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Álvaro Portillo

“EL ESTADO DE BIENESTAR EN AMERICA LATINA”

“THE WELFARE STATE IN LATIN AMERICA”

“L’ÉTAT PROVIDENCE EN AMERIQUE LATINE”


EL ESTADO DE BINESTAR EN EL SIGLO XXI

Algunas precisiones ineludibles

¿ Qué es el Estado en el siglo XXI? ¿ y el Bienestar? ¿ cuáles son los objetivos que se le
atribuyen al Estado en las actuales circunstancias? ¿ por qué preocuparse por estos
problemas? ¿ qué intereses están en juego?... Las preguntas podrían extenderse
ilimitadamente, porque si algo es claro en el presente es la confusión reinante en todos estos
temas y por consecuencia el estallido polisémico de todos estos conceptos, muchas veces
astutamente al servicio de algunos en perjuicio de otros.
Por lo tanto, es imperioso para poder establecer una comunicación clara y honesta intentar
establecer los significados que se asumen y explicitar las intencionalidades desde la que se
parte.
El Estado, en el capitalismo, ha sido una instancia relativamente autónoma al servicio de la
perpetuación del sistema en su conjunto. Pero también fue un campo de lucha que permitió a
su interior expresar muchas veces intereses contradictorios. Ello trajo como consecuencia que
una de sus características principales haya sido su carácter cambiante dando en ocasiones la
apariencia de un itinerario errático ; lejos de la perspectiva cosificadora que con frecuencia la
teoría del Estado o inclusive otras expresiones teóricas como desde el propio materialismo
histórico, se trata de una institución permeable y sumamente plástica al devenir de las
relaciones sociales históricamente desplegadas y en especial a la correlación de fuerzas
sociales y políticas existentes.
La segunda mitad del siglo XX expandió una determinada forma estatal , el llamado Estado de
Bienestar, cuyo diseño y experimentación había dado comienzo en USA a partir de las políticas
keynesianas expresadas en el New Deal, y que luego de la segunda guerra mundial se exportó
a todo el mundo capitalista, particularmente a aquellas regiones comprendidas en lo que se
denomina como Occidente.
Esa forma estatal fue un correlato de una determinada fase histórica del desarrollo capitalista, y
por lo tanto fue parte del tipo de relaciones de producción manifiestas ; fordismo y taylorismo
fueron los esquemas productivos estructurantes de esas relaciones de producción en donde
desde la esfera política lo más resaltable fue la insistencia en la consideración del Estado en la
producción y en la reproducción social teniendo como telón de fondo de esta fórmula la noción
de soberanía.
El siglo XXI ofrece una realidad sustancialmente diferente. La denominada globalización, que
con mayor precisión puede decirse que es la expresión de la actual fase histórica del desarrollo
capitalista, ha modificado radicalmente las formas de la producción y de la reproducción social.
Apelando a un esfuerzo de máxima síntesis, se puede decir que la globalización implica una
forma de producir descentralizada en el territorio, concentrada en su propiedad y comando, y
teniendo como factor fundamental del proceso de valoración al conocimiento y la información.
Obviamente ello repercute en la forma estatal, expresándose en un nuevo tipo de Estado en
donde lo que más resalta es su repliegue en la producción y la reproducción social, el recorte
tajante de la soberanía ( hay quienes afirman que esta noción ya no tiene cabida) y un cierto
ambiente de crisis política constante.
No nos proponemos hacer otro análisis del Estado contemporáneo ni de la globalización.
Simplemente parece indispensable en aras de esa claridad a la que apelábamos al principio,
efectuar estos recordatorios, dado que de lo contrario puede dar lugar a malos entendidos.
Existe un nuevo escenario que es indispensable considerarlo para reflexionar acerca de
posibles alternativas prospectivas.
En este contexto, la noción de Bienestar ha quedado sumamente desdibujada. ¿ Es Bienestar
la satisfacción de las denominadas necesidades sociales básicas por parte de toda la
sociedad? ¿ es Bienestar el logro de la felicidad plena por las grandes mayorías? ¿ en el
presente, qué es la felicidad y cómo se logra? ¿ tiene el Estado algo que ver con esas cosas? ¿
es posible comprender a todos los individuos en las propuestas , o acaso de acuerdo con las
lógicas excluyentes del capitalismo global deberán existir importantes segmentos de la
población que no hay por qué considerarlos?
Lamentablemente el siglo XXI nos enseña que aún en aquellos lugares en donde las
necesidades básicas están satisfechas no se vive ningún clima bucólico de felicidad y como si
fuera poco, la lógica excluyente a la que se hacía referencia condena a grupos sociales ,
países y hasta continentes a quedar sin acceso a esas elementales necesidades básicas.
Nada más confuso, aunque por demás desafiante. Es tal vez una de las encrucijadas más
problemáticas para el desarrollo del pensamiento crítico, en tanto la savia que sea capaz de
sustentar conceptualmente caminos alternativos.
El pensamiento conservador abrazó a fines del siglo XX la idea de la posmodernidad, con su
secuela de fin de la historia y de las ideologías, apología de lo efímero y desplazamiento de la
moral, en un intento de edificar una panoplia de conceptos justificadores y legitimadores . Ello
duró poco; al presente, ha dejado de ser creíble todo lo que se afirmó desde los años ochenta
del siglo pasado, y las propias fuerzas conservadoras no atinan sino a balbucear lugares
comunes no creíbles ni por ellos mismos.
Es ésta pues la fortaleza que se le abre al pensamiento crítico. Los acontecimientos de la
historia se han constituído en la mejor pedagogía crítica del capitalismo. Es tal vez la patética y
absurda " guerra preventiva " que quiere iniciarse por estos tiempos, una de las
demostraciones más acabadas de las flaquezas intelectuales y morales de las fuerzas
conservadoras.
Por lo tanto una reflexión de cara a la concepción de alternativas está obligada a repensar todo
para poder ser creíble y exitosa .
No obstante la globalización con su proceso de aceleración de la integración social a escala
mundial, siguen siendo muy diferentes las realidades locales y regionales. A pesar del
abrumador peso de esta integración, las historias nacionales y regionales siguen y seguirán
pesando en los diversos escenarios porque la sustancia que los nutre son seres humanos de
carne y hueso y con una conciencia históricamente labrada. Las mutaciones del Estado de
Bienestar no han sido las mismas en lo países europeos que en USA, ni menos aún en las
diversas realidades latinoamericanas.

Algunos aspectos a considerar de la realidad latinoamericana

En América Latina el Estado fue como en otras partes un factor fundamental para realizar a las
sociedades nacionales que los centros de dominación mundial ( en aquél momento Gran
Bretaña) inventaron luego de la Independencia. Después de varias décadas de existencia
meramente formal, dada la constante inestabilidad política atravesada por guerras civiles y
gobiernos que no gobernaban, los albores del siglo XX marcaron el inicio de la consolidación
de las relaciones de producción capitalista, para lo cual los estados jugaron un papel
estratégico.
Es recién en ese momento que comienzan a tener una existencia que trasciende las meras
enunciaciones formales y que inciden en la confomación de las nacientes sociedades
nacionales. A partir de allí, los Estados viven un desarrollo evolutivo cuya mayor expresión se
va a alcanzar luego de la segunda guerra mundial, en donde a imagen y semejanza de las
propuesta europea y norteamericana se intenta crear Estados de Bienestar.
Con logros materiales y éxitos políticos muy dispares dependiendo de los países en cuestión,
los estados se desarrollan y contribuyen de manera relevante a las nuevas formas de
producción ( en el campo y en la ciudad, en la industria y en los servicios) y en especial se
comprometen con la reproducción social, tan necesaria para hacer posible una cierta
homogeinización cultural que habrá de obtenerse en lo fundamental a través del sistema
educativo con la consiguiente alfabetización.
La savia política que propició este desarrollo se nutrió de revoluciones ( México, Bolivia, Cuba,
Nicaragua ) de regímenes populistas de amplia base social y enérgico poder político como el
peronismo ( Argentina), el varguismo ( Brasil) o el cardenismo ( México) entre muchos otros
que alteraron en las débiles democracias latinoamericanas.
A diferencia de su fuente de inspiración, las democracias occidentales europeas y
norteamericanas, el capitalismo dependiente en América Latina no pudo integrar plenamente a
todas sus poblaciones y regiones. Siempre quedaron bolsones de pobreza y marginalidad,
particularmente en la región andina, en Centroamérica y en el Caribe. En el Cono Sur la
modernización temprana correlativa con la industrialización y la urbanización, permitieron la
consolidación de las instituciones democráticas.
Este cuadro de cosas, en las dos últimas décadas pasadas se alteró sustancialmente luego del
huracán neoliberal. América Latina fue la región en donde tal vez con más intensidad y con
mayor ortodoxia se aplicaron las recetas neoliberales. La influencia determiante del FMI y del
Banco Mundial dado el peso de la deuda, así como la histórica tutela de USA, hicieron posible
la imposición de estas políticas. Por cierto, que al igual que el tango, para ello ese necesario
dos interlocutores : además de los centros dominantes, los aliados locales asumieron y
aplaudieron éstas políticas a veces yendo aún más lejos que sus mentores.
El resultado fue entre otros un verdadero descuartizamiento del Estado : privatizaciones,
desregulación, disminución sistemática de los recursos presupuestales, más la corrupción y el
robo descarado, redujeron a los estados pero lo que es más dañino, luego del destrozo
voluntariamente aplicado, se teorizó acerca de su inutilidad.
Todo ello en un contexto en el que la nueva economía emergente de la globalización, ha
empeorado las condiciones de vida de las grandes mayorías sociales en casi todo América
Latina. A la histórica marginalidad característica del capitalismo dependiente latinoamericano,
en el presente se le sobreponen incrementos en la desocupación, sub ocupación, explotación,
exclusión, y redistribución negativa del ingreso.
Estos cambios involutivos plantean el problema del Estado en términos mucho más dramáticos
que en otras latitudes. En el presente, en América Latina ha quedado claramente constatada la
incapacidad del capitalismo para generar riqueza distribuyéndola en toda la sociedad. Es el
continente con mayor desigualdad en los ingresos del mundo.
Por su parte, esta historia reciente ha tenido también importantes consecuencias a nivel del
sistema político . Una nueva ecuación de ausencias, presencias y emergencias, constituyen un
nuevo escenario político.
Los cambios ocurridos con motivo de la globalización, la pos mdernidad y las recetas políticas
del neoliberalismo, tuvieron el gran éxito de transformar radicalmente la política. En América
Latina no solamente ha habido cambios en el discurso político, sino en lo fundamental a nivel
de la acción política misma.
Sin ánimo de internarnos en un profundo análisis del cambio establecido, cabe destacar como
uno de los aspectos más sobresalientes es la denominada espectacularización de la política.
Ante el estallido de una nueva cultura mayoritariamente de imágenes, los discursos políticos
han tendido a concentrarse en las imagen de los propios políticos la que es ofrecida
esencialmente de manera televisiva.
Ello ha acercado y alejado el quehacer político al común de la gente. Por un lado, la televisión
le otorga a los políticos un aire de coloquialidad expresada en la intimidad de los hogares
haciendo posible una aparente mayor proximidad y conocimiento entre el gran público y los
actores políticos. Pero por otro lado, dada la unilateralidad de esta presencia mediática, se ha
debilitado la posibilidad de toda interactividad entre la gente y la política.
El ciudadano debe de padecer los efectos nefastos de las políticas, sin poder hacer otra cosa
que observar por la televisión las justificaciones de los responsables.
He ahí la razón de ser de la aparición de esa suerte de "ludismo" político expresado en la frase:
" que se vayan todos". Pero es también la explicación de la apatía, las búsquedas por los
caminos fantasioso del esoterismo y el misticismo, los fundamentalismos, la violencia lisa y
llana hacia los más débiles, y otras formas más o menos perversas de resituarse.
En este nuevo escenario la izquierda tradicional en todas sus vertientes ha desaparecido
prácticamente en la mayoría de las sociedades latinoamericanas. A las transformaciones
ocurridas hay que agregarle el fenómeno de la implosión socialista, la degradación de la
revolución sandinista, la pérdida total de liderazgo de la revolución cubana, y otros muchos
errores propios, para explicar esta ausencia de un actor que a lo largo de la mayor parte del
siglo XX fue determinante en la historia política latinoamericana.
Debe señalarse entre las pocas excepciones que se salvan y que lejos de ser ausencias se han
constituído en presencias activas y protagónicas, los casos de Brasil , Uruguay y El Salvador.
Tres casos con historias muy diferentes que marcan la presencia de una izquierda
determinante en sus respectivos procesos políticos y con una agenda de gobierno frente a sí.
Con respecto a las presencias que expresan una continuidad a nivel del sistema político, se
trata de las diversas fuerzas políticas conservadoras latinoamericanas. Habiendo soportado
más o menos exitosamente los embates de la izquierda durante el siglo XX, fueron el actor
privilegiado y portavoz de las recetas neoliberales y sus respectivos gobiernos. Ello les dio
durante las dos últimas décadas pasadas una enorme relevancia, porque se presentaron ante
la sociedad con un discurso y una propuesta de gobierno diferente llena de expectativas de
bienestar y felicidad colectiva.
Los resultados ya están a la vista en cuanto al fracaso rotundo de esta propuesta. Pero no
solamente este fracaso se expresa en retroceso económico, redistribución negativa del ingreso,
exclusiones múltiples, desmantelamiento del Estado, abandono de todo compromiso social ; las
fuerzas conservadoras en América Latina casi unánimemente asociaron su propuesta con una
corrupción rampante que llegó a expresarse en los desvergonzados discursos de sus
principales líderes. Piénsese en Menem, en Collor de Melo, en Salinas de Gortari, en Bucaram,
etc.
Ello ha conducido a un profundo desprestigio de sus imágenes, de la propia propuesta
neoliberal y por añadidura de las instituciones democráticas mismas.
Por su parte, en escenario latinoamericano ha visto surgir a nuevos actores nuevos y
diferentes. Nuevos líderes con discursos de compromiso con la situación de las mayorías, sin
antecedentes de actuación en la izquierda ni siquiera en la política, y con una proyección futura
difícil de prefigurar. En lo fundamental se trata de militares o dirigentes de movimientos
sociales indigenistas con una proyección a nivel de toda la sociedad por su actividad en esos
niveles.
Este escenario con estos actores constituye la realidad política actual latinoamericana . Más
allá de las dudas que generen varios de estos nuevos actores, o inclusive las interrogantes que
despierten los procesos hoy hegemonizados por la izquierda, la actual coyuntura se ofrece
como una importante transición.
Sin lugar a dudas que luego del huracán noeliberal, el capitalismo en la región está seriamente
cuestionado por vastas mayorías sociales. No solamente por los oprimidos de siempre que se
han visto aún más explotados que en tiempos anteriores, sino por sectores propietarios en los
que la nueva lógica económica ha rechazado y llevado a su exclusión. Tradicionales clases
medias o inclusive altas que apoyaban las opciones consevadoras, en la actualidad
demuestran hastío y apertura hacia otros rumbos. Las izquierdas exitosas se han nutrido
significativamente de estos contingentes.
Por lo tanto, no obstante tanto dolor y sufrimiento por los efectos de un capitalismo que en la
región latinoamericana ha provocado tanta devastación, existen condiciones muy favorables
para el impulso de cambios radicales. Hay una suerte de apertura ideológica, cultural y
subjetiva ante nuevas propuestas y en particular si son ofrecidas por actores creíbles y con
prestigio ; los casos del PT de Brasil o el FA de Uruguay son claros ejemplos.
Ha cambiado el escenario, hay un público muy receptivo, sobran las razones para fundamentar
los cambios ¿ se dispondrá del libreto adecuado para el logro de un final exitoso? ¿ cómo evitar
una nueva frustración a estos pueblos que desde su creación misma les ha tocado vivir tantas
injusticias y postergaciones?

El hoy, el mañana y el futuro.

La teoría del cambio social en clave política requiere indefectiblemente el diseño de un


itinerario que ubicado en la realidad actual sepa identificar las tareas del presente, las
inmediatas y su inscripción en una perspectiva futura.
Cuando la izquierda creía en la construcción lisa y llana de un socialismo del tipo soviético
mejorado, todo ello en buena medida estaba resuelto. En especial el futuro, las tareas actuales
y las más inmediatas dependían de las particularidades nacionales y constituían una suerte de
táctica para hacer posible una tránsito lo más rápido hacia el ansiado futuro socialista.
Hoy esa perspectiva socialista está totalmente desdibujada en la subjetividad de sus
portadores. Además existen valiosos y nuevos aliados incorporados al bloque popular,
deseosos de cambios, que ni siquiera tuvieron jamás ese sueño socialista. Por lo tanto, la
capacidad de creación es aún mucho más exigente.
No sirve tampoco permanecer en un reflexión acerca de las potencialidades del presente para
encarar los cambios radicales, sin avizorar concretamente tareas del hoy para poder encarar
ese itinerario. La gente piensa, sufre , desea y quiere sin dilaciones un camino de esperanza y
transformaciones.
Asumiendo todos los valiosos aportes que el pensamiento crítico contemporáneo ha venido
realizando acerca de la fetichización del Estado, y la equivocada supeditación de la "toma del
poder" como condición para una construcción alternativa, es inevitable que hoy en América
Latina las fuerzas progresistas ya han alcanzado el gobierno ( como es el caso ni más ni
menos que Brasil) o están por hacerlo como puede ser el caso de Uruguay. Por tanto, es
imperioso concebir las transformaciones en y desde el Estado, sin que ello agote la cuestión ni
mucho menos.
La experiencia de una presencia en el gobierno, fundamentalmente en los gobiernos
municipales, ha demostrado claramente le enorme potencialidad de la función de gobierno
cuando se la orienta en determinado sentido. Las prácticas de la democracia participativa en
importantes ciudades latinoamericanas, como Montevideo, Porto Allegre, San Pablo y varias
otras, ofrecen lecciones de buen gobierno no solamente en la más eficiente y eficaz gestión de
los recursos públicos, son también escuelas de democracia con grandes impactos en la
elevación de la cultura cívica de la ciudadanía, pero aún lo que es más importante, son factores
que han abierto la posibilidad de una reflexión más profunda y más allá de la problemática
municipal.
Estas experiencias con todos sus éxitos, pero también con sus limitaciones y fracasos, son una
invalorable cantera de ideas para concebir la acción política inmediata y de futuro a nivel
nacional.
Pareciera que el principal desafío que se plantea en la actual coyuntura con el escenario
descripto y con la experiencia acumulada, es superar una vieja disyuntiva que atravesó a toda
la izquierda occidental durante el siglo XX: reforma o revolución, gradualismo o destrucción del
Estado . Tanto la experiencia soviética con todas sus réplicas como el camino de la social
democracia con sus limitaciones en tanto buen administrador ( y a veces no tan bueno) del
capitalismo en todas sus fases incluída la actual no surgen como fuentes de inspiración ni
menos aún como modelos a considerar .
Se trata de asumir la necesidad de transformaciones profundas que en la actualidad
encuentran sus fundamentos hasta en razones éticas, en donde haya la posibilidad de redefinir
la felicidad colectiva, el bienestar, y en definitiva el sentido de una nueva convivencia.
Paradojalmente, no obstante las postergaciones y sufrimientos materiales de las grandes
mayorías sociales, hay claros indicadores que uno de las principales aspiraciones es encontrar
sentido a la vida a través de un nuevo proyecto cultural y moral. Son los jóvenes los que tal
vez ello lo tienen más claro y más lo reclaman, aunque muchas veces a través de medios
distorsionados.
Es por ello que corresponde centrar en la reconsideración del Estado una nueva relación
Estado -Sociedad. La democracia representativa debe de desarrollarse profusamente con una
serie de nuevos y diversos mecanismos que admitan y promuevan el protagonismo popular y
ciudadano. Es condición absolutamente necesaria aunque insuficiente el gobernar para la
gente y con la gente. Ello implica someterse a la crítica permanente, requiere de una total
transparencia de la gestión y sobre todo supone involucrar en el debate a las grandes
mayorías, para comprometerlas activamente con los cambios a emprender.
La reconsiderarción de la deuda externa, al aliento a las viejas y nuevas formas de producir la
riqueza, la distribución del ingreso, las relaciones internacionales, la construcción de los
espacios de integración regional, la reconsideración de la seguridad nacional, la protección del
medio ambiente, las relaciones interpersonales sobre bases de igualdad y respeto, etc, son
temas a definir con la gente y no exclusivamente en instancias cupulares, sean éstas gabinetes
de gobierno o inclusive parlamentos. La discusión allí es insuficiente, en especial en aquellos
grandes temas que marquen un nuevo rumbo para la sociedad toda.
He ahí pues una primera afirmación contundente acerca de la nueva política a recuperar,
revalorizándola pero transformándola en una acción colectiva cotidiana.
La reforma del Estado fue una de las principales banderas del neoliberalismo, que en América
Latina la llevó adelante en ocasiones hasta sus últimas consecuencias. Una apretada síntesis
de sus "logros" se resume en privatizaciones de todo lo que históricamente manejaba el Estado
y podía llegar a tener un potencial de lucro : empresas públicas industriales y de servicios, la
salud pública, la seguridad social, en parte la enseñanza, la seguridad interior con el aliento a
las policías privadas, la construcción de vivienda de interés social, las relaciones diplomáticas e
internacionales a través de grandes consultoras y empresas de lobbys, conjuntamente con
desregulaciones generalizadas habilitantes a negocios privados en perjuicio de sectores
desprotegidos, etc.
Es posible concebir otra reforma del Estado que no debe ser necesariamente un anacrónico
regreso al Estado de Bienestar concebido en el New Deal. Una reforma del Estado que sea un
factor ( no el único) activador y promotor de los cambios profundos a que se aludían. ¿ Sobre
qué ejes es posible concebir estas transformaciones?

1. Descentralización y desarrollo local.

El centralismo que caracterizó al Estado de la modernidad, ya sea en clave del industrialismo


capitalista como en clave del industrialismo socialista, tuvo claros propósitos políticos hoy
fuertemente cuestionados ; además, fue el correlato de una determinado forma de producir que
en el presente también está perimida.
Se trata de iniciar una estrategia de descentralizar decisiones y manejo de los recursos a nivel
de las diversas jurisdicciones territoriales. En ello hay una voluntad democratizadora pero
también mucho se refiere a la descentralización en tanto la infraestructura del desarrollo local y
regional. Hoy es absolutamente claro que el éxito de un proyecto nacional no es el éxito de un
proyecto político centralizado sino la sumatoria de muchos éxitos locales. Por lo tanto a nivel
nacional la estrategia debe consistir en una aliento a lo local apoyando en todo lo que surge
como necesidad en esa instancia . Es una estrategia de flexibilidad y mucha autonomía
operativa de los componentes nacionales, sean éstos provincias, municipios o inclusive
meramente localidades. La postura del gobierno nacional es garantizar la igualdad de
oportunidades, lo cual significa el apoyo principal para con aquellas entidades más débiles y a
su vez la salvaguarda que la descentralización no se convierta en un espacio de egoismo ajeno
al sentir de toda la sociedad como ha solido ocurrir con los intentos autonómicos de
determinadas regiones favorecidas en países con fuertes desigualdades regionales.

2. Nuevas formas de participación

Es indispensable construir nuevos espacios de participación que complementen la democracia


representativa. El presupuesto participativo tan bien experimentado en Brasil, la
descentralización participativa de la gestión, la conformación de instancias permanentes de
consulta e intercambio con ámbitos de la sociedad civil en los distintos niveles institucionales, el
recursos a plebiscitos y referendums ( que en Uruguay han sido tan importantes para luchar
contra las políticas conservadoras , pero también como espacios de expresión ciudadana).
Es fundamental una nueva política de medios de comunicación; la hegemonía cultural de las
imágenes y los nuevos códigos que de ello se generan, condiciona a ser muy atentos a la
manera de comunicarse con la sociedad toda, buscando siempre la interactividad en una lógica
bilateral. Para ello la negociación en otros términos con los grandes trusts de las
comunicaciones solamente puede darse desde gobiernos nacionales.

3. Renovación de la gestión.

En América Latina es frecuente la existencia de aparatos estatales vetustos y burocratizados.


La debilidad originaria de los estados latinoamericanos se vio reforzada por la lógica neoliberal
que hizo todo lo posible para profundizar la ineficiencia de las burocracias estatales.
Por lo tanto la reforma de la gestión incorporando toda la tecnología de punta que sea
necesaria e incorporando mecanismos muy exigentes de evaluación es una necesidad
ineludible para poder hacer posible recuperar el valor instrumental del Estado.
Junto a ello hay un problema tal vez más delicado y complejo que es la relación con la
burocracia estatal. Por un lado trabajadores asalariados al igual que todos los demás, con
bajas remuneraciones y falta de estímulos, pero a su vez tributarios de una cultura burocrática
que poco tiene que ver con los nuevos cometidos que se buscan incorporar. Ello en las
experiencias de gobierno realizadas, ha surgido como un fuerte y a veces crítico impedimento.
Para ello, no hay otra fórmula que la acción política. Un nuevo diálogo entre los nuevos
gobernantes y la burocracia en donde en primer término exista una entusiasta invitación a
participar de los nuevos objetivos mediante un activo involucramiento. Pero en caso que
puedan pesar más los intereses corporativos de la burocracia como tal, no hay que dudar en
actuar con toda la energía que requiere el ser un representante de los intereses sociales
mayoritarios. Existe el mando y la jerarquía, y ello es ineludible del funcionamiento institucional.

4. Un proyecto cultural.

El Estado deber de recobrar una fuerte elocuencia en su relación con la sociedad. Debe de
explicitar sus nuevos objetivos, persuadir acerca de sus ventajas, debatir con sus detractores,
recepcionar opiniones y propuestas . La función de gobierno no es solamente la callada
actuación del administrador que ordena papeles y firma resoluciones. Acotar la acción estatal
en ese sentido fue lo que propuso el neoliberalismo, y lo hizo porque desde esa perspectiva la
política quedaba desplazado a los espacios masmediáticos manejados desde los grandes
centros de dominación. Los gobernantes cuanto más obedientes y silenciosos gozaban de las
mejores calificaciones.
Es necesario articular el proyecto político y la gestión de gobierno con un vasto proyecto
cultural que deberá ser conocido, debatido, enriquecido y asumido por las grandes mayorías.
Corresponde desde el Estado, a través del sistema educativo, de los medios de comunicación,
de las instancias de descentralización y participación, ofrecer opciones y proponer horizontes
culturales en esa nueva y necesaria búsqueda de sentido que plantea la sociedad
contemporánea. La naturaleza y los alcances de la familia, el carácter de la educación y los
valores en los que se debe de inspirar, la manipulación genética, la protección del medio
ambiente, la interrupción voluntaria del embarazo, son temas que forman parte de este
denominado proyecto cultural.
En términos latinoamericanos la devastación económica y social ocurrida plantea con gran
perentoriedad un vasto espectro de políticas sociales que permitan aliviar las heridas de la
explotación capitalista. Políticas sociales que no deben repetir las recetas del Estado de
Bienestar de hace treinta años. Principios como la integralidad de la atención a los grupos, la
descentralización funcional y en el territorio de componentes como la educación y la salud, el
protagonismo de las comunidades en la definición acerca de qué programas sociales aplicar y
su participación en el diseño e implementación, estrecha articulación con las viejas y nuevas
formas productivas que superen la separación entre el mundo de la reproducción y el mundo
del trabajo, son algunas de las nuevas premisas en las que sustentar el nuevo rol social del
Estado.
Pero en lo que a políticas sociales se refiere es quizás el ámbito más apropiado para
constituirse en el lugar de discusión y aplicación del proyecto cultural mencionado. Nada mejor
que en la atención a la salud, la infancia, la vivienda, la recreación, etc, para concebirlo desde
una determinada perspectiva cultural a asumir concientemente.

Al comienzo de esta comunicación iniciábamos la reflexión haciéndonos preguntas; a esta


altura cabría volver a preguntarse ¿ es desde todo lo enunciado con anterioridad que puede
surgir el nuevo concepto de Bienestar del siglo XXI? Tal vez si , tal vez no. Aquí solo nos
propusimos ejemplificar con ciertos fundamentos caminos a transitar. No debemos dejar de
insistir acerca de la importancia crucial de concebir el cambio como un proceso que comprende
a toda la sociedad, con lo cual el Estado es uno de los componentes que requiere de manera
ineludible a una sociedad civil activa que efectúe el necesario contrapunto.
La ciencia social y el pensamiento crítico siguen siendo un apoyo invalorable para imaginar y
descubrir el futuro, no obstante la oscuridad y la adversidad son tan grandes que siempre nos
hacen dudar. A diferencia del " señor de los anillos" el camino de la libertad no es algo
meramente providencial, reposa en las enormes potencialidades del intelecto y de la voluntad
que son los pilares de la condición humana es por ello que no deja de ser entusiasmante seguir
confiando una vez más en la capacidad de imaginar y saber construir otro futuro posible.

Montevideo, marzo del 2003

Alvaro J. Portillo

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