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“ E l o j o d e l p o d e r ” , E n t r e v i s t a c o n Mi c h e l F o u c a u l t , e n B e n t h a m , J e r e mí a s : “ E l
Panóptico”,
Ed. La Piqueta, Barcelona, 1980. Traducción de Julia Varela y Fernando Alvarez -Uría.
Michelle Perrot: ¡P asando por la arquitectura! ¿Qué pensar por otra parte
de la arq uitectura como modo de organización polít ica? Por que en últ imo
término t odo es espacial, no solo mentalmente, sino materialmente en est e
pensam ient o del siglo XVIII.
Surge una arquitect ura específ ica. Philippe Ar ies ha escrito cosas que me
parecen importantes sobre el hecho de que la casa, hasta el siglo XVIII, es
un espacio indif erenciado. En este espacio hay habit aciones en las que se
duerme, se come, se recibe..., en f in poco importa. Después, poco a poco,
el espacio se especif ica y se hace f uncional. Un ejemplo es el de la
construcción de las ciudades obreras en los años 1830 -1870. Se f ijará a la
f amilia obrera; se le va a prescr ibir un tipo de moralidad asignándole un
espacio de vida con una habitación q ue es el lugar de la cocina y del
comedor, otra habitación para los padres, que es el lugar de la
procreación, y la habitación de los hijos. Algunas veces, en el mejor de los
casos, habrá una habitación para las niñas y otra para los niños. Podr ía
escribirse toda una “histor ia de los espacios” -que sería al mismo tiempo
una “historia de los poderes”- que comprender ía desde las grandes
estrategias de la geopolít ica hasta las pequeñas tácticas del habitat, de la
arquitectura inst itucional, de la sala de clase o de la organización
hospitalaria, pasando por las implantaciones económico -políticas.
Sorprende ver cuánto tiempo ha hecho f alta para que el problema de los
espacios aparezca como un problema histór ico -polít ico, ya que o bien el
espacio se reenviaba a la “naturaleza” -a lo dado, a las determinaciones
primeras, a la “geograf ía f ísica” - es decir a una especie de capa
“prehist órica”, o bien se lo concebía como lugar de residencia o de
expansión de un pueblo, de una cult ura, de una lengua, o de un Est ado. En
suma, se lo analizaba o bien como suelo, o bien com o aire; lo que
importaba era el sustrato o las fronter as. Han sido necesarios Marc Bloch
y Fernand Braudel para que se desarr olle una historia de los espacios
rurales o de los espacios mar ít imos. Es preciso continuar la sin decirse
simplemente que el espacio predet ermina una historia que a su vez lo
remodela y se sedimenta en él. El anclaje espacial es una f orma
económ ico-polít ica que hay que estudiar en detalle. Entre todas las
razones que han inducido dur ante tant o tiempo a una cierta negligencia
respecto a los espacios, citaré solamente una que concierne al discurso de
los f ilósof os. En el momento en el que comenz aba a desarrollarse una
polít ica ref lexiva de los espacios (f inales del siglo XVIII), las nuevas
adquisiciones de la f ísica teórica y experimental desalojaron a la f ilosof ía
de su viejo derecho de hablar del mundo, del cosmos, del espacio f inito e
inf init o. Esta doble ocupación del espacio por una tecnolog ía polít ica y por
una práctica cient íf ica ha circunscr ito la f ilosof ía a una pr oblemática del
tiempo. Desde Kant , lo que el f ilósof o tiene que pensar es el tiempo -
Hegel, Bergson, Heidegger -, con una desca lif icación correlat iva del
espacio que aparece del lado del entendim iento, de lo analítico, de lo
conceptual, de lo muerto, de lo f ijo, de lo inerte. Recuer do haber hablado,
hace una docena de años de estos problemas de una política de los
espacios, y se m e respondió que era bien reaccionario insistir tanto sobre
el espacio, que el tiempo, el proyecto, era la vida y el pr ogreso. Conviene
decir que este r eproche venía de un psicólogo - verdad y vergüenza de la
f ilosof ía del siglo XIX -.
M. P.: Siguiendo con la ar quit ectura, ¿no le parece que individuos como
los médicos, cuya participación social es considerable a f inales del siglo
XVIII, han desempeñado de algún modo un papel de organizadores del
espacio? La higiene social nace entonces; en nombre de la limpieza, la
salud, se controlan los lugares que ocupan unos y otros. Y los médicos,
con el renacim ient o de la medicina hipocrática, se sitúan ente los más
sensibilizados al problema del entorno, del lugar, de la temperatura, datos
que encontramos en la encuesta de Howard sobre las pr isiones. ( 2 )
Foucault: Los médicos eran ent onces en cierta medida especialistas del
espacio. Planteaban cuatro problem as f undamentales: el de los
empla zam ientos (climas regionales, nat uraleza de los suelos, humedad y
sequedad: bajo el no mbre de “constit ución”, estudiaban la combinación de
los determ inantes locales y de las variaciones de estación que f avorecen
en un momento dado un determinado tipo de enf ermedad); el de las
coexistencias ( ya sea de los hombres entre sí: densidad y proxim i dad; ya
sea de los hombres y las cosas: aguas, alcantarillado, vent ilación; ya se a
de los hombr es entr e sí: densidad y pr oximidad; ya sea de los hombres y
los animales: mataderos, establos; ya sea de los hombres y los muertos:
cementerios); el de las resid encias (habit at, urbanismo); el de los
despla zam ientos (emigración de los hombres, propagación de las
enf ermedades). Los médicos han sido con los milit ares, los primer os
gestores del espacio colect ivo. Pero los militares pensaban sobre todo el
espacio de l as “campañas” ( y por lo tanto el de los “pasos”) y el de las
f ortalezas. Los médicos han pensado sobre todo el espacio de las
residencias y el de las ciudades. No recuer do quién ha buscado en
Montesquieu y en Augusto Comte las grandes etapas del pensamient o
sociológico. Es ser bien ignorante. El saber sociológico se f orma más bien
en prácticas tales como las de los médicos. Guepin ha escrito en los
mismos com ienzos del siglo XIX un maravilloso análisis de la ciudad de
Nantes.
M. P.: Los crecimientos demográf icos del siglo XVIII han contribuido sin
duda al desarrollo de un poder semejant e.
J.-P. B.: ¿No es sor prendente entonces saber que la Revolución f rancesa
a través de personas como La Fayett e, ha acogido f avorablemente e l
proyecto del panóptico? Se sabe que Bentham, como premio a sus
desvelos, ha sido hecho “Ciudadano f rancés” en 1791.
J.-P. B.: Son en definitiva los r incones ocult os del hombre lo que el Siglo
de las Luces quiere hacer desapar ecer.
Foucault: Indudablemente.
M. P.: Esto es lo que sucedió con las insurrecciones contra el pat íbulo.
Foucault: Por el contrario, se cuenta con la mir ada que va a exigir pocos
gastos. No hay necesidad de armas, de violencias f ísicas, de coacciones
materiales. Bast a una mir ada. Una m irada que vigile, y que cada uno,
sint iéndola pesar sobre sí, termine por interiorizarla hast a el punto de
vigilarse a sí mismo; cada uno ejercerá esta vigilancia sobre y contra s í
mismo. ¡Fórmula maravillosa: un poder continuo y de un coste, en último
término, ridículo! Cuando Bentham considera que él lo ha conseguido, cree
que es el huevo de Colón en el or den de la política, una f órmula
exactament e inversa a la del poder monárquico. De hecho, en las técnicas
de poder desarrolladas en la época moderna, la mirada ha tenido una
importancia enorme, pero como ya he dicho, est á lejos de ser la única ni
siquier a la principal instrumentación puesta en práct ica.
Foucault: Esto es sin duda lo que hay de diabólico en esta idea como en
todas las aplicaciones a que ha dado lugar. No existe en ella un poder que
radicar ía totalmente en alguien y que ese alguien ejercer ía él solo y de
f orma absoluta sobr e los demás; es una máquina en la que todo el mundo
está apr isionado, t anto los que ejercen el poder como aquell os sobre los
que el poder se ejerce. Pienso que esto es lo caract erístico de las
sociedades que se instauran en el siglo XIX. El poder ya no se ident if ica
sustancialmente con un individuo que lo ejercer ía o lo poseer ía en virtud
de su nacimiento, se convie rte en una maquinar ia de la que nadie es
titular. Sin duda, en esta máquina nadie ocupa el mismo puesto, sin duda
ciertos puestos son preponderant es y permiten la producción de ef ectos de
supremacía. De esta f orma, estos puestos pueden asegurar una
dominación de clase en la misma medida en que disocian el poder de la
potestad individual.
J.-P. B.: De todos modos, ¿exist e alguien o algunos que impulsan el todo?
J.-P. B.: Cuando, dicho sea de paso, empleas el término “t rabajo” en tus
libros, raramente lo haces en relación al trabajo productivo.
M.P.: Bentham, en todo caso, me parece muy seguro de sí, muy conf iado
en el poder penetrante de la m irada. Se tiene incluso la sensación de que
no calibra muy bien e l grado de opacidad y de resistencia del material que
ha de corregir, que ha de integrar en la sociedad -los f amosos pr isioner os -
. Además, ¿no es el panóptico de Bentham, en cierto modo, la ilusión del
poder?
Foucault: Es la ilusión de casi todos los ref o rmadores del siglo XVIII que
han concedido a la opinión un poder considerable. Puesto que la opinión
necesariamente era buena por ser la conciencia inmediata de cuerpo social
entero, los ref ormadores creyer on que las gentes se har ían virtuosas por
el hecho de ser obser vadas. La opinión era par a ellos como la
reactualización espontánea del contrato. Desconocían las condiciones
reales de la opinión, los “media”, una materialidad que está aprisionada en
los mecanismos de la econom ía y del poder bajo la f orma d e la prensa, de
la edición, y más tar de del cine y de la t elevisión.
M. P.: Cuando dices que han desconocido los “media”, quieres decir que
no se han dado cuenta de que les har ía falta ut ilizarlos.
Foucault: Y que esos media estar ían necesariamente dirig idos por
intereses económ icos -polít icos. No percibieron los componentes materiales
y económicos de la opinión. Creyeron que la opinión ser ía just a por
naturaleza, que se ext ender ía por sí m isma, y que ser ía una especie de
vigilancia democrát ica. En el f ond o, es el per iodismo -innovación capital
del siglo XIX - el que ha puesto de manif iesto el carácter ut ópico de toda
esta polít ica de la mirada.
M. P.: En general los pensadores desconocen las dif icultades que van a
encontrar para hacer “prender” su sist ema. Ignoran que siempre habr á
escapatorias y que las resistencias jugarán su papel. En el terreno de las
cárceles, los detenidos no han sido gente pasiva; es Bent ham quien nos
hace pensar lo contr ario. El discurso penitenciar io se despliega como si no
exist iese nadie f rente a él, como si no exist iese más que una “Tábula
rasa”, gente que hay que ref ormar para arrojar luego al circuito de la
producción. En realidad hay un mater ial -los detenidos - que resiste de un
modo f ormidable. Lo mismo se podr ía decir del ta ylor ismo, sistema que
constit uye una extraordinaria invención de un ingenier o que quiere luchar
contra la ganduler ía, contra todo lo que hace más lent o el r itmo de
producción. Pero en últ ima instancia, se puede uno preguntar:¿ha
f uncionado realment e alguna vez el taylorismo?
Foucault: En ef ecto, otro de los elementos que sitúa también a Bent ham
en lo irreal es la resistencia ef ectiva de las gentes. Cosas que Vd.,
Michelle Perrot, ha estudiado. ¿Cómo se ha opuesto la gente en los
talleres, en las ciudades, a l sistema de vigilancia, de pesquisas cont inuas?
¿ Tenían conciencia del carácter coactivo, de sometimiento insoportable
de esta vigilancia? ¿O lo aceptaban como algo natural? En suma, ¿han
exist ido insurrecciones contra la mirada?
(1) Mi c h e l F o u c a u l t d e s c r i b e a s í E l P a n ó p t i c o y a J e r e m í a s B e n t h a m e n s u o b r a V i g i l a r y
c a s t i g a r . S i g l o X X I , Mé xi c o , 1 9 7 6 .
( 2 ) J o h n H o wa r d p u b l i c a l o s r e s u l t a d o s d e s u e n c u e s t a e n s u l i b r o : T h e S t a t e o f t h e
P r i s i o n s i n E n g l a n d a n d W a l e s , w i t h P r e l i mi n a r y O b s e r v a t i o n s a n d a n A c c o u n t o f s o me
Foreign Prisions and Hospitals (1777).