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Los días 9, 11 y 13 de mayo se celebraban las fiestas Lemurias, para conjurar a los Lemures, las almas de los
muertos.
Los paterfamilias romanos se tenían que levantar a medianoche para realizar una serie de ritos de carácter
apotropaico, para rescatar a los ocupantes de la casa arrojando un puñado de habas negras por la espalda y
para expulsar a los espíritus de los antepasados golpeando un objeto de bronce.
Este es el ritual:
- Hay que ir sin ningún nudo en los pies. Se puede ir calzado, pero sin anudar los cordones.
- Esparcir un poco de polenta (harina tostada) con los dedos (supongo que por el suelo).
- Introducir los dedos en la polenta y sacudirlos. Lavarse despues las manos con agua y
arrojar hacia atrás nueve habas negras.
- Hay que arrojarlas mientras se dice la oración: haec ego mitto, his redimo meque
meosque fabis.
- Entonces se coge un cacharro de bronce con el que se golpea de nuevo nueve veces
mientras se dice a cada golpe: manes exite paterni.
Parece ser que estas “fiestas” fueron instituidas por Rómulo, al menos ese dice la tradición. Su carácter
ancestral viene testimoniado por la diferencia entre animismo y antropomorfismo de las religiones griega y
romana arcaicas, los romanos no creían en dioses a los que se les pudiera atribuir una forma o un rostro y
los griegos sí. Efectivamente, no hay representaciones plásticas de los Lemures, con lo que podemos
deducir que no son un espíritu o deidad griega adoptada.
Ya no hay excusa para no festejarlas como se merecen. ¡Patresfamiliae, os toca trasnochar por nosotros!