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RESUMEN
El matrimonio, una institución que con el pasar del tiempo ha perdido el interés
de la sociedad.
Las formalidades con las que la familia solía constituirse son cada vez menos
frecuentes, es por ello que muchas veces se ven familias disfuncionales y en
ocasiones separaciones, a consecuencias de uniones, no digamos informales
sino que se encuentran fuera de la institución del matrimonio.
INTRODUCCIÓN:
El matrimonio visto como una institución o un acuerdo de voluntades entre los
cónyuges, es una familia protegida y promovida por el Estado, representando el
núcleo de la sociedad y por ende debe ser este el que encamine sus integrantes
a una formación ética y moral. Esta unión amparada por Ley y la sociedad tiene
derechos y deberes recíprocos, las uniones que estén fuera del matrimonio
carecen de una fuerza desde la perspectiva subjetiva, decayendo en posibles
problemas y poco compromiso con la familia y la sociedad.
Para Ripert y Boulanger citados por (Jara Quispe & Gallegos Canales, 2015)
refieren que “el matrimonio es la unión del hombre y la mujer formada con miras
a la creación de una familia. La ley reconoce esta unión y le otorga efectos
jurídicos a causa de su carácter moral y de su importancia social”
Los impedimentos dirimentes son los más graves y tienen mayor trascendencia,
tanto desde un punto de vista legal como humano, pues su existencia determina
la nulidad del matrimonio. Estos impedimentos consisten en una situación
personal (transitoria o permanente) que aunque sea de uno de los contrayentes,
es un obstáculo para el matrimonio, y como éste no puede, no debería tampoco
unirse en matrimonio. Así, los impedimentos dirimentes dependen de verdaderas
incapacidades o incompatibilidades preexistentes al matrimonio.
Tal y como lo establece el artículo 242 del código civil, estos impedimentos se
reflejan por los grados de consanguineidad y afinidad.
a) quienes creen que se debe favorecer el matrimonio del menor, por lo que en
caso de disenso debe prevalecer la opinión afirmativa y considerarse que se ha
dado el asentimiento exigido por la ley.
El juez tiene la misma facultad para otorgar o negar la licencia para el matrimonio
en el caso de los expósitos o menores abandonados o que estén bajo jurisdicción
especial. El Código Civil de 1936 en su artículo 93 confería esta facultad a los
administradores de los establecimientos especiales donde se encontraban
albergados.
El derecho adopta esta posición en razón de que por ser los padres los
principales interesados en la felicidad de sus hijos, su opinión adversa es
definitiva, por lo que no requiere ser motivada, pues puede estar fundada en una
convicción moral.
El menor que se casa sin el asentimiento a que se refieren los artículos 244 y
245 no goza de la posesión, administración, usufructo ni de la facultad de
gravamen o disposición de sus bienes, hasta que alcance la mayoría.
El funcionario del registro del estado civil ante quien se celebró el casamiento
sufrirá una multa no menor a diez sueldos mínimos vitales mensuales del lugar
que corresponda, sin perjuicio de la responsabilidad penal a que haya lugar.
(Mosquera Vásquez, 2008) Este artículo establece las sanciones aplicables tanto
al menor que se case sin el requisito del consentimiento señalado por ley, como
al registrador que lo case a pesar de ello.
En cuanto al registrador civil que realizó el matrimonio del menor sin las
exigencias establecidas por la ley, será sancionado con una multa no menor de
10 sueldos mínimos vitales mensuales, sin perjuicio de la responsabilidad penal
que le pueda incumbir.
El Código Civil de 1936 en su artículo 100 establecía que el menor que se casase
sin obtener el consentimiento requerido, no podía gozar de la posesión y
administración de sus bienes hasta que sea mayor de edad; fijando el juez la
pensión alimenticia que le corresponda en vista a su nuevo estado.
El matrimonio como acto jurídico es, además, uno de los que importa el
cumplimiento y observancia de las mayores formalidades que el sistema ha
creado para dotarlo de validez, pudiendo dichas formalidades ser consideradas
como de carácter ad solemnitatem, pues ello se desprende de una interpretación
sistemática de las normas contenidas en los artículos 144,248 ss. y 274 inc. 8)
del Código Civil.
Por último, es pertinente referirse a dos temas relacionados con el artículo bajo
comentario: uno el papel de las agencias matrimoniales y otro los matrimonios
masivos.
De otro lado, el matrimonio como acto jurídico está constituido no solo por el
consentimiento de los contrayentes, hombre y mujer -requisitos intrínsecos-, sino
también por el acto administrativo que implica la intervención de la autoridad
competente para celebrarlo -requisitos extrínsecos-; de tal manera que la
estructura del acto jurídico matrimonial resulta de ambos actos que le dan
existencia.
Empero, se debe resaltar que hay otros dos supuestos no previstos en el régimen
matrimonial-por una falta de concordancia legislativa- y que constituyen en sí
mismos causales para su invalidez; éstos son: el matrimonio celebrado por
quienes están relacionados por el parentesco adoptivo y el matrimonio celebrado
entre el procesado como partícipe en el homicidio doloso de uno de los
cónyuges, con el sobreviviente. En ambas circunstancias, se ha infringido un
impedimento dirimente y es evidente que los contrayentes adolecen de aptitud
nupcial. Siendo ésta un elemento estructural o esencial del acto jurídico
matrimonial y no estando estas eventualidades reguladas expresamente como
causales de nulidad, se confirma la inexistencia del matrimonio celebrado por
quienes no tienen aptitud nupcial en estos casos señalados.
Sobre este punto, debe observarse que la invalidez del matrimonio traduce la
falta o defecto de algunos elementos estructurales que la ley exige para que el
acto jurídico matrimonial produzca, en plenitud, sus efectos propios. Tales
elementos estructurales se sintetizan en: a) la exigencia de aptitud nupcial en los
contrayentes (es decir, ausencia de impedimentos dirimentes), b) la prestación
de un consentimiento no viciado, y c) la observancia de la forma prescrita para
su celebración.
En ese orden de ideas, las causas de nulidad del matrimonio son los
impedimentos de enfermedad mental, sordomudez, ligamen, parentesco y
crimen; regulándose, además, la inobservancia de la forma prescrita, de posible
convalidación, y la intervención de autoridad incompetente para celebrar el
matrimonio, con la actuación de mala fe por parte de ambos contrayentes. Por
su parte, las causas de anulabilidad del matrimonio son los impedimentos de
impubertad legal, sanidad nupcial y rapto; regulándose, además, la privación de
las facultades mentales por una causa pasajera, los vicios de la voluntad del
error en la persona y de la intimidación, la impotencia absoluta (o imposibilidad
de realizar la cópula sexual) y la intervención de autoridad incompetente para
celebrar el matrimonio, con la actuación de buena fe de por lo menos uno de los
contrayentes.
Los efectos del matrimonio se producen a favor del cónyuge que actuó de buena
fe al momento de su celebración, la que no se ve perjudicada por el conocimiento
posterior del vicio que provoca la invalidez. La mala fe de los cónyuges consiste
en el conocimiento que hubieran tenido, o debido tener, al día de la celebración
del matrimonio, del impedimento o circunstancia que causare la invalidez; lo que
debe ser alegado y probado, por cuanto se presume la buena fe.
Sobre este último punto debe recordarse que en el momento actual y de acuerdo
con el artículo 4 de la Constitución, la forma civil obligatoria es la única
reconocida como productora de los efectos legales previstos para el matrimonio.
En tal virtud, se trata de una forma prescrita ad solemnitatem -por lo que
expresamente se sanciona con nulidad su inobservancia- que, por virtud del
principio de favorecer las nupcias, se ve atenuada en cuanto a sus efectos en
caso de inobservancia, al permitirse su convalidación si los contrayentes han
actuado de buena fe y subsanan las omisiones en que incurrieron;
desvaneciéndose la potencial nulidad.
Fue desde el siglo XII en la época del Papa Alejandro 111 que se les reconocen
efectos a los matrimonios invalidados que se celebraron de buena fe,
beneficiando a los cónyugesyalos hijos y dándosele en nuestro Código Civil el
tratamiento de un matrimonio válido aunque disuelto por divorcio. Se trata de una
norma de estricta justicia, que prácticamente existe en todas las legislaciones
del mundo.
Conviene aclarar que la remisión al matrimonio disuelto por divorcio tiene por
objeto evitar la interpretación errónea de que se estaría convalidando el
matrimonio.
Ha habido mucha discusión en lo que atañe al error de derecho. Hay autores que
sostienen que ese error no debe ser motivo de excusa, pues nadie puede alegar
la ignorancia de la ley. Otros autores sostienen lo contrario y dicen que la buena
fe puede resultar tanto del error de hecho como de derecho.
JURISPRUDENCIA
III. CONCLUSIONES: