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En las cinco partes que abarca el libro, Berman analiza la experiencia de la modernidad, esta “forma de experiencia vital

–la experiencia del tiempo y el espacio, de uno mismo y de los demás, de las posibilidades y los peligros de la vida- que
comparten hoy los hombres y mujeres de todo el mundo de hoy”. El hecho fundamental de la vida moderna tal como la
experimenta Marx (de quien toma la frase del título), es que esta es radicalmente contradictoria en su base: capaz de
todo menos de proporcionar estabilidad y solidez. Lo distintivo de las voces de Marx y Nietzsche son sus cambios
rápidos y drásticos, su disposición de volverse contra sí mismas, a cuestionar y negar todo lo que se ha dicho, a
transformarse en una amplia gama de voces armónicas o disonantes y a estirarse, más allá de sus capacidades. A
diferencia de ellos que creían que los individuos modernos tenían la capacidad para comprender su destino, y tras
haberlo comprendido luchar contra él; los críticos de la modernidad del siglo XX carecen casi por completo de esa
empatía y esa fe en los hombres y mujeres contemporáneos. El hombre moderno como sujeto –como ser vivo capaz de
respuesta, juicio y acción en y sobre el mundo- ha desaparecido.

1. El fausto de Goethe: La tragedia del desarrollo

Berman analiza el Fausto de Goethe para dar cuenta de la idea de desarrollo moderno, en donde lo que se busca es un
proceso dinámico que incluya todas las formas de la experiencia humana. Una afinidad entre el ideal cultural de
autodesarrollo y el movimiento social real hacia el desarrollo económico: el único modo en el que el hombre se
transforma es transformando radicalmente la totalidad de su mundo físico, social y moral en que vive. Esto sin embargo,
supone el trasfondo correspondiente de la modernización: donde todo lo creado debe ser destruido para construir el
camino de otras creaciones. Esta es la dialéctica que el hombre moderno debe asumir para avanzar y vivir; y es la
dialéctica que pronto envolverá y moverá a la economía, el Estado y la sociedad modernos como un todo. En la tercera
metamorfosis, el desarrollista encuentra el medio para actuar eficazmente contra el mundo feudal y patriarcal: construir
un entorno social radicalmente nuevo que vaciará de contenido el viejo mundo antiguo o lo destruirá. La tragedia del
desarrollista consiste en que aún cuando transforme un terreno baldío en un pujante espacio físico y social, el baldío se
recrea al interior del desarrollista. Otro impulso de la modernización es el deseo de crear un entorno homogéneo, un
espacio totalmente modernizado en el que el aspecto y el sentimiento del viejo mundo han desaparecido sin dejar huella.
Pero, una vez que el desarrollista ha destruido el mundo premoderno, ha destruido toda su razón de estar en el mundo.
El mismo es eliminado del entorno que ha creado y el nuevo mundo ya no siente deseo de acción o logro. Fausto así, es
un desafío por imaginar y crear nuevos modos de modernidad en los que el hombre no exista en beneficio del desarrollo,
sino el desarrollo en beneficio del hombre.

2. Todo lo sólido se desvanece en el aire: Marx, El modernismo y la modernización

El pensamiento moderno sobre la modernidad está divido en dos compartimentos diferentes: modernización en la
economía y la política, y modernismo en el arte, la cultura y la sensibilidad. En medio de este dualismo, Marx está muy
presente en la literatura sobre la modernización, pero no en la del modernismo. Para Berman sin embargo, Marx arroja
luces en la relación entre la cultura modernista y la economía y la sociedad burguesas –el mundo de la modernización de
la que ella emanó. Con vidas controladas por una clase dominante con intereses creados en el cambio, pero también en
la crisis y el caos, para las que la estabilidad es sinónimo de muerte. En esta autodestrucción innovadora se ubica el
drama del hombre moderno que debe apartar a los económicamente ineficientes y expandirse de manera cada vez más
ingeniosa e innovadora conduciendo incluso a que los valores sean convertidos en valores de cambio. Para Berman,
Marx sabía que debíamos comenzar donde estábamos: psíquicamente desnudos, despojados de toda aureola religiosa,
estética, moral, y de todo velo sentimental, devueltos a nuestra voluntad y energía individual, obligados a explotar a los
demás y a nosotros mismos a fin de sobrevivir, y a pesar de todo agrupados por las mismas fuerzas que nos separan.

3. Baudelaire: El modernismo en la calle

Según Baudelaire, “modernidad” es lo efímero, lo contingente, la mitad del arte cuya otra mitad es eterna e inmutable.
Esta definición recoge las diferentes visiones de modernidad que la obra de Baudelaire contiene: entre la modernolatría y
la desesperación cultural, Baudelaire finalmente llega a moldear una perspectiva más profunda que lucha con sus
propias contradicciones. Su poesía, rescatará la nueva fuerza nacida de los bulevares que es el tráfico moderno. El
bulevar es un símbolo perfecto de las contradicciones internas del capitalismo: la racionalidad de cada una de las
unidades capitalistas individuales conduce a la irracionalidad anárquica del sistema social que reúne todas estas
unidades. La vida urbana moderna impone restricciones pero al hacerlo otorga libertades. De este modo, un hombre que
sabe moverse por el tráfico puede ir a cualquier parte. Aún así, el desarrollo de la ciudad atacó este caos y el urbanismo
moderno se convirtió en sinónimo de un orden mecánico, reductivo y superficial. Para Berman, esto sugiere que el
modernismo tiene sus propias contradicciones internas y su dialéctica; y que algunas formas del pensamiento y la visión
modernistas se pueden volver dogmáticas y arcaicas, mientras que otras pueden quedar sumergidas por generaciones
sin ser reemplazadas.

4. San Peterburgo: El modernismo del subdesarrollo


Mientras tanto en áreas fuera de occidente en donde a pesar de las presiones del mercado mundial no se produjo la
modernización, los significados de la modernidad son complejos, y paradójicos. En este escenario, San Petersburgo es la
realización más clara del modo ruso de modernización, al mismo tiempo que la “ciudad irreal” arquetípica del mundo
moderno. Las tradiciones de esta ciudad son característicamente modernas y nacen de la existencia de la ciudad como
símbolo de la modernidad en medio de una sociedad atrasada; pero este espíritu moderno es peculiar en tanto que surge
del desequilibrio y la irrealidad del programa mismo de modernización de Pedro I. Así, en respuesta a intentos frustrados
desde arriba, San Petersburgo engendrará y nutrirá, experimentos políticos y literarios de modernización desde abajo y
terminará siendo una perspectiva abierta hacia la vida moderna.
En la selva de los símbolos: observaciones sobre el modernismo en Nueva York concebida y ejecutada tanto para
satisfacer necesidades políticas y económicas inmediatas, como para demostrar al mundo entero lo que pueden construir
los hombres modernos y cómo puede ser imaginada y vivida la vida moderna; New York puede ser concebida como una
selva de símbolos baudelairiana. Berman analiza el impacto de la obra urbanística de Robert Moses, cuya evolución
subraya como en la sociedad de posguerra se da una escisión entre modernismo y modernización, y donde el medio
moderno deja de existir como inspiración forzando irónicamente un vuelco al mundo interior. Frente a esto Jane Jacobs
será un cambio de orientación en la planificación urbana y comunitaria que abre una nueva perspectiva de las
metamorfosis urbanas de las últimas décadas captando las modernizaciones y los modernismos que han hecho de sus
habitantes lo que son.

CRITICA

Tal como lo señala el título, el trasfondo del texto lo constituye su exploración de este fluir entre lo sólido y lo
evanescente como característica de la modernidad, y que Berman claramente ejemplifica en una destrucción y
reconstrucción del medio físico y espiritual del hombre moderno: la relación dialéctica entre modernismo y modernización
y las luces que de ella se puede extraer. Pero mucho antes de llegar a esa conclusión, el rasgo más doloroso que el
hombre moderno deberá enfrentar es la constante inestabilidad que tal sistema proporciona. En cada señal positiva que
aparezca, inevitablemente se develará su contraparte caótica. Si se puede decir que la modernidad une a toda la
humanidad, esta unidad es paradójica, es una unidad de la desunidad que nos lleva a la desintegración y la renovación
perpetua, de lucha y contradicción, de ambigüedad y angustia.

Las críticas que esta obra despierta están relacionadas con lo que se identifica como un hablar disperso que al encarnar
la voz de todos invisibilizaría las desigualdades existentes en estos procesos por él analizados. Junto a esto estaría la
crítica a su retrato de la modernidad imprecisamente delimitada en sus tiempos. Así una autora, señalaba que siguiendo
a Berman se podía entender que la modernización son los cambios sociales que son constantemente llevados a cabo,
que la modernidad es la manera en que estos cambios son inmediatamente vividos o experimentados de manera
consciente o no, y que el modernismo es la reflexión posterior y la representación intelectual, artística, literaria, material,
política de estos cambios. Sin embargo a mi parecer, más que ubicarse como una serie de acontecimientos escalonados,
en realidad la constante -clara en Berman- es que se alimentan entre ellos: el modernismo se alimenta de los cambios de
la modernización de manera directa e indirecta, mientras que detrás de la modernización encontramos ideas que fueron
nutridas por el modernismo.

No considero que Berman ignore las fallas del etnocentrismo y en consecuencia dudo que intente alzar su voz como
representante del modo en que la modernidad puede ser experimentada. Aún así debo señalar que el profundo proceso
de identificación que experimenté con este libro me dice que en realidad si puede encontrar un eco en aquellos lugares
donde tanto la modernidad como la modernización ocurrió con matices muy distintos a los lugares que les dio origen.

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