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ES TREMENDO Y CATASTRÓFICO EL HECHO DE QUE LAS COSAS NO VAYAN POR EL

CAMINO QUE A UNO LE GUSTARÍA QUE FUESEN.

Hola a todos hoy os dejo con el debate que hace Albert Ellis sobre la creencia irracional de que las cosas en la
vida nos tienen que ir como nosotros queremos y si eso no ocurre es tremendo y catastrófico. Ahí va el debate:

Esta creencia puede describirse como la típica del “niño mimado”. Tan pronto como el globo se deshincha,
empieza el diálogo: ¿Por qué me pasa esto a mí?, no puedo soportarlo!!!!! cualquier inconveniente, problema o
fallo que aparezca en nuestro camino se interpreta de este modo. El resultado es una profunda irritación y un
intenso estrés.

Es asombroso ver cómo millones de personas en la tierra se sienten terriblemente abatidas y tristes cuando las
cosas no son de la forma que les gustaría que fueran, o cuando el mundo es como es.

1. No hay ninguna razón para creer que las cosas deberían ser de forma diferente a lo que son, al margen de lo
injusta o desafortunada que sea la situación actual de cada uno. El que unas determinadas condiciones o gente no
nos gusten es completamente razonable, pero el llegar a estar seriamente perturbado porque la realidad es la
realidad, es absurdo. A veces sería agradable que las cosas fueran de diferente manera, o que tuviéramos lo que
esperamos en la vida, en lugar de lo que en realidad tenemos. Pero el hecho de que sería agradable que fuera así
no lo transforma ni nos da razones serias para llorar cuando no es así.

Esta creencia incluye los pensamientos: “El mundo y todos debéis tratarme con gentileza cuando yo quiero,
porque si no, no valéis nada”

2. El estar de forma permanente abatidos por una serie de circunstancias dadas no nos ayudará a mejorarlas. Al
contrario, cuanto más abatidos estemos por los aspectos desagradables de la vida, más desorganizados e
ineficaces serán nuestros esfuerzos encaminados a mejorar las condiciones de nuestra existencia.

3. Cuando las cosas no son como nos gustaría que fueran, es cierto que es interesante intentar cambiarlas, pero
cuando es imposible cambiarlas, la única cosa sana que se puede hacer es aceptarlas. El hecho de que los niños,
que tienen poca capacidad para pensar de forma filosófica, normalmente no puedan soportar ningún grado de la
inevitable frustración, no quiere decir que los adultos no puedan hacerlo de una forma tranquila. Se puede, si la
mitad del esfuerzo que dedicamos a convencernos de que no podemos aceptar la realidad lo empleáramos en
intentar aceptarla.

En lugar de quedarse ilógicamente abatido por las circunstancias frustrantes de la vida, o por las injusticias reales
o imaginadas del mundo, un ser humano racional puede adoptar las siguientes actitudes:

1. Valorar objetivamente lo que está pasando. ¿Es realmente tan terrible? Si lo que está pasando es muy
desagradable, lo mejor que puedo hacer es afrontarlo de la mejor manera, estar lo más tranquilo posible y pensar
si puedo hacer algo para mejorar esa situación, si la respuesta es no, lo único que me queda es aceptar esa
situación de la mejor manera posible

2. Podemos soportar cualquier situación porque si no la soportáramos nos moriríamos!!!, nuestro diálogo
puede ir encaminado a: “lo que me está pasando es desagradable, pero no es catastrófico y lo puedo soportar.

3. Podemos entender las situaciones desagradables como oportunidades de aprendizaje, aprender de


ellas, aceptarlas como un desafío e integrarlas de forma útil en nuestras vidas.

4. Cuando nos sintamos fastidiados por sentir sensaciones desagradables, nos tenemos que aceptar así
y esperar que las sensaciones desagradables desaparezcan, porque si encima nos decimos a nosotros
mismos: ¡no debería sentirme así!!! ya la estamos fastidiando puesto que hacemos que el problema inicial de
nuestro malestar empeore por lo que nos estamos diciendo a nosotros mismos por cómo nos estamos sintiendo.
Autoceptación incondicional de uno mismo en todos los terrenos.

El deseo, la frustración son normales y forman parte de la vida, pero en sí mismas no provocan
trastornos.

La salud guarda una relación directamente proporcional con la capacidad de adaptación al entorno, a
los cambios y a la realidad.

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