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© Volamen doble iB os MANUSCRITOS sobre temas de ECONOMIA Y FILOSOFIA elaborados en 1844 por KARI. MARX. permanecieron en Jos archivos durante cerca de noventa afios. Su publicacion, en 1932, significé una verdadera revolucién en los estudios marxianos y fue el comienzo de un aluyién de trabajos sobre el «joven Marx y sus relaciones con el «Marx maduro». Si hasta 1932 su obra parecia circunserita a dimensiones puramente economicas, sociologic histéricas y politieas, la publicacién de estos borradores —traducidos y prologados por FRANCISCO RUBIO LLORENTE en esta edicion en castellano~ puso de relieve la importancia que el concepto de enajenaci6n, los planteamientos humanistas y In preocupacion filos6fica tuvicron para el autor de «El Capital. Otros titulos de Alianza Editorial relacionados con la formacién y desarrollo del pensamiento marxiano: «Hacia la Estacion de Finlandia» (LB 425), de Edmund Wilson; «Razin y reyolucién» (LB 292), de Herbert Marcuse»; «Socialismo y filosofia» (LB 218), de Antonio Labriola; «Karl Marx» (LB 441), de Isaiah Berlin; “La sociologia marxista» (LB 625), de Tom Bottomore; «El marxisme como moral» (LB 101), de José Luis L, Aranguren; «Las principales corrientes del marxismo» (AU 276) y «El hombre sin alternativa» (LB 251), de Leszek Kolakovski. 3 iS, El libro de bolsillo Alianza Editorial TD pleeg wnagn5 KARL MARX MANUSCRITO ECONOMIAY HLOSOHA EDITORIAL | | ee ia: Seccién: Clasicos Karl Marx: Manusctitos: economfa y filosoffa Traduccién, introduccién y notas de Francisco Rubio Llorente EI Libro de Bolsillo Alianza Editorial Madrid Segunda edicién ea «El Libro de Bolsiflon: Tercera edici6n ea «El Libro de Bolsillo»: Guarta edicién en «El Libro de Bolsillo»: Quine edicién en «El Libro de Bolsillo»: ext Séptima edicién en «El Libro de Bolsillon: Octava edicién en «El Libro de Bolsillo»: Novena edicién en Mas allé del comunismo, la Historia sigue su curso, inepulsada por la ambicién permanente de alcanzar una Utopta siempre presente y siempre tal vez inaccesible. La gran diferencia frente ai pasado estri- ba en que se trata ya de una Utopia desmitificada que echa sus raices en un conocimiento racional (0 preten- didamente tal) del ser del hombre. El mito como forma de conocimiento y acicate para la accién (una forma de conocimiento que es al mismo tiempo acicate para la accién) ba desaparecido, pero no su funciOn, que perte- nece al ser mismo del hombre (10). La pretensién de Marx ba sido nada més y nada menos que la de racio- nalizar el mito sin agostar su enorgta y sobre esta pre- tension ha de ser juzgada su obra, cuyo nicleo esté, por tanto, en esa idea det hombre y de su enajenacion que se expone en los Manuscritos. «La nueva Filosofia se basa no en la divinided de la raz6n, es decir, en la verdad de la raz6n sola para st, sino en la divinidad del hombre, es decir, en la verdad del hombre total» (11), pues sélo si se arranca del hombre, que es ala ver naturaleza y pensamiento, naturaleza que piensa, sensibilidad y razém, cabe hablar con sentido de la unidad del pensar y el ser. Mars es en esta época plenamente feuerbachiano y habria suscrito sin titubeos las afirmaciones del maestro. Para él, como para Feuer- bach, «verdad, realidad y sensibilidad son términos idén- ticos. Sdélo un ser sensible es un ser verdadero, un ser real» (12). El pensamiento sobre lo real es pensamiento de la naturalera bumanizada sobre si misma y sobre el 30 F, Rubio Llorente resto de la naturaleza, fuera de la cual nada es, «un ser (jue no tiene su noturdleca fuera de st, y abora no es Feuerbach, sino Marx, el que babla, no es un ser natu- ral, no participa del ser de la naturateza: Un ser que no tiene ningiin objeto fuera de si no es un ser objetivo...» es un no-ser, un absurdon. El bumanismo marxista es, en primer lugar, naturalismo y, por ello, ateismo. Es ovidente, sin embargo, que con esa afirmacién sélo se ha hecho todavia una negacién. Se ha negado a Dios, ero atin no se ha dicho nada sobre el ser del hombre. Como parte de ta naturaleza, el horabre es ser meneste- reso; ta satisfacci6n de sus necesidades se halla fuera de Gi, on su cuerpo inorgénicon, en la naturaleza, «oon la cual debe encontrarse en relacién continua para no 10- tire. Como ser natural, el hombre es, por de pronto, Imnimal, pero su ser no se aota evidenterente en ello Frente al animal el hombre es esencialmente un ser ili miado. «El hombre —dice Feuerbach— no se distingue Gel animal tinicamente por el pensar. Antes bien, su set otal se distingue del animal. Desde luego, quien 20 piensa no es hombre, pero no porque el pensar sea la vasa del ser bumano, sino tnicamente porque el pensar és una consccuencia y wna propiedad necesaria del ser bumano> (13). Por ello sw actividad es esencialmente Tistinta de la activided animal. Mientras que el animal, dice Marx, «produce tinicamente lo que necesita inme ‘iutamente para si 0 para su prole, produce unilateral mente, el hombre produce universalmente... El animal forma tinicamente segin ta necesidad y la medida de la especie a que pertenece, mientras que el bombre sabe producir segdin la ‘medida de todas las especies y sabe Vombién imponer al objeto Ia medida que le es inberen- ter por eso el hombre crea también segin las leyes de If Bitesa». La universalidad del hombre no radica sélo A oe capacidad de pensar, sino lambitn en su capacidad Le Uistasclarse de la urgencia. Su pensamiento y sk ac- Son son universates y pare él es objeto la neturaleza tod. En la valoracién de esta actividad, Mare comienza a desviarse de Feuerbach. Partiendo de esta afirmaciOn de Introducci6n 3 la universalidad humane implicada en la expresiOn ser genético que Marx toma de su maestro, todavia coinci- den ambos, ciertamente, en la afirmacion de que esa w versalidad be sido corrompida 'y en la necesidad de res- jaurarla, Para Feuerbach, y por eso es ain «fildsofo», la reconquista de la universalidad es terea espiritual, una cmpresa de pensamiento 'y amor. Una vez que se haya Gerenmascarado 1a Religibn y evidenciado que Dios no es otra cosa que la bipdstasis del género bumano, el ‘mor de Dios debe transformarse en amor del hombre J lor individuos, fundidos en el amor, realizardn inme- yiatamente agus en la tierra, a través del espacio y del tiempo, los predicados infinitos de la esencia humana, La tueua Filosofia «es en verdad religibnn (14), la infini- tad del Bombre es nota de una esencia inmutable que ‘dio imaginariamente ha tenido conciencia de si y que Silo de esta conciencia necesita para manifestarse sin velos. ‘Para Marx, en cambio, la universalidad del hombre no seré una epijanta, sino una bazatia de Ia libertad. Rese a su critica a Hegel, dird Marx en la Ideclogia alemana, Feuerbach ba sido demasiado fiel al modelo hegeliano de le generalidad ética al constrnir su nocién del aénero, y 1a sociedad que propone, fundada en la Gesmitificacion y el amor, es ain una solucion idealists. “En la medida en que es materialista no aparece en é ia Historia y en la medida en que toma en consideracién la Historia no es materialista.» Esto es, al referirse a la naturalera humana, al hombre como parte de la matura- fees, opera con una idea de hombre que se mantiene iderticn a st misma a través de los tiempos y los luge yes: cuando, por el contrario, toma en cuenta la diver- sidad, la explica en funcion de variaciones en las ideas (ash, por ejemplo, las distintas formas religiosas), bacie- {6 caso omiso de las transformaciones materiales que e tumdo ba sufrido por obra del bonsbre » ban transfor. Prdo, siempre dentro de unas coordenadas inicieles, ef for mismo del hombre. Sa materialismo es plenamente pasivo; 1a esencia humana aparece como wha abstracci6n ~ 32 F. Rubio Llorente inmanente en cada individuo y olvida que el hombre, como parte de la naturaleza, crea continuamente a la na. turaleza y se crea a sh mismo. Bien que estos reparos marxistas a ta obra de Feuer- Sach sean posteriores a los Manusctitos, ya en ellos se manifiestan claramente los rasgos diferenciales del pen. samiento de Marx, patentes en su elogio de la Fenome. nologia del Espiritu. «Lo grandioso de la Fenomenologia hegeliana y de su resultado final (le dialéctica de la ne- gstividad como principio motor y generador) es, pies, en primer lugar, que Hegel concibe la autogeneracién del hombre como un proceso, la objetivacién como desobje- tivacion, como enajenacién y superacién de esa enajena cién; que capta la esencia del trabajo y concibe al bom- bre objetivo, verdadero porque real, como resultado de su propio trabajo.» La esencia humana no es un dato innautable, presente siempre en el individuo bumano, aun. ‘ue oculto, sino un proceso en el tiempo. No se trata le que el hombre sea «en siv un ser gentrico no legato atin al «para six, de que padexca simplemente una in- consciencia de la universalidad esencial que le caracteri- aa y que desde sierapre ha sido suya, de manera que le baste una toma de conciencia para gozarla en su pleni- tud. EV hombre es potencialmente un ser genéricor wnt. versal, esté vocedo a la universalidad, pero, foriado a vivir en el mando, no puede llegar a ella sino a través de un largo proceso que los buenos deseos y las claras ideas no pueden por st mismos suprimir. Como primera tarea, la urgencia de mantenerse vivo obliga al hombre a enfrentarse con la naturaleza fuera de . Sélo en um caso excepcional, ef de la relacién sexual, es esta naturaleza exterior también naturalera humana. De abt el valor sintomdtico de tal relacién en la que «la relacién del hombre con la naturaleza es inmediatamente su relacibn con el hombre, del misao modo que Ia rela. cién con el hombre es inmediatamente su relacién con Je waturalexa, su propia determinacion natural». El grado en que la mujer aparezca como simple objeto de placer NO como stieto bumano Yermite jungar aA qyado de Introdueci6n 33 humanizacién de una sociedad. Salvo en este caso funda. mental, sin embargo, la naturaleza con la que el hombre 0 enfrenta es «su cuerpo inorgdnico», el reino ampli. mo de lo no bumano y necesitado de bumanicacién So. bre ella proyecta el hombre ad actividad, es decir, la actividad que corresponde a su propia esencia y que e por ello actividad universal, trabajo. Ya antes hemos ale. dido a la caracterizacion que, siguiendo a Feuerbacb, hare Marx de la actividad humana frente ala accién unilate, ral del animal. En definitiva, y esto es lo que abora wos importa, se trata de una objetivacién en la naturaler exterior de la propia esencia humana. Cuando e hombre trabaja para reducir la naturaleza a alimento, vestide, of vienda 0 adorno humano, ests bumanizando la natura. lexa, no s6lo porque la adecha para la satisfacciOn de necesidades propias, sino: a) porque esas necesidades, ademés de ser concretamente individuales, son espectfi- camente huneanas, yb) porque la accion que leva a cabo se cfectita o puede ser efectuada mediante ol concuss de una pluralidad de individuos. La colaboracisn libre en un proyecto de accion es un rasgo distintivo del hom. bre, pues las formes puramente animales de activided colectiva (bormigas, abejas, etc.) son resultado de le no. cesidad instintiva, Es ast, a través de la concurrencia en 44 actividad sobre la naturaleza (concurrencia quc puede adoptar la forma de cooperacién o de compstencia on todas sus variedades), como el individuo bumano se rela- ciona con el otro. La relacién del ombre con ef hombre est mediada por la relacion del hombre con la mature. teza y depende de ella. El modo de dicha relacién dere. mina, por tanto, la idea que el hombre tiene del hombre, tanto del otro como de st mismo, pues en general toda relacin del hombre consigo mismo se rediza verdate ramente, se expresa, en la relacién en que el hombre esté con los demas. Merced a este cardcter fundante de la re. lacién productiva, el desarrollo del mado de produccién transforma necesariamente el mundo bumano, es decir, cultural, porque cambia al hombre mismo. Cade genera UH rede bela, qerehenve oan, AWandeag, WAQyrka, “Arm wee 34 F, Rubio Llorente sobre la cual ba de actuar para hacerla atin més humana, Las necesidades y los instrumentos creados para satisfa- cerlas van cambiando, enriqueciéndose, en el curso de la Historia, y al-compas de ellos los hombres van enrique- ciendo su propia esencia, humanizindola, acercindola a lo que, por su determinacién originaria, esté Namada @ ser. Este proceso de bumanizacion, no obstante, es al mis- mo tiempo proceso de deshumanizacién porque la accién del hombre es no por azar, sino necesariamente, accién enajenada, Inmerso en un mundo de escasez en donde la simple subsistencia exige un duro esfuerzo, el hombre se ve obligado desde los albores de la Historia @ ante- poner a cualquier otra consideracién la necesidad de man- tenerse vivo. La satisfaccién de las propias necesidades individuales constituye el dnico norte de su accion y 70 le permite ver en los demés sino rivales en la lucha por los escatos bienes, al tiempo que instrumentos potencial- mente eficactsimos de los que por todos los medios in- tenta valerse. Los individuos humanos quedan irremedia- blemente separados ast los unos de los otros por un egoismo radical, tan hondo y deformante que en cada hombre lo espectficamenie humano queda subordinado a lo genéricamente animal, a lo puranente individual. El género queda subordinado al individuo, la esencia a ta existencia y la sociedad se disuelve en una pluralidad de dtomos aislados, cuya inevitable accién conjugada se eva a cabo, o bien mediante la dominacién directa de unos sobre otros, o bien mediante un mercado que con- cierta efimera 9 casualmente los apetitos diversos y no es en el fondo sino una forma también de subyugacién de unos por otros, aunque indirecta, El hombre resulta asi escindido. Su naturaleza, 0 més exactamente su determinacién universal, condiciona su actividad, que entratia necesariamente accion comtin. Pero como lo que Ia realidad ofrece es una suma de indivi- duos aislados, el hombre es efectivamente un individuo separado de los demas y absolutamente incapacitado para elevarse hasta la comunidad. El esfuerzo conjunto es para

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