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Selusa 79 Para Larry, porque sin él no existiria un Supertoci, y para todos los lectores que me pidieron que escribiera otro libro sobre él. Selusa 79 Capitulo | a {A que no lo adivinas, Peter? No me iba mal por aquel entonces, hasta que mi madre y mi padre soltaron la bomba... jPumba! ;Como si nada! | —Tenemos algo fantastico que contar- te, Peter —me dijo mama antes de cenar. Ella estaba cortando zanahorias para la ensalada y yo tomé una. | | — (EI qué? —le pregunté. Pensé que a lo mejor a papa le habjan hecho presidente de la agencia de publicidad donde trabaja o que mi profe los habria llamado diciendo que, aunque no tengo las mejores notas de mi curso, soy el chico mas listo de la clase. —Vamos a tener un bebé —dijo mama. —Vais a... ;qué? —le dije, y se me atra- ganto lo que comia. Papa me dio unas palmadas en la espalda y enseguida de mi boca volaron pedacillos de zanahoria masticados, que fueron a parar a la repisa de la cocina. Mamé los limpié con un trapo. —A tener un bebé —dijo papa. 10 —Quieres decir que... (estas embaraza- da? —le pregunté a mama. —Si me contest6, palmeandose la tri- pa—. Casi de cuatro meses. —jCuatro meses! jHace cuatro meses que lo sabes y no me habias dicho nada! —Queriamos estar seguros —dijo papa. —j{Y necesitabais cuatro meses para estar seguros? —E] ginecélogo me ha visto hoy por segunda vez —dijo mama—. E] bebé llegara en febrero. —alarg6 la mano e intent6 hacerme un remolino en el pelo; pero me aparté antes de que me tocara. Papa destap6 el puchero del fuego y em- pez6 a revolver el guisado. Mama siguio cortan- do zanahorias. Ni que estuviéramos hablando del tiempo. —jCémo habéis podido? —grité—. {.C6- mo? {Es que con uno no tenemos bastante? Mis padres me miraron. —Sji, jotro Supertoci! ;Justo lo que esta familia necesita! —di media vuelta y me marché corriendo. Mi hermano Supertoci, que tiene cuatro anos, estaba en la sala (Supertoci no es su nom- bre verdadero. Mis padres le empezaron a llamar asi desde que estaba en la cuna. Ellos decian que el pesado era tan dulce como el tocino de cielo). El tio estaba poniéndose ciego de galletas y se refa como un lunatico viendo Barrio Sésamo en la tele. Le miré y pensé que tendria que volver * Tocino de cielo: dulce elaborado con vemas de huevo y almibar bien cuajados. } ; j (9 1] otra vez a pasar por lo mismo: patadas, alaridos, porquerias, y muchas otras cosas por el estilo. istaba tan rabioso que pegué una patada en la pared. Supertoci se dio la vuelta. —jHola, Peter! —me dijo, pronuncian- do mi nombre con acento britanico. —jEres un monstruo! —le chillé, y el (io me tiré un monton de galletas encima. Me escapé a mi cuarto y di un portazo tan fuerte que el mapamundi se cay6 de la pared y aterriz6 en mi cama. Mi perro Tortuga solt6 un ladrido. Abri. la puerta lo suficiente como para que pudiera salir fuera de la habitacién y volvi a dar un por- (azo cuando salid. Saqué del armario mi bolsa Adidas y vacié dos cajones en ella. —Otro Supertoci —me dije—. Van a tener otro Supertoci. Entonces llamaron a mi puerta. Era papa. —Peter... —jMarchate! —le dije. —Me gustaria hablar contigo —dijo. —j De qué? —le contesté. Como si no lo suplera. —Del bebé. — {De qué bebé? —Ya sabes de qué bebé. —No necesitamos a ningun otro bebé. —Lo necesitemos 0 no, esta por llegar dijo papa—. Asi que mejor sera que te vayas ucostumbrando a la idea. —jEso, nunca! ee r2 —Bueno, ya hablaremos mas tarde. Aho- ra, lavate las manos que vamos a cenar. —No tengo hambre. Cerré la cremallera de mi bolsa, me pu- se una cazadora y abri la puerta. No habia na- die. Crucé el recibidor y vi que mis padres esta- ban en la cocina. —Me voy —les anuncié—. No voy a que- darme aqui con los brazos cruzados esperando a que nazca otro Supertoci. Adids. No me movi. Me quedé alli parado, espe-. rando a ver qué hacian ellos. —Y, ,adonde vas a ir? —me pregunto mama. Sac6 cuatro platos del aparador y se los paso a papa. —A casa de Jimmy Fargo —le contesté; aunque la verdad es que hasta ese mismo mo- mento no se me habia ocurrido pensarlo. ——Su apartamento sélo tiene un dormito- rio —dijo entonces mama—. Vais a estar un poco apretados. Se pondra muy contenta de verme. —lLa abuela ha ido a Boston a ver a la tia Linda. —jOh! —Asi que, {por qué no te lavas las ma- ° nos, cenas y juego piensas ad6nde iras? —dijo mama. Yo no queria admitir que tenia hambre, pero si la tenia; y, ademas, de la cocina salia un olorcito riquisimo y se me estaba haciendo la boca —Bueno, pues iré a casa de la abuela. 1D 13 agua. Asi que dejé mi bolsa Adidas, crucé el reci- bidor y me fui al bafio. Supertoci estaba en el lavabo, subido en su taburete y embadurndndose las manos con tres palmos de espuma de jabén. _ —=jHola, tu debes de ser Beto! —me di- Jo, imitando la voz de uno de los personajes de Barrio Sésamo—. Yo me llamo Ernesto. Me ale- gro de verte —y me ofrecié una de sus manitas jJabonosas. ——Suibete las mangas, que estds hecho una porqueria —le dije. —Porquerias, porquerias... Me gusta ha- cer porquerias —canturre6. —Ya lo sabemos; ya lo sabemos... —le dije. Puse las manos bajo el grifo y me las sequé en los vaqueros. Cuando nos sentamos a la mesa, Super- loci se acomod6 en su silla. Como no le gustan los cojines, tiene que arrodillarse en la silla por- que, si no, no llega a la mesa. —Peter no se ha lavado las manos con jabon —dijo—. Sé6lo con agua. ~—Pedazo de... —empecé a decir yo; pero »upertoci ya estaba charlando con mi padre, tan contento. —jHola! Yo me llamo Beto. Ti debes de ser Ernesto, jno? —Si, claro —le contest6 mi padre, si- guiendole la corriente—. ; Qué tal estas, Beto? —Pues, hombre, te diré: el higado se ine esta poniendo verde y se me estan cayendo las ufas de los pies. | 14 —Lo siento mucho, Beto —dijo mi pa- dre—. ;Mafiana serd otro dia! —Si, eso —dijo Supertoci. Me servi puré de patata en el plato y lue- go le eché encima un montén de salsa. —jOs acordais de cuando le llevamos a Supertoci al «Paraiso de la Hamburguesa» y em- badurné las paredes de puré de patata? —j Yo hice eso? —pregunt6 Supertoci muy interesado. —Sj —le contesté—, y te tiraste un plato de guisantes por la cabeza. Mi madre empezo a reirse. —No me acordaba para nada de ese dia —dijo. —;jQué pena que no te acordaras de eso antes de decidir ‘ener otro bebé! —le die. —j{ Bebé? —pregunto Supertoci. Papa y mama se miraron el uno al otro y me di cuenta de que no le habian contado la buena nueva. —Sji, vamos a tener un bebé —dijo mama. —j;Maijiana? —pregunt6 Supertoci. ——_No, mafiana no —contesto ella. — , Cuando, entonces? —pregunto Su- pertoci muy interesado. | —En febrero —respondio papa. —EFnero, febrero, marzo, abril, mayo... —recit6 Supertcci. —vVale, tio, vale —le dije—. Ya sabe- mos que eres muy listo. — Diez, veinte, treinta, cuarenta, cin- cuenta... — Baste ya! —le grite. Plus io 15 —A, b,c, d, e; f, g, 1, b, y, z... —j,No hay nadie que le pare? —dije yo. Supertoci se qued6 callado unos minu- tos, y después les pregunto: — {Como va a ser el bebé? —FEsperemos que no sea como ti —le contesté. —(,Por qué no? Yo era un nifio muy bue- no, { verdad, mama? —Eras un bebé muy particular, cielo —dijo ella. — ;,Lo ves? Era un nifio muy particular —me dijo Supertoci. —Y Peter era un nifio muy dulce —dijo mama— y muy callado. ——Qué suerte que fui el primero porque, si no, a lo mejor no hubieras tenido mAs nijfios —le dije. — ; Yo era un bebé callado? —pregunté Supertoci. —Yo no diria eso —le respondi6 papa. —jQuiero ver al bebé! —dijo Supertoci. —Ya lo veras. —j Ahora! —Ahora no puedes verle —dijo papd. —j Por qué? —Pues porque le llevo dentro —le aclaré mama. «Bueno», pensé, «aqui viene la gran pre- gunta.» Cuando yo la hice, me regalaron un libro que se llama De dénde vienen los nifios. «; Qué le dirian papa y mama a Supertoci?» Pues no le dije- ron nada porque él no les hizo ninguna pregunta. 16 En cambio,, empezo a pegar con la cuchara en el plato diciendo: —j‘Quiero ver al bebé! j Quiero ver al be- bé ahora! —Pues tendras que esperar a febrero, como todos —dijo papa. —j.Ahora! j Ahora! ; Ahora! —chill6é Su- pertoci. «Oitros cinco anos asi», pensé. «Quiza ' mas. Y quilén me dice a mi que no les va a dar ahora por tener un hijo detras de otro.» —Perd6n —me disculpé, mientras me levantaba dle la mesa. Fui a la cocina y agarré mi bolsa Adidias. Después me quedé parado en la puerta—. Bhueno, sera mejor que me vaya —dije, haciendo como un gesto de adios. —{,Donde va Peter? —pregunt6 enton- ces Supertoci. —Me marcho —le contesté—-; pero vol- veré de visita... algtin dia. —j.No! |No te vayas, Peter! —Supertoci baj6 de su silla de un salto y vino corriendo hacia mi; se agarr6 a mi pierna y empez6 a berrear—: jPeter! ;Petter! | Llevame contigo! Intenté quitéarmele de encima, pero me fue imposible. El tio es muy fuerte cuando quie- re. Eché uma mirada a mis padres y luego a mi hermano, que me miré igual que mi perro Tortu- ga cuando quiere una galleta. —i sélo supiera cémo va ser el bebé... —dije. ——Espera a verle, Peter. No tiene por qué parecerse a Supertoci —me dijo papa. ia 79 17 —Pero tampoco tiene por qué no pare- cerse a él. Supertoci me dio un tir6n en la pierna. —Yo quiero que sea un bebé muy parti- cular. Como yo. —Si creéis que va a dormir en mi cuar- to, estais locos —les dije. —El bebé dormira por aqui, en el come- dor —aclar6 mama. —{,Y donde vamos a comer nosotros? —Bueno, hombre, ya pensaremos en algo. Agarré mi bolsa otra vez e intenté qui- tarme a Supertoci de encima. —Vale, me quedo; pero si cuando lle- gue el bebé no me cae bien, me voy. —Yo también —dijo Supertoci—. Sam ha tenido un hermano y huele muy mal —se tapo la nariz—. ;Puaj! —(,Quién quiere postre? —pregunt6 papa—. Hay flan de vainilla. — Yo quiero... yo quiero —dijo Super- toci. Solt6 mi pierna y volvié a su silla. —(,Y tu, Peter? —pregunt6 papa. —Claro, ,;por qué no? —-y me senté otra vez a la mesa. Mami se acercé y me revolvié el pelo. Esta vez le dejé hacerlo. Selusa 79 a Capitulo 2 :. «Cuchi, cuchi...» Antes de acabar la semana, Supertoci hi- zo la gran pregunta: —Mami, ,c6mo hizo el bebé para estar dentro de ti? Entonces mama me pidié prestado el li- bro De dénde vienen los nifios y se lo leyo. En cuanto mi hermano se enter6d de c6mo estaban las cosas empezé a explicarle a todo el mundo y con muchos detalles c6mo mama y pa- pa habian hecho el bebé. Se lo cont6é a Henry, el ascensorista de mi casa. —Te viene un poco ancho el tema, chi- co —le dijo éste. Se lo conté a la cajera del supermerca- do, y sus ojos se fueron abriendo mas y mas, hasta que mama le dijo a Supertoci: —jBasta ya, cielo! Pero, mama, jsi me falta lo mejor! —le contest6 mi hermano. —Peter —-me dijo mama—, hace mucho calor: ,por qué no le sacas de aqui? 19 En el autobus, Supertoci se fij6 en una senora embarazada y le espet6: —Ya sé lo que llevas ahi y ya sé cOmo te lo metiste en la tripa. _ Y la sefiora se levanto y se fue a sentar a otro sitio. Se lo dijo también a la abuela, quien le pregunté a mama: —Ann, {crees que es bueno que el nifio sepa tanto sobre el asunto? En mis tiempos ha- blabamos de la cigiiena. —({ Qué es una cigiiena? —pregunt6 Su- pertoci. —Un pajaro grande —le contesté. —j; Como el de Barrio Sésamo? —No, exactamente. —DMe gustan los pajaros. Cuando sea ma- yor quiero ser pajaro —dijo. | —TwU no puedes ser pajaro —le dijo la abuela. —jPor qué no? —Porque eres un nifo. —Y qué? —le contest6 Supertoci, nén- dose como un loco y dando valteretas por el suelo. Supertoci no dej6 de hablar sobre el asun- to, que se habia convertido en su tema favorito. Se lo cont6 a la profe de la guarderia, que se qued6 © tan impresionada que llam6é a mama por teléfono para que fuera por alli, porque los nifios tenian cantidad de preguntas que hacerle. Asi que mama fue y se lo paso tan bien que se ofreci6 para venir también a mi cole. Le dije que ni hablar. Sa 20 Yo no le habia dicho a nadie lo del bebé, exceptuando a Jimmy Fargo, porque a él le cuento todo. Y también lo sabia Sheila Tubman, porque vive en nuestro bloque y se dio cuenta de que ma- ma estaba embarazada. —Es un poco vieja para tener un nino, ino? —me pregunto una tarde. —Tiene treinta y cuatro aos —le respondi. Abrié la boca como un buzon. — Ah, pues si que es vieja la tia! _—No tanto como la tuya —le contesté. No sabia cuantos anos tenia Sheila, pero su her- mana Libby tenia trece; asi que pensé que su madre seria mayor que mama. —Pero no es mi madre la que va a tener un nifio... —No... pero... —no se me ocurri6 nada mejor que decir. De todos modos, tampoco sa- bia a dénde queria llegar Sheila. Cuando subi a casa le pregunté a mama: —-;,,A los treinta y cinco afios se es dema- siado viejo para tener un nifio? —No, jpor qué? —Bueno, por nada. —lLa abuela tuvo a la tia Linda a los trein- ta y ocho. —j,Ah! —qué tranquilidad: mi madre no era la mujer mas anciana del mundo que iba a tener un hijo, asi que Sheila hablaba por hablar, como siempre. El 26 de febrero, cuando fuimos toda la clase a visitar el Museo de Arte Metropolitano, io Z| nacio mi hermana; justo cuando estabamos vien- do las momias de las salas egipcias. . La llamaron Tamara Roxana, pero duran- te varlas semanas todo el mundo la Ilamé «E] Bebé»: «El Bebé esta llorando.» «El Bebé tiene hambre.» «Calla, que E] Bebé esta durmiendo...» Luego, mama empez6 a Ilamarla Piruleta y a decirle las tipicas tonterias: «, Como esta mi pequefia Piruleta?» (Como si la otra le pudiera responder...) «{, Hay que cambiarle el panalito a mi Piruleta?» (7 Y todavia lo pregunta...?) «; Tiene hambre mi Piruleta?» (Si, casi todo el tiempo...) ; Y la pequefia Piruleta de mamd no dormia mas de dos horas seguidas. Sus berridos me des- pertaban todas las noches. Tortuga, que duerme a los pies de mi cama, también se despertaba y se ponia a ladrar siguiendo el ritmo: j Vaya dio! Para cuando cumplié un mes, todos Ia Ila- maban Piruleta. A mi me parecié que esto le ibaa traer problemas, Traté de advertirles a mamé y a papa lo que podia ocurrir. —Cuando vaya al cole, le van a tomar el pelo cantidad con un nombre asi. Mama y papa se rieron. —j Qué gracioso eres, Peter! Yo no me estaba haciendo el gracioso en absoluto. Sé lo que digo, pero no puedo hacer nada. Tengo un hermano apodado Supertoci y ahora una hermana a la que Ilaman Piruleta. A lo mejor, lo que quieren mis padres es poner una fabrica de dulces. Me pregunto cémo pude esca- par yo a esa mania familiar. Ze Pirueta era mucho més pequefia de lo que habia pznsado, pero tenia fuerza la tia. Me di cuenta eldfa en que Supertoci le quiso arran- car los dedcs de los pies. —Cueria ver qué pasaba —dijo, mien- tras Pirulet: se ponia a llorar. —jNo lo vuelvas a hacer nunca mas! —le dijo mamaé—. {Te gustaria que Peter te hiciera lo mismo? Nopude evitar la risa. —Feter ya sabe de sobra que mis dedos no se arraman —dijo Supertoci. —ueno, jpues los de Piruleta tampoco! Um tarde, al volver del cole, no encontré a Piruleta 2 su cuna. Pensé que mama le estaria dando de comer; asi que fui a su cuarto. Mama estaba tunbada en la cama, tapandose los OJOS con las maios. — Hola! —le dije—. ,Donde esta Piruleta? 3n su cuna, durmiendo —murmuro6. —No, no esta —le dije. —Jue sf, que la acabo de dejar alli. —Te digo que he mirado en su cuna ha- ce un monento, y no esté. Mama se retiré las ma- nos de la «ara. —;,Qué estas diciendo, Peter? —Que Piruleta no esta en la cuna. Mama dio un salto. —Entonces, jdénde esta? Fiimos corriendo al lugar donde antes comiamo;. Mama miré en la cuna, pero Piruleta no estabaalli. al@ 23 —jNo es posible! —grit6 mamé—. jLa han raptado! | —No sé quién querria raptarla —dije; pe- ro inmediatamente me arrepenti. —jLlama a la policia, Peter...! —dijo mana No, espera, jllama primero a papa...! No, jllama a la policia...! —FF - 2 . # oe epeia un minuto, mama. ;Dé6nde es- a Supertoci’ —¢Supertoci? En su cuarto, supongo —se quedo pensativa un momento—. ; No esta- ras pensando que...? Echamos a correr hacia el cuarto de Su- pertoci, que estaba jugando con sus coches miniatura y oyendo el disco de Puff, el dragon magico. i: —(,Dénde esta Pi i esta Piruleta? —le pr ° Pears pregunt6 —{(Piruleta? —dijo Supertoci con una voz muy parecida a la que yo utilizo cuando no quiero contestar a una pregunta. —jSi, Piruleta! —respondié mama | ma, al- zando la voz. 3 —Esta escondida —dijo Supertoci. —;{,Qué estas diciendo? —Pues que estamos jugando —contest6 Supertoci. —{ Quién esta jugando? —le : mama. g pregunto yyo —Nosotros —dijo Supertoci—: Piruleta —Piruleta no puede jugar. Todavia es muy pequenia.. Plusa 24 —Pero yo la ayudo —dijo Supertoci—; la ayudo a esconderse. —Supertoci —dijo mama. Yo me di cuen- ta de que mi hermano se la iba a ganar de un mo- mento a otro—, {donde esta Piruleta? —No te lo puedo decir, mama. Se enfa- daria muchisimo. Un segundo antes de que mi madre ex- plotara, se me ocurri6 algo: —Vamos a jugar a «Caliente, caliente» —le dije a Supertoci—. Tu me sigues y, cuando esté cerca de Piruleta, dices «caliente» y, cuan- do me aleje, dices «frio». Te has enterado? —Me encantan los juegos —exclamé Su- pertoci. — Vale. ; Estas listo? —Si. —Pues vamos —crucé el recibidor y me dirigi a la sala. —Frio... frio... frio... —canturre6é Supertoci. Me meti en la cocina. —Frio... frio... frio... Fui al recibidor. —jCaliente, caliente! —chillé6 mi hermano. © Abri el armario. —jMuy caliente, muy caliente! ;Cuida- do, que te quemas! Y se puso a saltar aplaudiendo con las dos manos. Piruleta estaba en el fondo del armario, medio dormida en su sillita. Mama la tomé entre sus brazos. (9 2. —jOh, gracias al cielo, mi pequefia Piru- leta est4 sana y salva! —mamaé la volvié a meter en lacuna y luego estall6—: Estoy muy enfadada contigo, Supertoci. jLo que has hecho esta muy mal! —grit6. —Pero... jsi le gusta mucho jugar! —dijo Supertoci. —-j La has escondido otras veces? —Si. — Pues no vuelvas a hacerlo nunca mas! Me eniiendes, Supertoci? —No. ——jEs que no te la puedes llevar por ahi como si nada! —Pero... jsi no pesa! —A los bebés hay que llevarlos de un mo- do muy especial. — /Como las. mamas gatas llevan a sus gatitos? —le pregunté Supertoci. —Si, justo —le respondié ella. Supertoci se echo a reir. —jPues tti no llevas a Piruleta en la boca! —No, no lo hago; pero la llevo con mu- cho cuidado para que no se haga dani. —j,Me quieres, mama? —Si, mucho. —Entonces, jéchala de casa! —dijo Supertoci—. Estoy hasta el gorro de ella. No me divierte nada. —Algiin dia te divertira... y podras ju- gar con ella al escondite; pero tienes que espe- rar un poco, porque todavia Piruleta es muy pe- quena. Pelube 26 —No quiero esperar. | Quiero que te des- hagas de ella ya: Pero Piruleta es nuestro bebe. —jNo! ;Yo soy tu bebe! —Tu eres mi pequenin. —j No! ; Yo soy tu bebé! / | —Bueno —dijo mama—,, vale, tu eres mi bebé. | —-Pues, entonces, llévame en tus brazos como haces con Piruleta. ; Mama abrié los brazos y Supertoci a hacia ellos. Puso la cabeza en el hombro C mama, se metié los dedos en la boca y empezo a chupetedrselos. oe Ya sé que parecera estupido; pero creo que por un minuto hubiera querido yo tambien ser el bebé de mama. Después de aquello, a Supertoci le dio por vender a la nena en cuanto se encontraba con alguien. —;Te gusta el bebé? —decia. — Ay, sf! jEs adorable! : Pues te le puedes quedar sélo por 2 centavos. — . / Y como eso no funcion6, entonces intento regalarla. ae ° —__Tenemos un bebé ahi arriba. Puedes uedartele. Gratis y todo. . : Y como eso tampoco resultaba, intento pagar para que se la llevaran. —Te doy 25 centavos si te la llevas a tu 4 casa y no nos la traes nunca mas. (9 27 Lo intenté con Sheila Tubman. —Mi madre me dijo que, cuando yo na- ci, Libby también queria deshacerse de mi —dijo Sheila. «No me extrafia», pensé yo. —Pero se le pas, y a ti también se te pa- sara —le dijo a mi hermano. Supertoci le dio una patada y luego se fue corriendo por el recibidor. Sheila se qued6 junto a la cuna de Piru- leta, y me dijo: —Es una suerte que no se parezca a ti, Peter. —j{, Qué quieres decir con eso? —Mirate al espejo de vez en cuando ——me contesto, y luego se dirigié a Piruleta—: jCuchi, cuchi...! —Oye, que nosotros le hablamos como a una persona —le dije. —Pero es que no es una persona. Es un bebé. —Aunque sea un bebé, no tienes por qué hacerle ruidos esttpidos. —Pero a ella le gustan. Mira: si le hago cosquillas debajo de la barbilla, se rie. —Parece que se rie, pero son gases. —j Qué va! Piruleta me esta sonriendo, i, verdad que si, chiquitina mia, preciosa? Efectivamente, parecia que la pequefia le sonrefa; pero, {cémo podifa alguien sonreirle ii Shéila Tubman, aunque fuera un bebé? Esa misma noche, Supertoci se subié a la cuna de su hermana. 28 —Yo soy el bebé —dijo—: Gu, gu, da, da. Papé le sacé de alli. ie eres un chico grande que duerme n una cama de chico grande. ; . —No. Yo soy un bebé. Bud, bud, bud... Decidi que era el momento de tener una conversacién con el chaval; asi que le dije: —Oye, Supertoci, quieres que te lea un cuento? —Si. —Vale, pues métete en la cama y ahora mismo Voy. Le Me lavé los dientes y me puse el pijama. Cuando entré en el cuarto de Supertoci, él estaba sentado en su cama, con su libro favorito: Arturo el comehormigas. - —lLee —me dijo. Me senté a su lado. — No te cansas de hacer de bebé? —le pregunté. =.N0. : —Cryef que querias ser como yo. —Si. —Pues no puedes ser como yo y ser bebé | al mismo tiempo. ; —j Por qué no? ——Pves porque los bebés no pueden ha- | cer nada de nada, tio. Lo inico que hacen es co- | mer, dormiry llorar. No son nada divertidos. _—Entonces, por qué dicen todos que Piruleta es fenomenal? —Porque es nueva. Ya se cansaran. Es) mucho mejor ser mayor —le die. 20 —(,Por qué? —Porque tenemos més privilegios. —{ Qué son «privilegios»? —Significa que nosotros hacemos cosas que ella no puede. —jComo qué? —Como quedarnos levantados hasta tarde y... ver la televisién y... bueno, cantidad de cosas. —Yo no me quedo levantado hasta tarde. TH si. —Porque soy el mayor. Tt ya tendrds tiempo de quedarte hasta mas tarde que Piruleta. —j Cuando? —Cuando tengas ocho afios y ella cuatro. Entonces te acostards la mar de tarde e ir4s al co- legio y sabras leer y escribir y ella no y, ademas, pues... —Lee, anda —dijo él, metiéndose bajo las sAbanas. —{ Vas a dejar de hacerte el canijo? —le pregunté, —Me lo pensaré —me contesté. —Vale, eso ya es algo. Se qued6 dormido antes de que acabara el libro. Le estiré las mantas, apagué la luz y después lui al bafio y me estuve mirando detenidamente en el espejo. «; Qué quiso decir Sheila Tubman? Yo soy el mismo de siempre. ; Y por qué diria eso de (ue Piruleta tenia suerte de no parecerse a mi? A No ser que sea por mis orejas. Ultimamente me parecen demasiado grandes», Intenté pegarmelas 30 a ambos lados de la cabeza. «Bueno, asi no estan tan mal», pensé. «A lo mejor podria pegarmelas con adhesivo todas las majfianas, pero seria mucho trabajo. Si me dejo el pelo largo, las podria escon- der. Si. Eso es justo lo que voy a hacer: dejarme crecer el pelo hasta cubrirlas.» : Bostecé. Cuando bostezo mientras me miro en el espejo, me veo las amigdalas. Me fui a mi cuarto, me meti en la cama y me quedé dormido. Al fin y al cabo, {a quién le importa lo que diga Sheila Tubman? a Capitulo 3 ‘. Otro noticié6n Sin duda, las cosas en casa habian cam- biado. Por la noche llegaba papé del trabajo, car- gado de bolsas de la compra, y era él quien se encargaba de preparar la cena. La lavadora esta- ba siempre en marcha. Cada vez que Piruleta comia, echaba sus eructos; y la mitad de lo que le habia entrado salfa otra vez para fuera. Habia que cambiarla unas seis veces al dia. Supertoci, sin embargo, primero empez6 a mearse encima, co- mo cuando era pequefio, y después a mojar la ca- ma otra vez. Mama y papa dijeron que era algo pasajero y que tenfamos que tener paciencia, que ya se le pasaria. Les sugerif que le volvieran a poner panales, pero no me hicieron caso. Una tarde, mi madre se ech6 a Ilorar. En mis narices. —j{,Qué pasa? —le pregunté. —jEstoy tan cansada! —me contest6—. j Hay tanto que hacer que a veces no sé ni cé6mo voy a poder acabar la semana! 32 —Eso te pasa por haber tenido otro bebe —le dije; pero se puso a Iorar atin mas fuerte. Me da pena; pero, por otro lado, me pone de muy mal humor. Mi abuela se vino unos dias para echar- — nos una mano y mamé le encargo a Libby Tub- man que viniera a cuidar de Supertoci después del cole. Yo me quedaba en casa de Jimmy Fargo hasta la hora de cenar: de todos modos, nadie parecia echarme mucho de menos. A mediados de mayo, las cosas empeza- ron a mejorar. Piruleta dormia hasta cuatro ho- ras de un tirdn y por las noches mas, incluso. Papa y mamé preparaban la cena juntos; mama hablaba de volver a la Uni a estudiar Historia del Arte, cO- sa que me sorprendid, porque desde que naci siempre habia trabajado como ayudante de un dentista. —z,Y por qué Historia del Arte? —le pregunté. —Porque siempre me ha gustado. — Y los dientes? Es que ya no te gus- tan los dientes? : —Bueno, si; pero no tanto como la His- toria del Arte. Creo que me apetece un cambio. — ,Y no te parece que ya es bastante cam- bio tener a Piruleta? 7 —Sji, claro; pero algtin dia creceré e ira al colegio, y a mi me gustaria tener una carrera, la verdad. —Vale —le dije; pero no estaba muy se- guro de haberlo entendido. a3 El ultimo dia de cole hicimos una fiesta en clase, con magdalenas y un batido de frutas guay, llamado «Isla Tropical». Yo me bebi ocho vasos de batido porque me encanta. Mama dice que soy un adicto, y yo le contesto: — Si, sefiora; y, si me abrieras las venas, verias que corren por mi sangre siete sabores de fruta distintos. Después de beber ocho vasos de Isla Tro- pical, volver a casa en el autobiis, entrar en el edi- ficio, esperar el ascensor, correr hasta llegar a la puerta del piso, buscar mi Ilave y abrir la puerta, tenia muchisimas ganas de ir al bafio. De veras que si. Pero Supertoci me habia quitado el puesto y estaba sentado en la taza leyendo Arturo el comehormigas. —j Venga, date prisa! —le dije—. Que me lo hago encima. Pero es que no es bueno que me dé prisa —me contesto. Fui corriendo al bafio de mis padres, pe- ro la puerta estaba cerrada. —jMama! —chillé, golpeando la puerta. —jNo te oigo! —me contest6é—. Me es- toy duchando. Acabo en cinco minutos. Le echas un vistazo a la nena? Volvi a mi bafio a todo correr, pero Su- pertoci seguia alli sin inmutarse. —j Venga, tio! |Es una emergencia! jHe bebido ocho vasos de Isla Tropical esta tarde! —Pues yo, dos vasos de chocolate. —,Y si te levantaras sdlo por un minuto? Polis TO —Eso no seria bueno para mi salud. —j Venga, Supertoci! —No puedo pensar contigo aqui delan- te —me contesto. —Pero, {qué es lo que tienes que pensar? —-En hacer eso. Podia haberle sacado de alli; pero ahora que ha dejado de mojar los pantalones se supo- ne que tenemos que animarle a usar el bano. Asi que me marché corriendo mientras pensaba lo facil que era para Piruleta: se lo hace, sin mas, | cuando quiere y donde quiere. Luego me acordé de que miprofenos | habia contado las costumbres de los ingleses en el siglo xvit, cuando la gente usaba orinales. Me hubiera gustado mucho tener un orinal porque, para entonces, estaba totalmente desesperado. Corri a la sala y miré por todos lados. Tenemos una planta muy grande en una esquina, como de unos dos metros. «jDebo 0 no debo?», me pre- guntaba. «No. Vaya porqueria», pense. Pero cuando la naturaleza llama, uno no se puede negar, ;no?; y enseguida empece a des- abrocharme el cinturon. | Y en ese momento of a Supertoci que me decia: —Vale, Peter. Puedes pasar y tirar de la cadena. 34 Supertoci se niega a tirar de la cadena. | Tiene miedo de desaparecer por el desagiie. | Pero no era éste el mejor momento para pensar en convencerle. Llegué como una bala y pude Prlusa 36 descargar por fin. Supertoci me miraba y el tio se quedé muy impresionado. —Nunca habia visto tanta junta —me dijo. —Gracias —le contesté. Esa noche estuvimos todos viendo la te- le en la sala. Yo tenia a Piruleta en brazos. Solto un suspirito. Cuando duerme se parece un mon- t6n a mi perro Toriuga. Yo sé perfectamente lo que suefia Tortu- ga por los ruidos que hace; y, a veces, cuando tiene una pesadilla, llora y tiembla. Entonces le acaricio el lomo hasta que se tranquiliza.. Y lo mismo pasa con Piruleta. Esta dormi- da como un liré6n, pero hace ruiditos o lloriquea y se menea inquieta. A veces parece que chupa del biberén. Apuesto a que cree que esta comiendo. Pero lo que mds me gusta son sus suspiritos, por- que sé que entonces esta contenta. Y la siento tan tibia y blandita en mis brazos que me flipa. En cuanto termin6 el programa, papa apag6 la tele; se volvi6, nos mur6, y dijo: —-Tenemos buenas noticias para voso- tros, chicos. —jAy, no! ;Otra vez, no! —dije yo, mi- rando a mi hermana. Mama y papa se echaron a reir. —Esta vez es otra cosa —dijo papa. — Algo interesante? —le pregunto Su- | pertoci, que jugaba a las carreras con sus coches ] miniatura—. Bruuummm, bruuummm... —Si, algo muy interesante —-le contes- | t6 mama. lp 9 37 —Bueno, no nos tengais con el alma en vilo —les dije yo—. ;Contadlo de una vez! —j Qué es «con el alma en vilo»? , Algo parecido a «privilegio»? —me pregunt6 Supertoci. —No —le contesté—. jCalla y escucha! —miré a papa—: ;Entonces, qué? —porque sus ideas sobre lo que es interesante no suelen coin- cidir con las mias. —Que nos mudamos a Princeton —dijo papa. —j Nos, qué? —estuve a punto de dar un brinco; pero me fue imposible porque tenia a mi hermana encima. —j{ Y eso queda cerca del parque? —le pregunt6 Supertoci, que jugaba con su cocheci- to, subiendo y bajandolo por la pierna de mama. —jNo, estupido! ; Queda en Nueva Jer- sey! —le dije. — ,Y Nueva Jersey esta cerca del parque? —Por lo menos, no de Central Park —le. contest6 mama. —Pero no importa, porque alli tendras un patio en la parte trasera de la casa —le dijo papa. —j,Qué es un «patio»? —pregunt6 enton- ces Supertoci. —Es como un parquecito —le contest6 papa. —jUn parque para mi solo? —volvi6 a preguntar Supertoci. —Algo asi —le respondio papa, para que se callara de una vez. — Y tu Historia del Arte’? —le dije a mama. —{ Qué? 38 —Pues que crej que ibas a volver a la Uni a estudiar Historia del Arte. ——La Universidad de Princeton tiene un departamento de Historia del Arte. A lo mejor me apunto a las clases. —KEs solo por un afio —dijo papa, miran- dome—. Para ver qué tal resulta vivir fuera de la ciudad. —jFuera, fuera, fuera! —canturreaba Supertoci. No se puede tener una conversacién nor- ma! delante de é1. ;Qué plasta! ;Es que mis pa- dres no lo ven, 0 qué? —Nos vamos la semana que viene —di- jo papa. —ji,Y Maine? —pregunté, porque en verano siempre vamos dos semanas a Maine. —DMaine se escribe M-a-i-n-e —cantu- rre6 Supertoci. — {Como sabe él cémo se escribe? —le pregunt6 mama a mi padre. —No tengo ni Ja menor idea. —Y, bueno... jiremos a Maine, 0 no? —repeti. —N0o, esta vez iremos a Princeton. —Esta vez, esta vez, esta vez —cantu- rreo Supertoci. —jCalla! —le chillé, y luego volvi a chi- llar—: ;Odio Princeton! —Pero si no has estado nunca... —me dijo mama. jSi, senora! jSi que he estado! ;No os acordais que fuimos a visitar a unos amigos la sa 19 39 mar de tontos que tenfais alli, y que nos dieron una comida de lo mas asquerosa? Gambas con setas y espinacas, todo junto. Y yo tenia hambre, pero no me dieron nada mas que eso. Ni siquiera un trozo de pan... ;Pues yo si que me acuerdo! —jAy, si! | Es verdad! Se me habia olvi- dado que pasamos un dia con Millie y George —dijo mama. —jEs que a ti se te olvida todo lo impor- tante! —le dije. —Mira, Peter —me dijo mi padre—. Pensabamos que te iba a gustar lo de Princeton. Hemos alquilado una casa alli. De hecho, es la casa de Millie y de George, porque ellos se van a Europa por un afio. —jEse vejestorio de casa! —No es un vejestorio. Es una casa anti- gua y muy hermosa. Ademas, hemos consegui- do que nos alquilen nuestro piso. Asi que no te cierres en banda, Peter. —jBanda, banda, banda! —canturre6é mi hermano. —jPues me lo debiais haber dicho antes! [gual que debiais haberme dicho antes lo de Piru- leta, en cuanto lo supisteis. No me contdis nunca nada de lo que pasa. Y, ademas, ,por qué no car- gas tu con tu estipida criatura? Yo tengo cosas que hacer —le pasé a Piruleta a papa, me levanté y sali de la sala precipitadamente. De paso, pegué una patada a un par de cochecitos de carreras de los de Supertoci, que para cuando entré en mi cuarto berreaba como un poseso. «Me alegro», pensé. Prluba 40 Y luego, también Piruleta empezé a be- rrear: «; Mejor que mejor!» Y entonces, Tortuga se puso a ladrar: «jQue sufran!» Cerré la puerta de un portazo y el mapa- mundi volvio a aterrizar en mi cama. Debi de quedarme dormido con la ropa puesta, porque luego me despert6é mama, y me dijo: —jVenga, Peter! ;Quitate la ropa y méte- te en lacama! Ya es muy tarde. —Hace mucho calor para taparme con las mantas —murmuré medio dormido. —Vale; si quieres dormir asi... Pero, por lo menos, quitate los zapatos. —Estoy bien asf. —Bueno, pase por esta noche. —A lo mejor lo hago todas las noches. Mama no me hizo caso, pero empezo a decir: | . —Esctichame, Peter, en cuanto a lo de Princeton... Levanté una mano: —Ahora no quiero hablar de eso. —Pero... jsi no tienes que hablar! Basta con que escuches. —Estoy muy cansado. —Bueno, ya hablaremos manana. —De todos modos, ,qué puedo hacer yo, mama? Es como lo de Piruleta. Tampoco 4 pude hacer nada respecto a ella. —Pero ahora te cae bien, jno? (9 4] —lMe he acostumbrado, supongo. - —También te acostumbraras a Prince- ton. Ya lo veras. Después me empez6 a contar no sé qué de mi nuevo colegio; pero yo seguia medio dormido y no la escuchaba del todo, hasta que dijo algo asi como... «tu hermano va a ir a tu mismo colegio». Y eso-si que me hizo abrir los ojos. —j Como dices? —j{ El qué? —KEso... Lo que has dicho ahora... Lo de Supertoci y mi colegio. —jAh, si! Es que le han hecho un test y, a pesar de que todavia es pequefio, ya puede empe- zar a ir al cole. Ha estado un afio en la guarderia y sabe contar de diez en diez; se sabe el alfabeto, los dias de la semana, los colores y... bueno, jhasta sabe cémo se deletrea Maine! —Si, guay —le dije—. Sabemos que es un genio; pero es que, ademas, dijiste algo de que él irfa al mismo colegio que yo. —Si, eso. Tu estaras en sexto grado y él con los pequefios. A que es diver? —j Diver? Eso ya era el colmo. Salté de la cama y eché mano de mi bolsa Adidas. —jPiensas que es divertido ir a un cole- gi0 nuevo sin conocer a nadie? Y, ademas, te lo digo rotundamente: jno pienso ir al colegio con el monstruo del enano! {Es que no lo entiendes? ; Es que ti no entiendes nada de nada, o qué? Abri mis cajones y empecé a sacar ropa, metiéndola en la bolsa de mala manera.

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