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Resumen: trabajo en mis artículos y clases una literatura comparada mecánica, intuitiva y
relacional, sin ser comparatista de estricta observancia. Ejemplificaré lo anterior con temas
como, en primer lugar, el Plan de estudios de Licenciatura en la Universidad del Valle
(Cali) del año 1979 y siguientes, lo que nos lleva a plantear dos perspectivas teóricas, la del
águila y la de la serpiente, cuyos excesos, creo, pueden ser morigerados por la literatura
comparada. A continuación, presentaré la crítica literaria del profesor Estanislao Zuleta. En
tercer lugar, haré una clasificación de las teorías de la ficción literaria y, en cuarto, un breve
comentario sobre Cervantes y el Quijote, a menudo, temas de mi docencia. La literatura
comparada es un modo de relacionar dialógicamente literaturas, autores, disciplinas,
señalando diferencias, procedencias, vasos comunicantes, colisiones, aires de familia.
Abordar la literatura relacionalmente con el mundo, con otros autores, con los lectores y
con otras literaturas, es asumir la obra literaria como un Uno plural e intertextual. Se
describirá la presencia de un comparatismo la más de las veces tácito y otras, explícito, en
los cuatro temas que se presentarán en la ponencia.
Palabras clave: Literatura comparada; comparatismo tácito; comparatismo explícito;
influencias literarias; perspectiva de águila y de serpiente; texto propio; texto ajeno; teorías
de la ficción; Estanislao Zuleta; Cervantes, el Quijote.
1. Introducción
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Ponencia presentada en las Jornadas nacionales sobre literatura comparada en Colombia, convocadas por
la Universidad Nacional, el Instituto Caro y Cuervo y la Universidad Santiago de Cali, los días 28, 29 y 30 de
septiembre de 2017.
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Breve muestrario de literatura comparada, Álvaro Bautista-Cabrera
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siempre a Francia (ojalá a París); aún no se hacía el viaje académico con el fin de hacer un
doctorado e, incluso, era posible regresar con una especialización.
Las teorías impartidas por el pensum eran básicamente cuatro: el estructuralismo, la
sociocrítica, el psicoanálisis y la etnoliteratura. Pero lo dominante era el estructuralismo.
Sin esta sintaxis las demás teorías eran consideradas análisis literarios vacíos. Fue cuando
se fundó en el 78 la revista Poligramas, en el antiguo Departamento de Letras, para
impulsar esta corriente teórica. Objetos literarios y analistas se enfrentaban a la obra como
si fueran un hecho independiente, sin relación. Se había pasado de una literatura
relacionista azarosa e impuesta por la tradición de los clásicos a otra no relacional, abocada
a terminar en un estudio literario onanista que diseminaba las partes de la obra y las
reubicaba mediante nomenclaturas ordenadoras, bajo palabras importantes pero que daban
un ethos especial al analista literario: el ethos de la jerga. Pienso que a falta de un Plan de
Literatura más sistemático y menos azaroso, las comparaciones tácitas no se aclaraban, y se
dejaba un programa lleno de vacíos e incertidumbres (como casi siempre entre nosotros),
que el egresado debía suplir en su vida profesional con grupos de estudio no institucionales,
realizados en casas, con amigos, llenos del fervor por un autor no canónico en el Plan de
estudios, pero renombrado, como por ejemplo, los autores rusos del siglo XIX.
Un término teórico puso en la mesa un tipo de relación entre obras: la intertextualidad.
Igualmente este tipo de relación ha sido cautiva de reducción y facilismo. Facilismo
porque en un principio solo habla de obras-texto que se relacionan con otras obras-texto.
Sea para mostrar una diferencia, un parentesco, un acercamiento, como cuando se proponía
la influencia ejercida por los cronistas de indias en Cien años de soledad. Igualmente, la
intertextualidad era una reducción, porque sólo se señalaban relaciones intertextuales y no
relaciones entre diversos tipos de representaciones: lo que impedía investigar las relaciones,
por ejemplo, entre literatura y pintura o arquitectura o música o cine o, incluso, cocina.
Si se me permite quisiera introducir dos perspectivas para enfrentar las relaciones entre
literaturas: la del águila y la de la serpiente. La perspectiva del águila sopesa literaturas sin
tener en cuenta fronteras políticas pero su viaje adolece de no viajar por el tiempo; la
perspectiva de la serpiente, por el contrario, adolece de una perspectiva transnacional, pero
al quedarse en las troneras que hace la serpiente, está facultada para encontrar conexiones
menos globalizantes pero más significativas en términos del tiempo histórico. La mirada
del águila permite ver algunas comparaciones intertextuales entre culturas como si estás se
dieran en una esfera atemporal, por ejemplo, ver en la búsqueda de Juan Preciado la
búsqueda homérica del padre de Telémaco o ver en algún aparte de Pierre Menard la
influencia de Valery y Monsieur Teste, a la manera de los eones de D’Ors. Pero sin la
serpiente, la comparación pierde la raíz temporal de los contextos locales y regionales. Por
ejemplo, el águila no ve la incidencia del pensamiento azteca en la búsqueda de Juan
Preciado en Pedro Páramo. La serpiente puede arrastrase entre las raíces mientras el águila
vuela sobre las montañas y los valles. El águila ve las relaciones entre las ficciones italianas
y Cervantes, y la serpiente cava en las conexiones entre Argel y Cervantes; de manera
semejante, el águila ve la relación de Bolaño y la literatura del exilio, mientras la serpiente
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escudriña el sordo eco que hay entre Bolaño, la épica de Ercilla y la antipoesía
desnuradiante de Nicanor Parra y Enrique Lihn.
Es pues un supuesto hallazgo mostrar lo que le debe Cervantes al Lazarillo de Tormes o
Bolaño a la novela griega, pero tal relación es a veces llover sobre mojado, aunque, creo,
que la didáctica literaria necesita recalcar estas comparaciones evidentes, la más de las
veces trazos generales dados por el águila, porque más que relacionar esta didáctica
simplemente hace un llamado al recuerdo de las épocas idas y recobradas en una obra, de la
misma manera que, tal vez, el hijo de Aracataca se dejó poseer de los autores bíblicos.
De todas maneras, el trabajo comparatista es una combinación pragmática entre las
perspectivas águila y serpiente. Tratando de evitar mirar desde un monstruo que condense
al águila y la serpiente (un hipogrifo, un basilisco, un grifo, una especie de águila arpía,
etc.), pensamos que nos da resultados más fructíferos permitir que el águila no devoré a la
serpiente (sabemos de las consecuencias de esto en el pensamiento azteca), que ambas
perspectivas se complementen. Permitámonos las capacidades de vuelo sobre los espacios
del águila y de arrastre y cavamiento de la serpiente, es decir, el trazo transnacional y el
ahondamiento local, los estudios de los contextos espaciales y temporal. La literatura
comparada puede impulsar esta plural mirada del águila y la serpiente. En todo caso, es una
obligación para el intérprete literario, aunque quizá, en nuestros días, el formato de ensayo
científico, paper, impide dar cuenta de estas dos perspectiva y obliga a tomar una sola
perspectiva. Quizá uniendo las perspectivas del águila y la serpiente nos es posible pensar,
por ejemplo, a Cervantes con Inca Garcilaso de la Vega, a Bolaño y la novela griega, y los
objetos complejos donde el mundo es tierra local, global y tiempo epocal.
En fin, se observa aquí todo un programa de investigación sobre la literatura comparada
efectuada en los planes de literatura, la tácita, la impulsada y la eludida, en la que se vaya
más allá del águila que se haya domesticado, convirtiéndola en la mirada de un halcón que
solo ve lo que señala el jefe de cetrería o de la serpiente pisoteada y obligada a que sólo
mire con el veneno que transforma las hojarascas en que se arrastra en una trampa de
atrapar presas.
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A principios de los años 80, Zuleta llegó al Plan de licenciatura de Cali y estremeció
este plan y a la misma Universidad. Para mí llegó un Águila, capaz de sobrevolar culturas,
mostrando que las literaturas europeas podían hablar de nuestros problemas y destinos,
desde sus trincheras. Sentí el peso de una mirada universal con universo definido –es decir,
no universal. De Zuleta también cuenta Freya Liv Quintana:
Sus paradigmas siempre fueron europeos, la literatura y cultura occidental era vista
como universal, no solamente para el común de la sociedad sino también para el
mismo Zuleta. Los leía y a partir de allí reflexionaba sobre Colombia. (2017, p, 57)
Zuleta fue uno de los primeros en Colombia que combatió el dogmatismo del marxismo
con Freud, y el dogmatismo de este con Nietzsche. La sociedad es el objeto de estudio pero
el hombre social es en sí mismo una multitud problemática: no sólo determina nuestro ser
la economía, las clases sociales, sino el tipo de padres, y no sólo la familia sino las
jerarquías de valores. Más que otras cosas, son las que pasan –o no pasan– por debajo de
las sábanas las que determinan a los hombres. Con esos autores configuró Zuleta textos que
hablaban de Colombia. Introdujo en el Plan de Literatura a los rusos, a los griegos, a los
alemanes, en traducción; analizó en sus clases a los franceses comparando los originales
con las traducciones, pues dominaba esa lengua. Trató de establecer relaciones entre Marx,
Freud y las literaturas. Hizo nuestro el relato lejano, como si Gógol hubiera redactado
mediante sus Almas muertas, con palabras de Efe Gómez, nuestras almas; como si Goriot
fuera el padre de la burguesía caleña derrotada por la mafia.
Sin embargo a su idea de universalidad, de trabajar la literatura en contacto con otras
disciplinas, le faltó la perspectiva de la serpiente. Podía hacer de la Montaña mágica de
Mann una asamblea para la discusión del porvenir de nuestra cultura, pero estaba impedido
para encontrar los contactos efectivos entre lo europeo, lo amerindio y lo afrodescendiente:
no sabía reptar –hacer rizoma– con las literaturas en las hojarascas de nuestras múltiples
culturas. Pero, por otro lado hizo literatura comparada interdisciplinar: no entre literaturas
sino entre disciplinas, de tal manera que la voz de la filosofía encontraba arraigo en las
ficciones y la acción de política hallaba tribunas en las novelas. Y eso lo llevó al trabajo de
ver lo literario de los no literatos. Marx o Freud eran autores no solo de sus disciplinas sino
del don de la representación verbal. De la misma manera reinstaló a la literatura en el
continente de los estudios sociales o sicológicos, a la manera de Marx y Freud. Sin
embargo, encontraba en un estudio sobre la tierra colombiana más cercano a Tolstoi que,
por ejemplo, a Tomás Carrasquilla o Mejía Vallejo, quizá por su crítica a la cultura
antioqueña. En cierta forma fue el águila primordial de la crítica literaria de la Colombia de
finales de los 70 y, al turno, la serpiente negada de nuestra formación. De ahí que aunque su
palabra resuena, por ejemplo, en los negociadores de Colombia en La Habana, la literatura
colombiana lo observa como el águila que no la visualizó, a no ser que la pesquisa zuletiana
se concentrase en algunos casos concretos como León de Greiff, Mario Arrubla o Luis
Carlos “el Tuerto” López.
Zuleta impulsó la didáctica de abordar autores que eran contemporáneos pero disímiles:
le fascinaba ilustrar las diferencias entre Shakespeare y Cervantes, Stendhal y Balzac,
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Flaubert y Zola, Dostoievski y Tolstoi, Faulkner y Hemingway, entre Mann y Hesse. Era
un comparatista sin guarida: solo volaba de nicho en nicho. Por eso no vio la literatura
colombiana como comparable, y su descalificación no merma lo hecho, muestra el camino
que siguieron quienes le sobrevivieron: la literatura colombiana como una red de culturas
en las que se cruzan al menos cinco territorios culturales: el Caribe, el Pacífico, el
Amazonas, los Llanos y los Andes. A veces el águila vuela tan alto que no ve el nido en su
casa.
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obtienen, este queda suspendido como un planeta suelto, sin órbita, sin sistema
ni sol que lo alumbre.
II.1 Integristas absolutos: a estos les está impedido apreciar la estética singular
de la obra de ficción: sólo ven que es una muestra de un mundo histórico,
experiencial, cultural. Piensan que es perder el tiempo dedicarse a ver cómo está
hecha una ficción: es cuestión de gentes sin oficios, desarrapados teóricos del
siglo pasado, enjutos de teorías francesas trasnochadas, lacayos de la estética,
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pues lo relevante no es cómo está hecha sino por qué, cómo y para qué se
escribió en un momento histórico de una vida y de una sociedad. No se interesan
por la manera como se automatiza una ficción sino cómo se desprende de las
circunstancias que la preceden para impulsarse como un hecho conectado con
las conflictos, las posturas y los intereses del autor y la sociedad en que
interactúa. La obra de ficción no es autónoma: es un caso del mundo, un hecho
producido por las manos de los hombres y las mujeres, y suele estar a la altura
de un zapato o una puntilla, solo que es un zapato con más datos, una puntilla
más débil y generalmente más aguda. Al ver la obra, los integradores natos ven
en ella el cruce de las corrientes de una época.
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5. Cervantes y El Quijote
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“Hasta ahora en el centro de la atención de los investigadores ser ha hallado la cuestión de las condiciones
en presencia de las cuales se hace posible la influencia de un texto en un texto. A nosotros nos interesara otra
cosa. Por qué y en qué condiciones en determinadas situaciones culturales un texto ajeno se hace necesario
(…) Cuándo y en qué condiciones un texto “ajeno” es necesario para el desarrollo creador del “propio” o (lo
que es lo mismo) el contacto con otro “yo” constituye una condición necesaria del desarrollo creador de “mi”
conciencia”. (1996, p. 64)
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6. Palabras finales
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