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Las cinco claves para el agro en la época de la pos verdad

Emilio Garcia Gutiérrez Consultor ESAP, Regional Once.

Presentación
En mayo del 2013, Fedesarrollo presentó un estudio que analizó cuál debe
ser la política agraria que necesita el país para superar los viejos problemas
que aquejan al campo. El estudio coincide con los resultados de la encuesta
de opinión empresarial agropecuaria, que señala que el 74 por ciento de los
productores del campo está de acuerdo con el proceso de paz, mientras que
el 72 por ciento afirma que su empresa se beneficiaría con un eventual
acuerdo con la guerrilla. Independientemente del acuerdo de paz, el
desarrollo agropecuario debe ser una prioridad. Entre otras razones, por los
cambios globales que están ocurriendo. La FAO dice que hay que
incrementar en un 70 por ciento la producción de alimentos en el mundo y
Colombia podría jugar un papel muy importante en ese reto. Como dice el
Ex presidente de la SAC, Rafael Mejía, es hora de que el sector agropecuario
retorne a la agenda de las políticas públicas. Las siguientes son algunas de
las reflexiones del grupo de expertos.
1) La gran oportunidad Colombia hace parte de un puñado de países con
tierra disponible para ampliar su producción agrícola. De los 22,1 millones
de hectáreas con esa vocación, el país solo utiliza 5,3 millones, es decir el
24,1por ciento de su potencial. Según la FAO, Colombia es uno de los países
con más alta disponibilidad de recursos hídricos y las condiciones
agroecológicas abren la posibilidad de tener una canasta diversificada de
productos. Para Juan José Perfetti, investigador de Fedesarrollo, con una
buena planificación y ordenamiento territorial, el país podría consolidar su
seguridad alimentaria y producir con creces recursos para los mercados
interno y externo. “Un desarrollo acelerado de la agricultura colombiana
tendría efectos muy favorables sobre el ingreso y el bienestar de los
habitantes de los territorios rurales”, señala. Los economistas participantes
en el Foro, afirman que Colombia debe llevar a cabo un desarrollo rural con
enfoque territorial, en donde los actores sociales locales tengan un papel
preponderante y cuenten con el apoyo de las agencias públicas y privadas.
2) Tenencia de la tierra. El acceso a la tierra, el derecho de propiedad y el
uso adecuado de la misma deben ser parte prioritaria de la política agraria.
Colombia destina 5,3 millones de hectáreas para agricultura y 39,9 millones
para ganadería. Esto muestra que aprovecha deficientemente la tierra, con
las implicaciones que eso tiene para la generación de empleo. El estudio
sugiere varias políticas relacionadas con la tenencia de la tierra. Entre ellos,
superar los rezagos en la asignación y clarificación de los derechos legales a
la propiedad; corregir las consecuencias del conflicto y el narcotráfico en
términos de apropiación ilegal de tierras y despojo a sus legítimos
propietarios; diseñar instrumentos para dinamizar el mercado de la tierra y
democratizar el acceso a ella en especial para los pequeños productores.
Recomiendan facilitar los contratos de arriendo de tierra a largo plazo;
aprobar la figura del derecho real de superficie; disponer de líneas de crédito
para la compra de predios; y fortalecer los programas para la financiación
de proyectos productivos.
3) Catastro e impuestos. El catastro rural en Colombia tiene un atraso
superior al 50 por ciento. Esto limita la información sobre la propiedad y
facilita la concentración de la tenencia de la tierra en Colombia. Según el Ex
ministro de Agricultura, Juan Camilo Restrepo, el gobierno tiene el
propósito de acometer la formación o actualización del catastro rural, lo que
permitiría también poner al día razonablemente las bases del impuesto
predial “Esa es la mejor manera para inducir una mejor utilización de la
tierra”, afirma.
Una consecuencia de la desactualización del catastro es la subvaloración de
los predios rurales en el avalúo catastral. Fedesarrollo señala que en la zona
rural pueden encontrarse avalúos desiguales por hectárea entre la gran
propiedad y la pequeña. Para los economistas, el impuesto del catastro
tiende a eliminar el interés puramente rentista en la tierra y a hacer que
prevalezca el productivo. Además, podría ser uno de los pocos instrumentos
para financiar sosteniblemente a los gobiernos locales sin recurrir a
transferencias. El ex codirector del Banco de la República, Antonio
Hernández, es partidario de hacer una reforma fiscal territorial. Pero el
gobierno sostiene –y lo ha dicho en La Habana– que no es momento de
pensar en nuevos impuestos para la tierra. “Lo que hay que hacer es cobrar
bien los tributos existentes”, dice el ministro Restrepo. Ahora bien, el tema
de la seguridad jurídica es otra clave para el desarrollo rural. En este sentido,
el ex ministro asegura que de La Habana “No saldrán expropiaciones
masivas”. Adicionalmente, anota, el proyecto de ley que cursa en el
Congreso sobre inversión extranjera ayudará a darle un marco de
estabilidad jurídica al proceso de tenencia de la tierra. En este punto, la
exministra de Agricultura, Cecilia López sostiene que la incidencia de esa
inversión en el campo ha tenido consecuencias muy grandes en otros países,
entre ellos los africanos. “Tenemos que tener una reglamentación clara, no
quiere decir que no haya, pero tenemos que poner condiciones”, sostiene.
4) Más bienes públicos y menos subsidios. Hay que dotar a la sociedad
rural de capital humano (mano de obra), capital básico y servicios públicos.
“El gasto gubernamental en capital básico es más deseable que aquel en que
se incurre cuando se otorgan subsidios directos a los productores”, señala
Antonio Hernández. Se considera que en la mayoría de los casos los
subsidios directos no incentivan la innovación tecnológica, ni incrementan
la productividad laboral. Además, el costo fiscal de los subsidios solo
produce beneficios transitorios a favor de los productores que los reciben y
no se difunden más allá. El Exministro de Agricultura está de acuerdo en
que, más que subsidios directos al agro, se debe pensar en proveer bienes
públicos colectivos como ciencia y tecnología, riego y drenaje y asistencia
técnica. Para los expertos, la formación de capital humano y la capacitación
técnica incrementa la productividad, mejora la formalización del mercado
laboral, y genera ganancias permanentes en los salarios rurales, como
aumentos en la rentabilidad. El campo también necesita una mayor y mejor
infraestructura vial, pues reduce los costos de transacción, de transporte de
la producción agrícola y contribuye al bienestar de la población.
5) Cerrar brechas. En Colombia los pequeños productores que emplean
principalmente mano de obra familiar son cerca 2,2 millones de personas, es
decir un 20 por ciento de la población rural. Lo crítico es que los altos niveles
de pobreza en el campo recaen en mayor proporción sobre ellos. Según el
investigador José Leibovich los pequeños productores son importantes en
número, por su participación en la producción agropecuaria nacional y por
los rendimientos por hectárea que alcanzan. Dentro de las estrategias que
se plantean para los pequeños productores se destaca el esquema de
asociatividad. Este es un modelo fundamental para lograr economías de
escala para adquirir tecnología e insumos y generar valor agregado y
eficiencia en la comercialización. Los investigadores del agro hacen énfasis
en la importancia de la agricultura familiar y de los pequeños productores.
Este es un tema crítico para cerrar la brecha entre el campo y la ciudad. El
exministro de Agricultura Roberto Junguito señala que un estudio sobre el
desarrollo rural en América Latina muestra que Colombia, frente a muchos
de sus vecinos, muestra menores avances en la reducción de la pobreza en
el campo.
También se considera fundamental hacer el censo agropecuario cada diez
años, como lo recomienda la FAO, para tener un análisis más real sobre la
situación de los pequeños productores. El Dane realizo en el 2014 el censo
agropecuario con un costo de 280.000 millones de pesos. Una crítica general
de los economistas es que se ha avanzado muy poco en mejorar la
productividad en el campo. Para Cecilia López, se subestimó a los críticos
que advertían sobre los efectos de la globalización y se perdieron años
valiosos para mejorar la competitividad, que sigue siendo bajísima. Lo cierto
es que, si Colombia logra darle un giro a la política pública hacia la
agricultura, las gentes que viven de esta actividad podrán tener una mejor
calidad de vida y se podrá reducir la enorme brecha entre el campo y la
ciudad. Visto así, no hay duda que el desarrollo rural será la clave en el
posconflicto, cuando sea que éste llegue. Pero como dice el Ex ministro de
Agricultura, Juan Camilo Restrepo: “Aún sin el anhelado acuerdo de paz y
por meras consideraciones éticas e históricas, el país tiene que proyectarse
en los años venideros hacia un desarrollo rural de más envergadura, de más
calado, que vaya acercando las condiciones de vida de quienes habitan en el
campo con las de quienes viven en las ciudades” O sea que, en el Meta,
vamos bien o vamos perdidos.

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