Estos, pues, son los mandamientos, estatutos y decretos que Jehová vuestro Dios
mandó que os enseñase, para que los pongáis por obra en la tierra a la cual pasáis
vosotros para tomarla;/ para que temas a Jehová tu Dios, guardando todos sus
estatutos y sus mandamientos que yo te mando, tú, tu hijo, y el hijo de tu hijo, todos
los días de tu vida, para que tus días sean prolongados." Deuteronomio 6:1,2
¿De qué manera usted piensa educar a los adultos cristianos del futuro? ¿Qué dejará
usted a las futuras generaciones? ¿Qué valores dejará a sus hijos, nietos y bisnietos?
¿Cuál es la herencia espiritual que llegará a sus hijos? ¿Qué herencia dejará a sus
discípulos? Cuando usted hace discípulos ¿Piensa en los futuros discípulos de ellos?
Estas son algunas de las preguntas que deberíamos hacernos, tanto al enfrentar la
educación de nuestros hijos como en el discipulado de un hermano en la Iglesia.
La Iglesia, al discipular, está haciendo algo más que transmitir una cantidad de
conocimientos bíblicos, más que ayudar a un nuevo hermano a desarrollar hábitos de
oración, ayuno y meditación cristiana, está haciendo un trabajo con mayor proyección
que entrenar para hacer más discípulos. Es preciso tomar conciencia que al
discipular estamos formando futuras generaciones de cristianos.
En otras palabras estamos desarrollando la Iglesia del futuro, aquella que nos
sobrevivirá. Discipular es un proceso vivo, que es mejor comparar con el desarrollo
biológico que con la construcción de una casa, aun cuando el Apóstol nos indique lo
importante que es poner el fundamento. Al enfocar el desarrollo del pueblo cristiano a
partir del discipulado como proceso de crecimiento biológico, lo visualizamos como
un complejo proceso que requiere de todas las funciones que implica la vida:
alimentación, respiración, órganos especializados, células, una red nerviosa de
interconexión, desarrollo de la comunicación, inteligencia, multiplicación, etc.
El discipulado es más que instruir en la Biblia, es formar vidas a la estatura de
Jesucristo (Romanos 8:29). Jehová le entregó a Moisés, líder del pueblo escogido,
mandamientos para poner en práctica en la tierra prometida. Nosotros tenemos que
vivir los mandamientos -los cuales encierran principios- de Dios ahora en todo lugar;
no esperar el cielo para cumplirlos (San Mateo 28:20). Estas normas son para
ponerlas en acción durante toda la vida (niño, joven, adulto, anciano). No hay edades
privilegiadas ni que sean eximidas de este deber (Deuteronomio 6:1,2).
Hay una proyección futura en esta ordenanza. Dios quiere que la Verdad sea
transmitida de generación en generación, de padres a hijos, de abuelos a
nietos. Pero también podemos ver una paternidad y maternidad espiritual:
transmitimos la luz a nuestros discípulos, para que a su vez ellos la encarguen a
otros, y así infinitamente. ¡Es como el Reino ha llegado hasta nosotros! Gracias a la
fidelidad de muchos cristianos a través de la historia.
No somos los dueños de la obra de Dios, sino tan sólo obreros al servicio de la
comunidad cristiana. Él nos ha puesto, de acuerdo a las circunstancias y a las
capacidades que poseemos, en determinado tiempo y lugar. De tal modo que cuando
es necesario para el Dueño de la viña sacarnos de ese trabajo, debemos entender su
voluntad y aceptarla con gozo. Discipulado también es transferencia de la dirección
de la obra cuando se cumple el tiempo.
¿Para qué nos quiere utilizar Dios? ¿Cuál es el ámbito de su evangelización? ¿Está
usted trabajando en capacitar a unos pocos para alcanzar su ciudad? ¿Ha abierto ya
un cenáculo en su hogar o trabajo, donde pueda formar discípulos? ¿Alguno de sus
discípulos ya está haciendo nuevos discípulos? ¿Cree usted que el discipulado es
tarea sólo de pastores?
Jesús llamó a los que le pareció bien y de entre ellos eligió a doce “para que lo
acompañaran y para mandarlos a anunciar el mensaje”. Uno puede querer ser un
apóstol, pero es Dios quien escoge las vidas para su ministerio. Este principio de
selección es muy importante en el discipulado; implica aprender a seleccionar a
aquellos que serán nuestros enviados.
El texto nos enseña a compartir con humildad las responsabilidades del liderazgo
para solucionar los problemas de los demás. No dar siempre una respuesta puede
ser también una ayuda para que ellos encuentren su propia solución. “La tarea
sobrepasa tus fuerzas”, advirtió Jetro a Moisés pues la tarea que el Señor nos
encomiende no siempre será pequeña, o bien va a ser menor pero no menos
importante.
CONCLUSIÓN.
Podemos concluir diciendo que el discipulado es una tarea de toda la Iglesia,
cuyos propósitos son: 1º. Edificación de las vidas y generaciones del futuro; 2º.
Transferencia de la dirección de la obra cuando se cumple el tiempo; 3º.
Continuación del plan de trabajo sin interrumpir la marcha; 4º. Capacitación a
unos pocos para alcanzar las naciones; y 5º. Compartir la responsabilidad de la
obra.