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El Helenismo

Se llama así al período transcurrido entre la muerte de Alejandro Magno


(-323) y la batalla de Actium (-31), en la cual Octaviano derrota a los ejércitos
de Marco Antonio y Cleopatra. Es un período intermedio entre la Grecia clásica
de las POLIS y la dominación del Imperio Romano, y corresponde a la
dominación macedonia.
Para comprender la filosofía de esta época es necesario hacer al menos
una breve semblanza histórica. Filipo II de Macedonia conquistó Grecia y les
concedió a las Polis cierta autonomía, pues necesitaba su apoyo para poder
hacer la guerra contra el imperio persa del rey Darío III, que era percibido
entonces como un antiguo y común adversario. No llegó a cumplir su proyecto
pues fue asesinado. Aquella tarea la llevó adelante su hijo Alejandro, que
“casualmente” fue alumno de Aristóteles, y murió un año antes que su maestro,
no sin antes haber restablecido la Liga de Corinto y la confederación de los
estados griegos; aplastó completamente al imperio persa y conquistó el Asia
Central hasta el río Indo, y por el sur hasta Egipto. Fundó más de 70 ciudades
a muchas de las cuales les puso su propio nombre.
La muerte de Alejandro a sus 33 años, produjo grandes disputas entre
sus oficiales y seguidores, y esto produjo la fragmentación del imperio. Como
estaban enemistados entre ellos, se produjo una gran inestabilidad política y
una sucesión interminable de crisis económicas. Sin embargo, el griego se
convirtió en el idioma de la cultura en toda la extensión de lo que había sido el
imperio, y esto posibilitó también una gran circulación de ideas, sobre todo de
los avances científicos; es la época de Arquímedes, Euclides, Hipario, etc. El
“mundo” se hizo de pronto más grande. Hoy hablamos de globalización; en ese
entonces se produjo en esa zona un fenómeno bastante similar, y ya el ámbito
no era la Polis, la ciudad-estado, sino la Ecúmene: el mundo conocido y
habitado por los hombres cultos. En este nuevo ámbito social, las decisiones
de los asuntos públicos ya no se tomaban entre ciudadanos sino que venían ya
tomadas desde la corte de algún lejano rey.
El impulso del comercio benefició ante todo a las clases dominantes y
perjudicó a los agricultores y a los artesanos, pues los salarios bajaron por la
gran disponibilidad de mano de obra esclava. Las economías regionales de las
polis se desintegraron. La consecuencia más inmediata fue que LA COHESIÓN
SOCIAL SE ROMPIÓ. El zoon politikón se convirtió en un ser más individual,
consciente de su propia irrelevancia y poco peso decisivo en lo político. La
religiosidad se debilitó también como elemento aglutinador, y surgieron otros
modos vinculares.
Por lo tanto, ya no podía darse nada por supuesto acerca del ser
humano, que quedaba a la vez en la mayor libertad y en la mayor
vulnerabilidad para encontrar su propio camino, pues las normas cívicas de
antes ya no servían.
El período helenístico marca una larga pero inexorable transición entre el
paradigma clásico y la nueva concepción en la cual el individuo se repliega
sobre sí mismo, se vuelve individual, singular, subjetivo, con sentimientos
particulares pero que “decide” vincularse y TAL VEZ participar en los asuntos
públicos. (En esa época quizás hubieran sido útiles algunos psicólogos
sociales…) Para Platón y Aristóteles, como hemos visto ya, el hombre es
inexplicable separado de la polis, al margen de sus semejantes, y su
existencia no tiene ningún sentido sin su capacidad de organizarse en grupos
sociales. Ellos no habrían comprendido el individualismo actual, porque el
orgullo era justamente el pertenecer a la Polis.
Se ha descuidado académicamente el estudio de la filosofía de este
período, sin embargo el punto de vista del ser humano actual está muy en
sintonía con ella: tal vez a esta altura ya sea evidente el paralelismo entre
aquél fenómeno y lo que ocurre en el mundo actual. Por ello es que me parece
muy importante partir este segundo ciclo desde esa época.

Las escuelas filosóficas de este período representan una decadencia de


lo platónico y lo aristotélico, que tenían como mayor fuente de conocimiento a
la razón teórica, el LOGOS.

Los filósofos de esta época siguieron cuatro tendencias:

Epicureísmo
Estoicismo
Escepticismo
Cinismo

Tal vez valga como prueba de que nos hablan mucho más directamente
y sin tan “altísimas” pretensiones es que sus nombres están incorporados a
nuestro lenguaje actual, si bien con la salvedad de que no responden
totalmente a sus significados originales.
Sin duda todos ellos quedan por debajo de Platón y Aristóteles en
cuanto a la creatividad y vuelo teórico; sin embargo su aporte es muy
importante. A diferencia de los clásicos, su motivación no era la especulación
teórica sino que pretendían saber lo necesario para poder llevar una vida feliz
conforme a la naturaleza humana, sea esta lo que fuere. O sea que la ambición
teórica nace de la necesidad ética. La preguntas más importantes ahora son
“cómo debo ser” y “·qué debo hacer”. No es que no se hiciesen preguntas
profundas también, pero en general adoptaron puntos de vista ya conocidos y
toda la elaboración teórica que hacen es dirigida a orientar el saber vivencial,
experiencial.
Hay entre las escuelas helenísticas similitudes y diferencias, y la
innovación tiene que ver, como ya quedó dicho, con el aspecto ético. La
principal coincidencia es el individualismo personalista, el centramiento en el
sujeto humano individual.
Los epicúreos fueron durante siglos muy ortodoxos y fieles al pensar de
su maestro, Epicuro. (-341 / -270)
Los estoicos fueron en cambio muy creativos siempre, aunque
manteniendo su idea original.
Los cínicos y los escépticos fueron grupos que se caracterizaban por su
carácter REACTIVO hacia los valores y las tradiciones antiguas: eran
transgresores, cuestionadores y corrosivos, críticos de todo, subversivos.
Exponentes del escepticismo: tal vez el mayor fue Carnéades (-214/-129) y los
cínicos más notables, Crates (-365/-285), Estilpón (-360/-280), y sobre todo,
Diógenes (-412/-323). Cleantes (-334/-232) y Crísipo (-280/-206), fueron
estoicos ambos y escribieron muchísimo pero de ello no queda casi nada.
Algunos de los mayores exponentes del pensamiento helenístico ni
siquiera vivieron en esa época: Sexto Empírico (160 - 210), escéptico; Séneca
(4 -65), Epicteto (50-135) y Marco Aurelio (121-180), emperador de Roma,
estoicos los tres. Estos son quienes han transmitido la doctrina, puesto que los
textos originales se han perdido, con excepción de algunos escritos de
Epicuro.

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