Capitulo 8
Los anos posteriores
Hasta hace muy poco, las personas creativas solian aprender su
oficio como aprendices de un maestro, o descubriendo de forma au-
todidacta los elementos de un campo mediante ensayo y error. La
educacién superior estaba abierta a muy pocos, y hasta hace dos si-
glos 0 asi, quedaba reservada en la mayoria de los casos a los especia-
listas y clérigos. Copérnico fue un canénigo que aprendié de forma
autodidacta matematicas y astronomia, Gregorio Mendel fue monje,
y Galileo recibié formacién de médico. Pero hoy en dia es casi im-
pensable que una persona cambie un campo sin haberlo aprendido
primero en el campus universitario. Hasta de los poetas y pintores se
espera que consigan una titulacién superior.
CAMPUS UNIVERSITARIO Y PROFESION
Para muchos de nuestros entrevistadas, los afios de estudios su-
periores fueron un momento culminante —si no e/ punto culminan-
te— de su vida. En este periodo encontraron su voz propia y su vo-216 LAS VIDAS
cacion se hizo clara. Con frecuencia procedian de pequefios entornos
provincianos donde se sentian extrafios y desorientados. El colleg
les proporcioné almas gemelas como compaiieros, y profesores capa
ces de apreciar su unicidad. i
Para algunos individuos fue también en el college donde pudie=
ron por primera vez afirmar su independencia: David Riesman es-
cogié derecho en vez de la carrera médica que preferia su padre; |
otros, como Jonas Salk, cambiaron en la direccién contraria. Isabe-
lla Karle, como la mayoria de las demas mujeres que se dedicaron a
la ciencia, tuyo que convencer a sus padres de que ésta era una op-
cién mejor que la de convertirse en profesora. John Gardner, que |
queria ser escritor, decidié en cambio dedicarse a la psicologia. An-
thony Hecht, al que de adolescente le gustaban la musica y las ma-
tematicas, fue seducido por la literatura hasta el punto de convertir-
se en poeta.
Pero éstos no fueron tampoco afios necesariamente faciles. Linus
Pauling, pese a su brillantez, tuvo que trabajar durante su tiempo de
college con un horario que pocos estudiantes de licenciatura conside-
rarfan hoy posible. Tras matricularse en el Oregon Agricultural Co-
llege siguiendo el consejo de los padres de un amigo...
hice algo de dinero con empleos esporadicos, trabajando para el college,
matando los dientes de leén del césped mojando un palo en un cubo que
contenfa una solucion de arsenato sddico y clavandolo después en la
planta de diente de leén. Todos los dias picaba lefia —que ya estaba s
rrada—, un metro cubico quizds, hasta reducirla a un tamafio que pei
mitiera meterla en las estufas de madera del dormitorio de las chicas. ”
Dos veces a la semana troceaba un cuarto de buey en filetes o chuletas
para asar, y todos los dias fregaba la gran cocina, la enorme extension de
la cocina. Después, al finalizar mi segundo afio de estudiante, consegui
un empleo de ingeniero de pavimentacién, poniendo asfalto en las mon-
tafias del sur de Oregén.
Incluso en el college el rendimiento del futuro creador rara vez es
algo fuera de serie. Cuando Brenda Milner estaba haciendo sus exa-
menes de ensefianza superior en Cambridge con otros doce estudian-
tes de su promocién, se sentia abrumada por la brillantez de un com-
pafiero cuyas ideas tedricas, crefa ella, estaban muy por encima de las
suyas. Estaba segura de que él marcar‘a el nivel en el examen y de que
ella no conseguiria un «sobresaliente», perdiendo con ello sus posibi-LOS ANOS POSTERIORES 217
lidades de conseguir una beca. «Pero al final result6 muy curioso: él
nunca hizo los exdmenes. Era brillante, pero no estaba centrado.
Creo que lo encontraron en una pequeiia habitacién interior en Lon-
dres con unas ratas en un bajio, o algo asf. Pero a mi me salieron muy
bien los examenes porque tuve a ese hombre que me marcaba el
paso.» En un tono parecido, Rosalyn Yalow recuerda:
Habja otra chica en el college conmigo e hicimos varios cursos jun-
tas. Cuando dimos quimica fisica, ella sacé noventa, yo sesenta y todos
los demas treinta. De hecho sacé una licenciatura superior con Hans
Bethe en Cornell, pero después abandoné los estudios durante varios
afios cuando su marido volvié del ejército. Finalmente terminé su doc-
torado, pero en realidad nunca hizo nada con él. De por si, probable-
mente ella era mds lista que yo, pero no tenia el mismo empuje.
Milner lo Ilama estar centrado, Yalow lo llama empuje: ésta era
la ventaja que tenfan sobre condiscipulos mis brillantes. Tras la cu-
riosidad, esta cualidad de atencién concentrada es lo que los indi-
viduos creativos mencionan mas a menudo como aquello que los
distinguia en el college de sus compaiieros. Sin esta cualidad, no po-
drian haber soportado el trabajo duro, la «transpiracién». La curio-
sidad y el empuje son en muchos aspectos el yin y el yang que se
han de combinar a fin de conseguir algo nuevo. La primera exige
apertura a los estimulos externos, el segundo, concentraci6n inte-
rior. La primera es ltidica, el segundo, serio; la primera se ocupa de
los objetos e ideas por si mismos, el segundo es competitivo y se
orienta al logro. Ambas cosas son necesarias para que la creatividad
llegue a hacerse realidad.
Si en la escuela secundaria los profesores ayudan o dificultan el
desarrollo de los individuos creativos, mds atin lo hacen en el college.
Los profesores de college son importantes en dos sentidos. En primer
lugar, pueden despertar el interés dormido de una persona por un
tema y proporcionarle el acicate intelectual correcto que conduzca a
una vocaci6n para toda la vida. En segundo lugar, a menudo se afanan
de diversas maneras para asegurarse de que otros miembros impor-
tantes del 4mbito reparen en el estudiante. Es improbable que un
graduado en ciencias de un college sea admitido en un buen laborato-
rio sin que su profesor escriba cartas entusiastas al director del la-
boratorio; un estudiante de literatura o de bellas artes se ve enorme-
mente ayudado a la hora de colocar sus primeros poemas 0 pinturas218 LAS VIDAS
si su profesor esta dispuesto a aportar un esfuerzo extra y a tirar de
algunos hilos. Una licenciatura (0 incluso un doctorado, si vamosig
eso) no es de mucho valor a la hora de encarar una carrera profesios
nal si no cuenta con el apoyo activo de los profesores, apoyo necesa$
rio para atraer la atencidn de los guardianes de las puertas en los sig
guientes niveles superiores. oq
Isabella Karle encontré pronto a uno de esos profesores en su cas
rrera en el college: 3
El hombre que fue mi primer profesor en la Universidad Estatal
Wayne se tom6 un interés personal por mi. Decia: «Bueno, por supues:
to va usted a ira la facultad, no es asi?». Y yo dije: «;Qué es eso?». EI
rrespondencia durante varios afios, después de que fui a la Universidad
de Michigan. Me aconsejaba sobre los cursos que podia hacer, el tipo de
cosas que podian interesarme: fue muy amable de su parte,
Anthony Hecht oy6 hablar de John Crowe Ransom mientras es-
taba en el ejército, y tan pronto como fue desmovilizado se matricus.
16 en el Kenyon College para estudiar con el poeta. Ransom no séla”
publicé la primera poesia de Hecht en la Kenyon Review, que él ha=
bia estado dirigiendo («ése fue el comienzo de mi trayectoria de put
blicaciones»), sino que, cuando un miembro del departamento de fis
lologia inglesa se puso enfermo, contrato a Hecht para impartir un
curso de lengua inglesa de primer afio («ése fue el comienzo de mi ca? _
rrera docente»). A
Entrar en una profesién exige gran cantidad de determinacién y
una buena dosis de suerte. De hecho, la mayoria de la gente a la que
entrevistamos mencioné con mucha frecuencia la suerte como la ra-
z6n por la que hab{an triunfado. Estar en el lugar oportuno en el mo= ~
mento oportuno y encontrar a las personas oportunas son cosas casi |
necesarias para abrirse paso dentro de un ambito. Y a menos que uno
se haga visible en un 4mbito, es muy dificil hacer una contribucién
creativa en él. Esto es asi incluso para los individuos que parecen més
aislados, més alejados de su cultura. Es dificil imaginar que las ideas
de Martin Lutero se hubieran difundido mucho si no se hubieran ex-
presado en lo que entonces era el centro de la vida intelectual alema-
na, o que la obra de Kafka hubiera tenido una gran repercusion si hu-
biera escrito en urdu 0 si no hubiera sido objeto de la atencién de losLOS ANOS POSTERIORES 249:
criticos de la cercana Viena, que por aquel entonces era el centro de la
experimentacién modernista.
Casi todas las cientificas de la generacién a la que entrevistamos
dijeron que sin la segunda guerra mundial probablemente les habria
sido imposible conseguir formaci6n universitaria, becas, puestos para
recién doctorados y colocaciones en facultades. Pero, debido a que
gran numero de hombres estaban luchando en la guerra, y los profe-
sores necesitaban estudiantes de licenciatura asistentes, estas mujeres
fueron admitidas de mala gana en la educacién superior. Cuando Ro-
salyn Yalow fue aceptada en Illinois como estudiante de licenciatura
de fisicas en 1941, fue la segunda mujer (la anterior se habia matricu-
lado en 1917). «Tuvieron que hacer una guerra para que yo pudiera
entrar en la facultad», decia ella. Esta es casi exactamente la misma
historia que cuentan Brenda Milner, Isabella Karle y Margaret Butler.
Es muy posible que, si estas mujeres simplemente hubieran nacido
una década antes, se les hubiera impedido hacer una aportacin crea-
tiva a sus respectivos campos.