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Doctorado de Investigación en Ciencias Sociales

Acción simbólica, su carácter performativo y


su impacto en la esfera civil
Angela María Molina Castaño
10/11/2017
Acción simbólica, su carácter performativo
y su impacto en la esfera civil1
Por: Msc. Angela María Molina Castaño2

Definir la acción simbólica y su carácter performativo, así como el impacto que tiene su
interpretación desde la esfera civil es una tarea que no es posible desarrollar sin revisar, por
lo menos de manera general, la obra del sociólogo norteamericano, Alexander Jeffrey,
quien a partir de la síntesis que realiza de los aportes de la sociología desde su etapa clásica
hasta la época actual, fija las bases para un programa fuerte de la sociología cultural, donde
las cuestiones de la acción y el orden no pueden ser problematizadas sin entender el papel
de la cultura en la construcción de patrones de significado y su representación a través de la
interacción social. De este enfoque, surgen conceptos y esquemas poderosos para el análisis
social como lo son la pragmática cultural y el performance como vínculo entre la acción
estratégica y la acción simbólica.

A continuación se presenta una breve síntesis de el proceso de configuración de la acción


simbólica como una teoría que aunque multidimensional es de alcance medio y por tanto
ofrece elementos para el análisis de fenómenos y hechos concretos más presenta
dificultades para una comprensión más abarcadora de la sociedad.

De la sociología clásica a la sociología cultural, un largo e intrincado


camino hacia la teoría de la acción simbólica
Para comprender el concepto de acción simbólica, apropiado por el sociólogo
estadounidense Jeffrey Alexander, es importante reconocer que éste es fruto de un ejercicio
de síntesis que revisa principalmente los aportes de Talcott Parsons y sus sucesores. Este
teórico representa para Alexander un antes y un después en la teoría sociológica, pues en su
reflexión crítica sobre los aportes de la sociología clásica (Marx, Durkheim y Weber)
reconoce la necesidad de superar los abordajes conceptuales que entendían a actores y a

1
Ensayo elaborado en el marco del Examen General de Conocimientos, requisito para la candidatura a
Doctora en Investigación en Ciencias Sociales de la FLACSO – México.
2
Estudiante de Doctorado de Investigación en Ciencias Sociales, FLACSO - México.

1
estructuras como componentes concretos de la acción. A partir de esto, elabora una teoría
que reconoce que la acción social es configurada tanto por ambientes internos como
externos, desde los que cada individuo representa los códigos culturales que construye
internamente y que pone en juego en la interacción.

Cultura, personalidad y sociedad son, desde la teoría de Talcott Parsons revisada por
Jeffrey Alexander (1998), los tres ambientes (sistemas) que configuran la acción.
Entendiendo los dos primeros como estructuras internas desde las que todo actor elabora un
sistema de significados que, le son útiles tanto para interpretar el mundo como para
representarlo. La sociedad, por otro lado, externa al individuo, es el espacio de interacción
donde se ponen en juego todas sus construcciones simbólicas que, al ser comunicadas se
transforman y transforman los códigos culturales que conforman el sistema de
representaciones colectivas.

Alexander (1998) reconoce como valiosos no sólo los aportes de Parsons, también de sus
sucesores, tanto aquellos que lo criticaron (antiparsonianos) como aquellos que
pretendieron ampliar su teoría. Conviene resaltar que para este autor, la teoría desarrollada
por Parsons, es un antecedente claro del interés por establecer el vínculo micro-macro en
las explicaciones sobre la realidad social. Esto significa que, de teorías macrosociológicas
que buscaban dar respuestas universales a los fenómenos sociales, donde la acción
individual era entendida como producto de influencias externas, se pasó a construir
explicaciones microsociológicas que, invirtieron esta lógica, entendiendo los procesos de
subjetivación como el componente clave de la estructuración social.

En el enfoque micro-macro los actores son “especificaciones de amplios patrones


culturales que entran en relaciones de rol e identidades a través de la socialización.”
(Alexander J. , 1998, pág. 211)

Para Alexander el gran aporte que realiza Parsons a la teoría social con su modelo de los
ambientes que estructuran la acción, es que desvela la existencia de interpenetraciones
culturales, sociales y psicológicas. Sin embargo, cuestiona que “no produjo un registro de
acciones como tal” (Alexander J. , 1998, pág. 211). Es decir de actores reales concretos y
contextualizados. A su juicio, Parsons ignoró el orden emergente de la interacción. Este es

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justamente uno de los puntos de inflexión que da lugar a los movimientos antiparsonianos y
con ello a las teorías microsociológicas que fijaron su atención en los actores concretos
como agentes del cambio social.

Desde el enfoque micro, la socialización es el punto de partida de las teorías de la acción no


su culminación. Teóricos como Blumer, Goffman, Garfinkel y Homans daban importancia
a los valores internos como elementos constitutivos de la acción, desde aquí emergía el
orden social y no al revés.

El surgimiento de los actores concretos en la teoría sociológica tuvo consecuencias


trascendentales en la manera de concebir los fenómenos sociales, donde las acciones de los
individuos no se entienden exclusivamente como producto de estructuras externas sino que
se reconoce que con sus acciones, los individuos también crean y transforman las
estructuras. Que éstas no solo están afuera de ellos sino que también existen a su interior.
Sin embargo, esta perspectiva dio lugar a confusiones teóricas, bastante perjudiciales
(Alexander J. , 1998).

Tal vez la confusión más preocupante en las teorías microsociológicas que tuvieron lugar
como reacción a los postulados parsonianos, es la equiparación de la acción con la agencia.
Lo anterior es problemático porque limita la idea de los actores a su ejercicio de la agencia,
cuando éstos son, en palabras de Alexander “mucho más y mucho menos que agentes
(1998, pág. 8)”. Para este sociólogo la agencia debería entenderse más como una dimensión
de la acción que como una característica ontológica del actor. Desde su perspectiva,
Alexander ve la agencia como el componente de libertad que configura la acción y que
permite inscribirla dentro de patrones culturales determinados.

Esta confusión, debe ser vista como un error capital pues al caracterizar a los actores como
creativos, reflexivos o rebeldes se equipara a la cultura con una dimensión externa a ellos.
En este sentido, el esfuerzo de Alexander por formular una teoría, que retomando los
aportes y cuestionamientos al modelo parsoniano, lo supere, implica comprender que la
acción no es algo que va en oposición de la cultura o bajo su constreñimiento, es un
ejercicio de la agencia que se configura no en contra sino a través de ella.

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La agencia entendida como libre albedrío implica entonces la voluntad de actuar de una
manera u otra, no se reduce a la imitación o reproducción de patrones simbólicos
internalizados, es también capacidad de representación e innovación, entendiendo ésta
como la acción de decodificación de dichos patrones y su exteriorización. Para Alexander,
“la agencia está intrínsecamente conectada con la capacidad representativa y simbólica”
(1998, pág. 11).

Así, la acción no puede, no debe ser asimilada como un sistema de códigos


unidimensional, de atributos exclusivamente favorables, esto más que una explicación es
una evaluación moral de la agencia. (Alexander J. , 1998; Arteaga Botello & Arzuaga
Magnoni, 2016).

La agencia como ya se mencionó anteriormente, es el elemento de libertad que posibilita la


formación de codificaciones específicas con que cada actor aprehende la realidad y la
representa, estas codificaciones no responden exclusivamente a elementos positivos, son
dialécticas. Ésta característica es lo que les permite interpretar la realidad social de manera
compleja y dinámica.

En la discusión que propone Alexander, retomando a Parsons, se presenta de manera clara


el lugar del orden en la elaboración y presentación de la acción, es decir en la construcción
de significados y su representación a través de la interacción social. De esta forma, al ser lo
social la estructura externa donde se ponen en juego los patrones culturales internamente
construidos, es en la interacción donde éstos son transformados y recodificados por los
diversos actores. La idea de un código común aparece como una abstracción bastante
compleja de este proceso de interacción. Aunque no es posible conocer la manera cómo
cada individuo codifica, el dialogo que construye con y en la interacción social implica la
noción de inclusión/exclusión dentro de cada sociedad.

Además de la relación entre acción y cultura, Alexander intenta construir el concepto de


sociedad civil. En este punto es útil analizar el componente ideológico de la confusión entre
actor, agencia y agente. Esta tendencia identificada principalmente en los teóricos
microsociológicos, plantea desde los enfoques de la teoría del intercambio, la

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etnometodología y el interaccionismo simbólico una valoración heroica de lo que son los
actores, confiriéndoles atributos altamente positivos.

Esta omisión de la dimensión negativa de la acción, está mediada por el anhelo de


democracia que, desde la perspectiva de Alexander, resulta en una forma ingenua de
concebir los procesos sociales bajo la idea de un desenlace naturalmente favorable. Tal
construcción utópica se fundamenta en la idea que sitúa en la socialización el proceso de
internalización de valores orientados a la solidaridad social y a la inclusión como
paradigmas alcanzables. La anterior perspectiva surge de la reflexión de Parsons sobre la
comunidad societal3, que es a su vez la base para la propuesta de Alexander de sociedad
civil.

En esta línea, Alexander (1998) cuestiona que las microteorías4 de posguerra5, en sus
descripciones de formas concretas, sugieren desde un punto de vista macrosociológico que,
existe

“…un orden social informal que no se encuentra dominado por la gran escala o
por estructuras coercitivas, pero construido de varias formas de comunicación y
reciprocidad.” (Alexander J. , 1998, pág. 222)

Para Alexander el más grande error de estas teorías está en suponer que el equilibrio puede
ser alcanzado sin importar las desigualdades de poder. “Con su modelo de tres sistemas,
Parsons pudo argumentar que las referencias normativas y el ser subjetivo y responsable
siempre están allí.” Es decir que están fuertemente institucionalizados en el orden social y
en la voluntad individual.

De esta confusión se deriva el traslape de las teorías micro del actor concreto a las teorías
macro de los movimientos sociales, en la medida en que estas caracterizan a los actores
colectivos con los atributos altamente positivos de la dimensión de la agencia. Está idea
está motivada desde una concepción de la solidaridad social como un elemento clave para

3
En la construcción de este concepto Parsons conjuga la idea de Webber de la existencia de una comunidad
universalmente organizada, con las de solidaridad de Durkheim, la teoría de derechos de Marshall y con las
“bases voluntaristas de la democracia americana” (Alexander J. , 1998).
4
También conocidas como las teorías sociológicas de la segunda ola.
5
Ubicar en tiempo y espacio los postulados teóricos es absolutamente clave para entender los procesos que
dieron lugar a las interpretaciones y elaboraciones que de estos se derivan.

5
la construcción de afinidades y de paradigmas comunes, siendo la democracia el mayor de
estos ideales.

Alexander (1998) encuentra en él concepto parsoniano de comunidad societal la semilla


para su propuesta de sociedad civil. Sin embargo, considera que el aporte de Parsons posee
las siguientes debilidades:

“Desatiende las tensiones entre comunidad societal y otras esferas sociales, y


fracasa en entender la importancia del nivel interaccional de la sociedad civil,
mucho menos que su psicología en sus formas concretas.” (Alexander J. , 1998,
pág. 226)

En su interés por superar estos reduccionismos y construir una propuesta de análisis


multidimensional, Alexander elabora el programa fuerte de la sociología cultural que,
cimentado en el giro performativo y el giro icónico busca romper con la idea unívoca de
valores, códigos y normas determinadas y cerradas para proponer, como único
universalismo, que cada individuo desde su libertad de acción, elabora un sistema binario
de interpretación donde los motivos, las relaciones y las instituciones son significadas de
manera dialéctica. Esto quiere decir, que el conocimiento de las definiciones opuestas es lo
que da validez a las valoraciones positivas de estas categorías analíticas.

Performance y poder
La acción simbólica debe ser entendida como aquella que exterioriza los códigos culturales
construidos internamente por cada actor para que, desde procesos de inteligibilidad e
interpretación, se elaboren sentidos y significados abiertos y dinámicos.

El performance se presenta como la forma de poner en escena la acción simbólica, y a


partir de esta los íconos que condensan el sistema de significados construido internamente
por cada actor, que al ser exteriorizados pueden ser decodificados por una audiencia, como
auténticos y creíbles o como inauténticos y no creíbles. A partir de la interpretación que
realiza la audiencia de los performance, es que Alexander (2011) considera se configuran
las esferas de lo civil y de lo anticivil como interdependientes y autónomas al mismo
tiempo.

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Con el giro performativo, Alexander (1998; 2011) busca establecer un modelo de análisis
que permita comprender como la acción social es interpretada a partir de los motivos, las
relaciones y las instituciones que operan como las esferas que la configuran. Desde el
enfoque multidimensional del Programa fuerte de la sociología cultural, se ha buscado
comprender que estas categorías no operan de manera unívoca, sino precisamente que cada
una puede ser interpretada desde un código binario. Esto es a lo que Alexander ha
denominado la Pragmática cultural.

Con la Pragmática cultural Alexander pretende resolver el conflicto histórico entre cultura
y pragmatismo, proponiendo un nuevo sistema de interpretación de la acción donde lo que
interesa no son sus significados ontológicos, sino la capacidad que tienen los actores de
comunicar a través de actos performativos. De la lectura que realice la audiencia de estos
actos se deriva el éxito del performance, es decir, su capacidad de establecer lazos de
solidaridad y afinidades con los íconos que pone en acción (Alexander, J., 2011)

Los íconos deben ser entendidos como la condensación del sistema de significados
construidos socialmente, materializados a través de un objeto o una figura, que pueden ser
incluso los mismos autores y sus guiones, que al ser leídos por otros evocan su propio
sistema de significados. Este proceso de fusión se vuelve más complejo entre más
heterogénea sea la sociedad en la que se dan las interacciones. Construir sentidos y
significados comunes en el marco de la diversidad social es el gran reto de todo
performance cultural (Arteaga Botello & Arzuaga Magnoni, 2016).

Todo acto performativo, desde la propuesta de Alexander (2011), debe reunir los siguientes
elementos:

1. Sistemas de representación colectiva: símbolos básicos y guiones.


2. Los actores que en su acción y desde sus guiones buscan proyectar emociones,
expectativas existenciales y compromisos morales.
3. Los observadores o la audiencia: como los actores que decodifican las acciones
performativas.
4. Medios de producción simbólica: los materiales y las cosas que permiten la
representación simbólica, es decir la producción de íconos (actores y guiones)
legibles por la audiencia y con los que buscan generar fusión.

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5. Puesta en escena: Es el momento que permite articular, en términos de tiempo y
espacio, los medios de producción simbólica, las representaciones colectivas, los
actores y las audiencias.
6. Poder social: Implica el análisis de la distribución del poder desde condiciones
políticas y económicas, jerarquías de estatus y relaciones entre élites. A partir de
este, es posible evidenciar como desde la heterogeneidad de la esfera civil y sus
estructuras jerárquicas se construyen diversas interpretaciones de lo civil y lo
anticivil. El poder permite el acceso diferencial a los medios de producción
simbólica.

Desde su esfuerzo por construir un enfoque multidimensional de la acción, Alexander


plantea que la sociedad civil está compuesta por “actores, sus relaciones y las instituciones
que crean y a las que pertenecen”. Cada una de estas dimensiones es definida y se pone en
interacción a partir de un sistema de códigos binarios, donde la idea de la democracia
define las interpretaciones de lo civil y lo anticivil.

A partir de este código se evalúan los actores y sus motivos desde extremos que pueden
resultar radicalmente divergentes. Así, las motivaciones que los impulsan a actuar pueden
ser interpretadas en conexión con tipos específicos de instituciones y relaciones. Según su
afinidad con lo que en cada sociedad se considera como democrático o antidemocrático, los
motivos, las relaciones y las instituciones pueden ser concebidas como sagrados o profanos.
Esta dimensión evaluativa tiene un impacto significativo en los procesos políticos, pues
dependiendo del éxito con que se pongan en juego estas esferas de la acción, se pueden
desestabilizar las relaciones de poder.

De esta forma, la sociedad civil entendida como un sistema de códigos que mueve
solidaridades y rechazos, es a su vez la plataforma para el acceso o la exclusión de derechos
civiles y ciudadanos. De ahí, la importancia de comprender como se interpretan los
performance, pues estos al poner en juego los códigos civiles o anticiviles pueden obtener
resultados diferenciales en los procesos de inclusión (Alexander, J., 2003; 2006)

En esta interacción/interpretación está el vínculo entre performance y poder. El gran aporte


de Alexander con su pragmática cultural consiste entonces en brindar un esquema analítico
para comprender como desde los performance, los actores más allá de su posición en las

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jerarquías de poder las desestabilizan o garantizan su mantenimiento a partir de la
movilización de lazos de solidaridad.

Es importante comprender que el análisis de la relación entre performance y poder como la


plantea Alexander es una teoría de alcance medio, que si bien surge desde un enfoque
multidimensional, está limitada al estudio de hechos o fenómenos concretos, los actos
performativos y no resuelve como la diversidad de actos performativos pueden brindar una
interpretación de la realidad social en su conjunto.

De acuerdo con Arteaga y Arzuaga (2016), en la época actual, el gran reto del quehacer
sociológico es lograr una comprensión multidimensional y no fragmentada del concepto de
sociedad pues como el mismo Alexander lo reconoce la preocupación por el significado y
sentido de la sociedad sigue estando al centro de los debates de las ciencias sociales
contemporáneos.

El performance como herramienta para comprender y poner en juego la acción


simbólica

A modo de conclusión, se puede afirmar que Alexander analiza de forma crítica la manera
como desde la teoría general sociológica y más adelante desde la sociología cultural, se han
realizado aportes a -pero también oscurecido con algunos de sus argumentos- la
construcción de una teoría de la acción simbólica que, integre los enfoques micro macro y
supere las concreciones equivocadas de la acción, que aunque entienden como clave la
relación entre actor y estructura no analizan de manera adecuada sus vínculos e
interacciones. De esta forma, con su propuesta de un Programa fuerte de sociología
cultural este autor espera superar la confusión de los conceptos acción-agencia, actor-
agente.

A partir de esta reconstrucción del concepto de acción simbólica y con éste de la


pragmática cultural, el interés principal de la sociología cultural debería centrarse en
comprender la manera cómo se instituyen y desestabilizan los referentes del poder desde
los elementos metodológicos de la aproximación performativa o dramatúrgica y a partir de
estos como se configura un concepto más integral de sociedad.

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