Mónica Benítez
1
Arcoíris
Todas las mujeres que leían nuestra revista tenían preguntas y querían
respuestas, y mi jefa, Rebeca, una mujer que pierde los nervios con cierta facilidad
estaba dispuesta a dárselas. Tras una reunión se decidió dedicar una sección de la
revista para que las mujeres que así lo desearan pudieran contar sus historias, ya
fuera la típica historia de amor que acaba bien, la que acaba mal, la salida del
armario, como se dieron cuenta de su tendencia sexual, en fin, cualquier
experiencia que pudiera servir de apoyo a otras lectoras.
Se habilitó una dirección de email para que todas las mujeres pudieran
enviar sus historias, y en efecto, yo era la encargada de esa sección. Hicimos un
anuncio en la revista para hablar de la nueva sección que estábamos preparando e
invitarlas a contar y enviar sus historias, casi me da un infarto cuando al día
siguiente encontré más de treinta emails en la bandeja de entrada. Se dejó sitio para
contar tres historias cortas o dos largas cada semana. Los emails fueron en
aumento y no daba abasto para leerlos, después de tres meses tenía más de
cuatrocientos acumulados sin leer, seguro que allí había historias increíbles pero yo
no podía atenderlas todas (también había otras que daban un poco de yuyu, ojo). Estaba
harta de pedirle a Rebeca que me pusiera a una ayudante pero siempre me
ignoraba, ni siquiera se molestaba en decirme que no.
Rebeca acababa de cumplir los cincuenta, que no era nada malo oye, conocía
a muchas mujeres de esa edad con las que no dudaría en acostarme, pero ella,
joder, no conocía a nadie más dejado que ella, siempre venía con el pelo
encrespado y mal peinado, las raíces negras ya debían alcanzar los cinco
centímetros y se le mezclaban con unas canas tiesas como alambres. Tenía la piel
blanca como un muerto y se ponía maquillaje con colores tan intensos y llamativos
que hacían que costara mantenerle la mirada, a mí personalmente me provocaba
escalofríos, pero puede que eso se viera agravado por el hecho de que no me caía
nada bien. Mira que llegaba a ser fea la cabrona.
La revista se publicaba los jueves, digamos que el día más tranquilo de toda
la semana para todas era el viernes, no es que hubiera menos trabajo pero ya no
existía la tensión previa a la publicación, eso siempre volvía los lunes. Rebeca dejó
lo que estaba haciendo, se quitó las gafas, se recostó en su silla y me miró como si
se sorprendiera ella misma por haberme contratado, a veces ni yo misma lo
comprendía…
—Supongo que sabes quién es Eva Dabán ¿No?—dijo como si una negativa
pudiera costarme el despido.
Claro que lo sabía, no creo que existiera lesbiana alguna que no lo supiera, y
no lesbianas también. Eva Dabán era una impresionante mujer que trabajaba como
acompañante de lujo para mujeres con un bolsillo altamente abultado. Sus únicas
apariciones públicas eran siempre en eventos y fiestas caras, en la compañía de
alguna mujer poderosa y con suficiente dinero como para pagar sus desorbitadas
tasas. No es que yo supiera cuanto cobraba, pero se rumoreaba que una noche con
ella te podía costar lo que yo cobraba en todo un año.
—¿La prostituta?
—Acompañante de lujo—matizó.
«Por supuesto»
—Perdón.
Estuve a punto de reírme pensando que por primera vez en su vida había
decidido gastarme una broma pero su mirada mortificante me lo impidió. Suerte
que estaba sentada cuando me lo dijo. ¿Estaba hablando en serio? ¿Quería que yo,
el último de sus monos, entrevistara a Eva Dabán?
Como odiaba que me llamara así, ella sabía de sobra que no me gustaba pero
aun así lo hacía.
«Sin presión»
Menuda mierda, no solo me caía el marrón, sino que encima me caía en fin
de semana porque a la guapa de Dabán le apetecía que fuera un domingo. Perfecto.
—Podrás hacerle todas las preguntas que quieras y ella decidirá sobre la
marcha si las contesta o no, no quiero que insistas ni des rodeos Alicia, si hay algo
de lo que no quiera hablar cambias de tema y punto.
«Algo es algo»
Nervios
Cogí mi libreta, había escrito en ella más de cien preguntas, sabía que no me
contestaría varias y que no habría tiempo para tantas, aunque no había puesto
límites en algún momento aquella mujer se cansaría y daría por zanjada la
entrevista. Lo sé, podría haberlas escrito con ordenador, pero yo era una
sentimental y había ciertas cosas a las que les tenía mucho cariño, entre ellas las
libretas. Me aseguré de que la grabadora tenía batería suficiente, pero por si acaso
también me llevé el cargador.
Ya estaba lista, lo tenía todo, todo menos la tranquilidad que debería mostrar
para entrevistar a alguien. No podía evitarlo, supongo que por eso me gustaba más
el trabajo de despacho, allí no me ponía nerviosa y me mostraba más segura de mí
misma, en cambio ahora estaba hecha un flan, y ya de paso podía reconocer que
Eva Dabán me imponía mucho. Siempre mostraba una seguridad y un aplomo
impresionantes, las pocas veces que había hablado en público debido a la
compañera que tenía siempre se mostraba decidida y elegía con cuidado sus
palabras. Jamás había dicho nada que desentonara ni se le había conseguido sacar
una palabra con respecto a sus acompañantes. ¿Sería yo capaz de estar a la altura?
Lo dudo bastante…
Parecía inteligente, muy inteligente y guapa, tenía una melena castaña que
siempre brillaba intensamente, nunca la había visto con el pelo de otro color así
que supongo que ese era el suyo natural, tenía los ojos a juego con su pelo y una
sonrisa increíblemente sexy. Era alta y esbelta, tenía unos pechos medianos
preciosos, solía vestir como una ejecutiva, al fin y al cabo lo era, dirigía un negocio
altamente rentable en el que ella era la única empleada. Si no fuera porque yo ya
sabía a lo que se dedicaba, jamás hubiese pensado que fuera posible que una mujer
como aquella vendiera su cuerpo por dinero.
—¿Sí?
Me sentí gilipollas en la más alta de las categorías, Eva no dijo nada, solo
abrió. Yo me había apoyado en la puerta y en cuanto el sonido característico ese
que hacen las puertas cuando su dueño aprieta el botón para abrir liberó la
cerradura, mi propio peso empujó la puerta y a mí tras ella. Por suerte pude
agarrarme a la maneta y evité estamparme en el suelo de su jardín.
Su enorme jardín, joder que grande era. Caminé rápido a través del camino
de piedra hasta la entrada de la casa, debí tardar dos minutos o así, bueno puede
que menos pero a mí se me hizo eterno. Justo cuando iba a llamar a la puerta esta
se abrió, supongo que ella ya tenía calculado lo que la gente tardaba en recorrer la
distancia entre la puerta de la calle y la de su casa.
—¿Te parece bien aquí?—dijo señalando los sillones—hace buen día y con la
sombrilla se está muy bien aquí fuera.
Ella sonrió.
Sabía que estaba roja, lo notaba, el corazón me latía con fuerza y no tenía
claro si era porque había estado a punto de morirme asfixiada o porque ella me
estaba tocando.
Yo asentí.
Sin previo aviso tuve una contracción entre las piernas y se me escapó un
suspiro ahogado, todo el cuerpo me temblaba y me costaba respirar. El corazón me
latía hasta en los párpados, me sentía tremendamente excitada, noté como la
humedad alcanzaba mí tanga, no me había pasado nunca con nadie y me asusté
mucho al pensar que ella pudiera darse cuenta. Me retorcí en mi asiento, crucé las
piernas apretando los muslos con fuerza para ahogar aquel deseo que sentía entre
ellas, suspiré hondo un par de veces y estiré los brazos como si acabara de
levantarme, sabía que era de muy mala educación pero fue lo único que se me
ocurrió para conseguir liberar algo de tensión.
En aquel momento supe que yo también pagaría por estar con ella, porque
me besara una sola vez, porque volviera a tocarme, por acostarme con ella…
—No te preocupes, así será más ameno, ir saltando de un tema a otro puede
ser hasta divertido, tranquila. Además es culpa mía, fui yo la que exigió que fuera
hoy.
—Vale, según lo que he encontrado te llamas Eva Dabán, bueno eso está
claro—dije contestándome yo sola mientras ella se reía.
La entrevista
—¿Qué?
Joder que nerviosa me ponía, y ahora más, sabiendo que le gustaba como me
quedaban las gafas.
—Gracias—contesté sonrojada.
—Vale empezamos—me aclaré otra vez—¿Por qué alguien con una carrera
universitaria acaba trabajando como acompañante de lujo para mujeres?
—Sí, aunque tampoco una barbaridad, tenía cuarenta años y lo cierto es que
era una mujer muy atractiva. No me desagradaba estar en su compañía, tenía una
conversación muy interesante, sobre todo para una cría catorce años menor que
ella. Me trató muy bien, fue atenta y educada en todo momento, no me rozó ni una
sola vez y cuando la cena terminó me preguntó si estaría dispuesta a repetir
aquello alguna vez, yo le contesté que me lo pensaría—dijo sonriendo.
—No, no me acosté con ella aquel día, pero sí que lo hice más adelante. A
raíz de aquel encuentro empezó a llamarme para otros, de forma esporádica, las
condiciones eran las mismas y a mí me hacía falta el dinero. Cogimos cierta
confianza, me sentía cómoda con ella y en una de esas ocasiones cuando me llamó
para pedirme que la acompañara a un partido de futbol me preguntó si estaría
dispuesta a hacer algo más por ella. Yo enmudecí, pero ella siguió hablando, me
dejó claro que no esperaba ningún tipo de relación, que solo quería sexo y que si
me negaba lo entendía. Que yo no tenía que hacer nada si no quería, que se
conformaba con follarme ella a mí…
Se me abrieron los ojos como platos mientras ella se colocaba unos mechones
por detrás de las orejas y bebía un poco de agua antes de continuar. Me sorprendió
la naturalidad con la que utilizó la palabra follar. Noté como esa excitación
descontrolada volvía a sacudir mis entrañas de nuevo, la humedad volvió a hacer
acto de presencia y una ola de fuego recorrió mi cuerpo. Apreté las piernas de
nuevo y agarré los reposabrazos con fuerza mientras intentaba controlarme. Por
suerte Eva estaba absorta en su historia y no se dio cuenta del efecto que provocaba
en mí con una palabra o un simple movimiento.
—Creo que de esa noche solo puedo contar hasta aquí Ali.
—De acuerdo.
—No te preocupes, reconozco que para mí los domingos son un día sagrado
de sofá y libro, pero ha valido la pena el esfuerzo.
Ella se miró el brazo, tenía una pequeña raya azul pintada en la camisa.
Después me miró a mí sin decir nada, me clavó la mirada mientras yo estaba
agachada a su lado recogiendo el puto boli y me paralicé. Se me aceleró tanto el
pulso que pensé que iba a salir andando como las muñecas de famosa al compás
de mis latidos. Su mirada era apacible, como si estuviera disfrutando de la visión
mientras yo solo podía pensar en cómo sería besarla, dejar que aquellos labios
rozaran los míos, sentir el calor de su aliento y la humedad de su lengua.
En esas décimas de segundo que ella pasó sin dejar de mirarme, empecé a
sentir un tremendo cosquilleo en el estómago que tardó menos de lo que me
hubiera gustado en colocarse de nuevo entre mis piernas. Mi respiración se aceleró
y ella sonrió al darse cuenta. Entonces se puso en pie y me tendió una mano para
que me levantara. Sabía que tocarla no me convenía en absoluto pero hubiera sido
muy grosero por mí parte rechazar su ayuda así que me armé de valor y cogí su
mano. La excitación fue tan grande que me sentí un poco mareada y aturdida,
clavé la mirada en el suelo y en cuanto estuve en pie solté su cálida mano, se dio la
vuelta en dirección a mi silla y cogió mi libreta y la grabadora.
—¿Qué?
—Pues depende, desde mujeres que sé que no pueden pagar mis tarifas
hasta mujeres con una reputación que no me gusta o que simplemente no me
atraen. Eso último ha sonado muy mal ¿No? ¿Puedes borrarlo?—dijo
empequeñeciendo los ojos.
Hay que tierna ella coño…
—¿Te arrepientes?
¿Una infusión?
Tras unas cuantas vueltas por el jardín en las que yo acabé más cansada que
relajada, Eva decidió que era el momento de continuar la entrevista dentro de su
casa, entre una cosa y otra eran las once y media de la mañana y el calor empezaba
a hacerse notar incluso en la sombra. Me senté en la mesa de la cocina (bueno en
una silla no en la mesa claro) mientras ella preparaba café y sacaba una bandeja de
pastitas de esas que compras en las pastelerías y te cuestan un pastón.
Ella sonrió sin decirme nada y abrió un armario para coger la caja que
contenía la infusión.
—¿Sabiéndolo?
—Unas veces lo sabía y otras me enteraba después, pero sí. Mira Ali, yo no
soy partidaria de meterme en medio de una relación, pero cada mujer que me
contrata lo hace para que la vean conmigo, por lo tanto entiendo que su marido o
su mujer están al corriente de lo que hacen. Pero si además te lo tengo que decir
desde un punto de vista más frívolo, la realidad para mí es muy simple, no es mi
problema. Yo tengo un trabajo y unas tarifas, si las pagas y me interesa, tus
problemas de pareja no son asunto mío.
—¿Has tenido problemas alguna vez? Me refiero a parejas celosas que hayan
ido a por ti…
—Un par de veces, ambas con mujeres, quiero decir con parejas femeninas.
La primera me envió una carta amenazándome, diciéndome todo lo que me iba a
pasar si volvía a ver a su esposa conmigo y te aseguro que escribió cosas dignas de
una auténtica psicópata. La segunda me amenazó en persona, eso sí, con buenos
modales, toda una señorita ella—dijo riendo.
—Pues lo único que puedo hacer en estos casos, no volver a verme con esas
clientas. Una cosa es que sea conocedora de que tienen pareja y otra es que vengan
a amenazarme o me causen problemas, ya te he dicho que las situaciones
incómodas no me gustan así que estos temas los zanjo de una forma bastante
radical.
—¿Qué es lo más raro que has tenido que hacer para una clienta?
—Yo creo que para mí lo más raro ha sido escuchar ciertas confesiones, hay
algunas personas que me contratan porque tienen algún tipo de deseo sexual un
tanto peculiar y no se atreven a contárselo a nadie, así que me pagan una auténtica
burrada únicamente para que las escuche.
Pues mira…la que más me impactó fue una que me dijo que le excitaba
masturbarse cuando estaba defecando—dijo haciendo una mueca.
—Oh, vaya—dije conteniendo las ganas de reír—¿Por qué crees que te
contratan a ti para eso? ¿No les saldría más barato ir a un psicólogo? ¿O a un
psiquiatra…?
—Creo que para esas personas es más fácil contarle algo así a una puta que a
un psicólogo, supongo que dan por hecho que yo habré hecho o visto cosas mucho
peores que ellas y no me voy a sorprender de lo que me cuentan, en cambio un
psicólogo que se supone que es alguien con una profesión más que decente podría
alarmarse y decirles algo que no quieren escuchar, no sé…supongo que se sienten
más a gusto explicándoselo a alguien a quien consideran inferior.
—De acuerdo. ¿Por qué respondes a mis preguntas y después me pides que
no las publique?—pregunté sin pensar mucho—sería mucho más fácil no
responderme, pero aun así lo haces…
Por primera vez desde que había cruzado la puerta de su casa vi en Eva un
punto de vulnerabilidad, a ver si al final tras esa imagen de mujer decidida se
escondía una mujer cargada de sentimientos…
—Supongo que son detalles que no le cuento nunca a nadie y que de algún
modo necesito exteriorizarlos, compartirlos con alguien para que ciertas cosas no
me consuman, pero sí, tienes razón, es más fácil no contestar, perdona.
—Noo, por favor, hazlo, es solo que me contrariaba un poco esa actitud,
pero de verdad, me encanta que lo hagas Eva.
—Bien, gracias.
—No veo que interés puede tener esa pregunta para los lectores Ali…—dijo
con su adorable sonrisa.
Mi corazón se encogía cada vez que mi nombre era pronunciado por sus
labios. Carraspeé un poco para aclararme de nuevo.
—Bueno, quería saber si era cierto, que ambas tenéis una amiga en común.
Sabía que se había dado cuenta, su mirada me decía que era perfectamente
consciente de como la había mirado, mi corazón latía desbocado y ella no parecía
inmutarse, solo me miraba fijamente, supongo que ese comportamiento formaba
parte de su personalidad. Tal vez Eva fuera una conquistadora nata y ni siquiera lo
sabía…
Creo que ese fue el momento en el que mi cara pasó del rojo al blanco, yo era
la entrevistadora, yo era la que hacía las preguntas y por supuesto no estaba
preparada para ser yo la que las respondiera.
Solo pude negar con la cabeza, las palabras no me salían, solo me faltaba
añadir alcohol a mi estado de gilipollez permanente. Creo que ya podía hacerlo
oficial, en menos de cuatro horas me había enamorado de Eva Dabán ¿Porque eso
tenía que ser amor no? Ese deseo tremendo que sentía por ella, ese cosquilleo en mí
estómago…lo cierto es que no tenía con que compararlo porque creo que no me
había enamorado nunca, pero si no era amor ¿Qué era?. Esto no podía estar
pasándome a mí, ¿Se podía ser más imbécil que yo? ¿Es que no había mujeres en el
planeta que yo tenía que sentirme atraída por la única que no iba a
corresponderme como yo quería?
Volvió a sentarse, bebía directamente del botellín, sin vaso, yo siempre había
opinado que no había nada más sexy que una mujer bebiendo cerveza
directamente de la botella, llamarme rarita, pero yo soy así.
—¿Por qué te interesa tanto saber si me he acostado con tu jefa Ali? ¿Ya no
me verías con los mismos ojos si lo hubiera hecho?
5
La familia
—Bien. Oye, he pedido que nos traigan algo de comida, veo que esto se
alarga y ya empiezo a tener hambre, supongo que no te importa ¿no?
—No, claro que no, gracias—respondí rápidamente para que viera que
estaba por la labor.
—De acuerdo—me giré un poco para poder verla mientras se movía por la
cocina—siguiente pregunta: ¿Qué opina tu familia sobre el trabajo que has elegido?
—Gracias.
—¿Y qué opina tu hermana?
—La verdad es que cuando se lo conté pensé que iba a darle un paro
cardiaco allí mismo, la cara se le descompuso, tuve que acercarle una silla
corriendo para que se sentara—sonrió de nuevo al recordarlo—al principio no se lo
tomó muy bien, no por lo que yo hacía sino porque en el fondo sé que se sentía
culpable, como si no hubiera hecho algo bien. Es nueve años mayor que yo, cuando
murieron nuestros padres ella hacía poco que había terminado la carrera de
medicina y en seguida se puso a trabajar, pero su sueldo por aquel entonces solo
daba para mantenernos a las dos, no podía pagar mis estudios y poco después es
cuando yo empecé a trabajar para ahorrar. Ella llevaba tiempo saliendo con un
chico, iban muy en serio y cuando a él le ofrecieron un puesto fijo en Madrid, a mí
no me quedó otro remedio que venirme aquí con ellos. Conseguí el empleo en la
librería y con mi sueldo y la ayuda de mi hermana y mi cuñado empecé a estudiar
la carrera. Creo que ella pensaba que yo lo había hecho para no depender de ella, y
tal vez las primeras veces fue así, pero desde luego ella no fue el motivo por el que
decidí dedicarme a esto.
—Me costó mucho tiempo conseguir que entendiera que había llegado un
punto en el que yo no lo estaba haciendo solo por dinero, me gustaba mi trabajo y
también le expliqué algunos detalles que la ayudaron a tranquilizarse. Desde ese
momento todo volvió a fluir con normalidad, de vez en cuando me pega alguna
charla para animarme a dejarlo pero jamás me ha juzgado, me respeta y yo la
adoro por eso. Mi hermana es la única persona en la que confío ciegamente—
murmuró con un tono de voz más bajo.
—Él siempre fue un hombre de esos que todo le parecía bien, ni bueno ni
malo, cuándo mi hermana se lo contó solo le dijo que si era lo que yo quería ellos
no eran quien para oponerse. A mí nunca me dijo nada, me siguió tratando igual
que siempre.
—Sí claro, el primer mes que le dije que podía apañármelas sola me
preguntó que como era posible, entonces le dije que en la librería estaban contentos
conmigo y además de dejarme hacer una hora más cada día me habían subido el
sueldo. Hasta entonces creo que jamás le había mentido a mi hermana, así que ella
me creyó y yo arrastré un tremendo sentimiento de culpa hasta que le conté la
verdad.
—Lo que has dicho antes, sobre las charlas de tu hermana para animarte a
dejarlo—dije haciéndola recordar—me lleva a otra pregunta que tengo por aquí—
dije buscando entre las hojas para tacharla—aquí está: ¿Te has planteado dejarlo en
algún momento o es algo que no contemplas?
Suspiró muy hondo y arqueó las cejas mientras terminaba de colocar los
platos y los cubiertos en la mesa, entonces sonó el timbre.
—Perdona debe ser la comida, saca lo que quieras para beber, ahora vuelvo.
Abrí la nevera y cogí una botella de vino, la descorché mientras ella volvía
con las bolsas. Me sentía un poco más tranquila, así que una copa de vino no me
sentaría mal.
Llené las copas de vino mientras ella servía los platos. Nos sentamos a
comer y Eva continuó respondiendo las preguntas.
—Puede que no sea amor, pero yo tampoco creo que sea amor permitir que
la persona que quieres se acueste con otras mujeres, perdona pero no estoy de
acuerdo contigo Eva.
—¿Y si te dijera que no me acuesto con ellas, que solo las acompaño?
¿Cambiaría eso tu opinión? ¿Aceptarías una pareja en esas condiciones?
—Espera Eva ¿No te acuestas con tus clientas, es eso lo que me estás
diciendo?
Se empezó a reír otra vez, y me encantaba que lo hiciera, tenía una sonrisa
preciosa, pero ahora me cabreaba, quería que me respondiera.
La seguí hasta otra estancia de la casa, era enorme, con una cristalera que
ocupaba gran parte de la pared, había dos sillones de piel de color negro que
hacían juego con dos sofás que ocupaban dos de las paredes, en el centro había una
mesita de madera del mismo color. Ocupamos los sillones, estaban uno en frente
del otro, ligeramente ladeados para poder contemplar las vistas al enorme jardín
trasero de la casa. En el medio había otra pequeña mesilla, allí colocó los cafés y se
sentó de lado para seguir con la entrevista. Tuve la sensación de que no sabía muy
bien cómo empezar a hablar así que la animé.
—Bueno, pues una de esas cláusulas dice que dentro de mis servicios no
entra la actividad sexual, tan solo se limitan a la compañía, nada más.
Mis ojos se abrieron como dos platos, pero de esos más grandes, de los que
te ponen con el segundo…
—Un momento, me estoy perdiendo Eva, dices que tus servicios no incluyen
sexo pero al principio de la entrevista dijiste que te habías acostado con tu primera
clienta…
—Y es cierto, lo hice, pero no porque me pagara más, lo hice porque como te
he dicho, era una mujer atractiva y a mí también me apetecía hacerlo. Aquel día no
acepté el dinero extra que me ofreció, ni las siguientes veces tampoco. Le dejé claro
que mis servicios solo incluían la compañía, lo demás era personal.
—Así es. Como mujer tengo mis necesidades y además me gusta el sexo, y
mucho—puntualizó haciendo que el hormigueo volviera a posarse entre mis
piernas y mis bragas se humedecieran más, porque creo que no había tenido
tiempo de que se secaran.
—Pero ellas, la gente, todo el mundo Eva, todo el mundo cree que bueno,
hablando claro eres una prostituta. Se supone que esas mujeres te contratan para
tener unos servicios que incluyen relaciones sexuales, no lo entiendo…
—¿Y cuándo las conoces que haces? Dices…contigo follo y contigo no…¿Es
algo así? Porque es un poco raro sabes…—Ella volvió a reírse, como si disfrutara
volviéndome loca.
—Antes de aceptar cualquier servicio siempre les pido una reunión previa,
me gusta conocerlas un poco, por varios motivos, no solo por eso,
independientemente del sexo también tiene que haber cierto feeling para que yo
decida pasar cierta cantidad de horas con ellas. Si al final ese feeling existe,
entonces les explico lo del sexo, sin rodeos. Si es alguien con quien tengo claro que
no pienso hacer nada se lo digo, y si es alguien con quien hay posibilidades pues se
lo digo también. Aunque también creo que deberías saber que no todas me
contratan esperando un polvo Ali, muchas lo hacen únicamente por la compañía, o
para contarme cosas raras…—dijo divertida.
—Entonces tus precios son solo por hacer de acompañante ¿no?
—¿Por qué dejas que la gente crea que vendes tu cuerpo Eva? Seguro que a
lo largo de estos años has tenido que aguantar todo tipo de insultos, de miradas, de
acusaciones y vete a saber que más, cuando podrías cortarlo de raíz ¿Por qué no
dejas que el mundo sepa quién es realmente Eva Dabán?
—Sí, Laura fue la segunda mujer con la que me acosté. El caso es que yo les
expliqué todo lo que te he dicho y les pareció bien, cuando se lo decía a las clientas
lo aceptaban sin más, después me enteré a través de Laura que se había convertido
en una especie de competición entre ellas, del rollo a ver quién salía con premio,
fue la propia Laura la que me aconsejó no decir nada, poco a poco mi reputación
fue creciendo y con ello mi caché, y hasta hoy.
—Puede que sí o puede que no, pero no voy a arriesgarme. Además, si ahora
decidiera revelar esa parte de mí ¿Quién crees que iba a creérselo?...
—Sí, ese detalle fue mano de santo para que no le diera un infarto—las dos
nos reímos.
6
Sentimientos
—No lo entiendo—refunfuñé.
—Por favor…
—Pero si son tus amigas podrías decírselo, ahora que ya sabes que son eso,
buenas amigas.
—Son amigas sí, pero cuanta más gente lo sepa más posibilidades hay de
que se extienda el rumor.
—Porque creo que es necesario que lo sepas Ali, desde el principio he tenido
la sensación de que saber a qué me dedico te estaba afectando de una forma
diferente, y, no sé, he preferido contártelo—dijo encogiéndose de hombros como si
nada.
Me quedé sin habla, ¿A qué se refería? ¿Había notado que me gustaba? ¿El
efecto que estaba provocando en mí? ¿Oía los latidos de mi corazón? ¿Presentía las
ganas de besarla que tenía? ¿De quitarle la ropa? ¿De recorrer con mi lengua hasta
el último poro de su piel? ¿De hacerle el amor hasta perder el conocimiento? ¿A
qué se refería Eva?
—Claro.
«Mierda»
—Sí das con una persona dispuesta a aceptar quien eres yo creo que sí que
se puede, de hecho yo he estado en pareja algún tiempo y el motivo de la ruptura
no fue mi trabajo, ni tampoco un impedimento. Creo que depende de la voluntad
de las personas y de la intensidad del amor que sientan.
—No perdona tú, he sido un poco brusca—se levantó y trajo más agua fría,
supuse que para ayudarme a bajar mis colores.
—¿Laura?
—Sí, ella está soltera y yo también, así que aliviamos tensiones de vez en
cuando…—dijo con naturalidad.
—¿Y por qué no salís juntas si tan bien os lleváis? —Volvió a sonreír como si
lo que le planteaba fuera una locura.
Yo la miré expectante, eso era que sí, y me moría de ganas por conocer la
historia.
—No, como te he dicho ella solo quería compañía, dejar de sentirse sola.
Una semana después volvió a llamarme, repetimos y empezó a llamarme cada
semana, yo en ningún momento sospeché nada, pensé que para ella era una
especie de terapia pero supongo que en algún momento se olvidó de que yo estaba
allí porque ella me pagaba. Una tarde, mientras paseábamos por el Retiro me
confesó que se había enamorado de mí, me quedé sin palabras, en ningún
momento me había dado esa sensación, yo suelo notar esas cosas y no me pareció
que ella tuviera ese tipo de sentimientos hacia mí, por eso te digo que creo que
confundió la compañía con el amor, se sentía a gusto conmigo y pensó que se había
enamorado, no sé…
—Vaya, es una historia triste, habrás visto cosas de todo tipo ¿no?
—Pues como te digo esta fue totalmente diferente y algo más complicada,
me contrató para que la acompañara a una gala benéfica, su mujer no quería ir y
ella no quería ir sola, así que yo la acompañé.
—Sí, claro, era un acto público, se hubiera enterado de todos modos. El caso
es que ella era una de esas mujeres con las que yo sí que me hubiera acostado, no
se lo dije porque tenía pareja y no quería líos, pero aquella noche lo pasamos muy
bien juntas, era una mujer muy divertida que tras un par de copas de más me
acabó confesando que su mujer tenía una aventura con un hombre. Tras aquello
nos sentamos en una zona más privada para hablar y así pasamos el resto de la
noche. Esa misma semana me llamó otra vez, me dijo que le apetecía verme para
tomar un café, nada de eventos ni de gente, algo tranquilo para charlar, yo acepté y
cuando terminamos la charla me pidió que la acompañara a su apartamento a
tomar una copa, su mujer estaba de viaje y no sé muy bien porque, pero accedí a ir
con ella.
—Y os acostasteis—afirmé.
—Sí, no hubo copa ni conversaciones, solo sexo. Tras aquel día se convirtió
en una rutina, pasábamos parte de la tarde charlando de cualquier cosa y después
acabábamos en su casa o en un hotel, ella me decía que era una forma de vengarse
de su mujer y a mí no me importaba porque me lo pasaba bien con ella, y además
era muy buena en la cama—dijo tímidamente.
—¿Cómo se lo tomó?
Eva
—¿Películas no?
—Fuera de casa me encanta viajar, si algún día me retiro tengo pensado dar
la vuelta al mundo sin prisas—dijo en un tono dulce y adorable—también me
gusta el teatro, pasear, la playa, tomarme una cerveza en una terraza, no sé, creo
que me adapto a cualquier cosa, menos ir de compras, eso me pone de bastante
mal humor—dijo riendo—pero quizá con lo que más disfruto es con los animales,
suelo ir bastante a menudo a las protectoras para pasear a los perros, me
transmiten una paz que no soy capaz de expresar.
—Porque los perros necesitan atenciones y compañía, hay veces que estoy
fuera toda la semana, tengo unos horarios que desconcertarían a un animal. Por
supuesto que me encantaría tenerlo, de hecho tendría una docena, pero no traeré a
ninguno a mí casa hasta que no pueda darle las atenciones que se merece.
Aquí se mordió los labios y yo sentí una pequeña contracción entre las
piernas acompañada de un tremendo hormigueo. Otra vez…
—Mi amiga Laura siempre dice que tengo un carácter fuerte pero
controlado, que solo lo saco cuando realmente es necesario, ya sabes—dijo riendo
—tengo bastante paciencia, a veces creo que demasiada, no soy nada tímida y me
considero una persona bastante decidida y con las ideas muy claras, la verdad es
que no sé que más decirte…
—En el amor creo que soy bastante cariñosa y atenta, yo soy de las que si va,
va con todo, pongo toda la carne en el asador, así que cuando me parten el corazón
lo hacen a lo bestia. Como contra, me gusta recibir lo mismo que doy y soy
bastante activa sexualmente.
—Suele acabar siéndolo, porque si la persona con la que estoy no lo es, llego
a un punto en el que empiezo a sentir que me falta algo, no me siento completa por
decirlo de alguna manera—por primera vez fue ella la que se ruborizó—ya sé que
suena un poco feo decirlo pero supongo que para quienes somos así, el sexo tiene
un peso importante en la balanza de la relación. Yo necesito ciertas dosis y si no las
tengo me empieza a cambiar el carácter, digamos que me empiezo a poner de mal
humor y esas cosas—dijo sonriendo.
—¿Ha habido algún gran amor en tu vida? ¿Alguien que haya marcado un
antes y un después?
—Digamos que marcó un después, porque antes de ella no hubo nadie, fue
mi primera novia y la mujer a la que más he querido hasta la fecha—afirmó.
—A verla no, pero sí que supe de ella hace poco, me consta que acabó la
carrera y que se ha convertido en alguien excelente en su trabajo, tiene pareja y se
la ve muy feliz, así que me alegro muchísimo por ella. No se merecía todo lo que
sufrió cuando yo la conocí.
—¿Te han acosado alguna vez? Sabemos que las lesbianas somos muy
entregadas—dije riendo—además de tus clientas tienes un ejército de fans,
¿Alguna vez te ha causado problemas de ese tipo tu fama?
—Tanto como problemas no, al menos no hasta la fecha. Sí que es cierto que
en ocasiones he recibido cartas y correos que daban un poco de miedo la verdad,
de personas que creo que de algún modo se han imaginado algún tipo de historia
conmigo y la han llevado un poco más allá.
—Pues mira, al principio ese tipo de correos los contestaba, les explicaba de
la mejor manera que eso que pensaban no iba a pasar jamás, pero en una ocasión
una de esas cartas la recibí directamente en mi buzón y sin sello, una cosa es que
por algún motivo que desconozco sepan dónde vivo y otra que se presenten aquí.
Eso sí que me asustó, acudí a la policía y ellos me recomendaron no responder a
ese tipo de correos así que desde entonces no lo he hecho.
—Nada, no volví a recibir ninguna más, la policía cree que posiblemente esa
persona me vigilaba y al ver que acudí a la policía debió asustarse.
—¿Y no te asusta pensar que pueda volver a pasar, o que esa persona siga
por ahí obsesionada?
—Sí, claro que sí, pero intento no pensar demasiado en esas cosas, tampoco
quiero obsesionarme. Tras aquello instalé sistemas de seguridad en toda la casa y
la verdad es que vivo bastante tranquila, de vez en cuando recibo alguno de esos
correos pero tampoco le doy mucha importancia.
8
Confusión
Yo también lo miré, ya eran casi las seis de la tarde, la verdad es que para no
querer la entrevista, Eva se estaba portando de maravilla. Se lo pensó un poco
antes de contestarme.
—No voy a dejar que me hagas todas las preguntas que dices que tienes
porque entonces estaríamos aquí hasta la semana que viene—dijo con su adorable
sonrisa—pero si aún te quedan algunas que quieras hacerme no me importa seguir
un rato más, total no tengo nada mejor que hacer…
—No quería decir eso Ali, perdona, me refiero a que estoy a gusto, para mi
está siendo un día diferente, si tú no estás cansada por mi adelante.
—Perfecto.
—Yo no cobró por horas Ali, tengo un precio cerrado que únicamente varía
en función de la persona que me contrata.
Creo que con mi cara de ese momento podían inventar un emoticono nuevo
para WhatsApp. Me entró la risa floja y me subieron unos calores tremendos, me
puse en pie y la miré alucinada.
—¿En serio? ¿Eso por cuanto, por cinco o seis horas?—pregunté con un tono
un poco más alto de lo habitual.
—Sí—dijo. Así, sin más oye, como quien te dice que tiene que ir al baño…
—¡Dios mío!—grité—eso son unos cuatro o cinco mil euros la hora Eva.
Me quité las gafas y las dejé en la mesa antes de sentarme de nuevo. Esa
conversación estaba tomando un camino en el que yo sabía que iba a acabar
llorando y era mejor no tenerlas puestas, para no tener que limpiarlas luego y
eso…Yo era una llorica innata, la lágrima fácil era uno de mis defectos y yo lo
odiaba.
—Ya ves, soy así de imbécil, ayer estaba cabreada por tener que madrugar el
domingo y dieciocho horas más tarde creo estoy enamorada de una mujer que no
puede darme lo que quiero—dije intentando contener las lágrimas.
—Por Dios Ali…—su mirada y su voz fueron tan dulces en ese momento
que no pude contener las lágrimas—mierda, no llores por favor—se levantó,
desapareció y volvió con un paquete de clínex, se agachó a mi lado y me entregó
uno.
—No sabes cuánto lo siento Ali, si me hubiera dado cuenta habría parado la
entrevista hace rato. Sabía que te ponía nerviosa pero pensé que era por lo tímida
que eres, en ningún momento he llegado a pensar que empezabas a sentir algo por
mí…
No era lo que yo quería oír pero parecía afectada y al menos era sincera.
—No pasa nada, las personas no pueden tener siempre lo que quieren ¿no?
—pregunté.
—No, no pueden…—susurró.
—Aunque si tú en algún momento llegases a sentir lo mismo que yo, tal vez
podría adaptarme…
—Las dos sabemos que eso no es así Ali, tú querrías una exclusiva y sabes
que yo no te la daría.
Sonrió dulcemente ante mi pregunta, me cogió una mano entre las suyas.
Joder que suaves eran.
—No se trata de eso Ali, me pareces una chica muy atractiva y me caes muy
bien la verdad, tal vez si nos conociéramos mejor y tuvieras unos pocos años más
acabara sintiendo algo por ti, no lo sé. Pero eso ya no vamos a comprobarlo, no
sabiendo que sientes algo por mí. No sabes cuánto siento esto de verdad. Además
eres demasiado joven para entender ciertas cosas que pasan en mi vida.
Ale, toma pregunta. Ella se ruborizó un poco, sacó media sonrisa y arqueó
las cejas.
—No lo sé Ali, puede, supongo que sí, sí, si se hubiera dado el caso es muy
posible que hubiera pasado, ya te he dicho que me pareces muy atractiva…
—Diosss, soy una bocazas—me reprendí yo sola.
—No digas tonterías, eres valiente, has sido muy valiente al confesar lo que
sentías, te admiro de verdad, no sé si yo hubiese sido capaz en tan poco tiempo…
—sonrió.
—¿Me besarías Eva? Solo un beso, no te pido nada más, deja que me lleve
eso de aquí.
¿Qué me pasaba? ¿Me había vuelto loca? Yo no era así, pero sentía una
necesidad imperiosa de saber que sentiría al besarla.
—Ali…
—No puedo hacerlo Ali, eso no te hará ningún bien te lo aseguro, es mejor
dejar las cosas como están.
—¿Sabes lo que creo?—dijo sin que dejáramos de andar y sin quitar su brazo
de mis hombros.
Tal vez tuviera razón, Eva era objeto de deseo de muchas lesbianas, yo me
incluía entre ellas, tal vez el hecho de haber tenido la oportunidad de conocerla
mezclado con lo mucho que me había gustado su personalidad me estuvieran
jugando una mala pasada, haciéndome confundir el amor con el deseo, porque eso
sí que lo tenía claro, la deseaba, la deseaba muchísimo.
—Ya verás como sí, esto te durará unos días y luego te reirás—nos reímos las
dos.
—¿Te podré llamar algún día? Cuando se me pase digo, para tomar un café
o una cerveza, no hace falta quedar aquí si te incomoda, podemos quedar en un
bar, me gustaría que fuéramos amigas Eva, te prometo que me comportaré como
una adulta—bromeé.
—Me encantaría que lo hicieras Ali, y yo no he dicho que seas una cría, solo
que eres muy joven, no es lo mismo—sonrió.
—Para no ser una cría menudo día te estoy dando…—dije agachando la
cabeza.
Ella sonrió, se detuvo frente a mí y se metió las manos en los bolsillos del
pantalón.
—Ojalá que todo lo malo que me pasase fuera que una chica preciosa viniera
a mi casa a entrevistarme y acabara diciéndome que le gusto—dijo guiñándome un
ojo.
La realidad de Ali
—Aún me quedaba una pregunta para cerrar la entrevista Eva, ¿Te importa
que te la haga?—dije mientras recogía mi libreta del sillón.
Volvió a arquear las cejas. Que sexy se ponía cuando hacía eso, joder.
—Coincidí con ella una vez, a mí tampoco me cayó muy bien la verdad, pero
como te digo me pareció inteligente—dijo guiñándome un ojo.
—Muchas gracias por todo Eva, supongo que Rebeca te llamará para las
fotos y yo te pasaré una copia de la entrevista cuando la tenga maquetada, para
que le des el visto bueno o corrijamos cualquier detalle que consideres oportuno—
dije contemplando su rostro.
Le sonreí y me marché.
***
Creo que Eva tenía razón, confundí lo que sentía por ella, tras varios días
encerrada en mí despacho trabajando como una posesa para que su entrevista
tuviera el aspecto que merecía me di cuenta de una cosa, la echaba de menos, pero
no porque me hubiera enamorado de ella, la echaba de menos porqué me pareció
la persona más increíble que había conocido nunca, me había encantado hablar con
ella y ser confidente de algunos de sus secretos más íntimos, echaba de menos su
forma de afrontar la vida, su expresión siempre sonriente y calmada, pasear con
ella por el jardín, su seguridad, sus principios, su emotividad y su empatía. Creo
que confundí el amor con la admiración, porque realmente la admiraba, ojala yo
tuviese la mitad del coraje que tenía ella. Eva Dabán había marcado un antes y un
después en mi vida, me dio un referente, un modelo a seguir, alguien en quien
inspirarme cuando me fallaran las fuerzas y la motivación, alguien en quien
apoyarme cuando me sentía perdida.
FIN
Otros libros de la autora
Aunque los métodos de Lore no son los más convencionales, sí que le sirven
para captar de pleno la atención de Lai, a quien no le queda otro remedio que
hacer caso de su amiga. Lai se pone las pilas y empieza a salir por el ambiente,
cuando parece que está empezando a recuperarse, su jefe la envía a Madrid diez
días para vigilar de cerca a una joven que no hace más que causarle problemas a su
padre.
Lai es escolta privada y para esta misión tiene una nueva compañera:
Claudia. Su relación no empieza con buen pie, los repentinos cambios de humor de
Claudia desquician a Lai, que considera que para borde ya está ella…Desde ese
momento entran en un tira y afloja que acabará uniéndolas más de lo que se
imaginan.
Encubierta: libro 1
Todo eso cambia cuando el primer día de curso conoce a Minerva, una de
sus profesoras de la que se enamora de forma inmediata. Tras indagar un poco
descubre que Minerva solo tiene una única norma: nada de líos con alumnas. Aun
así decide no rendirse y lanzarse a la conquista de la profesora que no se lo pondrá
nada fácil.
Contacto
https://www.facebook.com/encubierta.mb/