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Cuatro cosas que pueden arruinar tu Navidad

Lucas 1: 39-56

El llamado espíritu de Navidad ya está en medio de nosotros. Los jardines de las casas,
las ventanas de los apartamentos, las vitrinas de las tiendas, los postes de la luz y las
avenidas nos anuncian que una vez más está aquí ESE tiempo del año. Sí, el más
hermoso de todos los meses. Pero también un mes de prisas y de compras, de afanes y
tristezas. ¿Cómo debemos los cristianos prepararnos para celebrar el más grande
acontecimiento de la historia? ¿Y cuáles son las cosas que generalmente arruinan lo que
podría ser la temporada más feliz?

Gastar todo el dinero en regalos. La sociedad —y sobre todo el comercio— nos dice
que este es el tiempo en que debemos darle regalos a cada miembro de nuestra familia y a
cada persona conocida. ¿La consecuencia? Gastar más de lo que tenemos y empezar el
año endeudados. Este año haz los regalos conforme Dios te haya prosperado. Pero sobre
todo, comparte el regalo más valioso de todos: el regalo del amor de Dios.

No congregarse. Este es el tiempo cuando algunos cristianos acostumbran enfocar más


en la familia, y dejan de asistir a las reuniones. Por el contrario, deberían ser las semanas
cuando más nos comprometemos con el Señor y cuando más venimos a la iglesia para
adorar a Dios y agradecerle por lo que ha hecho por nosotros.

Olvidar el propósito de la Navidad. Para algunos este es tiempo de regalos, de comidas,


de vacaciones, de invitaciones especiales. Pero en medio de todo el ajetreo de diciembre
podemos olvidar que la Navidad es sobre todo la celebración del cumpleaños del Señor
Jesús y no la celebración de algún otro evento. Es el tiempo del año cuando recordamos
que la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros para reconciliarnos con Dios y con
los seres humanos y para darnos vida abundante y eterna.

Olvidarte de los que no conocen todavía el proósito de la Navidad. Finalmente, la


Navidad para un cristiano no tiene sentido si no la vive en función de compartir con otros
la buena noticia de Jesús, como lo hizo María en el Magnificat (Lc. 1:46-55). En esta
Navidad, piensa en dar un regalo a una persona pobre y desconocida. Eso es lo que hizo
Jesús con nosotros. Él vino para satisfacer nuestras necesidades y luego nos mandó a
hacer lo mismo con otros. En los años 70 apareció una novela en los Estados Unidos
llamada Juan Salvador Gaviota (Jonathan Livingstone Seagull) acerca de una gaviota
filósofo. En Bolivia, el país más pobre de América Latina, apareció también un libro en
los mismos años, acerca de un cóndor llamado Malko. Ambos libros reflejan la naturaleza
de nuestras respectivas sociedades y la filosofía que prevalece en ellas. La gaviota
empieza por despreciar el desayuno de su banda, la cual vuela en grupos alrededor de los
botes de pesca. “Lo que es importante no es comer sino volar”, dice la gaviota. El joven
cóndor, en su cueva en lo alto de los Andes, quedó huérfano temprano en la vida cuando
sus padres fueron capturados por los campesinos y llevado a un zoológico. Para el joven
cóndor, muerto del hambre, su prioridad es comer y más tarde, si puede, entonces volar.
En esta Navidad, debemos pensar en aquellos que tienen hambre física y en aquellos que
tienen anhelos de volar, de escapar del tedio, del aburrimiento, de la rutina, de la opresión
de una sociedad satisfecha pero vacía.

No eches a perder esta Navidad. Vive la mejor Navidad de tu vida. Dale un regalo
material y espiritual a alguien que lo necesita. Ve a la congregación y celebra con el
pueblo de Dios. No olvides que Navidad es celebrar el nacimiento del Mesías nuestro
Salvador y Señor. En esta Navidad, dale al mundo del gran amor con que Dios ha llenado
tu vida.

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