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trasladar nuevamente la sede del Papado a Roma. El papa estaba cansado del
semivasallaje en que hab�a ca�do la instituci�n pontificia ante los reyes de
Francia; tambi�n se hac�a eco de los deseos de los fieles, los cuales nunca
quisieron validar a Avi��n como sede de la Cristiandad, y por la constataci�n de
las lamentables condiciones en que se encontraba Roma. Previamente, el cardenal Gil
de Albornoz hab�a puesto orden en la ciudad, arrinconando al movimiento comunal y
apoy�ndose en la aristocracia. La autoridad del Papa estaba restablecida.
En 1378 fue elegido Urbano VI, pero los cardenales franceses no reconocieron al
nuevo Papa y eligieron como antipapa a Clemente VII, el cual se volvi� a radicar en
Avi��n. La Cristiandad se vio dividida ante dos lealtades: unos obedec�an al
pont�fice de Roma �en general, los pr�ncipes e iglesias de Europa Central y del
Norte� y otros al de Avi�on. As� comenz� el Cisma de Occidente, cisma que hundi� a
la Iglesia en una nueva crisis de autoridad.
Firmemente asentado su control sobre Roma, los papas siguieron actuando como
pr�ncipes temporales, estableciendo alianzas, favoreciendo a sus parientes para los
puestos m�s altos del gobierno de Roma, los Estados Pontificios y la Iglesia en
general, desarrollando una activa burocracia que administraba sus dominios, y
extra�a los recursos financieros necesarios para su sostenimiento, ya fuese en la
regi�n o en el conjunto de las iglesias de Occidente.
Durante los siglos XV y XVI Roma jugar� un importante papel, junto a otras ciudades
italianas �Mil�n, Florencia, Venecia� en el desarrollo del movimiento cultural y
art�stico del Renacimiento.