote la independencia de
ios d o s nive les estructurales del siste m a lingüístico y cam bie uno sin afectar por
ello el otro?
3. Los sonidos de la lengua

3.1 E l m edio fónico

Aunque los sistemas lingüísticos son en gran m edida independientes del m e­


dio en que se manifiestan, el m edio natural o prim ario del lenguaje humano
es el sonido. De ahí que el estudio del sonido haya adqu irido m ayor im portan­
cia en lingüística que el de la escritura, los gestos u o tro m edio lingüístico
real o posible. A h ora'bien , al lingüista no le interesa ni el sonido com o tal ni
toda la gam a de sus posibilidades. Sólo le interesan los sonidos en la medida
en que desem peñan algún papel en la lengua. A esta gama lim itada de soni­
dos la llam arem os m e d i o f ó n i c o y a sus respectivos com ponentes, s o-
n i d o s d e l h a b l a . Así, cabe definir la f o n é t i c a com o el estudio del
m edio fónico.
H ay que subrayar que la fonética no es la fonología, del m ism o m odo que
los sonidos del habla tam poco deben confundirse con los elem entos fonológi­
cos a que nos hem os re ferid o en apartados anteriores. La fonología, com o he­
mos visto, fo rm a parte del estudio y la descripción de los sistemas lingüísticos
ju nto con otras partes, com o la sintaxis y la semántica. Se funda en los ha­
llazgos de la fon ética y los aprovecha (aunque de un m odo diverso, según sus
diferentes teorías), pero, contra lo que ocu rre con la fonética, no opera con
el m edio fó n ico com o tal. Los tres prim eros apartados de este capítulo tratan,
de la m anera más sim ple posible, de los conceptos y categorías básicas de la
fonética, esenciales para la com prensión de ciertos aspectos presentados en
otras partes del libro, y de su respectiva notación. N o pretendem os, por ello,
hacer una introducción com pleta sobre una disciplina que en los últim os años
se ha con vertido en una ram a muy extensa y sobre todo especializada de la
lingüística.
E l m edio fón ico puede estudiarse, al menos, desde tres puntos de vista:
articulatorio, acústico y auditivo. La fonética articulatoria investiga y clasifica
los sonidos del habla a p a rtir del m odo com o son producidos por los órganos
de dicción; la fon ética acústica, a su vez, estudia las propiedades físicas de
las ondas sonoras generadas por la actividad de los órganos de fonación y
propagadas por el aire; por fin, la fonética auditiva considera el ih ódo com o
el oído y el cerebro del oyente percibe e identifica los sonidos dél habla. De
estas tres ramas de la fonética, la que tiene más larga tradición y la más
desarrollada hasta hace poco es la articulatoria. Por este m otivo, la m ayoría
de términos que los lingüistas utilizan para aludir a los sonidos del habla tie­
nen origen articulatorio. También nosotros adoptarem os la perspectiva articu­
latoria en la siguiente exposición.
Existen, no obstante, ciertos hechos descubiertos o confirm ados por la
fonética acústica y auditiva — en especial la prim era, que ha experim entado
un enorme progreso en los últimos veinticinco o treinta años— que nadie se­
riamente interesado por las lenguas puede perm itirse ignorar. E l más im p or­
tante, quizás, es que las repeticiones de lo que se oye com o un m ism o enun­
ciado sólo son idénticas por pura casualidad si es que lo son en absoluto, desde
un punto desvista físico (esto es acústico). La identidad fonética (fren te a la
fonológica, como veremos en el apartado siguiente) Constituye un ideal [ o una
quim era] teórica; en la práctica, los sonidos de habla producidos p or los seres
humanos — incluso por los fonetistas m e jo r preparados— no hacen más que
aproximarse a este ideal en m ayor o m enor grado. De ahí que sea ía sim ilitud
fonética, y no la identidad, el criterio con que se opera en el análisis fon oló­
gico de las lenguas. Y la sim ilitud fonética, desde un punto de vista articula­
torio, acústico o auditivo, es multidimensional. Dados tres sonidos de habla,
x, y, z: x e y pueden ser máximamente sim ilares [o incluso idén ticos] en una
dimensión, mientras que y y z pueden serlo en otra, y aun así m antenerse los
tres distintos.
La fonética acústica ha confirmado asim ism o algo ya establecido antes
en la articulatoria, esto es que los enunciados hablados, considerados com o
señales físicas transmitidas por el aire, no constituyen secuencias de sonidos
separados. E l habla se compone de impulsiones continuas de sonido. N o sólo
no hay intervalos entre los sonidos que com ponen las palabras; las mismas
palabras no suelen quedar separadas p or pausas (excepto, naturalm ente, cuan­
do el. hablante duda momentáneamente o adopta un estilo especial para el
dictado o algún otro propósito). El habla continua queda segm entada en se­
cuencias de sonidos mediante transiciones más o menos discernibles entre
un estado relativam ente permanente de la señal y o tro estado a n terior o pos­
terior también relativam ente permanente. Más adelante ejem plificarem os esto
desde el punto de vista articulatorio. Conviene advertir, sin em bargo, que la
segmentación a partir de criterios puram ente acústicos o frec ería a menudo
resultados bien distintos co n 'resp ecto a la stegmentación con criterios pura­
mente articulatorios (o auditivos).
La integración de las tres ramas de la fonética no es tarea fácil. Uno de
los principales y de mom ento más sorprendentes hallazgos de la fonética acús­
tica consiste en que no hay una correlación sim ple entre dim ensiones articula­
torias prom inentes del habla y parám etros acústicos tales com o la frecuencia
y la am plitud de las ondas fónicas. Para decirlo más en general con respecto
a las tres ramas de la fonética las categorías articulatorias, acústicas y audi­
tivas jno coinciden necesariam ente en tre sí. P o r ejem plo, las diferen cias arti­
culatorias y auditivas, en apariencia evidentes, entre diversos tipos de con­
sonantes, digam os p, t, o k, no aparecen com o un rasgo o conju n to de rasgos
identificables en un análisis acústico de sus respectivas ^señales. Las dim en­
siones auditivas de tono y fu erza se corresponden con los parám etros acústi­
cos de frecuencia e intensidad, p ero la correspondencia en tre ton o y frecuen­
cia, p o r un lado, y entre fuerza e intensidad, p o r otro, no guarda üqa relación
fija y válida para todos los sonidos de habla a lo largo de las dim ensiones
pertinentes.
Esto no significa que las categorías de una ram a fon ética sean más o m e­
nos verosím iles o intrínsecam ente científicas que las de cu alqu ier otra rama.
Recuérdese que hablar y o ír no son actividades independientes. Cada una
aprovecha la retroacción de la otra. L a observación com ún dem uestra clara­
m ente que cuando alguien se vu elve sordo, su habla tiende a d eteriorarse
tam bién. E llo se debe a que n orm alm en te controlam os la produ cción del ha­
bla m ientras la producim os ya que introducim os, en gran parte inconscien­
tem ente, los reajustes necesarios en la posición del aparato a rticu la torio siem ­
p re que este proceso de con trol a d vierte al cereb ro que nó se cum plen las
norm as auditivas. La señal acústica contien e tpda la in form ación lingüística­
m ente relevante, pero tam bién o tra gran cantidad de in form ación qjue no lo
es. Adem ás, la in form ación acústica lingüísticam ente relevante deb$ ser in­
terpretada p o r los m ecanism os del hablante-oyente humano con trolados p o r
el cerebro. Parece que el niño recién nacido está dotado de una predisposición
para concentrarse sobre ciertos tipos de información acústica y soslayar otros.
En la adquisición de la lengua perfeccion a la capacidad de p ro d u cir o iden­
tifica r los sonidos qué aparecen en el habla que o ye a su a lred ed o r y; m e jora
su habilidad articu latoria y au ditiva verifican do las señales acústicas que él
m ism o produce. En cierto m odo, p o r tanto, puede decirse qu e el niño en el
proceso norm al de la adquisición lingüística, es, y debe ser, sin ayuda de ins­
trum entos científicos ni preparación especializada, y en un á m b ito?!im ita d o
del m ed io fónico, un experto com petente en las tres ram as de la fonética,
sobre todo, para in tegrar la in form ación tan disím il con que operan las tres.
H asta ahora, los fonetistas sólo han descrito y explicado de un m o d o m uy
in com pleto esa capacidad tan eficiente de integración que la vasta m ayoría de
seres humanos adquiere en la niñez y practica a lo largo de su vida com o
hablante.

3.2 Representación fonética y ortográfica

H acia finales del siglo pasado, cuando la fonética articu latoria re cib ió un
auténtico im pulsó en O ccidente (gracias, justo es decirlo, a la secular tradi­
ción in dia), los estudiosos em pezaron a sen tir la necesidad de confeccionar
un sistem a estándar e internacionalm ente aceptable de tran scripción foné­
tica. Aunque hubo y tod avía hay mucho que decir en fa v o r de los sistemas no
a lfa b ético s de represen tación , en la actualidad el más u tilizado p o r los lin­
güistas, con m odificacion es más o menos im portantes, es el A lfa b eto Fonético
In tern a cio n a l (A F I ), com pu esto e instaurado p o r la Asociación Fonética In ­
tern acion al en 1888. Se in spira en el prin cip io de disponer de una letra distin­
ta para cada sonido distin gu ible de habla. Com o en realidad no hay lím ite
para el nú m ero de sonidos de habla distinguibles y capaces de ser producidos
p o r los órgan os hum anos de habla (al menos, un lím ite su perior tipográfica­
m en te ra zo n a b le) este p rin cip io no puede aplicarse de un m odo coherente.
P o r ello, el A F I p ro p o rc io n a al usuario un conju nto de d i a c r í t i c o s de
d iverso s tipos que pueden añadirse a los s í m b o l o s a fin de establecer
distin cion es más precisas de lo que perm itirían p o r sí solas las letras aisladas.
Así, con un uso co rrecto y m oderado de diacríticos, el especialista puede re­
p resen tar con su ficiente plu critu d las distinciones necesarias a cada p rop ó­
sito. Desde luego, no alcanzará a describir con toda precisión los m is m íni­
m os detalles fo n éticos que distingue una enunciación concreta de otra, pero,
p o r lo com ú n no hay razón para alcanzar este ideal. Para ciertos com etidos,
basta una tra n scrip ción relativam en te a n c h a ; para otros, conviene una
tra n scrip ción m ás o m enos e s t r e c h a . 1
E n lo sucesivo u tilizarem os el A F I para representar los sonidos del habla
o form as tran scritas fonéticam en te. Respetarem os asim ism o la convención
usual de co lo c a r las transcripciones fonéticas entre corchetes. Así, en lugar
de re ferirn o s a un sonido p, un sonido k, etc., com o hemos hecho hasta aquí,
n os re fe rire m o s a [ p ] y [ k j . (E lijo deliberadam ente sím bolos del A F I con el
m ism o v a lo r fo n ético, al m enos con aproxim ación, que las letras p y k en los
sistem as ortog rá fico s de la m ayoría de lenguas europeas.) La m ayoría de
sím bolos d el A F I p roced en d el a lfabeto latino o griego. P ero com o sabe muy
b ien qu ien habla y lee, pongam os, inglés, francés, italian o y español, las letras
distan m ucho de ten er un va lo r fon ético igual en todas estas lenguas, pese
a que em plean esencialm ente el m ism o alfabeto. En rigor, la m ism a letra no
presenta n ecesariam en te un va lo r fo n ético constante ni aun en el sistem a or­
tográ fico de una sola lengua. A qu í reside una de las ven tajas de disponer de
un a lfa b eto fo n é tic o estándar e internacionalm ente aceptado, ya que no hay
qu e re la tiviza r la in terp retación de los sím bolos a una determ inada lengua
o incluso a determ inadas palabras: «a com o en ita lian o», « u com o en el fran­
cés lu », etc. L a con trap artid a para tan considerable ven ta ja consiste en que
los usuarios del A F I se ven obligados a renunciar a todo tip o de supuestos
sobre la m anera com o habría de pronunciarse tal o cual sím bolo de letra. P o r
ejem p lo , [ c ] es un sonido m uy distinto del que1representa la letra c en inglés,
francés, italian o o español (cf. ch ico [c ík o ]). En lo que sigue, sólo in corp o ­

1. L a d ife re n c ia e n tre una tra n sc rip ció n an ch a y o tr a estrech a (q u e, p o r su n aturaleza


es p u ra m en te re la tiv a y n o a b s o lu ta ) con siste en qu e la p rim e ra fa c ilita m en os d etalles que
la segunda. L a tra n s c rip c ió n ancha, p o r lo dem ás, n o ha d e ser n ecesa riam en te fo n é m ic a
(c f. 3.4).
rarem os una pequeña cantidad de sím bolos de letra y unos pocos diacríticos.
Tras habernos agenciado, entonces, un sistema de transcripción fonética,
disponemos de dos maneras de citar form as: (a ) en cursiva y escritura con­
vencional (o en transliteración) y sin corchetes, com o en el inglés led y lead;
(b ) en transcripción ancha, entre corchetes, [le d ] y [ l i : d ] . 2 Aún podem os
añadir o tro sistema: (c) en cursiva y entre paréntesis angulados, esto es < le d >
y < le a d > . S ólo en casos excepcionales recurrirem os a (c). Ahora bien, todo
ello perm ite distinguir las form as escritas, (c ), de las form as habladas foné­
ticam ente transcritas, (b ), y éstas de las form as cuya form a hablada o escrita
no ofrece un interés inm ediato, (a). Tam bién nos perm ite afirm ar algo así
com o lo siguiente: la form a escrita < le a d > corresponde a dos form as ha­
bladas, [ l i : d ] y [le d ]; y a la inversa, la form a hablada [le d ] corresponde a
dos form as escritas, < le d > y < le a d > ?
E ste tipo de correspondencias m últiples entre form as escritas y habla­
das se agrupa tradicionalm ente b a jo el nom bre de h o m o f o n í a («id e n ti­
dad de so n id o »): v. gr., rodé, «ca b a lgó », y road, «ca m in o», [ra u d ]; father, «p a ­
d re», y fa rth er, «m ás le jo s», [ fá:&-a]; co u rt, «p a tio », y caught, «a s id o », [k o :t ],
en la llam ada R eceived Pronunciation (R P ) [o pronunciación fo rm a l] del in­
glés británico.4 En ciertas hablas escocesas, no hay hom ofonía en ninguno de
estos pares de form as, pero m ientras fa th e r : fa rth e r y c o u rt : caught se dis­
tinguen, otros como, p o r ejem plo, caught y cot, «cu na», coinciden en muchas
hablas del inglés am ericano, [k o t ]. Es im portante advertir, p o r tanto, que
el inglés estándar se pronuncia de un m odo diferen te entre distintos grupos
de hablantes y que los hom ófon os en la pronunciación de un grupo pueden
no serlo en otro.5 E l fenóm eno inverso a la hom ofonía, al que los gram áticos
tradicionales han prestado menos atención, es el de la h o m o g r a f í a («id e n ­

2. L o s d os puntos in dican un a la rga m ien to d el son id o exp resa d o p o r el s ím b o lo p re­


cedente.
3. [ N o hay, en esp añ ol, un e je m p lo eq u iva len te capaz de re fle ja r los m ism os cruces
sim ultán eos: led., p ro n u n cia d o [ l e d ] , es la fo r m a de pasad o d el v e rb o ‘ le a d ’ , «g u ia r». Lead,
en cam b io, tien e d os o p cio n es; c o m o fo r m a de presente (e n tre o tra s ) d el v e rb o ‘ le a d ’ se
pronu n cia [ l i : d ], y c o m o fo r m a d el n o m b re ‘ le a d ’ , «p lo m o », [le d ], al igu al que led. R e­
léase, con esta in fo rm a c ió n , el ú ltim o p u n to d el te x to p rin cip al. E n esp añ ol, d on d e, en
p rin c ip io , n o h a y m ás q u e una o p c ió n a p a r t ir d e ( c ) (e s to es, n o h ay h o m ó g ra fo s, com o
se v e rá a c on tin u a c ió n ), p o d ría e je m p lific a rs e a base de (a ) b a sto y va sto, (b ) [b á s to ] y
[b á s to ], y ( c ) < b a s t o > y < v a s í o > . ]
4. La p ro n u n cia ció n R P d el inglés, b asada o rig in a ria m e n te en el h ab la de la gente
culta de L o n d re s y el sudeste d e l país, fu e con sid era d a durante e l x ix c o m o la ún ica p ro ­
nunciación soc ia lm en te a cep ta b le de las clases educadas inglesas. M ás en p a rticu la r, era
la p ron u n cia ción d e lo s re cib id o s o a co gid os en la C orte. P ro p a ga d a p o r lo s c ole gio s p ri­
vados (d e p a g o ) y a d o p ta d a después de 1930 p o r la B B C p ara sus lo cu to res, en Ja actua­
lid ad tiene m enos filia c ió n re gio n a l que los dem ás acentos d el in glés d e cu a lq u ier parte
del m undo, aunque ya no g o za d el m is m o p red ica m en to de antes, sob re to d o en tre la
juventud. T o d a s las fo rm a s d e l in glés fo n é tic a m e n te transcritas en este lib r o tom an com o
base la p ron u n cia ción con a cen to R P.
5. [L o m ism o sucede, en esp añ ol, e n tre casa y caza, que n o son h o m ó fo n a s en caste­
llano — [k á s a ] y [k á 0 a ], re sp e ctiva m en te — y sí en las hablas p en in su lares m erid ion a les
(en zon a de ‘ c ec eo ’ , [k á O a ]), en Canarias y p rá ctica m en te tod a la A m éric a hispana: [k á s a ].]
tidad de escritu ra»): cf. los hom ógrafos im p o rtu «im p orta ción », im p o rt2, «im ­
porta r», cuyos correlatos hablados difieren con respecto a la posición del acen­
to [[ím p o :t ] y [im p ó :t ], respectivam ente.]
A causa de la existencia, en inglés y en muchas otras lenguas con sistema
ortográfico conservador, tanto de hom ófonos no hom ógrafos, por un lado, y
de hom ógrafos no hom ófonos, p o r otro, la hom ofonía y la hom ografía exigen
una atención especial al describir tales lenguas. Pero, com o verem os más ade­
lante, hay razones gram aticales o semánticas para distinguir form as idénticas
tanto en el m edio fón ico com o en el gráfico. P o r ejem plo, found¡ (form a de
pasado del verbo ‘fin d’, «e n c o n tra r») y found2 (una de las form as de presente
del verbo ‘ found’, «fu n d a r ») son hom ófonos [fá u n d ], y también hom ógrafos,
ya que las palabras de las cuales son form as, ‘ find’ y ‘ foü nd’, son homónimos
(parciales).

3.3 Fonética articulatoria

Hem os señalado ya que los llam ados ó r g a n o s d e l h a b l a cumplen otras


funciones sin conexión con el habla ni con la producción de sonido, y que
estas otras funciones son biológicam ente primarias. Los pulmones proporcio­
nan oxígeno a la sangre; las cuerdas vocales (situadas en la laringe, o nuez)
sirven, cuando se juntan, para cerrar la tráquea y evitar que entre alim ento
en ella; la lengua y los dientes se em plean para com er y masticar, y así suce­
sivamente. N o obstante, los órganos del habla vienen a constituir una suerte
de sistema biológico secundario, com o parecé probarlo al menos su adapta­
ción evolutiva para la producción del habla. En la fonética articulatoria los
sonidos del habla se clasifican a p a rtir de los órganos que los producen y de
la m anera com o se producen.
La m ayoría de sonidos de habla de las lenguas se producen m odificando,
de algún modo, la corriente de •aire em itida p or los pulmones, a través de la
tráquea y la g l o t i s (e l espacio que hay entre las c u e r d a s v o c a l e s ) ,
a lo largo del c a n a l b u c a l. E l canal bucal discurre desde la laringe hasta
los labios, p o r un lado, y las ventanas nasales, p o r el otro.
Si se mantienen juntas y se hacen vibrar las cuerdas vocales m ientras el
aire pasa p or la glotis, el sonido que así se produce es s o n o r o ; si, p o r e l con­
trario, el aire pasa sin vibración de las cuerdas.* vocales, el sonido resultante
es s o r d o . Esto da lu gar a una de las principales variables articulatorias.
La gran m ayoría de vocales en todas las lenguas, y entre ellas las del español
(excepto en el habla cuchicheada), son sonoras. Ahora bien, las consonantes
sonoras y sordas son comunes en todas las lenguas del mundo, aun cuando
la distinción entre “sonoridad y sordez no siem pre sirva, com o sucede en es­
pañol, para diferenciarlas en el m edio fónico. E n tre las consonantes sordas
más frecuentes se hallan [ p ] , [ t ] , [k ] , ’ [ s ], [ f ] , y entre las correspondientes
sonoras, [b ], [d ] , [ g j , [ z ] , [ v ] . Cuando el A F I no proporcion a sím bolos dis­
tintos para a liid ir a sonidos sonoros y sordos, puede recu rrirse a diacríticos
para sentar gráficam ente la distinción. E l diacrítico que indica sordez con­
siste en un pequeño círculo debajo del sím bolo correspondiente. P o r ejem ­
plo, el A F I establece que las vocales son sonoras a menos que se consigne
explícitam ente su sordez, de m odo que [ a ], [ § ] , [ j ] , etc. son los correlatos
sordos de las vocales sonoras [ a ], [ e ] , [ i ] , etc. Conviene n otar que, aunque
se utilicen diacríticos en un caso y no en el otro, la relación fonética entre
[ a ] y [ a ] o entre [ e ] y [ g ] es exactam ente la misma que hay entre [ b ] y
[ p ] o entre [ d ] y [ t ] .

Figura 1. Los órganos del habla: 1, Labios. 2, Dientes. 3, Alvéolos. 4, Paladar duro.
5, Paladar blando (ve lo ). 6, Üvula. 7, Ápice de la lengua. 8, Dorso de la 'lengua.
9, Raíz de la lengua. 10, Faringe. 11, Epiglotis, 12, Esófago. 13, Cuerdas vocales.

La nasalidad es otra im portante variable articulatoria. Si el v e l o o pa­


ladar blando desciende hacia el fondo de la garganta y d eja abierto el canal
que la conecta con las cavidades nasales, el aire puede escapar a través de
la nariz al tiem po que sale tam bién p or la boca. Los sonidos de habla así
producidos son n a s a l e s , en contraste con los n o n a s a l e s ( u o r a l e s ) ,
en cuya producción no hay em isión de aire p or la nariz. E n tre las posibles
consonantes nasales cabe inclu ir [m ] [n ] y [p ], todas ellas presentes en es­
pañol (v. gr., cama [k á m a ], cana [k á n a ], caña fk á p a ]). N orm alm en te, las con­
sonantes nasales son sonoras, a menos que aparezcan marcadas com o sordas
con el diacrítico apropiado: [m ], [n ], [ji], etc. D el m ism o m odo que [ b ] se
halla en contraste con [p ] , y [m ] con [ m ] , en cuanto a la voz, tam bién [ m ]
se halla en contraste con [b ], y [ m ] con Qp], en cuanto a la nasalidad. De un
m o d o análogo, puede establecerse [ d ] : [ t ] :: [n ] : [ jj]. Se considera que las vo­
cales son orales a m enos que aparezcan explícitam ente marcadas com o na­
sales p o r m ed io de una tild e [ ~ ] encim a del correspondiente sím bolo. Así,
[ a ] , [ é ] , etc., son los correlatos nasales (son oros) de [ a ], [ e ] , etc. Una vez más,
es necesario com pren der que [ b ] , [ p ] y [ m ]; [ d ] , [ t ] y [n ] presentan foné­
ticam en te una relación idéntica a la que existe en tre [ a ] [ a ] y [ a ] .
Una tercera dim ensión articu latoria es la aspiración. Los sonidos a s p i ­
r a d o s se distinguen de los correspondientes n o a s p i r a d o s porque
los prim eros se realizan con un pequeño soplo de aliento. (En rigor, es pre­
fe rib le tratar la aspiración com o un aspecto de la distinción entre sonoro
y sordo que com o una varia b le totalm ente independiente, ya que, [so b re todo
en algunas lenguas germ án icas], depende de la aparición o desaparición de
sonoridad de otros procesos articu latorios simultáneos. N o vam os a entrar
aqu í en otras articulaciones secundarias com o la glotalización, la palataliza­
ción, la labialización, la velarización , etc.) En muchas lenguas, entre ellas el
inglés, existen consonantes aspiradas, generalm ente sordas, com o verem os
más adelante. En lugar de u tiliza r el diacrítico del A F I para la aspiración,
seguirem os la práctica actualm ente común de poner una pequeña hache ele­
vada después del sím bolo norm al. Así, [p h] es el co rrela to aspirado de [p ] .
H asta aquí hem os ven id o utilizando los térm inos tradicionales de ‘conso­
n ante’ y ‘ voca l’ sin más explicaciones. P o r lo que respecta a la articulación, las
c o n s o n a n t e s difieren de las v o c a l e s porqu e son producidas p o r obs­
trucciones o constricciones de la corriente de aire en su paso p o r la boca,
m ientras que en la produ cción de vocales no hay obstru cción ni constricción.
De hecho, la diferen cia fon ética entre consonantes y vocales no es absoluta,
y no faltan sonidos del habla con entidad interm edia. En esta breve y sim ­
plificada exposición de los principales conceptos de la fonética articu latoria
no cabe en trar en tales detalles.
Las consonantes pueden su bdividirse en varios grupos según la naturaleza
de la obstrucción de la co rrien te de aire. Si la obstrucción es total se produce
una consonante o c l u s i v a ( o i n t e r r u p t a ) ; si es parcial y se form a
con ello una fricció n audible, el sonido resultante se denom ina f r i c a t i v o
( o c o n t i n u o ) . E n tre las oclusivas más típicas se hallan [ p ] , [ t ] , [ k ] ; en­
tre las fricativas, [ f ] y [ s ] . Las consonantes tam bién se clasifican en virtu d
de o tra dim ensión articu latoria, la del l u g a r d e a r t i c u l a c i ó n , según
la zona de la boca en que se produce la obstrucción. Son innum erables los
lugares, a lo largo del canal bucal, en que lo s,órga n os a r t i c u l a d o r e s
pueden obstru ir la corrien te de aire: cuerdas vocales, lengua, dientes, labios,
etcétera. Aun así, ninguna lengua utiliza más allá de un pequeño núm ero de
ellos. Entre los lugares de articulación de que se valen el inglés y otras len­
guas fam iliares (con o sin articulaciones secundarias de diversos tipos) pue­
den citarse los siguientes:

B i l a b i a l (o sim plem ente l a b i a l ) , cuando los labios se juntan entre sí;


p o r ejem plo, [p ] , [ b ] , [m ].
L a b i o d e n t a l , cuando el labio in ferio r toca los dientes superiores; por
ejem plo, [ f ] , [ v ] . Ahora bien, m ientras [p ] , [b ], [m ] son oclusivas, [ f ] , [ v ]
son fricativas. (Las fricativas bilabiales y' las oclusivas labiodentales, orales
y nasales, son menos comunes, p ero también existen.)

D e n t a l , cuando el ápice de la lengua se apoya en la parte posterior de los


dientes superiores; p o r ejem plo, [ t ] , [d ] , [n ], [8 ], [5 ],

A l v e o l a r , cuando el ápice de la lengua se pone en contacto con el alvéolo


superior (la prom inencia situada inm ediatam ente detrás de los dientes supe­
riores); p o r ejem plo, [ t ] , [ d ] , [n ], [ s ] , [z ] . Conviene notar que, en caso de
necesidad, pueden utilizarse los m ism os símbolos, en una transcripción an­
cha, para las oclusivas dentales y alveolares, aun cuando el A F I disponga de
diacríticos para distinguir las dos clases. Las consonantes iniciales del inglés
th ick [0 ik ] y this [S is ] son fricativas dentales, respectivam ente sorda y so­
nora, que se transcriben a base de [6 ] y [5 ], mientras que los sonidos [ t ] ,
[d ] y [n ] de la m ayoría de hablas en inglés (en casi todas las posiciones de
la palabra) son alveolares (fre n te a los sonidos [ t ] , [ d ] y [n ] del ruso o [ t ]
y [ d ] del francés, español e italiano, [q u e son den tales]).

P a l a t a l , cuando el dorso de la lengua se aplica contra el paladar duro; por


ejem plo, en las oclusivas [ c ] , [J ] y las fricativas [ q], [ j ] .

V e l a r , cuando el dorso de la lengua se pone en contacto con el velo o pa­


ladar blando; por ejem plo, en las oclusivas [k ] , [ g ] y las fricativas [ x ] , [y ]-
La diferen cia entre palatales y velares, com o entre dentales y alveolares, es
sim plem ente de grado (más que, p o r ejem plo, entre labiales y dentales o en­
tre dentales y palatales). Aunque las palatales en general no suelen aparecer
en ciertas posiciones de palabra en español, la fricativa palatal sorda [ g ] se
encuentra [en el español de C h ile], en muchos dialectos del alemán y aparece
asim ism o com o una de las posibles pronunciaciones form ales dé la conso­
nante inicial en una fo rm a del inglés com o hue [h ju : ] (la letra < h > en in­
glés com prende una gam a de sonidos cuya cualidad queda m uy determ inada
por la vocal que le acom paña). Los sonidos que en el sistem a ortográfico del
inglés corresponden a las letras < k > y < c > son, en la m ayoría de contextos
fonéticos, variedades de velares, pero en ciertas posiciones (igu al que en mu­
chas otras lenguas) se aproxim an a las palatales com o por ejem p lo en key
[ k i : ] y cue [k ju :]. La frica tiv a vela r sorda [ x ] no aparece en la pronuncia­
ción form al del inglés, pero se encuentra com o consonante final en la pro­
nunciación escocesa de loch y es común en alemán y castellano.6 La fricativa
velar sonora [ y ] es más rara en las lenguas indoeuropeas que su correlato

6. E n castellan o, sin e m b a rgo , suele pron u n ciarse com o fric a tiv o p ostvelar, o uvular,
que en el A F I se tran scrib e c om o [X ] .
sordo, pero aparece en [español y ] griego m oderno (y en ciertos dialectos
del ruso).

G 1o t a 1, cuando las cuerdas vocales se juntan momentáneaménte; por ejem ­


plo en la oclusiva P ] y las fricativas [h ] y [fi] , respectivam ente, sorda y so­
nora. Como las cuerdas vocales no pueden vibrar cuando están com pletam en­
te cerradas, no hay oclusivas glotales sonoras, aunque sí fricativas glotales
sordas o sonoras. Se percibe una oclusiva glotal com o variante socialmente
estigm atizada del sonido [ t ] entre vocales en form as com o city, united, butter,
en muchas pronunciaciones urbanas de Inglaterra y Escocia, entre otras de
Londres (cockney) Manchester, Birm ingham y Glasgow (lo m ism o que en
ciertos contextos fonéticos, en los que pasa inadvertida, incluso en la pronun­
ciación form al). Es im portante subrayar, pues, que, desde un cierto punto
de vista fonético, se trata de una consonante perfectam ente adm isible e in­
dependiente que no debe confundirse con [ t ] y que se encuentra en diversas
lenguas del mundo.

Para la clasificación de las consonantes el A F I establece muchos otros lu­


gares de articulación, algunos innecesarios para una cabal descripción foné­
tica del inglés [ y de muchas otras lenguas]. P or lo demás, las consonantes
presentadas bastan para ilustrar los principios generales de la clasificación

TABLA 1

Modo de Oclusivas Fricativas


articula-
ción
Orales Nasales
Lugar de
articula-
ción Sordas Sonoras Sonoras Sordas Sonoras

bilabiales P b m V 3
labiodentales b f
a
TZ "D V
dentales t d n e
alveolares t, d, n s z
palatales c J «ji ? j
velares k g X r
glotales h fi

Tabla 1. Algunas consonantes transcritas según el AFI. (N o se representa la aspi­


ración debido a que siempre se simboliza mediante diacríticos. Análogamente, los
símbolos para las nasales sordas se forman añadiendo un diacrítico al correspon­
diente símbolo de letra.)
articulatoria. Los sím bolos utilizados (ju nto con algunos m ás) aparecen en
la tabla 1. Adviértase que m ientras la dim ensión vertica l de la tabla repre­
senta una parám etro articu latorio único (s i om itim os la coarticulación y las
articulaciones secundarias), no ocu rre así con la dim ensión horizontal. Hay
una disposición jerárquica, p rim ero entre oclusivas y fricativas, luego las
oclusivas se subdividen en orales y nasales, m ientras que oclusivas y fricativas
se subclasifican aún com o sordas y sonoras. La m u ltidim ensionalidad del lla­
m ado m o d o d e a r t i c u l a c i ó n , en contraste con la unidimensionali-
dad esencial del lugar de articulación, resultaría todavía más evidente si lle­
váram os más lejos la clasificación consonántica (distinguiendo entre clases
com o rehilantes, vibrantes, líquidas, etc.). N o lo olvidem os, en lo sucesivo.

Volvam os ahora al análisis articu latorio de las vocales. Com o las vocales
(en oposición a las consonantes) se caracterizan p o r la ausencia de obstruc­
ción en la corriente de aire a su paso p o r la boca, no presentan un lugar de
articulación com o las consonantes. En cam bio, hay que considerar la confi­
guración entera de la cavidad oral, la cual varía de un m odo infinito en tres
dim ensiones convencionales a base de cerradas : abiertas (o bien ja ita s : ba­
jas), anteriores : posteriores y labializadas : no labializadas.

En las vocales c e r r a d a s ( o a l t a s ) las mandíbulas se m antiéhen juntas


(porqu e la lengua se eleva en la boca); en contraste, la producciórí'-de las vo­
cales a b i e r t a s ( o b a j a s ) com porta la abertura de la boca (porqu e la
lengua baja). Así, [ i ] y [u ] son cerradas (altas), [ a ] y [ a ] abiertas (bajas).

Las vocales a n t e r i o r e s se em iten m anteniendo la lengua (más exacta­


mente, el punto más alto de la lengua, ya que su raíz está fija ) hacia la parte
anterior de la boca; las vocales p o s t e r i o r e s com portan la refracción de
la lengua. Así, [ i ] y [ a ] son anteriores, y [u ] y [a ] posteriores.

Las vocales l a b i a l i z a d a s se pronuncian p o r el redondeam iento de los


labios; lo que no ocurre en las vocales no labializadas. Así, [u ], [ o ] y [ o ] son
labializadas; [ i ] , [ e ] , [ s ] y [ a ], no labializadas. La vocal cardinal núm ero 5,
[a ], al ser m áxim am ente abierta, es no labializada.

H agam os ahora unas breves precisiones sobre esta clasificación tridim en­
sional de las vocales. En p rim er lugar, com o cada dim ensión es continua, la
diferencia entre dos vocales cualesquiera en virtu d de la abertura, la anterio­
ridad y la labialización siem pre se produce en m ayor o m enor grado. N o
obstante, para estandarizar las referencias, los fonetistas recurren al sistema
de v o c a l e s c a r d i n a l e s . Éstas no deben confundirse con las vocales de
ninguna lengua real, pues constituyen sim plem ente puntos teóricos de refe­
rencia a p a rtir de los cuales el fonetista establece los sonidos vocales de las
distintas lenguas. Gracias a ellas puede sentar hechos com o el siguiente: la
vocal de la form a p ie del francés, que podem os tran scribir a base de [p i ] ,
se aproxim a más a la [ i ] cardinal que la prim era parte de la vocal en la pro­
nunciación fo rm al de la palabra pea del inglés, que tam bién cabe transcribir,
aproxim adam ente, a base de [ p i ] o, con más estrecham iento (in dicando la
aspiración de la consonante y la longitu d de la vocal, aunque no su cualidad
dipton gal no u n iform e), a base de [ p hi : ] . Las ocho vocales cardinales prim a­
rias aparecen en la figura 2. D en tro de poco considerarem os las cardinales
secundarias. O bsérvese que las cardinales 1, 4, 5 y 8 — esto es [ i ] , [ a ] , [ a ] , y
[ u ] — constituyen los extrem os teóricos de las dim ensiones de abertura y an­
teriorid ad . E n tre [ i ] y [ a ] y en tre [u ] y [a ], en intervalos supuestamente
iguales, se encuentran las vocales s e m i c e r r a d a s [ e ] ■y [ o ] y las s e m i -
a b i e r t a s [e ] y [o ].

Figura 2. Las vocales cardinales primarias.

O tro aspecto que conviente precisar es que m ientras todas las vocales an­
teriores de la figura 2 son no labializadas, las correspondientes posteriores
(salvo para la núm ero 5) son labializadas. Esto no significa que no aparezcan
vocales anteriores labializadas o p osteriores sin labializar. En realidad, las
hay, p ero se encuentran m ucho menos a menudo — especialm ente las poste­
riores no labializadas— en las lenguas europeas (la verdad es que el A F I y
sus vocales cardinales tienen una cierta predisposición en fa vo r de las len­
guas europeas). Ahora bien,, cada vocal cardinal prim aria tiene su contrapar­
tida entre l^s v o c a l e s c a r d i n a l e s s e c u n d a r i a s (anteriores labiali­
zadas y posteriores no labializadas), enumeradas de 9 a 16. P or ejem plo, la
equ ivalente secundaria de [ i ] es la núm ero 9, anterior labializada [ y ] , apro­
xim adam ente la vocal de la palabra tu del francés; la equivalente secundaria
de [u ] es la núm ero 16, p o sterio r no labializada [u i], que aparece en ja ­
ponés. ■*
Nótese, además, que las vocales de la figura 2 vienen dispuestas en un
cu adrilátero con una base más estrecha que su parte superior. Este diagram a
refleja esquem áticam ente el hecho de que, por razones fisiológicas, hay m e­
nos diferencia, tanto articu latoria com o auditiva, en la dim ensión de ante­
rio rid ad y posteriorid ad entre vocales abiertas que entre cerradas, esto es
hay m enos diferencia, p o r ejem plo, entre [a ] y [ a ] que entre [ i ] y [u ]. L o m is­
ino sucede con respecto a la labialización. Así, [ i ] difiere de [u ] más que [a ]
difiere de [£ ] en dos de las tres dim ensiones (pues la labialización es irrele-
van te en las vocales máxim am ente abiertas). N o es sorprendente, entonces,
que las lenguas tiendan a form ar sistemas vocálicos asimétricos con menos
distinciones entre vocales abiertas que entre cerradas.
Finalm ente, hay que subrayar de nuevo que el cuadrilátero vocálico re­
presenta un continuo de tres dimensiones, dentro del cual, excepto en el ideal
teórico, los sím bolos vocálicos del A F I indican zonas y no puntos. Por lo de­
más, hay zonas, especialm ente en el centro del continuo, más bien poco
atendidas por el A F I y el sistema de vocales cardinales.
Basta ya sobre la articulación de consonantes y vocales. Por lo dicho hasta
aquí, pese al tratam iento selectivo del asunto, se habrá aclarado sobradam ente
que las consonantes y las vocales, consideradas com o s e g m e n t o s de
habla, constituyen haces de r a s g o s articulatorios, cada uno de ellos equi­
valente al va lo r de una variable en una determ inada dimensión. Por ejem plo,
[m ] es oclusiva, sonora, bilateral, nasal: esto es, presenta el valor de [o clu ­
siva ] en la dim ensión de la oclusión u obstrucción, de [so n o ra ] en la de la
voz, de [la b ia l] en la del lugar (p rim a rio ) de articulación y de [n asal] en
la de nasalidad.

Segmen-
tos foné-
n. ticos

Rasgos \
articula-
torios \ P p" b m 3 t t" d n e 5 k kh g in X Y

s o n o ro — — + — + — — + + — + — — + + — +

a s p ir a d o — + — — 0 0 — + — — 0 0 — + — — 0 0

nasal — — + 0 0 — — — + 0 0 — — — 0 0

o c lu s iv o + ■ + + 0 0 + + + + 0 0 + + + + 0 0

fr ic a tiv o 0 0 0 0 + + . 0 0 0 0 + + 0 0 0 0 + +

la b ia l + + + + + + 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0

d e n ta l 0 0 0 0 0 0 + + + + + + 0 0 0 0 0 0

v e la r 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 + + + + + +

T a b la 2. A lg u n a s c o n s o n a n t e s a n a liz a d a s e n r a s g o s a r t ic u la t o r io s . (A p a r e c e n e je m ­
p lific a d a s la s o c lu s iv a s o r a le s s o rd a s a s p ira d a s , p e r o n o la s o c lu s iv a s s o n o ra s a s p i­
ra d a s , n a s a le s u o r a le s , c o m o t a m p o c o la s n a s a le s s o rd a s . A t í t u l o p u r a m e n t e ilu s ­
t r a t iv o , se l i m i t a n a tr e s lo s lu g a r e s d e a r t i c u l a c i ó n : la b ia l, d e n ta l y v e la r. L a ta b la
p u e d e a m p lia r s e f á c i lm e n t e h a s ta i n c l u i r la s c o n s o n a n t e s de la ta b la 1 y sus c o ­
r r e la t o s a s p ir a d o s .)
Los corchetes que encierran los térm inos ‘oclusiva', ‘ labial’, etc., del pá­
rrafo anterior, indican que dichos térm inos funcionan com o rótulos de ras­
gos fonéticos. Las tablas 2 y 3 reclasifican ahora com o conjuntos de rasgos
algunas de las consonantes y vocales ya presentadas. Obsérvese que estos ras­
gos son simultáneos y no secuenciales (en cualquier sentido pertinente del
térm ino). Hay que apreciar asimismo que debe establecerse una distinción
entre los rasgos independientem ente variables y los que no lo Son. Así, un
sonido de habla no puede ser, en un mom ento dado, a la vez sonoro y sordo,
o nasal y oral. Las tablas 2 y 3 utilizan signos de más y menos para reflejar
este hecho: [s o n o ro ], [n a sa l], etc., han sido elegidos com o m iem bros posi­
tivos de los pares de rasgos en correlación, mientras que [s o rd o ] [o r a l], et­
cétera, aparecen com o m iem bros negativos. En cuanto al lugar de articulación
de las consonantes, la situación es diferente. Desde luego, si una consonante
es (prim ariam ente) labial no puede ser también (prim ariam en te) dental o ve­
lar. Sin em bargo, no cabe tratar los rasgos [d en ta l] o [v e la r ] com o si fueran
negativos de [la b ia l]. Una vez establecido esto, si se m arca positivam ente una
consonante en uno de los valores de la dimensión de lugar de articulación,
aparece, en la tabla 2, com o neutra, y no negativa, en los demás valores. De
un m odo sim ilar se procede con la distinción entre oclusiva y fricativa. La
tabla 3 sólo representa las tres dimensiones de la clasificación articulatoria
de las vocales a p a rtir de la configuración de la boca; no hay dificultad, enton­
ces, en in corporar a esta tabla la distinción entre sonoro y sordo y entre
oral y nasal para las vocales. En futuras ocasiones las tablas 2 y 3 nos se­
rán útiles.

i e a a o u y tu

abierta — 0 + + 0 — — —
posterior — — — + + + — +
labializada — — — — + + + —

Tabla 3. Algunas vocales analizadas en componentes. (N o


se incluyen [s ] y [o ]. Así, al no tener que distinguir entre
semiabiertas y semicerradas, [e ] y [o ] quedan tratadas com o
si fuesen neutras.)

Conviene exam inar ah ora la segmentación en sí misma. ¿C óm o precisar


que una porción dada de habla, analizada desde el punto de vista de la fo ­
nética articulatoria, consta de tales y tales segm entos secuencialm ente or­
denados? E l principio determ inante de la segmentación fonética es muy sim-
pie de establecer, pero m uy d ifíc il de aplicar sin tom ar una buena cantidad
de decisiones más o menos arbitrarias en muchos casos. En general, estable­
cem os una fron tera entre segm entos (estableciendo así los segmentos m is­
m os) en los puntos en que se produ ce un cam bio de va lo r en una o más va­
riables articulatorias; por ejem plo, de [la b ia l] a [d e n ta l], de [s o n o ro ] a [s o r­
d o ], de [p o s te rio r] a [a n te rio r], de [n a s a l] a [o r a l]. E l prin cip io presenta a
menudo dificultades de aplicación debido a que los cam bios de valor no son
siem pre claros y a que los tram os de sonido entre cam bios sucesivos de va­
lo r no constituyen estados perfectam ente constantes.7 Además, ciertas tran­
siciones entre rasgos (p o r ejem plo, la aparición de voz o de aspiración en las
consonantes) no se tendrían en cuenta norm alm ente si no hubiese razones
fonológicas para ello (cf. 3.4). De ahí que la pregunta de cuántos sonidos de
habla hay en uná form a dada — considerada sin referencia a la estructura
fonológica del sistema lingüístico al que pertenece o a los sistemas lingüísti­
cos en general— no suele adm itir una respuesta precisa. Es im portante tener
esto bien presente cuando se opera con datos lingüísticos transcritos foné­
ticamente.
Desde luego, una desventaja de los sistemas alfabéticos de transcripción
fonética consiste en que induce a los no especialistas a creer que el habla
se com pone de sartas de sonidos separados. E l usuario de un alfabeto foné­
tico debe avezarse a desalfabetizar, p o r así decirlo, las sartas de sím bolos
que representan enunciados hablados. P o r ejem plo, ante [tem a n ] no sólo ha
de ser capaz de analizar [ t ] en los rasgos sim ultáneos que lo Componen,
[s o r d o ], [d e n ta l], etc., lo m ism o que para los otros sonidos de habla repre­
sentados. Debe notar inm ediatam ente que el rasgo [s o rd o ] discurre p o r dos
segmentos, que [s o n o ro ] y [n a s a l] afectan a tres segmentos, y así sucesiva­
mente. Estos rasgos no aparecen y desaparecen instantáneam enté1'entre [ t ]
y [e ], o entre [ m ] y [ á ] y entre [ á ] y [n ]. Cuando dos o m ás'segm en tos
com parten así un m ism o rasgo (especialm ente si es consonánticoj y relativo
al .lu gar de articulación) se describen com o h o m o r g á n i c o s -'(«produci­
dos p or el m ism o ó rga n o»). Más en general, podem os decir que hay una ten­
dencia entre segmentos sucesivos (m ien tras sean distintos según el criterio
de más arriba) a a s i m i l a r s e en tre sí en lugar de articulación, en m odo
o en ambos. Ésto reviste una considerable im portancia en el análisis fo n o ­
ló gico de las lenguas.
P o r todo lo dicho está bien claro que cualquier rasgo fon ético puede afec­
tar a segmentos sucesivos y ser, p o r tanto, en este sentido del térm ino, s u-
p r a s e g m e n t a l . P or ejem plo, [s o n o ro ] es suprasegm ental en [a m b a ]; [n a­
sal] lo es en [m a n ], y así sucesivamente. N o obstante, suele restringirse el
térm ino 'suprasegm ental' a aquellos rasgos que se clasifican, más bien fon o­
lógica que fonéticam ente, com o c a n t i d a d , t o n o y a c e n t o o i n t e n -

7. L o s d ip ton go s se d istingu en fo n é tic a m e n te d e las llarijadás vocales puras, o m onop-


tongos, p o r s e r son idos con estados varia b les. [E s t o n o obsta p ara que a m en u d o se in ­
terp reten c o m o secuencias de vocales p u ras.]
s i d a d. En un apartado p o sterio r volverem os a la noción de suprasegmen-
talidad en ambos sentidos.
H ay que señalar, sin em bargo, que en este lib ro hacemos un tratam iento
m uy selectivo tanto de los segm entos com o de los rasgos suprasegm entales.
En cuanto a otros posibles segmentos, hay que recon ocer que hemos om itid o
clases enteras de sonidos de habla: l í q u i d a s , g l i d e s , a f r i c a d a s , et­
cétera. Desde luego, no m e he propuesto o frecer una clasificación com pleta,
ni siquiera en bosqu ejo, de las variables articulatorias, sino tan sólo ilustrar
los principios generales.

3.4 Fonemas y alófonos

En lo sucesivo nos ocuparem os de la fonética (com o estudio del m edio fó n i­


co ) sólo en la m edida en que sea pertinente para el análisis f o n o l ó g i c o
de los sistemas lingüísticos. Existen diversas teorías de la fon ología; ante
tod o foném icas y no foném icas, según que utilicen o no los f o n e m a s com o
elem entos básicos de análisis. De las distintas teorías foném icas, hay una, que
cabe denom inar f o n é m i c a a m e r i c a n a c l á s i c a , y que, si bien ya la
ha abandonado la m ayoría de lingüistas, o frec e una considerable im portan ­
cia para com pren der el desarrollo de las teorías más m odernas. Tiene, ade­
más, la ven taja pedagógica de ser conceptualm ente más sim ple qu e otras. De­
dicarem os, p o r tanto, este apartado a la exposición de las nociones claves de
la foném ica am ericana clásica elaboradas en el períod o que siguió a la Se­
gunda Guerra Mundial. Y sólo atenderem os a nociones y térm inos que sean
ú tiles en adelante. Pasarem os, en cam bio, p o r alto muchos otros detalles.
En la teoría en cuestión, los fonem as se definen con arreglo a dos c rite­
rios principales: (a ) la s i m i l i t u d f o n é t i c a y ( b ) l a d i s t r i b u c i ó n
(su jeto s a í crite rio p riorita rio, presente en todas las teorías fonológicas del
c o n t r a s t e f u n c i o n a l : cf. más abajo). Com o hem os visto en el apar­
tado anterior, la sim ilitud fonética es una cuestión m ultidim ensional de grado.
De ahí que un determ in ado sonido de habla pueda resultar sim ilar a o tro en
una o más dim ensiones y al p rop io tiem po d ife rir de él y ser aun sim ilar a un
tercer sonido tam bién en una o más dim ensiones diferentes. La consecuencia
práctica de ello, en lo que atañe al análisis foném ico, es que el analista se
en frenta a menudo con diversas alternativas a la^ hora de decidir qué sonidos
de habla fonéticam ente sim ilares deben agruparse com o variantes, o más téc­
nicam ente a l ó f o n o s , de un m ism o fonema. A menudo se aplican criterios
suplem entarios (qu e nosotros om itirem os). Pero, no obstante, quedan aún
muchos cabos sueltos sobre el núm ero de fonem as y alófonos incluso después
de invocar esos criterios suplem entarios. A l m argen de la im presión que
o frecen muchos manuales de aquel período, es evidente que la foném ica
am ericana clásica no llega a producir, un análisis único y universalm ente
aceptable sobre la fon ología de muchas lenguas.
Exam inem os ahora a la noción de distribución, que, com o hemos visto
a lo largo del libro, es pertinente no sólo en fonología, sino también en gra­
mática y semántica. En pocas palabras, la distribución de una entidad es el
conjunto de contextos en que aparece, entre todas las oraciones de una len­
gua dada. H ay que tom ar el térm ino ‘en tidad’ en el sentido más general po­
sible. En el presente apartado incluye sonidos de habla y rasgos fonéticos,
p o r un lado, y fonem as p or otro. La noción de distribución presupone a su
vez la de buena form ación (cf. 2.6). Esto supone, para la fonología, operar
no sólo con las form as reales del sistema lingüístico, sino con el conjunto de
form as fonética y fonológicam ente bien form adas, reales o potenciales. En
todas las lenguas naturales hay form as reales de uso más o menos común
(don frecuencia prestadas de otras lenguas) que no se ajustan a los modelos
fonológicos más generales y hay, al p rop io tiem po, muchas otras form as
in existentes'qu e los hablantes de la lengua reconocerían com o potenciales de
esta misma lengua, es decir, conformes, a los m odelos generales. Veám oslo
con un ejem plo: [a b lá r] es form a de palabra potencial y real en español (en
una transcripción fonética ancha), cf. hablar; [a b lé r ] es form a potencial pero
no real. A su vez * [lb á r a ] no sólo constituye una form a de palabra irreal,
sino que está fonológicam ente mal form ad a (de ahí el asterisco) ya que no
existen form as bien form adas en español que em piecen con [Ib ].
En tanto que las lenguas son sistemas regulados, toda entidad lingüística
sujeta a las reglas de un sistema presenta una distribución característica. Dos
o más entidades tienen la misma distribución si, y sólo si, aparecen en una
m ism a posición — esto es son sustituibles entre sí, o i n t e r s u s t i t u i b l e s—
en todos los contextos (supeditados a la condición de buena form ación). Las
entidades intersustituibles en algunos contextos p ero no en todos se i n t e r ­
s e c a n en distribución; la identidad distribucional, por tanto, puede consi­
derarse com o el caso lím ite de intersección distribucional y, si se entiende
que «a lg ú n » incluye a «to d o », puede definirse en el ám bito de la ‘intersección’.
En adelante la definirem os así. Las entidades no intersustituibles en ningún
contexto se encuentran en d i s t r i b u c i ó n c o m p l e m e n t a r i a .
Estam os ya en condiciones de aplicar estas nociones a la definición de
los fonem as y sus alófonos. En p rim er lugar, hay que tener en cuenta que
dos sonidos de habla no pueden hallarse en contraste funcional a menos
que se intersequen en distribución, pues sin intersección distribucional no
pueden cu m plir la función de distinguir una form a de otra. Por ejem plo,
existen varios sonidos de [ d ] fonéticam en te distintos en la pronunciación
norm al del español. En general pueden clasificarse en dos grupos, el de [d ]
oclusiva y el de [5 ] frica tiva (den tro del m ism o lugar prim ario de articula­
ción). Estos grupos nunca aparecen en la misma posición en las form as de
palabra: [ d ] oclusiva se encuentra en posición inicial absoluta de enuncia­
ción, tras [1] y nasal, mientras que [5 ] se encuentra, norm alm ente, en el
resto de posiciones. En consecuencia, la sustitución de [S ] fricativa por [d ]
oclusiva, pongam os p o r caso, en m oda ([m o d a ] en lugar de [m ó 5 a ]) no pue­
de dar lugar a otra form a (aunque sí produ cir un efecto extraño propio de
un hablante extran jero sin filiación determ inada). De manera sim ilar, la
permutación de [ d ] por [5 ], digamos, en monda ([m ó n o a ] en vez de [m on ­
da]), aparte de su dificultad intrínseca, tampoco produciría otra form a de
palabra real o potencial. En térm inos más generales, co m o todos los sonidos
de [d ], oclusivos o fricativos, están en distribución com plem entaria, no se
encuentran en contraste funcional. Satisfacen las dos condiciones definitorias
mencionadas antes para dar lugar a la noción de fonem a: sim ilitud fonética
y distribución complementaria. De ahí que quedan universalm ente asignadas
como alófonos a un solo fonema, esto es variantes posicionales fonéticam en­
te distintas. Para' los elem entos fonológicos es esencial que se hallen en con­
traste funcional al menos en un lugar del sistema lingüístico.
Los alófonos son subfonémicos. A pesar de todo, presentan una distri­
bución regular; a este respecto, pertenecen al sistema lingüístico en tanto que
se r e a l i c e en el m edio fónico. Pero no constituyen elem entos del sistema
lingüístico, pues esta condición sólo corresponde (según las teorías fonémi-
cas) a los fonemas. Convencionalmente, los fonemas se representan a base del
símbolo de letra (con o sin diacríticos) más apropiado para la transcripción
ancha de uno de los alófonos fonéticam ente distinguibles y colocando dicho
símbolo entre barras oblicuas. Por ejem plo, el fonem a del español /d/ pre­
senta como alófonos un conjunto de sonidos de habla fonéticam ente distin­
tos, entre ellos [ d ] y [S ], capaces de ser distinguidos, en caso de necesidad,
en una transcripción estrecha. Así, disponemos de una nueva m anera de
aludir a las formas: foném icam ente o, más en general, si generalizam os el
uso de las barras oblicuas (lo que haremos en efecto), fonológicam ente. Es
importante comprender, p o r tanto, com o seguramente se desprenderá de todo
ello, que una representación foném ica no equivale a una transcripción foné­
tica ancha.
Queda otro asunto p o r aclarar. Demasiado a menudo los manuales de
lingüística ofrecen una form ulación imprecisa, por no decir carente de sen­
tido, del principio del contraste funcional. Llegan a insinuar, p o r ejem plo,
que la sustitución de [ d ] oclusiva por [5 ] fricativa en m onda no cam bia el
significado de monda, mientras que la sustitución por [ t ] sí lo cambia. Es­
trictamente hablando, esto no es así. Lo que hace la sustitución de [ d ] por
[ t ] en monda es cam biar la form a y no el significado, ya que la form a m onda
cambia en la form a m onta. En efecto, ‘ monda’ y ‘ m onta’ (es decir, las pala­
bras de las cuales m onda y m onta son form as), difieren en significado, de
modo que los enunciados que las contengan tam bién d iferirán (generalm en te)
en significado. N o m e m ueve una pedantería inm otivada al a d vertir sobre la
formulación frecuentem ente im precisa del principio del contraste funcional.
La diferencia de form a no garantiza una diferencia de significado (cf. el fe­
nómeno de la sinonimia). Tam poco es la diferencia de significado el único
criterio por el que se establece una diferencia de form a. L a posibilidad de
que haya diferencias .de form a sin correlación, en algún lugar del sistema
lingüístico, con alguna diferencia de significado es un asunto controvertido,
en parte dependiente de cóm o se define ‘ significado’ . P ero de lo que no cabe
duda es que la form ulación del principio del contraste funcional afecta a
la identidad y diferencia de form a, y no de significado.
La intersección distribucional constituye una condición necesaria, pero
no suficiente, para el contraste funcional. Con frecuencia hay sonidos de ha­
bla fonéticam ente distintos e intersustituibles en un m ism o contexto y aun
así pueden estar en v a r i a c i ó n l i b r e , es decir, no hallarse en contraste
funcional. Por ejem plo, [ r ] y [ r ] , que se hallan en contraste en posición
m edial intervocálica de palabra (cf. c a ro [k á r o ] : c a rro [k á r o ]), están en
variación lib re en posición final (y aun im p losiva): m ar [m a r ] o bien [m a r ].
En este caso, la perm utación de [ r ] p o r [ r ] , o viceversa, nunca da lugar a
una form a de palabra distinta. En rigor, el fenóm eno podría pasar bien inad­
vertido. En otros casos de variación libre, la elección de los hablantes en
fa vo r de una pronunciación depende de factores estilísticos de diversos ti­
pos. En lo que concierne al análisis foném ico, puede entenderse que el ‘con­
traste fu ncional’ se lim ita a la f u n c i ó n d i s t i n t i v a , es decir, a la fun­
ción de distinguir una form a de otra. Es discutible que la descripción
fonológica deba tom ar en consideración también la variación estilítica, com o
propugnaban los fonólogos de la Escuela de Praga (c f. 7.3).
Uno de los prim eros y más decisivos descubrim ientos de la fon ología
consistió en a d vertir que los sonidos de habla que en una lengua, están en
contraste funcional pueden estar en distribución com plem entaria o en va­
riación lib re en otra. P o r ejem plo, [3 ] y [ d ] se hallan en contraste fu ncio­
nal en inglés (cf. there, « a llí» fren te a daré, «a tre v e rs e »), p ero en distribución
com plem entaria (con alguna posible variación estilística) en español (cf. hada
fren te a anda). Los ejem plos podrían m ultiplicarse, pero lo im portan te es que
las lenguas difieren considerablem ente con respecto a las distinciones foné­
ticas qu e ponen en ju ego, com o si dijéram os, al realizar (en el m ed io fó n ico)
las form as de que se com ponen las oraciones. L a validez de esté' hecho es
independiente de la teoría, fon ológica que lo form ule.

3.5 Rasgos distintivos y fonología suprasegmental

Según la teoría de la foném ica am ericana clásica a que hem os aludido en el


apartado anterior, los fonem as son los elem entos fonológicos m ínim os de los
sistemas lingüísticos. Trubetzkoy, uno de los m iem bros fundadores de la Es­
cuela Lingüística de Praga que desarrolló su propia versión del estructura­
lism o saussureano y ejerció una gran influencia, especialm ente en la fon ología
y en la estilística, durante la década de 1930 a 1940 (cf. 7.3), adoptó un punto
de vista muy distinto. La idea fundam ental de la escuela fon ológica de Praga
es que los fonem as, aun cuando tam bién se consideren segm entos m ínim os
de los sistemas lingüísticos, no son sus elem entos más pequeños, puesto que
son haces (o conjuntos) de r a s g o s d i s t i n t i v o s sim ultáneos. Esta no­
ción, con algunas m odificaciones ulteriores, fue adoptada en 1960 y años
subsiguientes p o r los partidarios de la g r a m á t i c a g e n e r a t i v a , al
form aliza r una doctrina que vin o a sustituir las nociones características de
la fon ética clásica americana, origin alm en te asociadás a la p rop ia gram ática
gen erativa a causa de su herencia post-bloom fieldiana (cf. 7.4). En todo caso,
la presentación que aquí hacemos de la teoría de los rasgos distintivos no
pretend e atender a las distintas fases históricas de su desarrollo.
E l térm ino ‘ d istin tivo ’ se refiere a la parte del contraste funcional que
en los sistemas lingüísticos tiene que ve r con la distinción mutua entre fo r­
mas (cf. 3.4); no obstante, los fon ólogos de la Escuela de Praga, prestaron
asim ism o gran atención a otros tipos de función fon ológica que por ahora
no nos interesan. E l térm ino ‘ rasgo’ nos es ya fa m ilia r desde el apartado que
trataba de la fonética articu latoria (3.3). De ahí que podem os pasar a expo­
n er las ideas centrales de la teoría de los rasgos distintivos a p a rtir de lo
dich o ya en los dos apartados anteriores.
Los sonidos del habla pueden representarse com o conjuntos de rasgos
fonéticos. Los rasgos fonéticos de más arriba eran articu latorios, pero igual­
m ente podían haber sido acústicos o incluso, en principio, auditivos. Lo m is­
m o vale con respecto a los rasgos fonológicos de la teoría de los rasgos dis­
tintivos, donde se han emjpleado ya rasgos tanto articu latorios com o acústi­
cos. Com o puede considerarse que, contra lo que ocu rre con la fonética, la
fo n o lo gía no establece ningún com prom iso directo con el m edio fón ico (aun­
qu e los partidarios de la teoría de los rasgos distintivos tienden a soslayar
esta concepción más bien abstracta de la fon ología), quizás habría que op era r
con rasgos fonológicos ni articu latorios ni acústicos, si bien relacionables
(d e una m anera un tanto co m p le ja ) con ambos tipos, e incluso con rasgos
au ditivos cuando la fonética auditiva haya alcanzado un desarrollo m ayor del
qu e tiene en la actualidad. Para sim plificar la exposición u tilizarem os deno­
m inaciones articulatorias. Y para distinguir los rasgos fon ológicos de los fo ­
néticos, pondrem os barras oblicuas y no corchetes alred ed or de los datos ar­
ticulatorios. (Aunque no constituye una práctica corriente, fa cilita la claridad
conceptual y perm ite d eja r abiertas ciertas opciones teóricas.) Así, del m ism o
m odo que el sonido [ p ] puede describirse a p a rtir de la tabla 2 de más arriba
com o el conjunto { [ + la b ia l], [-(-o c lu s iv o ], [ — so n o ro ], [ — n a s a l]}, tam ­
bién el fonem a del español /p/, pongamos, es analizable a base del conjunto
{ / + labial/, / + oclusivo/, /— son oro/}.
A prim era vista quizá parezca que no hemos hecho más que realizar un
m ero truco notacional al sustituir los corchetes p o r barras oblicuas y llam ar
fo n o ló gico en lugar de fon ético al resultado de dicha sustitución. Conviene
advertir, sin em bargo, que ahora se han enum erado tres rasgos distintivos y
no cuatro para el español /p/. Si el rasgo foném íco /— nasal/ no aparece en
/p/ se debe a que la falta de nasalidad es predictible en español (aunque no
en todas las lenguas) a p a rtir de la falta de sonoridad; en cam bio, /— nasal/
aparecería en /b/ para establecer su función distintiva en vano [b á n o ] fren ­
te a m ano [m á n o ]; lo b o [ló fio ] fren te a lo m o [ló m o ], etc. P o r otra parte, la
descripción articulatoria de [ p ] es m uy incom pleta (a l lim itarse a los rasgos
articu latorios de la tabla 2). Ahora bien, el conju nto de rasgos distintivos
que defienen y caracterizan un fonem a será mucho más pequeño que el de
rasgos fonéticos que caracterizan a cualquiera de sus alófonos. P o r ejem plo,
el fonem a /b/ del español presenta entre sus alófonos [0 ] (v. gr., lob o, más
arriba) frica tivo, oral, bilabial, sonoro, cuya descripción articulatoria más
com pleta habría de aludir no sólo a la fricación, sino tam bién a la fuerza es­
piratoria con que sale el aire tras la constricción labial, a la duración de la
constricción, a la espiración y a otros rasgos más que lo hacen reconocible
com o [3 ] p o r la posición en que aparece. Ahora bien, ninguno de estos otros
rasgos fonéticos es distin tivo en español hasta el punto de cam biar la reali­
zación fonética de una form a en la de otra.
En cuanto a los tres rasgos reconocidos antes en la com posición de /p/,
/ + labial/ (que corresponde a [ + la b ia l]) distingue (la pronunciación d e)
paso de (la pronunciación d e) vaso, caso, etc.; / + oclusivo/ distingue pardo
de ja rd o (com o en español no hay fricativas labiales ni oclusivas labiodenta-
les, puede interpretarse que /f/ constituye el correlato / + fricativo/ de /p/)
tapa de sapa (y zapa); /— sonoro/, según la concepción habitual, es el rasgo
que distingue paño de baño; c o to de codo. Cabe sostener que el rasgo que
distingue /p/, /t/, /k/, etc., de /b/, /d/, /g/, etc., en español no debe iden­
tificarse sólo con la sordez, sino con algo distinto con que serían concom i­
tantes la sordez o la fricación (o am bas). N o obstante, cualquiera que sea el
punto de vista a este respecto, es o b vio que no son necesarios al m ism o tiem ­
po / + fricativo/ y /— sonoro/ en un análisis de los rasgos distintivos del es­
pañol.
H e u tilizado el térm ino ‘a ló fa n o ’ al describir la relación entre los fone­
mas y los rasgos distintivos de que se componen. En realidad, la noción de
variación alofón ica se considera de una m anera tan diferen te en la teoría
de rasgos distintivos, que puede ponerse en duda la aplicabilidad del térm ino.
L o crucial acerca del análisis en rasgos distintivos es que tod o fonem a difiera
de los dem ás dentro del sistem a lingüístico p o r la presencia o ausencia de
un rasgo al menos, en el conju nto de rasgos definitorios; y que el conjunto
de rasgos definitorios de un fonem a perm anezca constante en todas sus
posibles apariciones. L o que la fon ém ica am ericana clásica denom ina varia­
ción alofón ica aparece tratado en la teo ría de rasgos distintivos (especial­
m ente en la gram ática generativa) a base de reglas que (habiendo convertido
en rasgos fonéticos el conju nto m ín im o de rasgos fonológicos suficientes
para distin gu ir cada fonem a de los dem ás: / + labial/ —»■[ + la b ia l], / + so­
noro/ —» [ + so n o ro ],) añaden rasgos fonéticos no distintivos contextüalm ente
adecuados a determ inadas posiciones de aparición. P o r ejem plo, el rasgo
fon ético [ + o clu sivo ] se añadiría a la realización fonética del español /b/
en posición inicial absoluta de palabra (p o r ejem plo, en vaso o en -bolso),
pero no cuando sigue a /l/ (p o r ejem p lo, en alba ca lvo), m ientras que el
rasgo fon ético [ + so n o ro ] se añadiría en todas las posiciones.
En el apartado a n terior hem os señalado que las lenguas difieren consi­
derablem ente en cuanto a la capacidad distintiva de los rasgos fonéticos
que utilizan. Esto es válido al m argen de la teoría fon ológica que lo form ule.
Después de todo, se da el caso de que un rasgo com o [ + aspirad o], pura­
m ente alofón ico en español, inglés y otras lenguas, es distin tivo en hindi
y en chino m andarín, que las vocales del francés son al m ism o tiem po dis­
tintivam ente anteriores y labializadas, que en muchas lenguas australianas
la nasalidad es tan distintiva, en lu gar de la sonoridad, que caracteriza más
fonemas que en cualquier lengua europea, y así sucesivamente. Nótese, sin
em bargo, que en estos ejem plos he utilizado térm inos — ‘ aspirado’, ‘a n terior’,
‘p osterior’, ‘nasal’— que tam bién se utilizan en la descripción de otros cien­
tos, p or no decir miles, de lenguas habladas. La teoría de los rasgos distin­
tivos com o tal no es incom patible con el supuesto de que hay un núm ero
ilim itado de rasgos distintivos posibles de los cuales cada sistema lingüís­
tico hace su propia elección particular, com o si dijéram os, y los com bina
en un núm ero im previsible de m odos para fo rm ar sus propios fonemas.
Ahora bien, las form ulaciones recientes de la teoría de rasgos distintivos tien­
den a adm itir, a ju zgar p or ciertas evidencias favorables, que todas las lenguas
naturales existentes son susceptibles de recibir una descripción fonológica
satisfactoria a p a rtir de una lista de algo más de una docena dé rasgos v ir­
tualmente distintivos. Desde luego, hay muchos rasgos fonéticos que no son
distintivos, por lo que sabemos, en ninguna lengua natural y muchas com bi­
naciones de rasgos fisiológicam ente posibles extrem adam ente raras o incluso
inexistentes, al parecer. Chomsky ha sugerido que esto se debe a que la
fonología de las lenguas naturales, lo m ism o que la sintaxis y la semántica,
están fuertem ente lim itadas p o r una predisposición específicam ente humana
a operar con ciertos tipos de distinción y no con otros (cf. 7.4).
Una notable ven taja de la teoría de rasgos distintivos en com paración
con la foném ica americana clásica consiste en que proporcion a una des­
cripción m otivada de los principios qu e determ inan la buena form ación de
secuencias de fonem as en una am plia gama de casos. P or ejem plo, tras /t/
y /r/ iniciales dentro de la misma form a, en español, puede aparecer cual­
qu ier vocal, pero no una consonante (cf. trípode, tres, trampa, trozo, etc.,
fren te a */trp-/, */trs-/, */ tm -/, etc.). N o es más que uno de los muchos
contextos en que alternan vocales entre sí con exclusión de las consonantes.
Este aspecto distribücional de los dos grupos de fonem as puede tratarse (d e
una m anera fonéticam ente m otivada o condicionada) p o r m edio de una
regla que oponga / + vocal/ a /— vocal/ o a / + consonante/. Análogamente,
la asim ilación de /n/ a /m/ y /p/ en posición im plosiva ante /p/ o /b/ y ante
/c/, respectivam ente, puede atribuirse a la presencia, también respectiva­
m ente, de / + labial/ y / + palatal/ en el fonem a que condiciona la asim ila­
ción: en paz [ém pá0], un vasoy[úm bá so], un c h ic a ¿ík o ],)etc.8 (E n las
com posiciones léxicas, la o rtogra fía registra a veces este fenóm eno: in + p o­
sible —» im p osib le; otras veces prevalece un criterio etim ologista: in + váli­
do —> inválido; cf. también form as com o mancha [m á p c a ].) Con frecuencia
sucede, pues, que un determ inado rasgo, com o / + vocal/, / + labial/, / + na­
sal/ o / + sonoro/, puede interpretarse, en ciertos contextos, com o si fuese

8. [E s to s e jem p lo s, aducidos sólo a títu lo ilu strativo , p o d ría n re c ib ir una in te rp re ­


tación m uy d istin ta e n ' un á m b ito fo n o ló g ic o más a m p lio .]
s u p r a s e g m e n t a l , esto es com o si afectase a una secuencia de dos o más
segmentos (foném icos).
Ahora bien, ¿qué decir sobre la posibilidad de que un rasgo distintivo
sólo sea supresegmental en un sistem a lingüístico dado? N o se trata de una
m era posibilidad teórica. En muchas lenguas se encuentran rasgos supraseg-
mentales de este tipo. P o r ejem plo, lo que se conoce p or a r m o n í a v o c á ­
l i c a no es tan infrecuente. Tal co m o opera en turco, afecta a los rasgos con­
trastantes / + posterior/ fren te a /— posterior/ y /-(-labializado/ fren te a /— la­
bializado/.' D ejando de lado ciertas form as de palabra (en su m ayoría,
prestadas de otras lenguas) que no se ajustan al m odelo general, podem os
decir que en turco todas las vocales en las sucesivas posiciones de la palabra
deben presentar el m ism o va lo r para el contraste J ± posterior/ y debido
a una condición u lterior,*que excluye la com binación de /-(-labializado/ con
el rasgo segmental / + abierto/ en las sílabas no iniciales, para el contraste
/ ± labializádo/. Independientem ente de la longitud de la palabra — y p o r su
estructura gram atical el turco tiene muchas form as largas de palabra— ,
/ ± posterior/ y / ± labializado/ son suprasegmentales en el sentido expuesto.
Los rasgos distintivos suprasegm entales de este tipo són lo que la t e o ­
r í a p r o s ó d i c a de la fon ología denomina, en un sentido especializado del.
térm ino, p r o s o d i a s . Esta teoría, característica de lo q u e se ha dado en
llam ar la Escuela Lingüística de Londres, com parte muchos aspectos con la
teoría de los rasgos distintivos en sus más recientes progresos. P o r des­
gracia, las diferencias term inológicas, para no m encionar las de perspec­
tiva teórica en asuntos más generales, tienden a oscurecer las sim ilitudes.
La diferen cia principal entre la teoría de rasgos distintivos digam os o rto ­
doxa y la teoría prosódica reside en que la prim era es esencialm ente foné-
mica o segmental, com o la J on ém ica am ericana clásica. L a teoría prosódica,
por su parte, adm ite tanto elem entos foném icos (segm entales) com o prosó­
dicos (suprasegm entales), a los qu e atribu ye una condición teórica idéntica,
aunque com plem entaria, en los inventarios fonológicos de los sistem as lin­
güísticos. Adem ás, reconoce que, pese a la tendencia general (p o r m otivos
fonéticos) de ciertos rasgos a hacerse segmentales y otros suprasegm entales,
la noción de suprasegm entalidad depende, en principio, de cada sistema
lingüístico.
Conviene aclarar, ahora, que hemos utilizado el térm ino ‘ suprasegm ental’
en un sentido no corriente. L a m ayoría de lingüistas, cuando em plean el tér­
mino ‘ suprasegm ental’, se re fiere a elem entos com o el acento, el tono y la
cantidad, que constituían un problem a para la foném ica am ericana clásica,
cuyo supuesto básico consistía en describir totalm ente la estructura de las
palabras y las oraciones por m edio de elem entos fonológicos ordenados en
secuencia.
La diferen cia acentual entre la form a de nom bre im p o rt [Im p o c t], «im ­
p ortación », y la form a de verbo ifn p o rt [im p o c t], «im p o rta r», en el inglés
hablado no puede tratarse con naturalidad com o una diferen cia entre fone­
mas segmentales. [L o m ism o puede decirse del español; cf. depósito, deposito,
depositó.'] Y hay dos razones parcialm ente independientes para ello: en
p rim er lugar, porque el acento constituye esencialm ente un fa ctor de m ayor
prom inen cia de una sílaba con respecto a las demás sílabas dentro de la
m ism a form a (o de las form as adyacentes); y en segundo lugar, porque no
puede decirse que la realización fonética del acento, contra lo que ocurre
con la de fonem as segmentales, preceda o siga en el tiem po a la de sus ele­
m entos fon ológicos adyacentes. Evidentem ente, en una representación foné-
m ica cabe señalar la ^diferencia acentual entre form as poniendo más o menos
arbitrariam en te el correspondiente fonem a acentual antes (o después) del
fonem a vocálico nuclear de la sílaba tónica en la realización fonética; [c f.
[d e ’p o sito ], [d e p o ’sito ], etc.]. L o im portante es que, si bien la segmentación
siem pre puede llevarse a cabo en fonología, aunque sea al p re c io de tom ar
decisiones arbitrarias, la arbitrariedad de las decisiones en casos com o
éste denuncia la inadecuación teórica del m arco en que se lleva a cabo el
p ro p io análisis.
L o que acabamos de decir sobre el acento vale igualm ente para el tono,
que en muchas lenguas (las llamadas tonales) sirve para distinguir form as
de un m odo m uy análogo a com o lo hace el acento en español. En cuanto
a la cantidad, puede haber consonantes largas, lo m ism o que vocales largas,
en determ inadas lenguas; y puede haber incluso interdependencia entre la
cantidad de ambos tipos de fonemas. Así, en inglés (en la pronunciación fo r­
m a l) la cantidad de las vocales varía según la cualidad de las consonantes
que les siguen en la m ism a sílaba. Las vocales que la tradición y algunos
fonólogos, aunque no todos, consideraban y analizaban com o largas, se
realizan com o segm entos fonéticam ente acortados cuando van seguidas de
oclusiva /— sonora/; así, el segmento vocálico de seat- [s ít ], «asien to », es
fonéticam en te más co rto que el de seed [s í:d ], «s e m illa », o see [ s í : ] , « v e r ».
E n rigor, su realización fon ética puede ser más corta que la vocal fonológica­
m ente corta de sit [s ít ], «esta r sentado». E sto viene a ilu strar no sólo la
d iferen cia en tre cantidad fon ológica y duración fonética, sino también, más
en general, la com p lejid a d de la relación entre el análisis fo n o ló gico y la
transcripción fonética.

3.6 L a estructura fonológica

Se trata de un apartado dem asiado breve para un tem a inmenso. M e pro­


pongo tan sólo exponer lo que se entiende por ^estructura’ en este contexto
y subrayar que los análisis fonológicos tienen una tarea m ucho más extensa
que la de confeccionar inventarios de elem entos segm entales y supraseg-
mentales.
Dado un inventario de elem entos fonológicos para una lengua, la estruc­
tura fonológica de la m ism a puede describirse a base de las relaciones entre
los propios elem entos o bien de los diversos tipos de relación que hay entre
conjuntos de elem entos fonológicos p o r un lado y com p lejos fonológicos
m ayores, form as u otras unidades gram aticales, p o r otro.
Las relaciones entre los propios elementos son de dos tipos, denomi­
nadas, en la tradición saussureana, ‘ sintagmáticas’ y 'paradigmáticas'. El tér­
m ino ‘ sintagm ático1, etim ológicam ente relacionado con ‘sintáctico’, pero no
confundible con él, no significa más que «com bin atorio». Como ‘ paradigm áti­
co ’, aunque es históricam ente explicable y muy difundido, induce eventual­
mente a engaño, lo cam biaré por ‘ sustitutivo’. Con ello, en adelante, a m e­
nos que nos refiramos específicam ente al estructuralismo saussureano, ha­
blaré de relaciones s i n t a g m á t i c a s y s u s t i t u t i v a s . Las primeras se
refieren a relaciones entre elem entos combinados entre sí en sintagmas bien
form ados; las últimas se refieren a relaciones entre conjuntos de elementos in­
tersustituibles en un determ inado lugar del sintagma. Uno de los principales
logros de Saussure, com o verem os en la exposición sobre el estructuralismo,
consistió en aclarar, a com ienzos del presente siglo, la interdependencia de
las relaciones sintagmáticas y sustitutivas (cf. 7.2).
Como hemos visto, los sistemas lingüísticos pueden d iferir fonológicam en­
te, no sólo con respecto al número de elementos fonológicos que aparecen
en sus respectivos inventarios (y en su realización fonética), sino también en
cuanto a las relaciones sintagmáticas que determinan la buena form ación
fonológica de las com binaciones posibles, esto es los sintagmas fonológicos.
Adm itiendo, pará sim plificar, que los sintagmas fonológicos pueden definirse
satisfactoriam ente com o secuencias de fonemas, sabemos que no todos los
fonemas pueden preceder o seguir a todos los demás. Existen limitaciones
contextúales que prohíben la aparición de los m iembros de un conjunto de
fonemas al lado de los m iem bros de o tro conjunto. Las reglas que determ i­
nan la buena form ación fonológica en cada lengua han de especificar cuáles
son estas lim itaciones secuenciales y, más en general, qué elem entos pueden
juntarse, y de qué manera, en los sintagmas bien formados.
Pero esto no agota todo lo que cabe esperar de la descripción fonológica.
El térm ino ‘ sintagm a’, que acabamos de em plear, contiene la im plicación de
que hay entidades mayores, los propios sirltagmas, cuyos componentes son
precisam ente los elem entos fonológicos. Y así ocurre, en efecto. Más contro­
vertido es averiguar si existen en todas las lenguas naturales o al menos en
algunas sintagmas puram ente fonológicos com o las s í l a b a s (para no men­
cionar las frases' fonológicas) postulables para describir las estructuras fono­
lógicas de la lengua en cuestión y al m ism o tiempo definibles sin tener en
cuenta la estructura sintáctica de la misma. Desde luego, es mucho más fácil
form ular las lim itaciones secuenciales de las consonantes del español a par­
tir de su posición en la sílaba. Ahora bien, esto presupone una definición
teóricam ente satisfactoria de las sílabas com o entidades fonológicas. Los lin­
güistas todavía discrepan en cuanto a la posibilidad y a la necesidad de pos­
tular sílabas y otros sintagmas puram ente fonológicos en la estructura de
las lenguas. Puede suceder, por descontado, que ciertas lenguas presenten
sintagmas puram ente fonológicos y otras no.
En la actualidad hay mucha menos discusión, en cambio, sobre la nece­
sidad de recu rrir a unidades sintácticas en el análisis fonológico de las len­
guas o, para decirlo en térm inos más típicam ente modernos, sobre la integra­
ción de las reglas fonológicas con las reglas sintácticas en los sistemas lin­
güísticos. En muchas lenguas naturales, posiblem ente en todas, hay depen­
dencias entre n i v e l e s de diversos tipos que form an tanta parte de la len­
gua com o las relaciones puram ente fonológicas ó sintácticas. En realidad, ya
hemos incorporado im plícitam ente esta noción de dependencia entre nive­
les en apartados anteriores. En efecto, no sólo hemos introducido el prin ci­
pio de la buena form ación fonológica en las form as (es decir en los sintag­
mas fonológicos que son asim ism o unidades sintácticas, b a jo los supuestos
sim plificadores de 2.6), sino que tam bién nos hemos referid o con frecuencia
a la posición de los fonem as — inicial, medial, final, etc.— en las palabras; y
las palabras, en este sentido del térm ino ‘palabra’, constituyen una subclase
de formas.
La interdependencia de la sintaxis y la fonología es, no obstante, mucho
más extensa de lo que seguramente hemos podido dar a entender. H ay fen ó­
menos de juntura, com o el que tradicionalm ente se denomina 1 i a i s o n en
francés, cuya descripción debe apelar no sólo a las fronteras entre palabras,
sino también a la relación sintáctica, si es que la hay, entre dichas fron teras:
v. gr., la aparición de [ z ] en [lez|om] les homm es, «lo s h om bres», y [Jsslezevy]
Je les ai vu, «L o s he visto», en contraste con su ausencia en [d|DnleamaRi]
Donne-les á M arie, «D áselos a M aría». Muchos fenóm enos del com ponente
no verbal de las lenguas habladas que hemos considerad