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LOUIS DUNIONT

HOMO AEQUALTS

Génesis y apogeo de la ideología económica

Versión castellana
de
JUAN ARANZADI

taurus
ii
tauk. original: I PUM) ardua lis. (ir"( é] PROLOGO
Je I'idtulogle éflowntique
'• 1977, Editions (iallimard, Paris
10S2, 1999: Grupo Santillana de Edicion • •SA

Torrelaguna. (10. 28043 Madrid


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Artesanos iramis..., y Te edi homo cm,
Aguilar, Altea, Tamos, Alfaguara, S. A. nave
lo', elevadacentral!
Bcazlcy, 3840. 1437 Buenos Aires (livircr Marta Bu lil Libro dr lloras.)
Aguilar, Altea, Taima, Alfaguara, S. A. de C. V.
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Distribuidora y Editora Aguilar, Altea, Taurus, Alfagu
Calle 20, n." 10-23 La presente obra responde parcialmente a una intención anterior-
Teléfono: 635 12 00 mente expresada. Al final de mi libro sobre la India, Homo Strarchicus,
Santaln de Bogotá. Colombia publicado en 1967, esbocé la tarea que debía seguir. Consistiría en in-
vertir la perspectiva, en esclarecer nuestro tipo moderno de sociedad,
Diseño de cubierta: TAU la sociedad igualitaria, a partir de la sociedad jerárquica. Con cierta li-
Fotografía: k) Donar Tbormann-Cover gereza añadí que tal tarea podría llevarse a cabo en un libro que se ti-
ISBN: 84-306-0358T tulada Homo aqualis.
Dep. Legal: M16.725-1999 Hoy en día calibro mejor el alcance del asunto. La tarea continúa
Primal in Spain - Impreso en España siendo la misma en lo esencial, y en cierto modo ha avanzado. Pero
más que un libro, lo que tengo entre manos son varios estudios distin-
tos —bien un delgado volumen, bien incluso un simple articulo—, cada
Todos los derechos reservados.
uno de los cuales tratará acerca de un aspecto de la ideología moderna
Eita publicación no puede ser como más adelante se explicará. Este plan se halla más proporcionado
reparan:OIL rn en todo ni en parle, a lo que puedo esperar realizar yo solo en tan amplio dominio. Aun
ni registrada en o transmitida por, así, mi empresa quedará incompleta —veremos por qué— y será en con-
un sistema de TeCaPef aCI"
secuencia preliminar o provisional. En lugar de intentar un cuadro
de información, en ninguna roano
ni por ningún medio, sea mecánico. acabado, un magnum opus más o menos acrobático, he creído más ade-
fotoquimico, electrónico, magnético. cuado abordar cierto tipo de problemas, entrando en detalles aqui y
eleuroOptie o, por fotocopia. allá El trabajo adquirirá la forma de una serie de sondeos, o más bien
o cualquier otro, sin el permiso precio de cortes parciales o entrecruzados de ese complejisimo objeto al que
por escrito de la ednorial.
llamo ideología moderna.
Lo que aquí presento es, pues, en cierto modo, el primer panel de
H OMO 4EQUALIS, con una introducción destinada a situarlo en e1 con-
junto de la empresa. La ocasión para escribirlo me la deparó una invi-
tación de los Seminarios Christian Gauss de la Universidad de Prince-
ton para dar una serie de seis conferencias en el otoño de 1973. Les
estoy muy agradecido a los Seminarios y a su director d profesor 10-
scpli Barde por esta invitación y por la hospitalidad de la Universidad tituyen las ciencias sociales, y la inflación correspondieni de la perso-
de Princeton, tanto más cuanto que un auditorio ilustrado corno aquél nalidad del investigador conducen con demasiada facilidad a tomar al
responde a una apremiante necesidad del investigador en la situación artesano por un «pensadony Nle temo que, al vense cabalgar alegre-
en que hoy se encuentr a. Quiero expresar mi particular agradecimien- Mente ciertas fronteras académicas, en persecución de algunas ideas
in a los miembros de los Seminarios y de la Universidad que tuvieron aparentemente ektralias, el lector me atribuya una idea ele valla de mi
a bien prolongar la discusión y compartir sus conocimientos, y cuyos propia originalidad. Espero que d libro disipe esa equivocación. El ar-
intereses convergentes suscitaron conversaciones muy estimulantes; y tesano trabaja para otros: si no para una comunidad definida, al menos
fructíferas para nil, as1 como a todos aquellos que hicieron es ra estan- para un público más vago, mas complejo —lo cual, por otra parte, de-
cia en Princeton tan agradable y útil. Se comprenderá por lo ylicho que termina el nivel de verdad que puede idealmente alcanzar—. No cons-
el dan ha y a sido escrito inicialmente en inglés; espero que se disculpe truye ningún sistema, no suscita más que cuestiones limitadas; quiere
lo que aquí pueda haber quedado de su origen oral y de su primera que su producto sea útil a otros y por esa razón se siente responsable
tonna en una lengua extranjera. Paralelamente se publica una versión de cada proposición que emite. Puede fracasar por haber apuntado de-
inglesa (UnIversity of Chicago Press). masiado alto; no debe caer en las trampas de la retórica o la negligen-
Aprovenlm la ocasión para dar las gracias a todas las personas que cia. Cuanto Más ambiciosa es la perspectiva, y más meticuloso deba
my Ion ayudado con su amistad, su confianza y su ayuda a efectuar la ser el detalle, más humilde el artesano.
transición en el objeto de mi investigación. Más concretamente quiero Lo que en lo que sigue se intenta es, a través inevitablemente de un
proclamar mi reconocimiento para con David NI. Schneider, de Chica- agente particular y con sus riesgos y peligros, proseguir y explicitar el
?», y Licrilens I 'eller, de París. La lógica y la finalidad de la investiga- encuentro entre dos civilizaciones.
ción es una cosa; la relación del investigador con su medio, otra. Sin embargo, considerándolo bien, el libro es diferente de lo que
AbanL [llar las :aguas relativamente resguardadas de una rama particu- hasta ahora he publicado. Cualesquiera que sean los esfuerzos hechos y
lar de la antropología social, una comunidad en principio al menos las precauciones tomadas en los detalles, la empresa es desproporcio-
bien definida y en H que se escribe en primer lugar para los colegas, nada a los medios desde el punto de vista de la certidumbre antropoló-
por la alta mar de la historia general de las ideas, no es una transición gica. El estudio no es sólo incompleto, es hipotético, y como tal se en-
cOmplerameate desprovista de problemas; éste es un punto sobre el trega.
que deseo añadir unas palabras. Finalmente, me resulta particularmente agradable agradecer a Fie-
En nuestros días se halla muy extendida en las ciencias sociales una rre Nora y a FrancoiS Fina el interés que han demostrado por este
actitud has/cote extraña frente a las ideas. Me limitaré a algunos ras- trabajo y sus observaciones y consejos que tanto han contribuido a
gos. Pata empezar, cl descrédito: con el sentido común anglosajón, se mejorarlo.
opone el mundo implícitamente fantástico de las ideas a «la dura reali-
dad de los hcchos» (bard facts), y se considera que cualquier interés por Parir, mayo le 1976.
las ideas revela un desprecio de los «hechos». Así un crítico hostil ha
podido sugerir, contra toda verosimilitud, que Homo hierarchirus era
una obra de teoría a priori o de Filosofía en la que los datos de hecho
no intervendrían más que a titulo de ejemplos ocasionales, En verdad,
esta obra, como la precedente, responderá por sí misma a/ nivel de los
datos de hecho. Hay más: hoy, toda proposición general, e incluso
todo análisis a fondo corre el riesgo de ser calificado de meta-
antropológico o meta-científico. Corno si debiéramos permanecer eter-
namente encorvados sobre la obra sin erguimos a veces de cara al ho-
rizonte. La debilidad relativa de las comunidades científicas que cons-
NOTA DEL TRADUCTOR INTRODUCCION

En la nota 12 de la s'ardo p • , p d'atrita por la traducción litera/de las


citas,su opción por evitar la más minima desviada: de sentida aun a corta de la pérdida de dotando
d diom • driesgo de insorreaiones. He tenido en atenta esta proprensia en bu fragmostas
sonceptmalremsle más densas de su aro, sometiendo siempre el afilo a la más eserupielosa fidelidad,
aunque intentando no caer en una literalidad chirriante; y be seguido sobre todo ese criterio 171 la
transcripción de las citas de Quema], Mandevitle, Ladee, Adam Smith y Marx. En estos tres Iill0-
4105 , be á l • / ver Mse ortgi les • j" y k • y be penad t ad niel. d'
recta (para la gue be contado con la impera tryudo de Tomás pelen) por el deba cedazo de la
versiónfrancesa de Dumonl —con objeto de no desmidas los significados que busca resaltar yr parle-
siamesa comenta— y de lar ~sine, castellanas RIMIS apreciadas; las refrendas aluden únicamente a
las Mes g" l • be pr"do las hui ta Motolo frotare, mapa m ta&tom rasara
ose el contexto k justifica, y 40 lar be sustituido por nferemicts a tradartiones castellanas ponme con
demasiada frenanda rge ba d l q aqu figura en los apean subrayados por Domani.

In
1
ESTUDIO COMPARATIVO
DE LA IDEOLOGIA MODERNA
Y DEL LUGAR QUE EN ELLA OCUPA
El, PENSAMIENTO ECONOMIC()

r. a trag..ln dei asiVnItI auv.kran la,n,,a,ta


enigma del una/el-mar, pero 5/>4, ran, Remplazado Iv,r d ara.4aa,
d.: si mismo.
(Alta.nalm FLn itl fasiudan nel /unka pf, p 1

El estudio siguiente se halla determinado en su orlen:ación por la


empresa más amplia de que forma parte. La idea general de un estudio
de la ideología moderna nació de mi trabajo anterior de antropo/ogia
social. Para mi es su continuación natural, pero desde el punir, de vis-
ta académico es grande la distancia entre la antropología y una indaga-
ción que a primera vista incumbe a /o que comúnmente se /lama histo-
ria de las ideas. Por consiguiente, no está fuera de lugar empezar, si
no justificando, sí al menos describiendo este paso, esta transición, y
caracterizando al mismo tiempo la empresa de la que este libro sólo
representa el primer capítulo.
La transición parecerá inmediatamente menos inverosímil si se
considera por una parre que las ideas y los valores constitu y en un as-
pecto importante de /a vida social, y que la antropología social es por
otra parte esencialmente comparativa aun cuando no lo sea de modo
explícito (Dumont, 1964a, pp. 15-16). Durante unos veinte años me
he dedicado a aplicar los métodos de la antropología social al estudio
de una sociedad de tipo complejo, Ligada a una de las grandes civiliza-
dones del mundo, la sociedad de la India o, por llamarla con arreglo
al rasgo principal de su morfología, la sociedad de castas. Pues hien,
esta sociedad aparece, desde el punto de vista de los valores, en impre-
sionante contraste con el tipo moderno de sociedad. Esto es al menos
lo que a fin de cuentas se desprendía de una obra que constituyó 1a
conclusión de mi estudio y que titulé Homo Herarchitu, con objeto de
dar a entender en suma dos cosas: en primer lugar, que las verdaderas
variedades de hombres que se pueden distinguir en el interior de la es-

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pede son variedades sociales, y además, que la variedad correspon- trono de las sociedades individualistas a causa del acento puesto solire
diente a la sociedad de castas se caracteriza esencialmente por su su- E igualdad en detrimento de la libertad. 1Is posible que esta simetría
misión a la jerarquía como valor supremo, exactamente en el polo tic los extremismos haya sensibilizado especialmente a un investigador
opuesto al tualilarismo que impera, como uno de sus valores cardina- francés de la jerarquía india.
les, en nuestras sociedades de tipo moderno. Insistamos en ello: se trata de valores sociales generales, engloban-
Pero este contraste jerarquía/igualdad, aunque notable, sólo consti- t es, que deben distinguirse claramente de la simple presencia de un
tuye una parte de la cuestión. Existe otro contraste, subyacente al pri- rasgo o una klea a un nivel u otro de sociedad lin un sentido muy
mero y de aplicación más general: la mayor parte de las sociedades va- amplio, igualdad y jerarquía se hallan en cierto modo necesariamente
lorizan en primer lugar el orden, por consiguiente la conformidad de combinadas en todo sistema social. Por ejemplo, toda gradación de
cada elemento a su papel en el conjunto, en una palabra la sociedad status implica la igualdad -al menos a este respecto- en el interior
como un todo; a esta orientación general de valores la llamo «holis- (le cada uno de ellos (Tdcon Parsons, 1953, n. 1, cf 11• 1 1-, Maula Merar-
mo», con una palabra poco extendida en francés pero muy corriente abiaa, 1967, R 322). De ese modo, la igualdad puede laUarsc valori-
en inglés. Otras sociedades, la nuestra en cualquier caso, valoran en zada dentro de ciertos límites sin que ello implique el individualismo.
primer lugar al ser humano individual: a nuestros ojos cada hombre es Así por ejemplo, en la Grecia antigua los ciudadanos eran iguales
una encarnación de la humanidad entera, y como tal es igual a cual- mientras que el acento principal ele los valores se situaba sobre la polis,
quier otro hombre, y Ubre. Esto es lo que llamo «individualismo». En y Aristóteles no encontraba que la esclavitud fuera contraria a la ra-

la concepción holista, las necesidades del hombre como tal son ignora- zón. Ocurre probablemente lo mismo, mutatis mulandis, en la civiliza-
das o subordinadas, mientras que por el contrario la concepción indi- ción islámica; así parece confirmarlo para las sociedades de Oriente
vidualista ignora o subordina las necesidades de la sociedad. Pues Medio un crítico atento y experto (Yalman, 1969, p. 125)'.
bien, entre las grandes civilizaciones que el mundo ha conocido, ha
predominado el tipo holista de sociedad. Incluso da la impresión de 1 Según Nur YA ui AM (1969) las sociedades islámicas del Próximo Oriente son (o
haber sido la regla, con la única excepción de nuestra civilización mo- eran aún recientemente) igualitarias pero no individualistas. I lay que presumir que la
igualdad no se extendía al no-musulmán: el igualitarismo no estaba presente como un
derna y su tipo individualista de sociedad. valor global. No digo esto para negar que la civiliNcidn islámica pueda aparecer como
¿Qué relación hay entre el contraste holismo/individualismo y el un obstáculo a mi generalización. Se puede decir, bien que se trata sin ninguna duda
contraste jerarquía/igualdad? En el plano lógico, el holismo implica la de un caso de individualismo a nivel de los valores últimos, o bien por d contrario que toda
jerarquía y el indbiidualismo implica la igualdad, pero en la realidad ni sociedad particular perteneciente a ese complejo de civilinción será clasificada ton razón
todas las sociedades holistas acentúan la jerarquía en idéntico grado, como holista con tal de que se traslade el acento de los valores últimos o escriturales a
los principios que pueden abstraerse de la sociedad tal como funciona, pero entonces
ni todas las sociedades individualistas la igualdad. Se puede columbrar una sociedad europea —digamos en el siglo xix— podría también incluirse en la misma
por qué. Por una parte, el individualismo no implica únicamente la clase. De hecho, por exigencias de rigor metodológico, debería haber puesto a prueba mi
igualdad, sino también la libertad; ahora bien, igualdad y libertad no generalización hipotética con este caso evidentemente dificil. Mi única excusa, si alguna
siempre convergen, y la combinación de ambas varía en una sociedad tengo, estriba en su dificultad para un no especialista, una dificultad basada en gran par-
te en la importancia de las variaciones en el interior del compktio, de h que Cbfforil
de este tipo o del otro. Por otra, de manera bastante similar, la jerar- Geertz ha presentado un caso extremo en Isla« Observo.' ( Giiihre, 1968). Teniendo en
quía aparece la mayor parte de las veces íntimamente combinada con cuenta la insuficiencia de mis conocimientos no quisiera que parezca que me pronuncio
otros elementos. Según mi análisis, la cultura de la India se caracteriza definitivamente en la etapa actual, y debo contentarme con tres observaciones. Primera-
por un fenómeno probablemente único: la separación radical entre je- mente, el análisis que propongo de la ideología moderna no depende de la universandad
rarquía y poder, que permite a la jerarquía aparecer en su forma pura, rkl hohsmo en las sociedades complejas no modernas: basta que el tipo exista para que el
contraste pueda ser establecido y utilizado; la posible existencia de un tercer tipo compli-
exclusiva y sin mezcla. En definitiva, por su afirmación de la jerarquía, carla sin duda la cuestión, quizá de manera notable, y ya en el texto hago mención al he-
la India se nos muestra como el polo extremo de las sociedades bolis- cho de que el esfuerzo actual sólo representa el comienzo tic un estudio comparativo. E('
tas. Del mismo modo, la Francia de la Revolución se situaría, según segundo lugar, el caso aparece mucho menos problemático si se traslada la consideración
Tocqueville, en relación a Inglaterra y a los Estados Unidos, en el ex- del exclusivo rasgo del rima tal como aquí o arlinkl”, al moderno comphie

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lid individualismo tal como acaba de ser definido va acompañado
como /a forma superior de la riqueza en general, mientras que a ri-
de lis o tres características de gran importancia que más adelante se-
queza inmobiliaria se convierte en una Forma inferior, menos perfecta;
rán evidenciados y que conviene introducir inmediatamente. En E
en resumen, se asiste a la emergencia de una categoría cíe la riqueza
mayoría de las sociedades, y en primer lugar en las civilizaciones supe-
iintónoma y relativamente unificada. Unicamente a partir de aquí pue-
riores o, como las llamaré con más frecuencia, Es sociedades tradicio-
de hacerse una clara distinción entre lo (Ve llamamos «político» y lo
nales, las relaciones entre hombres son más importantes, más alta-
que llamamos «económico». Distinción que Es sociedades t radiciona-
mente valorizadas que Es relaciones entre hombres y cosas. Esta pri-
les desconocen.
macía se invierte en el tipo moderno de sociedad, en el que, por el
Como recordaba recientemente un historiador de la economla, en el
Mi/ni:ario, las relaciones entre hombres están subordinadas a las rela-
Occidente moderno ha ocurrido que el «soberano (Me 'neer)
ciones entre los hombres y las cosas. Marx, como veremos, ha dicho abando-
nó, voluntariaznente o no, el derecho ola costumbre de disponer sin
Calo ,nimio a su manera. Estrechamente ligada a esta inversión de pri-
macía, encontramos en la sociedad moderna una nueva concepción de más diligencias de la riqueza de sus súbditos» (1: urdes, 1969, p. 16).
De hecho, ésta es una condición necesaria de la distinción que tan fa-
I A riqueza. En las sociedades tradicionales en general, E riqueza inmo-
miliar nos es (cf. H.14., pp. 354-385).
biliaria se distingue con nitidez de la riqueza mobiliaria; los bienes raí-
Con ello nos acercamos a la vigorosa demostración por Rad Pola-
ces sun una cosa; Es bienes muebles, el dinero, otra muy distinta. En
nyi del carácter excepcional de la era moderna en la historia de la hu-
efecto. los derechos sobre la tierra están imbricados en E organización manidad (The Great Transfirenation, 1957 a). Lil «liberalismo» que ha
social: los derechos superiores sobre la tierra acompañan al poder so-
bre loa hombres. Esos derechos, esa especie de «riqueza», al implicar dominado el siglo XIX y las primeras décadas del XX, es decir esencial-
mente la doctrina del papel sacrosanto del mercado y sus concomitan-
relaciones muro hombres, son intrínsecamente superiores a la riqueza tes, reposa sobre una innovación sin precedentes: la separación radical
mobiliaria, despreciada corno una simple relación con las cosas. Tam-
de los aspectos económicos del tejido social y su construcción en un do-
bién éste es un punto que Marx percibió con claridad. Subraya el ca-
minio autónomo. Lo único que hago, en definitiva, es proponer un
ractes excepcional, especialmente en la antigüedad, de las pequeñas
punto de vista un poco más amplio al tiempo que construyo sobre una
iiociudades comerciantes en las que la riqueza había alcanzado un esta-
vieja tradición sociológica. En efecto, el contraste holismo/incliyidua-
tuto autónomo:
lismo, tal como ha sido desarrollado en mí estudio sin imitáción direc-
i notiparece corno un fin en si mutua más que en algunos pueblos comercian- ta o consciente', camina en la misma dirección que la distinción de
tes.. < 1 0E: viven en /os poros del mundo antigu] como los judíos en la sociedad medieval Major entre estatuto y contrato, y la de Tónnies entre Gemeinschafe y
(CrasebOte p. 357, sobre las formaciones económicas precapiralistas; la misma idea: Ca. Gesellschaft. Ocurre simplemente que, esta vez, E ierarquía de los va-
pitidd cap 10. sobre d fetichismo be hl meicanciab
lores se sitúa en primer plano, lo cual, según creo, hace el contraste
(un los modernos se produce una revolución en este punto: roto el más preciso y más útil para mi propósito. Incluso no es difícil hacer
lazo Mitre la riqueza inmobiliaria y el poder sobre los hombres, la ri- remontar más arriba el origen de esta distinción. Tónnies mismo la ha
queza nobiliaria adquiere plena autonomía, no sólo en sí misma, sino
No hago quizá más que retomar una tendencia anteriormente atestiguada. A pro-
de características que mas adelante se menciona en el texto. En tercer lugar, ha sido pósito de los escolásticos, Schunipeter menciona (1954. p. 85) la escuda universalista de
frecuente interrogarse acerca de las diferentes vías seguidas por civilinciones que se han K. Nadan y O. Sparm, y parece amiciparse :d presente estudio:
desarrollado balo la égida de dos religiones relativamente muy cercanas h una a la otra: «No pretendo que las categorias unisersalida-indiv Mediata carnean de utilidad para
otros fines que los nuestros. Importanres aspectos del pensamiento económico, particu-
cl cristianismo y el Isfam Quizás el contraste salelria beneficiado al situarlo sok« el tras-
larmente en sus aspectos ático-rdigiosos, pueden quizá describirse con estos medios»
fondo mas amplio aqui estro/do. En cualquier caso, desde el punto de vista adoptado
mur no cabe duda que resultado fecundo un estudio comparativo similar al que he apli- (vetase tambián d'id. p. RO, ny.
cado a la India relativo esta vez a b civilización isidrniea. empezando por una indaga- Cuando enconare este pasaje en Sc h umpeter no conocía esta escuela de pensamiento
ción sobre d terreno y culminando con una comparaciónde la misma con el desarrollo (cf sin embargo R. Atoas, 19501. I lay una diferencia esencial: mi enfoque es puramente
modeuld descriptivo, analñ iro. comparativo. M dogmát ico ni normativo. (CC mis alojo, cap. 7,
ta 1).

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expresado de otra forma, al oponer la voluntad esencial o espontánea generalmente a propósito de ese fenómeno «International» O inter-
(resenwille) a la voluntad arbitraria o meditada (Klinville) (1971, p. 6, societar io, insistiendo en su carácter fundamentalmente SOC 1.d (Nl auss,
etcétera). La expresión tiene un sabor hegeliano no sólo a causa del 1930, pp. 86 ss., cf. Dumont, 1964 b, p. 92). Poni lit «ideología mo-
acento puesto sobre la voluntad (que recuerda, más cerca de Pinoles, derna), es más restringida que la «civilización moderna» en el sentido
a Schopenhauer, y que por lo demás es alemán en general), sino tam- de Mauss. La «ideología» en general es bastante semejante a lo que la
bién en su contenido general: el joven liegel estaba preocupado por el antropología americana llama «cultura» por oposición a «sociedad»,
contraste entre la participación espontánea del antiguo ciudadano pero con una importante diferencia. din efecto, para desprender la sig-
griego en la vida de la ciudad, y el aislamiento resultante para el indi- nificación comparativa de la ideología, es esencial hacerles su sitio a
viduo cristiano de su conquista de la subjetividad y la libertad. Y los rasgas sociales no ideológicos que. en la concepción zunericana,
Rousseau decía ya en el Contrato social que el cristiano es mal ciudada- caerían del lado de la «sociedad», fuera yar tante, del análisis de la
no, proponiendo en consecuencia una religión civil. Según aquí mis- «cultura». Dicho sea esto a titulo meramente indicativo, pues en este
mo veremos, si la distinción no es analíticamente utilizada por Marx, trabajo no alcanzaremos ese nivel de complejidad (cf. 1967, § 22,
es porque éste ha escogido considerarla corno un rasgo patológico al 118).
que la revolución proletaria pondría fin. De tal forma que, a fin de Una distinción anteriormente formulada (1965, p. 15; 1967, § 3)
cuentas, también él ofrece un testimonio de tal contradicción. juega un papel central en este estudio, y es preciso reproducida. Co-
Estamos separados de las sociedades tradicionales por lo que yo lla- rrientemente designarnos mediante la expresión «hombre individual»
mo la revolución moderna, una revolución nt los valores que parece ha- (o «individuo») dos cosas muy diferentes que es absolutamente necesa-
berse producido a lo largo de siglos en el Occidente cristiano. Este he- rio distinguir:
. cho constituye el eje de toda comparación de civilizaciones. Casi siem- El sujeto CIIIPirlIO de h palabra, el pensamiento, la voluntad. uno:sila representativa
pre, los intentos de comparación realizados hasta hoy estaban centra- du la especie humana, tal corno se le encuentra en todas las sociedades,
dos en el caso moderno: ¿por qué esta o aquella de las grandes civiliza- El ser moral, imkpendiente, auninorne y por ende (esencialmente) no social, tal

ciones no ha desarrollado la ciencia de la naturaleza, o la tecnología, o coro llanca ante todo en nuesiva itkología moderna del hombre y de la socie-
dad.
el capitalismo, como la nuestra? Es preciso invertir la pregunta:
¿cómo y por qué se ha producido ese desarrollo único que llamamos Haremos un esfuerzo para distinguir los dos sentidos del término,
moderno? La tarea comparativa central consiste en dar cuenta del tipo bien escribiendo el «individuo» cuando se trata del segundo sentido,
moderno a partir del tipo tradicional. Por esta razón la mayor parte de moral, bien utilizando para el primero, el sentido empírico, otra ex-
nuestro vocabulario moderno resulta inadecuado para fines comparati- presión, como el «hombre particular», el «agente humano particular»,
vos, y el modelo comparativo fundamental debe ser no moderno. (A etcétera. Pero en razón mismo de su necesidad, con frecuencia la dis-
un nivel diferente, ¿no es ésta la razón de que las Formas elementales tinción es en la práctica muy dificil de expresar brevemente en el len-
sean relativamente tan importantes en la obra de Durkheim?) Esta vi- guaje corriente. Por eso mismo, la palabra «individualismo» no debería
sión de la comparación parecerá sin duda discutible en un primer mo- designar aquí más que la valorización global definida mas arriba y que
mento; se impone un mínimo de precisiones antes de defenderla e corresponde al segundo sentido, al individuo, pero no estoy seguro de
ilustrarla. haber evitado todo uso degradado del término que lo acerque al senti-
Llamo «ideología» al conjunto de ideas y valores comunes en una do vago corriente.
sociedad. Como en el mundo moderno hay un conjunto de ideas y de Volvamos ahora a la oposición entre ideología moderna e ideología
valores que es común a numerosas sociedades, paises o naciones, ha- tradicional. ¿Puede decirse que el nivel del contraste es arbitrario?
blaremos de una «ideología moderna» en contraste con la ideología de ¿No hay, por ejemplo, entre las ideologías de la Francia y la Alemania
tal sociedad tradicional (correspondiente, recordémoslo, a una civiliza- modernas tanta distancia como entre las ideologías tradicionales de
ción superior). Nos hallamos aquí en el caso en que diferentes socieda- India y China? E incluso, am diliete tanto China de la India como la
des forman parte de una «civilización» común, como Mauss decía muy India de nosotros? Ciertamente ha y una diferencia entre el caso mo-
10
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denso y el caso tradicional. Debe ser evidente que, desde aproximad4a-
que en ella proponga (de la jerarquía al holismo, etc.). Es más que pro-
mcnte d siglo ,Y911, Inglaterra, Francia y Alemania entre otras, han te-
bable que tentativas comparativas similares que pare eran de la China,
nido una ideología - común. Esto no excluye en modo alguno d'iteren- del Islam, o incluso de la Grecia antigua, ilumina dan a su vez ciertos
ciar nacionales y, en el interior de cada país, diferencias sociales, re-
aspectos de nuestra ideología, que la presente tentativa, fundada sobre
gionales, etc. Bien al contrario, la propia tentativa de esbozar lo que
la India, aun cuando fuera supuestamente completa y perfecta, dejaría
estas naciones tienen en común revela inmediatamente sus divergen- en la sombra.
cias. I .st cual no impide que cada configuración nacional pueda ser tra-
Esto por b que se refiere al lado antropológico. l lay asimismo un
nulac neo una variante de la ideología general (cf. poco después,
aspecto en cierta medida indígena: quiero decir, que nuestra indaga-
p. 2,5).
ción no es completamente inoportuna o inactual desde un punto de
l'In lo que concienie a la India y aina, por no decir nada de la di-
vista interno a la propia ideología moderna. Se habló mucho hace a/-
versidad interna que constituye otro problema, no pretendo que no gofos años de un «final de la ideología'''. Si se me permite pedir pres-
difieran profundamente en su ideología la una en relación a la otra. tado, después de muchos otros, un termino a Thomas Kuhn, yo di fa
Pero comparadas a nosotros son similares: las ideologías tradicionales ny ds bien que asistimos a una crisis del paradigma ideológico moder-
china, japonesa son ['solistas, mientras que la nuestra es indivi- no- 3 . IS,s cierto que la tendencia a ver crisis por todas partes es Fuerte
dualista. Que sean holistas de diferentes maneras no cambia en nada el en la ideología moderna, y que, si hay crisis, no data de a y e r; en un
hecIto siguiente: la tarea de describir comparativamente estas socieda- sentirlo más amplio, esta crisis es incluso unís o menos consustancial
ds se vería facilitada si nuestro marco de referencia, que se halla por al sistema, hasta el punto de que habría entre nosotros quienes encon-
completo teñido de individualismo, pudiera ser reemplazado que se trarían en ello una razón de orgullo. Da la impresión, sin embargo, de
halla por completo teñido de individualismo, pudiera ser reemplazado que la crisis del paradigma en el siglo 3..< ha conocido recientemente
por orto, construido a partir de estas mismas sociedades. Cada vez que una intensificación, quizá sobre todo una generalización.
secamos a la luz una idiosincrasia de la mentalidad moderna, hacemos A nivel de disciplinas doctas, se tiene por lo general la impresión
un poco menos imposible la comparación universal.
de que el hombre moderno, encerrado sobre si mismo y quizás enga-
n suma, la revolución en los valores de la que ha salido la ideolo-
ñado por el sentimiento de su superioridad, tiene cierta dificultad en
gía moderna representa el problema central de la comparación entre
captar sus propios problemas. El hecho es particularmente llamativo
sociedades, tanto si lo que nos proponemos es describir y comprender
en la reflexión. Resulta sorprendente, por ejemplo, descubrir que la
las sociedades tradicionales o civilizaciones superiores —y también las necesidad de definir la nación de una manera comparativa apenas ha
sociedades consideradas más simples o culturas arcaicas que son aún el sido sentida. La nación (moderna) sólo se define por lo general en el
objeto mas habitual de la antropología, como sí es situar nuestra pro-
interior de las condiciones históricas modernas, tomadas implícita-
pia sociedad en relación a las otras—. Ambas tareas incumben a la an-
mente como evidentes o universales. No se hace ningún esfuerzo por
tropología, y de hecho no constituyen más que una, pues es claro que
definirla específicamente por comparación con sociedades o agrupa-
ti pudiéramos desarrollar una visión antropológica de nuestra propia mientos políticos no modernos, a pesar de que, en nuestros días, sean
sociedad la comprensión de las otras se ver j a grandemente facilitada, numerosas las sociedades tradicionales de las que se piensa que llevan
puesto que dispondríamos de un marco de referencia, de un sistema camino de convenirse en naciones'.
de coordenadas que va no sería un préstamo de nuestra mentalidad
Más generalmente, la teoría política persiste en identificarse con
particular —y excepcional— sino que sería verdaderamente universal
una teoría del «poder», es decir persiste en tomar un problema menor
(cf. mi artículo, 1975 a).
1 le querido, a riesgo de repetirme, recordar aquí la perspectiva ge-
neral en que se inserta el presente ensayo. Es y sigue siendo limitado, 3 A decir verdad, Tb. Run>: ha tusiringido e1 sentido del iénaino en la segunda edi-
ción de l)e StrfichiR (Prietilifit Renduliont, 1979, pp. /74 ss,
no hay que olvidarlo, en la medida en que una sola ideología tradicio-
4 Ver mi ensayo relativo h .Nacionalismo y Coman:desalo,' en 1967, Anea.
nal, la de la India, le sirve de base, cualquiera que sea la generalización dice D.

20
por el problema fundamental, que radica en la relación entre cl «po- Para empezar, se puede ya dar una idea de la clase (le renovación
der» y los valores o la ideología. En efecto, a partir del momento en que la comparación promete. Si hay, más allá de todas las diferencias,
que la jerarquía es desalojada, la subordinación debe ser explicada o más bien a través de estas diferencias mismas, una cierta constancia
como el resultado mecánico de la interacción entre individuos, y la au- de las sociedades humanas, si por otra parte la ideología moderna es
toridad se degrada en «poder», el «poder» en «influencia», etc. Se olvi- comparativamente tan excepcional como hemos dicho, entonces la
da que esto sólo se produce sobre una base ideológica definida, el indi- instauración de esta ideología debe haber tenido consecuencias invo-
vidualismo: la especulación política se ha encerrado sin saberlo en los luntarias igualmente sin precedentes. Esto se verifica (licúe:In :lente en
muros de la ideología moderna. Y sin embargo la historia reciente nos forma de fenómenos que contradicen los valores vigentes y que, por
ha suministrado una demostración imponente de la vanidad de esta esa razón, escapan en su esencia a la apercepción intelectual ingenua,
concepción con la tentativa desastrosa de los nazis de fundar el poder no comparativa.
únicamente sobre si mismo. No pienso que el paralelismo sea gratuito. Si, hahientb encontrado en la India bolsillo y jerarquía, buscamos
Mientras el pensamiento político multiplica los refinamientos en en qué se convierten en una «civilización» un conjithio de sociedades
este impase, los problenias que sobrecargan la historia de los dos últi- que valoriza, en el polo opuesto, el individuo y la igualdad, ¿que en-
mos siglos raramente son objeto de una reflexión seria. ¿Es que las contramos? Encontramos, por ejemplo, un residuo tk jerarquía bajo la
guerras, cada vez más totales y universales, las dictaduras y los total"- forma de desigualdades sociales, y al ser la jerarquía como tal impensa-
mismos —incluidas sus técnicas de esclavizamiento y aniquilación del ble o tabú entre nosotros, hallamos que se recurre generalmente, para
hombre— son las implicaciones necesarias, el acompañamiento inevita- designar ese residuo, a una expresión que evoca la naturaleza inanima-
ble de la democracia moderna? ¿Tenía razón 'Tocqueville cuando asig- da y que revela por ende el carácter incomprensible del fenómeno: se
naba condiciones determinadas y límites precisos a la realización del habla de «estratificación social». No es eso todo a este respecto, pues
principio democrático? O aún: ¿el movimiento internacionalista de los encontramos también, por ejemplo, que en una de las sociedades en
trabajadores europeos ha sido incapaz de extraer las lecciones de su re- cuestión la abolición de la esclavitud produjo en algunas décadas la
doblada derrota en 1914 y en 1933? La teoría socialista marxista, a aparición del racismo. He ahí quizás el ejemplo más demostrativo de
cuya renovación o salvación tantos esfuerzos se dedican aquí y allá, las consecuencias involuntarias del igualitarismo. En otro lugar lee tra-
¿pertenece desde este punto de vista al pasado, y por qué? Nuestros fi- tado el problema y no lo toco aquí más que de pasada (cf. 1967, Apén-
lósofos descuidan estas cuestiones como descuidan en gran medida, al dice A). Pero debo sin duda añadir una observación. Primero, que yo
menos en Francia, las propias ciencias sociales. En conjunto, la refle- no digo en modo alguno, como algunos han parecido creer, que más
xión a fondo sobre el mundo moderno, tan intensa en la primera mi- vale la jerarquía que la igualdad, o en el caso presente que mas vale la
tad del siglo XIX, parece haberse adormecido en los brazos de confor- esclavitud —que no es por otra parte un asunto puramente jerárquico—
mismos partidistas o degradado en protestas inarticuladas. Incluso la que el racismo. Yo digo únicamente que los hechos de este tipo indi-
más terrible enfermedad que Europa haya sufrido directamente, el can que la ideología no tiene el poder de transformar la sociedad más
apocalipsis hitleriano, espera aún, después de treinta años, ser verda- que dentro de ciertos límites, y que al ignorar esos limites se produce
deramente domado en el pensamiento. lo contrario de lo que se ha buscado.
Una de las razones de esta impotencia general es sin duda que no se Tomemos un segundo ejemplo, el de otro fenómeno indeseable y
puede mover una masa desde su interior: hace falta un punto de apoyo sin embargo presente en nuestro universo moderno: el totalitarismo.
en el exterior. Pues bien, la civilización moderna tiene precisamente la Razonaremos sobre el caso del nazismo, sin preocuparnos de saber si
ventaja única de una información relativamente abundante sobre nu- se puede hablar de totalitarismo en otros casos. Una dificultad mayor
merosas otras civilizaciones y culturas: la comparación, he ahí el pun- en la comprensión del totalitarismo proviene de la tendencia espontá-
to de apoyo: «vernos a nosotros mismos en perspectiva», como propo- nea a considerarlo como una forma de holismo: la palabra misma re-
nía ese antropólogo ejemplar, nuestro muy llorado Sir Edward Evans- mite a la totalidad social, y la oposición a la democracia tiende a ser
Pritchard, se ha convertido en una necesidad. inmediatamente concebida corno «reacción», corno un retorno al pasa-

vo
do. Se trata de nociones vulgares, y los estudios serios prescinda« de n'entra cn la opinión mundial tal acto particular de violencia, hay so-
ellas y reconocen que el totalitarismo no es un bol ismo, que representa bradas ra7f m es para pensar que el desarrollo contemporáneo no es in-
algo nauy distinto a lit concepción tradicional, ingenua, ele la sociedad dependiente de un debilitamiento de la condena de la violencia priva-
corno un todo. Lo que no quita que, por la coacción r a dical que ejerce da en general en la conciencia común. Contribuye a mantener este debi-
sobre los sujetos, el n)talkastno aparezca dirigido contra el individua- litamiento la confusión reinante en los espíritus, y que los medios de
lismo en el sentido corriente del término. De manera que el análisis información multiplican, entre cosas cuya distinción era precisamente
clama con una contradicción. Para solventada, es preciso recordar que un indicio del progreso de nuestra civilización: en particular la confu-
el unalitarismo es interior al mundo moderno, a la ideología moderna. sión entre dominios en los que la violencia bahía sido desterrada urna°
Nuestra hipóresis sera que el totalitarismo resulta de la tentativa, en una ejercicio ilegitimo de la fuerza y otros en /os que el derecho aún no ha-
so<letlad en la que el individualismo se halla pesfundamense mestizado, y es predo- bía llegado a ponerla fuera de la ley, es decir las relaciones internaciona-
minan/e, saborelinario a la Pi 7110da dr la so ront lob /Mari. Combina, les. Pues precisamente el totalitarismo ha Ixarrat/o la frontera entre la
sin saberlo, valorizaciones opuestas; la contradicción que hemos encon- guerra y la paz al extender a la paz, y a las relaciones internas en el E
trado le es in ferio], 1)e ahí el acento desmesurado, feroz, puesto en la tado, las conductas y procedimientos de la guerra extranjera. Abundan
totalidad social. lk ahí la violencia y su cidro, que obedece, más aún los ejemplos, en la prensa y en la opinión, de confusiones de este tipo:
que a la necesidad de obtener la sumisión donde se halla fuera de Media- entre la guerra (U.S.A. en Vietnam) y les campos o asilos psiquiátricos
ce la subordinación --que exige el acuerdo general de los ciudadanos so- soviéticos, entre la guerra en Vietnam y el terrorismo político, entre
bre los valores fundamentales—, al hecho de que la violencia habita en el Este y el terrorismo sin mas o gangsterismo. Bien característica es la ex-
interior de los proinotores mismos del movimienco, desgarrados entre presión «captura de rellenes» —y el hecho c o rrespondiente— que 6n pasa-
cl s tendencias contradictorias y condenados por ello a intentar desespe- do de un uso exclusivamente guerrero a los otros dos planos. No pre-
radamente instalar la violencia en el lugar del valor'. tendo, ni que el contagio de la violencia no tenga otras amarras, ni que
NLís de uno se dirá, empero, al ver el contagio de la violencia en el totalitarismo actúe como causa. Lo que hay es más bien homologia,
nuesrros días: después de todo, ¿no habrá triunfado esta gente de algu- resonancia entre dos enfermedades de nuestra época. Unicamente quie-
na manera? El totalitarismo, ¿no ha conseguido inocular su virus a la ro señalar que la ideología contemporánea en a este respecto cómplice
opinión mundial? Aunque la violencia contemporánea esté ligada por del bandidismo, y que la confusión extendida entre derecho y hecho, en-
múltiples vínculos a la ideología moderna, aquí sólo podemos hacer a tre moralidad y derecho institucionalizado, entre justicia y tiranía, entre
ella una alusión sucinta. Cualquiera que sea la reprobación que en- público y privado, equivale a un retorno a la barbarie.

ISsce plolfo resunse cle hecho las conclusiones le un escudas de la ideología /sitie-
liana I as discusiones eruditas sobre el iotalitarismo en genera/ (definición, etc.) carecen Se cumplen ahora diez años desde que, atraído por la promesa que
poza:farm:me de una pdrspodiva comparativa. La elección del nazismo responde a la parecía esconder una tal comparación, decidí embarcarme en este viaje
prcocusueión por captar todos los fenómenos en su forma fuerte. La fórmula aparece oportuno pero quizá presuntuoso y, según la expresión de Tocquevi-
1'01111) generalizable al principio. 61 estudio de la U.R.S.S. rebasa mis izosibilidadvs, pero
Ile, volver el espejo —en este caso el espejo indio— hacia nosotros. Se
l'atece (rue la hipótesis (en icd lea) tendría que ModiFicarse un peco, 1113 tanto en lo refe-
rente 4 raiivirluassnin, muy iiresente en el fundamento tic la doctrina corno aquí vere- trataba de mirar desde un ángulo nuevo nuestras concepciones moder-
mos en el caso de Abra, cuanro en /o concerniente a la loradieación respectiva en k so- nas fundamentales. Siendo indispensable la dimensión histórica, se
ciedad de los dos aspectos OptiCat05. Además, en oposición al nazismo, se mantiene una trataría de una investigación literaria, de un estudio de textos: había
finalidad universalista en la medida en /lile ei fin último continúa siendo la emancipación que retomar toda la historia de las ideas del Occidente moderno en sus
universal, aunque, ademas de que tal 611 teórico entra en conflicto con los de la sociedad
global concreta --el «socialismo en un solo inisv— la percuta muestra y la aleologia reco-
principales lineas de fuerza, en la unidad principal que no puede dejar
noce que bajoco t'Sa benUra es la fuerza lu out: tiene la última palabra: la cmancipackSn de revestir en relación a una civilización diferente.
por la vioiencia, es decir la realización de un valor por medio de su negación, una de las Tal corno ahora lo veo, el objeto del estudio puede ser considerado
cianodliociones del sistema. según tres direcciones relativamente concretas, histórica la una, otra

24 15
que llamaré configuracional, y la tercera nacional o asubculturala La Es preciso pues corregir cl articulo publicarlo en mullo a su )Unto
dirección histórica es evidente: una transformación profunda ha teni- de partida, pero afortunadamente este defecto inicial no altera la des-
do lugar en la Europa occidental a lo largo de los siglos, siendo su se- cripción del progreso del individualismo, del nacimiento del Estado y
ñal más espectacular la emergencia de nuevas categorías de pensa- de la categoría política a partir del siglo XIII. En las primeras etapas
miento, como lo político y lo económico, y de las instituciones corres- (§ 1-4) el estudio es más descriptivo que analaico 1:1 rasgo que más lla-
pondientes; puede estudiarse la génesis de todo esto. Pero los puntos ma la atención es la complejidad del proceso de escisiparidad mediante
de vista en cuestión siempre nos son dados como formando parte de el que el dominio de la religión, que Micialmente es único y engloba
Una todi.guración sui gcneris propia de cada autor, de cada escuela, ten- t odas las cosas, da origen (con ie;utla del derecho) a la Categoría nue-
dencia o período. Estas configuraciones con el verdadero objeto de va, especial, de lo político, micra ras que en cl plano dc las institucio-
este estudio, y lo que aquí recibe el nombre de ideología moderna es nes el Estado hereda sus rasgos esenciales de la Iglesia, a la que su-
algo así como la integral de todas estas configuraciones. En fin, entre planta en tanto que sociedad gl.bal. A lo largo de todo el desarrollo,
estas configuraciones, en seguida se hallan diferencias nacionales mar- hasta la Revolución francesa, la religión ejerce su acción en [orinas
cadas. Seda insuficiente decir que la ideología moderna se presenta de Siempre renovadas: el movimiento conciliar, la Reforma, las guerras
modo diferente en diferentes países, diferentes culturas, diferentes de religión, las sectas protestantes, todo contribuye de un modo u otro
lenguas. Hay de hecho subculturas más o menos nacionales, digamos al nuevo mundo político. A fin le cuentas, lo político y ul Estado re-
inglesa, francesa, alemana, que deben ser consideradas como variantes sultan de una diferenciación. De lo que constituía, halo la égida de la
(equivalentes) de la ideología general. religión y de la Iglesia, la unidad de los valores últimos se ha desgaja-
Hasta ahora no he publicado sobre este tema más que un solo en- do un quantum de valores absolutos constituyendo un dominio autó-
sayo de cierta amplitud (en inglés: aThe Modern Conception of the In- nomo. El lector preguntará por qué el trasfondo social está ausente de
dividual», 1965). Se trata de un esfuerzo por destacar a grandes rasgos este estudio; puede parecer extraño sobre todo que la fentlaliclarl y las
la génesis de la ideología moderna en lo que concierne al individuo y Comunas no sean mencionadas; esta cuestión suscita un problema
lo político al mismo tiempo que al Estado, desde la Edad Media hasta muy general; más adelante me explicaré. El presente estudio sigue his-
la Revolución francesa y después de ella, aislando algunos estadios o tóricamente al que acabo de resumir: del mismo modo que la religión
aspectos del desarrollo. El trabajo está fundado por una parte en obras había dado origen a lo político, lo político a su vez va a dar origen a lo
generales que ofrecen una visión de conjunto de un dominio determi- económico.
nado (Figgis, Gierke, Elie Halévy) y por otra en imágenes monográfi- Así son las cosas desde el punto de vista histórico, o genético, tal y
cas condensadas de obras clásicas (Leviatham etc.). Este artículo no as- como hasta ahora lo he empleado. El punto de vista configuracional es
piraba a ser completo, y adolece de ciertas insuficiencias, la principal de hecho el punto de vista fundamental, pues el todo concreto ele-
de las cuales se halla en el punto de partida. Admitía allí que la ideolo- mental a nuestra disposición es la configuración de ideas y valores que
gía era holista en santo Tomás de Aquino, lo cual no es cierto más encontramos en tal texto, tal autor, particular o eomdn, etc. Por esta
que si limitamos la mirada a la comunidad terrestre de los cristianos, razón tales configuraciones se hallan persistentemente presentes en el
pero no es verdad si lo predicamos de la ideología en su conjunto. Un estudio, en forma simplificada o parcial si es preciso. La sección 4,
estudio aún inédito de los primeros siglos de la Iglesia ha suministrado por ejemplo, trata sobre la relación, en una obra de locke, entre lo
más tarde una fórmula general de la ideología de la Iglesia a través de político, lo económico, la moralidad y la religión. Los cambios en es-
los siglos (hasta Calvino) que engloba los cambios acaecidos y da tas relaciones son, al nivel que aquí nos concierne, los hechos históri-
cuenta de su dirección general, en pocas palabras, el individualismo cos fundamentales.
cristiano se halla presente desde el origen; la evolución consiste en un El estudio de las variantes nacionales es un caso particular de com-
movimiento a partir del individualismo-fuera-del-mundo hacia un in- paración entre configuraciones diferentes, esta vez en tanto que pre-
dividualismo-en-el-mundo (y progresiva:tenle tal), proceso durante el dominantes en tal y tal pais de modo duradero. Impresionado por la
cual la comunidad holista misma acaba loor desa rrecer, o casi. diferencia profunda entre las representaciones francesa y alemana del

26 27
individuo y de la nación, y habiendo tomado espontáneamente como conjunto se la juzgue vverdialernai o «falsa» «racional» o «tradicional»,
punto de partida la variante francesa, la mil« simple (1965; 1967, In- «científic » o no, nada tiene que ver con la naturaleza social de la
troducción), ore ha parecido inmediatamente necesario caracterizar la ClYSII, Tomemos un ejemplo.. que la tierra gira alrededor del sol es una
variante aleniana. De ahí un estudio de la ideologfa alemana del indi- proposición científica, pero la mayor parte de nuestros contempor1-
viduo, del Estado y cid Valk en k literatura de 1770 a 1830, que espe- ricos la admiten sin ser capaces de demostrarla. Además, incluso para
ro publicar pronto, y del que un primer esbozo ha sido resumido en los que son capaces de hacerlo, esta proposición forma parte de su
una conferencia (1971a, pp. 33-35). 'Tengo en proyecto un estudio si- concepción del mundo al mismo tiempo que muchas otras que no son
milar de la variante inglesa, en el que el acento se pondrá sobre el lu- capaces de demostrar, Como tal, se la puede legítimamente tomar
gar O Ilinción del empirismo y del militarismo. Este tíltion, será oca- como una parte integrante de la ideología global, como un elemento
sionaln yenLe cameterizado in Mía aquí mismo (sección 5). Al estudio que mantiene ciertas relaciones con otros elementos de la ideología.
sobre el pensamiento alemán ha seguido un trabajo sobre el naciona- lay que tener cuidado aquí con una tendencia dentista ampliamente
lismo y, en particular, la Weltanschaunng y el antisemitismo del propio extendida que embrolla el problema de la relación entre las actividades
I q tler que hc utilizado poco antes. Aun inédito, y por completar, es científicas especializadas, tan desarrolladas en nuestro enromo, y las
un ardliSiS C011figuracional que saca gran provecho del estudio prece- formas generales de la conciencia. Ninguna ideología en su totalidad
dente. No es que la filosofía alemana explique el fenómeno nazi: el fe. puede ser considerada «verdadera» o e iS a», pues ninguna forma de
fl á ltICl/0 es esencialmente europeo, moderno, en tanto que enferme-
conciencia es nunca completa, definitiva o absoluta. ialarx caracterizó
dad cle la ideología moderna; peto no resulta comprensible al margen la religión como una forma de conciencia mediante un rodeo (axil- ei-
de la forma que adquiere, y esta forma se halla determinada por la va- nem Umweg) (La matalón judía, en Werke, 1, p. 353, más adelante, p. 160).
riante alemana de la ideología moderna. I loy podemos decir más: todas las formas de conciencia son semejan-
tes en el sentido de que ninguna opera sin una «reja» a través de la
cual tomamos conciencia de lo dado y al mismo tiempo dejarnos de
lado una parte de eso dado. No hay conciencia directa y exhaustiva de
Sin entrar muy a Fondo en los problemas de método, es necesario cualquier cosa que sea. En la vida de todos los días, sólo llegamos a
ahora que precisemos nuestro objeto: la ideología en general, y en par- hacernos inicialmente conscientes de algo por medio y a través de
ticular lo que he llamado cíe modo sucinto la «ideología económica», es la ideología de nuestra sociedad. Todo lo que se puede afirmar sobre la
decir la relación de lo económico como categoría con la ideología, su relación entre lo que nos representamos y lo que «ocurre de hecho»
lugar en esta. Los dos problemas principales, que probablemente ha- es que tal relación es necesaria y que no es una identidad. La cosa es
larán acudido a la mente del lector, son: ¿Cómo procedemos para esencial, pues conduce a reconocer entre lo ideológico y lo no-
Cnostr uir el objeto llamado ideología? y ¿es legitimo y útil separar la ideológico una dualidad que permite evitar a la vez el idealismo (la
ideología del resto de la realidad social para un estudio distinto? Nues- idea es todo) y el materialismo (la idea es un epifenómeno) —al precio
tra definición inicial es deliberadamente vaga: llamamos ideología al ciertamente de un trabajo sin fin (1967, nota etc.). Esta dualidad
conjunto de las ideas y valores —o representaciones— comunes en una nos ayuda también a prevenir el relativismo, que derivaría la irrealidad
sociedad, o corrientes en un medio social dado. a partir de la diversidad. He hecho mención a la «relatividad social» de
No se trata aquí en modo alguno de buscar el establecimiento de la ideología tal como nos es dada. Esta relatividad no es final, pues la
ama distinción, más o menos sustancial, entre la ideología de un lado, comparación la trasciende: nuestra tinca es hacer posible la transición
y la ciencia, la racionalidad, la verdad, la filosofía, de otro. El único intelectual de una ideología a otra, y podemos hacerlo gracias a la in-
aspecto común a la concepción presente y a la acepción corriente, más clusión en nuestra comparación del «residuo» no ideológico, él mismo
:a menos marxista, del tárniino, es la relatividad social: la ideología es revelado por el análisis comparativo y sólo por él (1967, § 118). Tal
en cada caso un coeljunto social de representaciones —con seguridad un es la razón de mi reserva a propósito de la expresión «concepción del
asunto muy complejo—. Que a una representación particular en este mundo», copiada de aquella IVeltansrbanung («intuición»...) tan cargada

28 09
de relativismo que fue adoptada con predilección por los nazis —cuya he aqui la misma idea en la pluma de David I lume: «Los puntos de
ideología racista negaba por principio la intercomunicabilidad de las vista que nos resultan más familiares son susceptibles, por coa misma
culturas. razón, de escapársenos» (1875, t. IV, p. 199). hIc guardaré de llamar
De este mudo la ideología de un país determinado en un momento «inconscien te s » a estos puntos de vista, dado el sentido especial slel
dado puede tomarse sin inconveniente como algo que engloba todo su términ o . No es difícil percibir, tras la «libertad» y la «igualdad», su
patrimonio intelectual, siempre y cuando en él sólo se incluyan las re- sustrat o , la valorización del individuo. Casi siempre ocurre lo mismo:
presentaciones sociales y no representaciones excepcionales o únicas. únicamente se expresan los predicados, no el sujeto. Llegamos a des-
Pero aquí se alberga un problema: nuestro material está constituido prender éste, es decir, en el caso presente, a aislar al individuo como
por textos particulares de autores particulares. ¿Cómo reconoceremos valor, mediante un doble movimiento: por una parte, siempre volve-
en cada texto lo que es social y lo que no lo es? La respuesta se halla mos a encontrarle en otras partes del mismo campo ideológico; por
en primer lugar en la relación entre esos diferentes textos. Puede ocu- otra, esta orientación global se nos aparece en contraste con otra: el
rrir que se copien el uno al otro o bien, a la inversa, que no tengan holismo. Este último, por lo demás, permanece también generalmente
nada en común. En conjunto, sin embargo, hay representaciones fun- implícito, y hace falta la penetración del autor de la Reptiblim para ais-
damentales, configuraciones que son comunes a un gran número de larlo. Más aún, cuando una investigación muv amplia me llevó a pro-
entre ellos. Pueden también estar implícitas en discusiones entre con- poner la jerarquía corno principio fundamental de la sociedad de cas-
temporáneos, y aquí tocamos un punto más delicado: la importancia tas, no traducía una palabra india, por más que la noción estuviera a
relativa de estas representaciones en la sociedad en general. Corno de Fin de cuentas, bajo uno u otro aspecto, de modo explícito o implícito,
costumbre, en el estudio de las culturas es importante desprender las omnipresente en la vida india'. Sólo se trata, pues, con todo esto de
principales líneas de fuerza, e incluso el rasgo predominante, que, sacar a la luz el sujeto implícito de numerosos predicados patentes,
como Marx decía de los rasgos económicos, es como el éter que tiñe de añadir a las representaciones conscientes su relación necesaria pero
toda la escena (citado más adelante página 203), lo que yo llamo el as- inexpresada. Dicho sea de paso, el procedimiento es Milete) neta mo-
pecto «englobante». Sin embargo, no quisiera minimizar el problema desto que el consistente en reemplazar el «modelo» indígena por un
que plantea la tentativa de definir la ideología de una escuela o de un «modelo» que se pretende completamente diferente.
grupo a partir del pensamiento de un filósofo corno Locke (más ade- Al nivel de estas concepciones inexpresadas, pedazos aparentemen-
lante, sección 4) o a partir de las representaciones de un líder político te separados de nuestra ideología muestran su con junción, y cuanto
(como Hitler; en este caso, con la dificultad adicional y primera de más amplio es nuestro examen con más claridad aparecen. Consti-
distinguir las representaciones auténticamente suyas de las que adopta- tuyen las categorías de base, los principios operatorios del «enrejado»
ba para la galería). Los dos casos no pueden ser más diferentes en sí de la conciencia, en resumen, las coordenadas implícitas del pensa-
mismos y en el uso que de ellos hago, pero en a mbos, lo qu e me e s- miento común.
fuerzo por aprehender es la emergencia o manifestación de una «re- El mundo moderno se caracteriza en efecto por una paradoja. Por
presentación colectiva» en el sentido de una relación o de un conjunto una parte ha desarrollado en gran número los puntos de vista particu-
de relaciones. Sea que tales relaciones aparezcan de modo recurrente, lares, las actividades y disciplinas especializadas —como por ejemplo la
Sea que iluminen otras relaciones o representaciones, constituyen, se- consideración económica—, por otra parte, la racionalidad es uno de los
gún todas las apariencias, una manifestación particular —que puede ser valores a los que en principio se somete y de los que se reclama. Se ha
inicial para nosotros— de un fenómeno verdaderamente ideológico. insistido en el hecho de que la racionalidad en cuestión es principal-
Topamos aquí con una paradoja clásica: los elementos de base de la mente un asunto de relación entre medios y fines. No es mucho decir.
ideología permanecen casi siempre implícitos. Las ideas fundamentales
son tan evidentes y omnipresentes que no necesitan ser expresadas: lo 6 Es Cat2C1Cristico que los craicos TÚ Categóricos hayan ende, el !macer o Y su
esencial se da por supuesto, constituye lo que se llama «la tradición» construcción, pero no hayan puesto cn curstinn la ubicuidad importan cia de MIS s'
(1964 b, pp. 97-98). Hace poco cité a Mauss acerca de este punto, mas venas manifestaciones.

30
o al m e na: la cosa presenta otro aspecto: esta racionalidad no es úni- as decir de la vida económica, su fusión sólo es posible en el plano de la
camente instrumental, es al mismo tiempo especializada. Se despliega a conciencia, por la voluntad explícita, el c o nsenso, en 01 ros tdrminos al
placer en el interior de cada uno de los compartimientos distintos que nivel político: únicamente en tamo que I •:atado es accesible la sociedad
han aparecido, mucho menos en su distribución y su definición res- como un todo a la conciencia del Individuo. Puede extrañar ver a la
pectiva, que pertenecen más al orden de los hechos que al orden de la voluntad individual, que atomizó la sociedad, convertirse en el instru-
racionalidad o del consenso. Pot consiguiente, si queremos concebir mento de la fusión social, y puede verse un ejercicio de prestidigita-
nuestra cultura como un todo, ICCneo:~ su sentido global, nos es ción en e) § 274 de b l'ilosafia del denyho (mis adelante, p, 136) así
preciso za,nbullirnos en el nivel de lo inespresado exactamente como como un el pasaje del Colando social en que se aborda la cuestión de
In hanamers para una cultura menos rtrationab. «cambiar, por así decirlo, la naturaleza humana» (después, sección 7,
Así, la definición de to político y de lo económico no se tienen en n. 6). I legó se halla aquí en continuidad no solo con Rousseau, sino
modo alguno por adquiridas, no son objeto de un acuerdo general. Es con l lobbes, como he subrayado en otro lugar (1965, pp. 38-39), y SU
nat u ml qua asa sea, pues se trata r le puntos de vista parciales, y la par- [SIMIO C5, ademas de la institución política que con esa palabra desig-
te no puede definirse tila misma, sino sólo por su lugar en el conjun- nar-n(1s, lo que el sociólogo llama sociedad global; eriel1 adelante volve-
to, Ahora bien, las ciencias, como tampoco las naciones, no encuen- ré sobre ello a propósito de léllt)C (Si g Cnión 7, pp. 137 ys.)11vitaremos
tran por encima <le, ellas un todo explícito del que serían panes: no aquí un contrasentido bastante CV-tendido si, en lugar de contar COI]
hay sociedad de las naciones —o apenas—, ni ciencia de las ciencias', nuestras etiquetas familiares, restituimos, ay UtiAl los pro - la distinción
Lo que has es, a nivel fáctico, una coexistencia viva, una unidad social individualismo/holismo, la configuración real de las ideas en la obra
de esas ciencias, una sociedad de puntos de vista especiales: es preciso coi/sicbecada.
sacarla a la luz a partir de la ideología global, extraerla del silencio del Se percibirá ahora sin duda la intenciórí ma y or que me ha llevado a
sentido cos 6n. rehusar el distinguir sustancialmente la ideología de la ciencia, de la 13-
Kir ejemplo, lo pul hico y el Estado se definen de diversas maneras: !mafia, etc.: no se trata de añadir un nueva compartimiento a los que
por la subordinación, por el monopolio de la fuerza legitima sobre un y:5 existen. La vocación de esta investigación su sitúa co el extremo
territorio determinado, por la pareja ar y ngó-enemigo, etc. Excepto la
opuesto; consiste en revelar las relaciones entre los casilleros familia-
primera quizá, se trata de definiciones de la parte por ella misma que res de nuestro sistema de anaqueles mental, incluso profesional, en re-
están Hoy de ser equivalentes. La ilusión común consiste en suponer cubrir, con la determinación insospechada por cada uno de ellos, la
que el objeto continúa siendo el mismo aunque la definición fluctúe. unidad del conjunto y las principales lineas de fuerza de nuestra cultu-
Tomemos un ejemplo seguramente muy alejado de la ciencia politica ra en su relación vital pero iruplicita.
contemporánea, el de la Filosofía del derecha de Hegel. Nos damos cuen- La definición de ideología que adopto reposa asá sobre una disón-
ta de que su Estado es mucho más que lo que nosotros llamamos así:
dón no de contenido sino de punto de vista. No romo corno ideología
la distinción contemporánea de lo poUtico en el interior de lo social lo que quedaría después de haber eliminado todo lo que se reputa ver-
deja escapar una parte esencial del Estado hegeliano_ En efecto, en dadero, racional, científico, sino por el contrario indo lo que es social-
1legel, el Jeativirbro moderno se funde en el holisata de /a sociedad al ni-
mente pensarlo, creído, actuado, partiendo de b hipótesis de que hay
vel del Estado. La paradoja no debe sorprender: la reconciliación de
los contrarios es el quehacer habitual de este filósofo. Lo esencial es
1:n el phno de ha oenciaa sociales he propio/su) üns esos Lin de Cissincaciürl gane-
que, para 4rlegel, una vez dados los Individuos de la «sociedad civil», ra/ preliminar (I)71 a, p 111 ea eibendawns odas cai c go ria a en su anual]
men fuero:,
lo pea go e lo co a/Ondeo se onontn a la r eluann 5 e 1:Isla:u:dad — h-d ir ia
gua dectr l co
rnunidad u la ruta/dad unnecures--; o primeras represtanni la /unes acinn moder-
UI1 1 011*1 filosofia reb.aorhk a b hció I ia lie las ciencias, nos na, lis ling/Ni:1s lo gue en el universo nitulerno aubsi g e th co p rinuidad con cl universo
las fe/IC[110S qt: ,:Ver Con una construcción personal y no con una doctrina social. ettahrá cral1iciuo;1 l'zst visitan ajan t le a precisar la IX rld15r1 tic 1:1 SOCil ntogia n 5:1 sentido res-
&unen diga que en el plano de /as cicncias sociales es b sociología esa ciencia general? De tringido del termina: vocación holisza, la Unica agur permito a I I socio/opa ser compara/5-
olleVo 9Lb: reconocer ellic eu ese sentido no hay sociología sino sociologías.
cs decir /niki:al/cm:ti

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una unidad viva en todo esto, escondida bajo nuestras distinciones ha- cio de Schumpder. Por lo demás, t enemos aquí un caso Notenla: de
bituales. la ideología no es aquí un residuo, es la unidad de la repre- un fenómeno extendido: lo dicho no sólo es sin duda verdadero para
sentación, una unidad que no excluye por lo demás la contradicción o las ciencias cn general sino que puede asimismo decirse del hombre
el conflicto. moderno que sabe lo que hace (el «análisis») pero no <le lo que trata
Dicho esto, debo en seguida admitir que de hecho utilizo, a nivel de realmente (lo cconómico)". Schuinpeter escribe de Ad:un Smith y de
detalle, en el proceso de construcción de la ideología, la distinción que otros:
acabo de rechazar a nivel global. Si una proposición muy corriente, N I) han acertado a ver que su filosofía etka
presentada corno racional o científica, se comprueh injustificada pe dinenies j ora la esnlieación de la rea/idad c« Juis
como tal, es probable que haya sido impuesta por otra especie de co- concepción d'Ira de los anea distintivos del análisis -1301-0, losnl
herencia, y que pueda ser identificada como un aflorar de la red ideo-
la dificultad de la definición se ve aún acrecentada desde un punto
lógica subyacente No podemos contentarnos con calificarla de «tradi-
(le vista comparativo. Así, los ;tntropólogos tienen una fuerte tenden-
cional», lo que equivaldría más o menos a uno racional». Pronto en-
cia a identificar en todas las sociedades un aspecto económico, pero
contraremos algunos ejemplos de este procedimiento de investigación
¿dónde comienza y dónde termina? En el pasado reciente dos tenden-
que es probablemente indispensable para completar los detalles del
cias se han enfrentado. La tendencia. «forma list a» define lo económico
mapa ideológico demento por elemento. No prejuzga la imagen glo-
por su concepto y pretende aplicar a las sociedades no modernas sus
bal. En particular queda abierta la cuestión del desarrollo de lo «cientí-
propias concepciones de los usos alternativos de recursos escasos, de
fico» a partir de la ideología general, una cuestión tan fundamental
la mas im ización de la ganancia, etc. La tendencia «s Utit:Inii va» Alega
que debe reservarse como test final de nuestra indagación.
que tal actitud destruye lo que es realmente la CC000171Ía como dato
Hay otro sentido de la palabra «ideología» que lamento descuidar,
objetivo universal, es decir a grandes rasgos las titrmas v los medios
pues es interesante para el historiador. Se refiere al caso moderno: la
de subsistencia de los hombres. Situación ejemplar, puesto que el di-
ideología en este sentido suplanta a la religión cuando el mundo es
vorcio entre el concepto y la cosa demuestra con toda evidencia la
entymbert, desencantado o desmistificado, cuando se impone la creen- inaplicabilidad del punto de vista: lo que tiene un sentido en el inun-
cia de que todo es cognoscible —o que puede haber un conocimiento
«sin rodeos»—. Esta creencia conlleva seguramente consecuencias im- do moderno no lo tiene allí. Karl Polanyi tomó la segunda posición,
y rechazó lo «económico» en su versión contemporánea para retener
portantes. (Me refiero a una observación de Prangois Film que pensa-
la «economía». El lenguaje es incómodo, pero sobre todo la decisión
ba en los revolucionarios franceses.) Pero lo que ante todo necesito es
representa un lamentable paso atrás por parte de un autor a quien
una etiqueta general que sirva para comparar el caso moderno, excep-
tanto debemos. Es cierto que Polanyi se :presura a añadir, en con-
cional, en el que la concepción general de los valores no coincide con
formidad con la tesis fundamental de su libro The Great Transforma-
lo que se llama prima facie religión, y el caso tradicional en el que hay lion, que por oposición a nosotros las otras sociedades no han segre-
coincidencia, y no he encontrado palabra mejor para ese fin (cf. 1971
gado los aspectos económicos, que en ellas se los encuentra única-
a, pp. 32-33).
mente mezclados o embutidos (embedded) en el tejido social (Polanyi,
Apliquemos ahora estas observaciones generales al punto de vista
19574 pp. 243 ss.).
económico. Se empieza por observar que en apariencia no es fácil defi-
Si hay un punto sobre el que todo el mundo está de acuerdo, es que
nir lo económico. En su monumental Historia del análisis ehottántimy
para aislar los «fenómenos económicos» el antropólogo debe desgajar-
Shumpeter no da definición: define el análisis económico pero admite
es del tejido en que están insertos. Y muy bien puede pensarse que
sin más como datos lo que llama los «fenómenos económicos» (1954).
Es difícil proponer una definición que sea universalmente aceptada,
9 Resumiendo la interacción intelectual entre la India y Occidente en el siglo sis o
sobre todo si se la quiere poder imputar tanto a los economistas del edbto: a_.laIndia integraba todas las cosas en ona tormz inaltend ‘le, mientras que ()cc:
pasado como a los contemporáneos. Por ejemplo, Ricardo ciertamente derde desarrollha un movimiento seguro de sus unnetpius, coo idreatr marco. per
no se ocupaba de «recursos escasos». Esa es quizás una razón del silen- mancntesn (1969, ho jine)

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dicha tarea es un tanto arriesgad :r, incluso destructiva. Es particular- /Tollo de N Ciencia económica en sus comien205, tal y come se ve en
n'eme difícil —y por añadidura vano— separar los aspectos políticos y la obra magistral de Schumpeter (19S4).
económicos. INi; hay en ello nada de sorprendente, puesto que obser- En ausencia de esta Historia del análisis ermilimico, la indagación pre-
varemos en nuestra propia cultos 1:1 emergencia muy reciente del sente probablemente no habría podido ser emprendida. Como lo indi-
punto (le: vista económico desde el interior del punto de vista político. ca el título y corno insiste el autor en varias o casiones, S c
Distinguir de modo cada ve; mas estricto, como algunos proponen,
humpeter se
ocupa exclusivamente, no del pensamiento económico entero, sino
una «antropología políticaa y una wantfopologia económica» carece de únicamente de lo que en este pensamiento puede ser considera-
sentido para el progreso del C0110Cimiento, significa únicamente ceder do como científico- Su Historia criba, por así decirlo, el grano científi-
a la tendencia moderna a Ulla compartimientacitín y especialización co de la paja no científica —y bajo este :1115;010 será aquí nuestro apoyo
"cien/es, mientras que 1:1 inspiración antropológica consiste muy por principal—. El resultado de esta concienzuda encuesta fundada en toda
cl contrario en religar, ien re-unir! una vida de estudio v una inmensa erudición no es únicamente que
Deberia Ser evidente que no hay mida que se parezca a una econo- hay mucha paja al lado del grano. La sucesión histórica muestra, no
mía en la realidad exterior, hasta el momento en que construimos tal un crecimiento regular, sino fin gran desorden y las niils s orprenden-
objeto. tina vez hecho esto, podemos descubrir en todas panes en al_ tes d is continuidades en puntos decisivos. Schumpeter no se cansa
gens medida aspecto, nuis o menos cotrespondientes que en estricto nunca de subrayar estas irregularidades: cómo adquisiciones y descu-
fleliieramox llamar «cuas; económicos» o ileirtualmente económi- brimientos tempranamente hechos han permanecido durante largo
cos». Naturalmente deben ser esi Lidiados, pero la restricción («cuasi») tiempo con letra muerta o han sido despreciados por la corriente prin-
Importante para el caso: el lugar de tales aspectos en el conjunto no cipal, y han tenido que ser redescubre nos mucho más tarde (C0(710 la
es el mismo aquí y allá, y esto es esencia/ a SU naturaleza comparativa. Utilidad marginal en Caliani, Da niel
Bernocilli , etc. , 1954 , pp.
Ahora, si el objeto, la «economía», es una construcción, y si la disci- 300-305, 1054); cómo las obras que han tenido mayor influencia no
plina particular que b construye no puede decirnos cómo lo hace, si eran las más sugestivas o las anris científicas (Adam Smith); cómo vías
no puede .l a rnos la esencia de lo económico, las presupericioner de base fecundas y desarrollos sanos han tenido inexplicablemente que ser
sobre las que es construido, entonces no es preciso encontrarlas en la conscientemente abandonados o anulados durante un tiempo; cuán
reliniiiu entre el pensamiento económico y la ideolglia &loba!, es decir en el lu- extraño aparece retrospectivamente el «rodeo ricardiano» que domina
gar de lo económico en la configuración ideológica general'''. Dada la el periodo clásico (aun cuando según Schumpeter la influencia de Ri-
Iir im.ucla del punto de vista económico en el mundo moderno, es na- cardo ha sido menos amplia entre los especialistas ingleses de lo que
tural suponer qUe tal perspectiva fiche hallarse profundamente enraiza- con frecuencia se admite). Schumpeter expresa su extrañeza, casi se
da en la constitución munial del hombre mídeme, que debe tener diría su consternación, ante codo esto; no lo explica, y en el fondo no
para él implicaciones particulares no desprovistas de significación, puede explicarlo porque su investigación supone el punto de vista eco-
pero que son suseipribles de escap:irsele corno nos decía hfunie. nómico como algo dado y se sitúa a si misma en el interior de ese punto
Enconicaremos que la manera cómo se construye la realidad que se de vista.
reputa externa, objci iva, y que recibe ti nombre de «economía», se ha- Sólo alguien que se mantenga en el exterior puede intentar mostrar
lla regida por condicionamientos internos a la ideología general; una cómo este punto de vista particular ha accedido a la existencia. En
aplicación de este «seno que podría servir para verificarlo indirecta- este sentido, la Historia de Schumpeter solicita un complemento del
mente set la esclarecer el curso extraordinariamente desigual del desa- tipo que aquí se intenta, cualquiera que pueda ser la desproporción de
conocimientos entre los dos en extensión y en mérito. Si tomamos la
\ un is prcciso que csferlios equip idos par i.buillcar evo rcl (cern 1.slt (pulpa perspectiva económica como parte integrante de la ideología, no pre-
r tuno I t que nos lo ad ele(ant., cunwl ntsesuo (titurranss.mo guntamos para empezar si una proposición económica dada es venia-
es incomplci(). puede fu-unir que sol,.trinimiltiiinkriti. descubramos ams relceiiin (11w dem o falsa, sino únicamente cómo es pensada, quiero decir en qué re-
/set Los,. ese senado1.1 Cuestion (lelkr t ;A.(1(11114.1( chi( n lación con otras proposiciones — bien sean interiores o exteriores al

ti
discurso económico—, y particularmente cn qué relación no aparente tándose de nuest ra propia cultura, es no sólo posible sino ". Ais
con proposiciones no económicas. Puede entonces ocurrir que la pro- nuestra ideología es una condición sine qua non pa ra trascenderla, pues
posición dada aparezca como fuertemente fundada en sus relaciones ella es el vehículo espontáneo de nuestro pensamiento, y en ella per-
intra-ideológicas mientras que se halla débilmente fundada en su ref.> maneceremos encerrados tanto tiempo como tardemos en tomarla por
rencia objetiva. Después de todo, esto no debería sorprender, puesto objeto de nuestra reflexión.
que la economía como ciencia no se ha desarrollado en el vacío, sino Así, el tan conocido debate sobre b anterioridad relativa de la innova-
en un campo en que se hallaban presentes representaciones no cientí- ción ideológica y la innovación exterior, como el del huevo y la gallina,
ficas, de sentido común. Encontraremos que la relación va mis lejos, ese debate fastidioso y estéril permanece interior a la ideología.
pues la perspectiva económica se desarrolló de hecho a partir de una Un ejemplo ilustrará el hecho: la tendencia general entre nosotros
pulsión idudógica que doblegó poderosamente su curso, al menas en es aceptar, aunque no sea mas que corno un esquema familiar y útil,
los estadios iniciales. En otros términos, el objeto científico no era fá- algo parecido a la construcción marxista infraestructura /superestruc-
cil de construir, y los vagabundeos de sus constructores muestran, si tura: en un polo la vida material y las relaciones de subsistencia, en el
es preciso hacerlo, que no se trataba solamente de registrar un dato otro todo lo demás, o sea el resto de las relaciones sociales, incluidas
exterior. las relaciones políticas, la religión, el arte y la ideología en general
A la inversa, esta investigación ilustra sobre la ideología general. —estando el primer polo dotado, al menos de manera hipotética, de
Por anticipan la economía reposa sobre un juicio de valor, sobre una una eficiencia causal preeminente—. Este modo de ver es parte inte-
jerarquía implícita; la categoría supone la exclusión o la subordinación grante de una fuerte tendencia ideológica contemporánea: es así come
de cualquier otra cosa. En otros términos, aprendernos qué tipo de la mayor parte de nuestros contemporáneos gustan representarse las
«rodeo» realizamos cuando creemos simplemente «estudiar la econo- cosas en una primera aproximación. Al decir esto, no tomo posición
mía». en cuanto a la verdad o la falsedad de ninguna de las ahrmaciones de
Llegado a este punto, el lector más paciente, el que ha contenido este tipo. Sin embargo, bien puede decirse, y supongo que un especia-
hasta aquí su irritación, alzará —supongo— los hombros y exclamará: lista en ciencia social puede gozar del permiso de afirmarlo, que tales
«Todo esto es un puro sin-sentido. El hecho primero es el extraordi- proposiciones son con frecuencia falsas y pueden incluso ser reconoci-
nario desarrollo económico que nos rodea y domina nuestras vidas; la das corno tales sin que el hecho tenga un impacto notable sobre la vi-
primacía de la perspectiva económica no es otra cosa que la expresión talidad de la creencia general. Por poner un ejemplo de peso, sostengo
' de este hecho en el pensamiento común.» Con toda seguridad, existe que la revolución industrial, en el continente europeo y en particular
una relación entre los dos planos, aun cuando sea menos simple de lo en Francia, es corrientemente antefechada en sus diversas fases y as-
que ele lector supone. De hecho, plantea una terrible cuestión a la que
1 no puedo escapar por más tiempo: ten qué medida es legítimo:y útil, 1 ' 'Mi critica versaba en primer lugar solare la división (no critica y definitiva) de los
extraer la ideología de su contexto, estudiarla separadamente sin to- fenómenos sociales bajo nuestras rdhricn familiares (politica, económica, etc.) (cf. De
mar en consideración sus concomitancias? Proceder de ese modo es Reuck & Rnight, 1967, pp. 37-38). En el plano metodológico reclamaba la distinción
no sólo ir contra corriente de la práctica habitual, sino apartarse de entre rasgos ideológicos y no ideológicos (1967, § 22, § 118; 1970, pp. 154-156) en la
práctica antropológica así como en una perspectiva comparativa. ele mantengo en ello
una orientación acerca de los fines y los medios de la ciencia social y mientras se trate de una sociedad extranjera y de una comparación global. En efecto, no
de la historia, que cuenta con el amplio acuerdo de nuestros colegas' se puede aspirar a descubrir una ideología extranjera sin mantener una relación suficien-
contemporáneos. Además, aislar así una parte de la realidad social está temente estrecha con el comportamiento observado, pues estaríamos demasiado expues-
- en aparente contradicción con la inspiración antropológica, y con mi tos a groseros errores si no concediéramos todo su peso al control por lo que tenme de
hecho». U caso es completamente diferente en nuestro propio universointelectual y so-
propio y repetido alegato en favor de una perspectiva holista, de tal cial, en el que es posible proponerse volver cigala:Mi lo que se oculta mediante una efull-
modo que puede parecer que yo sea el último en poder comprometer- mración con una ideología diferente, dando por supuesto, como más adelante se dice,
me en un tal ejercicio sin contradicción. En realidad, la ruptura que que el resultado obtenido no será nunca más que parcial: la separación efectuada es útil.
propongo se halla en el extremo opuesto de las que he criticado, y tra- iildispensable incluso. no es definitiva o final.

38 ^,9
p edos cn unos treinta o cincuenta años por los adeptos de una expli- ellos resultan. tentativa se limitaba originariamente a la géncsi: del
cación materi:dista de la revolución francesa. Me refiero a la literatura pensamiento económico a partir del siglo XVII a través de los fisiócra-
general, distinta de la literatura técnica, pero no siempre de la históri- tas hasta Adarn Smid i (y Ricardo), es decir :I la emergencia per separa-
ca. NI prejuicio general del que éste es un caso particular representa ción o diferenciación del punto tic vista nuevo. Oliserve entonces que
un caso (le creencia enraizada, de yrislyirl thinking corno se dice en in- el camino de Marx había sido precisamente el inverso: había reintegra-
lo cual Indica una situación central en el corazón de la ideología do el punto de vista tisf creado —pero esta vez en posición dominante—
moderna. Como tal, es una pare de nuestro objeto, y no alg,o que pu- en la configuración general. No radica ab( únicamente su contribución
diem untar en nuestro equipo de herramientas. Por lo demás, y contra- tal y como se nos aparece, pues esa ha sido a lo largo de toda su obra
riamcnic 3 un prejuicio emparentado con el precedente, los hechos ma- su intención afirmada, el Fin perseguido en este terreno: remodelar la
te, ¡ales o extraideológicos no son los más fáciles de reconocer; muy por economía política «burguesa» (le acuerdo con la imagen global que se
el cauterio. ha discusión Continúa sobre numerosas e importantes halda hecho del destino del hombre. Veía así volver a cerrarse el
ese iones de hecho, y el no-especialista tiCriC raramente el sentimiento circulo elegantemente: podía seguir el crecimiento del fenómeno des-
de que se ha Ilegatlo a un acuerdo, aunque sea poco duradero, en el que tic el grano hasta el árbol, desde su nacimiento a su apogeo, su esplen-
inhala lniarse. Puede ptreeee extraño, pero es más fácil formarse una dor o su triunfo. Más comunmente quizás el lilmealismo económico
idea relativamente cierta de la Riquita de las Ilati011e5 de Adata Smith que sea considerado como la cima de la ideología económica (cf. Polanyi,
del estado de Inglaterra en 1776, año de su publicación. 1957). Pero queda en él un elemento de limitación: el h0/110 OCCOMIMialr
No consecuencia, mientras que el analista puede naturalmente su- no subordina los otros aspectos del hombre, y no posee la ambición
frir /3111 - SU HIS LI fiCient e conocimiento del contexto, es más seguro para dei homl,re. (le Marx. No ha y ninguna contradicción técnica al itinera-
él dejar de lado en el análisis lo que no pertenece estrictamente a su rio desde Smith y Ricardo a Marx. En su inomento designaré este li-
mlijeto: la relación del pensamiento económico con la ideología gene- naje simplemente corno los «primeros clásicos»; la expresión es arbi-
rad_ 1:1 cuadro que de ello resulte no será un cuadro sociológico com. traria, y el estudio no pretende cubrir un corte cronológico en la his-
aleo, sino un cuadro parcial cuya significación sociológica final per- toria del pensamiento económico: se concentra cn la relación entre la
manecerá por esta razón fuera de alcance. Tal será nuestro «recito». A ideología global y la economía, y es selectiva en Io qtic concicrne ramo
primera vista, el rechazo de la dimensión no ideológica parece aca- a los temas como a los autores.
rrear una pérdida de sustancia. Pero este empobrecimiento se com- Es eso lo que hace a este libro, como decía en el prólogo, tan dife-
pensa en alguna medida mediante la adquisición de una dimensión rente a un trabajo antropológico, y es eso lo que solicita un control se-
comparativa que viene a reemplazar a la presente en forma de algunos vero. Este control es inicialmente tarea del autor. irro es preciso tam-
conceptos simples ya señalaclos. bién que sc ponga al lector en condiciones de formar su propia opi-
Me he anticipado algo a la conclusión de este estudio para presen- nión; se ha puesto en ello todo el cuidado 1,Os1ble, a expensas quizá de
ta su perspectiva de conjunto e intentar que el lector no la rechace de la ligereza y la elegancia. Además, el autor no es economista —estaría
entrada. Si al final hemos proyectado alguna luz sobre la historia del fuera de lugar tratar estadios más avanzados de la ciencia económica—,
pensamiento económico, si hemos revelado relaciones significativas en se halla por ello expuesto al error y debe actuar de forma que todas las
el puzzle desarticulado, en el amasijo aparentemente atomizado de proposiciones más o menos técnicas que aventure puedan ser fácil-
nuestra propia cultura, si hemos encauzado ese desarrollo excepcional mente verificadas por los especialistas: el origen o la derivación de es-
hacia alguna relación inteligible con el curso más común de las civili- tas proposiciones seni explicito12.
zaciones superiores, entonces la perspectiva estará justificada.

a Hl, las citas la n raducei(in será t'u de incorrección, siempre que


una parce/a de sentido parein en luego; uc r a las n'aducciones exis-
Esbozaré ahora lo que vendrá a continuación, insistiendo en los li- lenrcs, aunque scan formalmente enks cuararos limites de la erudición,
mites del estudio y en las precauciones y salvaguardas técnicas que de se rcndrá una idea por h biblingr,dia. que se ha querido más hien restrictiva

St
Todas las principales obras generales consultadas, excepto la ;tia- PRININI A E RUE
da del dllákriS de Schumpeter, tratan de lo económico en su contexto LA GliNliSIS
intelectual. Han formado mi comprensión o confirmado mi camino.
Son: Ube Political Element in lbe DCITIOPMeni of Economie Theory de Gun-
nar Myrdal (1929), el largo ensayo de Thorstein Veblen titulado «The
Prcconceptions of Econoinics Science», publicado originalmente en
1899-1900 y recogido en su libro Tbe Place of Science in Madera
lino (1919), y la obra de James Bonar, Rbilosopby and Political Econolny
(1927). Sólo tardíamente he tenido acceso a algunas de las obras deJa-
cob Viner. en las notas se hará referencia a ellas. Lajormadám del radi-
calismo filosliai de Elie lialévy (1901-1904) toca de modo importante
nuestro tema. Es el tipo de libro sobre d que reposa toda la investiga-
ción sobre la ideología moderna.
Es necesaria una exposición general y sumaria; la he reducido al
mínimo, prefiriendo por razones metodológicas y de otro tipo anclar
el desarrollo en algunos puntos monográficos —en los que espero
que el antropólogo recupere sus ventajas—. Algunos textos han sido es-
cogidos por su interés y su pertinencia y han sido estudiados de mane-
ra relativamente profunda. Estas monografías varían mucho en exten-
sión y en dimensión, están respectivamente consagradas a los dos
Tratados sobre el gobierno civil de Locke, a la Fábula de las abejas de Man-
deville, a la teoría del valor en Adam Smith, y finalmente a algunos
textos de Marx tomados sobre todo de sus primeras obras. Ricardo es
alienas mencionado; un estudio de sus teorías del valor y de la renta
en relación con las de Marx ha sido necesario pero no se ha incluido
aquí.

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