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Dentro de esta perspectiva, Freud distingue dos etapas: en la primera, el sujeto «[..]
coincide con lo que es placentero, y el mundo exterior con lo que es indiferente» (2 a); en la
segunda, el sujeto y el mundo exterior se oponen como lo que es placentero a lo que es
displacentero. El sujeto, en la primera etapa, es calificado de yo-realidad; en la segunda, de
yo-placer; como puede verse, la sucesión de los términos es inversa a la del texto anterior,
pero estos términos, y especialmente el de yo-realidad, se toman en un sentido distinto: la
oposición entre yo-realidad y yo-placer se sitúa aquí previamente a la introducción del
principio de
realidad; el paso del yo-realidad al yo-placer «[...] se realiza bajo la supremacía del
principio de placer» {2 b).
Este «yo-realidad del principio» es calificado así por Freud debido a «[...] que
distingue interior y exterior según un buen criterio objetivo» (2 c), afirmación que podría
entenderse del siguiente modo: constituye una posición inicial objetiva la de relacionar con
el sujeto las sensaciones de placer y de displacer, sin hacer de ellas cualidades del mundo
exterior que en sí es indiferente.
Este paso del yo-placer al yo-realidad depende, como en las Formulaciones sobre
los dos principios del funcionamiento psíquico, de la instauración del principio de realidad.
ZONA ERÓGENA
: zona oral, anal, uretro-genital, pezón.
Toda región del revestimiento cutáneo-mucoso puede funcionar como zona erógena,
y Freud extiende incluso la propiedad llamada erogeneidad* a todos los órganos internos
(2): «Hablando con propiedad, todo el cuerpo es una zona erógena» (3). Pero algunas zonas
parecen «predestinadas» a esta función. Así, en el ejemplo de la actividad de succión, la
zona oral se halla fisiológicamente determinada a su función erógena; en la succión del
pulgar, este último participa en la excitación sexual como «una segunda zona erógena,
aunque sea de menor valor» (1 b). Las zonas erógenas son fuentes* de diferentes pulsiones
parciales (autoerotismo*). Determinan, con mayor o menor especificidad, cierto tipo de
fin* sexual.
EXPERIENCIA DE SATISFACCIÓN
Tipo de experiencia originaria postulado por Freud, consistente en el
apaciguamiento, en el lactante, gracias a una intervención exterior, de una tensión interna
creada por la necesidad. La imagen del objeto que satisface adquiere entonces un valor
electivo en la constitución del deseo del sujeto. Podrá ser recatectizada en ausencia del
objeto real (satisfacción alucinatoria del deseo). Guiará constantemente la búsqueda ulterior
del objeto que satisface.
Ahora bien, en una fase precoz del desarrollo, el sujeto no es capaz de cerciorarse
de que el objeto no se encuentra realmente allí. Una catexia demasiado intensa de la imagen
produce el mismo “indicio de realidad” que una percepción. La formación del yo viene a
paliar el primer fracaso del sujeto en distinguir entre una alucinación y una percepción. Por
su función inhibidora, impide que la recatectización de la imagen del objeto que satisface
sea demasiado intensa.
YO IDEAL
Yo ideal (fr. moi idéal; ingl. ideal ego; al. Ideal-Ich). Formación psíquica
perteneciente al registro de lo imaginario, representativa del primer esbozo del yo investido
libidinalmente.
IDEAL DEL YO
Término utilizado por Freud en su segunda teoría del aparato psíquico: instancia de
la personalidad que resulta de la convergencia del narcisismo (idealización del yo) y de las
identiñcaciones con los padres, con sus substitutos y con los ideales colectivos. Como
instancia diferenciada, el ideal del yo constituye un modelo al que el sujeto intenta
adecuarse.
En Freud resulta difícil delimitar un sentido unívoco del término «ideal del yo». Las
variaciones de este concepto obedecen a que se halla íntimamente ligado a la elaboración
progresiva de la noción de superyó y, de un modo más general, de la segunda teoría del
aparato psíquico. Así, en El yo y el Ello (Das Ich und das Es, 1923) se tratan como
sinónimos ideal del yo y superyó, mientras que en otros trabajos la función del ideal se
atribuye a una instancia diferenciada o, por lo menos, a una subestructura particular
existente dentro del superyó (véase esta palabra).
En la Introducción al narcisismo {Zur Einführung des Narzissinus, 1914) aparece el
término «ideal del yo» para designar una formación intrapsíquica relativamente autónoma
que sirve de referencia al yo para apreciar sus realizaciones efectivas. Su origen es
principalmente narci-sista: «Lo que [el hombre] proyecta ante sí como su ideal es el
substitutivo del narcisismo perdido de su infancia; en aquel entonces él mismo era su
propio ideal» (1 a). Este estado narcisista, que Freud compara a un verdadero delirio de
grandezas, es abandonado, especialmente a causa de la crítica que los padres ejercen acerca
del niño.