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CHIPS Y CÉLULAS

CHIP

(voz inglesa). m. inform. Diminuto trozo de cristal semiconductor, en forma de


cubo, en el que se han formado diodos, transistores u otros componentes que,
interconectados, constituyen un circuito integrado funcional.

CIRCUITO INTEGRADO

Pequeño circuito electrónico utilizado para realizar una función electrónica


específica, como la amplificación. Se combina por lo general con otros componentes para
formar un sistema más complejo y se fabrica mediante la difusión de impurezas en silicio
monocristalino, que sirve como material semiconductor, o mediante la soldadura del
silicio con un haz de flujo de electrones. Varios cientos de circuitos integrados idénticos
se fabrican a la vez sobre una oblea de pocos centímetros de diámetro. Esta oblea a
continuación se corta en circuitos integrados individuales denominados chips. En la
integración a gran escala (LSI, acrónimo de Large-Scale Integration) se combinan
aproximadamente 5.000 elementos, como resistencias y transistores, en un cuadrado de
silicio que mide aproximadamente 1,3 cm de lado. Cientos de estos circuitos integrados
pueden colocarse en una oblea de silicio de 8 a 15 cm de diámetro. La integración a
mayor escala puede producir un chip de silicio con millones de elementos. Los elementos
individuales de un chip se interconectan con películas finas de metal o de material
semiconductor aisladas del resto del circuito por capas dieléctricas. Para interconectarlos
con otros circuitos o componentes, los chips se montan en cápsulas que contienen
conductores eléctricos externos. De esta forma se facilita su inserción en placas. Durante
los últimos años la capacidad funcional de los circuitos integrados ha ido en aumento de
forma constante, y el coste de las funciones que realizan ha disminuido igualmente. Esto
ha producido cambios revolucionarios en la fabricación de equipamientos electrónicos,
que han ganado enormemente en capacidad funcional y en fiabilidad. También se ha
conseguido reducir el tamaño de los equipos y disminuir su complejidad física y su
consumo de energía. La tecnología de los ordenadores o computadoras se ha beneficiado
especialmente de todo ello. Las funciones lógicas y aritméticas de una computadora
pequeña pueden realizarse en la actualidad mediante un único chip con integración a
escala muy grande (VLSI, acrónimo de Very Large Scale Integration) llamado
microprocesador, y todas las funciones lógicas, aritméticas y de memoria de una
computadora, pueden almacenarse en una única placa de circuito impreso, o incluso en un
único chip. Un dispositivo así se denomina microordenador o microcomputadora.

En electrónica de consumo, los circuitos integrados han hecho posible el


desarrollo de muchos nuevos productos, como computadoras y calculadoras personales,
relojes digitales y videojuegos. Se han utilizado también para mejorar y rebajar el coste
de muchos productos existentes, como los televisores, los receptores de radio y los
equipos de alta fidelidad. Su uso está muy extendido en la industria, la medicina, el
control de tráfico (tanto aéreo como terrestre), control medioambiental y comunicaciones.

MICROPROCESADOR

Circuito electrónico que actúa como unidad central de proceso de un ordenador,


proporcionando el control de las operaciones de cálculo. Los microprocesadores también
se utilizan en otros sistemas informáticos avanzados, como impresoras, automóviles o
aviones. En 1995 se produjeron unos 4.000 millones de microprocesadores en todo el
mundo.

El microprocesador es un tipo de circuito súmamente integrado. Los circuitos


integrados, también conocidos como microchips o chips, son circuitos electrónicos
complejos formados por componentes extremadamente pequeños formados en una única
pieza plana de poco espesor de un material conocido como semiconductor. Los
microprocesadores modernos incorporan hasta 10 millones de transistores (que actúan
como amplificadores electrónicos, osciladores o, más a menudo, como conmutadores),
además de otros componentes como resistencias, diodos, condensadores y conexiones,
todo ello en una superficie comparable a la de un sello postal.

Un microprocesador consta de varias secciones diferentes. La unidad aritmético-


lógica (ALU, siglas en inglés) efectúa cálculos con números y toma decisiones lógicas;
los registros son zonas de memoria especiales para almacenar información
temporalmente; la unidad de control descodifica los programas; los buses transportan
información digital a través del chip y de la computadora; la memoria local se emplea
para los cómputos realizados en el mismo chip. Los microprocesadores más complejos
contienen a menudo otras secciones; por ejemplo, secciones de memoria especializada
denominadas memoria cache, que sirven para acelerar el acceso a los dispositivos
externos de almacenamiento de datos. Los microprocesadores modernos funcionan con
una anchura de bus de 64 bits (un bit es un dígito binario, una unidad de información que
puede ser un uno o un cero): esto significa que pueden transmitirse simultáneamente 64
bits de datos.

Un cristal oscilante situado en el ordenador proporciona una señal de


sincronización, o señal de reloj, para coordinar todas las actividades del microprocesador.
La velocidad de reloj de los microprocesadores más avanzados es de unos 300
megahercios (MHz) —unos 300 millones de ciclos por segundo—, lo que permite
ejecutar unos 1.000 millones de instrucciones cada segundo.

MEMORIA DE COMPUTADORA
Como el microprocesador no es capaz por sí solo de albergar la gran cantidad de
memoria necesaria para almacenar instrucciones y datos de programa (por ejemplo, el
texto de un programa de tratamiento de texto), pueden emplearse transistores como
elementos de memoria en combinación con el microprocesador. Para proporcionar la
memoria necesaria se emplean otros circuitos integrados llamados chips de memoria de
acceso aleatorio (RAM, siglas en inglés), que contienen grandes cantidades de
transistores. Existen diversos tipos de memoria de acceso aleatorio. La RAM estática
(SRAM) conserva la información mientras esté conectada la tensión de alimentación, y
suele emplearse como memoria cache porque funciona a gran velocidad. Otro tipo de
memoria, la RAM dinámica (DRAM), es más lenta que la SRAM y debe recibir
electricidad periódicamente para no borrarse. La DRAM resulta más económica que la
SRAM y se emplea como elemento principal de memoria en la mayoría de las
computadoras.

MICROCONTROLADOR

Un microprocesador no es un ordenador completo. No contiene grandes


cantidades de memoria ni es capaz de comunicarse con dispositivos de entrada —como
un teclado, un joystick o un ratón— o dispositivos de salida como un monitor o una
impresora. Un tipo diferente de circuito integrado llamado microcontrolador es de hecho
una computadora completa situada en un único chip, que contiene todos los elementos del
microprocesador básico además de otras funciones especializadas. Los
microcontroladores se emplean en videojuegos, reproductores de vídeo, automóviles y
otras máquinas.

SEMICONDUCTORES

Todos los circuitos integrados se fabrican con semiconductores, sustancias cuya


capacidad de conducir la electricidad es intermedia entre la de un conductor y la de un no
conductor o aislante. El silicio es el material semiconductor más habitual. Como la
conductividad eléctrica de un semiconductor puede variar según la tensión aplicada al
mismo, los transistores fabricados con semiconductores actúan como minúsculos
conmutadores que abren y cierran el paso de corriente en sólo unos pocos nanosegundos
(milmillonésimas de segundo). Esto permite que un ordenador pueda realizar millones de
instrucciones sencillas cada segundo y ejecutar rápidamente tareas complejas.

El bloque básico de la mayoría de los dispositivos semiconductores es el diodo,


una unión de materiales de tipo negativo (tipo n) y positivo (tipo p). Los términos "tipo n"
y "tipo p" se refieren a materiales semiconductores que han sido dopados, es decir, cuyas
propiedades eléctricas han sido alteradas mediante la adición controlada de pequeñísimas
concentraciones de impurezas como boro o fósforo. En un diodo, la corriente eléctrica
sólo fluye en un sentido a través de la unión: desde el material de tipo p hasta el material
de tipo n, y sólo cuando el material de tipo p está a una tensión superior que el de tipo n.
La tensión que debe aplicarse al diodo para crear esa condición se denomina tensión de
polarización directa. La tensión opuesta que hace que no pase corriente se denomina
tensión de polarización inversa. Un circuito integrado contiene millones de uniones p-n,
cada una de las cuales cumple una finalidad específica dentro de los millones de
elementos electrónicos de circuito. La colocación y polarización correctas de las regiones
de tipo p y tipo n hacen que la corriente eléctrica fluya por los trayectos adecuados y
garantizan el buen funcionamiento de todo el chip.

TRANSISTORES

El transistor empleado más comúnmente en la industria microelectrónica se


denomina transistor de efecto de campo de metal-óxido-semiconductor (MOSFET, siglas
en inglés). Contiene dos regiones de tipo n, llamadas fuente y drenaje, con una región de
tipo p entre ambas, llamada canal. Encima del canal se encuentra una capa delgada de
dióxido de silicio, no conductor, sobre la cual va otra capa llamada puerta. Para que los
electrones fluyan desde la fuente hasta el drenaje, es necesario aplicar una tensión a la
puerta (tensión de polarización directa). Esto hace que la puerta actúe como un
conmutador de control, conectando y desconectando el MOSFET y creando una puerta
lógica que transmite unos y ceros a través del microprocesador.

FABRICACIÓN DE MICROPROCESADORES

Los microprocesadores se fabrican empleando técnicas similares a las usadas para


otros circuitos integrados, como chips de memoria. Generalmente, los microprocesadores
tienen una estructura más compleja que otros chips, y su fabricación exige técnicas
extremadamente precisas.

La fabricación económica de microprocesadores exige su producción masiva.


Sobre la superficie de una oblea de silicio se crean simultáneamente varios cientos de
grupos de circuitos. El proceso de fabricación de microprocesadores consiste en una
sucesión de deposición y eliminación de capas finísimas de materiales conductores,
aislantes y semiconductores, hasta que después de cientos de pasos se llega a un complejo
"bocadillo" que contiene todos los circuitos interconectados del microprocesador. Para el
circuito electrónico sólo se emplea la superficie externa de la oblea de silicio, una capa de
unas 10 micras de espesor (unos 0,01 mm, la décima parte del espesor de un cabello
humano). Entre las etapas del proceso figuran la creación de sustrato, la oxidación, la
litografía, el grabado, la implantación iónica y la deposición de capas.

La primera etapa en la producción de un microprocesador es la creación de un


sustrato de silicio de enorme pureza, una rodaja de silicio en forma de una oblea redonda
pulida hasta quedar lisa como un espejo. En la actualidad, las obleas más grandes
empleadas en la industria tienen 200 mm de diámetro.

En la etapa de oxidación se coloca una capa eléctricamente no conductora,


llamada dieléctrico. El tipo de dieléctrico más importante es el dióxido de silicio, que se
"cultiva" exponiendo la oblea de silicio a una atmósfera de oxígeno en un horno a unos
1.000 ºC. El oxígeno se combina con el silicio para formar una delgada capa de óxido de
unos 75 angstroms de espesor (un angstrom es una diezmilmillonésima de metro).
Casi todas las capas que se depositan sobre la oblea deben corresponder con la
forma y disposición de los transistores y otros elementos electrónicos. Generalmente esto
se logra mediante un proceso llamado fotolitografía, que equivale a convertir la oblea en
un trozo de película fotográfica y proyectar sobre la misma una imagen del circuito
deseado. Para ello se deposita sobre la superficie de la oblea una capa fotosensible cuyas
propiedades cambian al ser expuesta a la luz. Los detalles del circuito pueden llegar a
tener un tamaño de sólo 0,25 micras. Como la longitud de onda más corta de la luz visible
es de unas 0,5 micras, es necesario emplear luz ultravioleta de baja longitud de onda para
resolver los detalles más pequeños. Después de proyectar el circuito sobre la capa
fotorresistente y revelar la misma, la oblea se graba: esto es, se elimina la parte de la
oblea no protegida por la imagen grabada del circuito mediante productos químicos (un
proceso conocido como grabado húmedo) o exponiéndola a un gas corrosivo llamado
plasma en una cámara de vacío especial.

En el siguiente paso del proceso, la implantación iónica, se introducen en el silicio


impurezas como boro o fósforo para alterar su conductividad. Esto se logra ionizando los
átomos de boro o de fósforo (quitándoles uno o dos electrones) y lanzándolos contra la
oblea a grandes energías mediante un implantador iónico. Los iones quedan incrustados
en la superficie de la oblea.

En el último paso del proceso, las capas o películas de material empleadas para
fabricar un microprocesador se depositan mediante el bombardeo atómico en un plasma,
la evaporación (en la que el material se funde y posteriormente se evapora para cubrir la
oblea) o la deposición de vapor químico, en la que el material se condensa a partir de un
gas a baja presión o a presión atmosférica. En todos los casos, la película debe ser de gran
pureza, y su espesor debe controlarse con una precisión de una fracción de micra.

Los detalles de un microprocesador son tan pequeños y precisos que una única
mota de polvo puede destruir todo un grupo de circuitos. Las salas empleadas para la
fabricación de microprocesadores se denominan salas limpias, porque el aire de las
mismas se somete a un filtrado exhaustivo y está prácticamente libre de polvo. Las salas
limpias más puras de la actualidad se denominan de clase 1. La cifra indica el número
máximo de partículas mayores de 0,12 micras que puede haber en un pie cúbico de aire
(0,028 metros cúbicos). Como comparación, un hogar normal sería de clase 1 millón.
HISTORIA DEL MICROPROCESADOR

El primer microprocesador fue el Intel 4004, producido en 1971. Se desarrolló


originalmente para una calculadora, y resultaba revolucionario para su época. Contenía
2.300 transistores en un microprocesador de 4 bits que sólo podía realizar 60.000
operaciones por segundo. El primer microprocesador de 8 bits fue el Intel 8008,
desarrollado en 1979 para su empleo en terminales informáticos. El Intel 8008 contenía
3.300 transistores. El primer microprocesador realmente diseñado para uso general,
desarrollado en 1974, fue el Intel 8080 de 8 bits, que contenía 4.500 transistores y podía
ejecutar 200.000 instrucciones por segundo. Los microprocesadores modernos tienen una
capacidad y velocidad mucho mayores. Entre ellos figuran el Intel Pentium Pro, con 5,5
millones de transistores; el UltraSparc-II, de Sun Microsystems, que contiene 5,4
millones de transistores; el PowerPC 620, desarrollado conjuntamente por Apple, IBM y
Motorola, con 7 millones de transistores, y el Alpha 21164A, de Digital Equipment
Corporation, con 9,3 millones de transistores.

TECNOLOGÍAS FUTURAS

La tecnología de los microprocesadores y de la fabricación de circuitos integrados


está cambiando rápidamente. En la actualidad, los microprocesadores más complejos
contienen unos 10 millones de transistores. Se prevé que en el 2000 los
microprocesadores avanzados contengan más de 50 millones de transistores, y unos 800
millones en el 2010.
Las técnicas de litografía también tendrán que ser mejoradas. En el año 2000, el
tamaño mínimo de los elementos de circuito será inferior a 0,2 micras. Con esas
dimensiones, es probable que incluso la luz ultravioleta de baja longitud de onda no
alcance la resolución necesaria. Otras posibilidades alternativas son el uso de haces muy
estrechos de electrones e iones o la sustitución de la litografía óptica por litografía que
emplee rayos X de longitud de onda extremadamente corta. Mediante estas tecnologías,
las velocidades de reloj podrían superar los 1.000 MHz en el 2010.

Se cree que el factor limitante en la potencia de los microprocesadores acabará


siendo el comportamiento de los propios electrones al circular por los transistores.
Cuando las dimensiones se hacen muy bajas, los efectos cuánticos debidos a la naturaleza
ondulatoria de los electrones podrían dominar el comportamiento de los transistores y
circuitos. Puede que sean necesarios nuevos dispositivos y diseños de circuitos a medida
que los microprocesadores se aproximan a dimensiones atómicas. Para producir las
generaciones futuras de microchips se necesitarán técnicas como la epitaxia por haz
molecular, en la que los semiconductores se depositan átomo a átomo en una cámara de
vacío ultraelevado, o la microscopía de barrido de efecto túnel, que permite ver e incluso
desplazar átomos individuales con precisión.
CÉLULA

Unidad mínima de un organismo capaz de actuar de manera autónoma. Todos los


organismos vivos están formados por células, y en general se acepta que ningún
organismo es un ser vivo si no consta al menos de una célula. Algunos organismos
microscópicos, como bacterias y protozoos, son células únicas, mientras que los animales
y plantas están formados por muchos millones de células organizadas en tejidos y
órganos. Aunque los virus y los extractos acelulares realizan muchas de las funciones
propias de la célula viva, carecen de vida independiente, capacidad de crecimiento y
reproducción propios de las células y, por tanto, no se consideran seres vivos. La biología
estudia las células en función de su constitución molecular y la forma en que cooperan
entre sí para constituir organismos muy complejos, como el ser humano. Para poder
comprender cómo funciona el cuerpo humano sano, cómo se desarrolla y envejece y qué
falla en caso de enfermedad, es imprescindible conocer las células que lo constituyen.

CARACTERÍSTICAS GENERALES DE LAS CÉLULAS

Hay células de formas y tamaños muy variados. Algunas de las células bacterianas
más pequeñas tienen forma cilíndrica de menos de una micra o µm (1 µm es igual a una
millonésima de metro) de longitud. En el extremo opuesto se encuentran las células
nerviosas, corpúsculos de forma compleja con numerosas prolongaciones delgadas que
pueden alcanzar varios metros de longitud (las del cuello de la jirafa constituyen un
ejemplo espectacular). Casi todas las células vegetales tienen entre 20 y 30 µm de
longitud, forma poligonal y pared celular rígida. Las células de los tejidos animales
suelen ser compactas, entre 10 y 20 µm de diámetro y con una membrana superficial
deformable y casi siempre muy plegada.

Pese a las muchas diferencias de aspecto y función, todas las células están
envueltas en una membrana —llamada membrana plasmática— que encierra una
sustancia rica en agua llamada citoplasma. En el interior de las células tienen lugar
numerosas reacciones químicas que les permiten crecer, producir energía y eliminar
residuos. El conjunto de estas reacciones se llama metabolismo (término que proviene de
una palabra griega que significa cambio). Todas las células contienen información
hereditaria codificada en moléculas de ácido desoxirribonucleico (ADN); esta
información dirige la actividad de la célula y asegura la reproducción y el paso de los
caracteres a la descendencia. Estas y otras numerosas similitudes (entre ellas muchas
moléculas idénticas o casi idénticas) demuestran que hay una relación evolutiva entre las
células actuales y las primeras que aparecieron sobre la Tierra.

COMPOSICIÓN QUÍMICA
En los organismos vivos no hay nada que contradiga las leyes de la química y la
física. La química de los seres vivos, objeto de estudio de la bioquímica, está dominada
por compuestos de carbono y se caracteriza por reacciones acaecidas en solución acuosa y
en un intervalo de temperaturas pequeño. La química de los organismos vivientes es muy
compleja, más que la de cualquier otro sistema químico conocido. Está dominada y
coordinada por polímeros de gran tamaño, moléculas formadas por encadenamiento de
subunidades químicas; las propiedades únicas de estos compuestos permiten a células y
organismos crecer y reproducirse. Los tipos principales de macromoléculas son las
proteínas, formadas por cadenas lineales de aminoácidos; los ácidos nucleicos, ADN y
ARN, formados por bases nucleotídicas, y los polisacáridos, formados por subunidades
de azúcares.

CÉLULAS PROCARIÓTICAS Y EUCARIÓTICAS

Entre las células procarióticas y eucarióticas hay diferencias fundamentales en


cuanto a tamaño y organización interna. Las procarióticas, que comprenden bacterias y
cianobacterias (antes llamadas algas verdeazuladas), son células pequeñas, entre 1 y 5 µm
de diámetro, y de estructura sencilla; el material genético (ADN) está concentrado en una
región, pero no hay ninguna membrana que separe esta región del resto de la célula. Las
células eucarióticas, que forman todos los demás organismos vivos, incluidos protozoos,
plantas, hongos y animales, son mucho mayores (entre 10 y 50 µm de longitud) y tienen
el material genético envuelto por una membrana que forma un órgano esférico conspicuo
llamado núcleo. De hecho, el término eucariótico deriva del griego ‘núcleo verdadero’,
mientras que procariótico significa ‘antes del núcleo’.

CHIPS Y CELULAS

Existen ciertos campos en que la biotecnología limita con la ciencia – ficción, y


uno de ellos es el de los biochips o bioordenadores. Algunos visionarios piensan que
desempeñarán un papel fundamental en la cercana era de los ordenadores “pensantes”.
Estas máquinas de la “quinta generación” seguramente podrá realizar un razonamiento
simple u tomar decisiones, presagiando al era de la “inteligencia artificial”.

El término biochip significa cosas diferentes para las personas que intervienen en su
desarrollo. En su forma más sencilla, puede ser un chip convencional modificado de tal
forma que pueda funcionar en un medio biológico. Estos biochips son auténticos
“biosensores” – con una sensibilidad extraordinaria para las moléculas biológicas, como la
glucosa o la penicilina – y ante ellos se abre ya un brillante futuro en la industria de
diagnósticos y en el control de la contaminación.

Pero estos biochips constituyen sólo una parte de un avance mucho más amplio
hacia los elementos de ordenadores llamados “moleculares”, “orgánicos” o químicos, que
serían de un tamaño mil veces mejor que el elemento más diminuto que se pueda introducir
actualmente en un chip convencional de silicio. Los ordenadores moleculares serían la
respuesta a las personas que sostienen que la utilidad de los microprocesadores en la
realización de tareas complicadas está limitada por el número de elementos que pueden
introdicirse en la superficie de un chip. Los biochips no serían más grandes que las
moléculas de mayor tamaño. Como elemento de la inteligencia artificial, podrían agruparse
en redes y rivalizar con el cerebro humano en rapidez y complejidad.

La idea más popular es el de los biochips fabricados con sustancias químicas


orgánicas con base carbónica que puedan conectarse y desconectarse. Pero dejando volar la
imaginación, también podrían fabricarse con proteínas, elaboradas con una dotación de
ADN de una célula humana, con capacidad para reproducirse y repararse. Entonces,
¿estamos a punto de crear nuevas formas de inteligencia, más elevadas?

El doctor Michael Gold, director adjunto del Instituto Crump de Ingeniería Médica
de la Universidad de California, en los Angeles, señala que la ingeniería genética
desempeña un papel fundamental en el diseño de ordenadores con base molecular. Podría
aplicarse a la fabricación de polímeros de carbono de gran pureza en cantidad suficiente
como para producir elementos de ordenadores. “necesitaríamos billones y billones de
moléculas. Podemos imaginar un bioordenador que realizase tareas de reconocimiento de
patrones y de asociación que superasen con muchos la capacidad de los ordenadores
actuales”, dice Gold, y explica por qué algunas personas piensan que las proteínas podrían
llevar a cabo estas tareas. “En la Naturaleza, las enzimas son capaces de realizar el
reconocimiento de patrones, así como operaciones de decisión diez mil veces por minuto”.
En comparación con la reproducción del ADN, por ejemplo, un ordenador digital “tardaría
dos semanas en realizar una tarea de este tipo”. Pero a pesar de pronósticos tan optimistas,
sólo existe una empresa de biotecnología – Gentronix, de Rockville, Maryland – que se
dedique exclusivamente a la investigación de los biochips del futuro.

Aún no se sabe si llegaremos a ver en las tiendas unos robots movidos por estos
microchips pensantes, que serán más listos que sus rivales humanos, pero al Congreso
estadounidense la idea de fabricar biochips le parece suficientemente sensata como para
haber votado en 1983 un presupuesto de diez millones de dólares para el programa de
desarrollo de estos elementos. A la agencia de Programas de Investigación Avanzada
sobre la Defensa le preocupó mucho que Estados Unidos quedara a la zaga en otro
aspecto importante de la tecnología de ordenadores, y alentó a los científicos a presentar
ideas de investigación sobre este tema. Desgraciadamente, el dinero no llegó a gastarse
por falta de propuesta sólidas. A finales de 1983 se celebró una conferencia, patrocinada
por la Fundación nacional de Ciencia de Estados Unidos, con el objeto de seleccionar los
proyectos dignos de ser financiados en el campo de los biochips, pero en la reunión los
científicos confesaron que aún se encontraba en la “etapa de investigación prebásica”. Ya
se había descubierto las aplicaciones prácticas muchos años antes, entre otras razones
porque las empresas de electrónica dedicaban la mayor parte de sus actividades a la
mejora de la tecnología de los microchips convencionales.

Hay que reconocer que la bioelectrónica es aún un tema mal definido y que se
encuentra “en mantillas”. Sus practicantes son los biólogos, ingenieros genéticos, químicos,
físicos, especialistas en materiales, ingenieros electrónicos y científicos de los ordenadores
más extravagantes, que trabajan en pequeños grupos en unas cuantas Universidades y
laboratorios de investigación de empresas, partiendo de ideas muy distintas. No existe una
línea de investigación clara, como ocurre en otros campos más maduros. Por tanto, no
veremos el cerebro artificial ni mañana ni pasado mañana.

¿Qué se entiende por “electrónica”? Hace cuarenta años, significaba electrónica de


vacío: las piezas eran tubos y válvulas de cristal sometidos al vacío. Los electrones
producidos por filamentos de metal incandescentes se controlaban gracias a la aplicación de
campos eléctricos a diversos electrodos y redes. Las piezas eran grandes, de una longitud de
hasta diez centímetros, muy frágiles y tardaban mucho en reaccionar.

Los ordenadores empezaron a ganar terreno veinte años después, cuando la


electrónica adquirió la categoría de “estado sólido”. En esta segunda generación, las piezas
estaban hechas de un material semi conductor, generalmente silicio, tratado con sustancias
químicas que transformaban el material: de aislante pasaba a conductor de electrones. Estas
sustancias químicas proporcionaban reserva de electrones cargados que se movían cuando
se les aplicaba un campo eléctrico. Por tanto, los elementos añadidos alteran la
susceptibilidad del sicilio a este campo. Las piezas eran mucho más pequeñas, de un
milímetro de longitud aproximadamente, mucho más fuertes y rápidas, y consumían menos
energía.

La tercera generación de ordenadores opera en le microcosmo del microchip. Aún


se trata de electrónica de estado sólido, pero los elementos se fabrican con pastillas de
Sicilia cristalino: el chip como circuito integrado. Eso significa que todas las funciones de
un ordenador – memoria e instrucciones de acción – se encuentra en un chip minúsculo.
En la cuarta generación, que dominará la década de los ochenta, y gracias a los
nuevos métodos de fabricación, se han logrado piezas de “integración a gran escala”, con
una longitud de diez micrómetros (una cienmilésima parte de centímetro; es decir, una
milésima parte del tamaño del punto que va al final de esta frase, aproximadamente). Por
eso, las corrientes tienen recorrer distancias más cortas y las reacciones son más rápidas.
Gracias a esto progresos sea producido la explotación de los juegos por ordenador y de los
microordenadores, cuyos precios descienden casi mensualmente, pues los grandes
fabricantes luchan por mantener su puesto en el creciente mercado.

La quinta generación es de un nuevo super – raza de ordenadores en los que los


japoneses han invertido una enorme cantidad de dinero y amenazan con dominar el mundo
en este terreno. Estas máquinas poseerán una “inteligencia” primitiva que les permitirá
pensar y “razonar” de forma semejante a la humana. Esto significa reconocer ciertos
patrones y después tomar decisiones con mucha rapidez, basándose en un almacén de
experiencia pasada. Edward Feigenbaum, profesor de Informática de la Universidad de
Stanford, dice lo siguiente: “Las consecuencias de nuestra autosatisfacción y de
preocuparnos únicamente por el futuro inmediatos a expensas del futuro lejano serán
devastadoras para la salud económica de nuestras industrias más importante: los
ordenadores. Puesto que éstos constituyen la tecnología que conduce a todas las demás, una
industria de ordenadores de segunda clase también significaría una fabricación y un diseño
industriales deteriorados y una planificación y dirección debilitadas. Con esto, los
japoneses podrían llegar a ser la potencia industrial dominante”.

En este mundo de la quinta generación donde se espera que dejen su huella los
ordenadores y los biochips moleculares.

El chip de silicio es una diminuta pastilla de este metaloide en estado puro a lo que
se otorga la capacidad de hacer algo útil gracias a que se le añaden empurezas. Estas crean
minúsculas “islas” de silicio modificado, separadas unos micrómetros. Entre otras cosas,
estas islas representan transistores. Los chips pueden estar especializados y desempeñar
solamente una función. Uno almacena la información (el chip de la memoria), otro da
órdenes y organiza a los demás ( el procesador), y otro introduce señales en el procesador o
en la memoria y la saca cuando han sido procesadas.

Pero todos estos elementos pueden introducirse en un solo chip. Algunos de los que
existen en la actualidad contienen 450,000 elementos de memoria, lógica y procesador, y
ciertos genios de la electrónica aseguran que los biochips no son necesarios para acumular
millones de elementos en el chip convencional. El doctor David Metz, director del
laboratorio de semiconductores de Motorola, en la localidad de Phoenix, Arizona, declaró
en 1982: “Disponemos de la tecnología necesaria para construir dos o tres millones de
chips, si existiera un mercado para ellos”.

Para fabricar chips convencionales se emplea la fotolitografía, que consiste en trazar


líneas sobre superficies sensibles a la luz que indica los límites de diferentes elementos del
circuito. Los ingenieros se valen de la luz ultravioleta para señalar una intrincada red de
filamentos de silicio oxidado sobre una capa de silicio sin marcar. Tras someterlos a otros
tratamientos, estos filamentos se transforman en aberturas del silicio en las que se
introducen los iones de impureza por infusión o por un método de implantación más preciso
y reciente. Así es como los ingenieros crean las “islas” que constituyen el circuito.

Ciertas dificultades técnicas limitan la cercanía de dichas “islas” y la complejidad de


los chips convencionales. La capacidad para enfocar la luz ultravioleta que sirve para hacer
la superficie del silicio señala el límite inferior del tamaño de los elementos del chip y de
sus conexiones metálicas, al igual que el grosor de las resistencias del silicio. En los chips
comerciales tiene un tamaño de entre uno a diez micrómetros. Además, cuanto mas
cercanos se encuentran estos elementos, más, más se “replican o “charlan” entre sí, y los
unos interfieren en el funcionamiento de los otros.

Los chips orgánicos, ya se fabriquen con proteínas o con sustancias químicas,


poseerían mayores ventajas, pues harían de una forma natural lo que los chips
convencionales realizan tras un engorroso proceso de fabricación. Algunos laboratorios
están investigando ciertos tipos de moléculas que adoptan formas distintas sencillamente
desplazando sus electrones. Si los investigadores lograsen cambiarlas de identidad para una
corriente a través de ellas, podrían servir como memoria de ordenador: una podría ser 1 y
otra 0, el código binario del lenguaje de los ordenadores. El laboratorio de Investigación
Naval de Washington DC está investigando el policetileno, que puede manipularse de
modo que pase de un estado estable a otro, por lo que actúa como interruptor para conectar
y desconectar.

El grupo de investigación gasta millones de dólares anuales en descubrir sustitutos


baratos para los metales, muy costosos, que se emplean en los chips convencionales, porque
desean reducir las importaciones gubernamentales del Tercer Mundo. Aviram, de IBM,
otros pioneros de las materias orgánicas para la comutación electrónica. Está investigando
la posible aplicación de ciertos compuestos de bencina.

Las porfirinas, moléculas de carbono cíclico que se dan en el cuerpo humano, son
otra posibles candidatas. Pueden formar compuestos con iones de metal; entre otros
ejemplos de la Naturaleza tenemos la hemoglobina, en la que la proteína globina se adhiere
a las porfirinas del hierro, y a la clorofila, una porfirina que contiene magnesio y que es el
pigmento fotosintético de las plantas. Pueden existir muchos otros compuestos orgánicos
que jamás se han imaginado y que posiblemente serían capaces de elaborar las enzimas y
emplearlas en los ordenadores. En este sentido, la ingeniería genética desempeñaría un
papel importante gracias a la tecnología de “manipulación de proteínas”, que serviría para
diseñar nuevas enzimas.

La posibilidad de desarrollar un ordenador que “recuerde” lo que consideramos


“conocimientos” y que tome decisiones depende de la capacidad del ordenador para
comparar simultáneamente multitud de “pensamientos” para acercarse aún más a la
capacidad del cerebro humano, el ordenador no sólo tendría que almacenar más
información, sino procesarla con mayor rapidez. Esto requiere un chip que pueda reunir
muchos más elementos de información en su superficie, y también organizar dicha
información tridimencionalmente. Es casi imposible fabricar chips tridimensionales con
tecnología convencional, porque las capas no siempre se alinean adecuadamente. Pero
como las moléculas orgánicas son muy especiales a la hora de unirse, los biochips pueden
llevar múltiples capas que, literalmente, añadirían otras dimensiones a los ordenadores.
Estas biomoléculas sólo se acoplarían de ciertas formas, dependiendo de su organización
molecular.

Si pudiera construirse un ordenador molecular, reuniría una enorme capacidad en


un volumen mínimo. Los rasgos característicos más pequeños de los circuitos
microelectrónicos de estado sólido se miden en micras, en tanto que las dimensiones de las
moléculas se expresan en unidades miles de veces menores: los namómetros. Los circuitos
integrados de silicio actuales o son planos o bidimencionales, de modo que el equivalente
molecular de un chip podría contener un millón de veces más transmisores. Si se fabrican
nanocircuitos moleculares tridimensionales, la densidad de transmisores se aumentaría por
mil.

Pero sigue en pie el problema principal: cómo ensamblar estos elementos diminutos
en circuitos. El doctor John Wehrung, uno de los socios de Gentronix, ha expuesto la idea
de emplear proteínas para incorporar elementos a la distribución adecuada de un circuito.
Explica su teoría del “subensamblaje” o “ autoensamblaje” de la siguiente forma: las
proteínas y otras biomoléculas, como por ejemplo el ADN, son como una cerradura y una
llave; es decir, se acoplan solamente en puntos concretos y en una dirección determinada.
Basándose en la especificidad de dichas biomoléculas, es posible desencadenar el
crecimiento de una capa estructurada. “Podemos hacer las proteínas a medida, de modo que
sirvan de catalizadores para la producción metabólica de compuestos orgánicos con
propiedades electrónicas, como la conducción o computación. También podrían constituir
la espina dorsal de aparatos de electrónica molecular”. Wehrung concibe unas proteínas que
unan electrónicamente las moléculas funcionales de la misma forma en que las enzimas
unen sus sustratos. Estas proteínas se “autoensamblarían” para proporcionar a las moléculas
de dirección necesaria para actuar electrónicamente. Las capas incorporan moléculas
especiales que después actuarán como puertas lógicas en puntos concretos. Como ejemplo.
Wehrung cita la porfirina hemoglobina. En su opinión, sería posible confeccionar una
proteína que se ensamblase en una larga estructura tubular, con los grupos de porfirina que
contienen metal apilados a lo largo del eje de la proteína, de forma que pudiesen fluir los
electrones. Una vez ensamblado el chip, se aplicarían cables corrientes para recoger los
electrones, o si el chip se implantase en el cuerpo humano, podría recibir la energía que se
liberase cuando se quemase alimento para obtener combustible.

La idea del “subensamblaje” quedó claramente ilustrado en 1981. En ese año,


Gentronix sorprendió al mundo de la electrónica con el primer chip de proteína. Como
hemos visto, la pastilla tradicional de silicio va recubierta con una capa de material
sensible, la resistencia. En lugar de emplear silicio, los científicos de Gentronix cubrieron
una platina de cristal con una sola capa de proteína, que a su vez se recubrió con una
resistencia, y en lugar de aplicar rayos de luz se emplearon rayos de electrones de elevada
precisión para excavar los fosos del circuito. El resultado fue que al sumergirla en una
solución de plata, la proteína organizó inmediatamente el metal en hilos conductores de
cuatro micras de ancho.

La proteína que se empleó para fabricar el chip fue polilisina, cuyos aminoácidos
libres se unen al cristal, y si se los somete a tratamiento con enzimas, al metal. La polilisina
y otras proteínas semejantes podrían constituir el marco para colocar casi cualquier metal
en circuitos funcionales, , permitiendo el uso de gran variedad de materiales en la
fabricación de aparatos electrónicos, desde semi conductores hasta conductores, e incluso
superconductores.

Sin embargo, lo más importante del uso de metal proteico con litografía de rayos
de electrones es que podrían producirse chips con cien mil interruptores electrónicos más
por unidad de área que con los aparatos convencionales, y que serían capaces de operar a
una velocidad similar a la de los superconductores. Poseen estas características superiores
gracias a que las piezas de proteína pueden cubrirse con capas de resistencia mucho más
delgadas que el silicio. Bajo estas circunstancias óptimas, los rayos de electrones pueden
excavar fosos de sólo unos angstroms de ancho(una milésima parte del tamaño del rayo
de luz más fino), lo que permite un circuito mucho mayor de introducir mucho mayor
cantidad de información de los microprocesadores. En la actualidad, los científicos de
Gentronix intentan superar la mayor limitación de los chips convencionales – la
bidimensionalidad – apilando unas capas de proteína con tiras de metal sobre las otras,
con el fin de hacer un chip tridimensional. Se dice que el doctor James McAlear,
cofundador de Gentronix, afirmó en febrero de 1984 lo siguiente: “Dentro de tres años
tendremos el prototipo de un ordenador tridimensional”.

Los más visionarios quieren emplear la Naturaleza no sólo para ensamblar


biocircuitos, sino también para fabricarlos. Como la estructura de un biochip podría
consistir, fundamentalmente, en proteínas, tal vez fuera factible que los produjesen las
baterías. Esto significaría remodelar los genes de un microbio para que produjesen una
proteína de biochips. Si se lograra sintetizar el entramado y los elementos del biochip, se
podría fabricar un ordenador de tipo molecular.

En 1981, Kevin Ulmer, vicepresidente de Tecnología Avanzada en la Genex, otra


empresa que se interesa por los biochips, propuso emplear la ingeniería genética para
construir una serie de genes que, al insertarse en la célula humana, daría a ésta
instrucciones para fabricar un microordenador con proteínas. Las materias primas de todo
el ordenador molecular podrían ser tan sencillas y baratas como una solución de sales
minerales y azúcar. Cuando los genes ya formaron parte de la dotación genética de la
célula, el huésped seguiría produciendo las proteínas del biochip y las suyas. Para modificar
el diseño del circuito, sólo habría que cambiar la secuencia del ADN, con técnicas normales
de ADN recombinante. Podría midificarse la misma serie de genes con el objeto de
construir ordenadores de diferentes tipos. Para ello sólo habría que añadir a las células
sustancias químicas diferentes.

Otro defensor de los ordenadores moleculares es el doctor Jacob Hanker,


neurobiólogo de la Universidad de Carolina del Norte y estrecho colaborador de
Gentrinix. A principios de 1984, si equipo de investigación logró depositar células vivas
en un chip de silicio. “Si se uniesen células vivas especializadas, como por ejemplo
células nerviosas, a un chip”, dice Hanker, “podrían desempeñar funciones
especializadas, como detección y control”. Hanker también trabaja con chips fabricados
con tejido muscular, y dirige bacterias que contienen metal a un campo eléctrico para
emplear los micro organismos como conductores.

Un ordenador muy delgado ofrece la posibilidad de implantarlo en el cuerpo


humano. A James McAlear y John Wehrung se les ocurrió la idea de emplear una cámara
de televisión en miniatura acoplada a unas gafas para que sirva de “ojo” a los ciegos. Se
trata de cubrir los electrodos con una capa de proteína y a continuación practicar miles de
agujeros en la capa con un rayo de electrones. Después se rellenan los agujeros con
polilisina y se une con células nerviosas de embrión. Estas se incorporan a la corteza visual
del cerebro estableciendo vínculos con las neuronas individuales. La minúscula cámara de
vídeo se empalma con los electrodos del chip de proteína mediante una diminuta clavija
que se sitúa en el cuero cabelludo y transforma los datos visuales e impulsos eléctricos que
a la persona ciega se le aparecerían en forma de destellos de luz, ayudándola a “ver”. Una
aplicación radical de esta idea es el híbrido de ser humano y ordenador, en el que la
potencia de este último aumentaría extraordinariamente la capacidad intelectual de la
persona que lo llevase.

Pero Kevin Ulmer ya no es tan entusiasta como en aquellos primeros días. En 1984
colocó el biochip en la misma categoría las “cosas que las vacas dejan en el prado”. Otros
escépticos dicen que la idea de emplear moléculas orgánicas en los ordenadores
sencillamente no daría resultado. Para que un ordenador de este tipo fuera fiable, habría que
poner cuarenta o cincuenta copias de la misma molécula, de modo que si se estropeara una
hubiera otra para sustituirla, pero lo que un chip orgánica no sería más pequeño que uno de
silicio. Además, no se sabe cómo imitar los sistemas biológicos ni cómo sustituir las piezas.
Al problema de conectar los interruptores moleculares a la red de funcionamiento se
añadirían las impurezas y la sensibilidad auditiva.

Uno de estos escépticos, el doctor Raymond Zilinskas, analista de la oficina de


Asesoría Tecnológica en 1982, comentó que los biochips ofrecen ciertas ventajas sobre la
tecnología convencional, como el bajo consumo de energía , la distribución densa y altas
velocidades de operación, pero añadió que “no se fabricarán microordenadores de biochips
al menos hasta dentro de veinte años, si es que llegan a fabricarse. La tecnología
convencional de micro ordenadores aún no a llegado a sus limites, y cuando esto ocurra,
adquirirá rasgos especiales para combatir con dicha tecnología”.

James McAlear sigue siendo optimista. Ha concebido un proyecto evolutivo para el


desarrollo de estos aparatos con objetivos a corto y largo plazo. Hasta a hora, su empresa se
ha centrado en el objetivo a corto plazo de perfeccionar el chip de proteína y en continuar
aplicando la tecnología de subensanblaje a otros polímeros, como el polietileno, que, según
McAlear, podría sustituir el silicio, lo que permitiría la fabricación de estos aparatos a
menos precio.

Los progresos en le diseño de biochips podrían abarcar los modelos por ordenador
para alterar estas enzimas de una forma muy precosa. Estas posarían producirse con
manipulaciones genéticas, añadiendo otra dimensión de moléculas orgánicas para el
material de los biochips.

En 1982, Zilinskas pensó que había un proceso concreto que poseía verdadero
potencial. Se trata del empleo de ADN que ha sufrido manipulaciones genéticas y que se
deposita en chips convencionales para fabricar sensores muy sensibles con un fin muy
concreto. Se ha demostrado que tenía razón, pues estos biosensores ya son un gran negocio.
En potencia, representa una unión de la biología y la microelectrónica que podría
proporcionar inmediatamente datos exactos sobre enfermedades del corazón o sobre un
aparejo de perforación, por ejemplo. Estos aparatos se basan en los transistores de efecto de
campos convencionales, que, en la tecnología de ordenadores actual, detectan una corriente
eléctrica procedente de una fuente de energía convencional. Pero un biosensor detecta el
potencial eléctrico que se crean en los sistemas biológicos, bien mediante átomos cargados
(iones) i bien por las reacciones de moléculas enteras, como por ejemplo las enzimas. El
primer tipo se denomina “ISFET”, y el segundo, “ChemFET”.
Por lo general, estos aparatos están compuestos por un chip de silicio empotrado en
un material no reactivo, como la resina epoxi. Sobre las puertas lógicas hay una capa
sensora de un material biológico, una enzima por ejemplo, que puede reaccionar con la
sustancia que el analista desea medir y desencadenar potenciales que el biosensor, unido al
equipo convencional del ordenador, puede y transformar en señales de ordenador y
desplegar en sus pantallas. En uno de esos aparatos, fabricado por ITT, la modificación de
la puerta de silicio mide la concentración de pequeñas cantidades de penicilina de los
fermentadores industriales con una enzima bacteriana conocida como “beta lactamasa”.
Esta se produce como defensa de la penicilina, a la que destruye. A medida que reacciona la
enzima con penicilina, los electrones fluyen y el chip recoge la corriente. Estos sensores
son extraordinariamente sensibles a los mínimos cambios que tienen lugar en el caldo de
fermentación y, acoplados a ordenadores, no sólo pueden controlar los cambios, sino
realizar ajustes en el sistema de alimentación.

Como muchas enzimas no están comercializadas, existe otra alternativa que consiste
en empotrar las bacterias productoras de estas enzimas en la membrana exterior. También
podrían emplearse las membranas bacterianas para medir la corrosión de la tuberías y los
depósitos de petróleo, un problema cuya solución les cuesta a las empresas petroleras
millones de libras anuales. En muchas ocasiones, las responsables de dicha corrosión son
las bacterias que transforman químicamente los sulfatos en iones de sulfuro corrosivos.

También son numerosas las aplicaciones médicas. Por lo general, una parte del
tratamiento rutinario consiste en medir las concentraciones de oxígeno, de iones de sodio y
potasio a la acidez de la sangre de un enfermo mediante técnicas de laboratorio, y todo ello
hay que hacerlo con rapidez y precisión. Con las técnicas actuales se tarda al menos quince
minutos en realizar un análisis de sangre, lo que en caso de emergencia es demasiado
tiempo. Además , existen pocas técnicas que permitan un control continuo en un quirófano
o en una unidad de cuidados intensivos. Los sensores en miniatura diseñados para
desempeñar tareas especiales y producidos en grandes cantidades podrían ofrecer una
alternativa barata y eficaz. Debido a la posibilidad de fabricar estos aparatos con un tamaño
muy reducido, los médicos pueden introducirlo en el flujo sanguíneo con una aguja
hipodérmica, o en el extremo de catéres muy finos, con el objeto de sondar los vasos
sanguíneos. Por ejemplo . los ISFET podrían ayudar a los médicos a controlar la inyección
de varios tipos de iones en la sangre de un enfermo con el objeto de mantener el equilibrio
constante de las sustancias químicas vitales.

Uno de los hallazgos más interesantes sería implantar un sensor que midiera
directamente los iones de calcio de la sangre, por ejemplo, o los primeros indicios de una
enfermedad del corazón o la glucosa de la sangre. En este último caso, el sensor, acoplado a
una bomba, se llevaría alrededor de la cintura o sería miniaturizado y se implantaría bajo la
piel para que controlara continuamente el nivel de glucosa de la sangre de un diabético y,
lógicamente, la cantidad de insulina necesaria. Programando la salida continua de esta
sustancia, que estaría almacenada en un depósito, el sensor imitaría de una forma mucho
más real lo que ocurre en el cuerpo humano normal. Algunos diabétologos piensan que con
este método se eliminaría una parte de los efectos secundarios de la diabetes, como las
cataratas y las enfermedades del riñón que, en su opinión, guardan una estrecha relación
con la inyección de insulina en grandes cantidades. Y algo no menos importante: el
diabético se olvidaría de las inyecciones diarias, que son una parte dolorosa de su vida.

Pero aún falta mucho para que estos sensores sean una realidad técnica. Hay que
encontrar materiales nuevos más compatibles con el cuerpo humano y hay que idear
mecanismos de conmutación más sensibles que les permitan recoger las señales eléctricas
con claridad y en el orden debido. Por último, para que estos sensores lleguen a ser una
realidad comercial es necesario encontrar un método para automatizar su fabricación, tarea
nada fácil cuando se trata de acoplar los diversos materiales que compone un ChemFET.
INTRODUCCION

La Biotecnología es una ciencia que se impone en estas ultimas décadas de Siglo


XX, por sus ya conocidos temas de Ingeniería Genética, pensar que en 1665 Roberto
Hooke sólo se limito a observar células muertas de un corcho y que recién en 1838
Schleiden afirmo que la célula era la unidad estructural de las plantas, lo que en 1839
Schwan lo aplico a los animales, hoy 160 años más tarde se tiene la capacidad de realizar
manipulaciones dentro de estas unidades.

La ciencia se ha desarrollado que desde los tiempos de ábaco, las calculadoras, los
tubos al vació se llego a las computadoras u ordenadores analógicos; los cuales tienen
base principal en los chips o circuitos integrados, que realizan diversas funciones en una
precisión de segundos.

¿ Será la biotecnología capas de seguir avanzando?

Es posible, un claro ejemplo se constituiría los biochips (la unión de células y


chips) que asu paso traería seres con una inteligencia superior ¿acaso serian capaces de
remplazar al hombre?, es una interrogante que sólo el tiempo podrá responderla, y solo
así podremos saber si el hombre va trazando un camino a su propia destrucción...

Los Alumnos.
A la Humanidad

BIBLIOGRAFIA

 Enciclopedia Microsoft Encarta 98. – 1993 – 1997 Corporación Microsoft.

 Stepranie Yauchiuski “Biotecnología” H2000, Editores 1085.

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